03.
Introducción
Antes de introducirnos de lleno en el
contenido del libro y explicar resumidamente cuáles son sus partes es necesario
realizar algunas aclaraciones que serán claves para el desarrollo de la
argumentación y ayudarán al lector a situarse dentro del marco de la
exposición.
Para evitar equívocos es bueno que
cuanto antes sepa que vive bajo una dictadura
musical. Suena duro, pero así es. Como ni usted ni yo elegimos la música
que suena en las radios, las discotecas, los hilos musicales de los centros comerciales
o las oficinas de trabajo, o sea, la música que conoce todo el mundo lo quiera
o no, eso significa que alguien la elige por nosotros. Olvídese de todos esos eslóganes
y conocidos cantos de sirena de los economistas ortodoxos, clamando que en
realidad es el público el que define las modas o que el mercado responde a sus
demandas. Como podrá comprobar a lo largo de este libro, no existe un escenario
más alejado de la realidad.
La industria musical en mayúsculas, la
gobernada por las grandes corporaciones y lo que aquí llamaremos industrias
culturales hegemónicas, es uno de los negocios más oscuros del mundo actual (y
la competencia, como sabe, es fuerte). En verdad, esta industria está
controlada por una oligarquía mediática de magnates y altos ejecutivos que con
sus decisiones modelan el gusto de las masas. Lo que las mayorías creen que les
gusta libremente es lo que esta élite del poder ha decidido que le guste
previamente. Gracias a su férreo control sobre la obra de los artistas que
eligen que se transformarán en estrellas y a las redes de distribución
internacionales que dominan, son capaces de ejercer este dominio cultural sobre
miles de millones de personas, en especial las más jóvenes. En realidad, la
lógica de este “lúgubre” enunciado se puede argumentar sencillamente, aunque necesitaré
del libro que tiene entre manos para darle las suficientes razones y ejemplos
para que crea que efectivamente es cierto.
Piense por un momento en los asuntos
de la vida pública en los que tiene voz y voto. Desde luego usted puede
expresarse electoralmente cada cuatro años (otra cosa es lo que los políticos
hagan con su voto). Quizás también en alguna asociación de vecinos, asociación
de padres en el colegio, partido político, sindicato u ONG. ¿Pero qué capacidad
de elección tiene cuando se trata de los productos y servicios puestos a la
venta por una empresa privada? Comprar o no comprar, ¿verdad? Eso nos dirá el
discurso oficial. Y es cierto, usted puede no comprar. Es decir, nadie le
meterá la mano en su cartera para que pague por algo que no quiere. ¿Verdad?
Pero, ¿qué sucede cuando todo lo que encuentra en el mercado es lo mismo o muy
parecido? ¿Qué ocurre cuando usted tiene la idea de comprarse una camiseta de
color verde oliva con bolsillos dorsales y al recorrerse todas las tiendas de
un centro comercial, descubre sorprendido que no hay nada parecido? ¿Puede
votar para que las empresas tomen en consideración su necesidad e inviertan en
la confección de su soñada prenda? En cuanto a la producción cultural, ¿qué
puede hacer si cada fin de semana observa la cartelera del cine con apatía y
ninguna película le merece la pena? ¿Alguien en Hollywood tomará nota por
usted? ¿Se reúnen todos los cinéfilos y votan cada cuatro años a los ejecutivos
de los grandes estudios en razón de su programa de producción y difusión
cinematográfica? Con el negocio musical ocurre lo mismo. Usted no tiene ni voz
ni voto en las canciones que serán seleccionadas para inundar su vida social.
Podrá elegir lo que escucha en casa, pero no lo que escucha en los espacios
habitados por la mayoría.
En realidad las mercancías culturales,
como cualquier otro bien o servicio realizado para su venta, se producen en
primer lugar no para hacer felices a las personas sino para que los empresarios
que inviertan en ellas las vendan y ganen dinero. Mucho dinero. Así que la
razón última que prevalece es ésta y el producto no es sino un medio para este
fin. Por eso, el medio (la cultura) puede modelarse de la forma más adecuada
para conseguir el objetivo único de obtener beneficios. Si en la industria
musical el medio es la música y el fin es el mismo que en el resto de empresas
privadas (enriquecerse), esto significa que la razón de la industria musical,
como la de cualquier otra industria privada, es la razón del capital. Y el
capital, pese a lo que se suele decir, no es simplemente dinero.
El capital es una relación social
entre personas mediada por cosas, en la que el capitalista o propietario de los
medios de producción (fábricas, máquinas, materias primas, herramientas, dinero
suficiente, etc.), contrata a trabajadores por un salario, para que produzcan
mercancías que serán de su propiedad y con las que mediante su venta en el
mercado ganará una cantidad de dinero superior a la que invirtió (ganancias).
La personificación del capital son los capitalistas, esto es, los empresarios
(ahora también denominados “emprendedores” desde el discurso oficial). Así que
si, pongamos por caso, los cerebros de la industria descubren que una forma de
ganar más dinero mediante la música es ahorrando en la utilización de músicos e
instrumentos, tenga la certeza de que tendremos canciones con menos músicos y
con casi ningún instrumento para rato (¿le suena la música dance?). Y dará igual si la música producida a partir
de este ahorro, es mejor o peor para los oídos, tiene
mayor o menor calidad artística, hace felices o infelices a la mayoría. Lo que
importará es que su empleo será mejor para el capital y por ende para la
riqueza de los capitalistas de las empresas musicales.
Por otra parte, como seguro sabrá
desde que comenzó la crisis y con ella to dos los escándalos de corrupción que
saltaron a la palestra mediática, los grandes empresarios mantienen una
connivencia necesaria con el poder político. Esta connivencia les garantiza
poder desarrollar sus negocios “libremente” (después del pago con sobres,
maletines, etc.). Pues bien, los grandes “emprendedores” de la música no son
ninguna excepción y, como comprobará mantienen importantes conexiones con la
alta política (y también, en algunos casos, con las mafias del narcotráfico).
Así que en esta obra navegaremos por
las tumultuosas aguas del negocio musical, sin perder de vista nuestro hilo
conductor: cómo el videoclip dominante ayuda a reproducir entre los jóvenes,
una cultura y unas ideologías funcionales para el sistema en su conjunto. Para
ello dividí el libro en cinco grandes secciones temáticas, las cuatro primeras
mantendrán una dialéctica entre pasado y, sobre todo, presente, mientras que la
quinta y última nos impulsará desde los anteriores al futuro.
En la primera sección nos
introduciremos en el mundo del videoclip. De este modo, en el primer capítulo
expondré qué es el vídeo musical contando una breve historia de su desarrollo y
exponiendo diversos datos de consumo para entender la influencia de este
formato audiovisual en las mentes de los jóvenes. En el segundo capítulo
conoceremos a sus protagonistas principales, y por eso nos encontraremos con
las biografías críticas de las 20 estrellas del vídeo musical más importantes
de la primera década de existencia de YouTube (2005/2015). En el tercer
capítulo, partiendo de la perspectiva marxista emplea da a lo largo del libro,
conoceremos las principales empresas que hay detrás de la producción y difusión
de este formato audiovisual.
En la segunda sección mostraré al
lector algunas herramientas teóricas necesarias, para entender las secciones
tercera, cuarta y quinta. Esto es, para entender por qué el videoclip dominante
es como es y funciona como funciona y no podría ser de ninguna otra forma en la
sociedad actual. Ésta es la única parte teórica del libro, debido a que se
trata de una obra de divulgación científica, pero no se asuste porque intenté
redactarla del modo más ágil y con numerosos ejemplos prácticos para facilitar
su comprensión. Le animo a que se la lea para entender en toda su profundidad
el resto del libro y, sobre todo, porque ciertos términos que expondré le
pueden ser útiles para entender la sociedad que le rodea en su día a día. Esta
segunda sección se divide en sólo dos capítulos, el cuarto, que explica los
conceptos claves para entender la base económica en la que se desarrolla el
vídeo dominante y, la quinta, que se centra en exponer las herramientas
conceptuales que nos permitirán entender su influencia cultural e ideológica.
En la tercera sección nos dirigiremos
al meollo del asunto y analizaremos una muestra con los 500 videoclips más
vistos en YouTube en su primera década de existencia. Es la sección con más
capítulos, con un total de cinco. En el primero de ellos, el sexto del libro,
expondré los diversos tipos de vídeos dominantes que identifiqué a lo largo del
análisis de la muestra. En el capítulo séptimo mostraré las constantes más
habituales del flujo del vídeo musical y, en el octavo, sus ausencias más
notables para el objetivo de nuestro análisis. En el capítulo nueve expondré
cómo este flujo afecta a la sexualidad de los chicos y las chicas, con sus
semejanzas y sus diferencias, además de caracterizar cómo representa a cada
sexo, donde analizaremos fenómenos contradictorios según el tipo de vídeos
musicales como: el empoderamiento femenino, el machismo y la misoginia. En el
último capítulo de la tercera sección veremos el tipo de música que sirve de
fundamento para la producción del videoclip dominante y descubriremos su
relación con la reproducción cultural e ideológica, además de analizar los
efectos cognitivos de su consumo en los jóvenes.
En la cuarta sección, compuesta por
dos capítulos, expondré cómo los vídeos y sus protagonistas, las estrellas del
pop, logran el consenso capitalista de los jóvenes del mundo, mientras
analizamos las conexiones políticas y económicas que permanecen ocultas a los
ojos del gran público. Así en el capítulo once, explicaré cómo el flujo del
videoclip dominante funciona como un currículum oculto, por el cual los jóvenes
estudiantes aprenden valores e ideologías por encima de los adquiridos en los
centros educativos oficiales. En el capítulo doce conoceremos las conexiones de
estos pedagogos tan especiales llamados estrellas del pop, con la élite
política y económica internacional.
Para finalizar, en la quinta y última
sección, compuesta también de dos capítulos, partiremos en la búsqueda de otro
tipo de vídeos musicales diferentes a los dominantes, opuestos en valores y/o
ideologías. Así, en el capítulo trece, veremos dónde se produce este flujo
díscolo y con qué limitaciones cuenta en la gran industria y en la difusión
internacional. También observaremos la importancia que el poder ha otorgado a
la música durante siglos, centrándonos en los casos más importantes de la
historia reciente, destacando las acciones punitivas que la clase dominante ha
emprendido contra los artistas, cuando éstos han osado utilizar la música en
defensa de los oprimidos. Tanto desde los gobiernos como desde el interior de
la industria musical. Al final del capítulo expondré una fábula contemporánea
que ayudará a ilustrar y sintetizar gran parte de lo visto hasta el momento. En
el capítulo que cierra el libro, el catorce, analizaremos la producción a
contracorriente y a partir de ella viajaremos del presente al futuro posible.
Así expondré los argumentos que sostienen la necesidad de crear una industria
cultural contra-hegemónica, para afrontar con garantías gran parte de los desafíos
que enfrentamos como habitantes del planeta. Al finalizar, esbozaré una
propuesta de cómo podrían ganarse la vida los artistas y cuál sería el
funcionamiento de la producción y el consumo musical en una sociedad post-capitalista,
socialista y democrática. Por último, señalaré resumidamente los pasos que creo
necesarios dar para construirla.
Jon E. Illescas.