El caso de la emergente pequeñoburguesía intelectual española

<<El pequeñoburgués en una sociedad avanzada y, como consecuencia necesaria de su posición social, por una parte se hace socialista y, por otra, economista; es decir, está deslumbrada con la magnificencia de la alta  burguesía y simpatiza con los dolores del pueblo. Es al propio tiempo burgués y pueblo. Se jacta en el fuero interno de su conciencia, de ser imparcial, de haber encontrado el justo equilibrio, que  pretende distinguirse del justo medio. Semejante pequeñoburgués diviniza la contradicción, puesto que  la contradicción es el núcleo de su ser. Él no es sino la contradicción social en acción. Él debe justificar en la teoría lo que es en la práctica>>. (Carta de Marx a Annenkov. 28/12/1846 en “Cartas sobre ‘El capital’” Ed. Política. La Habana/1983 Pp. 36-37).

 

01. Podemos como estrategia del Estado y del capital

 

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Texto escrito y publicado en la Web el domingo 10 Enero de 2016 a las 13:04 hs., por Esteban Vidal:

          Resulta conveniente recordar que el Estado es una organización compleja que aglutina a una considerable cantidad de personas en diferentes ámbitos institucionales, como pueden ser los departamentos ministeriales, los organismos reguladores, los poderes judicial y legislativo, etc. En el caso del Estado español, nos encontramos con que su personal integrante lo componen en torno a 3 millones de personas en los diferentes ámbitos territoriales y funcionales. Las dimensiones que ha adoptado el Estado moderno, han hecho de éste un espacio en el que se desenvuelven una innumerable cantidad de relaciones de diverso tipo, así como contradicciones fruto de la existencia de intereses contrapuestos entre diferentes facciones. Así pues, el Estado no es un ente monolítico, sino que más bien abarca e integra en su seno una importante diversidad de intereses y grupos que contienden entre sí, para aumentar sus cuotas de poder.

          En los regímenes parlamentarios los diferentes intereses que integra el Estado, adoptan en ocasiones una expresión política en la forma de partidos que concurren a las elecciones. En este sentido puede comprobarse que es relativamente frecuente, encontrarse a miembros del funcionariado a la cabeza de dichas formaciones políticas. Por decirlo de algún modo, los partidos políticos y más en particular los que juegan un papel relevante en la política estatal, constituyen diferentes expresiones del Estado en el desarrollo y concreción de su estrategia, para garantizar sus intereses vitales. En líneas generales puede comprobarse, que las divergencias de los diferentes partidos políticos gravitan en torno al modo de gestionar el Estado y, por tanto, a desarrollar su propia política en torno al sistema de poder que representa el propio Estado, como institución central de la sociedad.

          En el caso de “Podemos”, descubrimos que se trata de una formación política detrás de la que se encuentran importantes funcionarios del Estado. Basta con comprobar que sus principales dirigentes proceden del profesorado universitario, pero a esto se suma la presencia de altos mandos militares como el caso del general José Julio Rodríguez, antiguo Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), quien dirigió las diferentes intervenciones imperialistas del ejército español en Irak, el Índico, Libia, y que ha trabajado para la inteligencia militar. Pero también es notable la presencia del guardia civil Juan Antonio Delgado, portavoz de la Asociación Unificada de Guardias Civiles. A esto hay que sumar la presencia de una considerable cantidad de altos funcionarios pertenecientes al aparato del Estado, y que han mostrado un decidido apoyo a esta nueva organización política.

          Pero el lanzamiento de “Podemos” como formación política no sólo responde a los intereses del Estado, y por tanto de una facción considerable de su elite dirigente, sino que también responde a la intervención de la clase empresarial y de la banca. De este modo el gran capital financiero ha dado un inusitado respaldo al despegue de este partido político, al haber facilitado su aparición en los diferentes medios de comunicación de masas, fundamentalmente televisivos, de los que es propietario. Así, nos encontramos con que la banca ha hecho una multimillonaria inversión al haberle cedido más espacio televisivo a Pablo Iglesias que a los restantes candidatos a las elecciones europeas. No puede olvidarse que estos espacios en los medios televisivos representan decenas de millones de euros a precios de mercado, lo que en la práctica constituye una subvención indirecta ejecutada por el gran capitalismo financiero y mediático que ha servido para publicitar a esta nueva formación política. Pero algo similar cabe decir sobre las restantes elecciones, especialmente generales, en las que “Podemos” logró una gran cobertura mediática que sirvió para reanimar a dicho partido como opción política que ya en septiembre de 2015 daba claras muestras de decrepitud. Juntamente con todo esto no puede pasarse por alto la presencia de Jesús Montero, secretario general de “Podemos” Madrid, como representante en “Podemos” de los intereses de la familia Botín, quien no dudó en afirmar que los dueños del Banco Santander no son casta, sino que forman parte de una cultura empresarial que quiere contribuir al bienestar social[i].

          El apoyo que “Podemos” ha recibido de la clase empresarial se manifiesta en su discurso político con la defensa de sus intereses. Salta a la vista la distinción hecha por los principales jerarcas de esta organización, entre los empresarios buenos y los empresarios malos, y por lo tanto la diferenciación entre un capitalismo malo y un capitalismo bueno que supuestamente cumple con ciertas funciones sociales en el desarrollo del bienestar de la población y en la aminoración de las desigualdades. En lo que a esto respecta son importantes las declaraciones de Pablo Iglesias en defensa de las PYME, lo que no deja de ser una forma de reproducir el discurso del sistema establecido que afirma que este tipo de empresas son el motor económico del país. Así, a juicio del propio Pablo Iglesias son los pequeños y medianos empresarios quienes sacan el país adelante, no los millones de trabajadores que están empleados en unas inmisericordes condiciones de explotación en dichas empresas. Por este motivo conviene recordar de qué se está hablando realmente cuando se hace alusión a las PYME.

          En primer lugar hay que señalar que las PYME no son un segmento homogéneo y que el propio término de PYME resulta problemático. El criterio que se ha impuesto es el del tamaño de la empresa según el número de trabajadores empleados, que va de 0 a 249 asalariados. Pero este criterio olvida otros aspectos como la organización del trabajo, la productividad, la composición orgánica del capital, etc. Además de esto el término PYME suprime la diferencia específica que a nivel de clases sociales se da entre la pequeña burguesía y la clase capitalista. En el fondo constituye un término ideológico que pretende encubrir una serie de relaciones de dominación y explotación, al poner dentro de una misma categoría a empresas como el comercio de una familia en la que trabajan entre todos para sostenerlo, o una cooperativa de trabajadores, y empresas con 250 trabajadores a su cargo que facturan millones de euros al mes.

          No hay que perder de vista que en enero de 2013 había en el Estado español 3.142.928 empresas, de las cuales 3.139.106 (99,88%) son PYME. Así es como del total de los 13,5 millones de asalariados, las PYME (“micro”, de 0 a 9 asalariados; “pequeñas”, de 10 a 49; y “medianas”, de 50 a 249) emplean a 8.504.902 (el 62,8%). Entre las “pequeñas” y las “medianas”, emplean un 32,6% del total[ii]. De este modo descubrimos que en la práctica más de la mitad de las empresas catalogadas como PYME en el Estado español son en realidad empresas capitalistas hechas y derechas, que explotan nada menos que a 4.414.500 trabajadoras y trabajadores en unidades de producción o servicios que van de 10 a 249 asalariados.

          Además de lo señalado hay que destacar que en las PYME se dan unos niveles de sobreexplotación, bajos salarios y precariedad laboral inauditos. Esto se debe fundamentalmente al hecho de que el grado de organización de los trabajadores en estas empresas es escaso o inexistente, lo que contrasta con los grandes conglomerados del gran capitalismo donde, a pesar de todas las pegas que puedan ponerse a las imperantes burocracias sindicales, existe una mayor organización de los asalariados que hace que los jefes empresariales no puedan actuar tan libremente como ocurre en el seno de las PYME. A esto se suma el hecho de la lógica de la competencia capitalista de tal manera que estas empresas descargan en sus asalariados las presiones que reciben de las grandes corporaciones, todo ello mediante reducciones de personal, flexibilización de tareas, aumento de los ritmos de trabajo, extensión de la jornada laboral, el pago de peores salarios, subcontrataciones, trabajo negro o el recurso al muy lucrativo negocio de las pasantías. De este modo las PYME tratan de asegurar niveles aceptables de productividad para sobrevivir en el mercado. Todo esto son capaces de llevarlo a cabo en gran medida gracias a que no encuentran oposición ni resistencia entre una mano de obra desorganizada y dividida, en donde la casi totalidad de los trabajadores no están sindicados.

          Fueron los máximos representantes de las PYME los que abrazaron de un modo entusiasta la última reforma laboral, y especialmente en sus detalles más picantes como la vía libre para hacer despidos colectivos (EREs), o poder despedir por faltas de asistencia al trabajo con sólo 20 días por año, o la reducción de la cuantía en los despidos improcedentes. Se trata de un sector que históricamente ha abogado por facilitar el despido con el propósito de ahorrarse las consecuentes indemnizaciones. Por tanto, todo esto pone de manifiesto que Podemos, a través de su discurso político en el que defiende a los pequeños y medianos empresarios, defiende lo sustancial del sistema capitalista en el Estado español, y los presenta como aliados naturales del resto de la población. “Podemos” ha desarrollado un discurso político que no sólo niega la lucha de clases, sino que responde a una estrategia política con el propósito de establecer un nuevo consentimiento social sobre el que articular la cooperación entre los asalariados y la clase empresarial. La llamada a la unidad popular es, entonces, una llamada a una unión con la clase empresarial a la que “Podemos” defiende descaradamente con su discurso político.

          Tal y como se ha indicado antes “Podemos” no sólo es un instrumento al servicio del Capital, tanto grande como pequeño, sino que también lo es del Estado. En lo que a esto se refiere hay que poner de manifiesto el desarrollo de un discurso político patriotero y españolista hasta el punto de llamar a sus oponentes políticos “traidores a la patria”. En este contexto se encuadran los vítores dados por Pablo Iglesias, en un mitin en Málaga, a la policía, la Guardia Civil y el ejército. Inevitablemente todo esto se conjuga con la presencia de altos mandos militares del ejército dentro de “Podemos”, o la existencia de círculos compuestos exclusivamente por miembros de las fuerzas armadas, así como las diferentes reuniones mantenidas entre los jefes de “Podemos” y los representantes de la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME). Esto muestra claramente el discurso profundamente reaccionario de “Podemos” en su defensa de las fuerzas que mantienen el sistema político, social y económico actual, y por tanto los garantes de que las relaciones de explotación puedan seguir reproduciéndose en el futuro. Indudablemente esto se encuadra en una política de Estado dirigida a una normalización de la imagen popular del ejército que ha sido pergeñada por los altos mandos militares en conjunción con el Ministerio del Interior y el CNI. Se trata de presentar al ejército como una institución normal y necesaria, como un servicio más del Estado que brinda a la ciudadanía, al mismo tiempo que trata de implantar en la conciencia colectiva la importancia de que la defensa del Estado constituye un deber cívico al que el conjunto de la sociedad debe estar dispuesta a contribuir. En esencia se trata de cambiar esa vetusta imagen del ejército que una gran parte de la sociedad todavía conserva al identificarlo con el fascismo y con los elementos más reaccionarios que, en 1936, se revolvieron contra el pueblo para imponerle una sanguinaria dictadura que duró 40 años, para sustituirla por una imagen muy diferente en la que el ejército es un garante de los derechos y libertades del actual sistema constitucional y parlamentario.

          Lo cierto es que “Podemos” ha hecho del Estado el eje central de toda su formulación política en torno a la que giran sus propuestas programáticas, lo que ha hecho que haya adoptado una clara posición socialdemócrata cuyos líderes, con Pablo Iglesias a la cabeza, no han dudado en reivindicar. En el marco del discurso político de “Podemos” el Estado se ha convertido en el principal agente encargado de reordenar la sociedad y la economía mediante un nuevo impulso al capitalismo de Estado, o lo que desde la izquierda se ha denominado como lo “público”, en el que las empresas estatales han cobrado una importancia estratégica, lo que se encuentra unido a un incremento de la carga fiscal sobre la población. Esto se debe fundamentalmente a la adopción del keynesianismo como doctrina económica fundamental para impulsar un nuevo proceso de acumulación con el que implantar formas más agresivas de capitalismo, y de esta manera competir con éxito frente a potencias emergentes como ocurre con el caso de China. Además de esto hay que resaltar los encuentros que el propio Pablo Iglesias mantuvo en EEUU con los máximos representantes intelectuales actuales del capitalismo keynesiano, como es el caso de Joseph Stiglitz, a lo que se suman los numerosos elogios realizados por el jefe político de “Podemos” a la política económica estadounidense, y más en particular al papel de la Reserva Federal en el desarrollo de medidas expansivas.

          El keynesianismo constituye una vieja fórmula consistente en impulsar la presencia del Estado en la economía mediante el gasto estatal y un aumento de las regulaciones. Por esta razón no resulta nada extraño que en la elaboración de su propuesta económica los líderes de “Podemos” recurrieran a dos insignes profesores universitarios socialdemócratas y keynesianos como el politólogo Vicenç Navarro y el economista Juan Torres. Así, comprobamos que en lo esencial el planteamiento de “Podemos” gira en torno a un aumento del gasto estatal con inversiones dirigidas a relanzar a las empresas españolas mediante contratos gubernamentales, créditos y subvenciones. Todo esto se combina con propuestas dirigidas a emular los ejemplos escandinavos de Estado de bienestar en los que el ente estatal, a través de una fuerte política asistencial, controla la práctica totalidad de las esferas de la vida del individuo al mismo tiempo que extiende una gran carga fiscal sobre el conjunto de la sociedad. Asimismo, hay que recordar que el modelo de capitalismo keynesiano que plantea “Podemos” es en esencia idéntico al puesto en marcha por Franklin D. Roosevelt en los años 30 del pasado s. XX a través de su “New Deal”. Programa que sirvió a los EEUU para prepararse de cara a la inminente guerra mundial que estaba gestándose en Europa. Por este motivo cuando se habla de keynesianismo se habla también de capitalismo de guerra, y por tanto de la misma estrategia económica de expansión del Estado para preparar y hacer la guerra tal y como lo hizo la Alemania nazi. Las políticas económicas expansivas del keynesianismo han facilitado la movilización del conjunto de las fuerzas productivas que han permitido la reactivación de la economía, lo que se enmarca en el contexto internacional de competición entre los diferentes Estados y la permanente amenaza de guerra económica y militar entre países.

          En otro lugar no menos importante hay que apuntar a las conexiones de “Podemos” con el imperialismo estadounidense, el mismo que históricamente se ha caracterizado por desarrollar un inusitado intervencionismo en la política española, tal y como se desprende de los acontecimientos ocurridos durante la transición política[iii]. En lo que a esto respecta parece que la embajada estadounidense en Madrid, al igual que en otros momentos decisivos para la historia del Estado español, está desempeñando un papel importante en la articulación de una alternativa socialdemócrata de tintes populistas en torno a “Podemos”. Esto es lo que parece indicar a tenor de una reunión mantenida entre Pablo Iglesias y el embajador de EEUU James Costos a iniciativa de este último. No trascendió el tiempo que duró dicha reunión ni tampoco demasiados detalles acerca de lo hablado habiendo sido calificada por el propio Pablo Iglesias como un encuentro “útil, cordial e interesante”.

          Tampoco puede pasarse por alto la innegable conexión de los líderes de “Podemos” con el régimen bolivariano de Venezuela, una distopía militarista que ha sumido al pueblo en un Estado policial en el que las masas son sistemáticamente reprimidas, al mismo tiempo que son relegadas a la miseria con una terrible carestía de productos básicos. El chavismo ha creado una opulenta y obesa oligarquía compuesta por militares y burócratas que han crecido a la sombra del Estado, de sus empresas y sobre todo de la venta de petróleo y minerales preciosos, al mismo tiempo que ha relegado al pueblo a una cada vez mayor miseria material y moral. El carácter eminentemente dictatorial de este régimen, que no duda en aplacar por la fuerza toda oposición política y social, ha creado una imagen negativa del mismo que ha hecho que los líderes de “Podemos” se hayan querido distanciar voluntariamente de tan bochornoso ejemplo práctico de sus ideas políticas. Sin embargo, no ocurre lo mismo en su “partido hermano” de Grecia: “Syriza”, cuyos líderes no han dudado en mezclarse y hacerse ver con los principales dirigentes de “Podemos”, al mismo tiempo que estos últimos le han prestado apoyo moral y político. De este modo, “Podemos”, la “Syriza” española, no ha dudado en identificarse con una organización, cuya práctica política ha demostrado ser un instrumento de los poderes fácticos internacionales, y más concretamente de la Troika compuesta por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional, al haber seguido sus dictados a pies juntillas, tal y como pudo comprobarse después del referéndum que tuvo lugar en aquel país.

          No menos reseñable es el apoyo mediático y económico otorgado por el régimen iraní a los dirigentes de “Podemos” al haberles dado cobertura a través de sus principales medios de comunicación exteriores para la emisión del programa Fort Apache. Resulta bastante indicativo comprobar las afinidades que se dan entre la dictadura que hoy impera en Irán, país recientemente reconciliado con los EEUU, y la falta de escrúpulos mostrada por los dirigentes de “Podemos” para aceptar su apoyo, y con ello valerse del régimen clerical iraní como soporte para la socialización de su propio discurso político.

          El populismo de “Podemos” que se ha envuelto en una firme devoción por el Estado, que es presentado como un justiciero capaz de proteger al pueblo del Capital, unido a su entusiasmo por el capitalismo estatal tildado de público, ha logrado socializarse entre las masas gracias a una habilidosa estrategia mediática. Así, vemos que se ha producido una importante coalición de intereses entre elementos estratégicamente ubicados en las altas esferas del Estado y del capitalismo español, que son los que han facilitado la cobertura mediática de esta nueva formación con la que ha logrado difundir masivamente su mensaje político populista entre la sociedad. Este contexto mediático ha sido muy funcional para efectuar una manipulación psicológica e ideológica de las masas, lo que los propios dirigentes de “Podemos” reconocen al afirmar que han recurrido a las emociones como elemento catalizador con el que crear entre una parte considerable de la población un estado de ánimo que ha facilitado su adhesión a este partido. Este efectismo ha conseguido fanatizar a una parte importante de sus seguidores, lo que se ha visto reforzado por el creciente culto al líder que ha sido puesto en marcha como mecanismo propagandístico. Todo esto ha servido para que importantes franjas de la población hayan quedado secuestradas por sus propias emociones artificialmente inducidas por la más ensordecedora propaganda. Gracias a este gran proceso de manipulación han hecho aparición una innumerable cantidad de incondicionales de este partido político que a día de hoy constituyen su principal fuerza de choque.

          Lo esencial del programa político de “Podemos” es reivindicar más recursos monetarios y más servicios del Estado. El dinero constituye un elemento central de su discurso político al mismo tiempo que se reivindica, tal y como afirman sus dirigentes, un capitalismo que funcione y que sea responsable. “Podemos” persigue construir un “capitalismo humano” que guarda semejanza con una sociedad granja en la que el Estado lo gestiona y domina todo, mientras la sociedad se limita a laborar y a consumir gustosamente. En este sentido lo que el partido “Podemos” pretende, es realizar lo puesto en práctica en países como Suecia, Noruega o Dinamarca donde el disfrute generalizado de los bienes materiales ha traspasado ampliamente el límite de lo superfluo, en el ámbito de un sistema social caracterizado por la presencia de una corrupta, obesa y satisfecha (incluso aunque el alcoholismo y los suicidios tengan una incidencia destacada) burguesía de masas, ofuscada y embrutecida por un estupefaciente materialismo práctico mucho más absorbente socialmente que el llamado “socialismo real”. “Podemos” persigue regresar a los niveles de consumo de los años previos a la crisis económica al mismo tiempo que relanza el capitalismo español y la gran empresa multinacional para, a su vez, aumentar la productividad y los rendimientos para competir con éxito frente a otras potencias.

          Las propuestas económicas y sociales de “Podemos”, de claro carácter socialdemócrata, han sido elogiadas por los principales voceros del capitalismo mundial como son los periódicos Financial Times y New York Times[iv], a lo que hay que añadir las coincidencias mostradas entre esta formación política en torno a la cuestión de los eurobonos y la sostenida por el importante plutócrata y miembro del Council on Foreign Relations George Soros. Tampoco han pasado desapercibidas las declaraciones de Antonio Garrigues Walker, ex–presidente de la CEOE y miembro del comité ejecutivo de la Comisión Trilateral fundada por David Rockefeller, quien no dudó en señalar lo positivo de la aparición de “Podemos” en el panorama político español[v]. Lo cierto es que las propuestas de “Podemos” se enmarcan en el contexto internacional de una profunda reorganización del capitalismo occidental, con el propósito de crear unas condiciones mejores que permitan competir con éxito frente a las potencias emergentes, y más en particular frente a China. Por esta razón resulta comprensible que desde las altas esferas del capitalismo mundial se valore positivamente a “Podemos” en tanto en cuanto propone llevar aquellos cambios sociales y económicos dirigidos a crear un capitalismo más eficaz, y por tanto más agresivo, capaz de situar al Estado español junto a sus aliados occidentales, en una posición internacional más favorable frente a la amenaza que, en la lucha por la hegemonía mundial, representan otras potencias como el grupo de los BRICS.

          El discurso político de “Podemos” gira de un modo exclusivo en torno al papel de lo económico, y más concretamente en torno al dinero como elemento central. De esta manera el dinero es convertido en la principal aspiración e inquietud humana que, como un bien absoluto, ocupa una posición hegemónica en los planteamientos políticos de este partido. Esto encaja perfectamente con las principales preocupaciones de los máximos dirigentes de “Podemos”, a quienes les mueve una codicia sin límites, un afán predatorio y unas desmedidas ansias de poder que son el fiel reflejo de su mentalidad y naturaleza arribista en un contexto de descontento y malestar entre la población. Su populismo, consistente en repartir dádivas a través del asistencialismo estatal, se encarga de encubrir parcialmente la voracidad de los jerarcas “podemitas”, que se vislumbra en su afán de protagonismo y en su deseo de más poder a costa de lo que haga falta. Prueba de este oportunismo populista son los discursos de sus líderes que no dudan en afirmar una cosa y en desdecirse de la misma afirmando la contraria con tal de satisfacer al público y medrar electoralmente, tal y como se percibe claramente en la deriva de su mensaje y programa político que desde principios de 2015 sufrió una progresiva derechización.

          A todo lo anterior se suma el carácter hiper jerarquizado que ha adoptado “Podemos” en su organización interna, de tal manera que el asamblearismo constituye más un mito que una realidad. Así, de la práctica asamblearia inicial utilizada por “Podemos” para atraer a un sector de la población preocupado e interesado por la política, con ganas de participar y de ser el protagonista en un ámbito del que históricamente ha estado excluido, se ha pasado rápidamente, y sobre todo tras su congreso fundacional, a un modelo organizativo burocrático y jerarquizado en el que se da un férreo sometimiento del conjunto de la organización a la ejecutiva dirigente, y más concretamente a la figura que encarna Pablo Iglesias como caudillo de este nuevo movimiento político. La consecuencia directa de esta jerarquización interna no ha sido otra que un descenso drástico de la participación de los afiliados en la vida interna de la organización, y que con ello las asambleas hayan quedado relegadas a una mera condición auxiliar respecto a los órganos directivos del partido. A día de hoy no queda nada del asamblearismo inicial de “Podemos” que ha hecho de los denominados círculos una mera correa de transmisión de la estrategia política de la dirección central. De esta manera ha sido sacrificada la democracia interna a favor del principio de eficacia en la lucha por la conquista del poder.

          Podemos”, como creación del propio sistema de dominación, y por tanto como estrategia de poder del Estado y del Capital, ha venido a desempeñar dos funciones fundamentales en relación a la política española. La primera de ellas, mediante la imitación de los métodos asamblearios utilizados en los movimientos sociales y contestatarios que emergieron con el 15M, fue la de canalizar el descontento social hacia las instituciones del orden constituido. De esta manera “Podemos” está desempeñando una labor muy funcional para el actual sistema de dominación al desactivar la protesta y contestación social en la calle, y con ello ha ayudado a crear unos elevados niveles de paz social. Así es como la disidencia política no sólo ha sido aplacada sino sobre todo ha sido reconducida y canalizada a través de este partido que, así, se ha nutrido de este amplio sector social como base electoral para instalarse en las instituciones oficiales.

          La segunda función estratégica desempeñada por “Podemos” es la dirigida a crear una nueva legitimidad en torno al Estado español al introducir, de un modo completamente demagógico y electoralista, la noción del carácter plurinacional de este y con ello el reconocimiento del derecho a decidir de las naciones que lo componen. Indudablemente todo esto obedece a una operación de ingeniería política de gran envergadura que va a tener como consecuencia inmediata la desactivación de los movimientos nacionalistas e independentistas en la periferia del Estado español, y con ello su definitiva integración en dicho Estado como realidad plurinacional que reconozca la existencia en su seno de diferentes nacionalidades. En lo que a esto se refiere “Podemos” plantea un modelo de Estado que formalmente reconozca a dichas nacionalidades pero que en la práctica no supone la desaparición del efecto homogeneizador, tanto en el terreno cultural como político y social, que este desarrolla con la permanente españolización de estas mismas nacionalidades.

          El eventual reconocimiento del derecho de autodeterminación por parte del Estado español sólo puede ser calificado de demagógico e ilusorio. Si entendemos que el ejercicio del derecho de autodeterminación consiste en que los pueblos que no se sienten, y no son, españoles, puedan decidir el tipo y naturaleza de las relaciones que desean mantener con el resto de España ello es imposible dentro del marco político que representa el Estado español, en el que dichos pueblos no son libres al no ser soberanos. Por este motivo un referéndum de autodeterminación realizado dentro del actual Estado español, y sometido a la supervisión de su intimidante cuerpo represivo y armado sería una verdadera parodia, pues su amenazante presencia empujaría a que amplios sectores del cuerpo electoral votasen sin libertad interior ante el temor de una agresión armada a gran escala en caso de que el resultado fuese adverso al ente estatal español.

          Además de lo anterior hay que tener en cuenta que el ejercicio del derecho de autodeterminación debería incluir la idéntica posibilidad real de escoger entre el mantenimiento de la unidad política, en la que la forma de soberanía fuese igual para todos los pueblos en cada uno de sus respectivos territorios, la secesión hasta la independencia plena y fórmulas intermedias en un marco de cálida comprensión mutua, fraternidad y afecto entre los diferentes pueblos. Por tanto, la libre autodeterminación únicamente podría efectuarse en un contexto de libertad política razonable en el que no existiese el Estado español como tal, y en el que se contemplasen todas las opciones posibles a la hora de ejercer el libre derecho a escoger el tipo de relaciones que se desean mantener con los restantes pueblos peninsulares.

          En otro lugar no menos importante hay que apuntar que un referéndum dentro del marco político del Estado español, tal y como lo plantea “Podemos”, implica la existencia de una serie de graves condicionantes en el terreno de la libertad de conciencia que afectarían de un modo decisivo al resultado final del proceso. Esto es, el sistema de propaganda a gran escala de los más importantes medios de comunicación de masas, todos ellos subvencionados por el Estado español, así como la existencia de un poder cultural e ideológico integrado en las estructuras de dominación del Estado, todo lo cual haría que el resultado final no fuese otro distinto del deseado por las elites políticas radicadas en Madrid. El abrumador peso de la propaganda utilizada por el propio Estado para manipular la opinión pública y con ello la decisión final de la sociedad únicamente serviría para confirmar el carácter paródico de un proceso de estas características. Así pues, la voluntad de “Podemos” de someter a un referéndum la permanencia de Cataluña en el Estado español obedece, en lo más fundamental, al deseo de desactivar definitivamente cualquier veleidad independentista al partir de unas condiciones culturales e ideológicas que, de entrada, son favorables para el Estado español. En lo que a esto respecta es preciso decir que Cataluña, al igual que otros pueblos peninsulares, está lo suficientemente españolizada como para que su población no desee independizarse. De este modo, en caso de llevarse a cabo un referéndum únicamente serviría para enterrar políticamente al independentismo y crear una nueva legitimidad que lograse satisfacer, al menos parcialmente, a una facción considerable del nacionalismo mediante el reconocimiento formal del carácter plurinacional del Estado español. Mientras tanto la acción homogeneizadora y españolizadora del Estado continuaría de manera implacable hasta acabar diluyendo las identidades nacionales de los diferentes pueblos que abarca.

          Por otra parte no hay que olvidar que el referéndum constituye un recurso político empleado por las elites políticas de los Estados para confirmar su voluntad, y con ello legitimar decisiones y estructuras políticas. En esencia el referéndum es la forma de represión dictatorial máxima y más dura al restringir la expresión de la voluntad popular a una pregunta que sólo admite como posibles respuestas un Sí o un No, lo que, a su vez, impide la justificación de cualquiera de ambas respuestas y con ello explicar qué quiere cada persona que se manifiesta en un sentido o en otro. Además de esto se trata de una elección entre unas opciones preestablecidas por la propia elite dirigente, y que obedecen en última instancia a su intencionalidad política. Asimismo, hay que añadir que históricamente el referéndum ha sido un recurso político utilizado por las más grandes dictaduras, desde Napoleón hasta los regímenes parlamentarios del mundo occidental, pasando por la Alemania nazi, la España franquista, el Zimbabwe de Robert Mugabe, etc. Debido a todo esto cabe concluir que un referéndum en Cataluña, o en cualquier otro territorio del Estado español, no sería una solución al problema nacional sino simplemente una forma de enterrarlo políticamente.

          Podemos” representa hoy por hoy, una gran operación política puesta en marcha por una parte considerable de la elite dominante con la finalidad de españolizar a los pueblos de la periferia e integrarlos definitivamente en el Estado español. En este sentido lo que se persigue es debilitar hasta finiquitar políticamente a los nacionalismos periféricos que hasta la fecha han sido un instrumento del Estado español, por medio de sus secciones territoriales encarnadas por las comunidades autónomas, para gobernar sobre su periferia. Los nacionalismos periféricos han estado integrados en las instituciones del Estado español en nombre del cual han gobernado en sus respectivos territorios, pero como el propio Bertrand de Jouvenel explica, el poder tiende de manera natural a un permanente crecimiento y expansión que hace que periódicamente sea necesario poner término a las viejas formas de dominación para sustituirlas por otras nuevas y más eficaces[vi]. En lo que a esto respecta los viejos nacionalismos son obsoletos e ineficaces, un estorbo político para una mayor centralización de la autoridad del Estado. Inevitablemente esto exige su desmantelamiento político arrebatándoles su respectiva base social mediante su integración en un Estado que formalmente se declare plurinacional, y que en el terreno de lo simbólico reconozca la existencia en su seno de diferentes naciones. Se trata de una manera de crear unas condiciones políticas, que permitan la integración de las naciones periféricas mediante su reconocimiento formal, de manera que se cree una nueva legitimidad que facilite a dichos pueblos sentirse representados por el Estado español para, así, ser españolizados completamente. Todo esto vendría a confirmar las palabras de Maurice Joly: “En todos los tiempos, los pueblos al igual que los hombres, se han contentado con palabras. Casi invariablemente les basta con las apariencias, no piden nada más. Es posible entonces crear instituciones ficticias que responden a un lenguaje y a ideas igualmente ficticias”[vii].

          Puede concluirse, por tanto, que “Podemos” es en esencia una creación del Estado, y más concretamente de los altos funcionarios de los ministerios así como de los mandos militares y de los jefes de los servicios secretos, pero también de la clase empresarial y de la banca. Históricamente la izquierda ha demostrado ser muy funcional a la hora de servir a los intereses del capitalismo, y con ello para impulsar y desarrollar formas más agresivas de explotación en todos los ámbitos. Hoy “Podemos” es una nueva fuerza política que aspira a establecerse como una nueva socialdemocracia que desempeñe una función hegemónica en la izquierda como en el pasado lo hizo un PSOE que hoy está políticamente amortizado. De este modo descubrimos que las dos funciones estratégicas para las que “Podemos” fue concebido está cumpliéndolas de modo exitoso, por un lado aplacar la protesta social y por otro españolizar a los pueblos que integran el Estado español. Asimismo, el carácter oportunista y arribista de los jefes de “Podemos”, para quienes la política únicamente es acumular poder, es garantía suficiente para saber que si llegan al gobierno harán lo mismo que “Syriza” en Grecia, o que el chavismo en Venezuela. Pero también son la garantía de que el actual sistema de dominación sea reformado y relanzado en una forma mucho más agresiva y brutal, con vistas a satisfacer las ansias de poder y riqueza de altos funcionarios, empresarios, banqueros, políticos y militares.

Esteban Vidal

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[i]No todos los empresarios son iguales”, afirma. “Hay dos culturas empresariales. Una es casta, la otra quiere contribuir al bienestar social, como la familia Botín en el Banco Santander”. ¿Habla en serio? “¡Sí! Yo estoy convencido de que hay empresarios de buena voluntad. Hay sectores del capitalismo emprendedor que saben que necesitan un país con menos desigualdad social, que entienden que así expanden su mercado. Seguro que Ana Botín [presidenta del Banco Santander] se vería con Pablo Iglesias y hablarían de estas cosas”. http://politica.elpais.com/politica/2015/01/27/actualidad/1422384264_753104.html Consultado el 6 de enero de 2016. Merece la pena recordar que Jesús Montero cobra un sueldo casi idéntico al del presidente del gobierno, lo que deja bien claro su pertenencia a esa casta a la que Pablo Iglesias tanto critica.

[ii]Subdirección General de Apoyo a la PYME, Retrato de las PYME 2014, Ministerio de Industria, Energía y Turismo, Madrid, 2014.

[iii] Grimaldos, Alfredo, La CIA en España: espionaje, intrigas y política al servicio de Washington, Debate, Madrid, 2006.

[iv] http://www.elmundo.es/espana/2014/11/24/54732110ca47410f1b8b4579.html Consultado el 7 de enero de 2016.

[v] http://www.jotdown.es/2014/12/antonio-garrigues-walker-el-auge-de-podemos-es-absoluta-y-radicalmente-logico-y-positivo .

[vi] Jouvenel, Bertrand de, Sobre el poder. Historia natural de su crecimiento, Unión Editorial, Madrid, 2011.

[vii] Joly, Maurice, Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, Barcelona, El Aleph, 2002, p. 141

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