04. Cada recesión económica empuja fatalmente hacia la guerra

 

      La primera Guerra Mundial fue inducida por la gran crisis económica europea de 1873. Para ello basta observar que la superación de esa crisis dio pábulo a la Segunda Revolución Industrial, que inauguró la etapa imperialista del capitalismo, con su típica disputa por el dominio de territorios entre centros capitalistas de poder económico internacional rivales [1] . Una dinámica cuya lógica sistémica desembocó en la gran crisis de 1930, que preparó así las condiciones de la Segunda Gran Conflagración entre 1939 y 1945.

       El antecedente más inmediato de esta crisis que padecemos hoy, fue el crash de 1987, como parte de la onda larga de carácter depresivo, iniciada en el mundo tras el abandono del patrón oro y la inconvertibilidad del dólar por parte de EE.UU. en agosto de 1971. Desde el punto de vista meramente técnico, el derrumbe de la Bolsa fue provocado por el alza de los tipos de interés, como resultado del famoso "acuerdo del Louvre", concluido entre las 7 grandes potencias imperialistas con el propósito de frenar la caída del dólar [2] .

En efecto, la base objetiva de las cotizaciones bursátiles —abstracción hecha de las oscilaciones provocadas por la oferta y la demanda— está dada por el capital que representan los dividendos o rendimientos de cada acción según la tasa media de interés vigente. Así, si el rendimiento de una acción es de 100 Euros y la tasa de interés del 5%, el valor de ese título será de 2.000 (5% de 2.000 = 100). Si la tasa de interés se duplicara, el valor de esa acción bajaría a la mitad, ya que a esa tasa de interés, el rendimiento de 100 Euros pasa a ser representado por un capital de 1.000 Euros. Por lo tanto, en condiciones normales, cuando la tasa de interés sube las cotizaciones bursátiles tienden a bajar. Pero cuando las ganancias en el aparato productivo del sistema dejan de crecer, el capital disponible emigra de la producción hacia los mercados especulativos, donde las cotizaciones de sus valores pasan a estar en función exclusiva de la oferta y la demanda. Esta huida fue lo que acabó precipitando el crash bursátil se 1987.

 

 Pero ya hemos visto que la alta volatilidad de un mercado especulativo como el bursátil, está en relación directa con la diferencia entre el precio (ficticio) de los títulos —artificialmente abultado por efecto de la presión de la demanda sobre ellos— y su valor real. En tales circunstancias, se llega inevitablemente a un punto, en el que cualquier modificación a la baja en las cotizaciones para la recuperación de beneficios, provoca el pánico generalizado. Pánico significa terror injustificado. Esto es lo que pasó en octubre de 1987. La caída de las cotizaciones bursátiles por el abandono precipitado de la bolsa de billones de dólares, fue desproporcionada respecto del aumento en las tasas de interés. Las autoridades monetarias intervinieron masivamente en Wall Street y en Tokio, inyectando créditos (aumento de la masa monetaria) a fin de evitar que agentes de bolsa y otras casas financieras se vieran obligados a vender acciones a cualquier precio por falta de liquidez en los EU.UU, así como para hacer bajar la tasa de interés en un intento desesperado de parar aquél torbellino catastrófico hacia el derrumbe de las cotizaciones que se había provocado:

<<…El martes (…) 20 de octubre, la Bolsa de los EE.UU. y por extensión todos los mercados financieros del mundo, han conocido una de sus crisis más graves.

Sólo ahora comienzan a conocerse los detalles completos sobre lo que ocurrió durante esa fatal semana.

   Las acciones, opciones y mercados a plazo fueron casi totalmente paralizados durante un instante crucial, el martes. Muchas acciones de entre las más importantes, como IBM y Merck, no pudieron ser cambiadas. Los inversores, grandes y pequeños, no pudieron vender sus acciones: no había compradores. …Quienes determinan el mercado en la Bolsa de Nueva York, los especialistas, se vieron sumergidos en órdenes de venta no llevadas a cabo. Y sus haberes fueron barridos.

Muchos bancos espantados por el derrumbe del precio de las acciones que servían de ganancia para préstamos a agentes de bolsa, se negaron a conceder más créditos a algunos de ellos, ya en situación desesperada. Exigieron igualmente el reembolso de ciertos préstamos importantes, poniendo en peligro a algunas sociedades de cartera. Algunos grandes inversores financieros, amenazados por pérdidas catastróficas si continuaba el pánico en el mercado bursátil, exigieron insistentemente a la bolsa de Nueva York que cerrara.

Únicamente la intervención del Banco Federal, el anuncio concertado de programas de rescate de acciones por empresas y los movimientos misteriosos y las posibles manipulaciones de contratos a plazo sobre la base de un índice bursátil poco utilizado han podido salvar a los mercados de la desintegración total.

La historia de este martes revela las grandes debilidades en el sistema financiero de los EE.UU. y hace entrever como un espectro la posibilidad de que una crisis como ésta vuelva golpear de nuevo>> (Wall Street Journal: 23/12/87)

Queriendo salvar una situación coyunturalmente peligrosa para su país, el Banco Central de los EE.UU. ha agravado la crisis financiera estructural a la que está confrontado, poniendo de manifiesto las bases económicas endebles del sistema capitalista mundial.

 El 17 de diciembre de 1987, treinta y tres economistas de entre los más prestigiosos del mundo capitalista, entre ellos varios neokeynesianos, publicaron una declaración proponiendo a los gobiernos de los principales países capitalistas, una acción concertada para evitar una grave crisis económica. El llamamiento se dirigió ante todo a los EU.UU. Para este país, los economistas recomendaron una política de austeridad sostenida mediante una reducción de los gastos interiores adecuada al volumen de su producción corriente, a fin de suprimir los déficits de la balanza comercial y del presupuesto, desde entonces hasta 1992, cuando el crecimiento de los países desarrollados había involucionado del 4,4% en 1988, al 1,6%.

 

       A mediados del año 2000 pinchó la burbuja bursátil originada en los últimos años del siglo XX, en torno a las denominadas empresas “puntocom”, arrastrando la economía mundial a una crisis económica, que en EE.UU. se tradujo en un descenso continuado del P.I.B. hasta fines de 2001:

 

 

 

       El desplome simultáneo de la tasa de interés, de la ganancia industrial y de la producción de riqueza material, tal como lo reflejan los datos y gráficos expuestos aquí, son fenómenos característicos de toda crisis económica de superproducción de capital, que se mantienen sin cambios sustanciales durante su consecuente recesión.

 

       Diez días después de los criminales sucesos del 11 de setiembre de 2001, Bush pronunció un discurso en el Capitolio norteamericano dirigiéndose a congresistas y senadores de ese país, donde superándose a sí mismo en su propia impudicia, dijo:

<<Todas las naciones en todas las regiones deben tomar ahora una decisión: o están con nosotros o están con los terroristas>>.

 

         Pronunció estas palabras consciente de que el terrorista había sido él, junto a la plana mayor de los servicios secretos norteamericanos. No es casual que las usinas ideológicas del sistema en Occidente, vuelvan sobre aquella vieja táctica probada y llamen hoy “terroristas” a los ucranianos que, democráticamente, decidieron declarar independientes las regiones de Crimea, Donetsk y Lugansk donde viven. Con sus tan falsas como burdas imputaciones acerca del avión MH17 —recientemente atacado en el espacio aéreo y derribado sobre territorio ucraniano—, los Bush y los Obama se han delatado a sí mismos como verdaderos provocadores de la próxima y probable guerra mundial que, sin duda, están peligrosamente propiciando.

 

       En vísperas de la última cumbre de la OTAN que se acaba de celebrar en Gales (Reino Unido), Obama se reunió en Tallin, capital de Estonia, con su presidente Toommas Hendrik Ilves, haciendo seguidamente lo propio con el primer ministro Taavi Röivas, con la presidenta de Lituania, Dalia Grybauskaite y el mandatario de Letonia, Andris Berzins. Con todos ellos trató la crisis de Ucrania y, a propósito, la ya prevista extensión de las tropas de la OTAN a los territorios de estos tres países bálticos. ¿Quiénes son los terroristas? Todo el mundo ha podido ver al último periodista norteamericano en Irak, a punto de ser degollado, dirigiéndole a Obama y demás séquito político de sátrapas como él, éstas que han sido sus últimas palabras:

<<Soy Steven Joel Sotloff. Estoy seguro de que saben exactamente quién soy y por qué comparezco ante ustedes. Y ahora es el turno de mi mensaje: Obama, su política exterior de intervención en Irak se suponía que era para preservar la vida y los intereses estadounidenses, entonces ¿por qué es que estoy pagando el precio de su interferencia con mi vida? ¿No soy un ciudadano estadounidense? Usted ha gastado miles de millones de dólares de los contribuyentes y ha perdido miles de nuestros soldados en nuestra lucha previa contra el Estado Islámico, ¿entonces, donde está el interés de la gente en encender esta guerra? Por lo poco que sé de política exterior, recuerdo cuando usted, que no podría ganar una elección sin la promesa de traer a nuestras tropas de vuelta a casa de Irak y Afganistán y el cierre de Guantánamo. Aquí está ahora, Obama, llegando al final de su gobierno, no habiendo conseguido nada de lo mencionado, y engañosamente nos lleva al pueblo estadounidense al fuego ardiente>>

 

         Pocos días antes, enfrentando a la misma imagen de la muerte, su colega, James Foley, tras ser secuestrado en Siria por el llamado “Estado Islámico”, fue todavía más explícito dirigiéndose no precisamente a Obama. Simplemente exigió el derrocamiento en su país, de quienes consideró que fueron sus verdaderos enemigos y ejecutores del acto criminal que le quitó la vida:

<<Llamo a mis amigos, familiares y seres queridos a alzarse en contra de mis verdaderos asesinos: el gobierno de EEUU. Lo que me pase a mi es solo resultado de su complicidad y criminalidad. Mi mensaje para mis amados padres: ahórrenme algo de dignidad y no acepten ninguna compensación por mi muerte, de la misma gente que efectivamente ha puesto el último clavo a mi ataúd con su reciente campaña aérea en Irak. Llamo a mi hermano John que es miembro de la Fuerza Aérea de EEUU. Piensa en lo que estás haciendo. Piensa en las vidas que estás destruyendo, incluidas las de tu propia familia. Te llamo a ti John. Piensa en quien tomó la decisión de bombardear Irak y matar a esas personas, quienes sea que hayan sido. Piensa John, quiénes realmente han matado y si piensan en mí, tu familia, cuando toman esa decisión. Yo morí ese día John. Cuando tus colegas lanzaron esas bombas sobre esas personas, firmaron mi certificado de defunción>>

 

       Ahora Vladímir Putin, en relación a ese otro frente bélico abierto en Ucrania, tras su conversación telefónica con Petró Poroshenko y haciendo la salvedad de que Rusia no puede acordar ningún alto el fuego “porque no considera ser parte en el conflicto Ucraniano”, ha presentado un plan de paz de siete puntos: 1) “Poner fin a la ofensiva de las fuerzas armadas de Ucrania y de los grupos armados de las milicias del sudeste de Ucrania en los frentes de Donetsk y Lugansk”; 2) “Las fuerzas de Ucrania deben replegar sus unidades de modo que queden a una distancia tal de las ciudades, que excluya la posibilidad de su cañoneo con artillería; 3) “Establecimiento de un control internacional objetivo y verificable de las condiciones de alto el fuego” 4) “Exclusión del uso de la aviación de guerra contra la población civil y las ciudades en la zona del conflicto”; 5) “Puesta en marcha de un mecanismo de canje de retenidos mediante la fórmula: todos por todos sin condiciones previas”; 6) “Abrir corredores humanitarios para el desplazamiento de refugiados y la entrega de cargamentos humanitarios a las ciudades y otros núcleos poblacionales de las regiones de Donetsk y Lugansk".

 

       Putin presentó este plan el pasado 03 de setiembre, mientras sesionaba la cumbre de la OTAN, después de que la ofensiva militar del gobierno de Ucrania sobre esas dos regiones separatistas rebeldes del sudeste, hubiera sido frenada por el apoyo de las fuerzas de intervención rusas. Uno de los líderes de los rebeldes, Miroslav Rudenko, aseguró ese mismo día que los sublevados cesarán la lucha, "si Kiev repliega sus tropas desde los núcleos poblacionales, o mejor aún, desde el territorio" de las regiones de Donetsk y Lugansk.

 

       Por su parte, el primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk, calificó ese plan como un "intento de embaucar a la comunidad internacional", para evitar las nuevas sanciones de Occidente contra Moscú:

<<Ese plan es un intento de embaucar a la comunidad internacional en vísperas de la cumbre de la OTAN y un intento de evitar las inevitables decisiones de la Unión Europea sobre una nueva ola de sanciones contra Rusia", dijo Yatseniuk, citado por el departamento de Información y Relaciones Públicas de su Gobierno>>.

 

         Desde luego que Putin es un sátrapa merecedor de la misma desconfianza política que su homólogo ucraniano, Yatseniuk. Pero lo cierto es que este último, además de revelarse como déspota modélico, demuestra un cinismo sólo superado por sus colegas gobernantes de los países integrantes de la OTAN, quienes no dudan en manifestar su desprecio por las decisiones verdaderamente democráticas de los pueblos, como es el caso ahora mismo, de los ciudadanos residentes en Donetsk y Lugansk. Y esto es lo que aquí cabe poner en valor como en cualquier otra parte. Nada que ver con las elecciones periódicas en todo el mundo, donde los asalariados de cada país votan estúpidamente cada cuatro años, para dirimir qué fracción política de sus patronos capitalistas les seguirá gobernando.

 

        Para finalizar y volviendo sobre lo dicho por Marx, en el sentido de que “personas” por el estilo de Bush, Obama, Poroshenko y Yatseniuk, son solo la personificación de una realidad destructiva y genocida decadente, queremos insistir en que sería un error atribuirles a ellos todos los males propios del sistema capitalista en su etapa postrera. Porque la verdad es que todos ellos también acaban siendo víctimas propicias de lo que representan y defienden, y esto sucede cuando demuestran ser inútiles a los fines predeterminados del sistema. Como sucedió con Hitler y su camarilla, tras haber intentado vanamente tomarse la revancha en nombre de la patria alemana, de la humillación que supuso para ese país el Tratado de Versalles. El mismo fiasco sufrió la fracción política burguesa en EE.UU. bajo el gobierno de Kennedy en 1961, con su intento en Bahía cochinos de derrocar al cubano Fidel Castro. O el de Lyndon B. Johnson, otro “perro de la guerra” que en 1975 debió salir de Vietnam con el rabo entre las patas. Otro tanto les sucedió al republicano George H. W. Bush (padre) y a su colega, el demócrata Bill Clinton, ambos comprometidos en la guerra de Somalia, de donde este último también acabó siendo forzado en 1992 a retirar sus tropas. Fiasco este último seguido por el de la segunda guerra de Afganistán, bajo la presidencia de George Washington Bush en 2001, que ha llevado a ese país de aquellos polvos a estos lodos.

 

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[1] Desde aproximadamente la segunda mitad del siglo XIX, las grandes potencias europeas emplearon ingentes recursos y tiempo, para lograr el control de regiones enteras en África y Asia con el fin de controlar sus materias primas. El principal de esos recursos fue, sin duda, provisto por la industria del armamento. Tales condiciones determinaron que dichos centros de poder económico desembocaran en una carrera armamentística, precursora de todas las guerras.  

[2] Esta falsa maniobra evoca la decisión de los bancos centrales de defender contra viento y marea la cotización de la libra esterlina (ligada al oro) antes del crash de 1929.