Demócrito y Epicuro sin permiso en la realidad de nuestro tiempo

 

A través de sus medios institucionales educativos públicos y privados, en todo el mundo, los capitalistas han venido hurtando de modo sistemático a nuestro conocimiento, todo aquello que no se ajuste a lo estrictamente requerido por ellos, para que sigamos trabajando en su beneficio, tan recta y dócilmente a sus órdenes, como a ellos les interese y apetezca. GPM.              

 

01. Introducción

 

Mensaje De Ferdinand Aun al Grupo de Propaganda Marxista, recibido el 22/06/2014 a las 2:37 hs.

 

Buenos días.

 

            He leído con atención su trabajo de crítica al posmodernismo. Déjenme agradecerles por haber puesto al alcance de todos los que entren a su página tamaño trabajo. En líneas generales coincido con Uds.

 

            Déjenme también, sin embargo, preguntarles algunas cosas sobre el apartado que dedican a la tesis doctoral de Marx sobre Demócrito y Epicuro, que casualmente vengo releyendo.

 

            Uds. afirman que Marx rescata a Epicuro como un precursor de la libertad y un luchador contra la religión, pero le critica haber caído en la libertad "subjetivista" que lo reduce todo al arbitrio del individuo, y que no tiene en cuenta las condiciones objetivas, a las que sólo conociéndolas se las puede transformar y, en consecuencia, lograr la verdadera libertad. Se basan en que, mientras Demócrito está influido por la comunidad-Estado, Epicuro, por el contrario, está influido por el declive de la comunidad-Estado y entonces solo queda el individuo "librado a su arbitrio".

 

            Esa es la hipótesis de ustedes.

 

            Ahora bien, lo que yo entiendo es muy otra cosa. En primer lugar, no encuentro en toda la tesis de Marx una sola referencia ni implícita ni explicita que diga que Demócrito estaba determinado por la comunidad Estado y en cambio Epicuro se ve marcado por la caída de ellas y la supremacía del individuo, etc. No la hay, Marx no dice nada en toda su tesis acerca de esas condiciones históricas. Díganme si entonces es una lectura y una hipótesis de Uds. No la discuto, quiero saber si es una asociación de ustedes.

 

            Por otro lado: no me parece que todo el esfuerzo de Epicuro sea un puro iluminismo de la libertad individual y mucho menos un precursor de la posmodernidad o mejor dicho, alguien que reivindica la libertad endeble como Lyotard, según dicen Uds. No me parece que realmente sea eso. Concretamente: las deducciones que Marx entiende de Epicuro sobre el tiempo y el espacio como formas inseparables del movimiento de los átomos, marcan la imposibilidad de cualquier trascendentalismo, es decir: tiempo y espacio no son formas puras kantianas sino partes inseparables de una realidad en movimiento. Díganme si al menos coinciden con esto.

 

            Después: el capitulo V de la tesis llamada "Los Meteoros" muestra que Epicuro cuestiona las concepciones metafísicas de los griegos sobre los astros: ellos ya son el movimiento de los átomos, donde se concilian las contradicciones de la materia, es decir son movimientos objetivos y no proyecciones de la autoconciencia...díganme si coinciden al menos en esto.

 

            Los meteoros pueden perturbar el supuesto funcionamiento perfecto, armónico e igual a si mismo de los astros, muestra que hay una naturaleza autónoma que perturba la "ataraxia" (el estado quieto del ánimo) de la autoconciencia individual. Entonces dice Marx, textual "En la teoría de los meteoros aparece también el alma de la filosofía natural de Epicuro. Nada seria eterno de lo que destruye la ataraxia de la autoconciencia individual. Los cuerpos celestes perturban la ataraxia de aquella, su armonía consigo misma, porque son la universalidad existente, puesto que en ellos la naturaleza ha devenido autónoma".

 

            Para mí eso, muestra que el movimiento de los átomos, a través de la desviación, saca todo del determinismo necesario como si fuera teleológico y deja un margen a la libertad de los hombres, pero también demuestra que hay una naturaleza independiente que no se explica por dioses y astros mágicos sino que en movimiento configuran un campo objetivo, es decir no se trata de una proyección de la autoconciencia. Entonces: con la teoría de los meteoros Epicuro muestra que: nada es necesario como teleología sino que hay margen para la libertad y que esta libertad no es individualismo solipsista, subjetivista y que encima, pueda ser precursor del posmodernismo sino que interactúa con un campo objetivo también en movimiento de los átomos: precisamente la naturaleza, no veo entonces que Epicuro desconozca condiciones materiales y objetivas para transformar y ser libres, en cambio ustedes afirman que si las desconoce.

 

            Resumo mis inquietudes entonces:

 

1) No encontré en la tesis, que a Demócrito le correspondan (la reivindicación de la) comunidad-Estado y a Epicuro el individuo aislado, desintegrado de ella.

 

2) La teoría de los meteoros muestra que Epicuro no omite las condiciones objetivas fuera de la autoconciencia, por el contrario las pone de manifiesto.

 

            No saben cuánto les agradecería que respondan, que me den sus pareceres, que me expliquen qué piensan de los puntos 1 y 2 que les opongo aquí. Repito: el trabajo de Uds. me parece excelente, pero tengo esas dudas sobre Epicuro

 

            Fraternalmente y a la espera inmediata y ansiosa de su respuesta. Fernando.

 

         Señor Fernando:

 

                Debemos empezar por decirle que en lo poco que nosotros hemos publicado respecto a las diferencias entre el escepticismo objetivista característico en la filosofía de Demócrito, enfrentado al subjetivismo dogmático de Epicuro, no hay ninguna idea nuestra sino que lo fue, sigue y seguirá siendo de Marx. Teniendo en cuenta, naturalmente, que el contexto existencial de ambos filósofos griegos fue muy distinto y esto precisamente es lo que permite explicar sus opuestas proposiciones filosóficas.

 

         Efectivamente, como Ud. ha dicho, en su obra cuya publicación data de 1841, Marx no hizo ninguna referencia teórica respecto de esos dos períodos históricos. A Demócrito, que vivió entre 460 y 370 a. C., le tocó experimentar la etapa del esclavismo en Grecia todavía en pujante desarrollo. Al contrario de Epicuro, cuya existencia discurrió entre 341 y 270 a. C, en un sistema de vida ya decadente y en irreversible proceso de disolución económica, política y social, que se acentuó con la irrupción del Imperio Romano en el que acabó por desaparecer, dando cauce al feudalismo.

 

         Una realidad que, según se acentuaban sus contradicciones, atentaba contra la integridad de los individuos, perturbando su ataraxia tan cara a la filosofía Epicúrea, cuyo significado es la ausencia de turbación espiritual y dolor físico. Es lógico y comprensible, pues, que aun cuando ninguno de los dos fue necio —sino que ambos fueron sabios—, sus pensamientos acerca de la respectiva y muy distinta realidad que vivieron, no coincidieran sino al contrario.

 

         Así, ante un mundo sociopolítico todavía en lento desarrollo, donde sus contradicciones permanecían larvadas o no manifiestas, el pensamiento de Demócrito respecto de los cambios operados en el mundo natural —tal como se siguen mostrando hoy a los cinco sentidos— debió ser escéptico y se dedicó a demostrar que esencialmente permanece inmutable, en coincidencia con la imaginería política y religiosa de su tiempo. Epicuro, en cambio, nacido en pleno declive de aquél contexto sociopolítico, aceptó las contradicciones de su mundo físico según se ofrecían directamente a los cinco sentidos, como algo tangible, real, objetivo y en permanente mutación. Y para salvaguardar la libertad del individuo, combatió aquel pensamiento oficial que lo sometía al yugo de las instituciones político-religiosas, y se desinteresó por la ciencia de quienes, como Demócrito, las consagraban, para abrazarse a la filosofía.

 

         Cierto, en su tesis doctoral Marx no aludió a la opuesta dinámica de los muy distintos contextos socio-políticos en que vivieron ambos pensadores, limitándose a reflejar allí sus diferencias de pensamiento acerca de la naciente ciencia de la física:

<<Vemos así que los dos hombres se oponen en todo. Uno es escéptico y otro dogmático; uno (Demócrito) considera al mundo sensible como una simple apariencia subjetiva (del individuo), mientras que el otro (Epicuro) le atribuye una realidad objetiva. Aquél (Demócrito), se dedica al estudio de las ciencias empíricas y a la adquisición de conocimientos positivos, y encarna la agitación del sabio siempre en busca de experimentos y observación. El otro (Epicuro), desprecia el empirismo y encarna la serenidad del pensamiento (filosófico) que encuentra satisfacción en sí mismo, en la independencia de espíritu que extrae de sí (autodidácticamente) su propia ciencia. La oposición (entre ellos) va más lejos aun. El escéptico y empírico (Demócrito), para quien la naturaleza sensible no es más que apariencia subjetiva, considera a ésta desde el punto de vista de la necesidad (extrínseca al sujeto) y trata de comprender y explicar (esa necesidad oculta en) la existencia real de las cosas (desde la perspectiva apologética de la realidad política imperante). Por el contrario, el filósofo y el dogmático, que considera real el mundo fenoménico (y atiende a sus contradicciones), no ve en todas partes otra cosa que el azar, su modo de explicación tiende a despojar a la naturaleza de toda realidad objetiva (es decir, no aprecia la necesidad de su existencia sin cambios sustanciales, sino al contrario)>> [K. Marx: Ed. Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA) I T.1 Pp.64. citado por Auguste Cornu en: “Carlos Marx-Federico Engels” T. I Ed. Instituto Cubano del Libro/1975 Pp. 264. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros]

 

            Esta cita corresponde al texto de un “estudio de conjunto” inédito, sobre las escuelas epicúrea, estoica y escéptica, inspirado en la obra de Hegel: “Filosofía de la religión”, realizado a principios de 1839. Allí fue donde Marx sí hizo referencia explícita a las causas histórico-políticas que permiten explicar estas diferencias de pensamiento entre Demócrito y Epicuro, tanto respecto de la física como de la sociedad. Pero que no llegó a concluir ni publicar:

<<Marx no realizó aquél estudio de conjunto que se había propuesto, y ni siquiera lo llevó muy lejos. Al parecer, pues, la mayor parte de las citas contenidas en sus cuadernos de notas se refieren a la polémica de Plutarco contra Epicuro, y a la filosofía de la naturaleza de Demócrito y de Epicuro, cuya diferencia debía constituir el tema de su tesis de doctorado>> (Op. cit. Pp. 249)

           

            En aquella tesis de 1841, pues, efectivamente Marx se limitó a exponer las diferencias de pensamiento entre los dos filósofos, sólo respecto de las ciencias de la naturaleza. Así, en la física, allí donde Demócrito observó el fenómeno de la gravitación terrestre de los cuerpos, para concluir que sus partes atómicas más elementales caen orientadas hacia el centro de la Tierra en línea  recta, Epicuro por el contrario, sostuvo que los átomos se desvían de esa única dirección supuestamente determinada por el “espíritu universal” y, en cambio, gravitan libremente de forma oblicua.

 

         Pero si en esa misma obra de Marx leemos más detenidamente su apéndice titulado: “El devenir filosofía del mundo y el devenir mundo de la filosofía”, podemos apreciar cómo esas causas histórico-políticas que explican las diferencias de pensamiento en la física entre Demócrito y Epicuro, se traslucen allí. Y en efecto, ¿qué significa en esa Obra de Marx la expresión: “devenir filosofía del mundo” en vida de Demócrito? ¿Qué significa si no la justificación teórica de una realidad social y política en pleno desarrollo, cuyas contradicciones no le habían puesto aun al límite histórico absoluto de sus posibilidades? ¿Y qué sugiere la frase: “devenir mundo de la filosofía” según el pensamiento de Epicuro, si no la creciente inadecuación de esa filosofía a la realidad que por sí misma devenía en franca decadencia, una realidad que quiere pero casi ya no puede seguirse reconociendo, en aquél espíritu universal que la justificó?

 

         ¿No es ésta la misma encrucijada por la que atraviesa hoy el capitalismo en el mundo de hoy día, donde la burguesía sigue queriendo vanamente ver su mundo como lo fue según los ideales proclamados por la Revolución Francesa en 1789? Así las cosas, ¿podemos hoy seguir ignorando el hecho de que, en el devenir mundo de la filosofía capitalista, se haya venido verificando la misma inadecuación histórica creciente —cada vez más sideral— entre aquellos ideales filosóficos gestados en el Renacimiento” y la realidad actual del sistema? ¿Qué justifica desde la perspectiva de la verdad, el seguir viendo el mundo actual por el revés de su trama, como una cosa puesta totalmente patas arriba, tal como puede verse cualquier objeto a través de una lente convexa, es decir, invertida? That’s the question, estimado señor Ferdinand. Esto es lo que, en el fondo trae hoy a colación, la diferencia entre Demócrito y Epicuro acerca de la filosofía de la naturaleza. 

 

         Y para conocer la respuesta a esta pregunta, basta que confrontemos la letra y el espíritu de la constitución española — la misma que fuera consagrada por los padres de la famosa “ilustración” en el Siglo XVIII proclamada por entonces urbi et orbi, per omnia secula seculorum— con lo que ha llegado a ser en su devenir histórico el mundo real en la España de hoy. Por ejemplo, el derecho al trabajo, (Art. 35.1), ante un paro que crece más de lo que aumenta la población disponible para trabajar; el derecho a la educación (Art. 27) cada vez más limitado a quienes puedan pagárselo con salarios relativos cada vez más reducidos; el derecho a la salud (Art. 43.1) ídem de ídem; a la vida (Art. 15); a la vivienda (Art. 47). ¿Puede alguien negar hoy que todos estos derechos sean sistemáticamente conculcados? Según las últimas informaciones, el partido político que obtuvo la mayoría absoluta en España durante las últimas elecciones —prometiendo lo que desde 2012 viene incumpliendo a rajatabla—, se propone ahora mismo conculcar incluso el derecho de huelga (Art. 28.2), el de manifestación (Art. 21.1) y el de reunión en lugares públicos (Art. 21.2). Este es el devenir mundo de la filosofía capitalista en su etapa postrera.

 

         Pues bien, en ese anexo a su tesis doctoral, quince años antes de comenzar a recorrer con su intelecto el proceso de investigación económica que culminó en su obra central: “El Capital”, Marx ya había superado a Hegel demostrando que el motor de la historia humana en cada período de su desarrollo, no está en las ideas del espíritu encarnado en sus correspondientes clases dominantes —que se hacen cargo del mundo en cada período histórico—, sino en las contradicciones de su base material, que se van agudizando históricamente con total independencia de ese espíritu, inevitablemente impulsadas en dirección a la necesaria superación de cada uno de esos períodos en el curso de su desarrollo.

 

         Por lo tanto, la conciencia del mundo en la sociedad de clases sintetizada en el espíritu de sus leyes, tal como lo proclamara Montesquieu —al modo como antes lo ensayó Demócrito—, Jamás ha sido precursora de nada, sino bien al contrario. Siempre ha ido a la retranca de sus volubles condiciones materiales, es decir, de las leyes objetivas propias de la realidad material. Como un pasado que ya no ha de volver. El propio Hegel ha debido reconocerlo en su obra: “Líneas fundamentales de la filosofía del derecho” al decir que: “El búho de minerva no emprende su vuelo hasta el anochecer” [1] .

 

         Tal es la conclusión a la que llegó Marx indagando acerca de las diferencias entre la filosofía de Demócrito y Epicuro: es la dialéctica como ciencia de la contradicción  contenida en la realidad material del mundo, lo que explica el devenir del espíritu colectivo en el Mundo —incluidos sus cambios en la concepción de ese Mundo— y no al revés. Tal ha sido el aporte de Marx a la historia de la humanidad. Así fue como superó a los propios “jóvenes hegelianos”, quienes fieles al idealismo abstracto de su maestro, seguían pensando que en su dialéctica con el mundo material prevalece siempre el mundo del espíritu. Un error que esta última crisis ha venido a confirmar, una vez más, haciendo brillar el genial aserto de Marx contenido en esa esclarecedora obra suya. El mismo que pocos años después, en “La Ideología alemana” (1845) le permitió en acuerdo con Engels afirmar a los dos conclusivamente, que:

<<No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia. Desde el primer punto de vista se parte de la conciencia como si fuera un individuo viviente; desde el segundo punto de vista , que es el que corresponde a la vista real, se parte del mismo individuo real y viviente y se considera la conciencia como su conciencia>>. (Op. cit. Cap. I Aptdo. IV)

 

         Aquí está presente la prelación de la vida sobre la conciencia individual en la teoría marxista del conocimiento, una idea que Epicuro concibió antes que Marx, observando la relación entre esos dos componentes que hacen esencialmente a la práctica científica.     

 

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[1] O sea, después de que los hechos hayan brillado a la luz del día. Minerva es la versión en la mitología romana, sustituta de Atenea entre los griegos clásicos, diosa de la sabiduría.