04.¿Qué está pasando en EE.UU.?

 

         Según el Fondo Monetario Internacional, toda recesión se manifiesta en el descenso del Producto bruto al interior de una economía global, ya sea en un país, en un grupo de países o en el Mundo. O sea, es el índice a la baja de la riqueza producida. ¿En qué se manifiestan las crisis que inevitablemente desembocan en recesión? En que los precios de los productos en los mercados especulativos, aumentan más que las ganancias obtenidas con su negociación, dando pábulo, así, a las famosas burbujas piramidales que finalmente revientan acabando con la fiesta en la cúspide, porque se resquebrajan por su base.

 

         En este punto es necesario empezar por aclarar, qué es la producción y lo que de ella resulta, respecto de lo que significa e implica la especulación. Digamos sumariamente que la diferencia radica en que, produciendo riqueza real en la fase expansiva de los negocios, aunque unos más que otros —según la magnitud del capital con que cada empresa participa en el común negocio de explotar trabajo ajeno—, todos sin excepción ganan. Otra es la realidad en los mercados especulativos, donde lo que unos ganan otros lo pierden. Porque aquí no empolla la gallina de los huevos de oro ni es un sistema de reparto, sino de rapiña. Esto explica por qué en circunstancias normales, el mercado de productos especulativos es absolutamente marginal o casi inexistente.

 

         ¿Por qué aumentan los precios de los productos especulativos —como es el caso de las acciones de las grandes y medianas sociedades anónimas que cotizan en el mercado de valores? Porque aumenta su demanda a cambio de pagar con dinero por lo que cada valor de esos se cotiza. Y aquí la pregunta del millón es: ¿de dónde sale ese dinero que entra en el circuito especulativo? ¿De dónde si no es del ámbito en que se produce riqueza con ganancias crecientes a expensas del trabajo ajeno? Los intelectuales y políticos socialdemócratas —que desde sus respectivos ámbitos de actuación institucional siguen aferrados a las majaderías de su maestro: Keynes—, callan en esto tanto, como que nadie se atreve a mentar la soga en casa del ahorcado.

 

         Desde que Marx lo ha descubierto, la “fiesta” de la especulación con “valores” ficticios puramente mercantiles, comienza, pues, cuando una parte del dinero adicional que se obtiene creando riqueza, huye de la producción en busca de ganancias adicionales en los mercados especulativos. Detrás de ellos va una minoría de incautos ahorradores con delirios de grandeza que acaban arruinados. Pero esto último, para el conjunto del sistema especulativo es peccata minuta.

 

         ¿Y por qué causa ese dinero emigra de la producción hacia la especulación, si no es porque creando riqueza, las ganancias crecientes, que no dejan de aumentar, disminuyen cada vez más? Todo aumento en cualquier magnitud, se produce según lo que en matemáticas se conoce por el vocablo “razón”, que puede ser constante, creciente o decreciente. Y el caso es que todo aumento de razón decreciente acaba siendo inevitablemente = 0. Y bajo el capitalismo esta es la lógica de su sistema, el punto conclusivo de cada ciclo de los negocios, en que se produce lo que Marx ha dado en llamar “sobreacumulación absoluta de capital”, porque la ganancia deja de compensar al capital empleado para producirla.

 

         Y aquí es cuando la burbuja especulativa llega al máximo de su capacidad de ampliación. Pero no revienta ni se pincha, sino que muere de inanición. A partir de aquí, la consecuente recesión impone que ese capital supernumerario se desvalorice y/o destruya físicamente, como condición de reiniciar un nuevo ciclo. Mientras tanto, la burbuja que se alimenta del capital-dinerario que deja de invertirse en la producción, se rige por dos relaciones: el llamado  coeficiente de Tobin que refleja la relación entre el valor de mercado de una empresa y el coste de reemplazar sus activos, y el coeficiente de Shiller, que refleja la relación entre el precio de las acciones y las ganancias. En el coeficiente de Tobin, el valor de mercado de las empresas depende de la variación en la cotización de sus acciones en la bolsa de “valores”, mientras que el coste de reemplazar sus activos depende de la oferta y la demanda en el mercado real[1]. En el coeficiente de Schiller se refleja la relación entre el precio de las acciones y las ganancias resultantes de la evolución de esos precios relativos, que dependen exclusivamente de lo que sucede en ese mercado especulativo. Y para que todo en el sistema vaya bien, ambos coeficientes deben crecer[2].

 

         Ahora bien, el valor bursátil de las acciones en condiciones normales (con tasa de ganancia al alza en la producción de riqueza), los valores bursátiles aumentan o disminuyen en proporción inversa al aumento o disminución de la tasa de interés. De este modo, si el tipo de interés aumenta del 5 al 10%, el mismo título que siguiera asegurando un dividendo, por ejemplo, de 250€, ya no valdría 5.000€ sino 2.500. Bajaría a la mitad porque esa es la proporción en que ha variado la tasa de interés: ahora, 2.500 es el capital que al 10% de interés rinde 250. Esto significa que el precio de las acciones varía con independencia del valor real o patrimonio social del capital empresarial que representan. A esto se le llama volatilidad, que es mayor cuanto más bajo es el tipo de interés.

 

         Pero para superar la recesión, el PBI debe aumentar junto con el patrimonio de las empresas. Y aquí es decisivo el coeficiente de variación de Marx, según la relación entre el plusvalor o masa de ganancia y lo que cuesta producirla en términos de capital invertido para tal fin, es decir, la ley de la Tasa General de Ganancia promedio:

<<...es, ésta en todo respec­to —dice Marx— la ley más importante de la moderna economía políti­ca (.....) que pese a su simplicidad, hasta ahora nunca ha sido comprendida y, menos aún, explicada (...) Es, desde el punto de vista histórico la ley más importante...>> K. Marx: "Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política" (Grundrisse) l857/l858 Ed. Siglo XXI México /l977 Pp. 634. Subrayado nuestro).

 

         Según esta Ley expresada en su fórmula, para que la producción crezca de modo sostenido, la ganancia —que es su estímulo fundamental— debe aumentar más de lo que cuesta producirla. Y el caso es que durante el primer trimestre de 2014, la producción en EE.UU. se contrajo un 2,9%, la mayor retracción en ese país durante los últimos cinco años, presagiando unas perspectivas para los próximos años nada halagüeñas. Pero, además, la tasa de interés ronda el 0 absoluto, y la volatilidad en el precio de las acciones, de tal modo independizada de la tasa de interés, alcanzó en ese país los más altos y peligrosos extremos[3]:

<<Ni las tasas de interés cero ni negativas (que facilita la inversión productiva), ni la flexibilización cuantitativa han acabado con la crisis, que ya dura seis años. Las inyecciones de dólares y euros han llevado a un galopante incremento del precio de las acciones, pero no estimularon ni la producción ni la demanda mundial, ni ayudaron con el desempleo real. La economía mundial se convirtió en un casino gigante. En 2008 el volumen total de derivados, los contratos especulativos de riesgo, fue de cinco billones de dólares y a finales de 2014 esta cifra alcanzará dos cuatrillones. ¿Cómo se puede resolver eso?, pregunta el autor del artículo, Konstantín Siomin>>.

 

            No hemos podido saber quién es este señor Siomin. Pero a juzgar por los datos que aporta la multinacional norteamericana de inversiones bursátiles BlackRock, Inc., por mediación de su Jefe de estrategia de inversiones, Russ Koesterich, cuyos intereses en la materia no le permiten ser tan agorero:

<<…las acciones en Europa ofrecen mejor valor (más seguro) para los inversionistas que las de los EE.UU. Partes del mercado de los EE.UU. son “espumosas” mientras las compañías en Europa están todavía razonablemente apreciadas, dijo Koesterich en una conferencia de inversionistas en Nueva York, auspiciada por el mayor manejador de dinero del mundo>> (Lo entre paréntesis nuestro).

 

         Ante semejante panorama en el país al que se le supone ser el más poderoso del Mundo, el ridículo que hacen hoy con sus optimistas pronósticos esos burócratas corruptos que gobiernan actualmente a los ciudadanos españoles, con el aventurerismo de sus declaraciones de cara a las próximas elecciones generales, resulta ser de campeonato.

 

         No hay que olvidar que el centro gravitacional desde donde se irradió a Europa la presente recesión económica internacional en julio de 2007, fue precisamente EE.UU. Y esto solo se explica por los fuertes vínculos económicos y políticos que la U.E.E. mantiene con ese país. Así las cosas, hasta que la burguesía norteamericana no salga del actual atolladero en que se encuentra, difícilmente podrán conseguirlo sus colegas europeos. Pero es que, además, estamos hablando de los llamados acuerdos económicos bilaterales de Europa con ese país, y de que ambas partes integran la alianza militar estratégica de la OTAN.

 

         Y el caso es que EE.UU. está condicionado por una deuda total, que en 2010 alcanzó los 60 trillones de Dólares (60.000.000.000.000.000.000), incluyendo la pública y la privada. Los norteamericanos cabalgan, pues, sobre la burbuja de deuda más inflada de toda su historia. 27 veces más que hace 40 años. Y como toda deuda es un límite absoluto a la disponibilidad del deudor —equivalente a su importe más los intereses de demora—, cuanto más dinero adeude más estrecha es su posibilidad de invertirlo en producir riqueza y, por tanto, menor su influencia, política y militar.

 

         A comienzos del pasado mes de julio, trascendió a los medios de prensa, que EE.UU. no sabe como resolverá el problema de su deuda. Esta incertidumbre surgió a la luz pública, cuando la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, planteó la pregunta a la presidenta de la Reserva Federal de EE.UU., Janet Yellen, ante lo cual la responsable estadounidense le respondió que la deuda supone un gran desafío para el Gobierno y que:

 <<incluso después de que se introdujeran las restricciones legislativas, se conserva la probabilidad de que la situación salga del control, sin que nosotros nos demos cuenta. Eso será un gran problema para nosotros y no está claro qué hacer con ello>>

 

            En este contexto de gran incertidumbre y bajo parecidas circunstancias, tenemos al llamado B.R.I.C.S., siglas de un Mercado Común de poder económico y político global “alternativo” —de cuño Socialdemócrata—, conformado entre las burguesías de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, con una andadura de ocho años: el tiempo en el que la actual recesión se apoderó del sistema capitalista mundial, sin poderse saber con certeza la deriva política que adoptará. No es esto casual, teniendo en cuenta el premonitorio y proceloso antecedente histórico inmediato de la Segunda Guerra Mundial, que enfrentó al bloque de las potencias del Eje, con el de EE.UU., Gran Bretaña, Francia y la ex-URSS, esta última república ya completamente reconvertida al sistema capitalista, por la camarilla burocrática corrupta y criminal creada por Stalin.

        

         Y es precisamente en estos momentos, cuando el actual Jefe del Estado Mayor conjunto del Ejército norteamericano, Martin Dempsey, acusó falsa y provocativamente a Rusia de intervenir con la fuerza militar en Ucrania. Y advirtió:

<<Es el primer caso desde 1939.¡Tengan en cuenta que el Ejército de Estados Unidos no le tiene miedo a la guerra! El país puede pensar de otra manera, pero cumpliremos con cualquier orden>>.

 

         El pasado 05 de enero 26 senadores republicanos enviaron al Congreso norteamericano el proyecto de Ley Nº 2277, presentando un paquete de medidas donde se autoriza el suministro al gobierno golpista Ucraniano, de armas y munición de diferente tipo, vehículos blindados, botes hinchables, dispositivos explosivos, equipos de detección de minas, radares de diferentes aplicaciones y otro tipo de equipo militar. Pero lo que más destaca en ese texto, es su manifiesta provocación belicista. Para tales fines, fuera de ese documento, para tales fines los senadores propusieron destinar 100 millones de dólares anuales de 2015 a 2017. Se quiere así, aumentar la presencia militar de la OTAN en los países vecinos de Rusia, desarrollando maniobras militares en su territorio, e incluso atribuir el estatus de aliado no-OTAN a Ucrania, Georgia y Moldavia.

         Asimismo los republicanos proponen introducir sanciones contra funcionarios y compañías rusas, al mismo tiempo que invertir dinero en el desarrollo de las instituciones “democráticas”, tanto en Rusia como en los países ex-soviéticos. EE.UU. y la Unión Europea, a la vez que ya impusieron sanciones contra varios funcionarios  y empresas rusos, después de que recientemente la república de Crimea se reintegrara en Rusia tras la celebración de un referendo, en el que más del 95% se mostró a favor de este proceso, y el domingo 12 de mayo los ciudadanos de las regiones ucranianas de Donetsk y Lugansk, decidieron en sendos referendos declararse repúblicas independientes respecto de ese país. 

 

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[1] En condiciones normales, de incremento proporcional de las ganancias en la esfera de la producción por encima de sus costes, el valor bursátil de las empresas también aumenta. Pero bajo condiciones inmediatas previas y posteriores al estallido de las crisis, este valor bursátil se torna errático y cambia, según los dientes de sierra del juego especulativo en la bolsa.   

[2] La llamada “acción”, es un título de propiedad sobre el patrimonio X de una empresa. Cuando se dice que la acción se cotiza a "la par" quiere decir que lo que cuesta es lo que vale, o sea que representa una parte alícuota o proporcional del valor real de su patrimonio. Cuando la demanda es muy grande, como ocurre con cualquier mercancía, el precio de las acciones se pone por encima de su valor real y llegan a costar bastante más de lo que en realidad valen o representan en términos de valor patrimonial. La mayor o menor "volatilidad" o inestabilidad del mercado bursátil, está obviamente en relación directa con la mayor o menor diferencia entre el precio o valor ficticio que alcanzan los títulos por la presión de la demanda y su cotización a la par o valor real. Pero cuanto más alta es la volatilidad del mercado bursátil, más desastrosas son las consecuencias del inevitable proceso de ajuste que se inicia con el "crash".

[3] La producción capitalista en gran parte funciona mediante el crédito bancario a través de las letras de cambio, cuyo precio es la tasa de interés a término, que así actúa como una sustracción de la ganancia en el ámbito de la producción de riqueza y es capitalizado por los bancos, de modo que, a menor tasa de interés mayor ganancia industrial y viceversa. Justamente al revés de lo que sucede en los mercados especulativos, donde las bajas tasas de interés disparan al alza el precio de las acciones en bolsa.  Así las cosas, el hecho de que la tasa de interés sea hoy nula e incluyo por momentos negativa, explica el grado en extremo depresivo que pesa sobre el aparato productivo de la economía global, impidiendo su recuperación.