Introducción
partimos de las premisas, desarrolladas en el documento Las
"vacas locas" y la vesanía genocida del sistema capitalista
Crónica de la nueva variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob de que,
- Bajo el capitalismo, la producción no está determinada por lo que sus productores
necesitan para vivir y desarrollarse, sino por el el móvil de la ganancia
de quienes detentan la propiedad privada sobre los medios de producción en
cada una de las ramas de la producción global, lo cual configura una específica
división social del trabajo entre los productores capitalistas.
- Para efectivizar la ganancia, las mercancías producidas por los distintos
productores privados deben ser vendidas, lo cual supone el mercado
- Tal como está presupuesta la división del trabajo entre los capitalistas,
la parte de la sociedad a la cual le corresponde emplear trabajo social en
la fabricación de esas mercancías, deberá disponer de un poder de compra equivalente
al valor o precio de los productos que satisfagan sus necesidades.
- Pero el caso es que, bajo el capitalismo, entre la oferta (producción) y
la demanda (consumo) no hay una conexión o correpondencia necesaria, sino
solamente casual
- Este divorcio en la producción es el resultado de decisiones autónomas por
parte de una multiplicidad de capitalistas, quienes actuando independientemente
los unos de los otros, determinan qué se ha de producir en cada momento de
las distintas mercancías por ellos fabricadas; y no solamente decide cada
uno qué se producirá y cómo sin saber lo que deciden producir los demás, sino
especialmente cuanto; y dada semejante anarquía de la producción
determinada por la división capitalista del trabajo, la oferta y la demanda
normalmente no coinciden y, cuando lo hacen, no es por lógica necesidad sino
por puro azar.
- Bajo semejantes condiciones, pese a que cada cantidad de una clase determinada
de mercancías contenga el trabajo social -y su correspondiente ganancia- requeridos
para su producción (por ejemplo: mil millones de unidades monetarias), puede
ocurrir -y así ocurre normalmente- que ese tipo de mercancía se produzca en
una medida que excede a las necesidades solventes de la sociedad, esto es,
de los demandantes con capacidad adquisitiva; en ese caso, la masa de mercancías
ofrecidas representará en el mercado una cantidad de trabajo social menor
(por ejemplo: quinientos millones). En consecuencia, esas mercancías deberán
malvenderse, en nuestro caso, a la mitad o menos de su valor de mercado, y
una parte de las mismas incluso hasta puede tornarse invendible, lo cual significa
que se habrá dilapidado una parte del trabajo social realizado.
- Este despilfarro en modo alguno explica las crisis económicas del sistema,
como es creencia generalizada entre los círculos intelectuales de la izquierda
donde se difunde esta falacia de "sentido común" en nombre de Marx.
En todo caso no va más allá del lucro cesante en perjuicio de la fracciónes
burguesas víctimas de semejante despropósito. De lo contrario, si el valor
creado por el volúmen del trabajo social empleado en la producción de determinada
clase de mercancía fuera demasiado pequeño en relación con su particular demanda
solvente, el precio de mercado de esa particular mercancía aumentaría por
encima de su valor de mercado y sus productores obtendrían un ganancia extraordinaria
hasta tanto la afluencia de productores al mercado de ese producto tienda
a aumentar su oferta. Pero ésta última es una circunstancia excepcional.
- Dado que lo que motiva el comportamiento de los patrones capitalistas bajo
este sistema social no son las necesidades sociales sino la ganancia, aun
cuando jamás se producen demasiados medios de subsistencia para satisfacer
las necesidades de toda la población, la tendencia dominante
es a producir en exceso respecto de los demandantes con capacidad de pagar
por ellos. Tal es la contradicción despilfarradora del capitalismo, el agujero
negro por el que numerosos patronos capitalistas son periódicamente arrastrados
hacia el sumidero de la ley del valor junto con sus asalariados.
- El móvil de la ganancia provoca el divorcio entre la producción y las necesidades
sociales, generando un proceso en el que la previsión y el necesario control
predeterminante de lo que se produce y cómo, son pautas por completo ajenas
al sistema y, por tanto ausentes en él, donde es el mercado el que se encarga
de corregir, a toro pasado, las consecuencias económicas y sociales de los
desajustes periódicos entre producción y consumo.
- Esta anarquía de la producción resultante del divorcio entre los distintos
productores y de la producción global resultante respecto del consumo de la
sociedad, está en la raíz no sólo del despilfarro permanente de trabajo social
sino de la manipulación dolosa más o menos incosciente de la naturaleza y
de las consecuentes noxas o daños a la salud de los consumidores.
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