Introducción

partimos de las premisas, desarrolladas en el documento Las "vacas locas" y la vesanía genocida del sistema capitalista
Crónica de la nueva variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob
de que,

  1. Bajo el capitalismo, la producción no está determinada por lo que sus productores necesitan para vivir y desarrollarse, sino por el el móvil de la ganancia de quienes detentan la propiedad privada sobre los medios de producción en cada una de las ramas de la producción global, lo cual configura una específica división social del trabajo entre los productores capitalistas.
  2. Para efectivizar la ganancia, las mercancías producidas por los distintos productores privados deben ser vendidas, lo cual supone el mercado
  3. Tal como está presupuesta la división del trabajo entre los capitalistas, la parte de la sociedad a la cual le corresponde emplear trabajo social en la fabricación de esas mercancías, deberá disponer de un poder de compra equivalente al valor o precio de los productos que satisfagan sus necesidades.
  4. Pero el caso es que, bajo el capitalismo, entre la oferta (producción) y la demanda (consumo) no hay una conexión o correpondencia necesaria, sino solamente casual
  5. Este divorcio en la producción es el resultado de decisiones autónomas por parte de una multiplicidad de capitalistas, quienes actuando independientemente los unos de los otros, determinan qué se ha de producir en cada momento de las distintas mercancías por ellos fabricadas; y no solamente decide cada uno qué se producirá y cómo sin saber lo que deciden producir los demás, sino especialmente cuanto; y dada semejante anarquía de la producción determinada por la división capitalista del trabajo, la oferta y la demanda normalmente no coinciden y, cuando lo hacen, no es por lógica necesidad sino por puro azar.
  6. Bajo semejantes condiciones, pese a que cada cantidad de una clase determinada de mercancías contenga el trabajo social -y su correspondiente ganancia- requeridos para su producción (por ejemplo: mil millones de unidades monetarias), puede ocurrir -y así ocurre normalmente- que ese tipo de mercancía se produzca en una medida que excede a las necesidades solventes de la sociedad, esto es, de los demandantes con capacidad adquisitiva; en ese caso, la masa de mercancías ofrecidas representará en el mercado una cantidad de trabajo social menor (por ejemplo: quinientos millones). En consecuencia, esas mercancías deberán malvenderse, en nuestro caso, a la mitad o menos de su valor de mercado, y una parte de las mismas incluso hasta puede tornarse invendible, lo cual significa que se habrá dilapidado una parte del trabajo social realizado.
  7. Este despilfarro en modo alguno explica las crisis económicas del sistema, como es creencia generalizada entre los círculos intelectuales de la izquierda donde se difunde esta falacia de "sentido común" en nombre de Marx. En todo caso no va más allá del lucro cesante en perjuicio de la fracciónes burguesas víctimas de semejante despropósito. De lo contrario, si el valor creado por el volúmen del trabajo social empleado en la producción de determinada clase de mercancía fuera demasiado pequeño en relación con su particular demanda solvente, el precio de mercado de esa particular mercancía aumentaría por encima de su valor de mercado y sus productores obtendrían un ganancia extraordinaria hasta tanto la afluencia de productores al mercado de ese producto tienda a aumentar su oferta. Pero ésta última es una circunstancia excepcional.
  8. Dado que lo que motiva el comportamiento de los patrones capitalistas bajo este sistema social no son las necesidades sociales sino la ganancia, aun cuando jamás se producen demasiados medios de subsistencia para satisfacer las necesidades de toda la población, la tendencia dominante es a producir en exceso respecto de los demandantes con capacidad de pagar por ellos. Tal es la contradicción despilfarradora del capitalismo, el agujero negro por el que numerosos patronos capitalistas son periódicamente arrastrados hacia el sumidero de la ley del valor junto con sus asalariados.
  9. El móvil de la ganancia provoca el divorcio entre la producción y las necesidades sociales, generando un proceso en el que la previsión y el necesario control predeterminante de lo que se produce y cómo, son pautas por completo ajenas al sistema y, por tanto ausentes en él, donde es el mercado el que se encarga de corregir, a toro pasado, las consecuencias económicas y sociales de los desajustes periódicos entre producción y consumo.
  10. Esta anarquía de la producción resultante del divorcio entre los distintos productores y de la producción global resultante respecto del consumo de la sociedad, está en la raíz no sólo del despilfarro permanente de trabajo social sino de la manipulación dolosa más o menos incosciente de la naturaleza y de las consecuentes noxas o daños a la salud de los consumidores.

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