El ejemplo de la Comuna

Frente a esto, los oportunistas que consagran su estrategia al espontaneismo de las masas, no se inquietan, y suelen justificar su completa despreocupación por la teoría evocando el ejemplo de la Comuna. Cierto, aquella fue una experiencia de poder proletario sin teoría y sin partido. Sin embargo, en ella los obreros de París no sólo dieron muestras de un heroísmo revolucionario sin par, sino también de una inteligencia política prodigiosa que sin duda enriqueció la doctrina política revolucionaria. En efecto, hasta ese momento no había precedentes en cuanto a cómo reemplazar la democracia burguesa por la democracia proletaria y, sobre todo, qué es, en que consiste, la democracia proletaria. Esto confirma que la teoría política revolucionaria es producto de la interacción dialéctica de complementación entre vanguardia y masa, ratificando la certidumbre de Marx en una de sus "Tesis sobre Feüerbach" , en el sentido de que "el educador también necesita ser educado". Pero los oportunistas olvidan que, ante la inminencia de los hechos, Marx desaconsejó el asalto al poder en aquellos momentos. ¿Por qué?, pues, por lo mismo que está pasando ahora en Argentina ante la ausencia de un partido obrero cuyos militantes encarnen la teoría revolucionaria .

Ya en setiembre de 1870, en el "Segundo manifiesto del Consejo General de la Internacional sobre la guerra franco prusiana", Marx advirtió a los obreros franceses que había pasado ya la etapa en que el proletariado debía resignar su propio programa y ayudar a la burguesía a luchar contra el absolutismo feudal por su emancipación como clase nacional. ¿Por qué?, porque eso se había conseguido en 1792. Por lo tanto, no era necesario seguir bajo el ala de la burguesía haciendo pasar el socialismo por el patriotismo, aconsejándoles que debían romper su alianza estratégica con la burguesía y pasar a esgrimir su programa y luchar por su emancipación como autoconciencia de clase. Pero, para eso, debían vencer sus prejuicios de clase nacional subalterna, trabajando para construir su organización política independiente y poder luchar en las mejores condiciones para constituirse en clase dominante en una nueva sociedad de tipo socialista:

<< <<Los obreros franceses deben cumplir con su deber de ciudadanos; pero, al mismo tiempo, no deben dejarse llevar por los recuerdos nacionales de 1792, como los campesinos franceses se dejaron engañar por los recuerdos nacionales del Primer Imperio.
Su misión no es repetir el pasado, sino construir el futuro. Que aprovechen serena y resueltamente las oportunidades que les brinda la libertad republicana para trabajar más a fondo en la organización de su propia clase. Esto les infundirá nuevas fuerzas hercúleas para la regeneración de Francia y para nuestra obra común: la emancipación del trabajo. De su fuerza y de su prudencia depende la suerte de la república.>>
(K. Marx: "La guerra civil en Francia" Abril-mayo de 1870)

Pero estos consejos llegaron demasiado tarde y, del instinto de clase de los obreros franceses, entremezclado con su conciencia nacional burguesa, resultó un término medio ideológico que se tradujo políticamente en una revolución a medias. Subvirtió las formas políticas de la burguesía pero mantuvo intactos sus resortes económicos. ¿Por qué?. Pues, porque en el movimiento obrero francés seguían predominando las ideas de su "unidad nacional" con la burguesía. No había en ellos conciencia política de hacer realidad su ser social autoconsciente:

<< El proletariado se detuvo en mitad de camino: en lugar de proceder a la "expropiación de los expropiadores", se puso a soñar con la entronización de la justicia suprema en un país unido por una tarea común a toda la nación; no se apoderó de instituciones como, por ejemplo, el banco nacional; las teorías de los proudhonianos del "justo cambio", etc. dominaban aun entre los socialistas>> (Ibíd)

enero 2002

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