El instinto explotador, belicoso y genocida de la propiedad privada
capitalista
<<Hay una facción militarista
dentro del Gobierno de EE.UU., que empuja para desarrollar una guerra y
permanecer en Oriente Medio. No importa cuántos bombardeos hagamos. No tenemos
el consentimiento de la población y utilizamos el pretexto de luchar
contra el Estado
Islámico,
cuando lo que realmente estamos haciendo es intentar cambiar el régimen en
Siria y quitar a Al
Assad
del poder>>. Todd Pierce
01.
Introducción
Durante
la investigación a raíz de los recientes atentados yihadistas en París, la
policía francesa dijo haber encontrado el pasaporte sirio perteneciente a uno
de los kamikazes que se inmolaron allí el pasado día 13 de noviembre. Este
supuesto “hallazgo casual” dio pie al presidente Hollande, para señalar como
causantes de los atentados a los yihadistas del «Estado Islámico», quienes
por su parte reconocieron haber sido responsables últimos y principales de esos
actos.
En
la versión oficial del derrumbe de las “Torres
Gemelas” de New York el 11 de septiembre de 2001, el FBI también dijo haber
hallado en la “zona 0” el pasaporte intacto de uno de los kamikazes llamado Mohamed
Atta, cerca de una de las dos torres pulverizadas por
explosiones atómicas que desprendieron una temperatura tal, capaz de derretir
el acero de las estructuras metálicas en los cimientos de aquellos inmuebles, y
que por esa causa se vinieron abajo; no por el impacto de los aviones, como así
se informó y pareció suceder. Otro tanto se difundió tras la caída del
cuarto avión estrellado a campo abierto en Shanksville,
donde supuestamente la policía federal neoyorkina dijo haber “encontrado” el
pasaporte de otro de los presuntos terroristas, que permitió identificar a su
titular porque podían verse su nombre, su apellido y su foto. Aunque de la
nave quedó poco más que un cráter en el sitio del impacto.
Y en el reciente atentado contra el
semanario francés Charlie Hebdo el
pasado 07 de enero, se repitió la misma casualidad de que los
investigadores pudieran identificar a uno de sus autores, por el documento que presuntamente
“olvidó” el mayor de los hermanos Kouachi en el automóvil que ambos dejaron
abandonado al noreste de París. Así fue cómo —al parecer— la policía
pudo declarar que se trata de individuos ya conocidos por los servicios
antiterroristas, catalogados como «pioneros del yihadismo francés». Como
si los servicios secretos de todos los Estados nacionales del mundo, no
tuvieran harta experiencia en la sutil tarea de infiltrarse al interior de las
distintas células de los delincuentes, emulando sus prácticas hasta el punto de
convertir sus propias instituciones, en lo que ya se conoce por la expresión “Estado
delincuencial”. La prueba de semejante metabolismo, está en que cuando el gobierno
belga sometió a juicio al predicador musulmán Jean-Louis Deni, acusándole de pertenecer a la organización criminal
Sharia4Belgium y «haber incitado a jóvenes para irse
a la yihad armada en Siria», su abogado ante el tribunal
correccional de Bruselas alegó:
<<Se ha empujado a niños hacia los brazos del
Estado Islámico en Siria y son los servicios [de inteligencia] de ustedes
quienes lo han hecho>>. (Jean-Claude Paye en: “Y siguen
apareciendo pasaportes”).
A esto mismo han contribuido los
servicios secretos españoles. Mantuvieron “controlados” en todo momento a los
cabecillas del terrible atentado del 11M de 2004 en Madrid, apelando a
“confidentes” de la policía implicados —como fue el caso de Rafa
Zouhier, José Antonio Toro Castro y Carmen Toro Castro, junto al ex minero
Emilio Suárez Trashorras—, permitiendo que los hechos terroristas planeados
se consumaran aterrorizando a la población, para poder justificar la política
represiva del Estado, recortando las libertades civiles en aras de la
seguridad. ¿Seguridad de qué y de quienes? De los intereses de la clase social
dominante.
Esto es, exactamente, lo mismo que acaba
de hacer la burguesía francesa por mediación de su presidente de turno,
François Hollande. Es decir, que omitió
deliberadamente evitar el atentado en París, para poder justificar la intervención
militar de Francia en el conflicto Sirio. ¿Lo hizo con la intención de combatir
a los Yihadistas? Lo hizo en alianza estratégica con los EE.UU, Gran Bretaña y
demás países de la OTAN, para derrocar al gobierno Sirio y colonizar aquél país.
Nada de tales propósitos han sabido ni saben los franceses de a pie. Como
tantas otras cosas. Que para eso está la industria
del entretenimiento embrutecedor de las conciencias subalternas. Tal es
la esencia de la “democracia”: que el pueblo sepa casi todo lo que pasa menos lo más importante, clasificado
para conocimiento exclusivo de las minorías
sociales más acaudaladas y selectas, en el ejercicio efectivo permanente
del poder político. Estamos hablando del contubernio
entre empresarios y políticos profesionales. Y para tal propósito se
han inventado las elecciones periódicas, donde distintos partidos se disputan la
prerrogativa de alternarse periódicamente a cargo del gobierno en cada país, actuando
invariablemente al servicio de sus respectivas élites capitalistas a cambio de
beneficios y prebendas.
Hasta el pasado jueves 03 de diciembre
en París —donde tuvo lugar la Conferencia Mundial Sobre el Clima—, al respecto
del conflicto en Siria Francia seguía ocultando
la doctrina política con fines de rapiña, del bloque beligerante formado por
los EE.UU., Europa e Israel, de simular que combate contra el Estado Islámico
para derrocar al gobierno legalmente constituido de Bachar al Asad. Y con tal
propósito, el ministro francés de relaciones exteriores, Laurent Fabius, acaba de apelar a
lo resuelto en el Foro
Social Mundial reunido en marzo
de 2013, para exigir como solución al conflicto en Siria, que se opere un
cambio de liderazgo en el gobierno de ese país:
<<La lucha contra Daesh es decisiva,
pero no será totalmente eficaz a menos
que las fuerzas sirias y regionales se unan. “¿Cómo es posible que Bachar
Asad presida, con todas las atrocidades
que ha cometido y con una gran
parte de la población en su contra?", se preguntó el jefe de la
diplomacia francesa en una entrevista concedida al diario 'Le Progrès de Lyon'>>. (Lo entre paréntesis nuestro)
De ser ciertas
dichas atrocidades, en nada difieren de las que ha venido cometiendo el bloque capitalista
Occidental en esa y otras zonas del Planeta. Es preciso recordar que el actual conflicto
en Siria, es una deriva de la guerra provocada en 1980 por los EE.UU. en Irán,
a raíz de la caída en aquel país —hasta ese momento aliado suyo—, del reinado persa bajo el Sha
Muhammad Reza Pahlevi de raza chií, un
gobierno que en febrero de 1979 había pasado a manos de los integristas islámicos de esa
misma raza, comandados por el ayatolá sayyid
Ruhollah Musaví Jomeini, un enemigo
declarado del imperialismo occidental, del laicismo árabe y de las “bandas
terroristas” como Al Qaeda que recibían el apoyo de Israel y los EE.UU. Según
hemos dicho en el apartado 03 de nuestro trabajo inmediato anterior a éste:
<<…el capital imperialista liderado
por EE.UU., utilizó los servicios del régimen irakí presidido por el
déspota nacionalista árabe, Sadam Hussein. La coalición entre
norteamericanos, ingleses y franceses que respaldó al régimen sunita y laico
del partido Baaz en guerra contra
Irán, temía por entonces al régimen talibán en ese país, tal como hoy temen
a los terroristas islámicos asentados en Irak.
El número de muertos
en ambos bandos durante aquella confrontación entre Irán e Irak, fue de un
millón. Y si bien las huestes dirigidas por Sadam Hussein resultaron
victoriosas, a raíz de su gran esfuerzo bélico la economía de Irak quedó
material y financieramente exhausta. Con un PBI que por entonces era de 66.000 millones
de dólares a precios de mercado, Irak montó un ejército de más de un millón de
hombres, cuyo mantenimiento le supuso un gasto de 15 mil millones de dólares
anuales —casi el 23% de su PBI!—, a cuyas tropas no podía licenciar siquiera
parcialmente mientras se mantuviera el estado de guerra con Irán. Sin el
despliegue de esa fuerza militar reclutada entre la sociedad civil irakí, el
proyecto nasserista que lideraba Sadam Hussein era prácticamente imposible.
Pero, contradictoriamente, la presencia de semejantes fuerzas militares
asociadas a un proyecto burgués nacional hegemónico en esa zona, resultaba
y aún resulta intolerable para el imperialismo, lo cual explica la actual guerra
civil en Siria, un país de cuño nacionalista y laico dirigido
unipersonalmente por ese otro nasserista como Saddam
Hussein, llamado Bachar al Assad. Una guerra inducida y desatada por la misma
coalición imperialista entre Francia, EE.UU. y Gran Bretaña>> (Op. cit.).
No fue aquél, pues,
un conflicto bélico nacional de
carácter racial o religioso, sino internacional
y con fines económicos de
rapiña, entre miembros de una misma
clase social dominante y de idéntica naturaleza capitalista, disputándose un territorio y el trabajo no
pagado de sus habitantes de condición social subalterna, es decir, explotable.
Otro tanto cabe decir de lo que hoy está sucediendo en Siria. Se trata de la misma clase dominante y el mismo
conflicto bélico, que hoy sigue enfrentando en ese país a dos minorías sociales
criminales en pugna por la riqueza y el poder. Pero una vez más provocado a iniciativa de su fracción imperialista —también
dividida por intereses opuestos de la misma naturaleza económica— y donde
quienes invariablemente ponen los muertos en ambos bandos, son de idéntica extracción
social, asalariada.
En 2013 las grandes potencias capitalistas
Occidentales integrantes de la OTAN, acusaban al gobierno Sirio de utilizar
armas químicas contra su población rebelde. Ocultando el hecho de que uno de
los miembros más relevantes de esa coalición bélica, Gran Bretaña, se las había
estado vendiendo desde 2012 (más información). Por su parte, otro de los
grandes productores y exportadores de armas es Rusia, que —junto con China— presta
su apoyo al gobierno de Siria en el seno de la ONU, apelando allí a su derecho de
veto para impedir cualquier bloqueo o intervención de los cascos azules en ese
país. El interés geoestratégico primordial del capitalismo de Estado ruso en este conflicto, es mantener su
base naval operativa localizada
en el Puerto sirio de
Tartus, único acceso de ese país al mar mediterráneo.
Todo este proceso comenzó cuando
EE.UU. financió a la red terrorista islámica “Al Qaeda” creada por Osama bin
Laden —descendiente de una familia saudí
acaudalada—, para que entre 1978 y 1989, combatiera con el nombre de “los
señores de la guerra”, a los soviéticos en Afganistán. Y consta que lo hizo a
través de Arabia Saudí, cuyo gestor fue el príncipe Bandar
bin Sultan al Saud, embajador de ese país en EE.UU. entre 1983 y 2005,
amigo personal de George H.W. Bush y su hijo, que lo acogían en su rancho de
Texas y que, convertido en jefe de los servicios secretos saudíes en 2013,
habría intervenido en la financiación de grupos
rebeldes sirios que promueven hoy el derrocamiento de Bachar al-Asad.
Es el mismo que intentó incluso convencer a Vladímir Putin, de que acepte una
resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, contra el gobierno de Damasco.
¿Dónde radica, pues, la verdadera causa de las
atrocidades que se han venido cometiendo en Siria, sino en el negocio de la guerra, esto es,
en los criminales intereses
económicos gananciales de las grandes empresas oligopólicas privadas, actuando en connivencia con los altos funcionarios políticos de los
Estados nacionales más ricos y poderosos del mundo —que participan de esas
ganancias—, traficando con instrumentos bélicos devastadores de riqueza
material y muerte masiva de seres humanos? ¿Puede haber alguien con suficientes
argumentos para desmentir esta verdad histórica confirmada una y otra vez?
Pues bien, de todo
lo dicho hasta este punto acerca de la actual situación bélica en Siria, se
desprenden las siguientes conclusiones:
1) La propiedad privada sobre los medios de producción y
de cambio, es el fundamento económico
y social del capitalismo que hizo posible la explotación del trabajo
asalariado, base material sobre
la cual se han venido erigiendo sus correspondientes superestructuras sociales,
políticas, jurídicas y morales, que han venido apuntalando la existencia del
sistema desde sus más lejanos orígenes históricos.
2) Este mismo régimen basado en la propiedad privada,
fue y sigue siendo el acicate que ha inducido a la competencia entre aquellos pequeños capitales originarios dispersos
en la etapa temprana del capitalismo, cuya dinámica empresarial movida por la explotación
de trabajo ajeno para los fines de maximizar ganancias, derivó tan espontánea
como necesariamente, hacia la centralización
de la propiedad en poder de cada
vez menos individuos asociados, hasta dar pábulo en nuestros días a los
grandes conglomerados
industriales, comerciales y financieros, en disputa permanente por la riqueza y el consecuente poder político,
ya sea en cada país como entre países en el mundo.
3) Así las cosas, la lógica del capitalismo ha venido
determinando más allá de toda voluntad manifiesta en contrario, que las guerras
hayan sido la natural e inevitable consecuencia de la competencia intercapitalista derivada de la propiedad
privada, no ya por medios económicos sino por medios bélicos.
02. El
resultado de la paz perpetua que prometió el librecambio entre 1944 y 1971
Para ello es preciso recordar lo
sucedido en la Conferencia monetaria y financiera de la ONU —todavía en fase de
constitución orgánica—, que tuvo lugar en la localidad norteamericana de
Bretton Woods en julio de 1944. Allí se acordaron las reglas que prevalecerían en las futuras relaciones comerciales
entre los países más industrializados del mundo, decidiendo poner fin al proteccionismo nacionalista vigente durante el período
1914-1945, doctrina a la que en esa conferencia se le atribuyó ser la causa de
los dos conflictos bélicos mundiales.
Y para tales supuestos fines de propender a la paz duradera en el Mundo, se consideró necesario
implantar una política librecambista o de libre
mercado, tal como fuera concebida por los economistas clásicos en el
Siglo XVIII. Así fue como se creó el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional, en el contexto de una doctrina económica ultraliberal, que no solo adoptó al dólar como instrumento
de referencia en los intercambios internacionales, sino que suplantó a la Libra
inglesa como moneda de reserva
mundial que lo había sido en el siglo XIX. Se aceptó el dólar como
garantía de estabilidad en
los intercambios, es decir, que cada dólar estuviera permanentemente respaldado por una cantidad nominal
equivalente en oro contante y sonante. Desde aquel momento, los dólares
pudieron ser cambiados por oro, a razón de una onza por cada 35 unidades de ese
papel.
Pero hete aquí, que la competencia intercapitalista
derivada de la propiedad privada
sobre los medios de producción y de cambio, en 1959 acabó metiendo a la
burguesía norteamericana en una guerra, que se prolongó durante 16 años y
estuvo en el origen de su
propia decadencia. Nos
referimos a su decisión de intervenir militarmente en los asuntos del pueblo
Vietnamita; un país que después de liberarse del colonialismo francés y resistirse a las asechanzas de China,
intentó unificarse para vivir en un régimen socialista burocrático degenerado, apoyado por la ex URSS. Como
resultado de esa injerencia militar de los EE.UU., murieron en aquella guerra entre dos y seis millones de personas,
de ellas 58.000 norteamericanos. Vietnam del norte perdió el 70% de su
infraestructura industrial y de transportes: la destrucción de puentes,
carreteras y vías férreas, 3.000 escuelas, 15 centros universitarios y 10
hospitales. Pero es que, además, el medioambiente de ese país asiático fue
seriamente dañado por la utilización por el ejército norteamericano del agente
naranja; ese y
otros productos químicos convertidos en armas letales, provocaron miles de
abortos prematuros, esterilidad y otros tantos nacimientos con malformaciones fetales. Extensas zonas del país quedaron
sembradas de minas explosivas que siguen causando muertes todavía hoy. Y en
EE.UU., la firme oposición a esa guerra se extendió entre la juventud incluso
fuera del país, convertido en un movimiento mundial contra el sistema. El
desastre causado hizo estragos en el espíritu colectivo de la ciudadanía
norteamericana, donde miles de soldados que volvieron de aquella matanza en
suelo vietnamita, se hundieron en el mundo de las drogas; y otros tantos miles quedaron
condenados a minusvalías de por vida, amputados, paralíticos y trastornados
mentales.
Pero
las consecuencias de esa guerra, fatales para los EE.UU. como Estado nacional,
fueron en gran medida de carácter económico y financiero, a raíz de que los
gastos para sostenerla fueron
superando a los ingresos. Hasta el punto de que ese país perdió una importante
cantidad de sus reservas en oro. Hasta que ante la inminente quiebra, su
presidente de turno, Richard Nixon, decidió terminar con la libre convertibilidad del dólar
en oro, rebajando el billete
verde a la condición de una moneda
fiduciaria universal —sin respaldo de valor en ningún bien material— emitida y aceptada por decreto: puro
dinero de papel. Bajo tales circunstancias desastrosas para ese país y para el
sistema capitalista mundial, paradójicamente la burguesía norteamericana se enriqueció; especialmente los
capitales dedicados a la industria
bélica. Pero la capacidad financiera del país como Estado nacional se debilitó al
extremo. Con todas las consecuencias nefastas para las mayorías más desprotegidas de su población.
Tal
deriva prosiguió, hasta que en las postrimerías de esa guerra a principios de la década de los 70 el
Siglo pasado, se hizo notorio que la masa de “valor” nominal en dólares que circulaba por todo el Mundo,
excedía con creces el valor en oro metálico a disposición de la Reserva Federal
norteamericana:
<<Los costes financieros de la Guerra del
Vietnam, alrededor de 113.000 millones de dólares, y de la Gran Sociedad (The
Great Society) hicieron que el gobierno norteamericano se viese forzado a
generar montañas de deuda pública. A principios de 1971, los pasivos excedían
los 70.000 millones de dólares, pero el gobierno de EE.UU sólo poseía 12.000
millones en oro con lo que respaldarlos>>. (Albert Ferrer Sánchez: “La influencia de la
escuela liberal Austríaca en el proceso
de integración europea” Pp. 11
En este
punto hay que recordar, también, que como consecuencia de los costos de la
guerra en Vietnam pesando sobre la economía norteamericana, fue Francia durante
la presidencia de Charles De
Gaulle corriendo
el año 1965, el país que por primera vez alzó la voz exigiendo su oro a cambio
de dólares, negándose a seguir acumulando un dinero de papel cuyo respaldo en valor real se diluía como un azucarillo en un vaso de agua.
Ante esa evidencia y temiendo lo peor, es decir, que por circunstancias
imprevisibles ocurriera en Fort
Knox una corrida
sobre el oro a cambio de dólares —que despojaría totalmente a los EE.UU. de sus
reservas en ese metal—, el 15 de agosto de 1971 el Presidente Richard
Nixon decidió
suspender la libre convertibilidad
de dólares en oro sine díe, situación que todavía se prolonga.
Dos
años después, no se sabe cómo ni por mérito de quién, surgió una inteligente y
astuta iniciativa: sustituir el oro por petróleo como soporte material de valor
del dólar. Y así fue como el propio Nixon durante su mandato, encomendó a Henry
Kissinger en su
carácter de Secretario de Estado, la tarea de acordar con Arabia Saudita —y por
su intermedio con los más importantes países exportadores de petróleo—, que
aceptaran al dólar como moneda de
referencia para realizar sus transacciones comerciales petrolíferas. En
reciprocidad, EE.UU. se comprometía a ofrecer a los jeques árabes protección
militar y venta de armamento. A este acuerdo se sumaron los países de la OPEP
(Organización de Países Exportadores de Petróleo), que así permitieron a EE.UU.
proseguir emitiendo dólares sin
respaldo en su propia riqueza
creada, a cambio de brindar seguridad militar y armamento a los países
involucrados en tal componenda. ¿Hay duda de que fue ese un arreglo entre
mafias beligerantes a espaldas de sus respectivos pueblos? ¿Hay duda de que las
guerras son la resultante inevitable de la propiedad privada sobre los medios
de producción y de cambio, a instancias de la competencia intercapitalista? El
respaldo al dólar que los más acaudalados mafiosos propietarios norteamericanos
necesitaban, lo encontraron parasitariamente
no en la riqueza generada por EE.UU., sino por terceros países: los productores
de petróleo. ¿Hay duda de que esas mismas mafias que mueven hoy los hilos de la
guerra en Siria, hayan surgido “democráticamente”, del secreto contubernio de intereses entre grandes empresarios privados
y políticos profesionales institucionalizados?
03. El fiasco de la ONU
La Organización de las Naciones Unidas
(ONU) comenzó su andadura el 24 de junio de 1945, pocos días después de
finalizada la Segunda Guerra Mundial con
la rendición alemana el 07 de mayo. En su Carta constitutiva se estipula que las funciones y poderes del Consejo de Seguridad son:
·
mantener la
paz y la seguridad internacionales de conformidad con los propósitos y
principios de las Naciones Unidas;
·
investigar
toda controversia o situación que pueda crear fricción internacional;
Pues,
bien, entre
la fecha de su creación en 1945 y el presente año 2015, durante estos 70
últimos años de historia hubo 246 enfrentamientos
armados en 151 lugares del mundo, que la ONU con su “carta
constitutiva” ha sido incapaz de impedir, convertida por los hechos manifiestos
en papel mojado. Y desde 2011 a esa fatídica estadística se le añadió el criminal
despropósito humano de la guerra civil en Siria, cuyo territorio es hoy
escenario de un conflicto bélico devastador con claras implicancias internacionales,
que se ha cobrado ya 220.000 muertos y más de 3.000.000 de refugiados. Todo
esto, sumado al actual contencioso político-militar en Ucrania desde mayo de
2013 —entre cuyas víctimas se contabilizan ya más de 6.000 muertos—, que amenaza
con desencadenar una tercera guerra mundial.
04.
El ejemplo de
Siria y la supuesta “autoridad” política de la ONU
Otro conflicto bélico a raíz de que la clase dominante de este país,
se dividiera en 2011entre contrarios y partidarios del actual gobierno. Los
primeros habían venido siendo informalmente apoyados por los yihadistas del
Estado Islámico y subrepticiamente por la diplomacia norteamericana, los
Estados del Golfo Pérsico y Turquía. Los segundos acaban de recibir estos
últimos días ayuda de Rusia e Irán.
Alepo es la ciudad más antigua y poblada
de ese país. Según los últimos registros de 2004, contaba con más de dos
millones de habitantes, dejando
en segundo lugar a Damasco, su capital, situada
al noroeste del país, a medio camino en la ruta comercial que une la costa
mediterránea con el Éufrates. Su provincia
ocupa más de 16.000 km², donde entre el 20 y el 30 por ciento de sus habitantes
son cristianos. Invadida por los rebeldes del Ejército Libre Sirio (ELS) en
lucha contra el gobierno de Bachar al Asad, el suelo de Alepo ha sido blanco de
devastadores bombardeos y escenario de las más sangrientas batallas, cuya
población se ha visto reducida al 10% de quienes lo habitaran antes del
conflicto.
La
tercera ciudad más importante de Siria, después de Damasco y Alepo, es Homs, que
desde 2011 ha sido casi totalmente devastada por la guerra civil entre las dos minorías sociales acomodadas en
ese país, cuyo saldo ha sido de 13.000 muertos. Y su población, que antes era
de 900.000 habitantes, hoy a raíz del conflicto que provocó una masiva
emigración, no supera los 300.000 sobreviviendo entre los escombros de la
destrucción casi completa, en la más absoluta miseria.
El
último episodio de esta guerra sucedió el miércoles 30 de setiembre, cuando
parecía que las fuerzas al mando de Bachar al Assad iban a ser doblegadas. Al día
siguiente, el parlamento ruso autorizó al Presidente del país, Vladimir Putin,
para que ordenara intervenir militarmente, tanto contra los terroristas del
Estado Islámico y el Frente
Al-Nusra,
como contra los opositores árabes sunitas del Ejército Libre Sirio (ELS), que venían
combatiendo al gobierno árabe laico:
<<Putin defendió la legitimidad de
la intervención rusa en Siria, al ser solicitada “por escrito” por el propio
líder sirio, Bachar al Asad, al contrario de lo que ocurre con los bombardeos
de EEUU, Francia y Australia, (que no cuentan con la debida autorización,
al no haber exhibido ante la ONU ninguna solicitud escrita por el país soberano
afectado) dijo>>.
(Lo
entre paréntesis nuestro).
Estos hechos son la más cabal demostración,
de que quienes han podido predominar en las relaciones internacionales, son los
grandes conglomerados del capitalismo industrial, comercial y financiero,
haciendo valer el principio selvático del más fuerte. Una situación de guerra
permanente que la elefantiásica “Organización
de las Naciones Unidas” —con miles de funcionarios en todos los países repartidos
por la geografía mundial— ha sido incapaz de impedir desde sus orígenes. No
sólo porque la idiosincrasia social de quienes hoy dirigen este inútil engendro es la misma de
aquellos que lo inauguraron a principios de 1942. También y primordialmente,
porque esa idiosincrasia social sigue estando en la naturaleza del sistema capitalista que ellos encarnan:
<<No pinto del color de rosa, por
cierto, las figuras del capitalista y el terrateniente. Pero aquí sólo se trata
de personas en la medida en que son la personificación de categorías económicas, portadores (mensajeros) de determinadas relaciones e intereses de clase. Mi punto de vista con arreglo al cual
concibo como proceso de historia
natural el desarrollo de la formación económico-social (del capitalismo), menos
que ningún otro podría yo responsabilizar al individuo de relaciones, respecto
de las cuales él sigue siendo socialmente una criatura, por más que
subjetivamente él mismo pueda llegar a elevarse sobre las mismas (superándolas)>> (K. Marx: “El Capital”. Libro I Prólogo a la primera edición. Ed. Siglo
XXI/1978 Pp. 8. Lo entre paréntesis nuestro)
Según estas palabras, aquella
idiosincrasia social dominante que creó la ONU, es exactamente la misma que encarnan
hoy criaturas tales como Barak Obama, David Cameron o Françoise Hollande y
tutti cuanti, quienes responden en sus respectivos países al dictado de los
magnates dueños de los más grandes consorcios económicos y financieros Ellos son los mensajeros del sistema que nos
está conduciendo a la próxima guerra mundial. Los mismos que junto con otros colegas
suyos copresiden hoy al mismo tiempo la “pacífica” ONU y la “belicosa” OTAN.
Pero que no son ellos los que en realidad mueven los hilos de esta historia,
sino el sistema económico-social
del que ellos son simples “criaturas”. Así las cosas, además del temor a la
“destrucción mutua asegurada”, los únicos que podemos detener esta peligrosa
deriva hacia la tercera guerra mundial, somos los asalariados. Pero para ello
debemos unificarnos rompiendo cuanto antes con el despropósito histórico de
dividir nuestra voluntad política entre diversos partidos políticos, que en los
hechos resultan ser uno solo.
Y el porqué de tal despropósito radica,
en los terribles efectos letales que la “democracia representativa” ha venido causando
a la humanidad; esa trampa de la
ignorancia y madre de la estupidez, que mantiene sometida la voluntad política de las
mayorías explotadas en el mundo, dividida
y dispersa como permanece entre los —en apariencia— distintos partidos políticos que,
a lo largo y ancho del orbe se ofrecen en cada país para representarnos. Cuando
lo cierto es que todos ellos sin
excepción, no se distinguen esencialmente
hablando en nada, porque obedecen por igual a las ciegas leyes económicas del sistema que favorecen a los
grandes conglomerados económicos y financieros[1]. En definitiva, que los
partidos políticos son distintos perros con los mismos collares, que a
instancias de las elecciones periódicas se alternan a cargo del poder en sus
respectivos Estados nacionales, y que así cumplen disciplinadamente la tan vieja
como remanida máxima romana del “divide
et impera”.
05.
Epílogo
Desde 1959 —cuando a instancias de las
respectivas familias asociadas de los americanos Bush con los árabes sauditas
Bin Laden—, EE.UU. reclutó a miles de fanáticos muyahidines para desatar el
caos terrorista islámico en territorio de Afganistán, aquello fue el principio
que acabó desintegrando a la ex URSS en 1991. Y ahora que los mismos idiotas
útiles de la siguiente generación de islamistas fueron inducidos al mismo
ritual de la Yihad —en la creencia de que esta vez combatían a los infieles del
Occidente cristiano—, los recientes atentados en París no han sido sino más de
lo mismo. En realidad, sus inductores aliados en la OTAN moviendo aquellos
mismos muñecos, apuntan hacia el objetivo de colonizar los territorios del
Cercano y Medio Oriente. Y para eso han empezado por generar el caos en Libia y
Siria, como también lo están propiciando en Ucrania. Pero han topado con la
Rusia capitalista. Aquí ya tenemos todos los ingredientes preparados, como para
que se pueda cocinar el genocidio de la cada vez más posible Tercera Guerra Mundial.
Al día siguiente del atentado en París
ocurrido el día 13 de noviembre, Hollande declaró la guerra al Estado Islámico.
Cuatro días después de que el 09 de noviembre, la nave Mecid Aslanov,
perteneciente a la compañía BMZ Group, de Necmettin Bilal Erdogan (hijo
del presidente turco), saliera del puerto
francés de Fos-sur-Mer. Ese barco, acababa de entregar impunemente
a Francia un cargamento de petróleo al más bajo precio del mercado, supuestamente
extraído en Israel pero en realidad robado en Siria por el
Emirato Islámico, para poder financiar las armas con las cuales combate al
gobierno de Bachar al Asad.
¿Qué cabe concluir de todo esto? Que
las mayorías sociales estamos siendo explotadas y compulsivamente gobernadas
por una minoría relativa de psicópatas
sociales; una enfermedad mental provocada por la arraigada propensión a
simular, mentir y engañar, para los fines de manipular conductas ajenas en
beneficio propio. Para los psicópatas, la simulación y la mentira son actos tan
reflejos como la respiración. Tal es la idiosincrasia que ha venido
identificando a mercaderes y políticos profesionales institucionalizados, desde
los tiempos en que el comunismo
primitivo, basado en las relaciones de parentesco y la propiedad colectiva sobre los
medios de trabajo y sus productos, dejó paso a la propiedad privada y al intercambio regular de productos
en la sociedad multifamiliar y policlasista
arraigada en distintos territorios, dando origen a los diversos Estados
nacionales:
<<La sociedad antigua, basada en las
uniones gentilicias, salta al aire a consecuencia del choque de las clases
sociales recién formadas; y su lugar lo ocupa una sociedad organizada en Estado,
cuyas unidades inferiores no son ya gentilicias, sino unidades territoriales;
se trata de una sociedad en la que el régimen familiar está completamente
sometido a las relaciones de propiedad y en la que se desarrollan libremente
las contradicciones de clase y la lucha de clases, que constituyen el contenido
de toda la historia escrita hasta nuestros días>> (F. Engels: “El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado” Prefacio
a la primera edición Pp. 1.
.
Y tan cierto es esto de que la
sociedad espontáneamente organizada en distintas familias, de la misma forma dejó paso a la sociedad organizada
en distintas clases sociales sobre
distintos territorios, como que según Jean-Baptiste
Lamarck:
“la función hace a su órgano respectivo”.
Así las cosas, el fundamento más
originario de la moderna psicopatología criminal burguesa, fue la
función de la propiedad privada
que dividió a la sociedad humana no ya en familias sino en clases sociales, explotadoras y explotadas. O sea, que la
evolución de las distintas sociedades no fue ni sigue siendo algo puramente subjetivo
sino propiamente orgánico, históricamente
objetivo y sistémico, impuesto
a los sujetos por circunstancias determinantes
con carácter de ley, que no han dependido de la voluntad de nadie en particular.
La sociedad humana se dividió en
clases sociales explotadoras y explotadas, desde que arraigó en ella la
propiedad privada, que así evolucionó
desde el esclavismo hasta el capitalismo, pasando por el feudalismo. Una
evolución que en la sociedad actual está determinada
por la competencia, una
función social que induce al desarrollo
progresivo incesante de la fuerza productiva del trabajo social
aplicado a todas las esferas de la producción. Incluida naturalmente la fabricación
de armamentos para la destrucción material y la muerte masiva, cada vez más
eficaces. Y el caso es que, en semejante contexto social, las guerras han sido
y son el fruto de una enfermedad endémica
del capitalismo, cuyo germen patógeno es la
propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio.
Una plaga que no radica en los
individuos sino en su sistema de vida,
y que se manifiesta en épocas de crisis
económicas periódicas cada vez más frecuentes y difíciles de superar,
donde la plétora de riqueza se trueca en penuria generalizada, de modo que si en la fase expansiva todos los
capitalistas asociados ganan —aunque unos más que otros según la masa de
capital con que cada empresa participa en el común negocio de explotar trabajo
ajeno—, durante la fase depresiva
lo que unos ganan otros lo pierden. Y aquí es donde irrumpe el espíritu de las
guerras, que se apodera de los más acaudalados empresarios y políticos
profesionales, convertidos por su propia función
orgánica en verdaderas bestias
selváticas, típicos depredadores irrefrenables sin límites, cuya
propensión a la violencia belicista —con fines de rapiñar riqueza ajena y aumentar
los territorios bajo su ejercicio del poder—, ha venido venciendo en ellos cualquier
escrúpulo personal, despojados por completo de conciencia humana racional, pacífica y fraterna. Tanto más
criminal y destructivo deviene su belicismo, cuanto mayor es el adelanto
científico-técnico incorporado al armamento disponible. Hasta el extremo de
amenazar no solo la existencia del género humano en el Planeta, sino la del
Planeta mismo. Una posibilidad real que ya se conoce por “doctrina de la
destrucción mutua asegurada”.
En nuestro informe publicado el pasado
01 de diciembre, aludimos al negocio que Bilal Erdogán, hijo del Presidente
turco Recep Tayyip Erdogán se trae entre manos con el petróleo, procedente de
territorio sirio e irakí en poder de los terroristas del Estado Islámico:
<<Toda
esta información surgió a raíz de que en la zona fronteriza con Siria, la
fuerza aérea de Turquía derribó el pasado martes 24 de noviembre con misiles
aire-aire, un avión militar ruso SU-24, precisamente cuando atacaba los medios
de transporte terrestre propiedad de Bilal Erdogán, cargados con petróleo del
Estado Islámico. Según informó el ministro ruso de relaciones exteriores,
Serguéi Lavrov, al día siguiente durante una rueda de prensa:
“El
accidente de ayer tuvo lugar después de que nuestra aviación inició ataques
bastante eficaces de puntería contra los camiones cisternas de petróleo, en
general, contra los yacimientos petroleros. También dije que con el accidente
del martes (Turquía) presenta de otro modo el asunto del
comercio ilegal de petróleo y en general de la industria petrolera que creó el
Estado Islámico en su territorio”>>. (http://mundo.sputniknews.com/rusia/20151125/1054055155/su-24-derribo-ei-ataques.html. (Lo entre
paréntesis nuestro. GPM).
Leer más en: http://mundo.sputniknews.com/prensa/20151127/1054182819/bilal-erdogan-exporta-petroleo-ei.html#ixzz3ssL0mIeA.Y en: http://www.bitsrojiverdes.org/wordpress/?p=12777
.
Ahora sabemos que aquello fue una trampa
de la OTAN, en cuyo montaje se implicó también el Estado español, actuando en
connivencia con el gobierno turco y el visto bueno de Washington:
<<La
situación internacional se ha tensado hasta extremos inimaginables. El derribo
del SU-24 ruso sobre territorio sirio fue una emboscada. Los cazas de la OTAN
conocían todos los parámetros de vuelo, altitud, velocidad, dirección,
objetivos, tipo de armamento... Fue un acto planificado desde el CAOC (Centro
Aéreo de Operaciones Combinadas) en Torrejón de Ardoz (Madrid), desde donde se
coordina la defensa aérea de Turquía. Por lo tanto, el jefe del estado mayor de
la fuerza aérea turca, general Abidin Unal, debería haber informado al
comandante del CAOC, el general español Rubén García Servert. La orden final se
la atribuyó el propio presidente turco; todo ello, evidentemente, con el visto
bueno de Washington. Turquía se vale tanto del apoyo de Obama como del hecho de
ser miembro de la OTAN para violar el derecho internacional más elemental>>. (http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=5343)
<<Ha
quedado meridianamente claro que el rol jugado por Turquía en la guerra de
agresión contra Siria es esencial. Es el primer proveedor de hombres y
armamento para los grupos terroristas al mismo tiempo que es el primer
beneficiario del robo del petróleo y gas sirio e iraquí. El hijo de Erdogan
(Bilal Erdogan) es el intermediario fundamental de este tráfico a gran escala.
Es por ello que la reacción del premier turco fue tan airada cuando los
bombarderos rusos tomaron como objetivo la destrucción de este tráfico ilícito
que hace ingresar en las arcas del Estado Islámico más de 40 millones de
dólares mensuales. Este petróleo barato también es adquirido por occidente.
Así, nuevamente, los países europeos (especialmente Francia e Inglaterra), que
han sido los promotores de la destrucción de Siria pretenden saquear nuevamente
sus riquezas>>. (http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=5343).
Teniendo en cuenta la irrefutable aportación del
evolucionista Lamarck a la ciencia de la zoología, cabe preguntar: ¿qué es necesario y cada vez más urgente hacer hoy en esta ya
caduca sociedad de clases? Y la respuesta es: acabar con ella inhabilitando la función que desempeñan los
explotadores y sus propensiones belicistas. Tal es el único principio activo eficaz que permitirá de una vez por
todas alumbrar una nueva organización
de la sociedad humana mundial, basada en relaciones entre sujetos realmente libres e iguales. Pero
para eso, es condición ineludible
dejar fuera de la ley a la propiedad
privada sobre los medios de producción y de cambio. ¡¡No hay otra
salida que no sea ésta!!
Y todas aquellas mayorías sociales subalternas irresponsables, que siguen
optando por ignorar esa necesaria salida e insisten estúpidamente procediendo en
sentido contrario contra sí mismos, dejándose conducir “democráticamente” por las minorías que detentan el poder y
la riqueza, no hacen más que agudizar y prolongar el sufrimiento del inevitable proceso hacia la
libertad del género humano, favoreciendo a los inescrupulosos y desaprensivos explotadores criminales de guerra,
incluyendo entre ellos a sus políticos profesionales institucionalizados.
Mucho nos llenamos la boca diciendo amar
a nuestros hijos, pero descargamos sobre ellos todo el peso de una historia,
que debiéramos asumir nosotros. Vaya nuestra congratulación, hacia ese 35,07% de los
abstencionistas españoles en las elecciones generales del pasado domingo 20 de
diciembre.
[1] Ciegas leyes porque son el producto de la anarquía
en la producción, donde cada empresa produce con total independencia y
desconocimiento respecto de lo que producen las demás, de modo que no responden
a ninguna racionalidad humana. Todas ellas en competencia y cada una con el
propósito permanente de rapiñar a las demás, una parte alícuota mayor de la
ganancia global.