09. ¿Por qué Marx ni Engels pudieron prever que las destrucciones bélicas y catástrofes naturales vivifican el sistema?

            El dominio de la ciencia sobre la naturaleza y el consecuente desarrollo de las fuerzas productivas  alcanzado por la humanidad en nuestros días, era desconocido en tiempos de Marx. Esto explica que su pensamiento acerca de la implicancia económica del concepto “destrucción de capital” durante las crisis, se viera limitado al deterioro físico irrecuperable del capital constante sobrante (fijo y circulante) por falta de uso y transformación en tales emergencias periódicas propias del capitalismo.

            Si Grossmann pudo inscribir en este concepto tanto a las guerras como a las catástrofes naturales, fue precisamente porque la Primera contienda bélica Mundial, incorporó instrumentos de gran poder destructivo y mortífero, tales como la aviación, naves submarinas y tanques, así como la perfección del automatismo aplicado al disparador de proyectiles. Y para la lucha cercana, además de la ametralladora se crearon toda una serie de nuevos instrumentos, como el lanzagranadas, el mortero y el lanzallamas, cuyo calibre y precisión fueron incrementándose a lo largo del conflicto hasta llegarse a fabricar en ciertos casos máquinas gigantescas.

            Este lúcido teórico marxista murió el 24 de noviembre de 1950, de modo que conoció los enormes adelantos científico-técnicos para fines militares durante la Segunda Guerra Mundial, pudiendo ver confirmada su tesis anteriormente mencionada, en el sentido de que, si bien las guerras no son intrínsecas a las leyes económicas, la destrucción de capital y el aniquilamiento de vidas humanas que provocan, determinan que la magnitud del capital subsistente tras cada conflicto bélico, disminuya significativamente respecto del acumulado en la preguerra, contrarrestando así la tendencia al derrumbe del sistema, al mismo tiempo que contribuyen a superar las crisis que sin duda predisponen a dichos conflictos. Pero no pudo hablar de catástrofes "naturales" deliberadamente provocadas.

 

            Ateniéndose al concepto aristotélico de sustancia, definida como aquel ente que existe y se caracteriza por contener en si mismo multiplicidad causas” que dan sentido o razón de ser esencial y existencia a otros tantos entes o cosas (Met. VII, 8; VIII, 3), ese ente es el trabajo humano; que no siendo en sí mismo un sujeto sino el atributo distintivo del sujeto humano, contiene sin embargo la causa que da razón de ser a la existencia de multiplicidad de otros seres, como las mercancías, en cada uno de los cuales pone su propia esencia bajo la forma de valor cuantificable. El trabajo humano es, pues, sustancia. ¿Por qué? No solo porque antes de ejecutar su obra la proyecta en su cabeza, sino también porque en cada cosa que hace le pone su esencia bajo la forma de valor económico. Pero precisamente por ser creador de valor, el trabajo, en sí mismo, carece de valor. Porque de ser valor y pagarse por él según su magnitud íntegra, el capitalismo sería imposible. De hecho, a los capitalistas el trabajo excedente de los asalariados que contratan no les cuesta nada. Y es que no les pagan a cambio de su trabajo, sino al equivalente de los medios de subsistencia que necesitan, para reproducir su fuerza de trabajo en condiciones óptimas de trabajo a los fines de su enriquecimiento.   

 

            Por esto es que tal atributo distintivo del ser humano —que bajo el capitalismo se define como asalariado—,  ha sido y sigue siendo ajeno a las causas de las guerras. Por consiguiente, las guerras modernas son consustanciales a este sistema de vida. Y tanto lo fueron las guerras nacionales propiciadas y dirigidas por la burguesía incipiente contra del feudalismo durante la etapa temprana del capitalismo —que dio pábulo a los distintos Estados burgueses nacionales modernos—, como las guerras inducidas por los Estados imperialistas en su actual etapa decadente o postrera:

     <<La tarea de las guerras nacionales fue cumplida por la propia democracia o con la ayuda de Bismarck, independientemente de la voluntad y la conciencia de quienes participaron en ello. Las guerras nacionales, las guerras de los albores del capitalismo, sirvieron precisamente para que triunfase la civilización moderna, para que floreciese por completo el capitalismo, para incorporar a todo el pueblo en todas las naciones al capitalismo.

      Otra cosa es la guerra imperialista. En este terreno no hubo discrepancia entre los socialistas de todos los países y de todas las tendencias. En todos los congresos, al discutirse resoluciones acerca de la actitud ante una posible guerra, todos coincidieron en que dicha guerra sería imperialista. Todos los países europeos han alcanzado ya el mismo grado de desarrollo del capitalismo, todos ellos han dado ya cuanto podía dar el capitalismo (en sentido de progreso para la humanidad). El capitalismo alcanzó su forma superior y no exporta ya mercancías sino capital. Se siente estrecho en su envoltura nacional y ahora se lucha por los últimos restos que quedan libres en el globo terráqueo. Mientras que las guerras nacionales de los siglos XVIII y XIX señalaron el comienzo del capitalismo, las guerras imperialistas anuncian su final>> (V. I. Lenin: “El proletariado y la guerra” 14/10/1914. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro).

 

            Lenin también pudo verificar el hecho de que las guerras bélicas durante la etapa imperialista del capitalismo, sirvieron para colonizar nuevos territorios y establecer su dominio económico en países capitalistas "soberanos" menos desarrollados. Pero tal como sucedió con Marx y Engels, respecto de las guerras bélicas, la agudeza del pensamiento desarrollado por Lenin, no pudo apoderarse del concepto más actual conocido por guerra telúrica y climática. Y es que la ciencia de su tiempo no había logrado aun tal dominio sobre la naturaleza en estos dos ámbitos del conocimiento científico, tal como ha llegado a serlo desde la década de los años cincuenta del siglo pasado hasta hoy. De modo que el hecho de pensar que la burguesía haya puesto estos últimos adelantos científicos-técnicos en materia geológica y atmosférica al servicio de la destrucción de riqueza para los fines de salir con mayor celeridad de las crisis, no es tampoco una cuestión de supuestos principios políticos sino de relevamiento estadístico al que ya nos hemos remitido.

 

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