14. El papel de Stalin en la revolución. Febrero-octubre 1917
<<Y tenemos miedo de nosotros
mismos. No nos decidimos a quitarnos la camisa sucia (del capitalismo) a la que estamos “habituados” y a la que hemos tomado apego…Mas ha
llegado la hora de quitarse la camisa sucia, ha llegado la hora de ponerse ropa
limpia>>. (V. I. Lenin: “Las tareas del
proletariado en nuestra revolución” Pp. 43. 10 de abril 1917. Lo entre paréntesis
nuestro). <<Independientemente
de lo que se piense sobre el bolchevismo, es innegable que la revolución rusa
es uno de los grandes acontecimientos de la historia de la humanidad, y la
llegada de los bolcheviques al poder un hecho de importancia mundial. Así como
los historiadores se interesan por reconstruir, en sus menores detalles, la
historia de la Comuna de París, así mismo desearan conocer lo que sucedió en
Petrogrado en noviembre de 1917, el estado de espíritu del pueblo, la fisonomía
de sus jefes, sus palabras, sus actos. Pensando en ellos, he escrito yo este
libro. Durante la lucha, mis simpatías no eran neutrales. Pero al trazar la
historia de estas grandes jornadas, he procurado estudiar los acontecimientos
como un cronista concienzudo, que se esfuerza por reflejar la verdad>>.
John Reed: “Los diez días que estremecieron al Mundo”
El concepto: “dictadura del proletariado” fue acuñado
y prevista su necesaria
realización política por Marx en 1850, cuando escribió “Las luchas de clases en Francia (1848-1850”):
<<El proletariado de París fue obligado por la burguesía
a hacer la insurrección de Junio. Ya en esto iba implícita su condena al
fracaso. Ni su necesidad directa y confesada le impulsaba a querer conseguir
por la fuerza el derrocamiento de la burguesía, ni tenía aún fuerzas bastantes
para imponerse esta misión. El "Le Moniteur" hubo de hacerle saber
oficialmente que habían pasado los tiempos en que la república tenía que rendir
honores a sus ilusiones, y fue su derrota la que le convenció de esta verdad:
que hasta el más mínimo mejoramiento de su situación es, dentro de la
república burguesa, una utopía; y una utopía que se convierte en crimen
tan pronto como quiere transformarse en realidad. Y sus reivindicaciones,
desmesuradas en cuanto a la forma, pero minúsculas e incluso todavía burguesas
por su contenido, cuya satisfacción quería arrancar a la república de Febrero,
cedieron el puesto a la consigna audaz y revolucionaria: ¡Derrocamiento de la
burguesía! ¡Dictadura de la clase obrera!>>. (Capítulo 1: La derrota de junio de 1848. (Versión
digitalizada Pp. 34).
En
esta obra, Marx vinculó inseparablemente la “dictadura del proletariado” con la “revolución permanente”, como una identidad de conceptos:
<<Mientras
que la utopía, el socialismo doctrinario, que supedita el movimiento
total a uno de sus aspectos, que suplanta la producción colectiva, social,
por la actividad cerebral de un pedante suelto y que, sobre todo, mediante
pequeños trucos o grandes sentimentalismos, elimina en su fantasía la lucha
revolucionaria de las clases y sus necesidades; mientras que este socialismo
doctrinario, que en el fondo no hace más que idealizar la sociedad actual,
forjase de ella una imagen limpia de defectos y quiere imponer su propio ideal
a despecho de la realidad social; mientras que este socialismo (ingenuo y utópico) es traspasado por el proletariado a la pequeña burguesía; mientras que
la lucha de los distintos jefes socialistas entre sí pone de manifiesto que
cada uno de los llamados sistemas se aferra pretenciosamente a uno de los
puntos de transición de la transformación social, contraponiéndolo a los otros,
el proletariado va agrupándose más en torno al socialismo (efectivamente) revolucionario,
en torno al comunismo, que la misma burguesía ha bautizado con el nombre
de Louis
Auguste Blanqui. Este socialismo es
la declaración de la revolución permanente, de la dictadura de clase
del proletariado como punto necesario de transición para la supresión
de las diferencias de clase en general, para la supresión de todas las
relaciones de producción en que éstas descansan, para la supresión de todas
las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción,
para la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones
sociales. (Op. cit. Cap. III: “Las consecuencias
del 13 de junio de 1849”. Versión digitalizada. Pp. 81. Lo entre paréntesis
y el subrayado nuestros).
Como hemos visto, todavía entre 1905
y febrero de 1917 el ala oportunista (menchevique) del "Partido Obrero
Socialdemócrata Ruso" (POSDR), siguió dando la espalda a estos dos
conceptos identitarios, sosteniendo que si la revolución era de carácter burgués —lo cual era
cierto— la clase llamada a formar gobierno en la revolución antifeudal debía
ser la burguesía, proposición
teórica que desde 1789 se demostró prácticamente falsa e inconducente hasta la
saciedad. Ergo, para los mencheviques al proletariado le tocaba esperar no sólo a que esa utopía
sucediera, sino a que el capitalismo se desarrollara “lo suficiente como para
convertirle en la clase más numerosa
de la sociedad, única condición que haría realmente posible la
revolución socialista democrática. Como si por entonces no hubiera suficientes
pruebas históricas, de que los capitalistas se apoyaban en la nobleza,
temerosos de la posible alianza abrumadoramente mayoritaria de asalariados y campesinos; y como
si el campesinado pobre y medio todavía sometidos hereditariamente a la gleba[1],
no contaran en la formación de esa mayoría
social suficiente para llevar adelante la revolución antifeudal-burguesa bajo la dirección política
del proletariado. O sea, que los mencheviques seguían las tesis contrarrevolucionarias formuladas por el teórico
reformista burgués alemán, Eduard Bernstein, publicadas en 1899.
Por su parte, los "socialistas
revolucionarios", basándose en la supuesta intangibilidad de la Comuna rural rusa, seguían sosteniendo que en ese país era
posible pasar sin solución de
continuidad, del feudalismo al socialismo a través de las solas luchas
del campesinado, es decir, de la pequeñoburguesía rural. A pesar
de que en "El desarrollo del capitalismo en Rusia" (1899), Lenin ya había demostrado de forma incontestable, que
las antiguas estructuras comunitarias
del campo en Rusia, estaban en franca disolución desde la reforma del zar Alejandro
II en 1861, con
tendencia a transformarse en estructuras
puramente capitalistas. Y a Eduard Bernstein le recordó, que todavía en
Rusia el Estado seguía en manos de la aristocracia feudal y que la burguesía se
apoyaba en ella, tal como había venido sucediendo en el resto de Europa desde
1789. Dos conceptos que Kámenev y Stalin se negaron a comprender y aceptar.
Tres años después, en 1902, Lenin
publicó su obra: “¿Qué Hacer?”, donde
arremetió contra los “marxistas legales” apelando a la memoria histórica del movimiento proletario europeo,
comprendida en los textos de Marx y Engels. Allí recordó la incapacidad de la burguesía alemana
frente a una emergencia parecida a la que Rusia enfrentaría en 1905. Fue
durante esos acontecimientos cuando Lenin le advirtió al proletariado ruso, que
la tarea democrático-revolucionaria
de desalojar del poder social a la nobleza —y a su burocracia zarista
enquistada en el Estado teocrático Ruso—, no
pasaba por aliarse con la burguesía, sino con los campesinos pobres. Y para eso era necesario reemplazar
al gobierno zarista por un gobierno provisional de carácter obrero campesino,
que por su composición no dejaría de ser un gobierno burgués, aunque sin burguesía. Por tanto,
se imponía implantar la dictadura
democrática de los obreros y los campesinos sobre la entente conformada
entre el zarismo y la burguesía.
A todo esto Stalin había cumplido 24 años, y los
mencheviques se negaban a luchar por la dictadura democrático-burguesa
obrero-campesina contra la coalición entre la aristocracia y la burguesía,
haciendo oportunismo con el argumento de que la supuesta ausencia de claridad
política de los sectores del movimiento más
impacientes —influenciados por los "socialistas
revolucionarios"—, desacreditaría al POSDR ante esa parte de los
asalariados más revolucionaria.
Lenin respondía que ese hipotético descrédito hacia el POSDR, solo podía
imperar en la cabeza de quienes —como los dirigentes socialistas
revolucionarios— pensaban que Rusia estaba en condiciones de pasar sin solución de continuidad, del
régimen semifeudal aristocrático al socialismo, saltándose fases de la revolución
democrático-burguesa de necesario recorrido, que sólo debía y podía llevar a la
práctica la alianza de los obreros y de los campesinos dirigida por los
primeros:
<<Esta argumentación [la sostenida por
los socialistas revolucionarios] se basa
en un error: confunde la revolución democrática con la revolución socialista, [es
decir,] la lucha por la república [burguesa]
(incluyendo todo nuestro programa
mínimo) con la lucha por el socialismo. En efecto, la socialdemocracia sólo
conseguiría desacreditarse si se trazase como objetivo inmediato la revolución
socialista [y en esta idea debía el POSDR educar a esos sectores más
impacientes]. Pero la socialdemocracia
ha luchado siempre contra estas ideas oscuras y confusas de “nuestros
socialistas revolucionarios”. Precisamente por ello insistió siempre en el
carácter burgués de la revolución inminente en Rusia, y por ello sostuvo la
necesidad de distinguir de forma rigurosa entre el programa mínimo democrático
y el programa máximo socialista>>.
(V.I. Lenin: "La dictadura democrática del proletariado y
los campesinos" 12/04/905. En “Obras
Completas” E. Akal/1976 T. VIII Pp. 304. Lo entre corchetes y el subrayado
nuestros).
Esta
distinción que Lenin hizo en 1905 entre el programa mínimo y el programa
máximo, es decir, entre la revolución democrático-burguesa y la revolución
socialista, había sido el producto de lo que él mismo había asimilado y propuso
ya en1902 estudiando los textos legados por Marx y Engels, en el sentido de que
sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario:
<<Nunca se insistirá lo bastante sobre esta idea
en un tiempo en que a la prédica en boga del oportunismo va unido un
apasionamiento por las formas más estrechas de la actividad práctica, Y, para
la socialdemocracia rusa, la importancia de la teoría es mayor aún, debido a
tres circunstancias que se olvidan con frecuencia, a saber: primeramente por el
hecho de que nuestro partido sólo ha empezado a formarse, sólo ha empezado a
elaborar su fisonomía, y dista mucho de haber ajustado sus cuentas con las
otras tendencias del pensamiento revolucionario, que amenazan con desviar al
movimiento del camino justo. Por el contrario, precisamente estos últimos
tiempos se han distinguido (como hace ya
mucho predijo Axelrod a los “economistas”) por una
reanimación de las tendencias revolucionarias no socialdemócratas [practicistas]. En estas condiciones, un error [teórico] “sin importancia” a primera vista, puede causar los más desastrosos
efectos [en la práctica política], y
solo gente miope puede encontrar inoportunas o superfluas las discusiones [teóricas]
fraccionales y la delimitación rigurosa
de los matices. De la consolidación de tal o cual “matiz”, puede depender el
porvenir de la socialdemocracia rusa por años y años>>. (V. I. Lenin:
“¿Qué hacer?” Cap. I Engels sobre la importancia de la lucha teórica. Ed.
Progreso Moscú Pp. 25. Lo entre corchetes nuestro. Versión digital. Publicado por primera vez en “Iskra”).
Uno
de los apasionados por tales
formas estrechas de la actividad
práctica, que no ven ni aspiran a ir con su lucha más allá de la
táctica en pos de objetivos políticos inmediatos, fue durante toda su vida el
georgiano apellidado Stalin, quien durante su militancia práctica en el PSDR
adoptó once seudónimos antes de hacerse llamar “Koba”:
<<Koba
se introduce en la militancia cuando se constituye en Tiflis un comité
socialdemócrata que imprime y reparte panfletos entre los obreros, crea
círculos ilegales y coordina la actividad. Se integra enseguida. Los miembros
del `“comité”, un nombre nuevo en el vocabulario político, son jóvenes
entusiastas, embriagados por las esperanzas de derrocar al zarismo, seguros de
caer rápidamente en manos de la policía y de conocer la prisión y el exilio. Su
trepidante existencia clandestina envía cualquier proyecto de futuro
individual a un futuro incierto.
Como los demás, Koba distribuye
clandestinamente unos panfletos multicopiados, reúne a algunos obreros, impulsa
uno o dos círculos de militantes o simpatizantes, prepara el 1º de mayo
clandestino y luego, a partir de enero de 1901, hace circular los números de Iskra que llegan a Batum>>. (Jean Jaques
Marie: “Stalin” Ed. Cit. Cap. III Pp.
69)
Pero
como muchos militantes “prácticos” e inmediatistas del movimiento, Stalin nunca
se esforzó por comprender la
trascendencia de los textos publicados en esa revista. Pasaba sobre las
palabras como sobre un felpudo. Y lo cierto era que la Rusia de 1917 era una
sociedad capitalista, pero todavía eminentemente agraria produciendo en
condiciones semi-feudales, con una industria próspera pero todavía incipiente y
un proletariado urbano relativamente
minoritario, en un Estado teocrático
absolutista sostenido por una nobleza terrateniente económicamente poderosa y
políticamente dominante. Según la estrategia revolucionaria resultante de
aplicar el materialismo histórico a la
realidad social rusa, en 1917 no estaban dadas aún todas las condiciones
sociales objetivas para que los asalariados procedieran a luchar
políticamente por su emancipación
social —como clase, es decir, por el socialismo—, sin transiciones políticas de ninguna naturaleza al interior
del capitalismo. Pero sí podían y debían luchar por su emancipación política en alianza con los campesinos pobres,
con vistas a sustituir el despotismo de la Monarquía absoluta por una dictadura democrática obrero-campesina,
como condición sine qua non
para poder luchar —en un segundo momento exitosamente—, por la emancipación humana de toda la
sociedad, incluyendo a la propia burguesía y al campesinado medio y rico,
humanizándoles al despojarles de su propiedad sobre los medios de producción y de cambio. Todos estos presupuestos
políticos adoptados por Lenin tras una muy atenta lectura de los textos de Marx
y Engels, no estaban en las mentes de sujetos como Stalin y Kámenev.
Eran los tiempos en que, entre la emancipación política
obrero-campesina y la emancipación
humana de toda la sociedad, había un trecho histórico que el proletariado urbano debía
recorrer liderando un bloque
de poder político en alianza
con el conjunto del campesinado,
en una dinámica de revolución
ininterrumpida o permanente que, durante un primer acto, hiciera posible una dictadura democrático-burguesa sobre el
régimen explotador y despótico de la nobleza
coaligada con la gran burguesía —tal como se había demostrado en Europa
desde 1789— a fin de ir creando las condiciones
económicas que hicieran exitosamente posible un segundo acto político, en el que sin solución de continuidad
la lucha del bloque político
revolucionario —esta vez entre
asalariados y campesinos pobres—, impusieran su dictadura democrática sobre el todavía subsistente bloque político ultra minoritario entre
la burguesía industrial y los aristócratas terratenientes. Comprender esta necesidad histórica era absolutamente primordial y a
semejante tarea debían entregarse los revolucionarios en ese momento, decía
Lenin insistiendo una y otra vez.
A esta conclusión llegó entre junio y
julio de 1905 al escribir: “Dos tácticas
de la socialdemocracia en la revolución democrática”, que podemos resumir
con más precisión literal en el siguiente pasaje de esa obra:
<<El
proletariado debe llevar a término la revolución
democrática, atrayéndose
a la masa de los campesinos (de todos), para aplastar por la
fuerza la resistencia de la autocracia y paralizar la inestabilidad de la
burguesía. (Luego) El
proletariado (urbano y rural) debe llevar a cabo la revolución socialista, atrayéndose a la masa
de los elementos semiproletarios
de la población, para destrozar por la fuerza la resistencia de la
burguesía y paralizar la inestabilidad (política) de los campesinos y de la pequeña burguesía. Tales son las tareas del proletariado, que
los partidarios de nueva Iskra conciben de un modo tan estrecho en todos
sus razonamientos y resoluciones sobre la amplitud de la revolución.
Sólo que no hay que olvidar una
circunstancia que se pierde frecuentemente de vista cuando se discurre sobre
esta "envergadura". No hay que olvidar que no hablamos aquí de las dificultades
del problema, sino de la vía en la cual hay que buscar y procurar su
solución. No se trata de que sea fácil o difícil hacer que el
alcance de la revolución sea potente e invencible, sino de cómo hay que
proceder para que su alcance sea mayor. El desacuerdo se refiere
precisamente al carácter fundamental de la actividad, de su misma orientación.
Lo subrayamos, porque gentes negligentes o poco escrupulosas confunden con
harta frecuencia dos cuestiones diferentes: la cuestión del camino a seguir,
es decir, de la elección entre dos caminos diferentes, y la cuestión de la
facilidad o de la proximidad del fin a alcanzar por el camino emprendido. (Op. cit. Cap. 12. El subrayado y lo entre paréntesis nuestros).
Pues bien, lo que seguían sosteniendo los pequeñoburgueses
mencheviques en febrero 1917, es que ni si quiera estaban dadas las
condiciones para la emancipación
política del proletariado y el conjunto
del campesinado, es decir, para luchar por la dictadura democrática sobre la coalición feudal-capitalista.
Porque no se imaginaban que eso pudiera llegar a ser históricamente necesario
y menos aún posible. Eran tan inmovilistas respecto de la realidad que vivían
entonces, como lo siguen siendo sus sucesores ante la dictadura de la gran
burguesía imperialista en el mundo de hoy. Como si desde 1789 no hubiera pasado
nada suficientemente aleccionador,
que a las clases subalternas
les sugiriera ensayar un comportamiento
distinto en aquellas circunstancias, efectivamente democrático y revolucionario.
Tal como fuera planteado insistentemente por Marx y Engels desde 1848 y los
bolcheviques desde 1902, apuntalado por la experiencia histórica. Y entre
esa caterva de oportunistas se encontraba el perezoso intelectual, taimado
y escurridizo Joseph Stalin.
Todavía
el 15 de marzo de 1917, desde el periódico “Pravda”
Kámenev seguía sosteniendo la posición menchevique defensista en la guerra.
La misma que sostuvo Stalin en el número del día siguiente cuando propuso no ir
más lejos de:
<<...presionar al gobierno provisional para que
se declare de acuerdo con la apertura inmediata de conversaciones de paz>>
Charles Bettelheim: “Las
luchas de clases en la URSS. Primer período 1917-1923” Parte IV. Sección
V Cap. 1 Ed. Siglo XXI 1976 Pp. 339.
Lo cual suponía adoptar el punto de
vista menchevique de apoyar a ese gobierno, al mismo tiempo que le presionaba
débilmente desde la retaguardia del
movimiento en pos de la paz, buscando conciliarse con el clamor antibelicista
cada vez más tonante que se iba apoderando de las masas obreras y campesinas,
en lugar de colocarse a su vanguardia para la toma del poder.
Esta
última decisión se adoptó la víspera de la llegada de Lenin a Petrogrado, cuando
tuvo lugar en esa ciudad una reunión de directivos del Partido
bolchevique, en la que Stalin votó favorablemente junto con Kámenev. Así
lo dejó Trotsky negro sobre Blanco en el capítulo de su Obra titulada “Mi vida”:
<<No en vano se han mantenido secretas las actas
de aquella asamblea. Stalin votó en ella por sostener al Gobierno Provisional
de Gutchkof y Miliukof y por la unión de los bolcheviques con los mencheviques.
Una posición semejante si no más oportunista todavía, adoptaron Rykov, Kámenev,
Molotov, Tomsky, Kalinin y todos los demás caudillos y sotacaudillos de hoy,
Jaroslavsky, Ordchonikidze, Petrovsky,
actual presidente del Comité Central ejecutivo Ucraniano y otros, que en unión
con los mencheviques, publicaban en
Jakutsk durante la revolución de febrero un periódico titulado “El socialdemócrata”, en el que no
hacían más que desarrollar las banales doctrinas del oportunismo provinciano
(…) Que me digan el nombre de uno (entre los) que
figuran en sus filas, de uno solo, que hubiera sido capaz de acercarse por
cuenta propia a aquella posición adoptada por Lenin (todavía) en Ginebra o en Nueva York por mí (en aquellos momentos). Difícil será que puedan hacerlo. La “Pravda” de Petrogrado dirigida por
Stalin y Kámenev hasta la llegada de Lenin, quedará siempre como un documento
probatorio de la limitación mental, la miopía y el oportunismo de aquellos
hombres. Sin embargo, la masa del partido y la clase obrera en conjunto iban
desplazándose por la fuerza de las
cosas, en la dirección acertada, que era la lucha por la conquista del
poder. No había otro camino, ni para el partido ni para el país.
Para
defender en los años de la reacción (1905-1916) la
perspectiva de la revolución permanente, hacía falta tener una penetración
teórica de la que ellos no eran capaces. Para alzar en el mes de marzo de
1917 la consigna de la lucha por el poder, les hubiera bastado con un poco de
instinto político. Ni uno solo de los caudillos de hoy (setiembre de 1929)
—ni uno siquiera— tuvo la penetración ni el instinto necesarios>>. (León Trotsky: Op. Cit. Ed.
Tebas/1978 Pp. 344/345. El subrayado y lo entre paréntesis nuestros. Versión digitalizada del
capítulo).
Así
ha explicado Trotsky la incómoda deriva (para muchos todavía hoy) de Stalin, en
el Prólogo a su obra: “La revolución
Permanente” que subtituló: “Dos concepciones”:
<<Fue necesario que llegase Lenin a Petrogrado —3 de abril de 1917— y
abriese el fuego implacablemente contra los "viejos bolcheviques"
infatuados a los que tanto fustigó y ridiculizó, para que Stalin, cautelosa y
calladamente, se deslizase de la postura democrática a la socialista. En todo
caso, esta "conversión" interior de Stalin que, por lo demás, no fue
nunca completa, no sucedió hasta pasados doce años del día en que se demostrara
la "legitimidad" de la conquista del poder por el proletariado ruso,
antes de que estallara en el Occidente la revolución proletaria>>. (L. D. Trotsky: Op. Cit. Versión
digitalizada. Lo entre paréntesis nuestro).
Para dar fe de la doble personalidad política que siempre caracterizó a Stalin
hasta su muerte, decir que de las cinco “Cartas
desde lejos” remitidas por Lenin al POSDR, la segunda y tercera no fueron
publicadas en 1917, y en esto, obviamente, estuvo la solapada voluntad política
"democrática" de Stalin y abiertamente conspirativa de Kámenev.
Durante todo ese período, el todavía "durmiente" Stalin —que jamás dio
a conocer públicamente su pensamiento en aquellas circunstancias— secundaba desde la sombra la posición
centrista —que Lenin calificó de "Kautskismo"— proponiendo la fórmula
de sostener al gobierno provisional presionándole "con la exigencia de
comenzar inmediatamente negociaciones de paz". A esto contestó Lenin en su
cuarta comunicación al partido:
<<El gobierno zarista
empezó e hizo la guerra actual como una guerra imperialista, de
rapiña, para saquear y estrangular a las naciones débiles. El gobierno de los Guchkov y los Miliukov, que es un gobierno
terrateniente y capitalista, se ve obligado a continuar y quiere continuar precisamente esta misma guerra. Pedirle a este gobierno que
concluya una paz democrática es lo mismo que predicar la virtud a guardianes de
prostíbulos>> (V.I.
Lenin: "Cartas desde Lejos" Cuarta carta fechada12/03/1917
en Obras Completas de Lenin. Ed. Akal/1977 Pp. 372).
Tal fue la situación al interior del
POSDR (b) siete meses antes de que el proletariado derrocara en octubre al gobierno provisional y se hiciera
cargo del poder en Rusia apoyado por el campesinado, confirmando así la
"teoría de la revolución permanente". En esos momentos, la
conspiración de los kautskistas para abortar la estrategia revolucionaria
diseñada por Lenin desde Suiza ya estaba en marcha:
<< La principal cuestión en
litigio, a cuyo derredor giraban las demás, era la de si se debía luchar por el
Poder y asumirlo, o no. Eso basta para demostrar que no estábamos en presencia
de aparentes divergencias episódicas, sino al frente de dos tendencias de
principio. Una de ellas era proletaria que conducía a la Revolución Mundial; la
otra era democrática, de la pequeña burguesía, y comportaba en último término
la subordinación de la política proletaria a las necesidades de la sociedad
burguesa en su proceso de reforma (de la sociedad feudal residual).
Estas dos tendencias chocaron violentamente en todas las cuestiones del año
1917, por poco importantes que fuesen>>. (L. D. Trotsky: "Lecciones
de Octubre". Lo entre paréntesis nuestro)
Esgrimiendo como único fundamento su todavía secreta decisión
inconfesable y claramente tendenciosa, de no haber dado a conocer las cartas de
Lenin, en 1924 Stalin pudo convencer a una mayoría partidaria del el PCURSS,
diciendo en "Trotskismo o leninismo" que los testimonios de
Trotsky fueron una pura fantasía, "Noches Árabes y similares cuentos de
hadas" imaginados por los trotskystas. En ese folleto, Stalin ofreció su
versión de lo ocurrido en vísperas de la insurrección de Octubre del 17,
dedicándose a exaltar las figuras de Kámenev y Zinóviev. Habiendo mentido
acerca de lo sucedido entre marzo y octubre, Stalin pudo mentir también sobre
lo que ocurrió durante las secciones del Comité Central celebradas el 10 de
este último mes, donde se decidió por mayoría organizar la sublevación que echó
abajo el gobierno provisional e implantó la dictadura del proletariado:
<<Trotsky afirma que en Octubre nuestro
Partido tuvo la derecha en las personas de Kámenev y Zinóviev, que, dice él,
eran casi Social-Demócratas. Lo que uno no puede comprender entonces es como,
bajo esas circunstancias, ocurriría que el Partido evitó una fisura; como
ocurriría que los desacuerdos con Kámenev y Zinóviev duraron sólo unos días;
como ocurriría que, a pesar de esos desacuerdos, el Partido nombró a estos
camaradas para altos e importantes cargos, los elegidos para el centro político
de la sublevación, etcétera. La implacable actitud de Lenin hacia los
socialdemócratas es suficientemente bien conocida en el Partido; el Partido
sabe que Lenin no habría estado de acuerdo ni por un momento en tener camaradas
considerados Social-Demócratas en el Partido, y dejarlos solos en puestos
altamente importantes. ¿Cómo, entonces, explicamos el hecho de que el Partido
evitó una fisura? La explicación es que a pesar de los desacuerdos, estos
camaradas eran los viejos Bolcheviques que resistieron en el interés común del
Bolchevismo. ¿Cuál era el interés común? La unidad de perspectivas sobre las
cuestiones fundamentales: el carácter de la revolución Rusa, las fuerzas
impulsoras de la revolución, el papel del campesinado, los principios de
liderazgo de Partido, etcétera. De no haber habido estos intereses comunes,
habría sido inevitable una fisura (...)
Trotsky
se regodea maliciosamente en los desacuerdos pasados entre los Bolcheviques y
los retrata como una enconada lucha como si hubiera habido casi dos partidos
dentro del Bolchevismo. Pero, primeramente, Trotsky exagera e infla
vergonzosamente la cuestión, dado que el Partido Bolchevique vivió estos
desacuerdos sin el más ligero choque. Segundo, nuestro Partido sería una casta
y no un partido revolucionario si no hubiera permitido diferentes cambios
graduales de opinión en sus filas. Además, es bien conocido que hubo desacuerdos
entre nosotros incluso antes de, por ejemplo, el período de la Tercera Duma (1906-1907),
pero no hicieron temblar la unidad de nuestro Partido>>. (J. V.
Stalin: "Trotskysmo
o leninismo" 19/11/1924. Lo entre paréntesis es nuestro)
Para poder decir esto logrando que
parezca verosímil, además de las "Cartas desde lejos" Stalin
debió hacer pasar por inexistentes las dos cartas que Lenin envió al Comité
Central (C.C.) del partido el 18 y 19 de octubre, donde denunció el "acto particularmente infame"
de Kámenev y Zinóviev, hablando de ellos como de sus "ex camaradas" y
proponiendo que fueran de inmediato expulsados del partido:
<<La declaración de Kámenev y
Zinóviev en la prensa ajena al partido, fue un acto particularmente infame por
la razón adicional de que el partido no está en condiciones de refutar abiertamente
su mentira
calumniosa (...) No
podemos refutar la mentira calumniosa de Kámenev y Zinóviev, sin perjudicar todavía más a la
causa. Y la
inmensa infamia, la verdadera traición de estos dos individuos consiste,
precisamente, en que han revelado a los capitalistas el plan de los
huelguistas, puesto que si nada decimos en la prensa, todos adivinarán cómo están las cosas. (...) A esto no
cabe ni puede caber más que una respuesta: una resolución inmediata del C.C.:
“El CC,
considerando que la declaración de Zinóviev y Kámenev en la prensa ajena al
partido es una actitud de rompehuelgas, en el estricto sentido de la palabra,
expulsa a ambos del partido".
No me
resulta fácil escribir esto sobre viejos camaradas íntimos, pero consideraría
como un crimen toda vacilación al respecto, pues un partido revolucionario que
no castiga a rompehuelgas notorios, está perdido>> (V.I. Lenin: "Carta al Comité Central del
POSDR" 19/10/1917. En Obras
Completas T. XXVII Ed. Akal/1977 Pp. 334. Ver en: “Carta al Comité Central
del POSDR” 19/10/1917 Pp. 239.)
Como hemos dicho ya, hasta que la
camarilla burocrática soviética que sucedió a Stalin tras su muerte en 1953, ordenara la "desestalinización
parcial" de las "Obras Completas" de Lenin, estas cartas
y la traición cometida por Kámenev y Zinóviev con el apoyo activo aunque
soterrado de Stalin, permanecieron como lo que ahora se conoce por
"material clasificado". Esto permitió al "gran organizador de
derrotas" imaginar una historia de la Revolución Rusa inspirada en
intereses políticos facciosos compartidos con ocasionales adláteres, como
Kámenev y Sinóviev al interior del aparato partidario-estatal desde abril de
1923. Nada que ver con la verdad histórica. Para poder desmentir la versión de
Trotsky, Stalin se tuvo que inventar la presunta composición de un supuesto
"Buró Político" o comisión ejecutiva, supuestamente votada en la
misma reunión del C.C. celebrada el 10 de octubre, integrada por los mismos que
votaron contra la resolución e inmediatamente intentaron abortar la
insurrección:
<<En
esta misma reunión del Comité Central se eligió un centro político para dirigir
la sublevación; este centro, se llamó el Buró Político, constituido por Lenin,
Zinóviev, Stalin, Kámenev, Trotsky, Sokolnikov y Bubnov. Así son los hechos.
(J.V. Stalin: "Trotskysmo o leninismo" I Los hechos sobre
la insurrección de octubre. 19/10/1924)
Los
hechos fueron que Lenin no consiguió expulsar del partido a Kámenev y Zinóviev,
gracias a la tenaz labor de oposición que Stalin y demás integrantes de la
fracción kautskysta en el C.C.
hicieron en torno a este asunto, logrando convertirse en mayoría contra de la
voluntad de Lenin y en ausencia suya. Así fue como se llegó con ellos a una
"solución de compromiso", por la cual, Kámenev y Zinóviev siguieron
conservando su condición de miembros del partido, pero fueron sustituidos del
C.C. y, por supuesto, excluidos de toda alta responsabilidad ejecutiva,
prohibiéndoles "hacer cualquier
tipo de declaración contra las resoluciones del Comité Central y la línea de
trabajo aprobada" (Ver nota 24 de los editores del PCURS en la
"era Kruschev" a las dos cartas de Lenin). Así, Stalin no sólo se
inventó la composición del comité militar excluyendo a Trotsky e incluyendo a
Kámenev y Zinóviev, sino que omitió decir que Trotsky fue su presidente, según
testimonio de Isaac Deutscher en "Trotsky: el profeta desarmado".
Trotsky dice que, desde abril hasta
octubre, los únicos de esta fracción "kautskysta" que dieron la cara
manifestando su resistencia a las famosas "Tesis" donde Lenin se
pronunció por resolver el doble poder en Rusia, imponiendo la dictadura del
proletariado, fueron Kámenev y Rykov. Los otros dos conciliacionistas con los
mencheviques, Zinóviev y Stalin, mantuvieron un prudente y solapado silencio:
<<No
hay un solo artículo de aquella época en que Stalin intente siquiera analizar
su política pasada y abrirse un camino hacia la posición adoptada por Lenin.
Se limitó a callar. Había asomado demasiado la cabeza con sus desdichadas
orientaciones en el primer mes de la revolución, y era mejor recatarse en
la sombra. No alzó la voz ni puso la pluma sobre el papel en parte alguna
para salir en defensa de Lenin. Se hizo a un lado y esperó. En los meses de
mayor responsabilidad, en que se preparó teórica y políticamente el asalto
al poder, Stalin no existió políticamente>> (L. D. Trotsky "Mi
vida" El Trotskysmo en 1917. Ed. Giner/1976 Pp. 343. Ver en:)
Kámenev
tenía en esto un antecedente más grave que Stalin. Pero en octubre de 1917
demostró el valor político de volver a dar la cara. A principios de la primera
guerra mundial fue sometido a "proceso por traición" contra los
diputados bolcheviques a la Duma, y desde el banquillo de los acusados ratificó
ser contrario al "derrotismo revolucionario" de Lenin frente a la
guerra. A ver si los acólitos de Stalin aportan al esclarecimiento de este
crucial período de la Revolución Rusa, desmintiendo con solvencia intelectual
estas afirmaciones. A ver si son capaces de remitirnos a un escrito o a una
reunión del partido —entre marzo y octubre de 1917—, donde Stalin aparezca
diciendo esta boca es mía para defender las "Tesis" de Lenin y
aportar en tal sentido a esa tarea crucial de la revolución.
La conclusión de todo esto es que,
entre febrero y octubre de 1917, Stalin se sumó, como pudo, al peso muerto de
la historia hecha por otros, aferrándose a la pasada etapa democrático-burguesa
de la revolución, oponiéndose subrepticiamente a la irrefrenable tendencia
histórica hacia la dictadura del proletariado que caracterizó la segunda etapa
de ese proceso. Actuó tratando de conciliar al proletariado con la burguesía "democrática"
apoyándose en la pequeñoburguesía, políticamente representada por los partidos
menchevique y socialista revolucionario, del mismo modo que antes de la
revolución de febrero, los mencheviques actuaron tratando de conciliar a la
nobleza con el pueblo en general, apoyándose en la burguesía representada por
el partido de los demócratas constitucionalistas. Confrontemos esto con lo que
dijo Stalin en 1924, es decir, “a toro pasado y sin estocada”, porque es muy
elocuente e instructivo en cuanto a la digna
y necesaria actitud de respeto, que todo revolucionario genuino debe
observar ante la verdad científica, antes
de ser confirmada por la historia:
<<En
el período de la lucha contra el zarismo, en el período preparatorio de la
revolución democrático-burguesa (1905-1916), el apoyo social más peligroso del
zarismo era el partido liberal-monárquico, el partido de los demócratas
constitucionalistas. ¿Por qué? Por ser un partido conciliador, el
partido de la conciliación entre el zarismo y la mayoría del pueblo, es decir,
el campesinado en su conjunto. Es natural que el Partido dirigiese entonces sus
principales golpes contra los demócratas constitucionalistas, pues sin
aislarlos no podía contarse con la ruptura de los campesinos con
el zarismo, y sin asegurar esta ruptura no podía contarse con la victoria de la
revolución. Muchos no comprendían entonces esta particularidad de la estrategia
bolchevique y acusaban a los bolcheviques de excesiva "inquina a los
demócratas constitucionalistas", afirmando que la lucha contra los
demócratas constitucionalistas hacía que los bolcheviques "perdieran de
vista" la lucha contra el enemigo principal: el zarismo. Pero estas
acusaciones, infundadas, revelaban una incomprensión evidente de la estrategia
bolchevique, que exigía el aislamiento del partido conciliador para facilitar
y acercar la victoria sobre el enemigo principal.
En el período de la preparación de Octubre, el centro de gravedad de las fuerzas en lucha se desplazó a un nuevo plano. Ya no había zar. El partido demócrata constitucionalista se había transformado, de fuerza conciliadora, en fuerza gobernante, en la fuerza dominante del imperialismo. La lucha ya no se libraba entre el zarismo y el pueblo, sino entre la burguesía y el proletariado. En este período, el apoyo social más peligroso del imperialismo lo constituían los partidos democráticos pequeñoburgueses, los partidos eserista y menchevique. ¿Por qué? Porque estos partidos eran entonces partidos conciliadores, partidos de la conciliación entre el imperialismo y las masas trabajadoras. Es natural que los principales golpes de los bolcheviques fueran dirigidos entonces contra estos partidos, pues sin el aislamiento de estos partidos no se podía contar con la ruptura de las masas trabajadoras y el imperialismo, y sin conseguir esta ruptura no se podía contar con la victoria de la revolución soviética. Muchos no comprendían entonces esta particularidad de la táctica bolchevique, acusando a los bolcheviques de "excesivo odio" a los eseristas y a los mencheviques y de "olvido" del objetivo fundamental. Pero todo el período de la preparación de Octubre evidencia elocuentemente que sólo gracias a esta táctica pudieron los bolcheviques asegurar la victoria de la Revolución de Octubre>>. J. V. Stalin: "La revolución de octubre y la táctica de los comunistas rusos" 12/12/1924. Ver PP. 115).
¿Qué
diferencia hay aquí entre esta correcta versión de Stalin —a la luz de los hechos
ya manifiestos— y su actitud oportunista especuladora y pacata cuando esos
hechos estaban sucediendo? Este hombre se comportó como un ladino, es decir,
como si durante la segunda etapa de preparación para la toma del poder por el
proletariado, él hubiera estado en el bando de Lenin combatiendo a los
indecisos y a los oportunistas; como si no hubiera estado entre ellos;
conspirando por omisión y
hasta por manipuladora ocultación
desde la dirección de "Pravda" contra la orientación
revolucionaria de Lenin; alentando la misma felonía que Kámenev y Zinóviev urdían a la luz del día;
como si entre bambalinas no hubiera conspirado con ellos; como si no se hubiera
opuesto a la expulsión de estos dos traidores —aliados oficiosos suyos— durante
todo ese período; como si no hubiera actuado en cohecho encubierto con los
mencheviques y socialistas revolucionarios; como si el necesario propósito
bolchevique de aislar y neutralizar políticamente a mencheviques y socialistas
revolucionarios, no se hubiera conseguido en contra de su voluntad política.
Marx solía decir de Lassalle que era "un sicofante", un impostor,
"una persona que engaña con apariencia de verdad". Por lo visto,
desde febrero de 1917 en que —hasta su muerte— vivió de la mentira y de la
suplantación de personalidad política, Stalin dejó a Lassalle convertido en un
querubín.
La historia ha demostrado, pues, que
entre abril y setiembre de 1917, dos tendencias se disputaron el poder al
interior del partido bolchevique: una liderada por Kámenev de forma más o menos
torticera según la circunstancias, proclive a contemporizar con el gobierno
provisional; la otra proclamando abiertamente la necesidad de su derrocamiento,
a la vista de su alianza con las potencias imperialistas comprometidas en la
guerra. Y aunque sin plantear la acción para tal derrocamiento a la orden del
día o como algo inmediato, sí prepararse para esa necesaria tarea. Esta fue la
forma en que, durante la Conferencia del partido bolchevique de Petrogrado
celebrada en abril,
<<Lenin tendió a Kámenev una rama de olivo,
diciendo que, aunque el Gobierno Provisional debería ser derribado, esto no se
produciría “de inmediato o con procedimientos ordinarios”. Las principales
resoluciones fueron aprobadas por la abrumadora mayoría de los 150 delegados.
La Conferencia aprobó, con solo siete abstenciones, una moción declarando que
la instauración del Gobierno Provisional “no ha cambiado ni puede cambiar”, el
carácter imperialista de la participación de Rusia en la guerra (….). A esta
declaración seguía una resolución aprobada con solo tres votos en contra y tres
abstenciones, condenando al Gobierno Provisional por su “abierta colaboración”
con la “contrarrevolución burguesa y latifundista”, y pidiendo que se iniciaran
activos preparativos entre los “proletarios de la ciudad y el campo”, para
llevar a cabo “el rápido paso de todo el poder del Estado a manos de los
Sóviets de Diputados de Obreros y Soldados y de otros órganos (de la
administración local, asamblea constituyente) que expresen directamente la voluntad
de la mayoría del pueblo>>. (E. H. Carr: Op. cit. Pp. 100)
A
todo esto, en Alemania y pesar del secretismo desinformativo de sus
autoridades, el sufrimiento continuado de los explotados de ese país durante
los últimos dos años de guerra, también les había empujado desde principios de 1917 a ponerse en movimiento, aspirando
a lograr la paz con Rusia cuando la situación en territorio soviético por la
misma causa bélica, no estaba mejor que Alemania. La caída del imperio zarista en febrero de ese año, se había
producido precisamente por la lucha de obreros y campesinos a raíz de las
penurias que padecían, como consecuencia del conflicto bélico y las derrotas
militares.
Pero
a despecho de la inmensa mayoría del pueblo ruso que anhelaba la paz, el nuevo
gobierno provisional del Partido Demócrata Constitucionalista (KDT) —coaligado
con el SPD—, cuyo presidente era Kérenski, bregaba en sentido contrario queriendo seguir con esa guerra interimperialista de rapiña,
atribuyendo los fracasos bélicos a la ineptitud de los mandos rusos bajo el
gobierno déspota de los zares. Tan es así que, ante la insistente renuencia del
pueblo, el gobierno decidió decretar la pena de muerte para todos aquellos soldados que se negaran a
seguir combatiendo en el frente de guerra:
<<En efecto, veamos cuales eran las
aspiraciones de los obreros y campesinos cuando hicieron la revolución. ¿Qué
esperaban de la revolución? Esperaban, como se sabe, libertad, pan, paz y
tierra.
¿Y qué vemos hoy?
En vez de la libertad retorna la vieja
tiranía. Se implanta la pena de muerte para los soldados en el frente[2]. Los campesinos que se
apoderan por propia iniciativa de las
tierras de los terratenientes son llevados ante los tribunales. Las
imprentas de los periódicos obreros son asaltadas. Los periódicos son
clausurados sin juicio previo. Los bolcheviques son arrestados, a menudo sin
acusación alguna o bajo el peso de acusaciones evidentemente
calumniosas>>. V. I.
Lenin: “Las enseñanzas
de la revolución”. 06/09/1917. Ver
Pp. 108
Esto que Lenin relata sucedió en julio de ese año durante la llamada ofensiva de Kérenski, cuando el control de las fuerzas armadas rusas había pasado ya a manos de los Soviets de obreros y soldados, bajo la dirección política de los bolcheviques, lo cual hizo fracasar ese emprendimiento, preparando las condiciones para la revolución de octubre. Mientras tanto, con el propósito táctico de agudizar la inestabilidad política en Rusia y malograr dicha ofensiva, el Estado alemán había permitido en abril que Lenin regresara a su país, facilitándole un tren blindado con el que pudo atravesar Dinamarca, llegar a Finlandia, por entonces Gran Ducado en territorio ruso, como así fue, acarreando las graves consecuencias para el nuevo régimen contrarrevolucionario del Gobierno provisional, que acabamos de relatar aquí.
Estas fueron las dos causas de que, en setiembre de 1917, el General contrarrevolucionario ruso Lavr Kornílov —tras un confuso malentendido con Kérenski causado por el procurador
del Sínodo Sagrado, Vladimir
Nikolayevich Lvov— planeara
y ejecutara un golpe de Estado que
resultó fallido, porque los Soviets de diputados,
obreros y soldados
recibieron el apoyo del pueblo ruso. Una iniciativa que desencadenó la
revolución de octubre, cuya dirección militar estuvo a cargo del Comité
Revolucionario Militar, creado
por el Sóviet
de Petrogrado el 16 de ese mes,
bajo la dirección política del Partido Bolchevique.
En efecto, los bolcheviques, que a
principios del verano en el Primer Congreso de sóviets de toda Rusia fueron
minoría (con solo 105 representantes respecto de los 822 presentes con derecho
a voto), tras el fallido golpe de Estado de Kornílov conquistaron la mayoría en
los de Petrogrado y Moscú, mientras en las zonas rurales los soldados
desmovilizados por propia decisión regresaban a sus hogares, el hambre de
tierras se hacía más agudo y los desórdenes campesinos con ocupaciones de
tierras y saqueos de fincas más frecuentes. En tales circunstancias y estando
Lenin en la clandestinidad, Kérenski convocó en Moscú a una “Conferencia
estatal democrática” de todos los partidos, para discutir y resolver sobre la
situación nacional.
Reunido
el Comité Central del POSDR (CC), Kámenev y Ríkov se pronunciaron por
participar y la mayoría votó a favor, mientras que Stalin y Trotsky votaron en
contra. En el postcriptum de su
artículo que tituló: “La crisis ha madurado” Ver
Pp. 111, tras aludir a los serios desbarajustes
sociales, políticos y militares en los países beligerantes —con motines en el
ejército y la flota alemana— donde se veían confirmadas sus previsiones
anteriores ya comunicadas, el 29 de setiembre Lenin acusó a la mayoría del CC
de hacer seguidismo —de lo propuesto por los mencheviques en la conferencia
Democrática convocada por Kérenski—, ignorando sus advertencias y previsiones
para sumarse a la decisión de esperar a lo que resolviera el Congreso de los
sóviets de toda Rusia previsto para el 1 y 2 de noviembre. Lenin declaró que
postergar la toma del poder a las espera de ese Congreso, a sabiendas de que
los revolucionarios ya contaban con todas las posibilidades favorables para el
éxito de esa prevista iniciativa, sería tanto como traicionar a la revolución.
Porque estaba claro que, en medio del caos del gobierno ruso en sus frentes de
guerra y la creciente sublevación de una mayoría de campesinos que desertaban
anhelando la paz —confiados en que esa era también la línea política del POSDR
y de los asalariados en todas las fábricas del país— esperar daría tiempo a los
mencheviques, socialistas revolucionarios y al propio gobierno de Kérensky,
para reagrupar y utilizar las fuerzas cosacas sobre las que todavía mandaba[3]. Y frente
a ese peligro Lenin decía:
<<En efecto, dejar pasar un momento
como éste y “esperar” al Congreso de los sóviets es una perfecta estupidez o una completa traición.
Una completa traición a los obreros
alemanes. ¡¡No esperaremos a que comience su revolución!! En ese caso,
hasta los “Liberdán” (apodo irónico que Lenin dio a los líderes
mencheviques Mikhail
Líber y Fiódor Dan) estarían dispuestos a
“apoyarla”. Pero esa revolución no
puede comenzar mientras estén en el
poder Kérensky, Nikolai
Mijailovich Kishkin y Cía.
Una completa traición a los campesinos
rusos. Tolerar la represión del levantamiento campesino cuando controlamos los
Soviets de ambas capitales, sería perder, y perder merecidamente, toda la confianza de
los campesinos (que formaban el grueso de la milicia
sublevada en el ejército zarista); ante
los ojos de los campesinos apareceríamos identificados con los Liberdán y demás
miserables. Op. cit. Ver Pp. 204>>. (El subrayado y lo entre paréntesis nuestro).
Seguidamente,
en ese postcriptum que Lenin decidió
no publicar condicionándolo al resultado de la próxima reunión del CC, redactó
su renuncia para que, en caso de que allí se votara favorablemente la propuesta
de Kámenev y Sinóviev, poder él tener la libertad de dirigirse a los afiliados
de base del partido, así como al posterior Congreso de la organización, añadiendo:
<<…porque
estoy profundamente convencido de que si “esperamos” al Congreso de los Soviets
y dejamos ahora pasar el momento, hundiremos la
Revolución>>.
Diez días después de dar a conocer ese postcriptum al
partido y ante el silencio del C.C., el 9 de octubre ocultando su identidad
bajo un disfraz, Lenin se trasladó a Petrogrado. Al día siguiente se personó en
la prevista reunión del CC, donde con su voto y nueve más de Trotsky, Stalin, Yákov Sverdlov, Moisei
S. Uritski, Félix Edmúndovich Dzerzhinski, Aleksandra Kollontái, Andréi
Búbnov, Grigori
Sokólnikov y
Grígori Lómov (sin referencias biográficas), se aprobó iniciar los
preparativos para una insurrección inmediata.
El
16 de octubre hubo otra reunión del CC ampliada a la participación de
bolcheviques del Comité del Partido de Petrogrado, de la organización militar
del Sóviet de Petrogrado y de los sindicatos y comités de fábricas. Allí volvió
Lenin a remachar el clavo de la impostergable insurrección, diciendo:
<<La
situación es clara: o dictadura kornilovista o dictadura del proletariado y de
los sectores pobres del campesinado. Es imposible guiarse por el estado de
ánimo de las masas, pues es voluble y no se puede calcular; debemos guiarnos
por el análisis y la apreciación objetivos de la Revolución. Las masas han dado
su confianza a los bolcheviques y exigen de ellos no palabras sino
hechos>>. (V. I. Lenin: Acta
de la reunión del 16/10/1917. Ver Pp.
241)
La propuesta de Lenin sumó esta vez diecinueve votos contra dos de Kámenev y Zinóviev, que
se ratificaron en seguir apoyando al gobierno provisional. Al finalizar esa
reunión, Kámenev dimitió de su cargo en el Comité Central. Dos días después, publicó en un periódico de izquierdas, el “Novaya
Zhizn” —no adscripto a ningún partido—, una carta en nombre propio y
en el de Zinóviev, protestando contra la decisión bolchevique de
insurreccionarse contra el gobierno. Esa denuncia pública que alertaba a los
enemigos de la revolución, fue calificada por Lenin de “esquirolaje criminal”
en una carta que dirigió a los miembros del partido, declarando que no los
consideraba ya como camaradas y pedía su expulsión.
En la siguiente reunión
celebrada el día 20 de octubre en ausencia de Lenin, Sverdlov leyó la carta.
Puesta a discusión la dimisión presentada por Kámenev, fue admitida por cinco
votos contra tres, requiriéndole que no reincidiera en hacer declaraciones públicas
sobre las decisiones adoptadas por el CC del partido. Y en cuanto a la petición
de Lenin, fue rechazada y tanto Kámenev como Zinóviev siguieron siendo miembros
del Partido.
Cinco días después las
fuerzas revolucionarias entraron en acción y los puntos claves de la ciudad
fueron ocupados. Los miembros del derrocado Gobierno Provisional fueron
apresados o huyeron derrocado. En las primeras horas de la tarde en una reunión
del Sóviet de Petrogrado, Lenin anunció el triunfo de la revolución obrera y campesina.
Horas después, el Congreso de Sóviets de toda Rusia proclamaba el traspaso del
poder político en el territorio del país, a los Soviets de Diputados Obreros,
Soldados y Campesinos. El 26 de octubre, durante la segunda y última reunión
del Congreso fueron aprobados los decretos de promover la paz y socializar la
tierra, así como la formación de un Consejo de Comisarios del Pueblo en su
carácter de nuevo Gobierno Obrero y Campesino, popularmente conocido por el
nombre de Sovnarkom.
El Sóviet de Petrogrado
y su Comité Militar Revolucionario, fueron los órganos responsables de
organizar la acción casi incruenta que acabó victoriosamente el 25 de octubre.
En este acto se hizo realidad
en la URSS la hipotética posibilidad
real científicamente prevista, de unificar al proletariado de distintas
nacionalidades al interior del territorio soviético, en lucha revolucionaria
contra el régimen zarista y la gran burguesía.
Una unidad internacional que todavía palpita en la actual Rusia capitalista tras la debacle del régimen stalinista en 1989, y que sin duda volverá sobre sus fueros tantas veces como sea necesario, reactivada por las contradicciones del capitalismo decadente, cada vez más agravadas, hasta conseguir la victoria socialista definitiva a escala planetaria. Sucederá tal como antes con las contradicciones del feudalismo y el esclavismo, que acabaron forzando a la unidad política de las clases explotadas, arrojando esos tipos de sociedad caducos al basurero de la historia.
[1] Gleba: parcela de tierra sobre la cual estaban
confinados a trabajar los siervos y sus descendientes para su ocasional amo, el
señor feudal propietario.
[2] El 12 (23) de junio, el gobierno provisional implantó
la pena de muerte en el frente. Se instituyeron tribunales militares adjuntos a
las divisiones revolucionarias; las
sentencias entraban en vigor tan pronto eran dadas a conocer y debían cumplirse
sin dilación (Ed.)
[3] Tsereteli,
uno de los líderes de los mencheviques, ministro del Gobierno Provisional
burgués en 1917, durante el discurso que pronunció en la sesión del Comité
Ejecutivo del Sóviet de Petrogrado de diputados obreros y soldados el 11 (24)
de junio de 1917, declaró que se adoptarían medidas enérgicas para desarmar a
los obreros petrogradenses que apoyaban a los bolcheviques. Esto también lo
sabían ya Kámenev, Sinóviev