Carácter de clase del "argentinazo"

Mientras escribimos este documento, acabamos de recibir información directa de Argentina, donde se nos dice que, los asalariados en activo, como "instinto de clase relativamente autónomo" -lo que Mandel llamó "conciencia de clase elemental"- con sus propias organizaciones de "fábrica", no participaron en esta revuelta. Nosotros llamamos "instinto de clase relativamente autónomo" a la acción reivindicativa organizada del proletariado, que pasa por encima de sus propias direcciones burocráticas pero no se cuestiona el sistema, tal como ocurrió en mayo de 1969 con los sindicatos de fábrica durante el "Cordobazo" y en las jornadas de junio y julio de 1975 con la coordinadora de comisiones de fábrica en el Gran Buenos Aires, cuyo antecedente más inmediato fueron los llamados "cordones industriales" en Chile (1973). Esta es la premisa o condición de existencia de una situación revolucionaria que estuvo por completo ausente en las revueltas contra la confiscación de los depósitos en Argentina. Aunque no tenemos constancia, cabe suponer que un número indeterminado relativamente minoritario de asalariados comprendidos en la "vanguardia amplia" del movimiento asalariado se incorporó individualmente al clamor popular contra la corrupción política. Pero nada más. En cuanto a los saqueos, fueron protagonizados por una mezcla de sectores sociales desorganizados de extracción obrera urbana muy empobrecidos, y elementos lúmpenes muchos de ellos organizados por la mafia del partido justicialista de la provincia de Bs.As. a las órdenes de Duhalde, tal como ocurrió desde julio del pasado año con el movimiento de los "piqueteros", en respuesta al "plan Cavallo" de "déficit cero". Con respecto al "cacerolazo", en él participaron desde sectores de la burguesía en los barrios más elegantes de Bs.As., hasta asalariados docentes, bancarios, etc., que, insistimos, no participaron con sus organizaciones autónomas (que hoy no existen), además de comerciantes, profesionales liberales, amas de casa, cuentapropistas, jubilados, etc., afectados por la confiscación de sus cuentas bancarias

Pero lo importante es que el objetivo común de la protesta se limitó a no ir más allá de demandar un cambio de gobierno "que no robe" y a no aceptar en él a políticos "prontuariados" por corrupción, exigiendo, además, "que devuelvan el dinero de los depósitos bancarios confiscados". El espíritu de esta asonada se puede sintetizar en dos consignas de mayor presencia en las movilizaciones: "NO A LA POLÍTICA" y "FUERA LOS CORRUPTOS", (a varios grupos políticos que participaron con sus siglas les hicieron bajar sus pancartas y plegar sus carteles al grito de "no queremos política", además de expresiones de claro contenido reaccionario, como "impusieron un régimen soviético sobre nuestros depósitos".

Que la pequeñoburguesía se viera enfrentada de hecho con la clase obrera más depauperada, como es el caso de los pequeños comerciantes que se defendieron con las armas en la mano de los saqueos a sus negocios, expresa la ruptura social momentánea del frente pupular, pero no por la izquierda, por la revolución, sino por el "sálvese quien pueda". Otro ejemplo de esta coyuntural ruptura por la base social del frente interclasista, es que esa pequeña y mediana burguesía que se manifiesta en las calles, junto a la demanda de acabar con la corrupción aprobaría de buena gana una reforma del Estado que "ponga en orden" a los trabajadores estatales, al mismo tiempo que las distintas fracciones del justicialismo se pelean por ocupar el puesto dejado por de La Rúa, sin que esto suponga la menor fisura en el aparato político del Estado. Se asiste así, a la paradoja de que cuanto más violentos y masivos son los saqueos y las manifestaciones callejeras contra la corrupción, mayor es la fuerza de los vínculos mercantil-monetarios sobre los explotados y más fuerte el poder del Estado burgués sobre la sociedad en su conjunto, lo cual expresa una correlación de fuerzas políticas entre las clases que no puede ser más desfavorable para la clase obrera. Tal es el carácter de una situación que la LSR califica de "hazañas" protagonizadas por "los trabajadores y el pueblo", a las que atribuye una trascendencia "sin límites predeterminados", aludiendo a la posibilidad de su transcrecimiento revolucionario.

enero 2002

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