3 - ¿Qué es y en qué consiste la socialización objetiva del trabajo?

Se trata, en primer lugar, de una interdependencia creciente entre los distintos procesos de trabajo en un principio aislados los unos de los otros por diversos productores privados que desaparecen para dar lugar a grandes complejos industriales de tipo oligopólico, así como entre las opciones de inversión productiva y las cantidades y calidad de los productos resultantes de dichos procesos productivos que finalmente son consumidos. En el siglo XIV, esta interdependencia afectaba a unos cientos de personas de la población media en un país de Europa o Asia, mientras que hoy compromete a millones de personas.

Cuando aumenta el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo y la industrialización progresa bajo el capitalismo, el mercado deja de determinar la producción de parcelas crecientes del proceso global de trabajo en la sociedad, que así pasan cada vez más a estar en función de la organización planificada de la producción predominante en un número creciente de grandes empresas. Con el aumento de la masa de capital en funciones en cada empresa, mayor es la escala y el volúmen de la producción de diversos productos resultante de la planificación en el seno de una sóla empresa. Con la aparición del capitalismo monopolista, el plan se extiende de fabricas que producen distintas mercancías a la empresa propietaria que centraliza las decisiones de inversión en cada una de esas fábricas y la cantidad y calidad de los productos a fabricar en cada una de ellas según un plan de producción global para la empresa. En la época de las sociedades multinacionales, el plan se hace internacional y afecta en el terreno jurídico a numerosas y diversas empresas de distintas ramas de la producción social.

La consecuencia a largo plazo de este proceso en el capitalismo tardío, es una reducción drástica del trabajo social asignado por el mercado capitalista en relación a la creciente asignación directa por las grandes empresas. La causa de este cambio radica, como acabamos de explicar, en la lógica interna del capitalismo, en su dinámica propia de acumulación, competencia y aceleración de la unidad y centralización de los capitales incluso a escala internacional. Por ejemplo: cuando la Empresa multinacional Renault produce las piezas sueltas de sus camiones en una de sus factorías A, en otra B procede a unir mecánicamente esas piezas de las que resultan las autopartes, y, finalmente, en otra C realiza el montaje, el hecho de que el ordenador que calcula los costes parciales de forma minuciosa elabore seudofacturas que acompañan respectivamente al transporte de las piezas sueltas de A a B, y de ésta última los componentes a C, esto no quiere decir que la fábrica A venda las piezas sueltas B y ésta las autopartes a C. Aquí no hay intercamcio sino simple traslado, donde no es el mercado -sino el objetivo planificado de la producción de camiones dentro de la Renault- lo que determina la asignación de factores o recursos productivos para el número de piezas sueltas y autopartes que deben ser fabricadas con arreglo a ese plan. Estas factorías A y B no pueden "quebrar" porque "suministren" demasiados productos parciales a la fáctoría C que los monta.

Obviamente, grandes empresas multinacionales, que, independientemente las unas de las otras planifican su producción en gran escala, fabrican y compiten entre sí para vender sus productos terminados a consumidores finales, como la Renault, la General Motors o la Volkswagen, hay muchas en otras muy diversas ramas de la industria; cada una con un plan de producción particular decidido por una pequeña élite de directivos. Cuanto mayor es la masa de productos resultantes de esta socialización objetiva del trabajo en un mayor número de grandes empresas, aunque concentrada en relativamente menores puntos de compra-venta la anarquía de la producción persiste y se vuelve potencilamente más explosiva, por esto y porque la fusión del gran capital con el Estado determina en muchos casos que el volúmen de la producción de estas empresas no dependa del mercado sino de decisiones políticas. De este modo, el divorcio entre producción y consumo sigue regimentando el proceso glogal del trabajo social, dado que la socialización objetiva del trabajo en las grandes empresas, se limita a planificar la producción de bienes intermedios que no llegan al consumidor final sino como partes de un todo.

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