6. Producción y Mercado: ¿Qué es lo determinante?

La socialización del cambio tecnológico que ocurre con independencia de los capitales particulares en la esfera de la circulación del capital o mercado, demuestra que el capital social global se impone sobre cualquier fracción suya, sometiéndola a su Ley general, es decir, a las nuevas condiciones generales determinadas NO POR EL MERCADO sino por EL DESARROLLO DE LA FUERZA PRODUCTIVA ANTES DE QUE EL MERCADO SE ENCARGUE “A TORO PASADO” DE CUMPLIR ESTA DETERMINACIÓN, ES DECIR, POSTERIORMENTE.

Por tanto, es en ese momento y lugar, el de la producción, donde y cuando se generaliza el aumento del capital social global en funciones así como su composición orgánica y técnica, a la vez que aumenta la tasa de plusvalor, pero disminuye el incremento de su masa respecto de cada rotación anterior. Y esto es así, dado que el trabajo necesario que resta por capitalizar ha disminuido, tal como se desprende lógicamente del resultado del proceso de acumulación presentado por Marx y continuado por nosotros en esta polémica.

Por tanto, este hecho perfectamente verificable, desde el punto de vista capitalista significa que mediante cada progreso en la productividad del trabajo, se reduce una parte de la jornada de labor colectiva que resta para convertir ese tiempo de trabajo necesario en excedente, del que bajo la forma de plusvalor se apropian los capitalistas para los fines de la acumulación. Y según se v a cumpliendo esta esta lógica —ya explicada por activa y por pasiva—, la Tasa General de Ganancia Media no se eleva sino que desciende con independencia de lo que puedan hacer los capitalistas, individual o colectivamente considerados, desde la sociedad civil o el Estado.

Y a propósito de esta lógica objetiva del capital, aquí va otra cita de Marx —en opinión de Astarita “sin ton ni son”—, extraída precisamente del mismo apartado IV correspondiente al Capítulo XV del Libro III, al cual nos remitió este señor, a propósito de lo que supone la socialización de todo avance tecnológico bajo el capitalismo:

<<No hay capitalista que emplee voluntariamente un nuevo método de producción, por mucho más productivo que sea o por mucho que incremente la tasa de plusvalor (aumento del plustrabajo capitalizado respecto del trabajo necesario que resta por capitalizar), en cuanto el mismo (método) reduzca la tasa de ganancia. Pero cualquiera de estos métodos de producción abarata las mercancías. Por ello el capitalista (individual) las vende por encima de su precio de producción (vigente antes de que el adelanto que él ha introducido —y momentáneamente rentabiliza—, se generalice) y acaso por encima de su valor. Se embolsa la diferencia existente entre sus costos de producción y el precio de mercado de las restantes mercancías (del mismo género), producidas (por otros capitalistas) con costos de producción más elevados. Puede hacerlo porque el promedio del tiempo socialmente requerido para la producción de estas mercancías, es mayor que el tiempo de trabajo requerido con el nuevo método de producción. Su procedimiento de producción se halla por encima (en términos de productividad) del promedio del procedimiento social (es superior en eficacia). Pero la competencia lo generaliza y lo somete a la ley general. Se inicia entonces el descenso de la tasa de ganancia —quizás primeramente en esta esfera de la producción, nivelándose luego con las otras— el cual es total y absolutamente independiente de la voluntad del capitalista.>> (Op. Cit. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

Y seguidamente, Marx observa que esta misma Ley general rige tanto para el sector productor de bienes de consumo individual como para el sector productor de medios de producción, cuyo producto no es consumido ni directa ni indirectamente por los asalariados, porque son medios de consumo productivo cuyo abaratamiento no puede hacer aumentar el plusvalor relativo desvalorizando la fuerza de trabajo, aunque el abaratamiento del capital constante pueda presionar allí al alza de la Tasa de Ganancia. Por lo visto aquí se demuestra que el árbol de la ganancia extraordinaria redituada por el capitalista individual innovador a instancias del mercado en la esfera de la circulación, le impide al profesor Astarita ver el bosque del capital social global operando en la esfera de la producción, que a la postre hace bajar la tasa de ganancia y al mismo tiempo abarata el valor unitario del producto.

La “Ley general” a que se refiere Marx, está presidida, en última instancia, por la siguiente explicación que nosotros también hemos repetido en anteriores intervenciones, a saber:
1) El capitalismo consiste en desarrollar la productividad del trabajo para convertir el tiempo durante el cual los asalariados producen el equivalente a sus medios de vida, en trabajo excedente creador de plusvalor para los fines de su capitalización.
2) El límite de la jornada de labor no puede sobrepasar las 24 Hs. de cada día.
3) El tiempo de plustrabajo creador de plusvalor, aumenta en todo lo que el aumento en productividad del trabajo permite reducir el trabajo necesario, o sea, la parte de la jornada de labor colectiva en la que los asalariados producen el equivalente a sus medios de vida.
4) Cuanto más tiempo de trabajo necesario haya sido convertido en plustrabajo creador de plusvalor ya capitalizado, menor será el tiempo de la jornada de labor restante susceptible de ser convertido en plusvalor capitalizable.
5) Por tanto, según se sucede está lógica fundamental del capital —rotación tras rotación—, mayor deberá ser el volumen y el valor incorporado a los medios de trabajo (capital fijo) movidos por un cada vez menor número de asalariados, para convertir una proporción cada vez menor del trabajo necesario restante, en plusvalor.
6) Ergo: que según se sucede el proceso de acumulación, el capital invertido en fuerza de trabajo, se incrementa cada vez menos y el volumen y valor destinado a capital constante (fijo y circulante) aumenta relativamente cada vez más, de modo que la composición orgánica del capital se incrementa más que el plusvalor y la Tasa General de Ganancia Media desciende.

Por supuesto que hasta llegar al límite de su posibilidad objetiva —inmediatamente antes de la crisis—, este proceso supone, en todo momento, como conditio sine qua non para los capitales particulares innovadores, que el coste por desgaste de la maquinaria empleada, sea menor que el de la mano de obra que desplaza, y nosotros en ningún momento hemos discutido esta condición económica necesaria del progreso tecnológico incorporado a tal o cual medio de producción, ni tampoco fue motivo de polémica si ese progreso tecnológico materializado en determinada maquinaria, permite al sector particular del capital productivo que lo introduce, obtener una ganancia extraordinaria por encima de lo que fija el mercado a través de la Tasa de Ganancia Media, hasta que el propio mercado la socializa. Respecto de esta Ley de la productividad de Marx, Astarita dice que:

<<…el GPM elude la dificultad, afirmando que no hay restricción alguna al cambio tecnológico, sin examinar las implicancias de lo que está afirmando.>> (Op. cit)

Sobre este asunto nos hemos ocupado en: dialéctica y crisis2008. Pero es que, tal como se lo señaláramos a este profesor universitario en nuestra polémica con él, aquí no se trata de la competencia entre capitalistas particulares ni de la plusvalía extraordinaria que un capital individual obtiene respecto del resto de los capitalistas productivos, por el hecho de invertir una masa de plusvalor capitalizado en medios de trabajo con tecnología punta, lo cual momentáneamente le permite ahorrar el equivalente en salarios —y vender su mercancía— más barata que el precio de producción fijado por la Tasa de Ganancia Media en ese momento, aunque por encima de su propio valor individual.

De lo que se trata aquí es de averiguar qué pasa en la esfera de la producción, porque:

<<En sentido científico, la fuerza fundamental o causa formal que induce al cambio tecnológico incorporado al capital fijo, aunque así lo parezca no es la competencia entre las distintas fracciones del capital que operan en la esfera de la circulación de los valores económicos, sino el principio activo del capital social global tendente a convertir trabajo necesario en excedente o plusvalor creado en la esfera de la producción. La competencia, por tanto, solo es la causa eficiente a través de la cual ese principio activo —del capital en su conjunto— concreta el desarrollo de la fuerza productiva al interior de las relaciones de producción entre capital y trabajo.
La competencia es el cómo del cambio tecnológico, la mediación mercantil y dineraria a través de la cual la productividad del trabajo sintetizada en forma de plusvalor, acaba por concretarse en la esfera de la circulación; otra cosa es el qué o “quid de la cuestión”, su esencia o causa formal sistémica consistente en producir plusvalor convirtiendo trabajo necesario en excedente, cuya distribución se opera “a priori” en la producción según la masa y composición orgánica con que cada fracción del capital global participa en esa producción del plusvalor global, aunque para realizarse sea necesaria la competencia y los intercambios según los movimientos de precios provocados por la oferta y la demanda en la esfera de la circulación.
(…) En resumen, la competencia puede concretar las leyes inmanentes de la producción capitalista, pero no gobernarlas. A través de la competencia en el mercado se puede saber “ex post” cómo se reparte o distribuye el beneficio obtenido por el capital global, cuando esa distribución ya fue determinada “ex ante” en la esfera de la producción según la respectiva masa y composición del capital con que cada productor capitalista produjo su cuota parte en el plusvalor global independientemente de los demás. Por esta misma razón, la competencia no puede determinar en qué sentido y medida se mueve la tasa general media de ganancia, cambiando en todo momento el punto medio en el que oferta y demanda casual y muy puntualmente coinciden>>
(GPM: TasaGanancia)

De lo que se trata en esta polémica —repetimos—, no es qué sucede en la esfera de la circulación, como es el caso de saber si a un capitalista individual el capital fijo le cuesta en el mercado más o menos que la mano de obra que desplaza, ni cuál es la ganancia extraordinaria que obtendrá introduciendo un adelanto tecnológico; de lo que se trata aquí, es de comprender el comportamiento del plusvalor global capitalizado por el conjunto de los capitalistas, es decir, por el capital social global determinado por el desarrollo de la fuerza productiva de la sociedad, independientemente de la voluntad de los capitalistas y de sus agentes ideológicos políticos.

Y esto no se puede comprender reduciendo el análisis a lo que pasa con un capitalista individual que compite en el mercado, esto es, en la esfera de la circulación, sino que es necesario abstraerse de todo eso hurgando con el pensamiento en la esfera de la producción; más concretamente en la relación existente entre las dos partes en que se divide la jornada colectiva de labor entera frente a cada progreso de la fuerza productiva del trabajo.

Y el caso es, ahora nuevamente, por lo visto, que para volver a marear la perdiz este señor insiste en remitirnos al mercado, confundiendo, además, al salario con el plusvalor, es decir, a la fuerza de trabajo que el asalariado vende en el mercado laboral, con la productividad del trabajo que se despliega en la esfera de la producción. Porque cuando se dirime acerca de si alguien compra una máquina cuyo coste es mayor o menor que la ganancia obtenida con ella, lo que aquí está en juego es el comportamiento del plusvalor global capitalizado que toma cuerpo como capital fijo y es puesto en movimiento por cada vez menos asalariados para producir más plusvalor a instancias del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo que supone su empleo. Pues bien, tal movimiento, así como su distribución entre los distintos productores individuales, se determina ex ante según la masa y composición del capital con que cada productor capitalista participa en el común negocio de explotar trabajo ajeno.

Y esto se opera donde el plusvalor se produce, no donde la Tasa General de Ganancia Media permite “post festum” que ese plusvalor se distribuya haciéndose efectiva en capital-dinero a instancias del mercado, para saber entonces y no antes, si un capitalista individual hizo negocio invirtiendo o no en un determinado valor y volumen de capital fijo, cumpliendo o no la condición de que dicha inversión prevista sea menor que el costo de la mano de obra que técnicamente sustituye. No. Y no se puede ANTES, porque los capitalistas producen independientemente los unos de los otros y, por tanto, ninguno de ellos puede saber de antemano con qué estructura productiva ni cómo ni cuanto producen los demás.

E insistimos: lo que pasa en el mercado no dirime la polémica acerca de si el valor de la maquinaria resulta ser históricamente mayor o menor que la creciente productividad del trabajo obtenida con esa maquinaria. Porque, a largo plazo, la producción no depende de los precios relativos entre salario y capital fijo en la esfera de la circulación, sino del movimiento histórico del plusvalor respecto del trabajo necesario, según progresa la fuerza productiva del trabajo en la esfera de la producción del capital social global, lo cual remite directamente a la demostración matemática de Marx: —de la cual el profesor Astarita ha huido a lo largo de todo el debate —que inició y sostuvo con nosotros— como de la peste.

Ahí es donde se demuestra que, con cada progreso de la fuerza productiva del trabajo social, el plustrabajo creador de plusvalor aumenta en la misma proporción en que disminuye el trabajo necesario, de modo que el próximo aumento debe ser necesariamente menor y, para eso, deben emplearse más medios de trabajo y materias primas por obrero empleado. Y habida cuenta de que la relación dialéctica entre esas dos partes de la jornada de labor, está irremisiblemente condicionada por el límite absoluto de su duración que naturalmente no puede sobrepasar las 24 Hs. de cada día, pues como que dos más dos son cuatro sucede que, según progresa la fuerza productiva del trabajo en una estructura de producción dada, el plusvalor debe crecer necesariamente cada vez menos, porque la base de la cual se nutre: el tiempo de trabajo necesario, disminuye cada vez más, para lo cual el capital constante —fijo y circulante— debe crecer más que proporcionalmente respecto de lo que se incrementa el plusvalor.

De aquí se desprende que, cuanto mayor sea el plusvalor ya capitalizado y, por tanto, menor la fracción de la jornada de labor correspondiente al trabajo necesario remanente, que todavía queda para ser convertido en plusvalor capitalizado, pues, tanto menor será el incremento del plusvalor que el capital obtendrá del progreso de la fuerza productiva del trabajo, y mayor todavía deberá ser el valor del capital constante a invertir para obtener un aumento de plusvalor cada vez más reducido. Conclusión: El plusvalor aumenta en términos absolutos, pero en proporción crecientemente menor respecto al desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, esto es, al incremento de valor contenido en el capital constante (fijo y circulante) empleado para tal fin:

<<Es decir, que cuanto más desarrollado está ya el capital, cuanto más plustrabajo ha creado (y capitalizado) ya (a expensas del trabajo necesario con una composición orgánica cada vez más alta), tanto más formidablemente tiene que desarrollar la fuerza productiva (invirtiendo en más capital constante, fijo y circulante), para autovalorizarse en una pequeña proporción, es decir, para aumentar la plusvalía, ya que su límite continúa siendo siempre la relación entre la fracción del día de trabajo que expresa el trabajo necesario y el día de trabajo completo (que no puede exceder las 24 Hs. diarias)>>. (K. Marx: "Grundrisse". Primera mitad. Cap. III. Lo entre paréntesis nuestro)

 

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