La Patria.
Ese resabio útil para que se maten entre sí los explotados
01. Introducción
Tras haber
leído nuestro último trabajo publicado bajo el título: “¿Guerra entre países o entre las clases dominantes de esos países?, el
pasado día 27 de setiembre a las 13:32 Hs., el señor Domingo Schiavoni nos
remitió el siguiente mensaje:
<<Compañeros:
acabo de leer el último artículo que me mandaron, y realmente me parece de un
esquematismo dogmático espantoso —y ¡cuándo no¡ eurocentrista— aseverar que
todas las guerras son entre las clases dominantes de los países, tanto del
agresor como del agredido. De allí a ignorar el componente esencial de la fase
de la revolución nacional sólo hay un paso. Me extraña que ustedes, que han
estudiado el marxismo, no admitan que no en todos los países la contradicción
fundamental es la de clase (capitalista-proletario). Tanto Siria como nosotros
somos países semicoloniales. Nuestra contradicción fundamental es Patria o
Colonia. Quien no ve esto es un ciego voluntario y deliberado. Sería bueno que
leyeran “La cuestión nacional en Marx” de nuestro maestro de los Socialistas de
la Izquierda Nacional, Don Jorge Spilimbergo. ¿En Malvinas luchamos contra la
burguesía inglesa, o contra la extranjería de una potencia colonial, y en defensa
de nuestro territorio?...
Saludos
cordiales>>.
Señor Domingo Schiavoni:
02. ¿Argentina y Siria semicolonias?
En su brevísima observación crítica, el argumentario que Ud. expone pretende sostenerse sobre la idea de que, el “componente social esencial” para resolver la contradicción entre países capitalistas como Argentina y países imperialistas como EE.UU., por ejemplo, no es el proletariado sino que siguen siendo las burguesías nacionales autóctonas. Y nos habla Ud. de “revolución nacional”, en la que los asalariados deben luchar por la emancipación económica del país o patria común, sin la cual no pueden ellos mismos ser emancipados.
Nos
ha tildado de “eurocentristas”, pensando a estas alturas que las semicolonias dominan
el panorama de las relaciones internacionales, como si la anexión de
territorios por la fuerza de las
armas siguiera a la orden del día en el Mundo desde su apogeo en el
siglo XIX. ¿Sabe cuántas colonias quedan hoy en el Planeta? Pues, no
muchas. Y salvo una, las demás desde el punto de vista territorial y
poblacional son insignificantes: Anguilla (Reino Unido: 102 Km2. Población 13.477), Aruba (Países Bajos: 193Km2.
Población: 110.000), Bermuda
(Reino Unido: 53,2 Km2. Población: 67.837), Islas vírgenes
(Reino Unido: 670 Km2. Población: 146.508), Islas Caimán (Reino
Unido: 260 Km2. Población: 54.878), Islas Malvinas (Reino
Unido: 356,3 Km2. Población: 3.140), Guayana Francesa (Francia:
92.300 Km2. Población: 260.000), Montserrat (Reino Unido: 102
Km2. Población: 5.879), Guadalupe (Francia:
1.704 Km2. Población: 425.700), Martinica (Francia: 1.100 Km2.
Población: 432.900), Antillas Neerlandesas
(Países Bajos: 960 Km2. Población: 225.369), San Pedro Miquelón
(Francia: 242 Km2. Población: 7.012), Islas Turcas y Caicos
(Reino Unido: 417 Km2. Población: 44.819), Groenlandia (Dinamarca:
2.166.086 Km2. Población: 56.840), Gibraltar (Reino Unido: 6,8
Km2. Población: 28.875) Nueva
Zelanda (Reino Unido: 268.680 Km2. Población: 4.306.400), Samoa americana (EE.UU.
Actualmente bajo supervisión del comité de descolonización de la ONU: 199 Km2.
Población: 55.000), Nueva Caledonia (Reino
Unido: 19.060 Km2. Población: 232.258) Bonaire (Países Bajos: 282 Km2.
Población: 16.541), Curazao
(Países Bajos: 444 Km2. Población: 140.794). Total: 2.553.217,3 Km2.
Población: 6.425.512)
La superficie
de tierra firme sobre las aguas de nuestro Planeta es de 150.386.640 Km2. La mayor parte de los inmensos territorios que a finales
del Siglo XIX fueran colonias del centro capitalista temprano imperial en Asia,
África, América Latina y Oceanía, abarcaban 89.400.000
Km2 con una población aproximada de 930 millones de habitantes. Desde
entonces, esos territorios colonizados se redujeron en 86.846.783 Km. y sus
habitantes en 923.574.438 personas, que han pasado ya a formar parte de la comunidad de naciones soberanas de desarrollo económico dependiente,
incluyendo al actual Estado sirio. Todos ellos son hoy miembros de las Naciones
Unidas.
¿De
dónde ha sacado Ud. que países como Argentina o Siria sigan siendo semicolonias? La semicolonia es una categoría geopolítica transicional entre la colonia y
el Estado nacional soberano económicamente dependiente. Se define por la independencia política limitada sobre
determinados territorios, en tanto que los actos de gobierno en ellos están
sometidos a jurisdicción política extranjera, mediante la presencia militar de
la —o las— potencias extranjeras ocupantes. Los ejemplos mencionados por Lenin en
1919 son China, Persia y Turkia. Más recientemente, el antiguo Vietnam del Sur
durante el gobierno títere de los EE.UU. presidido por Nguyen Van Thieu en 1975,
por entonces en guerra con Vietnam del norte, reconocido por la ex URSS y China
como país independiente. También pueden comprenderse todavía en la categoría de
semicolonias, “comunidades autónomas” como el llamado “país vasco” y Catalunya
en España, así como los territorios habitados por palestinos en el Medio
Oriente y los saharauis en África.
El territorio de las Islas
Malvinas, que permanece ocupado militarmente por el Imperio Británico desde
1835, es actualmente considerado por las Naciones Unidas como un territorio en litigio con Argentina,
donde sus habitantes, los “kelpers”, se
consideran británicos por consenso unánime. Argentina reclama ese
territorio, por el hecho geofísico de que se localiza dentro de sus aguas
territoriales. A esto los imperialistas británicos responden, que desde el
punto de vista del derecho democrático a la autodeterminación de los pueblos,
ese territorio pertenece a la Corona. Y con el cinismo que caracteriza por
igual a todos los burgueses, llaman colonialistas a los gobernantes argentinos,
extendiendo tal acusación a quienes piensan como Ud.
¿Qué le parece? Campoamor
decía que: “en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el
color del cristal con que se mira”. Nosotros
preferimos mirar a la verdad de frente y sin anteojeras, que no admite
ambigüedades, señor Schiavoni. Nos ha preguntado Ud. si los argentinos que
reclaman esas islas, luchan “contra la burguesía inglesa o contra la extranjería de una potencia
colonial, y en defensa de nuestro territorio” Luchan y han muerto como asalariados que son y han sido en su mayoría, para que quienes
sigan explotando y oprimiendo a los asalariados de ese archipiélago, en vez de británicos pasen a ser
argentinos. Si Ud. se siente orgulloso y satisfecho pensando que así lucha por
su propia emancipación personal, pues, que le aproveche.
En China, sus habitantes estuvieron
cerrados al comercio con el exterior hasta bien entrado el siglo pasado. A
partir de 1830, Inglaterra tuvo interés en abrir el mercado chino a la
importación y exportación, desencadenando a fines de esa década la Guerra del
Opio, que culminó con la derrota del país asiático. Como consecuencia, Gran
Bretaña impuso a China el tratado de Nankín de 1842, por el cual la obligaba a
liberar sus puertos, a fijar un tope a los derechos aduaneros de exportación y
a permitir que los extranjeros tuvieran áreas residenciales y comerciales fuera
del alcance de la justicia local. Posteriormente China sufrió otra derrota
militar, esta vez a manos de Japón, en 1895, que le obligó a conceder nuevos
derechos de navegación fluvial y privilegios comerciales, además de permitir la
fundación de más factorías extranjeras. Varias potencias: Francia, Gran
Bretaña, Alemania, Rusia y Japón, se consolidaron también en "zonas
francas", con tropas, barcos y administración propia.
Las naciones de Persia y Turkía
también permanecieron ocupadas parcialmente por tropas de varias potencias.
Persia ya había sido dividida en 1907 entre Gran Bretaña y Rusia en Áreas de
influencia. Más tarde, en 1919, Gran Bretaña le impuso el mando de oficiales
británicos para reorganizar el ejército, ingenieros para la construcción de un
ferrocarril financiado por un crédito británico y la obligación de aceptar sus
"consejos". En cuanto a Turkía, Gran Bretaña dominaba su Estado,
aunque éste, a su vez, oprimía a otros países. En 1920, las tropas británicas
llegaron a ocupar Constantinopla.
En vista de estas circunstancias, desde
la segunda década del siglo pasado Lenin sostuvo que, en las colonias y
semicolonias, estaba planteada la necesidad de revoluciones democrático-burguesas para crear Estados
nacionales independientes y nacionalmente homogéneos. Bajo tales condiciones, el
proletariado de las colonias y semicolonias debía luchar por la autodeterminación nacional sin
que esto supusiera ejecutar su programa socialista. El concepto de autodeterminación política va
unido, pues, a este tipo de situaciones y limitado exclusivamente a ellas, a la
lucha por la liberación nacional
del colonialismo, incluidas sus formas transicionales. Por eso las consignas
que adoptaban los movimientos de liberación eran del tipo nacional y democrático-burgués. Así, las reivindicaciones
del Kuomintang en China incluían la unidad nacional, el control de la aduana
por el Estado chino, la expulsión de las tropas y barcos imperialistas y la
abolición de los privilegios para los extranjeros. En Persia y en Turkía, las
consignas de los movimientos nacionales eran la expulsión de los extranjeros.
03. Dinero, libertad de comercio e intercambio internacional desigual
Para catalogar a los países de atraso económico relativo, como
Yugoslavia, por ejemplo, Lenin empleó la palabra "dependientes".
Estos países pueden llegar a sufrir la "anexión económica" al
imperialismo, pero tienen independencia
política y ésta es su "diferencia específica" con respecto a
las colonias o semicolonias. Para Lenin —siguiendo a Marx— el concepto de Estado nacional capitalista económicamente
dependiente, está comprendido en la dinámica de la libertad de comercio entre países donde impera la propiedad privada sobre los medios de
producción, lo cual determina —inevitablemente— que la burguesía de los
países centros económicos relativamente más
desarrollados, consigan dominar
a la burguesía económicamente dependiente de los menos desarrollados,
convirtiendo así la presunta “libertad de comercio” en una superchería, es
decir, engaño que se hace para sacar un rédito o beneficio.
A esta conclusión había llegado Marx
en 1844 analizando la naturaleza del dinero:
<<Shakespeare
(en “El Timón de Atenas”) destaca especialmente dos propiedades en el
dinero:
1º) Es la
divinidad visible, la transmutación de todas las propiedades humanas y
naturales en su contrario, la confusión e inversión universal de
todas las cosas; hermana las imposibilidades;
2º) Es la
puta universal, el universal alcahuete de los hombres y de los pueblos:
“¡Oro!, ¡oro
maravilloso, brillante, precioso! ¡No, oh dioses, no soy hombre que haga
plegarias inconsecuentes! (Simples raíces, oh cielos purísimos!) Un poco de él
puede volver lo blanco, negro; lo feo, hermoso; lo falso, verdadero; lo bajo;
noble; lo viejo, joven; lo cobarde, valiente ¡oh dioses! ¿Por qué? Esto va
arrancar de vuestro lado a vuestros sacerdotes y a vuestros sirvientes; va a
retirar la almohada de debajo de la cabeza del hombre más robusto; este
amarillo esclavo va a atar y desatar lazos sagrados, bendecir a los malditos,
hacer adorable la lepra blanca, dar plaza a los ladrones y hacerlos sentarse
entre los senadores, con títulos, genuflexiones y alabanzas; él es el que hace
que se vuelva a casar la viuda marchita y el que perfuma y embalsama como un
día de abril a aquella que revolvería el estómago al hospital y a las mismas
úlceras. Vamos, fango condenado, puta común de todo el género humano que
siembras la disensión entre la multitud de las naciones, voy a hacerte ultrajar
según tu naturaleza”>> (K.
Marx: “Manuscritos económico-filosóficos” El
poder del dinero).
Para Lenin, la presunta “libertad de
comercio” entre países “soberanos” bajo el capitalismo, es un “ideal reaccionario”[1]. Del mismo modo
que lo es la “libertad” que supone el contrato de trabajo entre asalariados y
capitalistas:
<<El capital financiero (como fusión del gran capital industrial con el capital bancario) busca la dominación no la libertad>>.
(V.I. Lenin: “Cuadernos sobre el
imperialismo” en Obras Completas T.
XXVIII. Cuaderno 9 “thea”. Ed. Progreso Moscú/1986 Pp. 344)
Y dado que
el capital financiero es el alcahuete de la Ley del valor que rige las relaciones económicas
internacionales y sobre la cual se ha erigido el imperialismo —incluyendo los conflictos
políticos entre países que desembocan en guerras—, de este razonamiento
incontrovertible, Lenin sacó la siguiente conclusión:
<<La respuesta del
proletariado a la política económica del capital financiero, es decir, al
imperialismo, no puede ser más que el socialismo, y no la libertad de
comercio>> (Op. cit.)
04. De la nacionalidad a la internacionalidad del capital
A propósito de lo que Ud. ha catalogado
como colonia, el ejemplo que presenta Lenin de país económicamente dependiente, es Argentina, al cual Inglaterra
había venido dominando económica y diplomáticamente desde el siglo XVIII, "sin violar su independencia
política". Por supuesto, Argentina padeció todo tipo de
condicionamientos políticos, derivados de su dependencia económica respecto de Gran Bretaña. No obstante,
estaba ubicada en una relación distinta con respecto a los países coloniales y semicoloniales,
porque ostentaba autodeterminación
política.
¿Qué entendieron Marx y Engels por nación bajo el capitalismo? Que,
en ellas:
<<La burguesía suprime cada
vez más el fraccionamiento de los medios de producción de la propiedad y de
la población (en distintas pequeñas partes). Ha
aglomerado la población, centralizado los medios de producción y concentrado la
propiedad en manos de unos pocos. La consecuencia obligada de ello ha sido la
centralización política. Las provincias independientes, ligadas entre sí casi
únicamente por lazos federales, con intereses, leyes, gobiernos y tarifas
aduaneras diferentes, han sido consolidadas en una sola nación, bajo un
solo gobierno, una sola ley, un solo interés nacional de
clase y una sola línea aduanera>>. (Op. cit. Cap. III. El
subrayado y lo entre paréntesis nuestro)
Para Marx y Engels, pues, la nación no
es la simple unidad política de
una población al interior de un territorio políticamente delimitado, sino que
esa unidad de sus habitantes está regida por leyes y dirigida por gobiernos, cuyo interés no es el de toda la población sino el de su clase social dominante cada vez más opulenta
y minoritaria. Tal es la función del dinero y de la libertad
de comercio.
Cabría preguntarse aquí, si países como
Argentina no se asemejaban a
las semicolonias por el hecho de que estaba allí planteada su liberación desde el punto de vista económico.
Lenin contestaba que sí, pero este objetivo: liberarse de la dependencia económica respecto
del imperialismo y de las consecuentes presiones políticas y diplomáticas que
se derivan de ella, ya no constituía un objetivo político en el sentido democrático
burgués. ¿Por qué? Pues, porque, la mayor o menor dependencia económica de un
país formalmente independiente
respecto del resto, es producto del desarrollo económico desigual imperante en el
mercado internacional, donde las
distintas economías nacionales
se vinculan a través del intercambio de sus mercancías, no ya confrontando directamente sus respectivos
precios de producción —como
sucede en cada economía nacional—, sino a través del distinto poder adquisitivo de sus respectivas
monedas nacionales, determinado por la productividad del trabajo en cada país según la composición orgánica del capital promedio,
con que cada país produce sus propias mercancías; poder de compra que se
refleja en los distintos tipos de
cambio de cada moneda nacional respecto de las demás, donde a mayor
productividad del trabajo, menor valor de cada unidad de producto y, por tanto,
mayor poder adquisitivo de su moneda nacional.[2]
Esta forma de intercambio
internacional desigual, basada en el desarrollo
económico desigual entre distintos países, lejos de atenuar la
desigualdad económica en el plano de las relaciones comerciales internacionales
tiende fijarla y acentuarla, agudizando la lucha entre clases sociales al
interior de los países capitalistas
económicamente dependientes. Al mismo tiempo que los mayores réditos de
los países más desarrollados, permitían a sus burguesías apaciguar las luchas
sociales en sus propios territorios.
05. El proletariado: de clase social nacional, a su condición de clase
internacional
Así es como, siguiendo esta
lógica económica del capitalismo, Marx y Engels llegaron a concluir que:
<<La lucha del proletariado contra la
burguesía es, ante todo, en la forma aunque no en el contenido, una
lucha nacional (el contenido o fundamento de su lucha es
internacional). El proletariado de cada país debe, por supuesto, arreglar
cuentas ante todo con su propia burguesía>>. (“Manifiesto
Comunista” Cap. I Burgueses y proletarios. El subrayado y lo entre
paréntesis nuestro)
Es tan de cascote que cada explotado
no puede luchar por sus intereses de clase sino en el marco de su propio país,
como que tampoco nadie puede elegir su lugar de nacimiento. En éste y solo en este sentido meramente
circunstancial, el proletariado es una clase formalmente
nacional. En 1864, Alemania era un país cuyo Estado permanecía todavía en poder
de la Aristocracia feudal decadente. Pero el capitalismo allí estaba ya en
pleno desarrollo. ¿Cuál debía ser el comportamiento del proletariado ante la
dialéctica planteada entre aristocracia y burguesía en aquella “patria común”
de los alemanes? En ese momento, los
partidarios de Lassalle y los sindicalistas se dedicaban a crear confusión en
torno a tal interrogante. Pero los marxistas lo tenían muy claro y su voz
cantante durante aquella polémica fue Engels, en “La cuestión militar
prusiana y el partido Obrero alemán”:
<<Para el partido reaccionario (la aristocracia), la existencia de burguesía y proletariado es una espina clavada en el
costado. Su existencia (y su cometido) se
basa en el hecho de que el moderno desarrollo social se vea de nuevo
anulado o al menos frenado. En caso contrario todas las clases superiores se
irán transformando gradualmente en capitalistas, todas las clases oprimidas en
proletarios, y así irá desapareciendo el partido reaccionario (...) La máquina
de vapor, los telares mecánicos, la maquinaria agrícola, los ferrocarriles y
los telégrafos eléctricos (...) destruyen progresiva e inexorablemente
todo residuo de situaciones feudales y corporativas, y sustituyen todos
los pequeños choques sociales heredados del pasado por uno solo, de alcance
histórico universal, entre capital y trabajo (...) En la medida en que
tiene lugar esta simplificación de los contrastes entre las clases sociales
aumenta el poder de la burguesía pero aumenta en una medida todavía mayor el
poder, la conciencia de clase, la capacidad de victoria del proletariado>>
(Op. cit. El subrayado y lo entre paréntesis nuestros)
¿Cual es todavía hoy el cometido del
nacionalismo burgués residual al interior de los países
capitalistas económicamente dependientes? Neutralizar en todo lo
posible la dialéctica fundamental entre burguesía y proletariado, para retardar
la revolución socialista desviando la atención de los explotados, hacia esa
otra dialéctica entre cada nación económicamente dependiente y el imperialismo.
O sea, trasladar la contradicción y la lucha entre clases sociales
en un mismo país, al plano político de las contradicciones y lucha entre
países. Convertir el odio de clase en odio al extranjero.
La nación y su Estado nacional, sea
de carácter semifeudal o capitalista, es la forma político-territorial
de dominio bajo la cual el proletariado ha venido desarrollado sus luchas que
le permitieron fortalecerse y madurar como clase, consolidando sus fuerzas a
través de sus propias luchas. En este sentido y sólo en éste, es
el proletariado una clase nacional y su lucha una lucha nacional.
Porque deviene como clase social dentro del territorio en que circunstancialmente
habita y se ve precisado a luchar por sus intereses como clase social explotada.
Por eso Marx y Engels distinguen al proletariado como una clase peculiar, que
al luchar por la conquista del poder actúa como “clase
nacional”, aunque “no en el sentido burgués” de la expresión.
Es decir, que su lucha empieza
asumiendo un carácter nacional, en el sentido de que está limitada o circunscrita
a los límites de su nación. No puede pasar de ahí. ¿Por qué? Pues, porque en
sus orígenes más remotos, la acumulación del capital nacional era
insuficiente como para poder proyectarse a otros países. El desarrollo
capitalista estaba todavía en pañales y los países eran compartimientos
estancos, aislados unos de otros. Una situación que comenzó a cambiar cuando Estados
nacionales capitalistas como Inglaterra y Francia, se disputaban territorios de
ultramar a cuyas poblaciones sometían militarmente reduciéndoles a colonias, para
apoderarse de sus materias primas —el algodón en la India, por ejemplo— que una
vez procesadas en las industrias de sus metrópolis, las
exportaban a menores precios con destino a esos mismos países colonizados,
arruinando sus industrias artesanales más primitivas y esquilmando a su
población:
<<Entre 1818 y 1836 la exportación de hilo
torzal de Inglaterra a la India, aumentó en la proporción de 1 a 2500. En 1824,
la India apenas importó un millón de yardas de muselina inglesa, mientras que
en 1837 la importación subió a más de 64 millones de yardas. Pero durante ese
mismo período, la población de Dacca se redujo de 150.000 habitantes a 20.000.
La decadencia de ciudades como ésta en la India, que había sido célebre por
sus tejidos, no puede ser considerada como la peor consecuencia de la
dominación inglesa en la India. El vapor y la ciencia británicos, destruyeron
en todo el Indostán la unión entre la agricultura y la industria artesanal. (K. Marx: “La dominación británica en la India” Londres,
10 de junio de 1853)
Aquí está el embrión de ese futuro atleta que
pegaría el salto de la nacionalidad a la internacionalidad de las luchas
sociales. Mientras tanto, la lucha política de los asalariados
por su emancipación social en numerosos países capitalistas, no
podía trascender a sus propios territorios nacionales y, forzosamente, debía
ser una lucha de carácter nacional. Pero ya en ese momento,
Engels y Marx observaron que, en los países capitalistas más desarrollados,
como Inglaterra, dada su lógica intrínseca el capitalismo
nacional devenía en capitalismo transnacional. Es bajo
estas nuevas circunstancias, cuando el proletariado comienza a dejar de ser una
clase nacional cuya lucha por su emancipación social quedara
limitada al territorio bajo dominio de sus respectivas burguesías nacionales,
para pasar a ser, necesariamente, una clase cuyas luchas tendrían
un alcance político internacional:
<<Mediante la explotación del
mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y
al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado
a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose
continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se
convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias
que ya no emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de
las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el
propio país, sino en todas las partes del globo.>>. (K. Marx – F. Engels: “Manifiesto comunista” Cap.
II)
06. El
engaño de la lucha por la emancipación nacional
Nos acusa Ud. de profesar un “esquematismo dogmático espantoso” de carácter “eurocentrista”, creyendo ilusoriamente que al luchar junto a la burguesía por
la emancipación política y/o económica de su propio país, el proletariado
también lucha por su propia
emancipación humana como
clase social. Es indiscutible que los EE.UU. como país lograron emanciparse
política y económicamente de la Gran Bretaña desde julio de 1776. ¿Ha cambiado
allí por eso la lógica de la explotación capitalista, la sujeción económica y
política del proletariado norteamericano a su respectiva burguesía nacional? ¿Se
atenuó siquiera? Al contrario. Se ha reforzado. ¿Puede probar Ud., por ejemplo,
que no haya sucedido lo mismo en Argentina desde la declaración de su
independencia en 1816?
El grado de explotación capitalista del trabajo asalariado, se mide universalmente por su productividad,
de modo que a mayor productividad del trabajo por unidad de tiempo empleado,
mayor explotación de los asalariados, en tanto que todo incremento de la
productividad, determina que el salario
disminuya en todo lo que el plusvalor embolsado por los
capitalistas aumenta. ¿No es esta lógica del capital la que preside objetivamente las luchas
obreras universalmente hoy día?
<<La
incontenible y progresiva mejora de la maquinaria hace cada vez más precarias
sus condiciones de vida, de modo que los enfrentamientos entre cada obrero y
cada capitalista por separado van adoptando cada vez más el carácter de colisión
entre las dos clases>>. (K.
Marx-F. Engels: “Manifiesto Comunista” Cap.
I)
En cualquier país cuya
sociedad está dividida en clases, su emancipación política del imperialismo en
modo alguno supone la emancipación de todos
sus habitantes. Las mayorías laboriosas siguen sometidas a la explotación y,
por tanto, a la dominación política de sus clases explotadoras. ¿Dónde está pues,
la “patria libre” de los asalariados en la sociedad capitalista? Marx y Engels
contestaron a esta pregunta:
<<Los obreros (bajo el capitalismo) no tienen patria. No se
les puede arrebatar lo que no poseen. Pero dado que el proletariado debe
en primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de
clase nacional, constituirse en nación, (mientras tarde en conseguir ese
cometido) todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido
burgués (precisamente porque su cometido político acorde con su extracción
de clase, no pasa por comportarse como un burgués. Y si lo hace, se engaña a sí
mismo ). (Op. cit. Cap. II)
Luchar hasta expropiar a la
burguesía y humanizarla acabando con la explotación.
Porque en cada crisis económica y en cada guerra, los burgueses muestran sin
rubor su inhumanidad, su
semejanza con cualquier animal de
rapiña. Esta es, pues, la única forma
política posible y necesaria que tienen los asalariados,
para emanciparse económica y socialmente de su condición de explotados
y oprimidos, emancipando también
a los capitalistas. Su propio ser, sometido a una explotación cada
vez más intensa según progresa la productividad
del trabajo, es lo que les impulsa a la lucha. ¿Ha tenido Ud. en cuenta
este pensamiento rigurosamente científico,
que ha venido rigiendo la relación entre asalariados y capitalistas en el
Mundo entero? Ha calificado a este razonamiento de “esquematismo dogmático espantoso”
¿Es Ud. o ha sido de condición asalariada, señor Schiavoni?
07. De la
nacionalización a la internacionalización de los capitales nacionales
¿Cómo y en qué grado de magnitud ha
evolucionado históricamente la “intromisión” del capital multinacional
imperialista en la economía nacional argentina durante las
últimas décadas? ¿Se ha hecho Ud. esta pregunta? Según datos del Instituto
Nacional de Estadística y Censos (INDEC), la participación de las grandes
empresas transnacionales extranjeras en el producto bruto argentino,
aumentó de manera sostenida en la década de los 90, pasando del 45% en 1993 al
63% en 2001. Ahí han quedado las privatizaciones de más de 100 empresas
estatales durante el gobierno peronista de Menem, acompañado por el profundo
ataque a las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados argentinos.
Al amparo de ese gobierno, Gregorio
Pérez Companc, un argentino dueño de Molinos Río de la Plata —que le compró a
Bunge y Born—, se convirtió en holding comprando trigo a precio alto, que
procesaba y vendía como harina más barata, para arruinar a las pequeñas y
medianas empresas de ese sector. Así son los paradigmas de la revolución
nacional que Ud. proclama, señor Schiavoni. Y así fue como este insigne prócer
llegó a ser uno de los magnates más poderosos del Mundo, con un patrimonio de
1.500 millones de dólares. En 1973 su grupo
estaba formado por diez empresas; al terminar la dictadura de Videla y Galtieri,
pasaron a ser 53; al promediar la presidencia de Alfonsín 84; y durante la
primera presidencia de Menem llegaron a ser 149. [¿Qué
ha hecho, pues, la burguesía nacional supuestamente patriota en Argentina? Codearse
con el gran capital extranjero, fusionarse con él hasta desaparecer como
“capital nacional”, para que sus personeros puedan así seguir medrando
como capital multinacional, dentro y fuera del país.
Y en cuanto a las llamadas clases medias bajas, un
fenómeno que Marx y Engels también habían observado en 1848:
<<De todas las clases (burguesas subalternas) que hoy encontramos cara
a cara con la burguesía, solo el proletariado es una clase realmente
revolucionaria. Las otras clases van degenerando y finalmente desaparecen con
el desarrollo de la industria moderna; el proletariado, en cambio, es un
producto peculiar (como clase no puede degenerar ni desaparecer, porque es
el sustento social esencial de la burguesía y lo único que tiene para perder
son sus propias cadenas) La clase media baja, el pequeño fabricante, el
comerciante, el artesano, el campesino, todos estos luchan contra la burguesía,
para salvar de la extinción su existencia como fracciones de la clase media.
Por lo tanto no son revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, son
reaccionarios, porque intentan hacer retroceder la rueda de la historia.
Son “revolucionarios” tan sólo a la vista de su inminente proletarización;
son sectores de clase burguesa subalterna sin futuro, incapaces de hacer
historia por sí mismos>> (Op. cit. Cap. I. El subrayado y Lo entre
paréntesis nuestros)
Tal es el sentido político anacrónico,
reaccionario y engañoso de la supuesta lucha por “la patria común” contra el
imperialismo; un sueño embrutecedor para entretenimiento político de incautos, que
el proceso de acumulación capitalista subrepticiamente se lleva por delante sin
escrúpulos. Una realidad que se ha visto universalmente confirmada
y fue rigurosamente prevista por Marx y Engels en 1848.
Las presentes circunstancias bajo el
capitalismo tardío, se caracterizan no por la simple tendencia a la unidad
internacional de los capitales —como en los tiempos de Marx—, sino por
su concreción real y efectiva
a la vista de cualquiera que no cierre los ojos ante ella o mire para otro lado.
Y a este resultado se ha llegado, precisamente,
a caballo de los conceptos burgueses de soberanía
política nacional y libertad de comercio, llevados a la práctica por la
Ley económica capitalista del
valor. Sin necesidad de guerras de conquista, colonias ni semicolonias.
Marx y Engels se adelantaron a esta realidad actual del capitalismo con
asombrosa capacidad científica previsora
en pleno apogeo del colonialismo, vislumbrando sin contar con indicios tangibles de ninguna índole, una
realidad para ellos todavía distante: la unificación de los capitales nacionales
que acabaron por unificarse a escala continental, como en los EE.UU., la
Commonwealth inglesa y la Comunidad Económica Europea:
<<El desarrollo de la
burguesía mediante la libertad de comercio, el mercado mundial, la uniformización
de la producción industrial y de las correspondientes formas de vida, va logrando
que se esfumen paulatinamente los aislamientos y antagonismos nacionales.
El dominio del proletariado acelerará esa extinción. Su acción conjunta, por lo
menos la del proletariado de las naciones más civilizadas, es una de las
primeras condiciones de su liberación (social,
como clase explotada)>>. (Op.
cit. Cap. II. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro)
Cierto, Lenin no desdeñaba
la importancia de la lucha contra los restos del colonialismo. Por ejemplo, en
abril de 1919, el emir Amanullah que había tomado el poder en Afganistán,
denunció un tratado semicolonial que Gran Bretaña le había impuesto a los
anteriores gobernantes de ese país, y emprendió acciones para enfrentar militarmente
al imperialismo que buscaba volver a la antigua condición. Lenin caracterizó
entonces a Afganistán como "el único Estado musulmán independiente en el
mundo" que podría encabezar la lucha de los pueblos musulmanes por la
libertad e independencia. Pero Lenin dijo esto cuando la tendencia a la
internacionalización del capital y al entrelazamiento con las burguesías
nacionales en casi todos los países dependientes todavía no era un hecho, como
lo fue a partir de la segunda postguerra mundial. Lenin hablaba claramente de
una lucha burguesa de liberación en la etapa de transición hacia la
internacionalización del capital, cuando el pasaje de las semicolonias a la
condición de Estados independientes era un tránsito previo, progresivo,
necesario y obligado, hacia lo que hoy es ya una realidad. Bajo estas nuevas
circunstancias, la resistencia que opuso a la OTAN el régimen dominado por la
Liga socialista yugoslava en 1999, constituye un anacronismo en toda regla,
tanto desde el punto de vista burgués como desde el punto de vista de la
necesaria unidad política del proletariado a nivel mundial.
Así las cosas, quienes en esa guerra
se inclinaron por la defensa incondicional de Yugoslavia, desde el punto de
vista marxista no son más que víctimas irreflexivas del sentimentalismo pequeñoburgués tendente a defender al débil
frente al fuerte, anteponiendo un antiimperialismo
burgués dependiente y pacato necesariamente
perdedor, al compromiso efectivamente
revolucionario con una eficaz
estrategia de poder que, por su naturaleza social, solo puede estar al alcance del proletariado. Y el primer paso
de esa estrategia proletaria, debe consistir en una política conducente a su unidad internacional, que ya
tiene su posibilidad real de concreción en la unidad internacional del capital global.
Esta realidad nada tiene que ver con
la estrategia del nacionalismo pequeñoburgués colonialista que esgrimió el
régimen yugoslavo sometiendo a Kósovo, ni con el que todavía sueñan los
nacionalistas argentinos respecto de las Malvinas, escondiendo el hecho de que
así someten la voluntad política de sus actuales habitantes. Y menos aún tiene
que ver con el neutralismo pacifista. Sí le incumbe al proletariado, en cambio,
la conversión de cualquier guerra
interburguesa de rapiña, en guerra civil revolucionaria contra el capitalismo,
tal como lo hemos dicho y volvemos repetir aquí, porque tal parece que nunca
será suficiente:
<<En
las guerras modernas las mayorías explotadas siempre han servido como
simple carne de cañón y, por tanto, en modo alguno deciden provocarlas,
emprenderlas, dirigirlas ni sacar beneficio de ellas. Bien al contrario, son
sus víctimas propicias. No solo porque crean un excedente
económico en disputa que no disfrutan y, además, ponen los muertos y
heridos de guerra en ambos bandos, sino porque a uno y otro lado de las
trincheras, encima son los que cargan con el grueso de sus costes
materiales (pagando impuestos). La supuesta “guerra entre países” —como
tantas otras expresiones que suele acuñar la burguesía en la conciencia
enajenada de los explotados— sirve para
ocultar la verdad que subyace a ella>>. "¿Guerras entre países o guerras entre
las clases dominantes de esos países”
08. La intelectualidad “marxista” en Argentina y el marxismo
A propósito de este
asunto, nos aconseja Ud. que leamos lo que al respecto ha dejado dicho Jorge
Enea Spilimbergo. En su “Autocrítica de
la revolución popular” escrita en diciembre
de 1955, Spilimbergo empieza
diciendo que, tanto el yrigoyenismo como el peronismo cayeron a manos de la oligarquía, terrateniente y comercial
—ésta última tradicionalmente intermediaria con el imperialismo inglés— porque
ambos partidos políticos no fueron
capaces de “superar las
contradicciones” que frenaron a sus dos movimientos. ¿No será que
carecieron de voluntad política para ello? ¿Y no será que carecieron de
voluntad política, porque así está en su naturaleza de clase intermedia?
Veamos.
En el apartado que tituló “La izquierda cipaya”, Spilimbergo
arremete contra el socialdemócrata Juan B. Justo porque, en 1930, orientó a su
partido socialista en la idea de predisponer a sus militantes, para que
aleccionaran a los obreros argentinos, contra la burguesía industrial argentina,
considerada progresista:
<<Aconsejó a los obreros (en nombre de un falseado
internacionalismo), desentenderse de las luchas generales del pueblo por la
independencia económica y el sufragio universal>>. (Spilimbergo: Op. cit.)
Spilimbergo
pensaba, evidentemente, que con el desarrollo
autosostenido de su industria, Argentina podía lograr su emancipación económica como país
respecto del poder imperialista.[3]
Quince años después el peronismo asumió el gobierno de la Nación retomando las
banderas del Yrigoyenismo, al mismo tiempo que aquél Partido Radical
pequeñoburgués de Yrigoyen, se pasaba con armas y bagajes al partido “Unión Democrática” de la oligarquía
tradicional, correa de trasmisión de la diplomacia británica al interior del
Estado Argentino.
El general Juan Domingo Perón asumió el gobierno en 1945. ¿Qué pensó y
opinó Spilimbergo de ese gobierno diez años después? Empezó sorprendiendo al
decir que:
<<“se apoyó en el proletariado argentino pero no
fue el gobierno del proletariado>> (Ibíd.)
Seguidamente, Spilimbergo
reconoció que, a caballo de la onda larga expansiva del capitalismo iniciada
durante la Segunda post Guerra Mundial:
<<Bajo
la administración peronista se ha vivido (en Argentina) una
época de intensa acumulación industrial. Este desarrollo, logrado a expensas
del imperialismo (¿???), trajo
consigo el afianzamiento de la propiedad burguesa (individual) de los medios de
producción>> (Ibíd. Lo entre paréntesis nuestro).
Pero en el siguiente párrafo completa su descripción crítica del movimiento peronista, reprochándole no
haber conseguido:
<<….atraerse al
grueso de la burguesía argentina>>.
E inmediatamente intenta
explicar por qué:
<<En primer término, los industriales temieron chocar
abiertamente con Estados Unidos e Inglaterra (es decir, con el imperialismo), por
miedo a represalias económicas. En segundo lugar, no aceptaron que se
movilizara al pueblo, única manera de afianzar la política antiimperialista, y
mucho menos que parte de lo ganado al capital extranjero se convirtiera en
mejores salarios y otras conquistas sociales. No olvidemos, por último, las
conexiones de nuestra burguesía con la propiedad terrateniente y el capital
internacional, ni su subordinación al mercado yanqui-europeo de medios de
producción.
La burguesía industrial argentina, endeble y temerosa, al punto
de no haber logrado hasta la fecha constituir un partido político que la
represente, prefirió que todo se limitara a un reajuste de las condiciones
imperantes durante la década del 30. Postuló su "lugarcito" en la
constelación oligárquica, y en pos de ese objetivo militó, en la Unión
Democrática, no sólo contra Perón y el pueblo, sino también contra sus propios intereses>>
(Op. cit. Lo entre paréntesis nuestro).
O
sea, que si el peronismo no fue un gobierno del proletariado, según el legado
de Spilimbergo se explica, porque la burguesía industrial argentina tuvo miedo,
tanto del imperialismo como de las luchas del proletariado. En realidad, si el
peronismo no fue un gobierno del proletariado, es porque ese partido demostró haberse
puesto al servicio de la burguesía en su conjunto, como no podía ser de otra
manera y ha quedado históricamente
demostrado. Tal como antes había sucedido con el Partido Radical de
Hipólito Yrigoyen. Ambos fueron partidos peleles que, por su naturaleza de clase, solo podían involucionar hacia su
derecha, como así fue.
Spilimbergo
intentó confusamente conciliar al marxismo con el nacionalismo burgués, creyendo
que la “revolución” nacional era no
solo posible sino necesaria. Para él, como para Ud., la revolución
socialista en los países económicamente dependientes, pasaba por la previa
liberación nacional de sus burguesías nacionales respecto del imperialismo,
confiando en el presunto carácter revolucionario nacional de las incipientes
burguesías industriales. Y esa tarea exigía la conformación de un “bloque
histórico de poder político” entre el proletariado
y la burguesía nacional argentina emergente, es decir, el “pueblo”. Como
así lo proclamaba ese famoso estribillo de la marcha peronista:
Los muchachos peronistas
Todos unidos triunfaremos,
Y como siempre daremos
Un grito de corazón:
¡Viva Perón! ¡Viva Perón!
Por ese gran argentino
Que se supo conquistar
A la gran masa del pueblo
Combatiendo al capital.
El peronismo —como el
Yrigoyenismo— fue un bloque de poder político socialmente contradictorio que la pequeñoburguesía concibió para que los asalariados
argentinos fungieran en él, como una
fuerza política de apoyo a la burguesía
nacional industrial incipiente, contra la poderosa oligarquía pro imperialista. Pero no precisamente para resolver esa contradicción
política en el sentido progresivo,
sino para que se mantenga en
los mismos términos, como en un “stand by”. De ese modo la pequeñoburguesía política
dirigente de ese partido, tendía a conjurar el peligro de que sus bases
sociales pudieran ser expropiadas
como clase intermedia, sea por un extremo u otro de la contradicción
entre la burguesía nacional y la burguesía pro imperialista en Argentina. Y
trataron de lograrlo a contrapelo de la tendencia económica irrefrenable del
capitalismo. ¿Cómo? Reforzando al polo de la contradicción más débil —la
burguesía nacional—, contra el más fuerte, la burguesía pro-imperialista. Y
para eso se valieron del proletariado.
Tal como vino repitiendo Marx en diversos pasajes de
su obra, la pequeña burguesía tiende
a conciliar los polos opuestos o contrarios al interior de las contradicciones dialécticas generadas
por el capitalismo. Dada su
condición de clase intermedia,
la pequeña burguesía teme que
el aluvión expropiatorio le pueda venir tanto del proletariado como de la gran
burguesía. De ahí que su radical
anticomunismo se haya venido combinando con la política de apoyarse en el
bloque de poder “popular constituido por la
burguesía nacional y el proletariado, para equilibrar fuerzas con el
bloque de poder entre la oligarquía terrateniente y la burguesía comercial,
retardando las consecuencias de la inevitable centralización de los capitales, es decir, su expropiación:
<<Ese pequeño burgués diviniza la contradicción,
porque la contradicción es el núcleo de su ser. No es más que la
contradicción social en acción. Debe justificar teóricamente lo que él mismo es
en la práctica, y al señor Proudhon corresponde el mérito de ser el intérprete
científico de la pequeña burguesía francesa, lo que constituye un verdadero
mérito, pues la pequeña burguesía será parte integrante de todas las
revoluciones sociales que han de suceder>>. (K. Marx: Carta a Pável
Vasílievich Annenkov del 28/12/1846. El subrayado nuestro)[4]
Preservar al sistema y subsistir como clase dominante
subalterna, compartiendo en las
mejores condiciones posibles el común negocio de explotar trabajo asalariado con la burguesía en su conjunto Tal
es la lógica económica y social que preside el comportamiento político de la
pequeñoburguesía. Nosotros lo tenemos muy claro, señor Schiavoni. Y tal precisamente ha venido siendo el comportamiento de los frentes policlasistas en países
como Argentina.
Por tanto, siendo cierto que tanto el
yrigoyenismo como el peronismo hayan sido dos movimientos políticos de carácter pequeñoburgués, en
cambio no es cierto que esos movimientos políticos hayan sido incapaces de resolver políticamente la contradicción esencialmente no
antagónica, entre el bloque
histórico de poder político imperialista constituido desde 1860 por la oligarquía terrateniente agroexportadora
en alianza con la burguesía comercial porteña, y el bloque histórico de poder “nacional”
constituido por la burguesía industrial
y el proletariado. Incapaz es el que no puede. Tanto el yrigoyenismo
como el peronismo se negaron a asumir ese cometido.
Por tanto, lo que la
verdad histórica ha demostrado, es que el interés
político de quienes dirigieron el bloque político “nacional”, se
orientó instintivamente NO
precisamente para resolver esa
contradicción con el bloque imperialista en sentido revolucionario,
sino para mantenerla viva, obstaculizando
así que se incline a favor de cualquiera de sus dos contrarios. Porque ese
sería el fin de la pequeñoburguesía
como sector de clase propietaria de medio pelo. Esto es lo que explica la
función del yrigoyenismo y del peronismo en función de supuestos árbitros en esa dialéctica de poder político
entre el bloque nacional y el bloque imperialista.
Spilimbergo dice que, para
llevar a cabo el proceso de industrialización argentino, el bloque de poder
“nacional” debía no eliminar
sino “resistir la formidable
presión” que el capital imperialista ejercía a través de la oligarquía nacional; y que, para
eso, el peronismo debió apoyarse en los asalariados y la pequeñoburguesía de la
ciudad y el campo. Pero del supuesto “fracaso” de tal experiencia le echó todas
las culpas a la burguesía industrial que tildó de “endeble y temerosa”:
<<En
primer término, los industriales temieron chocar abiertamente con Estados
Unidos e Inglaterra, por miedo a represalias económicas. En segundo lugar, no
-aceptaron que se movilizara al pueblo, única manera de afianzar la política
antiimperialista, y mucho menos que parte de lo ganado al capital extranjero se
convirtiera en mejores salarios y otras conquistas sociales. No olvidemos, por
último, las conexiones de nuestra burguesía con la propiedad terrateniente y el
capital internacional, ni su subordinación al mercado yanqui-europeo de medios
de producción.
La
burguesía industrial argentina, endeble y temerosa, al punto de no haber
logrado hasta la fecha constituir un partido político que la represente,
prefirió que todo se limitara a un reajuste de las condiciones imperantes
durante la década del 30. Postuló su "lugarcito" en la constelación
oligárquica, y en pos de ese objetivo militó, en la Unión Democrática, no sólo
contra Perón y el pueblo, sino también contra sus propios intereses>>. (Jorge Eneas Spilimbergo: Op. cit.)
Lo cierto es que buena
parte de la industrialización urbana y rural del país, se llevó a término con
el producto de valor
procedente de los excedentes
agropecuarios argentinos exportados por la oligarquía terrateniente con
destino a las metrópolis imperialistas. Negocio en el que la oligarquía
comercial porteña ofició de intermediaria, Posteriormente, ese proceso
industrializador se aceleró a
partir de 1945, gracias a los 5.000 millones de dólares de superávit de la
balanza comercial argentina, equivalentes a las exportaciones de trigo y carne
con destino a los países beligerantes en la Segunda Guerra Mundial, que durante
ese período no tuvo su correspondiente contrapartida en las importaciones. Así
las cosas, cabe afirmar que la tan cacareada emancipación económica del proletariado como clase nacional, cabalgó sobre
una contradicción política
interburguesa (burguesía nacional-imperialismo), en última instancia económica y políticamente complementaria.
Y no es que la burguesía
industrial fuera temerosa de nada, porque siempre tuvo muy claros sus intereses
de clase y actuó en consecuencia. El supuesto bloque de poder entre la
burguesía nacional y el proletariado en Argentina, fue y sigue siendo, pues, otro embeleco en el que quiso creer
esa intelectualidad pequeñoburguesa
de los países económicamente
dependientes, como fue el caso de Spilimbergo en Argentina, soñando con
la posibilidad de que la emancipación
económica del país y del propio proletariado, viniera de la mano de la
burguesía nacional supuestamente progresista.
Lo que ha pasado en
realidad, es que ese bloque de poder permitió mantener intacta la sujeción del proletariado a la
explotación económica y opresión política de que sigue siendo objeto por el
sistema, entre cuyos intersticios ha venido sobreviviendo la pequeñoburguesía
buscándose la vida, mientras el “viejo topo” de la Ley del valor hacía lo suyo.
En ese intervalo, al “marxismo” de esa intelectualidad de medio pelo, como
Spilimbergo, los chivos expiatorios que se inventó en su discurso confuso y
contradictorio, le han servido para eludir su compromiso sincero con la
revolución. Uno de esos chivos expiatorios fue la burocracia media y baja, su
idiosincrasia política derivada de su sociología parasitaria, mientras los
altos dirigentes aparecían como si hubieran querido hacer otra cosa pero no
pudieron:
<<El
bonapartismo, que movilizaba las masas para desbaratar la presión
imperialista-oligárquica, procuró al mismo tiempo canalizar el impulso del
pueblo dentro de los límites de la legalidad burguesa (la propiedad privada sobre los medios de
producción y de cambio). Ello explica
que las formas clásicas del estado burgués argentino fueran mantenidas y aún
desarrolladas durante la última década.
De este modo, las empresas nacionalizadas
lo fueron sin el control obrero; los planes económicos se trazaron y cumplieron
sin la intervención de los sindicatos; la lucha contra el agio no movilizó a
los consumidores; la prensa, cerrada a la voz del pueblo, fue el órgano de la
burocracia.
¿Pero
era capaz la burocracia de cumplir al estilo burgués, es decir, respetando el
orden heredado, las tareas de liberación nacional que la clase obrera pugna por
cumplir al estilo proletario, o sea, revolucionariamente y no respetando otros
límites que los señalados por el interés del pueblo?
La respuesta es negativa. Aunque la
burocracia no es una clase, su elemento humano se recluta entre la
pequeña-burguesía de cuello duro y los técnicos e intelectuales de las clases
dominantes. Los funcionarios apoltronados, las ratas de escritorio, poseen una
tradición, un espíritu de cuerpo, una conciencia social, cuyo carácter
distintivo es el odio antiobrero, la simpatía hacia el patrón, la rutina sin
riesgos, y el servilismo antinacional. De ahí que las cuatro quintas partes de
la burocracia peronista haya combinado su amor al presupuesto y a la coima con
un rabioso antiperonismo>>. (Op. cit. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)
Decir que la burocracia peronista fue rabiosamente antiperonista es otra
forma de matar al mensajero. Tanto como para que los explotados argentinos sigan
creyendo en que el Peronismo sigue siendo un movimiento revolucionario. ¿O no,
señor Schiavoni? Armando Jaime, antiguo líder del “Frente Antiimperialista por el Socialismo” y candidato a
Presidente de la República Argentina en las elecciones del 11 de marzo de 1973,
contaba durante su exilio en España lo que le había escuchado decir a Perón reunido
con sus más allegados:
<<Nosotros debemos dejar que los obreros resuelvan el 90% de los
problemas políticos del país, mientras nosotros nos reservamos el 10% más
importante>>
Yrigoyen y Perón junto a sus cuadros
superiores supieron muy bien lo que hicieron y para qué. Por tanto, haber
confiado en que el peronismo gobernaría el país permitiendo el control obrero
de la producción, para luego cargarle la culpa de ese fiasco monumental a la “burocracia”,
es como imaginarse que la trasmisión de un coche puede funcionar sin el motor.
O como creer en lo que dejó dicho a sus discípulos el profeta cristiano Isaías:
<<Habitará
el lobo con el cordero y el leopardo se acostará con el cabrito, y comerán
juntos el becerro y el león, y un niño pequeño los pastoreará>> (“Antiguo
Testamento”: Cap. 11 versículo 6)
A
propósito del becerro y el león, recordamos a “nuestro general” recién llegado
de su exilio, haber dicho que él ya era un “león herbívoro”. Si por emancipación económica del proletariado
en cualquier país, se entiende el hecho de obtener
el producto íntegro de su trabajo —como así consideramos los marxistas consecuentes que debe
ser y sin duda será—, entonces la clase social que de verdad sacó provecho en Argentina
frente al capital multinacional, no pudo ser otra que la burguesía nacional. Pero ya vimos que la historia no ha
discurrido por los derroteros que se imaginó la intelectualidad pequeño
burguesa en los países capitalistas económicamente dependientes. Porque de esa burguesía nacional presuntamente “progresista”,
la que no acabó convertida en gran
burguesía trasnacional —como es el caso de Pérez Companc—, fue absorbida
por el capital multinacional
excedente o supernumerario procedente de los países imperialistas. Ni
más ni menos que como previeron Marx y Engels en 1848.
En lo que
respecta a los asalariados argentinos, como los demás en otras latitudes siguen
siendo no igual, sino más explotados
y oprimidos que nunca. Y sus personeros ejecutores de la explotación y opresión política directa,
en todo ese proceso de la supuesta “emancipación nacional”, pudieron haberse
reciclado por fallecimiento, cambio de fisonomía, de nombre y hasta de nacionalidad.
Como Bin Laden. Pero la clase social
que les ha venido identificando como sus beneficiarios, sigue siendo la misma
en todas partes. Lo demás es puro cuento para justificar que la explotación y la
opresión política —más o menos disimulada— sigan su curso, señor Schiavoni.
Un saludo: GPM.
[1] Teniendo en cuenta que la mayor o menor productividad
del trabajo está en función de la composición
orgánica media del capital actuante en cada país, el más beneficiado en
los intercambios internacionales es el que detenta la mayor composición
orgánica, obteniendo más ganancia a cambio de menos. O sea, que el mercado
internacional fija el
intercambio desigual entre países y, por tanto, su desigual desarrollo económico. Pero la incontenible difusión
del progreso científico técnico a instancias del “efecto demostración”, tiende
a igualarlo.
[2] La composición orgánica del capital se define por la relación entre el capital invertido en suelo, edificios, maquinaria, materias primas, materias auxiliares (combustibles-lubricantes, material de escritorio, etc.) y mobiliario, respecto del invertido en salarios.
[3] Con esto estaba diciendo, que Argentina distaba ya mucho de lo que una vez fue, es decir, una colonia británica. Que usted nos recomiende leer las obras de Spilimbergo para curarnos de nuestro brote eurocentrista, parece un sarcasmo, señor Schiavone.
[4] En ese momento, Marx estaba en pleno trabajo de
elaboración escribiendo su conocida obra “Miseria
de la Filosofía”, que acabó a principios de 1847 como respuesta a: “Filosofía de la miseria”, de Proudhon.