¿Qué es la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio?

 

<<Una enfermedad endémica contraída por la humanidad en la edad del hierro, cuando quedó dividida en clases sociales, explotadoras y explotadas, opresoras y oprimidas. Desde aquellos tiempos hasta hoy en la más desarrollada y moderna sociedad capitalista, los estragos y sufrimientos periódicos causados por el flagelo de esta dolencia, no han hecho más que aumentar multiplicándose cada vez más aceleradamente, hasta tornarse cuasi permanentes. Tan cierto es esto como que desde la Revolución francesa, la “democracia” en cada país nunca pasó de ser un férreo contubernio despótico y corrupto entre las instituciones económicas, políticas, judiciales, militares y religiosas de la clase explotadora, que hacen a lo que se conoce por Estado nacional. ¿Cuál ha sido y es el germen patógeno trasmisor de esta epidemia? La competencia por detentar el poder entre distintas  fracciones de la clase propietaria, ya sea al interior de cada país o entre distintos países a lo largo y ancho del Planeta. Una sorda disputa que suele resolverse mediante guerras civiles nacionales y conflagraciones internacionales, tanto más destructivas y genocidas cuanto mayor es el grado de desarrollo científico-técnico aplicado a la industria de las armas>>. GPM.

 

01. Introducción

         El último de tales adelantos para fines bélicos, ha consistido en incorporar a los armamentos la técnica de los automatismos informáticos. Según reportó la agencia de noticiasInter Press Service, desde 2004 las FF.AA. de los EE.UU. se han venido dedicando a sembrar el terror sobre la población de países como Afganistán, Yemen o Paquistán, incursionando en esos territorios para cometer asesinatos masivos, utilizando hábiles operadores de ordenador a sueldo. Instruidos desde pequeños en el juego de “matar” figuras animadas de apariencia humana sobre una pantalla de video, hoy son puestos al mando de consolas con capacidad de mover aviones no tripulados portando misiles de verdad, dirigidos por control remoto para deflagrar distantes a miles de kilómetros, entre la base aérea de la CIA en el Estado de Nevada y el pueblo pakistaní de Waziristán, por ejemplo. Se les ordena disparar con milimétrica precisión sobre presuntos “enemigos” del pueblo norteamericano, —muchos de ellos niños— la carga mortal que portan esos aviones teledirigidos:

<<Ya sabemos que el presidente Obama (a la sazón premio nobel de la paz) visita diariamente a su bunker subterráneo para señalar los blancos de sus drones y ordenar el asesinato de quien a él le parece oportuno asesinar, cuando a él le parece y donde a él le parece>>. (Thierry Meissan en: http://www.voltairenet.org/article187053.html#nh1. Lo entre paréntesis nuestro).  

 

        Es lo que en la jerga del “complejo militar-industrial” norteamericano se conoce ya por guerra a distancia. Según el estudio del Bureau of Investigative Journalism —realizado conjuntamente con la Organización Amnistía Internacional, el grupo Reprieve y el Centre for Civilians in Conflict, en lo que va del año 2.015 los EE.UU. asesinaron en Pakistán a 2.379 personas, de las que sólo 704 han podido ser identificadas y de ellas 84 fueron conocidas como miembros de al-Qaeda, o sea únicamente un 4%. Para tal fin fue preciso un presupuesto anual de más de 10.000 millones de dólares. Así es cómo actúa el UsSoCom (United States Specials Operations Command (Mando  de Operaciones Especiales de Estados Unidos). Es ésta una institución militar estatal que interviene ilegalmente en 78 países, sobre todo en Pakistán, Afganistán y Yemen, supuestamente para “eliminar la amenaza terrorista”, cuando en realidad bajo cuerda se trata de promover un negocio de pingües ganancias para unos pocos criminales de guerra, accionistas mayoritarios de poderosas empresas petroleras y de la industria bélica, como es el caso de las familias Bin Laden y Bush emparentadas por ese compartido interés, copropietarias de Raytheon Company, el quinto mayor fabricante mundial de armas perteneciente al Grupo Carlyle, propietario de Applus, otra multinacional dedicada a la industria de la destrucción y la muerte masiva, que también está localizada en España.

 

         Del mismo modo quiso una de esas casualidades en la historia, que las más grandes fuentes de petróleo en el Mundo yacieran bajo la tierra que todavía siguen pisando a sus anchas, acaudalados jeques árabes y ayatolas islámicos al mando despótico en sus respectivos países, cuyos míseros e ignorantes súbditos son debidamente adoctrinados en la idea de que, quienes se inmolan matando a los “enemigos del Islam”, tengan reservado a perpetuidad el mejor y más confortable sitio en el paraíso. Y en lo que respecta al negocio de la guerra en la disputa por el “oro negro” entre verdaderos crápulas genocidas, cabe decir, paradójicamente, que la llamada “yihad” ha sido y sigue siendo el único pretexto que las usinas ideológicas de los EE.UU. han venido esgrimiendo, para poder acusar al “terrorismo islámico” de lo acontecido en New York aquél fatídico 11 de setiembre de 2001. Todo lo que se ha venido investigando y difundiendo al margen de las instituciones oficiales acerca de aquella espeluznante matanza, no ha hecho más que arrojar una luz cada vez más reveladora y convincente, tanto sobre sus verdaderas causas materiales como sobre quienes la organizaron, dirigieron y rentabilizaron económica y geopolíticamente, con claros fines gananciales al exterior de sus propias fronteras nacionales. Las sucesivas y no menos criminales intervenciones militares más recientes de los EE.UU. en Irak y Afganistán, Yemen, Libia, Egipto y Siria, no han hecho más que confirmar este aserto. Se trata de una política exterior de intervención militar imperialista —tan precisa como pragmática—, que los yanquis han venido aplicando desde los tiempos del panarabismo liderado por el nacionalista egipcio Gamal Abdel Nasser, combatido a muerte por el pecado de haberse acercado a la ex URSS durante los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Y para eliminar a ese “eje del mal” financiaron secretamente al panislamismo más fanático, creando de la nada organizaciones ad hoc como al-Qaeda y promoviendo su expansión por todo el Medio Oriente, con centro de irradiación política zonal en Arabia Saudí, país hasta hoy aliado político suyo “incondicional”. Se trata del mismo extremismo religioso, patriarcal, despótico y corrupto, que ahora evocando al aprendiz de brujo, se ven contradictoria y peligrosamente necesitados de combatir[1].

 

        Sucede con las religiones, tanto en el yihadismo como en el cristianismo y el judaísmo, que sus respectivos cleros predominantes en cada país —íntimamente vinculados a las diversas instituciones políticas y militares en sus respectivos países—, se disputan el alma y la voluntad de las más ignorantes y míseras poblaciones creyentes que habitan el Planeta[2]. Se trata en el fondo del mismo embrutecimiento al que apelan las usinas ideológicas del capital financiero internacional, ávido de colocar sus fondos prestables con fines especulativos redituables, en los países de más bajo desarrollo económico relativo no productores de petróleo. Una política de resultado a la postre humanamente catastrófico, que desde fines de la Segunda Guerra Mundial se puso allí en marcha desencadenando una dinámica desarrollista industrial a crédito, sin posibilidades reales de ser solventada con los propios recursos económicos y financieros en esas regiones más pobres del Mundo. Tomemos el ejemplo de la creación allí de una industria del montaje de automóviles. Los capitales y la tecnología deben proceder, naturalmente, de las grandes empresas industriales oligopólicas radicadas en los países de más alto desarrollo económico relativo. Por su parte, el país sub-desarrollado receptor neto de tales recursos industriales, debe sufragar sus gastos —muy elevados— en infraestructura viaria (carreteras y ferrocarriles), empleando para ello buena parte de su ahorro interior, generalmente pobre y muy necesario, para mantener a otros sectores de su economía, como es el caso de la agricultura o los transportes públicos. Si bajo tales condiciones ese país carece de petróleo o no produce suficiente cantidad, el mantenimiento de la circulación automovilística privada, aunque limitado a un sector relativamente reducido de su población, no deja de incrementar la factura petrolera del Estado y, por tanto, su endeudamiento con el  exterior, que bajo tales circunstancias no deja de ser creciente. El caso se repite con otros bienes de consumo durable, que también se importan del extranjero para satisfacer las necesidades de una minoría relativa (televisores, lavadoras, frigoríficos, etc.). Así las cosas, el endeudamiento de los países pobres con los ricos prestamistas se acrecienta. Más aún si a ello se le añaden las compras de armamento necesario para la defensa de sus fronteras y seguridad interior.

 

        En este punto del ejemplo, es necesario destacar una característica fundamental que hace a la naturaleza propia del capitalismo en cualquier parte, y es que a la salida de una recesión económica, guerra o catástrofe natural, cuantas más pérdidas materiales y humanas hayan ocasionado tales eventos, más se afianza o arraiga el sistema capitalista en la sociedad. Esto es así, en razón de que tales desgracias alejan el horizonte de próximas crisis, que periódicamente interrumpen el proceso de acumulación de capital. Para comprender esta proposición basta con tener en cuenta que: 1) el capital acumulado sólo puede prosperar a expensas del salario colectivo, según aumenta la productividad del trabajo[3]; 2) la jornada de labor no puede exceder las 24 horas diarias y, 3) el progreso de la productividad, se manifiesta en que cada vez menos asalariados puedan poner en movimiento, un número mayor de más eficaces y costosos instrumentos de trabajo, por unidad de tiempo empleado en la producción. De estas condiciones típicas del capitalismo se desprende, matemáticamente, que según progresa la productividad del trabajo, los sucesivos márgenes de ganancia obtenidos a expensas del salario, aumentan pero cada vez menos, hasta que se agotan las posibilidades de sucesivos incrementos y las llamadas crisis periódicas de superproducción de capital, estallan. Fenómeno que se produce cuando la propia dinámica del sistema pone límite absoluto a la generación de ganancias crecientes que excedan el costo de producirlas. Requisito éste último sin el cual, la producción de riqueza no resulta rentable y el sistema entra en recesión. Según esta lógica históricamente probada, es fácil comprender que, tanto las crisis como las guerras y las catástrofes “naturales” —deliberadamente provocadas—, vivifiquen al capitalismo retrotrayéndolo en el tiempo a una etapa anterior de su desarrollo económico; lo lanzan tanto más atrás, cuanto más estragos materiales y humanos provoquen tales eventos destructivos y mortales. Pero lo que no pueden lograr tales crisis, guerras ni catástrofes, es que por efecto de la competencia económica, retroceda el desarrollo científico técnico incorporado a los nuevos medios de producción. Así las cosas, al inicio de cada sucesivo proceso de acumulación que supera el ciclo económico anterior, se reanuda el siguiente que necesariamente deberá operar con un progreso técnico y grado de explotación del trabajo superior, respecto al existente previo al momento de su última interrupción. Así las cosas, el horizonte que dista para llegar a cada crisis económica periódica e interrumpe el proceso de acumulación, se torna cada vez más próximo en el tiempo. Y los sucesivos períodos cíclicos de recesión económica devienen más extensos, dolorosos y difíciles de superar. Una dinámica recurrente que ha venido presidida por la tendencia periódicamente decreciente de la Tasa General de la Ganancia Media, como relación porcentual entre los réditos obtenidos y el costo en términos de capital invertido en producirlos:

<<La tasa de ganancia, es decir, el incremento proporcional de capital (o plusvalor respecto del capital invertido) es especialmente importante para todas las derivaciones nuevas de capital (empresas, es decir, lo que hoy día se conoce por el vocablo "emprendedores") que se agrupan por su cuenta de manera autónoma. Y en cuanto la formación de capital cayese exclusivamente en manos de unos pocos grandes capitales definitivamente estructurados, para los cuales la masa de la ganancia (plusvalor) no compensara la tasa de la misma (como relación con el capital en funciones), el fuego que anima la producción se habría extinguido por completo. La tasa de ganancia (siempre que sea creciente) es la fuerza impulsora de la producción capitalista, y solo se produce lo que se puede producir con ganancia (creciente) y en la medida en que pueda producírselo con (ese margen de) ganancia>>. (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XV Aptdo. III. El subrayado y lo entre paréntesis nuestros).

       

        Precisamente a raíz del incesante y cada vez más más rápido desarrollo científico-técnico incorporado a los instrumentos de producción en los países de más alto desarrollo económico relativo, un número cada vez mayor de esos medios de trabajo es movido por un cada vez menor número de operarios, de lo cual resulta que la ganancia global —creada por el trabajo asalariado— aumenta, pero cada vez menos, mientras el gasto en producirla se incrementa cada vez más. Así, hasta que se alcanza el punto preciso en que el proceso de explotación se aletarga, porque los incentivos para producir riqueza con ganancias crecientes, desaparecen. El último de estos episodios todavía en curso conocidos por “ondas largas recesivas”, comenzó a insinuarse desde principios de la década de los años 70 el pasado siglo, cuando el desarrollo económico mundial acelerado por la más alta productividad del trabajo, determinó que el progreso de la acumulación de capital global estuviera  muy cerca de alcanzar su límite máximo, junto a la creciente demanda de petróleo, cuyo precio en 1974 llegó a cuadruplicarse, al mismo tiempo que la deuda de los países en vías de desarrollo a crédito de las grandes potencias imperialistas, se tornaba imposible de solventar con sus propios recursos financieros.    

 

        Bajo tales circunstancias, la balanza de ingresos y pagos respecto del exterior en esos países de menor desarrollo relativo no productores de petróleo —que venía siendo crecientemente deficitaria y alcanzó una decena de miles de millones de dólares en 1974—, seis años después, en 1980, llegó a los 70.000 millones hasta rebasar los 330.000 millones el año siguiente. Esto se explica por la tendencia de los países imperialistas, a colocar sus excedentes de riqueza y dinero a crédito, manteniendo la solvencia de los mercados en los países dependientes cada vez más endeudados, hasta provocar en ellos el colapso de su economía. La expansión del crédito internacional en los momentos previos a las grandes crisis, siempre ha sido coherente con la política neokeynesiana expansiva de huida hacia adelante con fines gananciales, conduciendo a los países deudores menos desarrollados no productores de petróleo, a situaciones insostenibles, cuyas clases dominantes acaban descargando las fatales consecuencias de esa política, sobre sus mayorías sociales más pobres de condición asalariada. Por entonces, el Amex Bank (American Express) previó, que la deuda de estos países con la banca privada internacional —habiendo alcanzado ya los 150.000 millones de dólares a fines de 1980—, pasaría en 1986 a ser de 800.000 millones.

 

        Teniendo en cuenta semejante previsión, el 30 de setiembre de 1980 quien ocupaba en ese momento la presidencia del Banco Mundial, Robert S. McNamara, declaró que:

<<La solución más sabia para determinados países importadores de petróleo podría consistir en restringir sus importes prestados y aceptar (disminuyendo su deuda externa) una desaceleración de su crecimiento (o sea, desinversión interna, paro masivo, miseria y austeridad) durante algunos años, esforzándose al mismo tiempo por reducir el déficit de sus transacciones corrientes (disminuyendo las importaciones) reforzando (así) su solvencia y su capacidad para asegurar el pago de su deuda (con los países imperialistas)>>. (Citado por C. Lewis “El tercer mundo frente a las nuevas cañoneras”. En revista “Inprecor”  Nº 20 Marzo/1981 Pp. 14. Lo entre paréntesis nuestro)     

 

        Desde luego que los capitalistas de los países comprometidos en ese negocio, hicieron oídos sordos a tal advertencia, tanto los vendedores como los compradores a crédito de tales recursos. Subidos ambos todavía cómodamente como estaban, al carrusel que, de momento, les proporcionaba pingües beneficios. Y así prosiguieron, cabalgando a lomos de la deriva que inevitablemente desembocó en el crack bursátil aquél fatídico 19 de octubre de 1987, preanunciando la depresión económica mundial que se prolongó entre 1989 y 1994. Al no compensar el mayor gasto en capital exigido para producirla, una creciente masa de ganancia en forma de dinero líquido se desvía de la producción hacia la especulación, entre otros a los mercados inmobiliarios y/o bursátiles. Durante los meses previos al estallido de aquella crisis, la fuga de capital dinerario hacia la compra especulativa de acciones en la bolsa de valores de los principales países capitalistas, ha sido calculada en 1,8 billones de dólares. Esta formidable presión de la demanda de títulos, hizo aumentar el precio de todos ellos, aun cuando unos lo hicieron más que otros. Estos movimientos objetivos del capital son aprovechados por los Estados burgueses en secreto acuerdo con los grandes conglomerados económicos implicados, para expropiar a las clases subalternas de sus ahorros. Durante los meses previos al crash de 1987 —tal como volvió a ocurrir en España desde principios de 1998— ante el silencio cómplice de los partidos políticos y de las dirigencias sindicales, las grandes empresas capitalistas británicas hicieron profusas campañas de prensa y televisión, exaltando las bondades del llamado "capitalismo popular" para canalizar el ahorro de buena parte de las capas medias. La política de privatización de empresas del sector público ha sido un intento político deliberado, antisindical y anti obrero, para hacer entrar a un buen número de asalariados —activos y jubilados— en el mismo circuito. Quince días antes del "crash" la extinta señora Tatcher hablaba de "la verdadera revolución inglesa", afirmando que: "por primera vez hay más obreros accionistas que sindicalistas". Quince días después, muchos pequeños accionistas desearían sin duda no serlo. Según la memoria de la Bolsa de Madrid, el ahorro familiar en valores bursátiles durante 1997 aumentó en casi cuatro billones y medio de pesetas, curiosamente, un valor equivalente al desembolso del capital privado para comprar las 25 empresas del Estado español, que el gobierno del Partido Popular bajo la presidencia del inefable José María Aznar, vendió al capital privado siendo por entonces ministro de economía Rodrigo Rato, el mismo que el 20/04/2015 fue imputado por fraude fiscal, alzamiento de bienes y blanqueo de capitales. Muchos de los pequeños ahorristas que aquél año de 1998 y a última hora, se incorporaron al carrusel del capitalismo popular especulativo —montado por el Estado español y las grandes empresas beneficiarias de la liquidación del patrimonio público—, todavía recordarán aquél 19 de octubre  como una fatídica fecha:

<<El gobierno (del Partido Popular), que en los últimos dos años había vendido 25 empresas del Estado por un valor superior a los cuatro billones de pesetas, enlazaba una oferta pública (de acciones) con otra, aprovechando una coyuntura de ensueño y buscando ampliar esa capa social (de pequeños ahorradores) en Bolsa, para sustentar la tesis del capitalismo popular tantas veces anunciado. Los datos económicos de inversión y consumo, las previsiones de beneficios en las empresas, la mejora del desempleo, junto con la iniciativa bancaria, han logrado que la demanda de acciones haya superado a la oferta en todas las operaciones (logrando que su cotización se pusiera por las nubes)>> ("El País": 30/08/98 pp. 43. Lo entre paréntesis nuestro).

 

        Tal era la euforia que se respiraba en la Bolsa de Madrid en julio de 1998. Tres meses después, el patrimonio de las 35 mayores empresas radicadas en el Estado español, se cotizaba en diez billones de pesetas menos, porque sus grandes propietarios —que habían comprado las 25 empresas públicas—, se pusieron de acuerdo para vender sus títulos en el momento de su mayor cotización, que así su precio se desplomó, dejando a miles de aquellos incautos pequeños ahorristas en la ruina[4].

 

        Al estallido de aquella crisis en octubre de 1998, le sucedió una situación de insostenibilidad económica del equilibrio en todo el Planeta, todavía más desesperada en los países de menor desarrollo relativo, lo cual indujo a que las mayorías sociales asalariadas del Oriente Próximo, canalizaran su desgracia —convertida en acción contestataria—, por la vertiente de distintas religiones con implicancias políticas consustanciales a todo fanatismo confesional, enconado y violento, tan común a todas las jerarquías eclesiásticas, ya sean judías, cristianas o musulmanas. Y aunque parezcan más sinceras estas últimas, que no van por ahí pregonando la paz mientras conspiran para la guerra, sino que abiertamente proclaman la Yihad o “guerra santa”, con su consigna de “muerte a los Infieles” que no comparten su misma religión y no adoran a su mismo Dios, en realidad todas ellas son igual de hipócritas. Porque la verdadera causa que les enfrenta, no radica en sus diferencias doctrinales acerca de quién es el verdadero Dios, sino en sus distintos intereses materiales de castas sacerdotales, compartidos con sus respectivas burguesías nacionales. Las inconfesables ambiciones de riqueza y dominio social que ciegan a sus líderes empresariales y políticos en distintos países, han podido siempre más que su común espíritu adscripto a una misma religión. Hasta el extremo de dividir el movimiento de una misma confesión religiosa, en fracciones enfrentadas por países, como es el caso de la animadversión entre los musulmanes de Arabia Saudí e Irán, por ejemplo, con probables implicancias belicistas internacionales extendidas. Con esto queda demostrado, una vez más, que las creencias religiosas no han sido más que oportunos pretextos, para encubrir las verdaderas causas —económicas— de las guerras, en el inconsciente, ingenuo y estúpido espíritu de los creyentes, que así es como acaban siendo sus víctimas propicias. Para ello no hace falta más que indagar, acerca del escándalo en torno al reparto rapiñoso que se vino haciendo del dinero recaudado por el Instituto para las Obras de la Religión (IOR) del Vaticano, entre las cuentas corrientes personales de sus más altas potestades eclesiásticas.  

 

        Dicho esto en un apretado pero no menos fiel y fácilmente comprensible relato de los hechos, a ver de dónde sale no digamos ya el listillo y arrogante liberal gran burgués, sino el oportunista político defensor del pequeño explotador de trabajo ajeno —aspirando siempre a más—, capaz de probar irrefutablemente, 1) que pueda existir competencia sin propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio y 2) que muy por debajo de la disputa manifiesta en cada país entre distintas jerarquías políticas y religiosas, por reclutar el mayor número de incautos a su servicio, no bulla oculto el magma de la competencia económica que, como en cualquier volcán dormido, siempre acaba estallando en forma de guerras civiles cada vez más destructivas y genocidas, donde invariablemente aparecen más o menos implicados terceros países, entre ellos potencias imperialistas en pugna por su dominio, como es el caso de hoy día en Siria, Yemen, Nigeria, Sudán del Sur, Libia, Afganistán e Irak. Cuando no directamente confrontados generando guerras internacionales aún más letales y desastrosas, entre bloques político-militares en que los capitalistas se dividen y combaten por territorios y poblaciones, con fines de explotación y ganancias crecientes, de los cuales nos ocuparemos de forma  breve seguidamente.

 

02. Siria

 

        Estado nacional soberano de 20 millones de habitantes, cuya mayoría es de nacionalidad e idioma árabe de religión musulmana, que desde 1963 vino siendo gobernado en condiciones de Estado de emergencia, y en 2011 quedó sumido en una guerra civil entre las fuerzas armadas dirigidas por el actual gobierno panarabista laico, en lucha contra sus opositores musulmanes yihadistas, otra minoría dirigente de sátrapas cuya causa inmediata pasa por derrocar al enemigo, y su finalidad hacerse con el control político del territorio en disputa, junto con las masas humanas sub-alternas explotadas que allí habitan. Un conflicto que, entre ellas, ya se cobró 200.000 muertos y entre tres y cuatro millones de refugiados, sobreviviendo miserablemente hacinados en Jordania. Hacia el año 2.000 antes de Cristo la actual Siria formó parte del Aram. En los siguientes 500 años pasó a depender del imperio egipcio.

 

        Luego fue sucesivamente anexionado por los asirios, los babilonios y los persas. Hasta que 200 años después cayó en manos de los macedonios bajo el reinado de Alejandro Magno. En el año 64 a.C. pasó a ser una provincia romana, y seguidamente quedó bajo el Imperio bizantino hasta el 634 d.C. En la segunda mitad del siglo XI, después de haber sido tomado por los sarracenos, ese territorio fue ocupado por los selyúcidas y en 1616 por los turcos otomanos, que lo retuvieron hasta 1833, en que fue conquistado por Mehmet Alí, quien lo devolvió a los turcos en 1840, hasta que estos últimos fueron expulsados de allí por los ingleses en 1918. Mientras tanto, Francia, que había intervenido en el Líbano para reprimir las atrocidades de los turcos, no dejó de mantener sus reivindicaciones políticas de dominio sobre Siria, objetivo que finalmente logró en el acuerdo anglo-francés de 1916 reconocido por la ONU en perjuicio de Inglaterra.

 

        En 1928, la Asamblea Constituyente siria redactó una constitución reprobada por Francia, que un año después fue disuelta militarmente. En mayo de 1930 Siria insistió redactando una nueva Constitución, que fue aprobada en junio de 1932, año en el que Muhammah Alí Bey el Abed fue aupado a la presidencia de la república. Mediante tratados firmados a finales de 1936, Francia prometió la independencia total de Siria en un plazo de tres años. Pero en junio1940 y tras caer en manos de los alemanes, el gobierno francés derrotado se asentó en la ciudad de Vichy, desarrollando una política colaboracionista con el régimen nazi, que selló firmando el armisticio con las fuerzas ocupantes el 22 de junio de 1940, según el cual Francia capituló ante el III Reich poniendo bajo dominio del ejército alemán el norte de su territorio, incluyendo su capital y toda la costa atlántica del país, cuyo poder político efectivo recayó, de hecho, en la jefatura de la Wehrmacht, aunque de palabra reconociera la “autoridad” del mariscal francés Pétain sobre todo el territorio francés. Hoy Siria sigue siendo uno de los escenarios sobre los cuales discurre el negocio de la guerra, orquestado por los más poderosos conglomerados empresariales y políticos del capitalismo mundial, so pretexto de las disputas territoriales entre distintos bloques militares nacionales, vinculados a otras tantas confesiones religiosas. Tal es el más reciente y sugestivo ejemplo de la táctica de “tensión permanente” empleado por EE.UU. en Siria a instancias del llamado “Movimiento de la firmeza” (Harakat Hazm), creado en enero de 2014 por la CIA para derrocar al actual gobierno sirio de Bashar Al-Assad. Pero resultó que este movimiento de ideología moderada fue abducido por el yihadismo terrorista más radical de al-Qaeda, organización que la propia CIA creó en 2001 para justificar su intervención en Afganistán, y que hoy en Siria ya pasó a controlar el campo de refugiados de Yarmuk en Damasco. Una situación que obligó a que los EE.UU. cambiaran allí su política de intervención militar.    

 

03. Yemen

 

        Fue uno de los más antiguos centros de civilización en el Oriente Próximo. Su historia más reciente se remonta al año 1918, cuando pudo emanciparse del dominio otomano. Salvo su región austral de Adén, que desde 1839 había caído bajo domino británico y en 1937 pasó a formar parte de la India británica, convertida en una colonia de la Corona. En 1959, seis de los jeques del protectorado occidental de Adén, bajo los auspicios de Gran Bretaña —que pretendía detener así la deriva panarabista en esa región—, crearon una federación de emiratos: la Federación de Arabia del Sur, que se integró en la Commonwealth. En febrero de 1963, se inician los primeros ataques contra las tropas británicas dirigidas por dos grupos nacionalistas rivales: el Frente de Liberación de Yemen del Sur Ocupado, y el Frente de Liberación Nacional. Los enfrentamientos fueron haciéndose progresivamente más duros con numerosas víctimas en combates y ataques terroristas. En 1967 se retiran las tropas británicas y toma el poder el Frente de Liberación Nacional, de orientación marxista. El 30 de noviembre de ese año se proclama la República Popular de Yemen del Sur, el primer estado comunista árabe de la historia. Dos años después consigue hacerse con el poder el ala radical del FLN, y el país es rebautizado como República Popular Democrática de Yemen del Sur, donde se instituyó un régimen de partido único, el Partido Socialista de Yemen, que forjó estrechos lazos con la Unión Soviética, China, Cuba y la OLP. Fue gobernado por el Partido Socialista Árabe Baazista creado en la década de los años 50 el siglo pasado, una mixtura política oportunista entre el panarabismo de Gamal Abdel Nasser, cierta corriente populista del marxismo desnaturalizado y la socialdemocracia tradicional.

 

        Tras la retirada de los británicos en 1968 nació Yemen del Sur. La coexistencia en la década de los 70 entre la República Árabe de Yemen (Yemen del Norte) y la República Popular Democrática (Yemen del Sur) estuvo marcada por los enfrentamientos. A raíz de unos incidentes fronterizos, en 1972 el Norte invadió al Sur, provocando una guerra en la que el Norte contó con el apoyo de Arabia Saudita, y el Sur con el de la Unión Soviética. Bajo los auspicios de la Liga Árabe se acordó el alto el fuego en El Cairo el 24 de octubre de 1972. En dicho acuerdo se establecieron también las bases para una futura unificación de ambos Estados nacionales, pero el proyecto fue boicoteado por el líder de la facción pro-saudita de Yemen del Norte, el comandante Ibrahim al-Hamdi, quien el 13 de junio de 1974, tras un golpe de estado, se convirtió en Presidente de la República Árabe.

 

        En 1976 Arabia Saudita reconoció a Yemen del Sur, y el presidente de Yemen del Norte estrechó relaciones con China, creando un marco favorable para las negociaciones de reunificación. Todo se truncó, sin embargo, cuando, Ibrahim al-Hamdi fue asesinado en octubre de 1977. Tras una década de negociaciones, con avances y retrocesos en función de los cambios políticos en ambas repúblicas, los dos países se unificaron formalmente tras la caída de la URSS en 1989, constituyéndose como República de Yemen el 22 de mayo de 1990 con capital en Saná. Adén fue designada capital comercial. El presidente de la República fue el ex-presidente del Norte, Ali Abdullah Saleh antiguo jefe de Estado de Yemen del Sur. Se instituyó un parlamento de 301 diputados, de los cuales 159 eran representantes del Norte, 111 del Sur, y 31 independientes, elegidos por el jefe del Consejo Presidencial. Se decretó un período de transición de 30 meses para la unificación de los dos sistemas políticos y económicos. La Constitución fue ratificada en mayo de 1991. Pero en 1992 nació el movimiento secesionista de los hutíes, una fracción musulmana disidente del partido chií. Etimológicamente, el vocablo chií deriva del árabe shi’a, que significa facción, partido, o seguidor. Se refiere históricamente a los seguidores de la shi'a o antiguo partido del Imán Ali Ibn Abi Talib, primo y yerno de Mahoma casado con su hija Fátima. La nueva república es democrática y pluripartidista, si bien su Constitución recoge la preponderancia de la ley islámica como fuente de legislación.

 

        Yemen fue uno de los pocos países árabes que apoyó a Irak en su invasión a Kuwait, en 1991. En las elecciones legislativas de 1993 triunfó el partido Congreso General del Pueblo, del presidente Saleh, con 123 de los 301 escaños. En desacuerdo con los resultados, el vicepresidente y hombre fuerte de Yemen del Sur, Ali Salem al-Baid, amenazó con una nueva secesión del Sur, lo que produjo una breve guerra civil (mayo-julio 1994), que terminó con la victoria de las fuerzas leales a Saleh, quien en 1999 resultó electo presidente con el 96,2% de los votos, extendiendo su mandato hasta el 25 de febrero de 2012.

 

        Yemen es un país con recursos petrolíferos modestos, que sin embargo suman el 25% de su PIB anual permitiéndole financiar el 70% de los gastos estatales. Pero la mayoría del pueblo yemení es muy pobre y fue coprotagonista significativo en la llamada primavera árabe, con numerosas y multitudinarias manifestaciones que se extendieron por todos los países del África occidental y el Medio Oriente, en un contexto de declive económico, desempleo masivo y pobreza extrema de los asalariados, que como en todas partes permitió la concentración de riqueza en manos de una minoría social ejerciendo un odioso autoritarismo:

      <<La manera como Arabia Saudita “evita matar inocentes” está viéndose confirmada en Yemen, donde la monarquía saudita está masacrando a los civiles con sus aviones proporcionados por Estados Unidos. En base a un contrato de 30 000 millones de dólares, firmado en 2011 en el marco de un acuerdo mucho más amplio que asciende a 60.000 millones, Washington está enviando a Riad 84 aviones de guerra F-15 nuevos, con todo su armamento de bombas y misiles, mientras moderniza otros 70.

       Es con todos esos aviones de guerra y otros más —igualmente made in USA— que Arabia Saudita y los demás miembros de su coalición están librando, en nombre de “un compromiso común contra el terrorismo”, una guerra gestionada y dirigida por Estados Unidos por el control de Yemen, país de primera importancia estratégica en el Estrecho de Bab al-Mandeb (de 27 kilómetros) entre la Península Arábiga y África, por donde transitan el petróleo y los intercambios comerciales entre el Océano Índico y el Mediterráneo.

       Y Washington, mientras que trata por todos los medios de bloquear el programa nuclear iraní, cierra los ojos ante el hecho de que Arabia Saudita ha declarado oficialmente —como reporta The Independent el 30 de marzo de 2015 por boca de su embajador en Estados Unidos—, que no excluye la posibilidad de fabricar o comprar armas nucleares con ayuda de Pakistán, cuyo programa nuclear está financiado por Riad en un 60%. Por supuesto, en nombre de la lucha contra el terrorismo>>. (Manlio Dinucci. http://www.voltairenet.org/article187212.html)       

 

04. Nigeria

 

       Es el país más poblado de África y el sétimo del Mundo, con 165.822.569 habitantes. Su antecedente histórico se remonta al noveno siglo antes de la era cristiana. Más recientemente al Imperio Kanem-Bornu entre los siglos XIV y XIX, en cuyas zonas del norte sus gentes adoptaron la religión islámica, sobre lo que hoy es la ciudad de Sokoto. Al contrario del sur, donde la mayoría de su población es de confesión cristiana. En 1901 Nigeria fue un protectorado británico, y en 1914 quedó convertido en colonia. Como consecuencia de las reiteradas reivindicaciones patrióticas de sus tradicionales habitantes, después de la Segunda Guerra Mundial los británicos reemplazaron la colonia por una especie de autonomía. En 1960 el país consiguió su independencia total, conformando una federación de tres regiones, cada una con su correspondiente autonomía. En 1966, dos golpes de Estado sucesivos por diferentes grupos de oficiales del ejército, consolidaron una dictadura militar, donde los líderes del segundo golpe acentuaron el carácter centralista y dictatorial del gobierno, eliminando las autonomías regionales.

          En los años 60 fueron descubiertos yacimientos petrolíferos y de gas natural. Actualmente es el primer productor de petróleo en África. Su economía, de haber sido agrícola y de pastoreo, pasó a ser industrial de  tipo extractiva, con 15.600 millones de barriles en reservas de petróleo y más de 3 millones de m3 en gas. Una circunstancia que le permitió llegar a estar entre los países africanos más desarrollados, con una balanza comercial positiva gracias a la exportación de esos dos productos, conducidos hasta los puertos del Atlántico por oleoductos y gasoductos. Este país destaca también por sus refinerías y su industria petroquímica. En cuanto al resto de la actividad productiva, es de carácter agrícola-ganadero que se desarrolla en la mitad del suelo cultivable y ocupa al 50% de su población activa, cuyo producto de más importancia es el cacao, dirigido en su totalidad a la exportación. Pero el hecho de que todo este potencial productivo haya pasado a manos de empresas extranjeras, determinó la existencia de profundas desigualdades sociales, donde la mayoría de sus habitantes malvive con menos de un dólar al día, situación que contrasta con la opulencia de Rey, cuyo salón del trono es de oro comprado con el dinero del petróleo exportado. De acuerdo con un informe de 2003, el 50,4% de la población de Nigeria es de religión musulmana, el 48,2% son cristianos y el 1,4% de otras religiones. Entre los cristianos, el 27,8% son fieles católicos, el 31,5% son protestantes  y el 40,7% pertenece a otras ramas del cristianismo: católicos, anglicanos y metodistas. El norte es mayoritariamente musulmán, con un gran número de cristianos en el Cinturón Medio, incluido el Territorio de la Capital Federal. En el oeste del país, especialmente en la Yoruba, la población se divide por igual entre musulmanes y cristianos, mientras que en las regiones del sudeste son en su mayoría cristianos, al igual que en la región del Delta del Níger. Entre enero y marzo de 2010, más de 800 personas murieron en Nigeria a raíz de los disturbios religiosos ocurridos en el Estado de Plateau, donde “musulmanes y cristianos compiten a menudo por intereses económicos” [sic.]. La fuente que citamos con estos últimos datos sobre Nigeria, acaba informando que:

<<Con casi 150 millones de habitantes que se integran en más de 200 grupos tribales, Nigeria está considerado como uno de los mayores "rompecabezas" del continente negro, en el que las diferencias por cuestiones políticas, religiosas y territoriales, se dirimen por lo general en confrontaciones armadas>>.

 

          El 30 de mayo de 1967, el grupo étnico de los igbos que dominaban sobre la región suroriental, declararon la independencia de esa parte del país, a la que denominaron República de Biafra. Con ese nombre subsistió como Estado independiente tres años más debiendo enfrentar una guerra con el Gobierno Federal de Nigeria, cuyo ejército al mando de  los brigadieres Benjamín Adekunle, Olusegun Obasanjo y Murtala Mohammed, llevó a  cabo un plan de ataque sistemático que consistió en persistentes bombardeos aéreos y hambrunas por cerco militar a sus poblaciones, cobrándose la vida de entre 800.000 y un millón de personas, hasta que consiguió finalmente la capitulación de los rebeldes el 15 de enero de 1970. Ese día, enfrentado a la opción de rendirse o a la aniquilación total de la población, el Jefe del Estado Mayor del ejército rebelde,  Philip Effiong, aceptó las condiciones de rendición ante Yakubu Gowon, Jefe militar del Norte a cargo del gobierno federal. Por su parte, en medio del hundimiento económico y militar, el líder político separatista Odumegwu Ojukwu huyó del país, y el territorio llamado “República de Biafra” fue reincorporado a Nigeria.

 

          Esta guerra entre dos chovinismos religiosos —cristianismo e islamismo— costó la vida de entre 800.000 y 1 millón de personas, aunque algunas fuentes hablan de millón y medio. La mayoría de esas víctimas cayeron en la defensa de Biafra por efecto del hambre sistemático y las enfermedades a que fueron sometidas. El hecho de que esta guerra se haya podido prolongar tres años —a pesar de la pobreza de toda clase de recursos en ambos bandos— se explica por la internacionalización del conflicto, donde como siempre, conspiraron las grandes potencias imperialistas mundiales, en apoyo de una u otra facción. La propia secesión del país fue alentada en gran medida por esos países imperialistas extranjeros, interesados en su riqueza mineral, principalmente petróleo. Cabe destacar, que a los fines de cohesionar convenientemente a la población bajo el dominio político separatista de la República de Biafra, sus clases dominantes decidieron que las estrofas del himno nacional fueran entonadas al son del poema sinfónico “Finlandia”, de Jean Sibelius.

 

          El aparente conflicto entre musulmanes y cristianos recrudeció desde 2002, cuando en el norte —la región más subdesarrollada del país—, comenzó a operar la organización yihadista Boko Haram, pugnando por extender su dominio hacia el sur. De hecho, ha ido ampliando su radio de acción, hasta convertirse en una amenaza regional que afecta no solo a Nigeria sino también a Camerún, Chad, Níger y Benín. Mientras a mediados de enero pasado el Mundo estaba de luto por el trágico ataque a la sede del periódico “Charlie Hebdo” en París, el grupo terrorista Boko Haram arrasaba la región nigeriana de Borno, dejando más de 2.000 víctimas mortales. Pero muy pocos pudieron saber de este evento. La red social Twitter hizo caso omiso ante la masacre, considerada por Amnistía Internacional como “la más mortífera” del grupo terrorista, que en pocos días convirtió en cenizas la ciudad de Baga y arrasó 16 pueblos vecinos colindantes, cobrándose las vidas de miles de sus habitantes, 35.000 de los cuales han sido desplazados y muchos de ellos se teme que hayan perecido ahogados, tratando de cruzar a nado el lago Chad. Los diarios ingleses “The Guardian” y “Business Insider”, aseguran que éste ha sido uno de los peores ataques terroristas de la historia moderna.

05. Sudán

 

        Es el país más extenso de África. Tal como sucediera con Egipto después, antes Sudán debió pasar por ser una colonia del imperio Británico durante todo el siglo XIX, hasta 1956. En 1877, a la vez que Egipto caía bajo la órbita británica, Sudán también pasó a estar administrado por los ingleses, pero como territorio independiente, dividido en dos jurisdicciones separadas por medio de los llamados closed districts (distritos cerrados), que impedían toda relación y vínculo entre esas dos zonas geográficas. El norte y el sur de Sudán coexistieron así de forma separada, al menos hasta 1946, año en el que la Corona británica decidió unificarlas en una sola jurisdicción estatal.

       

        Posteriormente, y a medida que Gran Bretaña iba abandonando la región y la idea de su imperio colonial, Egipto trató de controlar el Sur de ese país sin éxito. De este modo y a través del acuerdo entre egipcios e ingleses, Sudán pudo conseguir independizarse oficialmente el 1 de Enero de 1956. Pocos meses antes de la independencia, surgieron ya enfrentamientos en las regiones más meridionales del país. En agosto de 1955 la población de Ecuatoria organizada en guerrillas y grupos armados, se insurreccionó contra las tentativas centralistas de Jartum bajo el nombre de Anyanya, “veneno de serpiente” en lengua madi. Esta región del sur así llamada y bajo cuyo suelo yace el 75% de las reservas petrolíferas del país, repudiaba convivir con un norte radicalmente diferente. ¿A qué respondió esta animadversión? A intereses económicos encubiertos por presuntas  diferencias religiosas, culturales e históricas. En Sudán del sur la religión mayoritaria es el cristianismo y el animismo, frente a un norte en el que la población está casi totalmente arabizada.

 

        Por otro lado, en la región meridional ha existido un fuerte sentimiento de rencor hacia el norte, debido a que históricamente Jartum veía a sus vecinos del sur como inferiores, lo que le permitió iniciar su captura como esclavos. Hasta que se descubrieron los yacimientos petrolíferos y las cosas cambiaron radicalmente. Desde 1955, la tímida revuelta que se inició en Ecuatoria fue extendiéndose a otras regiones meridionales como el Alto Nilo y Bahr el-Ghazal, convirtiéndose poco a poco en una auténtica guerra contra el norte liderada por Anyanya, que ya representaba a todos los grupos armados del sur. La primera guerra civil dejó un saldo de 500.000 muertos, de los cuales solo 100.000 eran soldados. Después de 17 años de guerra, en 1972 los representantes del sur se reunieron con el gobierno de Jartum en Addis Abeba, para negociar la paz que incluía un mayor autogobierno de Sudán del Sur, creándose así la Región Autónoma de Sudán del Sur.

 

        Los acuerdos de Addis Abeba permitieron a Sudán convivir en una relativa paz durante 11 años, en los que más que de una paz definitiva se hablaba de una tregua entre ambas partes confrontadas. Así, los problemas fueron aumentando y el conflicto volvió a estallar 1983. Ese año, el presidente de Sudán, Yaafar al-Numeiry, proclamó el Estado Islámico en todo el país, incluido el sur no musulmán. Pero, además, abolió la Región Autónoma de Sudán del Sur, lo que automáticamente puso en pie de guerra otra vez más a la región. Así se inició la Segunda Guerra Civil de Sudán contra los intentos centralistas de Jartum, que se prolongó hasta 2005. Este periodo se caracterizó por la continua pérdida de influencia de Anyanya frente al fuerte impulso del SPLA/M (Sudan People's Liberation Army/Movement) conocido en español como el Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán, cuyo brazo político será el Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán, a cuya cabeza estuvo John Garang (de la etnia Dinka). Hubo intentos de negociación a finales de la década de 1980 entre el líder del SPLA/M y el presidente de Sudán Sadiq al-Mahdi, que no pudo evitar un golpe de Estado liderado por el actual presidente del país, Omar Hassan al-Bashir, que acabó con las esperanzas de paz entre ambos contendientes.

 

        De este modo, la guerra entre el sur y el norte continuó. Pero durante la década de 1990 hubo una serie de cambios en el sur, que mucho tuvo que ver con la diversa integración étnica de la extinta región autónoma. Sudán del Sur está compuesto por una gran cantidad de etnias donde las más numerosas son el pueblo Dinka (11%) seguido de los Nuer (5%), los Shilluk (3%), Azande (3%) y Bari (3%) además de otros pueblos. Los problemas se sucedieron en el SPLA/M cuando en 1991 Riek Machar, de la etnia Nuer, trató de suplantar a John Garang y al no conseguirlo, optó por provocar una escisión: el SPLA-Nasir, autodenominado años más tarde como SPLA-Unido. Desde entonces, la lucha por la independencia se produjo de forma separada, de modo que Riek Machar llegó incluso a firmar acuerdos con al-Bashir por su propia cuenta.

 

        La guerra duró aún unos años más, entrando en el Siglo XXI con el dudoso honor de ser el conflicto civil más largo del continente africano. Entre 2003 y 2004 hubo algunos acercamientos, pero la paz no llegaría hasta el 2005. Ese año se firmó una paz definitiva entre John Garang y al-Bashir que se esperó fuera duradera. A los pocos meses de firmar el acuerdo, el líder del SPLA/M y presidente de la región autónoma de Sudán del Sur, murió en un accidente de helicóptero al volver de una reunión con el presidente de Uganda, Yoweri Museveni. La paz de 2005 puso fin a una cruenta guerra civil que duró 50 años (1955-2005), dejando el luctuoso balance de 1,4 millones de muertos y 4 millones de desplazados en su segunda fase. Con el acuerdo de Naivasha (Kenia) Sudán del Sur volvió a convertirse en una región autónoma con gobierno propio y una constitución interina durante seis años, con la posibilidad de convocar en ese plazo un referéndum sobre la independencia de la región. Además, esta paz también estipuló futuros acuerdos sobre la región petrolífera de Abyei, donde debería convocarse un referéndum para decidir su pertenencia a Sudán o a Sudán del Sur. Además se acordó que las regiones de Kordofán del Sur y el Nilo Azul quedaban bajo mandato de Sudán, pero en un futuro se podría debatir su unión a Sudán del Sur. Finalmente, a Sudán del Sur le pertenecían el 75% de los pozos de petróleo pero los oleoductos se dirigían a Jartum y a Port Sudán, en la costa del mar rojo. Además, las refinerías se encontraban también en Sudán y el sur estaba pendiente de pagar al norte por este servicio, lo que aumentaba su dependencia. Finalmente el 9 de Julio de 2011 se proclamó la República de Sudán del Sur con el apoyo del 98,83% de la población después de 56 años de lucha por la libertad. ¿Libertad de quienes y para qué? cabe preguntarse. Sin embargo esto se produjo sin haber cumplido con los acuerdos de Abyei, Kordofán del Sur y Nilo Azul (aún en disputa), así como los pagos por el petróleo.

 

        De hecho, Sudán del Sur mantiene un proyecto de construcción de un nuevo oleoducto desde Juba hacia Kenia, para evitar la dependencia de Sudán. Casi dos millones de civiles fueron asesinados en el sur, y otros cuatro millones más tuvieron que abandonar sus hogares hasta el año 2005. Fue entonces cuando se reconoció a Sudán del Sur como una región autónoma de Sudán. La República de Sudán tiene unos 42 millones de habitantes en territorio nacional, y unos cuatro millones en otros países. Ambos datos no son más que conjeturas, ya que los registros civiles carecen de garantías. El 71% de la población es musulmana, el 16% es cristiana, y el 11% animista. La Constitución Nacional de Transición, que entró en vigor en julio de 2005, garantiza la libertad de religión. Sin embargo, la propia Constitución consagra la sharia como fuente de legislación en las 16 provincias del Norte. Allí, el Gobierno tiene el derecho de aprobar y poner en práctica leyes que favorecen al islam y promueven la islamización de la vida social, sin tener en cuenta el pluralismo religioso de la región. La sharia vigente en el norte del país se aplica a todos los habitantes con independencia de la religión que profesen. Dispone abiertamente la muerte para quienes reniegan del islam, imponiendo brutales castigos corporales que varían en crueldad según la gravedad del delito cometido: desde la flagelación hasta la pena máxima, pasando por la amputación de miembros. Está prohibido el consumo de bebidas alcohólicas y el matrimonio de mujeres musulmanas con varones de otra religión. El plan de estudios de Sudán del Norte, obliga a todas las instituciones educativas a impartir la asignatura de religión islámica en árabe, desde el parvulario hasta la universidad. Incluso las escuelas cristianas se tienen que someter a esta norma y contratar a los profesores necesarios para cumplirla. Cerca de seis millones de sudaneses están bautizados en el rito latino de la Iglesia Católica. Actualmente la Iglesia en Sudán consta de nueve diócesis, regidas por un cardenal arzobispo, un arzobispo, seis obispos y un administrador apostólico. Uno de los elementos que incluyó el acuerdo de paz firmado en 2005 entre el norte y el sur, fue la celebración de un referéndum en el sur mediante el cual, la población podría decidir si se independizaba del norte. Ese referéndum tuvo lugar en enero de 2011. Si la voluntad de los votantes se respeta, podría consolidarse en el centro de África un país cristiano. O al menos, un país en el que los cristianos puedan practicar libremente su religión.

 

06. Libia

 

          Así fue conocido su territorio por los pueblos norteafricanos que habitaron la costa del Mediterráneo desde el primer milenio antes de Cristo, en cuya parte occidental conocida por Tripolitania, se afincaron los fenicios, al tiempo que los griegos lo hicieron en la parte oriental que llamaron Cirenaica. En el Siglo XVI ese territorio pasó a formar parte del Imperio Turco (otomano). En 1837, Mohamed al-Senusi (1787-1859), creó una hermandad musulmana clandestina conocida por Senusiya, que se dedicó a combatir contra el gobierno turco, actuando también en Egipto. Pero el enemigo principal de Turquía pasó a ser Italia, que más recientemente, en 1911, aprovechando la debilidad política del Imperio otomano, le declaró la guerra y en 1912 pasó a colonizar Libia. Durante la Primera guerra mundial, la presencia italiana en Libia se redujo a los puertos de Trípoli y Homs (Al-Khums), mientras el resto del territorio se mantuvo independiente. El dominio de Libia por Italia se vio reforzado desde 1922 durante el gobierno de Benito Mussolini, pero para ello debió enfrentar una obstinada resistencia militar encabezada por Sidi Omar al-Mukhtar, al que recién pudo doblegar en 1931 incorporando ese país al Reino de Italia.

 

          Seguidamente Mussolini promovió el asentamiento de colonos italianos provenientes de sur, especialmente de Sicilia, mediante el reparto gratuito de tierras. En 1934 unió las dos regiones de Tripolitania y Cirenaica, dando lugar a la llamada Libia italiana. Desde Egipto y Túnez, los Sanusiya siguieron activos cooperando con los aliados en la Segunda Guerra Mundial contra el Reino de Italia en Libia, gobernada por Idris al-Sanusi (1890-1983) —nieto de Mohamed— coronado como Idris I en Rey de Libia, cuyo territorio fue escenario de la lucha entre el Afrika Korps al mando del Mariscal de campo alemán, Erwin Rommel y las tropas del General británico Bernard L. Montgomery. Finalmente, Idris al-Sanusi fue derrocado en 1969 por la “Liga de oficiales unionistas” libios al mando del coronel al-Qaddafi, convirtiendo a la monarquía en una autoproclamada “República Árabe Libia Popular y Socialista” inspirada en el precedente régimen populista implantado por Jamal Abdel Nasser en Egipto. Además de abolir la constitución instaurada por el Rey Idris, desmanteló las bases militares británicas y norteamericanas, nacionalizando el petróleo, la banca y todas las industrias extranjeras. Y aun cuando gestó una alianza con el bloque soviético, reprimió ferozmente a los comunistas prohibiendo toda literatura marxista en territorio libio. ¿Cómo influyó políticamente la actual crisis económica internacional sobre Libia? A través de la creciente desigualdad social que comenzó a incidir sobre todo el Magreb y el Medio Oriente tras la caída de los regímenes burocráticos estalinistas del llamado “socialismo real”.

 

          Habiendo perdido ese soporte político-estratégico, todos los gobiernos dictatoriales paternalistas en esa zona del Planeta, se vieron forzados a otorgar concesiones políticas y económicas al capital imperialista abriendo su economía a bancos y empresas privadas —especialmente del sector petrolero— sometiéndose a las exigencias de instituciones internacionales como el FMI y del Banco Mundial que promovieron reformas económicas de carácter social regresivo, como la privatización de empresas y la reducción de gastos sociales en subsidios a la población para la compra de alimentos y combustible. Una situación agravada por el estallido de la crisis económica mundial en 2008, que debilitó su industria turística y generó altos índices de paro, en una población asalariada con severas restricciones para emigrar a Europa. A lo que se sumó el aumento en el precio de los alimentos básicos, a raíz de su escasez provocada por la sequía durante aquél tórrido verano de 2010, que ocasionó incendios y la pérdida de las cosechas en Rusia. A caballo de todo este cúmulo de causas materiales que incentivaron el movimiento social contestatario, se montó el tinglado de la OTAN que permitió al imperialismo acabar con el experimento de Gadafi en Libia.

 

          Hoy día Libia es un Estado fallido cuyo gobierno es incapaz de mantener el equilibrio entre las fuerzas políticas que se disputan el poder en su territorio, con altos niveles de corrupción y criminalidad, en un contexto económico-social de pobreza extrema que incrementa el número de expulsados en busca de refugio fuera del país.  

 

07. Afganistán

 

          En 1978 era un país de 18 millones de habitantes, cuyas mayorías sociales venían siendo víctimas de la más cruda explotación y opresión por parte de los capitalistas nacionales y extranjeros. Primero Gran Bretaña y después de la Segunda guerra Mundial, principalmente los EE.UU., lo habían reducido a una situación de semi-colonia. Cuando estalló la revolución en abril de aquél año, sólo el 15% de sus tierras cultivables estaban irrigadas y el 14% de su población era nómada. El 90% de los hombres y el 95% de las mujeres eran analfabetos y un niño de cada dos moría antes de cumplir los cinco años. Más del 70% de la población total del país no poseía tierras, y el 40% de los pequeños propietarios apenas si lograban sobrevivir, en un territorio sin fondo de reserva contra las catástrofes naturales, donde medio millón de personas murieron durante la sequía entre 1969 y 1972. La industria estaba muy poco desarrollada, el nivel de desempleo era superior al 20% y un millón de trabajadores se vieron obligados a emigrar en busca de trabajo.

 

          El gobierno de Mohamed Daud Khan asumió el poder en julio de 1973 derrocando a la monarquía. Y tras prometer reformas se mostró tan indolente como incapaz de resolver los problemas del país, él y su familia dedicados a disfrutar de sus privilegios mientras el ejército seguía dirigido por los mismos oficiales superiores del antiguo régimen, que no llevó a cabo ninguna reforma en beneficio de las clases más bajas. Los partidos políticos siguieron prohibidos y las organizaciones obreras sometidas a una feroz represión. Ese régimen no era más que corrupción e ineficacia y la deuda exterior del país no dejaba de crecer.

 

          Ante la agravación de la crisis social y para preservarse de las posibles consecuencias, Daud estrechó vínculos políticos con el Sha de Irán, el imperialismo norteamericano y el régimen reaccionario de Zia Ul Haq en Paquistán, quien confió a la siniestra Savak persa el accionar de la policía política en Afganistán. Hasta que fue asesinado uno de los dirigentes del Partido Democrático del Pueblo Afgano (PDPA), Amir Akbar Jyber el 17 de abril de 1978, lo cual provocó entre la población una reacción inmediata y violenta, logrando que el ejército apoyara las manifestaciones y acabara derrocando a Daud.

 

          El nuevo régimen realizó purgas en el ejército y en el aparato del Estado, anunciando un programa de reformas de 30 puntos a favor de los obreros y de los campesinos. Entre las más importantes, la reforma agraria, promulgada el 1º de enero de 1979. Asimismo se fijó un límite para la propiedad de la tierra y todas las que lo excedieron fueron confiscadas y distribuidas gratuitamente entre los sin tierra y los nómadas. En total se beneficiaron unas 250.000 familias. Además, todas las deudas a los terratenientes hasta ese momento contraídas por los campesinos, fueron abolidas. Entre las demás medidas implementadas por el PDA, destaca la construcción de nuevas escuelas y centros sanitarios, una campaña de masas por la alfabetización que interesó a centenares de miles de personas y, por primera vez en la historia de Afganistán, se legalizaron los sindicatos. También se comenzó por resolver dos problemas de la mayor importancia social y política del país: acabar con la opresión de las mujeres y garantizar todos los derechos a las minorías nacionales oprimidas. Se adoptaron medidas especiales para mejorar la condición social de las mujeres, como la enseñanza obligatoria para las niñas, cursos especiales para las mujeres casadas, prohibición del matrimonio de niños y reducción del “precio” (dote) de la prometida. Estas medidas progresistas y otras, como la liberación de 8.000 presos políticos, reforzaron el apoyo popular al nuevo gobierno. Las primeras medidas orientadas a la organización de las masas populares, fueron la de mujeres, de jóvenes, sindicatos y comités de defensa armados, a nivel local, para responder a los ataques contrarrevolucionarios.

 

          Por su parte, los que se habían venido aprovechando de la opresión y de la explotación en Afganistán: los capitalistas, los terratenientes, los usureros, los productores y traficantes de opio, los contrabandistas, los antiguos oficiales del ejército, los monárquicos y sectores de la jerarquía religiosa islámica, respondieron a estas medidas progresistas y populares iniciando una guerra de guerrillas contra el gobierno del PDA. Fue un levantamiento que se inició realmente a principios de 1979, tras las primeras medidas de reforma agraria en territorio afgano. Se centró en las regiones dedicadas al cultivo del opio, sobre todo en las proximidades de la frontera con Pakistán, donde los propietarios de las plantaciones de opio y los contrabandistas, amenazados por la reforma agraria y las medidas adoptadas contra el comercio de ese alucinógeno, utilizaron los ingresos obtenidos con ese sucio trapicheo para financiar sus operaciones militares contrarrevolucionarias, a las que confusamente llamaron “guerra santa contra el comunismo ateo del movimiento antiimperialista de los pueblos islámicos”. Todo un oscuro galimatías para ocultar el hecho de que, con el apoyo económico de Arabia Saudita y el logístico del ejército y las agencias de inteligencia paquistaníes, Washington bajo el gobierno de Jimmy Carter, reclutó y organizó fuerzas extremistas islámicas en todo el Mundo, para derrocar al régimen laico y progresista en Afganistán apoyado por la Unión Soviética.

 

          Casi todos los afganos eran entonces musulmanes y aun lo siguen siendo hoy. Pero aquél gobierno del PDA no tomó medida alguna restrictiva de la libertad religiosa, y numerosos molas conocidos apoyaron la revolución. El intento de caracterizar aquella guerra civil como guerra entre musulmanes e infieles ateos, no fue más que la cobertura demagógica para escamotear que en realidad fue una guerra de clases, de los explotadores contra los explotados y oprimidos. Desde el comienzo, el imperialismo norteamericano se mostró hostil al gobierno del PDA y a sus medidas radicales, más aun después de que la revolución iraní hubiera derribado a su fiel aliado, el Sha de Irán Mohammad Reza Palhevi. Sin duda temía las repercusiones de la  revolución afgana entre los pueblos oprimidos de la región, que amenazarían los intereses imperialistas.

 

          Esto explica que la administración Carter hiciera todo lo posible para ahogar en sangre la revolución afgana. Con tal propósito la prensa capitalista lanzó una campaña propagandista de alcance mundial. Ya en junio de 1978 —previendo lo que fatalmente sucedería en enero de 1979—, el mando atlántico de la OTAN celebró una reunión especial en Anapolis para proyectar con tiempo las medidas a implementar. Y un mes después de iniciada la revolución afgana, en febrero de 1979, EE.UU. decidió congelar toda ayuda económica a ese país. Junto con la dictadura pakistaní, Washington apoyó y ayudó a las fuerzas contrarrevolucionarias del gobierno de Kabul. Para ello utilizó instituciones vinculadas a la CIA, como la Agencia Americana de Represión del Tráfico de Drogas (DEA), que ha venido sosteniendo relaciones muy estrechas con los productores y traficantes de opio. El historiador Alfred Mc. Coy demostró la íntima vinculación de la “Agencia antidrogas” norteamericana D.E.A. (Drug Enforcement Administration) con los principales centros de producción y distribución de este narcótico en todo el Mundo:

<<...la participación norteamericana iba más allá de una complicidad accidental; las embajadas enmascaraban la participación de gobiernos enteros en el negocio, las aerolíneas a contrata de la CIA, como Air América, transportaban opio a raudales y agentes individuales estaban ligados al tráfico de opio. Como consecuencia indirecta de la participación norteamericana en el Triángulo Dorado hasta 1972, la producción de opio se disparó....el opio proveniente del Triángulo Dorado del sudeste asiático creció en un 70 % y comenzó a ser responsable del 33% de la heroína vendida en Estados Unidos, y empezó a ser capaz de poder mantener a las generaciones de estadounidenses que venían con heroína ilimitada>>. Alfred Mc. Coy: “Las políticas de la Heroína”. Ver más.

 

          El ascenso del stalinismo en la ex URSS —que fundamentalmente representó los intereses de la casta burocrática privilegiada, medrando a expensas de los asalariados rusos—, determinó que las relaciones con Afganistán tampoco discurrieran en función del interés general en ambos países, sino del interés común a sus  respectivos burócratas gobernantes. Ambas dirigencias políticas bregaban por instalar en el país afgano un régimen capitalista “neutral”, evitando que siguiera siendo una base militar beligerante del imperialismo. Con tal  finalidad, a partir de los años 50 ambos países firmaron importantes acuerdos comerciales y militares, que promovieron el compromiso del PDA con la conciliación entre la gran burguesía agraria y el bloque obrero-campesino. Pero estas relaciones se vieron enturbiadas cuando la diplomacia de Washington asociada con el régimen paquistaní comandado por Daud, conspiró contra la coexistencia pacífica en esa zona.

 

          Ante esta nueva situación de inquina política deliberadamente inducida por el imperialismo norteamericano, el gobierno soviético decidió estrechar aún más sus vínculos con Afganistán, firmando nuevos acuerdos económicos de intercambio, a la vez que proveyendo preventivamente a su socio afgano con pertrechos militares. Pero el PDA nunca pudo pasar de ser un partido en trance de dirigir al bloque obrero-campesino, que traicionó a sus intereses. Lo hizo cuando decidió adoptar una política de conciliación con el bloque contrarrevolucionario formado por el imperialismo norteamericano y los terratenientes locales productores de opio, temiendo en todo momento que las masas tomen la iniciativa escapando a su control. Fue un partido pusilánime, incapaz de imprimir a las mayorías populares afganas una dinámica revolucionaria, dentro de los límites necesarios y posibles. Los mismos límites que impuso al movimiento de los asalariados el atraso económico de Rusia en 1917, cuando transitoriamente le obligó a formar un bloque con los campesinos. Los mismos límites que Marx vio en la Francia de 1848:

<<Los obreros franceses no podían dar un paso adelante, no podían tocar ni un pelo del orden burgués, mientras la marcha de la revolución no sublevase contra este orden, contra la dominación del capital, a la masa de la nación —campesinos y pequeños burgueses— que se interponía entre el proletariado y la burguesía; mientras no la obligase (a esa masa vinculada al sistema a romper con él) a unirse a los proletarios como a su vanguardia. Sólo al precio de la tremenda derrota de Junio[5] podían los obreros comprar esta victoria>>. (K. Marx: “Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850” Pp. 23. Lo entre paréntesis nuestro).

 

          De ahí el carácter democrático-burgués de la revolución, que también fue preceptivo haber llevado transitoriamente a término en Afganistán, como condición previa de la revolución proletaria. Ergo, por haber adherido al contubernio entre el imperialismo norteamericano y los terratenientes afganos productores de opio, el PDA pasó a ser un factor de refuerzo proclive a la contrarrevolución. Fue en este contexto que Moscú decidió enviar decenas de millares de efectivos militares a ese país, no para defender allí la revolución democrático-burguesa, sino más bien por temor a que una victoria de la contrarrevolución pusiera en peligro la estabilidad de la propia URSS y, por tanto, los intereses parasitarios de la casta burocrática soviética.

 

          Pero esta forma oportunista de solidaridad política, no ha dejado por eso de ser imprescindible para los fines de consolidar la revolución democrática en Afganistán. No pocas organizaciones obreras de otros países —presionadas por el imperialismo—, condenaron la presencia de tropas soviéticas en Afganistán. Tal fue la posición que adoptaron los partidos “comunistas” de Italia, España, México, Gran Bretaña y Australia, entre otros, así como los partidos socialdemócratas en todas las latitudes. Por su parte, la burocracia china seguida por los grupos maoístas en el mundo entero, no sólo condenaron esta intervención de la URSS, sino que se han alineado con el imperialismo en su ayuda a la dictadura pakistaní. Todas estas fuerzas se alinearon en el campo de la reacción, cuando en Afganistán estaba en curso una guerra civil contra los intereses más elementales de los obreros y campesinos de ese país.

 

           Poco después de que la Unión Soviética interviniera en Afganistán, en 1980 Osama Bin Laden reclutó a miles de islamistas para llevar a cabo la “guerra santa” en ese territorio. Entrenado por la CIA conoció la técnica de traficar con dinero a través de sociedades fantasmas y paraísos fiscales; aprendió a preparar explosivos y a utilizar códigos cifrados para comunicarse sin ser detectado. Desde 1979 y durante los diez años que duró la intervención soviética en Afganistán, la burguesía norteamericana gastó casi tres mil millones de dólares en financiar la resistencia de los yihadistas afganos en lucha contra la revolución democrática en ese país, apoyada por la URSS. Entre agosto de 1988 y finales de 1989 creó la red terrorista “al Qaeda”. Después de la retirada soviética en 1989, Bin Laden regresó a su país, siendo recibido como un héroe.

 

          El sucesor del patriarca Mohammed bin Laden tras su deceso en 1967, fue su primogénito llamado Salem M. bin Laden, hermano mayor de Osama, quien se hizo cargo del patrimonio familiar[6]. Según Wikipedia, parece ser que Salem se vinculó con la familia Bush a través James R. Bath, un inversionista en la compañía “Arbusto Energy” (el vocablo castellano “arbusto”, en inglés se traduce por la palabra “bush”), una pequeña empresa petrolera de la década de 1970 dirigida por un amigo íntimo de Bath, llamado George W. Bush (Jr.). Cabe pensar, pues, que la relación y los estrechos vínculos entre las dos familias, se remonte a esa década.

08. Irak

 

          Es un país asentado sobre las segundas mayores reservas petrolíferas del Mundo. El hecho de estar fuertemente determinado por la ideología nacionalista burguesa, en caso de ganarse la voluntad política de otros países productores como Siria, Venezuela, Libia o Méjico, la burguesía irakí bien podía inducir en cualquier momento una crisis de abastecimiento y fijar al alza los precios del crudo según sus intereses particulares, poniendo en peligro la continuidad del proceso de explotación capitalista colectivo. No sólo llegó a eso, sino a más y en solitario. Lo demostró invadiendo Kuwait en 1990, porque a través de sus aliados en la OPEP (Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí), los USA se negaron a aceptar la petición irakí de subir el precio del petróleo hasta 26 dólares/barril, para compensarle por el servicio prestado de haber ahogado en sangre la revolución iraní, convirtiendo a su ejército en el más poderoso del cercano oriente[7]. Y este tipo de comportamientos es algo que las distintas fracciones del capital imperialista global no estuvieron dispuestas a tolerar por “razones humanitarias”. Pero sí aplaudieron lo que hizo la coalición angloamericana con la colaboración de España en Irak. Una guerra que costó 1,3 billones de dólares y mató a 134.000 personas. ¿Quién dijo que "el capitalismo es la sociedad del engaño y el pillaje mutuo"?

 

          ¿Por qué la burguesía internacional no puede tolerar comportamientos como el de la burguesía Irakí sobre Kuwait? Pues, porque según los férreos dictados de la ley económica del valor bajo el capitalismo, tratándose de uno de los componentes esenciales del capital constante[8], al precio del petróleo no se lo puede manipular al alza sin deprimir la tasa de ganancia, hasta el punto de perturbar e interferir el desarrollo normal del común negocio de explotar trabajo ajeno en el Mundo. Pero tampoco fijarlo por debajo de los costes de extracción en los pozos menos rentables, que forzarían a su cierre impidiendo satisfacer la demanda necesaria de ese producto: http://www.nodo50.org/gpm/crisis/05.htm y  http://www.nodo50.org/gpm/crisis/06.htm.

 

          Desde la perspectiva de la estabilidad económica del sistema en su conjunto, el problema de esta guerra ha consistido en que el régimen político adoptado por la burguesía en Irak, está fuertemente enraizado en la ideología nacionalista burguesa dependiente que inspiró el proyecto "nasserista" de desarrollo auto-sostenido del capital nacional, donde las grandes empresas del país fueron estatizadas. Y para evitar la penetración del capital extranjero, sus formas políticas se sometieron, como en Cuba, a un régimen de partido único —el Baath—, dirigido por una burocracia político-militar que administró la propiedad burguesa estatal de su medio de producción más importante: el petróleo, propiedad que así adquirió un carácter político monopólico nacional, que es el que unilateralmente decidió sobre las cuotas de producción nacional y sobre las condiciones de eventuales contratos de concesiones de explotación a capitales privados nacionales e internacionales, o a empresas estatales extranjeras.

 

          Ahora bien, dada la creciente composición orgánica del capital[9] en los países más desarrollados, el consecuente incremento cada vez menor del plusvalor global "producido" por esa fracción más poderosa de la burguesía internacional, determina la tendencia al descenso en la tasa general de ganancia por la que estos capitales rigen su comportamiento. Así, de crisis en crisis, el sistema burgués de vida va dejando sin posibilidades de inversión productiva a crecientes masas de capital adicional, cuya contrapartida social es el paro estructural masivo. Cfr.: http://www.nodo50.org/gpm/ff_pp_tasa_ganancia/00.htm.

 

          Pero según aumenta su masa, estos capitales supernumerarios acumulados en las grandes metrópolis capitalistas, presionan más y más hasta que vencen la resistencia de los diversos Estados empresarios nacionalistas, que el desarrollo de las fuerzas productivas en la etapa tardía del capitalismo ha vuelto completamente anacrónicos, como hoy es el caso de Irak. Esta dinámica objetiva determinada por la ley general de la acumulación capitalista, explica el generalizado fenómeno de las privatizaciones en numerosos países imperialistas, como Francia o España, y en otros de desarrollo capitalista dependiente como Guatemala (1954), República Dominicana (1963), Brasil (1964), Indonesia (1965), Egipto, Argelia, Chile (1973), Argentina (1976), Uruguay (1978), Venezuela, Méjico, Alemania del Este (1989) URSS (1990) y demás países del bloque "comunista", Yugoslavia (1996), Afganistán (2002), ahora Irak, y todavía Venezuela, Siria, Korea del norte, Libia e Irán y Cuba. En todos ellos, esta adecuación de sus Estados a las exigencias de la ley del valor en la etapa imperialista del capitalismo postrero, estuvieron y están asociados a procesos más o menos genocidas encubiertos, protagonizados por el gran capital internacional en su conjunto.

 

          Se trata de la apropiación privada de medios productivos de propiedad estatal (como es el caso hoy día en litigio de las rentas petroleras en Irak), para convertir a los asalariados estatales empleados por esos medios de trabajo, en fuente directa de producción de plusvalor privado (sin intermediarios estatales) para los fines de la acumulación. Al margen y por encima de la disputa interimperialista por este nuevo coto de caza, y dado que Irak es un país dependiente, dentro de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), su burguesía dirigida por Sadam Hussein pugnó por resarcirse de las pérdidas que le provocaba el desarrollo internacional desigual, tratando de mantener los precios del crudo en todo lo posible al alza[10].

 

          Esta política del imperialismo con relación a la guerra irano-iraki, ha sido muy bien sintetizada por Kissinger, cuando afirmó, a principios de 1984, que la salida ideal para los EE.UU. sería ¡¡que perdieran los dos beligerantes!! a lo que se hizo eco posteriormente el Ministro israelí de defensa Isaac Rabin cuando declaraba que <<Israel aspira a que no haya un vencedor en esta guerra>>. Y el caso es que la cuenta atrás de esta estrategia llegó al punto cero durante la entrevista entre la por entonces embajadora americana, April Glaspie, acreditada en Bagdad y Sadam Hussein, el 25 de julio de 1990, en su momento publicada por la prensa occidental y cuyos pormenores fueron incluidos por Pierre Salinger y Eric Laurent en "El Dossier secreto de la guerra del Golfo". En esa entrevista Sadam Hussein dijo, entre otras cosas, lo siguiente:

<<Cuando una política planificada y deliberada supone la baja del precio del petróleo sin ninguna razón comercial, significa que otra guerra ha empezado contra Irak (...) Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos están a la cabeza de esta política. (...) Y para colmo, mientras nosotros estábamos en guerra, Kuwait empezó a extender su territorio a expensas de nosotros (se refiere a la utilización de los pozos petrolíferos de la zona fronteriza de Rumaylah en litigio). He leído las declaraciones americanas sobre sus amigos (alude a Los Emiratos y Kuwait) en esta región; evidentemente cada cual tiene derecho a elegir sus amigos. No tenemos nada que decir. Pero usted sabe que no fueron los americanos quienes defendieron a sus amigos en la guerra contra Irán. Y le aseguro que si los iraníes hubieran invadido la región, las tropas americanas no hubieran podido detenerles sin utilizar armas nucleares. (...) ¿Es esta la recompensa por haber asegurado la estabilidad en la región y por haberla protegido de una marea sin precedentes?>> (Op. Cit. Cap. IV)

 

          Y tras referirse a las penalidades por las que estaba atravesando su pueblo, Sadam no se anduvo con precauciones diplomáticas y amenazó a EE.UU. con una ola de atentados terroristas que, a falta de pruebas fehacientes, fueron utilizados como pretexto para extender el conflicto a Irak, a fin de acabar con el proyecto antiimperialista pequeñoburgués en ese país:

<<Ustedes pueden venir a Irak con misiles y aviones pero no presionen hasta el punto de que nos veamos obligados a dejar cualquier precaución.  Cuando vemos que se intenta herir nuestro orgullo y privarnos de una vida mejor, entonces dejamos de ser prudentes y la muerte será nuestra elección>> (Ibíd)

 

          Seguidamente Sadam aludió a una próxima reunión con los Kuwaities, y que si se llegaba a un acuerdo satisfactorio para Irak, las cosas no irían a mayores.

<<Pero si no somos capaces de encontrar una solución, será normal que Irak no acepte perecer>> (Ibíd).

 

          Ante lo que la embajadora pareció dar el visto bueno diciendo:

<<Usted tiene la exclusiva>> (Ibíd)

 

          El 31 de julio, el subsecretario de Estado para asuntos del Oriente Medio fue al Capitolio para responder ante el Subcomité de Oriente Medio sobre este asunto, en una reunión que fue difundida exprofeso por la radio a través del "World Service", para que fuera escuchada en Bagdad. Allí se planteó el siguiente diálogo:

<<—Si, por ejemplo, Irak atraviesa la frontera de Kuwait, sea cual sea la razón, ¿cuál sería nuestra posición con respecto a la utilización de las fuerzas americanas?

       —Esta es la clase de hipótesis en la que no puedo entrar. Baste decir que nos veríamos fuertemente afectados, pero no puedo aventurarme en el terreno del "si".

—En una circunstancia como ésta, sin embargo, ¿es correcto decir que no tenemos un tratado, un compromiso, que no obligaría a comprometer a las fuerzas americanas?

    ¡Exacto! >>. (Ibíd).

 

          De este modo, la embajadora Glaspie y el subsecretario para asuntos del Oriente Medio, Kelly trasmitieron a Sadam Hussein la señal que podía traducirse en una garantía de la no-intervención de los EE.UU ante la invasión de Kuwait por parte del ejército irakí. Y ya se sabe lo que pasó después de que Sadam mordiera ese anzuelo. Ésta también ha sido una sutil provocación inventada por EE.UU para fines bélicos y políticos precisos.

 

          Cuando EE.UU. bajo el gobierno de Bush Junior decidió invadir Irak en 2003, pretextando un supuesto vínculo entre Sadam Husein y la organización Al Qaeda —que resultó ser falso—, después de arrasar militarmente a ese país destruyendo su Estado, su ejército, su administración y su policía, al retirar sus tropas lo dejó en manos de un gobierno dominado por los chiitas bajo la influencia de Irán. La prueba más elocuente de semejante debacle, se reveló en junio de 2014, cuando según reportó por entonces el periodista Dexter Filkins en “The New Worker”, los soldados iraquíes, insuficientemente equipados y mal entrenados, abandonaron su puesto sin resistir ante la llegada de combatientes yihadistas procedentes del norte del país. El ejército, piedra angular del sistema implementado por Sadam Husein, había sido disuelto en 2003 por el administrador civil estadounidense Paul Bremer. Los estadounidenses, añadió Dexter Filkins, "pasaron nueve años intentando reconstruir un Estado para sustituir el que habían destruido".

 

          Mucho antes de que George Bush Jr. y su equipo de gobierno decidieran invadir Irak, ya habían previsto el reparto del suculento  botín de guerra que prometía el hecho de acceder a la propiedad de las segundas mayores reservas de petróleo mundial y a la colosal reconstrucción post bélica del país. De no ser porque ese documento de 99 páginas elaborado por la USAID fue filtrado a “The Wall Street Journal” y seguidamente a “The Guardian”, es posible que muchas empresas de España y del Reino Unido se hubiesen quedado sin su parte del tesoro. La USAID había enviado una invitación secreta a cinco grandes empresas de Estados Unidos, para que presentaran ofertas en la reconstrucción de edificios, puentes, hospitales, puertos, caminos, aeropuertos, plantas para tratamiento de agua, etc. El piso pecuniario inicial que ofreció el gobierno a cada una de estas empresas —antes de provocar el desastre bélico que se preparaba—, fue de 900 millones de dólares; lo cual a uno de los representantes de estas empresas favorecidas por el gobierno le sugirió decir: “la verdad es que hay una enorme ironía en esto de pedir contratos para reconstruir puentes que aún no se bombardean.

 

          Los costos de esa guerra destructiva y genocida, fueron solventados con fondos públicos. De modo que la deuda interna de los Estados Unidos —naturalmente con cargo impositivo a la ciudadanía norteamericana, en su inmensa mayoría de condición asalariada—, pasó de 6 a 16 billones de dólares en 10 años, mientras que  los beneficios derivados de todo ese gasto en la prevista reconstrucción de Irak, así como la futura explotación del trabajo en los pozos petrolíferos y refinerías sobre territorio irakí, al final fue capitalizada por las empresas de esa camándula corrupta y asesina, que se apropió de  toda esa infraestructura industrial por la cara. Incluyendo naturalmente a las familias Bush y Bin Laden. A raíz de este negocio en torno a la destrucción material y la muerte masiva de seres humanos, desde la ocupación de Irak por Estados Unidos hasta el presente han muerto en ese país más de 1 millón 200 mil personas. De ellas 4.485 estadounidenses. Vayan estos datos para conocimiento de todos los ingenuos, que todavía siguen dispuestos a morir en cualquier guerra “por la defensa de la patria”. Como si fuera suya.

 

09. Desplazados internos en países durante los últimos 55 años

El artículo 13 de la Declaración Universal de los DD.HH. suscrita en 1948 sostiene que:

1.     Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.

 

          La realidad del capitalismo en el Mundo actual ha convertido este derecho humano universal en papel mojado. Azerbaiyán: Debido a la ocupación del Alto Karabaj, Agdam y territorios circundantes por las fuerzas armadas armenias desde comienzos de los años '90, fueron desplazadas 800.000 personas hacia otras regiones del país. Birmania (Myanmar): Durante décadas de la prolongada guerra civil y represión del gobierno a minorías étnicas, así como a causa del Ciclón Nargis, fueron desplazadas entre 1,5 y 3 millones de personas. Colombia es el segundo país con más cantidad de desplazados en el Mundo. Hasta mayo de 2011 el Gobierno de Colombia ha registrado más de 3,7 millones de desplazados hacia otras regiones del país. ONGs como la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES), calculan que la cifra real de desplazados por el conflicto armado interno desde mediados de los años 80, supera los 5 millones de personas. El desplazamiento forzoso en ese país es una consecuencia directa del conflicto armado. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), con casi 400.000 refugiados y entre 4,9 y 5,5 millones de desplazados internos en 2012, Colombia es el país protagonista del mayor drama humanitario de América Latina. En Costa de Marfil como resultado de la guerra civil, desde 2002 cerca de 4 millones de personas han debido dejar sus hogares. República Democrática de Congo: debido a la Segunda Guerra en ese país han sido desplazadas cerca de 3 millones de personas. Eritrea: La guerra con los etíopes provocó allí más de un millón de civiles desplazados. India: 50 millones de personas fueron forzosamente desplazadas  desde 1950 debido a proyectos industriales. Israel: entre 150.000 y 420.000 palestinos fueron expulsados de sus tierras. México: se calcula que a raíz de la llamada guerra contra el narcotráfico, emprendida durante el mandato presidencial de Felipe Calderón (2006-2012), los desplazados internos por la violencia oscilaron entre 120.000 y 250,000 civiles, en particular provenientes de la zona norte y del pacífico en el país. Somalia: La Guerra Civil Somalí expulsó de las zonas del conflicto entre 400 mil  y 1.9 millones de afectados. Sri Lanka: debido a la guerra civil entre el Gobierno y los “Tigres tamiles” del L.T.T.E. (Liberation Tigers of Tamil Eelam) se cree que fueron desplazadas más de 300 mil personas. Sudán: debido a los conflictos civiles, fueron desplazadas cerca de 2 millones de personas en el oeste y 4 millones en el sur. Tayikistán: A raíz de la guerra civil entre 1992  y 1998  entre el gobierno laico y fundamentalistas islámicos, cerca de 1.5 millones de personas debieron dejar sus hogares. Uganda: debido a la insurgencia del E.R.S. (Ejército de Resistencia del Señor), han sido desplazadas cerca de 1 millón de personas. Pakistán: 3 millones de desplazados por la guerra contra los talibanes desde 2004 en el norte del país. República Democrática del Congo: Las dos guerras  civiles entre 1996 y 2003 que causaron la muerte de 3.8 millones de personas, desplazaron de sus hogares a 3,4 millones. Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Desplazados_internos

 

10. Emigraciones forzosas entre países

El artículo 13 de la Declaración Universal de los DD.HH. suscrita en 1948 sostiene que:

2.      Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.

 

           Nada de esta proposición se ha venido cumpliendo desde ese año en la mayoría de los países del Mundo. Actualmente, ACNUR cifra en 50 millones las víctimas de guerras en sus países de origen desplazamientos forzosos entre distintos países, incluyendo refugiados, solicitantes de asilo y apátridas. Aunque según el Convenio de Ginebra de 1951 se considera refugiado a quien se ve obligado a emigrar de su país al sentirse perseguido por causa de su religión, raza, nacionalidad o ideas políticas. Países como Australia y Canadá incluyen también la persecución por motivos de sexo, para beneficiar a las mujeres víctimas de violaciones, violencia doméstica y mutilación, así como a los homosexuales.

 

          En años recientes, el conflicto que provocó el mayor movimiento demográfico forzoso fue la guerra de Yugoslavia, con 4 millones de desplazados. En África, el hambre y las guerras han expulsado de sus hogares a 4 millones de sudaneses, 1,5 millones de liberianos y 625.000 ruandeses. Sierra Leona, Tanzania, Guinea y Etiopía cuentan también con masas de refugiados, muchos de ellos asentados en campos cercanos a las zonas de conflicto, donde las mujeres y niñas son vulnerables a ser violadas y atrapadas en redes de explotación sexual. En Colombia, 1 millón de campesinos han tenido que moverse por la guerra civil. Las guerras de Chechenia, Azerbaiyán y Georgia han dejado el saldo de 1 millón de desterrados, mientras que hay unos 2 millones de desplazados kurdos y cifras similares en Afganistán, Irán, Sri Lanka, Timor y Birmania. Fuente: http://www.muyhistoria.es/contemporanea/articulo/grandes-migraciones-de-la-historia-viajeros-a-la-fuerza

 

          De los 50 países más pobres del mundo, 35 están en África, continente que, en 2050 llegará a tener 1.700 millones de habitantes, de ellos 120 millones de origen magrebí. En África se juntan, pues, las mayores desdichas del Mundo: superpoblación, enfermedades, hambre, corrupción, guerras y desertización. La marea migratoria está comenzando, y ninguna medida represiva podrá detener ese aluvión. Así lo demuestra el caso de EEUU y la propia experiencia europea. EEUU construyó un muro de 150 kilómetros de largo en su frontera con México, quintuplicó el gasto en extender alambradas y sofisticados sistemas de detección en otros centenares de kilómetros, aumentando la plantilla de policías. Lo único que ha logrado fue incrementar el número de inmigrantes muertos (unos 3.000 por año) y enriquecer a las mafias. El creciente número de ilegales fallecidos en el "corredor de la muerte", en Arizona, llevó al gobierno mexicano en 2001 a distribuir 200.000 mochilas de supervivencia entre quienes se adentraban por aquella mortal zona desértica. Fuente: http://www.rebelion.org/hemeroteca/economia/040130zamora.htm

 

          El 10 de julio de 2011, Sudán del Sur cumplió el tercer año de su andadura como país independiente. Ese día, miles de sus ciudadanos cantaban y bailaban por las calles de la capital, Juba, para festejar el acontecimiento tras 50 años de enfrentamientos con el norte.  En diciembre de 2013 volvieron a estallar los combates. Esta vez entre las milicias leales al presidente, Salva Kiir —de etnia dinka— y partidarios del antiguo vicepresidente, Riek Machar, de etnia Nuer. Desde entonces hasta hoy, miles de civiles han muerto y un millón y medio huyeron de sus casas buscando amparo en campos de refugiados dentro y fuera de sus países, en estados limítrofes como Uganda, Kenia o Etiopía, y hasta en los más distantes de mayor desarrollo económico. Las agencias internacionales han atendido ya a 2,4 millones de personas, aunque se calcula que llegarán a los cuatro millones para finales de este año. En Sudan, desde que se iniciaron los combates entre las tropas gubernamentales y las fuerzas rebeldes, más de 2 millones de personas se han visto forzadas a dejar atrás sus hogares, de las cuales millón y medio se desplazaron dentro de Sudán del Sur, y más de 100.000 encontraron refugio en diversas instalaciones de la ONU. En Juba, el 80% de las personas desplazadas son mujeres, niñas y niños. Más de 350.000 personas han huido a países vecinos, y muchas de ellas han debido atravesar el río Nilo para llegar hasta Uganda, dejando atrás todas sus posesiones y poniendo en peligro sus vidas. En el Mundo hay 17 millones de refugiados. De ellos sólo en África 4 millones por causa de las guerras, el hambre y las persecuciones políticas, religiosas, raciales, etc., Sudán, rodeado de países asolados por guerras civiles al otro lado de sus fronteras, acoge hoy a más de 550.000 refugiados procedentes de Etiopía y Uganda. Gran parte de estos refugiados consiguen llegar a las costas del Mar Mediterráneo y atravesarlo hasta pisar suelo español, italiano y griego, sin que sus autoridades puedan hacer nada efectivo para evitarlo.   

 

11. Epílogo

 

          Volvemos aquí a insistir en que el límite histórico-económico absoluto del capitalismo como sistema de vida, está férreamente determinado por el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social, consistente en el hecho de que un cada vez menor contingente de asalariados, ponga con su fuerza de trabajo en movimiento, un cada vez mayor número de más onerosos y eficaces medios materiales de producción. Y ese límite absoluto sobreviene inevitablemente, a raíz de la relación económica decreciente, entre la ganancia cada vez más menguante obtenida en cada proceso productivo, y el cada vez mayor coste del capital invertido en su producción. Hasta que se alcanza el punto del proceso de acumulación, en que el margen incrementado de la ganancia obtenida explotando trabajo ajeno, no justifica el costo de producirla. Entendiendo por costo, al de los salarios sumados al de los medios de producción, equivalente a su desvalorización por desgaste físico. He aquí las verdaderas causas de las crisis periódicas, que los intelectuales al servicio de la burguesía siguen encubriendo, con estériles circunloquios y falacias sin fundamento alguno.

 

          Y el caso es que las crisis económicas, además de penuria generalizada entre las mayorías sociales, generan conflictos inter-burgueses —nacionales y/o internacionales— creando así las condiciones propicias al desencadenamiento de guerras, que fungen como la más jugosa oportunidad alternativa de ganancias, capitalizadas por una ínfima minoría relativa de grandes empresas oligopólicas fabricantes de armamento. Las mismas que, en criminal contubernio con sus respectivos Estados nacionales, no han dejado de sembrar destrucción y muerte a gran escala en el Mundo, permitiendo así que los capitalistas en su conjunto superen dichas crisis económicas periódicas, en menos tiempo del económicamente previsto. Tal como lo hemos expuesto en este trabajo, una vez más, para escarnio y vergüenza de los ideólogos y políticos profesionales corruptos, que han venido ninguneando a Marx.    

 

          Ergo, las llamadas clases medias —pequeños y medianos  explotadores de trabajo ajeno—, aun cuando no sean ellos sus beneficiarios más directos, también es de su interés social que este bendito negocio de las armas y las guerras convencionales, subsista sine die[11]. Y es que tal como ya hemos venido explicando desde esta tribuna por activa y por pasiva, las guerras vivifican económicamente al sistema. Lo preservan. Pero, contradictoriamente, el desarrollo científico-técnico aplicado a la más moderna industria bélica, ha llegado ya al extremo de que tal poder destructivo de las armas, amenaza la existencia del propio género humano sin distinción de clases sociales.

 

          ¿Hay, pues, posibilidades reales para detener la peligrosa deriva de semejante barbarie autotanática, sin proponerse acabar cuanto antes con el capitalismo como sistema de vida? That´s the question.

 

    

 

 

    

  

   

  

    

 

 

 

 

           

 

       

       

 

         

 

 

 

        

 

        

            

 

 



[1] Poema de Goethe donde se imagina a un aprendiz de brujo, que en ausencia ocasional de su maestro aprovecha para dar vida a una escoba cuyo trabajo consiste en verter agua sin cesar, para limpiar el estudio común a ambos. Pero al haber olvidado las palabras mágicas para detener el hechizo a tiempo, el aprendiz rompe la escoba, que entonces se multiplica y casi provoca una inundación, de no ser porque afortunadamente para él, llega su maestro para evitarlo.

[2] Es el caso, por ejemplo, de los capellanes encargados de mantener viva la fe cristiana y difundirla en instituciones seculares como colegios, unidades militares (capellán castrense), barcos, prisiones (capellán penitenciario), hospitales, universidades, departamentos de policía, parlamentos, etc. Tradicionalmente, se denomina "capellanes" a los miembros de alguna rama de la fe cristiana (por ejemplo pastores, reverendos o ministros) que se encargan de pronunciar sermones en los lugares ya mencionados; o bien, a los eclesiásticos o sacerdotes que ofician la misa en la capilla u oratorio. En ocasiones, éstos gozan de rentas de una capellanía (aunque no siempre es así), o prestan un servicio a un particular a cambio de un estipendio, como parte del servicio doméstico en su sentido más amplio de una casa. Para comprobar fehacientemente los fuertes vínculos entre la iglesia católica y las FF.AA., basta con asistir a las procesiones durante la llamada “Semana Santa” con sus acordes marciales, como la orden militar del Santo Sepulcro.   

[3] Si como es cierto que el valor de los productos elaborados industrialmente viene determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlos, el salario colectivo en general, queda determinado por la parte o fracción de la jornada de labor, en que el asalariado produce mercancías por el equivalente a su salario pactado con sus patronos. Así las cosas, lo que resta del tiempo de cada jornada, es trabajo realizado por el asalariado que se materializa en productos, cuyo valor excede al salario. O sea, es un plusvalor que sus patronos se embolsan y capitalizan.

[4] Otro tanto sucedió en 2012, cuando los directivos de Caja Madrid —convertida en “Bankia” bajo la Presidencia del mismo Rodrigo Rato—, falsificaron la realidad de sus cuentas de resultado al alza, para arrastrar engañosamente tras esa euforia a miles de ahorristas que compraron “acciones preferentes”, hasta que cuando se supo la verdad del engaño ya era para ellos demasiado tarde. 

[5] “La insurrección de junio: heroica insurrección de los obreros de París entre el 23 y el 26 de junio de 1848, aplastada con excepcional crueldad por la burguesía francesa. Fue la primera gran guerra civil de la historia entre el proletariado y la burguesía” (Nota de Marx).

[6] El jeque Salem bin Laden era, como hermano mayor, el jefe de familia, constituida por una numerosa prole (unos dicen que eran 54 y otros que 57 los hijos que tuvo el jeque Mohammed bin Laden con 30 esposas de diversas nacionalidades árabes) y que heredaron la Bin Laden Construction Group, una corporación que él creó en los años cincuenta en Yeddah, a orillas del Mar Rojo.

[7] La "razón política" que movió a la burguesía internacional contra los talibanes, es la misma que en la década de los ochenta le indujo a ahogar en sangre la revolución islámica que tomó asiento en Irán, cuyo líder religioso, político y militar radical fue el integrista Imán Jomeini. Para esa tarea, el capital imperialista utilizó los servicios del régimen irakí presidido por el déspota Sadam Hussein. El imperialismo y, particularmente el régimen sunita y laico del partido Baath, temían -como hoy temen del régimen talibán- que la revolución islámica radical en las masas campesinas pobres del sur de Irak, en su mayoría de religión Chiita, se extendiera al resto de países islámicos "moderados". Con la revolución islámica de febrero de l979 en Irán, estas masas lideradas por el partido Al Daava, encontraron en el nuevo poder iraní un poderoso estímulo en su lucha contra el nacionalismo laico del partido Baath en Irak y Siria. De ahí que el "servicio" de Irak al imperialismo haya tenido su origen en una causa de interés común. Pero lo que no era ni es de interés común, es que Irak se convierta en la potencia sub-imperialista dominante en la zona, función que EE.UU. tiene reservada al Estado sionista de Israel.

[8] Así se le llama en términos económicos al valor contenido en los medios de producción (máquinas, herramientas, materias primas, combustibles, lubricantes, etc.), dado que durante el proceso productivo su valor se mantiene invariable. Durante cada jornada de labor colectiva y por acción de su natural pérdida por consumo total o parcial desgaste, es trasladado hacia los productos que contribuyen a crear. 

[9] Relación matemático-contable como cociente, entre el valor contenido en los medios de producción y la fuerza de trabajo colectiva contratada, medida en términos de salario.

[10] Tal es la esencia del antiimperialismo pequeñoburgués, que así tiende a mantener deprimida la tasa general de ganancia impidiendo superar la actual fase de lento crecimiento de la economía mundial, cosa que el sistema en su conjunto ya no puede soportar por más tiempo.

[11] A todos nosotros desde pequeños en todos los países, ¿cuántas veces se nos obligó a presenciar el espectáculo a cargo de los máximos popes de las jerarquías religiosas, en el acto público de bendecir a las FF.AA?