Al hilo de la ciencia por el laberinto hasta llegar a la bestia. El mito no explica cómo llegó Teseo

 

01. Introducción

“La mayor estupidez política que puede cometer un explotado, es pensar y actuar como si NO lo fuera”

Anónimo

Cuando la crisis económica estalla sorpresivamente, buena parte del plusvalor creado hasta ese momento por el capital productivo, ya había sido desviado hacia la pura especulación al no compensar el gasto en producirlo. En cuanto al carrusel del crédito —siempre por delante de lo que se produce—, después de girar alegremente a velocidad de vértigo para prolongar la fiesta más allá de sus propios límites naturales, se detiene bruscamente porque "si éste a mí no me paga, tampoco puedo yo pagarte a tí". Entonces la producción retrocede todavía más y la desinversión masiva en el sector privado de la economía se contagia, dando por resultado que la miseria se apodere de millones de familias en su gran mayoría de condición asalariada. [1]

El siguiente acto de este drama social cíclico recurrente a lo largo de la historia del capitalismo, amplía su escenario comprometiendo al sector estatal de la economá. Al desplomarse la producción y el empleo junto con la ganancia bruta del capital global, cae con ella la recaudación impositiva y disminuyen los ingresos fiscales respecto de los gastos. Ergo, el déficit público y la deuda soberana se disparan, aumentanto las llamadas “primas de riesgo”en el mercado de préstamos, al mismo tiempo que los batacazos en la bolsa de valores son algo habitual.

Ante todo esto, los "especialistas" que se dedican a informar en los medios de comunicación presumiendo hacer periodismo independiente, desde mediados de 2010 han venido difundiendo el ya conocido slogan: hay que calmar a los mercados, como única solución mitológica para superar la crisis y justificar así los despidos —incluso en los servicios públicos esenciales de sanidad y educación—, además de los salvajes recortes en salarios, pensiones a los jubilados y subida de impuestos.

Se trata hoy de sacrificar a los explotados en el moderno altar donde se rinde culto a las deidades del capitalismo. Tal como en las culturas más primitivas procedían las monarquías hereditarias de incas, faraones y demás soberanos, echando mano de las castas sacerdotales a su servicio. Estos oficiantes —reemplazados hoy por los políticos profesionales institucionalizados— eran los encargados de sacrificar vidas humanas, en la creencia de que así se calmaban las por entonces todavía desconocidas e incontrolables fuerzas destructivas de la naturaleza, que el imaginario colectivo ignorante —desde los reyes hasta el último esclavo— personificaba en dioses.

Algo parecido sigue sucediendo todavía hoy bajo el moderno capitalismo en la llamada sociedad del conocimiento, donde como en aquellos tiempos remotos, en realidad la causa de tales fenómenos no reside en la pura voluntad de ciertas minorías que transitoriamente ocupan los tres poderes al interior de los distintos Estados nacionales. Ni siquiera se puede atribuir tal designio a esa otrra minoría de los más acaudalados magnates burgueses que interactúan en la sociedad civil. Porque la verdad es que esa causa radica realmente en categorías y leyes económicas irracionales objetivamente determinadas por la específica relación social entre patronos y asalariados.

Son esas leyes objetivas no promulgadas por nadie, las causantes de que la fuerza de trabajo asalariada sea convertida en trabajo excedente productor de plusvalor para los fines de la acumulación de capital, con independencia de los individuos concretos que usufructúan directa o indirectamente esta realidad actual, sean empresarios, políticos institucionalizados, periodistas, sindicalistas, artistas en general, deportistas de élite y demás séquito de la burguesía, que sin duda coadyuvan a ese mismo fin en todo el mundo, bregando por el eterno retorno de lo mismo. Estos sujetos son, en realidad, un producto e instrumento de leyes objetivas que constituyen la causa eficiente o fuerza desencadenante de todas las crisis de superproducción de capital.

Tal como las inundaciones por copiosas lluvias han venido siendo la resultante de la energía potencial, contenida en la relación natural entre dos enormes masas de aire a distinta temperatura y humedad, que así se transforma en fuerza destructiva de riqueza material y víctimas humanas, [2] asimismo, la desvalorización de riqueza provocada por el fenómeno de las crisis económicas bajo el capitalismo, es el fatal efecto, desenlace o resultado tangible, de la energía potencial contenida y oculta en la previa y fundamental relación socioeconómica típica del capitalismo, entre las dos clases sociales universales de signo antagónico, que en determinado momento se depliega como fuerza destructiva de riqueza bajo la forma de capital. Este aserto ya fue anunciado filosóficamente por Hegel en 1817:

<<La verdad de la fuerza es, por consiguiente, la relación cuyos dos lados se distinguen solamente como interior y exterior . (G.W.F. Hegel: “Enciclopedia de la ciencias filosóficas” Parte I. La Ciencia de la Lógica. B: El fenómeno. Ed./Alianza 1999)

En este breve pasaje está contenido el siguiente razonamiento: Lo interior es el fundamento y lo exterior su manifestación. Ambos lados distintos constituyen la unidad contradictoria de una misma realidad todavía inexistente. Tal como una semilla de cualquier vegetal contiene en si misma su fundamento interior y su forma de manifestación exterior. Ambos lados de la relación permanecen ocultos en el germen o semilla como potencia o mera posibilidad de realización. Hasta el momento en que, bajo condiciones óptimas de temperatura, humedad y oxígeno, aquella energía contenida en la relación se despliega convertida en fuerza con caracter de Ley natural, determinando que la esencia o fundamento embrionario se muestre pero al mismo tiempo se oculte, bajo la forma aparente de su tallo, ramas, hojas y frutos. A esto Hegel le llamó realidad efectiva, como unidad de fundamento y fenómeno. De aquí se desprende lógicamente la necesidad de la ciencia para descubrir el fundamento o esencia, haciendo abstracción o dejando metodológicamente a un lado el fenómeno o forma de manifestación que la encubre, para poder así observar la cosa no ya como parece ser, sino como realmente es según su concepto, definido como la identidad entre el pensamiento (científico) y la esencia o fundamento del objeto de estudio, es decir, su objetividad.

Que la burguesía es una clase social decadente incluso desde el punto de vista filosófico, lo prueba no solo el hecho de que a estas alturas del conocimiento científico general, siga deliberadamente confundiendo los fenómenos sociales con su fundamento causal. Es decadente incluso, porque para el "éxito" de esa finalidad engañosa recurre al mismo ritual mitológico de las culturas más arcaicas, ocultando al conocimiento de los explotados leyes económicas descubiertas hace ya más de 150 años. Precisamente fue Marx quien se encargó de desmitificar este recurso ideológico —ya bien andrajoso— en el Libro I Aptdo. 3 de "El Capital", publicado en 1867. Lo que confiere a los burgueses su caracter de clase social decadente, entre otras cosas es que, para sobrevivir como clase dominante todavía inculca en la conciencia colectiva el culto al fetichismo mercantil endiosando a los mercados, para ocultar el concepto que permite explicar la fuerza genocida con que las crisis económicas del capitalismo irrumpen periódicamente en la sociedad actual.

Las primitivas castas dominantes sumidas en la ignorancia general de aquellos tiempos, inconscientemente rendían culto a unos dioses imaginarios en su afán de dominar la fuerza destructiva de fenómenos naturales cuyas verdaderas causas desconocían. Se las imaginaban como monstruos a los que había que calmar con sacrificios humanos. Hoy día, en la llamada sociedad del conocimiento y con absoluta conciencia de lo que hacen, los más acaudalados burgueses proceden de modo y con fines totalmente distintos: consagran el culto a la ignorancia en materia de economía política, para poder así dominar NO fenómenos como las crisis —que no pueden porque sería su propia perdición como clase— sino a las víctimas que ofrecen en sacrificio a esos, sus dioses de pacotilla que son "los mercados". Y es que la ciencia en materia socioeconómica NO conviene a los intereses de la burguesía. Por eso los capitalistas huyen de la ciencia social como de la peste. Esto explica su necesidad de endiosar a los “mercados”, ámbitos sociales exclusivamente reservados a relaciones mercantiles que solo ellos protagonizan. [3] Como si no se los pudiera someter políticamente a la más acabada ley jurídica racional democráticamente promulgada, donde ahí SI que prevalecemos los asalariados, si es que alguna vez decidimos unirnos en un partido al margen de las instituciones del Estado burgués. Este es el temor de nuestras clases dominantes y para eso están ahí los "distintos" partidos políticos institucionalizados, que sirven a sus intereses, encargándose de oficiar la ceremonia del sacrificio. Aparentan estar divididos para debilitar nuestra fuerza política dispersándola entre sus "distintas" organizaciones constituidas por políticos profesionales a su servicio. Todos ellos cortados por la misma tijera.

Y es que, cuando se nos dice: “hay que calmar a los mercados”, en realidad a quienes hay que colmar —que no calmar, es a unos cuantos magnates capitalistas, émulos de Hermes —dios mítico en la Grecia antigua del comercio, es decir, de la astucia propia de los ladrones y los mentirosos—, que hoy a fuerza de talonario mueven más dinero que el existente en todos los tesoros públicos de todos los Estados nacionales del Mundo, e influencias políticas para poder enriquecesrse todavía más en medio de la crisis, manipulando impunemente las cotizaciones en los mercados especulativos con todo tipo de valores bursátiles y mercancías, como es el caso hoy día con las materias primas de los productos de primera necesidad.

No es casual que de esa expresión de cuño mitológico se haya hecho eco nada menos que el actual presidente socialdemócrata norteamericano, señor Barak Obama, durante la comunicación telefónica que mantuvo con el ex Presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero El 10 de mayo de 2010, poniéndose de acuerdo con él en que "hay que calmar a los mercados" Pero queda más por destapar en semejante superchería criminal. Porque cuando imperaba el gobierno de la imaginería religiosa, en el altar de los dioses —que supuestamente movían a las fuerzas naturales—, para calmarlos se ofrendaba la vida de algunos individuos. Pero ahora, en el ara de los mercados se sacrifica la existencia de miles de millones condenándoles a la miseria extrema. Y en los países mas pobres, son centenares de miles los muertos anualmente por inanición. [4 Y esto así seguirá, mientras los pagadores de tal sainete macabro continuemos tolerando la recreación de semejante ceremonuia, producto del desorden irracional e inhumano de cosas:

<<Dos palabras para evitar posibles equívocos. Por cierto no pinto del color de rosa las figuras del capitalista y el terrateniente. Pero aquí solo se trata de personas en la medida que son la personificación de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de clase. Mi punto de vista con arreglo al cual concibo como proceso de historia natural el desarrollo de la formación económico-social, menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él sigue siendo una creatura, por más que subjetivamente pueda elevarse sobre las mismas>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I Prólogo a la primera edición alemanaI)

En este trabajo nos proponemos explicar lo más breve y simple que seamos capaces, las formas de manifestación de tales leyes económicas, que los valores reales adoptan inevitable y periódicamente, desde la fase expansiva del ciclo de los negocios hasta el estallido de las crisis de superproducción de capital, escamoteando sus verdaderas causas. Un proceso en el que la burguesía cabalga sobre supuestos valores económicos reales que, en realidad son ficticios, como el dinero a crédito, que permiten disponer de un producto antes de pagarlo, para poder seguir produciendo sin interrupciones —tal como hemos dicho— más allá de los límites naturales objetivamente determinados (por el tiempo en el que la masa de valor ya producido, debe permanecer inevitablemente confinada en la esfera de la circulación, es decir, mientras todavía no se ha vendido la cosa en la que está realmente contenido), como condición de recuperar dicho valor en dinero real como capital necesario para seguir produciendo. [5]

Por tanto, también exponemos —que no demostramos, porque esa solo fue tarea monumental y mérito exclusivo de Marx— la causa o fuerza vectorial que conduce a las crisis. Que no es el exceso de crédito —aunque así lo parezca y la intelectualidad burguesa se dedique a reforzar tal determinación abstracta (engañosa) en la conciencia popular—, sino la relación necesariamente decreciente, entre el plusvalor p y lo que socialmente cuesta producirlo, expresado en términos de sumatoria entre el capital-dinero c invertido en suelo, edificios, maquinas y herramientas, materias primas, etc., —que Marx llamó capital constante [6] — y el capital variable [7] o salarios v; cociente cuyo resultado G’ denominó Tasa General de Ganancia Media según la.....

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Las crisis típicas de superproducción de capital, siempre han aparecido como crisis financieras o crisis del crédito. Un tramposo envoltorio que los "científicos" al servicio de la burguesía se han venido empeñando en hacer pasar por su contenido esencial [8]. La etimología u origen histórico del vocablo crédito, proviene del verbo latino credere que significa creer o dar fe de algo. Por ejemplo, cualquiera que tenga sus ahorros depositados en la cuenta corriente de un banco, habitualmente cree que dispondrá cuando así lo quiera la cantidad de dinero que le permita su saldo, así como los bancos creen que sus clientes devolverán el dinero que les han prestado.

Esa creencia o confianza en las relaciones sociales mercantiles y dinerarias bajo condiciones económicas normales, se apodera de la conciencia social a fuerza de comprobar que lo contratado entre los banqueros y sus clientes se cumple y confirma. Ni más ni menos que como sucede con el dinero en soporte de papel —por eso llamado fiduciario— de cuyo valor nominal emitido por el Estado nadie duda, hasta que su poder adquisitivo disminuye, porque los precios de la riqueza real —que cada billete supuestamente representa— aumentan desvirtuando su presunto valor real.

Desde ese momento, la creencia y confianza mutua general en el dinero, desaparece. Tal como sucedió en Alemania, después de que su poderoso aparato industrial fuera destruido bélicamente y ese país se viera forzado a pagar fuertes indemnizaciones a las naciones que le vencieron en la Primera Guerra Mundial. Ante las ciudades en ruinas y la miseria de su población imposibilitada de cumplir con sus obligaciones fiscales, la República de Weimar debió financiarse emitiendo moneda en billetes sin ningún límite, engañándose a sí misma y a sus habitantes. A consecuencia de lo cual, los precios aumentaron en la misma proporción nominal y el poder adquisitivo del dinero-papel descendió, hasta el punto de que muchos alemanes revestían con ellos las paredes interiores de sus viviendas porque les salía más barato. Entre enero de 1922 y noviembre de 1923, la tasa acumulada de inflación ascendió en Alemania a un billón por ciento. Por eso los ideólogos burgueses, a quienes se les exige mentir —y lo hacen de muy buen grado por la cuenta que les trae—, explican las crisis económicas apelando a la psicología, como si fueran crisis de confianza (en las promesas de pago escritas y en el dinero-papel que circula y resulta ser un fraude). Crisis supuestamente causadas por el exceso de circulante o a crédito más depósitos en los bancos. Todo esto que sucede habitualmente es cierto sin que por eso sea la causa de las crisis económicas, sino que es su resultado o efecto. En el caso de Alemania durante la primera postguerra mundial, aquella fue una crisis de sub-producción de capital-mercancías, es decir, de penuria, como consecuencia de la destrucción bélica de su aparato productivo.

Este mismo espejismo ideológicamente reforzado por los agentes ideológicos de la burguesía en la conciencia popular, volvió a presentarse sin ir más lejos, cuando México anunció la suspensión de los pagos del principal de su deuda exterior el 20 de agosto de 1982. Esta vez se atribuyó la causa de aquella crisis al exceso de crédito internacional, una situación que, como así fue, se había venido incubando durante más de una década. En ese momento, solo tres países de desarrollo intermedio —México, Argentina y Brasil— y uno de Europa del Este: Polonia, habían alcanzado un monto de deuda que ascendió a 626.000 millones de U$S, el triple de la de 1976. Pero la deuda mundial excedió a esa cifra con creces. Entre 1973 y 1982, solo EE.UU. había contraído tanta deuda con el exterior como la de todos los países en vías de desarrollo juntos. Su déficit presupuestario acumulado en ese período ascendió a 460.000 millones. Y los países más desarrollados del mundo —representados por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico)— alcanzaron un déficit presupuestario total de 1,25 billones. Visto como proporción del comercio mundial, es decir, de la circulación de valor-mercancías, los préstamos de la banca internacional aumentaron del 7,5% en 1964 al 42,6% en 1980 y al 104,6% en 1991.

El 19 de octubre de 1982, durante una conferencia pronunciada en Tokio bajo el título: “A Dificult Transition”, Henry Kaufman, por entonces director ejecutivo de la conocida empresa financiera Salomon Brothers, según las estadísticas disponibles en ese momento estimó que la deuda mundial, exceptuando el “bloque comunista”, había llegado en 1981 a 14,3 billones de dólares (14.300.000.000.000). Teniendo en cuenta que en 1971 había sido de 3,6 billones, la deuda de referencia creció en diez años a razón del 15% medio anual.

Cuando una empresa quiebra porque no tiene dinero suficiente para saldar deudas vencidas con sus acreedores, ese montante equivale al coste de fabricar la riqueza que produjo y entregó a terceras personas, bajo promesa de pago escrita que tampoco pudieron cumplir. Así es como se llega a romper la cadena entre cobros y pagos, típica forma en la que se manifiestan las crisis de superproducción de capital. Como consecuencia, las empresas en tales condiciones malvenden sus activos físicos para pagar sus deudas, o son absorbidas por otras sociedades con masa de capital en funciones y solvencia suficientes para saldar ese pasivo exigible.

Sea como fuere, a la salida de cada crisis la propiedad sobre el capital (principalmente industrial y bancario), se centraliza quedando cada vez más en poder de menos individuos más y más acaudalados. Y así de crisis en crisis hasta desembocar en el gran capital oligopólico (centralizado en pocas grandes empresas). La burguesía deviene de tal modo en una clase social cada vez más minoritaria. Por consiguiente, oligárquica y antidemocrática o totalitaria que por tal razón histórica de carácter democrático, sobra y, como categoría social debe ser eliminada, prohibiendo la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio. [9]

El siguiente paso en la lógica objetiva del capitalismo tendente a la creciente centralización de la propiedad sobre la riqueza global de la sociedad bajo la forma de capital, se vio facilitado por dos circunstancias: 1) la organización de las más grandes empresas —incluidos los bancos— en sociedades anónimas que cotizan sus acciones en la bolsa de valores y 2) que todas ellas reflejan el movimiento de sus respectivas masas de capital-dinero en cuentas corrientes bancarias, a través de las cuales los bancos descuentan (adelantan) el dinero de las letras de cambio en poder de sus clientes. Esto dio por resultado que un relativamente pequeño número de grandes bancos concentren y controlen, la mayor parte del dinero —real y ficticio— emitido que circula en cada país, lo cual les permitió conocer tanto el volumen como la proyección de negocios de sus clientes —las empresas que actúan en la economía real— para poder así orientar convenientemente la inversión de sus propias ganancias logradas como intermediarios financieros, hacia las de mayor poder económico y solvencia monetaria, adquiriendo títulos de valor de toda clase y acciones que les convirtió en copropietarios de las más grandes empresas industriales, comerciales y de servicios en el mundo. Por su parte, a la recíproca, los dueños de estas grandes empresas productoras de bienes materiales y servicios, invierten sus capitales bajo la forma de dinero, en acciones emitidas por los bancos a quienes han confiado sus depósitos.

El siguiente movimiento implícito en esta lógica objetiva —que no depende de la voluntad personal de nadie— induce a que ciertos magnates de la banca beneficiarios de distintas fusiones, ocupen simultáneamente los puestos dirigentes en grandes empresas industriales, comerciales y de servicios, organizativamente autónomas. Por ejemplo, en EE.UU. los Morgan, los Rokefeller, los Dupont y otros pocos, controlan a centenares de corporaciones menores en diversas ramas de la industria, el comercio y los seguros, disponiendo así no solo de trabajo ajeno, sino, además, de capital ajeno, mediante el recurso a la oferta pública de acciones. Este entrelazamiento empresarial y personal entre el capital invertido en la intermediación bancaria y el dedicado a la industria, el comercio y los servicios, es lo que en 1910 Rudolf Hilferding definió comocapital financiero.

Finalmente, el dominio de la oligarquía financiera resultante de dicha fusión en la vida económica de todos los países, se combina y completa extendiendo sus tentáculos a la vida política de los distintos Estados nacionales, para apoderarse de ellos y usarlos políticamente en favor de tales intereses privados corporativos multinacionales. ¿Cómo? Consiguiendo que los puestos más importantes en los organismos públicos gubernamentales, sean ocupados por los propios miembros de la oligarquía financiera y viceversa, o sea, que los altos cargos públicos que dejan momentáneamente el poder político institucional, pasen a formar parte de los consejos de administración en las grandes empresas privadas.

Este "transformismo" bidireccional de ciertas minorías sociales privilegiadas en su trasiego entre lo público y lo privado, dio pábulo a lo que Antonio Gramsci llamó intelectuales orgánicos de la burguesía. Actuando directamente o a través de testaferros suyos [10]. Conspirando en las más altas instancias del Estado entre los más encumbrados cargos políticos. Haciendo tráfico de influencias sobre ellos. De esta manera garantizan el mutuo enriquecimiento y el control del poder en uno y otro sitio: en la sociedad civil y en el Estado. Ámbito este último, donde con sus mutuas rencillas de andar por casa —sea en el parlamento o en los tribunales de "justicia" y a través de los medios de comunicación— estas "creaturas" del sistema ocultan el verdadero propósito que les identifica: perpetuar la dictadura del capital exhibiéndo sus presuntas "confrontaciones" engañosamente, como si fueran virtudes ciudadanas del llamado "pluralismo democrático".

<<Los cargos en los consejos de administración (de las empresas implicadas con los gobiernos de turno) —escribió ya en 1905 Otto Jeidels— son confiados espontáneamente a personalidades de renombre, así como a ex funcionarios públicos, quienes les pueden facilitar en grado considerable las relaciones con las autoridades […]. En el consejo de administración de un banco importante, hay, por lo general, algún miembro del parlamento o un concejal de Berlín>> (Citado por V. I. Lenin en: "El Imperialismo, etapa superior del capitalismo" Cap. II. Octubre de 1921. Lo entre paréntesis nuestro)

Actualmente basta con referenciar, por ejemplo, en España, a Luis de Guindos. Este señor es el actual Ministro de Economía y Competitividad designado el 22/12/2011. Pero antes, entre 2000 y 2004 ya pasó por ahí como Director General y Secretario de Estado nombrado por el ex Presidente Aznar. Posteriormente, tras las elecciones de 2004 en que el PSOE recuperó el gobierno, en 2006 De Guindos pasó a ser miembro del Consejo Asesor del banco Internacional de Inversiones Lehman Brothers a nivel europeo, al mismo tiempo que como Director de esa misma empresa en España y Portugal hasta su quiebra en 2008, que desencadenó la actual crisis económica internacional. Su “capacidad científica” tan “previsora” como “desinteresada”, le llevó a decir en noviembre de 2003 que:

<<[En España] no hay burbuja inmobiliaria, sino una evolución de precios al alza que se van a ir moderando con más viviendas en alquiler y más transparencias en los procedimientos de urbanismo>>

Y todavía en setiembre de 2008, mientras el “New York Times” presagiaba la inminente quiebra de Lehman Brothers, De Guindos desde España negaba que tal cosa fuera a ocurrir. Cuando se produjo lo inevitable, nuestro Ministro de Economía y competitividad abandonó aquel barco hundido buscando un nuevo empleo que consiguió poco después en la consultora “Price Waterhouse Coopers”. Antes de asumir su actual responsabilidad política en el gobierno de Rajoy, ganaba 400.000 Euros mensuales; ahora —según dice Zuriñe Ortiz De Latierro ya citada— parece que solo cobra 70.000, atribuyéndole a De Guindos haber dicho que: “el dinero no lo es todo en la vida”. Para saber qué hay de verdad en esta declaración de austeridad, basta recordar que en febrero de 2012, tras el acuerdo previo entre Rajoy y Rubalcaba, De Guindos consiguió que el Congreso ratifique por holgada mayoría absoluta el Decreto-Ley de Saneamiento del Sector Financiero en España. Y así como en noviembre de 2003 “surfeó” sobre la gran ola especulativa de la banca internacional haciendo previsiones optimistas sobre una coyuntura que iba directamente hacia la crisis, en la sesión parlamentaria de febrero de 2012 esta vez De Guindos acertó al vaticinar un empeoramiento de la economía española y mundial. Pero tal como en 2003, tampoco hizo esta nueva previsión —ciertamente nada genial— guiado por la búsqueda de la verdad científica, sino para seguir favoreciendo al gran capital bancario. Porque lo hizo para que se pueda aprovechar de la reforma financiera aprobada en 2008, esencialmente orientada a que las Cajas de Ahorro desaparezcan absorbidas por los cuatro bancos más poderosos del país, que precisamente para tales fines se creó en 2008 el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) a raíz del estallido de la crisis—, según consta en el Real Decreto-Ley 9/2009.

Carlos Solchaga es un licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid, que amplió sus estudios en Basilea y Estados Unidos. En 1974 formó parte del Servicio de Estudios del Banco de España y entró a militar en el Partido Socialista de Euskadi-PSOE. En 1979 participó en las elecciones generales como segundo en la lista de candidatos por Álava. En 1980 fue portavoz del Grupo Parlamentario "Socialistas Vascos" en el Congreso sustituyendo a Txiki Benegas. Su progresión política continuó en 1982, al ser reelegido diputado en las elecciones de octubre, esta vez por Navarra, y en diciembre pasó a ser ministro de Industria y Energía, cargo desde donde impulsó el programa de reconversión industrial, con la consiguiente conflictividad laboral en los sectores afectados, especialmente el naval. Finalmente, en 1985 fue nombrado Ministro de Economía y Hacienda, donde permaneció hasta 1993. En 1996 abandonó la política activa para dedicarse a la asesoría económica, junto a José Aureliano Recio, un correligionario suyo quien también ingresó al partido en 1974, y en 1986 formó parte del Gobierno de Andalucía presidido por José Rodríguez de la Borbolla como Consejero de Fomento y Turismo. En 1988 dejó la vida política y un año después fue nombrado director general adjunto del Banco de Vizcaya. En 1998 abandonó el banco para fundar con su amigo la sociedad “Solchaga Recio & Asesores” dedicada al asesoramiento y la intermediación. A principios de 2009, haciendo uso de su influencia a su paso por los entresijos políticos del Estado español, estos dos abnegados “demócratas” cobraron 461.100 Euros en una de las operaciones más comprometedoras de los últimos años: mediar para la consecución de una subvención para la empresa “Minas de Aguas Teñidas SA” (Matsa) —propiedad de la canadiense “Iberian Minerals Corporation”—, donde actuaba como apoderada Paula Chaves, la hija del entonces presidente de la Junta, el “socialista” Manuel Cháves, una cantidad que es casi el 5% de la subvención aprobada, algo más de 10 millones de Euros.

Otro ejemplo de fusión entre los distintos Estados Nacionales y el gran capital financiero internacional, es Mario Draghi, actual Presidente del Banco Central Europeo. Junto a De Guindos ambos se parecen como dos gotas de agua. También este distinguido italiano, antes de asumir el alto cargo en esa empresa pública europea, fue vicepresidente del banco privado de inversión y valores "Goldman Sachs International" para Europa entre 2002 y 2005, encargado de la relación con "empresas y países soberanos", el departamento que poco antes de su llegada ayudó a Grecia a maquillar sus cuentas gracias al producto financiero "Swap" sobre la deuda soberana. También está implicado en un escándalo que salió o a la luz, cuando dos amigos de su hijo pudieron escuchar una videoconferencia donde se habló acerca de:

<<…como mantener la presión en las primas de riesgo y desviar la atención sobre el Dólar como valor refugio de China. Apareciendo China diversas veces en la conversación. Parece ser que China sigue empeñada en diversificar sus divisas en Euros y Dólares, y que eso acabaría con la práctica habitual americana de dolarizar sus déficits fabricando más dinero que el mundo siempre le acepta sin rechistar, al fin y al cabo el petróleo se sigue pagando en Dólares, y desde la administración Nixon en Estados Unidos se utiliza esta práctica cuando es necesario. Gracias a ella consiguieron ganar la carrera armamentística a la Unión Soviética, la carrera espacial, y mantener grandes niveles de déficit casi una década. El EURO bisagra iba a ser utilizado desde su creación para compensar en este juego, pero entró un nuevo actor no esperado, y ese era una poderosa China reconvertida a un Capitalismo de estado, que iba absorber en tan solo una década el 40% de los Dólares emitidos. Permitiendo cómodamente financiar dos guerras larguísimas como Irak y Afganistán, y un déficit desorbitado. Consciente de las debilidades de la divisa americana con el último incremento de valor del EURO, China se plantea en 2007 diversificar sus divisas y Estados Unidos tiembla. Hasta el punto de organizarse un viaje relámpago de la administración Bush entera para dialogar con ellos. Pues bien, se volvió sin conseguir una respuesta definitiva del gobierno Chino respecto a su estrategia económica de futuro. Que cada uno saque sus propias conclusiones>>.

Mario Monti es el actual Presidente del gobierno Italiano. Pero antes fue asesor internacional del Banco de Inversión "Goldman Sachs" desde 2005 hasta su actual función estatal. Según ese banco, su misión a cambio de jugosos ingresos, también pasó por asesorar "sobre los asuntos europeos y las políticas públicas mundiales". Dedicado a "abrir puertas", su tarea consistió y consiste —ahora de forma oficiosa y como quien no quiere la cosa—, en acceder al interior del poder público europeo para seguir apuntalando allí los intereses de Goldman Sachs, como sucedió durante el período en que esta compañía ayudó a ocultar el déficit del gobierno griego de Kostas Karamanlis. Pero con tal proceder y por encima de todo, este profesor neoliberal de economía defiende los intereses de la burguesía internacional. Y en esto no se distingue de sus otros colegas de profesión aludidos aquí. Fue también director europeo de la Comisión Trilateral, un lobby de su misma orientación ideológica e intereses personales, fundado en 1973 por David Rockefeller, miembro de la directiva del Grupo Bilderberg, presidente del think-tank Bruegel y asesor de Coca-Cola Company.

Hemos dicho más arriba que, cuando cualquier empresa quiebra, desaparece como tal devorada por sus deudas, o es absorbida por otra económicamente boyante y solvente. Otro, sin embargo, es el comportamiento de los Estados nacionales en tiempos de crisis, incapaces de hacer frente a miles de millones de su “deuda soberana” con el exterior, como sumatoria de la privada y la pública. Por lo general no se declaran en quiebra aunque técnicamente sea ésa su situación. Lo que hacen es preservar la soberanía económica y política de sus respectivas clases burguesas dominantes —da igual si son nacionales o extranjeras al interior de un mismo país. Y lo consiguen decidiendo que casi todo el peso de la deuda recaiga sobre su clase asalariada socialmente mayoritaria. ¿Cómo? aumentando los impuestos y, por tanto, los precios, al tiempo que congelan los salarios nominales y las pensiones a los jubilados. O sea, que degradan en todo lo que el sistema exija el poder adquisitivo de las mayorías sociales explotadas que gobiernan. A esto le llaman cínicamente “democracia”, palabra que como todo el mundo sabe, significa gobierno de las mayorías. Para tal propósito, los políticos a cargo de los gobiernos “democráticos” de turno, dictan decretos-leyes. Esto es lo que ahora mismo está llevando a cabo el gobierno burgués de la derecha “democrática” española presidido por el millonario Mariano Rajoy Brey, tarea que comenzó de modo vergonzante el gobierno socialdemócrata de Zapatero que le precedió. Y si esto no es posible por las buenas, es decir, en “democracia”, apelan a las fuerzas armadas del régimen, como sucedió en Alemania e Italia con el fascismo que derivó en la Segunda Guerra Mundial, para no citar más que uno entre múltiples ejemplos en la historia reciente del capitalismo:

<<Como la deuda pública tiene que ser respaldada por los ingresos del Estado, que han de cubrir los intereses y demás pagos anuales, el sistema de los empréstitos públicos tenía que tener forzosamente su complemento en el moderno sistema tributario. Los empréstitos permiten a los gobiernos hacer frente a gastos extraordinarios [como en la España de las últimas décadas para financiar costosas infraestructuras de todo tipo] sin que el contribuyente se dé cuenta de momento, pero provocan, a la larga, un recargo en los tributos [lo cual se deja sentir —y ya sabemos sobre qué clases sociales y cómo— durante las crisis]. A su vez, el recargo de impuestos que trae consigo la acumulación de las deudas contraídas sucesivamente [inducidas por la burguesía en tiempos de bonanza para “forrarse” a costa del trabajo ajeno, mientras los políticos aplauden tales dispendios], obliga al gobierno a emitir nuevos empréstitos, en cuanto se presentan nuevos gastos extraordinarios. El sistema fiscal moderno, que gira todo él en torno a los impuestos sobre los artículos de primera necesidad (y por tanto a su encarecimiento) lleva en sí mismo, como se ve, el resorte propulsor de su progresión automática.
El encarecimiento excesivo de los artículos no es un episodio pasajero, sino más bien un principio. Por eso en Holanda, primer país en que se puso en práctica este sistema, el gran patriota De Witt lo ensalza en sus Máximas como el mejor sistema imaginable para hacer al obrero sumiso, frugal, aplicado y... agobiado de trabajo.>>
(K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. XXIV Aptdo.6. Lo entre corchetes nuestro)

Así se resolvió el default de la deuda en México, Chile, Brasil, Argentina y Turquía a raíz de la crisis en los años 80. Excepto México, en los otros cuatro mediante dictaduras militares. En este último país, el más cercano a Europa, las reservas de divisas habían descendido de 2.100 millones de dólares en 1974, a 327 millones en 1977, frente a una deuda con el exterior que había crecido hasta los 10.000 millones. Los 220 bancos extranjeros afectados por esa deuda, formaron un comité de siete para resolver el problema, sustituyendo de facto la soberanía económica de ese país. El Morgan Guaranty, el City Bank y el Deustche Bank asumieron la dirección actuando al unísono junto con el Dresdner Bank, el Chase Manhattan, el Barklays y el Union Bank de Suiza.

Dado que el pueblo turco no se resignó a pagar por una situación que no había provocado, la burguesía internacional apeló a los denominados Bozkurtlar (Lobos Grises), paramilitares organizados por el fascista Partido de acción nacionalista (Milliyetçi Hareket Partisi-MHP). Dada la grave inestabilidad social, con el parlamento paralizado por el equilibrio de fuerzas políticas enfrentadas en las calles entre grupos nacionalistas y “comunistas”, cuando el número de asesinatos amenazaba con desembocar en una guerra civil, los trágicos enfrentamientos se saldaron con otro típico golpe de estado en 1980 (como el de 27 de mayo de 1960 desencadenado por idénticas circunstancias económicas y sociales de alta inflación y deuda masiva), esta vez encabezado por el General Kenan Evren, comandante de la operación “Gladio” . [11]

Tras un periodo de dos años, los militares turcos devolvieron el gobierno a manos civiles, prohibiendo el regreso a la vida política de Suleiman Demirel, Bülent Ecevit y demás activistas políticos turcos, a quienes se hizo aparecer como chivos expiatorios del desastre económico y del proceso político “desestabilizador”: [12]

<<El zar de las finanzas, Turgut Ozal, renegoció la deuda con los bancos comerciales en enero de 1981. Turquía consiguió así reducir la inflación —que en marzo de 1980 era del 130%—, al 30% en mayo de 1982. Durante ese año, el país consiguió un préstamo sindicado [13] de unos 300 millones de dólares en los mercados internacionales, dando los primeros pasos en el sentido de volver a ser digna de crédito. Turquía manejó de forma tan satisfactoria (en menoscabo de su soberanía económica) su problema de divisas, que en 1983 el ministro de Finanzas, Adnam Basar Kafauoglu, se lamentó de un exceso de divisas y de escasez de liras turcas>>. (Darrel Delamaide: “El Shock de la deuda” Ed. Planeta/85 Pp.87. Lo entre paréntesis nuestro).

El proceso de renegociación de la deuda que el Estado turco contrajo con los bancos extranjeros, consistió en capitalizarla privatizando las empresas estatales de ese país, convertidas en propiedad privada del capital financiero multinacional que esos bancos representan, proceso que se inició en 1985 y se concretó en 1994.

A caballo de la desorbitada deuda externa, las privatizaciones de empresas públicas en países económicamente dependientes como Argentina, Chile y Brasil, constituyeron el programa central de sus respectivos gobiernos dictatoriales, inspirado en una política que llegó al paroxismo en 1997. Toda la historia económica de los últimos cuarenta años en estos países, estuvo signada por una alta correlación entre deuda externa, feroces dictaduras militares, privatizaciones de las empresas estatales y pobreza social absoluta de la clase asalariada. En 1975, la deuda externa (pública) latinoamericana era de 69.000 millones de U$S; en 1990 pasó a ser de 443.000 millones y en 1996, de 603.000, mientras que el monto de las privatizaciones en los últimos quince años llegó a ser de 110.000 millones de U$S. En 1996, América Latina acumuló el 17% del total mundial en materia de privatizaciones, por un total de 15.000 millones de U$S. Una suma que creció todavía más en 1997 (probablemente sobre los 25.000 millones). Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en 1990 había en esta región 197.200.000 pobres; cuatro años después esta cifra había crecido hasta alcanzar los 210 millones de personas.

Y en lo que respecta a la deuda interna por déficit fiscal, como exceso de gastos respecto de los ingresos en países —o comunidad de países con moneda única—, mucho hablan los políticos y repiten los medios de comunicación denostando a países miembros de la CEE como Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia, acusados de ser los causantes de la inestabilidad financiera en la zona Euro. Pero deliberadamente omiten decir, que el déficit fiscal de estos 5 países, equivale hoy solo al 18% del dinero que el Banco Central Europeo (BCE) ha venido prestando desde el 2000 a los bancos privados localizados allí en acuerdo con el Eurogrupo [14]. También callan acerca de que ese dinero inyectado por el BCE en los bancos privados, excede en un 66% al déficit fiscal registrado en los 17 países que integran la Comunidad Económica Europea. Y que con ese dinero desembolsado podría refinanciarse el 77% de la deuda de cada uno de los países más golpeados por los mercados financieros que son: Irlanda, Portugal, España y Grecia. Este último país ha sido puesto en la picota imputándole ser el primero en atentar contra la estabilidad financiera del Euro, cuando, en realidad, su déficit fiscal llega tan solo a ser el 1.7%; y su deuda interna pública equivale al 31.8% del total del dinero inyectado por el BCE-Eurogrupo a los bancos privados de ese país. Por tanto, la presunta crisis de la deuda pública interna del Estado Griego, es en realidad una crisis de deuda bancaria privada.

Convertir la deuda privada en deuda pública para que la paguen las mayorías explotadas allí donde estalla la crisis, vía congelación de salarios, extensión de la jornada laboral y aumento de precios e impuestos. Una orden terminante que la burguesía le ha exigido a los políticos profesionales institucionalizados que cumplan, y esto es lo que sigue pasando en el mundo entero desde 1825: repartir ganancias entre una minoría de explotadores en tiempos de bonanza económica, y socializar las pérdidas entre las mayorías explotadas en tiempos de crisis. Tal es la esencia de la “democracia” que, a la luz de la ciencia, se revela como una dictadura del capital. Disfrazar esta realidad es tarea primordial de todos los farsantes que pasan por ser "científicos sociales", políticos profesionales y periodistas venales.

Y lo más grave, ahora, es que el BCE ha venido prestando a los bancos privados esa mayor parte de los fondos públicos en la zona Euro al 1%, para que éstos, a su vez, hicieran pingües negocios prestándolo a distintos Estados comunitarios al 6 e incluso al 7%. Una verdadera estafa que, a la postre, pagamos los asalariados y pensionistas con la miseria que los distintos Estados Nacionales por mediación de los políticos profesionales a cargo de los gobiernos de turno, arrojan sobre nosotros bajando indirectamente —vía incremento de los impuestos— el poder adquisitivo de los salarios y de las pensiones. Después de que el BCE no hiciera más que acelerar el proceso de acumulación en dirección a la crisis, propiciando que el barco de la acumulación de capital navegue en un mar de deudas, el Comisario europeo de Mercado Interior y Servicios Financieros, Michel Barnier, acaba de anunciar, ahora la “firme” decisión de que ese organismo comunitario sea el encargado de “supervisar todos los bancos y Cajas de Ahorros de la Zona Euro” para evitar nuevos excesos del crédito. Es como para creérselo ¿verdad? Ya veremos en este trabajo, cómo discurrió la historia de tales "buenos propósitos" de la burgesía desde el pasado siglo hasta hoy.

El capitalismo en su etapa imperialista postrera, no solo se sigue mostrando tan incapaz o más que en su etapa temprana para controlar el crédito. Porque es el más formidable instrumento para acelerar el proceso de producción y acumulación de ganancia. No puede controlar el crédito del mismo modo que, por no poder, no puede siquiera satisfacer las necesidades humanas más elementales de las mayorías sociales a escala mundial [15]. Se ha vuelto cada vez más impotente de asegurar el derecho elemental al trabajo asalariado disponible, es decir, al consumo de una parte progresivamente creciente de la riqueza creada. El sistema que ha crado a esta clase social se lo impide, porque la ganancia de unos pocos está reñida con el progreso de las mayorías.

Y esto es así, porque la competencia intercapitalista derivada de la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio, induce a que una minoría social cada vez más irrisoria, disponga de tecnologías avanzadas que multiplican la capacidad de crear más riqueza por unidad de tiempo en trabajo vivo empleado. Dicho de otra forma, que un menor número de asalariados pueda poner en movimiento más medios de trabajo al mismo tiempo, de modo tal que, según aumenta la productividad del trabajo, cada unidad de producto contenga menos valor incorporado. Esto permite a los capitalistas pagar menos salarios manteniendo el mismo poder adquisitivo, con lo cual su masa de ganancia aumenta.

Pero si seguimos la lógica de este razonamiento teniendo en cuenta que cada jornada de labor no puede naturalmente exceder las 24 Hs. del día, llegaremos matemáticamente a la conclusión, de que el capitalismo genera una dinámica objetivamente destructiva y genocida, porque provoca crisis periódicas de superproducción de capital arrojando masas crecientes de seres humanos al paro, negándoles la posibilidad real de vivir en paz y prosperidad en medio de la abundancia, al impedirles compartir el uso productivo [16] y el consumo final [17], de porciones cada vez más crecientes de riqueza creada, de tal modo convertida en capital sobrante causa fundamental de dichas crisis económicas y consecuentes conflictos bélicos mundiales fratricidas.

Las crisis económicas —como se ha venido comprobando—, son tanto más profundas y difíciles de superar, de más larga duración en el tiempo y de mayor amplitud sobre la geografía política del Planeta, cuanto mayor es la masa de capital global acumulado que sobra y debe ser necesariamente desvalorizado, cuando no destruido por el mismo sistema, donde la burguesía en conjunto carga el mayor peso posible de las crisis sobre la clase sobordinada. Pero también se divide y enfrenta económica y hasta políticamente en la lucha por repartir el resto de las perdidas también inevitables para toda la clase capitalista:

<<Mientras todo marcha bien, la competencia, tal como se revela en la nivelación de la tasa general de ganancia, actúa como una cofradía práctica de la clase capitalista, de modo que esta se reparte comunitariamente y en proporción a la magnitud de la participación de cada cual, en el botín colectivo. Pero cuando ya no se trata de repartir ganancias sino de dividir pérdidas, cada cual trata de reducir en lo posible su participación en las mismas y de endosársela a los demás. La pérdida es inevitable para la clase (burguesa). Pero la cantidad que de ella ha de corresponderle a cada cual, en qué medida ha de participar en ella, se torna entonces en cuestión de poder y de astucia, y la competencia se convierte, a partir de ahí, en una lucha entre hermanos enemigos. Se hace sentir entonces el antagonismo entre el interés de cada capitalista individual y el de la clase de los capitalistas, del mismo modo que antes se imponía prácticamente la identidad de esos intereses a través de la competencia>> (K. Marx: “El Capital” Libro III. Lo entre pareéntesis nuestro)

Esta lucha económica “entre hermanos enemigos” de una misma clase capitalista dominante para repartir entre ellos desigualmente las pérdidas derivadas de las crisis, no solo compromete a los capitalistas de cada empresa respecto de las demás al interior de cada Estado nacional. También genera conflictos entre Estados nacionales en un mercado internacional abierto que, según demuestra la historia, no pocos acaban resolviéndose mediante confrontaciones bélicas destructivas y genocidas de colosal magnitud, según progresan las fuerzas productivas aplicadas a la industria de la devastación material y el aniquilamiento masivo de vidas humanas.

Y cuando se trata de repartir las pérdidas al interior de un mismo Estado nacional, donde la clase burguesa dominante está geopolíticamente compartimentada en distintas comunidades multiculturales y plurilingüísticas, cada fracción localizada en su respectiva comunidad autónoma, trata de cargar con el menor peso de las pérdidas derivadas de la crisis y cargárselo a las demás. Es entonces cuando esa disputa deja de ser puramente económica para adoptar la forma de lucha política que hasta puede derivar en guerra civil.

Y el caso es que los conflictos inter-burgueses y sus probables derivas político-militares de trágicas consecuencias para la humanidad, siempre han estado palpitando en el subsuelo económico del capitalismo y son protagonizados por determinadas fracciones políticas de la burguesía enfrentadas entre sí, que se agudizan con los peores augurios de modo explosivo en la etapa tardía del capitalismo, usando como carne de cañón al ejército social de reserva permanente formado por asalariados en paro, que así pasan a conformar la base del "más moderno" ejército profesional permanente.

Tomemos el ejemplo actual de España y veamos, brevemente, por qué la derecha burguesa nacionalista catalana de “Convergència i Unió” amaga hoy —mientras la izquierda socialdemócrata desoja la margarita— con encabezar una movida contra sus colegas del “Partido Popular” en el gobierno central nacionalista español, que amenaza con romper la unidad del Estado tal como quedó conformado en la Constitución de 1978.

Catalunya es la Comunidad autónoma donde la crisis económica más ha incidido en sentido geopolítico centrífugo. Según los datos del Banco de España al cierre del tercer trimestre de este año, el volumen de deuda del Estado en sus tres niveles administrativos alcanzó los 524.873 millones de Euros, que representa un 31,87% más que el pasado año. De ese total, 83.843 millones correspondieron a las comunidades autónomas y, entre ellas, Cataluña es la que más destaca con 24.054 millones, el 28,7% del total de las Autonomías; más que Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria y las dos Castillas juntas. Desde 1995, el endeudamiento de Catalunya se ha multiplicado pasando de de 6.992 a más de 24.000 millones de Euros contabilizados en el tercer trimestre.

El pasado 20 de setiembre, tuvo lugar en el palacio de La Moncloa una entrevista entre el Presidente del gobierno central español y el Conceller de la Generalitat de Catalunya, donde éste último le propuso suscribir un Pacto Fiscal con Catalunya. Artur Mas le propuso a Rajoy ese pacto, dada la insostenible situación financiera y presupuestaria de Catalunya, argumentando que desde la entrada en vigor de la actual Constitución, los ciudadanos residentes en esa Comunidad autónoma han aportado a la administración central del Estado español bastante más de lo que recibieron de él, lo cual violenta el principio constitucional de solidaridad interterritorial para garantizar “un equilibrio económico adecuado” consagrado en el Artículo 138.1 de la Constitución española. Consecuentemente, el pacto fiscal que Artur Mas puso sobre la mesa de Mariano Rajoy, planteaba un nuevo modelo de financiación para Catalunya, similar al concierto económico vasco o navarro. Aunque con algunas diferencias.

La propuesta catalana reclamaba plena soberanía fiscal para su Comunidad, cuya Agencia Tributaria debería encargarse de gestionar, recaudar, liquidar, revisar y hasta inspeccionar todos los tributos soportados por los ciudadanos residentes en Catalunya. En este caso la llave de la caja la tendría la Generalitat, a diferencia del concierto vasco, en el que la Hacienda pertenece a cada una de las tres diputaciones forales. Es decir, que la Agencia Tributaria catalana sería la única administración con responsabilidades fiscales en Catalunya, y el Gobierno autonómico debería disponer de plena capacidad normativa y responsabilidad fiscal sobre todos los impuestos.

Finalmente, una vez recaudados todos los tributos, el modelo de pacto fiscal catalán establecía un cupo —tal como en el modelo vasco—, en concepto de aportación catalana al Estado por el coste de las competencias o servicios que la administración central presta en esa comunidad autónoma en concepto de defensa, policía nacional, aeropuertos, puertos, frontera, etc...Y concluía que tanto el cupo catalán como la aportación interterritorial, deberían ser revisados cada quince años —como en el caso vasco y navarro—, acordados entre las dos partes.

Este nuevo modelo supone que Catalunya salga del régimen común de financiación de las demás comunidades autónomas. Por último el Gobierno catalán presidido por Arthur Mas entiende que, para ello, solo basta con reformar la Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas (LOFCA), dejando intangible el espíritu y la letra de la Carta Magna. Asimismo, el concierto catalán propuesto introduce una novedad respecto a los de Euskadi y Navarra llamado “cuota de solidaridad”. Una cantidad que Catalunya entregaría al Estado para que lo invierta en otras comunidades españolas menos beneficiadas. La cantidad estaba por determinar, aunque exigía que una vez abonada la cuota, Catalunya no podía perder posiciones en el ranking de comunidades en renta per cápita, señalando que su déficit fiscal catalán, que se sitúa entre el 6,5 y el 8,7% de su PIB, nunca debería superar el que tienen otras regiones de la UE con características y PIB similares.

En esencia, la propuesta catalana reclamaba plena soberanía fiscal para esa Comunidad, cuya Agencia Tributaria debería encargarse de gestionar, recaudar, liquidar, revisar y hasta inspeccionar todos los tributos soportados en Catalunya. En este caso la llave de la caja la tendría la Generalitat, a diferencia del concierto vasco, en el que la Hacienda pertenece a cada una de las tres diputaciones forales.

Proponía, también, que los recursos destinados a la solidaridad con el resto de España se destinaran a los servicios básicos del estado del bienestar, teniendo en cuenta el esfuerzo fiscal. Para reforzar esta reivindicación, los catalanes inciden sobre el llamado concierto con los navarros, que Franco se avino a mantener, porque fueron socios vencedores en la Guerra Civil. Es algo que remite a los conflictos del siglo XIX y muchos consideran injusto, porque coloca a los otros pueblos de España en situación de desigualdad y la Constitución no debería permitir tratos desiguales.

Ante la negativa de Rajoy, cinco días después de aquella malograda entrevista, Artur Mas anunció desde Barcelona que convocaría a elecciones anticipadas para el próximo 25 de noviembre a fin de que como leit motiv de esos comicios, los ciudadanos de esa comunidad decidan en un referéndum sobre su derecho a la autodeterminación.

Esta deriva independentista de Convergència i Unió (CIU), se puso en movimiento a caballo de la multitudinaria manifestación popular sin precedentes del pasado 11 de setiembre, que cobró forma de propuesta institucional dos semanas después, cuando Artur Mas abogó por un Estado miembro de la Unión Europea, algo similar a lo que la población francófona de Quebec pretende hacer en Canadá, Escocia respecto de Gran Bretaña y Flandes respecto de Dinamarca.

Nosotros no vamos a entrar en la tramposa discusión interburguesa, acerca de si la decisión de independizarse respecto de España, conviene o no conviene “a los catalanes”, ni si es o no legal desde el punto de vista del actual ordenamiento constitucional vigente. Porque para los internacionalistas revolucionarios —aun cuando consagramos el principio democrático de la autodeterminación de los pueblos tal como se ha planteado en Catalunya—, dadas las presentes circunstancias económico- sociales y geopolíticas de España, sostenemos que hay profundas y convincentes razones para que todo el proletariado deba actuar como bloque de poder independiente en todas partes, según el pensamiento de que su emancipación como clase social explotada, debe prevalecer sobre cualquier contingente y subordinada alternativa divisionista de pertenecer a uno u otro territorio delimitado por una frontera, ya sea entre distintos Estados nacionales, o al interior de un Estado como España, cuya Constitución le impide coercitivamente ejercer el legítimo derecho a su separación, como es éste último el caso de Catalunya, al que ahora parece sumarse el País Vasco en España.

De hecho, los capitalistas jamás han tenido patria. Todos ellos, cualquiera sea el país en que actúen, rigen su comportamiento por el mismo principio de clase social dominante primordial y sagrado, de explotar trabajo ajeno para convertir una parte cada vez mayor del tiempo de trabajo que contratan a su servicio, en plusvalor para los fines de la acumulación. Ésta es su única bandera. Hay que considerar, además, que la burguesía tampoco entiende de nacionalismos a la hora de provocar la desestructuración familiar y la incertidumbre propia de toda emigración forzosa, generando el paro masivo al interior allí donde actúe, tal como hoy está sucediendo, para conseguir en todas partes superar las crisis con esto que los políticos en España llaman eufemísticamente “flexibilidad salarial”—a la baja, naturalmente. De modo que la reivindicación del terruño bajo este sistema, tampoco tiene futuro para los asalariados. Su emancipación como clase a escala internacional, es la condición necesaria y suficiente para poder ejercer en plenitud el derecho a no sufrir la miseria ni el paro masivo forzoso. [18]

La tarea histórica fundamental que deben hacer suya los asalariados, pues, vivan en Catalunya o en cualquier otra parte de España y del Mundo, no pasa por apoyar la “independencia” política de “su” nación respecto de un Estado centralista burgués que los explota y oprime, para crear otro Estado nacional de la misma naturaleza social y política explotadora y opresiva. Porque la consecuente miseria y el desarraigo forzoso de su país impuesto por las crisis no lo podrían evitar. Deben procurar unirse con los de su misma condición social de explotados en torno a la verdad científica sobre la realidad que nos ocultan los burgueses, para poder luchar con conocimiento de causa por su emancipación para dejar de serlo por encima de nacionalidades, cultura y lengua propia. ¿De qué terruño, cultura y lengua propia estamos hablando con lo que se nos está viniendo encima en la etapa postrera del capitalismo? Terruño, cultura e idioma solo para nuestra ensoñación nostálgica en el destierro forzoso causado por el paro o las dictaduras militares, esto es lo que no podremos evitar hasta que decidamos por nosotros mismos transformar el descomunal desorden actual de las cosas, en otro sistema racional de vida.

En el caso de Catalunya, no solo serán los asalariados catalanes sino también los residentes allí que no lo son, quienes deberán unirse para orientar su lucha común desde la perspectiva irrenunciable de independencia ideológica y política respecto de la burguesía en general, —sea o no sea de origen catalán, que eso no tiene importancia—. así como de los partidos políticos institucionalizados que juegan a su servicio. Independizar al territorio en el que viven respecto del resto de España, no les independizará en absoluto como seres humanos, porque seguirán siendo igualmente explotados, oprimidos y, si es preciso, expulsados por el sistema allí donde fijen su residencia en tiempos de crisis. No esperen otra cosa porque será inútil. Hay que cambiar este sistema de raíz.

Este es el pensamiento que todos los asalariados debemos comprender y adoptar como principio de nuestro comportamiento político: dejar de seguir vistiendo la camisa sucia del capitalismo. Es tan ilusorio esperar que la burguesía y los políticos profesionales a su servicio vayan a resolver nuestros problemas, como pedirle peras al olmo. Los capitalistas no están hechos para eso, entre otras causas porque no pueden. Saben que van hacia las crisis pero no se detienen porque esa es su naturaleza de animal autotanático de rapiña. Viven tan enajenados respecto de su condición humana, como la clase que explotan. Ellos porque viven a expensas de otros seres humanos y el proletariado porque es la clase explotada que les soporta. ¿Qué es lo que les impide a los burgueses emanciparse de su enajenación humana? El hecho de que como individuos, esa enajenación les hace sentir bien. Pero cada crisis les confirma que, como clase social, no tienen futuro. Esta contradicción determina que ideológica y políticamente se sigan asumiendo como clase, pero moralmente no puedan sino refugiarse en sus respectivas individualidades, con su culto por el egoísmo metafísico del solipsismo. [19] ¿Cómo resuelven esta contradicción? Abrazándose a la máxima de Epicuro: “Comamos y bebamos que mañana moriremos”. Tal es su vértigo como individuos ante la decadente condición de ser clase dominante, al ver ese abismo social acercándose históricamente a sus pies.

Otra es la perspectiva histórica de los asalariados. Porque al emanciparse de su alienación como clase social explotada, recuperan plenamente su condición humana convertidos en individuos libres asociados. Esto es lo que los burgueses no pueden hacer. Porque su condición de clase social explotadora y, por tanto, antihumana, se lo impide. De ahí que como individuos se limiten a evocar su pasado para seguir disfrutando el presente. Todas sus celebraciones “patrias” llevan consigo tal retrospección melancólica, día que pasa más y más cuestionada por la realidad de sus propias contradicciones en el constante e inevitable fluir de la historia.

El proletariado, en cambio, no vino al mundo para inspirar su poesía en el presente ni el pasado, sino en el porvenir. Seremos, por tanto, nosotros, los asalariados como clase, los llamados a emanciparnos emancipando a la vez humanamente de su enajenación, incluso a los propios burgueses como individuos socializados, expropiándoles como clase dominante privilegiada ya caduca en nombre del futuro de la humanidad. Porque hacia allí somos impulsados unos y otros por la naturaleza de las cosas bajo el capitalismo. He aquí preparada la mecha de la próxima revolución que, por lógica económico-social en esta etapa de la historia, le cabe cumplir a los explotados y sin duda será realmente democrática y socialista.

¡¡Qué indiscutible razón profética lanzó al Mundo el “mago de Tréveris”, cuando dijo que: “nadie hará por los trabajadores lo que ellos no sepan hacer por sí mismos”!! Comprender la verdad de lo que condiciona la libertad humana en sociedad para superarlo, fue siempre algo que va por delante como requisito de cualquier trabajo efectivamente transformador, incluyendo la lucha por el progreso de la justicia y la libertad:

<<Lo que distingue al peor ebanista de la mejor abeja, consiste en que antes de ejecutar su obra la proyecta en su cerebro>> (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. V Aptdo. 1)

Finalmente y a propósito de esta última cita, insistimos en que para comprender lo que a continuación sigue de este trabajo, sólo basta 1) pensar acerca de lo que se va leyendo y, 2) saber ejecutar las cuatro operaciones matemáticas elementales y el cálculo de porcentajes que, como se podrá comprobar, ocupan la ínfima parte del texto.

 

02. El Dinero como medio de cambio y como medio de pago.

El intercambio mercantil simple por mediación del dinero como equivalente general de todas las mercancías, supone dos formas de operar según el distinto punto de vista de las tres partes que intervienen en dos actos sucesivos de compra-venta. El vendedor A entrega su mercancía M1 al comprador B para su consumo personal, quien ipso facto le paga su equivalente en dinero. Finalmente, con ese dinero A compra la mercancía M3 —que necesita— a un tercero C, también para su consumo personal. La fórmula de este tipo de intercambio, por eso llamado mercantil simple, es:(

M1-D-M2

Fijémonos que aquí, se trata de una relación social en la que intervienen 3 personas: A, B y C. Tres productores de otras tantas mercancías cualitativamente distintas, donde el dinero media el intercambio entre ellas, todas equivalentes: M1 (5 Kg. de harina) y M2 (2 cortafrío) según la siguiente secuencia: el sujeto A productor de los 5 Kg. de harina, vende su mercancía M1 al sujeto B a cambio de su equivalente en dinero D. Aquí la entrega de la mercancía vendida y el pago de su equivalente en dinero son dos actos simultáneos. Finalmente, de la misma forma A con ese dinero, compra la mercancía M2 a una tercera persona C fabricante de los cortafríos. Así se explica el intercambio mercantil simple entre mercancías de un mismo valor. Sí la persona C decidiera consumir los dos cortafríos, la secuencia de intercambios acabaría aquí, e invariablemente siempre en algún momento acaba sin alternativa posible de la misma forma. Por tanto, bajo esta modalidad de los intercambios y de la circulación de las mercancías —típica de los modos de producción precapitalistas—, la finalidad de la producción y de los intercambios es el consumo.

Bajo el capitalismo, la secuencia predominante de los intercambios invierte por completo el sentido de sus protagonistas y de su finalidad. En los modos de producción precapitalistas, los actos de intercambio estaban precedidos por la producción de mercancías. En el capitalismo es al revés, la producción está precedida y condicionada por actos previos en la esfera de los intercambios, es decir por la circulación. ¿Dónde? En el mercado de trabajo, es decir, en actos de intercambio entre los propietarios del dinero y los propietarios de su fuerza de trabajo. Sin tal requisito no hay producción. La secuencia comienza, pues, por una masa de valor en forma de dinero D disponible para inversión, en medios de producción y fuerza de trabajo por parte de los "productores" capitalistas. ¿Con qué finalidad? Producir más valor en forma de dinero para los fines de su acumulación, convertido así en capital. ¿Cómo? Explotando trabajo ajeno, naturalmente. Así las cosas, la representación algebraica o fórmula del proceso de valorización del capital productivo es la siguiente:

D-M ……P……..M’- D’
Donde D representa al dinero para inversión productiva; M a la mercancía adquirida en fuerza de trabajo o salarios, medios de producción [suelo, edificios, mobiliario, material de escritorio, maquinaria, materias primas y auxiliares (combustibles y lubricantes)]; P representa al proceso de producción y los puntos suspensivos al tiempo de trabajo insumido; M’ designa al valor del producto conteniendo lo que le costó al capitalista industrial, más el trabajo impago materializado en el plusvalor. D’ epresenta a ese mismo valor del producto expresado en dinero cuando el producto se vende = D+d (Recuperación del dinero D invertido en la producción más el plusvalor d realizado en forma de incremento en dinero, que así se transforma en capital).

Hasta aquí, históricamente el dinero solo tenía por finalidad mediar en los intercambios entre distintas mercancías. Posteriormente, con el desarrollo del comercio bajo la tardía Edad Media, el dinero entre la clase social capitalista incipiente adoptó una función adicional como medio de pago. Aquí, la simultaneidad de la compra y de la venta por mediación del dinero, es sustituida por un instrumento comercial que permite la discontinuidad en el tiempo y el espacio entre la entrega de la mercancía por el vendedor y el pago de la misma a cargo del comprador. Dicho instrumento es la letra de cambio, emitida o librada (puesta en circulación) por el comprador, quien la firma y entrega al vendedor bajo el formal compromiso de pagar al vencimiento su precio, en un plazo y lugar acordado. Bajo el capitalismo el domicilio de pago suele ser un banco, al cual por lo general acude el último tenedor de la letra para descontarla..

Supongamos que el vendedor es un fabricante de automóviles y el comprador un comerciante concesionario del mismo producto. En virtud de la letra de cambio, la remesa de coches objeto de compra-venta pasa del industrial-fabricante a manos del adquirente en su condición de intermediario comercial. La entrega se ejecuta antes de que su precio o valor de cambio en dinero pase a manos del vendedor. Pero éste, en su condición de fabricante, necesita disponer de inmediato de nueva materia prima y demás autopartes ya empleadas para fabricar lo que ha puesto en manos del cocesionario. De lo contrario, deberá cargar con el lucro cesante de tener que paralizar su producción hasta la venta total de lo ya fabricado todavía no vendido. Para evitarlo, endosa y transfiere la promesa de pago a favor de quien le venda ese nuevo material para la fabricación de una nueva tanda de coches, o bien acude inmediatamente a su banco para descontar la letra, solicitando que se le adelante el importe a cambio de un interés por el tiempo transcurrido entre la fecha del anticipo y el vencimiento del plazo acordado, del que deja constancia en el documento que firma y entrega al banco.

De este modo, el dinero propiamente dicho recién interviene para cerrar la operación de compra-venta al vencimiento del plazo acordado en la letra de cambio, que se convierte, así, de medio de cambio en medio de pago. Esta nueva función del dinero dio pábulo a que la figura del tenedor de la letra se haya trasmutado en acreedor y el receptor del producto —que firmó y libró la promesa de pago— en deudor.

Teniendo en cuenta que este tipo de documentos suele circular con hasta tres o más endosos, aquí ya estamos ante una nueva figura llamada dinero prestable o crediticio que surgió directamente de su previa función como medio de cambio, para lo cual todas las transacciones debieron pasar a ejecutarse en el mercado o esfera de la circulación de la riqueza, sobre la base de un mismo valor mercantil en cada operación de endoso, hasta ser abonada a su vencimiento en el domicilio que figura en el documento.

Esta nueva función como medio de pago a plazo, convirtió al dinero en una mercancía más sujeta a la interacción de la oferta y la demanda en un nuevo mercado: el de dinero prestable o crediticio. Y dado que toda mercancía es objeto de compra-venta y se consume, el dinero como medio de pago materializado en la letra de cambio, también pasó a contener un valor de uso y un valor de cambio, cuyo comprador la pone en circulación comprometiéndose a hacerla efectiva en favor del vendedor a su vencimiento.

¿En qué consiste el "valor" o precio del dinero prestable? En la tasa de interés vigente en el mercado de prestamos. ¿Qué se propone un prestamista ofreciendo dinero a crédito? Acrecentarlo, es decir, recuperar al vencimiento de la promesa escrita la cantidad que prestó, más la tasa de interés, o sea, capitalizar el dinero prestado. ¿Y el que lo demanda para qué lo quiere? Para usarlo productivamente. ¿En qué consiste el uso productivo del dinero como forma de pago bajo el capitalismo en condiciones normales? En nuestro ejemplo invertirlo por el prestatario —suponiendo que descontó en su banco la letra— en su condición de capitalista industrial, para comprar medios de producción y…trabajo asalariado, a fin de seguir sin interrupciones fabricando más automóviles y así obtener un plus adicional de ganancia, es decir, transformar la cantidad de dinero que le adelantó el banco, en más dinero, o sea, en capital real a instancias de la producción de plusvalor. ¿Cómo? Explotando trabajo ajeno, naturalmente.

¿De dónde sale, pues, el interés del dinero prestado? De la ganancia industrial d como resultado de invertir el dinero D en producir mercancías que contengan D+d. Así las cosas, cuando el capitalista productivo vende lo que ha fabricado, recupera el dinero invertido D más un incremento de dinero = d equivalente al plusvalor o ganancia materializada en el producto fabricado y ya vendido. Finalmente, de esta masa de plusvalor convertido en dinero, deduce la parte que le corresponde capitalizar al prestamista según la tasa de interés vigente en el mercado de préstamos.

La dialéctica mercantil entre prestatarios y prestamistas que acontece en el mercado de dinero, se expresa, pues, en que el ofertante intermediario de fondos líquidos y el demandante (industrial o comerciante), se relacionan como personas que, en el proceso de reproducción de la vida social bajo el capitalismo, desempeñan papeles económicos totalmente diferentes. Uno se limita a prestar dinero por tiempo determinado, cobrando a cambio un precio llamado interés, cuya tasa viene determinada por la oferta y la demanda vigente en el mercado de dinero a crédito. Por su parte, el demandante lo adquiere para emplearlo de forma productiva, es decir, lo usa para convertirlo en capital a instancias de la producción de plusvalor contenido en las mercancías que fabrica con propósito de venta. De allí detrae el equivalente a la tasa de interés que retribuye al prestamista. Lo que resta es ganancia para él, para el capitalista productivo que opera con dinero prestado. Por tanto, el plusvalor o masa de ganancia en dinero líquido resultante del proceso de producción y venta, es ganancia bruta para el industrial que se descompone en dos partes: el interés que debe pagarle al prestamista y lo que excede por encima del interés, constituye su ganancia neta antes de impuestos.

En resumen, el producto real específico del capital es el plusvalor. Pero para el capitalista productivo que opera con capital prestado, su ganancia no resulta de restar el precio de costo industrial al precio de producción de las mercancías que vende, sino que de este resultado debe, además, deducir la tasa de interés o precio de costo adicional por el tiempo en que usó productivamente el dinero tomado a préstamo.

De aquí se infiere que, aun cuando el interés del dinero es una categoría económica históricamente anterior a la aparición del capitalismo, la ganancia del más moderno capital industrial o plusvalor, es el presupuesto lógico y condición de existencia del crédito. O sea que, entre capitalistas bancarios e industriales, sin producción de plusvalor no puede haber interés que garantice la existencia de dinero prestable disponible para capitalizar. Bajo esta premisa fundamental, el prestamista solo puede realizar el interés de su préstamo, si al cabo de un determinado plazo de tiempo convenido, el dinero D en manos del prestatario como capitalista industrial, ese dinero adelantado acaba convirtiéndose en capital real, es decir, en una cantidad mayor de dinero, en la fórmula designado D’ = (D + d), o sea, capital en forma de dinero D' que debe ser mayor que D en la magnitud equivalente a d:

<<El capital que devenga interés sólo se consolida como tal, en la medida en que el dinero prestado se transforma en capital produciendo un excedente (el plusvalor, que corre a caergo del capitalista industrial) del cual el interés (del dinero préstado por el capital bancario para producirlo) constituye una parte>>. (K. Marx: "El Capital” Libro III Cap. XXIII. Lo entre paréntesis es nuestro)

Si centramos ahora nuevamente la atención sobre la fórmula general del capital, podemos ver allí que, en virtud del dinero como medio de cambio, la masa de valor contenida en la mercancía M, cambia sucesivamente dos veces de lugar. En un primer momento, la mercancía fuerza de trabajo propiedad de los asalariados, así como los medios de producción en poder de capitalistas comerciales, pasan a manos de los capitalistas productivos que compran esos factores de la producción. Estas operaciones mercantiles de compra-venta quedan reflejadas en la primera parte de la fórmula D-M (conversión de dinero en mercancías bajo la forma de salarios y medios de producción para su uso o consumo productivo).

Una vez adquiridos los factores de la producción, su valor simbolizado en M, sale de la circulación en el mercado y, por efecto del proceso de producción.....P....., se transforma en otra mercancía M’ = M + Pl.(plusvalor). Por último, según la lógica del capitalismo está previsto que M’ vuelva al mercado para pasar a manos de sus eventuales compradores que la requieren a cambio de una masa de valor en dinero D’, operación que se concreta en el segundo momento de la circulación: M’-D’ (conversión de la forma mercancía en la forma dinero que refluye a los capitalistas productivos incrementado por el plusvalor (creado en el proceso productivo).

Ahora bien, en la sociedad capitalista, está previsto que el dinero actúe alternativamente como medio de cambio o como medio de pago. Se comporta como medio de circulación o de cambio cuando los pagos son al contado, es decir, cuando los actos de compra-venta o entrega de la mercancía a cambio de dinero efectivo son simultáneos (como cuando se compra una barra de pan). Pero cuando por diversas circunstancias, entre la entrega de la mercancía y el pago de la misma transcurre cierto tiempo, el dinero actúa como medio de pago (a crédito).

<<Basta indicar aquí las más simples de esas circunstancias. Un tipo de mercancías requiere más tiempo para su producción, otro tipo menos. La producción de algunas mercancías está ligada a diversas estaciones del año. Una mercancía es producida en el emplazamiento mismo de su mercado, otra tiene que realizar un largo viaje hasta dar con el suyo. De ahí que un poseedor de mercancías pueda asumir el papel de vendedor antes que otro el de comprador (cuando ambos actos, el de comprar y el de vender, difieren en el tiempo e incluso en el tiempo y el espacio). (K. Marx: Op.cit Libro I Cap. III punto 3 b. Lo entre paréntesis nuestro)

Las circunstancias en que el dinero actúa como medio de pago, crean las figuras del deudor (que compra la mercancía a plazo) por un lado, y del acreedor (que la vende) por otro, típicas del dinero a crédito llamado crédito comercial o de circulación, que surge de la función del dinero como medio de pago, frecuentemente a instancias de la letra de cambio. Según estas condiciones, el propietario A de una mercancía, vende a otro B que la compra como presunto representante de un dinero co9ntante y sonante todavía inexistente. Y lo hace bajo promesa escrita de pagar, supongamos que a los 90 días de la fecha de emisión del documento.

Ahora bien, si por cualquier causa o motivo, antes del vencimiento de la letra que mantiene en su poder A necesitara ese dinero, puede, transferir esa promesa de pago hecha por B a un tercero C endosándola a su favor a cambio de que éste le proporcione la mercancía que necesita. Y así sucesivamente hasta que el último poseedor o tenedor del documento, procede a exigir su cobro a B una vez agotado el vencimiento estipulado, presentándolo en su banco para que lo acredite en su cuenta corriente. De este modo, un mismo medio de pago —la letra de cambio— posibilita la ejecución de sucesivas transacciones comerciales sin la intervención de dinero propiamente dicho.

 

03. Tiempo de producción y tiempo de circulación

Habíamos visto en el apartado anterior, que durante el tiempo de cada jornada al servicio del capitalista que les contrata, los asalariados cumplen dos funciones: trasladan al producto que crean la parte de valor contenida en su salario y en los medios de producción sobre los cuales recae su actividad. Pero, además, en ese mismo tiempo le añaden un plus de valor o ganancia que su patrón se apropia sin compensación alguna.

Una vez que el producto sale de fábrica e ingresa en el mercado, el tiempo que transcurre hasta que se vende y vuelve a convertirse en dinero efectivo, es la pura negación del ¡tiempo en el que ese mismo capital podría producir plusvalor! Para el capitalista industrial es un tiempo muerto en tanto que no produce ganancia. No aumenta la masa de capital en forma de un nuevo producto de valor, sino que se limita a operar con él —y en él— una metamorfosis formal necesaria: de su forma de producto creado en el proceso de producción, el plusvalor contenido en él pasa a revestir la forma de mercancía en el proceso de circulación (para su venta por el capitalista comercial). Y mientras permanece en los depósitos de los intermediarios comerciales a la espera de ser vendido, hasta que se vende y vuelve a adoptar la forma de dinero en manos del capitalista industrial, es un capital improductivo.

O sea, que el tiempo durante el cual un producto circula como mercancía M', cambia solo la determinación formal del capital contenido en ella. De ser producto en la fábrica, su valor pasa a circular como mercancía. Y allí, en el mercado, durante el tiempo en que circula, el capital no produce valor ni plusvalor. Pero la genética del sistema capitalista consiste en la producción y acumulación de plusvalor. Por lo tanto, el capital tiende a un tiempo de circulación nulo, a un tiempo de producción sin tiempo de circulación. Tal es la función del crédito o capital-dinero de préstamo: convertir todo el tiempo en el que el capital circula, en tiempo de producción para la creación de plusvalor. Es decir, anular el tiempo de la circulación, convertirlo matemáticamente en = 0:

<<Si, por ejemplo, un capital de 100 Libras Esterlinas necesita 3 meses (es decir, 90 días) para producir (10 £ de plusvalor contenido en X número de mercancías), entonces, si el tiempo de circulación fuera = 0 podría circular 4 veces al año (en vez de una); y el capital actuaría cuatro veces por completo como capital, es decir, como creador de plustrabajo, como valor que se multiplica (en este caso 10£x4=40£)>> (K. Marx: "Grundrisse": "El proceso de circulación del capital". Lo entre paréntesis nuestro)

¿De qué naturaleza es esta conversión matemática del tiempo de la circulación = 0 en tiempo de producción de plusvalor = 40£ en vez de 10? Como vimos, el capital comercial tiene su razón de existencia en que lleva a cabo el proceso necesario de la circulación de mercancías (para convertir el valor de la mercancía M’ a la forma dinero D’) en el menor tiempo posible. Pero como ese proceso es necesario, no se lo puede eliminar; la función del capital comercial no consiste, pues, en reducir el tiempo de la circulación realmente a cero; porque haría desaparecer automáticamente la imprescindible función social del comerciante.

Ahora bien, en diversos pasajes de su obra, Marx insiste en que mientras el proletariado no se decida a superar políticamente al capitalismo, los límites del capital son los que el propio capital se pone a si mismo para superarlos. Y sin duda está probado que los supera. Dicho de otro modo, mientras el principio activo de su lógica —implícito en la propiedad privada sobre los medios de producción— se mantenga intacto, el capital pasa por encima de cualquier límite. ¿Cómo neutraliza el capital el límite del tiempo durante el cual realmente circula? Anulándolo ideal o artificialmente mediante el dinero a crédito:

<<La circulación del capital es realizadora del plusvalor (su conversión de M' a D'), de la misma forma que el trabajo vivo es creador de valor. El tiempo de circulación es sólo un límite de esta realización del valor y, por tanto, de la creación de valor; es un límite que procede no de la producción en general, sino que es un límite específico de la producción del capital, cuya superación —o al menos la lucha con él— entra por lo tanto, en el desarrollo económico específico del capital, e impulsa al desarrollo de sus formas en el crédito, etc. > > (K. Marx: Óp. Cit. Lo entre paréntesis nuestro)

Pero, ¿de qué naturaleza es esta superación? Si el tiempo de la circulación es un límite tan necesario como real (de la producción de valor), no puede ser anulado realmente. Como que según se expande y multiplica la producción de mercancías —por efecto del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social—, crece la importancia del comercio. Y mientras la mercancía producida no se vende, el capital incrementado contenido en ella permanece fatalmente confinado en la circulación como capital improductivo en tanto que es imposible contar en tales condiciones con él para producir más plusvalor:

<<En tanto el capital está fijado en la forma de producto acabado (aun sin vender) no puede actuar como capital (productor de plusvalor), es un capital negado>>. (K. Marx: Óp. cit. Lo entre paréntesis nuestro)

Así las cosas, un capital en tanto que mercancía, es un capital realmente inactivo e inhabilitado para la producción de plusvalor. Sólo se lo puede rehabilitar como capital productivo ideal o ficticiamente. Esto es lo que se logra con el sucedáneo del dinero real: la letra de cambio, permitiendo que una determinada masa de capital industrial pueda seguir produciendo plusvalor sin solución de continuidad, comprando más medios de producción y salarios aun sin haber cumplido el tiempo de su natural y necesaria realización o venta en el mercado. Es decir, se lo rehabilita como capital productivo aun cuando su equivalente contenido en la riqueza ya producida no se haya todavía vendido y permanezca como mercancía en los almacenes de los capitalistas intermediarios comerciales. Tal es el sortilegio —mediante la astucia de la “razón” capitalista— que la letra de cambio hizo posible.

El capital bajo esta forma de dinero crediticio, resulta ser así, capital ficticio. En tanto no anula realmente el tiempo de circulación, deja subsistir el capital comercial; pero en la medida en que permite al prestatario —en función de capitalista industrial— saltar por encima de ese tiempo para continuar el proceso de producción de plusvalor a instancias del prestamista, da lugar a una nueva forma del capital: el capital-dinero que devenga interés. Un interés que, como la ganancia comercial, constituye una pura detracción de la ganancia industrial, es decir, del capital real creador de plusvalor. Una deducción que, bajo la forma del interés, capitaliza la burguesía bancaria y, bajo la forma de ganancia comercial, capitaliza el intermediario encargado de venderla al consumidor final. El resto es ganancia bruta que capitaliza el capitalista industrial. Todo ello, naturalmente, a expensas del trabajo asalariado.

Así las cosas, el creciente aumento del dinero crediticio inyectado por el sistema bancario en la esfera de la circulación, como hemos visto acelera la acumulación del capital global. Es decir, el dinero adelantado pagadero plazo, "anula" el tiempo de circulación, de modo que, y en ese lapso, permite convertir más salario capitalizable en plusvalor capitalizado. Entre tanto, este hecho también contribuye a desarrollar la ciencia que la propia competencia se encarga de incorporar a nuevos medios de trabajo más eficientes, lo cual permite al trabajo vivo producir más unidades de producto en menos tiempo y de mejor calidad. Pero con ello se acelera también el proceso en que el plusvalor producido crece necesariamente cada vez menos, al tiempo que lo que cuesta producirlo aumenta cada vez más.

Toda esta dinámica se traduce en una presión al descenso de la Tasa General de Ganancia Media, hasta que alcanza un punto en el que no todo el plusvalor producido compensa el gasto en producirlo. Es ésta una superproducción relativa de capital, es decir, respecto del plusvalor obtenido que así no le compensa. Esto explica que el capital-dinero adicional relativamente supernumerario se desvía de la producción hacia la especulación. Lo cual significa que la causa eficiente de las típicas crisis del capitalismo NO ES el ezxceso de crédito por la avaricia de los bancos , como así piensan y así lo difunden —porque conviene a los intereses de la clase a la que sirven y defienden— todos los teóricos económicos burgueses —no pocos de ellos autoproclamados marxistas—, así como los políticos profesionales y periodistas especializados a sueldo y prebendas que le hacen la corte. Y para poder afirmarse en esta falacia, confunden el capital ficticio con el capital real. Pero dejemos la explicación de este asunto para tratarlo con más detenimiento un poco más adelante.

 

04. Los asalariados de la banca

Ya explicamos y volovemos a recordar aquí que, según el dinero actúe como medio de cambio o como medio de pago, el primero determina los pagos al contado y el segundo los pagos a plazo vista; al contado mediante dinero efectivo que así actúa como medio de cambio. A plazo; con dinero crediticio que funge como medio de pago a través de la letra de cambio.

Sea como fuere, en la medida en que a cada compra le corresponde una venta —sea continua o discontinuamente—, según progresa la acumulación de capital y aumenta la producción de mercancías, las transacciones se multiplican y cada capitalista debe pagar dinero a cada vez más personas, al mismo tiempo que recibe dinero de otras tantas. Estas operaciones meramente técnicas de contabilización de cobros y pagos, suponen un trabajo; y en la medida en que el dinero funciona cada vez más como medio de pago, se hacen necesarios cálculos de balance entre cobros y pagos. Estas operaciones se multiplican en la medida en que el dinero funciona cada vez más como medio de pago a crédito.

Este trabajo, que no crea valor, supone sin embargo un costo llamado de circulación. Se lo abrevia encargándolo a un sector específico de agentes capitalistas dinerarios —los banqueros— quienes ordenan ejecutarlo a sus propios asalariados en beneficio de la clase capitalista en su conjunto. Tal es la función de las cuentas corrientes, letras de cambio y demás instrumentos de la ingeniería financiera, que en el tránsito de la expansión a la crisis se utilizan con más asuididad para los fines de la especulación. Las letras de cambio permiten adelantar la “compra” de una mercancía antes de pagarla, mediante una promesa escrita de pagar en dinero efectivo su valor al vencimiento estipulado, exigiendo a cambio de tal servicio financiero un precio que fija el mercado de préstamos según la tasa de interés vigente. En el descuento de estos valores comerciales se centra el grueso del negocio bancario.

Al multiplicar los intercambios con este sucedáneo del dinero sin la intervención del dinero real —que es reemplazado por la letra de cambio—, el llamado crédito comercial acelera el proceso de producción de plusvalor y expansiona el mercado. De tal modo apalanca el desarrollo de las fuerzas productivas aumentando la masa del capital en funciones y la producción de más riqueza, conteniendo más valor y plusvalor, que ingresan en la esfera de la circulación:

<<Con el desarrollo del comercio y del modo capitalista de producción, que sólo produce con miras a la circulación (compra-venta), se amplía, generaliza y perfecciona esta base natural del sistema crediticio. En general, el dinero (crediticio) sólo funciona aquí como medio de pago, es decir, que la mercancía se vende no a cambio de dinero, sino de la promesa escrita de pagar (la deuda contraída) en una fecha determinada. Podemos agrupar aquí, en homenaje a la brevedad, todas estas promesas de pago bajo la categoría general de letras de cambio. A su vez, estas letras circulan como medios de pago hasta sus días de vencimiento y pago y constituyen el dinero comercial propiamente dicho, el de los billetes de banco, etc. Estos no se basan en la circulación dineraria —trátese de la de dinero metálico o de billetes bancarios del Estado— sino en la circulación de las letras de cambio.>> (K.Marx: Op. cit. Libro III Cap. XXV. Lo entre paréntesis nuestro)

 

05. El crédito accionario

En cuanto a las sociedades anónimas o “por acciones”, es ésta una forma de crédito distinta del crédito de circulación a través de los “valores” comerciales. Mientras estos últimos dan mayor fluidez a la circulación favoreciendo la continuidad de la producción de plusvalor antes de ser capitalizado, el crédito accionario engrosa el capital para inversión. No tiene por cometido acelerar el giro de los negocios sino incrementar su base demandando dinero a crédito.

¿Qué supone e implica para cualquier empresa la iniciativa de demandar dinero, lanzando al mercado bursátil una "oferta pública de acciones"? Regularmente la intención de aumentar el capital disponible para inversión productiva, ampliando así la escala de la producción de plusvalor, en tanto y cuanto aumenta el capital disponible para tales fines. Y la legislación vigente, que para eso está, le confiere a la empresa vendedora de tales títulos, el derecho a disponer de su equivalente en dinero del comprador, sin responder de ello en absoluto ante él ni ante nadie. ¿Qué supone e implica esta forma de crédito para los compradores de esos títulos? Convertirles en prestamistas con la teórica posibilidad de participar en las ganancias de la empresa llamadas “dividendos”, o eventualmente venderlos en bolsa a la cotización del momento. En cualquier caso, supone el riesgo de perder parte o la totalidad de lo invertido. Tal es la mecánica del mercado bursátil. La monumental estafa que los bancos españoles como prestatarios cometieron con sucesivas emisiones en participaciones preferentes vendidas a cientos de miles de pequeños ahorristas desde 2002, es una variante del crédito accionario en gran medida ensayada mediante el engaño a decenas de miles de incautos que les confiaron su dinero durante la fase expansiva del ciclo. Un dinero que acabó convertido en viviendas invendibles a raíz de la crisis. Otro fue el comportamiento de los banqueros como prestamistas, sabiéndose amparados por la ley hipotecaria vigente desde 1944 para llevar a cabo los desahucios frente a la emergencia de los impagos de hipotecas, firmadas por los deudores bajo condiciones que lo destablecido por la actual legislación europea prohibe. Así es como se han podido ejecutar hasta hoy los 400.000 desalojos por vía judicial y policial en España desde 2008, mientras nuestros políticos institucionalizados de todas las tendencias esencialmente burguesas miraban para otro lado. Y ahora, después de tres suicidios en medio de la bruta violencia policia ante la resistencia de los afectados —como si los perjudicados tuvieran la culpa de haber sido arrojados al paro— los valores democráticos tan pregonados por políticos institucionalizados, empresarios y banqueros, han quedado en evidencia.

<<Si el sistema crediticio aparece como palanca principal de la sobreproducción y de la superespeculación en el comercio, ello sólo ocurre porque en este caso se fuerza hasta su límite extremo el proceso de la reproducción, elástico por naturaleza, y porque se lo fuerza a causa de que una gran parte del capital social resulta empleado por los no propietarios del mismo, quienes en consecuencia ponen manos a la obra de una manera totalmente diferente a como lo hace el propietario que evalúa temerosamente los límites de su capital privado, en la medida en que actúa él personalmente. >> (K. Marx: “El Capital” Libro III cap. XXXVIII. El subrayado nuestro)

Cabe aclarar aquí que, cuando Marx alude a los que disponen para fines especulativos de un dinero que no es suyo, se refiere a lassociedades anónimas y especialmente a los bancos. Ahora bien, el precio o cotización al que los bancos venden las acciones para ampliar su capital disponible, que ponen en circulación a cambio de dinero para especular, se basa en lo que cada uno de esos títulos rinde a la tasa media de interés vigente. Por ejemplo, si el rendimiento anual o participación proporcional de una acción en la ganancia de una empresa es de 250 Euros y el tipo de interés medio del 5%, el precio o cotización de esa acción es de 5.000 Euros, porque un capital de 5.000 al 5% de interés rinde 250 Euros. De este modo, la ganancia ya no aparece como producto del trabajo impago —cuya huella se borra por completo—, sino como el resultado de una masa de capital invertido que se reproduce a sí mismo. Y es que, en la forma del capital-dinero que devenga interés, o sea, en el dinero que se convierte en más dinero bajo la forma algebraica: D-(D’ = (D+d), desaparece todo rastro del proceso productor de plusvalor equivalente en dinero a d, convirtiendo así cualquier rédito dinerario determinado, sea cual fuere su origen, en el interés de un capital. Como si toda masa de valor en dinero tuviera la mágica virtud de crecer automáticamente por sí mismo con el simple paso del tiempo. Según este razonamiento que inspira la práctica social habitual en la bolsa de valores, en tanto es un rédito, también el salario puede ser considerado como el producto de un capital (humano), es decir: la fuerza de trabajo, a la tasa de interés vigente:

<<Por ejemplo, si el salario de un año es = £ 50, y el tipo de interés es del 5% se consideraba la fuerza de trabajo anual como igual a un capital de £ 1.000 (1.000 al 5% de interés = 50). Lo desatinado de la concepción capitalista llega aquí a su pináculo cuando, en lugar de explicar la valorización del capital a partir de la explotación de la fuerza de trabajo, explica, a la inversa, la productividad de la fuerza de trabajo a partir de la circunstancia de que la propia fuerza de trabajo es esa cosa mística, el capital que devenga interés>> (K. Marx: Op. cit. Libro III Cap. XXIX)

El absurdo de esta concepción salta a la vista por el hecho de que, para crear ese interés llamado dividendo, el asalariado debe trabajar durante un determinado lapso de tiempo, no sólo para reponer "su capital" —el valor de su fuerza de trabajo—, sino para crear una masa de valor adicional (plusvalor o trabajo no retribuido) que es de donde se nutre y engorda el capital: el de su patrón y el del prestamista bursátil de dinero; este último a instancias del interés del capital dinerario representado por las acciones en su poder, que le permiten participar de las ganancias (llamadas dividendos) producidas por el capitalista productivo vendedor de la acción o, en su defecto, por cualquier banco.

Así las cosas, el dividendo o ganancia de cada acción, resulta de dividir la ganancia de la empresa por el número de acciones en poder de los accionistas. Y el valor de cada acción es igual a la capitalización de su dividendo a la tasa de interés vigente. Por ejemplo: suponiendo que el rendimiento de las empresas se mantiene constante, los valores bursátiles aumentan o disminuyen en relación inversa a las variaciones de la tasa de interés. De este modo, si el tipo de interés aumenta del 5 al 10%, el mismo título que siguiera asegurando un dividendo de 250 ya no valdría 5.000 Euros sino 2.500. Bajaría a la mitad porque esa es la proporción en que ha variado la tasa de interés: ahora, 2.500 es el capital que al 10% de interés rinde 250 Euros.

Esto significa que el precio de las acciones varía en relación inversa a las variaciones de la tasa de interés, con independencia del valor real o patrimonio social del capital empresarial acumulado que representa. Además, los bajos tipos de interés —que incrementan el valor de las acciones—, facilitan las compras de bienes de consumo final a crédito aumentando la demanda, lo cual, su vez, presiona los precios de esos bienes al alza y, por tanto, el poder adquisitivo de los salarios a la baja, lo cual acaba aumentando las ganancias del capital en todas sus aplicaciones.

Pero lo más importante y de mayor trascendencia histórica de esta dinámica objetiva, es que, tanto el crédito comercial como el accionario, aceleran al extremo la producción de plusvalor, al permitirle saltar por encima de la relativa lentitud con que lo ya producido tarda en atravesar la esfera de la circulación o mercado, hasta su conversión en dinero líquido. Tanto más cuanto mayor distancia media entre la industria —donde los productos se fabrican— y el mercado donde son puestos a la venta.

Esto supuso un salto cualitativo en la organización del tejido empresarial. Lo que al principio comenzó siendo una multitud de pequeñas factorías y comercios —propiedad privada a lo sumo de unos pocos individuos— pasó a dominar el mercado un cada vez más reducido número de grandes conglomerados empresariales, donde una rerlativa minoría social de accionistas acaudalados detentan hoy la propiedad social centralizada de enormes masas de capital industrial, comercial y de servicios, organizados en lo que hoy se conoce como cárteles, holdings o trusts. Así conceptualizó Engels esta realidad del incipiente capitalismo tardío, en la acotación que hizo en 1894 al texto de Marx correspondiente al capítulo XXVII del Libro III:

<<La celeridad con la que (por mediación del crédito) puede acrecentarse hoy en día la producción en todos los dominios de la gran industria, se enfrenta a la lentitud para vender esos productos multiplicados (tanto más cuanta mayor distancia media entre la industria donde se fabrican y el mercado en que se ponen a la venta). Lo que la primera produce en meses, éste apenas si puede absorberlo (convertido a la forma dinero) en años. A ello se suma la política de proteccionismo aduanero, en virtud de lo cual todos los países industriales se cierran con respecto a los demás, y en especial con respecto a Inglaterra, acrecentando artificialmente también, la capacidad de producción. Las consecuencias son una sobreproducción general crónica, una depresión de precios (por exceso de oferta) y un (consecuente) descenso de las ganancias hasta su total eliminación...>> (Op. cit. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros).

Ahora bien, sabemos ya que el dividendo de cada título bursátil se calcula en base al plusvalor creado por el capital productivo, pero no depende directamente de él, sino de la tasa de interés vigente. Y también sabemos que, para ser viable, el interés del dinero debe ser menor que la ganancia industrial. De esta observación, refiriéndose a las más grandes empresas de capital accionario cuya ganancia no excede al interés, Marx sacó la siguiente conclusión:

<<Antes de seguir adelante, aun cabe observar este punto de importancia económica. Puesto que, en este caso, la ganancia asume la forma del interés, esta clase de empresas aun son posibles cuando arrojan un mero interés, y esta es una de las razones que detienen la baja de la tasa general de ganancia, porque estas (grandes) empresas, en las que el capital constante (suelo, edificios, maquinas-herramientas, mobiliario, materias primas y auxiliares. etc.) guarda una relación tan descomunal respecto del capital variable (salarios), no entran necesariamente en la nivelación de la tasa de ganancia>>. (Ibíd)

Decir que la ganancia obtenida por los accionistas en las sociedades anónimas asume la forma del interés y no pasa de ahí, significa que ése es el precio que se les paga, por el uso del capital-dinero con el que dichos compradores de acciones participan en la ganancia de esas sociedades de tales características. Ésta es, pues, la “razón” por la cual el capital-dinero que los accionistas aportan a estas empresas, no participa en la formación de la Tasa General de Ganancia Media. Si participara en ella, la presión a la baja por las causas ya explicadas, no encontraría ningún obstáculo y descendería más rápidamente.

 

06. Posibilidad de las crisis

Habíamos visto que el proceso de circulación correspomdiente a la etapa precapitalista del intercambio mercantil simple, atraviesa dos momentos de sentido opuesto, durante los cuales intervienen tres sujetos y en un mismo valor se operan sucesivamente dos cambios de forma. En el primer momento, el productor A lleva al mercado el producto de su trabajo excedente a su propio consumo bajo la forma de 5 Kg. de trigo que convierte así en mercancía, para venderla a una segunda persona B a cambio de dinero. Primera metamorfosis formal. En el segundo momento, con ese dinero el agricultor A compra a una tercera persona C —el herrero— 2 cortafriós. El dinero vuelve a adoptar la forma de mercancía. La fórmula algebraica del proceso sería::

[Primer momento: (M-D) - Segundo momento (D-M)].

¿Qué es lo caracterìstico y distintivo en este proceso de circulación, por eso llamado, "simple"? En primer lugar, que un mismo valor económico producto del trabajo agrícola, adopta sucesivamente la forma de mercancía que le permite trocarse por dinero, para acabar en un segundo momento volviendo a su forma originaria de mercancía, aunque cualitativamente distinta o cuyo valor de uso es de otra naturaleza. De lo contrario el intercambio mercantil carecería de sentido. Esto significa que tanto la producción como el intercambio en aquél modo de producción precapitalista, se caracterizó —además de ser un intercambio de equivalentes— por el hecho de que la producción no tuvo otra finalidad que el consumo.

¿En qué se distingue el proceso de circulación correspondiente a la más moderna etapa capitalista? 1) Si volvemos a la fórmula general del capital en el apartado 02, comprobaremos allí que la circulación no comienza ni acaba en la forma mercancía sino al contrario, en la forma dinero. Es decir, no se produce valor para cambiarlo por un equivalente con arreglo al consumo. De lo que se trata bajo el capitalismo es producir, además de valor, plusvalor, siempre con vistas a la circulación para los fines de la acumulación como capital 2) los dos momentos de la metamorfosis formal del valor: (D-M) y (M-D) , aparecen disociados en el tiempo y el espacio por el proceso de producción ....P....o metamorfosis real. El primero de esos momentos es el de la conversión del dinero D invertido en la mercancía M (bajo la forma de medios de producción y salarios). Finalmente, el tercer momento en orden de sucesión, es el que —como resultado del proceso productivo (…P…)— la mercancía (M’ = M+pl.) se reconviente nuevamente a la forma dinero D’ = D+d). Al respecto de este tercer momento (segundo de la metamorfosis formal), dice Marx que bajo el capitalismo:

<<Quien produce no puede optar por vender o no vender. Tiene necesariamente que vender. (porque su finalidad es recuperar lo invertido más la ganancia contenida en la mercancía que ha fabricado). Y lo que ocurre en las crisis, es precisamente que no puede vender o solo puede hacerlo por menos de lo que le costó (sin ganancia) e incluso con una pérdida positiva. ¿De qué le sirve a él —ni nos sirve tampoco a nosotros— el que haya producido para vender? Se trata, precisamente, de saber qué es lo que se interpone ante estas buenas intenciones>>. (K. Marx: “Teorías sobre la plusvalía” Libro II Cap. XVII Ed./FCE 1980 Pp. 463. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

Y está obligado a vender, además, no solo para poder volver a comprar nuevos medios de producción y fuerza de trabajo como condición de seguir produciendo para volver a vender y acumular más plusvalor, que ese es su cometido, sino y sobre todo, porque próximamente debe pagar los medios materiales que compró para producir lo que acaba de poner en circulación a la venta. Es cierto que:

<<Todo (capitalista productivo) que vende lo hace, ante todo, para (volver a) vender, para convertir la (siguiente remesa de de la misma) mercancía (que fabrica) en dinero (más un plus que espera capitalizar)>> (Óp. cit. Lo entre paréntesis nuestro)

Pero entre una venta de sus productos y la siguiente, tiene necesariamente que mediar —sí o sí— una compra de nuevos medios de producción para seguir produciendo como condición sine qua non para venderla con ganancia. Y esto vale para todos los productores. Pues bien, aquí vio Marx la posibilidad de las crisis. Por ejemplo: el fabbricante de máquinas además de contratar operarios debe comprar máquinas de diverso tipo y catacterísticas, además de herramientas, materia prima, combustibles y lubricantes. Por su parte, el agricultor debe contratar personal y comprar máquinas para roturar, cegar, sembrar grano, cosechar algodón, etc. Otro tanto debe hacer el fabricante de hilo de algodón con sus asalariados, máquinas hiladoras etc., así como el tejedor sus máquinas de tejer lienzo, et.....Finalmente, el industrial de la confección textil necesita operarios, tela de algodón, bobinas de hilo, maquinas de cortar, coser y planchar.

Supongamos que el hilandero ha comprado algodón al agricultor que lo produce, librando una letra de cambio a su favor; que el tejedor hizo lo propio commprando hilo al hilandero para fabricar lienzo de algodón, y el sastre al comprar lienzo al tejedor para confeccionar prendas de vestir. Por su parte, supongamos que del mismo modo actuó el empresario minero con la maquinaria específica para extraer el mineral de hierro que vendió al fundidor, éste con el laminador quien a su vez lo vendió al almacenista de hierro, hasta que ese producto semielaborado llega a manos del fabricante de maquinas, cuyo producto vende al almacenista de maquinaria. Si el industrial de la confección textil no puede pagar al vencimiento de la letra al empresario tejedor, éste tampoco puede cumplir con el hilandero, quien también incumplirá con el agricultor y así sucesivamente hasta llegar al agricultor y al minero. Ningún deudor podrá cumplir sus obligaciones mercantiles con sus respectivos acreedores porque se ha roto la cadena de cobros y pagos. ¿Qué pasa?:

<<Surge así (presentada), una (teórica) crisis general. Lo cual no es otra cosa que la posibilidad de la crisis que se daba ya en el dinero como medio de pago (o crédito comercial a instancias de la letra de cambio); pero aquí, en (el marco histórico de la) producción capitalista, nos encontramos ya con una concatenación de créditos y obligaciones mutuas, donde la posibilidad puede convertirse en realidad>> (K. Marx: “Teorías sobre la plusvalía” Cap. XVII Aptdo. 10. El subrayado y lo entre paréntesis nuestros)

O sea, que en el proceso de circulación merantil a instancias del préstamo o crédito comercial, la crisis está teórica o formalmente contenida como mera posibilidad. Pero es una mera posibilidad abstracta, es decir, que puede llegar o no a concretarse. Precisamente porque en la circulación no es posible encontrar causa alguna que permita convertir esta posibilidad abstracta en realmente posible. Y no se la puede descubrir ahí, porque ahí no está. Fijémonos ahora en la fórmula general del capital

(D-M)…P.…(M'-D+d)

La metamorfosis del valor bajo el capitalismo comienza, pues, con el dinero como medio universal de cambio, en una economía donde la finalidad esencial y primordial de la producción no es el consumo sino la ganancia a instanciasw de la circulación. Por tanto, lo que se mueve en términos mercantiles y monetarios en el primer momento de la circulación, es del mismo valor o un valor equivalente. En el segundo momento, el de la producción, es donde se opera una metamorfosis real, porque su valor resultante M' —con el que comienza el segundo momento y movimiento de la metamorfosis formal— contiene un plusvalor que en la primera metamorfosis formal no existía, para acabar transformado en dinero D' = D+d, donde d representa el plusvalor contenido en M' que pasa a adoptar nuevamente la forma dindeo D' = (D+d). Lo cual significa que la finalidad de este modo de producción ya no es el consumo sino la ganancia en términos de dinero que, así, se convierte en capital como plusvalor en dinero acumulado.

La comparación entre ambos procesos de circulación induce lógicamente a sacar las tres siguientes conclusiones: 1) Que en la circulación de la riqueza tal como se dio en la etapa precapitalista con los intercambios mercantiles mediados por dinero, no hubo posibilidad alguna de que se produzca ninguna crisis de superproducción; 2) que la posibilidad teórica, virtual o abstracta de las crisis de superproducción de riqueza esté contenida en la relación capital-trabajo por primera vez en la historia de la humanidad, radica en la existencia del dinero como medio de pago, es decir, como crédito mercantil y, 3) lo de mayor trascendencia histórica, a saber, que la causa de que esa posibilidad abstracta se convierta en real, no está en la circulación de la riqueza o mercado sino en la producción. Y no en la producción mercantil simple de riqueza y valor, sino en la producción de plusvalor típica del capitalismo. Este descubrimiento de Marx partiendo de razonar científicamente sobre el doble carácter del trabajo contenido en la mercancía [20], ha sido y sigue siendo tan categórico, incontrovertible y terminante, que merece decir lo mismo en distintos términos.

Por tanto, en modo alguno puede caber lógicamente que aquí, en la pura esfera de la circulación, pueda operarse ninguna causa eficiente de las crisis, nada que forzosa o necesariamente las convierta en realidad: Haber pensado lo contrario fue el grosero error metodológico, entre otros, de Rosa Luxemburgo. Pero lo más interesante desde el punto de vista político, es que aquí queda al descubierto la falacia de los ideólogos capitalistas, al insistir en que la causa de las crisis está en el exceso de crédito:

<<La posibilidad general de las crisis es la metamorfosis formal del capital mismo, la disociación en el tiempo y en el espacio de (la) compra y de (la) venta [a instancias del crédito comercial como medio de pago]. Pero esto no es nunca la causa de la crisis. No es, en efecto, otra cosa que la forma más general de la crisis y, por tanto, la crisis misma en su expresión más general. No se puede decir, sin embargo, que la forma abstracta de la crisis (abstraída de todas las mediaciones concretas o fenómenos que ocurren en el proceso de producción y de la circulación del plusvalor en su conjunto) sea la causa de ella. Cuando preguntamos por su causa, tratamos precisamente de saber por qué su forma abstracta, la forma de su posibilidad, se convierte de posibilidad en realidad. […] Se comprende, pues, a la luz de esto, la enorme simpleza de los economistas que, cuando ya no pueden descartar con argumentos el fenómeno de la superproducción (de capital) y de las crisis, se contentan con decir que, bajo aquellas formas (que adopta el valor en la circulación) se da la posibilidad de que surjan las crisis y que, por tanto, es algo contingente el que no estallen, con lo cual quieren decir que su estallido no pasa de ser una contingencia (es decir, algo que no es necesario ni fatal que deba ocurrir) [21] >> (K. Marx: "Teorías sobre la plusvalía" Libro II Cap. XVII aptdo. 11. Lo entre paréntesis es nuestro)

Los más destacados intelectuales burgueses en materia económica piensan al revés y no por error metodológico, sino a sabiendas de lo que dicen y hacen. Huelga decir que son unos animales muchísimo más inteligentes que los teros. Entre otras razones, porque aquellos pájaros —que cantan lejos de sus nidos para distraer a los depredadores—, no saben nada de cálculo infinitesimal ni de productividad marginal decreciente. Pero estos señores, verdaderos especialistas en la construcción de intrincados laberintos matemáticos y psicológicos, se parecen bastante a esos animalitos, porque llaman la atención sobre una falsedad para que parezca una verdad científica, es decir, para que los explotados no lleguemos a saber nunca nada de la verdad sobre la realidad económica del capitalismo.

 

07. Renta territorial, especulación inmobiliaria y crisis financiera.

Tal como sucede con el precio de las acciones en el mercado bursátil, el precio de la tierra en el mercado inmobiliario varía según la renta o rendimiento, capitalizado a la tasa de interés vigente. Por ejemplo, si el rendimiento o renta anual de 1 Ha. de terreno es de 10.000 Euros y la tasa anual de interés vigente del 2%, el precio de esa Ha. es de 500.000 Euros, porque el 2% de 500.000 = 10.000. Si la tasa de interés subiera pasando a ser del 5%, el precio de esa misma Ha. sería de 200.000 Euros. Así, cuanto más alta sea la tasa de interés menor tenderá a ser el precio de la tierra y viceversa.

Pero en realidad, el precio del suelo no sólo depende de la tasa de interés. Es decisiva la presión demográfica sobre el limitado suelo disponible, el único bien económico que no se puede reproducir a voluntad. O sea, que su precio también depende de la demanda solvente o en condiciones de pagar. Los insolventes bajo el capitalismo no cuentan para nada. Y allí donde la demanda de suelo excede a la oferta existente, esa fuerza social tiende a vencer la relación inversa entre la tasa de interés y el precio de la tierra, que así sube con independencia de ella. Pero el precio del suelo también depende...:

<<No solo (de) el incremento de la población y con él (de) la creciente necesidad de viviendas, sino también (depende de) el desarrollo del capital fijo —que se incorpora a la tierra o echa raíces en ella, descansa sobre ella, como todos los edificios industriales, ferrocarriles, almacenes, edificios fabriles, depósitos, etc.— acrecienta necesariamente la renta edilicia (también los servicios urbanos básicos o esenciales, como el agua corriente, la electricidad y el asfaltado, que convierte el suelo rústico en urbano consolidado) La demanda de terreno para edificar eleva el valor del suelo como espacio y fundamento, mientras que en virtud de ello, aumenta al mismo tiempo la demanda de elementos del cuerpo del planeta que sirven como materiales de construcción. (…..)
En las ciudades en rápido progreso, especialmente allí donde la edificación se practica —como en Londres—, a la manera fabril, es la renta del suelo y no el propio edificio lo que constituye el objeto básico propiamente dicho de la especulación inmobiliaria, de lo cual hemos dado un ejemplo en el Libro II Cap. XII>>
(K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XLVI)

En ese ejemplo del Libro II Marx dice lo siguiente:

<<Los fondos (para construir) se consiguen mediante hipotecas y el dinero se va poniendo a disposición del empresario (constructor) a medida que progresa la construcción de las diversas casas. Si entonces se produce una crisis (financiera) que paraliza el pago de las cuotas de adelanto (por falta de dinero para pagar), fracasa habitualmente toda la empresa; en el mejor de los casos, las casas quedan sin terminar hasta que lleguen tiempos mejores; en el peor, se las pone en subasta y se las vende a mitad de precio>> (K.Marx: op cit. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro)

Esto es lo que ha venido sucediendo últimanente desde octubre de 2007 en EE.UU, y desde setiembre de 2008 en Europa, cuando pincharon las burbujas especulativas en el mercado inmobiliario por imposibilidad de muchos compradores para pagar los créditos ante el alza en las tasas de interés. Y aquí cabe aclarar, que con los créditos hipotecarios ocurre al contrario de lo que sucede con el precio de la tierra: cuanto más sube la tasa de interés más se encarece la financiación para la compra de vivienda. Entre ellos destacan los créditos de alto riesgo conocidos en Estados Unidos como créditos subprime, concedidos a clientes con precaria estabilidad laboral, poca solvencia y un consecuente alto grado de riesgo para devolver lo adeudado respecto a la media del resto de créditos. Su tipo de interés llegó a ser naturalmente más elevado que el de los préstamos personales, aunque durante los primeros años de cada boom inmobiliario, se aplicaron como señuelo atractivas rebajas promocionales.

Es falso que las bajas tasas de interés en ese momento fueran rebajas promocionales voluntarias por parte de los bancos. Esas rebajas estuvieron objetivamente inducidas por el exceso de plusvalor creado en la esfera de la producción, que una vez convertido a la forma dinero no se volvía a invertir por no compensar el gasto requerido para producirlo, convertido de tal modo en exceso de oferta de capital-dinero para préstamo que fue la causa de las bajas tasas de interés. Ergo, la especulación financiera es el síntoma de las crisis. Pero la etiología o causa de esa enfermedad mortal del capitalismo, radica en la esfera de la producción. En que se deja de producir plusvalor, porque la inversión que exige producirlo cuesta más.

A caballo de esta incontenible expansión del crédito especulativo cabalgó el sistema capitalista en EE.UU. y Europa ya en crisis galopante. En lo que respecta a España, desde la creación del Euro en el año 2.000, el crédito hipotecario concedido por bancos y cajas de ahorro entre ese año y 2.008, creció enormemente, pasando de representar el 88% del PIB, en el año 2000, al 171% en el año 2008. Casi el doble. Y la cartera que más creció fue la de construcción y vivienda. El parque de viviendas nuevas que en el año 2000 ascendió a 334.000 unidades, en 2007 alcanzó las 734.000 y su precio se duplicó. Consecuentemente, el crédito destinado a la compra de viviendas y a la actividad constructora e inmobiliaria ha pasado del 25% del total del crédito concedido en 1992, a casi el 60 % en 2008. Mientras la tasa de interés se mantenía estacionaria, crecía la construcción de viviendas y el consecuente endeudamiento especulativo de la compraventa inducido por la expectativa de un incremento en el precio de los inmuebles por la presión social sobre la demanda.

En agosto de ese año, para combatir la inflación por exceso de demanda, siguiendo el ejemplo de la Reserva federal de EE.UU, el 2º Presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, elevó la tasa Euribor de préstamos de dinero a un año, al 3,615 %, su nivel más alto desde julio de 2002. Ese incremento no sólo deprimió aun más la Tasa General de Ganancia Media, sino que indujo a un incremento de la cuota promedio de cancelación hipotecaria, que llegó a ser de 110 Euros al mes o 1.320 Euros anuales.

Mientras tanto, en el resto de la industria las ventas de las grandes empresas españolas —que facturan más de seis millones de euros al año— crecían a un ritmo anual del 0,7%, la tasa de acumulación más baja desde junio de 2002. Los datos son de la Agencia Tributaria y se referían al mes de septiembre de 2007 respecto del mismo periodo del año anterior. Para hacer posible la comparación, las ventas se ofrecen a población constante, deflactadas y corregidas de efectos de calendario, lo que permite hacer un análisis más riguroso.

El dato de septiembre de ese mismo año no puede considerarse un hecho aislado, toda vez que las tasas trimestrales reflejaban ya una evolución claramente descendente. En el primer trimestre de aquél año, las ventas de las 31.384 empresas más grandes que facturan más de seis millones de Euros al año, en cifras reales crecían a un ritmo del 5,8%, por encima del 3,6% registrado entre abril y junio. Pero en el tercer trimestre el crecimiento se situaba ya en el 2,6%, lo que también da idea del deterioro en la evolución del negocio de la construcción inmobiliaria según el indicador de actividad.

Este indicador sugiere que el plusvalor capitalizado por esas empresas crecía cada vez menos y una parte de él era desviado hacia la especulación financiera, especialmente inmobiliaria, una industria entre las de menor composición orgánica, es decir, intensiva en mano de obra menos cualificada. En 2007, poco antes de estallar la crisis en EE.UU., la especulación financiera con la compra-venta de inmuebles era la fuerza dirigente de su economía, la cual restaba a la producción directa el 40% de las ganancias obtenídas por la clase capitalista en ese país. Lo mismo sucedió en España un año después. A esta tendencia se le sumó la especulación a escala global con materias primas y alimentos que presionaron el nivel general de precios al alza. Según un informe de Lehman Brothers, la inversión especulativa en alimentos entre 2003 y 2008 pasó de 13.000 millones de dólares a 260.000 millones. Esto explica la revolución "democrática" en países como Egipto, Túnez y Libia.

La crisis hipotecaria de 2007 en los EE.UU., comenzó a gestarse ante una expansión en la demanda de inmuebles, cuyos precios daban toda la falsa impresión de que nunca dejarían de subir, lo cual dio pábulo a que se incentivara el negocio de comprar a un precio y a la primera de cambio vender oportunamente a otro más alto. Pero sin que mediara un proceso de producción creador de plusvalor, sino como consecuencia del exceso de demanda sobre algo ya producido, trasfiriendo la titularidad de la hipoteca y, naturalmente, la deuda restante. Para el vendedor se trataba de ganar dinero fácil, transfiriendo al comprador el futuro próximo de caer en morosidad ante la inevitable alza en las tasas de interés y el colapso del sistema.

Si comparamos esta metamorfosis mercantil especulativa entre la compra y la venta de viviendas, con la metamorfosis de cualquier mercancía en condiciones de producción normales, vemos que aquí la ganancia de haber vendido una cosa más caro de lo que se la compró, no tiene como antecedente un proceso productivo que haya generado esa ganancia, sino que surge de la circulación a raíz de un exceso de demanda en el mercado inmobiliario. Por tanto, el lucro que acrecienta el capital del vendedor beneficiario, desde el punto de vista de la economía en su conjunto y de la masa de plusvalor ya existente, es ficticio; una ganancia especulativa donde lo que uno gana es porque otro lo pierde, sin que la masa de valor y plusvalor realmente contenido en el objeto de compra-venta, haya variado ni un céntimo. Este movimiento en la esfera de la circulación solo afecta a la forma en que se redistribuye entre eventuales vendedores y compradores el plusvalor ya creado en la construcción de viviendas. Y tal redistribución se hace posible según aumenta la renta territorial por la presión al alza que ejerce la demanda de suelo urbano a bajas tasas de interés pagándolo a plazos.

Más arriba dimos el dato de que el crédito hipotecario concedido en España pasó de representar el 88% del PIB, en el año 2000, al 171% en el año 2008. En el año 2002 era ya evidente que la burbuja financiera en torno a la industria inmobiliaria estaba en pleno auge y con perspectivas de jugosas ganancias especulativas a corto plazo. Aunque el mediano plazo anunciaba el desastre. El el fenómeno engañoso que se percibía era demasiado tentador y a él convergió una masa de capital productivo excedentario, estimulando a una base social “subprime” recién llegada, ignorante de la trampa en la que se les estaba metiendo. Aquí ya estaba la bestia del minotauro esperando en su laberinto, causante de lo que hoy se va extendiendo una vez más por el mundo entero. Esa bestia de cuerpo humano y cabeza de toro a la que cada tanto en la mítica Grecia se le ofrendaban alguans vidas humanas, hoy se nos presenta transfigurada en "los mercados", para que se fagociten el trabajo y la vida de miles de millones en una sola sentada.

Fue el principio activo de la ganancia creciente propio del sistema capitalista en condiciones de tránsito de la expansón a la crisis, el que forjó políticamente y con toda rapidez fuertes vínculos económicos entre altos directivos de distintas entidades financieras (bancos y cajas de ahorro), sus consejeros de administración integrados por dirigentes políticos de distintos partidos políticos, sindicatos institucionalizados y las más poderosas constructoras de viviendas.

¿Qué hicieron esos abnegados “demócratas” nuesttros erigidos en un sólido bloque de poder económico y político con las empresas de la construcción inmobiliaria y la banca? Empecemos por la reforma de la Ley del suelo promulgada por la derecha política burguesa del Partido Popular durante el gobierno de Aznar el 26 de marzo de 1998. Hasta entonces, el territorio español rústico había estado sometido a una estricta regulación administrativa, en la que se establecía el número de metros cuadrados sobre los que se podía edificar en función de la demanda solvente previsible, a lo que se le llamó suelo urbanizable programado. A partir de la promulgación de esa Ley del gobierno Aznar, el Estado español pasó a considerar urbanizable todo tipo de suelo que no estuviera “expresamente protegido por alguna norma específica”. En la explicación de esa Ley se afirma que buscaba "una mayor liberalización que incremente su oferta".

Pero una vez que el suelo se convierte en objeto de “libre” compra-venta, su oferta tiene un límite geográfico-natural absoluto imposible de sobrepasar, lo mismo que ocurre con la jornada de labor, que no puede exceder las 24 Hs. de cada día. Y dado que el suelo es un bien económico no reproducible a voluntad por el trabajo social, su preció pasa a depender exclusivamente de la demanda. Y la realidad según datos de las sociedades de tasación, fue que desde la entrada en vigencia de esa Ley por eso llamada de "liberación del suelo" hasta fines de 2006 (último dato comparable), el precio de los terrenos urbanos pasó de los 29 euros por metro cuadrado a 179, un aumento del 515%.

La alta correlación entre la liberación del suelo, el incremento espectacular de la renta territorial y del crédito hipotecario a bajas tasas deinterés en medio de una coyuntura cíclica expansiva, no fue pura casualidad. Más aún si se tiene en cuenta que, entre 2001 y 2011, el flujo migratorio hacia España aumentó en ese período un 418%, al pasar de 1.370.657 a 5.730.667 personas. El boom de la inmigración en España fue impulsado por el gobierno de Aznar desde 1996 ante la relativamente baja natalidad de los residentes hasta ese momento. Para ese fin, además de liberalizar el suelo, su gobierno facilitó a los inmigrantes la regularización de su nueva situación en el país, que el gobierno del PSOE no hizo más que potenciar desde que se hizo cargo del gobierno en 2004, con su política de "papeles para todos". A todo esto, la bestia permanecía oculta en su laberinto.

Veamos ahora qué pasó con las entidades estatales supuestamente reguladoras de la circulación monetaria y el crédito, al modo como en EE.UU. lo intentó hacer Franklin Delano Roosevelt con su New Deal desde 1932 y fracasó (porque la gran crisis de 1929 solo se pudo superar mediante la destrucción material y el genocidio de la Segunda Guerra Mundial). En Julio de 2.000, el Presidente Aznar nombró a Jaime Caruana gobernador del Banco de España. A menos de un mes para que se cumplieran los preceptivos seis años de su mandato, el 26 de mayo de 2.006 la Asociación de Inspectores de ese organismo estatal remitió una nota informativa al por entonces titular de la cartera de economía, el “socialista” Pedro Solbes, sugiriéndole la imperiosa necesidad de tomar distancia respecto de lo que Caruana había venido haciendo, ante el insostenible crecimiento del crédito en España:

<<…además de obviar algunas de las principales causas de los desequilibrios actuales y de minimizar la importancia del riesgo latente en el sistema financiero español, (Caruana) ignora las previsibles consecuencias que, para una parte del sistema económico y para un número considerable de familias, podría tener una evolución adversa del entorno económico. En nuestra opinión —que en cuestiones de supervisión financiera entendemos cualificada, pues no somos nosotros los recién llegados a esta compleja técnica— ni todos los riesgos están controlados como afirma el Gobernador, ni es probable que las consecuencias sean tan limitadas como él propone si, finalmente, alguno de los mencionados riesgos latentes llega a materializarse…>> (Lo entre paréntesis nuestro):

El 15/06/07, siendo todavía consejero del organismo, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, apodado MAFO, se limitaba a dar el aviso de que “abrir demasiado la mano con el crédito puede resultar peligroso”. El 28/06/07, este señor era confirmado por Solbes como sustituto de Caruana. Dos semanas después, el propio Pedro Solbes se despachaba con elogios hacia “la pujanza de los fondos de capital-riesgo españoles”. El 01/09/2007 se supo que “el impago hipotecario había crecido un 66% en EE.UU”. A despecho de este peligroso precedente, el 18/09/2007 Solbes y MAFO se fundieron como el Padre y el Hijo en “uno solo y trino”, declarando que : El Banco de España y el gobierno defienden la solidez bancaria española. Ese mismo día, “Greenspan alerta al mercado y anticipa un desplome inmobiliario en EE.UU”. Sin embargo, el 19/09/2007 “El Banco de España ve marginal la exposición de la banca a la crisis”.

Tres meses después de este anuncio de prensa, el relator oficial de la ONU denunciaba:

<<…la "especulación urbanística desenfrenada" del mercado de la vivienda en España, y considera que el Gobierno debería modificar el sistema de deducciones fiscales a la compra de inmuebles porque, en su opinión, se "está subvencionando a los promotores con dinero público".>>

¿Qué hizo ante esta advertencia el gobierno socialdemócrata de Zapatero? Nada. Así las cosas, la elevación progresiva de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal de EE.UU. para contener la espiral inflacionaria, incrementó las cuotas con que los deudores hipotecarios iban saldando mensualmente esta clase de créditos, lo cual elevó la tasa de morosidad. Hasta que reventó la burbuja especulativa en ese país, disparando el número de ejecuciones y el retiro del bien al deudor, no sólo de viviendas con hipotecas “subprime” de alto riesgo.

El hecho de que importantes entidades bancarias y grandes fondos de inversión tuvieran comprometidos sus activos financieros en inmuebles vendidos con hipotecas de alto riesgo y sin reservas de dinero contante para hacer frente a sus propias deudas, provocó una repentina contracción del crédito (fenómeno conocido técnicamente como credit crunch). Esto incidió sobre la bolsa de valores creando una espiral de desconfianza y pánico inversionista, que derivó en una repentina elevación de la tasa de interés y caída de la cotización de las acciones en los principales mercados bursátiles. Frente a esta emergencia y a despecho de lo confirmado una y otra vez por crisis pasadas, como acabamos de señalar las reservas o provisiones de capital anticíclicas frente al riesgo sistémico de impagos y depreciaciones de activos bancarios, se mantuvieron en los niveles más bajos de la historia, demostrando la tendencia autotanática del capitalismo. Tal era —o muy cerca estaba de llegar a serlo—, la situación en España. Hasta que finalmente, el 18/10/2007 “la burbuja estalló presagiando que el 50% de los intermediarios financieros quebraría”, arrastrando con ellos a las promotoras inmobiliarias. En el siguiente gráfico puede verse cómo evolucionaron las reservas de fondos líquidos en el sistema bancario norteamericano entre los años 1834 y 2000. Bajaron 50 puntos porcentuales

<<Un sector que no produce siquiera para pagar los intereses de su deuda (estimados en la actualidad en unos 15.000 millones de Euros al año) es un sector que está quebrado. Las empresas dedicadas a la promoción inmobiliaria no podrán soportar por mucho tiempo procesos de refinanciación de su deuda, en los que cada vez se les cobra más intereses, por lo que el volumen total de lo adeudado no deja de crecer; a cambio de unos activos, casas o suelos, que cada vez valen menos. A muchas compañías no les queda otra salida que desaparecer>>(: Santos González Sánchez, Presidente de la “Asociación Hipotecaria Española”, durante el XXVIII Coloquio Nacional de la Asociación de Promotores Constructores de España (APCE). 26/01/2010. Subrayado nuestro)

Esta crisis de financiación fraudulenta en perjuicio de los consumidores finales de viviendas, como hemos dicho había tejido un contubernio de intereses para el mutuo enriquecimiento, entre directivos de las constructoras inmobiliarias, políticos y sindicalistas miembros de los consejos de administración en bancos y cajas, a quienes se sumaron los más altos cargos de organismos estatales supuestamente encargados de garantizar el control de todo ese tinglado, como el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores, cuyos directivos se mantuvieron todo el tiempo mirando para otro lado:

<<Si se consideran los ciclos de rotación dentro de los cuales se mueve la industria moderna —estado de reposo, creciente animación, prosperidad, sobreproducción, crisis catastrófica, estancamiento estado de reposo, etc. (…) se descubrirá que mayormente un bajo nivel de interés corresponde a los períodos de prosperidad o de ganancias extraordinarias (el dinero existe en abundancia y no hay especulación). El ascenso del interés corresponde a la línea divisoria entre la prosperidad y su trastocamiento (el dinero sigue siendo abundante y la especulación frondosa), mientras que el máximo del interés hasta el nivel extremo de la usura corresponde a la crisis (el dinero es raro y se inicia la depresión)>> (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XII. El subrrayado nuestro )

 

08. Políticos en matrimonio con el sistema bancario español.

Ahí están los casos de José Antonio Moral Santín, un histórico diputado de IU en la Asamblea de Madrid, quien el pasado año 2011 percibió 526.000 Euros anuales: 278.000 del Banco Financiero y de Ahorros (BFA) y otros 231.000 de Bankia, además de otros 17.000 de Caja Madrid antes de incorporarse al BFA:

<<A través de su militancia comunista de base, José Antonio Moral Santín, de 62 años, ha escalado desde la presidencia de Telemadrid en los 90 a través de las cúspides de Caja Madrid —entidad que llegó a presidir efímeramente en el 2009 por una indisposición de Miguel Blesa— y también de los Consejos de la Corporación Financiera de la Caja, Mapfre o Mapfre América>>. (Medio millón de euros por la izquierda - "El Bierzo - Diario de León")

Los miembros del Consejo de Bankia sumaron sueldos por más de 6,5 millones de Euros. Después de Rodrigo Rato, el consejero que más cobró fue Francisco Verdú Pons: 1,5 millones de euros. José Manuel Fernández Norniella también ha dimitido, como consejero ejecutivo de Bankia y adjunto a la presidencia. Hombre de confianza de Rato, cobró 510.000 Euros en 2011. Claudio Aguirre, economista con notable experiencia en la banca y que ha participado en privatizaciones y en la toma de empresas multinacionales, cobró 110.000 Euros. Carmen Cavero, cuya trayectoria ha estado ligada al Banco Exterior de España, ingresó 173.000 Euros; Arturo Fernández Álvarez, vinculado a Caja Madrid y actual vicepresidente de la patronal CEOE, tuvo un sueldo de 154.000; Javier López Madrid, abogado y economista, 169.000; y Alberto Ibáñez, que ha sido presidente de City Group, obtuvo una retribución de 142.000 Euros. Juan Llopart Pérez cuenta con bastante experiencia en la banca al ostentar cargos para Banco de Europa, Caixaban o el Santander. Cobró 195.000 euros. Juan Martín Queralt, que ha ocupado cargos en la Generalitat Valenciana, fue el integrante que ganó menos: 96.000 euros. Araceli Mora, catedrática de Economía y Contabilidad en la Universidad de Valencia, recibió 125.00 euros; Francisco Juan Ros, vinculado al mundo empresarial, 124.000; José Manuel Serra Peris, que tuvo responsabilidad en entes públicos de Cataluña y el Estado, 209.000; Atilano Soto, 128.000; Antonio Tirado, ex alcalde de Castellón, 182.000, y Álvaro de Ulloa Suelves, 112.000 euros. Por último, Virgilio Zapatero, catedrático de filosofía y ex ministro de Relaciones con las Cortes, cobró un sueldo de 198.000 por parte de Bankia y 168.000 el resto por integrar la cúpula de BFA hasta el 16 de junio de 2011.

Por su parte, en el Consejo de BFA los sueldos de sus integrantes en activo en 2011 ascendieron a 5,3 millones de Euros. Pero hay miembros que salieron del Consejo de Administración, como Virgilio Zapatero, que cobró por formar parte de su consejo hasta el 16 de junio de 2011. Los consejeros que salieron fueron, además de Virgilio Zapatero, Arturo Fernández Álvarez, actual vicepresidente de la patronal CEOE (124.000 Euros), José Luis Olivas Martínez (623.000 Euros), Juan Llopart (172.000), Francisco Javier López Madrid (141.000), José Antonio Moral Santín (231.000) y José Manuel Serra Peris (178.000). En total, sumaron 1,6 millones de Euros. El ex ministro del Interior Ángel Acebes obtuvo unos ingresos de 254.000 Euros; Francisco Baquero Noriega y Pedro Bedia, ambos representantes de Comisiones Obreras, ganaron 163.000 y 317.000 Euros respectivamente; Luis Blasco Bosqued, presidente de Telefónica Argentina cobró 178.000; José Manuel Fernández Norniella, 166.000; Rafael Ferrando Giner, vinculado a la patronal, 307.000; José Rafael García Fuster, abogado y ex político valenciano, 265.000; Jorge Gómez Moreno 339.000; Agustín González, presidente de la Diputación de Ávila, 214.000; y Mercedes de la Merced, licenciada en Filosofía y Letras y que entró en Caja Madrid a propuesta de Gallardón, 376.000. Jesús Pedroche Nieto, abogado y dirigente del Partido Popular, obtuvo 204.000 Euros; Remigio Pellicer Segarra, empresario vinculado a Bancaja, 302.000 Euros; José María de la Riva, 202.000; Estanislao Rodríguez-Ponga, ex secretario de Hacienda del Gobierno de Aznar, cobró 355.000; Mercedes Rojo Izquierdo, cargo de confianza de Esperanza Aguirre, 374.000; Ricardo Romero de Tejada, ex alcalde de Majadahonda, 270.000; Juan Manuel Suárez del Toro, que procede de Caja de Canarias, 235.000; Antonio Tirado, 227.000, y Ángel Daniel Villanueva, relacionado con Bancaja, 307.000 Euros.

¿De dónde salió gran parte de este dinero? De centenares de miles de asalariados españoles e inmigrantes provenietes de Latinoamérica, Rumanía, Polonia, etc., muchos de ellos engañados y estafados por los bancos, con productos de la ingeniería financiera, sucedáneos del por casi todos conocido timo de la estampita.

 

09. La falacia del exceso de crédito como presunta causa de las crisis capitalistas

A quien le interese saber hasta dónde se remonta en el tiempo la fábula de que las crisis se producen por el exceso de crédito, decirle que Emil Lederer (1882-1939) fue un socialdemócrata clásico especialista en economía capitalista planificada, y que según reporta Henryk Grossmann en carta que remitió a Paul Mattick desde París el 1º de noviembre de 1933, para Lederer al igual que para colegas coetáneos suyos como Hilferding, Feiler y Heimann:

<<Basta controlar el crédito para que la economía (capitalista) se desarrolle progresivamente (sin interrupciones) más allá del capitalismo. Lederer no llegó a la idea del control sobre los bancos formulada por Hilferding (se quedó en el control sobre el crédito). En Hilferding, el supuesto del control sobre los bancos es el primer acto de la mayoría parlamentaria socialista del 50% + 1 de los diputados, mayoría que algún día debería conquistarse en las elecciones. El buen Dios y Hitler han destruido este hermoso sueño. Lederer quiere llevar a cabo en el campo capitalista, un control de los créditos —luego, en un futuro lejano, también el control de toda la economía. Lástima que haya ido a Estados Unidos demasiado tarde, ahora que los planes rooseveltianos de un control de la economía estallan por todos los costados…>> (H.Grossmann.: “Ensayos sobre las teorías de las Crisis”. Apéndice. Ed. PyP/1979 Pp. 266. Lo entre paréntesis nuestro)

Al margen de estas diferencias de matiz, tanto Lederer como Hilferding y demás socialdemócratas, se creyeron el mito de la transición "democrática" del capitalismo al socialismo sin ruptura política con el sistema basado en la propiedad sobre los medios de producción. Esta fábula se puso a prueba durante la década de los años treinta del siglo pasdado en EE.UU., cuando tras haber ganado las elecciones en 1932, el gobierno de Roosevelt también atribuyó la crisis que estalló en 1929 a un crecimiento “desmedido” del crédito, de cuyo fracaso responsabilizó a su predecesor, el cuáquero y republicano Edgar J. Hoover. Para supuestamente combatir la especulación regulando el crédito, el gobierno de Roosevelt dictó en 1933 llamada Banking Act (Ley bancaria), forzando a que los bancos aumenten sus reservas de dinero (encaje bancario) para garantizar su solvencia en todo momento. Para ello se creó la Comisión Nacional del Mercado de Valores cuyo cometido fue controlar la emisión especulativa de acciones. Y para controlar las operaciones de intercambio bursátil fue creada la "Securities and Exchange Comision". Un gran embeleco que no sirvió para nada, porque aquella crisis, como todas las precedentes, solo se pudo superar mediante la masiva destrucción del capital sobrante y el genocidio de 40.000.000 de personas a escala internacional durante la Segunda Guerra Mundial, según los cálculos más optimistas.

Los políticos de entonces —y como está visto mucho más los de hoy— dadas sus mayores limitaciones de clase burguesa y su irresistible propensión a vincular su carrera en las instituciones civiles y estatales con su personal enriquecimiento, jamás han querido comprender que en una economía capitalista el crédito sano, es una variable dependiente de la producción material. Pero solo en la fase de recuperación del ciclo industrial inducida por una tasa general de ganancia media creciente, porque solo así es posible que la producción y el poder adquisitivo general de todos los miembros de la sociedad aumente sin interrupciones, aunque para unos naturalmente más que para otros. En tales condiciones fluye dinero prestable en abundancia y a bajo interés; la oferta de dinero a crédito es inducida por el incremento de la producción material con ganancias extraordinarias que gobierna tanto la demanda de bienes como la de dinero a crédito, mediante la circulación de letras de cambio y demás formas de capital-dinero como medio de pago a plazo visto.

Pero desde el momento en que el proceso de acumulación alcanza el punto de inflexión entre la expansión y la crisis —porque la Tasa General de Ganancia Media comienza a descender— crecientes partes del plusvalor obtenido y realizado por el capital productivo bajo la forma de capital-dinero se independizan de la producción desviándose hacia la pura especulación, cuando la tasa de ganancia en descenso no compensa todo ese capital adicional (plusvalor) disponible para inversión productiva. Tal es la condición propicia para que proliferen distintas modalidades de capital ficticio fraudulento creadas por la ingeniería financiera para la pura especulación. Como se ha podido comprobar en todas las crisis pretéritas —y ésta no hace más que confirmarlo. Es el momento en que gran parte del sistema bancario y los organismos estatales de supuesto control político anticíclico del crédito, se tornan necesariamente desleales a tales principios políticamente proclamados de acción preventiva de la crisis por parte de los poderes públicos. ¿Por qué se tornan necesariamente desleales?:

1) Porque las condiciones objetivas favorables de la coyuntura cíclica expansiva, dejan de incentivar la inversión de capital productivo y alientan las de tipo especulativo y,
2) Porque la superestructura ideológica y política —incluyendo naturalmente el comportamiento de los políticos profesionales que militan en los partidos eventualmente a cargo de los gobiernos de turno— están necesaria e irresistiblemente comandados por los propietarios de los medios de producción y de cambio desde la sociedad civil y no al contrario como falsamente se suele pregonar. Todos ellos constituidos en una especie de Sociedad Anónima de poder fáctico dictatorial, al que los mismos políticos —a dúo con los periodistas venales—, encubren bajo el eufemismo —ahora tan en boga— que han dado míticamente en llamar los mercados.

Y cuando el capital-dinero se independiza de la producción y elige al suelo edificable como el más oportuno objeto de su especulación, entonces la renta territorial aumenta a caballo de la demanda de suelo, y el “tándem” que pedalea como en un “sprint” final en dirección al estallido de la crisis, es la relación entre la tasa de interés y la renta territorial actuantes en la esfera de la circulación que, incrementa los precios de la vivienda y acaba reventando la burbuja. Este último fenómeno es el que se pone de manifiesto inmediatamente antes de que la burbuja especulativa reviente.

Pero la causa de que se produzcan estas interrupciones violentas en el curso de los negocios, no está en la esfera de la circulación sino en la producción; no en el exceso de crédito que los bancos y las promotoras inmobiliarias ofrecen especulando con la construcción de viviendas, a la vista de su precio creciente inducido por el aumento de la demanda. No. La verdadera causa oculta de esa forma de manifestación, radica en el exceso de capital productivo especialmente medios de trabajo (máquinas, herramientas y materias primas), respecto del rédito obtenido que resulta ser insuficiente. Es la dificultad cada vez mayor para seguir creando una masa de ganancia adicional cada vez menor que justifique contablemente la desproporcional inversión necesaria para producirla. Aquí radica la causa de las típicas crisis capitalistas. [22]

Para que el crédito de circulación se pueda ampliar indefinidamente sin burbuja especulativa que acabe reventando, también debe aumentar el plusvalor en mayor proporción respecto de lo que cuesta producirlo, exigencia que resulta ser económica y matemáticamente imposible, dado que la lógica objetiva del sistema capitalista no lo permite. Y no lo permite porque el plusvalor se nutre del salario, que no es, precisamente, la gallina de los huevos de oro. Tal es la contradicción insalvable de este modo de producción que, por tal causa, no puede ser eterno como se nos quiere hacer creer, sino históricamente transitorio.

Este proceso se cumple fatalmente y no es una pura contingencia, porque la tendencia del capital a la producción ilimitada de plusvalor a expensas del salario —mediante el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo—, choca inevitablemente en la esfera de la circulación con su otra tendencia, a disminuir relativamente el poder adquisitivo o capacidad de cambio de los salarios, respecto de la ganancia de los capitalistas.

 

10. Decremento de la Tasa de Ganancia y crisis

Y el caso es que este empeoramiento relativo de la capacidad de cambio de los explotados respecto de los explotadores, no sucede en la esfera de la circulación, es decir, en el mercado, donde esas condiciones se negocian y contratan entre la patronal y los asalariados, sino en el ámbito de la producción. ¿Cómo? Aumentando la productividad del trabajo. De este modo, se reduce la parte de la jornada laboral (Tn.), en que los asalariados trabajan para producir el equivalente a su salario, extendiendo así la parte en que trabajan gratis para a sus patronos (Pl.), claúsula que, naturalmente, no figura en ningún contrato de trabajo. O sea, que en la relación (Pl./Tn.) aumenta el plusvalor (Pl.) en detrimento del salario o trabajo necesario (Tn.), aun sin menoscabo de su poder adquisitivo, que el progreso de la fuerza productiva deja intacto, suponiendo que los precios en dinero permanezcan constantes.

Así las cosas, a medida que la tasa de explotación (Pl./Tn.) aumenta y el proceso de acumulación progresa a instancias del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, el plusvalor aumenta, pero cada vez menos. Porque lo hace a expensas del salario. Y esto es así, dado que, por naturaleza, la jornada de labor colectiva no puede sobrepasar las 24 Hs. de cada día, lo cual implica que cuanto mayor es la parte de trabajo necesario que la burguesía logra convertir en trabajo excedente (creador de plusvalor) mediante una mayor productividad incorporada a los medios de trabajo, menor es necesariamente lo que resta de salario para ser convertido en ganancia y menor, por tanto, el incremento del capital en sucesivas rotaciones. Resumiendo: cuanto más se incrementa el trabajo excedente o plusvalor (Pl.) en detrimento del trabajo necesario (Tn.), menor es la participación relativa de los trabajadores en el producto de su trabajo, pero menor también es el remanente de salario susceptible de ser convertido en plusvalor capitalizable. Ergo, el plusvalor aumenta pero cada vez menos, al mismo tiempo que el coste derivado del mayor número de medios de producción más eficaces y costosos necesarios para convertir sucesivas partes de salario —más y más reducidas— en plusvalor capitalizado, se encarece. El resultado de este proceso es que la Tasa General de Ganancia como relación entre el plusvalor obtenido y lo que cuesta producirlo, necesariamente desciende. O sea, que esta conclusión tampoco es una contingencia. Hasta que no compensa seguir inviirtiendo el plusvalor acumulado y se desencadena la crisis de superproducción de capital. Aunque todavía no se ponga de manifiesto en la circulación.

Así, los obstáculos cada vez más formidables que el capital se pone a sí mismo en la esfera de la producción a instancias del aumento en la composición orgánica del capital —como relación históricamente creciente entre el capital constante y el capital variable, como condición de una mayor productividad— son los que aparecen en el mismo orden de magnitud en la esfera de la circulación, es decir, donde ese capital se realiza como último momento de cada rotación. Pero no porque exista un exceso de crédito, sino por insuficiencia relativa de plusvalor. [23] Es decir, porque el plusvalor obtenido no compensa toda la inversión necesaria para producirlo. Si el plusvalor pudiera incrementarse históricamente más de lo que aumenta el capital necesario invertido para producirlo la Tasa de Ganancia crecería indefinidamente y las crisis no serían posibles, por más exceso de crédito que haya en la esfera de la circulación. En el caso de que este supuesto fuera posible, entonces SI que sujetos como Francis Fukuyama tendrían razón y la historia humana como historia de la lucha de clases hubiera terminado. Pero para desgracia de los explotadores, la lógica del capitalismo no les favorece. Este sistema de vida es, por necesidad histórica objetiva, inevitablemente transitorio y para su fin solo es cuentión de tiempo. ¿Cuanto? El que los explotados tardemos en comprender este orden de cosas y nos resulte insoportable seguirlo tolerando. Tal es la situación que nos empujará a ponerle término. De lo contrario, el capital seguirá pasando por encima de todos los límites que él mismo se ponga. Que serán cada vez más dolorosos y difíciles de superar, no tanto para ellos como para nosotros y nuestros hijos.

Tras el estallido de la burbuja crediticia en que se manifiesta cada crisis, el dinero a préstamo desaparece y en los mercados solo queda levitando el capital ficticio devaluado, al tiempo que la tasa de interés se dispara por un incremento de la demanda de dinero efectivo insatisfecha,dado que todo el mundo lo reclama no para inversión productiva de ninguna naturaleza, porque no es posible, sino para hacer frente a deudas ya vencidas exigibles:

<<En tiempos de crisis la demanda de capital de préstamo, y por ende la tasa de interés alcanza su máximo; la tasa de ganancia y, con ella, la demanda de capital industrial (para inversión productiva), en la práctica ha desaparecido. En esos tiempos cada cual pide prestado para pagar, para cubrir compromisos ya contraídos>>. (K. Marx: Op. Cit. Libro III cap. XXXII. (Lo entre paréntesis nuestro)

Observando este proceso, es fácil deducir que en el punto de inflexión entre la expansión y la crisis, la tasa de ganancia no compensa todo el capital adicional (plusvalor) obtenido para ampliar la producción, y parte de él no se invierte y fluye hacia la pura especulación. Inmediatamente después de la crisis, no es que en la esfera de la producción el empleo de trabajo explotable aumenta menos que el capital constante que lo emplea, sino que deja de crecer e incluso disminuye inmovilizando los medios de producción que hasta ese momento ponía en movimiento, de modo que la economía real entra en recesión y el pauperismo social se profundiza y extiende.

Desde el punto de vista del sector patronal que vive del comercio mayorista, la demanda de medios de producción se retrae y presiona sus precios a la baja. Si un almacenista de maquinaria o de materias primas deja de colocar sus stocks, no puede descontar las letras correspondientes a esa venta esperada, al mismo tiempo que debe hacer frente al pago de letras ya vencidas que emitió o “libró” en su momento para poder realizar compras anteriores que ahora no puede pagar. En tales condiciones, sólo podrá cumplir con los primeros vencimientos del capital que mantiene inmovilizado, si dispone de un fondo líquido de reserva. Pero una vez agotado éste, deberá malvender su stock acumulado —si puede— y, además, acudir a su banco para pedir un préstamo o girar en descubierto. Pero como a todos los almacenistas les pasa lo mismo, la demanda de dinero a aumenta mientras la oferta se resiente hasta desaparecer y la tasa de interés sube.

Inmediatamente después del “crash” esta situación se generaliza a todo el comercio mayorista, especialmente al sector productor de bienes de producción. El crédito de confianza basado en las letras de cambio, se retrae bruscamente porque el flujo y reflujo del capital en circulación se ha interrumpido en la forma mercantil (M’) y la fase M’-D’ no se realiza en toda su masa de valor sino a precios más bajos si es que se logra.

Por tanto, si el interés que permite capitalizar el dinero bancario es una deducción de la ganancia producida por el capital industrial, es lógico y razonable que esta última parte del capital global ralentice su crecimiento y la primera sufra las mismas consecuencias. Al aumento de la demanda de dinero prestable —no para la producción sino para el pago de deudas a plazo ya vencido— se le suma la retracción de la oferta, lo cual presiona todavía más al alza del tipo de interés. Pero el crédito se restringe también por falta de confianza en el mercado ante la inseguridad generalizada por la enorme dificultad —cuando no imposibilidad— de cancelar las deudas contraídas:

<<En tiempos de estrechez, la demanda de capital de préstamo es una demanda de medios de pago, y absolutamente nada más; de ninguna manera es una demanda de dinero en cuanto medio de compra (Se refiere a que no es una demanda de dinero crediticio para inversión productiva o para el comercio. Y esto lo aclara Marx seguidamente) El tipo de interés puede elevarse muchísimo, sin que importe si el capital real —capital productivo y capital mercantil— se halla disponible en exceso o si hay escasez del mismo. La demanda de medios de pago (por solicitud de crédito a los bancos) es mera demanda de convertibilidad en dinero (para hacer frente a los compromisos de pago pendientes) en la medida en que los comerciantes y productores puedan ofrecer buenas garantías.>> (K. Marx: Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

Esta demanda generalizada de dinero para pagar deudas, dispara la tasa de interés que, en muchas ocasiones se ha puesto por encima de la tasa de ganancia, amenazando con colapsar todo el aparato productivo de la sociedad. En tales circunstancias, el precio de las acciones desciende en proporción al aumento de la tasa de interés, lo cual desvaloriza el capital real que las acciones devaluadas de las más grandes sociedades anónimas representan en el mercado bursátil. A esta presión objetiva que induce al descenso de las cotizaciones bursátiles, se suma la decisión de muchos capitalistas propietarios de títulos que se desprenden de ellos para hacer frente a los pasivos exigibles generados por sus empresas (pagos por deudas contraídas), así como los pequeños rentistas (asalariados, pensionistas, autónomos, etc.) que se apresuran a malvender sus papeles. Hasta que el exceso de oferta acaba por provocar el derrumbe de las cotizaciones:

<<De lo dicho se desprende que en épocas de crisis y en general, en las paralizaciones de los negocios, el capital-mercancías pierde en gran parte su cualidad de capital-dinero potencial (porque se devaloriza). Y lo mismo ocurre con el capital ficticio, con los títulos y valores rentables, en la medida en que circulan en Bolsa como capitales-dinero. Su precio baja a medida que sube el tipo de interés. Baja asimismo por la escasez general de crédito, que obliga a sus poseedores a lanzarlos en masa al mercado para conseguir dinero. Y, finalmente, tratándose de acciones, baja unas veces al disminuir las rentas que dan derecho a percibir y otras veces como consecuencia del carácter especulativo de las empresas que con harta frecuencia representan. Este capital-dinero ficticio disminuye enormemente en épocas de crisis y, con él, el poder de sus poseedores de obtener dinero en el mercado a cuenta de él. Sin embargo, la disminución de la cotización en dinero de estos títulos y valores en los boletines de cotización no tiene nada que ver con el capital real que representan y sí mucho, en cambio, con la solvencia de sus poseedores>> (Op. cit. Libro III Cap. XXX)

En este momento hacen su aparición los pocos grandes capitales especulativos que adquieren esos títulos desvalorizados a la espera de venderlos cuando el mercado se recupere. De este modo, la bolsa se revela como uno de los mecanismos más eficaces al servicio de la centralización de los capitales (acaparamiento de su propiedad por una minoría cada vez más minoritaria de capitalistas) en perjuicio del incauto y ocasional pequeño ahorrista especulador:

<<Hemos visto cómo en las fases desfavorables del ciclo industrial, el tipo de interés puede ascender a niveles tan elevados que, en algunos ramos aislados de los negocios, de situación particularmente desventajosa, por momentos devora por completo las ganancias. (...) Este es el momento en el cual los capitalistas dinerarios compran masivamente estos títulos desvalorizados, los cuales en las fases ulteriores pronto recobran su nivel normal y ascienden por encima de él. Entonces se desprenden de ellos, apropiándose de este modo de una parte del capital dinerario del público.>> (K. Marx: Op. Cit. Libro III Cap. XXXI)

En efecto, pasado el momento de la crisis donde la tasa de interés alcanza su máximo —porque la brusca interrupción de los flujos y reflujos de mercancías provoca un exceso de demanda de dinero solo como medio de pago—, durante la recesión la sobreoferta de medios de producción (máquinas, y materias primas) hace descender sus precios por debajo de sus valores reales y la competencia intercapitalista se agudiza, propiciando que las grandes y medianas empresas más fuertes absorban a las más débiles, al tiempo que gran número de las pequeñas quiebran y desaparecen proletarizando a sus dueños. Por otra parte, la desinversión de capital adicional provoca el paro masivo, los costes salariales bajan y el gasto para consumo final ronda los niveles históricos más bajos desde la segunda postguerra, mientras que los intercambios y las mutuas obligaciones se ajustan paulatinamente al descenso de la producción y va cediendo tanto la demanda de dinero para el pago de deudas pendientes, como el crédito para inversión. En esta situación se encuentra hoy la absoluta mayoría de los 115.000.000 de habitantes que aproximadamente suman las poblaciones de España, Grecia, Irlanda, Italia y Portugal. Pero los políticos de los principales partidos, a coro con los grandes empresarios, siguen instándonos al sacrificio para calmar a "los mercados" como única alternativa posible para salir de la crisis, en nombre del más promotedor futuro que la publicidad del sistema dibuja en las ondas de radio y televisión para nosotros....:

<<...hasta que se presente una situación que no permita volverse atrás y las circunstancias mismas griten: demuestra lo que eres capaz de hacer>> (K. Marx: "El 18 Brumario de Luis Bonaparte" Cap. I . 1852):

1) Expropiación de todas las grandes y medianas empresas capitalistas sin compensación alguna.

2) Cierre de la Bolsa de Valores.

3) Control obrero permanente de la producción y de la contabilidad en todas las empresas.

4) De cada cual según su trabajo y a cada cual según su capacidad.

 

NOTAS

[1] Esto es lo que pasa y es un deber de quienes más sufrimos sus consecuencias saber realmente por qué pasa. Lo único que sabemos es que las crisis capitalistas jamás se han podido evitar, que ocurren cada vez con más frecuencia y que sus consecuencias resultan ser más y más catastróficas. Una verdad histórica de la que no pocos entre los más acaudalados popes del capitalismo saben sus causas porque han aprendido a ser casi mejores marxistas que Marx, naturalmente contra Marx. Lo mismo cabe decir de los catedráticos especialistas en materia económica, incluyendo los premios Nobel en esta materia. Todos ellos empeñados en la “noble” causa del mutuo enriquecimiento a expensas del trabajo ajeno.

[2] Como acabamos de comprobar según cifras del Consorcio de Compensación de Seguros, entre 1987 y 2002 la perdida material como resultado de las inundaciones provocadas en España por las lluvias, alcanzaron la módica cifra de once mil novecientos veintiún millones de Euros de 2002 (11.921.035.348). Estos fenómenos se han venido atribuyendo al oficialmente llamado "cambio climático", supuestamente producido por emisiones de dioxido de carbono a la atmósfera. Como si faltaran evidencias, de que el desarrollo de las ciencias naturales se está utilizando deliberadamente "por el hombre", para provocar catástrofes ambientales cuya consecuente destrucción de riqueza creada puedan prolongar la fase expansiva del ciclo económico, y aun así una vez ocurridas las crisis de superproducción de capital, salir de ellas más rápidamente destruyendo el capital sobrante.

[3] Bajo el capitalismo, los artículos de consumo más importantes son los de consumo productivo. Es la plétora de medios de producción la causa de las crisis, no el exceso de medios de consumo final como sugieren los teóricos “subconsumistas” que aplican el "simple sentido común" a la economía política. De hecho, la mayor parte del trabajo anual en la sociedad capitalista, se emplea en la producción de valor y plusvalor contenido en el capital constante (maquinas, herramientas, mobiliario y materias primas y auxiliares), cuyos consumidores NO son obreros sino capitalistas industriales. Consecuentemente, es también mucho mayor el intercambio de valor entre capitalistas que entre éstos y los obreros. Por lo tanto, las crisis se manifiestan en los mercados donde los burgueses negocian o se intercambian entre sí todo tipo de bienes de producción. Por eso NO son crisis de superproducción de mercancías (de consumo final) sino de capital productivo. No son, pues, crisis por exceso de valor contenido en la oferta de bienes de consumo final. Esto último es la consecuencia y no la causa de las crisis. El exceso de oferta o superproducción de bienes de consumo final respecto de la demanda efectiva o solvente, ocurre porque buena parte de los asalariados no pueden adquirirlos. Y no pueden comprarlos porque han sido arrojados a la miseria del paro causada por la crisis de superproducción de capital. La crisis de superproducción de bienes de consumo final, es consecuencia de la crisis de superproducción de bienes en ambos sectores de la economía, tanto en la de bienes de producción como en la de bienes de consumo final. Pero la crisis comienza antes en el sector económico más importante y de mayor desarrollo tecnológico, productor de bienes de producción. No al revés.

[4] La locución preposicional “en el ara de”, significa ‘en honor, en favor o en interés de’. Se utiliza para hacer referencia a un sacrificio que se hace en obsequio de algo o de alguien.

[5] Ficticio es el dinero que no tiene su correspondiente contrapartida en el valor de la riqueza creada.

[6] Constante, porque es el capital que se limita a trasladar la parte de su valor que se desgasta al valor del producto que contribuye a crear. Es decir, que durante el proceso productivo en que participa no añade nada.

[7] Variable, porque además de trasladar al producto el coste invertido por el patrón en su salario, durante el proceso productivo el asalariado añade a ese valor un plus de trabajo creador de plusvalor, que depende del grado de explotación al que es sometida su fuerza de trabajo, el cual, a su vez, está en función de la eficacia relativa de los medios de trabajo que durante cada jornada de labor pone técnicamente en movimiento.

[8] La esencia de cada ser o ente, es lo que determina que sea lo que es y para qué existe respecto de los demás. Su especificidad.

[9] No solo por ser cada vez más minoritaria y despótica sino también —y sobre todo— porque se torna incapaz de asegurar a sus mayorías absolutas explotadas la existencia, ni siquiera en el marco de su propia condición de explotados…: <<….dejándoles decaer (en el paro) hasta el punto de verse obligada a tener que mantenerles en lugar de ser mantenida por ellos. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación; lo cual equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la de la sociedad.>> (K. Marx-F.Engels: “Manifiesto Comunista” I)

[10] Testaferro: Persona que presta interesadamente su nombre en un asunto o negocio que no es propiamente suyo.

[11] Organización terrorista secreta creada por la Agencia Central de Inteligencia integrada en la OTAN, para realizar operaciones clandestinas desestabilizadoras de gobiernos durante la llamada “Guerra Fría” entre el Occidente propiamente capitalista y ese híbrido pequeñoburgués que resultó ser la exURSS tras la muerte de Lenin.

[12] Demirel Ecevit: Epígono de Kemal Ataturk y Líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP), de filiación socialdemócrata, después dirigente de la Izquierda Democrática Party (DSP) y cuatro veces Primer Ministro de Turquía. Tras la muerte de Turgut Ozal, en 1993 volvió a formar parte del gobierno turco esta vez elegido Presidente de la República. Como en el resto del mundo, no hay disputa interburguesa que acabe sin un arreglo entre la derecha y la izquierda dentro del mismo tiesto capitalista. Tal como la constitución de 1978 cerró el ciclo de ruptura entre iguales que abrió la guerra civil en España. Exactamente iogual que acabó la Seguhda< guerraMudial con el Plan Marshall para alemania. Todo queda en familia.

[13] Préstamo a una gran empresa o institución gubernamental que, por su gran envergadura, es concedido por diversas instituciones financieras, cada una de las cuales asumen una parte del montante y los riesgos de la operación.

[14] Eurogrupo: Reunión institucionalizada que en la Unión Europea, congrega al menos una vez al mes a los ministros de Economía y Finanzas de los Estados de la Unión cuya moneda es el Euro, al presidente del Banco Central Europeo, al Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, y a su propio Presidente elegido por mayoría de Estados para un período de dos años y medio.

[15] Según el “Programa Mundial de Alimentos”, al día de hoy 870.000.000 de personas pasan hambre en el Planeta. Más que la suma de las poblaciones de EE.UU., Canadá y la UEE.

[16] Se llama uso productivo de un bien económico, al que se hace de todo medio de producción en cualquier empresa industrial, desde el suelo sobre el que se erigen sus instalaciones, hasta el mobiliario, pasando por la más compleja maquinaria, herramientas de mano, combustibles, lubricantes, etc.

[17] El consumo final comprende a los bienes de uso y consumo doméstico.

[18] Esto explica que el reclutamiento de los ejércitos tradicionalmente constituidos por asalariados activos en edad de cumplir con el servicio militar —obligatorio y no remunerado— haya sido sustituido por soldados profesionales a sueldo, constituidos por asalariados en paro.

[19] Solipsismo: Filosofía idealista de fundamento metafísico e individualista propio de los aristócratas, según la cual existo solo yo y todos los demás entes (personas y cosas), son y existen únicamente según lo que yo pienso. Últimamente ha surgido un solipsismo de la "diversidad democrática", según el cual pareciera haber tantas verdades como individuos. Pero en realidad, es éste un solipsismo de lo accesorio o subrogado. Porque el solipsismo que practican las clases dominantes de toda la vida, no es el de los individuos genéricos, es el solipsismo clasista que abrazó Nietzsche, el que inspiró su concepto de “superhombre”, el mismo que él atribuyó a la nobleza esclavista romana y extendió por propio dictado de su intelecto a la alta burguesía de su tiempo. Un solipsismo totalitario de las minorías sociales en el poder respecto de lo que para ellos es esencial, como, por ejemplo, la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio. Éste es el verdadero fundamento del solipsismo burgués. El otro, eso de que hay tantas verdades como individuos, es el solipsismo “democrático” postmoderno, que la aristocracia capitalista concede a las mayorías explotadas inconscientes, para que se recreen soñando con llegar a ser tan afortunados como "los de arriba". “La ilusión se cumple”. Pero solo la ilusión. Como en los juegos de azar. Porque ya lo decía Balzac: a diferencia de la ruleta, en la lotería ese "relámpago de felicidad" suele durar, a lo sumo, el tiempo que media entre la compra del billete y saber que no salió premiado.

[20] 1) Trabajo con arreglo a producir un objeto útil y, 2) Trabajo con arreglo a producir un objeto útil para cambiarlo por otro equivalente. Al primero se le llama valor de uso y al segundo valor de cambio.

[21] Contingente: sinónimo de “eventual” u “ocasional”. Es decir, que puede ocurrir o no. Pero resulta que, desde los tiempos de Marx, la contingencia de las crisis han venido sucediendo periódicamente cada vez con más frecuencia. Fue necesario, pues buscarle una causa y hace ya casi un siglo que se quiso encontrar en el exceso de crédito por parte de los bancos. O sea, que siempre hay culpables de modo que nada pueda ser atribuido a la naturaleza del sistema. Tanto como para que a los ojos de los explotados siga pareciendo impoluto y eterno. La misma táctica instintiva del tero como simulación en la lucha por la vida de su especie.

[22] Y esto no sucede en la industria especulativa de la construcción, sino en las de mayor composición orgánica de capital, donde un menor número de operarios ponen en movimiento un mayor volumen de más eficaces y costosos medios de trabajo, para procesar un todavía mayor valor en materias primas.

[23] Y tampoco por un excedente de plusvalor invendible contenido en los bienes de consumo individual, como piensan todavía "los caballeros del sencillo sentido común" seguidores de Rosa Luxemburgo:

<<Decir que las crisis provienen de la falta de un consumo en condiciones de pagar, de la carencia de consumidores solventes, es incurrir en una tautología cabal. El sistema capitalista no conoce otros tipos de consumidores que los que pueden pagar, exceptuando el consumo sub forma pauperis (propio de los indigentes) o el del "pillo". Que las mercancías sean invendibles significa únicamente que no se han encontrado compradores capaces de pagar por ellas, y por tanto consumidores (ya que las mercancías, en última instancia, se compran con vistas al consumo productivo o individual. Pero si se quiere dar a esta tautología una apariencia de fundamentación profunda diciendo que la clase obrera recibe una parte demasiado exigua de su propio producto, y que por ende el mal se remediaría no bien recibiera una fracción mayor de dicho producto, aumentando su salario, pues, bastará con observar que invariablemente las crisis son preparadas por un período en el que el salario sube de manera general y la clase obrera obtiene realiter [realmente] una porción mayor del producto destinado al consumo [aun cuando crecientemente menor respecto de la parte que se apropia la burguesía a expensas de su trabajo]. Desde el punto de vista de estos caballeros del "sencillo" (!) sentido común, esos períodos, a la inversa, deberían conjurar las crisis. Parece, pues que la producción capitalista implica condiciones que no dependen de la buena o mala voluntad, condiciones que sólo toleran momentáneamente esa prosperidad relativa de la clase obrera, y siempre en calidad de ave de las tormentas, anunciadora de la crisis.>> (K. Marx: "El Capital" Libro II Cap. XX)

Esto pone de manifiesto incontrovertiblemente, que los límites periódicamente insuperables del capitalismo, tampoco están en la supuesta imposibilidad de la burguesía para realizar o vender las mercancías de consumo final en la esfera de la circulación por falta de poder adquisitivo de los explotados, tal como así lo han entendido no pocos teóricos “subconsumistas” creyendo así explicar las crisis. Esos límites están en el insuficiente plusvalor obtenido en relación con el capital necesario para producirlo, que resulta ser, de tal modo, supernumerario o excedentario y debe ser desvalorizado o directamente destruido. Incluyendo el capital variable o salarios encarnados en quienes personifican esa categoría social de asalariados.