El móvil de las guerras en el Medio Oriente y Ucrania
01. Introducción
En nuestro trabajo publicado en
setiembre pasado bajo el título: “Últimos vientos de
guerra”, citábamos al joven ex empleado de la CIA, Edward Snowden
—refugiado en Rusia—, quien había denunciado
en julio que la organización terrorista islámica “Al Qaeda”, tanto como
el derrumbe de las “Torres Gemelas” en New York el 11 de setiembre de 2001, fueron
una iniciativa de los servicios secretos de inteligencia norteamericanos (CIA),
en colaboración con los de Israel y el Reino Unido. De no haber sido así, la
fatídica mañana y a la misma hora en que sucedieron aquellos terribles sucesos,
el semblante de George Walker Bush Jr.
asistiendo a una escuela de párvulos en el Estado de Florida, no hubiera sido
el que reflejó la sugerente imagen recogida por la Agencia “France Presse” de
noticias, escuchando ávidamente lo que al
oído le susurraba el por entonces Jefe de su gabinete presidencial, Andrew
Hill Card Jr.
Sabido
es que la destrucción y matanza del 11-S fue perpetrada por los EE.UU., con el
fin de justificar la no menos destructiva y criminal intervención militar en
Afganistán iniciada el 14 de octubre de 2001, seguida por la de Irak en 2003 donde
los yanquis contaron con el apoyo de las fuerzas armadas británicas y
españolas. Dos guerras de rapiña que costaron cientos de miles de vidas y billones
de dólares en pérdidas materiales. En cuanto al curso actual de la guerra civil en Siria
que comenzó a principios de 2011, decir que su territorio también fue
convertido en otro infierno bélico —también montado por la gran burguesía
norteamericana en alianza con la Israelí—, para sacar réditos geopolíticos y económicos sembrando la destrucción y
el genocidio en el Medio Oriente.
Según
denunció Julián
Paul Assange desde su refugio en el edificio londinense de la Embajada ecuatoriana,
corría el mes de febrero de 2010 cuando el General sirio Ali
Mamluk en su calidad de jefe del aparato de inteligencia de ese país, junto
al Viceministro de Exteriores, Faisal al Miqdad, se reunieron en Damasco con
una comitiva norteamericana encabezada por Daniel
Benjamín, quien por entonces desempeñaba el cargo de “Coordinador del
grupo antiterrorista del Departamento de Estado de los EE.UU.”. Según los
cables, fue esa la primera vez que un representante del espionaje Sirio se
reunía con una delegación extranjera. Algo así no había sucedido antes siquiera
con países supuestamente
aliados de Siria, como Gran Bretaña o Francia. Durante la reunión, Mamluk se
ofreció a colaborar “amistosamente” con Washington en la tarea de mantener la
seguridad de su frontera con Irak. Pero al respecto señaló, que aun cuando su
país detenía todos los días a centenares de terroristas que intentaban penetrar
en Irak, no había podido evitar que la filtración continúe, lamentando críticamente
que la experiencia de su país con la CIA para tal propósito, hasta ese momento
no pudo ser satisfactoria.
Tras
la declaración de Mamluk intervino su colega Faisal Al Miqdad, quien reincidió
sobre lo mismo destacando que su país estaba respaldado por tres décadas de
lucha antiterrorista y buen conocimiento de los respectivos grupos extremistas.
Seguidamente hizo hincapié en tres condiciones
sobre las cuales, a su juicio, debía pivotar el posible acuerdo exitoso de
cooperación con EE.UU. para la seguridad en esa región. 1) Que cualquier
operativo de tal naturaleza en la frontera de Siria con Irak, estuviera
supervisado por el ejército Sirio. 2) Que la administración de la seguridad en
el Transporte (TSA)
a cargo de EE.UU., debía excluir a Siria de la lista de los 14
países patrocinadores de terrorismo, pasibles de someterse a una
inspección escrupulosa, argumentando que semejante calificación contradice la
confianza mutua para tal acuerdo de seguridad. 3) Que para convencer a los
sirios de que apoyen la posible cooperación con EE.UU., era necesario, además,
que Washington mostrase su disposición a derogar las sanciones económicas impuestas
contra Damasco.
Benjamín
no aceptó la propuesta ensanchando el cauce de la guerra en ese país. El 11 de
setiembre de 2013, el diario “The Washington Post” publicó un artículo
titulado: “La
CIA empieza el suministro de armamento a los rebeldes sirios”. El día
02 de agosto de 2014, Hillary Clinton declaró del modo más cínico —sólo
superable por su propio cinismo—, que:
<<El fracaso (de EE.UU.) a la hora
de ayudar a construir una fuerza de combate creíble con los
autores de las protestas contra el presidente sirio, Bashar al Assad, […] dejó
un gran vacío que los yihadistas ahora han llenado", afirmó Hillary
Clinton, ex secretaria de Estado de EE.UU. durante la primera Administración
del presidente Obama, en una entrevista concedida a la revista 'The Atlantic'>>. (Lo entre
paréntesis nuestro).
Hoy en día, la milicia del Estado Islámico sigue matando y
destruyendo en combate contra los ejércitos de Irak y Siria, donde controlan una
región que se extiende desde la ciudad de Alepo en Siria, hasta Faluya, Mosul y
Tal Afar en Irak. Los
EE.UU. y demás fuerzas de la OTAN, se han puesto a la retaguardia de esa lucha, delegándola por primera vez en los
fanáticos takfiríes de la fracción
musulmana suní, a cuyos jefes financian
secretamente sin que sus bases lo sepan, aparentando combatirles simulando
bombardeos sobre sus territorios en incursiones aéreas periódicas. Unas
operaciones que solo suceden en las imágenes de laboratorio, creadas y
difundidas por los más influyentes medios propagandísticos de alcance mundial a
su servicio.
El 09
de agosto de 2014, el ex presidente libanés Émil Lahoud,
se ha sumado a confirmar que:
<<…el grupo terrorista Estado
Islámico de Irak y el Levante (EIIL o Daesh
en árabe) es un proyecto diseñado por el régimen israelí financiado por EE.UU.,
y otros países árabes.
Durante una entrevista concedida al canal
libanés Al-Manar, el ex mandatario ha asegurado que si no fuera por el apoyo
del Movimiento de Resistencia Islámica de El
Líbano (Hezbolá) al Ejército sirio en su lucha contra el terrorismo, los
elementos de Daesh
probablemente hubieran entrado en el Palacio presidencial de El Líbano>>.
http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article72308
Tras
el asedio de Mosul a la segunda ciudad de Irak, el Estado Islámico se convirtió
en la organización terrorista más adinerada del mundo, superando a los de Al
Qaeda. Allí, los insurgentes se apoderaron de enormes cantidades de
dinero en efectivo y lingotes de oro de algunos bancos. En total, se hicieron con 500 millones
de dinares (unos 429 millones de dólares). Las autoridades iraquíes estiman que
los fondos de financiación del grupo terrorista, alcanzan ya los 2.000 millones
de dólares. Según el canal alemán Deutsche
Welle, el Gobierno iraquí dominado por chiíes, acusa a Arabia Saudita
de apoyar a los yihadistas del Estado Islámico.
Según declaró hace dos meses
el primer ministro de Irak, Nuri al Maliki, Arabia Saudita "es responsable
de la ayuda financiera y moral que reciben los grupos insurgentes". Como
era de esperar, EE.UU., el aliado más importante de Arabia Saudita en esa zona del Mundo, rechazó
las acusaciones lanzadas por el jefe de Gobierno iraquí. Para Günter Meyer,
director del Centro para la Investigación sobre el Mundo Árabe de la
Universidad de Maguncia (Alemania), resulta obvio quién financia a estos
radicales: "La fuente más
importante de financiación del Estado Islámico hasta la fecha proviene de los
países del golfo Pérsico, sobre todo de Arabia Saudita, pero también de Catar,
Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos", aliados tradicionales de los
EE.UU., explicó Meyer, quien agregó que la motivación de estos países, es apoyar la lucha contra el Gobierno del
presidente sirio, Bashar al Assad. Expertos estiman también que el Estado
Islámico ingresa cerca de un millón de dólares diarios a través de la venta de crudo procedente de pozos bajo
su control. Por su parte, el analista del sector energético, Robin Mills,
afirma que si el grupo yihadista logra controlar los territorios sobre los que sus
milicias están avanzando, sus ingresos podrían ascender hasta los 3 millones
diarios y alcanzar los 100 millones de dólares al mes.
02.
Competencia económica, crisis y guerras
Proclamar
un comportamiento y hacer subrepticiamente lo contrario con fines políticos y
económicos gananciales. Tal es la hipócrita y solapada filosofía de la vida,
típica de las relaciones sociales basadas en la propiedad privada sobre los medios de producción y de
cambio, con su aneja e inveterada competencia
entre propietarios. O sea, que “El capitalismo es la sociedad del
engaño y el pillaje mutuo”. Tal como muy certeramente lo anunciaran Marx y
Engels en febrero de 1848.
Un
ejemplo de la doblez entre lo
que se postula y lo que se hace, parece que también se apoderó de esa
insospechada Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuyos miembros se han
venido recreando en difundir que quieren evitar
la financiación del terrorismo islámico. Para ello, el 12 de febrero de
este año aprobaron por unanimidad una resolución, donde se comprometieron a “bloquear las fuentes de financiación de
los yihadistas”. Esta organización mundial que tanto dice promover la
solidaridad entre los pueblos, debiera explicar por qué en enero remitió armas
con destino al movimiento terrorista Boko
Haram que viene actuando en África. Y en este contexto cabe preguntarse,
con que parte de tales ingresos parasitarios los yihadistas compensarán a los
integrantes de la camarilla liderada
por George W. Bush en este peligroso juego de la guerra, teniendo en
cuenta que ellos fueron quienes propiciaron la deriva militar del conflicto de
intereses geopolíticos intercapitalistas en el Medio Oriente.
Pero
la pregunta del millón no es esta, sino qué puede pasar ante unas
circunstancias, en las que el desarrollo científico-técnico incorporado a los actuales medios bélicos a
disposición de las partes en conflicto, garantiza que una tercera guerra mundial supondría el peligro de la “destrucción mutua asegurada”. De
momento se ha venido demostrando que prevalece la doctrina de la disuasión, expresada en el
absurdo matemático del 1+1= 0. Es decir, que si las coaliciones en conflicto coincidieran
en utilizar armamento nuclear unas contra las otras, se aniquilarían quedando
reducidas a la nada. Sin embargo se confirma que las guerras siguen siendo
realmente posibles usando armamento convencional de última generación, como es
el caso, por ejemplo, del cañón
electromagnético de riel, con una capacidad mortífera y destructiva
hasta hoy insuperables en este tipo de armamento.
¿Dónde
radica la causa que
desencadena las guerras bajo el capitalismo? Ciertamente son el resultado más
inmediato de la competencia intercapitalista
por medios bélicos. Pero, ¿es ésta su verdadera
causa? Para poder responder a la pregunta con indubitable certidumbre,
a continuación reproducimos conceptualmente lo que Marx suscribió en sus “Grundrisse” (fundamentos), entre 1857 y 1858,
acerca de la destrucción de capital físico y humano durante las recesiones
económicas que siguen al estallido de las grandes crisis periódicas, con el
achicamiento de los mercados y la agudización de los conflictos por el reparto
de las consecuentes pérdidas entre las más poderosas fracciones del capital
mundial.
03. Tendencia decreciente de la Tasa General de
Ganancia Media
¿Qué
es la Tasa General de Ganancia Media? La relación entre la masa de ganancia
global de los capitalistas que cotizan en la bolsa de valores de cualquier
país, respecto de lo que ha costado producirla[1]. Su fórmula es, en esencia, la misma relación
entre ingresos y gastos, por la cual orientan su economía doméstica los miembros
que habitan cualquier casa de familia:
Donde “p” representa el ingreso en forma
de plusvalor o masa de ganancia; “c” a la parte del gasto en términos del llamado capital constante[2] [suelo cultivable
o urbano consolidado, edificios, máquinas, herramientas, materias primas y
auxiliares (combustibles, lubricantes, etc.)]; finalmente “v” representa al capital
variable o salarios[3]. La principal
función histórico-trascendental asignada por la Ley del valor a la Tasa
General de Ganancia Media en cada país, consiste en determinar los
límites que la propia lógica interna del capital pone periódicamente al
principio activo de la ganancia que anima la producción y acumulación de
plusvalor, según progresan las fuerzas sociales productivas al interior del
sistema. Estos límites son los que desencadenan las crisis
periódicas de superproducción de capital; interrupciones violentas de
la producción —cada vez más formidables y difíciles de superar por la burguesía—,
según progresan las fuerzas productivas del trabajo al interior de las
relaciones de producción, donde el
acervo histórico de capital global en funciones no deja de aumentar, más
rápido que la ganancia obtenida con
él. He aquí la contradicción que permite explicar, científicamente: 1) la
prevista tendencia objetiva al derrumbe del modo de vida basado en las relaciones capitalistas de
producción y 2) Por qué sólo es una tendencia que no llega a
concretarse y para tal cometido están, precisamente, las crisis y consecuentes
recesiones económicas.
Como
acabamos de informar, el desarrollo teórico sistemático de esta idea, aparece
en los "Fundamentos" (Grundrisse), donde Marx explica que la
Ley de la caída tendencial de la Tasa General Media de Ganancia, es la
conclusión más importante de toda su obra:
<<…Esta es, desde todos los puntos de vista, la ley más importante de
la economía política moderna y la más esencial para comprender las relaciones
más difíciles. Desde el punto de vista histórico es la ley más importante.
Es una ley que, a pesar de su simplicidad, no ha sido comprendida nunca hasta
la fecha y aun menos conscientemente expresada>>. (Op. cit. Ed. Grijalbo/1978. Primera Parte Sección III Pp. 136. El subrayado
nuestro)
El
fundamento o fuerza de esta lógica
económica, está en la relación matemática
dialéctica o contradictoria, entre dos magnitudes: una es el tiempo de trabajo asalariado de límite fijo
= 100% de cada jornada laboral —que naturalmente no puede
sobrepasar las 24 Hs. de
cada día—, y la otra el plusvalor
que crece a expensas
del salario hasta donde se agota su límite. Por eso Marx le decía en
1875 a Engels, que “los socialdemócratas eran incapaces de comprender el
carácter dialéctico de las matemáticas y de la naturaleza”.
En
la citada parte de sus “Grundrisse”,
Marx hizo un ejercicio de cálculo matemático elemental, partiendo de la
siguiente proposición que le sugirió la simple observación
enpírico-geométrica, dividiendo una línea representativa de la jornada
laboral, por entonces de doce horas, en dos segmentos que delimitan sus dos
partes constitutivas, a saber: el tiempo
de trabajo en que los asalariados producen el equivalente a su salario
contratado, y el tiempo
durante el cual trabajan para los capitalistas produciendo plusvalor. Dos magnitudes
donde durante cada jornada, una crece a expensas de la otra y que seguidamente
pasó a expresar en términos
aritméticos de valor económico, de modo que la magnitud porcentual en
que puede aumentar el tiempo de trabajo excedente o
plusvalor a expensas del tiempo de trabajo necesario equivalente al salario,
está férreamente condicionada
o limitada por la duración de la jornada laboral
= 100%.
Supongamos,
pues, siguiendo a Marx, que una jornada de trabajo es de doce horas diarias y
una tasa de plusvalía del 100%, es decir, que la parte del
tiempo de trabajo diario en que los asalariados producen el equivalente a sus
salarios es de 6 horas, y otras 6
las dedican a producir plusvalor. Así, el obrero colectivo trabaja media
jornada de labor (50%) para él y la otra media (50%) para
el capitalista:
1/2 + 1/2 = 2/2 = 100%
A
partir de estas condiciones, supongamos que la productividad del trabajo se duplica. Ahora, para
reproducir su fuerza de trabajo a cambio de un salario que le permite vivir un
día completo, el asalariado deberá trabajar 1/4 de jornada, la
mitad que antes; y eso es lo que le pagará el capitalista. Pero le seguirá haciendo
trabajar las mismas horas convenidas en el contrato de trabajo:
<<Por ende, la economización de trabajo mediante el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, en la economía capitalista de ningún modo tiene por objeto reducir la jornada laboral. Se propone, tan sólo, reducir el tiempo de trabajo necesario para la producción de determinada cantidad de mercancías (las que el asalariado necesita para reproducir su energía diaria en condiciones óptimas de seguir trabajando para su patrón). El hecho de que el obrero, habiéndose acrecentado la fuerza productiva de su trabajo, produzca, por ejemplo, en una hora, 10 veces más mercancías que antes, o sea, que para fabricar cada pieza de mercancía necesite 10 veces menos tiempo de trabajo que antes, en modo alguno impide que se le haga trabajar doce horas, como siempre, y que en las doce horas deba producir 1.200 piezas en vez de las 120 de antes>> (K. Marx: "El Capital" Libro I Secc. IVª Cap. X. Lo entre paréntesis nuestro)
La
diferencia entre 1/2 y 1/4 =
1/4, en el ejemplo de Marx corresponde a la transformación de trabajo
necesario (salario) en excedente (plusvalor) a raíz del incremento en la fuerza
productiva del trabajo. En este punto del proceso, el capitalista se habrá
apropiado 1/4 de jornada más, respecto del plusvalor de origen
que era de media jornada = 2/4, y que
ahora pasa a ser de (2/4 + 1/4) = 3/4. De tal modo, para
vivir un día el asalariado colectivo debe trabajar 3/4 de
jornada para el patrón y sólo 1/4 para él.
Si
observamos esto más detenidamente, veremos que la fuerza productiva del trabajo
se ha duplicado, pero el plusvalor sólo se ha incrementado en 1/4
de la jornada laboral, sólo ha reducido el remanente de trabajo necesario en
esa fracción. Esto es así, porque la proporción en que la fuerza productiva del
trabajo incrementa el valor del capital, depende de la relación originaria entre trabajo necesario y trabajo
excedente:
<<El trabajo objetivado (convertido en producto equivalente al salario) que está contenido en el precio de la fuerza de trabajo (contratada), es siempre igual a una fracción del día completo, está siempre expresado aritméticamente en la forma de un quebrado, es siempre una proporción numérica, nunca un número simple>>. (K. Marx: "Grundrisse" III. Ed. cit.)
¿Por
qué debe ser así? Porque, como sucede con toda proporción, la magnitud en que
puede variar —en nuestro caso el tiempo de trabajo excedente respecto del
trabajo necesario—, está condicionada o limitada por la magnitud total de la jornada laboral, es decir, el 100%,
que no puede sobrepasar el límite natural de las 24 Hs, de modo
que, según progresa la fuerza productiva, el plusvalor aumenta en detrimento del tiempo de
trabajo dedicado a producir los medios de vida de los asalariados. De este modo
y a instancias de la productividad del trabajo, durante cada jornada de labor se
opera un trasiego de riqueza creada
por los asalariados, cuyo valor económico pasa imperceptiblemente al bolsillo
de sus patronos.
Pero
si después de la primera consideramos una segunda
duplicación de la fuerza productiva del trabajo, el salario, que si
salario se había reducido ya de 1/2 a
1/4 de la jornada
laboral entera, disminuirá ahora a la mitad = 1/8; la misma
proporción en que se incrementa el
plusvalor acumulado por los capitalistas, de modo que si anteriormente había
pasado de 1/2 a 3/4 o 6/8,
pasará a 7/8 de jornada. Al capitalista colectivo, pues, solo
le queda por capitalizar 1/8 de jornada. Esto quiere decir
que la tasa de plusvalor —como relación entre el plusvalor y el salario—
se incrementa en todo lo que progresa la fuerza productiva. Pero el aumento del plusvalor disminuye, pasando de ½
jornada = 0,50 de la jornada entera, a 1/8 = 0,125
de jornada.
En
el límite del proceso económico de
transformación del salario en plusvalor, suponiendo que el salario o
trabajo necesario se hubiera reducido ya a 1/1.000 = 0,001 respecto de su valor en origen,
la plusvalía total sería 999/1.000 = 0,999. Es decir, que para
aumentar el plusvalor en menos de una milésima, el capital debería aumentar la
productividad del trabajo mil veces más. Y si sobre esta progresión la fuerza
productiva se multiplicara por otras 1.000 veces, el tiempo de
trabajo necesario (salario) descendería a 1/1.000.000 del día
de trabajo, mientras que el plusvalor aumentaría en 1/1.000 -
1/1.000.000 o sea 0,001 - 0,000001 = 0,000999 = 999/1.000.000.
En este caso, para aumentar el plusvalor en 0,000999 productividad
del trabajo debería multiplicarse un millón de veces.
De
esto se desprende que, cuanto mayor sea el plusvalor ya capitalizado
a expensas del salario y, por tanto, menor la fracción de la
jornada de trabajo necesario restante (salario) que
queda por transformar en plusvalor (aumentando la productividad), tanto
menor será el incremento del plusvalor que el capital
obtendrá de ese progreso de la fuerza productiva del trabajo asalariado, y
mayor todavía deberá ser el valor del capital constante
a invertir, para obtener ese aumento de plusvalor irrisorio.
Conclusión: El
plusvalor aumenta, pero en proporción crecientemente menor según se desarrolla
la
fuerza productiva del trabajo, esto es, respecto del necesario incremento del gasto en capital constante (suelo,
máquinas, herramientas, etc.):
<<Es decir, que cuanto más desarrollado está ya el capital, cuanto más plustrabajo ha creado ya (a expensas del trabajo asalariado), tanto más formidablemente tiene que desarrollar la fuerza productiva, para autovalorizarse en una pequeña proporción, es decir, para aumentar la plusvalía, ya que su límite continúa siendo siempre la relación entre la fracción del día de trabajo que expresa el trabajo necesario (equivalente al salario) y el día de trabajo completo (donde necesariamente fracciones residuales cada vez más pequeñas de salario, son convertidas en plusvalor capitalizable>>. (K. Marx: Op. Cit. Lo entre paréntesis nuestro).
Un
plusvalor cuyo incremento se reduce paulatinamente, al mismo tiempo que los
costos de producirlo no pueden dejar de aumentar de forma. Hasta que el proceso
llega a un punto nodal en el cual, el
incremento de la ganancia o plusvalor obtenido por una masa de capital invertido, es nulo o decreciente y por tanto, no rentable. Y aquí entra en
juego la Tasa General de Ganancia
Media que se forma en el mercado de cada país a instancias de la oferta
y la demanda efectivas, como relación entre la ganancia global y los costos de
producirla. Por ejemplo, cuando la masa de capital acumulado pasa de 1.000 a
1.150 unidades monetarias, y la tasa de ganancia del 15 al 9%, quiere decir que
habiendo invertido 1.000€ al 15% obtuvo 150€, mientras que con esos 1.150 a una
tasa del 9% pasaría a obtener sólo 103€. En semejantes condiciones, la nueva
inversión del plusvalor de 150 no se
realiza, porque ahora, para volver a ganar poco más que esos 150€ de
plusvalor, el capitalista tendría que invertir un capital mayor a las 1.150
unidades monetarias disponibles. Exactamente 525 más (1.000+150+525 = 1.675 x
9% = 150,75) lo cual significa una pérdida neta de capital. No sólo porque no
le compensa sino porque no dispone de esa masa de valor adicional, con lo que
tiene que pedir un crédito, de modo que, entonces, su ganancia ni siquiera
sería ya del 9% sino menos, el equivalente a la diferencia con la tasa de
interés a pagar por el préstamo. A este fenómeno Marx le llamó "Sobreacumulación
absoluta de capital".
Porque aumenta más de lo que se incrementa la masa ganancia obtenida con él,
dejando de ser rentable.
04. Las guerras como recurso
adicional para superar las crisis
Siguiendo
con el ejemplo, por falta de rentabilidad suficiente los 150€ dejan de invertirse en la producción e incursionan en
los mercados especulativos, anticipando el estallido
de las crisis periódicas que luego se extienden a los países de menor
desarrollo. Al contrario de lo que sucede en la esfera de la producción, donde todas las fracciones empresariales
capitalistas ganan —aunque unas más que otras según la distinta magnitud de capital con
que cada una participa en el común
negocio de explotar trabajo ajeno—, en la especulación lo que unos capitalistas ganan otros lo
pierden, lo cual acelera el
no menos inevitable proceso de concentración
de la propiedad del capital global en cada vez menos manos:
<<Mientras las
cosas van bien, la competencia, tal como se revela en la
nivelación de la cuota general de ganancia, actúa como una cofradía práctica de
la clase capitalista, de modo que ésta (la ganancia) se reparte comunitariamente en proporción a la magnitud de la
participación de cada cual en el botín colectivo. Pero cuando ya no se trata de
dividir ganancias sino de dividir pérdidas, cada cual procura reducir en lo
posible su participación en ellas y endosársela a los demás. La pérdida es
inevitable para la clase en su conjunto. Pero la cantidad que de ella ha
de corresponderle a cada cual, en qué medida ha de participar en ella, se torna
entonces en una cuestión de poder y de astucia, y la competencia se
convierte a partir de ahí, en una lucha entre hermanos enemigos. Se hace sentir
entonces el antagonismo del interés de cada capitalista individual y el de la
clase de los capitalistas, del mismo modo que antes se anteponía la identidad
de esos intereses a través de la competencia>>. (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XV Aptdo. 3
Ed. Siglo XXI/1976 Pp. 324-325. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros).
¿Qué son, pues, las guerras,
sino la continuación de la
competencia intercapitalista por medios
bélicos bajo tales condiciones de superproducción de capital y recesión
económica? Según hemos expuesto, siguiendo a Marx, las crisis económicas
capitalistas son, por lo general, crisis típicas de superproducción de capital. Un capital global en funciones que
acaba fungiendo como un costo excesivo
insoportable respecto de la ganancia global obtenida con él —a la baja— que no
le compensa. Para rehabilitar el aparato productivo bajo tales circunstancias
incompatibles con la producción capitalista, es por tanto necesario que ese
capital excedentario —medido en términos de valor en suelo cultivado,
edificios, máquinas, herramientas, etc. etc. y, naturalmente salarios—, se
desvalorice y/o destruya, como condición de que las ganancias se recuperen para
superar la recesión. Así lo explica Marx:
<< ¿Cómo se habría de dirimir este
conflicto, pues, y restablecer las condiciones correspondientes al movimiento
“sano” de la producción capitalista? La manera de llegar a esta componenda ya
se halla contenida en el simple planteamiento del conflicto que se trata de
dirimir. La misma incluye en poner en barbecho y hasta aniquilar una
parte del capital por el monto de valor de todo el capital adicional ∆C (excedente o supernumerario, donde ∆C significa incremento de capital), o siquiera por una porción de
ese monto. Pese a que —tal como surge ya de la exposición del conflicto— la
distribución de esa pérdida no se extiende en modo alguno de manera uniforme a
los diferentes capitales particulares (empresas), sino que en una lucha competitiva se decide de qué manera se
distribuyen las pérdidas, en forma sumamente desigual y diversa, según las
ventajas particulares (de las empresas de mayor magnitud de capital social
y poder económico) o las posiciones
conquistadas, de modo que un capital resulta inactivado, otro aniquilado, un
tercer capital sólo experimenta pérdidas relativas o sólo sufre una
desvalorización transitorios, etcétera.
Pero bajo cualquier circunstancia el equilibrio se establecería por
inactivación e incluso por aniquilación (física) de
capital en mayor o menor medida. Esto se extendería en parte a la sustancia material del capital;
es decir, que una parte de los medios de producción, capital fijo (edificios,
máquinas, herramientas, mobiliario) y
circulante (materias primas), no
operaría, no funcionaría como capital; se paralizaría una parte de las empresas productivas iniciadas. Si bien en
este aspecto el tiempo (de inactividad) ataca y deteriora todos los medios de producción [con excepción del
suelo], en este caso se verificaría como consecuencia de la paralización
funcional, una destrucción real mucho más intensa de medios de producción. Sin
embargo, el efecto principal en este aspecto, sería que esos medios de
producción dejasen de actuar como medios de producción; una destrucción más
breve o más prolongada en cuanto medios (materiales) de producción […..]>>.
(Ed. cit. Pp. 325-326. Lo entre
paréntesis nuestro).
¿Qué función han cumplido y cumplen,
pues, las guerras bajo el
capitalismo en tiempos de recesión
económica? Está claro. Además de ser la continuación de la competencia
interburguesa por medios bélicos,
como forma sustituta de la especulación en el reparto
geopolítico desigual de la riqueza entre la burguesía de distintos países, las
guerras contribuyen a la destrucción material de capital físico y humano en
cualquier parte, para los fines de reiniciar
lo más rápidamente posible el proceso productivo de acumulación con ganancias crecientes. En
definitiva, tanto las crisis periódicas como las guerras impiden, pues, que la tendencia
económica objetiva al derrumbe automático del
capitalismo se concrete.
El sistema cuenta,
pues, con sus propios mecanismos de reproducción. Pero lo que no pueden impedir
los capitalistas según se suceden y superan las crisis periódicas de
superproducción de capital —desvalorizando y/o destruyendo su parte
excedentaria— es el hecho de que cada progreso de la productividad laboral, exige
sustituir crecientes masas de trabajo humano por trabajo mecánico cada vez más automatizado, del cual no
se puede obtener plusvalor alguno. Una realidad que según avanza el
proceso de acumulación entre sucesivas crisis periódicas, choca brutalmente con
esa otra exigencia del sistema cada vez más difícil de cumplir que es, la de
obtener ganancias crecientes con menos costes. De esta contradicción se
desprende que las crisis de superproducción de capital sean cada vez más
frecuentes, costosas en términos de sufrimientos humanos y difíciles de
superar. Pero sin duda que así garantizan la continuidad del sistema sine die.
De este
descubrimiento Marx sacó la conclusión, de que sólo la lucha política de los explotados conscientes de tal necesidad
histórica, puede efectivamente acabar con esta noria, convirtiendo la virtual tendencia al derrumbe
automático del capitalismo en realidad:
<<En fin, dando
por sentado que estos tres elementos: salario del trabajo, renta del suelo,
ganancia (industrial
y comercial) e interés (bancario), son las fuentes de ingreso de las tres
clases, a saber, la de los terratenientes, la de los capitalistas y la de los
obreros asalariados, como conclusión la LUCHA DE CLASES, en la cual el
movimiento se descompone y es el desenlace de toda esta mierda[4]>>.
(K. Marx: “Cartas sobre ‘El Capital’”
Ed. La Habana/1983 Pp. 218. Carta a Engels. 30 de abril de 1868).
Volvemos aquí, pues, a insistir en la verdad histórica reiteradamente
confirmada, de que las guerras entre países —o coaliciones de países— bajo el capitalismo, no son otra
cosa que la continuidad de la
competencia por medios bélicos, entre fracciones de la alta burguesía que detentan el poder político real en sus
respectivos países, formando coaliciones
nacionales o internacionales unas en contra de otras según eventualmente
coincidan o diverjan en determinados intereses
de fracción, independientemente de su nacionalidad. Como la que hoy
conforman los EE.UU. de Norteamérica y Europa contra Rusia en el escenario
bélico de Ucrania —que se disputan—, so pretexto de la lucha por libertad, la
paz y demás patrañas por el estilo.
05. El
repudio a la guerra interimperialista se afianza en Ucrania
<<El caso es que Putin
y sus partidarios adinerados, tienen mucho más en común con los hombres de
negocios multimillonarios de Europa y América que con la gente común de
cualquier parte de Ucrania (o de cualquier otro lugar). Y ninguno de
nosotros, "pequeñas personas", debe olvidarlo>>. Joe Quinn
¿Puede negar alguien
que esto sea la pura verdad? Así como han venido siendo las cosas y tal como los
acontecimientos en cualquier zona de conflictos bélicos lo ratifican, nadie de condición asalariada que no sea
tan estúpido, puede seguir
dejándose influenciar hasta el extremo de servir como carne de cañón en cualquier guerra “por la defensa de la patria”. Pero que la estupidez política de muchos continúe
posibilitando a las clases dominantes
el recurso a las guerras para seguir subsistiendo como tales, no obsta para que
los explotados vayan tomando conciencia de su verdadera condición. Y este es el
caso hoy de buena parte de la población de Ucrania, tal como aparece recogido
en lo publicado por nosotros el pasado mes de octubre, bajo el título: “El ejemplo de los mineros
ucranianos”.
Los antecedentes
históricos del proceso que continúa con los actuales sucesos en Ucrania, se
remontan a la segunda década del siglo pasado, precisamente al momento en que Lenin
libró el último combate de su vida. Nos referimos a la lucha desde su lecho de
muerte contra la tendencia a la burocratización de la URSS, cuando a caballo de
su inveterada vocación por la
ignorancia, Stalin equivocó el camino —tal como antes Napoleón—, pensando
que una minoría política organizada en un partido a cargo del Estado, podía
actuar como sujeto soberano de poder. Ninguna minoría política relativa
organizada en un partido a cargo de un Estado, pudo jamás devenir en verdadero
y efectivo sujeto de poder, si no actuó en función de los intereses de una
determinada clase social dominante,
es decir, como instrumento al
servicio de esa clase. Y tales burocracias siempre acabaron invariablemente descomponiéndose
hasta desaparecer, junto con sus respectivas clases sociales decadentes que lo han sido, a las cuales se
han supeditado y apoyaron desde el Estado, para compartir con ellas el producto
de la explotación de las clases subalternas.
Un burócrata es el suelo nutricio donde ya está puesto el germen, la
semilla de un propietario privado burgués, un explotador, un corrupto y
mentiroso compulsivo, un criminal de guerra en potencia. Lo que hizo en
realidad Stalin presidiendo el aparato burocrático de la URSS tras la muerte de
Lenin, fue administrar el retroceso del naciente socialismo al capitalismo de
Estado industrial. Y sus huestes sucesoras, esa camándula de sujetos como Georgi Malenkov, Nikita Jrushchov, Leonid Brézhnev, Yuri Andrópov, Konstantín
Chernenko, Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin, fueron los burócratas continuistas
de la era Stalin, encargados de restaurar en Rusia el capitalismo actual más puro
y duro, presidido por Vladimir Putin. Los pormenores del proceso de
burocratización de la URSS en el contexto de las relaciones entre Lenin y
Stalin, serán próximamente publicados en el apartado 18 correspondiente al
trabajo en curso titulado: “Marxismo y
Stalinismo a la luz de la historia”.
El proceso económico y político de
Ucrania siguió el mismo derrotero en franca
descomposición, del complejo pro socialista de la URSS tras la muerte de
Lenin. Es decir, la privatización de la propiedad estatal soviética y su
integración en el mercado capitalista mundial. Un proceso que convirtió a la
plana mayor de los burócratas soviéticos en empresarios capitalistas:
<<Las nuevas oportunidades capitalistas debidas a la apertura de la
economía rusa a finales de los años 1980 y principios de los años 1990
afectaron a los intereses de mucha gente. Como el sistema soviético estaba
siendo desmantelado, los jefes bien situados y los tecnócratas del Partido Comunista, la KGB
y el Komsomol
(Unión Comunista de la Juventud) fueron sacando provecho del poder y los
privilegios que tenían en la era soviética. Algunos recogieron silenciosamente
las ganancias de su organización y escondieron en el extranjero las cuentas y sus
inversiones. Otros crearon bancos y negocios en Rusia,
aprovechando sus posiciones privilegiadas para ganar contratos gubernamentales
exclusivos y licencias para adquirir créditos financieros y suministros a
precios extremadamente bajos, subvencionados por el Estado. Se crearon grandes
fortunas de la noche a la mañana. 4
El programa de privatización estaba profundamente corrompido desde el
principio. El mundo occidental en general abogaba por un desmantelamiento rápido
de la economía soviética planificada, para abrir el camino a las
"reformas de libre mercado", pero más tarde expresó su desacuerdo
acerca del poder y la corrupción de los "oligarcas". Algunos llamaron
a esta oleada de botines "capitalismo de nomenklatura".
En la época en que el gobierno de Yeltsin llevó a cabo las reformas radicales,
los "capitalistas de nomenklatura" —incluyendo a los de Ucrania— ya
se habían afianzado como poderosos empresarios, tal como es el caso de Yulia Timoshenko y Víktor Yanukovich
entre otros. Posteriormente, la privatización de las empresas del Estado dio a
muchos de los que se habían enriquecido a principios de los años 1990, una
oportunidad para convertir su dinero en acciones de empresas privatizadas. El
gobierno de Yeltsin esperaba utilizar la privatización para ampliar, tanto como
fuera posible, su posesión de acciones de antiguas empresas propiedad del Estado,
consiguiendo así soporte político para su gobierno y sus reformas>>. http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_la_Federaci%C3%B3n_de_Rusia
Así fue como discurrió la deriva contrarrevolucionaria que
agudizó la degradación económica de la República Socialista Soviética de
Ucrania, cuyo desarrollo industrial retrocedió notoriamente desde el décimo
lugar que había ocupado en la lista de países en vías de
industrialización:
<<La
integración en el mercado mundial destruyó los sectores de alta tecnología.
"Si la economía de la URSS estaba orientada a la satisfacción de la
producción y el consumo propio dentro del país y se desarrollaba más o menos
completamente y en todos los sectores, la economía capitalista de Ucrania
"se formatea" de acuerdo con las demandas de la división mundial del
trabajo. Víctima de este proceso, sobre todo, fue la producción intensiva en
ciencia: la construcción de maquinaria, la industria ligera, la construcción de
máquinas-herramienta, de instrumentos, la radioelectrónica, la producción de
turbinas, la aviación o la producción automovilística"[5]>> C:\Users\USUARIO\Desktop\Análisis
de clase de la crisis ucraniana - [CEPRID]_php.mht
Este proceso de degradación económica
y social —que se simultáneo con el de la corrupción política de la burocracia
ucraniana—, no hizo más que agudizarse con el estallido de la última crisis económica
en curso, cuya consecuente recesión mundial todavía no ha podido ser superada,
poniendo en evidencia el carácter imperialista de Rusia bajo el actual
gobierno, que aún mantiene a Ucrania bajo su influencia predominante. Pero sin
poder evitar que la política exterior de este país, deambule vacilante sin
decidirse entre su adscripción a Europa o a Rusia, mientras intenta meter allí una
cuña el capital monopolista de los EE.UU. Y el caso es que, en el centro de
toda esta disputa, palpita el conflicto en torno al mercado del gas proveniente de Rusia, que genera miles de
millones en ganancias.
En tal contexto, cabe destacar que
el 70% de los ingresos por
exportaciones totales de Rusia provienen de la venta del petróleo y del gas. De
manera especial, los intereses de la empresa rusa “Gazprom” —en un 50% en propiedad del Estado ruso—, y en la que el
magnate Putin tiene participación personal. Así las cosas, está clara la fusión
política en ese país, entre los intereses privados y los Estatales, donde Ucrania
tiene una importancia vital, tanto para la empresa privada como para el Estado
ruso. Y dado que por tierras ucranianas pasa la extensa red de transporte del
gas hacia Europa, la importancia de este negocio público-privado ruso no se
limita sólo a los activos que genera “Gazprom”,
sino al poder de chantaje sobre Ucrania que le supone a ese complejo
público-privado imperialista ruso, seguir controlando el suministro de gas a
los países imperialistas europeos a través de ese territorio. Teniendo en
cuenta que las utilidades obtenidas suponen el 10% del PIB de toda Rusia. Por
tanto, mientras el bloque político público-privado del imperialismo ruso, no
consiga poner en marcha los dos proyectos de circulación de ese fluido por
otras vías de transportación, Ucrania sigue siendo una pieza clave, no solo
para garantizar la coalición
de intereses públicos y privados de burócratas y empresarios sintetizados en el
Estado imperialista ruso, sino el éxito de la estrategia económica, geopolítica
y militar de su presencia en ese país vecino de Ucrania.
Y para tal
propósito, es necesario que la burocracia
político-empresarial liderada hoy por el magnate Vladimir Putin, distraiga la atención de la
clase obrera y el pueblo rusos, de todo ese entramado de intereses que mueve a
la minoría social explotadora integrante del actual complejo público-privado conocido
por la “nomenklatura”, dirigiéndola hacia problemas de política exterior, es decir, alimentando el chovinismo gran ruso
y su odio al extranjero, como
forma de arrastrar la conciencia de las masas lejos de su propia realidad como clase; de modo que no pueda
ver el fracaso de sus clases
dominantes en revertir el estancamiento de la economía, que ha
intensificado la explotación propagando penuria no ya relativa sino absoluta de
la clase obrera en ese país.
Pero en Ucrania
las cosas no parecen discurrir según este plan. Porque la presente recesión económica
del capitalismo mundial ha convertido a ese país, en el escenario de la disputa por las ganancias entre Rusia
y la entente europea y americana, de modo que la República de Ucrania resulta
ser el eslabón más débil por
donde se puede romper la cadena del imperialismo. Y tan cierto es esto, como también
lo es que el sector de la sociedad ucraniana por donde amenaza romperse esa cadena, no responde a los intereses de
ninguna fracción de la burguesía
internacional, sino a un sector de la clase obrera ucraniana —los mineros— quienes a la vanguardia
del movimiento de los asalariados amenazan convertir la posible contienda bélica
internacional entre potencias imperialistas, en una lucha al interior de
Ucrania contra la guerra,
desde la perspectiva estratégica de
la lucha por la emancipación política y social del conjunto de los asalariados.
Si como es
cierto que las guerras bajo el capitalismo han sido invariablemente guerras de rapiña entre “patrias”
bajo el dominio de una misma clase
social: los capitalistas, enfrentados en disputa por territorios en los que puedan obtener
mayores ganancias explotando trabajo ajeno; y si no es menos evidente que las
víctimas propicias de todas las guerras entre capitalistas siempre han sido de
condición asalariada, de aquí cabe deducir la estupidez política que pueden llegar a cometer, los
asalariados de distintos países en guerra, que deciden combatir unos contra
otros obedeciendo la consigna de “morir
por la defensa de la patria”:
<<Reconocer la defensa de la patria equivale
a reconocer la justicia y la legitimidad de una guerra. ¿Legitimidad y justicia
desde que punto de vista? Únicamente
desde el punto de vista del proletariado y de su lucha por la liberación;
no admitimos ningún otro. Cuando
la guerra es librada por una clase explotadora con la finalidad de consolidar
su dominio como clase, es criminal y el “defensismo” en tal guerra es una
infamia y una traición al socialismo.
Cuando es librada por el proletariado que ha derrotado a su burguesía, que
lucha para defender la consolidación y el desarrollo del socialismo, entonces
es legítima y “sagrada”. Desde el 25 de octubre de 1917 somos defensistas>>. (V. I Lenin:
“Sobre el infantilismo de la izquierda y
el espíritu pequeño burgués” 05/05/1918. Obras Completas. Ed. Akal/1978 Pp.
85 Aptdo. II. Ver en versión digitalizada).
El
precepto de “la defensa de la patria”, sólo es obligatorio y sagrado para los
asalariados que han conquistado su
libertad como seres humanos
genéricos en cualquier territorio, sin distinción de clases sociales. Sustituyendo
en el poder del Estado a la burguesía explotadora, corrupta y genocida. Tal es
el espíritu revolucionario con el que los mineros ucranianos han decidido dar
un magnífico ejemplo de inteligencia y abnegación. Asumiendo ese compromiso
político en la presente situación de un país en el cual han nacido y viven con
sus demás hermanos de clase, pero donde todavía no han conseguido su autodeterminación y de esto precisamente se trata. Porque sería
tan estúpido morir luchando por intereses que no son los propios, como por
defender un territorio que no se gobierna. La libertad siempre ha consistido en
ejercerla, jamás en delegarla.
¡¡Arriba la democracia directa!!
¡¡Abajo el timo de la “democracia”
representativa!!
06. Ex burócratas soviéticos aburguesados, en guerra por disputarse a
Ucrania
El
opositor al actual gobierno de Vladimir Putin, Boris Nemtsov, ha sido asesinado durante la noche del pasado
viernes 27 de febrero en Moscú. Ambos estuvieron entre los más importantes
gestores de la involución al capitalismo en Rusia. Pero tras haber apoyado en
marzo de 2.000 la candidatura presidencial de Vladimir Putin, Nemtsov llegó a
estar entre sus más furibundos detractores, destacando por su rechazo a la
política injerencista de Rusia en Ucrania.
"El partido de la guerra dirige a
Rusia con Putin a la cabeza", aseguró Nemtsov disfrazado de bucólico
pacifista durante una manifestación en favor de la paz en Ucrania. Como si él y
su partido no quisieran convertir a Ucrania en un país aliado de la OTAN,
avanzadilla bélica de la alianza política estratégica imperialista entre Norteamérica
y Europa, contra el chovinismo imperialista gran ruso.
Nemtsov
comenzó su fulgurante carrera política poco antes de la caída de la Unión
Soviética, en 1991. Fue físico de profesión y había venido trabajando durante
una década, en un instituto de investigación de la provincia de Gorki (hoy Nizhni Nóvgorod). A finales de los ochenta se metió en política por
la puerta del movimiento ecológico, participando en una campaña contra la construcción
de una central nuclear. En 1990 fue elegido diputado del Parlamento estatal
ruso y posteriormente militó en el movimiento democristiano, al que abandonó en
1991 cuando el por entonces Presidente de Rusia, Boris Yeltsin, le nombró
gobernador de esa provincia, un cargo que Nemtsov renovó luego en las urnas.
Allí
puso en marcha un ambicioso programa de reformas
de estructura capitalista en la ya defenestrada URSS, cuando el mismo
Boris Yeltsin le aupó en 1997 a la categoría de vice-primer ministro del
gobierno y titular de la cartera de
Energía. En 2003 fue líder de la Unión de Fuerzas de Derechas (UFD)
—creada en 1999— y cabeza de la lista electoral que integraron los responsables
de las reformas capitalistas de los noventa, como Anatoli Chubáis, padre de las privatizaciones, y Yegor Gaidar, quien propugnó la liberalización de los precios. Pero
pronto dimitió del cargo y comenzó una larga travesía por el desierto en las
filas de la oposición liberal.
En febrero de 2004, aprovechó su paso
por el Ministerio de Energía y sus habituales relaciones con Igor Leonidovich
Linshits, dueño de la empresa petrolífera Sóviet American Enterprise (SAP),
consiguiendo ser designado director del
Banco Neftyanoi y presidente de la empresa Neftyanoi, matriz de ese mismo banco. Durante ese año fue uno
de los pocos políticos rusos que apoyó
abiertamente la llamada “Revolución
Naranja” en Ucrania, liderada por la dupla corrupta entre Yulia Timoshenko y Víktor Yúschenko. Con tal
fin participó en varios mítines
opositores a la política intervencionista del actual mandatario ruso Vladimir
Putin en Kiev, lo cual le puso en el punto de mira de su gobierno. Más aun
cuando el nuevo presidente ucraniano,
Yúshchenko, le nombró asesor. Fue desde ese momento, cuando decidió abogar por
el ingreso de ese país en la OTAN, participando activamente en la organización
de protestas antigubernamentales, siendo detenido por esa causa más de una vez.
El 9 de
diciembre de 2005, la Fiscalía del Estado ruso acusó al Banco Neftyanoi de blanqueo de dinero y
fraude fiscal. Obligado a dimitir de sus dos cargos en esa empresa, Nemtsov señaló que
lo hizo para minimizar las consecuencias políticas que pudieran sobrevenir para
él, a causa de su implicación continuada en la política rusa. Nemtsov alegó
también, que su entidad bancaria podría haber sido blanco de ataques, debido a
su amistad y el apoyo que prestó al ex primer ministro Mijail Kasyanov.
También
fue Boris Nemtsov uno de los más feroces críticos del proceso de acoso y
derribo contra la petrolera “Yukos” y su fundador Mijaíl Jodorkovski, otro burócrata oportunista burgués
exsoviético, integrante de la “nomenklatura”, que durante la presidencia de Gorbachov —transicional del
socialismo al capitalismo—, se sumó a larga lista de los más acaudalados y
poderosos magnates capitalistas rusos, tal como lo acabamos de exponer en
nuestra última publicación.
En 2011
junto a otros opositores al actual gobierno ruso, Boris Nemtsov publicó un
informe sobre Putin y la corrupción, donde denunció el masivo enriquecimiento
ilícito del círculo más cercano a su gabinete presidencial. El conflicto entre
Putin y Nemtsov se agravó en diciembre de ese año, cuando este último le acusó
de fraude electoral en las elecciones parlamentarias, poniéndose a la cabeza de
una manifestación en la que más de cien mil personas salieron a protestar por
las calles de Moscú, al grito de "Rusia sin Putin". Estas protestas,
las más concurridas desde la caída de la URSS, inyectaron nueva energía a la
oposición extraparlamentaria rusa y al propio Nemtsov.
En los
meses siguientes, criticó duramente la aprobación de las draconianas leyes de
Putin contra la libertad de reunión y manifestación en Ucrania. Conocido por su
carácter impulsivo, Nemtsov no vacilo a la hora de presentar una querella en
los tribunales en defensa de su honor, después de que Putin afirmara en
televisión, que él y otros liberales deseaban regresar al poder para robar.
Los Juegos Olímpicos de
Invierno en Sochi realizados en febrero de 2014, que según Putin han sido uno
de los mejores legados de su gobierno, fueron catalogados por Nemtsov como una
de las mayores estafas de la historia de Rusia. Y desde el estallido de la
crisis ucraniana, criticó una y otra vez a Putin por apoyar la sublevación
armada en las regiones ucranianas separatistas de Donetsk y Lugansk,
organizando varias marchas callejeras en favor de la paz en el país.
Por
entonces, en unas polémicas declaraciones Putin llamó "traidores
nacionales", a quienes
como Nemtsov se niegan a defender los intereses rusos en Ucrania, aludiendo a
la fracción ruso-parlante que quiere anexar esa parte de Rusia a la Unión
Europea. Precisamente, el domingo pasado 1º de marzo, Nemtsov iba a presentar
un informe sobre la presencia militar rusa en Ucrania, durante la
multitudinaria marcha anticrisis que tenía previsto celebrar la oposición al
gobierno de Putin en la capital rusa, que finalmente se adelantó celebrándose
dos días después de su asesinato.
Todo lo
expuesto hasta este punto es un ejemplo categórico y elocuente, de que la propiedad privada capitalista es
la causa de la competencia
económica, plagada de conflictos políticos en un contexto de corrupción
generalizada. Y como síntesis resultante de toda esa podredumbre: las guerras, que son la continuación de la competencia económica
por medios bélicos. Destrucción y muerte masiva so pretexto falaz,
engañoso y criminal, de la lucha por
la defensa de la patria, bien sea el territorio en que se ha nacido o
el de adopción. Un sentimiento convenientemente
elevado a la condición de idea-fuerza,
que los dueños del gran capital en cada país beligerante han venido utilizado
en sus emergentes disputas territoriales, como instrumento ideológico
aleccionador para que sus respectivos súbditos de condición asalariada, se
presten dócilmente a ser convertidos en carne de cañón, matándose mutuamente
para resolver tales disputas en favor de uno u otro bando burgués.
Un
sentimiento que demostró ser tan voluble, como que la patria única de Putin y Nemtsov fue la URSS, hasta que la
deriva de sus intereses burocráticos
bajo el stalinismo cambió el curso de sus vidas, de modo tal que sin dejar de
ser burócratas y por el hecho de contribuir a privatizar la propiedad pública,
pasando parte de ella a su propio y personal patrimonio, al mismo tiempo se
convirtieron en burgueses como buenos hijos de una misma madre patria: su
respectiva propiedad privada.
Así fue
cómo por obra y gracia de la propiedad
privada y el consecuente cambio
enajenante de una cosa por otra —según la tan imprevista como cambiante
conveniencia de cada cual en cada momento y a despecho de compartir un mismo
territorio nacional—, resultó que los
intereses económicos y políticos de Putin y Nemtsov —es decir, sus
respectivas y verdaderas patrias— dejaron de ser los mismos. Lo
cual confirma no solo el
aforismo de Marx y Engels en el sentido de que “los asalariados no tienen patria porque no mandan en ella”. En
realidad y desde la perspectiva del terruño natal o de adopción, cabe afirmar
que tampoco tienen patria los capitalistas. En el caso de Nemtsov y sus
seguidores —que nos son pocos—, porque al preconizar que Ucrania caiga bajo el
dominio económico y político de la coalición entre los Estados Unidos de
Norteamérica y Europa, se confirmó que burgueses como él tampoco la tienen.
Porque la cambiaron. Por eso unos “patriotas” colegas suyos, de su misma e
idéntica condición social burguesa, pero de intereses personales ocasionalmente opuestos a los suyos,
proclives a que Ucrania siga siendo parte de Rusia, compraron a terceras personas para que hagan el trabajo
sucio de asesinarle.
Es
necesario aclarar aquí, que por propiedad
privada no comprendemos en este texto a la que recae sobre cosas
necesarias para la vida humana
genérica, es decir, las que cada sujeto en condiciones de lograrlo debe
procurarse y disponer libremente, como producto de su propio trabajo. Nos referimos a la propiedad privada clasista sobre los medios de producción y de cambio, que hacen a la explotación de trabajo ajeno y a
la enajenación general de la sociedad. Verdadera causa de todos los conflictos interpersonales, sociales, nacionales e
internacionales, así como de todas
las guerras.
[1] La Tasa
General de Ganancia Media sólo rige el proceso de acumulación de los grandes
capitales, es decir, los que producen con ganancias crecientes. La producción
de los medianos y pequeños capitales, está en función de los que producen a
escala creciente.
[2] Marx le denominó “capital constante”, porque durante cada proceso de producción el trabajo se limita a trasladar una determinada parte de su valor al producto fabricado.
[3] Variable,
en razón de que durante el proceso productivo y según el grado de productividad
en cada proceso productivo, el valor del salario varía respecto del plusvalor.
[4] Cita de Marx: “La mayor parte de las cuestiones a que
se hace referencia aquí son tratadas en el Libro III en forma más desarrollada”.
[5] Víctor Shapinov. Un callejón sin salida neoliberal para
Ucrania. http://liva.com.ua/dead-end.html