Progreso técnico e intensificación del trabajo

Esta realidad resultante de la contradicción implícita en el aumento histórico en la composición orgánica del capital, ha venido determinando otro fenómeno de la explotación del trabajo por el capital, cual es, el de la intensificación del trabajo, entendida por un mayor gasto de energía laboral para la producción de valor y plusvalor en un mismo lapso de tiempo:

<<…En general, el método de producción del plusvalor relativo consiste en poner al obrero, mediante el aumento de la fuerza productiva del trabajo, en condiciones de producir más, con el mismo gasto de trabajo y en el mismo tiempo. El mismo tiempo de trabajo, agrega al producto global el mismo valor que siempre, a pesar de que este valor de cambio inalterado se representa ahora en más valores de uso, y por tanto, se abate (hace disminuir) el valor de cada mercancía singular (producto de un menor tiempo de trabajo necesario). Otra cosa acontece, sin embargo, no bien la reducción coercitiva de la jornada laboral —con el impulso enorme que imprime al desarrollo de la fuerza productiva y a la economización de las condiciones de producción (máquinas y materias primas)—, impone a la vez un mayor gasto de trabajo en el mismo tiempo, una tensión acrecentada de la fuerza de trabajo, un taponamiento más denso de los poros (de tiempo muerto o improductivo) que se producen en el tiempo de trabajo (menos intenso), esto es, impone al obrero una condensación del trabajo en un grado que es sólo alcanzable dentro de la jornada de labor reducida.>> (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. XIII Punto 3. c)

Pero, a diferencia de lo que ocurre con el aumento del plusvalor relativo que el capital obtiene incrementando la productividad del trabajo —con el mismo gasto de energía laboral por mediación de la ciencia aplicada a los medios de trabajo—, la intensificación del trabajo, esto es, la condensación de más gasto de energía productiva por unidad de tiempo que se obtiene aumentando el ritmo de las sucesivas operaciones previstas por el diseño de la maquinaria atendida por cada operario, desemboca en un aumento del plusvalor relativo manteniendo igual el valor del producto.
En “Teórías de la Plusvalía”, Marx trató el asunto de la intensificación del trabajo como consecuencia de la aplicación de la maquinaria en manos del capital, sobre la base de una composición orgánica del capital constante, cuando a cada obrero se le pone a mover más medios de producción al mismo tiempo. Esto sólo es posible si la productividad del trabajo sigue siendo la misma pero se aumenta el ritmo de funcionamiento del capital fijo poniendo a cada operario en trance de tener que ejecutar más operaciones en un mismo espacio de tiempo por un mismo salario. Por ejemplo, que en cinco horas despliegue más energía y su trabajo rinda más producto que en ocho. En este caso, si tal como hemos supuesto la productividad se mantiene constante, el producto global sigue conteniendo el mismo valor que antes; pero aumenta el número de unidades del producto mientras que la retribución salarial sigue siendo la misma; por tanto, su valor en realidad aumenta, y este aumento de valor o plusvalor es embolsado por el capitalista. Así:

<<…El capitalista saldrá aquí ganando 3 horas, exactamente lo mismo que si aumentara la productividad del trabajo, cuando, en realidad, este no ha aumentado su productividad.>> (K. Marx: Op. Cit.)

Ahora bien, si se trata de uno o varios casos aislados en el marco de un mismo país o espacio económico de formación de valor, el mayor grado de intensidad del trabajo aplicado en estas esferas de la producción y su plusvalor resultante, se contará como “trabajo simple potenciado” o “trabajo compuesto”. Pero, en realidad, bajo semejantes condiciones estas expresiones no son más que eufemismos para ocultar que se trata de una modificación de la ley del valor que permite vender mercancías por encima de su valor, esto es, que se anula la ley del intercambio entre valores equivalentes, del mismo modo que una nave espacial puede anular la ley de la gravedad en tanto que opera en otro sistema de referencia o bajo distintas condiciones (de ingravidez), lo cual no hace más que confirmar la ley general bajo las condiciones no modificadas. Tan es así que, no bien la excepcionalidad de esos casos de mayor intensidad relativa del trabajo se generaliza en un determinado mercado nacional, el precio de cada mercancía debe descender con arreglo a las cantidades ofrecidas en el mercado, tal como cuando la nave espacial regresa a la Tierra. Así lo dice Marx y es cierto no precisamente porque se haga falacia de autoridad:

<<Si esta intensificación del trabajo fuese general, descendería necesariamente el valor de la mercancía con arreglo a la reducción del tiempo de trabajo. El grado de intensidad se convertiría en su grado medio, en su cualidad natural. Pero cuando esto ocurre en determinadas esferas, se trata de trabajo compuesto, de trabajo simple potenciado. Menos de una hora de trabajo más intensivo rendirá entonces tanto como el más extensivo y aportará el mismo valor. […]
Dentro de estos límites, podemos afirmar lo siguiente:
Si el capitalista no paga nada por la extensión o intensificación del trabajo, aumentará su
surplus value [plusvalor] (y también la ganancia, suponiendo que no se dé cambio alguno en el value del capital constante, puesto que el modo de producción sigue siendo el mismo) —su ganancia— ha aumentado más rápidamente que su capital. No pagará no necessary labour [ningún trabajo necesario].>> (Op. Cit. Lo entre corchetes es nuestro.) [11]

Pero mientras en el mercado internacional se mantenga el desarrollo desigual entre el centro capitalista y la periferia, como consecuencia directa del progreso desigual en la composición orgánica del capital a escala internacional, los diversos grados de intensificación del trabajo no dejarán de ser la causa de una distribución internacional de plusvalor por efecto de un intercambio internacional también desigual. Marx vuelve sobre este mismo pensamiento en el capítulo XX B del mismo Libro I, donde al principio se refiere a la diferenciación salarial entre distintos países como consecuencia de su desarrollo nacional desigual que no puede nivelarse mediante la tasa de ganancia media porque se trata de la formación del valor en dos espacios distintos o aislados, como en dos sistemas de referencia del valor diversos. Y en tanto esta realidad persista, la jornada laboral más intensa en los países de mayor desarrollo relativo, seguirá contando como creadora de mayor valor relativo, concluyendo que:

<<…La jornada laboral más intensa de una nación se representa en una expresión dineraria más alta que la jornada menos intensa de otra.>> (K. Marx. Op. Cit.)

Allí nos describe y explica, también los diversos factores que intervienen en la determinación de la magnitud de valor de la fuerza de trabajo en distintos países, como son:

<<(el) precio y volumen de las necesidades vitales elementales —naturales e históricamente desarrolladas—, costos que insume la educación del obrero, papel desempeñado por el trabajo femenino y el infantil, productividad del trabajo, magnitud del mismo en extensión e intensidad. Incluso la comparación más superficial exige, por de pronto, reducir a jornadas laborales iguales el jornal medio que rige en las mismas industrias de diversos países.…>> (K. Marx: Op. Cit. Lo entre paréntesis nuestro)

Y seguidamente agrega, como requisito importante para la burguesía, el hecho de aplicar el método de pago a destajo o por pieza, dado que esta forma de remuneración estimula en el obrero una mayor explotación de su trabajo, y a la patronal le facilita un más exacto discernimiento entre salario y plusvalor en términos de productividad e intensidad del trabajo:

<<…Tras esta equiparación de los jornales, se debe traducir nuevamente el salario por tiempo en pago a destajo, ya que sólo este último constituye un indicador tanto de la productividad como de la intensidad del trabajo>> (Op. Cit.)

Como vemos, Marx aquí menciona los costes de formación (educación) que constituyen el llamado “trabajo complejo” por contraposición al trabajo simple. Pero seguidamente, entre todos esos factores no parece ser precisamente ése el que releva entre los que, a su juicio, intervienen decisivamente en la determinación de esas diferenciaciones salariales entre distintos espacios nacionales. Pero lo que sí observa Marx con toda nitidez como característica de las relaciones internacionales de intercambio, es que “en la mayor parte de los casos”, a cambio de un precio relativamente inferior de la fuerza de trabajo que los capitalistas de los países más desarrollados pagan a sus obreros, cobran un precio relativamente más elevado del trabajo vivo incorporado a los productos que exportan a los países menos desarrollados: Así lo dice Marx:

<<En la mayor parte de los casos, encontraremos que el jornal (costo de la fuerza de trabajo) inferior de una nación (más desarrollada), expresa un precio más elevado del trabajo, y el jornal más elevado de otra nación (menos desarrollada), un precio inferior del mismo (trabajo)>> (Op. Cit. El subrayado es nuestro)

Naturalmente que el precio de la fuerza de trabajo o jornal debe ser siempre menor que el coste de poner en movimiento esa fuerza de trabajo, ya que el trabajo incluye no solo el tiempo necesario, sino el tiempo excedente que constituye el plusvalor. Y en el caso de una nación desarrollada, la patronal capitalista no solo obtiene buena parte del plusvalor sin pagar o pagando relativamente menos a cambio de la mayor productividad de ese trabajo más intenso, sino que al poder procesar este mayor trabajo con el mismo capital fijo, lo amortiza en menos tiempo convirtiendo así este doble ahorro en más plusvalor. Este mayor plusvalor relativo por vía de un menor coste de poner en movimiento la misma cantidad de trabajo, se acrecienta todavía más allí donde predomina el salario a destajo —régimen cuya intensidad del trabajo permite alcanzar la mayor productividad por unidad de tiempo aumentando el trabajo excedente, mientras el coste del trabajo por jornada se reduce todavía más, aunque el tiempo en que opere se mantenga constante, debido precisamente al mayor ritmo que se autoimponen los trabajadores sometidos a este régimen.
Es en este contexto que se hace preciso entender inequívocamente lo que significa la expresión de Marx “precio más elevado” del trabajo de los países más desarrollados, y que, a nuestro juicio, no es ni más ni menos que un sobre precio por encima del coste real del trabajo, relativamente bastante menor en los países desarrollados, en razón de la mayor productividad e intensidad del trabajo a que son sometidos sus asalariados, es decir, del mayor plustrabajo que tiene su contrapartida en el menor coste de poner en movimiento el trabajo.
Para ilustrarlo, en este punto Marx cita a James Anderson quien, en polémica con Adam Smith a propósito de este asunto, arroja más claridad diciendo lo siguiente:

<<“No es, en efecto, el salario que se le da por día al trabajador lo que constituye el precio real del trabajo aunque sea su precio aparente. (Para Anderson, lo que el patrón compra al trabajador no es su fuerza de trabajo sino su trabajo, porque eso es lo que adquiere y usufructúa). El precio real es lo que al patrón le cuesta efectivamente cierta cantidad de trabajo ejecutado, y, desde este punto de vista, en casi todos los casos el trabajo es más barato en los países ricos que en los pobres (dado que por cada unidad de tiempo extraen más tiempo excedente o plusvalor respecto y a expensas del trabajo necesario o salario), aunque el precio del trigo y de otros medios de subsistencia usualmente sea mucho más bajo en los últimos (los pobres) que en los primeros…Calculado por días, el trabajo es mucho más barato en Escocia que en Inglaterra…(sin embargo) La tarifa de destajo por lo general es más baja en Inglaterra” (cuesta menos)>> (James Anderson citado por Marx de “N. 2079 en “Teorías sobre la Plusvalía” Cap. XIII 4. Lo entre paréntesis es nuestro)

Por eso Marx aconseja —según lo citado más arriba— que para calcular el valor real creado por el trabajo en todos los casos, hay que reducir el pago de los salarios por días, a jornal por destajo, porque ahí se ve con claridad el valor que la patronal de los países desarrollados perciben por los conceptos de productividad e intensidad del trabajo, en detrimento de sus colegas en los países de menor desarrollo relativo. Cobran por un gasto en trabajo que no pagan, aunque los salarios que perciben sus trabajadores tenga un poder adquisitivo mayor que el de los países menos desarrollados.
De estas observaciones de Anderson, Marx concluye lo siguiente:

<<La jornada nacional de trabajo más intensa y más productiva, pues, en términos generales se representa en el mercado mundial en una expresión dineraria más alta que la jornada nacional de trabajo menos intensa o productiva (en los países menos desarrollados). Lo que vale para la jornada laboral se aplica también a cada una de las partes alícuotas (salario y plusvalor). Por consiguiente, el precio dinerario absoluto del trabajo puede estar más alto en una nación (menos desarrollada) que en otra (más desarrollada), aunque el salario relativo, esto es, el salario comparado con el plusvalor producido por el obrero, o su producto total de valor, o el precio de los víveres sea menor (en el país más desarrollado).>> (K. Marx: Ibíd. Lo entre paréntesis nuestro)

Esto remite al análisis crítico que hace Marx en el capítulo de “Teorías de la Plusvalía” acerca de la teoría de la renta de Smith en cuanto a los efectos del maquinismo sobre el producto del trabajo social, donde viene a decir que, con el progreso técnico incorporado al capital fijo, se necesita una cantidad “mucho menor” de trabajo vivo “para producir cada unidad elaborada” aun cuando el precio de la fuerza de trabajo “tenga que elevarse muy considerablemente”. De esto concluye Smith que “la gran reducción de la cantidad” de trabajo asalariado que la producción de cada mercancía requiere, “hace que, generalmente, se compense con creces la mayor alza que pueda darse en los precios” —por el efecto de los mayores salarios— que así deberían descender (los precios de cada mercancía). Esta realidad verificable para cada unidad de producto, multiplicada por el número de productos que hacen al PBI de un país desarrollado, no puede sino revertir en un descenso de su tasa general media de ganancia. Tal es el corolario que Marx pudo sacar de este razonamiento basado en la lógica del aumento en la composición orgánica de los capitales, diciendo:

<<Por tanto, el valor de las mercancías baja al bajar la cantidad de trabajo necesaria para producirlas, y baja a pesar de aumentar el prix réel du travail (precio real del trabajo, porque, en ese caso deberá descender el plusvalor y, con él, la ganancia). Si aquí se entiende por prix réel du travail el valor [del trabajo] (es decir, su producto de valor constituido por la suma de salario + plusvalor), la ganancia tendrá necesariamente que descender con el descenso de su valor (el de las mercancías, incluida la fuerza de trabajo). Si, por el contrario, se entiende por ello la suma de medios de sustento entregada al trabajador, la tesis de Smith será exacta incluso cuando la ganancia baja. (dando a entender que los efectos de la mayor productividad del trabajo en condiciones de competencia pura imponen su ley)
Cómo A. Smith —cuando en realidad razona— llega a una definición exacta del
valeur, lo demuestra también en la investigación que hace al final del capítulo sobre por qué los draps de laine (paños de lana) eran más caros en el siglo XVI, etc.
Costaba una cantidad mucho mayor de trabajo llevar la mercancía al mercado; y, una vez allí, podía, por tanto, necesariamente, comprar u obtener a cambio el precio de una cantidad mucho mayor de trabajo, o disponer de él”
El error, aquí —
comenta Marx— se halla implícito solamente en la palabra “prix(que hubiera debido reemplazar por la palabra valor)>> (Op cit. Apartado 2. Lo entre paréntesis nuestro. Corchetes del traductor)

Y cuando Marx atribuye aquí a Smith ser exacto en cuanto a la teoría del valor trabajo, lo dice en el sentido de que el valor de las mercancías está determinado por el gasto de energía humana en trabajo, y que la mayor productividad del trabajo debe invariablemente traducirse en un descenso del valor de las mercancías, porque reduce el tiempo de trabajo para producirlas, a pesar del aumento en los salarios. Y dado que, la productividad del trabajo en el capitalismo está determinada por el aumento en la composición orgánica del capital, está claro cual es la causa del descenso tendencial de la tasa de ganancia en los países desarrollados. Y el resultado de esta lógica en términos de magnitud de valor, se sobrepone a la causa contrarrestante de una mayor intensidad del trabajo determinada por el progreso tecnológico incorporado al capital fijo.
Aunque aquí no lo expongamos para abreviar la exposición, nosotros, como el compañero Rolando, también estudiamos el asunto partiendo de dos capitales A y B de igual magnitud de valor, aunque operando con diferentes composiciones técnicas y orgánicas. A partir de aquí, llegamos a la misma conclusión en cuanto a que: dado el mayor coeficiente económico y técnico relativo y la consecuente mayor capacidad de acumulación del capital nacional en el país más desarrollado A), al cabo de los años estemos hablando de dos capitales nacionales de muy desigual magnitud de valor acumulado, uno de ellos: A de mayor peso económico específico relativo, esto es, de un bando de mayor poder económico y hasta político y diplomático —que también incide en las relaciones internacionales de intercambio.

[11]“Si la intensidad del trabajo aumentara en todos los ramos industriales al mismo tiempo, y de manera uniforme (en un determinado país) el nuevo grado de intensidad, más elevado, se convertiría en el grado normal social establecido por la costumbre, y dejaría por tanto de contar como magnitud de extensión.” (Op. Cit.)

 

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