05. Conclusión

         Sí. Además de explotarnos, la burguesía nos ha venido mintiendo y sigue haciéndolo miserablemente merced a ideólogos de la economía política burguesa ad hoc, desde los tiempos de la escuela  subjetivista y austríaca, hasta los neokeynesianos de hoy día. ¿Será porque como en el tango, nuestro corazón “una mentira pide para calmar su angustioso llamado”? Puede ser. Porque de lo contrario, resultaría impúdico ver a jóvenes profesores de universidad, como Pablo Iglesias, aspirando según parece con honrada intención, a que su pujante grupo político “alternativo” al bipartidismo tradicional, llegue a gobernar España con su receta milagrosa de la  “demanda agregada” Keynesiana, a cargo de los presupuestos estatales de países en práctica quiebra financiera técnica. Porque en esto ha venido insistiendo, una y otra vez, en sus tertulias televisivas, con un empeño digno de mejor causa.

         Aunque también es cierto que “el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”. Porque ciertamente un dinero circulante bajo condiciones de recesión económica, carece de sustento económico real equivalente y, por tanto, no puede sino ser fatalmente inflacionario, es decir, que por inconducente resulta ser mentiroso y fraudulento. Y es que, aun cuando momentáneamente consiga estimular el empleo, seguirá siendo insuficiente para salir de la recesión. Salida que solo se puede sostener, sobre una producción que garantice un incremento en la masa ganancia superior al coste social de producirla, lo cual antes que nada exige que el capital sobrante que subsiste, incluyendo los salarios, se desvalorice lo suficiente. Keynes nunca dijo en ninguna parte lo contrario, porque no fue tan farsante y mentiroso como por necesidad de su función, llegan a ser hoy esos veteranos consignatarios del poder que son los políticos profesionales a sueldo del Estado y prebendas de los empresarios, quienes en sus florituras discursivas jamás dicen lo que realmente se proponen hacer, ni cuáles serán sus necesarias consecuencias.

         Porque ese quehacer lo “negocian” en secreto con sus mandantes, cediendo invariablemente a sus exigencias. Tal como le aconsejara el mitológico Barack Obama a nuestro “humilde” Zapatero remendón —presidente de los españoles por entonces—, en aquella célebre conversación telefónica de 2010, cuando le dijo: “Hay que calmar a los mercados”. ¿Qué implica esta consigna? Corromperse políticamente. ¿Cuál es la causa material necesaria de la corrupción política? El dinero disponible por los empresarios para los fines del cohecho con los políticos que gobiernan. Pero la causa formal suficiente para ello, radica en la corrupción teórica. O sea, que la verdad científica es incompatible para ejercer el negocio de la política como medio de vida. Ergo: hay que aceptar y asumir el pensamiento único de la burguesía con todas sus consecuencias.         

         Por tanto, como en todos los demás quehaceres de la vida, a mentir y estafar también se aprende. Y la mejor manera de conseguir ejercitar esas dos “virtudes teologales” del capitalismo con total eficacia y oneroso resultado, es empezar amancebándose —en un principio inadvertidamente— al utilitarismo pragmático del pensamiento dominante, que pasa por ser verdad porque prevalece socialmente y, además, tiene premio. Esto es lo que se tragó Keynes y tantos otros teóricos complacientes como él, porque ya se sabe que “sarna con gusto no pica”. Una querencia que subrepticiamente induce a permanecer en esa feria formando parte de ella, donde los más “listos” consiguen desfilar por su “pasarela” luciendo “palmito”. Aceptando las leyes no escritas del corrupto juego político electoralista, en cuyo magma oculto que obnubila el genuino pensamiento, se agita la corrupta pasión por el éxito, el dinero y el poder, esos tres impostores de la verdad histórica tan denostados por Rudyard  Kipling. ¡¡Qué razón tuvo Marx al sentenciar diciendo: “El capitalismo es la sociedad del engaño y el pillaje mutuo”!!

         ¿En qué fase de ese proceso metabólico perverso de los seres humanos, estarán hoy jóvenes políticos españoles “alternativos”, como es el caso de Pablo Iglesias y Alberto Garzón, por ejemplo? ¿Por qué trance atravesaran, queriendo alternar en algo que no puede sino ser más de lo mismo, como aprendices a gobernar España? Este interrogante vuelve a evocar en nosotros, el hermoso por sabio e instructivo poema de Guillén: Agua del Recuerdo”.

 

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