06. Ex burócratas soviéticos aburguesados, en guerra por disputarse a Ucrania

          El opositor al actual gobierno de Vladimir Putin, Boris Nemtsov, ha sido asesinado durante la noche del pasado viernes 27 de febrero en Moscú. Ambos estuvieron entre los más importantes gestores de la involución al capitalismo en Rusia. Pero tras haber apoyado en marzo de 2.000 la candidatura presidencial de Vladimir Putin, Nemtsov llegó a estar entre sus más furibundos detractores, destacando por su rechazo a la política injerencista de Rusia en Ucrania.

          "El partido de la guerra dirige a Rusia con Putin a la cabeza", aseguró Nemtsov disfrazado de bucólico pacifista durante una manifestación en favor de la paz en Ucrania. Como si él y su partido no quisieran convertir a Ucrania en un país aliado de la OTAN, avanzadilla bélica de la alianza política estratégica imperialista entre Norteamérica y Europa, contra el chovinismo imperialista gran ruso.

          Nemtsov comenzó su fulgurante carrera política poco antes de la caída de la Unión Soviética, en 1991. Fue físico de profesión y había venido trabajando durante una década, en un instituto de investigación de la provincia de Gorki (hoy Nizhni Nóvgorod). A finales de los ochenta se metió en política por la puerta del movimiento ecológico, participando en una campaña contra la construcción de una central nuclear. En 1990 fue elegido diputado del Parlamento estatal ruso y posteriormente militó en el movimiento democristiano, al que abandonó en 1991 cuando el por entonces Presidente de Rusia, Boris Yeltsin, le nombró gobernador de esa provincia, un cargo que Nemtsov renovó luego en las urnas.

          Allí puso en marcha un ambicioso programa de reformas de estructura capitalista en la ya defenestrada URSS, cuando el mismo Boris Yeltsin le aupó en 1997 a la categoría de vice-primer ministro del gobierno y titular de la cartera de Energía. En 2003 fue líder de la Unión de Fuerzas de Derechas (UFD) —creada en 1999— y cabeza de la lista electoral que integraron los responsables de las reformas capitalistas de los noventa, como Anatoli Chubáis, padre de las privatizaciones, y Yegor Gaidar, quien propugnó la liberalización de los precios. Pero pronto dimitió del cargo y comenzó una larga travesía por el desierto en las filas de la oposición liberal.

          En febrero de 2004, aprovechó su paso por el Ministerio de Energía y sus habituales relaciones con Igor Leonidovich Linshits, dueño de la empresa petrolífera Sóviet American Enterprise (SAP), consiguiendo ser designado  director del Banco Neftyanoi y presidente de la empresa Neftyanoi, matriz de ese mismo banco. Durante ese año fue uno de los pocos políticos rusos que apoyó abiertamente la llamada “Revolución Naranja” en Ucrania, liderada por la dupla corrupta entre Yulia Timoshenko y Víktor Yúschenko. Con tal fin participó en varios mítines opositores a la política intervencionista del actual mandatario ruso Vladimir Putin en Kiev, lo cual le puso en el punto de mira de su gobierno. Más aun cuando el nuevo presidente ucraniano, Yúshchenko, le nombró asesor. Fue desde ese momento, cuando decidió abogar por el ingreso de ese país en la OTAN, participando activamente en la organización de protestas antigubernamentales, siendo detenido por esa causa más de una vez.

          El 9 de diciembre de 2005, la Fiscalía del Estado ruso acusó al Banco Neftyanoi de blanqueo de dinero y fraude fiscal. Obligado a dimitir de sus dos cargos en esa empresa, Nemtsov señaló que lo hizo para minimizar las consecuencias políticas que pudieran sobrevenir para él, a causa de su implicación continuada en la política rusa. Nemtsov alegó también, que su entidad bancaria podría haber sido blanco de ataques, debido a su amistad y el apoyo que prestó al ex primer ministro Mijail Kasyanov.

          También fue Boris Nemtsov uno de los más feroces críticos del proceso de acoso y derribo contra la petrolera “Yukos” y su fundador Mijaíl Jodorkovski, otro burócrata oportunista burgués exsoviético, integrante de la “nomenklatura”, que durante la presidencia de Gorbachov —transicional del socialismo al capitalismo—, se sumó a larga lista de los más acaudalados y poderosos magnates capitalistas rusos, tal como lo acabamos de exponer en nuestra última publicación. 

          En 2011 junto a otros opositores al actual gobierno ruso, Boris Nemtsov publicó un informe sobre Putin y la corrupción, donde denunció el masivo enriquecimiento ilícito del círculo más cercano a su gabinete presidencial. El conflicto entre Putin y Nemtsov se agravó en diciembre de ese año, cuando este último le acusó de fraude electoral en las elecciones parlamentarias, poniéndose a la cabeza de una manifestación en la que más de cien mil personas salieron a protestar por las calles de Moscú, al grito de "Rusia sin Putin". Estas protestas, las más concurridas desde la caída de la URSS, inyectaron nueva energía a la oposición extraparlamentaria rusa y al propio Nemtsov.

          En los meses siguientes, criticó duramente la aprobación de las draconianas leyes de Putin contra la libertad de reunión y manifestación en Rusia. Conocido por su carácter impulsivo, Nemtsov no vaciló a la hora de presentar una querella en los tribunales en defensa de su honor, después de que Putin afirmara en televisión, que él y otros liberales deseaban regresar al poder para robar.

          Los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi realizados en febrero de 2014, que según Putin han sido uno de los mejores legados de su gobierno, fueron catalogados por Nemtsov como una de las mayores estafas de la historia de Rusia. Y desde el estallido de la crisis ucraniana, criticó una y otra vez a Putin por apoyar la sublevación armada en las regiones ucranianas separatistas de Donetsk y Lugansk, organizando varias marchas callejeras en favor de la paz en el país.

          Por entonces, en unas polémicas declaraciones Putin llamó "traidores nacionales", a quienes como Nemtsov se niegan a defender los intereses rusos en Ucrania, aludiendo a la fracción ruso-parlante que quiere anexar esa parte de Rusia a la Unión Europea. Precisamente, el domingo pasado 1º de marzo, Nemtsov iba a presentar un informe sobre la presencia militar rusa en Ucrania, durante la multitudinaria marcha anticrisis que tenía previsto celebrar la oposición al gobierno de Putin en la capital rusa, que finalmente se adelantó celebrándose dos días después de su asesinato.

          Todo lo expuesto hasta este punto es un ejemplo categórico y elocuente, de que la propiedad privada capitalista es la causa de la competencia económica, plagada de conflictos políticos en un contexto de corrupción generalizada. Y como síntesis resultante de toda esa podredumbre: las guerras, que son la continuación de la competencia económica por medios bélicos. Destrucción y muerte masiva so pretexto falaz, engañoso y criminal, de la lucha por la defensa de la patria, bien sea el territorio en que se ha nacido o el de adopción. Un sentimiento convenientemente elevado a la condición de idea-fuerza, que los dueños del gran capital en cada país beligerante han venido utilizado en sus emergentes disputas territoriales, como instrumento ideológico aleccionador para que sus respectivos súbditos de condición asalariada, se presten dócilmente a ser convertidos en carne de cañón, matándose mutuamente para resolver tales disputas en favor de uno u otro bando burgués.

          Un sentimiento que demostró ser tan voluble, como que la patria única de Putin y Nemtsov fue la URSS, hasta que la deriva de sus intereses burocráticos bajo el stalinismo cambió el curso de sus vidas, de modo tal que sin dejar de ser burócratas y por el hecho de contribuir a privatizar la propiedad pública, pasando parte de ella a su propio y personal patrimonio, al mismo tiempo se convirtieron en burgueses como buenos hijos de una misma madre patria: su respectiva propiedad privada.

          Así fue cómo por obra y gracia de la propiedad privada y el consecuente cambio enajenante de una cosa por otra —según la tan imprevista como cambiante conveniencia de cada cual en cada momento y a despecho de compartir un mismo territorio nacional—, resultó que los intereses económicos y políticos de Putin y Nemtsov —es decir, sus respectivas y verdaderas patrias—  dejaron de ser los mismos. Lo cual confirma no solo el aforismo de Marx y Engels en el sentido de que “los asalariados no tienen patria porque no mandan en ella”. En realidad y desde la perspectiva del terruño natal o de adopción, cabe afirmar que tampoco tienen patria los capitalistas. En el caso de Nemtsov y sus seguidores —que nos son pocos—, porque al preconizar que Ucrania caiga bajo el dominio económico y político de la coalición entre los Estados Unidos de Norteamérica y Europa, se confirmó que burgueses como él tampoco la tienen. Porque la cambiaron. Por eso unos “patriotas” colegas suyos, de su misma e idéntica condición social burguesa, pero de intereses personales ocasionalmente opuestos a los suyos, proclives a que Ucrania siga siendo parte de Rusia, compraron a terceras personas para que hagan el trabajo sucio de asesinarle.

 

          Es necesario aclarar aquí, que por propiedad privada no comprendemos en este texto a la que recae sobre cosas necesarias para la vida humana genérica, es decir, las que cada sujeto en condiciones de lograrlo debe procurarse y disponer libremente, como producto de su propio trabajo. Nos referimos a la propiedad privada clasista sobre los medios de producción y de cambio, que hacen a la explotación de trabajo ajeno y a la enajenación general de la sociedad. Verdadera causa de todos los conflictos interpersonales, sociales, nacionales e internacionales, así como de todas las guerras.

 

volver al índice del documento

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
e-mail: gpm@nodo50.org