05 - ¿Que las crisis las paguen los capitalistas o que dejen para siempre de producirse?

Se refiere Ud. a la consigna: Que la crisis la paguen los capitalistas, con la que acabamos el trabajo publicado en junio de 2010 titulado: Nueva fase de la crisis mundial. Del salvataje bancario a la bancarrota fiscal”. Y al respecto nos observa que:

<<Ninguna crisis capitalista la va a pagar la burguesía por el simple hecho de que no puede y esto por todos los motivos que ustedes explican en tantos artículos. Solo sale de la crisis el sistema subiendo la tasa de ganancia a expensas de los salarios y la depreciación del capital constante. Que la paguen los capitalistas es un imposible y solo puede crear ilusiones en quien la levante. Por otro lado esto de pedirle a la burguesía que no se comporte como la burguesía es algo que los trotskistas han hecho por décadas y solo lleva a la vanguardia a tener esperanzas en que si todos presionamos mucho a la burguesía esta va a tener que ceder y actuar contra la naturaleza del sistema lo cual construye una mentalidad reformista. Claro que los trotskistas arguyen que ellos las levantan porque la vanguardia, o "la gente" como dicen ellos, al darse cuenta de que son irrealizables verán la cara real del sistema. Y ya sabemos que esto nunca sucede>>.

Sobre esta cuestión, debemos agradecerle su observación reconociendo que esa consigna no es muy precisa y da pie a interpretaciones ambiguas. Una de esas ambigüedades induce a homologar algo que no hemos querido decir porque no es verdad y nada resuelve. A primera vista parece justo proponer que "la crisis la paguen los capitalistas", porque ellos son quienes las provocan. Pero dados los antecedentes a la luz de la experiencia histórica vivida, lo que las circunstancias actuales exigen no es salir de esta crisis, sino acabar con ellas de una vez por todas. Y para eso no se trata de que la paguen los capitalistas, como si fuera una deuda privada que se salda abonándola y hasta la próxima. Porque tal "solución" dejaría intactas las mismas condiciones del problema que supuestamente se quiere resolver.

Pero es que, además, aun cuando unos más que otros y en conjunto muchísimo menos de lo que a los asalariados nos cuesta salir de las crisis, los capitalistas tampoco se libran de pagar en parte sus consecuencias. Para el bien del conjunto de la sociedad, lo que se impone racionalmente es acabar con todas las crisis erradicando este sistema económico, social, político y moral de vida caduco. A esta proposición se opone la irracionalidad deshumanizada de los capitalistas, sabiendo que bajo este orden actual de cosas, ninguna crisis económica por si misma les puede hacer perder el poder político que detentan indirectamente desde sus respectivos Estados nacionales a su servicio, mientras sigan conservando directamente su poder económico concentrado en la sociedad civil, para seguir ejerciendo su dictadura política de clase sobre los asalariados.

Y el caso es que la entropía de este desquiciado "orden" económico de cosas, seguirá prevaleciendo e incrementándose, mientras el sistema jurídico, político y moral vigente sea aceptado por los explotados, pudiendo así los burgueses combinar la falsificación de los hechos con la exaltación farisea de valores supuestamente vigentes tan declamados, como la "verdad", la "igualdad", la "democracia", la "solidaridad" y la "concordia", cuando en realidad impera el engaño, la desigualdad, el despotismo, la explotación y la violencia, de una minoría social cada vez más insignificante sobre una mayoría cada vez más absolutamente mayoritaria.

Este es, pues, el campo de batalla en el que hoy día se libra la lucha más importante y políticamente trascendente de la humanidad en esta etapa de su desarrollo histórico, donde se trata de poner en equilibrio el trabajo social con la distribución de su producto y el medio natural en que se produce, lo cual supone hacerles comprender tenazmente a los capitalistas que, ante todo, deben dejar de serlo. Por razones de higiene social y supervivencia del Planeta, junto con la especie humana que habita en él. Y para tal fin, es necesario poner a la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio fuera de la ley, es decir, despojarles de su condición social de capitalistas, para reconvertirles a la condición humana y ecológica superior de seres racionales.

Aunque tácticamente haya que negociar más de una vez con nuestros enemigos, la libertad de los explotados y oprimidos concebida como estrategia jamás debe ser un negocio. Es necesario conquistar los justos objetivos luchando inclaudicablemente por ellos con la verdad científicamente descubierta siempre por delante, que de la ignorancia solo saben sacar provecho los rufianes. Veremos ahora, pues, qué pasa en España y el resto de la "Comunidad Europea", tras la reciente Sentencia de su "Tribunal Superior de Justicia" respecto de la actual Ley hipotecaria vigente en este país desde 1946. La anunciada eliminación de sus claúsulas expoliadoras se ha conseguido a pulso resistiendo a la brutal violencia policial y superando el doloroso coste de no pocos suicidios.¡¡Viva el movimiento libre de la "Plataforma Stop desahucios"!! Atenta su base militante al compadreo de los acuerdos que se "negocian"en la tan corrupta como cautivadora "intimidad" de los muy bien alfombrados y suntuosos despachos oficiales, entre los infaltables polticos profesionales y abogados corrompidos a sueldo y prebendas del capital. No sería la primera vez que la confianza ciega en los "representantes", malogra trabajosos esfuerzos en procura de fines espurios que se presuponen compartidos con sus representados. No se trata de desconfiar pero tampoco basta con delegar poder en quienes parecen ser porque así lo han prometido, sino de ponerles siempre ante la obligación de demostrarlo. Así es como se garantiza que la solidaridad entre iguales alcance su necesaria eficacia política.

"El pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes. Tal es el principio rector vigente que rige todas las constituciones “democráticas” en el Mundo moderno. Y para eso están las elecciones periódicas, donde los distintos partidos políticos, supuestamente, se disputan en cada país el gobierno al interior del sistema capitalista universal durante X años. No es casual pues, que mediante semejante regla de tres (representantes, elecciones y gobierno), se consiga el sortilegio del trilero, según el cual la mayoría absoluta de los electores excluidos de este negocio, nunca puedan saber dónde está el premio para ellos, resultante de convertir imperceptiblemente la alternancia provisional de cada partido electo al frente del gobierno, en dictadura política permanente del capital.

Un saludo: GPM.

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