07. Epílogo

<<Los intelectuales pragmático-reformistas de la pequeñoburguesía, que como sus maestros —los filósofos burgueses— huyen de la verdad histórica porque les condena, lejos de analizar sintetizan, mezclándolo todo y confundiéndolo todo. Lo mismo que hacen al interior de sus alianzas políticas, donde tratan de confundir, de identificar los intereses de la pequeñoburguesía con los del proletariado, diluyendo políticamente a estos últimos en aquellos. El abuso que hacen de palabras como “ciudadano” y “pueblo”, tan de su gusto, caracterizan el método de su discurso y la táctica embaucadora de su praxis, propia de los partidos “democráticos” de la burguesía de izquierda —que quieren el capitalismo pero no sus necesarias consecuencias— con su inveterada e irresistible propensión sistemática a convertir a todo interlocutor asalariado en cliente político permanente, para mantenerlo con los pies dentro del tiesto capitalista. Para eso se les paga y de eso viven aunque intenten disfrazarlo>>. GPM.  http://www.nodo50.org/gpm/referendumUE/09.htm

 

          Hemos explicado más arriba siguiendo a Marx, para que se comprenda sin mayor esfuerzo, que bajo el capitalismo cada jornada de labor en cualquier fábrica, es al mismo tiempo un proceso de trabajo y un proceso de valorización con precisos fines gananciales. Y si consideramos sucesivas jornadas, lo apropiado es decir que tal proceso implica la producción y acumulación de plusvalor. Es un proceso de trabajo porque crea riqueza material con un determinado valor económico contenido en cada producto. Y es un proceso de valorización porque a través de la productividad del trabajo potencialmente incorporada a los medios de producción, —que cada obrero mueve trabajando en sucesivas jornadas—, abarata el coste salarial de su empleo, es decir, el tiempo en que cada empleado produce el equivalente a su jornal, pasando así el resto del tiempo a trabajar gratis para sus patronos. Semejante verdad de a puño no la pudo suscribir Keynes, porque de haberlo hecho jamás se hubiera podido enriquecer ni ser ungido con el título nobiliario de Lord. Y sus falsificaciones teóricas de la realidad tampoco estarían hoy en la sesera de sus oportunistas discípulos, que por generaciones les han sucedido a cargo de esa cátedra llamada “economía aplicada” en todos los Estados nacionales del Mundo, por la cuenta que les trae. Pero que bajo el capitalismo no puede haber producción de riqueza sin ganancias crecientes, es un aserto científico que Marx dejó por primera vez negro sobre blanco entre junio de 1863 y setiembre de 1866, en el inédito capítulo VI que tituló: “Resultados del proceso inmediato de Producción”. Una obra que junto a sus “Grundrisse” escritos entre 1850 y 1859 y sus “Teorías sobre la plusvalía” redactadas entre 1861 y 1863, constituyen el conjunto de materiales preparatorios de su obra central: “El Capital”.

 

          En la “Presentación” de la mencionada obra cuya lectura recomendamos, José Aricó dice lo siguiente:

       <<Basta una simple lectura de los “Resultados….”, para comprender que su ausencia en el Libro I de “El Capital” resta bastante coherencia a la obra, tal como fue publicada por el autor. Y esto debió comprenderlo (con mucho pesar) el propio Marx al escribirla. ¿Por qué no decidió publicarla? Quizás tenga razón el traductor de la edición italiana Bruno Maffi, al señalar que le hubiera sido imposible a Marx conseguir un editor burgués que aceptara sacar el libro con ese final políticamente tan comprometedor. Porque es claro que en este capítulo VI convergen el conjunto de problemas abordados a veces de manera abstrusa y de difícil lectura a todo lo largo del Primer Libro. El texto muestra claramente el sentido que Marx quería dar a su obra, y las razones que tenía para pensar que, con ella, asestaba a la burguesía un golpe, del que jamás podría recuperarse. (...)

        La importancia de este manuscrito reside, pues, en que al mostrar que el modo de producción capitalista no es solo producción de mercancías sino fundamentalmente producción de plusvalía y, por tanto, de capital, es imposible que dicho sistema se modifique, o se “reforme”. Que está condenado a “producir y reproducir toda la relación (de explotación sistémica) a escala ampliada”, es decir, al conjunto de las relaciones históricas y sociales de una sociedad que condena a (la mayoría absoluta de) los seres humanos (en el Planeta) a la creación de bienes que les son cada vez más ajenos. Esta sociedad debe ser abatida por las fuerzas que engendran sus contradicciones internas. Marx, en sus “Resultados del proceso inmediato de producción”, demuestra cómo surgen dentro del propio capitalismo, esas fuerzas sociales destinadas a sepultarlo>>. (Op. Cit. Ed. Siglo XXI. Decimotercera edición. México/1990 Pp. X y XI. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros).

 

            Ante las profundas observaciones de Marx, da asco la escena en la que el insensato joven “economista” llamado Alberto Garzón, actual diputado en las cortes españolas por la formación política oportunista pequeño burguesa de Izquierda Unida, el pasado día 15 de julio le obsequió al liberal burgués de extrema derecha y Presidente de las Cortes, Mariano Rajoy del Partido Popular, el libro “Las consecuencias económicas de la paz” de John Mainard Keynes, donde este fabulador de la economía política sostiene, que de la humillación a los pueblos solo se puede esperar la respuesta del fascismo.

 

           Este gesto de Garzón ha sido obsceno y a la vez irresponsable. Obsceno, porque describe la realidad social desde una exclusiva perspectiva que es, la relación táctica siempre contradictoria pero estratégicamente conciliable, entre pequeños y grandes propietarios de medios de producción y de cambio. Una “realidad” amputada, donde por el supuesto artículo 33 parece que los asalariados carecen absolutamente de intereses económico-sociales y de razón política propia, como si fueran niños de teta. Un cero a la izquierda. Y el gesto es irresponsable precisamente por ser obsceno. Como si de la República burguesa se pudiera esperar algo esencialmente superior a la Monarquía parlamentaria. Y como si no pudiera existir otra respuesta y alternativa política que esa, la que los suyos asumen y de la que se ufana nuestro joven economista Garzón. Pero, además, como si desde los tiempos de Hitler y Mussolini, el fascismo no hubiera hundido su raíz política en la misma clase social intermedia tan inestable, la misma que hoy representa su Partido de “Izquierda Unida” y demás formaciones de idéntica extracción social pequeñoburguesa, la misma que con distintas siglas le disputa hoy el gobierno en España a sus colegas, los representantes políticos de la gran burguesía ubicados en la extrema derecha del aparato Estatal.

         

          ¡¡Hay que acabar con esta farsa!! Y para ello, insistimos:

 

1) Expropiación de todas las grandes y medianas empresas industriales, comerciales y de servicios, sin compensación alguna.

 

2) Cierre y desaparición de la Bolsa de Valores.

 

3) Control obrero colectivo permanente y democrático de la producción y de la contabilidad en todas las empresas, garantizando la transparencia informativa en los medios de difusión, para el pleno y universal conocimiento de la verdad en todo momento y en todos los ámbitos de la vida social.

 

4) El que no trabaja no come.

 

5) De cada cual según su trabajo y a cada cual según su capacidad.

 

6) Régimen político de gobierno basado en la democracia directa, donde los más decisivos asuntos de Estado se aprueben por mayoría en Asambleas, simultánea y libremente convocadas por distrito, y los altos cargos de los tres poderes, elegidos según el método de representación proporcional, sean revocables en cualquier momento de la misma forma.

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