11. Epílogo 

          Volvemos aquí a insistir en que el límite histórico-económico absoluto del capitalismo como sistema de vida, está férreamente determinado por el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social, consistente en el hecho de que un cada vez menor contingente de asalariados, ponga con su fuerza de trabajo en movimiento, un cada vez mayor número de más onerosos y eficaces medios materiales de producción. Y ese límite absoluto sobreviene inevitablemente, a raíz de la relación económica decreciente, entre la ganancia cada vez más menguante obtenida en cada proceso productivo, y el cada vez mayor coste del capital invertido en su producción. Hasta que se alcanza el punto del proceso de acumulación, en que el margen incrementado de la ganancia obtenida explotando trabajo ajeno, no justifica el costo de producirla. Entendiendo por costo, al de los salarios sumados al de los medios de producción, equivalente a su desvalorización por desgaste físico. He aquí las verdaderas causas de las crisis periódicas, que los intelectuales al servicio de la burguesía siguen encubriendo, con estériles circunloquios y falacias sin fundamento alguno.  

          Y el caso es que las crisis económicas, además de penuria generalizada entre las mayorías sociales, generan conflictos inter-burgueses —nacionales y/o internacionales— creando así las condiciones propicias al desencadenamiento de guerras, que fungen como la más jugosa oportunidad alternativa de ganancias, capitalizadas por una ínfima minoría relativa de grandes empresas oligopólicas fabricantes de armamento. Las mismas que, en criminal contubernio con sus respectivos Estados nacionales, no han dejado de sembrar destrucción y muerte a gran escala en el Mundo, permitiendo así que los capitalistas en su conjunto superen dichas crisis económicas periódicas, en menos tiempo del económicamente previsto. Tal como lo hemos expuesto en este trabajo, una vez más, para escarnio y vergüenza de los ideólogos y políticos profesionales corruptos, que han venido ninguneando a Marx. 

          Ergo, las llamadas clases medias —pequeños y medianos  explotadores de trabajo ajeno—, aun cuando no sean ellos sus beneficiarios más directos, también es de su interés social que este bendito negocio de las armas y las guerras convencionales, subsista sine die [1] . Y es que tal como ya hemos venido explicando desde esta tribuna por activa y por pasiva, las guerras vivifican económicamente al sistema. Lo preservan. Pero, contradictoriamente, el desarrollo científico-técnico aplicado a la más moderna industria bélica, ha llegado ya al extremo de que tal poder destructivo de las armas, amenaza la existencia del propio género humano sin distinción de clases sociales.  

          ¿Hay, pues, posibilidades reales para detener la peligrosa deriva de semejante barbarie autotanática, sin proponerse acabar cuanto antes con el capitalismo como sistema de vida? That´s the question.

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[1] A todos nosotros desde pequeños en todos los países, ¿cuántas veces se nos obligó a presenciar el espectáculo a cargo de los máximos popes de las jerarquías religiosas, en el acto público de bendecir a las FF.AA?