04. El valor de la libre conciencia individual en el mundo actual

 

         La reivindicación epicúrea del individuo frente al mundo de su tiempo en decadencia, aparece hoy bajo el capitalismo en el hecho tangible y directamente perceptible, de que los grandes inventos que permitieron el avance y dominio de la humanidad sobre su medio de vida, sea natural o social, no han sido obra de ninguna totalidad estructurada, sino de determinados individuos o un grupo reducido de ellos, tal como ya hemos recordado que dijera Trotsky acerca de las transformaciones de la sociedad:

    <<Ninguna idea progresista ha surgido de "una base de masa", si no, no sería progresista. Sólo a la larga va la idea al encuentro de las masas, siempre y cuando, desde luego, responda a las exigencias del desarrollo social. Todos los grandes movimientos han comenzado como "escombros" de movimientos anteriores. Al principio, el cristianismo fue un "escombro" del judaísmo. El protestantismo un "escombro" del catolicismo, es decir, de la cristiandad degenerada. El grupo Marx-Engels surgió como un "escombro" de la izquierda hegeliana. La Internacional Comunista fue preparada en plena guerra por los "escombros" de la socialdemocracia internacional. Si esos iniciadores fueron capaces de crearse una base de masa, fue sólo porque no temieron al aislamiento. Sabían de antemano que la calidad de sus ideas se transformaría en cantidad. Esos "escombros" no sufrían de anemia; al contrario, contenían en ellos la quintaesencia de los grandes movimientos históricos del mañana>>. (L Trotsky: "Literatura y revolución. Otros escritos sobre la literatura y el arte" T.II Ed. Ruedo Ibérico/69 Pp. 191)

 

         Y lo mismo cabe afirmar respecto los avances en el terreno científico-técnico para la transformación de la naturaleza, que una vez descubiertos y ensayados se aplican y socializan. Así es como ha venido progresando la autoconciencia universal sobre su propia realidad y límites históricos periódicos, puestos a los individuos por los distintos sistemas de vida, para resumir, digamos que desde el Estadio medio del salvajismo en llamada edad de piedra hasta la edad del hierro que culminara con el esclavismo, pasando por la edad del cobre donde floreció el modo de producción asiático.

 

         Durante todos esos períodos, el progreso materializado en los instrumentos en manos de los seres humanos, también sirvieron a los fines de la destrucción y la muerte durante las guerras bélicas periódicas entre los seres humanos. Pero hoy la humanidad alcanzó la Era en que los inventos para transformar la naturaleza, se atropellan cada vez más rápidamente unos a otros en una sociedad capitalista, cuyo móvil fundamental encarnado en los capitalistas, consiste en la ganancia creciente como condición sagrada de producir riqueza.

 

         Y es en virtud de ese supremo principio activo del sistema, que los términos de la relación entre los propietarios de esas técnicas incorporadas a los medios de producción y la naturaleza, se invierten totalmente respecto de cuál de ellos marca la pauta. Porque son ellos, los propietarios, quienes —a través de su dominio sobre medios técnicos más y más eficaces—, pasan a dominar la naturaleza hasta el extremo de que, compitiendo por la obtención de ganancias crecientes, no solo consiguen que un cada vez menor número de asalariados, pongan en movimiento más medios de trabajo, como consecuencia de lo cual un creciente número de asalariados en paro aumentan más rápidamente que los empleados, sembrando penuria absoluta entre ellos, al mismo tiempo que la cada vez más alta productividad del trabajo, deriva en una creciente distribución desigual de la riqueza acentuando la penuria relativa entre los empleados; además de imponerles ritmos de trabajo acelerados cada vez más rápidos, lacerantes e insoportables.

 

         Y no solo es esto, sino que en ese frenesí por acortar los tiempos entre la generación y la realización de las ganancias, los capitalistas rompen el necesario equilibrio metabólico-ecológico entre los individuos y la naturaleza, que de tal modo se deteriora a pasos agigantados, marcando el necesario límite social y político absoluto de este sistema de vida.

 

         Pero hay más, porque el grado de avance alcanzado por el conocimiento científico aplicado a técnicas y medios materiales de dominio sobre la naturaleza, ha llegado a tales extremos de irracionalidad en la frenética búsqueda de ganancias crecientes, que sus propietarios asociados y por el hecho de ser de esa condición social, ejercen influencias sobre sus inmediatos subordinados en la jerarquía de mando de cada empresa, poder que proyectan verticalmente sobre altos y medianos cargos públicos en el poder ejecutivo, el parlamento y la magistratura de cada Estado nacional. Un dominio político que trasladan a las instituciones internacionales y les permite llegar al colmo, de utilizar impunemente técnicas de manipulación telúrica y climática destructivas de riqueza material y vidas humanas, para los fines de contener el proceso que desemboca en las crisis y, una vez producidas, poder salir de ellas más rápidamente. ¿Cuántos son hoy los átomos-individuos, que no se desvían ni una micra de esa línea recta destructiva y genocida, determinada por el totalitarismo burgués, preguntan gargantas y gargantas que se juntan? Siguen siendo una irrisoria minoría, que no podrán contra las inmensas mayorías cuando se hagan conscientes de su propia realidad, como así ha sido y será.