04. De la nacionalidad a la internacionalidad del capital
A propósito de lo que Ud. ha catalogado
como colonia, el ejemplo que presenta Lenin de país económicamente dependiente, es Argentina, al cual Inglaterra
había venido dominando económica y diplomáticamente desde el siglo XVIII, "sin violar su independencia
política". Por supuesto, Argentina padeció todo tipo de
condicionamientos políticos, derivados de su dependencia económica respecto de Gran Bretaña. No obstante,
estaba ubicada en una relación distinta con respecto a los países coloniales y semicoloniales,
porque ostentaba autodeterminación
política.
¿Qué entendieron Marx y Engels por nación bajo el capitalismo? Que,
en ellas:
<<La burguesía suprime cada
vez más el fraccionamiento de los medios de producción de la propiedad y de
la población (en distintas pequeñas partes). Ha
aglomerado la población, centralizado los medios de producción y concentrado la
propiedad en manos de unos pocos. La consecuencia obligada de ello ha sido la
centralización política. Las provincias independientes, ligadas entre sí casi
únicamente por lazos federales, con intereses, leyes, gobiernos y tarifas
aduaneras diferentes, han sido consolidadas en una sola nación, bajo un
solo gobierno, una sola ley, un solo interés nacional de
clase y una sola línea aduanera>>. (Op. cit. Cap. III. El
subrayado y lo entre paréntesis nuestro)
Para Marx y Engels, pues, la nación no
es la simple unidad política de
una población al interior de un territorio políticamente delimitado, sino que
esa unidad de sus habitantes está regida por leyes y dirigida por gobiernos, cuyo interés no es el de toda la población sino el de su clase social dominante cada vez más opulenta
y minoritaria. Tal es la función del dinero y de la libertad
de comercio.
Cabría
preguntarse aquí, si países como Argentina no se asemejaban a las semicolonias por el hecho de que estaba
allí planteada su liberación desde el
punto de vista económico. Lenin contestaba que sí, pero este objetivo:
liberarse de la dependencia económica
respecto del imperialismo y de las consecuentes presiones políticas y
diplomáticas que se derivan de ella, ya no constituía un objetivo político en
el sentido democrático burgués. ¿Por qué? Pues, porque, la mayor o menor dependencia
económica de un país formalmente independiente
respecto del resto, es producto del desarrollo económico desigual imperante en el
mercado internacional, donde las
distintas economías nacionales
se vinculan a través del intercambio de sus mercancías, no ya confrontando directamente sus respectivos
precios de producción —como
sucede en cada economía nacional—, sino a través del distinto poder adquisitivo de sus respectivas
monedas nacionales, determinado por la productividad del trabajo en cada país según la composición orgánica del capital promedio,
con que cada país produce sus propias mercancías; poder de compra que se
refleja en los distintos tipos de
cambio de cada moneda nacional respecto de las demás, donde a mayor
productividad del trabajo, menor valor de cada unidad de producto y, por tanto,
mayor poder adquisitivo de su moneda nacional.[1]
Esta forma de intercambio
internacional desigual, basada en el desarrollo
económico desigual entre distintos países, lejos de atenuar la
desigualdad económica en el plano de las relaciones comerciales internacionales
tiende fijarla y acentuarla, agudizando la lucha entre clases sociales al
interior de los países capitalistas
económicamente dependientes. Al mismo tiempo que los mayores réditos de
los países más desarrollados, permitían a sus burguesías apaciguar las luchas
sociales en sus propios territorios.
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[1] La composición orgánica del capital se define por la relación entre el capital invertido en suelo, edificios, maquinaria, materias primas, materias auxiliares (combustibles-lubricantes, material de escritorio, etc.) y mobiliario, respecto del invertido en salarios.