2. Ley General de la Acumulación Capitalista

¿Por qué causa —y a pesar de todas estas reformas— los pensionistas siguieron aumentando progresivamente más que los asalariados en activo cotizantes al fondo de pensiones? El Estado español contesta a esta pregunta, diciéndonos malévolamente que es porque los asalariados no aportamos a la sociedad prole suficiente. Si así fuera, el número de los asalariados sin trabajo en condiciones de trabajar sería todavía mayor y las cotizaciones habrían disminuido todavía más, porque cuanto más progresa el desarrollo tecnológico incorporado a los medios de trabajo, menor es el número de empleados necesario para poner en movimiento más medios de producción por unidad de tiempo, a consecuencia de lo cual más sube el paro y el trabajo precario; por tanto, mayor es la presión de los parados sobre los empleados, para que trabajen más intensamente por menos salario, aumentando los accidentes de trabajo al tiempo que aportan menos al fondo de pensiones, como resultado de lo cual disminuye la pensión o salario diferido de los futuros jubilados.

Como ya hemos insistido en decir y ésta es la enésima vez —porque tal parece que nunca será suficiente— el capitalismo consiste, esencialmente, en que los patronos puedan emplear la mayor cantidad posible de tiempo de trabajo asalariado, pagando solo la parte de la jornada diaria en que sus empleados producen el equivalente a sus medios de vida, para que durante lo que resta produzcan plusvalor gratis que ellos se apropian a los fines de acumular capital. El patrón contrata al asalariado por el valor producido, digamos que en cuatro horas, pero le hace trabajar por ocho o por diez, de lo contrario el capitalismo sería inviable. En la forma que adopta el contrato laboral, solo figura lo que el asalariado acuerda cobrar a cambio de su trabajo durante cada jornada. No dice nada acerca de lo que el salario supone en términos de tiempo trabajado; como si ese tiempo fuera el de la jornada entera:

<<La forma del salario, pues, borra toda huella de la división de la jornada de trabajo entre trabajo necesario y plustrabajo, entre trabajo pagado y trabajo no retribuido. Aquí, todo el tra¬bajo aparece como si fuese trabajo retribuido. En la prestación personal servil (propio de la sociedad feudal), el trabajo que el siervo realizaba para sí, y el trabajo forzado que rendía para su señor, propietario del suelo, se distinguían, tanto en el tiempo como en el espacio de un modo tangible. En el trabajo de los esclavos, incluso la parte de la jornada en que el esclavo no hacía más que reponer el valor de lo que consumía para vivir y en que, por tanto, trabajaba para sí, se presentaba exteriormente como trabajo realizado para su amo. Todo el trabajo del esclavo parecía trabajo no retribuido. Con el trabajo asalariado sucede lo contrario: aquí, incluso el trabajo excedente o trabajo no retribuido parece pagado. Allí, el régimen de propiedad (absoluta del amo sobre el esclavo) ocultaba el tiempo que el esclavo trabajaba para sí mismo (de lo contrario su trabajo sería imposible); aquí, el régimen del dinero esconde el tiempo que el asalariado trabaja gratis para su patrón>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. XVII. Lo entre paréntesis nuestro)

a) La acumulación basada en la expansión del trabajo asalariado.

En los albores del sistema de explotación capitalista, la burguesía incipiente —todavía bajo el dominio de la nobleza en la sociedad feudal— estaba en la tarea de convertir a los artesanos y campesinos parcelarios en asalariados. Durante ese proceso, la acumulación del capital global crecía más en la extensión del trabajo empleado que en la intensidad de su explotación. O sea, que la estructura de la producción capitalista que Marx llamó: composición orgánica del capital, entendida como relación entre la inversión en medios de producción (máquinas-herramientas, materias primas, combustibles y lubricantes) por un lado, y la invertida en fuerza de trabajo (salarios), por otro, se mantenía constante o aumentaba muy lentamente[ [1] ] . Acerca de esto Marx explica:

<<El acrecentamiento del capital implica el incremento de su parte constitutiva variable (salarios), o sea, de la que se convierte en fuerza de trabajo. Una parte del plusvalor transformado en pluscapital (capital acrecentado) tiene que reconvertirse siempre en capital variable o fondo suplementario de trabajo (asalariado; pero, para eso, el personal a contratar. debe estar disponible en el mercado). Si suponemos que, a condiciones en lo demás iguales, la composición del capital se mantiene inalterada, esto es, que para poner en movimiento determinada masa de medios de producción o capital constante se requiere siempre la misma masa de trabajo, es evidente que la demanda de trabajo y el fondo de subsistencia de los obreros crecerán en proporción al capital (acrecentado disponible para inversión), y tanto más rápidamente cuanto más rápidamente crezca éste.>> (K. Marx: "El Capital” Libro I Cap. XXIII.Aptdo.1. Lo entre paréntesis nuestro)

En lo dicho hasta aquí, hemos venido suponiendo que con cada progreso de la acumulación, se mantiene invariable la fuerza productiva del trabajo, es decir, la composición técnica y orgánica del capital, esto es, la relación entre lo que se invierte en medios de producción y lo que se demanda para invertir en mano de obra a fin de poner en movimiento esos medios. Dicho de otro modo, se ha venido suponiendo que el límite de la acumulación ha sido la cantidad de fuerza de trabajo disponible que le suministra el crecimiento natural o vegetativo de la población explotable.

b) la acumulación basada en el progreso técnico.

Según progresa la acumulación, llega un momento en que, a instancias de la competencia intercapitalista, la misma masa de capital acrecentado provoca una revolución técnica y un cambio cualitativo en su composición, de valor, es decir, por cada unidad de capital invertido se destina proporcionalmente más a invertir en medios de producción que en salarios, de modo tal que un cada vez menor número de asalariados mueva más medios de producción por unidad de tiempo empleado.

En esto consiste técnicamente el progreso de la fuerza productiva del trabajo, sin menoscabo del salario real de los empleados ni de sus condiciones de trabajo. El capital deja así de acumularse exclusivamente en extensión (ampliando el número de obreros empleados), para pasar a acumularse también y, sobre todo, en intensidad, o sea, aumentando la productividad de su trabajo. ¿Cómo? Revolucionando incesantemente la técnica incorporada a los medios de trabajo, a fin de que una mayor cantidad de ellos, pueda ser movida por un menor número de operarios, a fin de procesar un mayor volumen y valor en materias primas por unidad de tiempo.[ [2] ]

Pero lo más importante a tener en cuenta para los fines de este escrito, es que el aumento histórico de la productividad del trabajo por el adelanto tecnológico incorporado a los medios de producción, se traduce en que el empleo de asalariados decrece progresivamente respecto de la masa de los medios de producción que ponen en movimiento. Aumenta, por tanto, la composición técnica y orgánica del capital; técnica porque se pasan a emplear máquinas y herramientas que tornan más rápido y eficaz el trabajo; orgánica porque se invierte progresivamente más valor-capital en medios de producción que en salarios.

Por otra parte, dada la jornada colectiva de labor —cuya extensión medida en tiempo de trabajo se obtiene multiplicando su duración (que naturalmente no puede exceder las 24 Hs. del día) por el número de empleados—, lo que la burguesía consigue incrementando la productividad del trabajo, es acortar el tiempo de la jornada en que los asalariados producen por el equivalente a sus medios de vida, con la finalidad de alargar la parte durante la que trabajan gratis para sus respectivos patronos, produciendo así más plusvalor capitalizable. Aumenta la tasa de explotación como relación entre el plusvalor y el salario.

Pero según la jornada colectiva de labor se acorta por efecto de la productividad del trabajo para aumentar el plustrabajo creador de plusvalor durante la parte de la jornada restante, el número de empleados que se necesitan para mover medios de trabajo más eficaces, aumenta, pero necesariamente cada vez menos.

A raíz de este cambio cualitativo en el metabolismo del trabajo que, a instancias del cambio tecnológico realiza el capital con sus asalariados a lo largo del proceso de acumulación, el capital convierte a una parte cada vez mayor de la población asalariada, en aparentemente supernumeraria o sobrante respecto de la masa de capital en funciones. El paro estructural masivo se produce como consecuencia del desarrollo técnico que la burguesía incorpora al mayor volumen y variedad de los medios de producción que cada operario es obligado a poner en movimiento, durante la jornada de labor cuyo tiempo de duración se mantiene constante, de modo que el capital se acumula más rápidamente que la población empleada y ésta aumenta menos que su parte no empleada o explotable. Ergo, el ejército industrial de reserva crece:

<<Esa disminución relativa de su parte constitutiva variable (respecto de su parte constante) acelerada con el crecimiento del capital global y en proporción mayor que el crecimiento de éste (por el propio aumento de la productividad), aparece, por otra parte, a la inversa, como un incremento absoluto de la población obrera (explotable) que siempre es más rápido que el del capital variable (población explotada) o que el de los medios (de producción) que permiten ocupar a aquella. La acumulación capitalista produce de manera constante, antes bien, y precisamente en proporción a su energía y a su volumen, una población obrera relativamente excedentaria, esto es, excesiva, para las necesidades medias de valorización del capital y, por tanto, superflua>>. (K. Marx: Op. Cit Libro I Cap. XXIII. Aptdo. 3. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

Pero con la acumulación y el consiguiente desarrollo de la fuerza productiva del trabajo —que se verifica no solo en la producción directa sino en el comercio, los transportes y las telecomunicaciones—, la población supernumeraria es reabsorbida por el proceso mismo de producción de plusvalor, convertida en base social del propio capital en expansión, que se nutre de ese ejército industrial de reserva para los fines de una mayor acumulación del capital en escala ampliada:

<<….no solo porque el crédito, bajo todo tipo de estímulos particulares y en un abrir y cerrar de ojos, pone a disposición de la producción una parte extraordinaria de esa riqueza, en calidad de pluscapital, sino porque las condiciones técnicas del proceso mismo de producción, la maquinaria, los medios de transporte, etc., posibilitan en la mayor escala la más rápida transformación del plusproducto en medios de producción suplementarios. (…) En todos los casos de esta índole es necesario que se puedan volcar súbitamente grandes masas humanas en los puntos decisivos, sin que con ello se rebaje la escala alcanzada por la producción en otras esferas. La sobrepoblación proporciona esas masas.>> (Ibíd Lo subrayado nuestro)

¿Por qué súbitamente? Porque el capitalismo discurre cíclicamente así, de forma periódica espasmódica y violenta, entre inevitables fases interrumpidas de expansión y contracción de la producción, siendo unas el antecedente inmediato y condición de existencia de las otras, de modo tal que la contracción NO puede trocarse en expansión sin contar de antemano —para nutrirse de él—, con el ejército industrial de reserva creado en la fase expansiva, independientemente del crecimiento vegetativo absoluto de la población asalariada, esto es, del aumento o disminución de los nacimientos:

<<La expansión súbita e intermitente de la escala de la producción, es el supuesto de su contracción súbita; esta última, a su vez, provoca la primera, pero la primera es imposible si (al momento de producirse) no existe el material humano disponible, (es decir), si en el número de obreros (desocupados) no se ha producido un aumento, independiente del crecimiento absoluto de la población (explotable)>> (Ibíd. Lo entre paréntesis nuestro)

Así, los efectos que provoca el aumento de la productividad sobre la organización capitalista del trabajo social basada en la producción para la ganancia, no pueden ser otros que la creación de un ejército industrial de reserva permanente, que es parcialmente absorbido durante las fases de recuperación de la tasa de ganancia que suceden a las depresiones causadas por cada crisis de superproducción, pero que fatalmente vuelve a crecer durante la aceleración de la producción típica de las fases de fuerte expansión, provocadas por tasas de ganancia en declive, hasta multiplicarse dramáticamente a partir del estallido de una nueva crisis de superproducción que provoca el paro masivo, agudizando la penuria relativa (disminución de los salarios respecto de la ganancia capitalista) por parte del conjunto de los explotados con empleo respecto de la burguesía, y la miseria absoluta que cunde entre la parte más desfavorecida de la clase asalariada en paro.

Esta forma cíclica periódica en que el movimiento del capital se manifiesta, genera en los agentes burgueses la conciencia de que producir una población explotable excedentaria, es una necesidad vital para el sistema, que siempre debe estar a disposición del capital cuando sea preciso echar mano de ella. De esta verdad la legión de intelectuales más lúcidos y comprometidos con la patronal —que para eso les mantiene—, son plenamente conscientes. Pero rehúsan aludir a ella y desde su particular punto de vista tienen “razón” en todo lo que callan, porque lo contrario sería tanto como hablar de la soga en casa del ahorcado:

<<Hemos visto que el desarrollo del régimen capitalista de producción y de la fuerza productiva del trabajo —causa y efecto a la par de la acumulación— permite al capitalista (colectivo) poner en juego, con el mismo desembolso de capital variable, mayor cantidad de trabajo mediante una mayor explotación, extensiva o intensiva, de las fuerzas de trabajo individuales. Y hemos visto asimismo que, con el mismo capital, compra más fuerza de trabajo, tendiendo progresivamente a sustituir los obreros hábiles por otros menos hábiles, a la mano de obra madura por otra incipiente, a los hombres por mujeres, a los obreros adultos por jóvenes o por niños>>. (Ibíd. Lo entre paréntesis nuestro)

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[1] Marx llama capital constante a los medios de producción, porque su valor durante el proceso de producción no varía trasladándose íntegramente al producto. Y denomina “capital variable” a la inversión en salarios, porque durante el proceso de trabajo ese capital se incrementará en términos de plusvalor más o menos, según la tasa de explotación a la cual es sometido cada asalariado.

[2] Pero el capital no se limita a estas circunstancias. Aunque el número de obreros empleados permanezca estacionario e incluso disminuya, el capital variable aumenta por un incremento del plusvalor, cuando al obrero individual se le impele a rendir más trabajo por unidad de tiempo a cambio del mismo salario e incluso menos, sometiéndole al mayor esfuerzo físico y tensión psicológica que le supone atender a más medios de producción en un mismo lapso de tiempo. De este modo, la inversión en capital constante y variable crecen más lentamente, porque se los suplanta estrujando a un menor número de empleados. Cuanto mayor es la escala de la producción, mayor es la propensión de la patronal a usar este método, que se acentúa con la acumulación del capital.