04. Y ahora China

 

       Lo más significativo de este país, no es que la cotización de las acciones en la bolsa de valores se acabara desplomado estos últimos días por una desesperada avalancha de ventas, sino un hecho que vino incidiendo como causa de tal fenómeno. Ese hecho es la caída de la actividad productiva por falta de suficiente rentabilidad económica que compense el costo de producirla. Y el caso es que desde 2010 el Producto Interno bruto (GDP) en China no dejó de disminuir, así como sus exportaciones tal como lo muestra el siguiente cuadro estadístico:

 

Correlación entre PIB de China y el crecimiento de las exportaciones de ese país a países de Asia

http://www.estrategiasdeinversion.com/adjuntos/Captura%20de%20pantalla%202015-07-06%20a%20la%28s%29%2021_12_01.pgn

          Todo el capital que se retrajo de la producción en este país por insuficiente rentabilidad —y que se puso de manifiesto en la disminución de sus exportaciones— fue desviado hacia las ya tradicionales prácticas especulativas en el Mundo bajo las mismas circunstancias críticas. Y como siempre fue este un efecto demostración que esta vez se apoderó de unos 90 millones de chinos —buena parte de ellos afiliados al Partido Comunista—, quienes solicitaron créditos bancarios por 300.000 millones de Euros para invertir en bolsa montados sobre la burbuja. Contrajeron esa deuda bancaria que fue aumentando hasta multiplicarse por nueve durante los dos últimos años. Así, el índice bursátil C300 donde cotizan las 300 mayores compañías de ese país, hace un año estaba ligeramente por encima de los 1.800 puntos pero a mediados de junio de este año había llegado a los 4.540 enteros. Experimentó un tirón alcista superior al 152% en doce meses. Pero durante las últimas dos semanas desde que la burbuja especulativa reventara, la cotización cayó en 3.390 puntos: El desplome de la bolsa fue del 30%, y la ruina de millones de ilusos preparada por los pocos listos que se han forrado a su costa, monumental[1].

 

          Pero, a todo esto, ¿qué ha venido discurriendo previamente donde se crea riqueza para rentabilizar el capital resultante de la explotación de trabajo ajeno? Que tal acumulación de ganancias ha podido progresar, sustituyendo tiempo de trabajo vivo productor de valor económico, por “trabajo muerto”, es decir, reemplazando cada vez más obreros por instrumentos de trabajo en mayor número y de progresiva eficacia[2]. Y el caso es que la más alta eficiencia técnica del trabajo incorporada a los medios de producción movidos por un cada vez menor número relativo de obreros empleados, posibilita crear más productos en menos tiempo abaratando así su valor unitario. Pero al mismo tiempo, esa productividad laboral abarata el coste de emplear a los asalariados, es decir, el tiempo de trabajo de cada jornada laboral en que producen el equivalente a sus salarios, de modo tal que, imperceptiblemente, pasan a trabajar gratis una parte cada vez mayor de esa jornada para sus patronos, quienes así obtienen un creciente plus de valor —contenido en el valor de los productos fabricados— que les permite aumentar su acervo de capital acumulado.

 

          Sin embargo, este mismo proceso de trabajo, que como por arte de birlibirloque convierte salario en plusvalor, tiene un límite histórico absoluto y radica, en que cada jornada de labor no puede exceder las 24 Hs. de cada día. Así las cosas, según el adelanto científico-técnico progresa incorporándose a los medios de producción reemplazando más y más mano de obra, el plusvalor aumenta pero cada vez menos. Hasta que según esta dinámica ocurre fatalmente lo inevitable y es, que se alcanza el momento en que la ganancia aumenta menos que el costo de producirla. Este es el punto nodal en que estalla cada crisis periódica de producción a partir del cual, partes crecientes del capital acumulado que no alcanzan a ser compensadas por la ganancia insuficiente, se vuelven supernumerarias o excedentarias y, como tales, son desviadas de la producción hacia la especulación generando la burbuja que, no menos inevitablemente, culminará en el crash financiero inmediatamente previo al inicio de la consecuente recesión económica. Tal fue el descubrimiento de Marx. Y seguidamente pudo comprobar estadísticamente, que al final de cada recesión, el sistema reinicia la recuperación de la acumulación en el siguiente ciclo de los negocios, con una composición —orgánica y técnica— del capital más altas y, por tanto, con una masa de capital en funciones mayor que al inicio del ciclo económico precedente ya superado. Así lo dejó dicho en la primera cita al principio del capítulo XXIII del primer libro de “El Capital”, señalando que:

<<El factor más importante en este examen es la composición del capital y los cambios (en sentido progresivo) que experimenta la misma en el transcurso (histórico) del proceso de acumulación>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I. Lo entre paréntesis nuestro) 

 

          Bajo tales condiciones en que la masa del capital productivo en funciones aumenta progresivamente, al mismo tiempo que, progresa la productividad del trabajo, la consecuencia necesaria es que el aumento del plusvalor relativo disminuya su ritmo, de modo que el sistema llegue a una sobresaturación permanente de capital excedentario o supernumerario, que no se pueda emplear productivamente por falta de rentabilidad suficiente. Para comprender este proceso es necesario distinguir entre los conceptos de plusvalor relativo y plusvalor absoluto. El primero aumenta con el progreso de la productividad del trabajo dejando intacto el poder adquisitivo del salario. El segundo solo aumenta reduciendo ese poder adquisitivo. Según la Encuesta de Población Activa en España, uno de cada tres asalariados con un empleo es licenciado. O sea, que su trabajo es cualificado. Pero está contratado temporalmente, ejecuta tareas por debajo de su preparación, en jornada reducida y con un salario de hambre. Es el llamado subempleo y los sometidos a tales condiciones en ese país suman 2.200.0000.

 

          La conclusión a la que llegó Henryk Grossmann en su obra de 1929: “La Ley de la Acumulación y del Derrumbe del Sistema Capitalista”, es que según progresa la acumulación de capital, el proceso llega a un punto en el que la masa de ganancia obtenida mediante la producción del plusvalor relativo se torna cada vez más dificultoso, dando pábulo a la formación de una sobresaturación de capital sin aplicación rentable cuasi permanente, que aletarga el mecanismo de la acumulación y anuncia su fatal desenlace:

            <<Por cierto no es ninguna casualidad que esa consecuencia de la doctrina marxiana no haya sido encontrada hasta el momento. Que la economía burguesa, en lugar de explicar el mecanismo capitalista y sus leyes de desarrollo se haya sumergido desde hace tiempo en una pura apologética (del sistema, dando por sentado que es eterno), es algo que resulta natural. El así llamado “historicismo” de la economía burguesa ha ampliado el campo de investigación sólo en una dirección: la referida a la descripción de la etapa inicial de este mecanismo, de su génesis. ¡Pero sin embargo nunca en los círculos de investigación de esta economía se admitió el problema del posible fin de este mecanismo! Ya el sólo desarrollo del problema le produjo miedo pánico. Se prefirió no hablar sobre ello. No ver el problema…

            Pero también dentro del ámbito marxista mismo, las circunstancias para la comprensión de la obra marxiana fueron extremadamente desfavorables. De la correspondencia entre Marx y Engels se puede inferir cuan penosamente vivió Marx el hecho de que los círculos partidarios alemanes mostraran una casi increíble indiferencia respecto de El Capital. El inmaduro movimiento obrero alemán de aquél entonces atendía más a los folletos de Lassalle que a la poderosa y genial obra de pensamiento de la teoría marxiana. Aun las cabezas dirigentes del movimiento obrero no estaban en condiciones de captar el núcleo propio de la teoría marxiana, y (al respecto) es característica la petición de Wilhelm Liebknecht en 1868 a Engels, para que en un artículo el órgano del partido (socialdemócrata) de aquél entonces, “aclare donde descansa verdaderamente la diferencia entre Marx y Lassalle”>> (Op. Cit. Ed. Siglo XXI/1979. Cap. 2 Aptdo. X Pp. 128. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

 

            O sea, que Liebknecht demandaba la exigencia de mostrar el abismo de conocimiento, entre aquel superficial, encubridor y chapucero reformismo burgués de Lassalle —al dar por sentado que el capitalismo no tiene fecha de caducidad—, y las profundas investigaciones de Marx que permitían probar sus límites históricos objetivos. Al final de su obra citada, Grossmann demuestra que la masa de capital supernumerario o excedentario sin posibilidades de ser rentabilizado por rendir ganancias insuficientes, es cada vez más abultada según las crisis se suceden unas a otras. Hasta que dicho proceso histórico llega a tal extremo de saturación que se torna cuasi permanente, dificultando cada vez más superar esa circunstancia. ¿Por qué causa? Pues, porque se agota la posibilidad real de obtener márgenes económica y contablemente significativos de plusvalor relativo que justifiquen su inversión productiva:

<<Hemos demostrado cómo la sobreacumulación absoluta, que se expresa periódicamente en las crisis, aunque sólo en forma transitoria, se impone en el transcurso de la acumulación de capital a través de las oscilaciones del ciclo económico, de crisis en crisis, en un grado progresivamente creciente, y finalmente, a un nivel elevado de la acumulación de capital, alcanza un estado de “sobresaturación de capital”, en el cual no existen suficientes posibilidades de inversión (productiva) para el capital sobreacumulado, resultando cada vez más difícil la superación de esta “saturación”, y por ello el mecanismo capitalista se acerca a la catástrofe final con la necesidad de un fenómeno natural. Los capitales excedentarios e improductivos pueden preservarse provisionalmente del derrumbe total de su propia rentabilidad sólo a través de la exportación de capital o mediante la actividad “temporal” en el mercado de valores>>. (Ed. Cit. Pp. 342. Lo entre paréntesis nuestro).

 

            Si hay una razón por la que el conocimiento científico en distintas ramas del saber se ha venido ratificando, esa razón está en el carácter predictivo de los descubrimientos en cada uno de esos ámbitos, que siempre han precedido a su confirmación en la sociedad mediante la posterior evidencia empírica. Previsiones que han venido cuestionando quienes haciéndose pasar por científicos, cien años después de que, por ejemplo, Copérnico propusiera que la Tierra giraba en torno al Sol, todavía lo descalificaban sosteniendo que para probar semejante proposición debían percibirse las vibraciones de tal desplazamiento. Este mismo tapujo andrajoso es el que los intereses creados de la burguesía en el poder le han puesto al pensamiento socio-económico de Marx. 146 años después de haber probado matemáticamente su teoría de la tendencia objetiva al derrumbe del capitalismo, los aparatos ideológicos del sistema han venido alegando en su contra que no se perciben manifestaciones significativas del fenómeno. Pero desde hace décadas, para superar las crisis económicas periódicas más rápidamente la minoría social explotadora ha venido utilizando el adelanto científico técnico incorporado a instrumentos destructivos de todo tipo, para que a través de sus servicios secretos se violente sistemáticamente a la sociedad y a la naturaleza, provocando deliberadamente no solo guerras bélicas sino incluso las ya conocidas y tipificadas como guerras telúricas y climáticas, tendentes a provocar catástrofes para eliminar el capital físico y humano que la insuficiente ganancia obtenida con él, ha convertido en excedente o supernumerario. A pesar de que la ONU en 1976 aprobó una resolución para que se desmantelen las antenas del llamado Proyecto HARPP, que propenden al calentamiento global del clima, esas instalaciones todavía permanecen en su sitio, demostrando la inutilidad de tal organismo internacional. Todo ello a raíz, precisamente, de ese mismo adelanto científico técnico aplicado sobre el proceso de trabajo, que reduce cada vez más los márgenes de ganancia redituable a expensas del salario, hasta dejar al sistema sin posibilidad material de sobrevivencia. Tal es la contradicción solo resoluble acabando con el capitalismo como sistema de vida. 

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[1] Hasta marzo de este año  existía en China un solo banco privado. En junio se autorizó la existencia de cinco más y en uno de ellos su presidente ya fue detenido acusado de corrupción.

[2] A la históricamente progresiva relación económico-contable entre el valor invertido en medios de producción (c) y el salario (v) correspondiente a la masa de obreros empleados, Marx le llamó “composición orgánica del capital”, cuya  forma de manifestación “técnica” medida en términos de eficacia productiva, está determinada por el número de obreros necesarios para poner en movimiento la mayor cantidad posible de tales instrumentos al mismo tiempo.