Una expresión del centrismo político

1.      Introducción

2.      CAPITAL REAL Y CAPITAL ESPECULATIVO

2.1.             El BIPR y la teoría de la conspiración para regresar del capitalismo al feudalismo

2.2.             La lógica objetiva del capital excedente

2.3.             La supuesta obsolescencia de las leyes objetivas del capital descubiertas por Marx

2.4.             El crecimiento real de la economía argentina durante la etapa menemista

3.      CUESTIONES METODOLÓGICAS DE LA DISCUSIÓN POLÍTICA CON EL BIPR

3.1.             Concepto de crisis revolucionaria y realidad de la lucha de clases en Argentina.

3.2.             Ser para sí, autoconciencia de clase y partido.

3.3.             ¿Ruptura revolucionaria o continuidad burguesa del proceso?

3.4.             Un paradigma de centrismo político

3.5.             Génesis y concepto de soviet

3.6.             Vanguardia revolucionaria y proletariado espontáneo

3.7.             Las "Tesis sobre Feüerbach" y la práctica social como unidad dialéctica de práctica teórica y práctica política

3.8.             Función del partido revolucionario

3.9.             Las falacias y contradicciones en el discurso del BIPR

3.10.         Lo interno y lo externo, lo intrínseco y lo extrínseco al proletariado espontáneo

3.11.         Método científico y lucha de clases

3.12          Determinación lógica y determinación histórica del cambio revolucionario

 

  3.13  Esponteneístas revolucionarios y leninistas "talmúdicos", ¿quiénes llevan la semilla del oportunismo?

UNA EXPRESIÓN DEL CENTRISMO POLÍTICO

Introducción

En nuestro documento anterior acerca del análisis efectuado por los compañeros del "Buró Internacional para el partido revolucionario" (BIPR), respecto del proceso abierto en Argentina en diciembre del año pasado, decíamos que nos parecía advertir una concesión a los teóricos del estancamiento crónico  y del espontaneismo político. Ahora, a la vista de la larga exposición de octubre pasado, donde esa organización internacional se ha empeñado en desmentir nuestras observaciones acusándonos de profesar un "marxismo decimonónico" en nuestro análisis económico de la realidad capitalista y un "leninismo talmúdico" de filiación stalinista en nuestra concepción de la lucha de clases y de la relación vanguardia-masa, es evidente que lo que sólo parecía, se revela como lo que es.

Respecto de la primera recusación, en su réplica a nuestra crítica los compañeros desarrollaron la tesis sólo anunciada en "La lección de Argentina" origen de este debate, donde tratan de explicar que el origen o causa de la reciente crisis del sistema burgués en Argentina -que comenzó a manifestarse en el sistema financiero- fue de carácter especulativo. De este modo, el BIPR viene a reafirmarse en que, desde los tiempos de Marx hasta hoy, el capitalismo ha sufrido "profundas mutaciones", dando a entender -de acuerdo con los neomarxistas- que la vigencia de la ley general de la acumulación expuesta en "El capital", ha quedado relativizada a la etapa del capitalismo premonopolista. 

Y según estas explicaciones, la "mutación" que el BIPR nos anuncia no es intrínseca al sistema, sino que ha sido creada en ciertos laboratorios de política monetaria con sede en los USA. Esta mutación consiste en que, dado el carácter del dólar como unidad de cuenta y patrón de los intercambios internacionales, esa moneda se presta -por vía especulativa de la emisión discrecional de circulante ficticio, esto es, sin respaldo en la creación de riqueza equivalente- a provocar transferencias de plusvalor hacia la burguesía yanqui, cualquiera sea el movimiento o tráfico de mercancías o servicios en el que esa moneda cumpla su función de mediar en dichas transacciones.

La segunda recusación que se nos hace, es de naturaleza política, aunque no tan novedosa, porque abreva en el tradicional concepto espontaneísta de la lucha de clases. Según esta concepción, la autoconciencia del proletariado se deriva directamente de las luchas elementales del proletariado, de ahí la afirmación del BIRP, en el sentido de que el movimiento piquetero argentino ha hecho presentes o manifiestos los gérmenes del comunismo en la sociedad argentina. Deslizándose por semejante impresión compartida con todas las organizaciones de la izquierda burguesa que ejercen allí de vanguardia política, el BIPR llegó al extremo de ver en esa lucha contra el paro y la corrupción administrativa, la génesis de una crisis revolucionaria. Estos son los términos de la polémica que nosotros vamos a proseguir a continuación, demostrando que este tipo de interpretaciones se inscribe en lo que Lenin calificó de "centrismo político", definido por su tendencia oportunista a contemporizar con las concepciones y tácticas burguesas, bloqueando así la evolución de la conciencia y práctica política reformista, hacia la autoconciencia de clase y el comunismo.

CAPITAL REAL Y CAPITAL ESPECULATIVO

Yendo directamente al grano, empezaremos por dilucidar si el origen de la actual crisis argentina es de carácter productivo o especulativo, si estuvo en la economía real o en la economía ficticia. ¿Qué afirma sobre esto el BIPR en "La leccción de la Argentina", origen de este debate?. Sintéticamente lo siguiente: que el caso argentino hunde sus raíces en la crisis más general que el sistema capitalista arrastra desde comienzos de la década los setenta del siglo próximo pasado, a raíz del sostenido descenso en la tasa media general de ganancia, sobre todo "en los países con mayor grado de industrialización". Sobre esto no hay discusión.

Seguidamente sostienen que, para "compensar las magras ganancias, la búsqueda de utilidades extras ha llegado a ser, desde entonces, obsesiva y perseguida por todos los medios". También hasta aquí estamos de acuerdo.

Pero a partir de este punto empiezan las divergencias. ¿Cuáles son las formas de conseguir estas "utilidades extras"? Los compañeros del BIPR afirman taxativamente que la actual crisis económica argentina, que se ha manifestado violentamente en el mercado financiero y monetario, ha sido la consecuencia de "inescrupulosas actividades especulativas" y de "un gigantesco proceso de apropiación parasitaria de plusvalor". Es decir, que entre las causas y su forma de manifestación no ha habido ninguna mediación, todo ha discurrido en la esfera de la circulación del capital financiero puramente especulativo, donde quienes se apropian de plusvalor no lo producen. O sea que la crisis argentina ha sido por causa del capital financiero especulativo que ha tenido por efecto una redistribución del plusvalor -"apropiación parasitaria", dice el BIPR- entre sectores de la burguesía, a favor de la misma "burguesía parasitaria", la más poderosa, análisis compartido por la inmensa mayoría de las fuerzas políticas -parlamentarias y extraparlamentarias- de oposición a la política menemista, incluida la fracción del peronismo liderada por Duhalde, quien al momento de asumir la presidencia del actual gobierno, prometió "transformar la economía especulativa en una economía productiva”. El BIPR lo ha dicho, negro sobre blanco, literalmente así:

<<...al liberalizar los procesos de producción de algunas formas de capital financiero (capital ficticio), en otras épocas fuertemente vinculadas al desarrollo de las actividades productivas, se ha dejado el campo libre a las más inescrupulosas actividades especulativas y a un gigantesco proceso de apropiación parasitaria de plusvalor que, en última instancia, se resuelve, de un lado, en la concentración de la riqueza producida mundialmente en un número cada vez más restricto de manos y, del otro, en el constante empeoramiento de las condiciones de vida del proletariado internacional, en el crecimiento de la miseria y de la marginación económica y social de un porcentaje creciente de la humanidad. La crisis argentina es el producto del desarrollo de este sistema y de sus contradicciones. Han sido precisamente el FMI y el Banco Mundial, inspirándose en lo que comúnmente la burguesía consideraba como los modelos a los cuales debía ceñirse la gestión económica para asegurar el perfecto funcionamiento del sistema capitalista, los que durante toda la década del 90 han indicado a la Argentina las recetas económicas que habrían debido conducirla fuera de la crisis, elogiándola por haberlas aplicado servilmente.>> (BIPR: "La lección de Argentina". Subrayado nuestro)

De este pasaje subrayamos "en otras épocas", porque esta expresión delata la concepción revisionista de la ley general de la acumulación capitalista que subyace en el análisis de la crisis argentina por parte del BIPR. Una concepción que enlaza directamente con la idea del estancamiento crónico, y que en esta coyuntura de la lucha de clases, lleva agua al molino del reformismo ahora encarnado en el movimiento antiglobalización.

El argumento central de este movimiento pequeñoburgués es el siguiente:

1)       Que casi todo el capital internacional real sobrante, se ha convertido en capital ficticio;

2)       Que esta nueva realidad actual del capitalismo ha sido producto de la desregulación en la circulación internacional de capitales operada por el capitalismo ultraliberal parasitario presidido por la gran burguesía norteamericana.

3)       Que esta realidad se caracteriza por anteponer las actividades especulativas a las productivas y, finalmente:

4)       Que la consecuencia de este "proyecto globalizador" del capitalismo parasitario, conduce directamente a la desaparición del tejido productivo de la sociedad constituido en gran parte por la mayor parte de los asalariados al servicio del pequeño y mediano capital.

De este modo, la dialéctica que la ley del valor tiende a hacer pasar cada vez con más fuerza entre la burguesía en su conjunto y el proletariado internacional, se desvía hacia la dialéctica pequeñoburguesa entre el gran capital especulativo y el pequeño y mediano capital productivo. El frente popular está nuevamente servido. A estos fines están objetivamente aportando los compañeros del BIPR. Ellos se declaran sinceramente enemigos de la colaboración de clases. Pero, según demostraremos seguidamente, su interpretación de las crisis -al menos de la crisis Argentina- abona el terreno del reformismo. 

Por debajo de la simple reflexión teórica que sólo ve los movimientos aparentes en la epidermis de la sociedad a instancias de la competencia entre las distintas fracciones del capital en tiempos de crisis, late el principio activo del capital en su conjunto, su carácter genético, por decirlo en términos de la bioquímica más adelantada. Y este principio consiste en aumentar la fuerza productiva del trabajo social y apoderarse de la mayor cantidad de trabajo necesario posible, para convertirlo en excedente a los fines de la acumulación. Un principio netamente productivista. Tal es la esencia del capitalismo.

Esta propensión esencial determina el proceso de acumulación o reproducción ampliada de capital, regulado por la evolución de la tasa general de ganancia media, que es la relación entre la masa de plusvalor o trabajo impago producido y el capital invertido en cada una de sus rotaciones[1]. La función de la tasa general de ganancia media, consiste en fijar la redistribución de la masa global de plusvalor producido que la competencia en el mercado determina que corresponde a cada fracción de la burguesía, según la cantidad de capital con que participa en el común negocio de explotar trabajo ajeno. Esta redistribución opera por la divergencia o diferencia entre los valores producidos por cada fracción de los explotadores fabricantes de plusvalor, y sus correspondientes precios de producción fijados por la tasa general de ganancia media), a los que, en principio, cada una de tales fracciones deberá vender sus productos para apropiarse de la parte del plusvalor global que les corresponde, según la proporción de capital con que intervienen en la producción de ese plusvalor global.[2]

Para el lector interesado en la descripción conceptual y matemática de este proceso, consultar "El Capital" Libro III Capítulos VIII, IX y X:

<<Tenemos aquí, pues, la demostración matemática exacta de por qué los capitalistas, por mucho que en su competencia mutua se revelen como falsos hermanos, constituyen no obstante una verdadera cofradía francmasónica frente a la totalidad de la clase obrera>> (K. Marx: Op.cit. Cap. X)

Ahora bien, según progresa la fuerza productiva del trabajo social y aumenta el proceso de acumulación del capital social global, el plusvalor aumenta menos que el capital ya acumulado y la tasa de ganancia desciende hasta el punto en que aparece el fenómeno de la sobreproducción absoluta de capital, cuando el plusvalor producido por una masa de capital ya incrementado, es igual o menor al obtenido antes de su incremento. ¿Quiere esto decir que ante semejantes impedimentos el sistema se derrumba? Quiere decir que el capital en funciones ha aumentado en exceso respecto de la masa de población explotada según la composición orgánica del capital históricamente dada.[3] Quiere decir que el capitalismo se ha puesto ante sí unos obstáculos, lo cual demuestra que el único límite económico del capital es el capital mismo y que, por tanto, el capitalismo está en condiciones de saltar sobre sus propios límites económicos:

<<La producción capitalista tiende constantemente a superar estos límites que le son inmanentes, pero sólo lo consigue en virtud de medios que vuelven a alzar ante ella esos mismos límites en escala aun más formidable.

El verdadero límite de la producción capitalista lo es el propio capital; es éste: que el capital y su autovalorización aparece como punto de partida y punto terminal, como motivo y objetivo de la producción>> (K. Marx: Ibíd) 

Para eso están las crisis y, eventualmente, las guerras. Las crisis desvalorizan el capital en exceso, las guerras destruyen su soporte material y, con él su valor entero. Dado que la propensión a acumular determina que el capital constante crezca más rápido que la suma del plusvalor y el capital variable, las crisis son tan inevitables como la posibilidad de las guerras. Pero aun antes de que estos fenómenos se manifiesten, el capital genera "causas contrarrestantes" a la baja de la tasa de ganancia[4]. Entre ellas, en el punto V Marx señala la exportación de capitales con fines productivos, que es lo que aquí nos interesa:

Por otra parte, en lo que respecta a los capitales invertidos en las colonias, etc., los mismos pueden arrojar tasas de ganancia más elevadas, porque en esos lugares, en general, a causa de su bajo desarrollo, (la composición orgánica el capital es más baja y) la tasa de ganancia es más elevada>> (Ibíd)

De este modo, el capital excedentario que las metrópolis capitalistas invierten en las colonias y países dependientes, tiende a recuperar la tasa de ganancia por vía de la repatriación de parte del plusvalor producido allí.

Pero las sucesivas crisis han demostrado que las "causas contrarrestantes", como la exportación de capitales excedentarios desde los países de más alta acumulación, sólo tienen el efecto de enlentecer la marcha del proceso de reproducción ampliada del capital hacia los violentos episodios periódicos generales de sobreacumulación absoluta, pero no evitar que a la postre se produzcan, desembocando en ondas de lento crecimiento. En tiempos de Marx, dado el relativamente escaso nivel de acumulación alcanzado en el siglo XVIII y la primera mitad del XIX, la exportación de capital era para el capitalismo de aquel entonces algo episódico, vigente sólo el tiempo que tardaban en reiniciarse las fases de recuperación en los países desarrollados.[5]. Así, el límite a la capitalización de plusvalor que supone la sobreacumulación del capital, fue siendo en parte transitoriamente superado en las metrópolis burguesas por el recurso a la exportación de capitales y el plusvalor obtenido a través de ella. 

Pero desde principios del siglo pasado, la cada vez mayor masa de capital sobrante ha dado lugar al fenómeno de la "sobresaturación de capital", expresión acuñada por Henrik Grossmann en una correcta extensión lógica del concepto de "sobreacumulación absoluta" empleado por Marx en "El Capital".[6] Pero no ya como algo intermitente y transitorio, sino constante y permanente para los países de desarrollo avanzado y hasta de los de desarrollo medio:

<<Hemos demostrado cómo la sobreacumulación                absoluta, que se expresa periódicamente en las crisis, aunque sólo en forma transitoria, se impone en el transcurso de la acumulación de                capital a través de las oscilaciones del ciclo económico, de crisis en crisis, en un grado progresivamente creciente, y finalmente, a un  nivel elevado de la acumulación de capital, alcanza un estado de "sobresaturación de capital" en el cual no existen suficientes posibilidades de inversión para el capital sobreacumulado, resultando cada vez más difícil la superación de esta "saturación", y por ello el mecanismo capitalista se acerca a la catástrofe final con la necesidad de un fenómeno natural. Los capitales excedentarios e improductivos pueden preservarse provisoriamente del derrumbe total de su              propia rentabilidad sólo a través de la exportación de capital o mediante la "actividad" temporal en el mercado de valores.>> Henrik Grossmann: "La Ley de la acumulación y del Derrumbe del Sistema Capitalista" : Cap. 3 punto b) parágrafo III)[7]

Ya hemos dicho y volvemos a insistir aquí, que una parte de la exportación de capitales excedentarios se emplea siempre en actividades puramente especulativas. Y que en tiempos de estancamiento económico, estos capitales sobrepujan a los que se siguen empleando en la producción directa de plusvalor. Tanto más cuanto mayor es la masa de capital acumulado. Pero este no es un fenómeno inédito ni supone una alteración fundamental en la naturaleza del capitalismo. Constituye parte de ella. Es su forma típica de fungir como mecanismo centralizador de los capitales, de dirimir a través de la competencia especulativa predominante durante las crisis y fases de crecimiento lento, qué fracción todavía más reducida de la burguesía, seguirá detentando la propiedad del capital acumulado devaluada o destruida y, por tanto, el protagonismo histórico en la subsiguiente fase de recuperación. Es una lucha de supervivencia interburguesa que viene a ocupar el ambiente de grata camaradería regulado por la tasa general de ganancia en tiempos de expansión general, donde todos ganan aunque, como hemos visto, unos más que otros:

<<Mientras todo marcha bien, la competencia, tal como se revela en la nivelación de la tasa general de ganancia, actúa como una cofradía práctica de la clase capitalista, de modo que esta se reparte comunitariamente y en proporción a la magnitud de la participación de cada cual, el botín colectivo. Pero cuando ya no se trata de repartir ganancias sino de dividir pérdidas, cada cual trata de reducir en lo posible su participación en las mismas, y de endosársela a los demás. La pérdida es inevitable para la clase (burguesa). Pero la cantidad que de ella ha de corresponderle a cada cual, en qué medida ha de participar en ella, se torna entonces en cuestión de poder y de astucia, y la competencia se convierte, a partir de ahí, en una lucha entre hermanos enemigos. Se hace sentir entonces el antagonismo entre el interés de cada capitalista individual y el de la clase de los capitalistas, del mismo modo que antes se imponía prácticamente la identidad de esos intereses a través de la competencia>> (K. Marx: Op. Cit. Libro III Cap. XV. Lo entre paréntesis es nuestro)  

Pero esto no neutraliza ni sustituye el carácter productivista dominante del capitalismo, su principio activo productor de plusvalor. La especulación forma parte del proceso espasmódico e intermitente del proceso histórico de acumulación de capital, donde las crisis son el límite que el capital productivo se pone a sí mismo para saltar sobre él para volver a regimentar el proceso de reproducción ampliada. Y en este proceso, la evolución de la tasa de ganancia marca los ritmos de esa intermitencia entre las ondas de crecimiento y depresión. 

En este punto es necesario volver a insistir: en la economía real, lo que está en disputa no es el capital invertido sino el plusvalor global creado en el proceso de producción; esta redistribución del plusvalor se opera mediante los mecanismos de la competencia, en el mercado, donde las empresas de mayor composición técnica y orgánica del capital, sustraen y capitalizan parte del plusvalor creado en las empresas que operan con un menor coeficiente técnico y orgánico. Este mecanismo de la Ley del valor da lugar a formación de la tasa de ganancia media, por la cual, nadie pierde, aunque unos ganan proporcionalmente más que otros según la masa de capital con que intervienen en la producción global de plusvalor.

En los mercados especulativos, en cambio, lo que se pone en juego es el capital invertido en su totalidad; aquí no se trata ya de un reparto de la ganancia global, donde todos ganan. Dado que en estos mercados no se produce ningún plusvalor, los que juegan en él exponen lo que ponen en juego. Esto ocurre invariablemente en esos mercados, cualquiera sea el objeto o soporte material del capital que se invierte en ellos (títulos de propiedad que cotizan en bolsa, oro, divisas, inmuebles, obras de arte, etc.); todos los días se producen ganancias y pérdidas absolutas; aquí es donde las pérdidas se convierten en quiebras de miles de empresas. Tanto más cuanto más volátil se torna el mercado. La volatilidad se mide por la diferencia entre el precio y el valor de los productos objeto de especulación. Cuanto mayor es el precio -por ejemplo de las acciones en la Bolsa- respecto de su valor real patrimonial por efecto del exceso de demanda, mayor es la volatilidad del mercado; esta diferencia en más entre el precio y el valor de los papeles o cosas con que se especula, es capital ficticio, porque su cotización o representatividad de valor ocasional en el mercado, es mayor que su valor real. Pero eso no quiere decir que esa diferencia sea capital ficticio. Gran parte sigue siendo capital real, plusvalor. Sólo que desplazado por la competencia de un soporte de valor a otro.

 

El BIPR y la teoría de la conspiración para regresar del capitalismo al feudalismo

Igualmente es capital-dinero o poder adquisitivo ficticio, el que se emite sin respaldo en un capital o riqueza real equivalente. En este sentido, aunque sin aportar indicadores concretos que avalen lo que afirman, los compañeros del BIPR han vuelto a recaer en la especie de que el origen de la crisis financiera del año pasado en Argentina, es de origen puramente especulativo. Dicen -ahora más explícitamente- que en el origen de la crisis financiera de ese país y otros, como Méjico, Brasil, Rusia y antes la de los llamados "tigres asiáticos", está la toma de conciencia por parte de la burguesía norteamericana, de que los tiempos en que podía basar su hegemonía política en la fortaleza de su aparato productivo había pasado, y que para seguir manteniendo su orgulloso predominio, el único recurso que le queda es aprovecharse de que su moneda fiduciaria aun es aceptada como medio de pago y de cambio en el mercado internacional, para practicar una emisión inflacionaria de dólares. Esto les permite comprar mercancías y conceder préstamos -especialmente a países del tercer mundo- como quien dice "por la cara", apropiándose así, parasitariamente, del plusvalor creado y contenido en las mercancías que compran y el interés de los créditos que conceden a las burguesías nacionales de esas regiones. Así lo explican nuestros interlocutores:

<<El tránsito a un sistema de pagos internacionales basado en un dólar inconvertible, ha significado la admisión por parte de los Usa de que la época de realización de abundantes ganancias y super ganancias apoyándose en la mayor fuerza de su aparato industrial había terminado, mientras gracias al nuevo contexto que se había determinado era ahora más eficaz y conveniente apoyarse en la fuerza de su sistema financiero y, en particular —gracias también a su gran potencia militar—, en el hecho de que el dólar, si bien ya no fuese convertible y sus emisiones no estuviesen garantizadas por la constitución obligatoria de reservas áureas, continuaba siendo utilizado como medio de pago internacional.

Por primera vez en la historia de la economía moderna, el oro, que directa o indirectamente, había sido hasta entonces el único verdadero medio de pago internacional, ha sido suplantado por papel moneda y sus títulos representativos. Ahora, el simple hecho de que una moneda circule más allá de los confines del país que la emite, sin que él tenga la obligación de constituir reservas de algún tipo, constituye para este país un privilegio tanto más grande cuanto mayor es la masa monetaria que circula en el exterior. El país emisor de este particular tipo de moneda se viene, en efecto, a encontrar en la misma posición de aquél que emite un cheque, por ejemplo para la adquisición de un vestido, y su cheque jamás es presentado al canje en la ventanilla del banco donde mantiene sus depósitos. Para el país emisor de un medio de pago internacional, por otra parte, no existe siquiera la necesidad de constituir tal depósito, visto que una parte de aquella moneda continuará dando la vuelta al mundo sin retornar nunca a su patria. Pensad en los miles de millones de dólares que son detentados en todo el mundo como moneda de reserva; pensad en los otros tantos miles de millones de dólares que sirven para la compra-venta del petróleo y otras cosas y os encontraréis frente a una masa enorme de dólares que los EU han emitido y continúan emitiendo cotidianamente, pero recibiendo a cambio mercancías concretas producidas en todos los lugares del mundo sin que ello nunca implique, en contrapartida, su transformación en otras mercancías producidas en los EU. ¡He aquí una forma de apropiación parasitaria de plusvalor!

Según algunos economistas americanos, la renta financiera que deriva a los EU por este “servicio” a la economía mundial superaba ya hace algunos años los 500 mil millones de dólares anuales, una suma que prácticamente cubría casi todo su gasto militar.>> [BIPR: "Directrices económicas del análisis de la crisis argentina (estancamiento económico)" Subrayado nuestro]

¿De qué modo la emisión inflacionaria de dinero se puede traducir en una transferencia de plusvalor de una burguesía nacional a otra? Supongamos que a instancias del gobierno de turno, el Estado norteamericano emite dólares sin respaldo por U$S 4.000 millones a través de la Reserva Federal, su banco central. ¿Qué le puede comprar el Estado norteamericano a un país como Argentina, coches tal vez, trigo, carne? Eventualmente algo de esto puede ocurrir, pero sería muy raro. Lo más normal y corriente, es que si el Estado yanqui necesita cualquiera de estas cosas, acuda a determinadas empresas nacionales que son sus proveedores habituales. Supongamos algo más normal, como, por ejemplo, que con esos dólares ficticios, el Estado yanqui decide comprar material militar por esa cantidad, por ejemplo, misiles "Patriot" a la "General Dinámics", con cargo a los presupuestos nacionales previstos para el "Pentágono"; sigamos suponiendo que, una vez entregado ese material militar y pagada la factura, con esos 4.000 millones la empresa fabricante de los "Patriot" compra a la empresa japonesa "Mitsubishi" -radicada en Taiwan- circuitos impresos; que ésta última adquiere zinc producido por la "Minera Argentina Aguilar" y, finalmente, que esta multinacional norteamericana radicada en Argentina, adquiere de la norteamericana "Caterpillar" maquinaria pesada. Después de este periplo circulatorio del dinero ficticio con origen en la Reserva Federal de EE.UU. -que naturalmente no acaba aquí- ¿dónde está el supuesto capitalista especulativo y dónde la supuesta transferencia parasitaria de plusvalor hacia la burguesía yanqui? En realidad y verdad, el gasto inflacionario del Estado norteamericano ha inducido a la producción, circulación y realización, de una masa de valor entre las empresas General Dinámics, Mitsubishi, Aguilar y Caterpillar, equivalente a U$S 16.000 millones, donde cada cual se ha quedado con lo suyo. Las únicas transferencias de plusvalor son las que corresponden al desarrollo desigual de los países por donde circularon los U$S 4.000 millones, que, como hemos visto, está en función de sus respectivas composiciones orgánicas del capital, así como del "valor" relativo de sus respectivas monedas nacionales, que también depende del poder adquisitivo de los países comprometidos en el intercambio de productos[8]. Pero en el caso argentino esta circunstancia no estuvo presente como para atribuir su crisis financiera al dólar inflacionario emitido por EE.UU., porque allí, durante la década de los noventa, el signo monetario patrón fue precisamente el dólar. Por lo tanto, para Argentina, en la esfera de la circulación de mercancías el dinero inflacionario de EE.UU. ha fungido como simple medio de cambio a expensas de la renta territorial[9]. Nada más.

Cierto, esto ha servido:

1.        para que obreros y burgueses norteamericanos dejen de pagar impuestos por U$S 4.000 millones;

2.        para que alguna camarilla de altos funcionarios estatales se quede con la correspondiente "mordida";

3.        para que, a corto plazo, aumenten los precios en dólares y, a través de esa moneda "patrón", la inflación inducida se trasmita al resto de las divisas internacionales y de las distintas monedas nacionales que no cotizan en el mercado mundial, lo cual generaliza presiones sindicales al alza de los salarios nominales, hasta que, al final, las cosas quedarían poco más o menos igual que antes.

¿No serían éstas las mismas consecuencias en el caso de que cualquier país hiciera lo mismo? Si con el ejemplo de la emisión del "cheque para comprar un vestido" se ha querido significar que el Estado norteamericano se apropió de 4.000 U$S en plusvalor, esto tampoco es cierto. Lo que hizo el gobierno norteamericano es lanzar a la circulación dólares inflacionarios a cambio de un producto que contiene plusvalor en una porción determinada. Y aun cuando esos "Patriot" comprados a la "General Dinamics sean, a su vez, vendidos por el Estado yanqui a terceros países -algo impropio en un Estado como el norteamericano- en tanto no es función de ese Estado actuar como agente directo de la acumulación de capital, es igualmente impropio hablar en este caso de una apropiación de plusvalor por parte suya, del mismo modo que cuando percibe su salario, es erróneo pensar que cualquier obrero se apropia del plusvalor contenido en las mercancías que compra para reproducir su fuerza de trabajo, sino que sólo se apropia y dispone de simple poder de compra con esa finalidad. Incluso en el caso de que este tiempo de reposición transcurriera en su propio lugar de trabajo, como sigue ocurriendo hoy día con esos millones de asalariados que, a instancias de la economía sumergida, todavía hoy producen plusvalor en régimen de semiesclavitud:

<<De hecho, el obrero debe conservar su capacidad de trabajo merced a los medios de subsistencia, pero este consumo privado suyo, que es al mismo tiempo reproducción de su capacidad de trabajo, está al margen del proceso de producción de la mercancía. Es posible que en la producción capitalista el capital absorba realmente todo el tiempo disponible del obrero y que, por lo tanto, el consumo de medios de subsistencia aparezca  prácticamente como un mero incidente del proceso laboral, al igual que el consumo de carbón por la máquina de vapor el de grasa por la rueda, o el de heno por el caballo de tiro, al igual que el consumo privado de todo esclavo que trabaja. (...) Pero, sea lo que fuere, en la práctica, los medios de subsistencia son, tan pronto el obrero libre los consume, mercancías que él ha adquirido. No bien pasan a sus manos, y con mayor razón aún, cuando los consume, han dejado de ser capital. No constituyen, pues, ninguno de los elementos materiales en los cuales aparece el capital en el proceso inmediato de producción, por más que constituyen la forma de existencia material del capital variable que se presenta en el mercado, dentro de la esfera de la circulación, como adquirente de la capacidad de trabajo (salario).>> [K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. VI (inédito: "La producción capitalista como producción de plusvalía") El subrayado y lo entre paréntesis es nuestro][10]

Si el salario y los medios de subsistencia no dejaran de ser capital variable, la producción de plusvalor y su consecuente acumulación serían algo imposible[11]. El Estado burgués que capitaliza plusvalor, en la medida en que lo hace se diluye en la sociedad civil como un interés particular más, como ha ocurrido con la mixtura -ya en desaparición- del "Estado empresario", tan caro a los reformistas. Pero este no es el caso del Estado norteamericano. Aunque vive de y para el proceso de producción y acumulación de plusvalor, permanece en general, si bien no ajeno a él, si al margen en sentido orgánico y funcional. Por tanto, lo que se apropió en nuestro ejemplo emitiendo dólares sin respaldo real para comprar por U$S 4.000, no ha sido plusvalor, sino poder adquisitivo para una compra de naturaleza inflacionaria. Nada más. Que el Estado norteamericano lo haga con la moneda que ejerce la función -delegada por todas las demás- de medio universal de cambio y de pagos internacionales, es un hecho respecto al cual, los trabajadores conscientes deberemos estar muy atentos y comprender su significado, pero no a través del enemigo de clase, de ninguna fracción de la burguesía. Para eso tenemos nuestro propio herramental de análisis, el único realmente científico y veraz.

Otra cosa ocurre con los dólares en los préstamos internacionales. Ya hemos explicado en otro lugar: http://www.nodo50.org/gpm/argpelman/01.htm, que la acumulación del capital en Argentina ha discurrido históricamente en base a la capitalización de la renta agraria. Esos fueron sus límites absolutos hasta 1955. Desde entonces, aunque sobre la misma base, la sobresaturación del capital global ha podido extender esos límites a instancias de la deuda externa. Y naturalmente ha debido ser también éste un proceso espasmódico, a través de crisis financieras recurrentes, como la de fines del año pasado. Es decir, sin dejar de seguir transformando coyunturalmente parte de la renta territorial del agro en capital industrial privado a instancias del Estado, se ha procedido a convertir en capital constante y variable adicional, la parte correspondiente de capital acumulado sobrante en el extranjero, debidamente convertido en capital de préstamo para inversión productiva según la tasa de explotación del trabajo vigente en Argentina.

Habiendo violado la ley del desarrollo económico desigual decidiendo por vía institucional decretar la paridad entre el peso y el dólar, los salarios a la baja fueron en gran parte la variable de ajuste a semejante diferencia entre la productividad del trabajo representada por uno y otro signo monetario. Pero para conjugar esta diferencia hubiera sido necesario que el plusvalor sobrepase los límites absolutos de la tasa de explotación máxima, que por razones teóricas obvias no puede exceder las 24 hs. del día. Por lo tanto, es igualmente obvio que se debió operar durante todo el proceso con un peso sobrevaluado.

¿Cómo ha operado la sobrevaluación del peso sobre la redistribución del plusvalor generado por el capital privado productivo en Argentina? A través del sostenimiento de la paridad cambiaria entre el peso y el dólar fijado por decreto, el tipo de cambio al que los deudores privados en Argentina debieron hacerse cargo de su deuda con el capital de préstamo extranjero, se mantuvo fijo y su tasa de interés también, o con muy pocas variaciones, dada la relativa estabilidad de esa moneda, por lo que, con la progresiva desvalorización del peso, la tasa de interés real, para ellos se convertía, en negativa, o crecía por debajo de esta devaluación. Mientras tanto, una vez en poder de los dólares a crédito y tras haberlos cambiado por su equivalente en pesos, lo transformaban en capital industrial, que así cerraba su ciclo productivo incrementado por la plusvalía correspondiente, más el adicional de ganancia que supone haber pagado una tasa de interés negativa equivalente a la desvalorización del peso durante el ciclo productivo correspondiente a la inversión del capital prestado en dólares. Esta última ganancia extraordinaria, fruto de la diferencia entre la tasa de interés real y la pagada efectivamente por el deudor, corrió en todos los casos a cargo de la posición en dólares del Estado argentino, correspondiente a la parte de renta agraria diferencial apropiada en concepto de retención a las exportaciones. De este modo, dado el tipo de cambio fijo, parte de la deuda privada se convirtió en pública por efecto del desarrollo desigual de la fuerza productiva del trabajo entre Argentina y EE.UU.

Esto último es así, siempre que acreedor extranjero y deudor local no constituyan partes o empresas pertenecientes a un mismo grupo económico multinacional privado. De lo contrario, en tanto el deudor en el mercado interno es su propio acreedor externo, el capital a préstamo convertido en capital productivo se valoriza doblemente a expensas del Estado anfitrión. Como acreedor, percibe efectivamente tasas de interés reales más altas a las vigentes en la generalidad del mercado mundial de capital a préstamo. Como deudor, no sólo queda en sus manos la plusvalía íntegra correspondiente a su función como capital industrial en que se ha convertido internamente, sino que se multiplica al pasar de ser nominalmente ajeno a propio, porque al cancelar los préstamos en moneda extranjera, paga una tasa de interés real negativa equivalente a la depreciación de la moneda local.

Respecto de la deuda pública que un Estado Empresario contrae con el capital extranjero, depende si la convierte en inversión productiva o en gasto corriente. En el primer caso, hay una transferencia de plusvalor en las mismas condiciones que cualquier productor privado local que invierte un capital a crédito en dólares con el extranjero. En el segundo caso, hay una transferencia de plusvalor neta equivalente a tasa de interés pagada con cargo a la renta diferencial confiscada. En cualquiera de estos casos realmente ocurridos en Argentina durante el período analizado aquí, es erróneo afirmar que hayan sido actos de especulación financiera internacional. Otro tanto cabe pensar de las inversiones extranjeras directas. Pero ninguno de esto casos están comprendidos en el concepto de "especulación"

Típicos actos especulativos son aquellos que arrojan un lucro mediante simples actos de compra-venta sin que medie entre ellos ningún proceso productivo, de producción de plusvalor. Especulación la hubo y más que en otras épocas, como está ocurriendo en todas partes del mundo. Pero esto no autoriza a negar que la dinámica económica del período menemista haya sido netamente productivista. A no ser que se entienda por especular, que el llamado "proyecto de acumulación menemista" formó parte de una conspiración de los ultraliberales, lo que es igualmente falso.

Respecto de las presuntas transferencias de plusvalor hacia EE.UU. a instancias de variaciones en los precios del petróleo supuestamente inducidas por intereses especulativos norteamericanos, también aquí nos encontramos con una concesión ideológica a la intelectualidad burguesa antiimperialista, muy proclive a reducir las leyes de la economía política a la política económica discrecional de ciertos poderes económicos eventualmente a cargo de ciertos Estados nacionales, en este caso, el norteamericano:

<< El dólar es también por esta misma razón la moneda con la cual son reguladas las transacciones del petróleo o bien de aquella mercancía/materia prima de la cual no se puede prescindir siquiera para la producción de la más insignificante de las mercancías y los EU, de hecho, controlan económica, política y militarmente sea los lugares de mayor producción del petróleo, sea las vías mediante las cuales él arriba a los lugares de mayor consumo. Vale decir, ellos están en posición de controlar, dentro de una cierta medida, también su precio, pero puesto que, como decíamos, es expresado en dólares, dada la dimensión del mercado petrolífero, a cada variación del precio del petróleo corresponde en alguna medida una variación del valor de la masa monetaria en dólares respecto a todas las otras monedas y esto sucede, de modo amplio, independientemente de la marcha de la producción real de mercancías que tiene lugar en los EU.  

Compañeros, visto que mostráis tanta pasión por números y estadísticas, os aconsejamos tomar papel y lápiz y calcular todas las posibles variaciones de valor que puede asumir la masa monetaria en dólares con las solas variaciones del precio del petróleo que se pueden determinar atacando, vr. gr., a Irak o a Afganistán y veréis avalanchas de plusvalor trasladarse de todas las partes del mundo hacia los EU sin que un solo dólar haya, directa o indirectamente, contribuido a su producción.

En este razonamiento destacan dos ideas:

1.        Dado que los precios del petróleo se expresan en dólares, cada vez que aumentan se produce una redistribución del plusvalor mundial en favor de la burguesía norteamericana

2.        Los USA controlan "en alguna medida" los precios del petróleo, y,

Respecto de lo primero, ya hemos explicado el infundio de pensar que la moneda adoptada por el mercado internacional como unidad de cuenta y patrón de los intercambios internacionales, tiene la virtud de provocar transferencias de plusvalor hacia la burguesía del país que la emite, cualquiera sea el movimiento en el que esa moneda medie.

En cuanto a lo segundo, veamos brevemente en qué "medida" EE.UU. ha podido controlar los precios del petróleo. A principios del siglo pasado, las ocho grandes compañías petroleras del mundo existentes en ese momento -cinco norteamericanas, y las tres restantes francesa, inglesa y holandesa- se habían venido repartiendo la distribución mundial del petróleo.

Todavía en el año 1952, el precio por barril del crudo Arabian Light era de dos dólares americanos. Pero desde 1960 las cosas cambiaron. Ese año, los Emiratos Arabes, Arabia Saudí, Irán, Irak e Indonesia, se unieron a Libia y Argelia en la política de nacionalización de sus reservas de petróleo o gas, y el precio del barril subió de golpe de dos a diez dólares. Esta nueva realidad indujo a la búsqueda de nuevos yacimientos, al tiempo que países como Méjico, Venezuela, Nigeria, y Noruega, entre otros, se incorporaron a la lista de nuevos países productores. Incluso los mares se cubrieron de plataformas prospectoras y se abrieron nuevos pozos en Alaska y en el mar del Norte. De nuevo la oferta se disparó y los precios se mantuvieron estables por debajo de las pretensiones nacionalistas árabes hasta la invasión iraquí de Kuwait. Es decir, frente al alza en los precios, el imperialismo reaccionó incorporando nuevas fuentes productivas. Pero no lo hizo por exclusiva voluntad manifiesta, sino porque esos precios le permitieron poner en funcionamiento yacimientos conocidos ya, cuyo costo a los precios vigentes hasta que las burguesía árabes indujeron al aumento, no podían ser explotados. Es decir que privó una vez más el criterio de la necesidad económica.

Superada la "Guerra del Golfo" durante la que se puso en evidencia la ruptura en el bloque de la OPEP por parte de Arabia Saudí y Kuwait, el precio del barril Brent pasó a oscilar en torno a los 20 dólares. Este precio fue cayendo mes a mes hasta mediados del año 1998, en que volvió a estar en los 10 dólares. En el mes de abril el Texas se cotizaba a 13 dólares y el otrora todopoderoso Ministro de petróleo de Arabia, Ajmed Saki Yamani, llegó a declarar que la OPEP se encontraba al borde de la muerte treinta y ocho años después de su fundación, al no haber sido capaz de recuperarse de la caída de precios de 1985 y 1986, a causa de la oferta de países que no formaban parte del cártel.

Pero en la reunión de Viena de junio de 1998, en medio de la crisis asiática que hizo disminuir fuertemente la demanda y los precios amenazaban derrumbarse, las cosas cambiaron. Con el apoyo adicional de Rusia, la OPEP acordó ampliar la reducción de la producción decidida dos meses antes. Como consecuencia de este acuerdo, la reducción que hasta entonces era de 1,3 millones de barriles diarios, pasó a ser de 2,6 que, unidos a los otros países, significaron una reducción total de 3,1 millones de barriles.

En marzo de 1999, la OPEP acordó un nuevo recorte en la producción y el barril de Brent, que costaba entre 10 y 12 dólares, ha llegado a cotizarse en 25 dólares. Con el agravante de que, en ese momento, el dólar se había revalorizado un diez por ciento respecto a la moneda europea. Así, en febrero de 2000, tras el anuncio de la OPEP de no modificar las cuotas, el precio del petróleo en el mercado de Londres subió hasta los 27 dólares. En España, por ejemplo, de pagar 10 dólares por barril a 150 pesetas por dólar, se ha pasado a pagar 27 dólares a 168 pesetas. O sea, de 1.500 pesetas el barril a mas de 4.500.

Dado que el petróleo forma parte de los elementos del capital constante, es necesario que el precio de sus distintas variedades se mantenga lo suficientemente bajo como para contrarrestar en todo lo posible la actual tendencia a la baja de la tasa general de ganancia. Pero no debe caer tanto como para dejar sin sentido económico la extracción y refino de los pozos que arrojan menor renta diferencial y mayores costos, y este es el caso de numerosas localizaciones petrolíferas norteamericanas. Esto demuestra que la ley del valor, esto es, los intereses del conjunto de la burguesía mundial, no toleran ningún "control" político de precios por parte de ningún país en particular, que viole esta determinación económica del capitalismo en su conjunto respecto de ese producto.

Por lo tanto, cuando hoy se dice que EE.UU. quiere la guerra con Irak para entregar sus rentas petroleras a magnates norteamericanos de la industria energética, como Bush, Chenney o la Condoleza Rice, es verdad. Pero, en esencia, no se trata de eso, sino de poner los precios del petróleo en función de las exigencias de la ley de la acumulación capitalista. Se trata de que ese insumo tan estratégicamente decisivo para la marcha del proceso de acumulación, quede por completo a salvo de decisiones políticas a cargo de anacrónicos nacionalismos y de consideraciones religiosas utilizadas para provecho de un sector oligárquico burgués regional subalterno, como el Partido Baas en Irak o integrismos islámicos residuales como el existente aun en Irán. Que las monarquías hereditarias de Arabia Saudí, los Emiratos Árabes y Kuwait hayan llegado a un acuerdo con los yanquis y Sadam no, este es un problema interburgués, que no afecta en absoluto a la estrategia del poder político de los asalariados, al menos en esta etapa de construcción de la organización revolucionaria internacional hoy inexistente.[12]

                Se sabe que previamente a la llamada "Guerra del Golfo", el régimen de Irak se prestó a ser utilizado por el capital internacional en su conjunto para ahogar en sangre la revolución iraní, que parecía salirse de los cauces previstos por la burguesía fundamentalista islámica en ese país. Una razón objetiva adicional para explicar esa guerra, se encuentra en el resultado de la anterior y en la evolución de los precios del petróleo. El sistema capitalista está interesado en la estabilidad a largo plazo de sus precios, a niveles que compatibilicen las mayores tasas de ganancia en la industria con rentabilidades petroleras que permitan la extracción y comercialización de los yacimientos más costosos del Mar del Norte y de los EE.UU. Al desbaratar la producción iraní de petróleo, la revolución de febrero trastornó todas las previsiones en este sentido[13]. Así, entre enero de l979 y febrero de l980, los precios del petróleo se duplicaron prosiguiendo su aumento a lo largo de todo ese año. Fue lo que se dió en llamar el "segundo shock petrolífero", evocando al que se había producido tras la guerra árabe israelí de octubre de l973. El efecto previsible de ese choque irano-iraquí fue que los stocks se reconstituyeron rápidamente hasta la saturación, compensación acentuada por importantes medidas de ahorro energético realizadas por los países consumidores. En "El Imperialismo y la Guerra del Golfo" Salah Jaber informó sobre las inquietudes de los expertos financieros y del petróleo "por la amplitud que podía alcanzar una caída muy fuerte de los precios del petróleo, caída que  sabían ineluctable, y tanto más arriesgada en la medida en que (...) las previsiones para el nuevo decenio, preveían, con razón, un excedente permanente de la oferta sobre la demanda".[14]

De no mediar, pues, la Guerra del Golfo, el descenso de los precios del petróleo podría haber alcanzado magnitud de catástrofe, tornando económicamente imposible el aprovisionamiento. Ello sin contar las consecuencias sociales y políticas emergentes de tal situación. De modo que hasta finales de l986, el cese de hostilidades entre Irán e Irak habría tenido un efecto catastrófico en el mercado mundial.[15]

En alusión al éxito de la OPEP, el por entonces Presidente de Argelia, Huari Boumedien declaraba solemnemente en l975 ante las Naciones Unidas que, "Por vez primera en la historia, países no desarrollados han sido capaces de tomarse la libertad de fijar por ellos mismos el precio de sus materias primas". La Guerra del Golfo, e inmediatamente después el conflicto con Kuwait, puso en entredicho la cohesión política de la OPEP.

Irak salió de la "Guerra del Golfo" con su economía arruinada. Antes de ser invadido por EE.UU., este país tenía montado un ejército de más de un millón de hombres, cuyo mantenimiento le suponía un gasto de 15 mil millones de dólares anuales ‑¡casi el 23% de su PBI!‑ y que no podía licenciar siquiera parcialmente mientras se mantuviera el estado de guerra con Irán.[16] Pero sin esa fuerza, el proyecto nasserista que lidera Sadam Hussein, es prácticamente imposible. Sobre todo en una zona tan estratégica y conflictiva. Tal es su contradicción.

Por su parte, la presencia de semejantes fuerzas militares asociadas a un proyecto burgués de desarrollo autosostenido del capital nacional, resulta into­lerable para el imperialismo. Y lo que ha pasado, es que en junio-julio de 1990, la burguesía iraki propuso que el costo de sus servicios prestados al sistema capitalista mundial por haber colaborado en hacer desaparecer el peligro de la revolución iraní, fuera compartido por el conjunto de la "comunidad internacional" aumentando el precio del petróleo. Irak pidió que se subiera tres puntos, hasta alcanzar los 21 dólares/barril, y a esta proposición la coalición burguesa internacional ha dicho que no a través de sus fieles aliados de Kuwait y sus colegas del Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Omán y Qatar)[17] provocando así que el conflicto trascendiera la diplomacia secreta y se resolviera por la vía militar con la lógica derrota del régimen de Sadam.

                Con lo dicho hasta aquí muy sumariamente respecto de las escaramuzas interclasistas burguesas en torno a la evolución de los precios del petróleo, queremos significar que ningún interés particular -por más poderoso que sea- puede "controlar" nada pasándose por la entrepierna la ley general de la acumulación capitalista, ni cualquier Estado burgués salirse del marco determinado por los intereses generales de la burguesía mundial, sea para especular sistemáticamente emitiendo dólares inflacionarios a voluntad, sea para "fijar" discrecionalmente los precios de ningún producto en su propio provecho. Porque semejante comportamiento conduciría necesariamente a ajustes económicos violentos, sea por vía de las leyes del mercado, sea por vía de la lucha política y/o militar a instancias de sus respectivas clases subalternas que son conducidas al matadero, para dejar las cosas no según la voluntad de nadie, sino según quienes encarnen en cada momento las leyes económicas inflexibles del capitalismo. Lo que el proletariado debe entender y asumir ­si es que de verdad quiere luchar eficazmente por su emancipación social como clase­ es que las grandes líneas del curso político de la sociedad están trazadas por la base material del sistema, por la economía política.

Una de las llamadas "causas contrarrestantes" a la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, es el descenso en los precios de los elementos del capital constante.[18] Dado que el petróleo es uno de esos elementos y que su producción depende de un factor productivo no reproducible -como es el caso de la tierra- el límite mínimo absoluto de su precio está determinado por la renta absoluta de los peores yacimientos, los de mayores costes de extracción, en tanto que su límite máximo está fijado por la tasa general de ganancia media vigente en la industria de cada país. El precio real sólo puede fluctuar dentro de esa franja férreamente determinada por dichos límites. En tiempos de crecimiento lento por baja rentabilidad del capital en funciones, el consumo de energía decrece y la franja se estrecha por el descenso de su límite máximo. Al disminuir la demanda dada la recesión económica, los precios de ese insumo tienden naturalmente a bajar, poniendo en peligro la producción en los peores yacimientos, como los del Mar del Norte o los de EE.UU.

Desde el punto de vista de la racionalidad económica pura, el problema se podría resolver eliminando la renta territorial, lo cual posibilitaría dejar en barbecho los yacimientos de mayores costes, dado que la capacidad de los yacimientos restantes sobra para satisfacer la máxima demanda efectiva por bastante tiempo. Pero este criterio sólo es compatible con el socialismo, dado que el orden de cosas actual -basado en la sacrosanta propiedad privada sobre los medios de producción, entre ellos la tierra- es incapaz de soportar este tipo de medidas cada vez más necesarias, en "razón" de que magnates del petróleo como Bush (Arbusto-Bush Explotation-consorcio Hankey), Chenney (Compañía petrolera Halliburton), o Condolezza Rice (Compañía de Petróleo Chevron), se irían a la ruina. En cuanto a las burguesías petroleras árabes, tampoco les interesa esto, porque al desaparecer la renta absoluta, perderían las ventajas comparativas derivadas de la renta diferencial que arrojan sus yacimientos. Aunque enfrentados por su reparto, todos ellos están hermanados por el usufructo y capitalización de la renta territorial, a expensas del trabajo y la propia vida de los asalariados y del resto de clases subalternas comprometidos en este común negocio de explotar trabajo ajeno produciendo, refinando y distribuyendo petróleo. El anacronismo de todo este tinglado queda así en evidencia.

Y mientras el proletariado internacional no se decida a "patear el tablero" de este macabro juego interburgués sus leyes seguirán imponiéndose de una manera u otra -en favor de no importa qué sector participante- dentro de la franja determinada por la ley del valor a instancias de la oferta y la demanda, sea por vía exclusiva del mercado, sea a instancias de las presiones políticas y/o la guerra abierta entre ellos. Esto es así, por más que "algunos economistas norteamericanos" lo intenten escamotear, y organizaciones afines al movimiento antiglobalización, como el BIPR, se hagan inconscientemente eco de tales sofismas.

<<Y aún aquí no terminan las cosas (nos sigue diciendo el BIPR). Las burguesías de los países productores disponen normalmente de grandes cantidades de dólares que, dado el atraso histórico de los aparatos productivos nacionales, en gran parte invierten en el exterior y, de modo especial, en los EU. Una parte de estos dólares se transforma en propiedades inmobiliarias, una parte, acaso, también en fábricas; pero otra parte se transforma en títulos de la deuda pública estadounidense y otra todavía termina en Wall Street, es decir, convertida en capital ficticio. Wall Street, en efecto, no es solo el Mercado bursátil que pretendéis describir en el apéndice. Cuando menos desde la primera mitad de los 80’s, el mercado bursátil es algo más que un mero mercado de acciones y de obligaciones; incluso estas últimas han cambiado, a su vez, profundamente. En las nuevas bolsas se contratan también los llamados “productos derivados”, es decir, títulos representativos de acciones, obligaciones o de la deuda pública, etc. que pueden ser emitidos por cualquier broker (agente de bolsa) o institución financiera, además de las empresas y del Estado que emiten tales acciones, obligaciones o bonos del tesoro, con la consecuencia, sin embargo, de que las variaciones de sus cotizaciones determinen también variaciones de los cursos de las acciones y obligaciones de las cuales “derivan”. Puesto que la producción de estos “títulos” no está sujeta a las circunstancias ordinarias de las demás mercancías, en el sentido de que a ella no corresponde una real transformación de capital financiero en capital industrial, la misma se presenta como pura producción de capital ficticio mediante la cual una parte de la masa monetaria circulante en dólares en el mercado mundial es reabsorbida sin una correspondiente producción de mercancías y/o de servicios. En los años anteriores un río de petrodólares se ha transformado en estos títulos. Y cuando luego la bolsa estadounidense ha colapsado, de aquellos títulos en dólares no ha quedado más que un puñado de papel. Arabia Saudita, por ejemplo, no obstante contar con una burguesía que figura entre las mayores detentoras de títulos de la deuda pública  estadounidense, se encara hoy al desafío de una crisis de deuda sin precedentes en su historia precisamente por esta razón. También el Japón, cuya burguesía ha suscrito en el pasado títulos de la deuda EU con los dólares provenientes de las exportaciones hacia aquel país —tanto como para ostentar todavía hoy la categoría de mayor poseedor de títulos del tesoro estadounidense—, navega por regiones semejantes, en aguas poco tranquilas. ¿Todo esto es irrelevante? ¿La apropiación parasitaria de plusvalor está privada de consecuencias?>> (BIPR: Op. Cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

¿Qué otras consecuencias que no sean una mayor centralización del capital global a expensas de los fragmentos perdedores de la burguesía?  No hay que olvidar que este plusvalor en cuestión, es ya trabajo excedente muerto, producido, distribuido y realizado ex ante, previo a su ingreso en la esfera de la especulación como "vida semoviente de lo muerto".[19] La especulación se alimenta del plusvalor producido. Carroñeros

En tal sentido, ¿qué carajo nos importa a los asalariados conscientes cómo se reparten el plusvalor nuestros respectivos patrones burgueses? Nuestra fuerza no debe manifestarse ahí, en la esfera de la circulación, donde se redistribuye el trabajo muerto entre distintas fracciones de la burguesía, sino en la esfera de la producción, donde se distribuye entre el conjunto del trabajo muerto y el conjunto del trabajo vivo en virtud de la propiedad privada de los medios de producción. Aquí es donde está el arsenal de nuestras armas y debe estar el campo de nuestra lucha. Pugnar por centrar la atención y el interés político de los asalariados en la circulación, donde se dirimen las luchas interburguesas por la redistribución del plusvalor producido en tiempos de crisis, supone dividir y debilitar sus fuerzas induciéndoles a que se olviden de sus propios intereses como clase y tomen partido por uno u otro bando de sus enemigos, implica legitimar la explotación del hombre por el hombre en sus conciencias y en su acción, bloqueando así toda posibilidad de constituirse políticamente como clase independiente. Tal es la sustancia, el principio activo que inspira todo el accionar político contrarrevolucionario de los reformistas al interior del movimiento político de los asalariados. "Hic Rhodas, hic salta", señores del BIPR 

Es de suponer que esta organización internacional llegó a las conclusiones que comentamos aquí por sí misma. En cualquier caso, no deja de ser muy sugestivo que su análisis crítico de nuestras posiciones coincida bis a bis con lo que es hoy dinero fiduciario y patrón del pensamiento burgués que circula entre los intelectuales del movimiento antiglobalización. Según nuestras informaciones, parece ser que esta moneda sin respaldo científico alguno, está siendo emitida, entre otras, por ciertas usinas ideológicas del Partido Demócrata norteamericano. Nos referimos al señor Lyndon H. LaRouche, tres veces pre-candidato a la presidencia de ese país por esa formación política "rooseveltiana". Según cuenta el intelectual reformista Walter Moore en "El Programa de Desintegración Controlada de la economía mundial" (Cfr.: ..\..\..\Argentina\estafa mundial\search.html - LaRouche), en numerosos escritos suyos este Lyndon LaRouche ha denunciado:

<<...un proyecto de destrucción de los países iberoamericanos y la toma total del poder económico de los Estados Unidos por los grupos oligárquicos y feudalistas, opuestos al “capitalismo de mercado” o “capitalismo democrático” propuesto por los grupos rooseveltianos.>> (W. Moore: Op.cit.)

En uno de esos escritos, publicado por la editorial argentina "Corregidor" (1983 Bs.As.) bajo el título: “La bomba económica mundial y el genocidio de América Latina”, Lyndon LaRouche atribuye la paternidad de esta "bomba" a Paul Volcker, Secretario del Tesoro durante el gobierno de Carter:

"Lo que hizo Volcker en realidad, a partir de 1979, durante el gobierno de Carter (refiriéndose a la política usuraria de altos intereses que creó una severa recesión económica en Estados Unidos y aumentó en forma exponencial la deuda externa de los países del Tercer Mundo) fue lo que había propuesto el Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York, en sus estudios de 1975-1976 titulados “1980s Proyect”. A la estrategia se la bautizó con el nombre de “desintegración controlada” de la economía mundial.>> (Op.cit. Lo entre paréntesis es de W.Moore)

 http://www.larouchepub.com/spanish/reir/ejemplar_gratis/economic.html

Como parte de esta supuesta estrategia monetarista montada por los círculos "oligárquicos-feudalistas" de EE.UU., el economista Lyndon B. LaRouche coincide con el BIPR en la teoría de la emisión descontrolada de dinero inflacionario:

 <<La gesticulación más elaborada de la actualidad es el “mito del dólar” como única moneda posible de usar dada la supuesta desconfianza" de la gente en las monedas locales. En rigor, el único argumento que se esgrime para sostener la suicida política monetaria de nuestros países (convertibilidad con intereses monstruosos o devaluaciones con pérdida del poder adquisitivo) es de carácter psicológico, y en esta misma dirección sigue la ofensiva de la oligarquía financiera para profundizar el desastre, proponiendo eliminar totalmente las monedas nacionales para usar como moneda única el dólar.

Sin embargo el país sudamericano que dolarizó su economía, Ecuador, después de esa medida agravó su derrumbe económico, convirtiendo una situación mala en catastrófica. También se suele presentar a la apertura comercial como ejemplo de economía exitosa, atribuyendo a esto el crecimiento económico de Estados Unidos, que aparentemente (y sólo aparentemente) tiene sus mercados abiertos al comercio mundial. Nada más lejos de la verdad.

Estados Unidos no sólo tiene una estricta política de protección de su producción interna y en realidad los grandes volúmenes de comercio externo, con enormes déficit en la balanza de pagos que lleva adelante puede hacerla porque paga esas compras con esos “cheques sin fondos” llamados dólares. Al punto que la empresa privada más exitosa de ese país es la responsable de imprimir esos billetes, la Reserva Federal. ¿Cómo no van a tener éxito si emiten dólares a un ritmo del 17% anual comparado con su PBI enorme?. Si comparamos este nivel de crecimiento de la emisión con el crecimiento del PBI norteamericano que escasamente supera el 3% anual, vemos que la emisión de dólares sin respaldo alcanza al 14% . Gracias al valor simbólico que tienen estos papeles impresos en color verde, los norteamericanos pueden comprar de todo. Sus ingeniosos estrategas también han convencido al resto del mundo que guardar estos papeles impresos (los títulos del tesoro que los representan) como “reservas” de respaldo de las monedas locales, es imprescindible, con lo cual logran mantener artificialmente el valor de sus billetes, que se desmoronaría estrepitosamente si todo el mundo los cambiara, por ejemplo, por oro, “Devolviendo al César lo que es del César”>>. (Op.cit.)

Este señor LaRouche dice actualmente estar encabezando un movimiento mundial que si no es el movimiento antiglobalización, sin duda entronca con él, porque propone poco más o menos lo mismo:

<<Nos encontramos en la depresión más grande en más de 200 años, ¿cierto? Esto significa que tenemos que hacer algunos cambios fundamentales, abandonar las políticas de los últimos 35 años, y regresar a las políticas de Roosevelt, y a las políticas posteriores a Roosevelt, de 1946 hasta 1964. Tenemos que regresar a esa clase de sistema económico ¡ahora! Ello significa un sistema regulado, el fin de la privatización y la desregulación, el fin de las políticas monetarias fraudulentas, de todas esas cosas, y regresar a lo que funcionó antes, y hacerlo de una vez.>> http://www.larouchepub.com/spanish/lhl_articles/2002/ActuarcomoFDR.html

El BIPR ha protestado airadamente acusándonos de implicarle en la concepción estancacionista, de la que se declara completamente ajeno. Pero, como puede verse, una vez más se demuestra aquello de que, el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. Con su teorización acerca de que la crisis financiera Argentina ha tenido su origen en la política especulativa neoliberal de emisión inflacionaria de dólares, aun sin quererlo el BIPR no sólo aparece ideológicamente mezclado con la práctica política del movimiento antiglobalización, sino con las maniobras electoralistas del Partido Demócrata norteamericano a través del melómano Lindon B. LaRouche.  Los compañeros, que por lo visto gustan tanto citar a G. Luckács en su "Historia y conciencia de clase", no parecen haber sacado todas las consecuencias lógicas de la categoría de totalidad, porque el árbol del discurso reformista que todo lo atribuye a la singular política económica de una u otra fracción de la burguesía eventualmente en el poder, les impide ver el bosque determinado por la ley del valor.  La política monetaria  norteamericana en determinado momento, es un epifenómeno, una forma nacional singular y específica del capitalismo mundial; pero es una parte que sólo se explica por el todo, por su contenido, que es la ley del valor a nivel internacional.

En el capítulo de la obra citada titulado "La cosificación y la conciencia de clase del proletariado", George Luckás presenta el ejemplo de la máquina[20]. Aisladamente considerada en su singular "materialidad fáctica", abstraída de su inserción en la sociedad capitalista, parece que las contradicciones económicas y los antagonismos sociales que se derivan de su aplicación en el proceso de valorización del capital, emanan de ella, de la máquina misma. Por ejemplo, pensados en su relación inmediata con los asalariados en tanto que operarios, esto es, abstraídos de la totalidad orgánico-social en que funcionan (proceso de valorización capitalista), es verosímil pensar que el fenómeno del paro, por ejemplo, lo provoca el progreso técnico aplicado a los medios de trabajo. Esto es lo que sostienen no pocos dirigentes políticos y teóricos burgueses de izquierda, que explican las contradicciones entre el obrero y sus condiciones de producción, reduciendo el contenido social de esa relación a su forma técnica:

<<¡Y es aquí donde estriba la gracia de la apologética capitalista! ¡Las contradicciones y antagonismos inseparables del empleo capitalista de la maquinaria no existen, ya que no provienen de la maquinaria misma, sino de su utilización capitalista! Por tanto, como considerada en sí, la maquinaria abrevia el tiempo de trabajo, mientras que utilizada por los capitalistas lo prolonga; como en sí facilita el trabajo, pero empleada por los capitalistas aumenta su intensidad; como en sí es una victoria sobre las fuerzas de la naturaleza, pero empleada por los capitalistas impone al hombre el yugo de las fuerzas naturales; como en sí aumenta la riqueza del productor, pero cuando la emplean los capitalistas lo pauperiza, etc.>> (K. Marx: "El capital" Libro I Cap.XIII punto 6.)    

Pero el BIPR ha ido más allá, porque para explicar la crisis argentina procedió con una supina falta de consideración y reconocimiento metodológico hacia la categoría marxista de totalidad. En primer lugar, redujo el contenido internacional del capitalismo a una singularidad formal de la forma nacional norteamericana: su política monetaria, supuestamente generadora de una ventaja comparativa derivada del dólar como medida de valor en los intercambios y pagos internacionales. En segundo lugar, pensó la crisis argentina como si este país fuera una ficción económica y social, una mera fuente de plusvalor carente de especificidad o forma económica nacional de procesar la ley general de la acumulación capitalista. Así, para el BIPR, el principio activo de la crisis argentina no estuvo en la relación dialéctica entre el contenido internacional de la ley del valor y su forma nacional de manifestarse en Argentina, esto es, entre el descenso de los precios internacionales agrarios y el agotamiento de las fuentes nacionales genuinas de financiamiento del proceso de acumulación en ese país a instancias de la renta diferencial, sino que obedeció exclusivamente a la política monetaria especulativa del Estado norteamericano:

<<La totalidad de la historia es ella misma una fuerza histórica real -aunque todavía no consciente, y, por ello no reconocida- la cual no resulta separable de la realidad[21] (ni, por tanto, del conocimiento) de los hechos históricos singulares, sin suprimir al mismo tiempo su realidad, su facticidad[22].  La totalidad de la historia es el fundamento último y real de la realidad de los hechos singulares, de su facticidad y, por lo tanto, también de su cognocibilidad. Tomamos la teoría de las crisis de Sismondi, para mostrar cómo la defectuosa aplicación de la categoría de totalidad ha obstaculizado el conocimiento real de un fenómeno singular, pese a la correcta observación de sus rasgos singulares>> G. Luckács: Op. Cit. Subrayado nuestro)   

Insistimos, al afirmar que las crisis de países como Argentina tienen su origen en la política monetaria del Estado norteamericano, en el razonamiento del BIPR se advierte una reducción del contenido internacional del capitalismo a su forma política específicamente nacional "made in USA", expresada en la emisión de dólares sin respaldo, abstrayéndose por completo, de las respectivas especificidades nacionales de esas crisis.

   En realidad, el fundamento lógico o contenido internacional de la crisis financiera argentina, está en la sobresaturación de capital que ha alcanzado el sistema de vida burgués en su etapa postrera. (El BIPR menciona este fundamento. Pero inmediatamente lo minimiza hasta reducirlo a términos de política monetaria neoliberal norteamericana.) Pero el fundamento histórico, origen o forma nacional de esa bancarrota financiera del Estado argentino, se encuentra en la correlación existente entre el agotamiento de la renta diferencial a consecuencia del descenso de los precios internacionales agrarios, y la consecuente falta de recursos propios para seguir cumpliendo con el pago de los servicios o intereses de su abultada deuda pública externa con la que, en parte, pudo financiarse el proceso de acumulación en ese período. Algo así como lo que también sucedió en Venezuela, y que acabó entronizando en el poder al neopopulista Hugo Chávez Frías, quien, sugestivamente, prometió acabar con la "economía de tipo especulativo" (Duhalde también dijo lo mismo) que es lo que contribuyen a denunciar los compañeros del BIPR.

Es muy probable que con EE.UU. esté pasando algo parecido y que la bomba de la crisis financiera internacional tarde en explotar allí para convertirse en una crisis económica mundial, pero no precisamente por la fiducia que el dólar conserva como moneda patrón, sino por la extensión del sistema crediticio, incluyendo los créditos para la especulación, que sólo tienen su condición de existencia y caducidad, todo el tiempo que el crédito para la producción de plusvalor pueda expandir el proceso de reproducción ampliada de capital, haciendo palanca sobre él, dado que no se puede redistribuir en la esfera de la circulación, lo que no se haya distribuido ya antes en la esfera de la producción. Por tanto, hablar de una crisis provocada por causas puramente especulativas, es un sinsentido económico y social:

<<Si el sistema crediticio aparece como palanca principal de la sobreproducción y de la superespeculación en el comercio, ello sólo ocurre porque en este caso se fuerza hasta su límite extremo el proceso de la reproducción, elástico por naturaleza, y porque se lo fuerza a causa de que una gran parte del capital social resulta empleado por los no propietarios del mismo, quienes en consecuencia ponen manos a la obra de una manera totalmente diferente a como lo hace el propietario que evalúa temerosamente los límites de su capital privado, en la medida en que actúa personalmente. De esto sólo se desprende que la valorización del capital fundada en el carácter antagónico de la producción capitalista no permite el libre y real desarrollo más que hasta cierto punto, es decir, que de hecho configura una traba y una barrera inmanentes a la producción, constantemente quebrantadas por el sistema crediticio. Por ello, el sistema de crédito acelera el desarrollo material de las fuerzas productivas y el establecimiento del merado mundial, cuya instauración hasta cierto nivel en cuanto fundamentos materiales de la nueva forma de producción, constituye la misión histórica del modo capitalista de producción. Al mismo tiempo, el crédito acelera los estallidos violentos de esta contradicción, las crisis, y con ellos los elementos de disolución del antiguo modo de producción>> (K.Marx: "El Capital" Libro I, Cap. XXVIII) 

 

La lógica objetiva del capital excedente

Con lo dicho hasta aquí, hemos querido significar que la crisis argentina se inscribe en la crisis general del capitalismo mundial, es consecuencia de ella. Pero tiene su propia especificidad. Y esto hay que tenerlo en cuenta: La "lógica específica del objeto específico" de que hablaba Lenin; o, lo que es lo mismo, que el proceso de acumulación capitalista y su consecuente lucha de clases es internacional por su contenido, aunque nacional por su forma, como señalaron con total certidumbre Marx y Engels. En tal sentido, si se dice que el origen de la crisis argentina está en el capital especulativo de los USA, se omite toda consideración por la forma nacional que adquiere el proceso de acumulación mundial en este país.

En tal sentido, lo común a todas las crisis financieras que anuncian la crisis de superproducción general de capital que se está retrasando como nunca en la historia del capitalismo, no se producen principalmente por efecto del capital ficticio con fines especulativos bajo la forma de la emisión descontrolada de circulante -como afirma el BIPR- sino por la multiplicación de la masa de títulos de crédito en circulación, por la utilización del capital adicional excedente bajo la forma dineraria para poder seguir valorizando plusvalor en la esfera de la economía real, para alejar el horizonte de la crisis de superproducción de capital real. De hecho, según el cuadro elaborado sobre dados de la Reserva Federal de EE.UU. por el compañero Íñigo Carrera, durante el período 1993/2002 el crecimiento promedio de M3 (circulante más depósitos y colocaciones financieras a corto, mediano y largo plazo) en USA, excedió al M1 (circulante más depósitos a la vista), lo cual muestra que el crédito se ha expandido y tiende a expandirse mucho más que la emisión monetaria, aún sumándole el dinero de las cuentas a la vista convertido en créditos cuyo monto se vuelca a la circulación. Y de estos títulos de crédito, no es su "valorización financiera" en la esfera de la circulación lo que provoca la crisis, sino al revés, es la crisis latente ante la imposibilidad de realizar la plusvalía en condiciones de superproducción general de capital industrial, la que genera la multiplicación de la masa de títulos de crédito en circulación para la producción, con el fin de prolongar la acumulación.

¿De dónde sale el dinero adicional para la inversión productiva si no se recurre a la emisión de circulante? De la enorme masa "capital virtual" que constituyen los fondos de amortización del capital fijo. Lógicamente, cuanto mayor es el capital en funciones, mayor es este capital-dinero en barbecho convertido por el sistema bancario en capital productivo:

<<El afán de volver utilizable ese plusvalor que se atesora como capital dinerario virtual, para obtener tanto una ganancia como un rédito, encuentra su satisfacción en el sistema crediticio y en los "papeluchos". El capital dinerario adquiere de esta manera, bajo otra forma (la de capital constante y variable), el influjo más descomunal sobre el curso y el desarrollo imponentes del sistema capitalista de producción>> (K. Marx: "El Capital" Libro II Cap. XXI)

Igual destino sufren últimamente los fondos de pensiones, que los bancos transforman en créditos para la producción y/o la especulación, a escala nacional e internacional, o que los propios beneficiarios convierten en fondos de inversión, en acciones de compañías privadas. Cuando estalla la crisis y aun antes, esta forma de crédito se revela como uno de los más descomunales fraudes al servicio de la centralización del capital global a expensas del despojo de millones de asalariados. [23] (Cfr. GPM: "Fuerzas productivas y tasa de ganancia")  http://www.nodo50.org/gpm/ff_pp_tasa_ganancia/todo.htm

Cierto, las acciones constituyen uno de los medios más importantes del capital especulativo que opera inmediatamente antes del estallido de las crisis, pero no antes de que el descenso en tasa de ganancia acelere el proceso de acumulación, precisamente a instancias de la oferta de acciones como medio de expansión crediticia por excelencia para ampliar la escala de la producción, lo cual acerca el horizonte del crack financiero.

En este punto y de acuerdo con Marx, es necesario señalar que el impulso hacia la especulación no proviene de los grandes capitales sino de sus fragmentos medios y pequeños, porque a medida que la ganancia respecto del capital invertido decrece, el metabolismo del capital, su composición orgánica y su centralización, se incrementan, ante la necesidad de neutralizar el descenso en la tasa de beneficios produciendo más por unidad de tiempo empleado. Esto tiende a desplazar de la producción  de plusvalor a los capitales incapaces de operar en estas nuevas condiciones de capitalización, por lo que una mayoría de ellos no encuentran otro modo de progresar que arriesgando sus patrimonios en actividades puramente especulativas. En efecto:

<<Con la baja de la tasa de ganancia aumenta el mínimo de capital requerido en manos del capitalista individual para un empleo productivo del trabajo; es el capital requerido tanto para su explotación en general, como para que el tiempo de trabajo empleado sea el tiempo de trabajo necesario para la producción de las mercancías, esto es, para que no sobrepase el promedio del tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. Y al mismo tiempo aumenta la centralización, porque más allá de determinados límites, un gran capital con una tasa pequeña de ganancia, acumula con mayor rapidez que un capital pequeño con una gran tasa de ganancia (tal es la función esencial de las sociedades por acciones: la creación del capitalista colectivo). Por su parte, esta mayor centralización provoca, a su vez, llegado cierto nivel, una nueva baja de la tasa de ganancia. Ello hace que el grueso de los pequeños capitales fragmentarios se vea lanzado a los carriles de la aventura: la especulación, las estafas crediticias y accionarias, las crisis>> (K.Marx: Op. Cit. Libro III Cap.XV punto III. Lo entre paréntesis es nuestro)

Este mecanismo se desarrolla hasta que, como en el caso de la Argentina, la contracción en la escala real de la acumulación por falta recursos reales genuinos para hacer frente a los servicios de la deuda -como consecuencia del descenso de los precios agrarios- hace manifiesta la crisis financiera hasta ese momento latente, deteniendo bruscamente la ficción para abrir paso dramáticamente al "sinceramiento económico", bajo la forma de depauperación de buena parte de las llamadas clases medias y penuria aguda generalizada entre los sectores de extracción asalariada más empobrecidos de la población.

Por otra parte, es cierto que el déficit comercial de USA y su abultada deuda externa por la compra a crédito de materias primas en el exterior, coadyuva al sostenimiento de la reproducción ampliada en ese país. También es cierto que esas compras contribuyen a mantener el proceso de acumulación de los países que le venden y financian esos productos. Pero no es cierto que la deuda pública en que se traducen esas compras a crédito se pague con emisión monetaria, sino con más deuda, con nuevos créditos. Lo mismo ha ocurrido en Argentina y países como Méjico, Brasil y Rusia. Esto se refleja en la columna “aumento deuda s/intereses” del cuadro adjunto.

Aunque de cualquier manera es imposible evitar el colapso, por la experiencia de los años sesenta y setenta (recordar el desenlace que tuvo en Argentina el recurso a la "maquinita" tras las jornadas de junio y julio de 1975), la burguesía internacional sabe muy bien que, apelando a la emisión de moneda, la cadena de la ficción monetaria se corta mucho más rápida y peligrosamente que por el recurso de pagar las deudas con más deuda. La emisión de dólares ficticios (que generan una representación de valor superior al de la riqueza que circula y a las necesidades de la propia circulación), en un primer momento determina que, por efecto del exceso de oferta dineraria -respecto de la riqueza que representa- la tasa real de interés en EE.UU. se ponga por debajo de la tasa nominal, lo cual favorece la acumulación real. Desde el punto de vista estrictamente burgués, ese mismo efecto de sobreoferta dineraria, hace que esta baja de los intereses sea inmediatamente seguida por un aumento general de los precios, lo cual presiona la tasa de interés nominal al alza  hasta dejar las cosas como estaban antes de la emisión de capital-dinero ficticio. Ahora bien, si esta política se repite sistemáticamente -como sugieren los compañeros del BIPR que pasa en EE.UU. siguiendo a los "teóricos" del movimiento antiglobalización- cada fracción del capital se apresuraría a subir los precios de sus propios productos por encima de lo previsto por la teoría cuantitativa del dinero, para descargar los efectos de la inflación sobre sus otros colegas burgueses, generándose así un proceso inducido de inflación galopante y distorsión especulativa de precios relativos, todo ello agravado por demandas salariales efectivas que amenazarían con la semiparálisis del aparato productivo y la estabilidad política del sistema "democrático" en numerosos países del mundo.[24]

Que los EE.UU. puedan apelar a este medio, es una posibilidad previsible, pero no antes de que estalle la próxima gran crisis económica internacional sincronizada. En efecto:

<<El hecho de endeudarse y pagar en el mercado mundial con su propia moneda nacional le da a la porción nacional del capital social (norteamericano) la posibilidad de salir airoso en el momento en que la ficción se agote: va a haber recibido una masa de mercancías que va a poder pagar finalmente emitiendo alegremente sus propios signos de valor. Pero esto no lo puede hacer sin ton ni son mientras pueda reproducir la ficción de su solvencia. Como bien lo señalan ustedes, financiar el déficit público mediante la simple emisión de dólares cortaría la cadena. Por eso, una emisión explosiva sólo puede realizarse como forma concreta de una crisis de superproducción general manifiesta. La política de déficit público declarado y las perspectivas bélicas pueden estar mostrando que efectivamente se avanza hacia la crisis manifiesta. (...) De desencadenarse una crisis violenta de superproducción general (para la cual se viene acumulando presión por un tiempo sin precedentes en la historia), es posible que USA haga una especie de “paga dios”, emitiendo dólares para cancelar todas sus deudas. Y ésta podría ser la forma concreta con que se generara, por primera vez en la historia, una moneda de base internacional para el mercado mundial.>> (Íñigo Carrera: "Carta al GPM" 11/01/03. Lo entre paréntesis es nuestro)

Los compañeros del BIPR han creído verse confirmados en la especie de que los dólares inflacionarios presuntamente emitidos por la Reserva Federal, canalizan plusvalor creado en el resto del mundo hacia USA, por simple hecho de que esta especie es compartida por "algunos economistas norteamericanos". Y no son pocos los que, como el BIPR, sin ser economistas ni norteamericanos, se han sumado a esta fantasía económica. Entre ellos el señor Walter Moore, adcripto al movimiento antiglobalización que actúa en los medios intelectuales latinoamericanos. Este sociólogo ha hecho suyo que en USA se emiten dólares inflacionarios a un ritmo del 17% anual medido en términos de lo que crece el PBI en ese país:

<<Si comparamos este nivel de crecimiento de la emisión con el crecimiento del PBI norteamericano que escasamente supera el 3% anual, vemos que la emisión de dólares sin respaldo alcanza al 14%.>> (W. Moore: Op. Cit.)

Según cifras de la Federal Reserve para el año 2001, el aumento del circulante correspondió a U$S 48,1 billones (o sea, millones de millones) y la variación del PBI a precios corrientes fue de U$S 10.197,7 billones, o sea que la emisión monetaria adicional equivalió al 0,47% del PBI, bastante menos del 14% calculado por el señor Lybdon B. Larouche vaya a saber sobre qué fuentes. Tal vez, LaRouche y Moore hayan querido referirse al aumento del circulante respecto de sí mismo -que, en 1999 fue del 17,7%- y no respecto del PBI (que en 1999 aumentó el 4,09%). Pero este aumento del circulante fue seguido al año siguiente por una reducción del 3%, arrojando en el promedio de los dos años el 7% correspondiente a la tasa con que viene creciendo normalmente. Ver las cifras en el cuadro, al final.

Al mismo tiempo, este aumento de los billetes en circulación viene compensando la contracción en la masa de dinero a crédito (el saldo de las cuentas a la vista), con lo cual (si no ha cambiado la velocidad de circulación monetaria como medio de cambio y como medio de pago)[25]  el aumento anual en la circulación total en promedio del último decenio (1,8% anual), ni siquiera ha alcanzado a igualar al aumento en el nivel general de precios al consumidor (2,6%). Este incremento del 1,8% se corresponde con el aumento de los precios implícitos en el PBI (precios promedio de la economía), que crecen menos que los del consumidor (2,0%). Aquí falta todavía considerar la expansión en el volumen de la producción social (3,4%), que requiere una masa de circulante adicional equivalente a este último porcentaje.

De acuerdo con estos datos de la Federal reserve, no se trata, pues, de que habiendo presuntamente acabado "la época de realización de abundantes ganancias y super ganancias apoyándose en la mayor fuerza de su aparato industrial", y no pudiendo desacostumbrarse al hedonismo más desenfrenado, los USA hayan decidido hipotecar el sistema burgués a una orgía inflacionaria de dólares con fines especulativos, para seguir practicando la máxima epicúrea del "comamos y bebamos que mañana moriremos", tal como parece sostener el BIPR.

En este sentido, el argumento de que el alza de las tasa de interés durante la segunda mitad de los años 70 fue lo que cambió la orientación de los capitales norteamericanos hacia la especulación, tampoco responde a la verdad, porque esas tasas fueron negativas, beneficiando al capital industrial en perjuicio del utilizado para préstamos a interés, como así surge en el cuadro de la comparación entre la tasa de interés real y la tasa de ganancia de las corporaciones no financieras.

Decir que la época en que EE.UU. podía "apoyarse en la mayor fuerza de su aparato industrial" ya ha pasado, pero que todavía tiene la posibilidad de seguir medrando parasitariamente gracias a que su moneda sigue siendo el medio general de cambios y pagos internacionales, es una contradicción en sus propios términos, porque el hecho de que las demás monedas deleguen en el dólar la representación de equivalente general internacional no depende de consideraciones subjetivas o políticas sino de su capacidad para representar los más altos valores de producción nacional. De hecho, el llamado sector industrial (que en realidad es sólo una parte del capital industrial) de USA, sigue siendo de lejos el mayor del mundo. En este sentido, la creación del euro y su peso específico en el mundo, expresa mucho más que la pretensión subjetiva o política de reemplazar al dólar. Es el resultado de la formación de un nuevo ámbito específico de acumulación de capital, que pasa a fungir como un espacio económico nacional con un volumen físico y una escala de producción requerida hoy día para participar activamente en la formación de la tasa general de ganancia.

La supuesta obsolescencia de las leyes objetivas del capital descubiertas por Marx

Que los compañeros del BIPR hayan dicho reiteradamente que somos unos "escolásticos" y unos "marxistas decimonónicos" que estamos "fuera de la realidad", lo comprendemos y no vemos ofensa en ello, porque lo que importa en todo debate no son las adjetivaciones sino los fundamentos que se exponen al juicio colectivo. 

A propósito de este último calificativo, la imputación al "marxismo decimonónico" deriva sin duda del infundio muy en boga entre los círculos intelectuales de la izquierda burguesa, que, al parecer, ha hecho pie firme en el BIPR. Nos referimos a la especie según la cual el capitalismo tardío ha dejado sin sentido las leyes formuladas por Marx en "El Capital". Así lo han sugerido los compañeros al juzgar nuestros argumentos acerca de la función subrogada de la especulación en el capitalismo:

<<Si es este vuestro punto de vista, la vuestra, más que una descripción atendible del moderno sistema capitalista, es un encartujamiento en una visión decimonónica, y en muchos aspectos escolástica, que no permite asir los procesos reales de la economía capitalista y las profundas mutaciones que se han producido en su interior en el curso del tiempo.>> (BIPR: "Directrices metodológicas del análisis de la crisis argentina. Estancamiento económico")

Toda mutación se define por el "cambio brusco en el fenotipo de un ser vivo", entendiendo por "fenotipo" al "conjunto de sus caracteres constitucionales". A no ser que por "fenotipo" de la burguesía entendamos otra cosa que no sea el hecho de apropiarse de trabajo necesario para convertirlo en excedente a los fines de la acumulación, el capital como ser orgánico vivo no ha mutado en absoluto la organización básica de su materia: el trabajo social. Por tanto, el carácter de la relación social constitutiva del capitalismo sintetizada en el contrato de trabajo, se ha mantenido tan invariable como la ley general de la acumulación, desde su etapa infantil hasta hoy, incluido el carácter puramente redistributivo de la especulación.

Cierto, este organismo ha experimentado cambios según ha ido aumentando la masa del capital en funciones. Pero estos cambios cualitativos sólo han afectado a las formas de manifestación del capital, a su organización funcional (de la empresa individual predominante en la etapa del capitalismo temprano, de competencia pura, se ha pasado a la empresa colectiva predominante en la etapa del capitalismo tardío, de competencia monopólica), dejando inmutables, tanto su organización constitutiva como su ley general de desarrollo.

Es un inveterado prejuicio que los reformistas han acuñado y convertido en moneda corriente al interior del movimiento político del proletariado, pensar los saltos dialécticos de cantidad en cualidad como cambios sustantivos allí donde se producen, soslayando de que esta dialéctica opera en el ser inmediato de las cosas, en su funcionalidad externa tal y como se las reconoce mediante los sentidos, muy lejos aun de la dialéctica del concepto. El cambio cualitativo es la negación de un ser "en sí mismo" a instancias de la cantidad. De este cambio de cantidad en cualidad, resulta el "ser para sí". En la naturaleza, el agua, por ejemplo, permanecerá en estado líquido o se trocará en hielo o vapor según la medida o grado de temperatura a la que ese elemento se vea sometido. Cada uno de estos tres estados físicos repele a los otros en tanto cada uno se distingue de los demás por los sentidos, dando pábulo al "ser para sí" de cada uno. Pero este "ser para sí" diferenciado exteriormente no cambia por eso su naturaleza, no deja de ser en cualquiera de sus estados inmediatamente agua. Sólo es agua bajo otra forma de "ser". Es la forma del repelerse a sí mismo como cualidad suya, como "otros de sí mismo". Tres manifestaciones o estados físicos del agua, por los que, no obstante, el ser del agua permanece químicamente igual a sí mismo, con una idéntica organización de su materia: H2O.

En la sociedad moderna, el cambio cualitativo entre las categorías del pequeño burgués y del burgués propiamente dicho, depende de una medida socialmente determinada de capital acumulado. El cambio cualitativo del pequeño burgués al burgués propiamente dicho se produce, cuando la masa de plusvalor acumulado permite al patrón independizarse de la producción directa para pasar a dirigirla. Pero ambas cualidades tienen la misma naturaleza social constitutiva: explotar trabajo ajeno. Igualmente, dados los límites de la jornada de labor, que por razones biológicas no puede exceder las 24 horas diarias, su extensión tiene que alcanzar la medida en que provoca necesariamente un cambio cualitativo en las condiciones técnicas del trabajo, porque a partir de esa medida sólo es posible incrementar el plusvalor reduciendo el tiempo de trabajo necesario y, por tanto, el valor de los bienes que el trabajador colectivo necesita para reproducir su fuerza trabajo en condiciones óptimas para su explotación. Es lo que Marx ha dado a conocer por "plusvalor relativo". Con el salto cualitativo de la empresa individual a la empresa colectiva y del capital nacional al capital multinacional, pasa lo mismo, es el resultado de la masa de capital global acumulado en cierta medida lo que provoca el cambio. Pero todos estos cambios cualitativos no dejan ser "seres para sí" al interior del mismo capital, diversas diferenciaciones del capital como ser "en si mismo" que permanece idéntico a sí mismo, en tanto la constitución social de su materia sigue remitiendo al contrato de trabajo.

En vez de dar crédito a la imaginería de ciertos intelectuales burgueses adscriptos a una u otra fracción del capital global, lo que la práctica teórica consciente requiere en primerísimo lugar, es elegir el punto de vista de la racionalidad científica de clase, que permite reproducir en el intelecto libre la realidad específica de cada momento, dejando a un lado las interpretaciones de ideólogos burgueses, sean norteamericanos o de cualquier otra nacionalidad. Todos estamos expuestos a perder en determinado momento la libertad de pensamiento, lo cual también comporta enajenar la propia acción, cualquiera sea el objeto sobre el que recaiga. De ahí la importancia de la confrontación honesta y desprejuiciada de ideas.

 

El crecimiento real de la economía argentina durante la etapa menemista

Queremos acabar esta parte de nuestra exposición haciendo una necesaria y obligada observación autocrítica. En nuestro anterior documento titulado: "Práctica política espontaneísta y teoría económica estancacionista", hemos dicho que el proceso económico argentino entre 1992 y 1998 fue de carácter productivista y nos reafirmamos en ello.

Pero en dicho trabajo también hemos caído en las trampas teóricas del enemigo de clase dando por buenas las estadísticas oficiales del gobierno argentino, según las cuales el crecimiento económico de este país durante ese mismo período, alcanzó los mayores índices del mundo. Ahora acabamos de recibir un trabajo, donde el compañero Íñigo Carrera parece demostrar que esos índices de desarrollo han sido sobrevaluados. El problema se deriva de que cada país calcula su PBI en base al tipo de cambio oficial. De este modo, resultó que al tipo de cambio del peso respecto del dólar artificialmente fijado por el gobierno en la proporción 1:1, el valor del PBI argentino fue calculado como si el poder adquisitivo del peso fuera igual al dólar.

Así, de acuerdo con las cifras oficiales, en la década del ‘90 la Argentina creció a un promedio anual superior al 26 por ciento respecto del período de estancamiento ‘75/’89, llegando a representar, en el 2000, 285 mil millones de dólares. Según destaca Iñigo Carrera, “el ritmo de crecimiento en los ‘90 llegó incluso a ser más rápido que el de los Estados Unidos, en una década caracterizada por una fuerte expansión de éste”. El resultado de un crecimiento de semejantes proporciones determinó que la Argentina tenga una economía de tamaño similar al de las más avanzadas del mundo, como señalamos en el cuadro de nuestro documento anterior, donde este país aparece sólo dos puntos por debajo del mayor índice de crecimiento correspondiente a China con 8,6, con ingresos per cápita similares a los de los de las economías asiáticas más dinámicas, como Corea del Sur, todos países que son reconocidos en el mundo por sus productos industriales.

No se trata, pues, de que las cantidades producidas se traduzcan a dólares, de que se midan en términos de un misma moneda y a precios constantes respecto de un año base. Este fue el procedimiento que siguieron las autoridades argentinas para obtener en los años ‘90 un crecimiento del PIB del 26 por ciento con respecto al período ‘75/’89 y del 73 por ciento con respecto a la etapa ‘60/’74. De lo que se trata es de homogeneizar el poder adquisitivo de esas distintas monedas, según el poder adquisitivo de la moneda respectiva que se calcula por la inversa del nivel de precios, dado que el valor del PBI se calcula en base a un precio determinado. De este modo, si una fábrica duplica su producción, al tiempo que el precio de sus productos se reduce lógicamente a la mitad, el valor de su riqueza final será el mismo. Otra fábrica que produzca lo mismo que la anterior pero no proceda según este criterio, parecerá haber duplicado el valor de la anterior. Esto último es lo que ha pasado con Argentina, que calculó su PBI a un peso sobrevaluado por la decisión política discrecional de calcular su producción ponderada por el poder adquisitivo del dólar.

La solución al problema consiste, por tanto, en calcular los precios del PIB argentino utilizando una serie estadística depurada de la inflación, es decir “en dólares de paridad y poder adquisitivo homogéneo” a nivel internacional. Para esto, Iñigo Carrera ha recurrido al instrumental de medición proporcionado por la OCDE, la cual compara internacionalmente los PIB mediante un “índice de paridad de poder adquisitivo de las monedas nacionales”. Como las valuaciones de los PIB se hacen al tipo de cambio oficial de cada país, la OCDE utiliza una comparación entre cantidades físicas homogéneas. Para este fin construye una canasta compuesta por 2900 bienes y servicios de consumo, 34 servicios gubernamentales, educativos y de salud, 186 tipos de equipos y 20 tipos de construcción.

De tal modo, el valor del PIB argentino, que durante el período 60/74 alcanzó para comprar 18 millones de estas canastas de bienes y servicios (en términos de los precios internos al consumidor), y en el ‘75/’89 24 millones de canastas, en los años ‘90 sólo alcanzó para comprar 22 millones de canastas. En términos totales, ha resultado una fuerte caída de los precios implícitos del PIB que determinaron un estancamiento durante los ‘90 y sitúan su valor para el año 2000 en 161 mil millones de dólares. Un 43,5% menos que las cifras proporcionadas por el gobierno.

En síntesis, durante los ‘90, el valor del PIB, no creció aceleradamente como se vino diciendo y nosotros dimos por cierto, sino que fue un 10 por ciento menor respecto al promedio del período ‘75/’89. El volumen físico de la producción se ha incrementado, pero la riqueza social, esto es, su valor, ha disminuido. Según Iñigo Carrera, “en el mejor de los casos el valor producido anualmente por la economía argentina ha permanecido estancado, y más bien en retroceso, durante el último cuarto de siglo”. En términos de comparación internacional esto significa que si en 1960 la economía argentina representaba el 3,1 por ciento de la estadounidense, en el 2000, esa proporción cayó al 1,6 por ciento. Esta crisis ha puesto de manifiesto, pues, que “la escala de la economía argentina choca contra una limitación estructural que no logra superar”.

Ciertamente, esta precisión no deja del todo intangible la razón de nuestros argumentos, pero la reajusta en el sentido de que fue el producto de una economía netamente productivista, típica de un país de desarrollo dependiente relativamente atrasado, donde la crisis y consecuente reestructuración del aparato productivo del país, que caracteriza el desarrollo espasmódico del capitalismo, determina un proceso de marchas y contramarchas -como su reflejo en la lucha de clases- que oculta (a los cortos de vista) pero al mismo tiempo muestra la tendencia secular hacia mayores tasas de productividad y crecimiento futuro, justamente porque la naturaleza productivista (de plusvalor) del capitalismo, determina que una parte siempre creciente de la creciente masa de capital adicional sobrante en las metrópolis, vaya a reforzar cada vez más los aparatos productivos de su periferia, confirmando aquél aforismo marxista "decimonónico", en el sentido de que:

<<El país industrialmente más desarrollado no hace sino mostrar al menos desarrollado la imagen de su propio futuro>> (K. Marx "El Capital" Prólogo a la primera edición)

 

CUESTIONES METODOLÓGICAS DE LA DISCUSIÓN POLÍTICA CON EL BIPR

 

Concepto de crisis revolucionaria y realidad de la lucha de clases en Argentina.

El centro de la discusión está en que, para el BIPR, los acontecimientos que detonaron en Argentina a raíz de la confiscación de los depósitos bancarios en diciembre de 2001, reunían todos los ingredientes de una crisis revolucionaria. Ellos así lo han dicho:

<<Hoy en día —al menos en América Latina— hemos entrado en un periodo de aguda crisis económico-política y de abierta confrontación social. En este contexto la revolución adquiere de nuevo actualidad histórica>> (BIPR: "Cuestiones metodológicas de la discusión política con el GPM"

¿Cómo define la memoria histórica del movimiento político del proletariado las crisis revolucionarias? Lenin lo sintetizó entre mayo y junio de 1915 comentando el "Manifiesto de Basilea" salido del Congreso socialdemócrata de 1912 ante la inminencia de la primera guerra mundial. El primer requisito, es que tienen que presentarse determinadas condiciones excepcionales, que hagan imposible a las clases dominantes "mantener inmutable su dominación", esto es, que no puedan seguir dirigiendo el proceso de explotación mediante las formas de gobierno habituales, porque en ese dominio "se ha abierto una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas".

Pero Lenin señala seguidamente de modo implícito que esta condición no basta. Falta que la grieta sea lo suficientemente grande, de una "intensificación considerable" y  con una:

<<....capacidad de la clase revolucionaria de llevar a cabo acciones de masa lo suficientemente fuertes para quebrantar el viejo Estado[26], que nunca, ni siquiera en las épocas de crisis, "caerá" si no se le "hace caer". Tales son los puntos de vista marxistas sobre la revolución, infinidad de veces desarrollados y reconocidos como indiscutibles por todos los marxistas, y que, para nosotros, los rusos, obtuvieron clarísima confirmación en la experiencia de 1905>>  (V.I. Lenin: "La bancarrota de la Segunda Internacional" mayo-junio de 1915)

Fijémonos que Lenin, no casualmente puso énfasis (escribiéndolo en cursiva) sobre el carácter proletario ("la clase revolucionaria") de ese "descontento e indignación", así como en su fortaleza suficiente como para hablar de una crisis burguesa.

¿Se dio la primera de estas condiciones en Argentina? Pues, categóricamente, no.  La prueba está en  que ese descontento sólo pudo provocar dos cambios de gobierno "democráticos"  -probablemente los más débiles de Argentina en toda su historia republicana- pero que, a juzgar por los hechos, ni de lejos alcanzó siquiera a insinuarse como una crisis de Estado.

Respecto de su naturaleza de clase, compartiendo una posición ultraminoritaria dentro y fuera del país, nosotros lo hemos señalado con toda claridad: "la clase obrera, como tal, no está protagonizando el proceso":

<<Si algo diferencia al gobierno de Duhalde y explica su precaria estabilidad respecto de sus dos inmediatos antecesores, es el hecho de que, hasta hoy, cuenta con el apoyo de la burocracia sindical que mantiene a los asalariados en activo completamente al margen de toda esta movida.>> (GPM: "Práctica política espontaneísta y teoría económica estancacionista" Punto 2)

Un año después, los hechos demuestran que el bloque de poder gubernamental entre la fracción política del peronismo liderada por Duhalde y la burocracia sindical, se mantiene, y el dique de contención "democrático" sigue en su sitio. A pesar de la precariedad e impopularidad manifiesta del gobierno Duhalde,  ni siquiera hubo necesidad de decretar el Estado de sitio. Por tanto, hasta la apertura del "corralito", la alianza informal entre la pequeñoburguesía y el movimiento piquetero, ha estado bastante lejos de cumplir la primera condición de una crisis revolucionaria.  

 

Ser para sí, autoconciencia de clase y partido.

¿Cuál es la actual situación? Por un lado, con la apertura del "corralito", el frente popular espontáneo se ha debilitado ante el repliegue de su componente pequeñoburgués. Pero, por otro lado, el sinceramiento económico y la conversión de la crisis financiera en económica, aumentó el paro en todas las ramas del trabajo social y arrastró al hambre aguda a los asalariados menos cualificados de la población.[27] Esta nueva coyuntura aumentó el activismo entre los parados, al tiempo que favoreció su confluencia con los empleados. De hecho, el movimiento "piquetero" no ha hecho más que reforzarse y extenderse a nivel nacional.

¿Modifica esta nueva realidad la correlación política de fuerzas? La modifica. ¿Entre quienes? He aquí la "pregunta del millón" en este debate.

Antes de entrar directamente en ella, es necesario saber cuanto y cómo la modifica. Respecto de lo primero, el recrudecimiento de la crisis ha conseguido masificar el movimiento piquetero hasta el punto de convertirlo en centro de atracción y eje social en torno al cual tiende a gravitar el descontento de los demás sectores subalternos en conflicto con el sistema. En cuanto a la forma, los molestos "cortes de ruta" con el único propósito de llamar la atención, pasaron a combinarse con tomas de fábrica que interfieren directamente el normal funcionamiento del aparato productivo. Un ejemplo de esta nueva forma de lucha fue el conflicto en Repsol-YPF a 15 Km. de Las Heras, localidad situada al norte de la provincia de Santa Cruz, donde después de realizar intermitentes cortes en la ruta 43 durante quince días, los despedidos de la empresa decidieron tomar la planta de tratamiento de crudo y el 4 de agosto de 2002 amenazaron con volar uno de los tanques si no se atendían sus demandas de empleo. Esta actitud forzó la negociación entre el sindicato de petroleros privados de la provincia y representantes de la empresa, de la cual resultó la contratación de 80 nuevos empleos. Según la revista "Polo Obrero", situaciones como ésta se repitieron  en Pico Truncado y Comodoro Rivadavia, aunque no parecen haberse generalizado

   Es evidente, pues, que el grado de profundización de la crisis económica del sistema en Argentina, ha provocado un salto cualitativo en el movimiento social contestatario, cuya vanguardia está hoy, din duda, encarnada en los piqueteros, constituidos en la más alta expresión del "ser para sí" del proletariado.

Pero, ¿es el "ser para sí" sinónimo de "conciencia de clase? Como hemos visto, el principio activo de la relación dialéctica entre ser y nada, opera el devenir. De tal modo, ese movimiento conduce -por adición- de la cualidad a la cantidad: cantidad extensiva o número y magnitud intensiva o grado. Se llega así a la medida, cantidad de la que depende el cambio cualitativo, la negación del ser "en sí mismo" en tanto se compara con su opuesto distinguiéndose de él, repeliéndole, pero dentro de su relación inmediata con él, sin la cual él no es más que un "ser en sí", en el caso del ser del trabajo, un trabajador aislado, pura capacidad potencial de trabajo, sin contrato laboral, un parado.[28]

De este transito del "ser en sí" saliendo de "sí mismo" para expresarse presentándose como un otro del capital, como el agua que se distingue de sí misma al confrontarse con sus distintos estados físicos, surge "el ser para sí" de ese elemento llamado proletariado, cuya conciencia no cambia por eso de naturaleza, del mismo modo que su "ser para sí" no altera su relación con el capital.  .

Otra forma del "ser para sí" del trabajo como capital variable, se produce cuando el grado de explotación al que es sometido alcanza la medida en que experimenta un cambio cualitativo; es el momento en que, el distinguirse del capital repeliéndolo alcanza la forma de la lucha por distintas y mejores condiciones de vida y de trabajo al interior de la misma relación. El "ser para sí", es pues, eso: negación del capital por parte del asalariado como capital variable, o distinción de su ser capital variable sin dejar de serlo, de reconocerse en su condición general de tal, aunque bajo condiciones particulares distintas según los resultados de su lucha en cada momento del proceso de acumulación.

El cambio de cualidad del "ser para sí" del trabajo-capital que experimenta el proletariado en tanto capital variable, es el que propiamente manifiesta el capital como "otro de sí mismo", como asalariado, y que se verifica cuando ese proletariado se rebela y rompe la disciplina laboral que le ata al patrón en determinadas condiciones (de vida y/o de trabajo) y lucha por mantenerlas o mejorarlas -según sea la situación que motiva la lucha- dentro de la misma relación y del proceso de valorización (D-M-D+d) que no sufre alteración alguna.

Y por supuesto que este cambio cualitativo del proletariado como "ser para sí" que se diferencia del capital dentro del capital, es la condición necesaria para dar el salto desde su "ser para si" dentro del capital, a su ser fuera de él en tanto concepto no ya del proceso de valorización sino del proceso de trabajo, esto es, como unidad (socialista) entre su ser (sujeto social real del trabajo) y la racionalidad (de sus medios de producción). Tal es la conciencia de clase o autoconciencia de las fuerzas sociales productivas.

Ahora bien, este cambio hacia el concepto o autoconciencia, no puede ocurrir por el simple aumento en el grado de su combatividad. De hecho, si esta mayor combatividad es desplegada por el mismo "ser para sí" del proletariado, por masas objetiva y subjetivamente dependientes del capital que se mueven por reivindicaciones inmediatas al interior de la relación social capitalista, incluso si esas demandas efectivas son dirigidas por organizaciones políticas reformistas que solo pretenden un cambio cualitativo en la forma de manifestación del ser político o gobierno capitalista de la sociedad -quítate tú que me pongo yo y unas cuantas modificaciones más para que todo siga igual- es del todo imposible que se opere en ellas ni un atisbo de cambio hacia la autoconciencia, sino bien al contrario. Porque en caso de que la ley del valor se vuelva incompatible con los proyectos reformistas, en última instancia el mayor grado de combatividad del "ser para sí" de los asalariados provoca un cambio cualitativo en la forma de dominio del capital, determinando que la burguesía en su conjunto apele a su brazo armado para que haga desaparecer momentáneamente al proletariado como "ser para sí", como un "otro" del capital dentro del capital, obligándole a retroceder en su conciencia, a replegarse "en sí mismo", es decir, como capital variable que ha perdido su capacidad para repelerse tras haber negado las condiciones de vida y de trabajo que habían sido impuestas por la ley del valor, motivo de su repelerse de ellas y que, tras la derrota, tras el resultado de la lucha carente de capacidad para trascender su relación originaria con el capital, el "ser para sí" del asalariado se repliega sobre sí mismo, pasando a comportarse como si la unidad dialéctica de los contrarios se resolviera en una identidad eleática, donde nada puede de momento cambiar y todo sigue como antes del enfrentamiento. Lo único que ha cambiado es la forma de dominio del capital sobre sus clases subalternas, que esto es lo que momentáneamente ocurre durante las dictaduras políticas bajo el capitalismo.

Con esto queremos insistir en que el salto hacia la autoconciencia o conciencia de clase del proletariado no se puede ejecutar desde el simple impulso de las luchas espontáneas del proletariado. Si bien tiene a esas luchas por condición necesaria, sin el accionar del partido revolucionario en ella, no hay posibilidad real ninguna de que ese salto permita a la conciencia del proletariado pasar por encima de la relación de dependencia política con el capital. El principio activo de la autoconciencia proletaria no está, pues, en la materialidad de su acción, en su ejercicio puro y simple de la lucha, sino en el conocimiento de las condiciones de su acción, esto es, de la naturaleza de las cosas sobre las que recae su acción. Y es condición de todo partido verdaderamente revolucionario, saber ejercer el arte político de conseguir que las masas conozcan su necesidad histórica y las condiciones de su acción a través de su propia experiencia. Por eso Lenin decía -con toda razón- en "¿Qué hacer? que la "conciencia de clase" o autoconciencia del proletariado, sólo puede introducirse desde fuera de la relación inmediata entre patronos y obreros, esto es, desde fuera de la lucha de clases espontánea; pero al mismo tiempo dentro de ella. Fuera desde el punto de vista lógico, dentro desde el punto de vista histórico.

 

¿Ruptura revolucionaria o continuidad burguesa del proceso?

Enlacemos ahora esta explicación con el segundo requisito de la crisis revolucionaria planteado por Lenin. Es necesario que la negación del capital por el proletariado al interior del capital, esto es, la grieta por la que se abrió paso el descontento social en Argentina, se agrande, y las luchas crezcan en una extensión e intensidad social de tal magnitud, que hagan realmente posible quebrantar la forma habitual de domino de la burguesía. Este momento del cambio cualitativo en la forma de dominio del capital sobre el trabajo, es la condición necesaria para la revolución, para el enfrentamiento decisivo entre las dos clase universales y antagónicas, condición que, en sí y por sí, define la crisis revolucionaria.

¿Estamos ante semejante situación en Argentina? No lo estuvimos el año pasado ni lo estamos ahora. ¿Por qué? Pues, porque la grieta por la que debe pasar el torrente de la lucha contestataria no es suficientemente grande. La prueba está en que a la burguesía todavía le basta con el dique de contención de la "democracia", de modo tal que puede "mantener inmutable su dominación", esto es, que no está en su horizonte próximo el plantearse apelar abiertamente a su recurso de última instancia: las FF.AA. y el Estado de excepción. Por tanto, las condiciones materiales de la crisis revolucionaria o posibilidad abstracta de la revolución, no están dadas, ni en Argentina ni en la mayor parte de América Latina y el Mundo. Estas condiciones sólo existen en la imaginación de grupos irresponsables autoproclamados "marxistas", que juegan a la revolución en todo momento -como entre 1969 y 1975 en este mismo país- alentando enfrentamientos decisivos en condiciones totalmente desfavorables para el inexistente polo revolucionario que es necesario todavía crear:

<<Las premisas de que partimos (y deben partir los marxistas), no son dogmas, sino premisas reales, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado ya hechas (en nuestro caso la crisis), como las engendradas por su propia acción (los saltos cualitativos en la lucha de clases). Estas premisas pueden comprobarse, consiguientemente, por la vía puramente empírica.>> (K.Marx-F.Engels: "La Ideología alemana" Cap. I punto 2. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

Cuando estas premisas reales se truecan en otras producto de la imaginación o el interés creado, la idea deja de ser la fiel representación del ser en el pensamiento, y la ciencia da el salto por encima de la realidad hacia el reino de la ideología. Esto es lo que, a nuestro juicio, ha pasado con el BIPR respecto del estado actual de la lucha de clases en Argentina.  A este asunto se refería Lenin en octubre de 1917 apelando a la memoria histórica de la revolución de 1848 a instancias de Marx en "Revolución y contrarrevolución en Alemania". Allí dice que la primera regla de toda revolución, es que jamás se debe pensar en su "actualidad" si no se está en condiciones de afrontar con relativas pero ciertas posibilidades de éxito, las consecuencias de alentar siquiera cualquier iniciativa en tal sentido, tal como el BIPR induce a pensar.

Y estar en condiciones de afrontar semejante responsabilidad histórica, significa que los destacamentos conscientes y avanzados del proletariado deben ya haber alcanzado su autoorganización y estar en pleno trabajo de fundir la teoría revolucionaria con el movimiento espontáneo, esto es, de asirse firmemente al eslaboncito de la lucha de clases que le permita tener en sus manos la cadena entera de la vida política.[29] De lo contrario, la posibilidad de dirigir el proceso seguirá siendo abstracta. Esto es lo que está pasando en Argentina y en el resto de América Latina ahora mismo: que muchos revolucionarios siguen agarrados a una cadena imaginaria.  

Para poder tener en la mano buena parte de la cadena revolucionaria y hacerse cargo responsablemente de semejante situación, es necesario no sólo la presencia de un partido internacional con implantación orgánica en los principales países del continente, sino "con la mayoría en los destacamentos de vanguardia de las clases revolucionarias" -esto es, del proletariado y semiproletariado- tal como lo señala Lenin en octubre de 1917. Y el caso es que, hoy día, la inmensa mayoría de la vanguardia amplia de los asalariados está ganada por el nacionalismo burgués de izquierda y el movimiento antiglobalización. Y estas opciones políticas no suponen que las luchas presididas por ellas puedan conducir a crisis de Estado que hagan peligrar la estabilidad del sistema por su izquierda. Sin partido revolucionario no puede haber movimiento efectivamente revolucionario y sin movimiento revolucionario no puede haber insurrección triunfante posible.[30]

Sin embargo, condiciones de la lucha de clases como las que se presentan actualmente en algunos países de América Latina, son propicias para la tarea de construir la organización revolucionaria a escala internacional. Ni más ni menos que esto, tal como lo señaláramos al compañero Sobrino en febrero de 2002:

<<Esto, desde luego, no autoriza a pensar que "aquí no ha pasado nada". Ha pasado y mucho, en cuanto a que descalabros como éste favorecen el trabajo de concientización y organización de una parte -aunque ínfima- importante del proletariado, que así se torna permeable al discurso revolucionario, a la racionalidad científica que le facilite comprender las leyes del capitalismo y la necesidad de trascender política y socialmente toda esta basura histórica.>> (GPM: "La pequeñoburguesía y el trabajo de los revolucionarios en Argentina": http://www.nodo50.org/gpm/argsobrino/todo.htm

En tal sentido, no hay duda que el salto cualitativo de los piqueteros indica que este movimiento  tiende objetivamente a ensanchar la grieta abierta en el sistema por la penuria y el paro; y en tanto la crisis persista, no se descarta que pueda llegar a amenazar con vencer la resistencia del muro de contención y canalización "democrática" de las contradicciones, que es la forma política más idónea de los burgueses para administrar el común negocio de explotar trabajo ajeno.

Ahora bien, ensanchar la grieta significa que a las luchas de los piqueteros se sumen los asalariados con empleo a través de las comisiones internas. Y esto depende fundamentalmente del curso de la crisis: de su profundidad económica, de su extensión social y de su persistencia en el tiempo. Sobre este objetivo de desbaratar el relativo control de la burocracia sindical sobre la parte empleada del movimiento asalariado, las organizaciones políticas de la extrema izquierda burguesa que comparten el liderazgo de los piqueteros, han venido tratando de forzar el ritmo de la lucha desde el primer momento, pero los logros para superar esta división del movimiento asalariado entre empleados y desempleados, han sido muy escasos. Ninguno de estos sectores está en disposición de romper el muro de  contención de la burocracia para hacer la revolución.

En realidad, el hecho de que el movimiento se haya reforzado y extendido con la masificación del paro, no quiere decir que haya habido un salto cualitativo en sus propósitos y en su conciencia. No es cierto que se estén planteando hacerse cargo de un "gobierno de los trabajadores". Si se aferran a un cambio político como a un clavo ardiendo, no es para trascender el actual sistema de vida. Semejante proposición ni se la plantean ni estarían dispuestos a aceptarla, como no lo estuvieron nunca desde los tiempos del peronismo a esta parte; menos aun hoy, teniendo tan fresco en la memoria el desastre del llamado "socialismo real", y en un contexto social donde todavía predominan fuertemente las ideas y el discurso reformista. Luchan sí por un empleo, esta es la verdad. Y para cambiar esta premisa actual de la lucha de los piqueteros, es necesario que las ideas y el discurso genuinamente comunista empiecen a acompañar la experiencia de lucha, en primer lugar de los empleados, de los asalariados activos. En tal sentido, nos ratificamos en lo dicho al compañero Sobrino sobre las posibilidades del movimiento piquetero:

<<En el movimiento prevalece la actitud de exigencia por fuentes de trabajo y denuncia de la corrupción, pero su conciencia política dista bastante de insinuarse como alternativa de gobierno, tal como usted y una mayoría de militantes populares plantean. Nunca en la historia del movimiento obrero internacional han podido los parados dar de sí en todo más que los empleados. Porque es de ley en la sociedad burguesa, que el cambio en la correlación de fuerzas sociales desfavorable a los explotados, se haga efectiva siempre en el aparato productivo de la burguesía, no fuera de él. Es la masa de trabajadores activos en lucha la que gravita políticamente sobre los parados residuales y no al revés.[31] >> (GPM: "Los parados y el ser para sí del proletariado". La cita corresponde al presente documento)

Por su parte, a medida que el movimiento piquetero se ha ido fortaleciendo, la violencia disuasoria del Estado "democrático" ha ido también en aumento, haciéndose cada vez más dura desde mediados de 2002. Pero la desesperación de la gente se ha sobrepuesto al terror represivo, hasta el punto de forzar a un adelantamiento de las elecciones para fines de abril próximo como último recurso de control social "democrático" -irrestricto- de las contradicciones sociales, antes de apelar a formas excepcionales de gobierno sin romper con el "Estado democrático de derecho". En tal sentido, según algunos trascendidos parece ser que el gobierno está preparando la justificación ideológica y la correspondiente parafernalia jurídica, a fin de hacer aprobar en el Congreso la participación de las fuerzas de seguridad en el caso de que el ejercicio de la "voluntad popular" en las próximas elecciones previstas, no fuera suficiente para detener la dinámica de un probable desborde del orden público a caballo de la crisis. (Cfr.: Verbistsky-Bonasso).

Pero de no suceder algún movimiento espontáneo externo de magnitud que altere la situación actual en Argentina, día que pasa se refuerza la tendencia a que las elecciones se realicen. Ése será el mejor barómetro para comprobar el estado de cosas ideológico y político en ese país, el veredicto de la historia acerca de la verdadera predisposición de las masas y del verdadero alcance e influencia del movimiento piquetero. Aunque ya se sabe que las elecciones burguesas no solo miden, sino que al mismo tiempo modifican lo que miden.

Ahora vamos con la pregunta: ¿a favor de qué polo de la confrontación de clases ha cambiado la correlación política de fuerzas sociales en Argentina? Si el Estado burgués a través del gobierno Duhalde se plantea recuperar el control político de esa parte muy minoritaria pero políticamente significativa de la población en paro, es porque no lo tiene, porque ha dejado de instrumentar su "energía negativa" desde que asumió como presidente. Por tanto, desde el punto de vista revolucionario, pareciera que la correlación de fuerzas se ha modificado en favor de los intereses políticos del proletariado en su conjunto. Como si esa parte subalterna, excluida y hambreada del ejército de parados, hubiera dado un paso en el sentido de su propia emancipación social y la del conjunto de los explotados. ¿Es así?

En sentido material y, al mismo tiempo abstracto de la revolución, esto es, desde el punto de vista del necesario aunque insuficiente momento de la conciencia de clase, de la distinción del proletariado respecto de la burguesía, en parte es cierto que lo ha dado. Pero, en términos objetivamente políticos, ¿hacia dónde se orienta? ¿basta con esta actitud, con esta certeza sensible de la lucha contestataria?; en el caso concreto que motiva esta polémica, ¿lleva en sí misma esta lucha de los piqueteros la dirección y el sentido de su emancipación social como da a entender el BIPR? El hecho de que quienes aparecen a la cabeza y más a la izquierda del movimiento no pasen de proponer y difundir la ya remanida y manoseada consigna contrarevolucionaria democrático-burguesa de la "asamblea popular constituyente" -como conciencia positiva o síntesis dialéctica del "que se vayan todos"- significa que, en el mejor de los casos, la correlación de fuerzas ha variado momentánea y perentoriamente a favor de las opciones burguesas de izquierda.

Ahora bien, en tanto que esta consigna se ubica en el margen izquierdo del sistema "democrático", al interior del capital, no supone ningún punto de ruptura con la propiedad privada de los medios de producción, pero en la actual etapa del capitalismo tardío esta opción tampoco es la que el proceso de acumulación necesita, por lo que no es ésta la base más pesada hacia la cual el falso dado político de la democracia burguesa tienda a detenerse y estabilizarse, sino al contrario. Esto induce a que la respuesta a esta pregunta sea terminante: si la crisis económica no se supera y el movimiento piquetero intensifica su dinámica de confrontación en defensa de sus puestos de trabajo perdidos, la sociedad argentina derivará, una vez más, hacia otro equilibrio político inestable por mediación del aparato represivo del sistema, seguramente menos cruento que el de 1976, tal vez como el del "plan conintes" durante el gobierno de Frondizi, tal vez más si a los piqueteros se suma el movimiento de los empleados

Por lo tanto, si la actual situación supone un cambio en la correlación política de fuerzas sociales, ésta no puede sino ser una salida en falso que sólo se puede cerrar verdaderamente, una vez más, a favor de los intereses que pugnan por el cumplimiento irrestricto de la ley general de la acumulación, al costo de una nueva derrota del proletariado, otra experiencia de las más jóvenes generaciones de trabajadores, que sólo podrán capitalizar políticamente por mediación del futuro partido revolucionario. Bajo semejantes condiciones y perspectiva, concebir o, mejor dicho, imaginar, que el proletariado argentino ya está "determinado" por "la idea de su autoorganización" y con "capacidad de manifestar el sentido de la ruptura de clase y de la identificación de su enemigo de clase", es una concesión al actual espíritu anticomunista de las masas argentinas y, por tanto, al seguidismo oportunista rampante de este estado de conciencia por parte de las organizaciones burguesas de izquierda que han venido liderando el movimiento piquetero desde el principio.

Porque si es cierto que el movimiento piquetero está autodeterminado por la idea de ruptura ideológica y política con el sistema burgués -que esto y no otra cosa significa la expresión "identificar a su enemigo de clase"- no puede aceptar -como de hecho acepta en tanto que quien calla otorga- la consigna reaccionaria predominante de "asamblea nacional constituyente". Esto demuestra que, hoy día, el proletariado argentino carece de capacidad para romper ideológica y políticamente con el capitalismo, y que el BIPR ha confundido la ya tradicional combatividad reivindicativa del proletariado argentino, su conciencia nacional-burguesa antiimperialista, con autoconciencia de clase. El más grandioso ejemplo de la autodeterminación de clase registrado por la historia, lo dieron los comuneros de París en 1871. Ellos fueron los que hicieron la proeza de concebir y realizar en pocos días una nueva forma de Estado, sin ejército permanente ni burocracia, con la elegibilidad directa de sus representantes y la remoción sumaria de los funcionarios, quienes recibían el salario promedio de un trabajador. Esta determinación iluminó en Marx los contenidos concretos de su hasta entonces genérica idea de Estado Obrero. Pero al detenerse ante las puertas del Banco Nacional y pedir ayuda el ejército alemán -en ese momento enfrentado al francés- demostraron no tener todavía capacidad para identificar a su enemigo de clase. Y lo pagaron con la derrota.

 De hecho, que sindicalistas burgueses de izquierda -como Víctor De Gennaro y el "Perro" Santillán al frente de la CTA, o Carlos Alderete y el Partido Comunista revolucionario de la Corriente Clasista Combativa- tengan sus respectivos feudos al interior de ese reino de la contestación social espontánea, o que organizaciones electoralistas rampantes de la autoproclamada "izquierda revolucionaria" -como el "Partido Obrero" del señor Altamira dentro del Bloque Piquetero[32], que también acaudilla buena parte del movimiento a instancias del llamado "Polo Obrero" en disputa con "comunistas", distintas fracciones trotskystas, guevaristas y otras formaciones con distintos grados de oportunismo reformista encubierto por soflamas incendiarias, cada uno con su propio grupo de piqueteros- lo dice todo en cuanto a qué se puede esperar del espontaneísmo revolucionario.

A esta dispersión política del movimiento piquetero, pasó a contribuir el "Movimiento de empresas recuperadas" (MNER) impulsando la consigna de "Fábrica quebrada, fábrica tomada", que también ha crecido al ritmo de la crisis económica. Hasta octubre de 2000, la autogestión de los empleados de unas 120 empresas, había reciclado 120.000 parados al sueño capitalista de la autoexplotación en régimen cooperativista burgués. Según el MNER, por medio de este nuevo sistema con su respectivo régimen legal ya listo para entrar en vigencia, aproximadamente un millón de entre los actuales desempleados podrían convertirse en sus propios patrones, reciclaje social perentorio que muchos están ahora mismo confundiendo con el control obrero de la producción:

<<Hoy en día los piquetes pretenden generalizar la experiencia del control obrero de la industria a todas las unidades fabriles o empresariales paralizadas o cerradas>> (BIPR: "El movimiento de los piquetes en Argentina" Marzo 2002.)[33]

http://digilander.libero.it/batcom/spagnolo/2002/movimento_delos_piquetes%20.htm : http://www.rebelion.org/argentina/autogest291002.htm;

http://www.infored.org.ar/VerArticulo.aspx?IdArticulo=746; http://www.geocities.com/contragobernanza/coleaos.htm

Al conjunto de la burguesía argentina, esto es, al Estado burgués de ese país, esta determinación le viene de perillas, porque resta coyunturalmente peso social a los parados, debilita su contestación política y coadyuva a recomponer el aparato productivo y la normalización de la ley del valor, en la seguridad de que el imparable proceso de centralización del capital se llevará este nuevo sueño embrutecedor por delante en menos de lo que canta un gallo. Y el hecho de que organizaciones revolucionarias propagandicen esta apariencia de control obrero haciéndola pasar por realidad tangible, aun sin quererlo emulan a la burguesía en el arte de confundirlo todo, aumentando los réditos ideológicos y políticos que obtiene de la crisis haciendo bueno aquello de que no hay mal que por bien no venga.

Queda claro, pues, que consciente o inconscientemente, a instancias de su entusiasta profesión de fe en el autodesarrollo revolucionario del movimiento real espontáneo en Argentina, el discurso del BIPR ha echado agua a las ruedas del molino capitalista, contribuyendo a una confrontación prematura y a una nueva derrota segura. Así lo hemos dicho: 

<<En estos juicios observamos una concesión - que suponemos inadvertida o involuntaria- al espontaneismo político, que no se compadece con la proclamada necesidad del partido antes de que se den las condiciones prerrevolucionarias, como condición de que el movimiento pase del instinto a la conciencia de clase.>> (GPM: "Práctica política espontaneísta y teoría económica estancacionista"

 

Un paradigma de centrismo político

Pero a esta altura de la polémica y a tenor del talante que han mostrado los compañeros del BIPR en ella, -como decimos al principio de este trabajo- ya no cabe pensar en un error inadvertido, sino que estamos ante una reafirmación en el espontaneismo revolucionario ya consolidado que -como la "táctica proceso" desde los tiempos de Rosa Luxemburgo- va de la mano con el oportunismo reformista.

Cierto, al final de "La lección de Argentina" los compañeros del BIPR han reservado un párrafo para referirse a la importancia del partido como condición suficiente de toda lucha triunfante por el poder socialista. Allí ellos reconocen que hoy día este requisito es inexistente. Sin embargo, la resultante política de todo su discurso, no diverge lo más mínimo del exitismo revolucionario que se apoderó de la inmensa mayoría de organizaciones de la izquierda burguesa desde el principio de esta rebelión social en curso.

El párrafo en cuestión, recoge las dos condiciones de Lenin referidas más arriba para definir la crisis revolucionaria y su carácter insurreccional, que el BIPR traduce a términos de su análisis sobre la situación Argentina para concluir en lo siguiente:

1)       Que:

<<En Argentina, la devastación de la crisis económica ha puesto en movimiento un proletariado fuerte y determinado en el terreno de la lucha y de la autoorganización, con capacidad de manifestar el sentido de la ruptura de clase y de la identificación de su enemigo político.>> (BIPR: Op cit.)

Pero:

2)

<<No se expresa, en cambio, la segunda de las condiciones, la relativa a la presencia de un partido revolucionario, por el simple motivo de que la vanguardia de la revolución no se inventa de un día para otro, ni es el fruto de los advenimientos contingentes

O se ha trabajado por largo tiempo en favor de su formación y de su radicación al interior de las masas proletarias, o bien las ondas insurreccionales están destinadas a desaparecer para dejar el lugar a la derrota y al sentido de impotencia. El imperativo para las magras vanguardias revolucionarias que hoy operan internacionalmente, aunque su actividad se refiera sólo a ámbitos restrictos, es el de crecer, enlazarse, el de acelerar el proceso de clarificación de los acontecimientos en términos de lucha de clase y de perspectivas políticas, incluso si éstas no son inmediatas.>> (Ibid)

Según lo dicho en el primer punto de este pasaje, se da por hecho que el proletariado argentino ya está capacitado para identificar a su enemigo de clase y romper con él, y que esto ha sido obra exclusiva de las luchas espontáneas determinadas por la crisis. Si entendemos por "capacidad" la función que cualquier cosa, dispositivo u organismo vivo está en disposición inmediata de realizar -como, por ejemplo, la cantidad de información que una determinada computadora es capaz de procesar y almacenar, o la transformación del anhídrido carbónico en azúcar que los vegetales realizan a instancias de su clorofila- entonces, ¿por qué los piqueteros permanecen "autoorganizados" en diversos grupos que se disputan la dirección del movimiento y ninguno de ellos está dispuesto a romper con el capitalismo? Lo que pasa es que falta la vanguardia organizada en el partido revolucionario, responde la "lógica" política del BIPR. Pero, ¿no habíamos quedado en que las masas argentinas ya están capacitadas? Sí, pero, es que, el partido no clarifica, sino que "acelera el proceso de clarificación de los acontecimientos"....

Pero ahora, no habiendo más remedio que contemporizar con la razón revolucionaria, se nos dice otra cosa, algo más lógico y tangible, aunque todavía a medio camino entre el espontaneísmo revolucionario puro y el "leninismo talmúdico":

<<...el nacimiento y desarrollo del partido proletario internacionalista en Argentina está asociado al esfuerzo por derrotar la versión de la política patronal en el seno del movimiento obrero. Mientras no se deslinden claramente las posiciones estratégicas y programáticas proletarias de las posiciones burguesas y pequeño-burguesas en el curso de las luchas sociales que se libran hoy y se librarán en el futuro, no se producirá la agregación de los elementos de vanguardia de la clase>> (BIPR: "Metodología de la discusión política con el GPM")

Según nuestro criterio el partido se construye al influjo de la lucha de clases elemental, en tanto y cuanto que su materia prima es el proletariado espontáneo en un momento determinado de alza en sus luchas. Mientras tanto, la vanguardia se mantiene necesariamente dispersa. En este sentido, la lucha de clases elemental o espontánea es la condición material para la construcción del partido. Pero lógica y orgánicamente, el partido se proyecta y construye fuera e independientemente de la lucha de clases, como que la vanguardia revolucionaria es la continuidad de la autoconciencia social dentro de la necesaria discontinuidad de la lucha de clases elemental, lucha cuya explicación no está en la mera experimentación de sus protagonistas, sino en el conocimiento científico de la realidad material a cuyos principios activos soterrados (el "viejo topo") responde su movimiento. Por lo tanto, la conciencia de clase o autoconciencia no emana ni directa ni inmediatamente de la lucha de clases primaria, sino de la aplicación del materialismo histórico a la sociedad en su conjunto por parte de la vanguardia internacional unificada orgánicamente en torno al materialismo histórico y a un programa político general producto de la aplicación de esa ciencia a la realidad del capitalismo mundial. Polémica como ésta que estamos librando con el BIPR, se inscribe en el necesario proceso de confluencia orgánica superior en modo alguno espontánea, entre los distintos agrupamientos al principio no más que unicelulares de estructura simple. El partido revolucionario internacional supone esta organización previa de la vanguardia revolucionaria, tiene por condición a este Estado Mayor de la revolución. No es más que la agregación organizada de asalariados autoconcientes, esto es, de científicos sociales comprometidos políticamente con su tiempo.

 

Génesis y concepto de Soviet

¿Qué son para la doctrina política clásica del marxismo los movimientos independientes de la clase asalariada? A 13 años vista de implantado el régimen soviético que dio nacimiento a la URSS, en "La revolución española y la táctica de los comunistas" Trotsky hizo un valioso aporte a la contestación de esta pregunta precisando el concepto de Soviet. Dice allí que, desde la toma del Palacio de Invierno en Rusia hasta la implantación de la República en España, la palabra Soviet adquirió en la URSS un sentido "considerablemente distinto" del que tuvo en 1905 o a principios de 1917, cuando los soviets surgieron no como órganos de poder político, sino "únicamente como organizaciones combativas de la clase obrera":

<<En realidad, los soviets se constituyen cuando el movimiento revolucionario de las masas obreras, aunque se halle lejos todavía de la insurrección, engendra la necesidad de una organización amplia y prestigiosa, capaz de dirigir los combates políticos y económicos que abarcan simultáneamente establecimientos y profesiones diversas. Sólo a condición de que los soviets penetren en el seno de la clase obrera durante el período preparatorio de la revolución, resultarán capaces de desempeñar un papel directivo en el momento de la lucha inmediata por el poder>> L.D. Trotsky: Op. Cit. Cap. 6)

Esta función preparatoria de la revolución -que no del partido revolucionario- es la que constituyen las asambleas populares hoy día en Argentina, un símil de Soviet en la lejana fase prerrevolucionaria que Trotsky atribuyó a las políticamente heterogéneas "Juntas Obreras" en la España republicana de 1930:

<<La palabra Junta, íntimamente ligada con toda la historia de la revolución española, expresa de un modo insuperable esta idea (de Soviet). La creación de Juntas obreras está a la orden del día en España. En la situación actual del proletariado, la organización de Juntas presupone la participación en las mismas de los caudillos de la lucha huelguística, comunistas, anarcosindicalistas, socialdemócratas y sin partido. ¿Hasta qué punto se puede contar con la participación de los anarcosindicalistas y socialdemócratas en los soviets? Es imposible predecirlo desde lejos. El empuje del movimiento obligaría indudablemente a muchos sindicalistas y acaso aún a una parte de los socialistas a ir más allá de lo que quisieran si los comunistas saben plantear con la debida energía el problema de las Juntas obreras. Con la presión de las masas, las cuestiones prácticas de la organización de los soviets, de las normas de representación, del momento y los procedimientos de elección, etc., etc., pueden y deben ser objeto de acuerdo no sólo de todas las fracciones comunistas entre sí, sino también con los sindicalistas y socialistas dispuestos a ir a la creación de dichos organismos. Los comunistas, ni que decir tiene, en todas las etapas de la lucha actuarán con sus banderas desplegadas.>> (Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

 En este sentido, las Asambleas Populares no tienen por cometido "construir el partido revolucionario", sino convertirse en órganos del poder político del proletariado para la toma del poder. No forman parte alguna en la dirección del proceso revolucionario sino que es su materia social devenida consciente en virtud de esa dirección, que se proyecta sobre el movimiento para hacer consciente lo inconsciente, pero cuya autoconsciencia activa no emana ni tiene su sede en el movimiento espontáneo. Con esto queremos decir que el poder revolucionario no lo toma ni ejerce el partido sino la clase obrera políticamente organizada, aunque durante mucho tiempo antes y después de la toma el poder, su consciencia no pueda serle inmanente sino dada desde fuera. Tal es el centro de la discrepancia entre el BIPR y el GPM. 

De acuerdo con este razonamiento -que el BIPR llama "partido providencia"-, la vanguardia revolucionaria tiene otras instancias de creación. Su magnitud social y proyección política al interior del movimiento espontáneo está determinada por  la evolución necesariamente discontinua de la lucha de clases, por su intensidad y extensión. Pero el principio activo de su existencia no depende de ese teatro de la realidad social sino del desarrollo de la moderna ciencia social: el materialismo histórico. El partido revolucionario es el resultado necesario de la lucha ideológica permanente de los intelectuales marxistas independientemente de lo que se ve que pasa en la sociedad real, en su movimiento aparente, del mismo modo que los avatares de la astronomía fueron independientes del movimiento aparente de los cuerpos celestes desde los tiempos de Copérnico.

En tiempos de Marx, Engels y Lenin, como no podía ser de otra manera, la intelectualidad revolucionaria portadora del materialismo histórico era de origen burgués. Hoy día, el elevado nivel intelectual medio del proletariado ya no justifica esta premisa, al tiempo que pone a la orden del día la necesidad de acortar distancias entre dirección y base partidaria en cuanto a previsión teórica y capacidad de iniciativa política. A partir de este salto cualitativo, el partido revolucionario tiende a ser obrero no sólo por su extracción de clase mayoritaria en todas sus instancias de funcionamiento de la sociedad actual, sino porque el desarrollo de las fuerzas productivas capacita a los miembros de esa condición social para que sustituyan en el partido a los intelectuales de origen burgués y pequeñoburgués, pasando progresivamente a actuar como "intelectuales orgánicos" al más alto nivel científico. Tal es la condición de existencia del GPM por partida doble: porque el pequeño número de sus integrantes no somos burgueses sino de genuina extracción proletaria, y porque desde que nos dimos a conocer hemos venido insistiendo en este cambio cualitativo del movimiento asalariado, tratando en lo posible de cumplir con el requisito de la teoría:

 <<Según lo sugiere la exposición del GPM, el partido es una asociación de burgueses esclarecidos poseedores de una ciencia hermética inasequible para la gran masa y que fungen de celosos guardianes de la ortodoxia marxista. Bordeando lo mesiánico, le atribuye la misión de insuflarle la verdadera consciencia de clase a los toscos e ignaros obreros. De la exégesis sectaria del leninismo se desprende la transfiguración de la doctrina en un patrimonio de los intelectuales burgueses y la construcción del partido en una misión moral encargada a una categoría superior del espíritu (la élite, el “estado mayor” revolucionario).>> BIPR: "Metodología de la ...."

He aquí otra concesión, no sólo al espontaneismo revolucionario, sino a los enemigos de clase más directos introducidos en el movimiento, una concesión a la intelectualidad pequeñoburguesa que utiliza estos prejuicios basados en infundios contrarrevolucionarios, para inducir al desprecio por la teoría entre los militantes partidarios y a la eternización de la división del trabajo en el movimiento; prejuicios practicistas preñados de irracionalidad que impiden a la vanguardia amplia, a los actuales militantes prácticos del movimiento, predisponerse al necesario conocimiento científico de la realidad capitalista como condición ineludible de ese agregado social de intelectuales orgánicos del proletariado que es el partido revolucionario. Los obreros son "toscos" e "ígnaros" hasta que dejan de serlo estimulados y ayudados en esa imprescindible tarea por la organización de los proletarios revolucionarios en su función de científicos sociales, capaces de explicar a sus hermanos de clase las causas del embrutecimiento ideológico y político al que están sometidos por la relación con sus patronos y por los aparatos ideológicos del Estado burgués. La división jerárquica del trabajo no empezará desaparecer de la sociedad, hasta que la crítica de las armas a la propiedad privada sobre los medios de producción no se haga efectiva. Pero puede desaparecer de la organización de los revolucionarios antes de convertirse en partido, en la medida en que la moderna ciencia social y la memoria histórica del proletariado se socialice entre sus miembros. Nos consta que esta es una tarea difícilísima, tanto más cuanto mayor es el predominio entre la vanguardia de quienes, como el BIPR, devalúan la importancia de la teoría sosteniendo que la conciencia de clase en un producto de la lucha de clases elemental. 

Desde luego que tratamos de ser "celosos guardianes de la ortodoxia marxista". Aspiramos a ello. Para nosotros, esa ortodoxia, el materialismo histórico, es la única actividad del intelecto que merece el calificativo de ciencia social. Y la consecuente actitud de asumirlo permanentemente como herramienta o arma política de la revolución y, por tanto, de ser "celosos guardianes" de ella, es lo que garantiza el legado y actualización de sus premisas y de su metodología del conocimiento de la realidad social, así como de la memoria histórica del movimiento. Al parecer, la heterodoxia del BIPR pasa por entender que:

<<...la conciencia es una función de la lucha: no está constituida unilateralmente por el presente, sino también por lo que el proletariado ha hecho hasta el día de hoy para comprenderse a sí mismo y para superar prácticamente las condiciones de su opresión. (...)

La consciencia es histórica en el sentido de que recoge y sintetiza la experiencia anterior y es, por lo tanto, fruto de una continuidad; sin embargo, no repite dicha experiencia en el mismo sentido del pasado, sino que surge a tenor del momento histórico que vive la clase. El tiempo en el que se desarrolla la conciencia no es lineal ni cíclico, sino un presente tejido de pasado, con posibilidad de estancamiento o de retroceso...>>   

Si la conciencia del proletariado argentino es función de su lucha, y si como es cierto que esa lucha está constituida no sólo de presente sino también de pasado, ¿a quien le corresponde entretejer el presente con el pasado de esas luchas?, a los piqueteros -casi todos ellos anticomunistas- ganados desde la década de los cuarenta del siglo pasado por el nacionalismo burgués, y que en los noventa votaron masivamente a Menem y hasta 1998 se sintieron muy a gusto con el ultraliberalismo burgués dentro de la economía imperialista del dólar, los mismos que hoy aceptan la consigna de la "asamblea constituyente" burguesa, de la cual no puede surgir más que otro gobierno burgués? ¿O es que para el BIPR la memoria histórica es pura cronología, un registro de lo que pasa sin más? Si como es cierto que el marxismo ha acuñado este concepto de "memoria histórica" como aprendizaje, es evidente que sus depositarios no pueden ser las amplias masas, cuya condición de "ser en sí" del capital determina que su memoria histórica no pueda ser otra que la inculcada por la burguesía, por sus aparatos ideológicos de Estado. Hemos puesto el ejemplo del proletariado argentino como podríamos poner el de cualquier país, para comprobar cómo en todos los casos la historia se repite. Sólo la meticulosidad detallista de lo inesencial puede llevar a decir que la historia del capitalismo "no repite las experiencias en el mismo sentido del pasado".

 

Vanguardia revolucionaria y proletariado espontáneo

La memoria histórica es un atributo exclusivo de la autoconciencia de clase, de la vanguardia que tras las derrotas estratégicas demuestra serlo convirtiéndose en "celoso guardián" de los principios teóricos revolucionarios, y durante los ascensos de la lucha tratando de aportar a la dirección revolucionaria del movimiento. Para los relativamente pocos que alcanzan y logran conservar ese estado de espíritu clasista revolucionario, los sucesos de la historia no constituyen ninguna sorpresa. Los encajan como cosa familiar aunque jamás los hayan vivido antes; esto es así en razón de que ya saben de ellos por lo que sus antecesores cuentan que ha pasado. Cuando Lenin abordó la crisis revolucionaria abierta tras el domingo sangriento del 9 de enero de 1905, meditaba todo aquello como si lo estuviera viviendo por segunda vez. ¿Por qué? Pues, porque ya sabía, a través de Marx, que la operación política monárquico constitucionalista ensayada por la autocracia rusa con la entronización de las tres formaciones parlamentarias consultivas, era un calco de las "Dietas" previstas en la "constitución otorgada" por la corona prusiana tras los sucesos de 1848.

Pero a la vanguardia revolucionaria auténtica no sólo puede conseguir que le resulte familiar lo que vive por primera vez, sino incluso lo que no le ha ocurrido nunca antes a nadie.[34] ¿Por qué? porque la vida del partido revolucionario es, a la política, lo que las sociedades anónimas son a la base material del sistema: la prefiguración del futuro en el presente histórico, el precursor de la sociedad socialista dentro del capitalismo:

<<La revolución de octubre apareció a la intelligentsia, incluida su ala izquierda literaria, como la destrucción total del mundo que ella conocía, de ese mismo mundo con el que ella rompía de vez en cuando, para crear escuelas nuevas, y al que volvía invariablemente. Para nosotros, al contrario, la revolución encarnaba una tradición familiar asimilada en nuestro interior. Abandonando un mundo que ya habíamos rechazado teóricamente y socavado en la práctica, entrábamos en un mundo que nos era ya familiar, a la vez desde una tradición y de un presentimiento. Aquí está la diferencia entre el tipo sociológico del comunista, un revolucionario en el sentido político, y el futurista, innovador revolucionario en el terreno formal (...) Nosotros entramos por nosotros mismos en la revolución, mientras que el futurismo cayó en ella.>> (L.D. Trotsky: "El futurismo" 8/09/922)

Por lo tanto, respecto de que la conciencia es histórica en el sentido de que "es producto de una continuidad", este es un recurso a la tautología para no decir nada, para no reconocer que son los comunistas quienes convierten la necesaria discontinuidad histórica de la lucha de clases en un continuo de práctica social específica determinada por las cambiantes condiciones de esa lucha. La memoria histórica no es una costumbre que hace a la idiosincrasia de los pueblos. No esta hecha de los sucesos cotidianos de la vida sino de los acontecimientos excepcionales de la historia. Tampoco es una categoría de la sociología sino de la política. Y quienes dejan testimonio de ello no son los "pueblos" que protagonizan esos hechos, ni siquiera los historiadores al uso, sino los intelectuales comunistas integrantes de esos movimientos. Mientras las masas derrotadas dejan de ser siquiera "para sí" yéndose a su casa para replegarse en la intimidad de su "ser en sí", los militantes comunistas en función de intelectuales -hoy día de intelectuales orgánicos, que son muy pocos- demuestran su condición de autoconciencias prosiguiendo la lucha en el terreno al que objetivamente se traslada, tratando de saber el por qué y cómo de lo ocurrido, entregándose seguidamente a enriquecerse y enriquecer los principios políticos presididos por las leyes del desarrollo social; son los que,  conscientes de que siempre tienen qué hacer en el curso que estas leyes trazan, no renuncian a ello, porque, además de hacerlo por deber, les gusta:

<<El deber primordial de un revolucionario es conocer las leyes que rigen los sucesos de la vida y saber encontrar, en el curso que estas leyes trazan, su lugar adecuado. Es a la vez, la más alta satisfacción  personal que puede apetecer quien no une la misión de su vida al día que pasa>> (L.D. Trotsky: "Mi vida" Prólogo)

Hasta aquí lo relativo a la memoria histórica, a la comprensión del pasado -sobre todo de lo sucedido a generaciones pretéritas- como un auxiliar imprescindible para poder prever el presente y actuar con eficacia en él. ¿Y qué decir respecto de lo nuevo y en cada caso específico que sin duda constituye las condiciones de las luchas actuales? En "Acerca de algunas particularidades del desarrollo histórico del marxismo" (1910), Lenin hablaba de la "correlación de fuerzas fundamentales" -que definía según la masa social relativa de las distintas clases en pugna- y de la "correlación de fuerzas políticas" que comprende la situación económica, los cambios políticos del sistema y el estado del conflicto entre las clases, particularmente el grado de combatividad y la extensión de las luchas del proletariado y su influencia sobre las demás clases subalternas. La primera correlación determina el carácter de la revolución, la estrategia de poder y las tareas fundamentales de los revolucionarios; la segunda incide sobre las tareas inmediatas de la vanguardia revolucionaria, que pueden cambiar según los cambios en esta correlación política de fuerza, "los bruscos virajes de la historia" de que hablaban Lenin y Trotsky.

Lenin, Trotsky, Martov, Danielson, Vera Sazulich, Plejanov y otros muchos marxistas rusos, se preocupaban de estas cosas cuando los asalariados de ese país no se podían siquiera imaginar la posibilidad de hacer la revolución, porque rumiando permanentemente su miseria, analfabetismo y ausencia casi absoluta de tiempo libre, no estaban en condiciones de pensar ni de imaginar nada, menos aun las posibilidades de su emancipación social. Sólo intimaban con dos sentimientos, la fatalidad y la rabia contenida que de vez en cuando explosionaba forjando trozos de historia. Sin embargo, fueron esas gentes las que supieron hacer añicos el muro de la fatalidad erigido por el "knut", para salir de ahí decididos a realizar el prodigio de la gran revolución rusa. Y es cierto que nadie hizo por ellos lo que ellos supieron hacer por sí mismos. Pero no es menos cierto que sin las armas del pensamiento revolucionario que el partido bolchevique puso en sus conciencias, todo esa poderosa energía se hubiera disipado inútilmente.    

<< En este sentido, el planteamiento del GPM en torno a la cuestión de la organización y su relación con la praxis —y de modo particularmente evidente alrededor de la función del partido (al que se atribuye un papel directivo frente a unas masas que siempre son colocadas en el estado de rebaño)—, destruye flagrantemente la dialéctica del proceso histórico. La idea de un Partido providencial que, situado fuera del movimiento de la sociedad y fijado en la mente de un grupo iluminado, lo sabe y lo envuelve todo, encarnando una especie de jurisprudencia suprahistórica sobre la revolución, es una representación mítica de la división del trabajo en el seno del movimiento anti-burgués que idealiza las estructuras cosificadas y cosificadoras ya fijadas por la asimilación consuetudinaria de la organización en el sistema de dominio contra el que sedicentemente se postula.>>  (BIPR: "Directrices metodológicas...."

Según este razonamiento, supuesto un operario hecho a la costumbre, habilidad manual y sapiencia técnica de manejar un torno paralelo, el hecho de que se le ponga ante la necesidad de operar con un centro de control numérico (CNC) (ideado y fabricado por otros trabajadores como él), aunque esta nueva forma de operar implica la evidencia empírica de elevarle intelectual y técnicamente dado que comporta previos conocimientos de informática, nuevo saber pericial sobre la naturaleza de las herramientas de última generación, para el BIPR este hecho supone una "representación mítica de la división del trabajo" y rebajarle al "estado de rebaño".[35] El corolario de esta forma de pensar es que para evitar semejante menoscabo, habría que volver a la época todavía anterior a la del artesanado medieval, a los tiempos de las tribus más primitivas, donde la división del trabajo sólo existía entre hombres y mujeres, y donde cada individuo no sólo se encargaba de cumplir todas las etapas de la producción de un artículo, sino que también fabricaba las herramientas con las que se hacía ese producto, como ocurre todavía entre los "yanomami" en las que todos los hombres conocen tanto la técnica de fabricar  flechas y lanzas, como la de cazar.

Este pensamiento abstracto olvida que "Los seres humanos hacen la historia, pero bajo condiciones no elegidas por ellos, por eso la humanidad no se propone nunca nada que no pueda alcanzar". En este sentido mitificar la división social del trabajo tiene muy poco sentido en tanto no están dadas aun las condiciones de su superación. Es algo que, aunque nos consta lo difícil que es, hoy día sólo puede ser posible en las organizaciones de la vanguardia revolucionaria. Pero la división del trabajo en el movimiento obrero como unidad dialéctica complementaria entre la vanguardia revolucionaria y las masas, sólo la pueden superar los deterministas económicos y los espontaneístas revolucionarios que niegan la importancia política decisiva de la teoría. Y aunque no lo digan expresamente, sospechamos que algo de esto se cultiva en el huerto del BIRP   

Por eso se nos atribuye estar "fuera del movimiento de la sociedad", acusándonos de destruir "flagrantemente la dialéctica del proceso histórico... fijado en la mente de un grupo iluminado", así como de "mistificar la división del trabajo en el seno del movimiento antiburgués" y de "asimilar e idealizar" en el sentido de consagrar "las estructuras cosificadas y cosificadoras...de la organización en el sistema de dominio". Y ya subidos al jamelgo de su propia verborragia inconsistente e irresponsable, el BIPR llega a decir que:

<<Ellos (el GPM) conciben al movimiento de los trabajadores exclusivamente en función de la propia actividad y exigencias del pequeño círculo partidario. Consideran que su función estriba en conducirlo y gobernarlo desde las alturas celestes de su ciencia. Pretenden subordinarlo a su propia acción y fines, imponerle desde arriba sus consignas y mantenerlo de ese modo bajo su tutela para utilidad propia>> (BIPR: Ibíd. Lo entreparéntesis es nuestro)     

Para decir cosas como éstas que acabamos de citar, el BIPR dedicó casi el 90% del espacio empleado para su réplica a nuestro documento crítico de sus posiciones sobre los acontecimientos que se han venido sucediendo en Argentina desde diciembre de 2001. Y todo porque les hemos demostrado que la correlación política de fuerzas que los compañeros imaginaron, impresionados por la espectacularidad de las movilizaciones elementales en cuestión, es errónea, típica del espontaneísmo revolucionario. Ésa fue la causa de nuestras discrepancias. Y a la vista de que sobre este asunto se han abstenido de debatir, desviaron farisaicamente la discusión hacia la naturaleza y función del partido revolucionario, y para impugnar nuestras posiciones acabaron poniéndose en contra de lo que ellos mismos han acordado y puesto negro sobre blanco en su "Plataforma", con la que nosotros, en general, acordamos. Y no sólo se han colocado así fuera de su propia organización, sino de la lógica histórica más elemental. 

En efecto, decir que la acción de pensar y difundir el pensamiento marxista es algo que está "fuera de la sociedad", supone remitir la humanidad a la etapa de la recolección. Como si la práctica teórica no formara parte de la práctica social a igual título que la práctica de agitar y combatir directamente al enemigo de clase, o la más básica y rudimentaria de fabricar salchichas, lo cual también supone la función previa de pensar cómo.

 

Las "Tesis sobre Feüerbach" y la práctica social como unidad dialéctica de práctica teórica y práctica política

Marx y Engels no partieron de abstracciones ni de conceptos teóricos sino del ser humano concreto considerado en su actividad social, es decir, de sus relaciones objetivas  "Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. También las formaciones nebulosas que se conden­san en el cerebro de los hombres son sublimaciones de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y ligado a condiciones materiales.

<<La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden, pierden, así, la apariencia de su propia sustanti­vidad...No es la conciencia la que determina la vida sino la vida la que determina la conciencia...se parte del mismo individuo real y viviente y se considera la conciencia solamente como su conciencia. En cuanto se expone este proceso activo de vida, la historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los empíricos, todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como lo es para los idealistas...>> (K.Marx-F.Engels: "La ideología alemana" Cap. I-4: Esencia de la concepción materialista de la historia. El ser social y la conciencia social)

Éste es el contexto argumental en el que hay que ubicar las "Tesis sobre Feüerbach" en relación con actividades como la elaboración teórica o la dirección política de un movimiento. Ponerlas ante la necesidad de considerarlas como partes constitutivas de la práctica social en tanto totalidad, incluida la de cualquier investigador científico, divulgador del pensamiento o militante político, consideradas ambas en unidad dialéctica entendida como actividad productiva en sentido general. Es allí, en la prác­tica social como unidad dialéctica de formas y medios de acción, en permanente referencia a ella, y comprometido en ella, en la práctica social, donde los seres humanos deben demostrar la verdad,

<<...es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. La dis­puta sobre la realidad o irrealidad del  pensamiento  ‑aislado de la práctica‑ es un problema puramente escolástico>> (K. Marx: Segunda tesis)

Y en la octava tesis será todavía más explícito cuando define la teoría como parte de la práctica social:

<<Toda la vida social es, en esencia, práctica. Todos los misterios que conducen la teoría al misticismo encuentran solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esa práctica>> (Ibíd)

Aun  cuando había sido todavía más claro en los "Manuscritos Económico‑Filosóficos":

<<Pero incluso cuando yo sólo actúo científicamente, etc., en una actividad que yo mismo no puedo llevar a cabo en comunidad inmediata con otros, también soy social, porque actúo en cuanto ser humano. No sólo el material de mi actividad (como el idioma, merced al que opera el pensador) me es dado como producto social, sino que mi propia existencia es actividad social, porque lo que yo hago lo hago para la sociedad y con conciencia de ser un ente social.

Mi conciencia general es sólo la forma teórica de aquello cuya forma viva es la comunidad real, el ser social, en tanto que hoy en día la conciencia general es una abstracción de la vida real y como tal se le enfrenta. De aquí también que la actividad de mi conciencia general, como tal, es mi existencia teórica como ser social.>> (Op. Cit.:Tercer manuscrito)

Esto  quiere decir:

1)       Que la teoría, junto al resto de las representaciones que los hombres se hacen del mundo en que viven, forma parte de la práctica social;

2)       Que el carácter científico de la teoría, consiste en la objetividad de sus premisas y en el descubrimiento de la legalidad que preside su despliegue lógico. Como sucede con cualquier obra bien hecha que su creador antes de ejecutarla proyecta en su cabeza.

3)       Que esta  tarea no es  teórica pura, una entelequia,  sino teórico‑práctica.

4)       Que sus resultados son verdaderos independientemente del criterio político de la práctica política, y que, en todo caso, la confirmación revoluciona­ria de ese criterio no está en esa práctica, sino en haberla considerado como objeto teórico para demostrar la verdad que hay en él, subvirtiendo de tal modo la tradición ideológica anterior.

Esto demuestra que no hay nada que permita entender a la práctica política como criterio absoluto de verdad. Es justamente al revés. La verdad de la práctica política tiene su posibilidad subjetiva de existencia y eficacia, en tanto cumple lo previsto por la teoría científica. Porque, en general, esa práctica, la práctica política, aparece bajo formas de conciencia que velan su propia verdad. De ahí la necesidad de la ciencia para la igualmente necesaria desmistificación de la propia práctica, y a modo de guía para una práctica política racional que destruya las estructuras reales cosificadas y enajenantes de la práctica social colectiva. En todo caso, la práctica política como criterio de verdad, solo vale para los postulados de una acción particular, la de cada contendiente y sus resultados, independientemente de la verdad o falsedad que hay en lo que a cada cual le lleva al combate; para toda proposición política o histórica en la que intervienen voluntades, individuales o colectivas, enfrentadas.

    De modo que las "Tesis" no invalidan el "a priori" de la práctica teórica científica sino que lo destacan como parte ineludible de la práctica revolucionaria. Haciendo práctica social teórica, Marx y Engels han procedido:

<<Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. También las formaciones nebulosas que se conden­san en el cerebro de los hombres son sublimaciones de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y ligado a condiciones materiales. La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden, pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad...No es la conciencia la que determina la vida sino la vida la que determina la conciencia...se parte del mismo individuo real y viviente y se considera la conciencia solamente como su conciencia. En cuanto se expone este proceso activo de vida, la historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los empíricos, todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como lo es para los idealistas...>> (K.Marx-F.Engels: "La ideología alemana" Cap.cit) 

     Este es el contexto argumental en el que hay que ubicar las "Tesis Sobre Feüerbach". En la necesidad de comprehender, de integrar constantemente la práctica teórica en la práctica social como un todo de empiria y razón que da sentido a la praxis. Dicho de otro modo, desde el punto de vista revolucionario, la práctica social es una unidad dialéctica complementaria entre práctica teórica y práctica política, donde, a tenor de nuestro razonamiento, el polo dominante de la relación es la práctica teórica, en tanto "guía para la acción" aunque el decisivo sea la práctica política.

Siguiendo el hilo de nuestro razonamiento, se puede decir con total certidumbre que obras teóricas monumentales como "El Capital" o "El desarrollo del capitalismo en Rusia", esto es, lo que el BIPR llama despectivamente "teoría pura", no necesitan el criterio de la práctica  política para  obtener  la prueba de la verdad científica, porque ésta ya la han pasado teóricamente. Al contrario, lo que la práctica política del proletariado debe demostrar prácticamente, es  ser capaz de cumplir con las exigencias políticas de la tendencia económica desvelada teóricamente por la ciencia del materialismo histórico. Más esclare­cedor que las "Tesis sobre Feüerbach" nos parece aquel pasaje de l843 en su Introducción a la "Crítica de la Filosofía Hegeliana del Derecho Estatal", donde Marx dice que:

<<...El arma de la crítica (teórica) no puede reemplazar a la crítica de las armas, pero se hace revolucionaria cuando se apodera de las masas...>> Op. Cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

Incluso el hecho de llevar esa razón por adelantado, da a la ciencia un carácter  político que trasciende su objetividad teórica, al hacer de ella un  poderoso arsenal revolucionario[36]. Tal es el sentido de las palabras de Marx en su Prólogo a la primera edición de "El Capital" donde afirma que la teoría "puede abreviar y mitigar los dolores del parto" socialista De modo que, para Marx, tanto la acción política directa, como la teoría, son dos partes inte­grantes necesarias de la práctica social revolucionaria.

Otra cosa es cómo se conseguirá, cuando; las veces que  será  preciso intentarlo; cuantas indecisiones habrá; cuantos errores, las formas que adoptará la lucha, sus sinuosidades, interrupcio­nes, avances, retrocesos, triunfos, derrotas, etc.  En estas  múltiples  alternativas posibles y menos previsibles, se hace patente el desafío de la historia:

<<...cualquier intento de dar por senta­das de antemano con toda precisión las probabilidades de la lucha, sería pura charlatanería o pedantería imperdonable. Marx  consideraba  la historia desde el punto de vista de los que crean sin poder prever infaliblemente por adelantado las probabilidades de éxito...>>( V.I.Lenin: "Prólogo a la Edición Rusa de 1907 de las "Cartas a Kugelmann", Ed. La Habana/75 Pp.l6) 

Este contexto histórico -contrapartida política del contexto teórico- dentro de la práctica social, este horizonte de posibilidades abiertas a la acción política que ninguna teoría puede aprehender "a priori", es el que da sentido y significación a la "Novena Te­sis". Porque en medio de un cúmulo de circunstancias que se atropellan unas con otras, la mayoría de ellas contradictorias y a  veces absurdas  y hasta azarosas[37], solo la práctica-práctica -como decía Althusser- el resultado de la lucha, es el juez inapelable de la acción política. Pero de la acción en sí misma -en sus planteos tácticos, políticos o militares- no de la teoría que justifica esa acción, cuya verdad reside en el ámbito puramente teórico de la práctica social. Es decir, el juicio acerca de los principios de cualquier acción política, no reside en la acción misma, porque esos principios han obtenido el veredicto de su razón antes o "a priori" de los resultados políticos tangibles "a priori", esto es, en el resultado científico previo a su mani­festación empírica. Y es así, porque ‑precisamente en virtud de la veracidad y necesidad histórica de sus  postulados‑ tales conclusiones teóricas llevan el criterio de verdad en sí y por sí mismas, son el fundamento de la práctica misma: su razón de ser y su guía para la acción política.

Por lo tanto, puede afirmarse con total certidumbre que la práctica política es criterio de verdad, a condición de poner LA VERDAD surgida de la acción teórica, como fundamento de la práctica política misma.[38] Asumir la prác­tica política como rasero absoluto de verdad social significa negar el concepto dialéctico de praxis revolucionaria entre práctica teórica y práctica política, quedando al pairo de lo empíricamente dado. Tal es el sentido político del reformismo y su método: el pragmatismo y el oportunismo. Como parte de la praxis revolucionaria ‑previa y posterior a la acción política‑ media la acción teórica. Pero esta rela­ción dialéctica de complementación entre teoría y práctica, este ámbito en el que la conciencia objetiva del proletariado se proyecta hacia la revolución, sólo es coherentemente posible y coadyuvante a esos fines, a condición de suponer o tener muy en cuenta los resultados científicos previos, en nuestro caso, ceñirse estrictamente a los principios fundamentales que deben guiar esa práctica política, esto es: "El Capital".

De modo que, en esta instancia de la práctica social revolucionaria, de la acción política, lo que se piensa en medio de la lucha, la acción teórica, para ser verdaderamente creadora y fecunda, debe permanecer estratégicamente subordinada o sujeta a los resultados científicos previos del materialismo histórico aplicado a la realidad social, esto es las leyes objetivas del capitalismo descubiertas por Marx. Pero aunque de ella, de la política, sea imposible esperar la formulación de leyes -porque para eso, hacen falta comportamientos regulares, líneas de acción fijas y uniformes, objetivas, independientes de la voluntad de los hombres, medibles, como la ley del límite absoluto de la jornada laboral o la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia (y esto es imposible en la medida en que su objeto: el comportamiento de sujetos políticos enfrentados, cambia constantemente)-, no obstante, esta meditación y esta acción constitutivas de la praxis revolucionaria, resultan decisivas.  Son la causa eficiente de la subversión. Porque si bien las leyes que rigen la estructura constituyen su base, la historia es bastante más que eso: no basta comprender y explicar la sociedad basada en la producción de mercancías, sino que hay que abolirla.

En suma, la teoría científica descubre las leyes inmanentes que rigen el desarrollo social, anticipa la inevitabilidad de la lucha y reclama por la necesaria resolución de las contradicciones en el sentido previsto por ella, en tanto  que  la  práctica política ‑incluída su teoría‑ se encarga de dirimir en los esce­narios de la historia, cuando, como y cuales serán las alternati­vas que harán realmente posible lo necesario.

 

Función del partido revolucionario

De todo esto se desprende que, desde el punto de vista revolucionario la práctica social es una unidad dialéctica complementaria entre práctica teórica y práctica política, donde la primera funge -para decirlo en términos aristotélicos- como causa formal o guía de la segunda que es su causa eficiente, ambas en función de la causa final que es la revolución[39]. El corolario de este razonamiento, es que si la práctica teórica y la práctica política constituyen la practica social como unidad dialéctica de la práctica teórica y de la práctica política, y si la práctica social del partido revolucionario consiste en fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero, la práctica social del movimiento obrero revolucionario consiste en hacer la revolución.

¿Qué significa esto de "fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero"? Por un lado supone que el partido interviene en el movimiento obrero espontáneo, que sus miembros llevan allí la teoría revolucionaria aplicada a la lucha de clases, tanto bajo la forma de propaganda, esto es, de explicación de las razones de clase políticas de cada conflicto, como bajo la forma de agitación, de propuestas concretas de acción.

Esta práctica social no sólo lleva implícita la práctica teórica de explicarse y explicar, sino, de hecho, la práctica política de dirigir al movimiento espontáneo. Y cuando hablamos de la teoría, del materialismo histórico aplicado a cada conflicto, queremos significar que no se trata de explicar los principios generales del materialismo histórico, la herramienta en sí misma, qué es y cómo está hecha esa herramienta política, sino de explicar cómo se usa esa herramienta. ¿Por qué? Pues, porque el movimiento espontáneo aprende por experiencia, por manejo de una cosa para hacer otra. Antes de la toma del poder, los revolucionarios no tenemos universidades de masas con capacidad material y tiempo para enseñar a todos los asalariados los fundamentos teóricos del materialismo histórico. Apenas si podemos aprender estos fundamentos como autodidactas, entre nosotros, dentro del partido, en las escuelas de cuadros, apelando a la memoria teórica del movimiento, que con eso es más que suficiente.

En el curso de esta experiencia, aquellos compañeros más lúcidos y abnegados en la lucha que demuestren interés por conocer los fundamentos del materialismo histórico, todas estas cosas que decimos aquí, esa demostración es signo de que están sobre el camino de la autoconciencia, de la conciencia de clase. Esos pasan a engrosar el partido. Así procedieron los bolcheviques; tal es, sumariamente, la lógica que Lenin desplegó en su "¿Qué Hacer?"

En síntesis, para el GPM, el Partido Comunista Internacional debe formar parte constitutiva del movimiento real de la sociedad, actuando al interior del movimiento obrero, entendido como unidad dialéctica complementaria entre el movimiento obrero espontáneo y el movimiento político autoconsciente. Pero éste último se concibe organizado independientemente, tanto respecto del movimiento espontáneo como respecto de los demás partidos, sean de composición obrera o burguesa. Lo entendemos como la fusión orgánica entre el materialismo histórico y la parte de la clase asalariada que decida convertirse en portadora de esas ideas revolucionarias. Su objetivo es unificar políticamente al movimiento obrero espontáneo en torno a las ideas del materialismo histórico aplicado, cuya síntesis es el programa, para actuar con conciencia de clase en el sentido de las leyes que presiden el movimiento económico de la formación social burguesa previstas por la teoría revolucionaria, tratando de trasladar las contradicciones económicas y sociales cada vez más agudas del sistema al terreno político, dirigiendo el proceso en sentido revolucionario al mismo tiempo que tratando de "acortar y mitigar los dolores" del necesario parto socialista.

La formación del partido no pasa, pues, por la tarea previa de unificar a la clase en torno a la lucha reivindicativa pretendidamente independiente de la patronal y de la burocracia sindical, como lo sugiere el BIPR en "El movimiento de los piquetes", sino que es al revés, dadas las condiciones objetivas y subjetivas favorables, el proceso de unificación clasista del proletariado se desarrolla y extiende según el ritmo en que una parte socialmente significativa de su vanguardia política se unifica en torno a la teoría revolucionaria: el materialismo histórico. Tal es la acertada significación de las palabras de Lenin cuando en su "¿Qué Hacer?" dijo que: "sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario"

De hecho, los gérmenes del partido bolchevique no surgieron de ninguna experiencia previa de unificación clasista del proletariado ruso por la base, sino que su principio activo, discurriendo por completo al margen del movimiento espontáneo de las luchas obreras -aunque estimulado por él- consistió en unir a la intelectualidad revolucionaria rusa en torno al materialismo histórico. Desde 1895 en que se constituyó la "Liga para la liberación de la clase trabajadora de San Petersburgo" -uno de cuyos miembros principales fue Lenin en compañía de Plejanov, Martov, Axelrod y otros- el cumplimiento de esa tendencia a la unidad socio-política de la teoría revolucionaria, fue el resultado de un proceso de lucha ideológica encarnizada entre distintas corrientes de pensamiento al interior del movimiento político del proletariado. En ese momento Lenin se dio cuenta de que el aglutinante para que una pequeña organización o grupo de organizaciones moleculares dispersas sintetizaran en un gran partido, es la teoría revolucionara, el materialismo histórico aplicado a la realidad económico-social de Rusia, porque de ahí surgen con exactitud las líneas directrices de la acción política y el programa del futuro partido. Esta idea inspiró su gran obra fundamental: "El desarrollo del capitalismo en Rusia", arma con la que el POSDR dio su exitosa batalla contra el populismo encarnado en los "eseristas" del "Partido Socialista Revolucionario". En el curso de ese proceso, aun cuando sería totalmente falso decir que los soviets de 1905 fueron teóricamente previstos por el POSDR, lo cierto es que sus militantes contribuyeron muy mucho a que el movimiento obrero ruso sintetizara políticamente en esa forma organizativa singular de eficacia revolucionaria históricamente insuperable.  

En este sentido, si después de todo parecemos acordar en:

1)       Que la función del partido no consiste en "acelerar" la clarificación de nada que el proletariado espontáneo pueda supuestamente comprender por sí mismo en algún momento por el sólo hecho de "luchar", como el espontaneismo revolucionario le hace sugerir al BIRP. No. El partido, es en sí y por sí la comprensión y la clarificación del quehacer revolucionario; es la condición suficiente de ese conocimiento y de esa clarificación. Es atribución exclusiva suya, pero sólo en la medida que demuestre capacidad para ello. Tal es el matiz de diferencia con los partidos revolucionarios autoproclamados tales. Aquí es donde adquiere todo su significado político la segunda tesis sobre Feüerbach.[40]

2)       Que el partido no sólo está para clarificar los procesos políticos, sino para dirigirlos.

Pero seguidamente a lo que acabamos de comentar críticamente, los compañeros agregan:

<<Esto permite aclarar por qué la emergencia del partido comunista, apenas concebida y deseada por nuestros ínfimos núcleos políticos, cierra y condensa todo un periodo de preparación social y política hacia la revolución, cuyo recorrido, por su propia naturaleza, no tiene lugar fuera, sino en y por el proceso histórico, en y por la praxis revolucionaria>> (Ibíd)

                Entonces, si la vanguardia revolucionaria organizada, el partido comunista, es la condición que "cierra y condensa todo un período de preparación" -de verdadera transformación sustancial del capital variable en proletariado autocinciente-, y dado que en Argentina esa condición ha venido brillando por su ausencia, debemos concluir que, aun en el caso de que estuviera preparado -en el sentido de volverse totalmente permeable a las ideas revolucionarias-, el proletariado espontáneo de ese país está muy poco o nada capacitado para "identificar a su enemigo de clase" y menos aún para "romper con él".

               

Las falacias y contradicciones en el discurso del BIPR

El BIPR discrepa del GPM en esto. Dice -como más arriba hemos citado- que el proletariado argentino sí está "capacitado" "para identificar a su enemigo de clase" y para romper políticamente con él, esto es, que se cumple la "primera condición" para hacer la revolución. Pero, al mismo tiempo, en el mismo contexto literal de su línea argumental, contradictoriamente reconoce que falta la "segunda condición", esto es, que el partido revolucionario no existe, ni en Argentina ni en ningún otro sitio. Este reconocimiento es lo que precisamente parece dar sentido al propio nombre de esa organización, dado que se hacen llamar "Buró Internacional para el Partido Revolucionario".

<<O se ha trabajado por largo tiempo en favor de su formación y de su radicación al interior de las masas proletarias, o bien las ondas insurreccionales están destinadas a desaparecer para dejar el lugar a la derrota y al sentido de impotencia...>> (BIPR: "La lección de Argentina")

                Pero, entonces, ¿para qué sirve el partido revolucionario?. Lo dicen a continuación:

 <<... El imperativo para las magras vanguardias revolucionarias que hoy operan internacionalmente, aunque su actividad se refiera sólo a ámbitos restrictos, es el de crecer, enlazarse, el de acelerar el proceso de clarificación de los acontecimientos en términos de lucha de clase y de perspectivas políticas, incluso si éstas no son inmediatas.>> (Ibid.)

De modo que según esta interpretación, el partido no clarifica sino que "acelera el proceso de clarificación". O sea, que funge como un catalizador en los procesos químicos, donde una sustancia así llamada, altera la velocidad de una reacción entre otras dos sustancias, sin que se opere en ella misma cambio químico alguno. El cambio químico se opera por la reacción en sí y por sí misma. El símil de todo esto en la sociedad burguesa, vendría a ser la "reacción" o conflicto político que se produce al interior del movimiento obrero espontáneo, entre su condición capitalista o de "ser en sí" del capital, y su condición de autoconciencia en lucha contra el capital, futuro "ser para sí" en el nuevo Estado socialista. Según el símil químico, si en todo este proceso al partido se le atribuye la función que en la química desempeña el reactivo, entonces no tiene nada que ver con el proceso en sí mismo, sino con su "tempo". Simplemente lo acelera. Entonces, las crisis del capitalismo, ¿qué función cumplen? Son un reactivo entre el movimiento obrero espontáneo y el capital. ¿Y qué aceleran, qué precipitan? La crisis revolucionaria. Muy bien. Estamos de acuerdo. Pero el caso es que, el reactivo, el partido, aunque conserve su propia naturaleza, esto es, que no se opere en él ninguna transformación sustancial, ninguna mutación, sí en cambio transforme la sustancia sobre la que actúa, en este caso, el proletariado. En efecto, si, por ejemplo, al hidrocarburo llamado metano (CH4) -símil del proletariado como capital variable o conciencia obrera enajenada- lo ponemos en contacto con oxígeno (O2), explota. Como síntesis de esta reacción tenemos que el oxígeno se combina con el átomo de carbono del metano pasando a formar el partido: dióxido de carbono (CO2) y agua (H2O), liberando dos átomos de hidrógeno (como cuando en agricultura se "libera" la paja del trigo).  Pero el oxígeno, la teoría revolucionaria, en tanto sustancia o autoconciencia, sigue allí, no ha cambiado, sólo se ha mezclado con el carbono -símil del proletariado espontáneo- para formar el partido (CO2). Como en la naturaleza, ocurre también la sociedad que cuando el O2 de la teoría revoluciona se combina o fusiona con el C del movimiento obrero espontáneo, la reacción se produce casi de inmediato. La diferencia en este caso entre la sociedad y la naturaleza, radica en que para conseguir juntar esos dos átomos de oxígeno con el de carbono, la vanguardia revolucionaria de la sociedad capitalista tarda años:

 <<O se ha trabajado por largo tiempo en favor de su formación  (la del partido) y de su radicación al interior de las masas proletarias, o bien las ondas insurreccionales están destinadas a desaparecer para dejar el lugar a la derrota y al sentido de impotencia.>> (Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

En éste párrafo -dentro del contexto literal en que ha sido expuesto- la idea de lo que efectivamente dice aparece clara como el agua, una excepción a la regla en el lenguaje criptográfico[41] que caracteriza la fraseología del BIPR. Como sostuvo Lenin desde que tuvo uso de razón política, sin partido revolucionario no puede haber movimiento revolucionario. Pero veamos este otro pasaje del discurso:

Ya que la conciencia de la clase es a fin de cuentas siempre sólo la de la práctica existente, la convergencia entre la clase y su programa histórico en la organización revolucionaria consciente está lejos de reducirse a una labor de ilustración; por el contrario, requiere de la dislocación de los poderes e influencias burgueses y reformistas que circunscriben el horizonte del proletariado en la economía y la política del capitalismo. El rol mediador entre esta situación ideológica y política de ruptura de los movimientos de masas y el acceso a nuevas formas de consciencia y de orientación revolucionaria prefiguradoras del objetivo final, incumbe plenamente al partido comunista, pero los elementos de esta toma de conciencia deben estar ya presentes en la situación objetiva[42]. (Ibíd. El subrayado es nuestro)

Veamos la primera parte de este párrafo. Cierto, la autoconciencia de la clase, o, por mejor decir, la autoconciencia en la clase, en los asalariados, es el producto de un proceso que consiste en algo más que enseñar o ilustrar. Pero con esta forma criptográfica de decir las cosas, en este caso lo que se quiere decir, con Rosa Luxemburgo, es que -como el valor en el producto de todo trabajo antes de ingresar al mercado- la autoconciencia ya está puesta al interior del "ser en sí" del proletariado, esto es, en su condición de capital variable y lo que necesita es desarrollarse a instancias de la lucha. Así de simple. ¿En realidad es así, la conciencia de la clase obrera es como el "ser en sí" del trabajo contenido en su producto? Pues, no, porque se trata de un trabajo enajenado y, por tanto, de una conciencia enajenada que nada tiene que ver con la autoconciencia. El "ser en sí" del proletariado no contiene ni un átomo de autoconciencia. Sólo existe en él la condición social de existencia para ser autoconciente de su trabajo, la posibilidad abstracta, nada más, lo cual es completamente distinto. ¿En qué consiste esa condición social? En que el proletariado, no tiene nada que reclamar en la sociedad burguesa, porque esta sociedad es la absoluta pérdida de su trabajo y de su producto, en tanto está absolutamente despojado de las condiciones materiales de su producción. De ahí el famoso aforismo de Marx: "El proletariado no tiene más que perder que sus cadenas". Si se piensa que la autoconciencia ya está puesta en el "ser en sí" del proletariado, no puede haber ruptura epistemológica, porque semejante concepción hegeliana supone reemplazar la unidad por la identidad de los contrarios. (Cfr. http://www.nodo50.org/gpm/dialectica/20.htm). Si la autoconciencia del proletariado ya estuviera metida en su inmediatez, no podría dejar de ser la autoconciencia del dinero, esto es, el capital. La autoconciencia se adquiere no es congénita.

Pero, volvamos sobre la misma pregunta: ¿qué es la autoconciencia del proletariado o conciencia de clase? Porque el BIPR no ha hecho más que circunloquios en torno a esta cuestión, pero no ha entrado en ella. Y su llave está en lo que ya hemos tratado más arriba acerca de las "Tesis sobre Feüerbach", cuya implicancia política se presenta ahora. En general, la autoconciencia del trabajo social está puesta en el momento en que el proletariado alcanza plenamente el saber de su propia acción y lo ejerce. Ese saber incluye también el conocimiento de las condiciones de su acción porque no se trata de una libertad irrestricta sino históricamente condicionada ¿Por qué cosa? Por la "racionalidad objetiva". Y ¿qué cosa es ésto de la "racionalidad objetiva"? Lo que las leyes del capitalismo y su desarrollo hasta el momento de la "emancipación" exigen hacer al proletariado -y cómo, esto es los medios y la forma de hacer- desde que se encuentra ante la responsabilidad histórica de asumir su libertad, de demostrar lo que es capaz de hacer. Por lo tanto, la autoconciencia no consiste SOLO en la voluntad política de poder como clase social, sino en el ejercicio efectivamente revolucionario de esa voluntad. Y con esto queremos significar que no basta o no es suficiente con haber tomado el poder -situación que algunas veces ocurre sin saber cómo- sino también -y sobre todo- saber qué hacer a partir del día siguiente y exactamente de qué manera. De lo contrario, la ley del valor, vuelve a poner las cosas como estaban. Y sobre esto no hay más que estudiar esa experiencia arquetípica que fue la revolución rusa, para sacar la conclusión de que sin la vanguardia revolucionaria organizada, la autoconciencia requerida, esto es, el conocimiento de la acción propia y de la racionalidad objetiva necesaria para llevar adelante su lucha, el ejercicio del poder proletario, su emancipación, es imposible.

En este contexto, que en el rechazo de toda estructura partidaria por parte del movimiento piquetero el BIRP advierta la preeminencia del polo revolucionario frente a la tendencia reformista de los partidos políticos existentes, está la impronta del espontaneísmo revolucionario que subyace en todo su discurso. Si tal fuera esa supuesta predisposición, ¿cómo se explica que este movimiento acepte la consigna contrarevolucionaria de asamblea nacional constituyente que lo preside? Lo que pasa es que es al revés: el hecho de que los piqueteros rechacen toda estructura partidaria, supone que rechazan también autoorganizarse como partido político independiente. Lo que pasa es que ese movimiento sigue unido a su cordón umbilical visceralmente anticomunista que le une al reformismo, y no ve aun ni de lejos la necesidad de una organización política verdaderamente revolucionaria. Esto no quiere decir que la fortaleza de su ideología reformista sea la misma que cuando Perón expulsó a los Montoneros de Plaza de Mayo el 1 de mayo de 1974. Esa idea nacionalista burguesa furibundamente anticomunista reminiscente tras la "edad de oro" perdida desde la "revolución libertadora de 1955[43], tiende a debilitarse paulatinamente a golpe de sufrimientos determinados por las necesidades históricas de la ley del valor, de la cual ésta que el movimiento atraviesa desde el 20 de diciembre de 2001 forma parte y es una más. Pero en tanto y en cuanto que en esa experiencia sigue pesando fuertemente el gran condicionante histórico de las organizaciones políticas aún ancladas en el pasado populista reminiscente, a la vista del signo político que sigue presidiendo la lucha de los explotados en ese país, la tensión entre reforma y revolución no parece inclinarse demasiado a favor del cambio subversivo que requieren las circunstancias. 

Entonces, el proletariado no llega a su ser autoconciente sólo por la ilustración o el conocimiento de la vanguardia organizada, pero sin esa ilustración o conocimiento impartido por su vanguardia política organizada, y, sobre todo, sin la lucha ideológica y política eficaz contra las estructuras fetichizadas de la burguesía, contra sus aparatos ideológicos estatales y contra las reminiscentes fuerzas políticas reformistas predominantes en su movimiento, tal posibilidad de superar su "ser para sí" dentro del capital, sigue siendo abstracta, aunque en determinado momento pueda encontrarse con el poder en sus manos. En el caso del proletariado argentino, esta posibilidad sigue siendo tan abstracta hoy como antes del 20 de diciembre de 2001. En síntesis, la lucha de clases elemental es la condición necesaria de la revolución, pero la teoría revolucionaria y la memoria histórica encarnadas en la vanguardia comunista organizada, es la condición suficiente para cumplir el proceso, la sustancia o fuerza espiritual que tira de él en esa precisa dirección. Tal es la importancia del partido. Todo lo demás es verso, pura fraseología revolucionaria para esconder -consciente o inconscientemente- el oportunismo típico de las organizaciones reformistas y centristas, que no hacen más que enredar y confundir respecto de la cuestión en debate. Y la confusión teórica conduce directamente a la parálisis política. A ver si esto lo puede resolver el instinto de clase.

Por ejemplo, siguiendo con la segunda parte del párrafo que estamos comentando, se dice allí que la conciencia de clase "requiere de la dislocación de los poderes e influencias burgueses y reformistas que circunscriben el horizonte del proletariado en la economía y la política del capitalismo". Seguidamente se afirma que  "entre esta situación ideológica y política de ruptura de los movimientos de masas y el acceso a nuevas formas de consciencia y de orientación revolucionaria prefiguradoras del objetivo final" se inscribe "el rol mediador" insustituible "del partido comunista", pero termina siendo igualmente enfático en que "los elementos de esta toma de conciencia deben estar ya presentes en la situación objetiva". Qué quiere decir aquí el verbo "requerir", porque esta expresión significa tanto obligar, e imponer, como pedir, necesitar, y solicitar, esto es, significa al mismo tiempo pedir o demandar algo ­como condición de existencia (en este caso de la autoconciencia)­ tanto como exigir de, o imponerle a ella otro algo, no ya como condición de existencia, sino en tanto ya realmente existente. Entonces, ¿en qué quedamos, la autoconciencia de clase supone ya "la dislocación de los poderes e influencias burguesas y reformistas" o exige  que esta dislocación se produzca?[44].

Para nosotros no hay duda de que la autoconciencia de clase no tiene por qué presentarse en un momento preciso, puede ser antes o después del "dislocamiento"; no tiene una condición temporal previa que dependa de un acontecimiento determinado. Pero sin autoconciencia en función directriz, no hay triunfo revolucionario posible. Sin ir más lejos en la historia, en 1997 un conglomerado policlasista descoyuntó los poderes establecidos en Albania pero no formó gobierno propio ni destruyó el Estado burgués vigente. Cfr:http://www.nodo50.org/gpm/argentina/00.htm. En cuanto a la revolución rusa, Lenin tiene dicho por ahí que al momento de discutirse la ofensiva para la toma del poder, las bases del partido estaban a la izquierda del comité central y las masas a la izquierda del partido. Y esta realidad fue la que resolvió la discusión.

De modo que la acción de dislocar los poderes de la burguesía no tiene por qué ser la prueba de la autoconciencia en ejercicio del proletariado en ninguna parte. Puede o no puede serlo, es contingente. Y por supuesto que entre el antes y el después de la toma de conciencia y de su acción consecuente, se inscribe el necesario accionar ideológico y político independiente de la vanguardia revolucionaria, antes y después de convertirse en partido, esto es, como organización política con influencia de masas sociales de magnitud.

Y al final del párrafo, afirmando que "los elementos de esta toma de conciencia y de orientación revolucionaria deben estar ya presentes en la "situación objetiva" -o sea, antes de la necesaria mediación del partido- es cuando el BIRP acaba por confundirlo y al mismo tiempo aclararlo todo. Confundirlo en cuanto a que no aclara previamente el significado de la expresión "situación objetiva"; aclararlo en tanto que el término situación objetiva comprende en unidad a las condiciones objetivas (situación económico-social), y a las condiciones subjetivas (situación política, especialmente el estado de conciencia y disposición política del proletariado). En efecto, si al término situación objetiva se le confunde  o identifica con las condiciones objetivas, esto quiere decir que los elementos constitutivos de la autoconciencia no están completos antes del disloque; en cambio, si a esa expresión se le atribuye el segundo significado, estamos en otra cosa, en que esos elementos constitutivos de la autoconciencia proletaria ya están presentes en el movimiento y el proletariado ha dejado de ser espontáneo. En este último supuesto, la "mediación del partido" sólo funge después del disloque.

Pero exceptuando estas circunstancias excepcionales, la única “autoconciencia” que determina el comportamiento del proletariado espontáneo, es la del dinero del capitalista bajo la forma de salario que alcanza el saber de sí mismo en los medios de vida con que el trabajador reproduce su fuerza de trabajo al interior del capitalismo. No es la autoconciencia del productor independiente sino su "independencia" como objeto de explotación en el trabajo y como mero consumidor fuera de él, lo que pone en juego normalmente el instinto de clase, porque se trata de la vida misma del asalariado, de sus condiciones de trabajo y de vida. Incluso si este acto de consumir lo realiza en un intervalo del proceso productivo mismo, como hemos dicho ya citando más arriba una profunda y certera meditación de Marx.

La lucha del proletario espontáneo está primordialmente determinada por esta realidad, la de su subsistencia como clase subalterna del capital, cuya libertad no pasa de sus opciones -que no elecciones- de consumo, dado que, para elegir entre las distintas alternativas de consumo, hay que tener libertad para producir, lo cual exige la elaboración de un plan de producción, algo de lo que el proletariado espontáneo está excluido, no sólo porque no es propietario colectivo de sus condiciones de trabajo, sino también, o además, porque con su saber limitado por la relación inmediata con su patrón, no puede concebir y ni siquiera imaginar esas alternativas de consumo. La lucha de los piqueteros argentinos está limitada por esta condición actualmente inexistente de su existencia. Luchan por un empleo. Nada más.

La enajenación del trabajo supone la enajenación del trabajador respecto de su vida genérica, esto es, respecto de los medios de producción con que opera, lo cual le enajena respecto de la naturaleza que le rodea y la sociedad en que vive. Al verse privado de que esos medios de producción sean considerados por él como medios de su individualidad, su ser genérico, en tanto productor y reproductor de su vida se convierte en una abstracción, en algo que no cabe en su cabeza. Este razonamiento llevó a Lenin a entender y expresar en el "¿Qué hacer?" que, de tal modo envuelto o encerrado en el proceso de valorización, el proletariado espontáneo «no puede ser consciente del antagonismo irreconciliable de sus intereses con el conjunto del moderno sistema político y social». De ahí la importancia decisiva del partido.

                El BIPR está en radical oposición con este razonamiento, que califica de "leninismo talmúdico", atribuyéndole una concepción del partido al margen de la realidad del movimiento espontáneo. Esta organización razona del siguiente modo: si como es cierto que la conciencia no flota en el aire sino que está en las contradicciones objetivas de la sociedad, y, dado que los  asalariados subsumidos en el capitalismo encarnan a las fuerzas productivas, esto es, que son su componente fundamental, también es cierto que dentro de la misma relación capitalista, existe ya, en germen, como potencia, la autoconciencia proletaria; ese germen está en la relación capitalista originaria entre patronos y obreros, esto es, en el obrero espontáneo, en tanto componente humano de la contradicción fundamental entre las fuerzas sociales productivas y las relaciones de producción capitalistas. De lo contrario, habría que aceptar, con Hegel, que la autoconciencia es el puro pensamiento que, desde fuera de la realidad social del movimiento, desde fuera de su práctica social, en sí y por sí determina la existencia del proletariado como ser social y político. Pero esta concepción está en las antípodas del materialismo histórico respecto de la relación entre el ser social y la conciencia de su ser, concluye el BIPR, por tanto, el modelo de partido formulado por el GPM de acuerdo con el planteo de Lenin en el "¿Qué hacer?" deja a la vanguardia revolucionaria fuera del movimiento proletario y actúa como "partido providencia".

                Como ya hemos visto, al no integrar la práctica teórica -como arma de la lucha ideológica- dentro de la práctica social junto a la lucha económica y la lucha política, el BIPR está determinado por una concepción unilateral, practicista y espontánea de la lucha de clases. De ahí que, habiendo hecho una mala lectura del "¿Qué hacer?" conciba a la vanguardia revolucionaria fuera del movimiento de la clase, de ahí su idea del "partido providencia".

En realidad, cuando Lenin elabora su teoría del partido, en ningún momento lo ubica fuera del movimiento de la clase, sino que lo concibe dentro de él, en íntima relación dialéctica de complementariedad, como el correlato de la unidad entre práctica teórica y práctica política que llama "praxis", aplicada al movimiento obrero espontáneo en su "lucha económica" por mejores condiciones de vida y de trabajo dentro de la relación capitalista, en tanto capital variable. Y lo que viene a decir Lenin no es que la vanguardia revolucionaria organizada introduce la conciencia revolucionaria "desde fuera del movimiento de la clase", sino desde "fuera de la relación inmediata o económica” con sus patronos capitalistas, que no es lo mismo. Y esto tampoco significa que la vanguardia revolucionaria organizada en su condición de portadora del materialismo histórico -aplicado a la sociedad en su conjunto- se considere exterior a la lucha económica en el sentido de ser extraña e indiferente respecto de ella, que no quiere saber nada con ella y la ignora. Al contrario, entiende formar con ella una unidad dialéctica, en la que se considera su antítesis, que busca sintetizar históricamente en su autoconciencia. Como que la función del partido consiste en fundir la teoría revolucionaria con el movimiento espontáneo. En tal sentido, el concepto leninista de partido es externo al proletariado espontáneo, pero intrínseco a su movimiento, tanto como que tiende a dirigirlo según su naturaleza revolucionaria no desarrollada; es su alma o inteligibilidad entera, cuya forma de manifestación espontánea, enajenada sólo contiene en germen su autoconciencia. Y siendo lógicamente intrínseco es al mismo tiempo orgánicamente externo, independiente del proletariado espontáneo, precisamente porque, de lo contrario, no podría haber en su conciencia ruptura conceptual como condición de su autoconciencia a instancias de su propia lucha, de su propia experiencia.

                Por lo tanto, Lenin concibe al partido como la parte consciente del movimiento de la clase, donde su lucha espontánea, constituye su parte inconsciente o conciencia falsa. Puesta la relación de esta forma, aparece claro que el partido está fuera de la relación inmediata entre patronos y obreros, en el sentido de que no forma parte de la estructura capitalista en la que el asalariado está inmerso y sujeto en cuerpo y espíritu. Así, en tiempos de retroceso ideológico y político, la vanguardia revolucionaria, necesariamente dispersa, es la continuidad del espíritu revolucionario, de la autoconciencia de las fuerzas sociales productivas, dentro de la discontinuidad de la lucha de clases elemental. Y en tiempos de alza o ascenso, esa misma vanguardia es la única parte de la sociedad con capacidad de fusionar o vincular ese espíritu revolucionario: el materialismo histórico, con el movimiento espontáneo, tanto para unificar a la vanguardia revolucionaria, como para completar la tarea de construir el partido, ayudada por el factor cohesionante de las masas en movimiento, hasta conseguir que una mayoría de asalariados sin partido, rompan políticamente con el sistema.

                Este razonamiento ajustado a la realidad del movimiento y a su memoria histórica, desmitifica la concepción espontaneísta revolucionaria, en realidad y verdad sólo existente en la mente de sus partidarios. Porque éste sí que es un verdadero fetiche, no el presunto "fetiche organizacional" atribuido por los espontaneístas políticos al leninismo. De hecho, el movimiento asalariado jamás ha sido puramente espontáneo, porque siempre ha obrado integrando las pautas de una vanguardia históricamente determinada por las ideas políticas predominantes en cada momento. Y en esto, el movimiento piquetero argentino no ha sido en absoluto una excepción. Ya nos hemos referido a la influencia decisiva que tuvo el movimiento intelectual adscripto al socialismo utópico y a las ideas de Proudhon durante los hechos protagonizados por los comuneros de París en 1871. De ahí la importancia del concepto que Marx alumbró desde 1843, respecto de la relación entre "el arma de la crítica" teórica y la "critica de las armas" políticas. En esta misma línea de pensamiento, Lenin tuvo claro que la teoría...

... adquiere su forma definitiva sólo en estrecha vinculación con la actividad práctica de un movimiento verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario (V.I. Lenin: "La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo"

Esto demuestra, además, que la teoría revolucionaria, siendo la condición suficiente para la autoconciencia del proletariado, por sí sola no es garantía del ser políticamente autoconciente. Kautsky fue un teórico de primera magnitud, pero prácticamente concilió con la burguesía. Rosa Luxemburgo, que tuvo una claridad insuperable respecto de los fines del movimiento, se convirtió en instrumento inconsciente de la burguesía, precisamente porque su práctica estuvo determinada por la idea abstracta absoluta de que la lucha de clases es flujo y movimiento, sin comprender que esa lucha también cristaliza en organizaciones revolucionarias y contrarrevolucionarias como determinante, en última instancia, del accionar político de las masas. Así lo registra con carácter de ley la memoria histórica del movimiento político del proletariado, desde la revolución de 1848 hasta nuestros días. Las ilusiones políticas burguesas de las masas explotadas, no han sido un producto del puro instinto de clase proletario inducido por las estructuras cosificadas del sistema, sino que siempre han sido reforzadas por las propias ilusiones de su vanguardia natural a instancias de las distintas corrientes del pensamiento burgués predominantes en cada momento. De ahí la importancia de la lucha ideológica como arma fundamental para la construcción del partido.

Hablando de la importancia de los grandes intelectuales burgueses, Gramsci hacía una ajustada interpretación del marxismo-leninismo diciendo que estas minorías sociales son las que ligan funcionalmente la estructura económica del sistema con su superestructura política y cultural, de modo que cuanto más poderoso es ese ligamento, más firme resulta ser el bloque histórico de su poder de clase. Y que este ligamento muestra acabadamente todo su poder adhesivo, cuando los fundamentos ideológicos que justifican las relaciones sociales vigentes en la estructura del sistema de vida, logran convertirse en algo de "sentido común" para los explotados, quienes generalmente no saben -ni falta que le hace a la burguesía- el origen de ese sentido común. De aquí concluía que el proyecto proletario de poder alternativo es imposible sin una intelectualidad orgánica con capacidad de trasladar la teoría revolucionaria y la memoria histórica desde los gabinetes de estudio a las calles y fábricas de la sociedad. Por el contrario, el BIPR sostiene infundada y arbitrariamente que:

<<Precisamente en su crítica al naturalismo feuerbachiano, Marx consideró que el proletariado carece de educadores externos y debe formar su conciencia a través de una praxis revolucionaria que cambia tanto las cosas y el mundo exterior como a sus propios actores>> (BIPR: "Directrices metodológicas......")

Pero el caso es que Marx consagro su vida a desmitificar el pensamiento económico clásico para convertir la economía política en ciencia al servicio de los intereses de la clase obrera. ¿Perteneció la "Liga de los comunistas" y el intelectual burgués Marx al movimiento obrero? Dado que los miembros del GPM somos de hecho parte del movimiento proletario y aspiramos a ser miembros del futuro partido revolucionario, el propio BIPR responde a esta pregunta elevándonos inmerecidamente a la misma condición social e intelectual de Marx y Lenin:  

<<Según lo sugiere la exposición del GPM, el partido es una asociación de burgueses esclarecidos poseedores de una ciencia hermética inasequible para la gran masa y que fungen de celosos guardianes de la ortodoxia marxista. Bordeando lo mesiánico, le atribuye la misión de insuflarle la verdadera consciencia de clase a los toscos e ignaros obreros. De la exégesis sectaria del leninismo se desprende la transfiguración de la doctrina en un patrimonio de los intelectuales burgueses y la construcción del partido en una misión moral encargada a una categoría superior del espíritu (la élite, el “estado mayor” revolucionario).>>

Evocando nuevamente el pasaje de la "Ideología alemana" donde Marx y Engels dan a entender que el carácter científico de todo método de análisis consiste, como condición primera y fundamental, en desarrollar el pensamiento sobre "premisas de las que sólo sea posible abstraerse con la imaginación", el problema que tienen los escribas del BIPR, es que las "directrices metodológicas" en que basan todo el edificio argumental de sus posiciones políticas, descansan sobre una premisa producto de su imaginación: que el proletariado se determina exclusivamente por su instinto de clase, sin advertir que, en realidad y aunque duela, este instinto ha sido y es materia prima a disposición, tanto de la intelectualidad burguesa como de la intelectualidad revolucionaria. El movimiento proletario permanece expuesto a esas influencias. Y salvo momentos muy precisos y fugaces de la historia, hasta hoy día el instinto de clase estuvo y sigue aferrado al cepo del proceso de valorización capitalista y a la influencia de su superestructura por medio de los intelectuales orgánicos e inorgánicos del sistema[45], donde se vive según el pensamiento de la intelectualidad burguesa.

Además, ¿dónde Marx pudo haber negado de modo tan grosero la motivación de toda su existencia desde que tuvo uso de razón política, diciendo o sugiriendo que el proletariado no necesita educadores "externos"?:

<<Aplaudo su idea de publicar la traducción de "Das Kapital" en entregas periódicas. En esa forma la obra sería más accesible a la clase obrera, y para mi, esta consideración en más importante que toda otra>> (K.Marx: Carta a Lachâtre: 18/05/872)

Ante semejante testimonio, insistimos preguntando, ¿el pensamiento de Marx es externo o interno al movimiento de la clase? A estas alturas de la polémica, el enredo en que se ha metido el BIPR es de campeonato, porque según su premisa y a tenor de lo que pasa en la realidad, ¿qué o quién está en  condiciones de juzgar acerca de lo que es exterior o interior al movimiento proletario que no sea según los fundamentos de la moderna ciencia social expuestos por Marx y Lenin?

En efecto, todo cambia y adquiere sentido si salimos de la premisa del BIPR y nos atenemos a la premisa marxista de la praxis como unidad dialéctica de teoría y práctica, o de la práctica social como unidad dialéctica no antagónica de práctica teórica y práctica política. Desde este punto de vista, lo que juzga acerca de si una praxis dada es intrínseca o no al movimiento proletario, no es el comportamiento del proletariado, sino lo que exige proponerse y obrar en consecuencia, según los resultados de la moderna ciencia social -el materialismo histórico aplicado a la realidad económica, social y política del proletariado- asumida -la ciencia o teoría revolucionaria-  como criterio de verdad y guía de la práctica política.

Sólo en este contexto argumental resplandece la idea tan injustamente despreciada, de que la vanguardia revolucionaria, en tanto portadora de la moderna ciencia social y de la memoria histórica del movimiento, se autoorganice aparte, independientemente, tanto respecto de las organizaciones sindicales como de los demás partidos que no asumen la estrategia comunista ni el método materialista histórico de análisis, sin perjuicio de que esa determinada organización así concebida y construida, forme necesariamente parte del movimiento proletario, en tanto demuestre capacidad para conseguir que las ideas revolucionarias pasen a integrar el "sentido común" de los asalariados, que de esto se trata.

En otro pasaje de su discurso el BIPR dice:

<<Además de tener origen en las más elementales condiciones de la evolución capitalista y plantear un desafío político con el que ninguna burguesía ni ninguna autoridad administrativa quiere enfrentarse, el movimiento de las masas argentinas, justamente gracias a sus gérmenes y tendencias comunistas —pero sin ser directamente el comunismo plenamente consciente—, representa a una fuerza difícil de manipular como se manipula digamos una asamblea estudiantil o la elección de un cuadro directivo sindical...>>  (BIPR: "Directrices...."

Como sucede a menudo con la fraseología revolucionaria entretejida por organizaciones como el BIPR, la primera parte de este párrafo es chatarra literaria. En la lucha de clases, el preferir o no un conflicto, vale, en primer lugar, según la posición de los opuestos. Es natural y obvio que si la burguesía tiene el poder prefiera no hacerse cargo de ningún conflicto, que no los haya. Pero tan natural y obvio como eso es que deba tenerlos, porque el conflicto social está en la naturaleza de las cosas bajo el capitalismo. De ahí que el problema para esta clase no consista en querer o no querer cualquier desafío del proletariado, sino en poder o no poder hacerse cargo de él.

El problema de querer o no querer, es decir, del ser o no ser de su autoconciencia, lo tiene hoy día el proletariado. Marx decía que los asalariados van hacia la revolución, lo quieran o no. Pero hasta que no quieran, la revolución sigue siendo una posibilidad abstracta. Las contradicciones del capitalismo le impulsan a ello, pero su condición de clase subalterna al interior de esa unidad de contrarios entre capital constante y capital variable, le impiden hacerlo.

 

Lo interno y lo externo, lo intrínseco y lo extrínseco al proletariado espontáneo

La discrepancia que está en el centro de nuestro debate con el BIPR, consiste en que, para nuestros interlocutores, el proletariado espontáneo en general -en este caso los parados argentinos en lucha- no sólo llevan "para sí" los gérmenes de su autoconciencia y del comunismo contenidos en las contradicciones objetivas del capitalismo, sino que son capaces de desarrollarlos por sí mismos. Por eso se les atribuye "una fuerza difícil de manipular". Y para el BIPR la expresión de esa fuerza en la lucha de clases actual de Argentina, está en la consigna "que se vayan todos y no quede ni uno sólo".

Nosotros opinamos que los compañeros confunden la conciencia negativa de los piqueteros argentinos, su repudio a los políticos corruptos, con el umbral de su autoconciencia de clase, cuando, en realidad, la dificultad de su manipulación parece desaparecer bastante antes de su lucha por la consigna burguesa de "Asamblea Nacional Constituyente" como salida política a la actual situación, porque en las próximas elecciones previstas para el mes de Abril, de eso, nada; está todo previsto para que los piqueteros opten entre candidatos burgueses, como los peronistas Menem, Rodríguez Saa, Nestor Kirchner y Duhalde, o los radicales también enfrentados entre sí con los aspirantes Carrió y Murphy. Y para no ser menos, la izquierda burguesa también aparece con cinco candidaturas distintas. Pero, de  Asamblea constituyente, nada. Sin embargo, el clima político del país no presenta síntomas de que esa "fuerza difícil de manipular" se haga presente en las calles en defensa de una consigna que ­incluso para las organizaciones de la izquierda burguesa extraparlamentaria que han logrado colarla en las Asambleas Populares­ está claro que es un mero comodín, de momento puramente testimonial, electoralista consuetudinario, conscientes de que no la pueden imponer por carencia de efectivos políticos dispuestos a luchar siquiera por eso, demostrando que lo que buscan es chupar de la teta del Estado y las medias de la burguesía, como acabó pasando invariablemente con estos "marxistas" antes y después del FSLN en Nicaragua o el FMLN en Salvador. Los oportunistas rehuyen siempre mirar a la verdad en los ojos.

En cuanto a que el recorrido de la preparación revolucionaria del proletariado no tiene lugar fuera sino dentro del proceso histórico, es cierto sólo en tanto que todo lo que las masas explotadas saben de política revolucionaria, lo aprenden a través de su propia experiencia, pero a través de lo que aprenden de la vanguardia revolucionaria, que también, insistimos, forma parte del movimiento. 

Es igualmente cierto -y así lo hemos dejado expresamente reflejado en el curso de la actual polémica respecto de Argentina- que este aprendizaje del proletariado tiende a acelerarse en etapas de auge en el movimiento de masas. Pero, como también hemos dicho ya, esa experiencia incluye su relación con la vanguardia política hegemónica  del movimiento en cada momento, que explica por qué hay que proceder de tal o cual modo. Esto, que es una evidencia empírica, demuestra que la vanguardia política del proletariado -sea revolucionaria o no- pertenece al movimiento, es existencialmente interna o interior a él.

Pero en el caso de la vanguardia revolucionaria, el saber que trasmite no es interno sino externo al proletariado espontáneo, aunque le es al mismo tiempo intrínseco, esencial a él, a sus intereses históricos, cosa que no sucede con las demás vanguardias políticas que eventualmente ejercen su función de tal, cuyas posiciones políticas son internas al movimiento, aunque extrínsecas a él. Esto significa que todo lo que la vanguardia revolucionaria ­para demostrar su condición de tal­ debe poder enseñar al movimiento espontáneo, no puede estar y de hecho no está dentro sino fuera de él: en la memoria histórica y en la moderna ciencia social, ambas comprendidas en el materialismo histórico. De ahí el convencimiento de Lenin, en el sentido de que al asalariado espontáneo sólo se le puede dotar de conciencia política desde fuera de esa relación inmediata, desde fuera del campo de las relaciones económicas y políticas entre obreros y patronos, poniéndole en contacto y conocimiento con todas las clases e instituciones de la sociedad desde la perspectiva de análisis de la ciencia económica y de la memoria política de la lucha de clases. De este razonamiento Lenin concluyó en la idea de que la autoconciencia es producto de un "profundo conocimiento científico" de la realidad a transformar.

Esto no significa que la enseñanza vaya siempre en un solo sentido, positivista y no dialéctico, porque las vanguardias dirigentes también tienen muchas cosas que aprender de la experiencia de sus dirigidos, especialmente a partir de los puntos de inflexión de la lucha que alumbran en ellos los primeros resultados de su autoconciencia, cuando pueden desplegar toda su iniciativa creadora yendo en algunos aspectos más allá de lo que alcanza la previsión de sus educadores, como es el caso de la nueva forma de Estado inaugurada por los comuneros de París, los consejos de fábrica y los soviets.[46]. En  el "epílogo" a su "Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática (junio-julio de 1905), Lenin describe cómo los obreros espontáneos, cuya conciencia política "no resistía la crítica desde el punto de vista del Manifiesto comunista", se adelantaron a Marx en preanunciar la necesidad de que los revolucionarios abandonen las asociaciones democráticas pequeñoburguesas y se pongan a construir la organización independiente del proletariado, brindando:

<<...una prueba notable de cómo el instinto elemental del movimiento obrero sabe corregir las concepciones de los pensadores más geniales, es el hecho de que, en abril de 1849, éstos se pronunciaran por una organización específicamente obrera y decidieran participar en el Congreso obrero, que preparaba principalmente el proletariado del Este del Elba (Prusia Oriental)>> (Op.cit

El error del BIPR está en que atribuye al proletariado espontáneo la facultad o capacidad de elaborar la política que hace realmente a la independencia del proletariado, proceso que supuestamente cumple a través de sus luchas, sin necesidad de "educadores externos". Aquí, en términos de organización, lo que se nos viene a decir es que el partido revolucionario no debe ser un partido de vanguardia, sino un partido de masas, un partido amplio que agrupe, en lo posible, a todo el proletariado, como el SPD en el que Rosa permaneció casi hasta el final de su vida. Y ya se sabe que en los partidos amplios es ley que se cuelen elementos pequeñoburgueses. De ahí que el BIPR reivindique expresamente el modelo de partido definido -por lo demás bastante ambiguamente- por Marx y Engels en el "Manifiesto comunista":

Para los comunistas, (...), el centro de gravedad de las cuestiones de organización está en el desarrollo de la capacidad política de la clase para constituirse independientemente en el sujeto de la revolución total a través de la defensa de sus propios objetivos y de sus intereses autónomos de clase[47]. (Directrices...". El subrayado es nuestro)

Está claro que, para el BIPR, las definiciones políticas del Partido revolucionario están en función del estado de conciencia del proletariado en cada uno de los momentos de su lucha contra el capital. De ahí que siendo una organización con cierta proyección social, incluso a escala internacional, el BIPR carezca de un programa político definido. Para el BIPR, como para todas las organizaciones reformistas, las definiciones programáticas no deben estar en función de la correlación fundamental de fuerzas sociales, sino de su correlación política, esto es, según su estado de conciencia en cada momento de su lucha.

En el contexto de esta cita del "Manifiesto", Marx y Engels hablan del partido dando a entender que es el partido de toda la clase. Y según hemos visto, en ese momento ni siquiera se habían planteado su actualidad, dado que la línea política de la "Liga de los comunistas" pasaba por las organizaciones de la pequeñoburguesía. Tampoco, por tanto, habían sacado aun las consecuencias organizativas del desarrollo político desigual en las luchas y en la conciencia del proletariado, lo cual excluye la posibilidad real de que todo el proletariado pueda asumir políticamente la teoría revolucionaria, como para caber cohesionadamente en una organización que esgrima unívocamente tales principios. Pero ya vimos también por qué y cómo en 1849 Marx y Engels cambiaron de posición respecto de lo que suscribieron en esta parte del “Manifiesto”.

Lenin fue el primero en sacar debidamente estas consecuencias organizativas en su "¿Qué hacer?". El hecho de que en esta cuestión el BIPR anteponga Marx a Lenin, demuestra que tampoco ha comprendido los fundamentos de la teoría de la organización revolucionaria según la memoria histórica del movimiento político del proletariado. Por lo visto, el BIPR no ha reparado en las distintas condiciones económicas, sociales y políticas del contexto histórico en que fue escrito el Manifiesto, respecto de las actuales, como si la correlación fundamental de fuerzas sociales fuera hoy la misma de entonces[48]. Como si el carácter de la revolución en la mayoría de países europeos -y ni que decir de los de la periferia capitalista- no fuera radicalmente distinto del actual. Que esta organización no respete la estricta correlación lógica entre los cambios en la base económico social del sistema y las formas políticas y organizativas del proletariado.[49]. Esta es una prueba más de la importancia que esta organización confiere a la teoría revolucionaria y a la memoria histórica del proletariado.   

De acuerdo con Lenin, para nosotros hoy no se trata sólo de organizarse a parte de los partidos burgueses, según un sentido de clase homogéneo -como Marx y Engels comprendieron recién en abril de 1849 que había que hacerlo- sino de organizarse de acuerdo con una homogeneidad ideológica según el programa y la táctica política que se corresponda con la estrategia de poder del proletariado, esto es, con la revolución socialista, tarea que el proletariado espontáneo es incapaz de hacer. La teoría revolucionaria tira de todo este proceso de construcción del partido, no las simples luchas de la clase en su conjunto como propone erróneamente el BIPR.

 

 

Método científico y lucha de clases

Restan todavía dos cuestiones más que nos ha parecido necesario aclarar. La primera se refiere a la afirmación del BIRP en cuanto a que la existencia de la moderna ciencia social: el materialismo histórico, y sus conclusiones acerca del carácter transitorio del capitalismo, nada de esto hubiera sido posible al margen de las luchas libradas por el proletariado moderno. O sea, que la crítica teórica de la economía política, fue inducida por la crítica política, por la lucha de los asalariados. Deslizándose por esta pendiente, el BIPR ha llegado a concebir y decir que, de no mediar las luchas obreras, Marx no podría haber previsto el carácter transitorio del sistema capitalista, esto es, la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. 

Está dicho así:

<<La profunda capacidad hermenéutica que suele reconocérsele a la crítica marxiana de la economía política no hubiese sido posible sin la emergencia del proletariado moderno y fuera de su praxis. Gracias al desarrollo de la actividad revolucionaria del proletariado —al cual se liga el nacimiento y avance de la conciencia y de la teoría críticas— se pudo identificar el carácter histórico, mudable, de las formaciones sociales y, sólo entonces, fue posible penetrar y captar el núcleo interno de la estructura de la realidad capitalista. Metafóricamente hablando, el derrumbamiento teórico del capitalismo (la ciencia crítica que Marx nos ha legado en El Capital) puede y debe ocurrir antes del derrumbamiento práctico, como parte de la preparación revolucionaria y del potenciamiento de la conciencia de clase que anteceden al derrocamiento de la burguesía y el Estado en la acción insurreccional>> (BIPR: "Directrices..."

Esta afirmación abona el terreno de quienes, desde fuera del marxismo y extrínsecos a él, afirman o sugieren la especie de que el carácter científico de las investigaciones de Marx, está viciado de parcialidad política por su clara inclinación previa en favor del proletariado, de lo cual se concluye que el marxismo es más ideología -en el sentido napoleónico- que ciencia:

<<La actitud de Marx hacia el capitalismo resulta del entrelazamiento de dos perspectivas distintas. La primera es la perspectiva revolucionaria, la perspectiva de quien pretende tumbar la sociedad burguesa para restablecer sobre nuevas bases las relaciones humanas que, en esta sociedad, fueron subvertidas y puestas "cabeza abajo". La segunda es la perspectiva científica de quien pretende reconstruir el modo como funciona y se desarrolla el sistema. Aun siendo tan distintas entre sí, estas dos perspectivas no se presentan yuxtapuestas sino estrechamente vinculadas en la obra de Marx, de manera que una se alimenta y vigoriza con las diferencias de la otra. La perspectiva revolucionaria saca fuerzas del hecho de brotar como una consecuencia del análisis científico; este último, a su vez, es impelido a sus extremas conclusiones por la orientación y el impulso que le imprime el finalismo de la otra.>> (Lucio Coletti: "El Marxismo y el derrumbe del capitalismo" Introducción)

Este es otro aporte oportunista del BIPR a las fuerzas deletéreas burguesas del Materialismo histórico. Cierto, la lucha de clases fue lo que indujo en Marx la necesidad de explicar ese fenómeno, pero no habiendo tomado partido a priori por el proletariado. Por otra parte, en un principio la lucha entre burguesía y proletariado era, para Marx, sólo parte de la evidencia empírica de las desigualdades reales y de la lucha al interior de la sociedad civil burguesa entre los distintos propietarios privados por hacer prevalecer sus diversos intereses particulares burgueses, comprendiendo en esta última categoría social también a los asalariados, en tanto propietarios de su fuerza de trabajo. Finalmente, la idea de que las desigualdades y la lucha entre los propietarios privados en la sociedad civil se superaran en la comunidad política o Estado en tanto todos los burgueses quedaban convertidos en ciudadanos iguales ante la ley, le pareció un embeleco hegeliano.

Marx se asomó a la vida política integrado en el movimiento intelectual de la "izquierda hegeliana" comprometido con los ideales de la revolución francesa, lo que le llevó a combatir desde la "Gaceta Renana" en Renania, y los "Anales alemanes" en Berlín, contra la irracionalidad decadente del feudalismo residual todavía políticamente dominante. Por ese entonces, no obstante que su lucha contra el régimen autocrático de Federico Guillermo IV favorecía a la burguesía alemana y europea, no tenía un contenido y una intención política clasista determinada, sino que era puramente demócrata liberal, en el caso de Marx, más demócrata que liberal:

<<Contrariamente a los otros jóvenes hegelianos, Marx no era, como Engels, simplemente liberal, sino demócrata, y desde el comienzo procuró defender, no los intereses específicos de la burguesía, sino los del pueblo todo en general. >> Augusto Cornu: "Carlos Marx, Federico Engels" Libro I Conclusión)

Sólo tomó partido por el proletariado como clase revolucionaria conducente al comunismo, cuando, entre 1843 y 1845, fruto de sus primeras investigaciones económicas en su exilio de París y Bruselas, descubrió su carácter revolucionario históricamente superador de todos los conflictos sociales, determinado no precisamente por sus luchas en sí mismas, sino por el principio económico activo que las genera e impulsa y por ser la encarnación humana del polo dialéctico revolucionario en contradicción con las conservadoras relaciones de producción capitalistas.[50]:

<<En Bruselas, a donde me trasladé en virtud de una orden de destierro dictada por el señor Guizot, hube de proseguir mis estudios de economía política comenzados en París. El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su existencia, los seres humanos contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forman la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se eleva un edificio (uberbau) jurídico y político y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina (bedingen) el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia de los seres humanos la que determina su ser, sino por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia>> (K. Marx: "Contribución a la crítica de la economía política" Prólogo. Enero de 1859)

A todo esto, desde la revolución de 1830, cuando Marx tenía sólo 12 años, en Europa no pasaba nada, y menos aun en Alemania, a pesar de la evolución cada vez más despótica del régimen autocrático de Federico Guillermo IV. Las cartas que cruza con el hegeliano de izquierdas Arnold Ruge entre marzo y mayo de 1843, dan precisamente testimonio de que el creador del materialismo histórico desarrolló sus investigaciones y anunció por primera vez al mundo la necesidad del socialismo científico, en un clima de parálisis política total del proletariado moderno, como así le dice Ruge a Marx en marzo de 1843:

<<Hemos visto, cincuenta años después de la Revolución Francesa, la renovación de todas las insolencias del antiguo despotismo. No digas que el siglo XIX no lo soportará. Los alemanes han resuelto ese problema. No sólo lo soportan, sino que lo hacen con patriótico orgullo. Nosotros, que nos avergonzamos de ello, sabemos que merecen su suerte. ¡Habría podido pensarse que ese cambio vergonzoso, que, al suprimir la libertad de palabra nos condena nuevamente al silencio, que nos hace caer en la esperanza de la desesperación y que nos vuelve a hundir en la esclavitud, habría sublevado los ánimos, agitando los corazones y provocado una condenación unánime! (...) En realidad, esta raza no ha nacido para ser libre. Estos treinta años pasados al margen de toda vida política, bajo un régimen de opresión degradante, en el que hasta los pensamientos y los sentimientos estaban controlados y regimentados por la policía secreta y la censura, han rebajado a Alemania al más bajo nivel político que jamás haya conocido>> (Arnold Ruge Op.cit.)

Comprendiendo la decepción de su interlocutor, viéndole hundido en el bochorno ante la indignidad de lo que estaban tragando las clases subalternas alemanas -se refería a la burguesía y al proletariado- por parte del déspota Federico Guillermo IV, Marx se aplicaba en función militante luchando contra el abatimiento de su amigo, y le hablaba dialécticamente del valor político revolucionario del bochorno y la vergüenza. E intuyendo la respuesta: "con la vergüenza solamente no se hace ninguna revolución", Marx se adelantaba a contestarle que:

<<La vergüenza es ya una revolución; fue realmente el triunfo de la revolución francesa sobre el patriotismo alemán que la derrotó en 1813. La vergüenza es una especie de cólera replegada sobre sí misma. Y si realmente se avergonzara una nación entera, sería como el león que se dispone a dar el salto. Reconozco que en Alemania no se percibe todavía ni siquiera la vergüenza; por el contrario, aquellos desgraciados siguen siendo patriotas...., (para acabar en el mismo párrafo tras aludir a todo aquello como una verdadera locura, diciendo): ....La nave de los locos podría tal vez navegar durante algún tiempo, impulsado por el viento; pero marchará fatalmente hacia su destino, precisamente porque los locos no lo creen así: Y este destino es la revolución que se prepara.>> (K. Marx: Treckschuit, marzo de 1843. Lo entre paréntesis es nuestro)

Y en mayo de ese mismo año, desde Colonia, Marx acusaba recibo de la misma letanía desmoralizante de Ruge, a lo que contestó insistiendo en la misma convicción, alertándole que la cosa va para largo pero que él -Marx- sabiendo ya cómo va a terminar, estará ahí para contribuir a "añadirle el final" cuando toda esa pesadilla hubiera pasado, esperando que allí se encuentren ambos marchando de la mano para comenzarlo todo de nuevo "desde el principio", idea y expresión que años después recogería al tener que referirse a ese otro bochorno de la lucha de clases protagonizado por el sobrino de Napoleón, en "El 18 Brumario de Luis Bonaparte", sintetizando la diferencia entre las revoluciones burguesas y las revoluciones proletarias[51]:

<<Su carta, mi querido amigo, es una buena elegía, un canto funeral que le corta a uno el respiro; pero, políticamente, no es absolutamente nada. Ningún pueblo desespera, y aunque tenga que esperar largo tiempo solamente por necesidad, al cabo de muchos años un buen día, en una llamarada súbita de inteligencia, llega la hora en que ve colmados, de pronto, todos sus buenos deseos.

Pero me ha contagiado usted; su tema aún no está agotado, voy a añadirle el final, y cuando todo haya acabado, alárgueme usted la mano para que comencemos de nuevo, desde el principio. Dejar que los muertos entierren a sus muertos y los lloren. Pero es una suerte envidiable la de los primeros que penetran en la nueva vida: esa suerte es la nuestra.>> (K. Marx: Op.cit.) 

Los hechos inmediatamente posteriores demostrarían que Ruge estuvo entre aquellos muertos políticos que habiendo renunciado a "la suerte envidiable de ser los primeros que penetran en la nueva vida" de la revolución, vivieron enterrando a sus propios muertos de vergüenza como él, a la espera de que las masas aplastadas y oprimidas le saquen del bochorno para hacer algo por la revolución. ¿Por qué Marx procedió de otra manera? Volvemos al aforismo de Trotsky: los revolucionarios, como Marx, que lo son por profundas convicciones científicas, entran en las revoluciones por sí mismos contribuyendo a que se produzcan, ¡no caen en ellas!.

 A pesar de legados de la memoria histórica como éste, que haya todavía quienes tengan la ocurrencia de sostener la especie de que sin el estímulo de la lucha de clases, la teoría revolucionaria hubiera sido imposible, es elocuente del grado de descomposición teórica y política en que se encuentra la vanguardia política del proletariado. Se ven muchas cosas en la vida, pero nosotros confesamos no haber asistido jamás a semejante mistificación de las luchas espontáneas del proletariado.  

                Fue en su "Crítica de la filosofía hegeliana del derecho estatal", cuando en medio de aquél "bochorno" de la lucha de clases en Europa, por primera vez Marx empleó el término "proletariado" como categoría puramente política. Ocurrió en ocasión de tener que presentar el fundamento económico-social que le confiere la categoría política singular de ser la única clase revolucionaria capaz de conseguir la emancipación social no sólo de sí misma, sino de todas las clases de la sociedad humana. Y para descubrir a esta clase, Marx no tuvo necesidad alguna de observar ni compartir con ella un solo momento de su "praxis política revolucionaria", como quiere hacer creer el prejuicioso imaginario espontaneísta del BIPR. ¿Dónde reside la posibilidad real de la emancipación humana universal?, se pregunta Marx en la obra citada refiriéndose particularmente a su país natal. Y contesta:

<<Respuesta: en la formación de una clase atada por cadenas radicales, de una clase de la sociedad civil que no es ya una clase de ella; de una clase que es ya (antes de empezar a luchar)  la disolución de todas las clases; de una esfera de la sociedad a la que sus sufrimientos universales imprimen carácter universal y que no reclama para sí ningún derecho especial, porque no es víctima de ningún desafuero especial, sino del desafuero puro y simple; que ya no puede apelar a un título histórico, sino simplemente al título humano; que no se halla en ninguna suerte de contraposición unilateral con las consecuencias, sino en contraposición omnilateral con las premisas mismas (de toda sociedad de clases); de una esfera, por último, que no puede emanciparse a sí misma, sin emanciparse de todas las demás esferas de la sociedad y, al mismo tiempo, emanciparlas a todas ellas; que representa, en una palabra, la pérdida total del género humano, por lo cual, sólo puede ganarse a sí misma mediante la recuperación total del género humano. Esta disolución total de la sociedad (de clases) cifrada en una clase especial, es el proletariado. (Op. Cit. Introducción. Lo entre paréntesis es nuestro)

No fue, pues, el estímulo de las luchas proletarias ni su previo compromiso moral e idealista abstracto con el proletariado, lo que indujo en Marx la elaboración de una justificación ideológica de su opción política, sino al revés, fue su compromiso con la verdad científica y sus lógicas conclusiones, lo que le condujo a optar políticamente por el proletariado y la alternativa comunista. Tras desmitificar la dialéctica hegeliana del derecho, demostrando que la contradicción entre la desigualdad real de los seres humanos como propietarios privados enfrentados al interior de la sociedad civil, y la igualdad formal o ilusoria como ciudadanos iguales ante la ley en el Estado, no se sintetiza y supera en la corona del monarca prusiano sino que se explica por la propiedad privada capitalista, Marx demostró porqué el enterrador del sistema capitalista deberá ser por la propia naturaleza de su creador, su propia criatura: el proletariado. Por lo tanto, la posibilidad de existencia de la hermenéutica comunista: el materialismo histórico, jamás estuvo en las luchas del proletariado, sino al contrario, el convencimiento acerca de la necesidad de que el proletariado pueda demostrar lo que es capaz de hacer con sus luchas, descansó siempre en la teoría revolucionaria: el materialismo histórico.

El valor político revolucionario decisivo de la lucha de clases, se pone sin duda de manifiesto en sus momentos de alza por parte de los movimientos de masas de magnitud protagonizados por su minoría más sensible y decidida, la vanguardia amplia, inducida, a su vez, por la vanguardia revolucionaria. Es la que cumple la función de arrastrar al resto de la clase al torbellino de la revolución. Este movimiento es el que pone la teoría revolucionaria preexistente en la calle y gana para sus ideas a la intelectualidad otrora sirviente de las clases dominantes, crea opinión pública proclive a abrazar las ideas revolucionarias, sin las cuales no hay revolución triunfante posible.

En "Acerca de algunas particularidades del desarrollo histórico del marxismo" (23/12/910), Lenin hizo un balance de las luchas de clase entre 1905 y 1910, dividiendo este período en dos trienios, precisamente para demostrar, entre otras cosas, su carácter discontinuo y las características propias de los momentos de alza y retroceso. Del trienio de ascenso, entre principios de 1905 y el verano de 1907, Lenin vino a confirmar, para Rusia,  lo que nosotros reafirmamos aquí en términos generales respecto de la incidencia de la lucha de clases sobre la proyección social de la teoría revolucionaria sobre el movimiento asalariado. Esto es una cosa. Otra cosa es afirmar el infundio de que sin los ascensos de la lucha de los asalariados, el desarrollo teórico que hace a los principios básicos del materialismo histórico -la "hermenéutica"- es imposible. Esta afirmación ni siquiera es válida para determinados aspectos que la nueva experiencia adquirida incorpora como necesario objeto de estudio, que la lucha de clases sólo permite también atender en momentos de retroceso de las luchas, no de auge como pretende dar a entender el BIPR: 

<<La base económica y social de estos cambios de la "superestructura" [de la correlación de fuerzas en el terreno ideológico de la lucha de clases] fue [el resultado de] la acción de todas las clases de la sociedad rusa en los terrenos más diversos (actividad en la Duma y fuera de la Duma, prensa, asociaciones, reuniones, etc.), una acción tan abierta, imponente y masiva como pocas veces registra la historia. (...). Ese trieño había agitado tan profundamente a capas de la población apartadas de las cuestiones políticas, ajenas a ellas durante generaciones enteras, durante siglos, que se hizo natural e inevitable la "revisión de todos los valores", el nuevo estudio de los problemas fundamentales, el nuevo interés por la teoría, por su abecé, por su estudio desde las primeras nociones. Millones de seres, despertados de pronto de un largo sueño, colocados de súbito ante problemas importantísimos, no podían mantenerse mucho tiempo a esa altura, no podían avanzar sin interrupciones, sin retornar a las cuestiones elementales, sin una nueva preparación que les ayudara a "digerir" las enseñanzas, sin precedente por su valor, y a poner a una masa incomparablemente más amplia en condiciones de avanzar de nuevo, pero ya de un modo mucho más seguro, mas consciente, con mayor confianza y con mayor consecuencia.

La dialéctica del desarrollo histórico ha sido tal, que en el primer período estaba a la orden del día la realización de transformaciones inmediatas en todos los aspectos de la vida del país, y, en el segundo, el estudio de la experiencia adquirida, su asimilación por capas más amplias, su penetración, si se puede expresar así, en el subsuelo, en las filas atrasadas de las diferentes clases..>>. (Op cit. Lo entrecorchetes es nuestro)

De hecho, fue tras el tumultuoso período de las revoluciones de 1848 en Europa, cuando recién en 1852 Marx se sintió estimulado y urgido a retomar sus investigaciones económicas comenzadas en París y Bruselas. Sus "Grundrisse" (fundamentos) -preparatorios de "El Capital"- fueron escritos en su exilio de Londres entre 1853 y 1859, al igual que sus obras políticas de balance de lo actuado entre 1848 y 1850, como "Las luchas de clases en Francia" (ene.-nov. de 1850) y "El 18 Brumario de Luis Bonaparte" (1852).  

Es igualmente falso, políticamente ruinoso y por lo menos intelectualmente irresponsable, inducir a pensar que el descubrimiento del carácter histórico transitorio de la sociedad capitalista, así como su lógica económica interna, se pudo también conseguir "gracias" al desarrollo de la actividad revolucionaria del proletariado. Fue Marx quien desmintió a los apologetas del capitalismo, en eso de que la sociedad burguesa es eterna porque está basada en el derecho natural y en la distribución de recursos productivos y riqueza determinados por los mecanismos presuntamente insuperables del mercado. Y lo hizo descubriendo, en primer término, la ley general de la acumulación capitalista. Pero, para llevar a término esta tarea, empezó por suponer una situación irreal de equilibrio, excluyendo, por tanto, en primer lugar, la lucha entre patronos y obreros, como así lo advierte en el prólogo a la primera edición de su obra fundamental:

<<En sí y para sí, no se trata aquí del mayor o menor grado alcanzado en su desarrollo por los antagonismos sociales que resultan de las leyes naturales de producción capitalista. Se trata de estas leyes mismas, de esas tendencias que operan y se imponen con férrea necesidad>> (Op.cit.)

Y para descubrir esas leyes, es metodológicamente necesario, empezar por eliminar del análisis todos los elementos perturbadores, entre ellos, además de la lucha de clases, los cambios en el valor del dinero y de los precios en general -incluído el de la fuerza de trabajo- así como la discrepancia entre precios y valores de las mercancías, ausencia del crédito, etc. Fue de este modo que procedió Marx en "El Capital":

<<El físico observa los procesos naturales allí donde se presentan en la forma más nítida y menos oscurecidos por influjos perturbadores, o bien, cuando es posible, efectúa experimentos en condiciones que aseguren el transcurso incontaminado del proceso. Lo que he de investigar en esta obra es el modo de producción capitalista y las relaciones de producción e intercambio a él correspondientes.>> (Ibíd)

Una vez descubierta la "ley general de la acumulación capitalista", recién en el Tercer libro Marx procedió -según el método de las aproximaciones sucesivas- a introducir paulatinamente las variables de que en principio hizo abstracción, para obtener así una totalidad plena de sentido, y sobre la cual pudo hacer inteligible la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, contexto de su exposición en el que se demuestra el carácter histórico transitorio de la sociedad burguesa. La única variable que consideró como inexistente desde el principio al final de su análisis, fue la lucha de clases, esto es, la competencia entre patronos y obreros. Respecto de los cambios en la tasa de explotación y en el precio de la fuerza de trabajo, fueron introducidos en el análisis como simples supuestos "ad hoc", al margen de las luchas de clase. Precisamente para demostrar que, cualesquiera sean las condiciones dentro de las limitaciones propias del capital[52], las crisis se suceden marcando claramente el horizonte del necesario derrumbe económico capitalista.

Determinación lógica y determinación histórica del cambio revolucionario

Para poder entender lo que la lucha de clases puede y no puede determinar, hay que empezar por comprender y aceptar que la lucha de clases es una determinación y un reflejo de la relación dialéctica fundamental, económica, entre el proceso de trabajo y el proceso de valorización, entre la tendencia históricamente incondicionada de la fuerza productiva del trabajo (FT/MP) -cuyo componente fundamental es el proletariado-, y la condición históricamente determinada -por esa misma fuerza productiva- del capital, de las relaciones de producción capitalistas. Como decía Hegel:

<<La fuerza es, de esta manera, una relación (la fuerza nace de la relación entre los opuestos, no de uno de ellos) en la que cada término es (esencialmente) el mismo que el otro [53] . Hay una fuerza que solicita y otra que es solicitada, pero si no hay relación no hay fuerza. Hay fuerzas que están en relación y precisamente se refieren de manera esencial una a la otra. Además, ellas son, ante todo, sólo diferentes en general; la unidad de su relación es sólo la unidad interior, que está en sí>> (G.W.F.Hegel: "La ciencia de la lógica". Libro II sec. 2 Cap.3. El subrayado y lo entre paréntesis es nuestro). Cfr.: "El aparecer de la esencia en la relación mercantil", en:  http://www.nodo50.org/gpm/dialectica/09.htm

 Y tratándose de una relación en la que los contrarios son iguales o idénticos –como ocurre con la lógica hegeliana- la dialéctica entre ellos es una dialéctica complementaria, donde la dirección y el sentido de la fuerza generada por la relación, queda comprendida dentro de la relación misma, funge para que la tesis –en el caso de la relación capitalista, el dinero- alcance su autoconciencia o saber de lo que hace, en la figura del capital, a instancias del trabajo ajeno. Tal como el Dios padre alcanza su saber de sí en el Espíritu Santo a través del Hijo. Por lo tanto, para que el trabajo pueda trascender su relación con el capital, tiene que recibir la dirección y el sentido de su fuerza desde fuera de su  relación originaria con el capital. Postular que el proletariado espontáneo lleva en sí y por sí mismo, la dirección y el sentido de sus luchas, limitando a su vanguardia política -portadora de la teoría revolucionaria- la función de “acelerar la clarificación” en el proceso de formación de la autoconciencia proletaria, es como concebir que el propio capitalismo lleva en sí mismo la capacidad de mutar en socialismo, como planteó primero Bernstein y luego Kautsky.

Rosa Luxemburgo, que criticó a Lenin por lo mismo que el BIPR nos critica a nosotros, no dejó al mismo tiempo de combatir al revisionismo reformista de Bernstein. Estuvo, como está el BIPR, en el centro, entre el reformismo y el "leninismo talmúdico". En primer lugar, sostenía con Lenin que la sustancia de la conciencia de clase es el materialismo histórico aplicado a la realidad del capitalismo. También coincidía con Lenin en que el progreso de la acumulación del capital no mitiga las contradicciones de la sociedad burguesa sino que las profundiza y agrava. Pero, a diferencia de Lenin creía que, en esas contradicciones está contenida la lucha de clases y, en ella, siempre más o menos manifiesta la conciencia de clase y la revolución. De ahí que su praxis política estuviera determinada por el principio teórico espontaneísta y hegeliano, de que siempre hay que estar con las masas, porque en ellas, en su accionar, están contenidas en potencia las pautas de la revolución. Por tanto, a diferencia de Lenin, para quien el proletariado tiende espontáneamente a confirmar el capitalismo, y, por tanto, la labor de los revolucionarios consiste en revolucionar la conciencia falsa del proletariado, Rosa y sus acólitos, como el BIPR, sostienen que el proletariado tiende instintivamente a trascender el capitalismo y que la labor de los revolucionarios consiste en educar ese instinto de clase congénitamente revolucionario del proletariado, acelerando el proceso hacia su autoconciencia. Pero no por medio de la teoría, sino a instancias de la práctica política misma. Así lo dejó dicho en su discurso ante el Congreso de fundación del Partido Comunista Alemán (KPD), descalificando del modo más burdo la tradición marxista continuada por los bolcheviques:

<<Piensan que educar a las masas proletarias en el espíritu socialista significa darles conferencias, distribuir panfletos. ¡No! La escuela proletaria socialista no necesita de eso. La actividad misma educa a las masas.>> (Op. Cit.)

Fue este reafirmarse en la creencia del supuesto instinto revolucionario del proletariado capaz de trascender el capitalismo, lo que le llevó a permanecer hasta el final dentro de las instituciones del Estado burgués y del Partido socialdemócrata alemán, a pesar de haber dicho de él que "después de agosto de 1914, se había convertido en un cadáver maloliente". De ahí su célebre "táctica proceso" al interior de las instituciones políticas burguesas y de los partidos contrarrevolucionarios ¿Por qué? Pues, por la sencilla "razón", de que, para Rosa, la autoconciencia todavía no manifiesta encarnada en las masas, permanecía en esas instituciones de Estado y en esos partidos. Y había que estar con ellas so pena de ser un contrarrevolucionario, un traidor. Su consejo, y hasta su chantaje moral a la vanguardia amplia y revolucionaria, utilizando su incuestionable autoridad y compromiso con la revolución para instarles a permanecer en esos instrumentos reaccionarios, pensando y diciendo que todo pasaba por eliminar o neutralizar a los intelectuales orgánicos de la burguesía tanto como a los reformistas al interior de esos organismos, contribuyó sin duda a la derrota de la revolución alemana de 1918/19:

<<Por muy laudables y comprensibles que sean la impaciencia y la amargura que inducen hoy, a los mejores elementos a dejar el partido (recordemos que 4/5 del partido le han abandonado así), la huida sigue siendo una huida. Para nosotros esto significa una traición a las masas que se debaten y se asfixian atrapadas con el lazo de los Scheidemann y de los Liegen (jefe socialista y jefe de su brazo sindical la ADGB, respectivamente), que gozan del favor de la burguesía. Se puede "salir" de las pequeñas sectas y de las pequeñas capillas cuando ya no agradan, para fundar nuevas sectas y nuevas capillas. Pretender, con una simple "salida", liberar a las masas proletarias del yugo horrorosamente pesado y funesto de la burguesía, y darles así el ejemplo, es pura imaginación. Hacerse la ilusión de liberar a las masas rompiendo el carnet de militante, no es otra cosa sino la expresión invertida del fetichismo de la carta del partido como poder ilusorio. Estas dos actitudes no son más que polos diferentes del cretinismo institucional, enfermedad consustancial a la vieja socialdemocracia.>> (Rosa Luxemburgo: Pasaje citado por H.M. Bock en "Syndicalismus und linkskommunismus" Marburger Abhandlungen für Pilitischen Wissenschaft Tomo 13 P.69. Tomado de Jean Barrot y Dennis Authier en "La izquierda comunista en Alemania 1918-1921". El subrayado es nuestro)

Así, para Rosa, el "ser para sí" de los militantes del SPD, que abandonaban ese partido por la izquierda, espantados ante la vergüenza de su propia práctica dentro de él, era una traición a la otra parte, cuyo "ser para sí" tenía el "valor revolucionario" de permanecer en ese partido, aunque todavía enterrados en la ignominia de la contrarrevolución al interior de ese partido, parecían anaeróbicos, porque no sentían la suficiente vergüenza política para sacudirse la autoridad política y moral de los Scheideman, los Noske y los Ebert, que les mantenían "asfixiados" en ese agujero contrarrevolucionario. Esto es lo que se desprende de la "Carta de Spartacus" del 30 de marzo de 1916:

<<La consigna no es, ni escisión, ni unidad, ni partido nuevo ni partido viejo, sino reconquista del partido de abajo a arriba por medio de la rebelión de las masas que deben tomar en sus manos las organizaciones y los medios, no con una rebelión de palabras, sino de hechos.>> (Op. Cit.)

Lo mismo respecto del Estado, donde Rosa se manifiesta precursora de la revolución por etapas, en tanto no se trata de destruir el Estado sino de conquistar sus estructuras del mismo modo, para luego transformarlas progresiva y pacíficamente. Según lo dicho en "¿Qué quiere Spartacus?" el centrismo de Rosa Luxemburgo se puso de manifiesto también aquí, porque, a contrapelo de la doctrina oficial del SPD, sostuvo hasta su muerte que la revolución social no consistía en acompañar al capital hasta su total socialización por el camino de las  reformas, pero con igual consecuencia política se mantuvo fiel a ella sosteniendo que al Estado no había que destruirlo de un solo golpe sino transformarlo paulatinamente:

<<La conquista del poder no debe hacerse de una vez, sino que ha de ser progresiva: nosotros nos introducimos en el Estado burgués hasta ocupar todos sus puestos y defenderlos de todos los ataques exteriores (...) se trata de luchar paso a paso, cuerpo a cuerpo, en cada Estado, en cada ciudad, en cada pueblo, para poner en manos de los consejos de obreros y soldados, todos los instrumentos de poder que habrá que arrancar a la burguesía poquito a poquito. Dentro de este objetivo debemos, en primer lugar, educar a nuestros camaradas...>> (Ibíd)

A juzgar por su discurso y comportamiento, el contumaz espontaneísmo revolucionario que Rosa Luxemburgo nunca supo fundamentar teóricamente más que a través de una retórica inconsistente, le llevó al extremo de concebir que el "fetichismo organizacional" de partidos como el bolchevique, no sólo le parecían un obstáculo para la autoconciencia del proletariado, sino un obstáculo mucho mayor que el fetichismo organizacional de partidos como el SPD o Estados semifeudales como el alemán, en su función de reforzar el fetichismo de la mercancía. Por eso prefirió quedarse en ellos combatiendo con todas sus fuerzas la tendencias partidistas centrífugas lideradas desde fuera por el "leninismo talmúdico". Así fue cómo esta gran revolucionaria se sintió más a gusto y segura de cumplir su cometido revolucionario dentro y no fuera del SPD. El fracaso de la revolución alemana y su propia muerte a manos del mismo partido cuya integridad defendió hasta que, ya sin vida, su cadáver fue arrastrado por las calles de Berlín, demostró su completa equivocación ideológica y su total despropósito político, dejando el testimonio más trágico y elocuente de tal desatino. 

Con esto no queremos significar que de haber roto a tiempo con el espontaneísmo, el triunfo de la revolución hubiera estado garantizado. Pero si inmediatamente después de haber perdido su batalla con la derecha del partido encabezada por Bernstein, hubiera abandonado ese engendro pequeñoburgués dedicando todos sus esfuerzos a formar una organización marxista independiente para revolucionar a la vanguardia amplia tal como lo hicieron los bolcheviques, para nosotros no hay duda de que, si es que no perdía el liderato de la clase obrera, el SPD no lo hubiera tenido tan fácil para torcer el curso de la revolución desde noviembre del 18 a enero del 19.

Se podrá recusar esta afirmación aludiendo a su ruptura con el SPD y su paso por el USPD para recalar finalmente en el flamante KPD que ayudó a crear. Cierto. Con eso dio la razón a Lenin. Pero aquella decisión, además de tardía, fue defectuosa, porque persistió en el mismo error y no fue más que un cambio de tiestos donde siguió cultivando su misma concepción centrista de la política, porque ambos partidos fueron sucesivos engendros de lo mismo: la forma organizativa del centrismo político.

Lo que pasa es que, aun aconsejando que en los momentos de alza en las luchas de masas era deber de los revolucionarios frenar la tendencia conservadora de las direcciones políticas partidarias establecidas en momentos de calma, Rosa creyó siempre en que, cuando la crisis revolucionaria estalla, sea cual fuere la correlación de fuerzas al interior del partido, no había fortaleza burocrática contrarevolucionaria capaz de resistir el embate de las masas en movimiento:

<<Si la situación revolucionaria llega a desplegarse plenamente, si las oleadas de la lucha han llegado ya muy alto, entonces ningún freno de los dirigentes del partido podrá tener mucho efecto, y la masa se limitará a dejar de lado a los dirigentes que quisieran oponerse a la tempestad del movimiento. Esto podría producirse algún día en Alemania. Pero no creo que desde el punto de vista del interés de la socialdemocracia sea necesario y deseable ir en esa dirección>> (Rosa Luxemburgo: "Recopilación de discursos y escritos"  Setiembre de 1915. Citado por E. Mandel en "Sobre la historia del movimiento obrero" Cap. 3. Subrayado nuestro)

He aquí la "razón" por la cual Rosa se negó a abandonar ese "cadáver mal oliente" del SPD renunciando  a la tarea de organizar la acción independiente de los revolucionarios alemanes. Tres años y dos meses después, el curso de la revolución alemana redujo este prejuicio espontaneísta de Rosa a la nada, cuando después que los obreros conquistaron el poder desde los consejos, sin saber qué hacer con él porque se les había mantenido en la ignorancia de lo que había pasado desde 1905 en Rusia, abdicaron ese poder en la Constituyente cuya capacidad de decisión estaba en manos de una holgada mayoría socialdemócrata de asalariados a las ordenes de los mismos dirigentes que Rosa había previsto que esas mismas masas le pasarían por arriba.

 

Esponteneístas revolucionarios y leninistas "talmúdicos", ¿quiénes llevan la semilla del oportunismo?

Hoy, a despecho de esta experiencia aleccionadora, el BIPR demuestra no haber cortado del todo su cordón umbilical con el centrismo. Y no sólo eso, sino que, con su propensión a ir con la retórica más rápido que con la profundidad de pensamiento, han llegado a homologarnos con "esos grupúsculos partidistasque pretenden manipular aviesamente al proletariado, "imponerle desde arriba sus consignas y mantenerlo de ese modo bajo su tutela para utilidad propia", han dicho textualmente, dando a entender que todos aquellos que seguimos el ejemplo de los marxistas rusos de fines del siglo XIX en parecidas circunstancias, esto es, empeñados, como nosotros, en enseñar y aprender sin prejuicios ni veleidades para unificar a la vanguardia revolucionaria dispersa en torno al materialismo histórico, somos unos sátrapas y los más sucios mercaderes de la política. A esta forma de organización previa a la construcción del partido, el BIPR le llama "partido providencia" 

Hasta aquí nadie en sus cabales discutiría al GPM la razón que le asiste en su crítica del espontaneísmo en materia de organización. Sin embargo, el GPM se equivoca cuando incurre en la generalización de las relaciones vanguardia-masas impuestas por el retroceso político e intelectual del movimiento de clase, fenómeno que estimamos asociado, de modo notable, a la profundidad de la contrarrevolución stalinista y al consuetudinario predominio de las prácticas SD’s (Socialdemócratas) y sindicalistas. Aunque las actuales circunstancias de aislamiento de las tentativas de construcción política comunista parezcan justificar una sobreestimación del rol de la organización, no podemos soslayar el mecanismo real que origina tal estado de cosas: la momentánea desmovilización de la clase a nivel internacional y la hegemonía absoluta de la ideología burguesa y las estructuras-superestructuras capitalistas sobre las expresiones organizadas de los trabajadores. Hoy, justamente, la evolución argentina nos da una señal de alerta sobre las inevitables desviaciones que lleva consigo el hacer hincapié en el rol de la organización partidista más allá de la cuestión de la dirección política. Una acentuación semejante corrobora inequívocamente el reinado de los muertos sobre el cerebro de los vivos. Llamamos a reflexionar sobre el enorme retroceso que comportaría imponerle de nuevo a las masas en estado de orfandad política la dictadura burocrática del partido-providencia. Muchos grupos y grupúsculos “partidistas” —cuyas tendencias comunes consisten en enfatizar cada vez más la importancia del aparato partidario— sólo comprenden dificultosamente y examinan con desconfianza los gérmenes revolucionarios de origen obrero. Ellos conciben al movimiento de los trabajadores exclusivamente en función de la propia actividad y exigencias del pequeño círculo partidario. Consideran que su función estriba en conducirlo y gobernarlo desde las alturas celestes de su ciencia. Pretenden subordinarlo a su propia acción y fines, imponerle desde arriba sus consignas y mantenerlo de ese modo bajo su tutela para utilidad propia.>> (BIPR: "Directrices....) (lo entre paréntesis es nuestro)

Esta manera de debatir, por la que, a falta de argumentos políticos se presupone esto o aquello para poder descalificar -incluso moralmente- al adversario, es tradicional entre la izquierda burguesa. Por ejemplo, en el contexto de lo que acabamos de citar, se presupone que nuestro pequeño grupo "sobrestima los problemas de organización" y que este presunto talante se presupone determinado por nuestra crítica al espontaneísmo en materia de organización, inspirada en nuestra tendencia al partido providencia en función de intereses de partido por encima de los intereses de la clase. Si se acude a nuestro website, se podrá comprobar que el interés y la propensión del GPM no va precisamente en dirección de combatir las tendencias espontaneístas en materia de organización partidaria. No hemos hecho ningún análisis ni intervenido en ninguna polémica que tenga semejante tema por motivo central de polémica. Nosotros estamos preocupados por combatir al espontaneísmo -muy especialmente a su rama reformista- en sus concepciones políticas generales. Aunque bien es cierto que el espontaneísmo reformista y el voluntarista suelen darse la mano a pesar de sus diferencias en cuanto a sus respectivas formas de lucha y medios de acción.

Y ¿por qué no estamos interesados en los problemas de organización? Pues, porque pensamos que en un momento de profundo retroceso ideológico y político como éste, no están dadas aun las condiciones ideológicas y políticas como para que los problemas de la organización partidaria alcancen la actualidad que el BIPR pretende poner en nuestras cabezas. Lo hemos dicho más de una vez y lo repetimos ahora: en materia de organización partidaria, para quienes ponemos los principios del marxismo como guía para la acción, la actual correlación política de fuerzas sociales no da para poder pasar del nivel organizativo molecular, ni siquiera celular. Y los que llegan a más que eso, es porque casi con toda seguridad, están hoy día mostrando el plumero de su oportunismo político más rampante.

El BIPR, por el contrario, sostiene que los problemas de organización del partido están hoy a la orden del día. ¿Por qué? Pues, porque su referente fundamental no es la ciencia social sino el puramente social: las masas. Fue Engels quien, en un intercambio de cartas con unos militantes alemanes residentes en EE.UU. entre 1886 y 1887, les aconsejó que se constituyeran como partido e ingresaran a ese movimiento sindical, los Knights of Labor (caballeros del trabajo), para participar en una de sus secciones con el fin de llegar a dirigirla a la espera de la que preveía como "inminente e inevitable ruptura del orden natural burgués". Engels creía que esto era posible estimando que por ser un movimiento de reciente formación, era lo "suficientemente maleable" como para ser conducido según la línea revolucionaria. Para él, sólo bastaba con que el partido fuera de composición obrera, sin importar que debiera asumir un programa "confuso y muy deficiente", el del movimiento, dado que ese mal sólo le parecía "transitorio", subsanable por vía de la experiencia de lucha de los propios asalariados:

<<Es mucho más importante que el movimiento se extienda, que progrese regularmente, que arraigue y abarque en lo posible a todo el proletariado norteamericano, a que arranque y progrese desde el comienzo con una base correcta y teóricamente perfecta. No hay mejor camino para lograr una clara comprensión teórica que aprender en los propios errores, en la amarga experiencia propia (...) sobre todo en una nación tan eminentemente práctica, que desprecia tanto la teoría, como los norteamericanos. Lo importante es llevar a la clase obrera a que se ponga en movimiento como clase; una vez logrado eso, no tardará en hallar el camino seguro, y quien se le oponga, H.G. o Pouderly, será echado tranquilamente por la borda con sus pequeñas sectas>> F. Engels: "Carta a Florence Kelley-wischnewetzky"  28/12/886)

Engels reconoció en esas cartas que sus consejos a los militantes alemanes en Norteamérica estuvieron inspirados en la táctica de construcción partidaria utilizada por Marx para formar la Primera Internacional. Como es sabido, esta organización fue la síntesis organizativa heterogénea de sindicalistas, socialistas proudhonianos, anarquistas bakuninistas, etc., de donde era imposible que saliera una unidad de acción política y también se sabe ya cómo acabó todo aquello. Marx y Engels debieron empeñarse a fondo contra los mas caprichosos y absurdos subjetivismos sectarios e idealistas, hasta que tras la derrota de la Comuna, se torno imposible coexistir con todas aquellas corrientes, especialmente con los anarquistas que se negaban a que el proletariado hiciera política.

Marx y Engels hablaban de aquella fallida experiencia como de un globo demasiado inflado que debía reventar y ellos se iban a encargar de desinflar a tiempo, cosa que ocurrió tras el Congreso de La Haya en 1872. El mismo Engels, en carta a Sorge del 12 de septiembre de 1874, escribía a propósito de la I Intrenacional en vías de disolución:

<<La Internacional ha dominado diez años de historia europea y puede contemplar su obra con orgullo. Pero ha sobrevivido en su forma anticuada. Creo que la próxima Internacional será, una vez que los trabajo de Marx hayan hecho su labor durante unos cuantos años, directamente comunista e instaurará nuestros principios>>. (Op.cit)

En cuanto a las previsiones de Engels sobre la base de su caracterización del presuntamente Nobel movimiento obrero norteamericano, en realidad no se trataba de "una masa todavía bastante maleable". En ese momento estaba ya dominada por las teorías pequeñoburguesas asimiladas al lassallismo, queriendo convertir a los obreros en pequeños propietarios con subsidios del Estado. Volvemos a lo mismo en el sentido de que el movimiento obrero puramente espontáneo no se ha dado jamás.

  Las tesis del BIPR, en general también se compadecen con los consejos de Engels en 1886/87 a los militantes alemanes en EE.UU. También supeditan el carácter del partido a la evolución en el grado de conciencia de los asalariados, de modo que los problemas de organización se resuelven según las tres ideas siguientes:

1)       El partido en tanto organización independiente o por separado de la vanguardia revolucionaria, es necesario y sólo se justifica, en condiciones de retroceso ideológico y político de los asalariados.

2)       En ese momento del proceso, el partido se debe adecuar sus proposiciones políticas no más allá del grado de conciencia y compromiso de la clase.

3)        En momentos de alza revolucionaria de las masas, la necesidad del partido como organización independiente desaparece y lo necesario pasa a ser el partido de masas, no ya de la vanguardia revolucionaria, sino del proletariado en su conjunto.

Estas tres ideas en materia de organización están presididas por la idea política de que la conciencia revolucionaria o autoconciencia, es un producto del propio movimiento espontáneo, y que la organización de los revolucionarios debe estar políticamente en función de él, Y SE CONSTRUYE en y con el movimiento espontáneo. De aquí se desprende que el partido se construye con un agregado social que no tiene por qué ser consciente de su propia acción, esto es, tener conocimiento de la táctica de clase conducente a los fines estratégicos revolucionarios, sino que basta con la plena disposición para la lucha inmediata, el cumplimiento de la disciplina colectiva y completa entrega a la "causa", condiciones todas ellas comprendidas en el principio de que la sustancia que enseña y genera conciencia de clase en los explotados, no es el contenido materialista histórico de la práctica teórica aplicado a la práctica política, sino la práctica política misma. Así lo han dejado dicho en su documento de réplica:

<<Es absolutamente anti-marxista y anticomunista pretender suplir la debilidad de la clase obrera, su persistente estado de víctima de la contrarrevolución, con la voluntad de un partido, de un aparato o, de cualquier modo, de una parcial organización de hombres y mujeres. Ciertamente, conforme lo hemos puntualizado ya en otro lugar, bajo circunstancias en las que la clase en sí no ha llegado a ser todavía una clase para sí, la construcción del partido revolucionario sólo puede adelantarse en condiciones de estricta separación de la clase. Pero la inescamoteable tarea de preparar, en las circunstancias de relativo aislamiento y de minoría no dirigente, las condiciones de la dirección futura, son inseparables del impulso a la clase en el sentido de erigirse en sujeto autónomo sobre la base de sus intereses históricos independientes y revolucionarios cuando son afirmados en la acción colectiva inmediata contra el capital. Inevitablemente, bajo la situación actual, la organización que pretenda dirigir a la clase debe necesariamente adecuarse a los niveles de sujeción burguesa que la clase expresa.>>

Estas ideas reproducen bis a bis la concepción de la lucha de clases que tenían los llamados "marxistas legales" en tiempos de Lenin, a principios del siglo pasado, cuyos dirigentes conocían la teoría marxista, pero la difundían esópicamente para desvirtuarla y así poder desentenderse de ella como "guía para la acción", adecuando su política de masas a lo que le gustaba escuchar y estaba predispuesto el movimiento espontáneo sujeto ideológica y políticamente a la burguesía.

Lenin y los bolcheviques, por el contrario, sostenían que la vanguardia revolucionaria no debe jamás hacer seguidismo a la espontaneidad del movimiento asalariado. Debe necesariamente participar en él defendiendo sus intereses inmediatos, luchando a su lado por mejores condiciones de vida y de trabajo; pero no debe renunciar jamás a vincular propagandísticamente estos intereses a los objetivos políticos estratégicos, ni dejar de combatir en su conciencia las ilusiones en este sistema de vida para la solución de sus problemas, lo cual induce a la colaboración de clases. Nada de esto les parece necesario a los espontaneístas, para quienes -como así parece ser el caso del BIPR- la conciencia de clase surge natural y espontáneamente de la lucha. Y si se plantean la necesidad del partido en momentos de retroceso y trabajan para ello, no lo hacen desde el espíritu de ruptura con el capital y de unidad de voluntades políticas presididas por las exigencias del materialismo histórico, sino como un simple agregado social de seres "para sí", cuya expresión organizativa "independiente" anticipe lo que será el partido revolucionario de masas. 

Al revés de lo que el BIPR piensa que ocurre con el GPM implicándonos en una supuesta dinámica sustitucionista de las masas, nosotros también pensamos, con Lenin, que al acto de la revolución se llega a condición de que en él -aunque en distinto grado- participe el conjunto del proletariado. Una minoría relativa, como protagonista consciente, el más activo y decidido: los miembros del partido; otra parte, más numerosa que la anterior, adhiriendo y acompañando con un grado de compromiso menor; finalmente, otra de magnitud variable se mantiene al margen junto al grueso de la pequeñoburguesía, neutralizada por los movimientos de masa de magnitud en lucha contra el sistema. Con esto queremos decir que, dado el desarrollo político desigual del proletariado, la organización de los revolucionarios no puede llegar a ser el partido de las más amplias masas, como propone el imaginario espontaneísta.

En este sentido, dada la "momentánea desmovilización de la clase a nivel internacional", en absoluto se justifica "una sobreestimación del rol de la organización" política de masas. Esta tarea, insistimos, sólo puede ser hoy día motivo de preocupación, para los elementos más inescrupulosamente oportunistas y arribistas del movimiento, así como para quienes sin quererlo, se suben objetivamente al mismo carro del reformismo sin poder evitar el hacer escuela de oportunistas. De lo contrario, aquello de que "la existencia social determina la conciencia" quedaría desvirtuado por completo. Ya nos hemos referido a este tipo de desviaciones (ver nota 32), a propósito de lo que al BIRP le pareció el hecho de que hiciéramos referencia a un documento publicado en el website de los compañeros, quienes obligados por las circunstancias debieron reconocer que no comparten. Y lo peor del caso es que, acusándonos de proceder "insidiosamente", pretendieron desviar la atención del lector sobre su rasgo de oportunismo, típico de quienes se preocupan de sumar heterogeneidades políticas. Nosotros estamos en las antípodas de este método de construcción y así lo decimos en el epígrafe de nuestro "¿Qué somos?":

<<Sólo estamos dispuestos a trabajar con quienes sientan más terror al vacío ideológico en sus conciencias, que al vacío social en torno suyo>>

No se trata, pues, de si se sobrestiman o subestiman las cuestiones de organización respecto de la situación de la lucha de clases, sino si, dada determinada situación, se privilegian o no las tareas, formas de lucha y medios de acción que las condiciones de la correlación política de fuerzas exige en cada momento. Y nosotros decimos que, en este período de retroceso en las luchas, de confusión ideológica y de dispersión organizativa de la vanguardia revolucionaria, las condiciones de la lucha de clases imponen privilegiar la formación teórica y la lucha ideológica.

Con la misma carga de descalificación dirigida a lo que se quiere hacer creer que es la línea de flotación en organizaciones adscriptas al leninismo, el BIPR nos viene a acusar implícitamente de filiación stalinista, adoptando el infundio de que entre leninismo y stalinismo en materia de organización no hubo solución de continuidad. Así lo dicen explícitamente en otra parte del documento: :

<<Según lo visto en anteriores confrontaciones con organizaciones que, al igual que el GPM, pretenden representar un camino concreto de superación crítica del viejo movimiento obrero socialdemócrata y stalinista, tampoco este grupo ha encarado la dificultad mayor, la de reconocer el defecto de fondo de la izquierda mundial después del tránsito de la Tercera Internacional al campo contrarrevolucionario: ver la organización política, el partido, no como el instrumento de la política revolucionaria en la clase, sino, al contrario, como el objetivo al cual plegar la política. No es entonces —para Stalin, los estalinistas, los socialdemócratas y, por lo que parece, también para un considerable número de trotskystas y críticos radicales de izquierda— la política del partido la que se plega al programa revolucionario, sino el programa (las posiciones políticas, los objetivos, los instrumentos  organizativos) el que se plega al partido, a su misma existencia y fuerza[54]. Su punto de referencia no es la clase, sus problemas, su condición; sino el partido>>.

Como si la concepción organizativa de un partido revolucionario no estuviera en función de los intereses históricos de la clase, de su estrategia de poder y de su programa político. Como si en todas estas cuestiones, entre el leninismo y el stalinismo no hubiera ninguna ruptura ideológica y política. El carácter general de clase de la acción política partidaria bajo el stalinismo, fue de raíz social esencialmente burguesa, particularmente basada en el statu quo entre la pequeñoburguesía y el proletariado soviético convertido en clase subalterna explotada; esta política interna tuvo su proyección al exterior de la URSS en la diplomacia del Kremlin tendente al statu quo con el imperialismo. De ahí que la estrategia de poder del stalinismo consistiera en garantizar el bloque histórico de poder entre la dirigencia burocrática que cristalizó en la URSS tras la muerte de Lenin, y la pequeñoburguesía rural y urbana. Su programa fue la diáfana expresión política tendente a consolidar ese bloque social de poder a expensas del proletariado.

Pues, bien, ni la concepción clasista de la acción política leninista al frente del Estado soviético, ni su estrategia de poder ni menos aun su programa, tuvieron nada que ver con el stalinismo. La práctica del partido bolchevique en vida de Lenin, demuestra que su carácter de clase fue netamente proletario. La resultante de su política exterior estuvo señalada por el vector ideológico del internacionalismo proletario; lo mismo cabe decir de su estrategia de poder tendente a la revolución mundial. 

                Habiendo logrado aparecer al mismo tiempo como albacea testamentario y heredero del leninismo, el stalinismo pudo invertir el signo de la revolución rusa, empezando por la naturaleza misma de la organización partidaria, tanto en el PCUS como en la Internacional. La camarilla burocrática presidida por Stalin, empezó rompiendo el espinazo de la concepción organizativa de los bolcheviques basada en el materialismo histórico, la teoría revolucionaria, como guía de la acción política partidaria y de la democracia interna, esto es, de la idea marxista de autoorganización del proletariado autoconciente en el partido, y desde el partido hacia el conjunto de la sociedad en tránsito al socialismo. Sólo mediante una paciente y tenaz labor de educación política basada en el materialismo histórico, es posible dejar sin aire al espíritu de la burocracia y hacer realidad la plena y activa participación de los cuadros revolucionarios en la vida del partido, y de los ciudadanos en la sociedad. El stalinismo fue y sigue siendo la negación de todo esto.

                Rosa Luxemburgo y Trotsky, que tanto criticaron la concepción organizativa de los bolcheviques denunciando que el centralismo democrático conducía a la centralización despótica del poder en manos de un grupo de intelectuales, debieron reconocer posteriormente que el grado de burocratización de un partido y, por extensión, de una sociedad dada, es directamente proporcional a la carencia de cultura política revolucionaria de sus miembros. Como Marx decía de los economistas burgueses que explicaban el valor por el espontaneísmo económico de la competencia, las luchas elementales de la clase deben encargarse de explicar "todas las faltas de lógica" en que incurren los espontaneístas políticos, cuando debieran ser ellos quienes se encargaran de explicar el fenómeno de la lucha de clases elemental, en vez de explicar la autoconciencia por la lucha de clases. Y por más vueltas que se le de al asunto, no hay otra forma de explicar la lucha revolucionaria que no sea por los contenidos del materialismo histórico en tanto guía para la acción política. Entonces se vienen abajo "todas esas faltas de lógica" que velan el fenómeno de la burocracia permitiendo ver que no radica en una determinada forma de organización, sino en una determinada forma de hacer política: el irracionalismo espontaneísta. Como que el nacionalismo que inspira la teoría del socialismo en un solo país, tanto como el statu quo entre pequeñoburguesía y proletariado que conforma la teoría de los frentes policlasistas, es la expresión política de la lucha de clases más elemental que no saca los pies del tiesto burgués.  

                La relación entre el "partido-providencia" y sus bases sociales reducidas a "rebaño", no es, pues, producto de la concepción leninista del partido, sino precisamente de su versión espontaneísta, que niega la importancia de la teoría como sustancia de la conciencia revolucionaria y del centralismo de su acción colectiva. Así, procediendo según el principio mecanicista de que la autoconciencia surge directa y espontáneamente de la lucha de los explotados, o, mejor dicho, de las contradicciones objetivas del sistema, una mayoría de militantes carentes de las herramientas fundamentales del materialismo histórico para poder pensar por sí mismos, se vuelven incapaces de aportar a la línea política del partido, delegando no menos espontáneamente esta tarea en sus líderes devenidos así en burócratas.

El antecedente más originario de la división burguesa del trabajo y de la burocracia partidaria en el movimiento proletario políticamente organizado, no fue, pues, el partido bolchevique tras la muerte de Lenin, sino la socialdemocracia alemana y demás partidos obreros integrados en esa corriente internacional reformista, donde una caterva de dirigentes partidarios al mismo tiempo funcionarios del Estado burgués, se limitaban a usufructuar políticamente la integración de sus clientelas políticas asalariadas al capitalismo, a instancias de la ley del valor, así convertidas en masa de maniobra absolutamente incapaz no ya de producir ideas políticas revolucionarias sino de comprenderlas y asumirlas, porque cuando se dio el momento propicio para ello, revolucionarios como Rosa Luxemburgo y Liebnekcht obraron según la creencia de que la conciencia revolucionaria surge de la lucha elemental de las masas, producto, a su vez, de las contradicciones explosivas en la base material del sistema. Stalin, quien, al parecer, aprendió mucho de esa lección,  no hizo más que copiar ese modelo de partido; pero la consolidación de esta nueva realidad partidaria -como en Alemania durante los veinte años previos a la revolución de l918/19- no fue la causa, sino la consecuencia lógica de la sociademocratización de la vida social y del Estado en la URSS.

                El partido bolchevique fue la negación de todo esto. Un partido no de masas, sino de cuadros[55] políticos conscientes y activos, verdaderos "tribunos del pueblo" producto de una disciplina de estudio y ejercicio político de la teoría revolucionaria por parte de los aspirantes, como condición para elevarse a la categoría de militantes de la organización, capacitados así para participar en los debates internos y decidir con conocimiento de causa sobre las pautas de acción, tanto como para trasmitir a las masas de asalariados sin partido los elementos racionales básicos que hacen a la autoconciencia de clase. Sobre esta base ideológica y política, la centralización de los actos imndividuales del partido o unidad de acción, era necesariamente el resultado de la libre discusión y el respecto a la democracia interna a la hora de decidir qué se hacía y cómo. Pero a condición estatutaria de que:

1)       el debate tenga por común denominador de análisis el método materialista histórico y la memoria política del movimiento.

2)       se respeten las decisiones aprobadas por mayoría en los congresos partidarios.

                Estos principios de funcionamiento han sido norma que el partido bolchevique cumplió e hizo cumplir en todo momento. La determinación por luchar sin concesiones contra el espíritu conspirativo de las camarillas, fue una regla permanente del partido bolchevique, formado por fuertes personalidades políticas, no por militantes de espíritu maleable. Los métodos conspirativos y las tendencias a la burocratización, sólo pueden cristalizar en partidos donde esos militantes de base, carentes de formación teórica, son mayoría. Y éste no fue, en general, el caso de los bolcheviques desde 1903 hasta finalizada la guerra civil que siguió a la toma del poder en noviembre de 1917. Además, los militantes bolcheviques siempre tuvieron bien claro que el centralismo en las decisiones a golpe de ucase, es todo un despropósito a los fines revolucionarios. En este contexto, la prueba de la práctica política pasa a ser el criterio absoluto de verdad. Y si para hacer esa comprobación respecto del leninismo nos quitamos antes las gafas del puro formalismo organizativo, veremos que la resultante política en todo ese período confirma el carácter netamente democrático del espíritu de partido demostrado por los bolcheviques. De hecho, las veces que Lenin quedó en minoría no fueron una ni dos. Y si no llegaron a ser muchas más, ello se debe a su insuperable conocimiento del herramental marxista -que contribuyó como nadie a enriquecer- y a su descomunal talento a la hora de analizar las distintas situaciones, así como a su no menos enorme capacidad didáctica y genio polémico.

Por otra parte, del mismo modo que sin univocidad en las categorías no puede haber discurso científicamente significativo, sin centralidad o sentido unívoco de la acción colectiva, tampoco puede haber práctica política definida y efectiva. Y este principio organizativo es válido para todo partido, cualquiera sea el signo ideológico de clase que lo anime. Además, como se ha dicho ya, de nada vale contar con instancias organizativas de decisión política "democrática", si quienes deben decidir en ellas no tienen pensamiento propio ni elementos de análisis para juzgar con certidumbre acerca del pensamiento ajeno. Por lo tanto, el criterio de identificar leninismo con stalinismo por la forma organizativa, es una completa falacia.

Respecto de la observación que nos hizo el BIPR cerca de que, a la vista de los sucesos de 1905 Lenin habría arrojado el lastre de su concepción "talmúdica" respecto de la relación vanguardia-masas y del partido (Ver "Directrices...."  cita al pie Nº 1), decir que, en efecto, lo que esa revolución (y posteriormente la de 1917) vino a demostrar es que lo dicho por Lenin en el capítulo 2 de su "¿Qué hacer"? en cuanto a que el proletariado espontáneo no puede por sí mismo superar su conciencia sindical, está claro que, desde entonces, fue desmentido por la historia, lo cual el mismo Lenin reconoció en su discurso ante el II Congreso del POSDR "Sobre el programa del partido" (22/07-04/08 de 1903), así como en el "Prólogo a la recopilación '12 años' " escrito en noviembre de 1907. En ese discurso ante el II Congreso, antes de la revolución de 1905, se justificó diciendo que para "enderezar el palo" de la idea sobre el carácter del proletariado espontáneo, había que torcerlo en igual medida pero en sentido contrario respecto de cómo lo tenían torcido los "economistas" en la opinión pública:

<<Hoy todos sabemos que los "economistas" se han pasado a un extremo. Para poner en claro las cosas, alguien debía ir hacia el otro, y eso fue lo que hice. Estoy convencido de que la socialdemocracia rusa tratará siempre de enderezar enérgicamente todo lo que ha sido torcido por el oportunismo de todo tipo, y que gracias a ello nuestra línea de acción será siempre la más recta de todas y la más adecuada para actuar.>> (V.I.Lenin: "Discurso...."

En efecto, lo que las dos revoluciones rusas han venido a demostrar, es que las luchas espontáneas del proletariado pueden ir más allá de lo puramente tradeunionista o sindical. De hecho, los soviests no fueron organizaciones sindicales sino instrumentos políticos de doble poder. En este sentido, la afirmación de Lenin quedó recusada.

Pero es falso que desde entonces Lenin haya abandonado su tesis “talmúdica” del "¿Qué hacer?". Aquí, el BIPR intenta emular a Martov, Axelrod y Larin en aquello de torcer el “palo” hacia las posiciones oportunistas. En realidad, con aquella rectificación, Lenin y los hechos históricos hasta hoy, dejaron en pié lo esencial de esa obra respecto de la relación vanguardia-masa, especialmente todo en cuanto a que, en sí y por sí, las luchas del proletariado espontáneo no pueden trascender los límites de las relaciones capitalistas de producción, porque esas luchas no logran independizarle de las estructuras fetichizadas del proceso de valorización sobredeterminadas por los aparatos ideológicos del Estado burgués.

La prueba histórica de que Lenin se ratificó en los fundamentos incontrovertibles de su concepción materialista histórica del partido expuesta en su “¿Qué  hacer?”, está en su lucha contra la propuesta menchevique de convertir el POSDR en un partido policlasista o “amplio”, compuesto también por eseristas, además de comunistas (socialdemócratas), en el que a estos últimos se les ofrecía el anzuelo de participar como “organizaciones de propaganda”. Aunque a iniciativa del menchevique Axelrod, esta idea fue desarrollada  por su colega Larin en un folleto titulado: Un amplio partido obrero y el congreso obrero”, que Lenin analizó en “La crisis del menchevismo” (7 dic. 1906). Allí Lenin calificó al “congreso obrero” de “mezquina aventura oportunista”...:

<<...Mezquina, porque no la sustenta ninguna gran idea, sino simplemente el fastidio del intelectual, cansado ya de la lucha tenaz por el marxismo. Oportunista, por la misma razón, y, además, porque ingresarían en el partido miles de pequeñoburgueses, que no tienen, ni con mucho, opiniones asentadas. Una aventura, porque en las condiciones actuales, semejante tentativa no aportará la paz, ni una labor positiva ni la colaboración entre los eseristas y los socialdemócratas –a quienes Larin atribuye amablemente el papel de “asociaciones de propaganda dentro de un partido amplio”- sino sólo una infinita agravación de la discordia, diferencias, las  divisiones, la confusión ideológica y la desorganización práctica>> (V.I. Lenin: Op. Cit.)

Como se advierte claramente, aquí Lenin se ratifica en la idea de que el centralismo democrático, esto es, la unidad de acción partidaria, no es un problema organizativo sino teórico-político, donde la teoría se asume como guía de la práctica. Y lo significativo para este debate, está en que Larín decía no querer diluir el partido en la clase, sino agrupar o cohesionar a la vanguardia. La misma preocupación que hoy compartimos con el BIPR. La diferencia está en la elección del ligamento para realizar esa cohesión. Para el BIPR el ligamento es la lucha elemental de los asalariados, mientras que, para el GPM ese ligamento es la teoría revolucionaria, el materialismo histórico aplicado a la realidad. De ahí que al BIPR no le inquieten las “diferencias de matiz” que preocupaban a Lenin a principios del siglo pasado y hoy nos preocupan a nosotros. Para el BIPR, estas "sutilezas" pertenecen al “leninismo talmúdico”.

En este punto, a modo de testimonio ilustrativo estimamos pertinente traer nuevamente a colación el incidente en torno al documento que el BIPR expone en su website, titulado: “El movimiento de los piquetes”. El incidente se produjo a raíz de que varios de cuyos pasajes han sido objeto de crítica por nuestra parte, actitud que a los compañeros del BIPR les pareció “insidiosa”, por considerar que esas no son sus posiciones[56]. En efecto, cuando lo leímos por primera vez, este documento estaba firmado por una organización llamada: “Circulo comunista de América Latina”. Al estar publicado en el website del BIPR, nuestra lógica “talmúdica” nos dio a entender que ese pensamiento era compartido. Una vez publicada nuestra crítica, recibimos un e-mail de la Organización de Obreros Comunistas, sección inglesa del BIPR, donde se nos comunicó que "El movimiento de los piquetes" no es un documento oficial del BIPR, por tanto, las opiniones vertidas allí no deberían haberse considerado como objeto de debate.

En ese escrito, los compañeros chilenos "tuercen el palo" más allá del extremo hacia donde lo llevaba torcido el propio BIPR. Ahora, ese trabajo de los chilenos sigue apareciendo en el mismo website, pero las siglas de su organización ya no figuran al pié del documento, que así se presenta como un documento del BIPR. Tal parece que, gracias al debate con el GPM, antes de lo previsto el BIPR ha pasado a ser una organización más "amplia", donde se refuerza la idea de que la línea política es lo de menos, porque la brújula de la organización revolucionaria está en las luchas elementales de la clase. ¿Qué será el oportunismo para estos compañeros?

Como hemos dicho ya, el BIPR nos ha puesto entre quienes cultivamos una versión de partido leninista "adaptada y ajustada al horizonte político burocrático-dictatorial del stalinismo". No será porque venimos siendo escrupulosamente respetuosos y leales respecto a facilitar y difundir en todo lo posible la polémica con nuestros eventuales interlocutores; tampoco porque huimos como de la peste de los viejos métodos sofistas, que del discurso de sus adversarios sólo consideran las partes de donde pueden sacar el mejor partido polémico para sus posiciones, pasando de puntillas sobre las demás. Pero los métodos del oportunismo político moderno superan a la sofistería de los antiguos escolásticos en que no sólo se limitan a polemizar sobre lo que les conviene, sino que, además, impiden o no facilitan que sus clientes políticos -efectivos y potenciales- conozcan las opiniones del ocasional adversario con el que sus jefes dirimen diferencias. Dan a conocer esas opiniones, pero pasadas por el filtro del “Buró” o del Comité Central, como ha sucedido en este caso. Y en la medida en que se da de patadas con sus argumentos y su práctica política, tratan al materialismo histórico como a cualquier otro enemigo ideológico. De ahí que para la formación teórica de sus militantes, se limiten exclusivamente a la literatura del partido.

Como hemos podido ver más arriba comentando un pasaje de su "Directrices...", el BIPR nos atribuye la política tendente a consolidar la división jerárquica del trabajo en el partido. Dado que estamos también para aprender, quisiéremos saber como se concilia el método y la tarea de superar esta rémora en el movimiento revolucionario, con la idea de que la autoconciencia del proletariado surge de su lucha elemental, sin el recurso a la lucha ideológica al interior de su conciencia falsa  y por completo al margen de la función directriz del partido en esas luchas. Espontaneístas políticos y leninistas "talmúdicos": ¿quién es stalinista?

 

GPM, marzo de 2003. 

 

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ANEXO

Tasas de variación anual

Fuentes: Federal Resrve System, Bureau of Economic Analysis, Bureau of Labor Statistics

 

 

Tasa prime

 

Trea­sury

bonds 30 days

Indice precios al consu­midor

Precios

implí­citos

PIB

PBI a precios cons­tantes

Dólares en circula­ción

M1

M3

tasas de interés reales

tasa de ganan­cia corpo­racio­nes no finan­cieras

superá­vit/dé­ficit s/PBI %

Intere­ses deuda federal s/défi­cit

 %

au­mento deuda s/inte­reses

 %

prime

bonds

1960

4,82

2,93

1,72

1,42

 

 

 

 

 

 

8,7

0,06

2624,6

 

1961

4,5

2,38

1,01

1,12

2,33

 

 

 

 

 

8,8

-0,61

-224,9

 

1962

4,5

2,78

1,00

1,35

6,04

 

 

 

 

 

10,0

-1,22

-114,7

 

1963

4,5

3,16

1,32

1,12

4,32

 

 

 

 

 

10,8

-0,77

-187,1

 

1964

4,5

3,56

1,31

1,50

5,80

 

 

 

 

 

11,5

-0,89

-162,3

 

1965

4,54

3,95

1,61

1,87

6,39

 

 

 

 

 

12,7

-0,20

-708,7

 

1966

5,63

4,88

2,86

2,85

6,57

 

 

 

 

 

12,6

-0,47

-289,3

 

1967

5,63

4,32

3,09

3,09

2,50

 

 

 

 

 

11,3

-1,04

-133,1

 

1968

6,31

5,34

4,19

4,30

4,77

 

 

 

 

 

11,2

-2,76

-52,1

 

1969

7,96

6,68

5,46

4,91

3,04

 

 

 

 

 

9,9

0,33

447,3

 

1970

7,91

6,43

5,72

5,33

0,18

 

 

 

 

 

8,0

-0,27

-570,0

 

1971

5,73

4,35

4,38

5,04

3,35

 

 

 

 

 

8,5

-2,04

-73,8

 

1972

5,25

4,07

3,21

4,25

5,43

 

 

 

 

 

8,9

-1,88

-78,7

 

1973

8,03

7,04

6,22

5,60

5,77

 

 

 

 

 

8,8

-1,08

-142,2

 

1974

10,81

7,89

11,04

8,98

-0,59

 

 

 

 

 

7,1

-0,41

-376,5

 

1975

7,86

5,84

9,13

9,33

-0,36

 

5,14

9,57

-1,16

-3,01

7,5

-3,26

-50,5

 

1976

6,84

4,99

5,76

5,66

5,57

 

6,5

11,96

1,02

-0,73

7,8

-4,04

-44,9

 

1977

6,83

5,27

6,50

6,44

4,64

 

8,1

12,38

0,31

-1,16

8,3

-2,64

-66,2

 

1978

9,06

7,22

7,59

7,11

5,51

 

8,22

11,95

1,37

-0,34

8,2

-2,58

-66,4

 

1979

12,67

10,05

11,35

8,33

3,18

 

6,86

9,84

1,19

-1,17

7,3

-1,59

-110,0

 

1980

15,26

11,51

13,50

9,18

-0,23

 

6,69

10,22

1,55

-1,75

6,3

-2,64

-72,1

 

1981

18,87

14,03

10,32

9,33

2,45

 

6,56

12,91

7,75

3,37

6,9

-2,52

-90,7

 

1982

14,85

10,69

6,16

6,24

-2,03

 

8,68

9,3

8,19

4,27

6,2

-3,93

-67,7

 

1983

10,79

8,63

3,21

3,96

4,33

 

9,78

9,7

7,34

5,25

6,9

-5,88

-47,8

 

1984

12,04

9,53

4,32

3,72

7,27

 

5,88

10,93

7,40

5,00

8,3

-4,71

-65,1

 

1985

9,93

7,47

3,56

3,16

3,85

 

12,17

7,22

6,15

3,77

7,9

-5,04

-64,3

 

1986

8,33

5,98

1,86

2,20

3,42

 

16,82

9,05

6,35

4,05

7,1

-4,97

-65,6

134,3

1987

8,21

5,82

3,65

3,00

3,40

8,65

3,45

5,28

4,40

2,09

7,8

-3,16

-104,6

89,2

1988

9,32

6,69

4,14

3,40

4,17

7,56

4,94

6,55

4,98

2,45

8,6

-3,04

-108,4

81,2

1989

10,87

8,12

4,82

3,81

3,51

5,04

0,93

3,76

5,77

3,15

8,2

-2,78

-122,6

82,6

1990

10,01

7,51

5,40

3,89

1,76

10,17

3,97

1,83

4,37

2,00

7,8

-3,81

-92,3

133,8

1991

8,46

5,42

4,21

3,64

-0,47

7,65

8,65

1,32

4,08

1,16

7,2

-4,50

-82,8

127,3

1992

6,25

3,45

3,01

2,43

3,05

8,5

14,2

0,31

3,15

0,43

7,0

-4,60

-79,9

139,5

1993

6

3,02

2,99

2,40

2,65

9,68

10,3

1,54

2,92

0,03

7,4

-3,84

-92,4

136,6

1994

7,15

4,29

2,56

2,08

4,04

10,02

1,81

1,93

4,47

1,69

8,3

-2,88

-120,0

124,9

1995

8,83

5,51

2,83

2,18

2,67

5,2

-1,88

6,12

5,83

2,60

8,6

-2,22

-163,4

107,1

1996

8,27

5,02

2,95

1,94

3,57

5,95

-4,14

7,44

5,16

2,01

9,1

-1,38

-255,2

85,2

1997

8,44

5,07

2,29

1,95

4,43

6,99

-0,69

9,59

6,01

2,71

9,5

-0,26

-1251,9

34,1

1998

8,35

4,81

1,56

1,23

4,28

7,39

2,15

10,87

6,69

3,20

8,9

0,79

403,0

61,9

1999

8

4,66

2,21

1,40

4,09

17,7

2,49

8,32

5,67

2,40

8,6

1,35

209,6

93,3

2000

9,23

5,66

3,36

2,28

4,15

-2,76

-3,13

8,73

5,68

2,22

7,7

2,39

110,0

-30,3

2001

6,91

 

2,85

2,17

1,10

8,22

8,2

12,88

3,95

 

6,9

1,25

185,7

123,6

2002

 

 

 

 

 

7,26

3,18

6,68

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

promedio 93/02

7,91

4,76

2,62

1,96

3,44

7,57

1,83

7,41

5,15

2,11

 

 

 

 

volver 

 

 

 

 

 



[1] Cada rotación comporta el tiempo entre el momento en que el plusvalor comienza su proceso de producción hasta que el producido que lo contiene se vende en el mercado. 

[2] Pero esta redistribución no es automática. Dado que el capitalismo es un modo de producción caótico, ajeno a toda planificación consciente de los productores, por lo regular la masa de capitales en cada rama de la producción y su correspondiente oferta de productos no coincide con la demanda solvente, y cuando lo hacen, es por pura casualidad. Para eso están los precios de mercado, que aumentan o disminuyen (respecto de los valores o precios de producción individuales) cuando la oferta de un producto es inferior a la demanda o viceversa. Estas ganancias y pérdidas extraordinarias provocan un movimiento de transferencia de los capitales de una rama de la producción a otra, hasta que esos desfases del mercado se corrigen, ajustando la masa de capital productivo en cada rama de la economía, a la demanda efectiva correspondiente y a los precios de producción que le asignan su respectiva proporción de plusvalor.

[3] Marx llama composición orgánica del capital a la relación entre el capital constante y el capital variable. En esa relación, el capital constante está compuesto por el capital fijo (valor de la maquinaria, muebles, edificios, etc.) y el capital circulante (materias primas y auxiliares). El capital variable el equivalente al pago de salarios. Si la acumulación de capital consiste en aumentar la fuerzas productiva del trabajo mediante la técnica aplicada a la producción de plusvalor a expensas de los salarios, está en la misma lógica que el capital constante tienda históricamente a aumentar más que el capital variable. Y dados los límites de la jornada laboral media que no puede sobrepasar las 24 horas diarias, la necesidad y posibilidad del descenso histórico en la tasa general de ganancia está servida.

[4] Cfr. Op. Cit. Libro III Cap. XIV

[5] Según Lenin: <<Lo que caracterizaba al viejo capitalismo, en el cual dominaba plenamente la libre competencia, era la exportación de mercancías. Lo que caracteriza al capitalismo moderno, en el que impera el monopolio, es la exportación de capital>> ("El Imperialismo fase superior del capitalismo" Cap. IV) Pero no sólo como capital de préstamo sino también como inversión productiva directa. En esa misma obra, Lenin distingue entre el carácter prestamista y usurario de la exportación del capital francés, respecto del carácter eminentemente productivo de la exportación del capital inglés: Por lo que se refiere a Inglaterra, aparecen en primer plano sus posesiones coloniales, las cuales son muy grandes, incluso en América (por ejemplo, el Canadá), sin hablar ya de Asia, ete. La gigantesca exportación de capitales se halla en el caso de Inglaterra estrechamente relacionada con las colonias gigantescas, de cuya significación para el imperialismo volveremos hablar más adelante. Distinto es el caso de Francia, cuyo capital extranjero se halla invertido principalmente en Europa, y en primer lugar en Rusia (10 mil millones de francos por lo menos), con la particularidad de que se trata sobre todo de capital de préstamo, de empréstitos públicos y no de capital invertido en empresas industriales. A diferencia del imperialismo inglés, que es colonial, el imperialismo francés puede ser calificado de usurario. Alemania ofrece una tercera variedad: sus colonias no son grandes, y el capital exportado lo tiene invertido en proporciones más iguales entre Europa y América.>> (Ibíd)

[6] Cfr.: "La ley de la acumulación y el derrumbe del sistema capitalista"

[7] A pesar de lo que pueda parecer leyendo este párrafo, Grossmann no era un determinista económico. Cuando habla de catástrofe final supone la lucha de clases como factor decisivo y determinante. Cfr. Op.cit. Consideraciones finales.

[8] El poder adquisitivo de una moneda en el plano internacional, está determinada por el valor real del PBI generado por el país que representa y por la inversa de su nivel de precios. En este caso, según veremos más adelante, dada la sobravaluación ficticia del peso, las empresas que bajo estas condiciones producían en Argentina para la exportación, por el hecho de la paridad de uno a uno determinada institucionalmente, obtenían un plusvalor adicional por la diferencia entre la representación real de valor entre la dos monedas. 

[9] En nuestro trabajo polémico anterior, de acuerdo con  el compañero Íñigo Carrera -a quien citamos según la referencia al website:   hemos tratado de demostrar que el proceso histórico de acumulación del capital en países como Argentina, ha discurrido en base a la capitalización de la renta agraria, y que la crisis financiera en que acabó el experimento de la presidencia Menemista, fue un episodio más de ese proceso, algo que, por lo visto parece haber pasado desapercibido para al BIPR

[10] Con este razonamiento no pretendemos el absurdo de homologar al Estado capitalista con los asalariados. Simplemente significar  que el Estado capitalista, en sentido estrictamente funcional no es capital, y que el asalariado en función reproductiva de su fuerza de trabajo tampoco.

[11] En sí y por sí, el salario no es capital, por la misma razón de que el trabajo -aun cuando lo genere- no es valor: "La fuerza de trabajo humana en estado líquido (en funciones) o el trabajo humano, crea valor, pero no es valor" ("El Capital" Libro I Cap. 1). "Y ahora apréciese la osadía con la que el señor Dühring atribuye a Marx la afirmación de que el tiempo de trabajo de alguien tiene ya en sí mismo más valor que el de otra persona, lo cual supone afirmar que el tiempo de trabajo y el trabajo tienen un valor. Eso se atribuye a Marx: a Marx, que ha sido el primero en exponer que el trabajo no puede tener ningún valor, y por qué no puede tenerlo. F. Engels: "Antidühring" Sección II Cap. VI)   

[12] Lamentablemente, los revolucionario no podemos decir hoy, como Lenin en su momento: "apoyemos el fusil en el hombro de Kerensky", en primer lugar, porque no tenemos aun ese fusil, que son las masas asalariadas organizadas en actitud de combate por el poder soviético.  S en ausencia de ese fusil los revolucionarios decidimos optar por uno de los dos bandos burgueses en pugna, lo que hacemos es diluir la necesaria conciencia de clase proletaria en el sistema burgués, como un azucarillo en un vaso de agua. Y así no se construye ninguna alternativa realmente posible al capitalismo. Los reformistas, obviamente, no tienen este problema, porque ellos no tienen necesidad de revolucionar nada. La táctica de la paz que acaudilla el movimiento de masas, lamentablemente va por ahí.  

[13] De 6 millones de barriles por día en l978, la producción de crudo iraní descendió a 3,5 millones tras el derrocamiento del Sha. Hay que tener en cuenta que las reservas petrolíferas de Irán son las segundas más importantes del Golfo. En primer término están las de Arabia Saudí.

[14] "Inprecor" Nº 59 marzo/88. Comentando en ese mismo trabajo sobre la caída de precios provocada en 1986 por Arabia Saudí en el marco de la guerra de precios y las cuotas de producción, Salah Jaber dice que "todo ésto muestra hasta qué punto el excedente mundial de la oferta sobre la demanda es actualmente el factor dominante. Más categórico es Michael Tanzer cuando en 1974 concluía que "No hay una crisis real, en el sentido de una carencia física de recursos energéticos; más bien existe una escasez artificial provocada, generada por diversas fuerzas que operan dentro del marco global  de la economía capitalista internacional" "En otras palabras ‑completan esta idea todavía más Michael Tanzer y Stephen Zorn en "La Década de la OPEP ¿ha servido para algo?" Hasta la fecha, el <<quid>> del problema del petróleo no está en la naturaleza, sino en las relaciones sociales y económicas. (Monthly Review" marzo/85)

[15] Bajo el sugestivo título "El discreto <<ojalá que esto dure>> de los medios petroleros", Verónique Maurus, especialista de asuntos petroleros de "Le Monde", decía en 1984: "Algunos hablarán de cinismo, sin embargo, es preciso constatar que el principal temor de los operadores petroleros -y de numerosos países productores- cuatro años después de la guerra Irán-Irak es (...) el fin eventual de un conflicto al que todo el mundo ha aprendido a acomodarse y que, en cierta medida, arregla bastante las cosas, congelando de forma duradera una parte de las capacidades de producción".

[16] En un informe de la "Comisión Independiente sobre Asuntos del Desarme y Seguridad" presentado en 1982, se dice que "Los gastos militares reducen el crecimiento económico en las naciones en desarrollo. Los descubrimientos econométricos más recientes (para 69 países en las décadas de 1950 y 1960), demuestran que los aumentos de gastos militares tuvieron efectos significativa­mente negativos en las tasas de crecimiento. También muestran que el aumento de los gastos militares redujo tanto la inversión como la producción agrícola. En promedio, entre todos los países, un aumento de 1% de la parte militar del PNB, se asoció a una reducción de 0,23% de la parte del PNB correspondiente a las inversiones y 0,18% en la parte de la agricultura".Son de imaginar los efectos sociales y políticos derivados de una situación semejante a la de Irak, de no mediar un aumento en sus ingresos petroleros.

[17] Una de las claves para que los precios reales se acerquen a los de referencia (precio medio orientativo de toda la producción OPEP), es el control de la producción. En la última cumbre de la OPEP realizada el 26 y 27 de julio de 1990, se aprobó elevar ese precio de referencia de 18 a 2l dólares, en contra de la propuesta de Kuwait y de Arabia Saudí de dejarlo en los l8 dólares vigentes desde l986.  Irak ha denunciado reiteradamente a Kuwait y a los Emiratos Arabes Unidos por sobrepasar esas cuotas de producción para hacer bajar los precios por debajo de los acordados. En torno a este episodio previo a la invasión, puede muy bien hablarse, pues, de provocación por parte de Kuwait y de pretexto ocasional por parte de Irak, que así se encontró presionando por un doble cometido.

[18] Cfr.: K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. XIV.

[19] En su "Crítica del Programa de Gotha", Marx impugnaba el criterio del Partido Obrero Unificado de Alemania" por haberse hecho eco de "patrañas ideológicas, jurídicas y de otro género" difundidas por parte de los "economistas vulgares" burgueses de aquel momento, adoptando el concepto de "distribución equitativa" de la riqueza desde el estricto punto de vista de la esfera de la circulación, esto es respetando la sacrosanta propiedad privada burguesa que supone la previa distribución del valor y la riqueza entre asalariados y patronos:

<<La distribución de los medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la distribución de las propias condiciones de producción. Y esta distribución es una característica del modo mismo de producción. Por ejemplo, el modo capitalista de producción descansa en el hecho de que las condiciones materiales de producción le son adjudicadas a los que no trabajan bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la masa sólo es propietaria de la condición personal de producción, la fuerza de trabajo, Distribuidos de este modo los elementos de producción, la actual distribución de los medios de consumo es una consecuencia natural. Si las condiciones materiales de producción fuesen de propiedad colectiva de los propios obreros, esto determinaría, por sí solo, una distribución colectiva distinta de la actual. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo una parte de la democracia, ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente entorno a la distribución. Una vez que está dilucidada, desde hace ya mucho tiempo, la relación de las cosas, ¿por qué volver a marchar hacia atrás? (K. Marx: Op. Cit. Punto 3)     

[20] George Luckács: Op.cit. Ed. Grijalbo/75-Fundamentos1 Pg.203

[21] Inconsciente y no reconocida (sólo inteligible para la ciencia), porque el proceso de acumulación capitalista discurre según leyes objetivas, independientes de la voluntad de los seres humanos involucrados en ellas, que así se comportan como simple materia de un movimiento que no dominan ni controlan. (Cfr. "El Capital" Libro I Cap. 1 Punto 4: "El fetichismo de la mercancía")

[22] Esto es, la esencia de lo meramente fáctico, como que la "coseidad" es lo esencial de toda cosa. (GPM)

[23] Esto no significa que los grandes capitales se abstengan de participar en los juegos de especulación. En virtud de su capacidad para modificar en determinados momentos propicios las cotizaciones, son ellos quienes, en última instancia, cumplen en ese mercado de sustitución la tarea de centralizar los capitales fragmentarios. Pero una vez que la burbuja financiera revienta o se desinfla dando cuenta de sus fragmentos menores, el capital global prosigue el proceso de centralización entre sus fragmentos mayores. Respecto del manejo del sistema de pensiones esto sucede cuando frente al descenso generalizado en la cotización bursátil, las empresas que los han administrado para ampliar sus propios negocios, se ven ante la imposibilidad de hacer frente a sus compromisos con los pensionistas propietarios de esos fondos. Sobre esto último se están dando múltiples ejemplos, el último de ellos después de la "General Motors", "Ford", SBC, Boeing o Enrom, es el de la multinacional norteamericana de las telecomunicaciones "WorldCom". Según la consultora Merrill Lynch, hasta 346 fondos de firmas de este país (un 75% de los componentes del Stadard & Poor's 500) corren el riesgo de no tener suficiente dinero para afrontar sus compromisos con los partícipes a raíz de la caída de las acciones de compañías en las que han invertido. En total, a los fondos de pensiones podrían faltarles 640.000 millones de dólares. Una cifra que contrasta con los superavits de 2000 y 2001 situados en 215.000 y 500 millones respectivamente.

[24] Al día siguiente del Golpe militar de Videla, el 24 de marzo de 1976, durante su discurso de investidura como flamante ministro de economía de la Dictadura, el terrateniente y político liberal Martínez de Hoz justificó la interrupción del proceso "democrático" diciendo que el país "no podía soportar por más tiempo una situación en la que, por ejemplo, un litro de soda costara más que un litro de gasoil" 

[25] Como es sabido, con cada aumento en la velocidad de circulación del dinero, cada unidad monetaria cubre un número mayor de operaciones, con lo cual disminuye la masa necesaria del dinero en circulación.

[26] Lenin habla aquí de "Gobierno", pero es evidente que, en este contexto de la lucha de clases, el de la crisis revolucionaria, no se trata de la pequeña política de andar por casa de la burguesía, sino de la gran política. No se trata de una crisis de gobierno sino de una crisis de Estado, no es un sector político de la burguesía sino su conjunto lo que está en juego allí. Por eso hemos sustituido el término en la versión castellana del texto.

[27] Al principio de la desaceleración, en 1998, el paro alcanzaba a 14 de cada 100 empleados. En mayo de 2000 subió al 25%. Hoy ha llegado a superar el 40%

[28] "Tan pronto, pues, como al capital se le ocurre —ocurrencia arbitraria o necesaria— dejar de existir para el trabajador, deja éste de existir para sí; no tiene ningún trabajo, por tanto, ningún salario, y dado que él no tiene existencia como hombre, sino como trabajador, puede hacerse sepultar, dejarse morir de hambre, etc. El trabajador sólo existe como trabajador en la medida en que existe para sí como capital, y sólo existe como capital en cuanto existe para él un capital. La existencia del capital es su existencia, su vida; el capital determina el contenido de su vida en forma para él indiferente. En consecuencia la Economía Política no conoce al trabajador parado, al hombre de trabajo, en la medida en que se encuentra fuera de esta relación laboral. El pícaro, el  sinvergüenza, el pordiosero, el parado, el hombre de trabajo hambriento, miserable y delincuente son figuras que no existen para ella, sino solamente para otros ojos; para los ojos del medico, del juez, del sepulturero, del alguacil de pobres, (del policía) etc.; son fantasmas que quedan fuera de su reino." (K. Marx: "Manuscritos económico-filosóficos": Segundo manuscrito. Lo entre paréntesis es nuestro)

[29] "Todo el arte de un político estriba justamente en encontrar y aferrarse con nervio al preciso eslaboncito que menos pueda ser arrancado de las manos, que sea el más importante en un momento determinado y mejor garantice a quien lo sujete la posesión de toda cadena." (V.I. Lenin "¿Qué Hacer?" Cap. V)

[30] Cfr.: "Si el partido revolucionario no cuenta con la mayoría en los destacamentos de vanguardia de las clases revolucionarias y el país, no puede ni pensarse en la insurrección. Además, para ella son necesarias: 1) la marcha ascendente de la revolución a escala de todo el país; 2) la total bancarrota moral y política del viejo Estado, por ejemplo, del Gobierno de 'coalición'; 3) grandes vacilaciones en el campo de los elementos intermedios, es decir, entre los que no están por completo con el Gobierno, aunque todavía ayer le prestaran total colaboración" (V.I. Lenin: "¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?"  1/10/917

[31] Con esto hemos querido decir que los parados, en sí y por sí, pueden llegar a constituirse no más que en un problema de orden público y en masa de maniobra para un recambio burgués, nunca en un poder político efectivo de clase.

[32] El Bloque Nacional Piquetero está constituido por el Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionistas (MIJP) que conduce Raúl Castells -quien se encuentra preso- el Movimiento Teresa Rodríguez (MTR), la Coordinadora Aníbal Verón, el Movimiento Sin Trabajo (MST), el Movimiento Tierra y Liberación (MTL), el Polo Obrero (PO) y el Frente de Trabajadores Combativos (FTC), entre otras agrupaciones piqueteras.

[33] El BIPR ha protestado acusándonos de "insidiosos" por haberles atribuido afirmaciones como ésta que no reconocen como propias y que nosotros hemos extraído de su website: http://www.ibrp.org/ (en "textos españoles"). Efectivamente, estas afirmaciones se dan de patadas con lo que el mismo BIPR dice en su documento de réplica -motivo del presente trabajo-, refiriéndose correctamente a la política del  PO, donde critican su consigna de las renacionalizaciones de empresas como YPF, sin proponer al mismo tiempo destruir el aparato represivo de la burguesía. ¿Qué diferencia esencial existe entre esta forma de oportunismo del PO y el criterio del BIPR que difunde en su página posiciones parecidas que no comparten? Acerca de esto nos referiremos más adelante.

 

[34] Antes de que apareciera entre las barricadas de París, el Estado Obrero no significaba nada para nadie, ni siquiera para los comuneros que lo crearon. Sin embargo, ya existía en la cabeza y las preocupaciones de Marx. Quien sabe si no también en la de otros teóricos o militantes revolucionarios anónimos.

[35] Cierto, no por esto deja de ser capital variable, pero le pone en mejores condiciones intelectuales e históricas para dejar de serlo.

[36] En "Reforma o revolución" Rosa  Luxemburgo dice que la teoría revolucionaria, la dialéctica, es el pensamiento específico de los seres autoconcientes, con conciencia de clase y que por eso el oportunismo y sus variantes dirigen "sus más afilados dardos" contra ella. Y explica por qué. Por que es..."el arma espiritual con la cual, aun siguiendo sujeto materialmente a su yugo, el obrero derrota a la burguesía, puesto que la convence del carácter efímero y temporal de la sociedad actual, de la ineluctabilidad del triunfo proletario, hecha ya la revolución en el reino del espíritu". En esta misma dirección se había pronunciado Marx en Carta a Kugelmann del 11/07/868: "Una vez que se ha visto claro en estas interconexiones internas, cualquier creencia teórica en la necesidad permanente de las condiciones existentes, se derrumba antes de su colapso práctico. Las clases dominantes, pues tienen  así en este caso un interés absoluto en perpetuar esta confusión y esta vacuidad de ideas. De otro modo, por qué razón se les pagaría a estos sicofantes charlatanes, que no tienen más argumento científico que el de afirmar que en economía política está terminantemente prohibido pensar."

[37] "...la historia sería totalmente mística, si las <<casuali­dades>> no desmpeñarán en ella ningún papel. Naturalmente, estas  casualidades entran en el marco de la evolución general y  son compensadas, a su vez, por otras casualidades. Pero la acelera­ción y la disminución del movimiento dependen mucho de <<casuali­dades>>  de éste tipo; y entre ellas figura también esta otra casualidad: el carácter de la gente que se encuentra a la cabeza del movimiento, al comienzo..." K.Marx: Carta a Kugelmann del 17/4/87l (ibid,.Pp.209). Con todo,  en ese actuar se incluye también el momento de la meditación, donde las alternativas tácti­cas que se proyecten, deben homologarse permanentemente con los principios políticos que están en las leyes del desarrollo social desvelados por la ciencia.

[38] "...Una araña ejecuta operaciones que recuerdan a las del tejedor, y una abeja avergonzaría, por la construcción de las celdillas de su panal, a más de un maestro albañil. Pero lo que distingue ventajosamente al peor maestro albañil de la mejor abeja es que el primero ha  modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en la cera. Al consumarse el proceso de trabajo surge un resultado que antes del comienzo de aquél ya existía en la imaginación del obrero o sea idealmente. El obrero no sólo efectúa un cambio de forma de lo natural; en lo natural, al mismo tiempo, efectiviza su propio objetivo, objetivo que él sabe que determina como una ley, el modo y manera de su accionar y al que tiene que subordinar su voluntad..." (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. V)

[39] Pero falta aquí la causa material, esto es, de qué se compone o está hecho el movimiento real del que hablan Marx y Engels en "La Ideología alemana": <<Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que debe sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente>> (Op.cit). ¿Cuál es esta premisa? La sociedad civil, modo de producción, estructura, o base económica y social del sistema capitalista. ¿En qué consiste este movimiento real, en la sociedad capitalista? En los componentes sociales y políticos que interactúan al interior de la formación social capitalista, en tanto unidad dialéctica de estructura económica y superestructura ideológica, política y cultural.

[40] "El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. E1 litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico." (K. Marx: Op.cit.) Para negar la teoría como elemento sustantivo de la autoconciencia, los "hombres de acción" del movimiento, incluidos los espontaneistas revolucionarios más recalcitrantes, han interpretado esta tesis de Marx como si no hubiera otra práctica que no fuera la política, como si la práctica teórica no fuera tan terrenal y válida como la práctica política, como si la ciencia no tuviera nada que ver con la  lucha de clases, como si no formara parte de la práctica social en su conjunto. Una vez desterrada la práctica teórica de sus organizaciones, este prejuicio prácticista fue utilizado por los reformistas para hipotecar la verdad del marxismo al veredicto de la práctica política, al hecho de que todavía ellos no advierten los indicios de una sociedad superadora del mercado capitalista. En realidad, no es que el materialismo histórico tenga hipotecada su razón a los resultados prácticos de la historia. Al contrario, es la historia la que está pendiente de levantar su hipoteca con la razón científica del materialismo histórico. Y lo hará cuando el proletariado lleve a cabo su cometido histórico previsto. Incluso, el hecho de llevar esa razón por adelantado, da a la ciencia un carácter  político que trasciende su objetividad teórica, al hacer de ella un  poderoso arsenal revolucionario. Tal es el sentido de las palabras de Marx al decir que la teoría "puede abreviar y mitigar los dolores del parto". Pues bien. El partido revolucionario es esto: la encarnación orgánica del materialismo histórico, que no tiene su sede en a lucha de clases elemental  

[41] Criptografía, es la ciencia que trata del enmascaramiento de la comunicación de modo que sólo resulte inteligible para la o las persona que poseen la clave de lo que se quiere decir, o método para averiguar el significado oculto, mediante el criptoanálisis de un texto aparentemente incoherente. En un sentido más amplio, la criptografía comprende el uso de mensajes encubiertos, códigos y cifras. Cifran todo su éxito en no levantar ninguna sospecha acerca de lo que en realidad se está diciendo, aunque, una vez descubiertos, a menudo no resultan difíciles de descifrar.

[42] “El primer paso que debe darse para hacer visible y consciente la fuerza de los elementos de clase y darle organicidad —subrayábamos en nuestra respuesta a L. Bilbao—, estriba en establecer los puntos de referencia y de orientación política de las masas como expresión nítida del programa por el comunismo. La pregunta central es, en consecuencia: ¿sobre qué bases se delimita la frontera entre "nosotros" y el "enemigo"? No basta declarar el objetivo hacia el que se apunta —"la abolición del capitalismo"—, sino elucidar en términos programáticos, organizativos y de acción qué significa esa fórmula. Cada corriente "marxista" tiene o bien una respuesta distinta a esta cuestión crucial o, aún coincidiendo en la definición, difiere en lo que respecta a la estrategia para alcanzarla. La pregunta no se puede, pues, responder sin antes haber fijado las directrices estratégicas de la acción de la clase. Tal cosa nos conduce de nuevo al centro de la discusión comunista actual: la exigencia imperativa de determinar las causas de la dispersión de las fuerzas proletarias y las principales dificultades para conquistar la organización política de clase, es decir, lo que un camarada ha llamado claramente "las causas que han obstaculizado la continuación del programa del comunismo al interior de la clase obrera y, por tanto, la ruptura con el dominio absoluto del Capital". En este sentido, nuestro mensaje no está destinado a los iniciados en una obscura doctrina que posee las claves para descifrar un lenguaje críptico: nos dirigimos a todo el proletariado porque no nos consideramos una secta iluminada y providente que pretenda encerrar en sí la suerte futura del proletariado y de la sociedad; vemos a todo proletario como un virtual militante revolucionario y como parte del sujeto colectivo capaz de acceder, gracias a una acción que continuamente subvierte los mecanismos y dispositivos del poder burgués, a los niveles más altos de la conciencia revolucionaria”.

[43] En la Introducción de 1857 a su "Crítica de la Economía política, ambos textos precursores de "El Capital", Marx se refiere a la "dificultad" que supone la notable incidencia que las superestructuras ideológicas y políticas ejercen precisamente respecto a este pasaje del presente documento, en cuanto a la notable y arraigada persistencia con que siguen vigentes en la conciencia colectiva de una sociedad dada, aun habiendo desaparecido las bases materiales que le dieron sentido en una determinada etapa de la acumulación del capital que no volverá: "Pero la dificultad no consiste en comprender que el arte griego y la epopeya estén ligados a ciertas formas de desarrollo social. La dificultad consiste en comprender que puedan aún proporcionarnos goces artísticos, y sean considerados en ciertos aspectos como una norma y un modelo inaccesible". (K. Marx: Op.cit. Punto 4)     

[44] Por si acaso algún militante práctico del movimiento haya obrado consigo mismo el milagro de seguir con la lectura del presente documento hasta este párrafo, y aquí sienta ver colmada su paciencia a la vista de la disputa por lo que quiere decir una palabra más o menos, decirle que el curso de cualquier acción colectiva en la vida social, depende de lo que se entienda que significa una palabra más o menos puesta en un acuerdo de voluntades: "Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario. Nunca se insistirá lo bastante sobre esta idea en un tiempo en que a la prédica en boga del oportunismo, va unido un apasionamiento por las formas más estrechas de la actividad práctica. (...) En estas condiciones, un error 'sin importancia' a primera vista, puede causar los más desastrosos efectos, y sólo gente miope puede encontrar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual 'matiz' puede depender el porvenir de la socialdemocracia por años y años" (V.I. Lenin :"¿Qué hacer?" Cap. I d). A este modo de pensar el BIPR le llama "leninismo talmúdico". ¿Qué importancia pueden tener las palabras en la lucha del proletariado, si la lógica política supuestamente revolucionaria de su accionar está contenido en su instinto de clase?

[45] Según A. Gramsci, quien parece haber acuñado el término, intelectuales orgánicos de una determinada clase son aquellos cuyo pensamiento corresponde a los intereses económico-sociales propios de  esa clase. Así, un arquetipo de intelectual orgánico de la burguesía, es Bush, en razón de que esa es su condición económica y social de clase.

[46] "La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que, por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la división de la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad (así, por ej., en Roberto Owen)" (K. Marx: "Tesis sobre Feüerbach")

[47] (En el texto del BIPR, esta cita tiene el número 53) A la clarificación de este problema viene muy a propósito la declaración del Manifiesto Comunista: "Los comunistas no son un partido particular frente a los otros partidos obreros...no tienen intereses distintos de los intereses de todo el proletariado...no plantean principios especiales sobre los cuales desearían modelar el movimiento proletario. Se distinguen de los otros partidos proletarios sólo por el hecho de que, de una parte, ellos ponen de relieve y hacen valer los intereses comunes, independientemente de la nacionalidad, del entero proletariado, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios; y, de la otra, por el hecho de que sostienen constantemente el interés del movimiento en y la burguesía. Por tanto, en la práctica, los comunistas son la parte más progresiva, más resuelta, de los partidos obreros de todos los países, y en cuanto a la teoría ellos tienen la ventaja sobre la  restante masa del proletariado de comprender las condiciones, la marcha y los resultados generales del movimiento proletario. La mira inmediata de los comunistas es la misma de los otros partidos proletarios: la constitución del proletariado en clase, el abatimiento de la burguesía, la conquista del poder político por parte del proletariado".

[48] En el Manifiesto, según la correlación de fuerzas sociales fundamentales de la sociedad en aquél momento, salvo en Inglaterra para el que propusieron el programa que figura en el capítulo II, la revolución prevista para los demás países era de carácter burgués, donde el proletariado debía cumplir un papel auxiliar hasta tanto el proceso de acumulación cambiara la correlación fundamental de fuerzas sociales a favor del proletariado, y el carácter de la revolución pasara a ser directamente socialista, que estas son hoy día las condiciones económicas y sociales de la lucha de clases en todo el mundo.     

[49] Pero sí se ha sumado al revisionismo neomarxista queriendo haber visto "profundas mutaciones" en la base material o económica del capitalismo.

[50] Antes ya de ponerse a redactar -en 1845- "La ideología alemana" en mutua colaboración con Engels, Marx ya había concebido los lineamientos del Materialismo histórico, como -según cuenta Lafargue- así se lo hizo saber a Engels en París un día de 1844 en el café de  "La Régence", donde hoy funciona la oficina de Turismo de Marruecos. Cfr.:H.M.Enzensberger: "Conversaciones con Marx y Engels" Tomo I Ed. Anagrama/74 Pg. 40.

 

[51] "Las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que derriban a su adversario pero es sólo para que este saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden aterradas ante la ilimitada inmensidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: demuestra lo que eres capaz de hacer" (K.Marx: Op.cit. Cap. I)

[52] La más importante de esas limitaciones, consiste en que la tasa de explotación de la fuerza de trabajo para compensar el descenso histórico del trabajo explotado en base al plusvalor relativo, no puede ir más allá de la jornada de labor media, cuyo límite teórico máximo no excede las 24 horas del día. 

[53] Esto que dice Hegel aquí es cierto para la relación entre dos mercancías, como la fuerza de trabajo en tanto capital variable y el capital constante, esto es, entre el asalariado espontáneo y el capital. Aquí estamos en la identidad hegeliana de los contrarios, donde la relación genera una fuerza que la confirma. Pero el caso es que las fuerzas productivas y las relaciones de producción capitalistas no son opuestos de idéntica naturaleza, no son esencialmente iguales sino distintos al interior de una unidad. Por tanto, en este último caso, al no estar en relación con un tercero del que ellos son idénticos, la fuerza que generan no es centrípeta sino centrífuga que tiende históricamente a trascender la relación misma. El debate consiste en dilucidar si la fuerza que genera la unidad de esos contrarios de naturaleza social distinta y antagónica, puede en sí y por sí misma, espontáneamente, romper la relación y trascenderla, o si, por el contrario, se queda en una mera tendencia, esto es,  que de no mediar otra condición (la teoría revolucionaria encarnada en la vanguardia política del proletariado) no hace más que confirmarla.

[54] En la Respuesta a Luis Bilbao escribíamos: << Al anteponer los intereses y la sobrevivencia política de la organización y, particularmente, de su equipo dirigente, a la clase, el partido político, pese a seguir llamándose "obrero" o "comunista", procuró mantenerse siempre sobre el terreno del juego político institucional que le proporcionaba la posibilidad de cogestionar, como un rodaje más de los mecanismos político-ideológicos de reproducción burguesa en sus funciones de control social y de fabricación del consenso, una sociedad dominada absolutamente por el capital; en este proceso, los partidos Socialdemócratas primero y, poco después, los partidos comunistas ligados a la Tercera Internacional, terminaron adecuándose al capitalismo y renunciando a sus originales intenciones revolucionarias. De manera gradual, el programa histórico, los principios y metas del proletariado, fueron abandonados por el tradeunionismo, el corporativismo, el economicismo y la adaptación democraticista. La misión y la naturaleza del partido se transmutaron en su contrario: sus esfuerzos, intereses, preocupaciones y medios ya no fueron orientados a la revolucionarización del proletariado, sino a ganar un espacio en la sociedad burguesa y a sacar provecho de su fuerza e influencia social y política para obtener una posición respetable en el Estado, gestando un movimiento social que alentaba la utopía reaccionaria acerca de la posibilidad de resolver los problemas y contradicciones intrínsecos a las relaciones de clase dentro de la sociedad de clases. Por su parte, la organización existía sólo en función del aparato, el cual, a su vez, era controlado por una casta de funcionarios profesionales, entre cuyos miembros surge de modo natural el interés de acomodarse y conservar el capitalismo. >>

[55] La decisión de aburguesar al partido bolchevique, comenzó a ejecutarse con la llamada "promoción Lenin" consistente en permitir el acceso al partido sin condiciones, dejando sin sentido la disciplina consensuada de la formación teórica, como paso previo al vaciamiento de los contenidos que hacen a la polémica interna, al enriquecimiento de la misma teoría, y a las decisiones realmente democráticas de la vida política partidaria.

 

[56] Uno de esos pasajes alude a la experiencia de intercambio informal a raíz de la falta de dinero, ante la cual los compañeros chilenos sacaron la conclusión de que el movimiento piquetero ha tomado conciencia de la necesidad superadora del mercado capitalista. En sus "Directrices  metodológicas..." que dan sentido al presente documento, el BIRP se muestra sorprendido y nos pregunta que dónde han sacado ellos semejante conclusión (Ver nota al pie Nº 1). Está implícita en el siguiente párrafo de "El movimiento de los piquetes": "No obstante el carácter todavía tosco y rudo de su conciencia, el movimiento de los piquetes tiende instintivamente hacia el comunismo. Cuando juzga que la aptitud de cada trabajador para intercambiar socialmente no debe obedecer al mercado ni a los ciclos económicos del capital, sino a las necesidades humanas....."

 

     

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