Orientación de la izquierda en el levantamiento
y el interregno de Rodríguez Saa

Es claro que durante las movilizaciones se demostró la imposibilidad para la izquierda de "torcer" el curso de los acontecimientos hacia alguna forma de intervención política independiente de la clase obrera. Los llamados a la huelga general a la clase obrera cayeron en el vacío; lo mismo sucedió con las convocatorias a elegir delegados de base con mandato en las empresas. La consigna de "Fuera de la Rúa - Cavallo" se había agitado durante mucho tiempo como consigna "solución" a buena parte de los males del país -como antes se ha hecho con Alfonsín, o con Menem, o con sus ministros de Economía más notorios- de manera que también era muy difícil poner el acento en la cuestión de la alternativa; para la inmensa masa de la población, cualquiera era mejor que De la Rúa y Cavallo.

La ausencia de condiciones reales sobre las que asentar una política revolucionaria explica que las consignas sovietistas y de preparación para la toma del poder hayan girado en el vacío; sencillamente no conectaban con lo que estaba sucediendo en las bases. Carentes de efectividad, las consignas "ultra revolucionarias" se combinaron entonces con políticas reformistas legalistas. En particular, se generalizó desde la izquierda y parte del progresismo el pedido de elecciones a una Asamblea Constituyente. Demanda que es incluso contradictoria con la caracterización de situación revolucionaria; es que si la situación es revolucionaria, hay que poner el acento en la toma del poder por la clase obrera, única que podría después de todo convocar a una verdadera Asamblea Constituyente Libre (de los condicionamientos del capital) y Soberana. Si se está en un proceso revolucionario, en caso de que la burguesía llame a elecciones hay que preparar el boicot revolucionario de la concurrencia a las urnas. Si se está acariciando la idea de construir soviets para tomar el poder, hay que pensar en cuestiones muy "prácticas" para el enfrentamiento que se viene. Pero lejos de estas orientaciones que se desprenderían de las caracterizaciones de la mayoría de la izquierda, apenas la primera Asamblea Legislativa convocó a elecciones nacionales para presidente, los que supuestamente estaban preparando soviets y tomas del poder, salieron corriendo a organizar sus fórmulas electorales.

En todo esto existe una lógica sobre la que es necesario detenerse un momento. Por un lado, se tiene una caracterización equivocada de la situación, como vimos; por otra parte, se considera que la izquierda debe presentar siempre alguna alternativa de gobierno viable y "concreta" (so pena de caer en "propagandismo abstracto"), aunque las condiciones reales para la imposición de un gobierno de los trabajadores y revolucionario no estén presentes. De ahí que desesperadamente se busque alguna fórmula con que llenar el vacío, y esa fórmula de gobierno no puede ser otra (dadas las condiciones objetivas) que alguna alternativa burguesa y legalista. Obsérvese que la convocatoria a una Asamblea Constituyente, que pidieron Izquierda Unida, el Partido Obrero y otros, en condiciones de dominio ideológico y político burgués, hubiera sido una vía de legitimar "democráticamente" las reformas del Estado en que está empeñada la burguesía. No es extraño que la representación del capitalismo "prolijo", el ARI, haya planteado también el llamado a una Asamblea Constituyente. ¿Qué tiene que ver entonces esa Asamblea Constituyente, convocada por la burguesía, con la supuesta situación revolucionaria y el llamado a formar soviets?

Señalemos también que posiblemente el colmo de los desatinos lo han cometido los compañeros del MST (luego secundados por el resto de IU), a quienes no se les ocurrió mejor idea que proponer que la Asamblea Legislativa nominara presidente a Luis Zamora. Además de la objeción formal de que ni siquiera habían consensuado la propuesta con Zamora (como lo señaló éste en su intervención en la Asamblea), es verdaderamente ridículo pretender que el enemigo (la burguesía) elija a la izquierda para sacar al país de una crisis. Propuesta tan absurda sólo puede explicarse por una extrema confianza en las instituciones burguesas. Confianza que apenas disimulan las histriónicas posiciones con que acostumbran adornar sus discursos -carentes de peso y volúmen socialista- los representantes del MST.

Por otra parte, el llamado a formar soviets en esta situación política no es una mera "ultrada" inocua. Por el contrario, esta orientación puede llevar al activismo a la frustración y aún a abortar procesos de organización de la vanguardia. Hay que entender que los organismos de doble poder, en el real sentido del término, deben conformarse desde las bases, con delegados de las empresas elegidos en asambleas y mandatados, y con participación de otros sectores oprimidos de la población. Proponer hoy esta orientación en los lugares de trabajo es sencillamente disparatado, es una línea que no tiene la menor posibilidad de aplicarse; orientar a cualquier agrupamiento de activistas agitar a favor de la formación de soviets, en lugar de volcarse al trabajo de concientización y organización paciente y cuidadosa en las bases, es dar una orientación destinada a la derrota. En cualquier caso, los intentos que se están dando en estos momentos en algunos barrios de Buenos Aires de formación de "asambleas populares" se reducen a la reunión de algunos militantes de la izquierda y sectores de las clases medias indignados, lo que está muy alejado de los organismos de doble poder de la clase obrera. En el Gran Buenos Aires, la realización de algunos "Cabildos Abiertos", citados por CCC, terminaron siendo actos de "aparato" para que se lucieran líderes de esta corriente, junto a políticos pro-burgueses como Farinello (quien, significativamente, dio un aval a Rodríguez Saa, primero, y a Duhalde después).

Frente a estos problemas, se plantea entonces la pregunta de cómo la izquierda podría haber capitalizado este levantamiento. Nuestra respuesta es: no había manera de capitalizarlo, dada la dinámica y la política que traía la izquierda, y la situación de conciencia y organización de las masas, y en particular de la clase obrera. En última instancia, durante los levantamientos la gente puso en practica lo que se le venía diciendo desde todos los ángulos: que la raíz de sus males era el gobierno de De la Rua, más la corrupción, y que por lo tanto lo prioritario era acabar con él, y con los políticos corruptos. Estas consignas fueron unificadoras del proceso. La izquierda había ayudado activamente a difundir estas ideas. Cuando se produjo el cacerolazo y la salida a la calle, se estaba llevando a cabo el "Argentinazo" para sacar a De la Rua-Cavallo que se preconizara durante tanto tiempo. Como esta demanda coincidía puntualmente con la de las más amplias masas, incluyendo a la mediana y pequeña burguesía, y en condiciones de predominio ideológico burgués, no había posibilidad ni manera de capitalizarla políticamente hacia una salida socialista o soviética. Es falso que la izquierda pueda transformarse en dirección de las masas agitando consignas de recambio gubernamental para, una vez desatado el levantamiento popular, ponerse a la cabeza y hegemonizarlo hacia un programa distinto de las alternativas burguesas en danza. Esto es un sueño, una ilusión espontaneista. Cuando se está en la calle, lo que se hace es tirar piedras y enfrentarse con la policía, y en esto "todos somos iguales". No hay posibilidad en ese momento de levantar un programa distinto, ni de que alguien lo elabore. Las masas entran a la lucha con sus ideas, con sus demandas más o menos definidas. El combate abre posibilidades de avance y de experiencia, siempre que la crítica se haya ejercido antes, y que los balances y las nuevas críticas se planteen con claridad después. En el combate callejero es imposible desviar el automóvil de la movilización hacia una insurrección proletaria, o cosa por el estilo, cuando las condiciones políticas no están maduras para ello. En la pelea por el cambio de un gobierno burgués odiado por las masas, el objetivo unifica, pero como es limitado, da lugar a que el recambio tenga éxito. Esta verdad hay que grabarla en la conciencia de la vanguardia y de la clase obrera.

Durante las jornadas de agitación y movilización se dieron entonces las condiciones para adelantar las denuncias socialistas del sistema, para propagandizar la necesidad de conformar una alternativa de masas con un programa obrero e independiente, para alertar contra el contubernio burgués que trabajaba por el recambio, y para avanzar en la organización del activismo y de las bases obreras en lugares de trabajo o barrios en que hubiera espacio para hacerlo. Lo más importante era mantener la independencia de clase, no depositar la menor ilusión en las alternativas de la burguesía.

Pero en este sentido uno de los errores más graves fue el apoyo que dieron grupos o dirigentes de izquierda al efímero gobierno de Rodríguez Saa, plegándose al alineamiento de la burocracia sindical. En especial nos referimos a la dirección de CCC, que saludó como positivo que el Gobierno los hubiera recibido, y presentó a Rodríguez Saa como progresista, al sostener que estaba siendo "acosado" por fuerzas reaccionarias . El llamado a no confiar en el nuevo gobierno, a luchar por la independencia de clase, por la organización del activismo, por continuar la resistencia, eran vitales, máxime teniendo en cuenta el apoyo incondicional que dieron a Rodríguez Saa los dirigentes de las dos fracciones de la CGT, Daer y Moyano. Nuevamente, también merece un párrafo en particular la actitud de la CTA. Lejos de alertar a los trabajadores sobre el significado de la suba al gobierno del peronismo, mantuvo una actitud expectante ante las nuevas medidas (en informes internos en la CTA se instruía a los delegados y activistas en la idea de que se había pasado a una etapa en la que se verían satisfechas las reinvindicaciones defensivas, y por lo tanto podía pasarse "a la ofensiva"). Un actitud que se prolonga y consolida en la postura frente al gobierno de Duhalde (ver infra).

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