En este contexto, la actual crisis política del régimen libio tuvo como detonante la presente crisis económica internacional. Libia sigue ostentando uno de los PIB per cápita más altos de África. Sin embargo, a raíz de las mencionadas reformas regresivas del régimen la distribución de esta riqueza se ha vuelto muy desigual. Tres cuartas partes de la población activa es empleada por el sector público. Pero el déficit estatal creciente determinó que los salarios hayan permanecido congelados durante casi 20 años. Por esta causa, el poder adquisitivo de la mayor parte de la población es hoy muy bajo. Para compensarlo, el Estado mantiene aun subvencionados muchos productos alimenticios (harina, arroz, azúcar, té, aceite de girasol y macarrones); el precio de la gasolina es menor a 10 céntimos de euro el litro y la mayoría de la población no paga electricidad, por lo que no se ve pobreza extrema en la calle. Pero a raíz de la privatización de 110 empresas auspiciada el año pasado por el hijo de Gadafi en medio de la crisis, el paro se situó en un 30% conformando el caldo social de la revuelta política, cultivada por la crisis internacional que desató la especulación con los alimentos.
Según el informe del “Instituto Iberamericano de Cooperación para la Agricultura” (IICA):
<<…..a finales de 2010 aparecieron noticias haciendo pensar que el excedente de liquidez se ha refugiado en los mercados agrícolas, ayudando al súbito aumento de los precios. Se ha informado, por ejemplo, que "durante el verano boreal, los especuladores financieros de la Bolsa de Chicago compraron contratos a futuro por cerca de 40 millones de toneladas de maíz. Eso es más que el consumo anual de todo Brasil">>. (Fernando Glenza. Agencia Periodística del Mercosur.
Marx explica este excedente de dinero líquido, diciendo que según avanza el progreso técnico incorporado a los medios de producción, el tiempo de plustrabajo creador de plusvalor aumenta, en todo lo que la productividad del trabajo consigue que disminuya la parte de la jornada laboral que los asalariados emplean en producir el equivalente a sus medios de vida. Y dado el límite natural de la jornada de labor individual, que no puede exceder las 24 horas del día, según se reduce el tiempo en que los asalariados producen diariamente el equivalente a sus salarios, lo que la burguesía obtiene de la venta de sus productos en concepto de plusvalor bajo la forma de dinero —según se suceden las rotaciones del capital—, aumenta, pero cada vez menos, mientras el capital que debe invertir para producirlo aumenta cada vez más. Así, hasta que se presenta una situación en la que el capital incrementado produce la misma masa de plusvalor o menos que antes de su incremento, de modo tal que, en lo sucesivo, la patronal se ve obligada a sustraer sucesivamente de la producción, partes alícuotas del plusvalor obtenido en la producción bajo la forma de dinero, que no compensa a la creciente masa de capital que debe invertir para producirlo. Tal es el “excedente de liquidez” al que se refiere el informe del “Instituto Iberamericano de Cooperación para la Agricultura” que acabamos de citar y que la burguesía invierte en los mercados especulativos de acciones, oro, divisas, suelo, obras de arte, materias primas de origen mineral o agrario, etc.
Según un informe de Lehman Brothers, la inversión especulativa en alimentos ha pasado de 13.000 millones de dólares en 2003 a 260.000 millones en 2008. Dada semejante progresión del capital comprometido, no hay duda de que ésta fue la causa de la crisis alimentaria de ese año. Los precios del Trigo y del maíz subieron de media un 25%. Se produjeron revueltas en cuarenta países y más de 130 millones de personas pasaron a engrosar la legión de hambrientos. En mayo de 2008, el relator de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el Derecho a la Alimentación, Olivier de Schutter, denunció que las prácticas de especulación en productos alimenticios estaban detrás de la crisis alimentaria en más de 40 países.
Multinacionales de alimentación como Bunge, Dupont,
Cargill, ADM o Syngenta, controlan más del 70% de la oferta de cereales
y marcan los precios que les convienen para obtener miles de millones de beneficios.
Mientras Goldman Sachs, JP Morgan, Bank of America, Santander, BBVA, Deutsche
Bank... especulan con el precio de los alimentos y presentan esa inversión
especulativa como sector seguro y rentable: Se nos habla de un derecho humano
indiscutible: el derecho a la vida, a una existencia digna. Pero la realidad
es que hoy, bajo el capitalismo, la especulación determina que pobreza
y hambre no permitan vivir con dignidad a más de 1.100 millones de personas.
Según
las cifras que se reflejan en este gráfico , la especulación
con materias primas entre 2006 y 2010, incrementó el precio de los alimentos
en aproximadamente un 184%. Esta realidad es todavía más dramática
si se tiene en cuenta que, cuanto más bajos son los salarios, el peso
específico de los medios básicos de vida es mucho mayor que el
de los demás componentes de la canasta familiar.
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