04. Y
ahora China
Lo más significativo de este
país, no es que la cotización de las acciones en la bolsa de valores se acabara
desplomado estos últimos días por una desesperada avalancha de ventas, sino un
hecho que vino incidiendo como causa
de tal fenómeno. Ese hecho es la caída de la actividad productiva por falta de suficiente rentabilidad económica
que compense el costo de producirla. Y el caso es que desde 2010 el Producto
Interno bruto (GDP) en China no dejó de disminuir, así como sus exportaciones tal
como lo muestra el siguiente cuadro estadístico:
Correlación entre PIB de China y el
crecimiento de las exportaciones de ese país a países de Asia
Todo el capital que se
retrajo de la producción en este país por insuficiente rentabilidad —y que se
puso de manifiesto en la disminución de sus exportaciones— fue desviado hacia las
ya tradicionales prácticas especulativas en el Mundo bajo las mismas circunstancias
críticas. Y como siempre fue este un efecto demostración que esta vez se
apoderó de unos 90 millones de chinos —buena parte de ellos afiliados al
Partido Comunista—, quienes solicitaron créditos bancarios por 300.000 millones
de Euros para invertir en bolsa montados sobre la burbuja. Contrajeron esa
deuda bancaria que fue aumentando hasta multiplicarse por nueve durante los dos
últimos años. Así, el
índice bursátil C300 donde cotizan las 300 mayores compañías de ese país, hace
un año estaba ligeramente por encima de los 1.800 puntos pero a mediados de
junio de este año había llegado a los
4.540 enteros. Experimentó un tirón alcista superior al 152% en doce meses. Pero
durante las últimas dos semanas desde que la burbuja especulativa
reventara, la cotización cayó en 3.390 puntos: El desplome de la bolsa
fue del 30%, y la ruina de millones de ilusos preparada por los pocos listos
que se han forrado a su costa, monumental[1].
Pero, a todo esto, ¿qué ha venido
discurriendo previamente donde se crea
riqueza para rentabilizar el capital resultante de la explotación de trabajo
ajeno? Que tal acumulación de ganancias ha podido progresar, sustituyendo tiempo de trabajo
vivo productor de valor económico, por “trabajo muerto”, es decir, reemplazando
cada vez más obreros por instrumentos de trabajo en mayor número y de progresiva
eficacia[2].
Y el caso es que la más alta eficiencia técnica del trabajo incorporada a los
medios de producción movidos por un cada vez menor número relativo de obreros empleados,
posibilita crear más productos en menos tiempo abaratando así su valor
unitario. Pero al mismo tiempo, esa productividad laboral abarata el coste de emplear a los asalariados, es decir, el
tiempo de trabajo de cada jornada laboral en que producen el equivalente a sus
salarios, de modo tal que, imperceptiblemente,
pasan a trabajar gratis una
parte cada vez mayor de esa
jornada para sus patronos, quienes así obtienen un creciente plus de valor —contenido
en el valor de los productos fabricados— que les permite aumentar su acervo de
capital acumulado.
Sin embargo, este mismo proceso de
trabajo, que como por arte de birlibirloque convierte salario en plusvalor,
tiene un límite histórico absoluto
y radica, en que cada jornada de labor no
puede exceder las 24 Hs. de cada día. Así las cosas, según el adelanto
científico-técnico progresa incorporándose a los medios de producción
reemplazando más y más mano de obra, el plusvalor aumenta pero cada vez menos. Hasta que según esta dinámica ocurre
fatalmente lo inevitable y es, que se alcanza el momento en que la ganancia
aumenta menos que el costo de producirla. Este es el punto nodal en que estalla cada crisis periódica de producción a partir del cual, partes
crecientes del capital acumulado que no alcanzan a ser compensadas por la ganancia
insuficiente, se vuelven
supernumerarias o excedentarias y, como tales, son desviadas de la producción
hacia la especulación generando la burbuja que, no menos inevitablemente, culminará
en el crash financiero inmediatamente previo al inicio de la consecuente recesión económica. Tal fue el
descubrimiento de Marx. Y seguidamente pudo comprobar estadísticamente, que al
final de cada recesión, el sistema reinicia la recuperación de la acumulación
en el siguiente ciclo de los negocios,
con una composición —orgánica y técnica— del capital más altas y, por tanto, con una masa de capital en funciones mayor que al inicio del ciclo económico precedente ya superado.
Así lo dejó dicho en la primera cita al principio del capítulo XXIII del primer
libro de “El Capital”, señalando que:
<<El factor más importante en este
examen es la composición del
capital y los cambios (en sentido
progresivo) que experimenta la misma en
el transcurso (histórico) del
proceso de acumulación>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I. Lo entre paréntesis nuestro)
Bajo tales condiciones en que la masa
del capital productivo en funciones aumenta
progresivamente, al mismo tiempo que, progresa la productividad del
trabajo, la consecuencia necesaria es que el aumento del plusvalor relativo disminuya su ritmo, de modo
que el sistema llegue a una sobresaturación
permanente de capital excedentario o supernumerario, que no se pueda emplear productivamente por
falta de rentabilidad suficiente. Para comprender este proceso es necesario
distinguir entre los conceptos de plusvalor relativo y plusvalor absoluto.
El primero aumenta con el progreso de la productividad del trabajo dejando
intacto el poder adquisitivo del salario. El segundo solo aumenta reduciendo
ese poder adquisitivo. Según la Encuesta de Población Activa en España, uno de
cada tres asalariados con un empleo es licenciado. O sea, que su trabajo es
cualificado. Pero está contratado temporalmente, ejecuta tareas por debajo de
su preparación, en jornada reducida y con un salario de hambre. Es el llamado
subempleo y los sometidos a tales condiciones en ese país suman 2.200.0000.
La conclusión a la que llegó Henryk
Grossmann
en su obra de 1929: “La Ley de la
Acumulación y del Derrumbe del Sistema Capitalista”, es que según progresa
la acumulación de capital, el proceso llega a un punto en el que la masa de
ganancia obtenida mediante la producción del plusvalor relativo se torna cada
vez más dificultoso, dando pábulo a la formación de una sobresaturación de capital sin aplicación rentable cuasi
permanente, que aletarga el mecanismo de la acumulación y anuncia su fatal
desenlace:
<<Por
cierto no es ninguna casualidad que esa consecuencia de la doctrina marxiana no
haya sido encontrada hasta el momento. Que la economía burguesa, en lugar de explicar el mecanismo capitalista y sus
leyes de desarrollo se haya sumergido desde hace tiempo en una pura apologética
(del
sistema, dando por sentado que es eterno),
es algo que resulta natural. El así llamado “historicismo” de la economía
burguesa ha ampliado el campo de investigación sólo en una dirección: la
referida a la descripción de la etapa inicial de este mecanismo, de su génesis.
¡Pero sin embargo nunca en los círculos de investigación de esta economía se
admitió el problema del posible fin de este mecanismo! Ya el sólo
desarrollo del problema le produjo miedo pánico. Se prefirió no hablar sobre
ello. No ver el problema…
Pero
también dentro del ámbito marxista mismo, las circunstancias para la
comprensión de la obra marxiana fueron extremadamente desfavorables. De la
correspondencia entre Marx y Engels se puede inferir cuan penosamente vivió
Marx el hecho de que los círculos partidarios alemanes mostraran una casi
increíble indiferencia respecto de El
Capital. El inmaduro movimiento obrero alemán de aquél entonces atendía más
a los folletos de Lassalle que a la poderosa y genial obra de pensamiento de la
teoría marxiana. Aun las cabezas dirigentes del movimiento obrero no estaban en
condiciones de captar el núcleo propio de la teoría marxiana, y (al respecto) es característica la petición de Wilhelm
Liebknecht en 1868 a Engels,
para que en un artículo el órgano del partido (socialdemócrata) de aquél entonces, “aclare donde descansa
verdaderamente la diferencia entre Marx y Lassalle”>> (Op. Cit. Ed.
Siglo XXI/1979. Cap. 2 Aptdo. X Pp. 128. Lo entre paréntesis y el subrayado
nuestros)
O sea, que Liebknecht demandaba la
exigencia de mostrar el abismo de
conocimiento, entre aquel superficial, encubridor y chapucero
reformismo burgués de Lassalle —al dar por
sentado que el capitalismo no tiene fecha de caducidad—, y las profundas
investigaciones de Marx que permitían probar sus límites históricos objetivos. Al
final de su obra citada, Grossmann demuestra que la masa de capital supernumerario o excedentario sin posibilidades de ser
rentabilizado por rendir ganancias
insuficientes, es cada vez más abultada
según las crisis se suceden unas a otras. Hasta que dicho proceso histórico llega
a tal extremo de saturación que
se torna cuasi permanente, dificultando cada vez más superar esa circunstancia.
¿Por qué causa? Pues, porque se agota la posibilidad real de obtener márgenes económica
y contablemente significativos de plusvalor
relativo que justifiquen su inversión productiva:
<<Hemos demostrado cómo la
sobreacumulación absoluta, que se expresa periódicamente en las crisis, aunque
sólo en forma transitoria, se impone en el transcurso de la acumulación de
capital a través de las oscilaciones del ciclo económico, de crisis en crisis,
en un grado progresivamente creciente, y finalmente, a un nivel elevado de la
acumulación de capital, alcanza un estado de “sobresaturación de capital”, en
el cual no existen suficientes posibilidades de inversión (productiva) para el capital sobreacumulado, resultando
cada vez más difícil la superación de esta “saturación”, y por ello el
mecanismo capitalista se acerca a la catástrofe final con la necesidad de un
fenómeno natural. Los capitales excedentarios e improductivos pueden
preservarse provisionalmente del derrumbe total de su propia rentabilidad sólo
a través de la exportación de capital o mediante la actividad “temporal” en el
mercado de valores>>. (Ed. Cit. Pp. 342. Lo entre paréntesis
nuestro).
Si hay una razón por la que el conocimiento
científico en distintas ramas del saber se ha venido ratificando, esa razón
está en el carácter predictivo
de los descubrimientos en cada uno de esos ámbitos, que siempre han precedido
a su confirmación en la sociedad mediante la posterior evidencia empírica. Previsiones que han venido cuestionando
quienes haciéndose pasar por científicos, cien años después de que, por ejemplo,
Copérnico propusiera que la Tierra giraba en torno al Sol, todavía lo descalificaban
sosteniendo que para probar semejante proposición debían percibirse las vibraciones
de tal desplazamiento. Este mismo tapujo andrajoso es el que los intereses
creados de la burguesía en el poder le han puesto al pensamiento socio-económico de Marx. 146 años después
de haber probado matemáticamente su teoría de la tendencia objetiva al derrumbe del capitalismo, los aparatos
ideológicos del sistema han venido alegando en su contra que no se perciben
manifestaciones significativas del fenómeno. Pero desde hace décadas, para
superar las crisis económicas periódicas más
rápidamente la minoría social explotadora ha venido utilizando el
adelanto científico técnico incorporado a instrumentos
destructivos de todo tipo, para que a través de sus servicios
secretos se violente sistemáticamente a la sociedad y a la naturaleza,
provocando deliberadamente no solo guerras bélicas sino incluso las ya conocidas
y tipificadas como guerras telúricas y climáticas, tendentes a provocar
catástrofes para eliminar el capital
físico y humano que la insuficiente ganancia obtenida con él, ha convertido
en excedente o supernumerario. A pesar de que la ONU en 1976 aprobó una resolución
para que se desmantelen las antenas del llamado Proyecto HARPP, que propenden al calentamiento global
del clima, esas instalaciones todavía permanecen en su sitio, demostrando
la inutilidad de tal organismo internacional. Todo ello a raíz, precisamente,
de ese mismo adelanto científico técnico aplicado sobre el proceso de trabajo,
que reduce cada vez más los márgenes de ganancia redituable a expensas del
salario, hasta dejar al sistema sin posibilidad material de sobrevivencia.
Tal es la contradicción solo resoluble acabando con el capitalismo como sistema
de vida.
http://www.nodo50.org/gpm
e-mail: gpm@nodo50.org
[1] Hasta marzo de este
año existía en China un solo banco
privado. En junio se autorizó la existencia de cinco más y en
uno de ellos su presidente ya fue detenido acusado de corrupción.
[2] A la
históricamente progresiva relación económico-contable entre el valor invertido
en medios de producción (c) y el salario (v) correspondiente a la masa de
obreros empleados, Marx le llamó “composición orgánica del capital”, cuya forma de manifestación “técnica” medida en
términos de eficacia productiva, está determinada por el número de obreros
necesarios para poner en movimiento la mayor cantidad posible de tales
instrumentos al mismo tiempo.