Una expresión del centrismo político
1.
Introducción
2.
CAPITAL
REAL Y CAPITAL ESPECULATIVO
2.1.
El BIPR y la teoría de la conspiración para regresar del capitalismo al
feudalismo
2.2.
La lógica objetiva del capital excedente
2.3.
La supuesta obsolescencia de las leyes objetivas
del capital descubiertas por Marx
2.4.
El crecimiento
real de la economía argentina durante la etapa menemista
3. CUESTIONES
METODOLÓGICAS DE LA DISCUSIÓN POLÍTICA CON EL BIPR
3.1.
Concepto de
crisis revolucionaria y realidad de la lucha de clases en Argentina.
3.2.
Ser para sí, autoconciencia de clase y partido.
3.3.
¿Ruptura revolucionaria o continuidad burguesa
del proceso?
3.4.
Un paradigma de centrismo político
3.5.
Génesis y concepto de soviet
3.6.
Vanguardia revolucionaria y proletariado
espontáneo
3.7.
Las "Tesis sobre Feüerbach" y la práctica
social como unidad dialéctica de práctica teórica y práctica política
3.8.
Función del partido revolucionario
3.9.
Las falacias y
contradicciones en el discurso del BIPR
3.10.
Lo interno y lo externo, lo intrínseco y lo
extrínseco al proletariado espontáneo
3.11.
Método científico y lucha de clases
3.12
Determinación
lógica y determinación histórica del cambio revolucionario
3.13 Esponteneístas
revolucionarios y leninistas "talmúdicos", ¿quiénes llevan la semilla
del oportunismo?
UNA EXPRESIÓN DEL
CENTRISMO POLÍTICO
Introducción
En nuestro documento anterior acerca del
análisis efectuado por los compañeros del "Buró
Internacional para el partido revolucionario" (BIPR), respecto del
proceso abierto en Argentina en diciembre del año pasado, decíamos que nos
parecía advertir una concesión a los teóricos del estancamiento crónico y del espontaneismo político. Ahora, a la
vista de la larga exposición de octubre pasado, donde esa organización
internacional se ha empeñado en desmentir nuestras observaciones acusándonos de
profesar un "marxismo decimonónico" en nuestro análisis económico de
la realidad capitalista y un "leninismo talmúdico" de filiación
stalinista en nuestra concepción de la lucha de clases y de la relación
vanguardia-masa, es evidente que lo que sólo parecía, se revela como lo que es.
Respecto de la primera recusación, en su
réplica a nuestra crítica los compañeros desarrollaron la tesis sólo anunciada
en "La lección de Argentina"
origen de este debate, donde tratan de explicar que el origen o causa de la
reciente crisis del sistema burgués en Argentina -que comenzó a manifestarse en
el sistema financiero- fue de carácter especulativo. De este modo, el BIPR
viene a reafirmarse en que, desde los tiempos de Marx hasta hoy, el capitalismo
ha sufrido "profundas mutaciones", dando a entender -de acuerdo con
los neomarxistas- que la vigencia de la ley general de la acumulación expuesta
en "El capital", ha quedado
relativizada a la etapa del capitalismo premonopolista.
Y según estas explicaciones, la
"mutación" que el BIPR nos anuncia no es intrínseca al sistema, sino
que ha sido creada en ciertos laboratorios de política monetaria con sede en
los USA. Esta mutación consiste en que, dado el carácter del dólar como unidad
de cuenta y patrón de los intercambios internacionales, esa moneda se presta
-por vía especulativa de la emisión discrecional de circulante ficticio, esto
es, sin respaldo en la creación de riqueza equivalente- a provocar
transferencias de plusvalor hacia la burguesía yanqui, cualquiera sea el movimiento
o tráfico de mercancías o servicios en el que esa moneda cumpla su función de
mediar en dichas transacciones.
La segunda recusación que se nos hace, es
de naturaleza política, aunque no tan novedosa, porque abreva en el tradicional
concepto espontaneísta de la lucha de clases. Según esta concepción, la
autoconciencia del proletariado se deriva directamente de las luchas
elementales del proletariado, de ahí la afirmación del BIRP, en el sentido de
que el movimiento piquetero argentino ha hecho presentes o manifiestos los
gérmenes del comunismo en la sociedad argentina. Deslizándose por semejante
impresión compartida con todas las organizaciones de la izquierda burguesa que
ejercen allí de vanguardia política, el BIPR llegó al extremo de ver en esa lucha
contra el paro y la corrupción administrativa, la génesis de una crisis
revolucionaria. Estos son los términos de la polémica que nosotros vamos a
proseguir a continuación, demostrando que este tipo de interpretaciones se
inscribe en lo que Lenin calificó de "centrismo político", definido
por su tendencia oportunista a contemporizar con las concepciones y tácticas
burguesas, bloqueando así la evolución de la conciencia y práctica política
reformista, hacia la autoconciencia de clase y el comunismo.
CAPITAL REAL Y CAPITAL ESPECULATIVO
Yendo directamente al grano, empezaremos
por dilucidar si el origen de la actual crisis argentina es de carácter
productivo o especulativo, si estuvo en la economía real o en la economía
ficticia. ¿Qué afirma sobre esto el BIPR en "La
leccción de la Argentina", origen de este debate?. Sintéticamente lo
siguiente: que el caso argentino hunde sus raíces en la crisis más general que
el sistema capitalista arrastra desde comienzos de la década los setenta del
siglo próximo pasado, a raíz del sostenido descenso en la tasa media general de
ganancia, sobre todo "en los países con mayor grado de
industrialización". Sobre esto no hay discusión.
Seguidamente sostienen que, para "compensar
las magras ganancias, la búsqueda de utilidades extras ha llegado a ser, desde
entonces, obsesiva y perseguida por todos los medios".
También hasta aquí estamos de acuerdo.
Pero a partir de este punto empiezan las
divergencias. ¿Cuáles son las formas de conseguir estas "utilidades
extras"? Los compañeros del BIPR afirman taxativamente que la actual
crisis económica argentina, que se ha manifestado
violentamente en el mercado financiero y monetario, ha sido la consecuencia de
"inescrupulosas actividades especulativas" y de "un gigantesco
proceso de apropiación parasitaria de plusvalor". Es decir, que entre las
causas y su forma de manifestación no ha habido ninguna mediación, todo ha discurrido en la esfera de la circulación
del capital financiero puramente especulativo, donde quienes se apropian de
plusvalor no lo producen. O sea que la crisis argentina ha sido por causa del capital financiero especulativo
que ha tenido por efecto una redistribución del plusvalor -"apropiación
parasitaria", dice el BIPR- entre sectores de la burguesía, a favor de la
misma "burguesía parasitaria", la más poderosa, análisis compartido
por la inmensa mayoría de las fuerzas políticas -parlamentarias y
extraparlamentarias- de oposición a la política menemista, incluida la fracción
del peronismo liderada por Duhalde, quien al momento de asumir la presidencia
del actual gobierno, prometió "transformar la economía especulativa en una
economía productiva”. El BIPR lo ha dicho, negro sobre blanco, literalmente
así:
<<...al
liberalizar los procesos de producción de algunas formas de capital financiero
(capital ficticio), en otras épocas fuertemente vinculadas al desarrollo
de las actividades productivas, se ha dejado el campo libre a las más inescrupulosas
actividades especulativas y a un gigantesco proceso de apropiación parasitaria
de plusvalor que, en última instancia, se resuelve, de un lado, en la concentración
de la riqueza producida mundialmente en un número cada vez más restricto de
manos y, del otro, en el constante empeoramiento de las condiciones de vida
del proletariado internacional, en el crecimiento de la miseria y de la marginación
económica y social de un porcentaje creciente de la humanidad. La crisis
argentina es el producto del desarrollo de este sistema y de sus contradicciones.
Han sido precisamente el FMI y el Banco Mundial, inspirándose en lo que comúnmente
la burguesía consideraba como los modelos a los cuales debía ceñirse la gestión
económica para asegurar el perfecto funcionamiento del sistema capitalista,
los que durante toda la década del 90 han indicado a la Argentina las recetas
económicas que habrían debido conducirla fuera de la crisis, elogiándola por
haberlas aplicado servilmente.>> (BIPR:
"La lección de Argentina". Subrayado nuestro)
De este pasaje subrayamos "en otras
épocas", porque esta expresión delata la concepción revisionista de la ley
general de la acumulación capitalista que subyace en el análisis de la crisis
argentina por parte del BIPR. Una concepción que enlaza directamente con la
idea del estancamiento crónico, y que en esta coyuntura de la lucha de clases,
lleva agua al molino del reformismo ahora encarnado en el movimiento antiglobalización.
El argumento central de este movimiento
pequeñoburgués es el siguiente:
1)
Que casi
todo el capital internacional real sobrante, se ha convertido en capital
ficticio;
2)
Que esta
nueva realidad actual del capitalismo ha sido producto de la desregulación en
la circulación internacional de capitales operada por el capitalismo
ultraliberal parasitario presidido por la gran burguesía norteamericana.
3)
Que esta
realidad se caracteriza por anteponer las actividades especulativas a las
productivas y, finalmente:
4)
Que la
consecuencia de este "proyecto globalizador" del capitalismo
parasitario, conduce directamente a la desaparición del tejido productivo de la
sociedad constituido en gran parte por la mayor parte de los asalariados al
servicio del pequeño y mediano capital.
De
este modo, la dialéctica que la ley del valor tiende a hacer pasar cada vez con
más fuerza entre la burguesía en su conjunto y el proletariado internacional,
se desvía hacia la dialéctica pequeñoburguesa entre el gran capital
especulativo y el pequeño y mediano capital productivo. El frente popular está
nuevamente servido. A estos fines están objetivamente aportando los compañeros
del BIPR. Ellos se declaran sinceramente enemigos de la colaboración de clases.
Pero, según demostraremos seguidamente, su interpretación de las crisis -al
menos de la crisis Argentina- abona el terreno del reformismo.
Por debajo de la simple reflexión teórica
que sólo ve los movimientos aparentes en la epidermis de la sociedad a
instancias de la competencia entre las distintas fracciones del capital en
tiempos de crisis, late el principio activo del capital en su conjunto, su
carácter genético, por decirlo en términos de la bioquímica más adelantada. Y
este principio consiste en aumentar la fuerza productiva del trabajo social y
apoderarse de la mayor cantidad de trabajo necesario posible, para convertirlo
en excedente a los fines de la acumulación. Un principio netamente
productivista. Tal es la esencia del capitalismo.
Esta propensión esencial determina el
proceso de acumulación o reproducción ampliada de capital, regulado por la
evolución de la tasa general de
ganancia media, que es la relación entre la masa de plusvalor o trabajo
impago producido y el capital invertido en cada una de sus rotaciones[1].
La función de la tasa general de ganancia media, consiste en fijar la
redistribución de la masa global de plusvalor producido que la competencia en
el mercado determina que corresponde a cada fracción de la burguesía, según la
cantidad de capital con que participa en el común negocio de explotar trabajo
ajeno. Esta redistribución opera por la divergencia o diferencia entre los valores producidos por cada
fracción de los explotadores fabricantes de plusvalor, y sus correspondientes precios de producción fijados
por la tasa general de ganancia media), a los que, en principio, cada una de
tales fracciones deberá vender sus productos para apropiarse de la parte del
plusvalor global que les corresponde, según la proporción de capital con que
intervienen en la producción de ese plusvalor global.[2]
Para el lector interesado en la
descripción conceptual y matemática de este proceso, consultar "El Capital" Libro III
Capítulos VIII, IX y X:
<<Tenemos
aquí, pues, la demostración matemática exacta de por qué los capitalistas, por
mucho que en su competencia mutua se revelen como falsos hermanos, constituyen
no obstante una verdadera cofradía francmasónica frente a la totalidad de la
clase obrera>> (K.
Marx: Op.cit. Cap. X)
Ahora bien, según progresa
la fuerza productiva del trabajo social y aumenta el proceso de acumulación del
capital social global, el plusvalor aumenta menos que el capital ya acumulado y
la tasa de ganancia desciende hasta el punto en que aparece el fenómeno de la
sobreproducción absoluta de capital, cuando el plusvalor producido por una masa
de capital ya incrementado, es igual o menor al obtenido antes de su
incremento. ¿Quiere esto decir que ante semejantes impedimentos el sistema se
derrumba? Quiere decir que el capital en funciones ha aumentado en exceso respecto
de la masa de población explotada según la composición orgánica del capital
históricamente dada.[3]
Quiere decir que el capitalismo se ha puesto ante sí unos obstáculos, lo cual
demuestra que el único límite económico del capital es el capital mismo y que,
por tanto, el capitalismo está en condiciones de saltar sobre sus propios
límites económicos:
<<La
producción capitalista tiende constantemente a superar estos límites que le son
inmanentes, pero sólo lo consigue en virtud de medios que vuelven a alzar ante
ella esos mismos límites en escala aun más formidable.
El
verdadero
límite de la producción capitalista lo es el
propio capital; es éste: que el capital y su
autovalorización aparece como punto de partida y punto terminal, como motivo y
objetivo de la producción>>
(K. Marx: Ibíd)
Para eso están las crisis
y, eventualmente, las guerras. Las crisis desvalorizan el capital en exceso,
las guerras destruyen su soporte material y, con él su valor entero. Dado que
la propensión a acumular determina que el capital constante crezca más rápido
que la suma del plusvalor y el capital variable, las crisis son tan inevitables
como la posibilidad de las guerras. Pero aun antes de que estos fenómenos se
manifiesten, el capital genera "causas contrarrestantes" a la baja de
la tasa de ganancia[4]. Entre
ellas, en el punto V Marx señala la exportación de capitales con fines
productivos, que es lo que aquí nos interesa:
Por
otra parte, en lo que respecta a los capitales invertidos en las colonias,
etc., los mismos pueden arrojar tasas de ganancia más elevadas, porque en esos
lugares, en general, a causa de su bajo desarrollo, (la composición orgánica el capital es
más baja y) la tasa de ganancia es más
elevada>> (Ibíd)
De este modo, el capital
excedentario que las metrópolis capitalistas invierten en las colonias y países
dependientes, tiende a recuperar la tasa de ganancia por vía de la repatriación
de parte del plusvalor producido allí.
Pero las sucesivas crisis
han demostrado que las "causas contrarrestantes", como la exportación
de capitales excedentarios desde los países de más alta acumulación, sólo
tienen el efecto de enlentecer la marcha del proceso de reproducción ampliada
del capital hacia los violentos episodios periódicos generales de
sobreacumulación absoluta, pero no evitar que a la postre se produzcan,
desembocando en ondas de lento crecimiento. En tiempos de Marx, dado el
relativamente escaso nivel de acumulación alcanzado en el siglo XVIII y la
primera mitad del XIX, la exportación de capital era para el capitalismo de
aquel entonces algo episódico, vigente sólo el tiempo que tardaban en
reiniciarse las fases de recuperación en los países desarrollados.[5].
Así, el límite a la capitalización de plusvalor que supone la sobreacumulación
del capital, fue siendo en parte transitoriamente superado en las metrópolis
burguesas por el recurso a la exportación de capitales y el plusvalor obtenido
a través de ella.
Pero desde principios del
siglo pasado, la cada vez mayor masa de capital sobrante ha dado lugar al
fenómeno de la "sobresaturación de capital", expresión acuñada por
Henrik Grossmann en una correcta extensión lógica del concepto de
"sobreacumulación absoluta" empleado por Marx en "El Capital".[6]
Pero no ya como algo intermitente y transitorio, sino constante y permanente
para los países de desarrollo avanzado y hasta de los de desarrollo medio:
<<Hemos
demostrado cómo la sobreacumulación absoluta, que se expresa periódicamente en las
crisis, aunque sólo en forma transitoria, se impone en el transcurso de la
acumulación de capital a
través de las oscilaciones del ciclo económico, de crisis en crisis, en un
grado progresivamente creciente, y finalmente, a un nivel elevado de la acumulación de capital, alcanza un estado de
"sobresaturación de capital" en el cual no existen suficientes
posibilidades de inversión para el capital sobreacumulado, resultando cada vez
más difícil la superación de esta "saturación", y por ello el
mecanismo capitalista se acerca a la catástrofe final con la necesidad de un
fenómeno natural. Los capitales excedentarios e improductivos pueden
preservarse provisoriamente del derrumbe total de su propia rentabilidad sólo a través de la exportación
de capital o mediante la "actividad" temporal en el mercado de
valores.>> Henrik
Grossmann: "La Ley de la acumulación
y del Derrumbe del Sistema Capitalista" : Cap. 3 punto b) parágrafo
III)[7]
Ya hemos dicho y volvemos a
insistir aquí, que una parte de la exportación de capitales excedentarios se
emplea siempre en actividades puramente especulativas. Y que en tiempos de
estancamiento económico, estos capitales sobrepujan a los que se siguen
empleando en la producción directa de plusvalor. Tanto más cuanto mayor es la
masa de capital acumulado. Pero este no es un fenómeno inédito ni supone una
alteración fundamental en la naturaleza del capitalismo. Constituye parte de
ella. Es su forma típica de fungir como mecanismo centralizador de los
capitales, de dirimir a través de la competencia especulativa predominante durante
las crisis y fases de crecimiento lento, qué fracción todavía más reducida de
la burguesía, seguirá detentando la propiedad del capital acumulado devaluada o
destruida y, por tanto, el protagonismo histórico en la subsiguiente fase de
recuperación. Es una lucha de supervivencia interburguesa que viene a ocupar el
ambiente de grata camaradería regulado por la tasa general de ganancia en
tiempos de expansión general, donde todos ganan aunque, como hemos visto, unos
más que otros:
<<Mientras
todo marcha bien, la competencia, tal como se revela en la nivelación de la
tasa general de ganancia, actúa como una cofradía práctica de la clase
capitalista, de modo que esta se reparte comunitariamente y en proporción a la
magnitud de la participación de cada cual, el botín colectivo. Pero cuando ya
no se trata de repartir ganancias sino de dividir pérdidas, cada cual trata de
reducir en lo posible su participación en las mismas, y de endosársela a los
demás. La pérdida es inevitable para la clase (burguesa). Pero la cantidad que de ella ha de corresponderle a cada cual, en qué
medida ha de participar en ella, se torna entonces en cuestión de poder y de
astucia, y la competencia se convierte, a partir de ahí, en una lucha entre
hermanos enemigos. Se hace sentir entonces el antagonismo entre el interés de
cada capitalista individual y el de la clase de los capitalistas, del mismo
modo que antes se imponía prácticamente la identidad de esos intereses a través
de la competencia>> (K. Marx: Op. Cit. Libro III Cap. XV. Lo entre
paréntesis es nuestro)
Pero esto no neutraliza ni
sustituye el carácter productivista dominante del capitalismo, su principio
activo productor de plusvalor. La especulación forma parte del proceso
espasmódico e intermitente del proceso histórico de acumulación de capital,
donde las crisis son el límite que el capital productivo se pone a sí mismo
para saltar sobre él para volver a regimentar el proceso de reproducción
ampliada. Y en este proceso, la evolución de la tasa de ganancia marca los
ritmos de esa intermitencia entre las ondas de crecimiento y depresión.
En este punto es necesario
volver a insistir: en la economía real, lo que
está en disputa no es el capital
invertido sino el plusvalor
global creado en el proceso de producción; esta redistribución del
plusvalor se opera mediante los mecanismos de la competencia, en el mercado,
donde las empresas de mayor composición técnica y orgánica del capital,
sustraen y capitalizan parte del plusvalor creado en las empresas que operan
con un menor coeficiente técnico y orgánico. Este mecanismo de la Ley del valor
da lugar a formación de la tasa de ganancia media, por la cual, nadie pierde, aunque unos ganan
proporcionalmente más que otros según la masa de capital con que intervienen en
la producción global de plusvalor.
En los mercados especulativos, en cambio, lo que
se pone en juego es el capital invertido en su totalidad; aquí no se trata ya
de un reparto de la ganancia global, donde todos
ganan. Dado que en estos mercados no
se produce ningún plusvalor, los que juegan en él exponen lo que ponen en juego. Esto ocurre invariablemente
en esos mercados, cualquiera sea el objeto o soporte material del capital que
se invierte en ellos (títulos de propiedad que cotizan en bolsa, oro, divisas,
inmuebles, obras de arte, etc.); todos los días se producen ganancias y
pérdidas absolutas; aquí es donde las pérdidas se convierten en quiebras de
miles de empresas. Tanto más cuanto más volátil se torna el mercado. La
volatilidad se mide por la diferencia entre el precio y el valor de los
productos objeto de especulación. Cuanto mayor es el precio -por ejemplo de las
acciones en la Bolsa- respecto de su valor real patrimonial por efecto del
exceso de demanda, mayor es la volatilidad del mercado; esta diferencia en más entre
el precio y el valor de los papeles o cosas con que se especula, es capital ficticio, porque su
cotización o representatividad de valor ocasional en el mercado, es mayor que
su valor real. Pero eso no quiere decir que esa diferencia sea capital ficticio.
Gran parte sigue siendo capital real, plusvalor. Sólo que desplazado por la
competencia de un soporte de valor a otro.
El
BIPR y la teoría de la conspiración para regresar del capitalismo al feudalismo
Igualmente es capital-dinero
o poder adquisitivo ficticio, el que se emite sin respaldo en un capital o
riqueza real equivalente. En este sentido, aunque sin aportar indicadores
concretos que avalen lo que afirman, los compañeros del BIPR han vuelto a
recaer en la especie de que el origen de la crisis financiera del año pasado en
Argentina, es de origen puramente especulativo. Dicen -ahora más
explícitamente- que en el origen de la crisis financiera de ese país y otros,
como Méjico, Brasil, Rusia y antes la de los llamados "tigres
asiáticos", está la toma de conciencia por parte de la burguesía
norteamericana, de que los tiempos en que podía basar su hegemonía política en
la fortaleza de su aparato productivo había pasado, y que para seguir
manteniendo su orgulloso predominio, el único recurso que le queda es
aprovecharse de que su moneda fiduciaria aun es aceptada como medio de pago y
de cambio en el mercado internacional, para practicar una emisión inflacionaria
de dólares. Esto les permite comprar mercancías y conceder préstamos
-especialmente a países del tercer mundo- como quien dice "por la
cara", apropiándose así, parasitariamente, del plusvalor creado y
contenido en las mercancías que compran y el interés de los créditos que
conceden a las burguesías nacionales de esas regiones. Así lo explican nuestros
interlocutores:
<<El tránsito a un sistema de pagos internacionales basado
en un dólar inconvertible, ha significado la admisión por parte de los Usa
de que la época de realización de abundantes ganancias y super ganancias
apoyándose en la mayor fuerza de su aparato industrial había terminado,
mientras gracias al nuevo contexto que se había determinado era ahora más
eficaz y conveniente apoyarse en la fuerza de su sistema financiero y, en
particular —gracias también a su gran potencia militar—, en el hecho de que el
dólar, si bien ya no fuese convertible y sus emisiones no estuviesen
garantizadas por la constitución obligatoria de reservas áureas, continuaba
siendo utilizado como medio de pago internacional.
Por primera vez en la historia de la economía moderna, el oro, que
directa o indirectamente, había sido hasta entonces el único verdadero medio de
pago internacional, ha sido suplantado por papel moneda y sus títulos
representativos. Ahora, el simple hecho de que una moneda circule más allá
de los confines del país que la emite, sin que él tenga la obligación de
constituir reservas de algún tipo, constituye para este país un privilegio
tanto más grande cuanto mayor es la masa monetaria que circula en el exterior.
El país emisor de este particular tipo de moneda se viene, en efecto, a
encontrar en la misma posición de aquél que emite un cheque, por ejemplo para
la adquisición de un vestido, y su cheque jamás es presentado al canje en la
ventanilla del banco donde mantiene sus depósitos. Para el país emisor de un
medio de pago internacional, por otra parte, no existe siquiera la necesidad de
constituir tal depósito, visto que una parte de aquella moneda continuará dando
la vuelta al mundo sin retornar nunca a su patria. Pensad en los miles
de millones de dólares que son detentados en todo el mundo como moneda de
reserva; pensad en los otros tantos miles de millones de dólares que sirven
para la compra-venta del petróleo y otras cosas y os encontraréis frente a una
masa enorme de dólares que los EU han emitido y continúan emitiendo
cotidianamente, pero recibiendo a cambio mercancías concretas producidas en
todos los lugares del mundo sin que ello nunca implique, en contrapartida, su
transformación en otras mercancías producidas en los EU. ¡He aquí una forma de
apropiación parasitaria de plusvalor!
Según algunos economistas americanos, la renta financiera
que deriva a los EU por este “servicio” a la economía mundial superaba ya hace
algunos años los 500 mil millones de dólares anuales, una suma que prácticamente
cubría casi todo su gasto militar.>> [BIPR: "Directrices económicas
del análisis de la crisis argentina (estancamiento económico)" Subrayado nuestro]
¿De qué modo la emisión
inflacionaria de dinero se puede traducir en una transferencia de plusvalor de
una burguesía nacional a otra? Supongamos que a instancias del gobierno de
turno, el Estado norteamericano emite dólares sin respaldo por U$S 4.000
millones a través de la Reserva Federal, su banco central. ¿Qué le puede
comprar el Estado norteamericano a un país como Argentina, coches tal vez,
trigo, carne? Eventualmente algo de esto puede ocurrir, pero sería muy raro. Lo
más normal y corriente, es que si el Estado yanqui necesita cualquiera de estas
cosas, acuda a determinadas empresas nacionales que son sus proveedores
habituales. Supongamos algo más normal, como, por ejemplo, que con esos dólares
ficticios, el Estado yanqui decide comprar material militar por esa cantidad,
por ejemplo, misiles "Patriot" a la "General Dinámics", con
cargo a los presupuestos nacionales previstos para el "Pentágono";
sigamos suponiendo que, una vez entregado ese material militar y pagada la
factura, con esos 4.000 millones la empresa fabricante de los
"Patriot" compra a la empresa japonesa "Mitsubishi"
-radicada en Taiwan- circuitos impresos; que ésta última adquiere zinc
producido por la "Minera Argentina Aguilar" y, finalmente, que esta
multinacional norteamericana radicada en Argentina, adquiere de la
norteamericana "Caterpillar" maquinaria pesada. Después de este
periplo circulatorio del dinero ficticio con origen en la Reserva Federal de
EE.UU. -que naturalmente no acaba aquí- ¿dónde está el supuesto capitalista
especulativo y dónde la supuesta transferencia parasitaria de plusvalor hacia
la burguesía yanqui? En realidad y verdad, el gasto inflacionario del Estado
norteamericano ha inducido a la producción, circulación y realización, de una
masa de valor entre las empresas General Dinámics, Mitsubishi, Aguilar y
Caterpillar, equivalente a U$S 16.000 millones, donde cada cual se ha quedado
con lo suyo. Las únicas transferencias de plusvalor son las que corresponden al
desarrollo desigual de los países por donde circularon los U$S 4.000 millones,
que, como hemos visto, está en función de sus respectivas composiciones orgánicas
del capital, así como del "valor" relativo de sus respectivas monedas
nacionales, que también depende del poder adquisitivo de los países
comprometidos en el intercambio de productos[8].
Pero en el caso argentino esta circunstancia no estuvo presente como para
atribuir su crisis financiera al dólar inflacionario emitido por EE.UU., porque
allí, durante la década de los noventa, el signo monetario patrón fue
precisamente el dólar. Por lo tanto, para Argentina, en la esfera de la
circulación de mercancías el dinero inflacionario de EE.UU. ha fungido como
simple medio de cambio a expensas de la renta territorial[9].
Nada más.
Cierto, esto ha servido:
1.
para que
obreros y burgueses norteamericanos dejen de pagar impuestos por U$S 4.000
millones;
2.
para que
alguna camarilla de altos funcionarios estatales se quede con la
correspondiente "mordida";
3.
para que, a
corto plazo, aumenten los precios en dólares y, a través de esa moneda
"patrón", la inflación inducida se trasmita al resto de las divisas
internacionales y de las distintas monedas nacionales que no cotizan en el
mercado mundial, lo cual generaliza presiones sindicales al alza de los
salarios nominales, hasta que, al final, las cosas quedarían poco más o menos
igual que antes.
¿No serían éstas las mismas
consecuencias en el caso de que cualquier país hiciera lo mismo? Si con el
ejemplo de la emisión del "cheque para comprar un vestido" se ha
querido significar que el Estado norteamericano se apropió de 4.000 U$S en
plusvalor, esto tampoco es cierto. Lo que hizo el gobierno norteamericano es
lanzar a la circulación dólares inflacionarios a cambio de un producto que
contiene plusvalor en una porción determinada. Y aun cuando esos
"Patriot" comprados a la "General Dinamics sean, a su vez,
vendidos por el Estado yanqui a terceros países -algo impropio en un Estado
como el norteamericano- en tanto no es función de ese Estado actuar como agente
directo de la acumulación de capital, es igualmente impropio hablar en este
caso de una apropiación de plusvalor por parte suya, del mismo modo que cuando
percibe su salario, es erróneo pensar que cualquier obrero se apropia del
plusvalor contenido en las mercancías que compra para reproducir su fuerza de
trabajo, sino que sólo se apropia y dispone de simple poder de compra con esa
finalidad. Incluso en el caso de que este tiempo de reposición transcurriera en
su propio lugar de trabajo, como sigue ocurriendo hoy día con esos millones de
asalariados que, a instancias de la economía sumergida, todavía hoy producen
plusvalor en régimen de semiesclavitud:
<<De
hecho, el obrero debe conservar su capacidad de trabajo merced a los medios de
subsistencia, pero este consumo privado suyo, que es al mismo tiempo
reproducción de su capacidad de trabajo, está al margen del proceso de
producción de la mercancía. Es posible que en la producción capitalista el
capital absorba realmente todo el tiempo disponible del obrero y que, por lo
tanto, el consumo de medios de subsistencia aparezca prácticamente como un mero incidente del proceso laboral, al
igual que el consumo de carbón por la máquina de vapor el de grasa por la
rueda, o el de heno por el caballo de tiro, al igual que el consumo privado de
todo esclavo que trabaja. (...) Pero, sea lo que fuere, en
la práctica, los medios de subsistencia son, tan
pronto el obrero libre los consume, mercancías que él ha adquirido. No
bien pasan a sus manos, y con mayor razón aún, cuando los consume, han
dejado de ser capital. No
constituyen, pues, ninguno de los elementos
materiales en los cuales aparece el capital en el proceso inmediato de
producción, por más que constituyen
la forma de existencia material del
capital variable que se presenta en
el mercado, dentro de la esfera de la
circulación, como adquirente de la
capacidad de trabajo (salario).>>
[K. Marx: "El Capital" Libro
I Cap. VI (inédito: "La producción capitalista como producción de
plusvalía") El subrayado y lo entre paréntesis es nuestro][10]
Si el salario y los medios
de subsistencia no dejaran de ser capital variable, la producción de plusvalor
y su consecuente acumulación serían algo imposible[11].
El Estado burgués que capitaliza plusvalor, en la medida en que lo hace se
diluye en la sociedad civil como un interés particular más, como ha ocurrido
con la mixtura -ya en desaparición- del "Estado empresario", tan caro
a los reformistas. Pero este no es el caso del Estado norteamericano. Aunque
vive de y para el proceso de producción y acumulación de plusvalor, permanece
en general, si bien no ajeno a él, si al margen en sentido orgánico y funcional.
Por tanto, lo que se apropió en nuestro ejemplo emitiendo dólares sin respaldo
real para comprar por U$S 4.000, no ha sido plusvalor, sino poder adquisitivo
para una compra de naturaleza inflacionaria. Nada más. Que el Estado
norteamericano lo haga con la moneda que ejerce la función -delegada por todas
las demás- de medio universal de cambio y de pagos internacionales, es un hecho
respecto al cual, los trabajadores conscientes deberemos estar muy atentos y
comprender su significado, pero no a través del enemigo de clase, de ninguna
fracción de la burguesía. Para eso tenemos nuestro propio herramental de
análisis, el único realmente científico y veraz.
Otra cosa ocurre con los dólares
en los préstamos internacionales. Ya hemos explicado en otro lugar: http://www.nodo50.org/gpm/argpelman/01.htm, que
la acumulación del capital en Argentina ha discurrido históricamente en base
a la capitalización de la renta agraria. Esos fueron sus límites absolutos hasta
1955. Desde entonces, aunque sobre la misma base, la sobresaturación del capital
global ha podido extender esos límites a instancias de la deuda externa. Y naturalmente
ha debido ser también éste un proceso espasmódico, a través de crisis financieras
recurrentes, como la de fines del año pasado. Es decir, sin dejar de seguir
transformando coyunturalmente parte de la renta territorial del agro en capital
industrial privado a instancias del Estado, se ha procedido a convertir en capital
constante y variable adicional, la parte correspondiente de capital acumulado
sobrante en el extranjero, debidamente convertido en capital de préstamo para
inversión productiva según la tasa de explotación del trabajo vigente en Argentina.
Habiendo violado la ley del
desarrollo económico desigual decidiendo por vía institucional decretar la
paridad entre el peso y el dólar, los salarios a la baja fueron en gran parte
la variable de ajuste a semejante diferencia entre la productividad del trabajo
representada por uno y otro signo monetario. Pero para conjugar esta diferencia
hubiera sido necesario que el plusvalor sobrepase los límites absolutos de la
tasa de explotación máxima, que por razones teóricas obvias no puede exceder
las 24 hs. del día. Por lo tanto, es igualmente obvio que se debió operar durante
todo el proceso con un peso sobrevaluado.
¿Cómo ha operado la
sobrevaluación del peso sobre la redistribución del plusvalor generado por el
capital privado productivo en Argentina? A través del sostenimiento de la
paridad cambiaria entre el peso y el dólar fijado por decreto, el tipo de
cambio al que los deudores privados en Argentina debieron hacerse cargo de su
deuda con el capital de préstamo extranjero, se mantuvo fijo y su tasa de
interés también, o con muy pocas variaciones, dada la relativa estabilidad de
esa moneda, por lo que, con la progresiva desvalorización del peso, la tasa de
interés real, para ellos se convertía, en negativa, o crecía por debajo de esta
devaluación. Mientras tanto, una vez en poder de los dólares a crédito y tras
haberlos cambiado por su equivalente en pesos, lo transformaban en capital
industrial, que así cerraba su ciclo productivo incrementado por la plusvalía
correspondiente, más el adicional de ganancia que supone haber pagado una tasa
de interés negativa equivalente a la desvalorización del peso durante el ciclo
productivo correspondiente a la inversión del capital prestado en dólares. Esta
última ganancia extraordinaria, fruto de la diferencia entre la tasa de interés
real y la pagada efectivamente por el deudor, corrió en todos los casos a cargo
de la posición en dólares del Estado argentino, correspondiente a la parte de
renta agraria diferencial apropiada en concepto de retención a las
exportaciones. De este modo, dado el tipo de cambio fijo, parte de la deuda privada
se convirtió en pública por efecto del desarrollo desigual de la fuerza
productiva del trabajo entre Argentina y EE.UU.
Esto último es así, siempre
que acreedor extranjero y deudor local no constituyan partes o empresas
pertenecientes a un mismo grupo económico multinacional privado. De lo
contrario, en tanto el deudor en el mercado interno es su propio acreedor
externo, el capital a préstamo convertido en capital productivo se valoriza
doblemente a expensas del Estado anfitrión. Como acreedor, percibe
efectivamente tasas de interés reales más altas a las vigentes en la
generalidad del mercado mundial de capital a préstamo. Como deudor, no sólo
queda en sus manos la plusvalía íntegra correspondiente a su función como
capital industrial en que se ha convertido internamente, sino que se multiplica
al pasar de ser nominalmente ajeno a propio, porque al cancelar los préstamos
en moneda extranjera, paga una tasa de interés real negativa equivalente a la
depreciación de la moneda local.
Respecto de la deuda pública
que un Estado Empresario contrae con el capital extranjero, depende si la
convierte en inversión productiva o en gasto corriente. En el primer caso, hay
una transferencia de plusvalor en las mismas condiciones que cualquier
productor privado local que invierte un capital a crédito en dólares con el
extranjero. En el segundo caso, hay una transferencia de plusvalor neta
equivalente a tasa de interés pagada con cargo a la renta diferencial
confiscada. En cualquiera de estos casos realmente ocurridos en Argentina
durante el período analizado aquí, es erróneo afirmar que hayan sido actos de
especulación financiera internacional. Otro tanto cabe pensar de las
inversiones extranjeras directas. Pero ninguno de esto casos están comprendidos
en el concepto de "especulación"
Típicos actos especulativos
son aquellos que arrojan un lucro mediante simples actos de compra-venta sin que medie entre ellos ningún proceso
productivo, de producción de plusvalor. Especulación la hubo y más que
en otras épocas, como está ocurriendo en todas partes del mundo. Pero esto no
autoriza a negar que la dinámica económica del período menemista haya sido
netamente productivista. A no ser que se entienda por especular, que el llamado
"proyecto de acumulación menemista" formó parte de una conspiración
de los ultraliberales, lo que es igualmente falso.
Respecto de las presuntas
transferencias de plusvalor hacia EE.UU. a instancias de variaciones en los
precios del petróleo supuestamente inducidas por intereses especulativos
norteamericanos, también aquí nos encontramos con una concesión ideológica a la
intelectualidad burguesa antiimperialista, muy proclive a reducir las leyes de
la economía política a la política económica discrecional de ciertos poderes
económicos eventualmente a cargo de ciertos Estados nacionales, en este caso,
el norteamericano:
<<
El dólar es también por esta misma razón la moneda con la cual son reguladas
las transacciones del petróleo o bien de aquella mercancía/materia prima de la
cual no se puede prescindir siquiera para la producción de la más
insignificante de las mercancías y los EU, de hecho, controlan económica,
política y militarmente sea los lugares de mayor producción del petróleo, sea
las vías mediante las cuales él arriba a los lugares de mayor consumo. Vale
decir, ellos están en posición de controlar, dentro de una cierta medida,
también su precio, pero puesto que, como decíamos, es expresado en dólares,
dada la dimensión del mercado petrolífero, a cada variación del precio del
petróleo corresponde en alguna medida una variación del valor de la masa
monetaria en dólares respecto a todas las otras monedas y esto sucede, de modo
amplio, independientemente de la marcha de la producción real de mercancías que
tiene lugar en los EU.
Compañeros,
visto que mostráis tanta pasión por números y estadísticas, os aconsejamos
tomar papel y lápiz y calcular todas las posibles variaciones de valor que
puede asumir la masa monetaria en dólares con las solas variaciones del precio
del petróleo que se pueden determinar atacando, vr. gr., a Irak o a Afganistán
y veréis avalanchas de plusvalor trasladarse de todas las partes del mundo
hacia los EU sin que un solo dólar haya, directa o indirectamente, contribuido
a su producción.
En este razonamiento
destacan dos ideas:
1.
Dado que
los precios del petróleo se expresan en dólares, cada vez que aumentan se
produce una redistribución del plusvalor mundial en favor de la burguesía
norteamericana
2.
Los USA
controlan "en alguna medida" los precios del petróleo, y,
Respecto de lo primero, ya hemos
explicado el infundio de pensar que la moneda adoptada por el mercado
internacional como unidad de cuenta y patrón de los intercambios
internacionales, tiene la virtud de provocar transferencias de plusvalor hacia
la burguesía del país que la emite, cualquiera sea el movimiento en el que esa
moneda medie.
En cuanto a lo segundo,
veamos brevemente en qué "medida" EE.UU. ha podido controlar los
precios del petróleo. A principios del siglo pasado, las ocho grandes compañías
petroleras del mundo existentes en ese momento -cinco norteamericanas, y las
tres restantes francesa, inglesa y holandesa- se habían venido repartiendo la
distribución mundial del petróleo.
Todavía en el año 1952, el precio por
barril del crudo Arabian Light era de dos dólares americanos. Pero desde 1960
las cosas cambiaron. Ese año, los Emiratos Arabes, Arabia Saudí, Irán, Irak e
Indonesia, se unieron a Libia y Argelia en la política de nacionalización de
sus reservas de petróleo o gas, y el precio del barril subió de golpe de dos a
diez dólares. Esta nueva realidad indujo a la búsqueda de nuevos yacimientos,
al tiempo que países como Méjico, Venezuela, Nigeria, y Noruega, entre otros,
se incorporaron a la lista de nuevos países productores. Incluso los mares se
cubrieron de plataformas prospectoras y se abrieron nuevos pozos en Alaska y en
el mar del Norte. De nuevo la oferta se disparó y los precios se mantuvieron
estables por debajo de las pretensiones nacionalistas árabes hasta la invasión
iraquí de Kuwait. Es decir, frente al alza en los precios, el imperialismo
reaccionó incorporando nuevas fuentes productivas. Pero no lo hizo por
exclusiva voluntad manifiesta, sino porque esos precios le permitieron poner en
funcionamiento yacimientos conocidos ya, cuyo costo a los precios vigentes
hasta que las burguesía árabes indujeron al aumento, no podían ser explotados.
Es decir que privó una vez más el criterio de la necesidad económica.
Superada la "Guerra
del Golfo" durante la que se puso en evidencia la ruptura en el bloque de
la OPEP por parte de Arabia Saudí y Kuwait, el precio del barril Brent pasó a
oscilar en torno a los 20 dólares. Este precio fue cayendo mes a mes hasta
mediados del año 1998, en que volvió a estar en los 10 dólares. En el mes de
abril el Texas se cotizaba a 13 dólares y el otrora todopoderoso Ministro de
petróleo de Arabia, Ajmed Saki Yamani, llegó a declarar que la OPEP se
encontraba al borde de la muerte treinta y ocho años después de su fundación,
al no haber sido capaz de recuperarse de la caída de precios de 1985 y 1986, a
causa de la oferta de países que no formaban parte del cártel.
Pero en la reunión de
Viena de junio de 1998, en medio de la crisis asiática que hizo disminuir
fuertemente la demanda y los precios amenazaban derrumbarse, las cosas cambiaron.
Con el apoyo adicional de Rusia, la OPEP acordó ampliar la reducción de la
producción decidida dos meses antes. Como consecuencia de este acuerdo, la
reducción que hasta entonces era de 1,3 millones de barriles diarios, pasó a
ser de 2,6 que, unidos a los otros países, significaron una reducción total de
3,1 millones de barriles.
En marzo de 1999, la OPEP
acordó un nuevo recorte en la producción y el barril de Brent, que costaba
entre 10 y 12 dólares, ha llegado a cotizarse en 25 dólares. Con el agravante
de que, en ese momento, el dólar se había revalorizado un diez por ciento
respecto a la moneda europea. Así, en febrero de 2000, tras el anuncio de la
OPEP de no modificar las cuotas, el precio del petróleo en el mercado de
Londres subió hasta los 27 dólares. En España, por ejemplo, de pagar 10 dólares
por barril a 150 pesetas por dólar, se ha pasado a pagar 27 dólares a 168
pesetas. O sea, de 1.500 pesetas el barril a mas de 4.500.
Dado que el
petróleo forma parte de los elementos del capital constante, es necesario que
el precio de sus distintas variedades se mantenga lo suficientemente bajo como
para contrarrestar en todo lo posible
la actual tendencia a la baja de la tasa general de ganancia. Pero no debe caer
tanto como para dejar sin sentido económico la extracción y refino de los pozos
que arrojan menor renta diferencial y mayores costos, y este es el caso de
numerosas localizaciones petrolíferas norteamericanas. Esto demuestra que la
ley del valor, esto es, los intereses del conjunto de la burguesía mundial, no
toleran ningún "control" político de precios por parte de ningún país
en particular, que viole esta determinación económica del capitalismo en su
conjunto respecto de ese producto.
Por lo tanto,
cuando hoy se dice que EE.UU. quiere la guerra con Irak para entregar sus
rentas petroleras a magnates norteamericanos de la industria energética, como
Bush, Chenney o la Condoleza Rice, es verdad. Pero, en esencia, no se trata de
eso, sino de poner los precios del petróleo en función de las exigencias de la
ley de la acumulación capitalista. Se trata de que ese insumo tan
estratégicamente decisivo para la marcha del proceso de acumulación, quede por
completo a salvo de decisiones políticas a cargo de anacrónicos nacionalismos y
de consideraciones religiosas utilizadas para provecho de un sector oligárquico
burgués regional subalterno, como el Partido Baas en Irak o integrismos
islámicos residuales como el existente aun en Irán. Que las monarquías
hereditarias de Arabia Saudí, los Emiratos Árabes y Kuwait hayan llegado a un
acuerdo con los yanquis y Sadam no, este es un problema interburgués, que no
afecta en absoluto a la estrategia del poder político de los asalariados, al
menos en esta etapa de construcción de la organización revolucionaria internacional
hoy inexistente.[12]
Se sabe que previamente a la llamada "Guerra del
Golfo", el régimen de Irak se prestó a ser utilizado por el capital
internacional en su conjunto para ahogar en sangre la revolución iraní, que
parecía salirse de los cauces previstos por la burguesía fundamentalista
islámica en ese país. Una razón objetiva adicional para
explicar esa guerra, se encuentra en el resultado de la anterior y en la
evolución de los precios del petróleo.
El sistema capitalista está interesado en la estabilidad a largo plazo de sus
precios, a niveles que compatibilicen las mayores tasas de ganancia en la
industria con rentabilidades petroleras que permitan la extracción y
comercialización de los yacimientos más costosos del Mar del Norte y de los EE.UU.
Al desbaratar la producción iraní de petróleo, la revolución de febrero
trastornó todas las previsiones en este sentido[13].
Así, entre enero de l979 y febrero de l980, los precios del petróleo se
duplicaron prosiguiendo su aumento a lo largo de todo ese año. Fue lo que se
dió en llamar el "segundo shock petrolífero", evocando al que se
había producido tras la guerra árabe israelí de octubre de l973. El efecto
previsible de ese choque irano-iraquí fue que los stocks se reconstituyeron
rápidamente hasta la saturación, compensación acentuada por importantes medidas
de ahorro energético realizadas por los países consumidores. En "El Imperialismo y la Guerra del
Golfo" Salah Jaber informó sobre las inquietudes de los expertos
financieros y del petróleo "por la amplitud que podía alcanzar una caída
muy fuerte de los precios del petróleo, caída que sabían ineluctable, y tanto más arriesgada en la medida en que
(...) las previsiones para el nuevo decenio, preveían, con razón, un excedente
permanente de la oferta sobre la demanda".[14]
De no mediar, pues, la Guerra del Golfo, el descenso de los precios
del petróleo podría haber alcanzado magnitud de catástrofe, tornando
económicamente imposible el aprovisionamiento. Ello sin contar las
consecuencias sociales y políticas emergentes de tal situación. De modo que
hasta finales de l986, el cese de hostilidades entre Irán e Irak habría tenido
un efecto catastrófico en el mercado mundial.[15]
En alusión al éxito de la OPEP, el por entonces Presidente de Argelia,
Huari Boumedien declaraba solemnemente en l975 ante las Naciones Unidas que,
"Por vez primera en la historia, países no desarrollados han sido capaces
de tomarse la libertad de fijar por ellos mismos el precio de sus materias
primas". La Guerra del Golfo, e inmediatamente después el conflicto con
Kuwait, puso en entredicho la cohesión política de la OPEP.
Irak salió de la "Guerra del Golfo" con su economía
arruinada. Antes de ser invadido por EE.UU., este país tenía montado un
ejército de más de un millón de hombres, cuyo mantenimiento le suponía un gasto
de 15 mil millones de dólares anuales ‑¡casi el 23% de su PBI!‑ y
que no podía licenciar siquiera parcialmente mientras se mantuviera el estado
de guerra con Irán.[16]
Pero sin esa fuerza, el proyecto nasserista que lidera Sadam Hussein, es
prácticamente imposible. Sobre todo en una zona tan estratégica y conflictiva.
Tal es su contradicción.
Por su parte, la presencia de semejantes fuerzas militares asociadas a
un proyecto burgués de desarrollo autosostenido del capital nacional, resulta
intolerable para el imperialismo. Y lo que ha pasado, es que en junio-julio de
1990, la burguesía iraki propuso que el costo de sus servicios prestados al
sistema capitalista mundial por haber colaborado en hacer desaparecer el
peligro de la revolución iraní, fuera compartido por el conjunto de la
"comunidad internacional" aumentando el precio del petróleo. Irak
pidió que se subiera tres puntos, hasta alcanzar los 21 dólares/barril, y a
esta proposición la coalición burguesa internacional ha dicho que no a través
de sus fieles aliados de Kuwait y sus colegas del Consejo de Cooperación del
Golfo (Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Omán y Qatar)[17]
provocando así que el conflicto trascendiera la diplomacia secreta y se
resolviera por la vía militar con la lógica derrota del régimen de Sadam.
Con lo dicho hasta aquí muy sumariamente
respecto de las escaramuzas interclasistas burguesas en torno a la evolución de
los precios del petróleo, queremos significar que ningún interés particular -por
más poderoso que sea- puede "controlar" nada pasándose por la
entrepierna la ley general de la acumulación capitalista, ni cualquier Estado
burgués salirse del marco determinado por los intereses generales de la
burguesía mundial, sea para especular sistemáticamente emitiendo dólares
inflacionarios a voluntad, sea para "fijar" discrecionalmente los
precios de ningún producto en su propio provecho. Porque semejante
comportamiento conduciría necesariamente a ajustes económicos violentos, sea por
vía de las leyes del mercado, sea por vía de la lucha política y/o militar a
instancias de sus respectivas clases subalternas que son conducidas al
matadero, para dejar las cosas no según la voluntad de nadie, sino según
quienes encarnen en cada momento las leyes económicas inflexibles del
capitalismo. Lo que el proletariado debe
entender y asumir si es que de verdad quiere luchar eficazmente por su
emancipación social como clase es que las grandes líneas del curso político de
la sociedad están trazadas por la base material del sistema, por la economía
política.
Una de las llamadas
"causas contrarrestantes" a la ley de la tendencia decreciente de la
tasa de ganancia, es el descenso en los precios de los elementos del capital
constante.[18] Dado que el
petróleo es uno de esos elementos y que su producción depende de un factor
productivo no reproducible -como es el caso de la tierra- el límite mínimo
absoluto de su precio está determinado por la renta absoluta de los peores
yacimientos, los de mayores costes de extracción, en tanto que su límite máximo
está fijado por la tasa general de ganancia media vigente en la industria de
cada país. El precio real sólo puede fluctuar dentro de esa franja férreamente
determinada por dichos límites. En tiempos de crecimiento lento por baja
rentabilidad del capital en funciones, el consumo de energía decrece y la
franja se estrecha por el descenso de su límite máximo. Al disminuir la demanda
dada la recesión económica, los precios de ese insumo tienden naturalmente a
bajar, poniendo en peligro la producción en los peores yacimientos, como los
del Mar del Norte o los de EE.UU.
Desde el punto de vista de la
racionalidad económica pura, el problema se podría resolver eliminando la renta
territorial, lo cual posibilitaría dejar en barbecho los yacimientos de mayores
costes, dado que la capacidad de los yacimientos restantes sobra para
satisfacer la máxima demanda efectiva por bastante tiempo. Pero este criterio
sólo es compatible con el socialismo, dado que el orden de cosas actual -basado
en la sacrosanta propiedad privada sobre los medios de producción, entre ellos
la tierra- es incapaz de soportar este tipo de medidas cada vez más necesarias,
en "razón" de que magnates del petróleo como Bush (Arbusto-Bush
Explotation-consorcio Hankey), Chenney (Compañía petrolera Halliburton), o
Condolezza Rice (Compañía de Petróleo Chevron), se irían a la ruina. En cuanto
a las burguesías petroleras árabes, tampoco les interesa esto, porque al
desaparecer la renta absoluta, perderían las ventajas comparativas derivadas de
la renta diferencial que arrojan sus yacimientos. Aunque enfrentados por su
reparto, todos ellos están hermanados por el usufructo y capitalización de la
renta territorial, a expensas del trabajo y la propia vida de los asalariados y
del resto de clases subalternas comprometidos en este común negocio de explotar
trabajo ajeno produciendo, refinando y distribuyendo petróleo. El anacronismo
de todo este tinglado queda así en evidencia.
Y mientras el proletariado
internacional no se decida a "patear el tablero" de este macabro
juego interburgués sus leyes seguirán imponiéndose de una manera u otra -en
favor de no importa qué sector participante- dentro de la franja determinada
por la ley del valor a instancias de la oferta y la demanda, sea por vía
exclusiva del mercado, sea a instancias de las presiones políticas y/o la
guerra abierta entre ellos. Esto es así, por más que "algunos economistas
norteamericanos" lo intenten escamotear, y organizaciones afines al
movimiento antiglobalización, como el BIPR, se hagan inconscientemente eco de
tales sofismas.
<<Y aún aquí no terminan las cosas (nos sigue diciendo el BIPR). Las burguesías de los países productores
disponen normalmente de grandes cantidades de dólares que, dado el atraso
histórico de los aparatos productivos nacionales, en gran parte invierten en el
exterior y, de modo especial, en los EU. Una parte de estos dólares se
transforma en propiedades inmobiliarias, una parte, acaso, también en fábricas;
pero otra parte se transforma en títulos de la deuda pública estadounidense y
otra todavía termina en Wall Street, es decir, convertida en capital ficticio. Wall Street, en efecto, no es solo el
Mercado bursátil que pretendéis describir en el apéndice. Cuando menos desde la
primera mitad de los 80’s, el mercado bursátil es algo más que un mero mercado
de acciones y de obligaciones; incluso estas últimas han cambiado, a su vez,
profundamente. En las nuevas bolsas se contratan también los llamados
“productos derivados”, es decir, títulos representativos de acciones,
obligaciones o de la deuda pública, etc. que pueden ser emitidos por cualquier
broker (agente de bolsa) o institución financiera, además de las empresas y del
Estado que emiten tales acciones, obligaciones o bonos del tesoro, con la consecuencia,
sin embargo, de que las variaciones de sus cotizaciones determinen también
variaciones de los cursos de las acciones y obligaciones de las cuales
“derivan”. Puesto que la producción de estos “títulos” no está sujeta a las
circunstancias ordinarias de las demás mercancías, en el sentido de que a ella
no corresponde una real transformación de capital financiero en capital
industrial, la misma se presenta como pura producción de capital ficticio
mediante la cual una parte de la masa monetaria circulante en dólares en el
mercado mundial es reabsorbida sin una correspondiente producción de mercancías
y/o de servicios. En los años anteriores un río de petrodólares se ha
transformado en estos títulos. Y cuando luego la bolsa estadounidense ha
colapsado, de aquellos títulos en dólares no ha quedado más que un puñado de
papel. Arabia Saudita, por ejemplo, no obstante contar con una burguesía que
figura entre las mayores detentoras de títulos de la deuda pública estadounidense, se encara hoy al desafío de
una crisis de deuda sin precedentes en su historia precisamente por esta razón.
También el Japón, cuya burguesía ha suscrito en el pasado títulos de la deuda
EU con los dólares provenientes de las exportaciones hacia aquel país —tanto
como para ostentar todavía hoy la categoría de mayor poseedor de títulos del
tesoro estadounidense—, navega por regiones semejantes, en aguas poco
tranquilas. ¿Todo esto es irrelevante? ¿La apropiación parasitaria de plusvalor
está privada de consecuencias?>>
(BIPR: Op. Cit. Lo entre paréntesis es nuestro)
¿Qué otras
consecuencias que no sean una mayor centralización del capital global a
expensas de los fragmentos perdedores de la burguesía? No hay que olvidar que este plusvalor en
cuestión, es ya trabajo excedente muerto, producido, distribuido y realizado ex
ante, previo a su ingreso en la esfera de la especulación como "vida
semoviente de lo muerto".[19]
La especulación se alimenta del plusvalor producido. Carroñeros
En tal sentido,
¿qué carajo nos importa a los asalariados conscientes cómo se reparten el
plusvalor nuestros respectivos patrones burgueses? Nuestra fuerza no debe
manifestarse ahí, en la esfera de la circulación, donde se redistribuye el trabajo muerto entre distintas fracciones de
la burguesía, sino en la esfera de la producción, donde se distribuye entre el conjunto del trabajo muerto y el
conjunto del trabajo vivo en virtud de la propiedad privada de los medios de
producción. Aquí es donde está el arsenal de nuestras armas y debe estar el
campo de nuestra lucha. Pugnar por centrar la atención y el interés político de
los asalariados en la circulación, donde se dirimen las luchas interburguesas
por la redistribución del plusvalor producido en tiempos de crisis, supone
dividir y debilitar sus fuerzas induciéndoles a que se olviden de sus propios
intereses como clase y tomen partido por uno u otro bando de sus enemigos,
implica legitimar la explotación del hombre por el hombre en sus conciencias y
en su acción, bloqueando así toda posibilidad de constituirse políticamente
como clase independiente. Tal es la sustancia, el principio activo que inspira
todo el accionar político contrarrevolucionario de los reformistas al interior
del movimiento político de los asalariados. "Hic Rhodas, hic salta",
señores del BIPR
Es de suponer que esta organización
internacional llegó a las conclusiones que comentamos aquí por sí misma. En
cualquier caso, no deja de ser muy sugestivo que su análisis crítico de nuestras
posiciones coincida bis a bis con lo que es hoy dinero fiduciario y patrón del
pensamiento burgués que circula entre los intelectuales del movimiento antiglobalización.
Según nuestras informaciones, parece ser que esta moneda sin respaldo científico
alguno, está siendo emitida, entre otras, por ciertas usinas ideológicas del
Partido Demócrata norteamericano.
Nos referimos al señor Lyndon H. LaRouche, tres veces pre-candidato a la presidencia
de ese país por esa formación política "rooseveltiana". Según cuenta
el intelectual reformista Walter Moore en "El
Programa de Desintegración Controlada de la economía mundial" (Cfr.: ..\..\..\Argentina\estafa mundial\search.html
- LaRouche),
en numerosos escritos suyos este Lyndon LaRouche ha denunciado:
<<...un
proyecto de destrucción de los países iberoamericanos y la toma total del poder
económico de los Estados Unidos por los grupos oligárquicos y feudalistas,
opuestos al “capitalismo de mercado” o “capitalismo democrático” propuesto por
los grupos rooseveltianos.>> (W. Moore:
Op.cit.)
En uno de esos escritos,
publicado por la editorial argentina "Corregidor" (1983 Bs.As.) bajo
el título: “La bomba económica mundial y
el genocidio de América Latina”, Lyndon LaRouche atribuye la paternidad de
esta "bomba" a Paul Volcker, Secretario del Tesoro durante el
gobierno de Carter:
"Lo
que hizo Volcker en realidad, a partir de 1979, durante el gobierno de Carter (refiriéndose a la política usuraria de
altos intereses que creó una severa recesión económica en Estados Unidos y
aumentó en forma exponencial la deuda externa de los países del Tercer Mundo) fue lo que había propuesto el Consejo de
Relaciones Exteriores de Nueva York, en sus estudios de 1975-1976 titulados
“1980s Proyect”. A la estrategia se la bautizó con el nombre de “desintegración
controlada” de la economía mundial.>> (Op.cit. Lo entre paréntesis es
de W.Moore)
http://www.larouchepub.com/spanish/reir/ejemplar_gratis/economic.html
Como parte de esta supuesta
estrategia monetarista montada por los círculos
"oligárquicos-feudalistas" de EE.UU., el economista Lyndon B.
LaRouche coincide con el BIPR en la teoría de la emisión descontrolada de
dinero inflacionario:
<<La gesticulación
más elaborada de la actualidad es el “mito del dólar” como única moneda posible
de usar dada la supuesta desconfianza" de la gente en las monedas locales.
En rigor, el único argumento que se esgrime para sostener la suicida política
monetaria de nuestros países (convertibilidad con intereses monstruosos o
devaluaciones con pérdida del poder adquisitivo) es de carácter psicológico, y
en esta misma dirección sigue la ofensiva de la oligarquía financiera para
profundizar el desastre, proponiendo eliminar totalmente las monedas nacionales
para usar como moneda única el dólar.
Sin embargo el país sudamericano que dolarizó su economía,
Ecuador, después de esa medida agravó su derrumbe económico, convirtiendo una
situación mala en catastrófica. También se suele presentar a la apertura
comercial como ejemplo de economía exitosa, atribuyendo a esto el crecimiento
económico de Estados Unidos, que aparentemente (y sólo aparentemente) tiene sus
mercados abiertos al comercio mundial. Nada más lejos de la verdad.
Estados Unidos no sólo tiene una estricta política de protección
de su producción interna y en realidad los grandes volúmenes de comercio
externo, con enormes déficit en la balanza de pagos que lleva adelante puede
hacerla porque paga esas compras con esos “cheques sin fondos” llamados
dólares. Al punto que la empresa privada más exitosa de ese país es la
responsable de imprimir esos billetes, la Reserva Federal. ¿Cómo no van a tener
éxito si emiten dólares a un ritmo del 17% anual comparado con su PBI enorme?.
Si comparamos este nivel de crecimiento de la emisión con el crecimiento del
PBI norteamericano que escasamente supera el 3% anual, vemos que la emisión de
dólares sin respaldo alcanza al 14% . Gracias al valor simbólico que tienen
estos papeles impresos en color verde, los norteamericanos pueden comprar de
todo. Sus ingeniosos estrategas también han convencido al resto del mundo que
guardar estos papeles impresos (los títulos del tesoro que los representan)
como “reservas” de respaldo de las monedas locales, es imprescindible, con lo
cual logran mantener artificialmente el valor de sus billetes, que se
desmoronaría estrepitosamente si todo el mundo los cambiara, por ejemplo, por
oro, “Devolviendo al César lo que es del César”>>. (Op.cit.)
Este señor
LaRouche dice actualmente estar encabezando un movimiento mundial que si no es
el movimiento antiglobalización, sin duda entronca con él, porque propone poco
más o menos lo mismo:
<<Nos encontramos en la depresión más grande en más de 200
años, ¿cierto? Esto significa que tenemos que hacer algunos cambios
fundamentales, abandonar las políticas de los últimos 35 años, y regresar a las
políticas de Roosevelt, y a las políticas posteriores a Roosevelt, de 1946
hasta 1964. Tenemos que regresar a esa clase de sistema económico ¡ahora! Ello
significa un sistema regulado, el fin de la privatización y la desregulación,
el fin de las políticas monetarias fraudulentas, de todas esas cosas, y
regresar a lo que funcionó antes, y hacerlo de una vez.>> http://www.larouchepub.com/spanish/lhl_articles/2002/ActuarcomoFDR.html
El BIPR ha
protestado airadamente acusándonos de implicarle en la concepción
estancacionista, de la que se declara completamente ajeno. Pero, como puede
verse, una vez más se demuestra aquello de que, el camino del infierno está
empedrado de buenas intenciones. Con su teorización acerca de que la crisis
financiera Argentina ha tenido su origen en la política especulativa neoliberal
de emisión inflacionaria de dólares, aun sin quererlo el BIPR no sólo aparece
ideológicamente mezclado con la práctica política del movimiento
antiglobalización, sino con las maniobras electoralistas del Partido Demócrata
norteamericano a través del melómano Lindon B. LaRouche. Los compañeros, que por lo visto gustan
tanto citar a G. Luckács en su "Historia
y conciencia de clase", no parecen haber sacado todas las
consecuencias lógicas de la categoría
de totalidad, porque el árbol del discurso reformista que todo lo
atribuye a la singular política económica de una u otra fracción de la
burguesía eventualmente en el poder, les impide ver el bosque determinado por
la ley del valor. La política monetaria norteamericana en determinado momento, es un
epifenómeno, una forma nacional singular y específica del capitalismo mundial;
pero es una parte que sólo se explica por el todo, por su contenido, que es la
ley del valor a nivel internacional.
En el capítulo
de la obra citada titulado "La
cosificación y la conciencia de clase del proletariado", George Luckás
presenta el ejemplo de la máquina[20].
Aisladamente considerada en su singular "materialidad fáctica",
abstraída de su inserción en la sociedad capitalista, parece que las
contradicciones económicas y los antagonismos sociales que se derivan de su
aplicación en el proceso de valorización del capital, emanan de ella, de la
máquina misma. Por ejemplo, pensados en su relación inmediata con los
asalariados en tanto que operarios, esto es, abstraídos de la totalidad
orgánico-social en que funcionan (proceso de valorización capitalista), es
verosímil pensar que el fenómeno del paro, por ejemplo, lo provoca el progreso
técnico aplicado a los medios de trabajo. Esto es lo que sostienen no pocos
dirigentes políticos y teóricos burgueses de izquierda, que explican las
contradicciones entre el obrero y sus condiciones de producción, reduciendo el
contenido social de esa relación a su forma técnica:
<<¡Y es aquí donde estriba la gracia de la apologética
capitalista! ¡Las contradicciones y
antagonismos inseparables del empleo capitalista de la maquinaria no existen,
ya que no provienen de la maquinaria misma, sino de su utilización capitalista!
Por tanto, como considerada en
sí, la maquinaria abrevia el tiempo de trabajo,
mientras que utilizada por los capitalistas lo prolonga; como en sí facilita el
trabajo, pero empleada por los capitalistas aumenta su intensidad; como en sí
es una victoria sobre las fuerzas de la naturaleza, pero empleada por los
capitalistas impone al hombre el yugo de las fuerzas naturales; como en sí
aumenta la riqueza del productor, pero cuando la emplean los capitalistas lo
pauperiza, etc.>> (K. Marx: "El
capital" Libro I Cap.XIII punto 6.)
Pero el BIPR
ha ido más allá, porque para explicar la crisis argentina procedió con una
supina falta de consideración y reconocimiento metodológico hacia la categoría
marxista de totalidad. En primer lugar, redujo el contenido internacional del
capitalismo a una singularidad formal de la forma nacional norteamericana: su
política monetaria, supuestamente generadora de una ventaja comparativa
derivada del dólar como medida de valor en los intercambios y pagos
internacionales. En segundo lugar, pensó la crisis argentina como si este país
fuera una ficción económica y social, una mera fuente de plusvalor carente de
especificidad o forma económica nacional de procesar la ley general de la
acumulación capitalista. Así, para el BIPR, el principio activo de la crisis
argentina no estuvo en la relación dialéctica entre el contenido internacional
de la ley del valor y su forma nacional de manifestarse en Argentina, esto es,
entre el descenso de los precios internacionales agrarios y el agotamiento de
las fuentes nacionales genuinas de financiamiento del proceso de acumulación en
ese país a instancias de la renta diferencial, sino que obedeció exclusivamente
a la política monetaria especulativa del Estado norteamericano:
<<La totalidad de la historia es ella misma una fuerza
histórica real -aunque todavía no consciente, y, por ello no reconocida- la
cual no resulta separable de la realidad[21]
(ni, por tanto, del conocimiento) de los hechos históricos singulares,
sin suprimir al mismo tiempo su realidad, su facticidad[22]. La totalidad de la historia es el fundamento
último y real de la realidad de los hechos singulares, de su facticidad y, por
lo tanto, también de su cognocibilidad. Tomamos la teoría de las crisis
de Sismondi, para mostrar cómo la defectuosa aplicación de la categoría de
totalidad ha obstaculizado el conocimiento real de un fenómeno singular,
pese a la correcta observación de sus rasgos singulares>> G. Luckács: Op. Cit.
Subrayado nuestro)
Insistimos, al
afirmar que las crisis de países como Argentina tienen su origen en la política
monetaria del Estado norteamericano, en el razonamiento del BIPR se advierte
una reducción del contenido internacional del capitalismo a su forma política
específicamente nacional "made in USA", expresada en la emisión de
dólares sin respaldo, abstrayéndose por completo, de las respectivas
especificidades nacionales de esas crisis.
En realidad, el fundamento
lógico o contenido internacional de la crisis financiera argentina,
está en la sobresaturación de capital que ha alcanzado el sistema de vida
burgués en su etapa postrera. (El BIPR menciona este fundamento. Pero
inmediatamente lo minimiza hasta reducirlo a términos de política monetaria
neoliberal norteamericana.) Pero el fundamento
histórico, origen o forma nacional de esa bancarrota financiera del
Estado argentino, se encuentra en la correlación existente entre el agotamiento
de la renta diferencial a consecuencia del descenso de los precios
internacionales agrarios, y la consecuente falta de recursos propios para
seguir cumpliendo con el pago de los servicios o intereses de su abultada deuda
pública externa con la que, en parte, pudo financiarse el proceso de
acumulación en ese período. Algo así como lo que también sucedió en Venezuela,
y que acabó entronizando en el poder al neopopulista Hugo Chávez Frías, quien,
sugestivamente, prometió acabar con la "economía de tipo
especulativo" (Duhalde también dijo lo mismo) que es lo que contribuyen a
denunciar los compañeros del BIPR.
Es muy
probable que con EE.UU. esté pasando algo parecido y que la bomba de la crisis
financiera internacional tarde en explotar allí para convertirse en una crisis
económica mundial, pero no precisamente por la fiducia que el dólar conserva
como moneda patrón, sino por la extensión del sistema crediticio, incluyendo
los créditos para la especulación, que sólo tienen su condición de existencia y
caducidad, todo el tiempo que el crédito para la producción de plusvalor pueda
expandir el proceso de reproducción ampliada de capital, haciendo palanca sobre
él, dado que no se puede redistribuir en la esfera de la circulación, lo que no
se haya distribuido ya antes en la esfera de la producción. Por tanto, hablar
de una crisis provocada por causas puramente especulativas, es un sinsentido
económico y social:
<<Si el sistema crediticio aparece como palanca principal de
la sobreproducción y de la superespeculación en el comercio, ello sólo ocurre
porque en este caso se fuerza hasta su límite extremo el proceso de la
reproducción, elástico por naturaleza, y porque se lo fuerza a causa de que una
gran parte del capital social resulta empleado por los no propietarios del
mismo, quienes en consecuencia ponen manos a la obra de una manera totalmente
diferente a como lo hace el propietario que evalúa temerosamente los límites de
su capital privado, en la medida en que actúa personalmente. De esto sólo se
desprende que la valorización del capital fundada en el carácter antagónico de
la producción capitalista no permite el libre y real desarrollo más que hasta
cierto punto, es decir, que de hecho configura una traba y una barrera
inmanentes a la producción, constantemente quebrantadas por el sistema
crediticio. Por ello, el sistema de crédito acelera el desarrollo material de
las fuerzas productivas y el establecimiento del merado mundial, cuya
instauración hasta cierto nivel en cuanto fundamentos materiales de la nueva
forma de producción, constituye la misión histórica del modo capitalista de
producción. Al mismo tiempo, el crédito acelera los estallidos violentos de
esta contradicción, las crisis, y con ellos los elementos de disolución del
antiguo modo de producción>> (K.Marx: "El
Capital" Libro I, Cap. XXVIII)
La lógica
objetiva del capital excedente
Con lo dicho
hasta aquí, hemos querido significar que la crisis argentina se inscribe en la
crisis general del capitalismo mundial, es consecuencia de ella. Pero tiene su
propia especificidad. Y esto hay que tenerlo en cuenta: La "lógica
específica del objeto específico" de que hablaba Lenin; o, lo que es lo
mismo, que el proceso de acumulación capitalista y su consecuente lucha de
clases es internacional por su contenido, aunque nacional por su forma, como
señalaron con total certidumbre Marx y Engels. En tal sentido, si se dice que
el origen de la crisis argentina está en el capital especulativo de los USA, se
omite toda consideración por la forma nacional que adquiere el proceso de
acumulación mundial en este país.
En tal sentido,
lo común a todas las crisis financieras que anuncian la crisis de superproducción
general de capital que se está retrasando como nunca en la historia del capitalismo,
no se producen principalmente por efecto del capital ficticio con fines especulativos
bajo la forma de la emisión descontrolada de circulante -como afirma el BIPR-
sino por la multiplicación de la masa de títulos de crédito en circulación,
por la utilización del capital adicional excedente bajo la forma dineraria
para poder seguir valorizando plusvalor en la esfera de la economía real,
para alejar el horizonte de la crisis de superproducción de capital real.
De hecho, según el cuadro elaborado
sobre dados de la Reserva Federal de EE.UU. por el compañero Íñigo Carrera,
durante el período 1993/2002 el crecimiento promedio de M3 (circulante más depósitos y colocaciones
financieras a corto, mediano y largo plazo) en USA, excedió al M1 (circulante
más depósitos a la vista), lo cual muestra que el crédito se ha expandido
y tiende a expandirse mucho más que la emisión monetaria, aún sumándole el
dinero de las cuentas a la vista convertido en créditos cuyo monto se vuelca
a la circulación. Y de estos títulos de crédito, no es su "valorización
financiera" en la esfera de la circulación lo que provoca la crisis,
sino al revés, es la crisis latente ante la imposibilidad de realizar la plusvalía
en condiciones de superproducción general de capital industrial, la que genera
la multiplicación de la masa de títulos de crédito en circulación para la
producción, con el fin de prolongar la acumulación.
¿De dónde sale
el dinero adicional para la inversión productiva si no se recurre a la emisión
de circulante? De la enorme masa "capital virtual" que constituyen
los fondos de amortización del capital fijo. Lógicamente, cuanto mayor es el
capital en funciones, mayor es este capital-dinero en barbecho convertido por
el sistema bancario en capital productivo:
<<El
afán de volver utilizable ese plusvalor que se atesora como capital dinerario
virtual, para obtener tanto una ganancia como un rédito, encuentra su
satisfacción en el sistema crediticio y en los "papeluchos". El
capital dinerario adquiere de esta manera, bajo otra forma (la de capital constante y variable), el influjo más descomunal sobre el curso y el desarrollo imponentes
del sistema capitalista de producción>> (K. Marx: "El Capital" Libro II Cap.
XXI)
Igual destino
sufren últimamente los fondos de pensiones, que los bancos transforman en créditos
para la producción y/o la especulación, a escala nacional e internacional, o
que los propios beneficiarios convierten en fondos de inversión, en acciones
de compañías privadas. Cuando estalla la crisis y aun antes, esta forma de crédito
se revela como uno de los más descomunales fraudes al servicio de la centralización
del capital global a expensas del despojo de millones de asalariados.
[23]
(Cfr. GPM: "Fuerzas
productivas y tasa de ganancia") http://www.nodo50.org/gpm/ff_pp_tasa_ganancia/todo.htm
Cierto, las
acciones constituyen uno de los medios más importantes del capital especulativo
que opera inmediatamente antes del estallido de las crisis, pero no antes de
que el descenso en tasa de ganancia acelere el proceso de acumulación,
precisamente a instancias de la oferta de acciones como medio de expansión
crediticia por excelencia para ampliar la escala de la producción, lo cual
acerca el horizonte del crack financiero.
En este punto
y de acuerdo con Marx, es necesario señalar que el impulso hacia la
especulación no proviene de los grandes capitales sino de sus fragmentos medios
y pequeños, porque a medida que la ganancia respecto del capital invertido
decrece, el metabolismo del capital, su composición orgánica y su
centralización, se incrementan, ante la necesidad de neutralizar el descenso en
la tasa de beneficios produciendo más por unidad de tiempo empleado. Esto
tiende a desplazar de la producción de
plusvalor a los capitales incapaces de operar en estas nuevas condiciones de
capitalización, por lo que una mayoría de ellos no encuentran otro modo de
progresar que arriesgando sus patrimonios en actividades puramente
especulativas. En efecto:
<<Con la baja de la tasa de ganancia aumenta el mínimo de
capital requerido en manos del capitalista individual para un empleo productivo
del trabajo; es el capital requerido tanto para su explotación en general, como
para que el tiempo de trabajo empleado sea el tiempo de trabajo necesario para
la producción de las mercancías, esto es, para que no sobrepase el promedio del
tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. Y al mismo tiempo
aumenta la centralización, porque más allá de determinados límites, un gran
capital con una tasa pequeña de ganancia, acumula con mayor rapidez que un
capital pequeño con una gran tasa de ganancia (tal es la función esencial
de las sociedades por acciones: la creación del capitalista colectivo). Por su parte, esta mayor centralización
provoca, a su vez, llegado cierto nivel, una nueva baja de la tasa de ganancia.
Ello hace que el grueso de los pequeños capitales fragmentarios se vea lanzado
a los carriles de la aventura: la especulación, las estafas crediticias y accionarias,
las crisis>> (K.Marx: Op. Cit. Libro III Cap.XV punto III. Lo entre
paréntesis es nuestro)
Este mecanismo
se desarrolla hasta que, como en el caso de la Argentina, la contracción en la
escala real de la acumulación por falta recursos reales genuinos para hacer
frente a los servicios de la deuda -como consecuencia del descenso de los
precios agrarios- hace manifiesta la crisis financiera hasta ese momento
latente, deteniendo bruscamente la ficción para abrir paso dramáticamente al
"sinceramiento económico", bajo la forma de depauperación de buena
parte de las llamadas clases medias y penuria aguda generalizada entre los
sectores de extracción asalariada más empobrecidos de la población.
Por otra parte,
es cierto que el déficit comercial de USA y su abultada deuda externa por la
compra a crédito de materias
primas en el exterior, coadyuva al sostenimiento de la reproducción ampliada en
ese país. También es cierto que esas compras contribuyen a mantener el proceso
de acumulación de los países que le venden y financian esos productos. Pero no
es cierto que la deuda pública en que se traducen esas compras a crédito se
pague con emisión monetaria, sino con
más deuda, con nuevos créditos. Lo mismo ha ocurrido en Argentina y
países como Méjico, Brasil y Rusia. Esto se refleja en la columna “aumento
deuda s/intereses” del cuadro adjunto.
Aunque de cualquier manera
es imposible evitar el colapso, por la experiencia de los años sesenta y
setenta (recordar el desenlace que tuvo en Argentina el recurso a la "maquinita"
tras las jornadas de junio y julio de 1975), la burguesía internacional sabe
muy bien que, apelando a la emisión de moneda, la cadena de la ficción
monetaria se corta mucho más rápida y peligrosamente que por el recurso de
pagar las deudas con más deuda. La emisión de dólares ficticios (que generan
una representación de valor superior al de la riqueza que circula y a las
necesidades de la propia circulación), en un primer momento determina que, por
efecto del exceso de oferta dineraria -respecto de la riqueza que representa-
la tasa real de interés en EE.UU. se ponga por debajo de la tasa nominal, lo
cual favorece la acumulación real. Desde el punto de vista estrictamente
burgués, ese mismo efecto de sobreoferta dineraria, hace que esta baja de los intereses
sea inmediatamente seguida por un aumento general de los precios, lo cual
presiona la tasa de interés nominal al alza
hasta dejar las cosas como estaban antes de la emisión de capital-dinero
ficticio. Ahora bien, si esta política se repite sistemáticamente -como
sugieren los compañeros del BIPR que pasa en EE.UU. siguiendo a los
"teóricos" del movimiento antiglobalización- cada fracción del
capital se apresuraría a subir los precios de sus propios productos por encima
de lo previsto por la teoría cuantitativa del dinero, para descargar los
efectos de la inflación sobre sus otros colegas burgueses, generándose así un
proceso inducido de inflación galopante y distorsión especulativa de precios
relativos, todo ello agravado por demandas salariales efectivas que amenazarían
con la semiparálisis del aparato productivo y la estabilidad política del
sistema "democrático" en numerosos países del mundo.[24]
Que los EE.UU. puedan apelar
a este medio, es una posibilidad previsible, pero no antes de que estalle la
próxima gran crisis económica internacional sincronizada. En efecto:
<<El hecho de endeudarse y pagar en el mercado mundial con
su propia moneda nacional le da a la porción nacional del capital social (norteamericano) la posibilidad de salir airoso en el
momento en que la ficción se agote: va a haber recibido una masa de mercancías
que va a poder pagar finalmente emitiendo alegremente sus propios signos de
valor. Pero esto no lo puede hacer sin ton ni son mientras pueda reproducir la
ficción de su solvencia. Como bien lo señalan ustedes, financiar el déficit
público mediante la simple emisión de dólares cortaría la cadena. Por eso, una
emisión explosiva sólo puede realizarse como forma concreta de una crisis de
superproducción general manifiesta. La política de déficit público declarado y
las perspectivas bélicas pueden estar mostrando que efectivamente se avanza
hacia la crisis manifiesta. (...) De desencadenarse una crisis violenta de superproducción general (para
la cual se viene acumulando presión por un tiempo sin precedentes en la
historia), es posible que USA haga una especie de “paga dios”, emitiendo
dólares para cancelar todas sus deudas. Y ésta podría ser la forma concreta con
que se generara, por primera vez en la historia, una moneda de base internacional
para el mercado mundial.>> (Íñigo Carrera: "Carta al GPM" 11/01/03. Lo entre paréntesis es nuestro)
Los compañeros del BIPR han
creído verse confirmados en la especie de que los dólares inflacionarios
presuntamente emitidos por la Reserva Federal, canalizan plusvalor creado en el
resto del mundo hacia USA, por simple hecho de que esta especie es compartida
por "algunos economistas norteamericanos". Y no son pocos los que,
como el BIPR, sin ser economistas ni norteamericanos, se han sumado a esta fantasía
económica. Entre ellos el señor Walter Moore, adcripto al movimiento
antiglobalización que actúa en los medios intelectuales latinoamericanos. Este
sociólogo ha hecho suyo que en USA se emiten dólares inflacionarios a un ritmo
del 17% anual medido en términos de lo que crece el PBI en ese país:
<<Si comparamos este nivel de crecimiento de la emisión con
el crecimiento del PBI norteamericano que escasamente supera el 3% anual, vemos
que la emisión de dólares sin respaldo alcanza al 14%.>> (W. Moore: Op. Cit.)
Según cifras de la Federal
Reserve para el año 2001, el
aumento del circulante correspondió a U$S 48,1 billones (o sea, millones de
millones) y la variación del PBI a precios corrientes fue de U$S 10.197,7
billones, o sea que la emisión monetaria adicional equivalió al 0,47% del PBI,
bastante menos del 14% calculado por el señor Lybdon B. Larouche vaya a saber
sobre qué fuentes. Tal vez, LaRouche y Moore hayan querido referirse al aumento
del circulante respecto de sí mismo -que, en 1999 fue del 17,7%- y no respecto
del PBI (que en 1999 aumentó el 4,09%). Pero este aumento del circulante fue
seguido al año siguiente por una reducción del 3%, arrojando en el promedio de
los dos años el 7% correspondiente a la tasa con que viene creciendo normalmente.
Ver las cifras en el cuadro, al final.
Al mismo tiempo, este aumento de los
billetes en circulación viene compensando la contracción en la masa de dinero a
crédito (el saldo de las cuentas a la vista), con lo cual (si no ha cambiado la
velocidad de circulación monetaria como medio de cambio y como medio de pago)[25] el aumento anual en la circulación total en
promedio del último decenio (1,8% anual), ni siquiera ha alcanzado a igualar al
aumento en el nivel general de precios al consumidor (2,6%). Este incremento
del 1,8% se corresponde con el aumento de los precios implícitos en el PBI
(precios promedio de la economía), que crecen menos que los del consumidor
(2,0%). Aquí falta todavía considerar la expansión en el volumen de la
producción social (3,4%), que requiere una masa de circulante adicional
equivalente a este último porcentaje.
De acuerdo con estos datos de la Federal
reserve, no se trata, pues, de que habiendo presuntamente acabado "la época de realización de abundantes ganancias y
super ganancias apoyándose en la mayor fuerza de su aparato industrial", y no pudiendo desacostumbrarse al hedonismo más
desenfrenado, los USA hayan decidido hipotecar el sistema burgués a una orgía
inflacionaria de dólares con fines especulativos, para seguir practicando la
máxima epicúrea del "comamos y bebamos que mañana moriremos", tal
como parece sostener el BIPR.
En este sentido, el argumento de que el
alza de las tasa de interés durante la segunda mitad de los años 70 fue lo que
cambió la orientación de los capitales norteamericanos hacia la especulación,
tampoco responde a la verdad, porque esas tasas fueron negativas, beneficiando
al capital industrial en perjuicio del utilizado para préstamos a interés, como
así surge en el cuadro de la comparación entre la tasa de interés real y la
tasa de ganancia de las corporaciones no financieras.
Decir que la época en que
EE.UU. podía "apoyarse en la mayor fuerza de su aparato industrial"
ya ha pasado, pero que todavía tiene la posibilidad de seguir medrando
parasitariamente gracias a que su moneda sigue siendo el medio general de
cambios y pagos internacionales, es una contradicción en sus propios términos,
porque el hecho de que las demás monedas deleguen en el dólar la representación
de equivalente general internacional no depende de consideraciones subjetivas o
políticas sino de su capacidad para representar los más altos valores de
producción nacional. De hecho, el llamado sector industrial (que en realidad es
sólo una parte del capital industrial) de USA, sigue siendo de lejos el mayor
del mundo. En este sentido, la creación del euro y su peso específico en el
mundo, expresa mucho más que la pretensión subjetiva o política de reemplazar
al dólar. Es el resultado de la formación de un nuevo ámbito específico de
acumulación de capital, que pasa a fungir como un espacio económico nacional
con un volumen físico y una escala de producción requerida hoy día para
participar activamente en la formación de la tasa general de ganancia.
La supuesta obsolescencia de las leyes objetivas del capital
descubiertas por Marx
Que los
compañeros del BIPR hayan dicho reiteradamente que somos unos
"escolásticos" y unos "marxistas decimonónicos" que estamos
"fuera de la realidad", lo comprendemos y no vemos ofensa en ello,
porque lo que importa en todo debate no son las adjetivaciones sino los
fundamentos que se exponen al juicio colectivo.
A propósito de
este último calificativo, la imputación al "marxismo decimonónico"
deriva sin duda del infundio muy en boga entre los círculos intelectuales de la
izquierda burguesa, que, al parecer, ha hecho pie firme en el BIPR. Nos
referimos a la especie según la cual el capitalismo tardío ha dejado sin
sentido las leyes formuladas por Marx en "El
Capital". Así lo han sugerido los compañeros al juzgar nuestros
argumentos acerca de la función subrogada de la especulación en el capitalismo:
<<Si
es este vuestro punto de vista, la vuestra, más que una descripción atendible
del moderno sistema capitalista, es un encartujamiento en una visión
decimonónica, y en muchos aspectos escolástica, que no permite asir los
procesos reales de la economía capitalista y las profundas mutaciones que se
han producido en su interior en el curso del tiempo.>> (BIPR: "Directrices
metodológicas del análisis de la crisis argentina. Estancamiento
económico")
Toda mutación se define por el "cambio brusco en
el fenotipo de un ser vivo", entendiendo por "fenotipo" al
"conjunto de sus caracteres constitucionales". A no ser que por
"fenotipo" de la burguesía entendamos otra cosa que no sea el hecho
de apropiarse de trabajo necesario para convertirlo en excedente a los fines de
la acumulación, el capital como ser orgánico vivo no ha mutado en absoluto la
organización básica de su materia: el trabajo social. Por tanto, el carácter de
la relación social constitutiva del capitalismo sintetizada en el contrato de
trabajo, se ha mantenido tan invariable como la ley general de la acumulación,
desde su etapa infantil hasta hoy, incluido el carácter puramente
redistributivo de la especulación.
Cierto, este organismo ha experimentado cambios según
ha ido aumentando la masa del capital en funciones. Pero estos cambios
cualitativos sólo han afectado a las formas de manifestación del capital, a su organización funcional (de la
empresa individual predominante en la etapa del capitalismo temprano, de
competencia pura, se ha pasado a la empresa colectiva predominante en la etapa
del capitalismo tardío, de competencia monopólica), dejando inmutables, tanto
su organización constitutiva
como su ley general de desarrollo.
Es un inveterado prejuicio que los reformistas han
acuñado y convertido en moneda corriente al interior del movimiento político
del proletariado, pensar los saltos dialécticos de cantidad en cualidad como
cambios sustantivos allí donde se producen, soslayando de que esta dialéctica
opera en el ser inmediato de las cosas, en su funcionalidad externa tal y como
se las reconoce mediante los sentidos, muy lejos aun de la dialéctica del
concepto. El cambio cualitativo es la negación de un ser "en sí
mismo" a instancias de la cantidad. De este cambio de cantidad en
cualidad, resulta el "ser para sí". En la naturaleza, el agua, por
ejemplo, permanecerá en estado líquido o se trocará en hielo o vapor según la
medida o grado de temperatura a la que ese elemento se vea sometido. Cada uno
de estos tres estados físicos repele a los otros en tanto cada uno se distingue
de los demás por los sentidos, dando pábulo al "ser para sí" de cada
uno. Pero este "ser para sí" diferenciado exteriormente no cambia por
eso su naturaleza, no deja de ser en cualquiera de sus estados inmediatamente
agua. Sólo es agua bajo otra forma de "ser". Es la forma del
repelerse a sí mismo como cualidad suya, como "otros de sí mismo".
Tres manifestaciones o estados físicos del agua, por los que, no obstante, el
ser del agua permanece químicamente igual a sí mismo, con una idéntica
organización de su materia: H2O.
En la sociedad moderna, el cambio cualitativo entre las categorías del
pequeño burgués y del burgués propiamente dicho, depende de una medida
socialmente determinada de capital acumulado. El cambio cualitativo del pequeño
burgués al burgués propiamente dicho se produce, cuando la masa de plusvalor
acumulado permite al patrón independizarse de la producción directa para pasar
a dirigirla. Pero ambas cualidades tienen la misma naturaleza social
constitutiva: explotar trabajo ajeno. Igualmente, dados los límites de la
jornada de labor, que por razones biológicas no puede exceder las 24 horas
diarias, su extensión tiene que alcanzar la medida en que provoca
necesariamente un cambio cualitativo en las condiciones técnicas del trabajo,
porque a partir de esa medida sólo es posible incrementar el plusvalor
reduciendo el tiempo de trabajo necesario y, por tanto, el valor de los bienes
que el trabajador colectivo necesita para reproducir su fuerza trabajo en
condiciones óptimas para su explotación. Es lo que Marx ha dado a conocer por
"plusvalor relativo". Con el salto cualitativo de la empresa
individual a la empresa colectiva y del capital nacional al capital
multinacional, pasa lo mismo, es el resultado de la masa de capital global
acumulado en cierta medida lo que provoca el cambio. Pero todos estos cambios
cualitativos no dejan ser "seres para sí" al interior del mismo
capital, diversas diferenciaciones del capital como ser "en si mismo"
que permanece idéntico a sí mismo, en tanto la constitución social de su
materia sigue remitiendo al contrato de trabajo.
En vez de dar crédito a la
imaginería de ciertos intelectuales burgueses adscriptos a una u otra fracción
del capital global, lo que la práctica teórica consciente requiere en
primerísimo lugar, es elegir el punto de vista de la racionalidad científica de
clase, que permite reproducir en el intelecto libre la realidad específica de
cada momento, dejando a un lado las interpretaciones de ideólogos burgueses,
sean norteamericanos o de cualquier otra nacionalidad. Todos estamos expuestos
a perder en determinado momento la libertad de pensamiento, lo cual también
comporta enajenar la propia acción, cualquiera sea el objeto sobre el que
recaiga. De ahí la importancia de la confrontación honesta y desprejuiciada de
ideas.
El crecimiento real de la economía
argentina durante la etapa menemista
Queremos
acabar esta parte de nuestra exposición haciendo una necesaria y obligada
observación autocrítica. En nuestro anterior documento titulado: "Práctica política espontaneísta y
teoría económica estancacionista", hemos dicho que el proceso
económico argentino entre 1992 y 1998 fue de carácter productivista y nos
reafirmamos en ello.
Pero en dicho trabajo también hemos caído en las trampas teóricas del
enemigo de clase dando por buenas las estadísticas oficiales del gobierno
argentino, según las cuales el crecimiento económico de este país durante ese mismo
período, alcanzó los mayores índices del mundo. Ahora acabamos de recibir un
trabajo, donde el compañero Íñigo Carrera parece demostrar que esos índices de
desarrollo han sido sobrevaluados. El problema se deriva de que cada país
calcula su PBI en base al tipo de cambio oficial. De este modo, resultó que al
tipo de cambio del peso respecto del dólar artificialmente fijado por el
gobierno en la proporción 1:1, el valor del PBI argentino fue calculado como si
el poder adquisitivo del peso fuera igual al dólar.
Así, de acuerdo con las
cifras oficiales, en la década del ‘90 la Argentina creció a un promedio anual
superior al 26 por ciento respecto del período de estancamiento ‘75/’89,
llegando a representar, en el 2000, 285 mil millones de dólares. Según destaca
Iñigo Carrera, “el ritmo de crecimiento en los ‘90 llegó incluso a ser más
rápido que el de los Estados Unidos, en una década caracterizada por una fuerte
expansión de éste”. El resultado de un crecimiento de semejantes proporciones
determinó que la Argentina tenga una economía de tamaño similar al de las más
avanzadas del mundo, como señalamos en el cuadro de nuestro documento anterior,
donde este país aparece sólo dos puntos por debajo del mayor índice de
crecimiento correspondiente a China con 8,6, con ingresos per cápita similares
a los de los de las economías asiáticas más dinámicas, como Corea del Sur,
todos países que son reconocidos en el mundo por sus productos industriales.
No se trata, pues, de que las
cantidades producidas se traduzcan a dólares, de que se midan en términos de un
misma moneda y a precios constantes respecto de un año base. Este fue el
procedimiento que siguieron las autoridades argentinas para obtener en los años
‘90 un crecimiento del PIB del 26 por ciento con respecto al período ‘75/’89 y
del 73 por ciento con respecto a la etapa ‘60/’74. De lo que se trata es de
homogeneizar el poder adquisitivo de esas distintas monedas, según el poder
adquisitivo de la moneda respectiva que se calcula por la inversa del nivel de
precios, dado que el valor del PBI se calcula en base a un precio determinado.
De este modo, si una fábrica duplica su producción, al tiempo que el precio de
sus productos se reduce lógicamente a la mitad, el valor de su riqueza final
será el mismo. Otra fábrica que produzca lo mismo que la anterior pero no
proceda según este criterio, parecerá haber duplicado el valor de la anterior.
Esto último es lo que ha pasado con Argentina, que calculó su PBI a un peso
sobrevaluado por la decisión política discrecional de calcular su producción
ponderada por el poder adquisitivo del dólar.
La solución al problema
consiste, por tanto, en calcular los precios del PIB argentino utilizando una
serie estadística depurada de la inflación, es decir “en dólares de paridad y
poder adquisitivo homogéneo” a nivel internacional. Para esto, Iñigo Carrera ha
recurrido al instrumental de medición proporcionado por la OCDE, la cual
compara internacionalmente los PIB mediante un “índice de paridad de poder
adquisitivo de las monedas nacionales”. Como las valuaciones de los PIB se
hacen al tipo de cambio oficial de cada país, la OCDE utiliza una comparación
entre cantidades físicas homogéneas. Para este fin construye una canasta
compuesta por 2900 bienes y servicios de consumo, 34 servicios gubernamentales,
educativos y de salud, 186 tipos de equipos y 20 tipos de construcción.
De tal modo, el valor del PIB
argentino, que durante el período 60/74 alcanzó para comprar 18 millones de
estas canastas de bienes y servicios (en términos de los precios internos al
consumidor), y en el ‘75/’89 24 millones de canastas, en los años ‘90 sólo
alcanzó para comprar 22 millones de canastas. En términos totales, ha resultado
una fuerte caída de los precios implícitos del PIB que determinaron un
estancamiento durante los ‘90 y sitúan su valor para el año 2000 en 161 mil
millones de dólares. Un 43,5% menos que las cifras proporcionadas por el
gobierno.
En síntesis, durante los ‘90,
el valor del PIB, no creció aceleradamente como se vino diciendo y nosotros
dimos por cierto, sino que fue un 10 por ciento menor respecto al promedio del
período ‘75/’89. El volumen físico de la producción se ha incrementado, pero la
riqueza social, esto es, su valor, ha disminuido. Según Iñigo Carrera, “en el
mejor de los casos el valor producido anualmente por la economía argentina ha
permanecido estancado, y más bien en retroceso, durante el último cuarto de
siglo”. En términos de comparación internacional esto significa que si en 1960
la economía argentina representaba el 3,1 por ciento de la estadounidense, en
el 2000, esa proporción cayó al 1,6 por ciento. Esta crisis ha puesto de
manifiesto, pues, que “la escala de la economía argentina choca contra una
limitación estructural que no logra superar”.
Ciertamente, esta precisión no deja del todo intangible la razón de
nuestros argumentos, pero la reajusta en el sentido de que fue el producto de
una economía netamente productivista, típica de un país de desarrollo
dependiente relativamente atrasado, donde la crisis y consecuente reestructuración
del aparato productivo del país, que caracteriza el desarrollo espasmódico del
capitalismo, determina un proceso de marchas y contramarchas -como su reflejo
en la lucha de clases- que oculta (a los cortos de vista) pero al mismo tiempo
muestra la tendencia secular hacia mayores tasas de productividad y crecimiento
futuro, justamente porque la naturaleza productivista (de plusvalor) del
capitalismo, determina que una parte siempre creciente de la creciente masa de
capital adicional sobrante en las metrópolis, vaya a reforzar cada vez más los
aparatos productivos de su periferia, confirmando aquél aforismo marxista
"decimonónico", en el sentido de que:
<<El
país industrialmente más desarrollado no hace sino mostrar al menos
desarrollado la imagen de su propio futuro>> (K.
Marx "El Capital" Prólogo a
la primera edición)
CUESTIONES
METODOLÓGICAS DE LA DISCUSIÓN POLÍTICA CON EL BIPR
Concepto de crisis revolucionaria y
realidad de la lucha de clases en Argentina.
El centro de la discusión está en que, para el BIPR, los acontecimientos
que detonaron en Argentina a raíz de la confiscación de los depósitos bancarios
en diciembre de 2001, reunían todos los ingredientes de una crisis
revolucionaria. Ellos así lo han dicho:
<<Hoy
en día —al menos en América Latina— hemos entrado en un periodo de aguda crisis
económico-política y de abierta confrontación social. En este contexto la
revolución adquiere de nuevo actualidad histórica>> (BIPR: "Cuestiones metodológicas de la discusión política con el
GPM"
¿Cómo define la memoria histórica del movimiento
político del proletariado las crisis revolucionarias? Lenin lo sintetizó entre
mayo y junio de 1915 comentando el "Manifiesto
de Basilea" salido del Congreso socialdemócrata de 1912 ante la
inminencia de la primera guerra mundial. El primer requisito, es que tienen que
presentarse determinadas condiciones excepcionales, que hagan imposible a las
clases dominantes "mantener
inmutable su dominación", esto es, que no puedan seguir dirigiendo el
proceso de explotación mediante las formas de gobierno habituales, porque en
ese dominio "se ha abierto una
grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases
oprimidas".
Pero Lenin señala seguidamente de modo implícito que
esta condición no basta. Falta que la grieta sea lo suficientemente grande, de
una "intensificación
considerable" y con una:
<<....capacidad
de la
clase revolucionaria de llevar a cabo acciones
de masa lo suficientemente fuertes para quebrantar el viejo Estado[26],
que nunca, ni siquiera en las épocas de crisis, "caerá" si no se le
"hace caer". Tales son los puntos de vista marxistas sobre la
revolución, infinidad de veces desarrollados y reconocidos como indiscutibles
por todos los marxistas, y que, para nosotros, los rusos, obtuvieron clarísima
confirmación en la experiencia de 1905>> (V.I. Lenin: "La bancarrota
de la Segunda Internacional" mayo-junio de 1915)
Fijémonos que Lenin, no casualmente puso énfasis
(escribiéndolo en cursiva) sobre el carácter proletario ("la clase revolucionaria") de ese "descontento e indignación", así como en su fortaleza
suficiente como para hablar de una crisis burguesa.
¿Se dio la primera de estas condiciones en Argentina?
Pues, categóricamente, no. La prueba
está en que ese descontento sólo pudo
provocar dos cambios de gobierno "democráticos" -probablemente los más débiles de Argentina
en toda su historia republicana- pero que, a juzgar por los hechos, ni de lejos
alcanzó siquiera a insinuarse como una crisis de Estado.
Respecto de su naturaleza de clase, compartiendo una
posición ultraminoritaria dentro y fuera del país, nosotros lo hemos señalado
con toda claridad: "la clase obrera, como tal, no está protagonizando el
proceso":
<<Si
algo diferencia al gobierno de Duhalde y explica su precaria estabilidad respecto
de sus dos inmediatos antecesores, es el hecho de que, hasta hoy, cuenta con el
apoyo de la burocracia sindical que mantiene a los asalariados en activo
completamente al margen de toda esta movida.>> (GPM: "Práctica política espontaneísta y teoría económica
estancacionista" Punto 2)
Un año después, los hechos demuestran que
el bloque de poder gubernamental entre la fracción política del peronismo
liderada por Duhalde y la burocracia sindical, se mantiene, y el dique de
contención "democrático" sigue en su sitio. A pesar de la precariedad
e impopularidad manifiesta del gobierno Duhalde, ni siquiera hubo necesidad de decretar el Estado de sitio. Por
tanto, hasta la apertura del "corralito", la alianza informal entre
la pequeñoburguesía y el movimiento piquetero, ha estado bastante lejos de
cumplir la primera condición de una crisis revolucionaria.
Ser para sí, autoconciencia de clase y partido.
¿Cuál es la actual situación? Por un
lado, con la apertura del "corralito", el frente popular espontáneo se
ha debilitado ante el repliegue de su componente pequeñoburgués. Pero, por otro
lado, el sinceramiento económico y la conversión de la crisis financiera en
económica, aumentó el paro en todas las ramas del trabajo social y arrastró al
hambre aguda a los asalariados menos cualificados de la población.[27]
Esta nueva coyuntura aumentó el activismo entre los parados, al tiempo que
favoreció su confluencia con los empleados. De hecho, el movimiento
"piquetero" no ha hecho más que reforzarse y extenderse a nivel
nacional.
¿Modifica esta nueva realidad la
correlación política de fuerzas? La modifica. ¿Entre quienes? He aquí la
"pregunta del millón" en este debate.
Antes de entrar
directamente en ella, es necesario saber cuanto y cómo la modifica. Respecto de
lo primero, el recrudecimiento de la crisis ha conseguido masificar el
movimiento piquetero hasta el punto de convertirlo en centro de atracción y eje
social en torno al cual tiende a gravitar el descontento de los demás sectores
subalternos en conflicto con el sistema. En cuanto a la forma, los molestos
"cortes de ruta" con el único propósito de llamar la atención,
pasaron a combinarse con tomas de fábrica que interfieren directamente el
normal funcionamiento del aparato productivo. Un ejemplo de esta nueva forma de
lucha fue el conflicto en Repsol-YPF a 15 Km. de Las Heras, localidad situada
al norte de la provincia de Santa Cruz, donde después de realizar intermitentes
cortes en la ruta 43 durante quince días, los despedidos de la empresa
decidieron tomar la planta de tratamiento de crudo y el 4 de agosto de 2002
amenazaron con volar uno de los tanques si no se atendían sus demandas de
empleo. Esta actitud forzó la negociación entre el sindicato de petroleros
privados de la provincia y representantes de la empresa, de la cual resultó la
contratación de 80 nuevos empleos. Según la revista "Polo Obrero", situaciones como ésta se repitieron en Pico Truncado y Comodoro Rivadavia,
aunque no parecen haberse generalizado
Es
evidente, pues, que el grado de profundización de la crisis económica del
sistema en Argentina, ha provocado un salto cualitativo en el movimiento social
contestatario, cuya vanguardia está hoy, din duda, encarnada en los piqueteros,
constituidos en la más alta expresión del "ser para sí" del proletariado.
Pero, ¿es el "ser
para sí" sinónimo de "conciencia de clase? Como hemos visto, el
principio activo de la relación dialéctica entre ser y nada, opera el devenir.
De tal modo, ese movimiento conduce -por adición- de la cualidad a la cantidad:
cantidad extensiva o número y magnitud intensiva o grado. Se llega así a la
medida, cantidad de la que depende el cambio cualitativo, la negación del ser
"en sí mismo" en tanto se compara con su opuesto distinguiéndose de
él, repeliéndole, pero dentro de su relación inmediata con él, sin la cual él
no es más que un "ser en sí", en el caso del ser del trabajo, un
trabajador aislado, pura capacidad potencial de trabajo, sin contrato laboral,
un parado.[28]
De este transito del
"ser en sí" saliendo de "sí mismo" para expresarse
presentándose como un otro del capital, como el agua que se distingue de sí
misma al confrontarse con sus distintos estados físicos, surge "el ser
para sí" de ese elemento llamado proletariado, cuya conciencia no cambia
por eso de naturaleza, del mismo modo que su "ser para sí" no altera
su relación con el capital. .
Otra forma del "ser
para sí" del trabajo como capital variable, se produce cuando el grado de
explotación al que es sometido alcanza la medida en que experimenta un cambio
cualitativo; es el momento en que, el distinguirse del capital repeliéndolo
alcanza la forma de la lucha por distintas y mejores condiciones de vida y de
trabajo al interior de la misma relación. El "ser para sí", es pues,
eso: negación del capital por parte del asalariado como capital variable, o
distinción de su ser capital variable sin dejar de serlo, de reconocerse en su
condición general de tal, aunque bajo condiciones particulares distintas según
los resultados de su lucha en cada momento del proceso de acumulación.
El cambio de cualidad del
"ser para sí" del trabajo-capital que experimenta el proletariado en
tanto capital variable, es el que propiamente manifiesta el capital como
"otro de sí mismo", como asalariado, y que se verifica cuando ese proletariado
se rebela y rompe la disciplina laboral que le ata al patrón en determinadas
condiciones (de vida y/o de trabajo) y lucha por mantenerlas o mejorarlas
-según sea la situación que motiva la lucha- dentro de la misma relación y del
proceso de valorización (D-M-D+d) que no sufre alteración alguna.
Y por supuesto que este
cambio cualitativo del proletariado como "ser para sí" que se
diferencia del capital dentro del capital, es la condición necesaria para dar
el salto desde su "ser para si" dentro del capital, a su ser fuera de
él en tanto concepto no ya del proceso de valorización sino del proceso de
trabajo, esto es, como unidad (socialista) entre su ser (sujeto social real del
trabajo) y la racionalidad (de sus medios de producción). Tal es la conciencia de
clase o autoconciencia de las fuerzas sociales productivas.
Ahora bien, este cambio hacia
el concepto o autoconciencia, no puede ocurrir por el simple aumento en el
grado de su combatividad. De hecho, si esta mayor combatividad es desplegada
por el mismo "ser para sí" del proletariado, por masas objetiva
y subjetivamente dependientes del capital que se mueven por reivindicaciones
inmediatas al interior de la relación social capitalista, incluso si esas
demandas efectivas son dirigidas por organizaciones políticas reformistas
que solo pretenden un cambio cualitativo en la forma de manifestación del
ser político o gobierno capitalista de la sociedad -quítate tú que me pongo
yo y unas cuantas modificaciones más para que todo siga igual- es del todo
imposible que se opere en ellas ni un atisbo de cambio hacia la autoconciencia,
sino bien al contrario. Porque en caso de que la ley del valor se vuelva incompatible
con los proyectos reformistas, en última instancia el mayor grado de combatividad
del "ser para sí" de los asalariados provoca un cambio cualitativo
en la forma de dominio del capital, determinando que la burguesía en su conjunto
apele a su brazo armado para que haga desaparecer momentáneamente al proletariado
como "ser para sí", como un "otro" del capital dentro
del capital, obligándole a retroceder en su conciencia, a replegarse "en
sí mismo", es decir, como capital variable que ha perdido su capacidad
para repelerse tras haber negado las condiciones de vida y de trabajo que
habían sido impuestas por la ley del valor, motivo de su repelerse de ellas
y que, tras la derrota, tras el resultado de la lucha carente de capacidad
para trascender su relación originaria con el capital, el "ser para sí"
del asalariado se repliega sobre sí mismo, pasando a comportarse como si la
unidad dialéctica de los contrarios se resolviera en una identidad eleática,
donde nada puede de momento cambiar y todo sigue
como antes del enfrentamiento. Lo único que ha cambiado es la forma
de dominio del capital sobre sus clases subalternas, que esto es lo que momentáneamente
ocurre durante las dictaduras políticas bajo el capitalismo.
Con esto queremos insistir
en que el salto hacia la autoconciencia o conciencia de clase del proletariado
no se puede ejecutar desde el simple impulso de las luchas espontáneas del
proletariado. Si bien tiene a esas luchas por condición necesaria, sin el
accionar del partido revolucionario en ella, no hay posibilidad real ninguna de
que ese salto permita a la conciencia del proletariado pasar por encima de la
relación de dependencia política con el capital. El principio activo de la
autoconciencia proletaria no está, pues, en la materialidad de su acción, en su
ejercicio puro y simple de la lucha, sino en el conocimiento de las condiciones
de su acción, esto es, de la naturaleza de las cosas sobre las que recae su
acción. Y es condición de todo partido verdaderamente revolucionario, saber
ejercer el arte político de conseguir que las masas conozcan su necesidad
histórica y las condiciones de su acción a través de su propia experiencia. Por
eso Lenin decía -con toda razón- en "¿Qué
hacer? que la "conciencia de clase" o autoconciencia del
proletariado, sólo puede introducirse desde fuera de la relación inmediata
entre patronos y obreros, esto es, desde fuera de la lucha de clases
espontánea; pero al mismo tiempo dentro de ella. Fuera desde el punto de vista
lógico, dentro desde el punto de vista histórico.
¿Ruptura
revolucionaria o continuidad burguesa del proceso?
Enlacemos ahora esta
explicación con el segundo requisito de la crisis revolucionaria planteado por
Lenin. Es necesario que la negación del capital por el proletariado al interior
del capital, esto es, la grieta por la que se abrió paso el descontento social
en Argentina, se agrande, y las luchas crezcan en una extensión e intensidad
social de tal magnitud, que hagan realmente posible quebrantar la forma
habitual de domino de la burguesía. Este momento del cambio cualitativo en la
forma de dominio del capital sobre el trabajo, es la condición necesaria para la revolución, para el
enfrentamiento decisivo entre las dos clase universales y antagónicas,
condición que, en sí y por sí, define la crisis
revolucionaria.
¿Estamos ante semejante
situación en Argentina? No lo estuvimos el año pasado ni lo estamos ahora. ¿Por
qué? Pues, porque la grieta por la que debe pasar el torrente de la lucha
contestataria no es suficientemente grande. La prueba está en que a la
burguesía todavía le basta con el dique de contención de la
"democracia", de modo tal que puede "mantener inmutable su dominación", esto es, que no está
en su horizonte próximo el plantearse apelar abiertamente a su recurso de
última instancia: las FF.AA. y el Estado de excepción. Por tanto, las condiciones materiales de la
crisis revolucionaria o posibilidad
abstracta de la revolución, no están dadas, ni en Argentina ni en la
mayor parte de América Latina y el Mundo. Estas condiciones sólo existen en la
imaginación de grupos irresponsables autoproclamados "marxistas", que
juegan a la revolución en todo momento -como entre 1969 y 1975 en este mismo
país- alentando enfrentamientos decisivos en condiciones totalmente
desfavorables para el inexistente polo revolucionario que es necesario todavía
crear:
<<Las
premisas de que partimos (y
deben partir los marxistas), no son
dogmas, sino premisas reales, de las que sólo es posible abstraerse en la
imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus condiciones
materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado ya hechas (en
nuestro caso la crisis), como las
engendradas por su propia acción (los saltos cualitativos en la lucha de
clases). Estas premisas pueden
comprobarse, consiguientemente, por la vía puramente empírica.>> (K.Marx-F.Engels:
"La Ideología alemana" Cap.
I punto 2. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)
Cuando estas premisas
reales se truecan en otras producto de la imaginación o el interés creado, la
idea deja de ser la fiel representación del ser en el pensamiento, y la ciencia
da el salto por encima de la realidad hacia el reino de la ideología. Esto es
lo que, a nuestro juicio, ha pasado con el BIPR respecto del estado actual de
la lucha de clases en Argentina. A este
asunto se refería Lenin en octubre de 1917 apelando a la memoria histórica de
la revolución de 1848 a instancias de Marx en "Revolución y contrarrevolución en Alemania". Allí dice
que la primera regla de toda revolución, es que jamás se debe pensar en su
"actualidad" si no se está en condiciones de afrontar con relativas
pero ciertas posibilidades de éxito, las consecuencias de alentar siquiera
cualquier iniciativa en tal sentido, tal como el BIPR induce a pensar.
Y estar en condiciones de
afrontar semejante responsabilidad histórica, significa que los destacamentos
conscientes y avanzados del proletariado deben ya haber alcanzado su
autoorganización y estar en pleno trabajo de fundir la teoría revolucionaria
con el movimiento espontáneo, esto es, de asirse firmemente al eslaboncito de
la lucha de clases que le permita tener en sus manos la cadena entera de la vida
política.[29] De lo
contrario, la posibilidad de dirigir el proceso seguirá siendo abstracta. Esto
es lo que está pasando en Argentina y en el resto de América Latina ahora
mismo: que muchos revolucionarios siguen agarrados a una cadena imaginaria.
Para poder tener en la
mano buena parte de la cadena revolucionaria y hacerse cargo responsablemente
de semejante situación, es necesario no sólo la presencia de un partido
internacional con implantación orgánica en los principales países del
continente, sino "con la mayoría en
los destacamentos de vanguardia de las clases revolucionarias" -esto
es, del proletariado y semiproletariado- tal como lo señala Lenin en octubre de
1917. Y el caso es que, hoy día, la inmensa mayoría de la vanguardia amplia de
los asalariados está ganada por el nacionalismo burgués de izquierda y el
movimiento antiglobalización. Y estas opciones políticas no suponen que las
luchas presididas por ellas puedan conducir a crisis de Estado que hagan
peligrar la estabilidad del sistema por su izquierda. Sin partido
revolucionario no puede haber movimiento efectivamente revolucionario y sin
movimiento revolucionario no puede haber insurrección triunfante posible.[30]
Sin embargo, condiciones
de la lucha de clases como las que se presentan actualmente en algunos países
de América Latina, son propicias para la tarea de construir la organización
revolucionaria a escala internacional. Ni más ni menos que esto, tal como lo
señaláramos al compañero Sobrino en febrero de 2002:
<<Esto,
desde luego, no autoriza a pensar que "aquí no ha pasado nada". Ha
pasado y mucho, en cuanto a que descalabros como éste favorecen el trabajo de
concientización y organización de una parte -aunque ínfima- importante del proletariado,
que así se torna permeable al discurso revolucionario, a la racionalidad científica
que le facilite comprender las leyes del capitalismo y la necesidad de trascender
política y socialmente toda esta basura histórica.>> (GPM: "La pequeñoburguesía y el trabajo de los revolucionarios en Argentina": http://www.nodo50.org/gpm/argsobrino/todo.htm
En tal sentido, no hay
duda que el salto cualitativo de los piqueteros indica que este movimiento tiende objetivamente a ensanchar la grieta
abierta en el sistema por la penuria y el paro; y en tanto la crisis persista,
no se descarta que pueda llegar a amenazar con vencer la resistencia del muro
de contención y canalización "democrática" de las contradicciones,
que es la forma política más idónea de los burgueses para administrar el común
negocio de explotar trabajo ajeno.
Ahora bien, ensanchar la
grieta significa que a las luchas de los piqueteros se sumen los asalariados
con empleo a través de las comisiones internas. Y esto depende fundamentalmente
del curso de la crisis: de su profundidad económica, de su extensión social y
de su persistencia en el tiempo. Sobre este objetivo de desbaratar el relativo
control de la burocracia sindical sobre la parte empleada del movimiento
asalariado, las organizaciones políticas de la extrema izquierda burguesa que
comparten el liderazgo de los piqueteros, han venido tratando de forzar el
ritmo de la lucha desde el primer momento, pero los logros para superar esta
división del movimiento asalariado entre empleados y desempleados, han sido muy
escasos. Ninguno de estos sectores está en disposición de romper el muro
de contención de la burocracia para
hacer la revolución.
En realidad, el hecho de
que el movimiento se haya reforzado y extendido con la masificación del paro,
no quiere decir que haya habido un salto cualitativo en sus propósitos y en su
conciencia. No es cierto que se estén planteando hacerse cargo de un
"gobierno de los trabajadores". Si se aferran a un cambio político
como a un clavo ardiendo, no es para trascender el actual sistema de vida.
Semejante proposición ni se la plantean ni estarían dispuestos a aceptarla,
como no lo estuvieron nunca desde los tiempos del peronismo a esta parte; menos
aun hoy, teniendo tan fresco en la memoria el desastre del llamado
"socialismo real", y en un contexto social donde todavía predominan
fuertemente las ideas y el discurso reformista. Luchan sí por un empleo, esta
es la verdad. Y para cambiar esta premisa actual de la lucha de los piqueteros,
es necesario que las ideas y el discurso genuinamente comunista empiecen a
acompañar la experiencia de lucha, en primer lugar de los empleados, de los
asalariados activos. En tal sentido, nos ratificamos en lo dicho al compañero
Sobrino sobre las posibilidades del movimiento piquetero:
<<En el
movimiento prevalece la actitud de exigencia por fuentes de trabajo y denuncia
de la corrupción, pero su conciencia política dista bastante de insinuarse como
alternativa de gobierno, tal como usted y una mayoría de militantes populares plantean.
Nunca en la historia del movimiento obrero internacional han podido los parados
dar de sí en todo más que los empleados. Porque es de ley en la sociedad
burguesa, que el cambio en la correlación de fuerzas sociales desfavorable a
los explotados, se haga efectiva siempre en el aparato productivo de la
burguesía, no fuera de él. Es la masa de trabajadores activos en lucha la que
gravita políticamente sobre los parados residuales y no al revés.[31]
>> (GPM: "Los
parados y el ser para sí del proletariado". La cita corresponde al
presente documento)
Por su parte, a medida que
el movimiento piquetero se ha ido fortaleciendo, la violencia disuasoria del
Estado "democrático" ha ido también en aumento, haciéndose cada vez
más dura desde mediados de 2002. Pero la desesperación de la gente se ha
sobrepuesto al terror represivo, hasta el punto de forzar a un adelantamiento
de las elecciones para fines de abril próximo como último recurso de control
social "democrático" -irrestricto- de las contradicciones sociales,
antes de apelar a formas excepcionales de gobierno sin romper con el
"Estado democrático de derecho". En tal sentido, según algunos
trascendidos parece ser que el gobierno está preparando la justificación
ideológica y la correspondiente parafernalia jurídica, a fin de hacer aprobar
en el Congreso la participación de las fuerzas de seguridad en el caso de que
el ejercicio de la "voluntad popular" en las próximas elecciones
previstas, no fuera suficiente para detener la dinámica de un probable desborde
del orden público a caballo de la crisis. (Cfr.: Verbistsky-Bonasso).
Pero de no suceder algún
movimiento espontáneo externo de magnitud que altere la situación actual en
Argentina, día que pasa se refuerza la tendencia a que las elecciones se
realicen. Ése será el mejor barómetro para comprobar el estado de cosas
ideológico y político en ese país, el veredicto de la historia acerca de la
verdadera predisposición de las masas y del verdadero alcance e influencia del
movimiento piquetero. Aunque ya se sabe que las elecciones burguesas no solo
miden, sino que al mismo tiempo modifican lo que miden.
Ahora vamos con la
pregunta: ¿a favor de qué polo de la confrontación de clases ha cambiado la
correlación política de fuerzas sociales en Argentina? Si el Estado burgués a
través del gobierno Duhalde se plantea recuperar el control político de esa
parte muy minoritaria pero políticamente significativa de la población en paro,
es porque no lo tiene, porque ha dejado de instrumentar su "energía
negativa" desde que asumió como presidente. Por tanto, desde el punto de
vista revolucionario, pareciera que la correlación de fuerzas se ha modificado
en favor de los intereses políticos del proletariado en su conjunto. Como si
esa parte subalterna, excluida y hambreada del ejército de parados, hubiera
dado un paso en el sentido de su propia emancipación social y la del conjunto
de los explotados. ¿Es así?
En sentido material y, al
mismo tiempo abstracto de la revolución, esto es, desde el punto de vista del
necesario aunque insuficiente momento de la conciencia de clase, de la distinción del proletariado
respecto de la burguesía, en parte es cierto que lo ha dado. Pero, en términos
objetivamente políticos, ¿hacia dónde se orienta? ¿basta con esta actitud, con
esta certeza sensible de la lucha contestataria?; en el caso concreto que
motiva esta polémica, ¿lleva en sí
misma esta lucha de los piqueteros la dirección y el sentido de su
emancipación social como da a entender el BIPR? El hecho de que quienes
aparecen a la cabeza y más a la izquierda del movimiento no pasen de proponer y
difundir la ya remanida y manoseada consigna contrarevolucionaria
democrático-burguesa de la "asamblea popular constituyente" -como
conciencia positiva o síntesis dialéctica del "que se vayan todos"-
significa que, en el mejor de los casos, la correlación de fuerzas ha variado
momentánea y perentoriamente a favor de las opciones burguesas de izquierda.
Ahora bien, en tanto que
esta consigna se ubica en el margen izquierdo del sistema
"democrático", al interior del capital, no supone ningún punto de
ruptura con la propiedad privada de los medios de producción, pero en la actual
etapa del capitalismo tardío esta opción tampoco es la que el proceso de
acumulación necesita, por lo que no es ésta la base más pesada hacia la cual el
falso dado político de la democracia burguesa tienda a detenerse y
estabilizarse, sino al contrario. Esto induce a que la respuesta a esta
pregunta sea terminante: si la crisis económica no se supera y el movimiento
piquetero intensifica su dinámica de confrontación en defensa de sus puestos de
trabajo perdidos, la sociedad argentina derivará, una vez más, hacia otro
equilibrio político inestable por mediación del aparato represivo del sistema,
seguramente menos cruento que el de 1976, tal vez como el del "plan
conintes" durante el gobierno de Frondizi, tal vez más si a los piqueteros
se suma el movimiento de los empleados
Por lo tanto, si la actual
situación supone un cambio en la correlación política de fuerzas sociales, ésta
no puede sino ser una salida en falso que sólo se puede cerrar verdaderamente,
una vez más, a favor de los intereses que pugnan por el cumplimiento
irrestricto de la ley general de la acumulación, al costo de una nueva derrota
del proletariado, otra experiencia de las más jóvenes generaciones de
trabajadores, que sólo podrán capitalizar políticamente por mediación del
futuro partido revolucionario. Bajo semejantes condiciones y perspectiva,
concebir o, mejor dicho, imaginar, que el proletariado argentino ya está "determinado" por "la idea de su autoorganización"
y con "capacidad de manifestar el
sentido de la ruptura de clase y de la identificación de su enemigo de
clase", es una concesión al actual espíritu anticomunista de las masas
argentinas y, por tanto, al seguidismo oportunista rampante de este estado de
conciencia por parte de las organizaciones burguesas de izquierda que han
venido liderando el movimiento piquetero desde el principio.
Porque si es cierto que el
movimiento piquetero está autodeterminado por la idea de ruptura ideológica y
política con el sistema burgués -que esto y no otra cosa significa la expresión
"identificar a su enemigo de clase"- no puede aceptar -como de hecho
acepta en tanto que quien calla otorga- la consigna reaccionaria predominante
de "asamblea nacional constituyente". Esto demuestra que, hoy día, el
proletariado argentino carece de capacidad para romper ideológica y
políticamente con el capitalismo, y que el BIPR ha confundido la ya tradicional
combatividad reivindicativa del proletariado argentino, su conciencia
nacional-burguesa antiimperialista, con autoconciencia de clase. El más
grandioso ejemplo de la autodeterminación de clase registrado por la historia,
lo dieron los comuneros de París en 1871. Ellos fueron los que hicieron la
proeza de concebir y realizar en pocos días una nueva forma de Estado, sin
ejército permanente ni burocracia, con la elegibilidad directa de sus
representantes y la remoción sumaria de los funcionarios, quienes recibían el
salario promedio de un trabajador. Esta determinación iluminó en Marx los
contenidos concretos de su hasta entonces genérica idea de Estado Obrero. Pero
al detenerse ante las puertas del Banco Nacional y pedir ayuda el ejército
alemán -en ese momento enfrentado al francés- demostraron no tener todavía
capacidad para identificar a su enemigo de clase. Y lo pagaron con la derrota.
De hecho, que sindicalistas burgueses de izquierda -como Víctor De
Gennaro y el "Perro" Santillán al frente de la CTA, o Carlos Alderete
y el Partido Comunista revolucionario de la Corriente Clasista Combativa-
tengan sus respectivos feudos al interior de ese reino de la contestación
social espontánea, o que organizaciones electoralistas rampantes de la
autoproclamada "izquierda revolucionaria" -como el "Partido Obrero" del señor
Altamira dentro del Bloque Piquetero[32],
que también acaudilla buena parte del movimiento a instancias del llamado
"Polo Obrero" en disputa con "comunistas", distintas
fracciones trotskystas, guevaristas y otras formaciones con distintos grados de
oportunismo reformista encubierto por soflamas incendiarias, cada uno con su
propio grupo de piqueteros- lo dice todo en cuanto a qué se puede esperar del
espontaneísmo revolucionario.
A esta dispersión política
del movimiento piquetero, pasó a contribuir el "Movimiento de empresas recuperadas" (MNER) impulsando la
consigna de "Fábrica quebrada,
fábrica tomada", que también ha crecido al ritmo de la crisis
económica. Hasta octubre de 2000, la autogestión de los empleados de unas 120
empresas, había reciclado 120.000 parados al sueño capitalista de la
autoexplotación en régimen cooperativista burgués. Según el MNER, por medio de
este nuevo sistema con su respectivo régimen legal ya listo para entrar en
vigencia, aproximadamente un millón de entre los actuales desempleados podrían
convertirse en sus propios patrones, reciclaje social perentorio que muchos
están ahora mismo confundiendo con el control obrero de la producción:
<<Hoy
en día los piquetes pretenden generalizar la experiencia del control obrero de
la industria a todas las unidades fabriles o empresariales paralizadas o
cerradas>> (BIPR: "El movimiento de los piquetes en
Argentina" Marzo 2002.)[33]
http://digilander.libero.it/batcom/spagnolo/2002/movimento_delos_piquetes%20.htm
: http://www.rebelion.org/argentina/autogest291002.htm;
http://www.infored.org.ar/VerArticulo.aspx?IdArticulo=746;
http://www.geocities.com/contragobernanza/coleaos.htm
Al conjunto de la burguesía
argentina, esto es, al Estado burgués de ese país, esta determinación le viene
de perillas, porque resta coyunturalmente peso social a los parados, debilita
su contestación política y coadyuva a recomponer el aparato productivo y la
normalización de la ley del valor, en la seguridad de que el imparable proceso
de centralización del capital se llevará este nuevo sueño embrutecedor por
delante en menos de lo que canta un gallo. Y el hecho de que organizaciones
revolucionarias propagandicen esta apariencia de control obrero haciéndola
pasar por realidad tangible, aun sin quererlo emulan a la burguesía en el arte
de confundirlo todo, aumentando los réditos ideológicos y políticos que obtiene
de la crisis haciendo bueno aquello de que no hay mal que por bien no venga.
Queda claro, pues, que
consciente o inconscientemente, a instancias de su entusiasta profesión de fe
en el autodesarrollo revolucionario del movimiento real espontáneo en
Argentina, el discurso del BIPR ha echado agua a las ruedas del molino
capitalista, contribuyendo a una confrontación prematura y a una nueva derrota
segura. Así lo hemos dicho:
<<En
estos juicios observamos una concesión - que suponemos inadvertida o
involuntaria- al espontaneismo político, que no se compadece con la proclamada
necesidad del partido antes de que se den las condiciones
prerrevolucionarias, como condición de que el movimiento pase del instinto a la
conciencia de clase.>>
(GPM: "Práctica política espontaneísta y teoría económica
estancacionista"
Un
paradigma de centrismo político
Pero a esta altura de la
polémica y a tenor del talante que han mostrado los compañeros del BIPR en
ella, -como decimos al principio de este trabajo- ya no cabe pensar en un error
inadvertido, sino que estamos ante una reafirmación en el espontaneismo
revolucionario ya consolidado que -como la "táctica proceso" desde
los tiempos de Rosa Luxemburgo- va de la mano con el oportunismo reformista.
Cierto, al final de "La lección de Argentina" los
compañeros del BIPR han reservado un párrafo para referirse a la importancia
del partido como condición suficiente de toda lucha triunfante por el poder
socialista. Allí ellos reconocen que hoy día este requisito es inexistente. Sin
embargo, la resultante política de todo su discurso, no diverge lo más mínimo
del exitismo revolucionario que se apoderó de la inmensa mayoría de
organizaciones de la izquierda burguesa desde el principio de esta rebelión
social en curso.
El párrafo en cuestión,
recoge las dos condiciones de Lenin referidas más arriba para definir la crisis
revolucionaria y su carácter insurreccional, que el BIPR traduce a términos de
su análisis sobre la situación Argentina para concluir en lo siguiente:
1)
Que:
<<En
Argentina, la devastación de la crisis económica ha puesto en movimiento un
proletariado fuerte y determinado en el terreno de la lucha y de la
autoorganización, con capacidad de manifestar el sentido de la ruptura de clase
y de la identificación de su enemigo político.>> (BIPR: Op cit.)
Pero:
2)
<<No
se expresa, en cambio, la segunda de las condiciones, la relativa a la presencia
de un partido revolucionario, por el simple motivo de que la vanguardia de
la revolución no se inventa de un día para otro, ni es el fruto de los advenimientos
contingentes
O
se ha trabajado por largo tiempo en favor de su formación y de su radicación
al interior de las masas proletarias, o bien las ondas insurreccionales están
destinadas a desaparecer para dejar el lugar a la derrota y al sentido de
impotencia. El imperativo para las magras vanguardias revolucionarias que
hoy operan internacionalmente, aunque su actividad se refiera sólo a ámbitos
restrictos, es el de crecer, enlazarse, el de acelerar el proceso de clarificación
de los acontecimientos en términos de lucha de clase y de perspectivas políticas,
incluso si éstas no son inmediatas.>>
(Ibid)
Según lo dicho en el primer
punto de este pasaje, se da por hecho que el proletariado argentino ya está
capacitado para identificar a su enemigo de clase y romper con él, y que esto
ha sido obra exclusiva de las luchas espontáneas determinadas por la crisis. Si
entendemos por "capacidad" la función que cualquier cosa, dispositivo
u organismo vivo está en disposición inmediata de realizar -como, por ejemplo,
la cantidad de información que
una determinada computadora es capaz de procesar y almacenar, o la
transformación del anhídrido carbónico en azúcar que los vegetales realizan a
instancias de su clorofila- entonces, ¿por qué los piqueteros permanecen
"autoorganizados" en diversos grupos que se disputan la dirección del
movimiento y ninguno de ellos está dispuesto a romper con el capitalismo? Lo
que pasa es que falta la vanguardia organizada en el partido revolucionario,
responde la "lógica" política del BIPR. Pero, ¿no habíamos quedado en
que las masas argentinas ya están capacitadas? Sí, pero, es que, el partido no
clarifica, sino que "acelera el proceso de clarificación de los
acontecimientos"....
Pero ahora, no habiendo más remedio que contemporizar con la razón
revolucionaria, se nos dice otra cosa, algo más lógico y tangible, aunque
todavía a medio camino entre el espontaneísmo revolucionario puro y el
"leninismo talmúdico":
<<...el nacimiento y desarrollo del partido proletario
internacionalista en Argentina está asociado al esfuerzo por derrotar la
versión de la política patronal en el seno del movimiento obrero. Mientras no
se deslinden claramente las posiciones estratégicas y programáticas proletarias
de las posiciones burguesas y pequeño-burguesas en el curso de las luchas
sociales que se libran hoy y se librarán en el futuro, no se producirá la
agregación de los elementos de vanguardia de la clase>> (BIPR: "Metodología de la discusión política con el GPM")
Según nuestro
criterio el partido se construye al influjo de la lucha de clases elemental, en
tanto y cuanto que su materia prima es el proletariado espontáneo en un momento
determinado de alza en sus luchas. Mientras tanto, la vanguardia se mantiene
necesariamente dispersa. En este sentido, la lucha de clases elemental o
espontánea es la condición material para la construcción del partido. Pero
lógica y orgánicamente, el partido se proyecta y construye fuera e
independientemente de la lucha de clases, como que la vanguardia revolucionaria
es la continuidad de la autoconciencia social dentro de la necesaria
discontinuidad de la lucha de clases elemental, lucha cuya explicación no está
en la mera experimentación de sus protagonistas, sino en el conocimiento
científico de la realidad material a cuyos principios activos soterrados (el
"viejo topo") responde su movimiento. Por lo tanto, la conciencia de
clase o autoconciencia no emana ni directa ni inmediatamente de la lucha de clases
primaria, sino de la aplicación del materialismo histórico a la sociedad en su
conjunto por parte de la vanguardia internacional unificada orgánicamente en
torno al materialismo histórico y a un programa político general producto de la
aplicación de esa ciencia a la realidad del capitalismo mundial. Polémica como
ésta que estamos librando con el BIPR, se inscribe en el necesario proceso de
confluencia orgánica superior en modo alguno espontánea, entre los distintos
agrupamientos al principio no más que unicelulares de estructura simple. El
partido revolucionario internacional supone esta organización previa de la
vanguardia revolucionaria, tiene por condición a este Estado Mayor de la
revolución. No es más que la agregación organizada de asalariados autoconcientes,
esto es, de científicos sociales comprometidos políticamente con su tiempo.
Génesis y concepto de Soviet
¿Qué
son para la doctrina política clásica del marxismo los movimientos
independientes de la clase asalariada? A 13 años vista de implantado el régimen
soviético que dio nacimiento a la URSS, en "La
revolución española y la táctica de los comunistas" Trotsky hizo un
valioso aporte a la contestación de esta pregunta precisando el concepto de
Soviet. Dice allí que, desde la toma del Palacio de Invierno en Rusia hasta la
implantación de la República en España, la palabra Soviet adquirió en la URSS
un sentido "considerablemente distinto" del que tuvo en 1905 o a
principios de 1917, cuando los soviets surgieron no como órganos de poder
político, sino "únicamente como organizaciones combativas de la clase
obrera":
<<En
realidad, los soviets se constituyen cuando el movimiento revolucionario de las
masas obreras, aunque se halle lejos todavía de la insurrección, engendra la
necesidad de una organización amplia y prestigiosa, capaz de dirigir los
combates políticos y económicos que abarcan simultáneamente establecimientos y
profesiones diversas. Sólo a condición de que los soviets penetren en el seno
de la clase obrera durante el período preparatorio de la revolución, resultarán
capaces de desempeñar un papel directivo en el momento de la lucha inmediata
por el poder>> L.D.
Trotsky: Op. Cit. Cap. 6)
Esta
función preparatoria de la revolución -que no del partido revolucionario- es la
que constituyen las asambleas populares hoy día en Argentina, un símil de
Soviet en la lejana fase prerrevolucionaria que Trotsky atribuyó a las
políticamente heterogéneas "Juntas
Obreras" en la España republicana de 1930:
<<La
palabra Junta, íntimamente ligada con toda la historia de la revolución
española, expresa de un modo insuperable esta idea (de Soviet). La creación de Juntas obreras está a la orden del día en España. En
la situación actual del proletariado, la organización de Juntas presupone la
participación en las mismas de los caudillos de la lucha huelguística,
comunistas, anarcosindicalistas, socialdemócratas y sin partido. ¿Hasta qué
punto se puede contar con la participación de los anarcosindicalistas y
socialdemócratas en los soviets? Es imposible predecirlo desde lejos. El empuje
del movimiento obligaría indudablemente a muchos sindicalistas y acaso aún a
una parte de los socialistas a ir más allá de lo que quisieran si los
comunistas saben plantear con la debida energía el problema de las Juntas
obreras. Con la presión de las masas, las cuestiones prácticas de la
organización de los soviets, de las normas de representación, del momento y los
procedimientos de elección, etc., etc., pueden y deben ser objeto de acuerdo no
sólo de todas las fracciones comunistas entre sí, sino también con los
sindicalistas y socialistas dispuestos a ir a la creación de dichos organismos.
Los comunistas, ni que decir tiene, en todas las etapas de la lucha actuarán
con sus banderas desplegadas.>> (Ibíd. Lo entre paréntesis es
nuestro)
En este sentido, las Asambleas Populares
no tienen por cometido "construir el partido revolucionario", sino
convertirse en órganos del poder político del proletariado para la toma del
poder. No forman parte alguna en la dirección
del proceso revolucionario sino que es su materia
social devenida consciente en virtud de esa dirección, que se proyecta
sobre el movimiento para hacer consciente lo inconsciente, pero cuya
autoconsciencia activa no emana ni tiene su sede en el movimiento espontáneo.
Con esto queremos decir que el poder revolucionario no lo toma ni ejerce el
partido sino la clase obrera políticamente organizada, aunque durante mucho
tiempo antes y después de la toma el poder, su consciencia no pueda serle
inmanente sino dada desde fuera. Tal es el centro de la discrepancia entre el
BIPR y el GPM.
De
acuerdo con este razonamiento -que el BIPR llama "partido
providencia"-, la vanguardia revolucionaria tiene otras instancias de
creación. Su magnitud social y proyección
política al interior del movimiento espontáneo está determinada
por la evolución necesariamente
discontinua de la lucha de clases, por su intensidad y extensión. Pero el
principio activo de su existencia no depende de ese teatro de la realidad
social sino del desarrollo de la moderna ciencia social: el materialismo
histórico. El partido revolucionario es el resultado necesario de la lucha
ideológica permanente de los intelectuales marxistas independientemente de lo
que se ve que pasa en la sociedad real, en su movimiento aparente, del mismo modo
que los avatares de la astronomía fueron independientes del movimiento aparente
de los cuerpos celestes desde los tiempos de Copérnico.
En
tiempos de Marx, Engels y Lenin, como no podía ser de otra manera, la
intelectualidad revolucionaria portadora del materialismo histórico era de
origen burgués. Hoy día, el elevado nivel intelectual medio del proletariado ya
no justifica esta premisa, al tiempo que pone a la orden del día la necesidad
de acortar distancias entre dirección y base partidaria en cuanto a previsión
teórica y capacidad de iniciativa política. A partir de este salto cualitativo,
el partido revolucionario tiende a ser obrero no sólo por su extracción de
clase mayoritaria en todas sus instancias de funcionamiento de la sociedad
actual, sino porque el desarrollo de las fuerzas productivas capacita a los
miembros de esa condición social para que sustituyan en el partido a los
intelectuales de origen burgués y pequeñoburgués, pasando progresivamente a
actuar como "intelectuales orgánicos" al más alto nivel científico.
Tal es la condición de existencia del GPM
por partida doble: porque el pequeño número de sus integrantes no somos
burgueses sino de genuina extracción proletaria, y porque desde que nos dimos a
conocer hemos venido insistiendo en este cambio cualitativo del movimiento
asalariado, tratando en lo posible de cumplir con el requisito de la teoría:
<<Según lo sugiere la exposición del GPM, el partido es una
asociación de burgueses esclarecidos poseedores de una ciencia hermética
inasequible para la gran masa y que fungen de celosos guardianes de la
ortodoxia marxista. Bordeando lo mesiánico, le atribuye la misión de insuflarle la
verdadera consciencia de clase a los toscos e ignaros obreros. De la exégesis
sectaria del leninismo se desprende la transfiguración de la doctrina en un
patrimonio de los intelectuales burgueses y la construcción del partido en una
misión moral encargada a una categoría superior del espíritu (la élite, el
“estado mayor” revolucionario).>> BIPR: "Metodología de la ...."
He
aquí otra concesión, no sólo al espontaneismo revolucionario, sino a los
enemigos de clase más directos introducidos en el movimiento, una concesión a
la intelectualidad pequeñoburguesa que utiliza estos prejuicios basados en
infundios contrarrevolucionarios, para inducir al desprecio por la teoría entre
los militantes partidarios y a la eternización de la división del trabajo en el
movimiento; prejuicios practicistas preñados de irracionalidad que impiden a la
vanguardia amplia, a los actuales militantes prácticos del movimiento,
predisponerse al necesario conocimiento científico de la realidad capitalista
como condición ineludible de ese agregado social de intelectuales orgánicos del
proletariado que es el partido revolucionario. Los obreros son "toscos"
e "ígnaros" hasta que dejan de serlo estimulados y ayudados en esa
imprescindible tarea por la organización de los proletarios revolucionarios en
su función de científicos sociales, capaces de explicar a sus hermanos de clase
las causas del embrutecimiento ideológico y político al que están sometidos por
la relación con sus patronos y por los aparatos ideológicos del Estado burgués.
La división jerárquica del trabajo no empezará desaparecer de la sociedad,
hasta que la crítica de las armas a la propiedad privada sobre los medios de
producción no se haga efectiva. Pero puede desaparecer de la organización de
los revolucionarios antes de convertirse en partido, en la medida en que la
moderna ciencia social y la memoria histórica del proletariado se socialice
entre sus miembros. Nos consta que esta es una tarea difícilísima, tanto más
cuanto mayor es el predominio entre la vanguardia de quienes, como el BIPR,
devalúan la importancia de la teoría sosteniendo que la conciencia de clase en
un producto de la lucha de clases elemental.
Desde
luego que tratamos de ser "celosos guardianes de la ortodoxia
marxista". Aspiramos a ello. Para nosotros, esa ortodoxia, el materialismo
histórico, es la única actividad del intelecto que merece el calificativo de
ciencia social. Y la consecuente actitud de asumirlo permanentemente como herramienta o arma política de la
revolución y, por tanto, de ser "celosos guardianes" de ella, es lo
que garantiza el legado y actualización de sus premisas y de su metodología del
conocimiento de la realidad social, así como de la memoria histórica del
movimiento. Al parecer, la heterodoxia del BIPR pasa por entender que:
<<...la conciencia es una función de la lucha: no está
constituida unilateralmente por el presente, sino también por lo que el proletariado ha hecho hasta el día de hoy para
comprenderse a sí mismo y para superar prácticamente las condiciones de su
opresión.
(...)
La consciencia es histórica en el sentido de que recoge y
sintetiza la experiencia anterior y es, por lo tanto, fruto de una continuidad;
sin embargo, no repite dicha experiencia en el mismo sentido del pasado, sino
que surge a tenor del momento histórico que vive la clase. El tiempo en el que
se desarrolla la conciencia no es lineal ni cíclico, sino un presente tejido de
pasado, con posibilidad de estancamiento o de retroceso...>>
Si la
conciencia del proletariado argentino es función de su lucha, y si como es
cierto que esa lucha está constituida no sólo de presente sino también de
pasado, ¿a quien le corresponde entretejer el presente con el pasado de esas
luchas?, a los piqueteros -casi todos ellos anticomunistas- ganados desde la
década de los cuarenta del siglo pasado por el nacionalismo burgués, y que en
los noventa votaron masivamente a Menem y hasta 1998 se sintieron muy a gusto
con el ultraliberalismo burgués dentro de la economía imperialista del dólar,
los mismos que hoy aceptan la consigna de la "asamblea constituyente"
burguesa, de la cual no puede surgir más que otro gobierno burgués? ¿O es que para
el BIPR la memoria histórica es pura cronología, un registro de lo que pasa sin
más? Si como es cierto que el marxismo ha acuñado este concepto de
"memoria histórica" como aprendizaje, es evidente que sus
depositarios no pueden ser las amplias masas, cuya condición de "ser en
sí" del capital determina que su memoria histórica no pueda ser otra que
la inculcada por la burguesía, por sus aparatos ideológicos de Estado. Hemos
puesto el ejemplo del proletariado argentino como podríamos poner el de
cualquier país, para comprobar cómo en todos los casos la historia se repite.
Sólo la meticulosidad detallista de lo inesencial puede llevar a decir que la
historia del capitalismo "no repite las experiencias en el mismo sentido
del pasado".
Vanguardia revolucionaria
y proletariado espontáneo
La
memoria histórica es un atributo exclusivo de la autoconciencia de clase, de la
vanguardia que tras las derrotas estratégicas demuestra serlo convirtiéndose en
"celoso guardián" de los principios teóricos revolucionarios, y
durante los ascensos de la lucha tratando de aportar a la dirección
revolucionaria del movimiento. Para los relativamente pocos que alcanzan y
logran conservar ese estado de espíritu clasista revolucionario, los sucesos de
la historia no constituyen ninguna sorpresa. Los encajan como cosa familiar
aunque jamás los hayan vivido antes; esto es así en razón de que ya saben de
ellos por lo que sus antecesores cuentan que ha pasado. Cuando Lenin abordó la
crisis revolucionaria abierta tras el domingo sangriento del 9 de enero de
1905, meditaba todo aquello como si lo estuviera viviendo por segunda vez. ¿Por
qué? Pues, porque ya sabía, a través de Marx, que la operación política
monárquico constitucionalista ensayada por la autocracia rusa con la
entronización de las tres formaciones parlamentarias consultivas, era un calco
de las "Dietas" previstas en la "constitución otorgada" por
la corona prusiana tras los sucesos de 1848.
Pero a
la vanguardia revolucionaria auténtica no sólo puede conseguir que le resulte
familiar lo que vive por primera vez, sino incluso lo que no le ha ocurrido
nunca antes a nadie.[34]
¿Por qué? porque la vida del partido revolucionario es, a la política, lo que
las sociedades anónimas son a la base material del sistema: la prefiguración
del futuro en el presente histórico, el precursor de la sociedad socialista
dentro del capitalismo:
<<La
revolución de octubre apareció a la intelligentsia,
incluida su ala izquierda literaria, como la destrucción total del mundo que
ella conocía, de ese mismo mundo con el que ella rompía de vez en cuando, para
crear escuelas nuevas, y al que volvía invariablemente. Para nosotros, al
contrario, la revolución encarnaba una tradición familiar asimilada en nuestro
interior. Abandonando un mundo que ya habíamos rechazado teóricamente y
socavado en la práctica, entrábamos en un mundo que nos era ya familiar, a la
vez desde una tradición y de un presentimiento. Aquí está la diferencia entre
el tipo sociológico del comunista, un revolucionario en el sentido político, y el
futurista, innovador revolucionario en el terreno formal (...) Nosotros
entramos por nosotros mismos en la revolución, mientras que el futurismo cayó
en ella.>> (L.D.
Trotsky: "El futurismo" 8/09/922)
Por lo tanto, respecto de que la
conciencia es histórica en el sentido de que "es producto de una
continuidad", este es un recurso a la tautología para no decir nada, para
no reconocer que son los comunistas quienes convierten la necesaria
discontinuidad histórica de la lucha de clases en un continuo de práctica
social específica determinada por las cambiantes condiciones de esa lucha. La
memoria histórica no es una costumbre que hace a la idiosincrasia de los
pueblos. No esta hecha de los sucesos cotidianos de la vida sino de los
acontecimientos excepcionales de la historia. Tampoco es una categoría de la
sociología sino de la política. Y quienes dejan testimonio de ello no son los
"pueblos" que protagonizan esos hechos, ni siquiera los historiadores
al uso, sino los intelectuales comunistas integrantes de esos movimientos.
Mientras las masas derrotadas dejan de ser siquiera "para sí" yéndose
a su casa para replegarse en la intimidad de su "ser en sí", los
militantes comunistas en función de intelectuales -hoy día de intelectuales
orgánicos, que son muy pocos- demuestran su condición de autoconciencias
prosiguiendo la lucha en el terreno al que objetivamente se traslada, tratando
de saber el por qué y cómo de lo ocurrido, entregándose seguidamente a
enriquecerse y enriquecer los principios políticos presididos por las leyes del
desarrollo social; son los que,
conscientes de que siempre tienen qué hacer en el curso que estas leyes
trazan, no renuncian a ello, porque, además de hacerlo por deber, les gusta:
<<El
deber primordial de un revolucionario es conocer las leyes que rigen los
sucesos de la vida y saber encontrar, en el curso que estas leyes trazan, su
lugar adecuado. Es a la vez, la más alta satisfacción personal que puede apetecer quien no une la misión de su vida al
día que pasa>> (L.D.
Trotsky: "Mi vida" Prólogo)
Hasta
aquí lo relativo a la memoria histórica, a la comprensión del pasado -sobre
todo de lo sucedido a generaciones pretéritas- como un auxiliar imprescindible
para poder prever el presente y actuar con eficacia en él. ¿Y qué decir
respecto de lo nuevo y en cada caso específico que sin duda constituye las
condiciones de las luchas actuales? En "Acerca
de algunas particularidades del desarrollo histórico del marxismo"
(1910), Lenin hablaba de la "correlación de fuerzas fundamentales"
-que definía según la masa social relativa de las distintas clases en pugna- y
de la "correlación de fuerzas políticas" que comprende la situación
económica, los cambios políticos del sistema y el estado del conflicto entre
las clases, particularmente el grado de combatividad y la extensión de las
luchas del proletariado y su influencia sobre las demás clases subalternas. La
primera correlación determina el carácter de la revolución, la estrategia de
poder y las tareas fundamentales de los revolucionarios; la segunda incide
sobre las tareas inmediatas de la vanguardia revolucionaria, que pueden cambiar
según los cambios en esta correlación política de fuerza, "los bruscos
virajes de la historia" de que hablaban Lenin y Trotsky.
Lenin,
Trotsky, Martov, Danielson, Vera Sazulich, Plejanov y otros muchos marxistas
rusos, se preocupaban de estas cosas cuando los asalariados de ese país no se
podían siquiera imaginar la posibilidad de hacer la revolución, porque rumiando
permanentemente su miseria, analfabetismo y ausencia casi absoluta de tiempo
libre, no estaban en condiciones de pensar ni de imaginar nada, menos aun las
posibilidades de su emancipación social. Sólo intimaban con dos sentimientos,
la fatalidad y la rabia contenida que de vez en cuando explosionaba forjando
trozos de historia. Sin embargo, fueron esas gentes las que supieron hacer
añicos el muro de la fatalidad erigido por el "knut", para salir de
ahí decididos a realizar el prodigio de la gran revolución rusa. Y es cierto
que nadie hizo por ellos lo que ellos supieron hacer por sí mismos. Pero no es
menos cierto que sin las armas del pensamiento revolucionario que el partido
bolchevique puso en sus conciencias, todo esa poderosa energía se hubiera
disipado inútilmente.
<<
En este sentido, el planteamiento del GPM en torno a la cuestión de la
organización y su relación con la praxis —y de modo particularmente evidente
alrededor de la función del partido (al que se atribuye un papel directivo
frente a unas masas que siempre son colocadas en el estado de rebaño)—,
destruye flagrantemente la dialéctica del proceso histórico. La idea de un
Partido providencial que, situado fuera del movimiento de la sociedad y fijado
en la mente de un grupo iluminado, lo sabe y lo envuelve todo, encarnando una
especie de jurisprudencia suprahistórica sobre la revolución, es una
representación mítica de la división del trabajo en el seno del movimiento
anti-burgués que idealiza las estructuras cosificadas y cosificadoras ya
fijadas por la asimilación consuetudinaria de la organización en el sistema de
dominio contra el que sedicentemente se postula.>>
(BIPR: "Directrices
metodológicas...."
Según
este razonamiento, supuesto un operario hecho a la costumbre, habilidad manual
y sapiencia técnica de manejar un torno paralelo, el hecho de que se le ponga
ante la necesidad de operar con un centro de control numérico (CNC) (ideado y
fabricado por otros trabajadores como él), aunque esta nueva forma de operar
implica la evidencia empírica de elevarle intelectual y técnicamente dado que comporta
previos conocimientos de informática, nuevo saber pericial sobre la naturaleza
de las herramientas de última generación, para el BIPR este hecho supone una
"representación mítica de la división del trabajo" y rebajarle al
"estado de rebaño".[35]
El corolario de esta forma de pensar es que para evitar semejante menoscabo,
habría que volver a la época todavía anterior a la del artesanado medieval, a
los tiempos de las tribus más primitivas, donde la división del trabajo sólo
existía entre hombres y mujeres, y donde cada individuo no sólo se encargaba de
cumplir todas las etapas de la producción de un artículo, sino que también
fabricaba las herramientas con las que se hacía ese producto, como ocurre
todavía entre los "yanomami" en las que todos los hombres conocen
tanto la técnica de fabricar flechas y
lanzas, como la de cazar.
Este
pensamiento abstracto olvida que "Los seres humanos hacen la historia,
pero bajo condiciones no elegidas por ellos, por eso la humanidad no se propone
nunca nada que no pueda alcanzar". En este sentido mitificar la división
social del trabajo tiene muy poco sentido en tanto no están dadas aun las
condiciones de su superación. Es algo que, aunque nos consta lo difícil que es,
hoy día sólo puede ser posible en las organizaciones de la vanguardia
revolucionaria. Pero la división del trabajo en el movimiento obrero como
unidad dialéctica complementaria entre la vanguardia revolucionaria y las
masas, sólo la pueden superar los deterministas económicos y los espontaneístas
revolucionarios que niegan la importancia política decisiva de la teoría. Y
aunque no lo digan expresamente, sospechamos que algo de esto se cultiva en el
huerto del BIRP
Por
eso se nos atribuye estar "fuera del movimiento de la sociedad", acusándonos de destruir
"flagrantemente
la dialéctica del proceso histórico... fijado en la mente de un grupo
iluminado", así como de "mistificar la división del trabajo en
el seno del movimiento antiburgués" y de "asimilar e idealizar" en el sentido de consagrar "las estructuras cosificadas y
cosificadoras...de la organización en el sistema de dominio". Y ya
subidos al jamelgo de su propia verborragia inconsistente e irresponsable, el
BIPR llega a decir que:
<<Ellos (el GPM) conciben al movimiento de los trabajadores
exclusivamente en función de la propia actividad y exigencias del pequeño
círculo partidario. Consideran que su función estriba en conducirlo y
gobernarlo desde las alturas celestes de su ciencia. Pretenden subordinarlo a
su propia acción y fines, imponerle desde arriba sus consignas y mantenerlo de
ese modo bajo su tutela para utilidad propia>> (BIPR: Ibíd. Lo
entreparéntesis es nuestro)
Para
decir cosas como éstas que acabamos de citar, el BIPR dedicó casi el 90% del
espacio empleado para su réplica a nuestro documento crítico de sus posiciones
sobre los acontecimientos que se han venido sucediendo en Argentina desde
diciembre de 2001. Y todo porque les hemos demostrado que la correlación
política de fuerzas que los compañeros imaginaron, impresionados por la espectacularidad
de las movilizaciones elementales en cuestión, es errónea, típica del
espontaneísmo revolucionario. Ésa fue la causa de nuestras discrepancias. Y a
la vista de que sobre este asunto se han abstenido de debatir, desviaron
farisaicamente la discusión hacia la naturaleza y función del partido
revolucionario, y para impugnar nuestras posiciones acabaron poniéndose en
contra de lo que ellos mismos han acordado y puesto negro sobre blanco en su "Plataforma", con la que
nosotros, en general, acordamos. Y no sólo se han colocado así fuera de su
propia organización, sino de la lógica histórica más elemental.
En
efecto, decir que la acción de pensar y difundir el pensamiento marxista es
algo que está "fuera de la sociedad", supone remitir la humanidad a
la etapa de la recolección. Como si la práctica teórica no formara parte de la práctica social a igual título
que la práctica de agitar y combatir directamente al enemigo de clase, o la más
básica y rudimentaria de fabricar salchichas, lo cual también supone la función
previa de pensar cómo.
Las "Tesis sobre Feüerbach" y la
práctica social como unidad dialéctica de práctica teórica y práctica política
Marx y Engels no partieron de abstracciones ni de conceptos teóricos
sino del ser humano concreto considerado en su actividad social, es decir, de
sus relaciones objetivas
"Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana,
que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al
cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se
imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado,
para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del
hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone
también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso
de vida. También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de
los hombres son sublimaciones de su proceso material de vida, proceso
empíricamente registrable y ligado a condiciones materiales.
<<La
moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de
conciencia que a ellas corresponden, pierden, así, la apariencia de su propia
sustantividad...No es la conciencia la que determina la vida sino la vida la
que determina la conciencia...se parte del mismo individuo real y viviente y se
considera la conciencia solamente como su conciencia. En cuanto se expone este
proceso activo de vida, la historia deja de ser una colección de hechos
muertos, como lo es para los empíricos, todavía abstractos, o una acción
imaginaria de sujetos imaginarios, como lo es para los idealistas...>> (K.Marx-F.Engels:
"La ideología alemana" Cap.
I-4: Esencia de la concepción materialista de la historia. El ser social y la
conciencia social)
Éste
es el contexto argumental en el que hay que ubicar las "Tesis sobre Feüerbach" en relación con actividades como
la elaboración teórica o la dirección política de un movimiento. Ponerlas ante
la necesidad de considerarlas como partes constitutivas de la práctica social en tanto totalidad, incluida la de
cualquier investigador científico, divulgador del pensamiento o militante
político, consideradas ambas en unidad dialéctica entendida como actividad
productiva en sentido general. Es allí, en la práctica social como unidad
dialéctica de formas y medios de acción, en permanente referencia a ella, y comprometido en ella, en la práctica social, donde los seres
humanos deben demostrar la verdad,
<<...es
decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. La disputa
sobre la realidad o irrealidad del
pensamiento ‑aislado de la
práctica‑ es un problema puramente escolástico>> (K.
Marx: Segunda tesis)
Y
en la octava tesis será todavía más explícito cuando define la teoría como
parte de la práctica social:
<<Toda
la vida social es, en esencia, práctica. Todos los misterios que
conducen la teoría al misticismo encuentran solución racional en la práctica
humana y en la comprensión de esa práctica>> (Ibíd)
Aun cuando había sido todavía más claro en los "Manuscritos Económico‑Filosóficos":
<<Pero
incluso cuando yo sólo actúo científicamente,
etc., en una actividad que yo mismo no puedo llevar a cabo en comunidad
inmediata con otros, también soy social, porque actúo en cuanto ser
humano. No sólo el material de mi actividad (como el idioma,
merced al que opera el pensador) me es dado como producto social, sino que mi propia
existencia es actividad social, porque lo que yo hago lo hago para la sociedad
y con conciencia de ser un ente social.
Mi
conciencia general es sólo la forma teórica
de aquello cuya forma viva es la comunidad real,
el ser social, en tanto que hoy en día la conciencia general
es una abstracción de la vida real y como tal se le enfrenta. De aquí también que
la actividad de mi conciencia general, como tal, es
mi existencia teórica como ser social.>>
(Op. Cit.:Tercer manuscrito)
Esto quiere decir:
1) Que
la teoría, junto al resto de las representaciones que los hombres se hacen del
mundo en que viven, forma parte de la práctica social;
2) Que
el carácter científico de la teoría, consiste en la objetividad de sus premisas
y en el descubrimiento de la legalidad que preside su despliegue lógico. Como
sucede con cualquier obra bien hecha que su creador antes de ejecutarla
proyecta en su cabeza.
3) Que
esta tarea no es teórica pura, una entelequia, sino teórico‑práctica.
4) Que
sus resultados son verdaderos independientemente del criterio político de la
práctica política, y que, en todo caso, la confirmación revolucionaria de ese
criterio no está en esa práctica, sino en haberla considerado como objeto
teórico para demostrar la verdad que hay en él, subvirtiendo de tal modo la
tradición ideológica anterior.
Esto
demuestra que no hay nada que permita entender a la práctica política como
criterio absoluto de verdad. Es justamente al revés. La verdad de la práctica
política tiene su posibilidad subjetiva de existencia y eficacia, en tanto
cumple lo previsto por la teoría científica. Porque, en general, esa práctica,
la práctica política, aparece bajo formas de conciencia que velan su propia
verdad. De ahí la necesidad de la ciencia para la igualmente necesaria
desmistificación de la propia práctica, y a modo de guía para una práctica
política racional que destruya las estructuras reales cosificadas y enajenantes de la práctica social
colectiva. En todo caso, la práctica política como criterio de verdad, solo
vale para los postulados de una acción particular, la de cada contendiente y
sus resultados, independientemente de la verdad o falsedad que hay en lo que a
cada cual le lleva al combate; para toda proposición política o histórica en la
que intervienen voluntades, individuales o colectivas, enfrentadas.
De modo que las "Tesis" no
invalidan el "a priori" de la práctica teórica científica sino que lo
destacan como parte ineludible de la práctica revolucionaria. Haciendo práctica social teórica, Marx y
Engels han procedido:
<<Totalmente
al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo
sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte
de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del
hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de
aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y,
arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los
reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. También las
formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son
sublimaciones de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable
y ligado a condiciones materiales. La moral, la religión, la metafísica y
cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden,
pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad...No es la conciencia la
que determina la vida sino la vida la que determina la conciencia...se parte
del mismo individuo real y viviente y se considera la conciencia solamente como
su conciencia. En cuanto se expone este proceso activo de vida, la historia
deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los empíricos,
todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como lo es
para los idealistas...>> (K.Marx-F.Engels: "La ideología alemana" Cap.cit)
Este es el contexto argumental en el que
hay que ubicar las "Tesis Sobre
Feüerbach". En la necesidad de comprehender, de integrar
constantemente la práctica teórica en la práctica social como un todo de
empiria y razón que da sentido a la praxis. Dicho de otro modo, desde el punto
de vista revolucionario, la práctica social es una unidad dialéctica
complementaria entre práctica teórica y práctica política, donde, a tenor de
nuestro razonamiento, el polo dominante de la relación es la práctica teórica,
en tanto "guía para la acción" aunque el decisivo sea la práctica
política.
Siguiendo
el hilo de nuestro razonamiento, se puede decir con total certidumbre que obras
teóricas monumentales como "El
Capital" o "El desarrollo
del capitalismo en Rusia", esto es, lo que el BIPR llama
despectivamente "teoría pura", no necesitan el criterio de la
práctica política para obtener
la prueba de la verdad científica, porque ésta ya la han pasado
teóricamente. Al contrario, lo que la práctica política del proletariado debe
demostrar prácticamente, es ser capaz
de cumplir con las exigencias políticas de la tendencia económica desvelada
teóricamente por la ciencia del materialismo histórico. Más esclarecedor que
las "Tesis sobre Feüerbach"
nos parece aquel pasaje de l843 en su Introducción a la "Crítica de la Filosofía Hegeliana del Derecho Estatal",
donde Marx dice que:
<<...El
arma de la crítica (teórica) no
puede reemplazar a la crítica de las armas, pero se hace revolucionaria cuando
se apodera de las masas...>> Op. Cit. Lo entre paréntesis es nuestro)
Incluso el hecho de llevar esa razón por adelantado, da a la ciencia
un carácter político que trasciende su
objetividad teórica, al hacer de ella un
poderoso arsenal revolucionario[36].
Tal es el sentido de las palabras de Marx en su Prólogo a la primera edición de
"El Capital" donde afirma
que la teoría "puede abreviar y mitigar los dolores del parto"
socialista De modo que, para Marx, tanto la acción política directa, como la
teoría, son dos partes integrantes necesarias de la práctica social
revolucionaria.
Otra
cosa es cómo se conseguirá, cuando; las veces que será preciso intentarlo;
cuantas indecisiones habrá; cuantos errores, las formas que adoptará la lucha,
sus sinuosidades, interrupciones, avances, retrocesos, triunfos, derrotas,
etc. En estas múltiples alternativas
posibles y menos previsibles, se hace patente el desafío de la historia:
<<...cualquier
intento de dar por sentadas de antemano con toda precisión las
probabilidades de la lucha, sería pura charlatanería o pedantería imperdonable.
Marx consideraba la historia desde el punto de vista de los
que crean sin poder prever infaliblemente por adelantado las probabilidades de
éxito...>>( V.I.Lenin: "Prólogo a la Edición Rusa de 1907
de las "Cartas a Kugelmann",
Ed. La Habana/75 Pp.l6)
Este
contexto histórico -contrapartida política del contexto teórico- dentro de la
práctica social, este horizonte de posibilidades abiertas a la acción política
que ninguna teoría puede aprehender "a priori", es el que da sentido
y significación a la "Novena Tesis". Porque en medio de un cúmulo de
circunstancias que se atropellan unas con otras, la mayoría de ellas
contradictorias y a veces absurdas y hasta azarosas[37],
solo la práctica-práctica -como decía Althusser- el resultado de la lucha, es
el juez inapelable de la acción política. Pero de la acción en sí misma -en sus
planteos tácticos, políticos o militares- no de la teoría que justifica esa
acción, cuya verdad reside en el ámbito puramente teórico de la práctica
social. Es decir, el juicio acerca de los principios de cualquier acción
política, no reside en la acción misma, porque esos principios han obtenido el
veredicto de su razón antes o "a priori" de los resultados políticos
tangibles "a priori", esto es, en el resultado científico previo a su
manifestación empírica. Y es así, porque ‑precisamente en virtud de la
veracidad y necesidad histórica de sus
postulados‑ tales conclusiones teóricas llevan el criterio de
verdad en sí y por sí mismas, son el fundamento de la práctica misma: su razón
de ser y su guía para la acción política.
Por
lo tanto, puede afirmarse con total certidumbre que la práctica política es
criterio de verdad, a condición de poner LA VERDAD surgida de la acción teórica,
como fundamento de la práctica política misma.[38]
Asumir la práctica política como rasero absoluto de verdad social significa
negar el concepto dialéctico de praxis revolucionaria entre práctica teórica y
práctica política, quedando al pairo de lo empíricamente dado. Tal es el
sentido político del reformismo y su método: el pragmatismo y el oportunismo.
Como parte de la praxis revolucionaria ‑previa y posterior a la acción
política‑ media la acción teórica. Pero esta relación dialéctica de
complementación entre teoría y práctica, este ámbito en el que la conciencia
objetiva del proletariado se proyecta hacia la revolución, sólo es
coherentemente posible y coadyuvante a esos fines, a condición de suponer o
tener muy en cuenta los resultados científicos previos, en nuestro caso,
ceñirse estrictamente a los principios fundamentales que deben guiar esa
práctica política, esto es: "El
Capital".
De
modo que, en esta instancia de la práctica social revolucionaria, de la acción
política, lo que se piensa en medio de la lucha, la acción teórica, para ser
verdaderamente creadora y fecunda, debe permanecer estratégicamente subordinada
o sujeta a los resultados científicos previos del materialismo histórico
aplicado a la realidad social, esto es las leyes objetivas del capitalismo
descubiertas por Marx. Pero aunque de ella, de la política, sea imposible
esperar la formulación de leyes -porque para eso, hacen falta comportamientos
regulares, líneas de acción fijas y uniformes, objetivas, independientes de la
voluntad de los hombres, medibles, como la ley del límite absoluto de la
jornada laboral o la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia (y esto
es imposible en la medida en que su objeto: el comportamiento de sujetos
políticos enfrentados, cambia constantemente)-, no obstante, esta meditación y
esta acción constitutivas de la praxis revolucionaria, resultan decisivas. Son la causa eficiente de la subversión.
Porque si bien las leyes que rigen la estructura constituyen su base, la
historia es bastante más que eso: no basta comprender y explicar la sociedad
basada en la producción de mercancías, sino que hay que abolirla.
En
suma, la teoría científica descubre las leyes inmanentes que rigen el
desarrollo social, anticipa la inevitabilidad de la lucha y reclama por la
necesaria resolución de las contradicciones en el sentido previsto por ella, en
tanto que la práctica política ‑incluída
su teoría‑ se encarga de dirimir en los escenarios de la historia,
cuando, como y cuales serán las alternativas que harán realmente posible lo
necesario.
Función
del partido revolucionario
De todo esto se desprende que, desde el
punto de vista revolucionario la práctica
social es una unidad dialéctica complementaria entre práctica teórica y práctica política, donde la primera
funge -para decirlo en términos aristotélicos- como causa formal o guía de la segunda que es su causa eficiente, ambas en
función de la causa final que
es la revolución[39]. El
corolario de este razonamiento, es que si la práctica teórica y la práctica
política constituyen la practica
social como unidad dialéctica de la práctica teórica y de la práctica política, y si la práctica social del partido
revolucionario consiste en fundir la
teoría revolucionaria con el movimiento obrero, la práctica social del movimiento obrero revolucionario
consiste en hacer la revolución.
¿Qué significa esto de "fundir la
teoría revolucionaria con el movimiento obrero"? Por un lado supone que el
partido interviene en el movimiento obrero espontáneo, que sus miembros llevan
allí la teoría revolucionaria
aplicada a la lucha de clases, tanto bajo la forma de propaganda, esto
es, de explicación de las razones de clase políticas de cada conflicto, como
bajo la forma de agitación, de propuestas concretas de acción.
Esta práctica
social no sólo lleva implícita la práctica
teórica de explicarse y explicar, sino, de hecho, la práctica política de dirigir al movimiento
espontáneo. Y cuando hablamos de la teoría,
del materialismo histórico aplicado a cada conflicto, queremos
significar que no se trata de explicar los principios generales del
materialismo histórico, la herramienta en sí misma, qué es y cómo está hecha
esa herramienta política, sino de explicar cómo
se usa esa herramienta. ¿Por qué? Pues, porque el movimiento espontáneo
aprende por experiencia, por manejo de una cosa para hacer otra. Antes de la
toma del poder, los revolucionarios no tenemos universidades de masas con
capacidad material y tiempo para enseñar a todos
los asalariados los fundamentos teóricos del materialismo histórico. Apenas si
podemos aprender estos fundamentos como autodidactas, entre nosotros, dentro
del partido, en las escuelas de cuadros, apelando a la memoria teórica del
movimiento, que con eso es más que suficiente.
En el curso de esta experiencia, aquellos
compañeros más lúcidos y abnegados en la lucha que demuestren interés por
conocer los fundamentos del materialismo histórico, todas estas cosas que
decimos aquí, esa demostración es signo de que están sobre el camino de la
autoconciencia, de la conciencia de clase. Esos pasan a engrosar el partido.
Así procedieron los bolcheviques; tal es, sumariamente, la lógica que Lenin
desplegó en su "¿Qué Hacer?"
En síntesis, para el GPM, el Partido Comunista Internacional debe formar parte
constitutiva del movimiento real de la sociedad, actuando al interior del
movimiento obrero, entendido como unidad
dialéctica complementaria entre el movimiento obrero espontáneo y el movimiento
político autoconsciente. Pero éste último se concibe organizado independientemente,
tanto respecto del movimiento espontáneo como respecto de los demás partidos,
sean de composición obrera o burguesa. Lo entendemos como la fusión orgánica
entre el materialismo histórico y la parte de la clase asalariada que decida
convertirse en portadora de esas ideas revolucionarias. Su objetivo es unificar
políticamente al movimiento obrero espontáneo en torno a las ideas del
materialismo histórico aplicado, cuya síntesis es el programa, para actuar con conciencia de clase en el sentido
de las leyes que presiden el movimiento económico de la formación social
burguesa previstas por la teoría revolucionaria, tratando de trasladar las
contradicciones económicas y sociales cada vez más agudas del sistema al
terreno político, dirigiendo
el proceso en sentido revolucionario al mismo tiempo que tratando de
"acortar y mitigar los dolores" del necesario parto socialista.
La
formación del partido no pasa, pues, por la tarea previa de unificar a la clase
en torno a la lucha reivindicativa pretendidamente independiente de la patronal
y de la burocracia sindical, como lo sugiere el BIPR en "El movimiento de los piquetes", sino que es al revés,
dadas las condiciones objetivas y subjetivas favorables, el proceso de
unificación clasista del proletariado se desarrolla y extiende según el ritmo
en que una parte socialmente significativa de su vanguardia política se unifica
en torno a la teoría revolucionaria: el materialismo histórico. Tal es la
acertada significación de las palabras de Lenin cuando en su "¿Qué Hacer?" dijo que: "sin teoría revolucionaria no puede haber
movimiento revolucionario"
De
hecho, los gérmenes del partido bolchevique no surgieron de ninguna experiencia
previa de unificación clasista del proletariado ruso por la base, sino que su
principio activo, discurriendo por completo al margen del movimiento espontáneo
de las luchas obreras -aunque estimulado por él- consistió en unir a la
intelectualidad revolucionaria rusa en torno al materialismo histórico. Desde
1895 en que se constituyó la "Liga
para la liberación de la clase trabajadora de San Petersburgo" -uno de
cuyos miembros principales fue Lenin en compañía de Plejanov, Martov, Axelrod y
otros- el cumplimiento de esa tendencia a la unidad socio-política de la teoría
revolucionaria, fue el resultado de un proceso de lucha ideológica encarnizada
entre distintas corrientes de pensamiento al interior del movimiento político del proletariado. En
ese momento Lenin se dio cuenta de que el aglutinante para que una pequeña
organización o grupo de organizaciones moleculares dispersas sintetizaran en un
gran partido, es la teoría revolucionara, el materialismo histórico aplicado a
la realidad económico-social de Rusia, porque de ahí surgen con exactitud las
líneas directrices de la acción política y el programa del futuro partido. Esta
idea inspiró su gran obra fundamental: "El
desarrollo del capitalismo en Rusia", arma con la que el POSDR dio su
exitosa batalla contra el populismo encarnado en los "eseristas" del
"Partido Socialista
Revolucionario". En el curso
de ese proceso, aun cuando sería totalmente falso decir que los soviets de 1905
fueron teóricamente previstos por el POSDR, lo cierto es que sus militantes
contribuyeron muy mucho a que el movimiento obrero ruso sintetizara
políticamente en esa forma organizativa singular de eficacia revolucionaria
históricamente insuperable.
En este sentido, si después de todo
parecemos acordar en:
1) Que la función del partido no
consiste en "acelerar" la
clarificación de nada que el proletariado espontáneo pueda supuestamente
comprender por sí mismo en algún momento por el sólo hecho de
"luchar", como el espontaneismo revolucionario le hace sugerir al
BIRP. No. El partido, es en sí y por sí la comprensión y la clarificación del
quehacer revolucionario; es la condición
suficiente de ese conocimiento y de esa clarificación. Es atribución
exclusiva suya, pero sólo en la medida que demuestre capacidad para ello. Tal
es el matiz de diferencia con los partidos revolucionarios autoproclamados
tales. Aquí es donde adquiere todo su significado político la segunda tesis
sobre Feüerbach.[40]
2) Que el partido no sólo está
para clarificar los procesos políticos, sino para dirigirlos.
Pero
seguidamente a lo que acabamos de comentar críticamente, los compañeros
agregan:
<<Esto
permite aclarar por qué la emergencia
del partido comunista, apenas concebida y deseada por nuestros ínfimos núcleos
políticos, cierra y condensa todo un periodo de preparación
social y política hacia la revolución, cuyo recorrido, por su propia
naturaleza, no tiene lugar fuera, sino en y por el proceso histórico, en y por
la praxis revolucionaria>> (Ibíd)
Entonces, si la vanguardia
revolucionaria organizada, el partido comunista, es la condición que
"cierra y condensa todo un período de preparación" -de verdadera
transformación sustancial del capital variable en proletariado autocinciente-,
y dado que en Argentina esa condición ha venido brillando por su ausencia,
debemos concluir que, aun en el caso de que estuviera preparado -en el sentido de volverse totalmente permeable a
las ideas revolucionarias-, el proletariado espontáneo de ese país está muy
poco o nada capacitado para "identificar a su enemigo de clase" y
menos aún para "romper con él".
Las
falacias y contradicciones en el discurso del BIPR
El BIPR
discrepa del GPM en esto. Dice -como más arriba hemos citado- que el proletariado
argentino sí está "capacitado" "para identificar a su enemigo
de clase" y para romper políticamente con él, esto es, que se cumple
la "primera condición" para hacer la revolución. Pero, al mismo
tiempo, en el mismo contexto literal de su línea argumental, contradictoriamente
reconoce que falta la "segunda condición", esto es, que el partido
revolucionario no existe, ni en Argentina ni en ningún otro sitio. Este reconocimiento
es lo que precisamente parece dar sentido al propio nombre de esa organización,
dado que se hacen llamar "Buró Internacional para el Partido Revolucionario".
<<O
se ha trabajado por largo tiempo en favor de su formación y de su radicación
al interior de las masas proletarias, o bien las ondas insurreccionales están
destinadas a desaparecer para dejar el lugar a la derrota y al sentido de
impotencia...>> (BIPR:
"La lección de Argentina")
Pero,
entonces, ¿para qué sirve el partido revolucionario?. Lo dicen a continuación:
<<...
El imperativo para las magras vanguardias revolucionarias que hoy operan
internacionalmente, aunque su actividad se refiera sólo a ámbitos restrictos, es
el de crecer, enlazarse, el de acelerar el proceso de clarificación de
los acontecimientos en términos de lucha de clase y de perspectivas políticas,
incluso si éstas no son inmediatas.>> (Ibid.)
De modo que según esta interpretación, el partido no clarifica sino que
"acelera el proceso de clarificación". O sea, que funge como un
catalizador en los procesos químicos, donde una sustancia así llamada, altera
la velocidad de una reacción entre otras dos sustancias, sin que se opere en
ella misma cambio químico alguno. El cambio químico se opera por la reacción en
sí y por sí misma. El símil de todo esto en la sociedad burguesa, vendría a ser
la "reacción" o conflicto político que se produce al interior del
movimiento obrero espontáneo, entre su condición capitalista o de "ser en
sí" del capital, y su condición de autoconciencia en lucha contra el
capital, futuro "ser para sí" en el nuevo Estado socialista. Según el
símil químico, si en todo este proceso al partido se le atribuye la función que
en la química desempeña el reactivo, entonces no tiene nada que ver con el
proceso en sí mismo, sino con su "tempo". Simplemente lo acelera.
Entonces, las crisis del capitalismo, ¿qué función cumplen? Son un reactivo
entre el movimiento obrero espontáneo y el capital. ¿Y qué aceleran, qué
precipitan? La crisis revolucionaria. Muy bien. Estamos de acuerdo. Pero el
caso es que, el reactivo, el partido, aunque conserve su propia naturaleza,
esto es, que no se opere en él ninguna transformación sustancial, ninguna
mutación, sí en cambio transforme la sustancia sobre la que actúa, en este
caso, el proletariado. En efecto, si, por ejemplo, al hidrocarburo llamado
metano (CH4)
-símil del proletariado como capital variable o conciencia obrera enajenada- lo
ponemos en contacto con oxígeno (O2), explota. Como síntesis de esta reacción tenemos que
el oxígeno se combina con el átomo de carbono del metano pasando a formar el
partido: dióxido de carbono (CO2) y agua (H2O), liberando
dos átomos de hidrógeno (como cuando en agricultura se "libera" la
paja del trigo). Pero el oxígeno, la
teoría revolucionaria, en tanto sustancia o autoconciencia, sigue allí, no ha
cambiado, sólo se ha mezclado con el carbono -símil del proletariado
espontáneo- para formar el partido (CO2). Como en la naturaleza,
ocurre también la sociedad que cuando el O2 de la teoría revoluciona
se combina o fusiona con el C del movimiento obrero espontáneo, la
reacción se produce casi de inmediato. La diferencia en este caso entre la
sociedad y la naturaleza, radica en que para conseguir juntar esos dos átomos
de oxígeno con el de carbono, la vanguardia revolucionaria de la sociedad
capitalista tarda años:
<<O
se ha trabajado por largo tiempo en favor de su formación (la
del partido) y de su radicación al interior de las masas proletarias, o bien las ondas
insurreccionales están destinadas a desaparecer para dejar el lugar a la derrota
y al sentido de impotencia.>> (Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)
En éste párrafo -dentro
del contexto literal en que ha sido expuesto- la idea de lo que efectivamente
dice aparece clara como el agua, una excepción a la regla en el lenguaje
criptográfico[41] que
caracteriza la fraseología del BIPR. Como sostuvo Lenin desde que tuvo uso de
razón política, sin partido revolucionario no puede haber movimiento
revolucionario. Pero veamos este otro pasaje del discurso:
Ya que la conciencia de la clase es a fin de cuentas
siempre sólo la de la práctica existente, la convergencia entre la clase y su
programa histórico en la organización revolucionaria consciente está lejos
de reducirse a una labor de ilustración; por el contrario, requiere de la
dislocación de los poderes e influencias burgueses y reformistas que
circunscriben el horizonte del proletariado en la economía y la política del
capitalismo. El rol mediador entre esta situación ideológica y política de
ruptura de los movimientos de masas y el acceso a nuevas formas de consciencia
y de orientación revolucionaria prefiguradoras del objetivo final, incumbe
plenamente al partido comunista, pero los elementos de esta toma de
conciencia deben estar ya presentes en la situación objetiva[42]. (Ibíd. El subrayado es
nuestro)
Veamos la primera parte de este párrafo.
Cierto, la autoconciencia de la clase,
o, por mejor decir, la autoconciencia en
la clase, en los asalariados, es el producto de un proceso que consiste
en algo más que enseñar o ilustrar. Pero con esta forma criptográfica de decir
las cosas, en este caso lo que se quiere decir, con Rosa Luxemburgo, es que
-como el valor en el producto de todo trabajo antes de ingresar al mercado-
la autoconciencia ya está puesta al interior del "ser en sí" del proletariado,
esto es, en su condición de capital variable y lo que necesita es desarrollarse
a instancias de la lucha. Así de simple. ¿En realidad es así, la conciencia
de la clase obrera es como el "ser en sí" del trabajo contenido en
su producto? Pues, no, porque se trata de un trabajo enajenado y, por tanto,
de una conciencia enajenada que nada tiene que ver con la autoconciencia. El
"ser en sí" del proletariado no contiene ni un átomo de autoconciencia.
Sólo existe en él la condición social de existencia para ser autoconciente de
su trabajo, la posibilidad abstracta, nada más, lo cual es completamente distinto.
¿En qué consiste esa condición social? En que el proletariado, no tiene nada
que reclamar en la sociedad burguesa, porque esta sociedad es la absoluta pérdida
de su trabajo y de su producto, en tanto está absolutamente despojado de las
condiciones materiales de su producción. De ahí el famoso aforismo de Marx:
"El proletariado no tiene más que perder que sus cadenas". Si se piensa
que la autoconciencia ya está puesta en el "ser en sí" del proletariado,
no puede haber ruptura epistemológica, porque semejante concepción hegeliana
supone reemplazar la unidad por la identidad de los contrarios. (Cfr. http://www.nodo50.org/gpm/dialectica/20.htm).
Si la autoconciencia
del proletariado ya estuviera metida en su inmediatez, no podría dejar de ser
la autoconciencia del dinero, esto es, el capital. La autoconciencia se adquiere
no es congénita.
Pero, volvamos sobre la misma pregunta: ¿qué es la autoconciencia del
proletariado o conciencia de clase? Porque el BIPR no ha hecho más que
circunloquios en torno a esta cuestión, pero no ha entrado en ella. Y su llave
está en lo que ya hemos tratado más arriba acerca de las "Tesis sobre Feüerbach", cuya implicancia política se
presenta ahora. En general, la autoconciencia del trabajo social está puesta en
el momento en que el proletariado alcanza plenamente el saber de su propia
acción y lo ejerce. Ese saber incluye también el conocimiento de las
condiciones de su acción porque no se trata de una libertad irrestricta sino
históricamente condicionada ¿Por qué cosa? Por la "racionalidad
objetiva". Y ¿qué cosa es ésto de la "racionalidad objetiva"? Lo
que las leyes del capitalismo y su desarrollo hasta el momento de la
"emancipación" exigen hacer al proletariado -y cómo, esto es los
medios y la forma de hacer- desde que se encuentra ante la responsabilidad
histórica de asumir su libertad, de demostrar lo que es capaz de hacer. Por lo
tanto, la autoconciencia no consiste SOLO
en la voluntad política de poder
como clase social, sino en el ejercicio efectivamente
revolucionario de esa voluntad. Y con esto queremos significar que no basta o
no es suficiente con haber tomado el poder -situación que algunas veces ocurre
sin saber cómo- sino también -y sobre todo- saber qué hacer a partir del día
siguiente y exactamente de qué manera. De lo contrario, la ley del valor,
vuelve a poner las cosas como estaban. Y sobre esto no hay más que estudiar esa
experiencia arquetípica que fue la revolución rusa, para sacar la conclusión de
que sin la vanguardia revolucionaria organizada, la autoconciencia requerida,
esto es, el conocimiento de la acción propia y de la racionalidad objetiva
necesaria para llevar adelante su lucha, el ejercicio del poder proletario, su
emancipación, es imposible.
En este contexto, que en el rechazo de toda estructura partidaria por
parte del movimiento piquetero el BIRP advierta la preeminencia del polo
revolucionario frente a la tendencia reformista de los partidos políticos
existentes, está la impronta del espontaneísmo revolucionario que subyace en
todo su discurso. Si tal fuera esa supuesta predisposición, ¿cómo se explica
que este movimiento acepte la consigna contrarevolucionaria de asamblea
nacional constituyente que lo preside? Lo que pasa es que es al revés: el hecho
de que los piqueteros rechacen toda estructura partidaria, supone que rechazan
también autoorganizarse como partido político independiente. Lo que pasa es que
ese movimiento sigue unido a su cordón umbilical visceralmente anticomunista
que le une al reformismo, y no ve aun ni de lejos la necesidad de una
organización política verdaderamente revolucionaria. Esto no quiere decir que
la fortaleza de su ideología reformista sea la misma que cuando Perón expulsó a
los Montoneros de Plaza de Mayo el 1 de mayo de 1974. Esa idea nacionalista
burguesa furibundamente anticomunista reminiscente tras la "edad de
oro" perdida desde la "revolución libertadora de 1955[43],
tiende a debilitarse paulatinamente a golpe de sufrimientos determinados por
las necesidades históricas de la ley del valor, de la cual ésta que el
movimiento atraviesa desde el 20 de diciembre de 2001 forma parte y es una más.
Pero en tanto y en cuanto que en esa experiencia sigue pesando fuertemente el
gran condicionante histórico de las organizaciones políticas aún ancladas en el
pasado populista reminiscente, a la vista del signo político que sigue
presidiendo la lucha de los explotados en ese país, la tensión entre reforma y
revolución no parece inclinarse demasiado a favor del cambio subversivo que
requieren las circunstancias.
Entonces, el proletariado no llega a su ser autoconciente sólo por la ilustración o el
conocimiento de la vanguardia organizada, pero sin esa ilustración o
conocimiento impartido por su vanguardia política organizada, y, sobre todo,
sin la lucha ideológica y política eficaz contra las estructuras fetichizadas
de la burguesía, contra sus aparatos ideológicos estatales y contra las
reminiscentes fuerzas políticas reformistas predominantes en su movimiento, tal
posibilidad de superar su "ser para sí" dentro del capital, sigue
siendo abstracta, aunque en determinado momento pueda encontrarse con el poder
en sus manos. En el caso del proletariado argentino, esta posibilidad sigue
siendo tan abstracta hoy como antes del 20 de diciembre de 2001. En síntesis,
la lucha de clases elemental es la condición
necesaria de la revolución, pero la teoría revolucionaria y la memoria
histórica encarnadas en la vanguardia comunista organizada, es la condición suficiente para
cumplir el proceso, la sustancia o fuerza espiritual que tira de él en esa
precisa dirección. Tal es la importancia del partido. Todo lo demás es
verso, pura fraseología revolucionaria para esconder -consciente o
inconscientemente- el oportunismo típico de las organizaciones reformistas y
centristas, que no hacen más que enredar y confundir respecto de la cuestión en
debate. Y la confusión teórica conduce directamente a la parálisis política. A
ver si esto lo puede resolver el instinto de clase.
Por ejemplo, siguiendo con
la segunda parte del párrafo que estamos comentando, se dice allí que la
conciencia de clase "requiere de la dislocación de los poderes e
influencias burgueses y reformistas que circunscriben el horizonte del
proletariado en la economía y la política del capitalismo". Seguidamente
se afirma que "entre esta
situación ideológica y política de ruptura de los movimientos de masas y el
acceso a nuevas formas de consciencia y de orientación revolucionaria prefiguradoras
del objetivo final" se inscribe "el rol mediador" insustituible
"del partido comunista", pero termina siendo igualmente enfático en
que "los elementos de esta toma de conciencia deben estar ya presentes en
la situación objetiva". Qué quiere decir aquí el verbo "requerir",
porque esta expresión significa tanto obligar, e imponer, como pedir,
necesitar, y solicitar, esto es, significa al mismo tiempo pedir o demandar
algo como condición de existencia (en este caso de la autoconciencia) tanto
como exigir de, o imponerle a ella otro algo, no ya como condición de
existencia, sino en tanto ya realmente existente. Entonces, ¿en qué quedamos,
la autoconciencia de clase supone ya "la dislocación de los poderes e
influencias burguesas y reformistas" o exige que esta dislocación se produzca?[44].
Para nosotros no hay duda
de que la autoconciencia de clase no tiene por qué presentarse en un momento
preciso, puede ser antes o después del "dislocamiento"; no tiene una
condición temporal previa que dependa de un acontecimiento determinado. Pero
sin autoconciencia en función directriz, no hay triunfo revolucionario posible.
Sin ir más lejos en la historia, en 1997 un conglomerado policlasista descoyuntó
los poderes establecidos en Albania pero no formó gobierno propio ni destruyó
el Estado burgués vigente. Cfr:http://www.nodo50.org/gpm/argentina/00.htm.
En cuanto a la revolución rusa, Lenin tiene dicho por ahí que al momento de
discutirse la ofensiva para la toma del poder, las bases del partido estaban
a la izquierda del comité central y las masas a la izquierda del partido. Y
esta realidad fue la que resolvió la discusión.
De modo que la acción de
dislocar los poderes de la burguesía no tiene por qué ser la prueba de la
autoconciencia en ejercicio del proletariado en ninguna parte. Puede o no puede
serlo, es contingente. Y por supuesto que entre el antes y el después de la
toma de conciencia y de su acción consecuente, se inscribe el necesario
accionar ideológico y político independiente de la vanguardia revolucionaria,
antes y después de convertirse en partido, esto es, como organización política
con influencia de masas sociales de magnitud.
Y al final del párrafo,
afirmando que "los elementos de esta toma de conciencia y de orientación
revolucionaria deben estar ya presentes en la "situación objetiva" -o
sea, antes de la necesaria mediación del partido- es cuando el BIRP acaba por
confundirlo y al mismo tiempo aclararlo todo. Confundirlo en cuanto a que no
aclara previamente el significado de la expresión "situación
objetiva"; aclararlo en tanto que el término situación objetiva comprende en unidad a las condiciones objetivas (situación
económico-social), y a las condiciones
subjetivas (situación política, especialmente el estado de conciencia y
disposición política del proletariado). En efecto, si al término situación objetiva se le
confunde o identifica con las condiciones objetivas, esto
quiere decir que los elementos constitutivos de la autoconciencia no están
completos antes del disloque; en cambio, si a esa expresión se le atribuye el
segundo significado, estamos en otra cosa, en que esos elementos constitutivos
de la autoconciencia proletaria ya están presentes en el movimiento y el
proletariado ha dejado de ser espontáneo. En este último supuesto, la "mediación
del partido" sólo funge después del disloque.
Pero exceptuando estas
circunstancias excepcionales, la única “autoconciencia” que determina el
comportamiento del proletariado espontáneo, es la del dinero del capitalista
bajo la forma de salario que alcanza el saber de sí mismo en los medios de vida
con que el trabajador reproduce su fuerza de trabajo al interior del
capitalismo. No es la autoconciencia del productor independiente sino su
"independencia" como objeto de explotación en el trabajo y como mero
consumidor fuera de él, lo que pone en juego normalmente el instinto de clase, porque se trata de la vida
misma del asalariado, de sus condiciones de trabajo y de vida. Incluso si este
acto de consumir lo realiza en un intervalo del proceso productivo mismo, como
hemos dicho ya citando más arriba una profunda y certera meditación de Marx.
La lucha del proletario espontáneo está
primordialmente determinada por esta realidad, la de su subsistencia como clase
subalterna del capital, cuya libertad no pasa de sus opciones -que no
elecciones- de consumo, dado que, para elegir entre las distintas alternativas
de consumo, hay que tener libertad para producir, lo cual exige la elaboración
de un plan de producción, algo de lo que el proletariado espontáneo está excluido,
no sólo porque no es propietario colectivo de sus condiciones de trabajo, sino
también, o además, porque con su saber limitado por la relación inmediata con
su patrón, no puede concebir y ni siquiera imaginar esas alternativas de
consumo. La lucha de los piqueteros argentinos está limitada por esta condición
actualmente inexistente de su existencia. Luchan por un empleo. Nada más.
La enajenación del trabajo supone la
enajenación del trabajador respecto de su vida
genérica, esto es, respecto de los medios de producción con que opera,
lo cual le enajena respecto de la naturaleza que le rodea y la sociedad en que
vive. Al verse privado de que esos medios de producción sean considerados por
él como medios de su individualidad, su ser
genérico, en tanto productor y reproductor de su vida se convierte en
una abstracción, en algo que no cabe en su cabeza. Este razonamiento llevó a
Lenin a entender y expresar en el "¿Qué
hacer?" que, de tal modo envuelto o encerrado en el proceso de
valorización, el proletariado espontáneo «no puede ser consciente del
antagonismo irreconciliable de sus intereses con el conjunto del moderno
sistema político y social». De ahí la importancia decisiva del partido.
El BIPR está en radical
oposición con este razonamiento, que califica de "leninismo
talmúdico", atribuyéndole una concepción del partido al margen de la
realidad del movimiento espontáneo. Esta organización razona del siguiente
modo: si como es cierto que la conciencia no flota en el aire sino que está en
las contradicciones objetivas de la sociedad, y, dado que los asalariados subsumidos en el capitalismo
encarnan a las fuerzas productivas, esto es, que son su componente fundamental,
también es cierto que dentro de la misma relación capitalista, existe ya, en germen, como potencia, la autoconciencia
proletaria; ese germen está en la relación capitalista originaria entre
patronos y obreros, esto es, en el obrero espontáneo, en tanto componente
humano de la contradicción fundamental
entre las fuerzas sociales productivas y las relaciones de producción
capitalistas. De lo contrario, habría que aceptar, con Hegel, que la
autoconciencia es el puro pensamiento que, desde fuera de la realidad social
del movimiento, desde fuera de su práctica social, en sí y por sí determina la
existencia del proletariado como ser social y político. Pero esta concepción
está en las antípodas del materialismo histórico respecto de la relación entre
el ser social y la conciencia de su ser, concluye el BIPR, por tanto, el modelo
de partido formulado por el GPM de
acuerdo con el planteo de Lenin en el "¿Qué
hacer?" deja a la vanguardia revolucionaria fuera del movimiento
proletario y actúa como "partido providencia".
Como ya hemos visto, al no
integrar la práctica teórica -como arma de la lucha ideológica- dentro de la
práctica social junto a la lucha económica y la lucha política, el BIPR está
determinado por una concepción unilateral, practicista y espontánea de la lucha
de clases. De ahí que, habiendo hecho una mala lectura del "¿Qué hacer?"
conciba a la vanguardia revolucionaria fuera del movimiento de la clase, de ahí
su idea del "partido providencia".
En realidad, cuando Lenin elabora su
teoría del partido, en ningún momento lo ubica fuera del movimiento de la
clase, sino que lo concibe dentro de él, en íntima relación dialéctica de
complementariedad, como el correlato de la unidad entre práctica teórica y
práctica política que llama "praxis", aplicada al movimiento obrero
espontáneo en su "lucha económica" por mejores condiciones de vida y
de trabajo dentro de la relación capitalista, en tanto capital variable. Y lo
que viene a decir Lenin no es que la vanguardia revolucionaria organizada
introduce la conciencia revolucionaria "desde fuera del movimiento de la
clase", sino desde "fuera de la relación inmediata o económica” con
sus patronos capitalistas, que no es lo mismo. Y esto tampoco significa que la
vanguardia revolucionaria organizada en su condición de portadora del
materialismo histórico -aplicado a la sociedad en su conjunto- se considere
exterior a la lucha económica en el sentido de ser extraña e indiferente
respecto de ella, que no quiere saber nada con ella y la ignora. Al contrario,
entiende formar con ella una unidad dialéctica, en la que se considera su
antítesis, que busca sintetizar históricamente en su autoconciencia. Como que
la función del partido consiste en fundir la teoría revolucionaria con el
movimiento espontáneo. En tal sentido, el concepto leninista de partido es externo al proletariado
espontáneo, pero intrínseco a su movimiento, tanto como que tiende a dirigirlo
según su naturaleza revolucionaria no desarrollada; es su alma o
inteligibilidad entera, cuya forma de manifestación espontánea, enajenada sólo
contiene en germen su autoconciencia. Y siendo lógicamente intrínseco es al
mismo tiempo orgánicamente externo, independiente del proletariado espontáneo,
precisamente porque, de lo contrario, no podría haber en su conciencia ruptura
conceptual como condición de su autoconciencia a instancias de su propia lucha,
de su propia experiencia.
Por lo tanto, Lenin concibe al
partido como la parte consciente del movimiento de la clase, donde su lucha
espontánea, constituye su parte inconsciente o conciencia falsa. Puesta la
relación de esta forma, aparece claro que el partido está fuera de la relación
inmediata entre patronos y obreros, en el sentido de que no forma parte de la
estructura capitalista en la que el asalariado está inmerso y sujeto en cuerpo
y espíritu. Así, en tiempos de retroceso ideológico y político, la vanguardia
revolucionaria, necesariamente dispersa, es la continuidad del espíritu
revolucionario, de la autoconciencia de las fuerzas sociales productivas,
dentro de la discontinuidad de la lucha de clases elemental. Y en tiempos de
alza o ascenso, esa misma vanguardia es la única parte de la sociedad con
capacidad de fusionar o vincular ese espíritu revolucionario: el materialismo
histórico, con el movimiento espontáneo, tanto para unificar a la vanguardia
revolucionaria, como para completar la tarea de construir el partido, ayudada
por el factor cohesionante de las masas en movimiento, hasta conseguir que una
mayoría de asalariados sin partido, rompan políticamente con el sistema.
Este razonamiento ajustado a la
realidad del movimiento y a su memoria histórica, desmitifica la concepción
espontaneísta revolucionaria, en realidad y verdad sólo existente en la mente
de sus partidarios. Porque éste sí que es un verdadero fetiche, no el presunto
"fetiche organizacional" atribuido por los espontaneístas políticos
al leninismo. De hecho, el movimiento asalariado jamás ha sido puramente
espontáneo, porque siempre ha obrado integrando las pautas de una vanguardia
históricamente determinada por las ideas políticas predominantes en cada
momento. Y en esto, el movimiento piquetero argentino no ha sido en absoluto
una excepción. Ya nos hemos referido a la influencia decisiva que tuvo el
movimiento intelectual adscripto al socialismo utópico y a las ideas de
Proudhon durante los hechos protagonizados por los comuneros de París en 1871.
De ahí la importancia del concepto que Marx alumbró desde 1843, respecto de la
relación entre "el arma de la crítica" teórica y la "critica de
las armas" políticas. En esta misma línea de pensamiento, Lenin tuvo claro
que la teoría...
...
adquiere su forma definitiva sólo en estrecha vinculación con la actividad
práctica de un movimiento verdaderamente de masas y verdaderamente
revolucionario (V.I.
Lenin: "La enfermedad infantil del
izquierdismo en el comunismo"
Esto demuestra, además,
que la teoría revolucionaria, siendo la condición suficiente para la
autoconciencia del proletariado, por sí sola no es garantía del ser
políticamente autoconciente. Kautsky fue un teórico de primera magnitud, pero
prácticamente concilió con la burguesía. Rosa Luxemburgo, que tuvo una claridad
insuperable respecto de los fines del movimiento, se convirtió en instrumento
inconsciente de la burguesía, precisamente porque su práctica estuvo
determinada por la idea abstracta absoluta de que la lucha de clases es flujo y
movimiento, sin comprender que esa lucha también cristaliza en organizaciones
revolucionarias y contrarrevolucionarias como determinante, en última
instancia, del accionar político de las masas. Así lo registra con carácter de
ley la memoria histórica del movimiento político del proletariado, desde la
revolución de 1848 hasta nuestros días. Las ilusiones políticas burguesas de
las masas explotadas, no han sido un producto del puro instinto de clase
proletario inducido por las estructuras cosificadas del sistema, sino que
siempre han sido reforzadas por las propias ilusiones de su vanguardia natural
a instancias de las distintas corrientes del pensamiento burgués predominantes
en cada momento. De ahí la importancia de la lucha ideológica como arma
fundamental para la construcción del partido.
Hablando de la importancia
de los grandes intelectuales burgueses, Gramsci hacía una ajustada
interpretación del marxismo-leninismo diciendo que estas minorías sociales son
las que ligan funcionalmente la estructura económica del sistema con su
superestructura política y cultural, de modo que cuanto más poderoso es ese
ligamento, más firme resulta ser el bloque histórico de su poder de clase. Y
que este ligamento muestra acabadamente todo su poder adhesivo, cuando los fundamentos
ideológicos que justifican las relaciones sociales vigentes en la estructura
del sistema de vida, logran convertirse en algo de "sentido común"
para los explotados, quienes generalmente no saben -ni falta que le hace a la
burguesía- el origen de ese sentido común. De aquí concluía que el proyecto
proletario de poder alternativo es imposible sin una intelectualidad orgánica
con capacidad de trasladar la teoría revolucionaria y la memoria histórica
desde los gabinetes de estudio a las calles y fábricas de la sociedad. Por el
contrario, el BIPR sostiene infundada y arbitrariamente que:
<<Precisamente
en su crítica al naturalismo feuerbachiano, Marx consideró que el proletariado
carece de educadores externos y debe formar su conciencia a través de una praxis
revolucionaria que cambia tanto las cosas y el mundo exterior como a sus
propios actores>> (BIPR: "Directrices
metodológicas......")
Pero
el caso es que Marx consagro su vida a desmitificar el pensamiento económico
clásico para convertir la economía política en ciencia al servicio de los
intereses de la clase obrera. ¿Perteneció la "Liga de los comunistas" y el intelectual burgués Marx al
movimiento obrero? Dado que los miembros del GPM somos de hecho parte del movimiento proletario y aspiramos a
ser miembros del futuro partido revolucionario, el propio BIPR responde a esta
pregunta elevándonos inmerecidamente a la misma condición social e intelectual
de Marx y Lenin:
<<Según
lo sugiere la exposición del GPM, el partido es una asociación de burgueses
esclarecidos poseedores de una ciencia hermética inasequible para la gran masa
y que fungen de celosos guardianes de la ortodoxia marxista. Bordeando
lo mesiánico, le atribuye la misión de insuflarle la verdadera consciencia de
clase a los toscos e ignaros obreros. De la exégesis sectaria del leninismo se
desprende la transfiguración de la doctrina en un patrimonio de los
intelectuales burgueses y la construcción del partido en una misión moral
encargada a una categoría superior del espíritu (la élite, el “estado mayor”
revolucionario).>>
Evocando nuevamente el pasaje de la "Ideología alemana" donde Marx y Engels dan a entender
que el carácter científico de todo método de análisis consiste, como condición
primera y fundamental, en desarrollar el pensamiento sobre "premisas de
las que sólo sea posible abstraerse con la imaginación", el problema que
tienen los escribas del BIPR, es que las "directrices metodológicas"
en que basan todo el edificio argumental de sus posiciones políticas, descansan
sobre una premisa producto de su imaginación: que el proletariado se determina
exclusivamente por su instinto de clase, sin advertir que, en realidad y aunque
duela, este instinto ha sido y es materia prima a disposición, tanto de la
intelectualidad burguesa como de la intelectualidad revolucionaria. El
movimiento proletario permanece expuesto a esas influencias. Y salvo momentos
muy precisos y fugaces de la historia, hasta hoy día el instinto de clase
estuvo y sigue aferrado al cepo del proceso de valorización capitalista y a la
influencia de su superestructura por medio de los intelectuales orgánicos e
inorgánicos del sistema[45],
donde se vive según el pensamiento de la intelectualidad burguesa.
Además, ¿dónde Marx pudo haber negado de modo tan grosero la
motivación de toda su existencia desde que tuvo uso de razón política, diciendo
o sugiriendo que el proletariado no necesita educadores "externos"?:
<<Aplaudo
su idea de publicar la traducción de "Das
Kapital" en entregas periódicas. En esa forma la obra sería más accesible
a la clase obrera, y para mi, esta consideración en más importante que toda
otra>> (K.Marx: Carta a Lachâtre: 18/05/872)
Ante semejante testimonio,
insistimos preguntando, ¿el pensamiento de Marx es externo o interno al
movimiento de la clase? A estas alturas de la polémica, el enredo en que se ha
metido el BIPR es de campeonato, porque según su premisa y a tenor de lo que
pasa en la realidad, ¿qué o quién está en
condiciones de juzgar acerca de lo que es exterior o interior al
movimiento proletario que no sea según los fundamentos de la moderna ciencia
social expuestos por Marx y Lenin?
En efecto, todo cambia y
adquiere sentido si salimos de la premisa del BIPR y nos atenemos a la premisa
marxista de la praxis como
unidad dialéctica de teoría y práctica, o de la práctica social como unidad
dialéctica no antagónica de práctica teórica y práctica política. Desde este
punto de vista, lo que juzga acerca de si una praxis dada es intrínseca o no al
movimiento proletario, no es el comportamiento del proletariado, sino lo que
exige proponerse y obrar en consecuencia, según los resultados de la moderna
ciencia social -el materialismo histórico aplicado a la realidad económica,
social y política del proletariado- asumida -la ciencia o teoría
revolucionaria- como criterio de verdad
y guía de la práctica política.
Sólo en este contexto
argumental resplandece la idea tan injustamente despreciada, de que la
vanguardia revolucionaria, en tanto portadora de la moderna ciencia social y de
la memoria histórica del movimiento, se
autoorganice aparte, independientemente, tanto respecto de las
organizaciones sindicales como de los demás partidos que no asumen la
estrategia comunista ni el método materialista histórico de análisis, sin
perjuicio de que esa determinada organización así concebida y construida, forme
necesariamente parte del
movimiento proletario, en tanto demuestre capacidad para conseguir que las
ideas revolucionarias pasen a integrar el "sentido común" de los
asalariados, que de esto se trata.
En otro pasaje de su
discurso el BIPR dice:
<<Además
de tener origen en las más elementales condiciones de la evolución capitalista
y plantear un desafío político con el que ninguna burguesía ni ninguna
autoridad administrativa quiere enfrentarse, el movimiento de las masas
argentinas, justamente gracias a sus gérmenes y tendencias comunistas —pero sin
ser directamente el comunismo plenamente consciente—, representa a una fuerza
difícil de manipular como se manipula digamos una asamblea estudiantil o la
elección de un cuadro directivo sindical...>> (BIPR: "Directrices...."
Como sucede a menudo con
la fraseología revolucionaria entretejida por organizaciones como el BIPR, la
primera parte de este párrafo es chatarra literaria. En la lucha de clases, el
preferir o no un conflicto, vale, en primer lugar, según la posición de los
opuestos. Es natural y obvio que si la burguesía tiene el poder prefiera no
hacerse cargo de ningún conflicto, que no los haya. Pero tan natural y obvio
como eso es que deba tenerlos, porque el conflicto social está en la naturaleza
de las cosas bajo el capitalismo. De ahí que el problema para esta clase no
consista en querer o no querer cualquier desafío del proletariado, sino en
poder o no poder hacerse cargo de él.
El problema de querer o no
querer, es decir, del ser o no ser de su autoconciencia, lo tiene hoy día el
proletariado. Marx decía que los asalariados van hacia la revolución, lo
quieran o no. Pero hasta que no quieran, la revolución sigue siendo una
posibilidad abstracta. Las contradicciones del capitalismo le impulsan a ello,
pero su condición de clase subalterna al interior de esa unidad de contrarios
entre capital constante y capital variable, le impiden hacerlo.
Lo interno y lo externo, lo intrínseco y
lo extrínseco al proletariado espontáneo
La
discrepancia que está en el centro de nuestro debate con el BIPR, consiste en
que, para nuestros interlocutores, el proletariado espontáneo en general -en
este caso los parados argentinos en lucha- no sólo llevan "para sí"
los gérmenes de su autoconciencia y del comunismo contenidos en las
contradicciones objetivas del capitalismo, sino que son capaces de
desarrollarlos por sí mismos. Por eso se les atribuye "una fuerza difícil
de manipular". Y para el BIPR la expresión de esa fuerza en la lucha de
clases actual de Argentina, está en la consigna "que se vayan todos y no
quede ni uno sólo".
Nosotros
opinamos que los compañeros confunden la conciencia negativa de los piqueteros
argentinos, su repudio a los políticos corruptos, con el umbral de su autoconciencia
de clase, cuando, en realidad, la dificultad de su manipulación parece
desaparecer bastante antes de su lucha por la consigna burguesa de
"Asamblea Nacional Constituyente" como salida política a la actual
situación, porque en las próximas elecciones previstas para el mes de Abril, de
eso, nada; está todo previsto para que los piqueteros opten entre candidatos
burgueses, como los peronistas Menem, Rodríguez Saa, Nestor Kirchner y Duhalde,
o los radicales también enfrentados entre sí con los aspirantes Carrió y
Murphy. Y para no ser menos, la izquierda burguesa también aparece con cinco
candidaturas distintas. Pero, de
Asamblea constituyente, nada. Sin embargo, el clima político del país no
presenta síntomas de que esa "fuerza difícil de manipular" se haga
presente en las calles en defensa de una consigna que incluso para las
organizaciones de la izquierda burguesa extraparlamentaria que han logrado
colarla en las Asambleas Populares está claro que es un mero comodín, de
momento puramente testimonial, electoralista consuetudinario, conscientes de
que no la pueden imponer por carencia de efectivos políticos dispuestos a
luchar siquiera por eso, demostrando que lo que buscan es chupar de la teta del
Estado y las medias de la burguesía, como acabó pasando invariablemente con
estos "marxistas" antes y después del FSLN en Nicaragua o el FMLN en
Salvador. Los oportunistas rehuyen siempre mirar a la verdad en los ojos.
En cuanto a que
el recorrido de la preparación revolucionaria del proletariado no tiene lugar
fuera sino dentro del proceso histórico, es cierto sólo en tanto que todo lo
que las masas explotadas saben de política revolucionaria, lo aprenden a través
de su propia experiencia, pero a través de lo que aprenden de la vanguardia
revolucionaria, que también, insistimos, forma parte del movimiento.
Es
igualmente cierto -y así lo hemos dejado expresamente reflejado en el curso de
la actual polémica respecto de Argentina- que este aprendizaje del proletariado
tiende a acelerarse en etapas de auge en el movimiento de masas. Pero, como
también hemos dicho ya, esa experiencia incluye su relación con la vanguardia política hegemónica del movimiento en cada momento, que
explica por qué hay que proceder de tal o cual modo. Esto, que es una evidencia
empírica, demuestra que la vanguardia política del proletariado -sea
revolucionaria o no- pertenece al movimiento, es existencialmente interna o
interior a él.
Pero
en el caso de la vanguardia revolucionaria, el saber que trasmite no es interno
sino externo al proletariado espontáneo, aunque le es al mismo tiempo
intrínseco, esencial a él, a sus intereses históricos, cosa que no sucede con
las demás vanguardias políticas que eventualmente ejercen su función de tal,
cuyas posiciones políticas son internas al movimiento, aunque extrínsecas a él.
Esto significa que todo lo que la vanguardia revolucionaria para demostrar su
condición de tal debe poder
enseñar al movimiento espontáneo, no puede estar y de hecho no está dentro sino
fuera de él: en la memoria
histórica y en la moderna ciencia social, ambas comprendidas en el materialismo
histórico. De ahí el convencimiento de Lenin, en el sentido de que al
asalariado espontáneo sólo se le puede dotar de conciencia política desde fuera de esa relación
inmediata, desde fuera del
campo de las relaciones económicas y políticas entre obreros y patronos,
poniéndole en contacto y conocimiento con todas
las clases e instituciones de la sociedad desde la perspectiva de análisis de
la ciencia económica y de la memoria política de la lucha de clases. De este razonamiento Lenin concluyó en la
idea de que la autoconciencia es producto de un "profundo conocimiento
científico" de la realidad a transformar.
Esto no significa que la
enseñanza vaya siempre en un solo sentido, positivista y no dialéctico, porque
las vanguardias dirigentes también tienen muchas cosas que aprender de la
experiencia de sus dirigidos, especialmente a partir de los puntos de inflexión
de la lucha que alumbran en ellos los primeros resultados de su autoconciencia,
cuando pueden desplegar toda su iniciativa creadora yendo en algunos aspectos
más allá de lo que alcanza la previsión de sus educadores, como es el caso de
la nueva forma de Estado inaugurada por los comuneros de París, los consejos de
fábrica y los soviets.[46].
En el "epílogo" a su "Dos tácticas de la socialdemocracia en
la revolución democrática (junio-julio de 1905), Lenin describe cómo los
obreros espontáneos, cuya conciencia política "no resistía la crítica
desde el punto de vista del Manifiesto
comunista", se adelantaron a Marx en preanunciar la necesidad de que
los revolucionarios abandonen las asociaciones democráticas pequeñoburguesas y
se pongan a construir la organización independiente del proletariado,
brindando:
<<...una
prueba notable de cómo el instinto elemental del movimiento obrero sabe
corregir las concepciones de los pensadores más geniales, es el hecho de que,
en abril de 1849, éstos se pronunciaran por una organización específicamente
obrera y decidieran participar en el Congreso obrero, que preparaba
principalmente el proletariado del Este del Elba (Prusia Oriental)>> (Op.cit
El error del BIPR está en
que atribuye al proletariado espontáneo la facultad o capacidad de elaborar la
política que hace realmente a la independencia del proletariado, proceso que
supuestamente cumple a través de sus luchas, sin necesidad de "educadores
externos". Aquí, en términos de organización, lo que se nos viene a decir
es que el partido revolucionario no debe ser un partido de vanguardia, sino un partido de masas, un partido amplio
que agrupe, en lo posible, a todo
el proletariado, como el SPD en el que Rosa permaneció casi hasta el final de
su vida. Y ya se sabe que en los partidos amplios es ley que se cuelen
elementos pequeñoburgueses. De ahí que el BIPR reivindique expresamente el
modelo de partido definido -por lo demás bastante ambiguamente- por Marx y
Engels en el "Manifiesto
comunista":
Para los
comunistas, (...), el centro de gravedad de las cuestiones de
organización está en el desarrollo de la capacidad política de la
clase para constituirse independientemente en el sujeto de la revolución
total a través de la defensa de sus propios objetivos y de sus intereses
autónomos de clase[47].
(Directrices...". El
subrayado es nuestro)
Está claro que, para el
BIPR, las definiciones políticas del Partido revolucionario están en función
del estado de conciencia del proletariado en cada uno de los momentos de su
lucha contra el capital. De ahí que siendo una organización con cierta
proyección social, incluso a escala internacional, el BIPR carezca de un
programa político definido. Para el BIPR, como para todas las organizaciones
reformistas, las definiciones programáticas no deben estar en función de la correlación fundamental de fuerzas
sociales, sino de su correlación
política, esto es, según su estado de conciencia en cada momento de su
lucha.
En el contexto de esta
cita del "Manifiesto", Marx
y Engels hablan del partido dando a entender que es el partido de toda la clase. Y según hemos
visto, en ese momento ni siquiera se habían planteado su actualidad, dado que
la línea política de la "Liga de los
comunistas" pasaba por las organizaciones de la pequeñoburguesía.
Tampoco, por tanto, habían sacado aun las consecuencias organizativas del
desarrollo político desigual en las luchas y en la conciencia del proletariado,
lo cual excluye la posibilidad real de que todo
el proletariado pueda asumir políticamente la teoría revolucionaria, como para
caber cohesionadamente en una
organización que esgrima unívocamente
tales principios. Pero ya vimos también por qué y cómo en 1849 Marx y Engels
cambiaron de posición respecto de lo que suscribieron en esta parte del “Manifiesto”.
Lenin fue el primero en
sacar debidamente estas consecuencias organizativas en su "¿Qué hacer?". El hecho de que en esta cuestión el BIPR
anteponga Marx a Lenin, demuestra que tampoco ha comprendido los fundamentos de
la teoría de la organización revolucionaria según la memoria histórica del
movimiento político del proletariado. Por lo visto, el BIPR no ha reparado en
las distintas condiciones económicas, sociales y políticas del contexto
histórico en que fue escrito el Manifiesto,
respecto de las actuales, como si la correlación fundamental de fuerzas
sociales fuera hoy la misma de entonces[48].
Como si el carácter de la revolución en la mayoría de países europeos -y ni que
decir de los de la periferia capitalista- no fuera radicalmente distinto del
actual. Que esta organización no respete la estricta correlación lógica entre
los cambios en la base económico social del sistema y las formas políticas y
organizativas del proletariado.[49].
Esta es una prueba más de la importancia que esta organización confiere a la
teoría revolucionaria y a la memoria histórica del proletariado.
De acuerdo con Lenin, para
nosotros hoy no se trata sólo de organizarse a parte de los partidos burgueses,
según un sentido de clase homogéneo -como Marx y Engels comprendieron recién en
abril de 1849 que había que hacerlo- sino de organizarse de acuerdo con una homogeneidad ideológica según el
programa y la táctica política que se corresponda con la estrategia de poder
del proletariado, esto es, con la revolución socialista, tarea que el
proletariado espontáneo es incapaz de hacer. La teoría revolucionaria tira de
todo este proceso de construcción del partido, no las simples luchas de la
clase en su conjunto como propone erróneamente el BIPR.
Método científico y lucha de clases
Restan todavía dos cuestiones
más que nos ha parecido necesario aclarar. La primera se refiere a la afirmación
del BIRP en cuanto a que la existencia de la moderna ciencia social: el materialismo
histórico, y sus conclusiones acerca del carácter transitorio del capitalismo,
nada de esto hubiera sido posible al margen de las luchas libradas por el
proletariado moderno. O sea, que la crítica teórica de la economía política,
fue inducida por la crítica política, por la lucha de los asalariados. Deslizándose
por esta pendiente, el BIPR ha llegado a concebir y decir que, de no mediar
las luchas obreras, Marx no podría haber previsto el carácter transitorio
del sistema capitalista, esto es, la ley de la tendencia decreciente de la
tasa de ganancia.
Está dicho así:
<<La
profunda capacidad hermenéutica que suele reconocérsele a la crítica marxiana
de la economía política no hubiese sido posible sin la emergencia del proletariado
moderno y fuera de su praxis. Gracias al desarrollo de la actividad revolucionaria
del proletariado —al cual se liga el nacimiento y avance de la conciencia
y de la teoría críticas— se pudo identificar el carácter histórico, mudable,
de las formaciones sociales y, sólo entonces, fue posible penetrar y captar
el núcleo interno de la estructura de la realidad capitalista. Metafóricamente
hablando, el derrumbamiento teórico del capitalismo (la ciencia crítica que
Marx nos ha legado en El Capital) puede y debe ocurrir antes del derrumbamiento
práctico, como parte de la preparación revolucionaria y del potenciamiento
de la conciencia de clase que anteceden al derrocamiento de la burguesía y
el Estado en la acción insurreccional>> (BIPR: "Directrices..."
Esta afirmación abona el
terreno de quienes, desde fuera del marxismo y extrínsecos a él, afirman o
sugieren la especie de que el carácter científico de las investigaciones de
Marx, está viciado de parcialidad política por su clara inclinación previa
en favor del proletariado, de lo cual se concluye que el marxismo es más ideología
-en el sentido napoleónico- que ciencia:
<<La
actitud de Marx hacia el capitalismo resulta del entrelazamiento de dos perspectivas
distintas. La primera es la perspectiva revolucionaria,
la perspectiva de quien pretende tumbar la sociedad burguesa para restablecer
sobre nuevas bases las relaciones humanas que, en esta sociedad, fueron subvertidas
y puestas "cabeza abajo". La segunda es la perspectiva científica
de quien pretende reconstruir el modo como funciona y se desarrolla el sistema.
Aun siendo tan distintas entre sí, estas dos perspectivas no se presentan
yuxtapuestas sino estrechamente vinculadas en la obra de Marx, de manera que
una se alimenta y vigoriza con las diferencias de la otra. La perspectiva
revolucionaria saca fuerzas del hecho de brotar como una consecuencia del
análisis científico; este último, a su vez, es impelido a sus extremas conclusiones
por la orientación y el impulso que le imprime el finalismo de la otra.>>
(Lucio Coletti: "El
Marxismo y el derrumbe del capitalismo" Introducción)
Este es otro aporte
oportunista del BIPR a las fuerzas deletéreas burguesas del Materialismo histórico.
Cierto, la lucha de clases fue lo que indujo en Marx la necesidad de explicar
ese fenómeno, pero no habiendo tomado partido a priori por el proletariado.
Por otra parte, en un principio la lucha entre burguesía y proletariado era,
para Marx, sólo parte de la evidencia empírica de las desigualdades reales
y de la lucha al interior de la sociedad civil burguesa entre los distintos
propietarios privados por hacer prevalecer sus diversos intereses particulares
burgueses, comprendiendo en esta última categoría social también a los asalariados,
en tanto propietarios de su fuerza de trabajo. Finalmente, la idea de que
las desigualdades y la lucha entre los propietarios privados en la sociedad
civil se superaran en la comunidad política o Estado en tanto todos los burgueses
quedaban convertidos en ciudadanos iguales ante la ley, le pareció un embeleco
hegeliano.
Marx se asomó a la
vida política integrado en el movimiento intelectual de la "izquierda
hegeliana" comprometido con los ideales de la revolución francesa, lo
que le llevó a combatir desde la "Gaceta
Renana" en Renania, y los "Anales
alemanes" en Berlín, contra la irracionalidad decadente del feudalismo
residual todavía políticamente dominante. Por ese entonces, no obstante que
su lucha contra el régimen autocrático de Federico Guillermo IV favorecía
a la burguesía alemana y europea, no tenía un contenido y una intención política
clasista determinada, sino que era puramente demócrata liberal, en el caso
de Marx, más demócrata que liberal:
<<Contrariamente a los otros jóvenes hegelianos,
Marx no era, como Engels, simplemente liberal, sino demócrata, y desde el
comienzo procuró defender, no los intereses específicos de la burguesía, sino
los del pueblo todo en general. >> Augusto Cornu: "Carlos Marx, Federico Engels" Libro I Conclusión)
Sólo
tomó partido por el proletariado como clase revolucionaria conducente al comunismo,
cuando, entre 1843 y 1845, fruto de sus primeras investigaciones económicas
en su exilio de París y Bruselas, descubrió su carácter revolucionario históricamente
superador de todos los conflictos sociales, determinado no precisamente por
sus luchas en sí mismas, sino por el principio económico activo que las genera
e impulsa y por ser la encarnación humana del polo dialéctico revolucionario
en contradicción con las conservadoras relaciones de producción capitalistas.[50]:
<<En Bruselas, a donde me trasladé en virtud de una
orden de destierro dictada por el señor Guizot, hube de proseguir mis estudios
de economía política comenzados en París. El resultado general a que llegué
y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse
así: en la producción social de su existencia, los seres humanos contraen
determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones
de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus
fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
forman la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se
eleva un edificio (uberbau) jurídico
y político y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.
El modo de producción de la vida material determina (bedingen) el proceso de la vida social, política y espiritual
en general. No es la conciencia de los seres humanos la que determina su ser,
sino por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia>>
(K. Marx: "Contribución a la
crítica de la economía política" Prólogo. Enero de 1859)
A todo
esto, desde la revolución de 1830, cuando Marx tenía sólo 12 años, en Europa
no pasaba nada, y menos aun en Alemania, a pesar de la evolución cada vez
más despótica del régimen autocrático de Federico Guillermo IV. Las cartas
que cruza con el hegeliano de izquierdas Arnold Ruge entre marzo y mayo de
1843, dan precisamente testimonio de que el creador del materialismo histórico
desarrolló sus investigaciones y anunció por primera vez al mundo la necesidad
del socialismo científico, en un clima de parálisis política total del proletariado
moderno, como así le dice Ruge a Marx en marzo de 1843:
<<Hemos visto, cincuenta años después de la Revolución
Francesa, la renovación de todas las insolencias del antiguo despotismo. No
digas que el siglo XIX no lo soportará. Los alemanes han resuelto ese problema.
No sólo lo soportan, sino que lo hacen con patriótico orgullo. Nosotros, que
nos avergonzamos de ello, sabemos que merecen su suerte. ¡Habría podido pensarse
que ese cambio vergonzoso, que, al suprimir la libertad de palabra nos condena
nuevamente al silencio, que nos hace caer en la esperanza de la desesperación
y que nos vuelve a hundir en la esclavitud, habría sublevado los ánimos, agitando
los corazones y provocado una condenación unánime! (...) En realidad, esta
raza no ha nacido para ser libre. Estos treinta años pasados al margen de
toda vida política, bajo un régimen de opresión degradante, en el que hasta
los pensamientos y los sentimientos estaban controlados y regimentados por
la policía secreta y la censura, han rebajado a Alemania al más bajo nivel
político que jamás haya conocido>> (Arnold Ruge Op.cit.)
Comprendiendo
la decepción de su interlocutor, viéndole hundido en el bochorno ante la indignidad
de lo que estaban tragando las clases subalternas alemanas -se refería a la
burguesía y al proletariado- por parte del déspota Federico Guillermo IV,
Marx se aplicaba en función militante luchando contra el abatimiento de su
amigo, y le hablaba dialécticamente del valor político revolucionario del
bochorno y la vergüenza. E intuyendo la respuesta: "con la vergüenza
solamente no se hace ninguna revolución", Marx se adelantaba a contestarle
que:
<<La vergüenza es ya una revolución; fue realmente
el triunfo de la revolución francesa sobre el patriotismo alemán que la derrotó
en 1813. La vergüenza es una especie de cólera replegada sobre sí misma. Y
si realmente se avergonzara una nación entera, sería como el león que se dispone
a dar el salto. Reconozco que en Alemania no se percibe todavía ni siquiera
la vergüenza; por el contrario, aquellos desgraciados siguen siendo patriotas....,
(para
acabar en el mismo párrafo tras aludir a todo aquello como una verdadera locura,
diciendo): ....La nave de los locos
podría tal vez navegar durante algún tiempo, impulsado por el viento; pero
marchará fatalmente hacia su destino, precisamente porque los locos no lo
creen así: Y este destino es la revolución que se prepara.>> (K.
Marx: Treckschuit, marzo de 1843. Lo entre paréntesis es nuestro)
Y en
mayo de ese mismo año, desde Colonia, Marx acusaba recibo de la misma letanía
desmoralizante de Ruge, a lo que contestó insistiendo en la misma convicción,
alertándole que la cosa va para largo pero que él -Marx- sabiendo ya cómo
va a terminar, estará ahí para contribuir a "añadirle el final"
cuando toda esa pesadilla hubiera pasado, esperando que allí se encuentren
ambos marchando de la mano para comenzarlo todo de nuevo "desde el principio",
idea y expresión que años después recogería al tener que referirse a ese otro
bochorno de la lucha de clases protagonizado por el sobrino de Napoleón, en
"El 18 Brumario de Luis Bonaparte",
sintetizando la diferencia entre las revoluciones burguesas y las revoluciones
proletarias[51]:
<<Su carta, mi querido amigo, es una buena elegía,
un canto funeral que le corta a uno el respiro; pero, políticamente, no es
absolutamente nada. Ningún pueblo desespera, y aunque tenga que esperar largo
tiempo solamente por necesidad, al cabo de muchos años un buen día, en una
llamarada súbita de inteligencia, llega la hora en que ve colmados, de pronto,
todos sus buenos deseos.
Pero me ha contagiado usted; su tema aún no está agotado,
voy a añadirle el final, y cuando todo haya acabado, alárgueme usted la mano
para que comencemos de nuevo, desde el principio. Dejar que los muertos entierren
a sus muertos y los lloren. Pero es una suerte envidiable la de los primeros
que penetran en la nueva vida: esa suerte es la nuestra.>> (K. Marx: Op.cit.)
Los hechos inmediatamente
posteriores demostrarían que Ruge estuvo entre aquellos muertos políticos
que habiendo renunciado a "la suerte envidiable de ser los primeros que
penetran en la nueva vida" de la revolución, vivieron enterrando a sus
propios muertos de vergüenza como él, a la espera de que las masas aplastadas
y oprimidas le saquen del bochorno para hacer algo por la revolución. ¿Por
qué Marx procedió de otra manera? Volvemos al aforismo de Trotsky: los revolucionarios,
como Marx, que lo son por profundas
convicciones científicas, entran en las revoluciones por sí mismos
contribuyendo a que se produzcan, ¡no caen en ellas!.
A pesar de legados de la memoria histórica como éste, que haya todavía
quienes tengan la ocurrencia de sostener la especie de que sin el estímulo
de la lucha de clases, la teoría revolucionaria hubiera sido imposible, es
elocuente del grado de descomposición teórica y política en que se encuentra
la vanguardia política del proletariado. Se ven muchas cosas en la vida, pero
nosotros confesamos no haber asistido jamás a semejante mistificación de las
luchas espontáneas del proletariado.
Fue
en su "Crítica de la filosofía hegeliana del derecho estatal",
cuando en medio de aquél "bochorno" de la lucha de clases en Europa,
por primera vez Marx empleó el término "proletariado" como categoría
puramente política. Ocurrió en ocasión de tener que presentar el fundamento
económico-social que le confiere la categoría política singular de ser la
única clase revolucionaria capaz de conseguir la emancipación social no sólo
de sí misma, sino de todas las clases de la sociedad humana. Y para descubrir
a esta clase, Marx no tuvo necesidad alguna de observar ni compartir con ella
un solo momento de su "praxis política revolucionaria", como quiere
hacer creer el prejuicioso imaginario espontaneísta del BIPR. ¿Dónde reside
la posibilidad real de la emancipación humana universal?, se pregunta Marx
en la obra citada refiriéndose particularmente a su país natal. Y contesta:
<<Respuesta: en la formación de una clase atada por cadenas radicales, de una clase de la sociedad civil que no es
ya una clase de ella; de una clase que es ya (antes
de empezar a luchar) la disolución de todas las clases; de una esfera
de la sociedad a la que sus sufrimientos universales imprimen carácter universal
y que no reclama para sí ningún derecho especial, porque no es víctima de ningún desafuero especial, sino del desafuero puro y simple; que ya no puede apelar a un título histórico, sino simplemente al título humano; que no se halla en ninguna suerte de contraposición
unilateral con las consecuencias, sino en contraposición omnilateral con las
premisas mismas (de toda sociedad de clases);
de una esfera, por último, que no puede emanciparse a sí misma, sin emanciparse
de todas las demás esferas de la sociedad y, al mismo tiempo, emanciparlas
a todas ellas; que representa, en una palabra, la pérdida
total del género humano, por lo cual, sólo puede
ganarse a sí misma mediante la recuperación
total del género humano. Esta disolución
total de la sociedad (de clases) cifrada en una clase especial, es el proletariado. (Op. Cit. Introducción. Lo entre paréntesis es nuestro)
No fue, pues, el estímulo de las luchas
proletarias ni su previo compromiso moral e idealista abstracto con el proletariado,
lo que indujo en Marx la elaboración de una justificación ideológica de su
opción política, sino al revés, fue su compromiso con la verdad científica
y sus lógicas conclusiones, lo que le condujo a optar políticamente por el
proletariado y la alternativa comunista. Tras desmitificar la dialéctica hegeliana
del derecho, demostrando que la contradicción entre la desigualdad real de
los seres humanos como propietarios privados enfrentados al interior de la
sociedad civil, y la igualdad formal o ilusoria como ciudadanos iguales ante
la ley en el Estado, no se sintetiza y supera en la corona del monarca prusiano
sino que se explica por la propiedad privada capitalista, Marx demostró porqué
el enterrador del sistema capitalista deberá ser por la propia naturaleza
de su creador, su propia criatura: el proletariado. Por lo tanto, la posibilidad
de existencia de la hermenéutica comunista: el materialismo histórico, jamás
estuvo en las luchas del proletariado, sino al contrario, el convencimiento
acerca de la necesidad de que el proletariado pueda demostrar lo que es capaz
de hacer con sus luchas, descansó siempre en la teoría revolucionaria: el
materialismo histórico.
El valor político revolucionario decisivo de la lucha de clases,
se pone sin duda de manifiesto en sus momentos de alza por parte de los movimientos
de masas de magnitud protagonizados por su minoría más sensible y decidida,
la vanguardia amplia, inducida, a su vez, por la vanguardia revolucionaria.
Es la que cumple la función de arrastrar al resto de la clase al torbellino
de la revolución. Este movimiento es el que pone la teoría revolucionaria
preexistente en la calle y gana para sus ideas a la intelectualidad otrora
sirviente de las clases dominantes, crea opinión pública proclive a abrazar
las ideas revolucionarias, sin las cuales no hay revolución triunfante posible.
En
"Acerca de algunas particularidades del
desarrollo histórico del marxismo" (23/12/910), Lenin hizo un balance
de las luchas de clase entre 1905 y 1910, dividiendo este período en dos trienios,
precisamente para demostrar, entre otras cosas, su carácter discontinuo y
las características propias de los momentos de alza y retroceso. Del trienio
de ascenso, entre principios de 1905 y el verano de 1907, Lenin vino a confirmar,
para Rusia, lo que nosotros reafirmamos
aquí en términos generales respecto de la incidencia de la lucha de clases
sobre la proyección social
de la teoría revolucionaria sobre el movimiento asalariado. Esto es una cosa.
Otra cosa es afirmar el infundio de que sin los ascensos de la lucha de los
asalariados, el desarrollo teórico que hace a los principios básicos del materialismo
histórico -la "hermenéutica"- es imposible. Esta afirmación ni siquiera
es válida para determinados aspectos que la nueva experiencia adquirida incorpora
como necesario objeto de estudio, que la lucha de clases sólo permite también
atender en momentos de retroceso de las luchas, no de auge como pretende dar
a entender el BIPR:
<<La base económica y social de estos cambios de la "superestructura" [de la correlación de fuerzas en el terreno ideológico de la lucha de clases] fue [el resultado de] la acción de todas las clases de la sociedad rusa en los terrenos más diversos (actividad en la Duma y fuera de la Duma, prensa, asociaciones, reuniones, etc.), una acción tan abierta, imponente y masiva como pocas veces registra la historia. (...). Ese trieño había agitado tan profundamente a capas de la población apartadas de las cuestiones políticas, ajenas a ellas durante generaciones enteras, durante siglos, que se hizo natural e inevitable la "revisión de todos los valores", el nuevo estudio de los problemas fundamentales, el nuevo interés por la teoría, por su abecé, por su estudio desde las primeras nociones. Millones de seres, despertados de pronto de un largo sueño, colocados de súbito ante problemas importantísimos, no podían mantenerse mucho tiempo a esa altura, no podían avanzar sin interrupciones, sin retornar a las cuestiones elementales, sin una nueva preparación que les ayudara a "digerir" las enseñanzas, sin precedente por su valor, y a poner a una masa incomparablemente más amplia en condiciones de avanzar de nuevo, pero ya de un modo mucho más seguro, mas consciente, con mayor confianza y con mayor consecuencia.
La
dialéctica del desarrollo histórico ha sido tal, que en el primer período
estaba a la orden del día la realización de transformaciones inmediatas en
todos los aspectos de la vida del país, y, en el segundo, el estudio de la
experiencia adquirida, su asimilación por capas más amplias, su penetración,
si se puede expresar así, en el subsuelo, en las filas atrasadas de las diferentes
clases..>>. (Op
cit. Lo entrecorchetes es nuestro)
De hecho, fue tras el tumultuoso período de las revoluciones de 1848 en Europa, cuando recién en 1852 Marx se sintió estimulado y urgido a retomar sus investigaciones económicas comenzadas en París y Bruselas. Sus "Grundrisse" (fundamentos) -preparatorios de "El Capital"- fueron escritos en su exilio de Londres entre 1853 y 1859, al igual que sus obras políticas de balance de lo actuado entre 1848 y 1850, como "Las luchas de clases en Francia" (ene.-nov. de 1850) y "El 18 Brumario de Luis Bonaparte" (1852).
Es igualmente falso, políticamente ruinoso y por lo menos intelectualmente
irresponsable, inducir a pensar que el descubrimiento del carácter histórico
transitorio de la sociedad capitalista, así como su lógica económica interna,
se pudo también conseguir "gracias" al desarrollo de la actividad
revolucionaria del proletariado. Fue Marx quien desmintió a los apologetas
del capitalismo, en eso de que la sociedad burguesa es eterna porque está
basada en el derecho natural y en la distribución de recursos productivos
y riqueza determinados por los mecanismos presuntamente insuperables del mercado.
Y lo hizo descubriendo, en primer término, la ley general de la acumulación
capitalista. Pero, para llevar a término esta tarea, empezó por suponer una
situación irreal de equilibrio, excluyendo, por tanto, en primer lugar, la
lucha entre patronos y obreros, como así lo advierte en el prólogo a la primera
edición de su obra fundamental:
<<En sí y para sí, no
se trata aquí del mayor o menor grado alcanzado en su desarrollo por los antagonismos
sociales que resultan de las leyes naturales de producción capitalista. Se
trata de estas leyes mismas, de esas tendencias que operan y se imponen con férrea necesidad>>
(Op.cit.)
Y para descubrir esas leyes, es metodológicamente necesario, empezar
por eliminar del análisis todos los elementos perturbadores, entre ellos,
además de la lucha de clases, los cambios en el valor del dinero y de los
precios en general -incluído el de la fuerza de trabajo- así como la discrepancia
entre precios y valores de las mercancías, ausencia del crédito, etc. Fue
de este modo que procedió Marx en "El
Capital":
<<El físico observa
los procesos naturales allí donde se presentan en la forma más nítida y menos
oscurecidos por influjos perturbadores, o bien, cuando es posible, efectúa
experimentos en condiciones que aseguren el transcurso incontaminado del proceso.
Lo que he de investigar en esta obra es el modo de producción capitalista y las relaciones
de producción e intercambio a él correspondientes.>> (Ibíd)
Una vez descubierta la "ley general de la acumulación capitalista",
recién en el Tercer libro Marx procedió -según el método de las aproximaciones
sucesivas- a introducir paulatinamente las variables de que en principio hizo
abstracción, para obtener así una totalidad plena de sentido, y sobre la cual
pudo hacer inteligible la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia,
contexto de su exposición en el que se demuestra el carácter histórico transitorio
de la sociedad burguesa. La única variable que consideró como inexistente
desde el principio al final de su análisis, fue la lucha de clases, esto es,
la competencia entre patronos y obreros. Respecto de los cambios en la tasa
de explotación y en el precio de la fuerza de trabajo, fueron introducidos
en el análisis como simples supuestos "ad hoc", al margen de las
luchas de clase. Precisamente para demostrar que, cualesquiera sean las condiciones
dentro de las limitaciones propias del capital[52], las
crisis se suceden marcando claramente el horizonte del necesario derrumbe
económico capitalista.
Determinación lógica y
determinación histórica del cambio revolucionario
Para poder entender lo que la lucha de clases
puede y no puede determinar, hay que empezar por comprender y aceptar que la
lucha de clases es una determinación y un reflejo de la relación dialéctica
fundamental, económica, entre el proceso de trabajo y el proceso de
valorización, entre la tendencia históricamente
incondicionada de la fuerza productiva del trabajo (FT/MP) -cuyo
componente fundamental es el proletariado-, y la condición históricamente
determinada -por esa misma fuerza productiva- del capital, de las relaciones de
producción capitalistas. Como decía Hegel:
<<La
fuerza es, de esta manera, una relación (la fuerza nace de la relación entre los opuestos, no de uno
de ellos) en la que cada término es (esencialmente) el mismo que el otro
[53]
. Hay una fuerza que solicita y otra que es solicitada, pero
si no hay relación no hay fuerza. Hay fuerzas que están en relación y
precisamente se refieren de manera esencial una a la otra. Además, ellas son,
ante todo, sólo diferentes en general; la unidad de su relación es sólo la unidad
interior, que está en sí>> (G.W.F.Hegel: "La
ciencia de la lógica". Libro II sec. 2 Cap.3. El subrayado y lo entre
paréntesis es nuestro). Cfr.: "El aparecer de la esencia en la relación
mercantil", en: http://www.nodo50.org/gpm/dialectica/09.htm
Y tratándose de una relación en la que
los contrarios son iguales o idénticos –como ocurre con la lógica hegeliana- la
dialéctica entre ellos es una dialéctica complementaria, donde la dirección y
el sentido de la fuerza generada por la relación, queda comprendida dentro de
la relación misma, funge para que la tesis –en el caso de la relación
capitalista, el dinero- alcance su autoconciencia o saber de lo que hace, en la
figura del capital, a instancias del trabajo ajeno. Tal como el Dios padre
alcanza su saber de sí en el Espíritu Santo a través del Hijo. Por lo tanto,
para que el trabajo pueda trascender su relación con el capital, tiene que
recibir la dirección y el sentido de su fuerza desde fuera de su relación originaria con el capital. Postular
que el proletariado espontáneo lleva en sí y por sí mismo, la dirección y el
sentido de sus luchas, limitando a su vanguardia política -portadora de la
teoría revolucionaria- la función de “acelerar la clarificación” en el proceso
de formación de la autoconciencia proletaria, es como concebir que el propio
capitalismo lleva en sí mismo la capacidad de mutar en socialismo, como planteó
primero Bernstein y luego Kautsky.
Rosa Luxemburgo, que criticó a Lenin por lo mismo que el BIPR nos critica a nosotros, no dejó al mismo tiempo de combatir al revisionismo reformista de Bernstein. Estuvo, como está el BIPR, en el centro, entre el reformismo y el "leninismo talmúdico". En primer lugar, sostenía con Lenin que la sustancia de la conciencia de clase es el materialismo histórico aplicado a la realidad del capitalismo. También coincidía con Lenin en que el progreso de la acumulación del capital no mitiga las contradicciones de la sociedad burguesa sino que las profundiza y agrava. Pero, a diferencia de Lenin creía que, en esas contradicciones está contenida la lucha de clases y, en ella, siempre más o menos manifiesta la conciencia de clase y la revolución. De ahí que su praxis política estuviera determinada por el principio teórico espontaneísta y hegeliano, de que siempre hay que estar con las masas, porque en ellas, en su accionar, están contenidas en potencia las pautas de la revolución. Por tanto, a diferencia de Lenin, para quien el proletariado tiende espontáneamente a confirmar el capitalismo, y, por tanto, la labor de los revolucionarios consiste en revolucionar la conciencia falsa del proletariado, Rosa y sus acólitos, como el BIPR, sostienen que el proletariado tiende instintivamente a trascender el capitalismo y que la labor de los revolucionarios consiste en educar ese instinto de clase congénitamente revolucionario del proletariado, acelerando el proceso hacia su autoconciencia. Pero no por medio de la teoría, sino a instancias de la práctica política misma. Así lo dejó dicho en su discurso ante el Congreso de fundación del Partido Comunista Alemán (KPD), descalificando del modo más burdo la tradición marxista continuada por los bolcheviques:
<<Piensan que educar a las masas
proletarias en el espíritu socialista significa darles conferencias, distribuir
panfletos. ¡No! La escuela proletaria socialista no necesita de eso. La
actividad misma educa a las masas.>> (Op. Cit.)
Fue este reafirmarse en la
creencia del supuesto instinto revolucionario del proletariado capaz de trascender el
capitalismo, lo que le llevó a permanecer hasta el final dentro de las
instituciones del Estado burgués y del Partido socialdemócrata alemán, a pesar
de haber dicho de él que "después de agosto de 1914, se había convertido
en un cadáver maloliente". De ahí su célebre "táctica proceso"
al interior de las instituciones políticas burguesas y de los partidos
contrarrevolucionarios ¿Por qué? Pues, por la sencilla "razón", de
que, para Rosa, la autoconciencia todavía no manifiesta encarnada en las masas,
permanecía en esas instituciones de Estado y en esos partidos. Y había que
estar con ellas so pena de ser un contrarrevolucionario, un traidor. Su
consejo, y hasta su chantaje moral a la vanguardia amplia y revolucionaria,
utilizando su incuestionable autoridad y compromiso con la revolución para
instarles a permanecer en esos instrumentos reaccionarios, pensando y diciendo
que todo pasaba por eliminar o neutralizar a los intelectuales orgánicos de la
burguesía tanto como a los reformistas al interior de esos organismos,
contribuyó sin duda a la derrota de la revolución alemana de 1918/19:
<<Por
muy laudables y comprensibles que sean la impaciencia y la amargura que inducen
hoy, a los mejores elementos a dejar el partido (recordemos que 4/5 del
partido le han abandonado así), la huida sigue siendo una huida. Para
nosotros esto significa una traición a las masas que se debaten y se asfixian
atrapadas con el lazo de los Scheidemann y de los Liegen (jefe socialista y
jefe de su brazo sindical la ADGB, respectivamente), que gozan del favor de la
burguesía. Se puede "salir" de las pequeñas sectas y de las pequeñas
capillas cuando ya no agradan, para fundar nuevas sectas y nuevas capillas.
Pretender, con una simple "salida", liberar a las masas proletarias
del yugo horrorosamente pesado y funesto de la burguesía, y darles así el ejemplo,
es pura imaginación. Hacerse la ilusión de liberar a las masas rompiendo el
carnet de militante, no es otra cosa sino la expresión invertida del fetichismo
de la carta del partido como poder ilusorio. Estas dos actitudes no son más que
polos diferentes del cretinismo institucional, enfermedad consustancial a la
vieja socialdemocracia.>> (Rosa
Luxemburgo: Pasaje citado por H.M. Bock en "Syndicalismus
und linkskommunismus" Marburger Abhandlungen für Pilitischen
Wissenschaft Tomo 13 P.69. Tomado de Jean Barrot y Dennis Authier en "La izquierda comunista en Alemania
1918-1921". El subrayado es nuestro)
Así, para Rosa, el
"ser para sí" de los militantes del SPD, que abandonaban ese partido
por la izquierda, espantados ante la vergüenza de su propia práctica dentro de
él, era una traición a la otra parte, cuyo "ser para sí" tenía el
"valor revolucionario" de permanecer en ese partido, aunque todavía
enterrados en la ignominia de la contrarrevolución al interior de ese partido,
parecían anaeróbicos, porque no sentían la suficiente vergüenza política para
sacudirse la autoridad política y moral de los Scheideman, los Noske y los
Ebert, que les mantenían "asfixiados" en ese agujero
contrarrevolucionario. Esto es lo que se desprende de la "Carta de Spartacus" del 30 de marzo de 1916:
<<La
consigna no es, ni escisión, ni unidad, ni partido nuevo ni partido viejo, sino
reconquista
del partido de abajo a arriba por medio de la rebelión de las masas que
deben tomar en sus manos las organizaciones y los medios, no con una rebelión
de palabras, sino de hechos.>> (Op.
Cit.)
Lo mismo respecto del
Estado, donde Rosa se manifiesta precursora de la revolución por etapas, en
tanto no se trata de destruir el Estado sino de conquistar sus estructuras del
mismo modo, para luego transformarlas progresiva y pacíficamente. Según lo
dicho en "¿Qué quiere
Spartacus?" el centrismo de Rosa Luxemburgo se puso de manifiesto
también aquí, porque, a contrapelo de la doctrina oficial del SPD, sostuvo
hasta su muerte que la revolución social no consistía en acompañar al capital
hasta su total socialización por el camino de las reformas, pero con igual consecuencia política se mantuvo fiel a
ella sosteniendo que al Estado no había que destruirlo de un solo golpe sino
transformarlo paulatinamente:
<<La
conquista del poder no debe hacerse de una vez, sino que ha de ser progresiva:
nosotros nos introducimos en el Estado burgués hasta ocupar todos sus puestos y
defenderlos de todos los ataques exteriores (...) se trata de luchar paso a
paso, cuerpo a cuerpo, en cada Estado, en cada ciudad, en cada pueblo, para
poner en manos de los consejos de obreros y soldados, todos los instrumentos de
poder que habrá que arrancar a la burguesía poquito a poquito. Dentro de este
objetivo debemos, en primer lugar, educar a nuestros camaradas...>> (Ibíd)
A juzgar por su discurso y
comportamiento, el contumaz espontaneísmo revolucionario que Rosa Luxemburgo
nunca supo fundamentar teóricamente más que a través de una retórica
inconsistente, le llevó al extremo de concebir que el "fetichismo
organizacional" de partidos como el bolchevique, no sólo le parecían un
obstáculo para la autoconciencia del proletariado, sino un obstáculo mucho
mayor que el fetichismo organizacional de partidos como el SPD o Estados semifeudales
como el alemán, en su función de reforzar el fetichismo de la mercancía. Por
eso prefirió quedarse en ellos combatiendo con todas sus fuerzas la tendencias
partidistas centrífugas lideradas desde fuera por el "leninismo
talmúdico". Así fue cómo esta gran revolucionaria se sintió más a gusto y
segura de cumplir su cometido revolucionario dentro y no fuera del SPD. El
fracaso de la revolución alemana y su propia muerte a manos del mismo partido
cuya integridad defendió hasta que, ya sin vida, su cadáver fue arrastrado por
las calles de Berlín, demostró su completa equivocación ideológica y su total
despropósito político, dejando el testimonio más trágico y elocuente de tal
desatino.
Con esto no queremos
significar que de haber roto a tiempo con el espontaneísmo, el triunfo de la
revolución hubiera estado garantizado. Pero si inmediatamente después de haber
perdido su batalla con la derecha del partido encabezada por Bernstein, hubiera
abandonado ese engendro pequeñoburgués dedicando todos sus esfuerzos a formar
una organización marxista independiente para revolucionar a la vanguardia
amplia tal como lo hicieron los bolcheviques, para nosotros no hay duda de que,
si es que no perdía el liderato de la clase obrera, el SPD no lo hubiera tenido
tan fácil para torcer el curso de la revolución desde noviembre del 18 a enero
del 19.
Se podrá recusar esta
afirmación aludiendo a su ruptura con el SPD y su paso por el USPD para recalar
finalmente en el flamante KPD que ayudó a crear. Cierto. Con eso dio la razón a
Lenin. Pero aquella decisión, además de tardía, fue defectuosa, porque
persistió en el mismo error y no fue más que un cambio de tiestos donde siguió
cultivando su misma concepción centrista de la política, porque ambos partidos
fueron sucesivos engendros de lo mismo: la forma organizativa del centrismo
político.
Lo que pasa es que, aun
aconsejando que en los momentos de alza en las luchas de masas era deber de los
revolucionarios frenar la tendencia conservadora de las direcciones políticas
partidarias establecidas en momentos de calma, Rosa creyó siempre en que,
cuando la crisis revolucionaria estalla, sea cual fuere la correlación de
fuerzas al interior del partido, no había fortaleza burocrática
contrarevolucionaria capaz de resistir el embate de las masas en movimiento:
<<Si
la situación revolucionaria llega a desplegarse plenamente, si las oleadas de
la lucha han llegado ya muy alto, entonces ningún freno de los dirigentes del
partido podrá tener mucho efecto, y la masa se limitará a dejar de lado a los
dirigentes que quisieran oponerse a la tempestad del movimiento. Esto podría
producirse algún día en Alemania. Pero no creo que desde el punto de vista
del interés de la socialdemocracia sea necesario y deseable ir en esa
dirección>> (Rosa
Luxemburgo: "Recopilación de
discursos y escritos" Setiembre de 1915. Citado por E. Mandel en "Sobre la historia del movimiento obrero" Cap. 3.
Subrayado nuestro)
He aquí la
"razón" por la cual Rosa se negó a abandonar ese "cadáver mal
oliente" del SPD renunciando a la
tarea de organizar la acción independiente de los revolucionarios alemanes.
Tres años y dos meses después, el curso de la revolución alemana redujo este
prejuicio espontaneísta de Rosa a la nada, cuando después que los obreros
conquistaron el poder desde los consejos, sin saber qué hacer con él porque se
les había mantenido en la ignorancia de lo que había pasado desde 1905 en
Rusia, abdicaron ese poder en la Constituyente cuya capacidad de decisión
estaba en manos de una holgada mayoría socialdemócrata de asalariados a las
ordenes de los mismos dirigentes que Rosa había previsto que esas mismas masas
le pasarían por arriba.
Esponteneístas revolucionarios y
leninistas "talmúdicos", ¿quiénes llevan la semilla del oportunismo?
Hoy, a despecho de esta
experiencia aleccionadora, el BIPR demuestra no haber cortado del todo su
cordón umbilical con el centrismo. Y no sólo eso, sino que, con su propensión a
ir con la retórica más rápido que con la profundidad de pensamiento, han
llegado a homologarnos con "esos grupúsculos partidistas” que pretenden manipular aviesamente
al proletariado, "imponerle desde
arriba sus consignas y mantenerlo de ese modo bajo su tutela para utilidad
propia", han dicho textualmente, dando a entender que todos aquellos
que seguimos el ejemplo de los marxistas rusos de fines del siglo XIX en
parecidas circunstancias, esto es, empeñados, como nosotros, en enseñar y
aprender sin prejuicios ni veleidades para unificar a la vanguardia
revolucionaria dispersa en torno al materialismo histórico, somos unos sátrapas
y los más sucios mercaderes de la política. A esta forma de organización previa
a la construcción del partido, el BIPR le llama "partido
providencia"
Hasta
aquí nadie en sus cabales discutiría al GPM la razón que le asiste en su
crítica del espontaneísmo en materia de organización. Sin embargo, el GPM se
equivoca cuando incurre en la generalización de las relaciones vanguardia-masas
impuestas por el retroceso político e intelectual del movimiento de clase,
fenómeno que estimamos asociado, de modo notable, a la profundidad de la
contrarrevolución stalinista y al consuetudinario predominio de las prácticas
SD’s (Socialdemócratas) y sindicalistas. Aunque las actuales
circunstancias de aislamiento de las tentativas de construcción política comunista
parezcan justificar una sobreestimación del rol de la organización, no podemos
soslayar el mecanismo real que origina tal estado de cosas: la momentánea
desmovilización de la clase a nivel internacional y la hegemonía absoluta de la
ideología burguesa y las estructuras-superestructuras capitalistas sobre las
expresiones organizadas de los trabajadores. Hoy, justamente, la evolución
argentina nos da una señal de alerta sobre las inevitables desviaciones que
lleva consigo el hacer hincapié en el rol de la organización partidista más
allá de la cuestión de la dirección política. Una acentuación semejante
corrobora inequívocamente el reinado de los muertos sobre el cerebro de los
vivos. Llamamos a reflexionar sobre el enorme retroceso que comportaría imponerle
de nuevo a las masas en estado de orfandad política la dictadura burocrática
del partido-providencia. Muchos
grupos y grupúsculos “partidistas” —cuyas tendencias comunes consisten en
enfatizar cada vez más la importancia del aparato partidario— sólo comprenden
dificultosamente y examinan con desconfianza los gérmenes revolucionarios de
origen obrero. Ellos conciben al movimiento de los trabajadores exclusivamente
en función de la propia actividad y exigencias del pequeño círculo partidario.
Consideran que su función estriba en conducirlo y gobernarlo desde las alturas
celestes de su ciencia. Pretenden subordinarlo a su propia acción y fines,
imponerle desde arriba sus consignas y mantenerlo de ese modo bajo su tutela
para utilidad propia.>> (BIPR:
"Directrices....) (lo entre
paréntesis es nuestro)
Esta manera de debatir,
por la que, a falta de argumentos políticos se presupone esto o aquello para
poder descalificar -incluso moralmente- al adversario, es tradicional entre la
izquierda burguesa. Por ejemplo, en el contexto de lo que acabamos de citar, se
presupone que nuestro pequeño grupo "sobrestima los problemas de
organización" y que este presunto talante se presupone determinado por
nuestra crítica al espontaneísmo en materia de organización, inspirada en
nuestra tendencia al partido providencia en función de intereses de partido por
encima de los intereses de la clase. Si se acude a nuestro website, se podrá
comprobar que el interés y la propensión del GPM no va precisamente en dirección de combatir las tendencias
espontaneístas en materia de organización partidaria. No hemos hecho ningún
análisis ni intervenido en ninguna polémica que tenga semejante tema por motivo
central de polémica. Nosotros
estamos preocupados por combatir al espontaneísmo -muy especialmente a su rama
reformista- en sus concepciones políticas generales. Aunque bien es cierto que
el espontaneísmo reformista y el voluntarista suelen darse la mano a pesar de
sus diferencias en cuanto a sus respectivas formas de lucha y medios de acción.
Y ¿por qué no estamos
interesados en los problemas de organización? Pues, porque pensamos que en un
momento de profundo retroceso ideológico y político como éste, no están dadas
aun las condiciones ideológicas y políticas como para que los problemas de la
organización partidaria alcancen la actualidad que el BIPR pretende poner en
nuestras cabezas. Lo hemos dicho más de una vez y lo repetimos ahora: en
materia de organización partidaria, para quienes ponemos los principios del
marxismo como guía para la acción, la actual correlación política de fuerzas
sociales no da para poder pasar del nivel organizativo molecular, ni siquiera
celular. Y los que llegan a más que eso, es porque casi con toda seguridad,
están hoy día mostrando el plumero de su oportunismo político más rampante.
El
BIPR, por el contrario, sostiene que los problemas de organización del partido
están hoy a la orden del día. ¿Por qué? Pues, porque su referente fundamental
no es la ciencia social sino el puramente social: las masas. Fue Engels quien,
en un intercambio de cartas con unos militantes alemanes residentes en EE.UU.
entre 1886 y 1887, les aconsejó que se constituyeran como partido e ingresaran
a ese movimiento sindical, los Knights of
Labor (caballeros del trabajo), para participar en una de sus secciones con
el fin de llegar a dirigirla a la espera de la que preveía como "inminente
e inevitable ruptura del orden natural burgués". Engels creía que esto era
posible estimando que por ser un movimiento de reciente formación, era lo
"suficientemente maleable" como para ser conducido según la línea
revolucionaria. Para él, sólo bastaba con que el partido fuera de composición
obrera, sin importar que debiera asumir un programa "confuso y muy
deficiente", el del movimiento, dado que ese mal sólo le parecía
"transitorio", subsanable por vía de la experiencia de lucha de los
propios asalariados:
<<Es
mucho más importante que el movimiento se extienda, que progrese regularmente,
que arraigue y abarque en lo posible a todo el proletariado norteamericano, a
que arranque y progrese desde el comienzo con una base correcta y teóricamente
perfecta. No hay mejor camino para lograr una clara comprensión teórica que
aprender en los propios errores, en la amarga experiencia propia (...) sobre
todo en una nación tan eminentemente práctica, que desprecia tanto la teoría,
como los norteamericanos. Lo importante es llevar a la clase obrera a que se
ponga en movimiento como clase; una vez logrado eso, no tardará en hallar el camino seguro, y
quien se le oponga, H.G. o Pouderly, será echado tranquilamente por la borda
con sus pequeñas sectas>> F. Engels: "Carta a Florence Kelley-wischnewetzky" 28/12/886)
Engels reconoció en esas cartas que sus consejos a los militantes alemanes en Norteamérica estuvieron inspirados en la táctica de construcción partidaria utilizada por Marx para formar la Primera Internacional. Como es sabido, esta organización fue la síntesis organizativa heterogénea de sindicalistas, socialistas proudhonianos, anarquistas bakuninistas, etc., de donde era imposible que saliera una unidad de acción política y también se sabe ya cómo acabó todo aquello. Marx y Engels debieron empeñarse a fondo contra los mas caprichosos y absurdos subjetivismos sectarios e idealistas, hasta que tras la derrota de la Comuna, se torno imposible coexistir con todas aquellas corrientes, especialmente con los anarquistas que se negaban a que el proletariado hiciera política.
Marx y Engels hablaban de
aquella fallida experiencia como de un globo demasiado inflado que debía
reventar y ellos se iban a encargar de desinflar a tiempo, cosa que ocurrió
tras el Congreso de La Haya en 1872. El mismo Engels, en carta a Sorge del 12
de septiembre de 1874, escribía a propósito de la I Intrenacional en vías de
disolución:
<<La
Internacional ha dominado diez años de historia europea y puede contemplar su
obra con orgullo. Pero ha sobrevivido en su forma anticuada. Creo que la
próxima Internacional será, una vez que los trabajo de Marx hayan hecho su
labor durante unos cuantos años, directamente comunista e instaurará nuestros
principios>>. (Op.cit)
En cuanto a las
previsiones de Engels sobre la base de su caracterización del presuntamente
Nobel movimiento obrero norteamericano, en realidad no se trataba de "una
masa todavía bastante maleable". En ese momento estaba ya dominada por las
teorías pequeñoburguesas asimiladas al lassallismo, queriendo convertir a los
obreros en pequeños propietarios con subsidios del Estado. Volvemos a lo mismo
en el sentido de que el movimiento obrero puramente espontáneo no se ha dado
jamás.
Las tesis del BIPR, en general también se compadecen con los
consejos de Engels en 1886/87 a los militantes alemanes en EE.UU. También
supeditan el carácter del partido a la evolución en el grado de conciencia de los
asalariados, de modo que los problemas de organización se resuelven según las
tres ideas siguientes:
1)
El partido
en tanto organización independiente
o por separado de la vanguardia
revolucionaria, es necesario y sólo
se justifica, en condiciones de retroceso ideológico y político de los
asalariados.
2)
En ese
momento del proceso, el partido se debe adecuar
sus proposiciones políticas no más allá del grado de conciencia y compromiso de
la clase.
3)
En
momentos de alza revolucionaria
de las masas, la necesidad del partido como organización independiente
desaparece y lo necesario pasa a ser el partido
de masas, no ya de la vanguardia revolucionaria, sino del proletariado en su conjunto.
Estas tres ideas en
materia de organización están presididas por la idea política de que la conciencia revolucionaria o
autoconciencia, es un producto del propio movimiento espontáneo, y que la
organización de los revolucionarios debe estar políticamente en función de él,
Y SE CONSTRUYE en y con el movimiento espontáneo. De aquí se desprende que el
partido se construye con un agregado social que no tiene por qué ser consciente
de su propia acción, esto es, tener conocimiento de la táctica de clase
conducente a los fines estratégicos revolucionarios, sino que basta con la
plena disposición para la lucha inmediata, el cumplimiento de la disciplina
colectiva y completa entrega a la "causa", condiciones todas ellas
comprendidas en el principio de que la sustancia que enseña y genera conciencia
de clase en los explotados, no es el contenido materialista histórico de la
práctica teórica aplicado a la práctica política, sino la práctica política
misma. Así lo han dejado dicho en su documento de réplica:
<<Es
absolutamente anti-marxista y anticomunista pretender suplir la debilidad de la
clase obrera, su persistente estado de víctima de la contrarrevolución, con la
voluntad de un partido, de un aparato o, de cualquier modo, de una parcial
organización de hombres y mujeres. Ciertamente, conforme lo hemos puntualizado
ya en otro lugar, bajo circunstancias en las que la clase en sí no ha llegado a
ser todavía una clase para sí, la construcción del partido revolucionario sólo
puede adelantarse en condiciones de estricta separación de la clase. Pero la
inescamoteable tarea de preparar, en las circunstancias de relativo aislamiento
y de minoría no dirigente, las condiciones de la dirección futura, son
inseparables del impulso a la clase en el sentido de erigirse en sujeto
autónomo sobre la base de sus intereses históricos independientes y
revolucionarios cuando son afirmados en la acción colectiva inmediata contra el
capital. Inevitablemente, bajo la situación actual, la organización que
pretenda dirigir a la clase debe necesariamente adecuarse a los niveles de
sujeción burguesa que la clase expresa.>>
Estas ideas reproducen bis
a bis la concepción de la lucha de clases que tenían los llamados
"marxistas legales" en tiempos de Lenin, a principios del siglo
pasado, cuyos dirigentes conocían la teoría marxista, pero la difundían
esópicamente para desvirtuarla y así poder desentenderse de ella como
"guía para la acción", adecuando su política de masas a lo que le
gustaba escuchar y estaba predispuesto el movimiento espontáneo sujeto
ideológica y políticamente a la burguesía.
Lenin y los bolcheviques,
por el contrario, sostenían que la vanguardia revolucionaria no debe jamás
hacer seguidismo a la espontaneidad del movimiento asalariado. Debe
necesariamente participar en él defendiendo sus intereses inmediatos, luchando
a su lado por mejores condiciones de vida y de trabajo; pero no debe renunciar
jamás a vincular propagandísticamente estos intereses a los objetivos políticos
estratégicos, ni dejar de combatir en su conciencia las ilusiones en este
sistema de vida para la solución de sus problemas, lo cual induce a la
colaboración de clases. Nada de esto les parece necesario a los espontaneístas,
para quienes -como así parece ser el caso del BIPR- la conciencia de clase
surge natural y espontáneamente de la lucha. Y si se plantean la necesidad del
partido en momentos de retroceso y trabajan para ello, no lo hacen desde el
espíritu de ruptura con el capital y de unidad de voluntades políticas
presididas por las exigencias del materialismo histórico, sino como un simple
agregado social de seres "para sí", cuya expresión organizativa
"independiente" anticipe lo que será el partido revolucionario de masas.
Al revés de lo que el BIPR
piensa que ocurre con el GPM implicándonos en una supuesta dinámica
sustitucionista de las masas, nosotros también pensamos, con Lenin, que al acto
de la revolución se llega a condición de que en él -aunque en distinto grado-
participe el conjunto del proletariado. Una minoría relativa, como protagonista
consciente, el más activo y decidido: los miembros del partido; otra parte, más
numerosa que la anterior, adhiriendo y acompañando con un grado de compromiso
menor; finalmente, otra de magnitud variable se mantiene al margen junto al
grueso de la pequeñoburguesía, neutralizada por los movimientos de masa de
magnitud en lucha contra el sistema. Con esto queremos decir que, dado el
desarrollo político desigual del proletariado, la organización de los
revolucionarios no puede llegar a ser el partido de las más amplias masas, como
propone el imaginario espontaneísta.
En este sentido, dada la
"momentánea desmovilización de la clase a nivel internacional", en
absoluto se justifica "una sobreestimación del rol de la
organización" política de masas.
Esta tarea, insistimos, sólo puede ser hoy día motivo de preocupación, para los
elementos más inescrupulosamente oportunistas y arribistas del movimiento, así
como para quienes sin quererlo, se suben objetivamente al mismo carro del
reformismo sin poder evitar el hacer escuela de oportunistas. De lo contrario,
aquello de que "la existencia social determina la conciencia"
quedaría desvirtuado por completo. Ya nos hemos referido a este tipo de
desviaciones (ver nota 32), a propósito de lo que al BIRP le pareció el hecho
de que hiciéramos referencia a un documento publicado en el website de los
compañeros, quienes obligados por las circunstancias debieron reconocer que no
comparten. Y lo peor del caso es que, acusándonos de proceder
"insidiosamente", pretendieron desviar la atención del lector sobre
su rasgo de oportunismo, típico de quienes se preocupan de sumar
heterogeneidades políticas. Nosotros estamos en las antípodas de este método de
construcción y así lo decimos en el epígrafe de nuestro "¿Qué somos?":
<<Sólo
estamos dispuestos a trabajar con quienes sientan más terror al vacío
ideológico en sus conciencias, que al vacío social en torno suyo>>
No se trata, pues, de si
se sobrestiman o subestiman las cuestiones de organización respecto de la
situación de la lucha de clases, sino si, dada determinada situación, se
privilegian o no las tareas, formas de lucha y medios de acción que las
condiciones de la correlación política de fuerzas exige en cada momento. Y
nosotros decimos que, en este período de retroceso en las luchas, de confusión
ideológica y de dispersión organizativa de la vanguardia revolucionaria, las
condiciones de la lucha de clases imponen privilegiar la formación teórica y la
lucha ideológica.
Con la misma carga de
descalificación dirigida a lo que se quiere hacer creer que es la línea de
flotación en organizaciones adscriptas al leninismo, el BIPR nos viene a acusar implícitamente de filiación stalinista,
adoptando el infundio de que entre leninismo y stalinismo en materia de
organización no hubo solución de continuidad. Así lo dicen explícitamente en
otra parte del documento: :
<<Según
lo visto en anteriores confrontaciones con organizaciones que, al igual que el
GPM, pretenden representar un camino concreto de superación crítica del viejo
movimiento obrero socialdemócrata y stalinista, tampoco este grupo ha encarado la dificultad mayor, la de reconocer el
defecto de fondo de la izquierda mundial después del tránsito de la Tercera
Internacional al campo contrarrevolucionario: ver la organización política, el
partido, no como el instrumento de la política revolucionaria en la clase,
sino, al contrario, como el objetivo al cual plegar la política. No es entonces
—para Stalin, los estalinistas, los socialdemócratas y, por lo que parece,
también para un considerable número de trotskystas y críticos radicales de
izquierda— la política del partido la que se plega al programa revolucionario,
sino el programa (las posiciones políticas, los objetivos, los
instrumentos organizativos) el que se
plega al partido, a su misma existencia y fuerza[54].
Su punto de referencia no es la clase, sus problemas, su condición; sino el
partido>>.
Como si la concepción organizativa de un
partido revolucionario no estuviera en función de los intereses históricos de
la clase, de su estrategia de poder y de su programa político. Como si en todas
estas cuestiones, entre el leninismo y el stalinismo no hubiera ninguna ruptura
ideológica y política. El carácter general de clase de la acción política
partidaria bajo el stalinismo, fue de raíz social esencialmente burguesa,
particularmente basada en el statu quo entre la pequeñoburguesía y el
proletariado soviético convertido en clase subalterna explotada; esta política
interna tuvo su proyección al exterior de la URSS en la diplomacia del Kremlin
tendente al statu quo con el imperialismo. De ahí que la estrategia de poder
del stalinismo consistiera en garantizar el bloque histórico de poder entre la
dirigencia burocrática que cristalizó en la URSS tras la muerte de Lenin, y la
pequeñoburguesía rural y urbana. Su programa fue la diáfana expresión política
tendente a consolidar ese bloque social de poder a expensas del proletariado.
Pues, bien, ni la
concepción clasista de la acción política leninista al frente del Estado
soviético, ni su estrategia de poder ni menos aun su programa, tuvieron nada
que ver con el stalinismo. La práctica del partido bolchevique en vida de
Lenin, demuestra que su carácter de clase fue netamente proletario. La
resultante de su política exterior estuvo señalada por el vector ideológico del
internacionalismo proletario; lo mismo cabe decir de su estrategia de poder
tendente a la revolución mundial.
Habiendo
logrado aparecer al mismo tiempo como albacea testamentario y heredero del
leninismo, el stalinismo pudo invertir el signo de la revolución rusa,
empezando por la naturaleza misma de la organización partidaria, tanto en el
PCUS como en la Internacional. La camarilla burocrática presidida por Stalin,
empezó rompiendo el espinazo de la concepción organizativa de los bolcheviques
basada en el materialismo histórico, la teoría revolucionaria, como guía de la
acción política partidaria y de la democracia interna, esto es, de la idea
marxista de autoorganización del
proletariado autoconciente en el partido, y desde el partido hacia el
conjunto de la sociedad en tránsito al socialismo. Sólo mediante una paciente y
tenaz labor de educación política basada en el materialismo histórico, es
posible dejar sin aire al espíritu de la burocracia y hacer realidad la plena y
activa participación de los cuadros revolucionarios en la vida del partido, y
de los ciudadanos en la sociedad. El stalinismo fue y sigue siendo la negación
de todo esto.
Rosa Luxemburgo y Trotsky, que
tanto criticaron la concepción organizativa de los bolcheviques denunciando que
el centralismo democrático conducía a la centralización despótica del poder en
manos de un grupo de intelectuales, debieron reconocer posteriormente que el
grado de burocratización de un partido y, por extensión, de una sociedad dada,
es directamente proporcional a la carencia de cultura política revolucionaria
de sus miembros. Como Marx decía de los economistas burgueses que explicaban el
valor por el espontaneísmo económico de la competencia, las luchas elementales
de la clase deben encargarse de explicar "todas las faltas de lógica"
en que incurren los espontaneístas políticos, cuando debieran ser ellos quienes
se encargaran de explicar el fenómeno de la lucha de clases elemental, en vez
de explicar la autoconciencia por la lucha de clases. Y por más vueltas que se
le de al asunto, no hay otra forma de explicar la lucha revolucionaria que no
sea por los contenidos del materialismo histórico en tanto guía para la acción
política. Entonces se vienen abajo "todas esas faltas de lógica" que
velan el fenómeno de la burocracia permitiendo ver que no radica en una determinada
forma de organización, sino en una determinada forma de hacer política: el
irracionalismo espontaneísta. Como que el nacionalismo que inspira la teoría
del socialismo en un solo país, tanto como el statu quo entre pequeñoburguesía
y proletariado que conforma la teoría de los frentes policlasistas, es la
expresión política de la lucha de clases más elemental que no saca los pies del
tiesto burgués.
La
relación entre el "partido-providencia" y sus bases sociales
reducidas a "rebaño", no es, pues, producto de la concepción
leninista del partido, sino precisamente de su versión espontaneísta, que niega
la importancia de la teoría como sustancia de la conciencia revolucionaria y
del centralismo de su acción colectiva. Así, procediendo según el principio
mecanicista de que la autoconciencia surge directa y espontáneamente de la
lucha de los explotados, o, mejor dicho, de las contradicciones objetivas del
sistema, una mayoría de militantes carentes de las herramientas fundamentales
del materialismo histórico para poder pensar por sí mismos, se vuelven
incapaces de aportar a la línea política del partido, delegando no menos
espontáneamente esta tarea en sus líderes devenidos así en burócratas.
El antecedente más
originario de la división burguesa del trabajo y de la burocracia partidaria en
el movimiento proletario políticamente organizado, no fue, pues, el partido
bolchevique tras la muerte de Lenin, sino la socialdemocracia alemana y demás
partidos obreros integrados en esa corriente internacional reformista, donde una
caterva de dirigentes partidarios al mismo tiempo funcionarios del Estado
burgués, se limitaban a usufructuar políticamente la integración de sus
clientelas políticas asalariadas al capitalismo, a instancias de la ley del
valor, así convertidas en masa de maniobra absolutamente incapaz no ya de
producir ideas políticas revolucionarias sino de comprenderlas y asumirlas,
porque cuando se dio el momento propicio para ello, revolucionarios como Rosa
Luxemburgo y Liebnekcht obraron según la creencia de que la conciencia
revolucionaria surge de la lucha elemental de las masas, producto, a su vez, de
las contradicciones explosivas en la base material del sistema. Stalin, quien,
al parecer, aprendió mucho de esa lección,
no hizo más que copiar ese modelo de partido; pero la consolidación de
esta nueva realidad partidaria -como en Alemania durante los veinte años
previos a la revolución de l918/19- no fue la causa, sino la consecuencia
lógica de la sociademocratización de la vida social y del Estado en la URSS.
El
partido bolchevique fue la negación de todo esto. Un partido no de masas, sino de cuadros[55]
políticos conscientes y activos, verdaderos "tribunos del pueblo"
producto de una disciplina de estudio y ejercicio político de la teoría
revolucionaria por parte de los aspirantes, como condición para elevarse a la
categoría de militantes de la organización, capacitados así para participar en
los debates internos y decidir con conocimiento de causa sobre las pautas de
acción, tanto como para trasmitir a las masas de asalariados sin partido los
elementos racionales básicos que hacen a la autoconciencia de clase. Sobre esta
base ideológica y política, la centralización de los actos imndividuales del
partido o unidad de acción, era necesariamente el resultado de la libre
discusión y el respecto a la democracia interna a la hora de decidir qué se
hacía y cómo. Pero a condición estatutaria de que:
1)
el debate
tenga por común denominador de análisis el método materialista histórico y la
memoria política del movimiento.
2)
se respeten
las decisiones aprobadas por mayoría en los congresos partidarios.
Estos
principios de funcionamiento han sido norma que el partido bolchevique cumplió
e hizo cumplir en todo momento. La determinación por luchar sin concesiones
contra el espíritu conspirativo de las camarillas, fue una regla permanente del
partido bolchevique, formado por fuertes personalidades políticas, no por
militantes de espíritu maleable. Los métodos conspirativos y las tendencias a
la burocratización, sólo pueden cristalizar en partidos donde esos militantes
de base, carentes de formación teórica, son mayoría. Y éste no fue, en general,
el caso de los bolcheviques desde 1903 hasta finalizada la guerra civil que
siguió a la toma del poder en noviembre de 1917. Además, los militantes
bolcheviques siempre tuvieron bien claro que el centralismo en las decisiones a
golpe de ucase, es todo un despropósito a los fines revolucionarios. En este
contexto, la prueba de la práctica política pasa a ser el criterio absoluto de
verdad. Y si para hacer esa comprobación respecto del leninismo nos quitamos
antes las gafas del puro formalismo organizativo, veremos que la resultante
política en todo ese período confirma el carácter netamente democrático del
espíritu de partido demostrado por los bolcheviques. De hecho, las veces que
Lenin quedó en minoría no fueron una ni dos. Y si no llegaron a ser muchas más,
ello se debe a su insuperable conocimiento del herramental marxista -que
contribuyó como nadie a enriquecer- y a su descomunal talento a la hora de
analizar las distintas situaciones, así como a su no menos enorme capacidad
didáctica y genio polémico.
Por otra parte, del mismo modo que sin
univocidad en las categorías no puede haber discurso científicamente
significativo, sin centralidad o sentido unívoco de la acción colectiva,
tampoco puede haber práctica política definida y efectiva. Y este principio
organizativo es válido para todo partido, cualquiera sea el signo ideológico de
clase que lo anime. Además, como se ha dicho ya, de nada vale contar con
instancias organizativas de decisión política "democrática", si
quienes deben decidir en ellas no tienen pensamiento propio ni elementos de
análisis para juzgar con certidumbre acerca del pensamiento ajeno. Por lo
tanto, el criterio de identificar leninismo con stalinismo por la forma
organizativa, es una completa falacia.
Respecto de la observación que nos hizo
el BIPR cerca de que, a la vista de los sucesos de 1905 Lenin habría arrojado
el lastre de su concepción "talmúdica" respecto de la relación
vanguardia-masas y del partido (Ver "Directrices...."
cita al pie Nº 1), decir que, en
efecto, lo que esa revolución (y posteriormente la de 1917) vino a demostrar es
que lo dicho por Lenin en el capítulo 2 de su "¿Qué hacer"? en cuanto a que el proletariado espontáneo
no puede por sí mismo superar su conciencia sindical, está claro que, desde
entonces, fue desmentido por la historia, lo cual el mismo Lenin reconoció en
su discurso ante el II Congreso del POSDR "Sobre
el programa del partido" (22/07-04/08 de 1903), así como en el "Prólogo a la recopilación '12 años'
" escrito en noviembre de 1907. En ese discurso ante el II Congreso,
antes de la revolución de 1905, se justificó diciendo que para "enderezar
el palo" de la idea sobre el carácter del proletariado espontáneo, había
que torcerlo en igual medida pero en sentido contrario respecto de cómo lo
tenían torcido los "economistas" en la opinión pública:
<<Hoy
todos sabemos que los "economistas" se han pasado a un extremo. Para
poner en claro las cosas, alguien debía ir hacia el otro, y eso fue lo que
hice. Estoy convencido de que la socialdemocracia rusa tratará siempre de
enderezar enérgicamente todo lo que ha sido torcido por el oportunismo de todo
tipo, y que gracias a ello nuestra línea de acción será siempre la más recta de
todas y la más adecuada para actuar.>> (V.I.Lenin: "Discurso...."
En efecto, lo que las dos revoluciones rusas han venido a demostrar, es que las luchas espontáneas del proletariado pueden ir más allá de lo puramente tradeunionista o sindical. De hecho, los soviests no fueron organizaciones sindicales sino instrumentos políticos de doble poder. En este sentido, la afirmación de Lenin quedó recusada.
Pero es falso que desde entonces Lenin
haya abandonado su tesis “talmúdica” del "¿Qué
hacer?". Aquí, el BIPR intenta emular a Martov, Axelrod y Larin en
aquello de torcer el “palo” hacia las posiciones oportunistas. En realidad, con
aquella rectificación, Lenin y los hechos históricos hasta hoy, dejaron en pié
lo esencial de esa obra respecto de la relación vanguardia-masa, especialmente
todo en cuanto a que, en sí y por sí, las luchas del proletariado espontáneo no
pueden trascender los límites de las relaciones capitalistas de producción,
porque esas luchas no logran independizarle de las estructuras fetichizadas del
proceso de valorización sobredeterminadas por los aparatos ideológicos del
Estado burgués.
La prueba histórica de que Lenin se
ratificó en los fundamentos incontrovertibles de su concepción materialista
histórica del partido expuesta en su “¿Qué hacer?”, está en su lucha contra la
propuesta menchevique de convertir el POSDR en un partido policlasista o
“amplio”, compuesto también por eseristas, además de comunistas
(socialdemócratas), en el que a estos últimos se les ofrecía el anzuelo de
participar como “organizaciones de propaganda”. Aunque a iniciativa del
menchevique Axelrod, esta idea fue desarrollada por su colega Larin en un folleto titulado: Un amplio partido obrero y el congreso obrero”, que Lenin analizó
en “La crisis del menchevismo” (7
dic. 1906). Allí Lenin calificó al “congreso obrero” de “mezquina aventura
oportunista”...:
<<...Mezquina,
porque no la sustenta ninguna gran idea, sino simplemente el fastidio del
intelectual, cansado ya de la lucha tenaz por el marxismo. Oportunista, por la
misma razón, y, además, porque ingresarían en el partido miles de
pequeñoburgueses, que no tienen, ni con mucho, opiniones asentadas. Una
aventura, porque en las condiciones actuales, semejante tentativa no aportará
la paz, ni una labor positiva ni la colaboración entre los eseristas y los
socialdemócratas –a quienes Larin atribuye amablemente el papel de
“asociaciones de propaganda dentro de un partido amplio”- sino sólo una
infinita agravación de la discordia, diferencias, las divisiones, la confusión ideológica y la desorganización
práctica>> (V.I.
Lenin: Op. Cit.)
Como se advierte claramente, aquí Lenin se ratifica en la idea de que el centralismo democrático, esto es, la unidad de acción partidaria, no es un problema organizativo sino teórico-político, donde la teoría se asume como guía de la práctica. Y lo significativo para este debate, está en que Larín decía no querer diluir el partido en la clase, sino agrupar o cohesionar a la vanguardia. La misma preocupación que hoy compartimos con el BIPR. La diferencia está en la elección del ligamento para realizar esa cohesión. Para el BIPR el ligamento es la lucha elemental de los asalariados, mientras que, para el GPM ese ligamento es la teoría revolucionaria, el materialismo histórico aplicado a la realidad. De ahí que al BIPR no le inquieten las “diferencias de matiz” que preocupaban a Lenin a principios del siglo pasado y hoy nos preocupan a nosotros. Para el BIPR, estas "sutilezas" pertenecen al “leninismo talmúdico”.
En
este punto, a modo de testimonio ilustrativo estimamos pertinente traer
nuevamente a colación el incidente en torno al documento que el BIPR expone en
su website, titulado: “El movimiento de
los piquetes”. El incidente se produjo a raíz de que varios de cuyos
pasajes han sido objeto de crítica por nuestra parte, actitud que a los
compañeros del BIPR les pareció “insidiosa”, por considerar que esas no son sus
posiciones[56]. En efecto,
cuando lo leímos por primera vez, este documento estaba firmado por una organización
llamada: “Circulo comunista de América
Latina”. Al estar publicado en el website del BIPR, nuestra lógica
“talmúdica” nos dio a entender que ese pensamiento era compartido. Una vez
publicada nuestra crítica, recibimos un e-mail de la Organización de Obreros Comunistas, sección inglesa del BIPR, donde se nos comunicó que "El movimiento de los piquetes" no
es un documento oficial del BIPR, por tanto, las opiniones vertidas allí no
deberían haberse considerado como objeto de debate.
En ese escrito, los compañeros chilenos
"tuercen el palo" más allá del extremo hacia donde lo llevaba torcido
el propio BIPR. Ahora, ese trabajo de los chilenos sigue apareciendo en el
mismo website, pero las siglas de su organización ya no figuran al pié del documento,
que así se presenta como un documento del BIPR. Tal parece que, gracias al
debate con el GPM, antes de lo
previsto el BIPR ha pasado a ser una organización más "amplia", donde
se refuerza la idea de que la línea política es lo de menos, porque la brújula
de la organización revolucionaria está en las luchas elementales de la clase.
¿Qué será el oportunismo para estos compañeros?
Como hemos dicho ya, el BIPR nos ha puesto entre quienes cultivamos una versión de partido leninista "adaptada y ajustada al horizonte político burocrático-dictatorial del stalinismo". No será porque venimos siendo escrupulosamente respetuosos y leales respecto a facilitar y difundir en todo lo posible la polémica con nuestros eventuales interlocutores; tampoco porque huimos como de la peste de los viejos métodos sofistas, que del discurso de sus adversarios sólo consideran las partes de donde pueden sacar el mejor partido polémico para sus posiciones, pasando de puntillas sobre las demás. Pero los métodos del oportunismo político moderno superan a la sofistería de los antiguos escolásticos en que no sólo se limitan a polemizar sobre lo que les conviene, sino que, además, impiden o no facilitan que sus clientes políticos -efectivos y potenciales- conozcan las opiniones del ocasional adversario con el que sus jefes dirimen diferencias. Dan a conocer esas opiniones, pero pasadas por el filtro del “Buró” o del Comité Central, como ha sucedido en este caso. Y en la medida en que se da de patadas con sus argumentos y su práctica política, tratan al materialismo histórico como a cualquier otro enemigo ideológico. De ahí que para la formación teórica de sus militantes, se limiten exclusivamente a la literatura del partido.
Como hemos podido ver más arriba
comentando un pasaje de su "Directrices...",
el BIPR nos atribuye la política tendente a consolidar la división
jerárquica del trabajo en el partido. Dado que estamos también para aprender,
quisiéremos saber como se concilia el método y la tarea de superar esta rémora
en el movimiento revolucionario, con la idea de que la autoconciencia del
proletariado surge de su lucha elemental, sin el recurso a la lucha ideológica
al interior de su conciencia falsa y
por completo al margen de la función directriz del partido en esas luchas.
Espontaneístas políticos y leninistas "talmúdicos": ¿quién es
stalinista?
GPM, marzo de 2003.
---------------------------oo0oo---------------------------
Tasas de variación anual |
||||||||||||||
Fuentes:
Federal Resrve System, Bureau of Economic Analysis, Bureau of Labor
Statistics |
||||||||||||||
|
||||||||||||||
|
Tasa prime |
Treasury bonds 30 days |
Indice precios al consumidor |
Precios implícitos PIB |
PBI a precios constantes |
Dólares en circulación |
M1 |
M3 |
tasas de interés reales |
tasa de ganancia corporaciones no financieras |
superávit/déficit s/PBI % |
Intereses deuda federal s/déficit % |
aumento deuda s/intereses % |
|
prime |
bonds |
|||||||||||||
1960 |
4,82 |
2,93 |
1,72 |
1,42 |
|
|
|
|
|
|
8,7 |
0,06 |
2624,6 |
|
1961 |
4,5 |
2,38 |
1,01 |
1,12 |
2,33 |
|
|
|
|
|
8,8 |
-0,61 |
-224,9 |
|
1962 |
4,5 |
2,78 |
1,00 |
1,35 |
6,04 |
|
|
|
|
|
10,0 |
-1,22 |
-114,7 |
|
1963 |
4,5 |
3,16 |
1,32 |
1,12 |
4,32 |
|
|
|
|
|
10,8 |
-0,77 |
-187,1 |
|
1964 |
4,5 |
3,56 |
1,31 |
1,50 |
5,80 |
|
|
|
|
|
11,5 |
-0,89 |
-162,3 |
|
1965 |
4,54 |
3,95 |
1,61 |
1,87 |
6,39 |
|
|
|
|
|
12,7 |
-0,20 |
-708,7 |
|
1966 |
5,63 |
4,88 |
2,86 |
2,85 |
6,57 |
|
|
|
|
|
12,6 |
-0,47 |
-289,3 |
|
1967 |
5,63 |
4,32 |
3,09 |
3,09 |
2,50 |
|
|
|
|
|
11,3 |
-1,04 |
-133,1 |
|
1968 |
6,31 |
5,34 |
4,19 |
4,30 |
4,77 |
|
|
|
|
|
11,2 |
-2,76 |
-52,1 |
|
1969 |
7,96 |
6,68 |
5,46 |
4,91 |
3,04 |
|
|
|
|
|
9,9 |
0,33 |
447,3 |
|
1970 |
7,91 |
6,43 |
5,72 |
5,33 |
0,18 |
|
|
|
|
|
8,0 |
-0,27 |
-570,0 |
|
1971 |
5,73 |
4,35 |
4,38 |
5,04 |
3,35 |
|
|
|
|
|
8,5 |
-2,04 |
-73,8 |
|
1972 |
5,25 |
4,07 |
3,21 |
4,25 |
5,43 |
|
|
|
|
|
8,9 |
-1,88 |
-78,7 |
|
1973 |
8,03 |
7,04 |
6,22 |
5,60 |
5,77 |
|
|
|
|
|
8,8 |
-1,08 |
-142,2 |
|
1974 |
10,81 |
7,89 |
11,04 |
8,98 |
-0,59 |
|
|
|
|
|
7,1 |
-0,41 |
-376,5 |
|
1975 |
7,86 |
5,84 |
9,13 |
9,33 |
-0,36 |
|
5,14 |
9,57 |
-1,16 |
-3,01 |
7,5 |
-3,26 |
-50,5 |
|
1976 |
6,84 |
4,99 |
5,76 |
5,66 |
5,57 |
|
6,5 |
11,96 |
1,02 |
-0,73 |
7,8 |
-4,04 |
-44,9 |
|
1977 |
6,83 |
5,27 |
6,50 |
6,44 |
4,64 |
|
8,1 |
12,38 |
0,31 |
-1,16 |
8,3 |
-2,64 |
-66,2 |
|
1978 |
9,06 |
7,22 |
7,59 |
7,11 |
5,51 |
|
8,22 |
11,95 |
1,37 |
-0,34 |
8,2 |
-2,58 |
-66,4 |
|
1979 |
12,67 |
10,05 |
11,35 |
8,33 |
3,18 |
|
6,86 |
9,84 |
1,19 |
-1,17 |
7,3 |
-1,59 |
-110,0 |
|
1980 |
15,26 |
11,51 |
13,50 |
9,18 |
-0,23 |
|
6,69 |
10,22 |
1,55 |
-1,75 |
6,3 |
-2,64 |
-72,1 |
|
1981 |
18,87 |
14,03 |
10,32 |
9,33 |
2,45 |
|
6,56 |
12,91 |
7,75 |
3,37 |
6,9 |
-2,52 |
-90,7 |
|
1982 |
14,85 |
10,69 |
6,16 |
6,24 |
-2,03 |
|
8,68 |
9,3 |
8,19 |
4,27 |
6,2 |
-3,93 |
-67,7 |
|
1983 |
10,79 |
8,63 |
3,21 |
3,96 |
4,33 |
|
9,78 |
9,7 |
7,34 |
5,25 |
6,9 |
-5,88 |
-47,8 |
|
1984 |
12,04 |
9,53 |
4,32 |
3,72 |
7,27 |
|
5,88 |
10,93 |
7,40 |
5,00 |
8,3 |
-4,71 |
-65,1 |
|
1985 |
9,93 |
7,47 |
3,56 |
3,16 |
3,85 |
|
12,17 |
7,22 |
6,15 |
3,77 |
7,9 |
-5,04 |
-64,3 |
|
1986 |
8,33 |
5,98 |
1,86 |
2,20 |
3,42 |
|
16,82 |
9,05 |
6,35 |
4,05 |
7,1 |
-4,97 |
-65,6 |
134,3 |
1987 |
8,21 |
5,82 |
3,65 |
3,00 |
3,40 |
8,65 |
3,45 |
5,28 |
4,40 |
2,09 |
7,8 |
-3,16 |
-104,6 |
89,2 |
1988 |
9,32 |
6,69 |
4,14 |
3,40 |
4,17 |
7,56 |
4,94 |
6,55 |
4,98 |
2,45 |
8,6 |
-3,04 |
-108,4 |
81,2 |
1989 |
10,87 |
8,12 |
4,82 |
3,81 |
3,51 |
5,04 |
0,93 |
3,76 |
5,77 |
3,15 |
8,2 |
-2,78 |
-122,6 |
82,6 |
1990 |
10,01 |
7,51 |
5,40 |
3,89 |
1,76 |
10,17 |
3,97 |
1,83 |
4,37 |
2,00 |
7,8 |
-3,81 |
-92,3 |
133,8 |
1991 |
8,46 |
5,42 |
4,21 |
3,64 |
-0,47 |
7,65 |
8,65 |
1,32 |
4,08 |
1,16 |
7,2 |
-4,50 |
-82,8 |
127,3 |
1992 |
6,25 |
3,45 |
3,01 |
2,43 |
3,05 |
8,5 |
14,2 |
0,31 |
3,15 |
0,43 |
7,0 |
-4,60 |
-79,9 |
139,5 |
1993 |
6 |
3,02 |
2,99 |
2,40 |
2,65 |
9,68 |
10,3 |
1,54 |
2,92 |
0,03 |
7,4 |
-3,84 |
-92,4 |
136,6 |
1994 |
7,15 |
4,29 |
2,56 |
2,08 |
4,04 |
10,02 |
1,81 |
1,93 |
4,47 |
1,69 |
8,3 |
-2,88 |
-120,0 |
124,9 |
1995 |
8,83 |
5,51 |
2,83 |
2,18 |
2,67 |
5,2 |
-1,88 |
6,12 |
5,83 |
2,60 |
8,6 |
-2,22 |
-163,4 |
107,1 |
1996 |
8,27 |
5,02 |
2,95 |
1,94 |
3,57 |
5,95 |
-4,14 |
7,44 |
5,16 |
2,01 |
9,1 |
-1,38 |
-255,2 |
85,2 |
1997 |
8,44 |
5,07 |
2,29 |
1,95 |
4,43 |
6,99 |
-0,69 |
9,59 |
6,01 |
2,71 |
9,5 |
-0,26 |
-1251,9 |
34,1 |
1998 |
8,35 |
4,81 |
1,56 |
1,23 |
4,28 |
7,39 |
2,15 |
10,87 |
6,69 |
3,20 |
8,9 |
0,79 |
403,0 |
61,9 |
1999 |
8 |
4,66 |
2,21 |
1,40 |
4,09 |
17,7 |
2,49 |
8,32 |
5,67 |
2,40 |
8,6 |
1,35 |
209,6 |
93,3 |
2000 |
9,23 |
5,66 |
3,36 |
2,28 |
4,15 |
-2,76 |
-3,13 |
8,73 |
5,68 |
2,22 |
7,7 |
2,39 |
110,0 |
-30,3 |
2001 |
6,91 |
|
2,85 |
2,17 |
1,10 |
8,22 |
8,2 |
12,88 |
3,95 |
|
6,9 |
1,25 |
185,7 |
123,6 |
2002 |
|
|
|
|
|
7,26 |
3,18 |
6,68 |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
promedio 93/02 |
7,91 |
4,76 |
2,62 |
1,96 |
3,44 |
7,57 |
1,83 |
7,41 |
5,15 |
2,11 |
|
|
|
|
[1] Cada rotación comporta el tiempo entre el momento en que el plusvalor comienza su proceso de producción hasta que el producido que lo contiene se vende en el mercado.
[2] Pero esta redistribución no es automática. Dado que el capitalismo es un modo de producción caótico, ajeno a toda planificación consciente de los productores, por lo regular la masa de capitales en cada rama de la producción y su correspondiente oferta de productos no coincide con la demanda solvente, y cuando lo hacen, es por pura casualidad. Para eso están los precios de mercado, que aumentan o disminuyen (respecto de los valores o precios de producción individuales) cuando la oferta de un producto es inferior a la demanda o viceversa. Estas ganancias y pérdidas extraordinarias provocan un movimiento de transferencia de los capitales de una rama de la producción a otra, hasta que esos desfases del mercado se corrigen, ajustando la masa de capital productivo en cada rama de la economía, a la demanda efectiva correspondiente y a los precios de producción que le asignan su respectiva proporción de plusvalor.
[3] Marx llama composición orgánica del capital a la relación entre el capital constante y el capital variable. En esa relación, el capital constante está compuesto por el capital fijo (valor de la maquinaria, muebles, edificios, etc.) y el capital circulante (materias primas y auxiliares). El capital variable el equivalente al pago de salarios. Si la acumulación de capital consiste en aumentar la fuerzas productiva del trabajo mediante la técnica aplicada a la producción de plusvalor a expensas de los salarios, está en la misma lógica que el capital constante tienda históricamente a aumentar más que el capital variable. Y dados los límites de la jornada laboral media que no puede sobrepasar las 24 horas diarias, la necesidad y posibilidad del descenso histórico en la tasa general de ganancia está servida.
[4] Cfr. Op. Cit. Libro III Cap. XIV
[5]
Según Lenin: <<Lo que caracterizaba al viejo
capitalismo, en el cual dominaba plenamente la libre competencia, era la
exportación de mercancías. Lo que caracteriza al capitalismo
moderno, en el que impera el monopolio, es la exportación de capital>>
("El Imperialismo fase superior
del capitalismo" Cap. IV) Pero no sólo como capital de préstamo sino también
como inversión productiva directa. En esa misma obra, Lenin distingue entre el
carácter prestamista y usurario de la exportación del capital francés, respecto
del carácter eminentemente productivo de la exportación del capital inglés: Por lo que se refiere a Inglaterra,
aparecen en primer plano sus posesiones coloniales, las cuales son muy grandes,
incluso en América (por ejemplo, el Canadá), sin hablar ya de Asia, ete. La
gigantesca exportación de capitales se halla en el caso de Inglaterra estrechamente
relacionada con las colonias gigantescas, de cuya significación para el
imperialismo volveremos hablar más adelante. Distinto es el caso de Francia,
cuyo capital extranjero se halla invertido principalmente en Europa, y en
primer lugar en Rusia (10 mil millones de francos por lo menos), con la
particularidad de que se trata sobre todo de capital de préstamo, de
empréstitos públicos y no de capital invertido en empresas industriales. A
diferencia del imperialismo inglés, que es colonial, el imperialismo francés
puede ser calificado de usurario. Alemania ofrece una tercera variedad: sus
colonias no son grandes, y el capital exportado lo tiene invertido en
proporciones más iguales entre Europa y América.>> (Ibíd)
[6] Cfr.: "La ley de la acumulación y el derrumbe del sistema capitalista"
[7] A pesar de lo que pueda parecer leyendo este párrafo, Grossmann no era un determinista económico. Cuando habla de catástrofe final supone la lucha de clases como factor decisivo y determinante. Cfr. Op.cit. Consideraciones finales.
[8] El poder adquisitivo de una moneda en el plano internacional, está determinada por el valor real del PBI generado por el país que representa y por la inversa de su nivel de precios. En este caso, según veremos más adelante, dada la sobravaluación ficticia del peso, las empresas que bajo estas condiciones producían en Argentina para la exportación, por el hecho de la paridad de uno a uno determinada institucionalmente, obtenían un plusvalor adicional por la diferencia entre la representación real de valor entre la dos monedas.
[9] En nuestro trabajo polémico anterior, de acuerdo con el compañero Íñigo Carrera -a quien citamos según la referencia al website: hemos tratado de demostrar que el proceso histórico de acumulación del capital en países como Argentina, ha discurrido en base a la capitalización de la renta agraria, y que la crisis financiera en que acabó el experimento de la presidencia Menemista, fue un episodio más de ese proceso, algo que, por lo visto parece haber pasado desapercibido para al BIPR
[10] Con este razonamiento no pretendemos el absurdo de homologar al Estado capitalista con los asalariados. Simplemente significar que el Estado capitalista, en sentido estrictamente funcional no es capital, y que el asalariado en función reproductiva de su fuerza de trabajo tampoco.
[11]
En sí y por sí, el
salario no es capital, por la misma razón de que el trabajo -aun cuando lo
genere- no es valor: "La fuerza de trabajo humana en estado líquido (en
funciones) o el trabajo humano, crea valor, pero no es valor" ("El Capital" Libro I Cap. 1).
"Y ahora apréciese la osadía con la que el señor Dühring atribuye a Marx
la afirmación de que el tiempo de trabajo de alguien tiene ya en sí mismo más
valor que el de otra persona, lo cual supone afirmar que el tiempo de trabajo y
el trabajo tienen un valor. Eso se atribuye a Marx: a Marx, que ha sido el
primero en exponer que el trabajo no
puede tener ningún valor, y por qué no puede tenerlo. F. Engels: "Antidühring" Sección II Cap.
VI)
[12] Lamentablemente, los revolucionario no podemos decir hoy, como Lenin en su momento: "apoyemos el fusil en el hombro de Kerensky", en primer lugar, porque no tenemos aun ese fusil, que son las masas asalariadas organizadas en actitud de combate por el poder soviético. S en ausencia de ese fusil los revolucionarios decidimos optar por uno de los dos bandos burgueses en pugna, lo que hacemos es diluir la necesaria conciencia de clase proletaria en el sistema burgués, como un azucarillo en un vaso de agua. Y así no se construye ninguna alternativa realmente posible al capitalismo. Los reformistas, obviamente, no tienen este problema, porque ellos no tienen necesidad de revolucionar nada. La táctica de la paz que acaudilla el movimiento de masas, lamentablemente va por ahí.
[13] De 6 millones de barriles por día en l978, la producción de crudo
iraní descendió a 3,5 millones tras el derrocamiento del Sha. Hay que tener en
cuenta que las reservas petrolíferas de Irán son las segundas más importantes
del Golfo. En primer término están las de Arabia Saudí.
[14] "Inprecor" Nº 59 marzo/88.
Comentando en ese mismo trabajo sobre la caída de precios provocada en 1986 por
Arabia Saudí en el marco de la guerra de precios y las cuotas de producción,
Salah Jaber dice que "todo ésto muestra hasta qué punto el excedente
mundial de la oferta sobre la demanda es actualmente el factor dominante. Más
categórico es Michael Tanzer cuando en 1974 concluía que "No hay una
crisis real, en el sentido de una carencia física de recursos energéticos; más
bien existe una escasez artificial provocada, generada por diversas fuerzas que
operan dentro del marco global de la
economía capitalista internacional" "En otras palabras ‑completan
esta idea todavía más Michael Tanzer y Stephen Zorn en "La Década de la
OPEP ¿ha servido para algo?" Hasta la fecha, el <<quid>> del
problema del petróleo no está en la naturaleza, sino en las relaciones sociales
y económicas. (Monthly
Review" marzo/85)
[15] Bajo el sugestivo título "El
discreto <<ojalá que esto dure>> de los medios petroleros",
Verónique Maurus, especialista de asuntos petroleros de "Le Monde",
decía en 1984: "Algunos hablarán de cinismo, sin embargo, es preciso
constatar que el principal temor de los operadores petroleros -y de numerosos
países productores- cuatro años después de la guerra Irán-Irak es (...) el fin
eventual de un conflicto al que todo el mundo ha aprendido a acomodarse y que,
en cierta medida, arregla bastante las cosas, congelando de forma duradera una
parte de las capacidades de producción".
[16] En un informe de la "Comisión
Independiente sobre Asuntos del Desarme y Seguridad" presentado en 1982,
se dice que "Los gastos militares reducen el crecimiento económico en las
naciones en desarrollo. Los descubrimientos econométricos más recientes (para
69 países en las décadas de 1950 y 1960), demuestran que los aumentos de gastos
militares tuvieron efectos significativamente negativos en las tasas de
crecimiento. También muestran que el aumento de los gastos militares redujo
tanto la inversión como la producción agrícola. En promedio, entre todos los
países, un aumento de 1% de la parte militar del PNB, se asoció a una reducción de 0,23% de la parte del PNB
correspondiente a las inversiones y 0,18% en la parte de la
agricultura".Son de imaginar los efectos sociales y políticos derivados de
una situación semejante a la de Irak, de no mediar un aumento en sus ingresos
petroleros.
[17] Una de las claves para que los precios
reales se acerquen a los de referencia (precio medio orientativo de toda la
producción OPEP), es el control de la producción. En la última cumbre de la
OPEP realizada el 26 y 27 de julio de 1990, se aprobó elevar ese precio de
referencia de 18 a 2l dólares, en contra de la propuesta de Kuwait y de Arabia Saudí de
dejarlo en los l8 dólares vigentes desde l986.
Irak ha denunciado reiteradamente a Kuwait y a los Emiratos Arabes
Unidos por sobrepasar esas cuotas de producción para hacer bajar los precios
por debajo de los acordados. En torno a este episodio previo a la invasión,
puede muy bien hablarse, pues, de provocación por parte de Kuwait y de pretexto
ocasional por parte de Irak, que así se encontró presionando por un doble
cometido.
[18] Cfr.: K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. XIV.
[19] En su "Crítica del Programa de Gotha", Marx impugnaba
el criterio del Partido Obrero Unificado
de Alemania" por haberse hecho eco de "patrañas ideológicas,
jurídicas y de otro género" difundidas por parte de los "economistas
vulgares" burgueses de aquel momento, adoptando el concepto de
"distribución equitativa" de la riqueza desde el estricto punto de
vista de la esfera de la circulación, esto es respetando la sacrosanta
propiedad privada burguesa que supone la previa distribución del valor y la
riqueza entre asalariados y patronos:
<<La
distribución de los medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la
distribución de las propias condiciones de producción. Y esta distribución es
una característica del modo mismo de producción. Por ejemplo, el modo
capitalista de producción descansa en el hecho de que las condiciones
materiales de producción le son adjudicadas a los que no trabajan bajo la forma
de propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la masa sólo es
propietaria de la condición personal de producción, la fuerza de trabajo,
Distribuidos de este modo los elementos de producción, la actual distribución
de los medios de consumo es una consecuencia natural. Si las condiciones
materiales de producción fuesen de propiedad colectiva de los propios obreros,
esto determinaría, por sí solo, una distribución colectiva distinta de la
actual. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo una parte de la democracia,
ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución
como algo independiente del modo de producción, y por tanto, a exponer el
socialismo como una doctrina que gira principalmente entorno a la distribución.
Una vez que está dilucidada, desde hace ya mucho tiempo, la relación de las
cosas, ¿por qué volver a marchar hacia atrás? (K. Marx: Op. Cit. Punto 3)
[20] George Luckács: Op.cit. Ed. Grijalbo/75-Fundamentos1 Pg.203
[21] Inconsciente y no reconocida
(sólo inteligible para la ciencia), porque el proceso de acumulación
capitalista discurre según leyes objetivas, independientes de la voluntad de
los seres humanos involucrados en ellas, que así se comportan como simple
materia de un movimiento que no dominan ni controlan. (Cfr. "El Capital" Libro I Cap. 1
Punto 4: "El fetichismo de la mercancía")
[22] Esto es, la esencia de lo
meramente fáctico, como que la "coseidad" es lo esencial de toda
cosa. (GPM)
[23] Esto no significa que
los grandes capitales se abstengan de participar en los juegos de especulación.
En virtud de su capacidad para modificar en determinados momentos propicios las
cotizaciones, son ellos quienes, en última instancia, cumplen en ese mercado de
sustitución la tarea de centralizar los capitales fragmentarios. Pero una vez
que la burbuja financiera revienta o se desinfla dando cuenta de sus fragmentos
menores, el capital global prosigue el proceso de centralización entre sus
fragmentos mayores. Respecto del manejo del sistema de pensiones esto sucede
cuando frente al descenso generalizado en la cotización bursátil, las empresas
que los han administrado para ampliar sus propios negocios, se ven ante la
imposibilidad de hacer frente a sus compromisos con los pensionistas
propietarios de esos fondos. Sobre esto último se están dando múltiples
ejemplos, el último de ellos después de la "General Motors",
"Ford", SBC, Boeing o Enrom, es el de la multinacional norteamericana
de las telecomunicaciones "WorldCom". Según la consultora Merrill
Lynch, hasta 346 fondos de firmas de este país (un 75% de los componentes del
Stadard & Poor's 500) corren el riesgo de no tener suficiente dinero para
afrontar sus compromisos con los partícipes a raíz de la caída de las acciones
de compañías en las que han invertido. En total, a los fondos de pensiones
podrían faltarles 640.000 millones de dólares. Una cifra que contrasta con los
superavits de 2000 y 2001 situados en 215.000 y 500 millones respectivamente.
[24] Al día siguiente del Golpe militar de Videla, el 24 de marzo de 1976, durante su discurso de investidura como flamante ministro de economía de la Dictadura, el terrateniente y político liberal Martínez de Hoz justificó la interrupción del proceso "democrático" diciendo que el país "no podía soportar por más tiempo una situación en la que, por ejemplo, un litro de soda costara más que un litro de gasoil"
[25] Como es sabido, con cada aumento en la velocidad de circulación del dinero, cada unidad monetaria cubre un número mayor de operaciones, con lo cual disminuye la masa necesaria del dinero en circulación.
[26]
Lenin habla aquí de
"Gobierno", pero es evidente que, en este contexto de la lucha de
clases, el de la crisis revolucionaria, no se trata de la pequeña política de
andar por casa de la burguesía, sino de la gran política. No se trata de una
crisis de gobierno sino de una crisis de Estado, no es un sector político de la
burguesía sino su conjunto lo que está en juego allí. Por eso hemos sustituido
el término en la versión castellana del texto.
[27] Al principio de la
desaceleración, en 1998, el paro alcanzaba a 14 de cada 100 empleados. En mayo
de 2000 subió al 25%. Hoy ha llegado a superar el 40%
[28] "Tan pronto, pues, como al capital se le ocurre —ocurrencia arbitraria o necesaria— dejar de existir para el trabajador, deja éste de existir para sí; no tiene ningún trabajo, por tanto, ningún salario, y dado que él no tiene existencia como hombre, sino como trabajador, puede hacerse sepultar, dejarse morir de hambre, etc. El trabajador sólo existe como trabajador en la medida en que existe para sí como capital, y sólo existe como capital en cuanto existe para él un capital. La existencia del capital es su existencia, su vida; el capital determina el contenido de su vida en forma para él indiferente. En consecuencia la Economía Política no conoce al trabajador parado, al hombre de trabajo, en la medida en que se encuentra fuera de esta relación laboral. El pícaro, el sinvergüenza, el pordiosero, el parado, el hombre de trabajo hambriento, miserable y delincuente son figuras que no existen para ella, sino solamente para otros ojos; para los ojos del medico, del juez, del sepulturero, del alguacil de pobres, (del policía) etc.; son fantasmas que quedan fuera de su reino." (K. Marx: "Manuscritos económico-filosóficos": Segundo manuscrito. Lo entre paréntesis es nuestro)
[29] "Todo el arte de un político estriba justamente en encontrar y aferrarse con nervio al preciso eslaboncito que menos pueda ser arrancado de las manos, que sea el más importante en un momento determinado y mejor garantice a quien lo sujete la posesión de toda cadena." (V.I. Lenin "¿Qué Hacer?" Cap. V)
[30] Cfr.: "Si el partido revolucionario no cuenta con la mayoría en los destacamentos de vanguardia de las clases revolucionarias y el país, no puede ni pensarse en la insurrección. Además, para ella son necesarias: 1) la marcha ascendente de la revolución a escala de todo el país; 2) la total bancarrota moral y política del viejo Estado, por ejemplo, del Gobierno de 'coalición'; 3) grandes vacilaciones en el campo de los elementos intermedios, es decir, entre los que no están por completo con el Gobierno, aunque todavía ayer le prestaran total colaboración" (V.I. Lenin: "¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?" 1/10/917
[31] Con esto hemos querido decir que los parados, en sí y por sí, pueden llegar a constituirse no más que en un problema de orden público y en masa de maniobra para un recambio burgués, nunca en un poder político efectivo de clase.
[32] El Bloque Nacional Piquetero está constituido por el Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionistas (MIJP) que conduce Raúl Castells -quien se encuentra preso- el Movimiento Teresa Rodríguez (MTR), la Coordinadora Aníbal Verón, el Movimiento Sin Trabajo (MST), el Movimiento Tierra y Liberación (MTL), el Polo Obrero (PO) y el Frente de Trabajadores Combativos (FTC), entre otras agrupaciones piqueteras.
[33] El BIPR ha protestado acusándonos de "insidiosos" por haberles atribuido afirmaciones como ésta que no reconocen como propias y que nosotros hemos extraído de su website: http://www.ibrp.org/ (en "textos españoles"). Efectivamente, estas afirmaciones se dan de patadas con lo que el mismo BIPR dice en su documento de réplica -motivo del presente trabajo-, refiriéndose correctamente a la política del PO, donde critican su consigna de las renacionalizaciones de empresas como YPF, sin proponer al mismo tiempo destruir el aparato represivo de la burguesía. ¿Qué diferencia esencial existe entre esta forma de oportunismo del PO y el criterio del BIPR que difunde en su página posiciones parecidas que no comparten? Acerca de esto nos referiremos más adelante.
[34] Antes de que apareciera entre las barricadas de París, el Estado Obrero no significaba nada para nadie, ni siquiera para los comuneros que lo crearon. Sin embargo, ya existía en la cabeza y las preocupaciones de Marx. Quien sabe si no también en la de otros teóricos o militantes revolucionarios anónimos.
[35] Cierto, no por esto deja de ser capital variable, pero le pone en mejores condiciones intelectuales e históricas para dejar de serlo.
[36]
En "Reforma o revolución" Rosa Luxemburgo dice que la teoría
revolucionaria, la dialéctica, es el pensamiento específico de los seres
autoconcientes, con conciencia de clase y que por eso el oportunismo y sus
variantes dirigen "sus más afilados dardos" contra ella. Y explica
por qué. Por que es..."el arma espiritual con la cual, aun siguiendo
sujeto materialmente a su yugo, el obrero derrota a la burguesía, puesto que la
convence del carácter efímero y temporal de la sociedad actual, de la
ineluctabilidad del triunfo proletario, hecha ya la revolución en el reino del
espíritu". En esta misma dirección se había pronunciado Marx en Carta a
Kugelmann del 11/07/868: "Una vez que se ha visto claro en estas
interconexiones internas, cualquier creencia teórica en la necesidad permanente
de las condiciones existentes, se derrumba antes de su colapso práctico. Las
clases dominantes, pues tienen así en
este caso un interés absoluto en perpetuar esta confusión y esta vacuidad de
ideas. De otro modo, por qué razón se les pagaría a estos sicofantes
charlatanes, que no tienen más argumento científico que el de afirmar que en
economía política está terminantemente prohibido pensar."
[37]
"...la historia sería
totalmente mística, si las <<casualidades>> no desmpeñarán en ella
ningún papel. Naturalmente, estas
casualidades entran en el marco de la evolución general y son compensadas, a su vez, por otras
casualidades. Pero la aceleración y la disminución del movimiento dependen
mucho de <<casualidades>>
de éste tipo; y entre ellas figura también esta otra casualidad: el
carácter de la gente que se encuentra a la cabeza del movimiento, al comienzo..."
K.Marx: Carta a Kugelmann del 17/4/87l (ibid,.Pp.209). Con todo, en ese actuar se incluye también el momento
de la meditación, donde las alternativas tácticas que se proyecten, deben
homologarse permanentemente con los principios políticos que están en las leyes
del desarrollo social desvelados por la ciencia.
[38] "...Una araña ejecuta operaciones que recuerdan
a las del tejedor, y una abeja avergonzaría, por la construcción de las
celdillas de su panal, a más de un maestro albañil. Pero lo que distingue
ventajosamente al peor maestro albañil de la mejor abeja es que el primero
ha modelado la celdilla en su cabeza
antes de construirla en la cera. Al consumarse el proceso de trabajo surge un
resultado que antes del comienzo de aquél ya existía en la imaginación del
obrero o sea idealmente. El obrero no sólo efectúa un cambio de forma de lo
natural; en lo natural, al mismo tiempo, efectiviza su propio objetivo,
objetivo que él sabe que determina como una ley, el modo y manera de su
accionar y al que tiene que subordinar su voluntad..." (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. V)
[39]
Pero
falta aquí la causa material, esto es, de qué se compone o está hecho el
movimiento real del que hablan Marx y Engels en "La Ideología alemana": <<Para nosotros, el comunismo
no es un estado que debe implantarse,
un ideal al que debe sujetarse la
realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula al estado de cosas actual. Las condiciones de este
movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente>> (Op.cit).
¿Cuál es esta premisa? La sociedad civil, modo de producción, estructura, o
base económica y social del sistema capitalista. ¿En qué consiste este movimiento real, en la sociedad
capitalista? En los componentes sociales y políticos que interactúan al
interior de la formación social
capitalista, en tanto unidad dialéctica de estructura económica y
superestructura ideológica, política y cultural.
[40] "El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. E1 litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico." (K. Marx: Op.cit.) Para negar la teoría como elemento sustantivo de la autoconciencia, los "hombres de acción" del movimiento, incluidos los espontaneistas revolucionarios más recalcitrantes, han interpretado esta tesis de Marx como si no hubiera otra práctica que no fuera la política, como si la práctica teórica no fuera tan terrenal y válida como la práctica política, como si la ciencia no tuviera nada que ver con la lucha de clases, como si no formara parte de la práctica social en su conjunto. Una vez desterrada la práctica teórica de sus organizaciones, este prejuicio prácticista fue utilizado por los reformistas para hipotecar la verdad del marxismo al veredicto de la práctica política, al hecho de que todavía ellos no advierten los indicios de una sociedad superadora del mercado capitalista. En realidad, no es que el materialismo histórico tenga hipotecada su razón a los resultados prácticos de la historia. Al contrario, es la historia la que está pendiente de levantar su hipoteca con la razón científica del materialismo histórico. Y lo hará cuando el proletariado lleve a cabo su cometido histórico previsto. Incluso, el hecho de llevar esa razón por adelantado, da a la ciencia un carácter político que trasciende su objetividad teórica, al hacer de ella un poderoso arsenal revolucionario. Tal es el sentido de las palabras de Marx al decir que la teoría "puede abreviar y mitigar los dolores del parto". Pues bien. El partido revolucionario es esto: la encarnación orgánica del materialismo histórico, que no tiene su sede en a lucha de clases elemental
[41] Criptografía, es la ciencia que trata del
enmascaramiento de la comunicación de modo
que sólo resulte inteligible para la o las persona que poseen la clave de lo
que se quiere decir, o método para averiguar el significado oculto, mediante el
criptoanálisis de un texto aparentemente incoherente. En un sentido más amplio,
la criptografía comprende el uso de mensajes encubiertos, códigos y cifras.
Cifran todo su éxito en no levantar ninguna sospecha acerca de lo que en
realidad se está diciendo, aunque, una vez descubiertos, a menudo no resultan
difíciles de descifrar.
[42]
“El primer paso que
debe darse para hacer visible y consciente la fuerza de los elementos de clase
y darle organicidad —subrayábamos en nuestra respuesta a L. Bilbao—, estriba en
establecer los puntos de referencia y de orientación política de las masas como
expresión nítida del programa por el comunismo. La pregunta central es, en
consecuencia: ¿sobre qué bases se delimita la frontera entre
"nosotros" y el "enemigo"? No basta declarar el objetivo
hacia el que se apunta —"la abolición del capitalismo"—, sino
elucidar en términos programáticos, organizativos y de acción qué significa esa
fórmula. Cada corriente "marxista" tiene o bien una respuesta
distinta a esta cuestión crucial o, aún coincidiendo en la definición, difiere
en lo que respecta a la estrategia para alcanzarla. La pregunta no se puede,
pues, responder sin antes haber fijado las directrices estratégicas de la
acción de la clase. Tal cosa nos conduce de nuevo al centro de la discusión
comunista actual: la exigencia imperativa de determinar las causas de la
dispersión de las fuerzas proletarias y las principales dificultades para
conquistar la organización política de clase, es decir, lo que un camarada ha
llamado claramente "las causas que han obstaculizado la continuación del
programa del comunismo al interior de la clase obrera y, por tanto, la ruptura
con el dominio absoluto del Capital". En este sentido, nuestro mensaje no
está destinado a los iniciados en una obscura doctrina que posee las claves
para descifrar un lenguaje críptico: nos dirigimos a todo el proletariado
porque no nos consideramos una secta iluminada y providente que pretenda
encerrar en sí la suerte futura del proletariado y de la sociedad; vemos a todo
proletario como un virtual militante revolucionario y como parte del sujeto
colectivo capaz de acceder, gracias a una acción que continuamente subvierte
los mecanismos y dispositivos del poder burgués, a los niveles más altos de la
conciencia revolucionaria”.
[43] En la Introducción de 1857 a su "Crítica de la Economía política, ambos textos precursores de "El Capital", Marx se refiere a la "dificultad" que supone la notable incidencia que las superestructuras ideológicas y políticas ejercen precisamente respecto a este pasaje del presente documento, en cuanto a la notable y arraigada persistencia con que siguen vigentes en la conciencia colectiva de una sociedad dada, aun habiendo desaparecido las bases materiales que le dieron sentido en una determinada etapa de la acumulación del capital que no volverá: "Pero la dificultad no consiste en comprender que el arte griego y la epopeya estén ligados a ciertas formas de desarrollo social. La dificultad consiste en comprender que puedan aún proporcionarnos goces artísticos, y sean considerados en ciertos aspectos como una norma y un modelo inaccesible". (K. Marx: Op.cit. Punto 4)
[44] Por si acaso algún militante práctico del movimiento haya obrado consigo mismo el milagro de seguir con la lectura del presente documento hasta este párrafo, y aquí sienta ver colmada su paciencia a la vista de la disputa por lo que quiere decir una palabra más o menos, decirle que el curso de cualquier acción colectiva en la vida social, depende de lo que se entienda que significa una palabra más o menos puesta en un acuerdo de voluntades: "Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario. Nunca se insistirá lo bastante sobre esta idea en un tiempo en que a la prédica en boga del oportunismo, va unido un apasionamiento por las formas más estrechas de la actividad práctica. (...) En estas condiciones, un error 'sin importancia' a primera vista, puede causar los más desastrosos efectos, y sólo gente miope puede encontrar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual 'matiz' puede depender el porvenir de la socialdemocracia por años y años" (V.I. Lenin :"¿Qué hacer?" Cap. I d). A este modo de pensar el BIPR le llama "leninismo talmúdico". ¿Qué importancia pueden tener las palabras en la lucha del proletariado, si la lógica política supuestamente revolucionaria de su accionar está contenido en su instinto de clase?
[45] Según A. Gramsci, quien parece haber acuñado el término, intelectuales orgánicos de una determinada clase son aquellos cuyo pensamiento corresponde a los intereses económico-sociales propios de esa clase. Así, un arquetipo de intelectual orgánico de la burguesía, es Bush, en razón de que esa es su condición económica y social de clase.
[46]
"La teoría
materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la
educación, y de que, por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias
distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres,
precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio
educador necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la división de la
sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad (así,
por ej., en Roberto Owen)" (K. Marx: "Tesis
sobre Feüerbach")
[47] (En el texto del BIPR, esta cita tiene el número 53) A la clarificación de este problema viene muy a propósito la declaración del Manifiesto Comunista: "Los comunistas no son un partido particular frente a los otros partidos obreros...no tienen intereses distintos de los intereses de todo el proletariado...no plantean principios especiales sobre los cuales desearían modelar el movimiento proletario. Se distinguen de los otros partidos proletarios sólo por el hecho de que, de una parte, ellos ponen de relieve y hacen valer los intereses comunes, independientemente de la nacionalidad, del entero proletariado, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios; y, de la otra, por el hecho de que sostienen constantemente el interés del movimiento en y la burguesía. Por tanto, en la práctica, los comunistas son la parte más progresiva, más resuelta, de los partidos obreros de todos los países, y en cuanto a la teoría ellos tienen la ventaja sobre la restante masa del proletariado de comprender las condiciones, la marcha y los resultados generales del movimiento proletario. La mira inmediata de los comunistas es la misma de los otros partidos proletarios: la constitución del proletariado en clase, el abatimiento de la burguesía, la conquista del poder político por parte del proletariado".
[48] En el Manifiesto, según la correlación de fuerzas sociales fundamentales de la sociedad en aquél momento, salvo en Inglaterra para el que propusieron el programa que figura en el capítulo II, la revolución prevista para los demás países era de carácter burgués, donde el proletariado debía cumplir un papel auxiliar hasta tanto el proceso de acumulación cambiara la correlación fundamental de fuerzas sociales a favor del proletariado, y el carácter de la revolución pasara a ser directamente socialista, que estas son hoy día las condiciones económicas y sociales de la lucha de clases en todo el mundo.
[49] Pero sí se ha sumado al
revisionismo neomarxista queriendo haber visto "profundas mutaciones"
en la base material o económica del capitalismo.
[50]
Antes ya de ponerse a redactar -en 1845- "La ideología alemana" en
mutua colaboración con Engels, Marx ya había concebido los lineamientos del
Materialismo histórico, como -según cuenta Lafargue- así se lo hizo saber a
Engels en París un día de 1844 en el
café de "La Régence", donde hoy funciona la oficina de Turismo de
Marruecos. Cfr.:H.M.Enzensberger: "Conversaciones con Marx y Engels"
Tomo I Ed. Anagrama/74 Pg. 40.
[51]
"Las revoluciones
proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se
interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía
terminado, para comenzarlo de nuevo desde
el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones,
de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que
derriban a su adversario pero es sólo para que este saque de la tierra nuevas
fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden
aterradas ante la ilimitada inmensidad de sus propios fines, hasta que se crea
una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan:
demuestra lo que eres capaz de hacer" (K.Marx: Op.cit. Cap. I)
[52] La más importante de esas limitaciones, consiste en que la tasa de explotación de la fuerza de trabajo para compensar el descenso histórico del trabajo explotado en base al plusvalor relativo, no puede ir más allá de la jornada de labor media, cuyo límite teórico máximo no excede las 24 horas del día.
[53]
Esto que dice Hegel
aquí es cierto para la relación entre dos mercancías, como la fuerza de trabajo
en tanto capital variable y el capital constante, esto es, entre el asalariado
espontáneo y el capital. Aquí estamos en la identidad hegeliana de los contrarios, donde la relación
genera una fuerza que la confirma. Pero el caso es que las fuerzas productivas y las
relaciones de producción capitalistas no son opuestos de idéntica naturaleza,
no son esencialmente iguales sino distintos al interior de una unidad. Por tanto, en este
último caso, al no estar en relación con un tercero del que ellos son
idénticos, la fuerza que generan no es centrípeta sino centrífuga que tiende
históricamente a trascender
la relación misma. El debate consiste en dilucidar si la fuerza que genera la
unidad de esos contrarios de naturaleza social distinta y antagónica, puede en
sí y por sí misma, espontáneamente, romper la relación y trascenderla, o si, por
el contrario, se queda en una mera tendencia,
esto es, que de no mediar otra condición (la teoría
revolucionaria encarnada en la vanguardia política del proletariado) no hace
más que confirmarla.
[54]
En la Respuesta a Luis
Bilbao escribíamos: << Al anteponer los
intereses y la sobrevivencia política de la organización y, particularmente, de
su equipo dirigente, a la clase, el partido político, pese a seguir llamándose
"obrero" o "comunista", procuró mantenerse siempre sobre el
terreno del juego político institucional que le proporcionaba la posibilidad de
cogestionar, como un rodaje más de los mecanismos político-ideológicos de
reproducción burguesa en sus funciones de control social y de fabricación del
consenso, una sociedad dominada absolutamente por el capital; en este proceso,
los partidos Socialdemócratas primero y, poco después, los partidos comunistas
ligados a la Tercera Internacional, terminaron adecuándose al capitalismo y
renunciando a sus originales intenciones revolucionarias. De manera gradual, el
programa histórico, los principios y metas del proletariado, fueron abandonados
por el tradeunionismo, el corporativismo, el economicismo y la adaptación
democraticista. La misión y la naturaleza del partido se transmutaron en su
contrario: sus esfuerzos, intereses, preocupaciones y medios ya no fueron
orientados a la revolucionarización del proletariado, sino a ganar un espacio
en la sociedad burguesa y a sacar provecho de su fuerza e influencia social y
política para obtener una posición respetable en el Estado, gestando un
movimiento social que alentaba la utopía reaccionaria acerca de la posibilidad
de resolver los problemas y contradicciones intrínsecos a las relaciones de
clase dentro de la sociedad de clases. Por su parte, la organización existía
sólo en función del aparato, el cual, a su vez, era controlado por una casta de
funcionarios profesionales, entre cuyos miembros surge de modo natural el
interés de acomodarse y conservar el capitalismo. >>
[55] La decisión de
aburguesar al partido bolchevique, comenzó a ejecutarse con la llamada
"promoción Lenin" consistente en permitir el acceso al partido sin
condiciones, dejando sin sentido la disciplina consensuada de la formación
teórica, como paso previo al vaciamiento de los contenidos que hacen a la
polémica interna, al enriquecimiento de la misma teoría, y a las decisiones
realmente democráticas de la vida política partidaria.
[56] Uno de esos pasajes alude a la experiencia de intercambio informal a raíz de la falta de dinero, ante la cual los compañeros chilenos sacaron la conclusión de que el movimiento piquetero ha tomado conciencia de la necesidad superadora del mercado capitalista. En sus "Directrices metodológicas..." que dan sentido al presente documento, el BIRP se muestra sorprendido y nos pregunta que dónde han sacado ellos semejante conclusión (Ver nota al pie Nº 1). Está implícita en el siguiente párrafo de "El movimiento de los piquetes": "No obstante el carácter todavía tosco y rudo de su conciencia, el movimiento de los piquetes tiende instintivamente hacia el comunismo. Cuando juzga que la aptitud de cada trabajador para intercambiar socialmente no debe obedecer al mercado ni a los ciclos económicos del capital, sino a las necesidades humanas....."
http://www.nodo50.org/gpm
gpm@nodo50.org apdo
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