Asalariado:
¡¡Aviva el seso y despierta!!
<<Hegel ha sido
el primero en exponer rectamente la relación entre libertad (de acción) y necesidad
(es decir, el hecho de actuar, no supone por eso ser libre, si lo que se hace
no es necesario). Para él la libertad
es la comprensión de la necesidad. (….) La libertad de la voluntad
no significa, pues, más que la capacidad de poder decidir con conocimiento
de causa. Cuanto más libre es el juicio (certeza) de
un ser humano respecto de un determinado punto problemático, con tanta mayor
necesidad estará determinado el contenido de ese juicio (su concepto
y la consecuente voluntad de resolver el problema);
mientras que (por el contrario) la
inseguridad debida a la ignorancia y que elige con aparente arbitrio
entre posibilidades de decisión diversas y contradictorias, prueba con ello
su propia libertad, su situación de dominado por el objeto al que precisamente
tendría que dominar. La libertad consiste, pues, en el dominio sobre nosotros
mismos y sobre la naturaleza exterior, basado en el conocimiento de las (distintas) necesidades naturales (que exigen de nosotros mismos en cada caso
un determinado comportamiento)>>.
(F. Engels: “Antidühring” Cap.
XI: “Moral y derecho. Libertad y necesidad” Ed. Grijalbo/1977 Pp. 117/118.
Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros. Versión digitalizada Pp. 104)
01. ¿Cuál fue
la trampa de las últimas elecciones en Catalunya?
El pasado día 03
de octubre hemos recibido un correo de Santi Ochoa, quien bajo el título de: “La
trampa del 47-53” en alusión al resultado oficial de las recientes
elecciones al parlamento en Catalunya, vino a decir lo siguiente:
<<El
primer paso para la manipulación de los resultados electorales es haber
omitido deliberadamente la referencia a las cifras del número de votos, que
enseguida desaparecen en la mayoría de las informaciones o análisis del
escrutinio, siendo sustituidos por
porcentajes abstractos.
Una
vez más, así ha vuelto a suceder en las recientes elecciones al Parlament de 2015,
donde se ha vuelto a repetir como un mantra que según los resultados
electorales hay una mayoría de catalanes que no están por la
independencia, pues el porcentaje de votos independentistas de “Juntos por el
Sí” (JxSi) sumados a la “Candidatura por la Unidad Popular” (CUP) son el 47%, o
sea menos de la mitad del censo electoral; y sin embargo la opción españolista se
supone que es del 53%.
La trampa ha
consistido en interpretar que casi un millón de personas, 988.400 que se han
abstenido de votar o que han votado en blanco o nulo, son también contrarios a
la independencia de España, cuando por su naturaleza no se pueden interpretar ni
a favor ni en contra de ninguna opción.
Por lo
tanto, la realidad es bien distinta. El total de votos independentistas fue de
casi dos millones, exactamente 1.957.348 = 1.620.973 de “Juntos por el Sí” +
336.375 de la “CUP”. Y los votos españolistas, o sea el resto de las
candidaturas, fueron un millón y pico: 1.192.060. Así las cosas, si los votos
de ambas partes se comparan con el censo electoral que es de 4.115.807
electores, la horquilla del porcentaje de votos independentistas es del 47,55%
frente al 28.96 % de los españolistas. Pero si
se comparan con el total de votos emitidos y escrutados = 3.149.408, que
es lo correcto, la horquilla resulta ser del 62,15% frente al 37,85%.
Dicho de otra forma, estas elecciones han revelado que, hoy por hoy, por cada
100 electores que han votado españolistas, 164 han votado por la República
Catalana Independiente. Esto resulta de dividir 1.957.348 votos a favor del Sí,
por los 1.192.060 votos a favor del No; nada que ver con las cantidades que dan
título a este artículo>>.
Bien. Hasta este punto se explica
perfectamente la trampa que Santi Ochoa, con toda razón, atribuye a los nacionalistas de arriba que
todavía gobiernan a España con sede en La Moncloa, para que así parezca como si
el voto del No a la independencia de Catalunya, haya triunfado frente al Sí. O
sea, que denuncia a quienes detrás o por debajo de esa tramposa maniobra de
cálculo electoral, esconden su política totalmente contraria al legítimo
derecho de los pueblos a su autodeterminación.
Pero,
¿determinar quiénes hayan ganado estas elecciones realmente es el verdadero punto
problemático a resolver en cuanto a lo que significa la libertad, entendida
como el conocimiento de la necesidad? ¿Qué cambiaría hoy día esencialmente hablando en la
sociedad catalana la posible autodeterminación nacional, si las mayorías sociales dentro de esa
nueva nación independiente siguen siendo
de condición económica y política subalterna, explotada y oprimida? Nos
referimos a “los de abajo” como así precisaba
en definirles Bertolt Brecht. Y es que cuando en el actual sistema capitalista cualquier “pueblo”
alcanza la autodeterminación nacional, sin
más, arrastra consigo las diferencias
de clase social subsistentes, es decir, la palpitante contradicción política
entre las mayorías sociales subalternas “de abajo” y las minorías dominantes
“de arriba”. Porque lo decidido entre todas ellas juntas votando en unas urnas
como pueblo la soberanía nacional sobre un
territorio, en modo alguno supone que “los de abajo” consigan la más mínima emancipación real. Muy por el
contrario, mantiene y consolida en el poder político a “los de arriba”. He aquí
la verdadera trampa en toda
esta movida. Porque la noción de las palabras “pueblo” y “nacionalidad” o
“patria”, no elimina —y ni siquiera suspende— las diferencias de clase subsistentes,
donde “los de arriba” siguen ejerciendo el dominio político sobre “los de
abajo”. Unos hechos consumados desde los tiempos de la Revolución Francesa, que
la cacareada “soberanía nacional” no hace más que consolidar. Por eso Bertolt
Brecht decía con toda certidumbre:
<<El
nacionalismo de los de arriba sirve a los de arriba. El nacionalismo de los de
abajo sirve también a los de arriba. El nacionalismo, cuando los pobres lo
llevan dentro, no mejora: es un absurdo total>>
De aquí se deduce que mientras “los de abajo” en
cada nación no adquieran conciencia
de clase, jamás serán realmente libres ni decidirán hacer lo necesario
para salir de esa miserable, humillante y tramposa condición “nacional”. Seguirán
siendo relegados y subalternos, es decir, unos mandados por completo carentes
de autodeterminación social y humana. Y no se atreverán a luchar por su
libertad convenciendo a “los de arriba” para que renuncien a ese odioso privilegio que les
confiere la trampa de la “democracia representativa”. El conocimiento de causa
como condición ineludible de la verdadera libertad. Este es el punto
problemático que deben resolver las mayorías asalariadas en las actuales
circunstancias. Porque el hecho de decidir votando —como pueblo— qué fracción de las minorías sociales seguirán detentando
el poder real en cada nación
o patria, no supondrá que esas mayorías sociales hayan concretado allí donde
vivan, la más mínima emancipación para ser humanamente libres sino al
contrario, reafirmarán sin darse cuenta en su falsa
conciencia, la condición de seguir siendo clase subalterna o dominada, a la vez que justificarán en el
ejercicio del poder efectivo y real
a “los de arriba” que les explotan y oprimen. Bajo tales condiciones será falso
de toda falsedad que puedan compartir “la patria”, porque no será suya:
<<Los obreros no tienen patria. No se les
puede arrebatar lo que no poseen…>> (K. Marx F. Engels: “Manifiesto
comunista” Cap. II)
Esta es
la realidad que la clase dominante “nacional” ha podido ratificar en Catalunya,
una vez más, mediante la llamada “voluntad popular” ejercida en esa ceremonia
de la confusión que tuvo lugar allí durante las últimas elecciones el 27 de
setiembre pasado. Todo un ritual que consagra el timo del “derecho ciudadano
a decidir”, envuelto en el mito de la autodeterminación nacional que, para
“los de abajo”, no conduce a ninguna parte que valga la pena.
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