05. Epílogo

 

         La exaltación de la figura histórica de Epicuro, no le impidió a Marx observar en él la insuficiencia de no haber podido dar solución teórica satisfactoria, a la relación dialéctica entre el individuo y su contexto socio-político. Al comprender que ambos lados de la contradicción son necesarios, pudo ver que la filosofía de Demócrito aplicada a la relación entre individuo y Estado como una totalidad orgánica necesaria, conducía al determinismo estatal absoluto, es decir, a la negación de la libertad del individuo humano. Pero también criticó a Epicuro en tanto que su filosofía suponía ya en su tiempo, un falso concepto de la libertad del individuo, entendida por él como libertad absoluta e incondicional. Un concepto irracional de la libertad, en tanto y cuanto niega su relación indispensable con la necesidad, tal como así lo entendió Hegel. Tan es así, que como consecuencia de haber malentendido de ese modo dogmático la libertad, condujo a Epicuro por el camino de proponer al individuo impotente, que se aparta del mundo, imposibilitándole así ejercer su libertad de actuar sobre él para transformarlo. El General Juan Domingo Perón solía decir a sus incondicionales acólitos:

<<A la gente debemos dejarle que decida sobre el noventa por ciento de los asuntos públicos, nosotros sólo debemos encargarnos del resto. Pero que ese diez por ciento sea lo más importante>>

         Esta óptica es la que bajo el capitalismo tardío dio pábulo en el mundo entre las masas inconscientes, al postmodernismo pasota rabiosamente relativista todavía dominante, según el cual y como anticipara Ramón de Campoamor en 1865:

<<En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira>>.     

        

         Al pronunciarse acerca de las diferencias entre Demócrito y Epicuro, Marx todavía seguía concibiendo la libertad del individuo en el mundo, con la intención de transformarlo. Pero de un modo unilateral y abstracto, es decir, solo teórico, en suma, idealista. Como lo entendía Hegel. No de una forma concreta y directamente política, sino a instancias de la pura actividad del espíritu. Como una relación dialéctica entre realidad y filosofía. Excluyendo la acción política. Y consecuentemente eso es lo que hizo en su juventud como periodista. Así veía Marx en ese momento el devenir del mundo en cada etapa de su desarrollo: donde al principio el pensamiento filosófico se ajusta a la realidad de su correspondiente contexto socio-político y lo consagra, validando el concepto de necesidad reivindicado por Demócrito. Pero llegado a un punto de inflexión en la historia, la realidad del mundo en permanente cambio pone de manifiesto su creciente inadecuación a esa filosofía pretérita congelada. Aquí comienza a imponerse la concepción epicúrea con su idea-fuerza de contradicción y cambio, donde la relación entre la “libertad” de la individualidad abstracta y la necesidad de la universalidad concreta —consagrada por la filosofía vigente al comienzo de cada período—, deviene irracional por anacrónica en el curso de su desarrollo. Lo cual alumbra la posibilidad real de un nuevo período histórico. Tal es la síntesis del análisis expuesto por Marx en su obra: “Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y Epicuro”.

 

         Este trabajo fue, pues, el punto de inflexión en su concepción de la dialéctica, que le permitió superar teóricamente ambas unilateralidades. Tanto la del materialismo mecanicista de Demócrito —al descartar la acción del individuo en el mundo—, como la del determinismo subjetivista y abstracto de Epicuro, que despreció la necesidad objetiva. Así se explica por qué y cómo pudo alumbrar la concepción materialista dialéctica de la historia en el espíritu de Marx. Tal fue y sigue siendo la importancia científica y política trascendental de esa obra suya desde 1841.

 

         Un saludo: GPM.