¿Guerra entre países o guerra entre las clases dominantes de esos países?

 

            Tras leer nuestro reciente trabajo publicado acerca del actual conflicto social armado en Siria, el señor Tamer Sarkis Fernández, director del “Diario Unidad”, el pasado día 15 nos remitió el siguiente texto:

<<Estimados compañeros internacionalistas: yo había dejado, desde hace meses ya, de enviarles a ustedes escritos y novedades, pues por sistema mis correos me eran devueltos con el mensaje de dirección errónea. Sin embargo, este último mensaje mío sí ha entrado correctamente y me alegro de veras, pues sus aportaciones sobre Libia y Yugoslavia son genuinos y valiosos análisis, aunque yo deduzca de ellos una implicación distinta, pues estoy convencido de que son los países los agredidos por la contradicción imperialista yankee entre necesidad de exportación de capitales y falta de rentabilidad en la exportación habidas unas condiciones políticas internas en el país agredido a fin de cambiar esa política. Por tanto, creo inseparable la noción de burguesía nacional/pequeña burguesía atacada y proletariado atacado..., pues la política Hegemonista de tierra quemada es contra países. Reciban un grato abrazo>>.

 

         A continuación, nuestra obligada respuesta.

 

         Señor Tamer:

 

         Sí. La sociedad capitalista de naciones o países, se ha ido estructurando históricamente según lo que, desde Lewis H. Morgan se aceptó por “gens”, entendida como una agrupación de familias afines a unas comunes formas de vida compartidas al interior de un mismo territorio. De ahí la idea de sociedad gentilicia, organizada sobre las relaciones de parentesco, que desde la etapa del salvajismo —previa a la división de la sociedad en clases sociales—, se vino conociendo por “tribu”.

 

         Pues bien, el capitalismo, como sistema de vida legatario de aquellas pretéritas formas de organización social y política de vida —desde el comunismo primitivo hasta el feudalismo pasando por el esclavismo y el modo de producción asiático— asimiló esa forma de división de la sociedad en tribus, que luego pasaron a llamarse países o naciones. Pero sobre una base material o económica específica que dio pábulo a sus correspondientes formas de vida social. La más moderna de esas formas de convivencia, es la sociedad de naciones o países universalmente divididos entre burgueses y asalariados, erigida sobre una misma base económica fundamental: la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio.   

 

         Llegados a este punto, cabe preguntarse qué ley preside o rige hoy día la relación entre países, si no es la ley universal de la ganancia y su reparto entre los explotadores de trabajo ajeno, como fundamento de la más moderna forma social de vida basada en el modo de producción capitalista. En “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, Engels explica el fenómeno de las guerras en su origen, como una disputa entre distintas tribus por el excedente económico del trabajo, aplicado sobre la tierra, la domesticación de animales, el tejido y la transformación de los metales:

     <<Aquí la domesticación de animales y la cría de ganado habían abierto manantiales de riqueza desconocidos hasta entonces, creando relaciones sociales enteramente nuevas. Hasta el estadio inferior de la barbarie, la riqueza duradera se limitaba poco más o menos que a la habitación, los vestidos, adornos primitivos y enseres necesarios para obtener y preparar los alimentos: la barca, las armas, los utensilios caseros más sencillos. El alimento debía ser conseguido cada día nuevamente. Ahora, con sus manadas de caballos, camellos, asnos, bueyes, carneros, cabras y cerdos, los pueblos pastores, que iban ganando terreno (los arios en el País de los Cinco Ríos y en el valle del Ganges, así como en las estepas del Oxus y el Jaxartes, a la sazón mucho más espléndidamente irrigadas, y los semitas en el Eufrates y el Tigris), habían adquirido riquezas que sólo necesitaban vigilancia y los cuidados más primitivos para reproducirse en una proporción cada vez mayor y suministrar abundantísima alimentación en carne y leche. (…)También es indudable que en los umbrales de la historia auténtica encontramos ya en todas partes los rebaños como propiedad particular de los jefes de familia, con el mismo título que los productos del arte de la barbarie, los enseres de metal, los objetos de lujo y, finalmente, el ganado humano, los esclavos.

     La esclavitud había sido ya inventada. El esclavo no tenía valor ninguno para los bárbaros del estadio inferior. Por eso los indios americanos obraban con sus enemigos vencidos de una manera muy diferente de como se hizo en el estadio superior. Los hombres eran muertos o los adoptaba como hermanos la tribu vencedora; las mujeres eran tomadas como esposas o adoptadas, con sus hijos supervivientes, de cualquier otra forma. En este estadio, la fuerza de trabajo del hombre no produce aún excedente apreciable sobre sus gastos de mantenimiento.

     Pero al introducirse la cría de ganado, la elaboración de los metales, el arte del tejido, y, por último, la agricultura, las cosas tomaron otro aspecto. Sobre todo desde que los rebaños pasaron definitivamente a ser propiedad de la familia, con la fuerza de trabajo pasó lo mismo que había pasado con las mujeres, tan fáciles antes de adquirir y que ahora tenían ya su valor de cambio y se compraban. La familia no se multiplicaba con tanta rapidez como el ganado. Ahora se necesitaban más personas para la custodia de éste; podía utilizarse para ello el prisionero de guerra, que además podía multiplicarse, lo mismo que el ganado>>. (F. Engels: Op. cit. Cap II La familia. Ed. Progreso. Moscú/1986. Pp. 243) Versión digitalizada

 

         De este razonamiento se infiere que los conflictos políticos y las guerras, siempre han sido el resultado de la disputa —primero entre tribus y luego entre las clases dominantes de distintas etnias y lenguas en determinados países—, por los excedentes económicos a instancias de la anexión de territorios ajenos, para disponer de sus recursos naturales y el trabajo de sus poblaciones laboriosas, factores de la producción sin los cuales no puede haber excedente de riqueza posible.

 

         Poniendo por caso el actual conflicto internacional que tiene por escenario el territorio de Siria, está claro que quien dispone y disfruta discrecionalmente de buena parte de los excedentes producidos por el trabajo de los asalariados sirios —en ese país de desarrollo medio económicamente dependiente—, es la burguesía políticamente representada por su correspondiente burocracia a cargo del Estado, cuyo actual presidente es el señor Bashar Al-Assad. Unos excedentes que el capital imperialista, principalmente inglés, francés y americano ambicionan, además como cabeza de puente hacia el control de Irán.

 

         Ahora, para dilucidar qué grano de verdad hay en afirmar que las guerras son el resultado de conflictos entre países, remontémonos por un momento a los tiempos en que el territorio llamado Alsacia perteneció a Francia entre 1648 y 1697, mientras que Lorena venía siendo un dominio territorial alemán aunque con influencia cultural francesa desde el siglo XVI:

<<Pero sobreviene la Revolución francesa. Lo que Alsacia y Lorena no se habían atrevido (imaginado) siquiera esperar de Alemania, les (se lo) regaló Francia. Las trabas feudales fueron rotas. El campesino siervo sujeto a la corvée devino hombre libre, en muchos casos propietario de su finca y de su campo.[1] En las ciudades desaparecieron el poder de los patricios y los privilegios gremiales. Se expulsó a la nobleza y, en las posesiones de los pequeños príncipes y señores, los campesinos siguieron el ejemplo de sus vecinos; echaron a los dinastas, las cámaras del gobierno y la nobleza y se proclamaron ciudadanos franceses libres. En ninguna parte de Francia, el pueblo se adhirió con mayor entusiasmo a la revolución que en las regiones de habla alemana. Y cuando el Imperio germánico declaró la guerra a la revolución, cuando se vio que los alemanes (el pueblo alemán reclutado), además de soportar aún obedientes sus cadenas, se dejaban utilizar para volver a imponer a los franceses su antigua servidumbre y, a los campesinos de Alsacia, los señores feudales que acababan de ser expulsados, se acabó el germanismo de Alsacia y Lorena, cuyos habitantes aprendieron a odiar y a despreciar a los alemanes. Entonces se compuso en Estrasburgo la Marsellesa y fueron los alsacianos (alemanes) los primeros en cantarla; los franceses alemanes, a despecho del idioma y del pasado, en los campos de centenares de batallas en la lucha por la revolución, se unieron a los franceses nacionales para formar un mismo pueblo>>. (F. Engels: “El papel de la violencia en la historia” Ed. Progreso. Moscú/1986 Pp. 432. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestro) versión digitalizada

 

         ¿Cómo pudo haber ocurrido el sortilegio de que aquél pueblo de un país secularmente alemán, decidiera de golpe y porrazo hacerse del todo francés? Y lo más sorprendente, ¿cómo pudo suceder esto no precisamente por causa de una guerra de rapiña —como así lo son sin excepción las guerras entre explotadores de distintos países— sino a raíz de una revolución social? Pudo suceder, por el hecho de que una vez producidas, las guerras tienden objetivamente a revelarse tal como lo que son en la conciencia de quienes sufren sus consecuencias, poniendo en evidencia la falacia de engañosos ideales patrióticos que les han conducido a ellas.

 

         De paradigmas históricos esenciales, reveladores y trascendentes como éste, ya se había nutrido Lenin en sus “Tesis de abril”, cuando en 1917 propuso a los explotados de los países beligerantes durante las postrimerías de esa guerra mundial de rapiña iniciada en agosto de 1914, que la transformaran en guerra civil revolucionaria. Demostró allí que, en el fondo —aunque lo parezca— los conflictos bélicos en la sociedad moderna no son guerras entre países, sino entre clases dominantes de esos países. Por la sencilla razón de que sus mayorías explotadas siempre han servido en ellas como simple carne de cañón y, por tanto, en modo alguno deciden provocarlas, emprenderlas, dirigirlas ni sacar beneficio de ellas. Bien al contrario, son sus víctimas propicias. No solo porque crean un excedente económico en disputa que no disfrutan y, además, ponen los muertos y heridos de guerra  en ambos bandos, sino porque a uno y otro lado de las trincheras, encima son los que cargan con el grueso de sus costes materiales. La supuesta “guerra entre países” —como tantas otras expresiones que suele acuñar la burguesía en la conciencia enajenada de los explotados—  sirve para ocultar la verdad que subyace a ella.

 

         Nos sentimos sincera y afectuosamente abrazados por Ud., aunque lamentamos en este caso no poder abrazar sus mismas ideas. GPM.   

 

             

 

           

                                                                                                                                   

           

 

 

                 

 

             

 

           

       



[1] Corvée: Trabajo no remunerado y por tiempo determinado impuesto a los siervos por los señores feudales en sus tierras.