Causas que contrarrestan la tendencia descendente de la Tasa General de Ganancia Media

Prólogo

Advertimos que, como todos nuestros demás trabajos publicados, no es éste un texto de lectura fácil, aunque el esfuerzo intelectual que exige tampoco es, ni mucho menos, el que demanda la divulgación de cualquier otra disciplina científica. No exageramos al afirmar que va poco más allá de ejercitar el pensamiento con la lógica de las cuatro operaciones aritméticas elementales.

Lo único que habitualmente conseguimos con toda facilidad entender, se queda en describir lo que percibimos directamente con los cinco sentidos, es decir, cómo son las cosas ("Cuéntame cómo pasó") o lo que parecen ser según su funcionamiento. Esta es la forma de pensar a la que se nos tiene acostumbrados: adecuar nuestro intelecto al “modus operandi” de la realidad vigente, para que seamos funcionales a ella, para que nos comportemos de acuerdo con el orden de cosas establecido. Ni más ni menos que como somos funcionales a cualquier producto después de entender lo que dice su correspondiente prospecto o “manual del usuario”.

Distinta es la forma de pensar que conduce a la comprensión de la realidad, al qué de las cosas, al descubrimiento de su esencia, que la simple funcionalidad de las cosas encubre o escamotea. Para entender, por ejemplo, que la sacarina es un edulcorante solo basta con probarla y leer la etiqueta donde se describen jeroglíficamente sus componentes. Pero para comprender y llegar a ser conscientes de lo que es ese producto en realidad —es decir, para poder decidir si somos funcionales a él consumiéndolo, o dejar de consumirlo denunciando su producción y venta por contener sustancias nocivas para la salud humana—, hay que conocer su esencia, es decir, la naturaleza química de sus componentes y los efectos que provoca en el organismo humano. Y esto no solo supone el esfuerzo de conocer la verdad, sino la previa determinación de hacer ese esfuerzo y, además, el firme compromiso político con ella.

Otro tanto exige la realidad del capitalismo como organización social y así lo decimos en la Introducción a este nuevo trabajo: <<La conciencia sobre lo que resulta objetivamente necesario hacer subjetivamente posible, es algo que los explotados debemos adquirir, porque hacia ese descubrimiento de nuestra situación y consecuente tarea política, somos empujados con la fuerza irresistible generada por las contradicciones del capitalismo, lo queramos o no lo queramos. Y mientras en ese proceso la burguesía no deja de impulsarnos hacia atrás diciéndonos: “Deja de luchar, tu lucha no vale nada”, la ciencia es el único quehacer que nos alumbra la verdadera consigna por la que merece la pena seguir adelante. A tal objetivo contribuimos también nosotros para acortar y mitigar los dolores de ese inevitable parto histórico de la nueva sociedad. Pero como nada se consigue sin esfuerzo, también así lo exige la tarea de alcanzar la autodeterminación de la conciencia explotada. Y tanto lo expuesto hasta aquí como lo que sigue, es prueba que exige a cada lector ser capaz de vencer su propia pereza intelectual, como condición ineludible de contribuir políticamente a la emancipación humana universal. Porque aunque hace todo lo posible por evitarlo, la burguesía también necesita humanamente ser liberada de la explotación que ejerce sobre otros congéneres bajo el capitalismo>>.

Un saludo: “GPM”

 

Introducción

El pasado día 07/09/2010 a las 11:03 Hs. recibimos de uno de nuestros interlocutores el siguiente mensaje a raíz de la polémica recientemente publicada en nuestra página Web, suscitada respecto de la Tendencia al descenso de la Tasa General de Ganancia Media:

Caros amigos:

Sobre la question de la "Lei" de la Queda Tendencial de la Tasa de Ganancia, Jacques Gouverneur, autor del libro "Compreender a economia - Introduçao a analise marxista do capitalismo contemporaneo" (hay una edicion en castellano y otra en frances) considera que no se deberia utilizar la palabra "lei" porque esta tiene un sentido demasiado determinístico.

Considera ello que el uso de esa palabra es un equivoco de Marx, pero no contesta su argumentación y las múltiples razones que impedem la queda de la tasa.

Poderiam comentar?

Saludos, J. Figueiredo

 

Señor Figueiredo:
Lamentamos no poder responder a la inquietud que nos ha planteado en su lengua materna. Somos en general capaces de leer e interpretar lo dicho en portugués, pero nada más. El único en el que nos aproximamos a la corrección de su lectura y redacción, es el castellano.

No. El haber presentado al Mundo la tendencia al descenso de la Tasa General de Ganancia Media con carácter de Ley, en modo alguno es un equívoco de Marx, sino del señor Jacques Gouverneur. “Ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia”: tal es el título que precede al texto correspondiente al Libro III de “El Capital”, capítulo XIII, donde Marx abunda en lo que ya había argumentado acerca de este asunto en sus “Teorías sobre la Plusvalía” y los “Grundrisse”, obras que nosotros hemos referenciado en nuestra polémica con R. Astarita.

En el capítulo XIV, Marx se refiere a las causas contrarrestantes donde hacia el final dice literalmente:

<<Y así es como, en general se ha demostrado que las mismas causas que provocan la baja de la tasa general de ganancia, suscitan acciones de signo contrario que inhiben, retardan e incluso en parte paralizan dicha caída. No derogan la ley, pero debilitan sus efectos>>. (Op. Cit.)

Sobre esta demostración de Marx trataremos lo más sintética y claramente posible a continuación.

 

Primera causa contrarrestante

La primera causa contrarrestante que Marx en sucesión expone en el capítulo citado, es la elevación del grado de explotación del trabajo, combinando la extensión de la jornada laboral con una mayor intensidad de los ritmos en que los asalariados ejecutan las operaciones de cada específico proceso de producción. Si tenemos en cuenta que la tasa de plusvalor relativo es la relación entre el plusvalor obtenido por cada obrero empleado y su respectivo salario, cuya expresión algebraica es = p/v, su masa se obtiene multiplicando esa tasa por el número de empleados.

Pero como la intensificación del trabajo supone que un cada vez menor número de obreros deba atender al movimiento de un mayor cantidad y variedad de maquinaria para el procesamiento de un todavía mayor volúmen de materias primas, a los fines de obtener una mayor masa de plusvalor relativo p/v por obrero empleado, de todo ello resulta que al aumentar la tasa de plusvalor p/v, el incremento de su masa disminuye. ¿Por qué?

Pues, en primer lugar, porque el incesante proceso de sustitución de trabajo vivo por más trabajo muerto (medios de producción) —determinado por el progreso de la fuerza productiva del trabajo— llega a un punto en el que la mengua en el número de explotados, no puede ser compensada por el aumento en la tasa de explotación de cada uno de ellos, combinando la extensión de la jornada con la intensificación del trabajo en todo lo que sea física y psíquicamente posible. Así lo explica Marx:

<<Si a un obrero se le fuerza a efectuar el trabajo que racionalmente sólo podrían ejecutar dos, y si ello ocurre en circunstancias en las cuales ese uno puede sustituir a tres, ese obrero producirá tanto plustrabajo como antes producían dos, y en tal medida habrá aumentado la tasa del plusvalor. Pero no producirá tanto como antes producían tres, y de ese modo habrá disminuido la masa de plusvalor (presionando al descenso de la Tasa de Ganancia). Pero su descenso estará compensado o limitado por el ascenso en la tasa de plusvalor (como consecuencia de una mayor explotación extensiva e intensiva del trabajo)>>. [(K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XIV- I). El subrayado y lo entre paréntesis nuestro]

¿Por qué esto es así? Porque la combinación entre la extensión de la jornada laboral y la intensificación del esfuerzo humano frente a la exigencia del más acelerado ritmo mecánico de las maquinas que cada obrero debe mover en mayor número al mismo tiempo, llega un momento en que merma la productividad, gravitando en sentido descendente sobre el mismo plusvalor y la tasa General de Ganancia. Y es que una mayor aceleración y velocidad impuesta por la tecnología mecánica de última generación a la atención nerviosa y esfuerzo muscular de los operarios que intervienen en la fabricación del producto, provoca un mayor desgaste físico y mental por unidad de tiempo. En sus "Manuscritos” de 1861/63 ("Teorías sobre la Pluasvalía"), Marx llega a la conclusión de que en determinado momento de la acumulación —y a tal extremo se llegó con el "Fordismo" y el Taylorismo"— entre la intensidad y la extensión de la jornada de labor se establece una relación de efecto contrario. Y éste, dice Marx,

<<….no es un asunto especulativo. Cuando el hecho se manifiesta hay un medio muy experimental de demostrar esta relación: cuando, por ejemplo, aparece como físicamente imposible para el obrero proporcionar durante doce horas la misma masa de trabajo que efectúa ahora durante diez o diez horas y media. Aquí, la reducción necesaria de la jornada normal o total de trabajo resulta de una mayor condensación del trabajo, que inclu¬ye una mayor intensidad, una mayor tensión nerviosa, pero al mismo tiempo un mayor esfuerzo físico. Con el aumento de los dos factores —velocidad y amplitud (masa) de las máquinas— se llega necesariamente a una encrucijada, en la que la intensidad y la extensión del trabajo ya no pueden crecer simultáneamente, en el que el aumento de una excluye necesariamente el de la otra...>> (K. Marx: Op.cit. MEGA II,3,6 Pp.1906. Citado por E. Mandel en: "Marx y El Porvenir del Trabajo Humano" Revista "Inprecor" Nº 50 oct./86 Pp.7)

Este mismo concepto aparece en "El Capital" formulado del siguiente modo:

<<Es de todo punto evidente, que con el progreso (técnico) de la maquinaria y al acumularse la experiencia de una clase especial de obreros mecánicos, aumenta de manera natural la velocidad y, con ella, la intensidad del trabajo. Así, por ejemplo, en Inglaterra durante medio siglo la prolongación de la jornada laboral corre pareja con la intensidad del trabajo fabril. Con todo, se comprende fácilmente que en el caso de un trabajo que no se desenvuelve en medio de paroxismos pasajeros sino de una uniformidad regular, reiterada (hora tras hora y) día tras día, ha de alcanzarse un punto nodal en el que la extensión de la jornada laboral y la intensidad del trabajo se excluyan recíprocamente, de tal modo que la prolongación de la jornada solo sea compatible con un menor grado de intensidad en el trabajo y, a la inversa, un grado mayor de intensidad solo pueda conciliarse con la reducción de la jornada laboral…>>. (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. XIII aptdo. 2. Subrayado del autor. Lo entre paréntesis nuestro)

Comprobaciones empíricas contemporáneas permiten confirmar este aserto de Marx. Mediante un estudio riguroso de las estadísticas comparadas de mortalidad en los EE.UU., Joseph Eyer y Peter Sterling, han demostrado que:

<<...después de la adolescencia, la mortalidad está más relacionada con la organización capitalista que con la organización médica....Una conclusión general, es que un gran componente de la patología física y muerte del adulto, no deben ser considerados actos de Dios ni de nuestros genes, sino una medida de la tragedia causada por nuestra organización económica y social...>> Estos autores consideran al "stress" como el eslabón entre las "noxas" (daños) sociales y el deterioro biológico (catabolismo)>>. (:Eyer y Sterling: "Stress Related, Mortality and Social Organization" En "Salud Panamerica¬na" Vol. 8 l.)

Estos autores definen el "stress" como:

<<...los cambios que ocurren en un sujeto llamado a responder a una situación externa, para enfrentar la cual él no tiene capacidad o está dudoso de tenerla...Ello produce un estado de alerta psicológica y física que se inicia en la conciencia, en el cerebro y pone en tensión el cuerpo..>> (Op. Cit.)

Las estadísticas de mortalidad reconocen al "stress" en el suicidio, el homicidio y los accidentes en general dentro y fuera de los lugares de trabajo; también en enfermedades crónicas como el infarto, la cirrosis, el cáncer de pulmón y la hipertensión. Según un informe de CC.OO., los acciden¬tes laborales en España aumentaron un 46% en l988, o sea, 326.308 accidentes más que el año anterior. A pesar de la gravedad de los datos, la situación de la salud laboral en España puede ser todavía más trágica: al menos un 30% de los trabajadores de este país, escapan a las estadísticas oficiales sobre siniestralidad, ya que se trata de trabajos marginales o a tiempo parcial: "...los que tienen contrato temporal, se accidentan dos veces más que el personal fijo..." (Ver: Gaceta Sindical Nº 57 Set/89). Desde entonces, este flagelo del capitalismo entre la clase asalariada no ha hecho más que extenderse y agravarse.

En suma, la tendencia objetiva del capital a aumentar la plusvalía relativa, es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas "objetivas" expresado en las máquinas, los sistemas mecánicos, los sistemas semiautomatizados, la automatización en gran escala y los robots, tiene efectos contradictorios sobre el trabajo. Reduce la cualificación, suprime empleos, presiona a la baja sobre los salarios por el aumento del ejército de reserva. Pero simultáneamente, la extensión de la mecanización tiende a aumentar la intensidad del esfuerzo en el trabajo (a la vez físico y psíquico, o al menos uno de los dos), que desde el punto de vista estrictamente burgués llega mermar significativamente su eficacia productiva ejerciendo una presión objetiva sobre la patronal y su Estado, que deben soportar las pérdidas económicas resultantes de semejante situación. Tales son los límites que la propia Ley del valor opone a la simultánea explotación extensiva e intensiva del trabajo, lo cual a la postre reduce la masa de ganancia y su tasa, independientemente de las luchas del proletariado. Ergo, esta causa contrarrestante sin duda enlentece la caída tendencial de la tasa de ganancia, pero no puede impedir que se produzca con carácter de Ley.

 

Segunda causa contrarrestante

La segunda causa contrarrestante que Marx enumera es “la reducción del precio del salario por debajo de su valor” a raíz de la competencia, que no debe confundirse con el descenso del valor del salario por efecto de la productividad del trabajo. Los dos movimientos aumentan el plusvalor; pero el primero deprime el poder adquisitivo del salario, al contrario del segundo, que lo conserva reduciendo sin embargo su valor al reducir el tiempo de trabajo equivalente a la producción de los medios necesarios de vida del asalariado para que pueda reponer su fuerza de trabajo en condiciones óptimas de seguir produciendo plusvalor para sus patronos.

Al respecto, Marx aclara que el primero de los dos movimientos nada tiene que ver con el análisis general del capital, es decir, con el movimiento del capital social global, puesto que obedece a la competencia en el mercado de trabajo —que pone el precio de los salarios por encima o por debajo de su valor—, cuyo análisis no se efectúa en esta obra, dado que la competencia fue metodológicamente excluida. ¿Por qué? Pues, porque si se trata de investigar científicamente el comportamiento de un determinado objeto de estudio, es necesario hacer abstracción de fenómenos concomitantes que acompañan el movimiento de ese objeto, pero que no guardan ningún vínculo con las causas fundamentales de su movimiento, de modo que, lejos de contribuir al descubrimiento de su verdadera naturaleza, la encubren todavía más.

Tal método de investigación, explica que Marx haya partido de una situación de equilibrio en todos los mercados, donde la oferta y la demanda coinciden y, por tanto, los precios a los que se venden las mercancías coinciden con sus respectivos valores o precios de producción. Y es que la oferta y la demanda jamás coinciden y si alguna vez lo hacen es por casualidad. Pero además, allí donde estas dos fuerzas coinciden, se anulan una a la otra y dejan de actuar; por tanto nada nos dicen acerca de por qué esas dos fuerzas coinciden en un determinado valor de mercado y no en cualquier otro, siendo ésta, precisamente, la incógnita que es necesario despejar científicamente, es decir, comprender la naturaleza del valor económico, las causas intrínsecas o internas que provocan sus cambios de magnitud en distinto tiempo, para descubrir la Ley de su movimiento.

Finalmente, aunque Marx reconoce que la hipótesis de la reducción del salario por debajo de su valores una de las causas más importantes de contención de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, no obstante demostró que, sobre ella, se impone la tendencia objetiva al menor incremento histórico del valor de cada mercancía (tal como lo es el salario o precio de la fuerza de trabajo) y del plusvalor contenido en ellas; y al aumento más que proporcional de la Composición Orgánica del Capital para obtenerlos, causas fundamentales que hacen al cumplimiento de la Ley de la tendencia decreciente de la Tasa de Ganancia.

Sentado este principio metodológico, vayamos a lo que nos dice Marx en sus “Grundrisse”, donde trata de la capitalización de la plusvalía, es decir de la acumulación de capital, y cuales son sus consecuencias. Allí parte del siguiente razonamiento: El salario es capital adelantado bajo la forma de dinero que se intercambia por trabajo, de igual modo que lo es el que se intercambia por maquinaria, materias primas y auxiliares que intervienen en el proceso de producción y acumulación de plusvalor.

Si hacemos abstracción de esa metamorfosis del capital-dinero en capital-mercancía-salario para los fines de producir y capitalizar plusvalor, el capital se nos aparece como una determinada magnitud de valor que se reproduce a sí mismo y por sí mismo en sucesivos lapsos de tiempo llamados “rotaciones”, independientemente de su relación con el trabajo. En tal sentido:

<<El capital, por tanto, no mide el nuevo valor producido (plusvalor) mediante su medida real, es decir, la relación del plustrabajo (creador de plusvalor) con el trabajo necesario (equivalente al salario), sino que lo mide en relación consigo mismo como su presupuesto. Un capital de un determinado valor produce, en un determinado lapso de tiempo, una plusvalía determinada. La plusvalía medida de esta forma, respecto del capital presupuesto (invertido en la producción de ese plusvalor), es el beneficio (la tasa de ganancia)>>. (K. Marx: “Líneas Fundamentales de la Crítica de la Economía Política” (“Grundrisse”) Segunda Parte Sección IIIª. Lo entre paréntesis nuestro)

O sea, la plusvalía real (relativa) se mide por la relación entre la porción del trabajo ya objetivado en capital-dinero del burgués —obtenido en la rotación precedente— que es cambiado por más trabajo vivo del asalariado en la rotación actual, por una parte y, por otra parte, el trabajo necesario productor del equivalente al salario invertido en la rotación actual. Esa porción del trabajo ya objetivado—según acabamos de ver en el pasaje anteriormente citado— es la parte de una totalidad que Marx llama capital presupuesto preexistente, correspondiente a lo que el burgués “adelanta” o invierte en salarios. La otra porción de esa totalidad del capital presupuesto, es trabajo ya objetivado bajo la forma de capital-dinero que se invierte en medios de trabajo, materias primas y auxiliares.

La plusvalía en la forma de beneficio, por su parte, es medida según la relación entre la porción del trabajo objetivado en producto como plusvalor todavía no realizado (vendido) en la rotación actual, y el valor total del “capital presupuesto” resultante de la rotación precedente, invertido, empleado o gastado en la rotación actual como suma del capital constante (fijo y circulante), más el capital variable o salarios. Esta relación llamada beneficio, es una variable dependiente de la composición orgánica del capital:

<<La tasa de beneficio depende, por lo tanto —presupuesta la misma plusvalía, el mismo plustrabajo en relación con el trabajo necesario— de la relación de la parte del capital, que es cambiada por trabajo vivo, con la parte que existe en la forma de materia prima e instrumento de producción>>. [K. Marx: “Líneas Fundamentales de la Crítica de la Economía Política” (“Grundrisse”) Segunda mitad. Sección III – Transformación de la plusvalía en beneficio]

La Tasa de Ganancia: p/(c+v) desciende, cuando el incremento del plusvalor —resultante de aplicar el progreso de la fuerza productiva del trabajo a la porción de la jornada laboral correspondiente al trabajo necesario que resta por capitalizar— es menor que el aumento en la Composición Orgánica del Capital necesario para producir ese incremento del plusvalor.

Vayamos, ahora a: http://www.nodo50.org/gpm/TasaGanancia/09.htm. Allí vemos que en la primera rotación elaborada por Rolando Astarita, la porción del capital presupuesta de plusvalor cambiada por salarios, es de 50s:50v = 1 (100%); y la Tasa de Beneficio = 50s/200c+50v = 20%.

En la segunda rotación, también elaborada por Astarita, la porción del capital presupuesto en la primera rotación correspondiente al trabajo necesario sometida al progreso de la fuerza productiva disminuye el 10%. Pero este señor decidió, por el artículo 33, que el plusvalor aumente en 2 puntos porcentuales más que la fuerza productiva = 60,72s/54,18v, mientras que la C.O.C solo en 8 décimas = 220,82c/54,18v. De este modo, la Tasa de Ganancia prácticamente también sube 2 puntos porcentuales, de 20 a 22,08% = 60,72s/220,82c+54,18v. Tal es el resultado de independizar al plusvalor de lo que pasa con la porción de la jornada de labor correspondiente al trabajo necesario, cuando se le somete al progreso de la fuerza productiva para transformarlo en plusvalor.

Pero en la tercera rotación elaborada por el GPM, la porción relativa de plusvalor desciende a 1,08 = 61,50s/56,43v haciendo descender la tasa de beneficio, del 22,08 al 19,95%. En realidad, nosotros aquí cometimos la misma “arbitrariedad” que Astarita, solo que en sentido contrario, porque en vez de aplicar el 10% de incremento de la productividad sobre el capital variable 56,43v, de modo tal que el plusvalor aumente en la misma proporción = 62,07s, le aplicamos solo el 9% = 61,50s, es decir, para que se incremente menos y la Tasa de Ganancia baje más de lo debido, cuando debió haber sido = 62,07s/251,48c+56,43v = 62,07s/307,91 = 20,16%

Esto explica la advertencia hecha en: http://www.nodo50.org/gpm/TasaGanancia/11.htm el apartado 11 titulado “Epílogo” de nuestro último trabajo sobre el que UD. nos ha hecho la consulta, de la cual nos estamos ocupando:

<<Evidentemente, la tercera rotación registra una caída en el aumento del plusvalor muy drástica, lo cual indica que entre la segunda rotación elaborada por Astarita y la tercera elaborada por el GPM, debieron existir otras intermedias en las que el incremento del plusvalor se fuera reduciendo menos bruscamente. Pero Astarita nos retó a que presentáramos un “contraejemplo” donde aumentando la composición orgánica del capital, a la vez que reduciendo el incremento del plusvalor (según los fundamentos matemáticos de Marx), la tasa de ganancia descienda. Los progresos en la productividad del trabajo y el descenso de la tasa de ganancia no se suceden tan aceleradamente. Por eso Marx señaló que:
“En economía política, por principio no hay que fijarse nunca en las cifras de un solo año para extraer de ellas leyes generales. Hay que tomar siempre el término medio de seis a siete años, que es el lapso de tiempo durante el cual la industria moderna pasa de las fases de prosperidad, superproducción, estancamiento y crisis, consumando su ciclo fatal”. (K. Marx “Discurso sobre el librecambio”)>>

¿Dónde está el fundamento, es decir, la causa formal objetiva específicamente capitalista, de tal disminución histórica del crecimiento de la masa de plusvalor, que presiona al descenso de la Tasa General de Ganancia? En dos premisas básicas estructurales incontrovertibles del capitalismo y una inevitable conclusión lógica:
1) La jornada de labor no puede exceder las 24 Hs. de cada día.
2) La tasa de plusvalor expresa la relación entre las dos partes del tiempo en que se divide la jornada de labor colectiva entera. En una de ellas se ejecuta el plustrabajo creador del plusvalor; en la otra el trabajo necesario productor del equivalente a los medios de vida de los explotados.
3) La conclusión que se deriva lógicamente de estas dos premisas, es que el plustrabajo aumenta históricamente en todo lo que se reduce el trabajo necesario. Pero según disminuye esta última parte para ir a engrosar el capital presupuesto (acumulado), el plusvalor producido en las sucesivas rotaciones aumenta necesariamente cada vez menos, y el capital constante para conseguirlo, cada vez más. Por tanto, la Composición orgánica del capital será también progresivamente más alta, preparando así la crisis de superproducción que ocurrirá en el momento en que la fracción del rédito obtenido, no compense la masa de capital presupuesto (invertido) en producirla.

De aquí se desprende matemáticamente que, dada la extensión de la jornada de labor y la intensidad del trabajo en su transcurso, según se reduce el trabajo necesario por efecto de la productividad del trabajo en cada rotación del capital global, el excedente resultante de tal reducción del salario, convertido en capital, debe necesariamente aumentar en una fracción cada vez más reducida respecto de la jornada laboral entera, manteniendo constante el poder adquisitivo de los salarios. Bajo tales condiciones, el aumento de la masa y de la tasa de plusvalor, contrarresta —en el sentido de que enlentece o retarda— el cumplimiento de la Ley de la tendencia decreciente de la Tasa General de Ganancia. Pero no lo neutraliza. Porque el aumento del valor en los elementos del capital constante necesario para incrementar el plusvalor en una fracción cada vez más pequeña, es y debe ser necesariamente mayor, incluso con una tasa de plusvalor p/v creciente. Porque para que el plusvalor crezca más de lo que desciende el salario por efecto de la productividad, el trabajo debe ser sometido a una extensión de la jornada y/o a una mayor intensidad en los ritmos, lo cual, según se ha visto más arriba, tiene límites muy estrictamente fijados por la naturaleza humana. Por tanto, en última instancia se impone la Ley.

En el mencionado capítulo XIII del libro III, Marx expone un ejemplo ilustrativo mediante el siguiente razonamiento: Dada la extensión de la jornada de labor, con una composición orgánica del capital de 60c + 40v y una tasa de plusvalor del 100%, se necesita un capital de 1.000.000 = 600.000c + 400.000v, para obtener un plusvalor = 400.000p.

Pero si la composición orgánica aumenta a 80c + 20v manteniendo todo lo demás igual, para obtener 440.000p se necesita un capital global de 2.200.000 con una composición de 1.760.000c + 440.000v. Esto quiere decir que, según se reduce el número de asalariados, es decir, la jornada colectiva de labor —en este caso a la mitad— respecto del plusvalor ya acumulado como capital constante que se incrementa un 293,33%, para obtener un aumento en el plusvalor de solo el 10%, es necesario que el capital global empleado se incremente en más del doble, exactamente un 220%. Lo cual determina que la Tasa de Ganancia baje del 40 al 20%. Si este fundamento matemático no se refleja en los datos estadísticos que dan cuenta del comportamiento de la Tasa General de Ganancia bajo condiciones normales de la acumulación, es que, o bien esos datos son erróneos por causa de un tratamiento metodologico inadecuado, o han sido deliberadamente manipulados por sus patrocinadores en origen.

Tercera Causa Contrarrestante

La tercera causa que contrarresta la Tendencia al descenso de la Tasa General de Ganancia, es el abaratamiento del capital constante, en el sentido de que con el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, el valor de los medios de producción no aumenta en la misma proporción que su volumen físico, lo cual es verdad. Pero por esa misma razón su valor aumenta más de lo que desciende por efecto de la productividad.

Y, en efecto, la lógica determinada por la Ley de la acumulación, consiste, por un lado, en que, como acabamos de ver, según progresan las fuerzas productivas durante las sucesivas rotaciones del capital global, el plusvalor aumenta pero cada vez menos, cuanto más se acorta la parte de la jornada de labor —en la que los asalariados trabajan para sí mismos— todavía susceptible de ser convertida en plusvalor capitalizado, al tiempo que para efectivizar el progreso de la fuerza productiva, también debe aumentar la inversión en capital variable aunque relativamente menos, a fin de poner en movimiento un mayor volumen y variedad de medios de trabajo más eficaces, que permiten procesar una todavía mayor magnitud de valor por unidad de tiempo, contenida en el creciente volumen de materias primas. Todo ello a fin de capitalizar una mayor masa de plusvalor contenido en la riqueza creada.

<<…Y, como consecuencia de esta misma productividad creciente del trabajo, no cabe duda de que una parte del capital constante existente (capital fijo) se deprecia continuamente, ya que su valor no se rige por el tiempo de trabajo que originalmente ha costado, sino por el tiempo de trabajo con el que puede reproducirse, el cual decrece continuamente a medida que aumenta la productividad del trabajo. Por tanto, aunque su valor no aumenta en razón a su volumen, aumenta, sin embargo, puesto que su volumen crece más aprisa de lo que desciende su valor…>> (K. Marx: “Teorías sobre la Plusvalía” Op.cit. Cap. XV. B.3. Lo entre paréntesis nuestro)

¿Por qué el volumen y variedad de tales componentes del capital constante (fijo y circulante) aumentan históricamente en más proporción de lo que desciende el valor de cada unidad —y, por tanto el valor del conjunto— por efecto de la fuerza productiva del trabajo para producirlos? Porque, dado que el capital se acumula convirtiendo en plusvalor la parte de la jornada colectiva de labor correspondiente a los salarios, que no ha sido todavía capitalizada, cuanto más haya disminuido esta parte convertida ya en plusvalor, menos es lo que queda de ella por capitalizar. Mayor deberá ser, pues, la productividad del trabajo para capitalizar una porción cada vez menor de la jornada restante, y mayor el volumen y variedad del capital fijo empleado para conseguirlo, procesando un vlolúmen y valor todavía mayor en materias primas. Por tanto, el valor del capital constante aumenta más de lo que desciende por efecto de la productividad del trabajo aplicada sobre sus componentes (fijo y circulante).

Pero, además, dado el coste creciente que supone el constante progreso tecnológico incorporado al capital fijo, obliga a su funcionamiento continuado —el “perpetum mobile” del capital de que hablaba Marx— para evitar su desvalorización y consecuente retiro prematuros del mercado por obsolescencia técnica, antes de ser totalmente amortizado. Esta lógica conduce a un “sobreaumento” en la Composición Orgánica del Capital por un mayor empleo relativo de capital fijo tecnológicamente avanzado, que multiplica el procesamiento del capital circulante (materias primas), así como permite extender hasta el límite físico posible la jornada de labor colectiva, que abarque las 24 horas de cada día en varios turnos, al tiempo que intensifica también, al límite, los ritmos de explotación del trabajo vivo para una mayor producción de plusvalor contenido en cada producto por unidad de tiempo:

<<Por eso, en este aspecto, la compensación de la mengua en el número de obreros mediante el incremento en el grado de explotación del trabajo, encuentra ciertos límites insuperables; por lo tanto, puede ciertamente obstaculizar la baja de la tasa de ganancia pero no anularla. Por consiguiente, con el desarrollo del modo capitalista de producción disminuye la tasa de ganancia, mientras que su masa aumenta al aumentar la masa del capital empleado>>. K. Marx: El Capital” Libro III Cap. XV Aptdo. II. Subrayado nuestro)

El núcleo de la polémica con Rolando Astarita, estuvo en que él —siguiendo a Nobuo Okishio— sostiene, contra Marx, que el valor de la maquinaria empleada aumenta menos que la fuerza productiva desplegada con esa maquinaria. O sea, que el plusvalor aumenta siempre más de lo que se incrementa el valor del medio de trabajo con el que ese plusvalor se produce. Por tanto, la Tasa de Ganancia no puede descender si no es por un aumento de los salarios reales. Por esto es que Okishio plantea un esquema de acumulación en el que el capital fijo no existe. Nosotros por el contrario, siguiendo a Marx, hemos demostrado que semejante proposición es insostenible, porque supone desvincular o independizar la producción de plusvalor de la jornada de labor colectiva entera, que no puede sobrepasar las 24 Hs. diarias. Y dado que cada incremento del plustrabajo creador de plusvalor, se obtiene a expensas o en detrimento del tiempo de trabajo necesario durante la porción de la jornada de labor en que se venían produciendo los medios de vida del asalariado, ergo: cuanto más tiempo de trabajo necesario de la jornada de labor haya sido convertido en plustrabajo creador de plusvalor ya capitalizado, más formidable deberá ser el aumento de la fuerza productiva del trabajo para obtener un incremento de plusvalor que no puede sino ser cada vez más pequeño.

Dicho de otra forma, según hemos visto al comienzo de este trabajo, la tasa de plusvalor se obtiene dividiendo el plusvalor obtenido de un asalariado en una determinada rotación del capital, por el salario presupuestado para invertir en su fuerza de trabajo, que el capital compra y emplea durante ese mismo período. Dada la extensión de la jornada de labor que se supone constante, igualmente lo es el poder adquisitivo del salario, porque metodológicamente también se supone que la oferta y la demanda coinciden en los mismos valores y en todos los mercados, de modo que lo que varía en cada rotación —según el progreso de la fuerza productiva aplicado sobre el trabajo vivo de cada empleado durante cada jornada de labor—, es el plusvalor así como la plantilla de los empleados. Por tanto, la masa de plusvalor se obtiene multiplicando su tasa por el número de operarios empleados.

Pero como también se ha visto, la jornada de labor de extensión constante se divide en dos partes, cada una de las cuales varía con el progreso de la productividad del trabajo, achicándose progresivamente la parte en que los asalariados producen el equivalente a sus medios de vida, en la misma proporción que se agranda la parte que el capital acumula bajo la forma de plusvalor. Pero para garantizar el constante progreso de la productividad del trabajo, de cada incremento de plusvalor obtenido según se suceden las rotaciones del capital global, así acrecentado, una porción también creciente debe destinarse a la inversión adicional de capital constante en detrimento de la inversión en salarios, cuyo valor así aumenta relativamente cada vez menos. Ergo, aumenta la Composición Orgánica del Capital bastante más de lo que se incrementa el plusvalor.

Como resultado de todo este proceso, tanto la masa de plusvalor como su tasa aumentan históricamente, pero la masa cada vez menos, al tiempo que el capital constante (fijo y circulante) aumenta cada vez más. Por lo tanto, la tasa de Ganancia tiende necesariamente a descender.



Cuarta y quinta causas contrarrestantes

La cuarta causa que contrarresta la tendencia a la baja de la Tasa General de Ganancia, es la sobrepoblación o población supernumeraria relativa, expulsada de la producción a raíz del progreso de la fuerza productiva en un determinado país, que será tanto más numerosa cuanto más alto sea su desarrollo tecnológico alcanzado. Semejante exceso de oferta en el mercado de trabajo, hace caer los salarios por debajo de su valor, lo cual fija durante un tiempo más o menos largo el atraso relativo en no pocos ramos de la industria, cuya tasa de plusvalor, tanto como su masa son extraordinariamente elevadas, lo cual desestimula el empleo de más eficaces medios teconológicamente desarrollados:

<<Pero, puesto que la tasa General de Ganancia se forma en virtud de la nivelación entre las tasas de ganancia en los diferentes ramos de la producción en particular, aquí, una vez más, la misma causa que genera la tendencia a la baja de la tasa de ganancia (por parte del sector más desarrollado), origina un contrapeso (por parte de los sectores relativamente más atrasados), el cual paraliza sus efectos en mayor o menor grado.>> [(K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XIV – IV). Lo entre paréntesis nuestro]

La quinta causa contrarrestante de la tendencia al descenso de la Tasa de Ganancia, es la exportación de capitales. Según lo expuesto en el apartado 11 de nuestra polémica con Rolando Astarita, la exportación de capital sobrante en los países de mayor desarrollo relativo, en particular constituye un indicador que verifica la Tendencia al descenso de la Tasa General de Ganancia antes de la crisis. Pero en tanto que esa exportación permite repatriar ganancias extraordinarias, la contrarrestan. También contribuye a ello el comercio exterior a través de la exportación de mercancías que estos países pueden vender por encima de su valor, lo cual les aporta ganancias adicionales, al tiempo que el consecuente aumento en la escala de su producción, contribuye al abaratamiento de su capital constante fijo. Además, su condición de países económicamente más poderosos con una moneda de capacidad adquisitiva mayor, les permite importar relativamente más baratas ciertas materias primas y medios de vida. Todo ello propende a elevar sus Tasas Generales de Ganancia. Pero, por otro lado, la enorme expansión de sus industrias para atender a sus crecientes mercados interno y exterior, aumenta la composición orgánica de sus capitales devaluando su componente variable respecto de su parte constante, lo cual acelera el ritmo en que disminuye el incremento de su masa de plusvalor, presionando la Tasa General de Ganancia al descenso. Y a la postre, ésta última es la fuerza más poderosa que prevalece sobre las que le contrarrestan.

Las crisis como causas contrarrestantes de la tendencia al derrumbe del capitalismo

Una vez producida la crisis por sobreproducción de capital, el crecimiento de la ganancia y, con ella, la demanda por más medios de producción y mano de obra, desaparecen y el proceso de acumulación se detiene o estanca. Al no poder vender lo ya producido, aumenta la demanda de préstamo, pero no ya para ampliar la producción, sino para pagar deudas contraídas. Consecuentemente el dinero como medio de pago también desaparece de la circulación y la tasa de interés tiende a alcanzar su máximo nivel, a no ser que los bancos se pongan de acuerdo en cerrar el grifo del crédito, como está sucediendo ahora.

Como hemos visto ya, para desvelar las causas de la tendencia al descenso de la Tasa General de Ganancia, Marx supuso una situación de equilibrio en todos los mercados donde la competencia deja de actuar. En una situación normal, la competencia en el mercado solo es el medio que permite repartir la ganancia global entre los distintos capitales, según la masa y la composición de valor con que cada cual participa en el común negocio de explotar trabajo ajeno. Por tanto, a los fines de explicar por qué la demanda y la oferta coinciden en un determinado precio de producción y no en otro cualquiera, la competencia no sirve, dado que ella misma está comprometida en ese interrogante y es lo que hay que explicar.

Pero una vez que la crisis ha estallado, lo que se impone explicar es qué pasa y por qué durante el predominio del sesequilibrio general de la economía. Y eso solo puede ser explicado por las fuerzas de la oferta y la demanda, por la competencia. Y es que en una situación así, solo la competencia puede decidir qué partes del capital y en qué medida resultarán afectadas por la crisis:

<<Mientras todo marcha bien, la competencia, tal como se revela en la nivelación de la tasa general de ganancia, actúa como una cofradía práctica de la clase capitalista, de modo que ésta (la ganancia) se reparte comunitariamente y en proporción a la magnitud de la participación de cada cual en el botín colectivo. Pero cuando ya no se trata de dividir ganancias sino de repartir pérdidas, cada cual trata de reducir en lo posible su participación en las mismas y de endosársela a los demás. La pérdida es inevitable para la clase. Pero la cantidad que de ella ha de corresponderle a cada cual, en qué medida ha de participar en ella, se torna entonces en cuestión de poder y de astucia, y la competencia se convierte, a partir de ahí en una lucha entre hermanos enemigos…>> (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XV Aptdo. III (Lo entre paréntesis nuestro).

O sea, que en una situación normal, donde todos ganan, aunque unos más que otros, la competencia permite distribuir a posteriori el plusvalor global producido, en proporción a lo que previamente cada capitalista particular aporta al negocio común de explotar trabajo ajeno. En una situación de crisis, si bien todos pierden, el reparto de las pérdidas no se opera según ninguna proporción objetivamente predeterminada, como es el caso en circunstancias normales a instancias de la Tasa General de Ganancia Media, sino que la lucha competitiva decide de modo totalmente desproporcional o “sumamente desigual” quien pierde más o menos.

<<Con lo cual está científicamente producida la prueba de la necesidad de la competencia sobre base capitalista (…) Estamos obligados, ahora, a propósito del examen de la crisis, a considerar la competencia entre los diferentes capitalistas…>> (H. Grossmann: Op. Cit. Cap. 3-A.1)

El problema consiste, pues, en saber, cómo se supera la crisis creando las condiciones de una nueva recuperación del proceso de acumulación. La competencia lo consigue reorganizando el proceso de la producción, mediante fusiones y una reestructuración operativa más funcional y eficaz de la explotación del trabajo en sus empresas, de lo cual resulta una más alta composición técnica y orgánica de sus respectivos capitales. Y si las crisis son seguidas de guerras, cuanto más devastadoras mayor es el salto irreversible que da el desarrollo progresivo de las fuerzas productivas en la postguerra, a través de lo cual se restablece la rentabilidad a un nivel de costos y precios de sus productos necesariamente más bajos respecto del existente a la entrada de la crisis.[1]  

Imaginemos una sociedad de un país, cuya estructura económica está constituida por cuatro empresas que desembocan en una crisis con las siguientes magnitudes de valor y composición orgánica de sus respectivos capitales:

60c : 35v
40c : 25v
30c : 80v
20c : 90v

Donde "c" representa a la inversión en capital constante (medios de producción) y "v" al capital variable (salarios). A raíz de la interrupción violenta del proceso de acumulación, las dos mayores empresas se fusionan despidiendo al 20% de la plantilla, lo cual provoca un descenso del 10,4% en el salario de los que siguen empleados. En cuanto a las otras dos, la primera despide al 10% de la plantilla rebajando el salario nominal de los empleados en 5,56%. La última despide otro 10% y reduce los salarios del resto de empleados un 6,18%. La nueva situación es:


100c : 44v
30c : 77v
20c : 76v

La acumulación se reanuda con una mayor tasa de explotación del trabajo al reducirse los salarios y el capital global en funciones, aunque con una mayor composición orgánica. Para simplificar, se omite aquí hacer referencia a las numerosas empresas que quiebran y desaparecen —haciendo descender todavía más la masa de capital en funciones—, porque no modifican el sentido y veracidad del ejemplo. Todo ello sucede, naturalmente, en su mayor parte a expensas de los asalariados como clase absolutamente mayoritaria de la sociedad.

A partir de sucesivas condiciones similares de acumulación que se suceden unas a otras después de cada crisis, el capital se va poniendo a sí mismo límites cada vez más difíciles de superar cuanto mayor es la composición orgánica del capital y la masa en funciones que se debe desvalorizar o destruir para reanudar un nuevo proceso a la salida de cada crisis —si es que el proletariado no decide acabar con toda esta mierda—, y que el propio capital pugnará objetivamente, independientemente de la voluntad política de la burguesía, para que cada nuevo límite se ponga frente a él en lapsos de tiempo cada vez más cortos:

<<La producción capitalista tiende constantemente a superar estos límites que le son inmanentes, pero solo lo consigue en virtud de medios que vuelven a alzar ante ella esos mismos límites en escala aun más formidable.
El verdadero límite de la producción capitalista lo es el propio capital; es éste: que el capital y su autovalorización aparece como punto de partida y punto terminal, como motivo y objetivo de la producción…>>
K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XV Aptdo. II)

Lo que significan las crisis es que, desde el punto de vista puramente económico, la acumulación de capital no tiene límites históricos objetivos absolutos. Por eso Lenin desde el Segundo Congreso de la Internacional Comunista no se cansó de repetir que “no existe una situación económica sin salida para el capitalismo”, y que el único límite absoluto posible DEBE SER de naturaleza POLÍTICA. El que decida ponerle el proletariado. Por tanto, es tan impropio del sistema como erróneo, hablar de una teoría marxista del derrumbe económico automático. Los únicos límites del capitalismo desde el punto de vista económico son los que periódicamente el capital se pone a sí mismo para superarlos. Y siempre los supera. Pero bajo condiciones cada vez más difíciles, humanamente dolorosas e insoportables.

¿Por qué? Al contrario de lo que pensaron los armonicistas, la reproducción o acumulación se sucede a caballo del progreso de la fuerza productiva del trabajo en una escala cada vez más ampliada, donde el sector productor de medios de consumo productivo (medios de producción) acumula más rápidamente que el sector productor de bienes de consumo final. De lo contrario, el capitalismo desembocaría directamente en el derrumbe del sistema sin mediar ninguna crisis. Tal como Henryk Grossmann ha demostrado que sucede con los esquemas de Otto Bauer, respetando la proporcionalidad constante de la acumulación (o escala de aumento de la producción) en los dos sectores.

Pero que las condiciones del capitalismo no sean en realidad las pensadas por los armonicistas, y que la desproporcionalidad y aceleración del proceso de acumulación conduzca a las crisis periódicas de desvalorización del capital sobrante (constante y variable), permitiendo la bárbara sangría material y humana necesaria para que el sistema pueda saltar sobre sus propios límites, esto no significa que la tendencia al derrumbe se neutralice o modere, sino bien al contrario. Porque la celeridad con que la Ley del valor acerca el horizonte de cada crisis, está dado por el nivel de la composición orgánica media del capital social global, con el que comienza la fase de recuperación a la salida de cada crisis y que, como se ha probado históricamente, nunca es menor que el existente al momento de su estallido. Por eso es que, la teoría materialista histórica de las crisis capitalistas, es al mismo tiempo una teoría del derrumbe del sistema.

E insistimos: Porque la naturaleza del capital sigue siendo la misma, y porque, además, salvo la destrucción masiva de capital constante y variable —no solo como valor, sino como valor de uso, tal como sucede durante las guerras[2] —, aun cuando precisamente por mediación de las crisis deba reanudar el siguiente proceso de acumulación desde un capital presupuesto menor —haciendo retroceder en buena parte el tiempo de la jornada de labor que se había convertido en plusvalor—, esa recuperación arranca con una composición técnica y orgánica del capital superior, respecto de la que, en su origen, condujo durante el ciclo anterior a la última crisis. Precisamente por el fenómeno de la centralización de los capitales que caracteriza al resultado de cada crisis.

De ahí que la denuncia de las guerras burguesas, ya sean de carácter bélico, telúrico o climático, solo es una tarea humanitaria si se vincula tales hecatombes deliberadamente provocadas, con los propósitos de una clase dominante, que no puede ya sobrevivirse a sí misma si no es del modo más genocida y retrógrado para la especie humana.

Habíamos visto que la mecánica de la acumulación de capital, consiste en desarrollar la productividad del trabajo acortando el tiempo de la jornada de labor colectiva —en el que los asalariados reproducen el equivalente a sus medios de vida—, para convertirlo en plustrabajo creador de capital adicional. Fijémonos ahora en que las crisis no hacen otra cosa que desandar ese camino como si rebobináramos una película desde el final hacia el principio aunque sin llegar hasta allí. Porque desvalorizan buena parte de ese capital constante ya creado, mediante la desinversión, el paro y la penuria absoluta de las mayorías sociales, todo ello provocado por el consecuente descenso en los salarios, al tiempo que las guerras destruyen gran parte de toda esa riqueza y las vidas humanas que contribuyeron a crearla.

De este modo, el tiempo de la jornada de labor colectiva, así reducida por la desvalorización y destrucción de capital en riqueza y vidas humanas, queda nuevamente expedito para que la burguesía pueda recomenzar a convertirlo en plusvalor capitalizado, explotando a una nueva generación de asalariados, mientras ve alejarse el horizonte de la próxima crisis hacia un futuro distante, aunque no menos previsible, para seguir disfrutando más tranquilamente sobrellevando “su carga más pesada”, la del capital acumulado de cuyo dominio disfrutan.

Todo es cuestión de seguir ejerciendo la “voluntad de poder” para su “conservación y aumento”, que impida todo progreso histórico a la sociedad humana. Para tal propósito está, en general, esa legión de filósofos, politólogos, políticos, economistas, sociólogos, psicólogos, jueces, literatos, cineastas, actores, cantantes y artistas en general, deportistas, periodistas y demás agentes de la postmodernidad, a sueldo y/o prebendas de la aristocracia burguesa dueña de la mayor parte del capital y del poder político real en todo el Mundo.

¡¡Quién le hubiera dicho a Nietzsche, que este jueguito macabro de acumular y desacumular capital, es el sustrato material de su tan célebre teoría nihilista del puro devenir de la existencia humana discurriendo en un tiempo circular, como en una noria garante del “eterno retorno de lo mismo”!! http://www.nodo50.org/gpm/postmodernismo/14.htm#_ftnref19

NOTAS

 

[1] Después de la Segunda Guerra Mundial los adelantos científico-técnicos irrumpieron como la principal fuerza transformadora de la sociedad. Los adelantos tecnológicos aplicados a los medios bélicos se trasladaron a la industria civil revolucionando la forma de producir, la composición del producto, la productividad de la mano de obra y la organización social de la producción de manera profunda e irreversible. Los adelantos en la biología aplicados a la salud y a otros múltiples usos en la biotecnología, la informática, las telecomunicaciones y el desarrollo de nuevos materiales son los ejes principales de una tercera revolución tecnológica con enormes consecuencias en la organización social y económica mundial.
La agricultura no ha estado ausente de este proceso. A partir de la década del 60 la difusión del paquete tecnológico identificado con la revolución verde permitió extraordinarios aumentos de rendimientos por hectárea en los principales cultivos dedicados a la alimentación humana. Estos aumentos de la productividad en la agricultura permitieron una mejora sustantiva de la disponibilidad de alimentos per capita a nivel mundial, incluyendo regiones tradicionalmente deficitarias las cuales seguramente hubieran experimentado graves situaciones de inseguridad alimentaria en ausencia de las innovaciones tecnológicas desarrolladas por el sistema internacional de investigaciones agropecuarias.

[2] Según reporta H. Grossmann citando a Wl. Woytinsky en: “Die Welt in Zahlen” (El Mundo en cifras), “Las pérdidas materiales de la 1ª Guerra mundial pueden estimarse en 260.000 millones de dólares por gastos directos, y en 90.000 millones por pérdidas indirectas. En total 350.000 millones de dólares. En el transcurso de los cuatro años de guerra fue destruida y derrochada cerca del 35% de la riqueza de la humanidad. Este tremendo déficit fue cubierto, en parte, por el excedente anual de la producción sobre el consumo. Entre 1914 y 1919, este excedente debería haber aumentado entre 200 y 250 mil millones de dólares, de ahí que la disminución de la riqueza mundial en 1919 respecto de 1914, fue de entre 100 y 150 mil millones de dólares. Sin embargo, la distribución entre estos países fue muy irregular. Europa se empobreció, mientras que EE.UU. y Japón se enriquecieron más rápidamente que en tiempos de paz.” Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el 70% de las construcciones civiles y de la infraestructura vial y de transportes terrestres de Europa quedaron completamente destruidas, y el potencial de su estructura económica se redujo al 20% del existente antes de la Guerra.