Demostración científica del carácter destructivo y genocida del capitalismo como sistema de vida.

01.Introducción

Sr. Ramiro:

¿Qué tendrá que ver la segunda Ley física o Principio de la Termodinámica, con la Ley económico-social típica del sistema capitalista, que determina el descenso tendencial de la Tasa General de Ganancia Media? Éste es el interrogante que nos asaltó, mientras atendíamos a su solicitud de que expliquemos “nuestro punto de vista”, acerca de las cuatro siguientes observaciones que Ud. nos hizo en el correo que nos remitió:

Primera Observación:

Dice el GPM que en la etapa tardía o postrera del capitalismo, para contrarrestar la tendencia al derrumbe económico del sistema y superar más rápidamente sus crisis de superproducción de capital, la burguesía provoca deliberadamente guerras y catástrofes supuestamente "naturales", destruyendo una parte del capital físico disponible (tierra cultivada, edificios, maquinaria y materia prima). ¿Es cierto que tal destrucción deprecia o desvaloriza el capital social global subsistente, hasta lograr el punto de inflexión en que la ganancia producida justifique contablemente porque compensa la inversión en producirla?

Segunda Observación:

¿Por qué apelando a los mismos medios destructivos se logra la misma finalidad, aniquilando a la parte puramente humana contratada por el capital como mano de obra activa, a cambio de un salario?

Tercera Observación:

Ha dicho Ud.: "Quería saber por qué ponen cambio climático entrecomillado y, si manejan ustedes información en relación a que las emisiones de dióxido de carbono hacia la atmosfera no producen cambio climático alguno".

Cuarta Observación:

Se refiere Ud. a la consigna: “que la crisis la paguen los capitalistas”.

A continuación, pasamos a considerar tales cuestiones, esgrimiendo los principios teórico-económicos de Marx que hemos hecho nuestros, en virtud de considerarlos científicos y, por tanto, políticamente necesaria su aplicación a la sociedad de nuestro tiempo, para los fines objetivamente previstos de la revolución socialista en transición al comunismo. Sin justificación teórico-científica, no puede haber acción práctico-política que valga. Tal es el precepto moral que ha venido atormentando la conciencia de todos los explotadores, desde que Marx por carta fechada en Londres el 04/l0/1864, le dijera a su amigo Carl Klings lo siguiente:

<<...Estuve enfermo durante todo el año pasado (aquejado de antrax y de forúnculos). De no haber sido por ello, mi libro “El Capital”, la crítica de la economía política, ya se habría publicado. Espero ahora terminarlo al fin dentro de unos meses y asestar, en el plano teórico, un golpe a la burguesía del cual no se recuperará jamás....>>

 

02 - ¿Lo que mueve al capitalismo y a los capitalistas es la ley de la oferta y la demanda o la ley de la tasa de ganancia?

En su primera observación comenzó Ud. por decir lo siguiente:

<<Lo que no termino de comprender es por qué la destrucción de una parte del capital deprecia el capital remanente cuando debiera suceder lo contrario>>.

Nosotros no razonamos tal como Ud. parece haber entendido al capitalismo, es decir, como un totum revolutum entre lo que sucede en el ámbito de la producción y lo que pasa en el mercado, cualesquiera sean las circunstancias o condiciones por las que atraviesa el sistema en su conjunto. Como si no existiera un principio activo que da sentido y mueve al sistema. Lo que hemos dicho, siguiendo a Marx, es que toda crisis de superproducción de capital, sólo se supera mediante la desvalorización y/o destrucción física del capital excedentario —incluyendo el correspondiente a salarios— porque el plusvalor o masa de ganancia que se pudiera obtener con ese capital global disponible, resulta ser insuficiente, es decir, deficitario, que no justifica el hecho de invertirlo productivamente. Este último razonamiento significa inequívocamente, que el ámbito determinante del TODO el proceso económico bajo el capitalismo en cualquier momento de su desarrollo histórico, no es la oferta y la demanda; no es el proceso de circulación del capital. No es lo que pasa en el mercado. El ámbito más propio de actuación que rige el comportamiento de la burguesía no es ese sino el proceso de producción presidido por la ganancia. El modo de producción capitalista se distingue de los anteriores en que no consiste en producir riqueza sino valor; y no solo valor sino primordialmente plusvalor. Tal es el motor y la directriz objetivamente determinada por el capitalismo como específico sistema de vida. Subrepticiamente inducido por el pensamiento dominante, ha invertido Ud. esa prelación entre circulación y producción de riqueza. He aquí su error.

Para comprender que lo pensado por Ud. no es como Marx lo explica sino al contrario, atienda por favor al siguiente planteo del problema, suponiendo que la economía de un país llamado “Ramiro”, funcionara en condiciones normales con un capital constante (edificios, maquinas, mobiliario, etc.) de 100.000 € y 5.000 en capital variable (mano de obra), cuya suma de 105.000 generara un plusvalor de 2.500, es decir, a una tasa de explotación del 50% calculada en base a lo invertido en salarios. La tasa de ganancia será, pues, del 2,38% como resultado de dividir los 2.500 € del plusvalor obtenido, por el capital total de 105.000 €, invertido y realizado en el mercado durante un determinado período.

Ahora, para abreviar los cálculos, imaginemos que los habitantes de ese país pueden vivir del aire y que, bajo tales condiciones, en la siguiente rotación —con un capital global incrementado de 107.500 €— en ese país ocurre un terremoto que destruye capital constante por un valor de 500 €, y 100 € en capital variable. Hay que considerar aquí dos datos de la realidad: 1) que en términos de valor económico, estadísticamente las catástrofes naturales y las guerras siempre destruyen mucho más capital físico que humano (Ver Pp. 21 y 22 del "Informe ONU") y, 2) que bajo el capitalismo tardío, aun en condiciones normales el ejército asalariado de reserva permanente (en paro forzoso) no deja de aumentar por efecto del desarrollo tecnológico que desplaza mano de obra por cada unidad de capital físico invertido y que, por tal causa, buena parte de los asalariados activos, pasan a engrosar las filas del trabajo eventual o precario.

Sobre esta nueva estructura económico-social, en nuestro ejemplo quedan 106.900 para reinvertir. Dado que en el relativamente breve período de una rotación las cosas no suelen variar demasiado, suponga Ud. que la composición orgánica —como proporción reinvertida en capital constante respecto del variable (salarios)— se mantenga inalterada en 20 partes de valor en capital constante por cada unidad de valor invertida en capital variable, con la misma tasa de explotación del 50%. De esta realidad resulta que, del capital global acumulado equivalente a 106.900 € se reinvertirían 101.555 en capital constante y 5.345 en salarios. La masa de plusvalor resultante sería entonces de 2.672,50 y la tasa de ganancia del 2,5 %, o sea, 12 décimas porcentuales más que antes del siniestro. Y, como no puede ser de otra manera, esta tendencia se cumple, independientemente de la fase del ciclo por la cual atraviesa dicha economía. Porque cualquiera sea el incremento de la tasa de explotación bajo condiciones de crisis —por efecto del paro forzoso—, la destrucción de capital físico y humano en funciones contribuye a recuperar la tasa de ganancia, es decir, a superar las crisis de superproducción de capital. Para demostrar este extremo sin menoscabo de su veracidad científica, hemos supuesto constante la tasa de explotación y la composición orgánica del capital. Y se demuestra matemáticamente dado que la tasa de ganancia resulta de dividir el plusvalor obtenido por el capital invertido para producirlo, de modo tal que la disminución relativa del denominador en términos globales, tiende a aumentar el cociente como producto de valor a repartir entre la clase de los capitalistas, incentivando así la inversión productiva.

Esta dinámica objetiva precisamente explica, que las catástrofes naturales y las guerras, aunque desde la perspectiva que Ud. lo ha entendido no lo parezca (y no es lo mismo entender que comprender), en realidad bajo condiciones normales, la destrucciones de capital apalancan la expansión de los negocios, así como en épocas de crisis contribuyen a la recuperación de la inversión productiva (de plusvalor) más rápidamente. En cualquier caso, naturalmente que los afectados por esos siniestros entran en pérdida y no pocos de ellos desaparecen. Pero lejos de debilitarse, el sistema capitalista en su conjunto se fortalece y preserva, al tiempo que todos los explotadores residuales al interior del sistema se afirman y fortalecen como clase dominante. Porque la sangría en riqueza y vidas humanas —consideradas como capital constante y variable— retrotrae la sociedad civil a las condiciones de la acumulación, existentes en un pasado económico y demográfico que parecía superado. Desahogan el aparato productivo de la plétora de capital global supernumerario. Es el jueguito irracional, anacrónico y perverso, de producir para destruir.

Seguidamente y dentro de este mismo apartado, intentó explicar Ud. por qué le resulta incomprensible, pensar que bajo condiciones de crisis de superproducción de capital, la parte que se destruye físicamente contribuye a relanzar un nuevo proceso de acumulación. Su explicación en contrario respecto de los medios de producción fue la siguiente:

<<Si hay 100 fabricas de maquinaria de hilado para la industria textil y se destruyen la mitad, más que depreciarse el precio de las maquinas individuales pasarían a apreciarse ante el faltante de ellas. Es lo contrario al exceso de stock>>

Y respecto de la fuerza e trabajo también “razonó” Ud. incurriendo en el mismo desliz involuntario al que la burguesía nos tiene acostumbrados con toda la intencionalidad del mundo, desde que aprendemos las cuatro operaciones matemáticas elementales y la dinámica más engañosa de “los mercados” según el concepto utilitarista de la escasez y la abundancia. Cabalgando sobre semejante confusión basada en el supuesto "principio" de la oferta y la demanda, afirmó Ud.:

<<Más aun en el caso del capital variable. Si se elimina una porción significativa del ejército de reserva y de la clase obrera activa va a haber una faltante de mano de obra (déficit de oferta de trabajo respecto de la demanda) y mal puede la burguesía (bajo tales condiciones) extorsionar a la clase obrera con el paro (Lo entre paréntesis nuestro) >>.

Y seguidamente agregó:

<<Una cosa es la sangría de valor o destrucción de valor al tener que vender el capital constante por debajo de su valor y otra la destrucción física de una porción de este>>. (El subrayado nuestro)

Sí. Pero ha omitido Ud. pensar en que, bajo condiciones de crisis, el capital físico y humano que se destruye desaparece y no cuenta, como que 4-2 = 2, o sea, que disminuye el valor del capital remanente que todavía funciona. Como sucede con cualquier conductor que sufre un accidente y fallece, dejando a su vehículo en condiciones de siniestro total. Por tanto, a los fines de calcular lo que costaría obtener una determinada ganancia con un capital que se destruye —para saber si es rentable o no emplearlo en producirla—, es obvio que resulta ocioso siquiera planteárselo. Sin embargo, esa destrucción de capital sí es relevante desde el punto de vista del capital restante que sigue en funciones, y por el que hay que dividir la masa de plusvalor obtenido con él, para saber cuánta ganancia resulta por unidad de capital empleado en producirla y, por tanto, concluir si la inversión es rentable o no. Y el caso es que ese capital físico y humano remanente disminuye, de modo tal que matemática y contablemente incrementa la relación entre lo que se produce y lo que cuesta producirlo, actando así como causa que contrarresta los efectos de la crisis. Y es que todo siniestro devalúa la masa de capital total empleado en la producción de ganancia y, por ende, aumenta ese rédito a repartir entre los miembros de la clase capitalista, lo cual favorece y acelera en el tiempo la recuperación del sistema en tanto y cuanto incentiva la inversión.

Estas razones demuestran que, por costumbre dogmática falaz deliberadamente inducida desde fuera de su propia inteligencia ideológicamente distorsionada por la burguesía, omitió Ud. considerar bajo qué condiciones puede efectivamente la demanda solvente elevar el precio de la maquinaria y los salarios —remanentes que no se destruyen— y bajo qué otras condiciones causar el efecto contrario.

Y esto es decisivo para comprender las consecuencias de una crisis de superproducción. Porque bajo semejantes circunstancias o condiciones, la demanda (de medios de trabajo, salarios y materia prima) DEJA DE ACTUAR, en tanto y cuanto desaparece el acicate de la ganancia que induce a incrementar la producción de plusvalor, dado que dicha ganancia esperada (del capital social adicional acumulado disponible para inversión), resulta insuficiente respecto de lo que cuesta producirla. Ésta y no otra es la causa eficiente de las crisis. Por tanto, en tales condiciones la demanda no influye en el sentido (burgués) que Ud. lo ha pensado (según la escasez) sino al contrario. Ningún capitalista está dispuesto a ampliar la escala de su producción demandando la compra de más instrumentos, materia prima y fuerza de trabajo para ampliar la producción de plusvalor, si no es en condiciones objetivas redituables que justifiquen la expansión de su negocio, es decir, si no es con ganancias crecientes. Y el caso es que las crisis suponen justamente la situación inversa respecto de la cual Ud. ha “razonado” por el revés de la trama, suponiendo una demanda incrementada en realidad inexistente. Pensar que la demanda sigue actuando en condiciones de crisis como en condiciones de expansión, es tanto como suponer —contradiciendo la primera Ley física de Newton— que la inercia de un cuerpo en movimiento es la misma que bajo condiciones de reposo.

Una vez ocurrido el estallido de la crisis, las condiciones de la producción y del mercado ya no son las mismas supuestas por Ud. en su segundo razonamiento, sino justamente al contrario. Porque bajo tales circunstancias, la demanda para inversión en nuevos medios de trabajo, materias primas y empleo asalariado —tanto en el sector I como en el sector II de la economía real— se desploma, poniendo en evidencia la superproducción absoluta del capital en funciones, es decir, un exceso de oferta ante una ganancia en descenso que desalienta seguir invirtiendo en el sector productivo de la economía capitalista. Y esta situación se prolonga y agrava irremediablemente, hasta el momento en el que ese capital supernumerario o remanente —incluido el capital variable— se desvalorice y/o destruya lo suficiente, como para que la ganancia que pueda obtenerse aumentando la producción, se recupere y justifique contablemente producirla.

Su error ha consistido en sacar conclusiones pensando las crisis de superproducción de capital, bajo el supuesto de condiciones normales, es decir, como si la demanda de medios de producción siguiera presionando sobre la oferta, y el proceso de acumulación estuviera cursando la fase expansiva del ciclo, donde las ganancias crecientes estimulan la expansión de la economía global y, consecuentemente, la demanda general de medios de producción prevalece sobre la oferta.

Hablar de una crisis de superproducción de capital (en medios de producción y fuerza de trabajo), significa reconocer la evidencia de que en esos dos mercados fundamentales o directrices, no solo se genera una brusca y aguda disminución relativa de la demanda respecto de la oferta existente que así resulta supernumeraria, sino que esa demanda se torna prácticamente nula. Y esto explica que los almacenes de los intermediarios comerciales dedicados a la venta de maquinaria y materias primas permanezcan abarrotados y las filas del paro en todas las oficinas de empleo se prolonguen día que pasa.

<<En tiempos de crisis (…) la tasa de ganancia (como relación entre la masa de ganancia y lo que cuesta producirla) y, con ella, la demanda de capital industrial, han desaparecido…>>. (K. Marx: “El Capital” Cap. XXXI Aptdo. 1. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

Esto significa desinversión productiva, regresión económica, desvalorización del capital físico, paro asalariado, baja de salarios y aumento de la tasa de explotación. Todo ello por exceso de oferta sobre la demanda en general. Y Marx aclara que esta desinversión no sucede por falta de poder adquisitivo, sino porque invertir para expandir la producción con fines lucrativos resulta no rentable, es decir, porque el incremento del rédito es proporcionalmente menor de lo que cuesta obtenerlo. Y este hecho verificable se explica por el corrimiento del capital dinerario excedente desde la esfera de la producción a la esfera de la especulación.

Por tanto, bajo tales condiciones de sobreoferta en medios de producción y mano de obra, los precios de esas tres mercancías (medios de trabajo, materias primas y salarios) tienden a bajar y no al revés como Ud. ha pensado. Para eso no hay más que ver el sube y baja de sentido histórico descendente —como en dientes de sierra— que registra la bolsa de valores. Esto es lo que la intelectualidad burguesa ha venido omitiendo deliberadamente impartir desde hace ya más de doscientos años en todos los institutos de enseñanza media y superior del mundo. Porque conviene a sus intereses de clase dominante. La burguesía no se rige por la verdad científica. Siente la necesidad imperiosa de falsificarla para sobrevivir como tal ante sus explotados.

De aquí se infiere su error que, en última instancia, ha consistido en pensar las crisis de superproducción de capital como si no incidieran para nada en la “lógica” del mercado, como si no trastocaran la relación entre oferta y demanda de esas tres mercancías fundamentales que constituyen el capital productivo, en torno a cuyo movimiento gravitan las fuerzas del mercado y no al revés señor Ramiro. Más precisamente cabe decir, que el equívoco suyo radica en haber invertido la prelación que realmente existe entre la producción y la circulación de la riqueza, o sea, cuál de estas dos categorías de fuerzas explica y determina el comportamiento de la otra. Y en esto radica el “quid” de la cuestión en materia de economía política.

Fíjese: el pensamiento económico dominante machacó sobre lo que la vida diaria acabó considerando como un dogma —porque parece ser algo de cascote— que no necesita demostración alguna, y es que los precios de las mercancías están determinados en todo momento por las fuerzas del mercado que incondicionalmente mueven la oferta y la demanda. Las cuales, a su vez, mueven los precios, haciéndolos oscilar por encima o por debajo de determinada magnitud según las circunstancias. Pero el despiste ante semejante impacto de lo que solo parece ser incontrovertible, impide razonar bajo condiciones excepcionales en las cuales la oferta y la demanda coinciden. Y el caso es que cuando esto sucede, esas dos fuerzas (oferta y demanda) se anulan mutuamente y, por tanto, dejan de explicar por qué causa el precio de una mercancía, por ejemplo, la fuerza de trabajo, es de una determinada magnitud y no de otra cualquiera. De esta situación Marx sacó la siguiente conclusión:

<<…la oferta y la demanda ya no explican nada. El precio del trabajo, suponiendo que la oferta y la demanda se equilibren, es su precio natural (o valor, equivalente a lo que los obreros necesitan para reproducir su fuerza de trabajo en condiciones óptimas para sus patrones), precio cuya determinación es independiente de las relaciones de la oferta y la demanda y sobre el cual debe, por tanto, recaer nuestra investigación>>. (“El Capital” Libro I Cap. XVII. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

Dejándose llevar por este hilo esencial conductor del pensamiento científico, y haciendo por completo abstracción de los contingentes movimientos de la oferta y la demanda, Marx llegó a precisar la naturaleza del valor contenido en las mercancías, según el tiempo de trabajo necesario insumido en producirlas. Ud., por el contrario, ha procedido a sacar conclusiones equivocadas sin quererlo, dando por cierto el pensamiento económico burgués dominante según el cual, la circulación prevalece sobre la producción, es decir, que la ley de la oferta y la demanda —en el ámbito de los intercambios donde la riqueza social circula— se cumple siempre y con absoluta independencia de lo que sucede en el proceso de producción. Y este “razonamiento” le ha inducido a concluir que la circulación no solo determina la producción, sino que también la explica. Y en realidad es justamente al revés. Por eso ha descartado Ud. de su pensamento, a la Ley de la tendencia históricamente decreciente de la Tasa Media de Ganancia, que Marx no casualmente ponderó como la Ley determinante de las relaciones entre las distintas categorías económicas bajo el capitalismo y de su necesario desarrollo en una sola dirección inequívoca. Y así fue como pudo sacar la conclusión de que la vigencia de este sistema de vida no es eterna sino históricamente transitoria:

<<Esta ley es, en todo respecto, la ley más importante de la moderna economía política (...) que pese a su simplicidad, hasta ahora nunca ha sido comprendida y, menos aún, explicada (...) Es, desde el punto de vista histórico la ley más importante…>> (K. Marx: "Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política" (Grundrisse) l857/l858 Ed. Siglo XXI México /l977 Pp. 634. El subrayado nuestro).


El capitalismo —y naturalmente su clase dominante: la burguesía— no se rige por la Ley de la oferta y la demanda sino por la ganancia esperada respecto de lo que cuesta producirla, señor Ramiro. Y esperada no con el deseo de quien juega un décimo a la lotería, sino después de hacer un cálculo preciso según los datos de la realidad disponibles en cada empresa. Pero a nosotros, los explotados, se nos ha venido contando otra historia, ¿comprende?.

 

03 - Efectos económicos sobre el sistema causados por la destrucción de riqueza y aniquilamiento de vidas humanas.

En su segunda observación ha dicho Ud.:

<<Si se elimina una porción significativa del ejército de reserva y de la clase obrera activa va a haber un faltante de mano de obra y (en tales condiciones) mal puede la burguesía extorsionar a la clase obrera con el paro. Lo mismo con las catástrofes naturales inducidas o no. Si el ciclo se encuentra en el comienzo de la crisis y el capital fijo y variable todavía no se depreció lo suficiente para relanzar la acumulación, reconstruir una ciudad devastada por un tsunami sería una de esas típicas medidas post keynesianas que ustedes critican a los epígonos de Keynes. Porque si fuese tan simple la solución, no le haría falta a la burguesía inducir catástrofes o bombardear ciudades, se podrían poner a construir autopistas o hacer pozos para rellenarlos a la noche. Una cosa es la sangría de valor o destrucción de valor al tener que vender el capital constante por debajo de su valor y otra la destrucción física de una porción de este>>. (Lo entre paréntesis nuestro)

No se meta en un terreno resbaladizo exagerando las cosas para arrimar el fuego a la sardina de una confusión que no es suya propia, sino deliberadamente inducida por otros que no buscan la verdad sino otra cosa. Porque para superar las crisis no se trata de "eliminar una porción ‘significativa’ del ejército de reserva y de la clase obrera activa”. La burguesía no es tonta y sabe de muy buena fuente —Marx— qué es lo conveniente para ella y actúa en consecuencia —pudiendo hacerlo y en qué magnitud— contra el legado teórico de Marx y la existencia de los mortales que viven de un salario. Todo a fin de reiniciar cuanto antes el nuevo proceso de acumulación explotador, interrumpido por las crisis periódicas. Y al decir que esa clase social parasitaria sabe lo que hace, para qué y en qué magnitud, queremos significar que no solo se vale de las ciegas leyes económicas objetivas del sistema, tendentes por sí mismas a superar las crisis capitalistas desvalorizando el capital acumulado sobrante. También utiliza el propio desarrollo de la ciencia aplicado a la creación de instrumentos para fines destructivos materiales y humanos en masa. Y procede consciente de que lo hace, aportando para tal fin preservativo de sus intereses como clase dominante. Nada, absolutamente que ver con los intereses y el futuro de la humanidad, señor Ramiro.

Como cualquiera sin demasiadas luces puede comprender, la historia se explica, básicamente, por la creciente capacidad de los seres humanos para transformar la naturaleza con distintos fines, en la inmensa mayoría de los casos beneficiosos para su vida y progreso en este Planeta. Pero no es menos evidente que, durante casi todas las etapas históricas de la sociedad, las clases dominantes se han dedicado a destruir riqueza material y vidas de sus semejantes, luchando entre sí por acaparar mayor poder y privilegios para una parte de ellas en detrimento o perjuicio de las otras, cuando no han formado bloque compacto contra sus explotados y oprimidos, con el propósito de conservarse a si mismas como clase social en el poder. Y que bajo el capitalismo este avance de la ciencia para tales fines haya podido llegar a las máximas cotas de barbarie destructiva, también es algo indiscutible.

¿Se explica esto por la vieja y recurrida leyenda que atribuye a los seres humanos el ser intrínsecamente egoístas y malvados? NO. Es porque a quienes las circunstancias históricas no elegidas por ellos les han venido asignando la condición de pertenecer a la clase económicamente dominante, la riqueza y el poder político anejo a ella les ha corrompido como seres humanos, a fuerza de hacerles sentir muy bien. Y entre lo que —por necesidad objetiva de conservar su status quo en la sociedad moderna— los burgueses han aprendido, es a impulsar el más avanzado desarrollo y eficacia de las fuerzas productivas, aplicado subrepticiamente a la política de destruir periódicamente riqueza y aniquilar en masa vidas humanas ajenas. Sencillamente porque eso propende a su propia conservación como clase dominante. Y así siguen siendo las cosas, señor Ramiro. Todo lo demás es pura basura ideológica "ad hoc". Y mucha, pero mucha hipocresía.

Sin embargo, aun cuando es condición necesaria para la burguesía que la historia siga discurriendo de modo tan extremadamente bárbaro y genocida en la etapa tardía o postrera del capitalismo, la condición suficiente radica en que es la primera vez que ese potencial destructivo ominoso y perverso, aparece con mayor claridad expresado en la contradicción entre el valor de uso y el valor de cambio contenido en los medios de producción. ¿Qué idea permitió a Marx alumbrar el concepto de “destrucción de capital” en condiciones de crisis?:

<<Cuando el proceso de producción se estanca y, a trechos, se paraliza totalmente, el capital real se destruye. La maquinaria que no se emplea no es capital [porque al dejar de funcionar se deteriora como valor de uso que contribuye a crear plusvalor y, por tanto, se desvaloriza o deprecia como valor de cambio]. El trabajo que no se explota es tanto como producción [de plusvalor] perdida. Las materias primas que yacen ociosas no son capital. Los edificios que permanecen sin usar (al igual que la maquinaria recién construida) o que quedan inacabados [y esto de que los edificios a medio construir domina el paisaje urbano en tiempos de crisis por todas partes, y más todavía en los países de mayor desarrollo relativo, no es cosa de hoy. Y se pudo comprobar en tiempo de Marx] las mercancías que se pudren en los almacenes, todo ello es destrucción de capital. Todo ello se limita al estancamiento del proceso de reproducción y al hecho de que las condiciones de producción existentes no actúan, no entran en acción realmente como condiciones de producción. Su valor de uso y su valor de cambio se van, así, al diablo>>. (K. Marx: “Teorías sobre la Plusvalía” T. II Cap. XVII Aptado. 6 Ed. FCE/1980 Pp. 456. Lo entre corchetes nuestro)

En cuanto al concepto de amortización del capital fijo (maquinaria), va intrínsecamente vinculado al de su progresiva destrucción física y consecuente pérdida de valor de cambio por desgaste. Y este proceso es independiente de la oferta y la demanda. Porque opera sobre lo ya adquirido para su uso. Y en lo que respecta a la desvalorización de los medios de trabajo vía mercado, también contenida en la contradicción entre su valor de uso y su valor de cambio, se pone de manifiesto durante las crisis en que, desde el punto de vista de su valor de uso, dicho capital sigue conservando la misma eficacia productiva incorporada, dado que se necesita la misma cantidad de trabajo vivo para moverlos en función de producir la misma masa de plusvalor por unidad de tiempo empleado. Pero su valor de cambio en tales circunstancias críticas disminuye significativamente, porque parte de ese capital deja de ser utilizado por buena parte de las empresas, entre las cuales no pocas quiebran y desaparecen, de modo tal que el coste global de producir plusvalor para el conjunto de los capitalistas económicamente sobrevivientes durante la crisis, también disminuye. Por desvalorización del capital en condiciones de crisis, cabe entender que se ofrece a precios ruinosos, porque su demanda prácticamente se desploma. Así las cosas, la tasa general de valorización (o de ganancia de todos los capitalistas en funciones) tiende a aumentar, contrarrestando así las pérdidas derivadas de la depresión y, por tanto, alejando el horizonte del derrumbe. Tanto más, cuanto mayor sea el alcance y la magnitud de la devaluación, a raíz de que muchos propietarios quiebran y sus empresas son absorbidas por otras que sobreviven al desastre:

<<Es la baja ruinosa de los precios de las mercancías (como medios de producción). No se destruyen con ello los valores de uso. Lo que pierde uno lo gana el otro. Los volúmenes de valor que actúan como capitales se ven impedidos de renovarse en las mismas manos como capital (cambian de dueños). Los anteriores capitalistas dan en quiebra. Si el valor de sus mercancías cuya venta reproducía su capital, era = 12.000 £, de las que [supongamos] representaban ganancia y descienden [ahora] a 6.000 £, este capitalista no podrá pagar las obligaciones por él contraídas ni, aun suponiendo que no tuviese ninguna, mantener con las 6.000 £ el negocio en la misma escala, (…) Esto quiere decir que se ha destruido un capital de 6.000 £, aunque al comprador de estas mercancías, puesto que las ha adquirido por la mitad de su costo, le pueda ir muy bien, e incluso pueda beneficiarse cuando los negocios se reanimen. Así, gran parte del capital nominal de la sociedad (civil), ha quedado destruido (desvalorizado) para siempre, aunque precisamente esta destrucción, toda vez que no afecta al valor de uso, pueda fomentar la nueva reproducción. Es éste, al mismo tiempo, un período en que el monied interest (interés monetario) se enriquece a costa del industrial interest (interés industrial)>>. (Op. cit. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

Y en este mismo contexto de lo razonado por Marx, ¿qué pensar si a esa devaluación se le suman las pérdidas por destrucción de capital —físico y humano— a consecuencia de guerras o catástrofes presuntamente “naturales”? Pues, que acercan todavía más para la burguesía como clase, el horizonte de la recuperación económica en cada ciclo periódico de los negocios. ¿O es que el capital físico y humano que respectivamente se destruye y aniquila por tales causas, no deprecia el coste global de los capitalistas —o sea, del sistema— para producir el plusvalor global obtenido con los medios materiales y humanos subsistentes en el Mundo? ¿O es que la disminución de lo que cuesta en términos de valor producir plusvalor, no contribuye objetivamente a impedir que la tasa de acumulación siga disminuyendo por causa natural de las crisis, de modo que el sistema consiga superarlas más rápidamente? ¿Puede probar Ud. —o quien sea—, que la burguesía internacional hubiera podido recuperar sus ganancias y salir más rápidamente de la última gran crisis de los años treinta el siglo pasado —antes de su tiempo natural— de no haber provocado la colosal pérdida de riqueza y el holocausto de la Segunda Guerra Mundial? ¿Puede Ud. —o quien sea— probar no ser cierto que según progresa la ciencia aplicada al dominio de la naturaleza, los medios de destrucción material y aniquilación humana en masa son cada vez más eficaces? La técnica de desintegración del átomo gracias a la fórmula descubierta en 1903 por el industrial y matemático italiano Olinto de Preto, fue aplicada por Einstein para demostrar su teoría de la relatividad especial. ¿No ha servido este progreso para obtener energía eléctrica más barata, al mismo tiempo que para fabricar bombas atómicas de destrucción masiva?

La ley de la entropía o muerte térmica de nuestro Universo, está basada en la certeza científica probada, sobre la imposibilidad de su movimiento natural perpetuo, determinada por la segunda ley física de la termodinámica, según la cual, es imposible que una máquina generadora de calor, pueda trasformar en trabajo mecánico todo el potencial energético que para distintos fines utiliza o gasta. O sea, que una parte de la energía transformada en calor (no útil) sale fuera de ese sistema termodinámico. Dicho de otra forma: el rendimiento R de una máquina, entendido como relación entre la energía E que recibe y el calor útil C que permite ejecutar el trabajo mecánico, siempre será menor que la unidad. Porque parte de ese calor se pierde, "escapa" o disipa en el ambiente exterior al sistema. Este concepto también permite explicar el grado de desorden irreversible de la materia y la energía contenida en cualquier sistema cerrado.

El sistema solar del cual la Tierra es parte constitutiva, también es una especie de máquina térmica que funge como soporte fundamental de la vida en él. Por tanto, en este sistema se cumple igualmente la segunda ley de la termodinámica, de modo tal que está condenado a desaparecer por entropía o muerte térmica, transformado en otra cosa. Ni más ni menos que como ya lo anunciara Epicuro en su aforismo: "Todo lo que nace merece perecer". Pero la vida en nuestro Planeta, natural y espontáneamente generada por el sistema Solar del que forma parte, en alguna medida ha venido permitiendo contrarrestar la inevitable pérdida incontrolada de su energía, sea interna (generada por su núcleo ígneo) o externa (generada por el Sol), lo cual enlentece la fatal entropía. Pero dada la naturaleza económico-social peculiar distintiva respecto de los sistemas que le precedieron dentro de la línea de desarrollo típica occidental, el capitalismo ha llegado a ser un modo de vida que, paradójicamente aumenta y acelera la entropía o muerte térmica del Planeta Tierra como nunca antes en la historia, dado que contribuye a generar cantidades ingentes de energía calórica que no se traducen en trabajo útil para la vida sino bien al contrario. En este deliberado plan, el todavía casi desconocido "Proyecto seal"destaca por ser la más eficaz, discreta y, en sentido estricto disimulada forma, de destruir riqueza y aniquilar vidas humanas en masa, mediante Tsunamis provocados por pruebas nucleares bajo la corteza oceánica, como el de Indonesia en 2004, o el último de Fukushima en 2011, aparentando ser cosa de la naturaleza. A este desorden se le llama "Nuevo Orden Mundial".

Y hablando de simular, tal como vino haciendo al menos desde 2010, el "Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF)" ha vuelto a proclamar este 23 de marzo, como "día del Planeta 2013", proponiendo que en esa fecha y entre las 20:30 y las 21:30, se apaguen las luces y demás artilugios eléctricos en todos los hogares del Mundo. Un insultante y puro engañabobos, que el autor del siguiente ilustrativo informe calificó de "espectáculo ecológico". La World Wildlife Fund muy amiga promotora del cantante Alejandro Sanz, ostenta el dudoso honor de haber sido presidida por personajes como el Príncipe Bernardo de Lippe-Biesterfeld de Holanda; John H. Loudon, Presidente de la petrolera "Royal Dutch Shell" entre 1951 y 1965; el Príncipe Felipe de Edimburgo; Syed Babar Ali, Presidente de la "Sanofi-Aventis Pakistan Limited", de la "Siemens Pakistán Engineering Company Limited" y Director de la "Unilever Pakistan Limited and Mitchell’s Fruit Farms Limited"; Ruud Lubbers, Primer ministro de los Países Bajos entre 1982 y 1994, correligionario de la inefable Margaret Tatcher; y, cómo no, el Principe Carlos de Gales, actual Presidente de ese engendro "ecológico" ad hoc desde 2011. Seguramente todos ellos miembros del Club de Bilderberg. Ni más ni menos que así escriben nuestra historia los bribones desde el poder "democrático" constituido, en colaboración informal objetiva con los demás personeros del gran capital.

Al mismo tiempo que nos desvían la atención por laberintos publicitarios embrutecedores como éste, no deja de ser paradójico que los burgueses en todas las latitudes reincidan periódicamente en disipar inútilmente kilotones de energía, en experimentos nucleares que atentan contra el necesario equilibrio entre los seres humanos y el medio natural en que vivimos. Por ejemplo: aun cuando su número exacto es imposible conocer porque esa información forma parte del secreto comercial y diplomático, según los registros publicados se estima que entre 1951 y 1992, ocurrieron en el Planeta más de 1.500 pruebas nucleares. De ellas, 825 subterráneas. Los datos indican que también se llevaron a cabo no pocas de ellas sin ser anunciadas ni haberse podido determinar el o los países cuyas autoridades perpetraron tales detonaciones. Estudios realizados en los últimos veinte años por científicos británicos, alemanes, japoneses y canadienses, coincidieron en que las pruebas nucleares subterráneas debilitan la corteza terrestre y provocan terremotos que desplazan el eje del Planeta, lo cual perturba gravemente el ciclo de las estaciones climáticas. Tal es la conclusión a la que también llegaron los científicos Gary Whiteford y Shigeyoshi Matsuma, entre los pocos sismólogos, geógrafos y meteorólogos que, meritoriamente, logran sustraerse a los chantajes de que son objeto por los poderosos intereses capitalistas que actualmente dirigen los destinos de la humanidad, aplicando el ya famoso slogan popularizado por el socialdemócrata-liberal español Alfonso Guerra: "el que se mueve no sale en la foto":

<<Ocho de cada diez ciudades con más habitantes del Planeta, son vulnerables a los terremotos; seis de cada diez son vulnerables a las inundaciones, a las mareas de tormenta y a los tsunamis>> ("Informe ONU" Pp. 40)

Según datos suministrados por Wikipedia en la siguiente información, durante los siete años de expansión especulativa con la construcción inmobiliaria entre los años 2.000 y 2006, se sucedieron en el mundo un promedio de 6.739 terremotos anuales de magnitud entre 5 y 9,9 grados. Pero en los cuatro años siguientes, entre fines de 2007 —cuando estalló en EE.UU la burbuja— y fines del año 2010 —en que la crisis financiera acabó extendiéndose agravada en Europa como crisis económica internacional—, se registraron en promedio 8.334 terremotos anuales. O sea un 24% más en casi la mitad de tiempo. Y en lo que respecta a España, reproducimos la información sobre pérdidas económicas ocasionadas por terremotos e inundaciones, publicada conjuntamente por el Consorcio de Compensación de Seguros y el Instituto Geológico y Minero.

 

04 - El cambio climático

En su tercera observación acerca del llamado llamado "cambio climático", nos ha pedido Ud. una aclaración diciendo:

<<Quería saber por qué ponen cambio climático entrecomillado y si manejan ustedes información en relación a que las emisiones de dióxido de carbono hacia la atmosfera no producen cambio climático alguno>>.

Tal como ha dejado expresada Ud. su observación, parece que ha razonado como si el llamado "cambio climático" por emisión de CO2 a la atmósfera, tuviera su causa en la naturaleza y/o en el progreso científico-técnico sin más, lo cuál sería tanto como matar al mensajero. ¿Que culpa tiene el tomate...? Recordaran los españoles el estribillo aquél tan popular en tiempos de la lucha contra la entrada de ese país en la OTAN.

Para zanjar este asunto, es necesario empezar por decir que Aristóteles distinguía entre cuatro tipos de causas; material, formal, eficiente y final. La causa material de algo es aquello de lo que está hecho. En climatología, por ejemplo, la causa material de la lluvia ácida es el exceso de dióxido de carbono en la atmósfera. Es decir, la causa material no se interesa por saber quién puso el tomate en la lata. La causa formal es la fuerza que determina un cambio en la forma de manifestación, por ejemplo, del clima, sean tornados, temporales de lluvia o nieve, sequías, incendios o inundaciones. La causa motriz o eficiente del cambio climático, es la que realmente lo produce. Por último, la causa final de tal fenómeno es, como la palabra lo indica, la finalidad, es decir, para qué. Y aquí hay que atender no solo a los efectos que produce el hecho en sí mismo cuando su causa es de origen puramente natural, o cuando es el resultado indirectamente ocasionado, por ejemplo, a raíz del adelanto científico-técnico aplicado a la extracción y utilización de los combustibles fósiles. También hay que atender a una posible causa no precisamente natural o técnica, sino propiamente sistémico-social.

En tal sentido, para determinar la causa eficiente del cambio climático, deberíamos también empezar por preguntarnos cual es la causa final o qué finalidad cumplen esas antenas instaladas en Alaska, a cuenta del llamado "proyecto H.A.A.R.P." (Programa de Investigación de Alta Frecuencia Auroral Activa). Esto es lo que Ud. parece no haberse preguntado. Y como toda pregunta induce a una respuesta, de haber procedido así estamos seguros de que Ud. hubiera tenido muy en cuenta una resolución declarativa del Parlamento Europeo, aprobada en la sesión del 14 de enero de 1999, donde calificó ese proyecto como "un sistema de armas destructor del clima", es decir, nocivo para la vida humana y la preservación del planeta Tierra. Una declaración que se quedó en eso a modo de un brindis al Sol para la galería, porque en esa jaula parlamentaria de grillos no se decidió ir más allá. Y si hasta allí se hizo posible que llegaran, fue porque se sintieron pesionados por una minoría consciente de lo que pasa, por qué y para qué.

¿Y qué decir de las llamadas Chemtrails o estelas químicas de nanopartículas no menos perniciosas para los suelos cultivables y la salud de millones de seres humanos, a raíz de que, un día sí y otro también, aviones militares sin matrícula dejan suspendidas en la atmósfera sobre ciudades, bosques y demás superficies del Planeta? Son trazas microscópicas de materia en apariencia inofensivas, muy similares al residuo de vapor carburante que expulsan las aeronaves comerciales en vuelo. Pero cuya composición química no es la misma ni se disipan tan rápidamente, sino que permanecen suspendidas en el aire bastante más tiempo, hasta que gravitando por su propio peso, acaban siendo imperceptiblemente absorbidas por la tierra en las zonas rurales, e inevitablemente inhaladas por la población urbana fuera y dentro de sus hogares.

Se trata de una solución de bario, aluminio y polímeros, en parte tendentes a que el pH del suelo cultivable —en condiciones normales moderadamente ácido— se torne alcalino [1]. Y resulta que, no por casualidad, esta práctica se asocia o compagina con lo que la poderosa multinacional agrotécnica norteaericansa "Monsanto" ha conseguido sintetizar y poner a la venta. Se trata de semillas artificialmente modificadas a partir de las naturales, después de ser químicamente manipuladas mediante técnicas secretas de ingeniería genética, para que puedan germinar en este tipo manipulado de suelos, no aptos para el cultivo tradicional. Pero con la particularidad de que estas semillas, una vez sembradas y recolectadas, sirven para la venta como materia prima, pero no para una nueva siembra con arreglo a sucesivas cosechas. A esta práctica monopolística y totalitaria se le ha dado en llamar: "Tecnología Terminator". Es el producto más genuíno de un poder político en el que se trasmuta el poder económico concentrado, cuando destina millones de dolares invertidos en publicidad engañosa, tolerada por sus respectivos Estados nacionales para fines de enriquecimiento de las acaudaladas minorías sociales que mandan en ellos. Así es como esta multinacional agroquímica norteamericana consiguió, con total impunidad, que cada vez más agricultores en el Mundo, se conviertan en clientes cautivos permanentes de esa compañía, única suministradora en el Mundo de tales engendros. Las consecuencias económicas sobre el trabajo agrícola-ganadero por un lado, y sobre la salud de los habitantes de la Tierra consumidotres de tales productos, por otro, se van sufriendo allí donde al suelo y a las personas se les hace subrepticiamente objeto de semejantes prácticas criminales con fines de lucro esencialmente oligopólico.

La ingeniería genética demostró que los cromosomas no sólo se modifican por adaptación espontánea al medio en que viven las especies naturales del Planeta. Cierto: el tamaño, el color, el número de flores y de frutos, el funcionamiento de los sentidos y hasta cierto punto la conducta de los organismos vivos, todo eso está regimentado por sus respectivos códigos genéticos naturales. Pero precisamente por ser los patrones que determinan el caracter funcional de cada especie animal y vegetal, también ha quedado demostrado que, mediante manipulación genética estratégicamente orientada para fines diversos, no todos al servicio del equilibrio termodinámico y ecológico, es posible cambiar el destino de especies naturales e individuos en comunidades enteras. Y lo que desde los tiempos de Marx, Engels y Liebig se ha podido saber, es que, la vida de todos los organismos existentes, desde los más simples a los superiores, dependen del común medio de vida natural que comparten y, por tanto, requieren de un entorno ecológico equilibrado para mantener su estabilidad natural. Cuando este equilibrio se rompe por determinado intereses creados, el sistema ecológico y las especies que viven en él degeneran con tendencia al aniquilamiento.

Y para saber hasta que extremos de criminalidad puede llegar la inescrupulosa e impune manipulación química con fines inconfesables, no deja de ser altamente aleccionador volver sobre la experiencia vivida por la sociedad española durante la grave epidemia declarada en enero de 1981, al principio circunscripta a los aledaños de la base aérea de utilización conjunta en la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz, que por entonces la aviación de este país compartía con la OTAN. 2] En este contexto se dio la coincidencia, de que un centenar de militares adscritos a la base también sufrieron el “síndrome”, por lo que fueron inmediatamente trasladados a hospitales de EE.UU. y Alemania. Como si en España no hubiera servicio de salud especializados con la misma capacidad o más que en esos países.

Fue aquél un accidente de tal repercusión, que de haber trascendido a la opinión pública su verdadera causa material y la localización del siniestro en semejante antro militar potencialmente destructivo de riqueza y vidas humanas, hubiera puesto en serio peligro no solo el ingreso de España en la OTAN, sino la propia estabilidad política del sistema capitalista en ese país. Había pues que alejar siquiera la sospecha, de que en esa base aérea pudo estar el origen fáctico causal de la epidemia, tal como todas las evidencias indican que así fue. Más aún si se llegara a saber que, el agente químico que la provocó no fue una inocua anilina contenida en el inofensivo aceite de colza desnaturalizado para consumo humano —tal como el Estado español difundió—, sino otro de naturaleza organofosforada que no existe espontáneamente en la naturaleza, sino que desde la Segunda Guerra Mundial fue obtenido por síntesis química en laboratorio como un arma letal en forma de gas asfixiante. Sustancia compuesta por un átomo de fósforo unido a 4 átomos de oxígeno o, en algunas sustancias, por 3 de oxígeno y uno de azufre, cuya misión química consiste en inhibir la colinesterasa contenida en la sangre humana y en las sinapsis nerviosas, que permiten la función muscular refleja o involuntaria de la respiración, con resultado de muerte por asfixia para la persona o animal que ingiera este criminal neumicida, sea por via cutánea, respiratoria o digestiva.

Para que no se olvide semejante genocidio disfrazado por las autoridades del Estado Español en aquella época, queremos volver aquí sobre lo que al respecto de este crimen de Estado publicamos en octubre de 2007. Y si volvemos ahora sobre él, es para rendir un sentido homenaje al extinto investigador Antonio Muro y a sus colegas de profesión: Luis Sánchez Monge, Luis Fontela, Francisco Javier Martínez Ruiz y María Jesús Clavera, quienes supieron estar a la altura de aquellas circunstancias, poniéndose al servicio de la verdad científica y de la dignidad humana más elemental, a despecho del aislamiento y desprecio del que fueron objeto, incluyendo al ya desaparecido letrado, Rafael Pérez Escolar, en mérito a lo que aportó en sus Memorias", para escarnio de los secuaces del poder criminal constituido en la sommbra, cuyos nombres omitimos no solo porque así lo merece la propia ignominia de su comportamiento, sino porque mencionarles a todos exigiría ocupar un espacio que no se merecen.

Pero, sobre todo, porque para erradicar las causas de los males en una sociedad, no se trata de encontrar culpables individuales a modo de chivos expiatorios, sino causas objetivas sistémicas e institucionales, incluyendo en este caso a TODOS los partidos políticos del arco parlamentario español —a derecha e izquierda del hemiciclo—, cuyos dirigentes y militantes ocultaron la ignominia. Consintieron y siguen consintiendo tanto sufrimiento derivado de crímenes de lesa humanidad como aquél falsamente atribuido al llamado "síndrome del aceite tóxico". De las 25.000 víctimas de aquello, todavía quedan con vida 16.000 sufriendo las consecuencias. La mayoría de ellas de condición asalariada. No es casual que la variedad de tomates envenenados en Roquetas de Mar con la química letal de los organotiofosforados —que se preparó para deslocalizar la epidemia dispersando sus efectos a otras regiones y a determinadas capas sociales del país— haya sido de la variedad más barata conocida por la denominación "lucy", ajena a las preferencias de los más adinerados. Todas las víctimas han presentado afectación neurológica, esclerodermia (piel dura), hepatopatía crónica e hipertensión pulmonar. La hepatopatía crónica deriva en cirrosis con resultado de muerte. La hipertensión pulmonar consiste en un estrechamiento de las arterias que llevan sangre a los pulmones y sólo se cura mediante trasplante.[3]

En su obra escrita entre 1873 y 1886 que tituló: "Dialéctica de la Naturaleza", Federico Engels criticó duramente la concepción unilateral de los naturalistas en general, por sostener que los seres humanos no inciden para nada en los sucesos de la naturaleza y que, por el contrario, es la naturaleza la que influye exclusivamente sobre sí misma para provocarlos. A esto contestó Engels poniendo por ejemplo la situación en Alemania:

<<Muy poco, poquísimo, es lo que hoy queda en pie de (lo que hace) la "naturaleza" (por sí misma) en Alemania desde los tiempos de la inmigración de los germanos. Todo en ella ha cambiado hasta lo indecible, la superficie del suelo, el clima, la vegetación, la fauna y los alemanes mismos. Y todos estos cambios se han producido por obra de la actividad humana, siendo incalculablemente pequeños, insignificantes, los que durante estos siglos se han producido en la naturaleza de Alemania sin la intervención del ser humano>>. (Op. cit. Dialéctica Aptdo. b). Pg. 196 de la versión electrónica en castellano. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

Engels atribuyó semejantes dislates a los llamados "empiristas de la observación", quienes sostenían que para saber lo que necesariamente sucede en el mundo natural, basta con observar los fenómenos que ocurren en ella, suponiendo que la causa y su efecto nunca salen del ámbito de la propia naturaleza, confundiendo así los conceptos de correlación y causalidad. La correlación entre dos hechos o de un mismo hecho que se repite, excluye categóricamente la relación necesaria de causa-efecto que los hace realmente posibles y hasta cuándo. Para corregir este error comprometiendo a la sociedad humana sistémicamente organizada en lo que sucede con la naturaleza, Engels destacó el experimento como causa añadida a las puramente naturales diciendo:

<<Hasta tal punto es esto cierto, que del constante espectáculo de la salida del sol, en la aurora, no se deriva que necesariamente vuelva a alumbrar al día siguiente. Y ya hoy sabemos, en realidad, que (por efecto de la entropía o muerte térmica del universo) llegará el momento en que el sol, un día, no saldrá. La prueba de la necesidad (de que se reiteren episodios naturales como la salida del Sol día que pasa) radica (cada vez más) en el experimento; en el trabajo: qué puedo hacer yo para que siga saliendo>> (Op. cit. Pp. 194 Lo entre paréntesis nuestro).

Y el experimento, la actividad humana en interacción dialéctica con la naturaleza, siempre ha procedido según el desarrollo científico-técnico de las fuerzas productivas, condicionado por el modo de producción y de vida adoptado por la sociedad en cada etapa de su desarrollo. La conclusión resultante de este razonamiento a la luz de los hechos, es que, en la sociedad de clases y más específicamente bajo el capitalismo, se han venido creando y reproduciendo constantemente valores de uso útiles para la vida humana que, al acabar destruyéndose por su consumo —sea inmediato, durable o por obsolescencia técnica, pierden su valor de cambio al servicio del equilibrio ecológico entre los seres humanos y la naturaleza. Pero al mismo tiempo y con fines inconfesables, la burguesía —más que nunca en la etapa tardía o postrera del capitalismo y, también como consecuencia del desarrollo científico-técnico aplicado a los medios de trabajo—, ha venido creando y reproduciendo valores de uso que pierden su valor de cambio al destruirse, provocando destrucción de riqueza y/o vidas humanas; atentando gravemente contra el necesario equilibrio ecológico en el que se sustenta la dialéctica constructiva entre los seres humanos y el entorno natural en que viven. A este desequilibrio o desorden entre los seres humanos y su entorno natural, también se le conoce por el nombre de "entropía". De esta Ley se desprende el corolario de que la entropía se incrementa cuando partes crecientes del calor creado por el sistema, se pierden por disipación en el ambiente exterior a ese sistema, como consecuencia de tal desorden o desequilibrio termodinámico de un sistema, entre energía que genera y calor aprovechado por él en forma de trabajo.

En tal sentido, cabe comprender que todo sistema como el solar donde se desarrolla el drama humano, está sujeto inevitablemente al proceso de entropía, por medio del cual, el Universo va pasando más o menos aceleradamente, de estados ordenados a menos ordenados y finalmente al caos. Pero ha sido probado científicamente, que tal aceleración o retardamiento en la entropía del sistema solar, depende no tanto de la naturaleza como de lo que hacemos con ella los seres humanos que habitamos en él. Y es un hecho también probado, que la entropía o muerte térmica del sistema solar se ha venido acelerando desde fines del siglo XIX. Pero no por causa de "la mano del hombre" como suelen interpretar y difundir engañosamente las usinas ideológicas de la burguesía, sino por el capitalismo como sistema de vida en su etapa postrera.

La prueba está, en que la producción y reproducción de valores de uso para fines destructivos y genocidas, son cada vez más y de mayor efricacia, al ritmo cada vez más rápido en que progresa el desarrollo científico-técnico aplicado a tales instrumentos para el dominio sobre la naturaleza. Esto es lo que la burguesía hace para que el sol social del capital siga calentando sus intereses bajo la consigna de: "a vivir que son dos días", aun a costa de acercar el final de los días en que el núcleo terrestre y el Sol, sigan alentando la vida de quienes habitan en este Universo. Semejante paradoja es parte esencial de la entropía o desorden irreversible —propio del captialismo como sistema de vida—, que no tiene por qué coincidir con la entropía del Universo pero sin duda le afecta. Y el caso es que tal desorden del capitalismo en modo alguno está democráticamente determinado por las necesidades de la mayoría social absoluta de la población mundial, sino por la perversa y criminal “necesidad” de supervivencia en el Universo, de una clase social capitalista dominante, cada vez más parasitaria y absolutamente minoritaria —día que pasa más irrisoria—, que se vuelve tanto más proclive a la destrucción y al genocidio, cuanto más relativamente minoritaria deviene respecto de su clase asalariada subalterna —cada vez más mayoritaria—, que le sostiene con su trabajo.

Y esta deriva entrópica esencialmente antinatural, antidemocrática y genocida, se agrava según el sistema de vida imperante determina, objetivamente, que la propiedad sobre los medios de producción recaiga en cada vez menos individuos, quienes son irresistiblemente arrastrados por el sistema, a decidir despóticamente que tales medios se produzcan, para emplearlos en destruir todo lo que sus intereses le inducen a pensar que sobra, es decir, riqueza material y seres humanos, entendidos estos últimos contablemente, es decir, no como riqueza útil y seres humanos vivos, sino como cifras, simple costo dinerario en medios materiales mano de obra. Solo para alejar así el horizonte de las crisis en pleno auge de los negocios y/o —cuando inevitablemente las crisis se producen—, abreviar el período de la consecuente depresión económica, con el propósito de reiniciar más rápidamente una nueva recuperación cíclica de la acumulación de capital —fatalmente cada vez más breve— en medio de la devastación de recursos materiales y vidas humanas, es decir de trabajo útil que se desperdicia, para volver a reproducir otro excedente y volverlo a destruir.

No queremos aquí extendernos más sobre este asunto. Sin embargo, no podemos resistirnos a señalar lo que Marx aportó a través de la economía política científica, estudiando la obra de su coetáneo, el gran bioquímico alemán Justus Freiherr von Liebig (1803-1873), quien con su pensamiento le ayudó a completar el concepto de metabolismo simbiótico de ordenado intercambio dialéctico complementario entre los seres humanos y la naturaleza, como condición del imprescindible equilibrio energético para la mutua supervivencia en este Planeta.

Así fue cómo de ese hermanamiento científico con Liebig, Marx llegó a demostrar que el capitalismo propende a la ruptura y desquiciamiento de esa imprescindible armonía ecológica. Analizando la evolución de la población respecto de la inversión del capital en el medio urbano y en el medio rural, Marx descubrió la ley según la cual, el desarrollo de las fuerzas productivas determina la tendencia al decrecimiento absoluto incesante de la población en el campo, y a su incremento absoluto en la industria urbana, aunque relativamente menos respecto de los medios de producción que pone en movimiento. O sea, que del minifundio en el agro se pasa al latifundio, según la masa de población rural —expropiada de sus tierras— emigra forzosamante a las ciudades y allí se reproduce, aumentando aunque relativamente menos que el capital físico empleado en la industria urbana. De esta “lógica” irracional contenida en la Ley General de la Acumulación Capitalista anunciada por Marx, resulta la formación de un ejército industrial de asalariados en la reserva permanente del desempleo. De semejante dinámica destuctiva y genocida, Marx sacó la siguiente conclusión:

<<La pequeña propiedad del suelo, presupone que la parte inmensamente mayor de la población sea rural, y que (allí) predomine no el trabajo social (cooperativo), sino el trabajo aislado; por consiguiente, bajo tales circunstancias queda excluida la riqueza y el desarrollo de la reproducción (humana), tanto de sus condiciones materiales (por la baja productividad de los cultivos) como espirituales (provocadas por el aislamiento social). Por lo tanto, asimismo (quedan excluidas) las condiciones de un cultivo racional. Pero por otro lado, la gran propiedad del suelo reduce la población rural a un mínimo en constante disminución, oponiéndole una población industrial en constante aumento hacinada en las ciudades; de ese modo engendra condiciones que provocan un desgarramiento insanable en la continuidad del metabolismo social (destruyendo la necesaria simbiosis entre los seres humanos y su entorno ecológico del cual forman parte constitutiva) prescrito por la leyes naturales de la vida, como consecuencia de lo cual se dilapida la fuerza del suelo, dilapidación ésta que, en virtud del comercio, se lleva más allá de las fronteras del propio país (Liebig)>>. (“El Capital” Libro III Sección Segunda. Cap. XLVII. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro)

Esta realidad actual, prevista por la ciencia personificada en Liebig y Marx —hace ya más de cien años—, explica que el 78% de los bosques primarios del planeta hayan desaparecido, y el 22% restante corra la misma suerte por la reiteración de múltiples incendios forestales —más provocados que accidentales— para convertir los bosques en tierras de labor, así como por la incontrolada deforestación al ritmo de 14,2 millones de Hectáreas anuales, para proveer de materia prima a la industria de la madera. Esta dinámica provoca que crecientes cantidades excesivas de dióxido de carbono —provenientes de la combustión en las ciudades de productos orgánicos derivados de la extracción del petróleo— permanezcan suspendidas en la atmósfera y no alcancen a ser metabolizadas en oxígeno por la natural fotosíntesis de los bosques y selvas subsistentes. Y de esta ruptura del equilibrio ecológico entre los seres humanos y su medio natural, resulta que la ya reducida cubierta vegetal del Planeta, sea sometida a la llamada “lluvia ácida” que la degrada todavía más y, en verano, los bosques se siguen incendiando porque la creciente despoblación absoluta en ese medio natural —determinada por la Ley General de la Acumulación Aapitalista— impide que se lo vigile, cuide y preserve de la maleza inflamable.

Ubicados desde esta perspectiva en el contexto de la realidad actual, resulta ser falso, pues, afirmar, que la causa del cambio climático sea la emisión de CO2 a la atmósfera supuestamente atribuida a la mano del hombre”, una entelequia tan falsa como afirmar que 2+2=5. Porque la verdad es que ese desequilibrio entre los seres humanos y la naturaleza, está férreamente determinado por el sistema capitalista de vida, cuyo principio activo consiste en desarrollar la fuerza productiva potencialmente materializada en el desarrollo científico-técnico incorporado a los medios de trabajo, para convertir cada vez más el trabajo necesario (equivalente al producto que los asalariados necesitan consumir para renovar su energía diaria) en trabajo excedente (plusvalor) que sus patronos acumulan como capital, señor Ramiro.

Y para esto le remitimos a las dos primeras leyes de la termodinámica, sobre las que debiera sustentarse la relación entre el trabajo (T) realizado por la máquina llamada Universo —en que vivimos—, y la energía (E) como potencial de calor útil que recibe. De modo tal que su rendimiento R se aproxime lo más posible a la unidad, es decir, cuidar de que no se desperdicie. Y el caso es que el capitalismo tiende objetivamente a desbaratar por completo este imprescindible equilibrio ecológico y termodinámico. Tal es la fatídica consecuencia sobre la naturaleza, del desequilibrio económico-social cada vez más abismal y acelerado, a causa del reparto cada vez más desigual de la riqueza entre las dos clases universales antagónicas bajo el capitalismo, una obscena distribución que está en la raíz más profunda de las crisis y de la tendencia al derrumbe de este sistema todavía vigente de vida. Y aquí volvemos a la demostración matemática de Marx en sus Grundrisse", porque tal parece que nunca será suficiente.

Así las cosas, el cambio climático y telúrico artificialmente producido, que trastorna el imprescindible equilibrio termodinámico y ecológico entre la naturaleza y los seres humanos en este Planeta, ha venido agravándose primordialmente como consecuencia objetivamente determinada por la "Ley General de la Acumulación Capitalista" desde los orígenes de este sistema. (Cfr.:“El Capital” Libro I Cap. XXIII). Pero es en la actual etapa tardía de su vigencia que las fatídicas consecuencias de este sistema de vida están llegando a extremos demenciales, con la manipulación más criminal que la burguesía mundial y los Estados nacionales más poderosos del Planeta, hacen de nuestro entorno natural. No solo alterando la atmósfera, sino la relación entre energía y trabajo en las propias entrañas de la Tierra, mediante movimientos sísmicos inducidos por via de explosiones nucleares subterráneas de consecuencias catastróficas en la superficie.

Todo ello para contrarrestar la tendencia histórica al descenso de la Tasa General de Ganancia Media, que deriva en las inevitables crisis periódicas de superproducción de calor útil, generado por el trabajo social empleado en producir capital sobrante. Y esto es así, porque el rendimiento de ese trabajo en forma de calor físico y plusvalor económico contenido en sus productos, resulta ser menor del que, en términos simbióticos de energía fisiológio-mecánica y su equivalente en valor económico, costó generarlos. De modo tal que en el sistema termodinámico supeditado al sistema económico-social capitalista, buena parte del valor calórico útil y su correspondiente valor económico bajo la forma de capital contenido en la riqueza producida por el trabajo material empleado en ello, resultan ser supernumerarios. Ergo: el valor calórico "excedente" se disipa en el ambiente, mientras su equivalente económico en forma de plusvalor capitalizado se devalúa en el mercado cuando no es deliberadamente destruido. ¿Para qué? Para que los burgueses puedan seguir disfrutando de su demencial propensión a la acumulación desmesurada de riqueza en su poder. Se trata pues, del juego diabólico que consiste en producir ganancias crecientes y generar crisis de capital excedentario, para superarlas mediante guerras y/o supuestas "catástrofes naturales" que lo destruyen aumentando todavía más la entropía del Universo. Y esto, sencillamente, porque las clases dominantes usufructuarias del sistema capitalista, deciden que toda esa energía mecánica y humana transformada en calor útil empleado en crear riqueza material y su correspondiente valor económico —entendido como capital—, sobra.[4]

Tal es el mismo espíritu entrópico, desordenado y destructivo, que el pasado día 08 de febrero el actual presidente de la patronal española agrupada en la CEOE, llamado Joan Rosel, esgrimió sin pizca de rubor alguno públicamente. Compareciendo ante los medios de comunicación ese día, y tras hacer un obsceno y despreciable símil entre los empleados de las administraciones públicas estatales en este país y un ser humano que padece obesidad mórbida, este señor propuso que tales organismos sean intervenidos quirúrgicamente de urgencia, para extirparles la grasa que sobra. Tal fue, exactamente, la expresión que este "distinguido" representante del capital en España utilizó, en alusión directa y explícita a una parte de ese personal asalariado.

Para poner en evidencia semejante falsedad y falta de escrúpulos, sería inapropiado y hasta injusto, devolver al señor Joan Rosel, todo el desecho moral perverso que este señor arrojó sobre quienes no son de su misma condición social, aunque compartan su misma naturaleza humana. Y sería injusto, porque la grasa que viene sobrando en este mundo desde hace ya mucho, no es de naturaleza humana genérica sino de raíz sistémica y social. Y es que, efectivamente, la causa de ese desecho insalubre no está en individuos como Joan Rosel, sino en el sistema capitalista que les metaboliza en calse social burguesa prácticamente desde pequeños, despojándoles de su condición racional de seres humanos hasta convertirles en selváticos animales irracionales de rapiña, que solo se rigen por el más primitivo instinto de conservación para el aumento de su riqueza personal y poder político sobrevenido a expensas del trabajo ajeno. Salvo rarísimas excepciones, claro está:

<<Nací de padres acomodados, me ataron un moño al cuello y me enseñaron en el arte de mandar>> (Bertolt Brecht: "Perseguido por buenas razones")

Estamos hablando de las "buenas razones" personificadas en determinados individuos por el poder económico y político que detentan, de modo que a fuerza de ejercerlo les enceguece y deshumaniza hasta el extremo de aplicarlo, incluso del modo más despótico y brutal, sobre quienes no solo estos poderosos se sienten superiores y con el derecho jurídico y moral vigente a explotarles. Porque así como está visto y comprobado que el sistema les confiere la facultad de decidir por ellos hasta cuando conservan su puesto de trabajo, también incluso les mandata para que decidan incluso omnímodamente sobre su propia existencia como seres vivos en este mundo. Ni más ni menos que como, por ejemplo, sucedió a principios de 1981 en España, con las más de 25.000 víctimas causadas por el supuesto "síndrome del aceite de colza". Eso sí, lo deciden y llevan a cabo clandestinamente y sin el menor remordimiento de conciencia. Porque, lo que estos selectos socios del Club de Bilderberg deciden hacer, como y cuando con nosotros para recreación suya, eso solo ellos lo saben dando ejemplo de su tan cacareada "transparencia".

Vaya el haber dicho esto último acerca del totalitarismo con ropaje retórico "democratico" y "humanitario", para rendir también homenaje al gran cineasta sueco Ingmar Bergman, a propósito de su obra: "El huevo de la serpiente". Allí nos trajo a colación un documental sobre ciertos experimentos secretos llevados a cabo con seres humanos indigentes, sin esperanza ninguna en aquél mundo degradado —como este de hoy—, realizados por un médico alemán en una clínica de Munich llamada "Santa Ana", durante los estertores de la República de Weimar: aquel engendro socio-político incubado por la coalición socialdemócrata gobernante liderada sucesivamente por Friedrich Ebert, Gustav Noske y Hermann Muller entre 1918 y 1933, a cuyo calor político se gestó la serpiente nazifascista de Hitler. Este film es un ejemplo de lo que la burguesía ya decadente pudo conseguir en Alemania manipulando conciencias y vidas humanas con sustancias químicas e intervenciones quirúrgicas aberrantes, para fines destructivos de sus caracteres humanitarios. Allí Bergman muestra a una joven mujer, quien a cambio de albergue y alimentos acepta cuidar a un niño tras habérsele operado el cerebro de tal modo que no deje de llorar. La secuencia termina, cuando el cruel e inaguantable tormento al que se vio sometida moralmente aquella desgraciada, transforma su genérico instinto maternal de protección, en instinto asesino del que ella misma cae víctima suicida, tras hacer objeto de la misma vesánica propensión a la pequeña criatura matándola con sus propias manos, como único recurso disponible bajo tales condiciones, para que ambas pudieran acabar con aquella tortura deliberadamente provocada.[5]

<<No es que la conciencia determine la vida, sino que la vida determina la conciencia>> (K. Marx-F. Engels: "La ideología alemana" Cap. I Aptdo. 4. Bruselas. 1845-1846)

¿Hasta qué limite del extremo sufrimiento seguiremos los explotados tolerando a esta maldita cosa llamada capital, como para que nuestra conciencia enajenada nos siga dictando que debemos retroceder una y otra vez ante la "ilimitada inmensidad de nuestros propios fines"? ¿Hasta cuando "gritan cada vez más gargantas y gargantas que se juntan"....., hasta cuando seguiremos cargando sobre nosotros mismos este peso muerto de la historia, en vez de arremeter con todo nuestro peso vivo sobre él y pasarle por encima para siempre?

<<Hasta que se crea una situación que ya no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: demuestra lo que eres capaz de hacer>> (K. Marx: "El 18 Brumario de Luis Bonaparte" Cap. I. Londres. 1869)

05 - ¿Que las crisis las paguen los capitalistas o que dejen para siempre de producirse?

Se refiere Ud. a la consigna: Que la crisis la paguen los capitalistas, con la que acabamos el trabajo publicado en junio de 2010 titulado: Nueva fase de la crisis mundial. Del salvataje bancario a la bancarrota fiscal”. Y al respecto nos observa que:

<<Ninguna crisis capitalista la va a pagar la burguesía por el simple hecho de que no puede y esto por todos los motivos que ustedes explican en tantos artículos. Solo sale de la crisis el sistema subiendo la tasa de ganancia a expensas de los salarios y la depreciación del capital constante. Que la paguen los capitalistas es un imposible y solo puede crear ilusiones en quien la levante. Por otro lado esto de pedirle a la burguesía que no se comporte como la burguesía es algo que los trotskistas han hecho por décadas y solo lleva a la vanguardia a tener esperanzas en que si todos presionamos mucho a la burguesía esta va a tener que ceder y actuar contra la naturaleza del sistema lo cual construye una mentalidad reformista. Claro que los trotskistas arguyen que ellos las levantan porque la vanguardia, o "la gente" como dicen ellos, al darse cuenta de que son irrealizables verán la cara real del sistema. Y ya sabemos que esto nunca sucede>>.

Sobre esta cuestión, debemos agradecerle su observación reconociendo que esa consigna no es muy precisa y da pie a interpretaciones ambiguas. Una de esas ambigüedades induce a homologar algo que no hemos querido decir porque no es verdad y nada resuelve. A primera vista parece justo proponer que "la crisis la paguen los capitalistas", porque ellos son quienes las provocan. Pero dados los antecedentes a la luz de la experiencia histórica vivida, lo que las circunstancias actuales exigen no es salir de esta crisis, sino acabar con ellas de una vez por todas. Y para eso no se trata de que la paguen los capitalistas, como si fuera una deuda privada que se salda abonándola y hasta la próxima. Porque tal "solución" dejaría intactas las mismas condiciones del problema que supuestamente se quiere resolver.

Pero es que, además, aun cuando unos más que otros y en conjunto muchísimo menos de lo que a los asalariados nos cuesta salir de las crisis, los capitalistas tampoco se libran de pagar en parte sus consecuencias. Para el bien del conjunto de la sociedad, lo que se impone racionalmente es acabar con todas las crisis erradicando este sistema económico, social, político y moral de vida caduco. A esta proposición se opone la irracionalidad deshumanizada de los capitalistas, sabiendo que bajo este orden actual de cosas, ninguna crisis económica por si misma les puede hacer perder el poder político que detentan indirectamente desde sus respectivos Estados nacionales a su servicio, mientras sigan conservando directamente su poder económico concentrado en la sociedad civil, para seguir ejerciendo su dictadura política de clase sobre los asalariados.

Y el caso es que la entropía de este desquiciado "orden" económico de cosas, seguirá prevaleciendo e incrementándose, mientras el sistema jurídico, político y moral vigente sea aceptado por los explotados, pudiendo así los burgueses combinar la falsificación de los hechos con la exaltación farisea de valores supuestamente vigentes tan declamados, como la "verdad", la "igualdad", la "democracia", la "solidaridad" y la "concordia", cuando en realidad impera el engaño, la desigualdad, el despotismo, la explotación y la violencia, de una minoría social cada vez más insignificante sobre una mayoría cada vez más absolutamente mayoritaria.

Este es, pues, el campo de batalla en el que hoy día se libra la lucha más importante y políticamente trascendente de la humanidad en esta etapa de su desarrollo histórico, donde se trata de poner en equilibrio el trabajo social con la distribución de su producto y el medio natural en que se produce, lo cual supone hacerles comprender tenazmente a los capitalistas que, ante todo, deben dejar de serlo. Por razones de higiene social y supervivencia del Planeta, junto con la especie humana que habita en él. Y para tal fin, es necesario poner a la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio fuera de la ley, es decir, despojarles de su condición social de capitalistas, para reconvertirles a la condición humana y ecológica superior de seres racionales.

Aunque tácticamente haya que negociar más de una vez con nuestros enemigos, la libertad de los explotados y oprimidos concebida como estrategia jamás debe ser un negocio. Es necesario conquistar los justos objetivos luchando inclaudicablemente por ellos con la verdad científicamente descubierta siempre por delante, que de la ignorancia solo saben sacar provecho los rufianes. Veremos ahora, pues, qué pasa en España y el resto de la "Comunidad Europea", tras la reciente Sentencia de su "Tribunal Superior de Justicia" respecto de la actual Ley hipotecaria vigente en este país desde 1946. La anunciada eliminación de sus claúsulas expoliadoras se ha conseguido a pulso resistiendo a la brutal violencia policial y superando el doloroso coste de no pocos suicidios.¡¡Viva el movimiento libre de la "Plataforma Stop desahucios"!! Atenta su base militante al compadreo de los acuerdos que se "negocian"en la tan corrupta como cautivadora "intimidad" de los muy bien alfombrados y suntuosos despachos oficiales, entre los infaltables polticos profesionales y abogados corrompidos a sueldo y prebendas del capital. No sería la primera vez que la confianza ciega en los "representantes", malogra trabajosos esfuerzos en procura de fines espurios que se presuponen compartidos con sus representados. No se trata de desconfiar pero tampoco basta con delegar poder en quienes parecen ser porque así lo han prometido, sino de ponerles siempre ante la obligación de demostrarlo. Así es como se garantiza que la solidaridad entre iguales alcance su necesaria eficacia política.

"El pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes. Tal es el principio rector vigente que rige todas las constituciones “democráticas” en el Mundo moderno. Y para eso están las elecciones periódicas, donde los distintos partidos políticos, supuestamente, se disputan en cada país el gobierno al interior del sistema capitalista universal durante X años. No es casual pues, que mediante semejante regla de tres (representantes, elecciones y gobierno), se consiga el sortilegio del trilero, según el cual la mayoría absoluta de los electores excluidos de este negocio, nunca puedan saber dónde está el premio para ellos, resultante de convertir imperceptiblemente la alternancia provisional de cada partido electo al frente del gobierno, en dictadura política permanente del capital.

Un saludo: GPM.

NOTAS

[1] La sigla pH significa “potencial de hidrógeno”. Es un patrón de medida para determinar el grado de alcalinidad o acidez que contiene un compuesto de materia. La escala de pH típicamente va de 0 a 14 en disolución acuosa, siendo ácidas las disoluciones con pH menores a 7 y alcalinas las que tienen pH mayores de 7. El pH = 7 indica la neutralidad de la disolución (cuando el disolvente del compuesto es agua). Los “polímeros” son macromoléculas (generalmente orgánicas), formadas por la unión de moléculas más pequeñas llamadas monómeros.

[2] Esta epidemia a raíz del imprevisto y no declarado ni asumido accidente por escape químico involuntario en la base aérea de Torrejón de Ardoz, fue el "cambio climatico" de naturaleza política, que tuvo sus antecedentes inmediatos en la dimisión de Adolfo Suárez al frente del gobierno el 29 de enero, seguido por el discurso de investidura de Calvo Sotelo el día 18 de frebrero —donde anunció que propondría la entrada de España en la OTAN—, y la intentona golpista "fallida" cinco días después. Cuatro acontecimientos que, en sucesión —sobre todo el asalto al Congreso el 23 de febrero—, permitieron disuasivamente llevar a cabo el secreto acuerdo diplomático previo entre los poderes fácticos norteamericanos y españoles, para que este país pase a formar parte de ese bloque militar imperialista durante la llamada "Guerra Fría". A ultimar los detalles de tal acuerdo, vino a España el Secretario de Estado norteamericano Alexander Haig, quien aterrizó de incógnito durante la madrugada del 08 de abril en esa misma base militar de "utilización conjunta" procedente de Oriene Medio. Proceso en el que se puso de manifiesto el común caracter genocida de todos los partidos políticos institucionalizados de derecha, centro e izquierda, comprometidos estratégicamente hasta los tuétanos en preservar el status quo capitalista a escala planetaria.

[3] Tres años después, el 3 de diciembre de 1984, sucedió algo parecido en la ciudad india de Bophal, donde por un accidente similar al ocurrido en la Base de Torrejón, las multinacionales químicas Unión Carbide y Dow Chemical, debido a las nulas medidas de seguridad en la planta de esta última empresa, casi medio millón de personas quedaron expuestas al gas isocianato de metilo, a raíz de un escape químico que trascendió los límtes de esa ciudad. Desde entonces, a consecuencia de sus efectos han muerto en ese país más de 22.000 personas y hay 150.000 supervivientes que padecen enfermedades crónicas, muchos de ellos niños nacidos con horribles deformidades físicas o que sufren retrasos de crecimiento y mentales, paladar hendido y parálisis cerebral. El gobierno de la India prometió que, en el juicio, exigiría responsabilidades criminales además de civiles, y que perseguiría duramente a las empresas químicas americanas Union Carbide y Dow Chemical (actual propietaria de Union Carbide). Pero todo ha quedado en papel mojado. Nada se sabe, tampoco, de la asunción de responsabilidades civiles y políticas ni de la limpieza de la contaminación dejada por la empresa, que desde entonces envenena el agua potable de los 25.000 habitantes de Bhopal, ni de la promesa de creación de una Comisión que estudie y atienda al cuidado y las necesidades de los supervivientes, ni menos aun a la restauración ambiental, social, económica y sanitaria de la zona. ¿Quien dijo que la hechura moral de los políticos profesionales en la sociedad capitalista, está diseñada por ese mismo "espíritu emprendedor" sistémico de la limpunidad criminal? Aquí, por impunidad criminal sistémica,debe entenderse a la conversión o metabolismo de seres humanos normales en genocidas.

[4] Pero no hay que preocuparse, porque al momento de redactar esta nota la humanidad ya sabe que la "fumata" en el Vaticano pasó de ser negra, para que todos podamos seguir siendo felices por obra y gracia divina de que "habemus papam".

[5] "La Estadística de suicidios (en España) se ha realizado ininterrumpidamente desde 1906 hasta 2006. Con periodicidad anual, ha recogido información tanto de los suicidios consumados como de las tentativas, estudiando el acto del suicidio con todas las circunstancias de tipo social que puedan tener interés. Desde 2007, siguiendo los estándares internacionales en la materia, se ha adoptado (también oficialmene en España) la decisión de suprimir los boletines del suicidio, y obtener la información estadística relativa al suicidio a partir de la información que ofrece el boletín de defunción judicial que se utiliza para la Estadística de "Defunciones según la Causa de Muerte."