02.       La génesis del proceso

 

            En nuestra publicación inmediatamente anterior a ésta, hemos vuelto a exponer sintéticamente el proceso de producción y acumulación de valor económico bajo el capitalismo, donde la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio dio pábulo a dos principios activos fundamentales: 1) la explotación de trabajo ajeno consistente en convertir partes alícuotas crecientes de salario en ganancia y 2) la competencia entre los distintos capitales privados asociados, en disputa por esas ganancias contenidas en el producto de valor total, creado por el trabajo asalariado.

          También hemos explicado que la articulación de estos dos principios fundamentales del capitalismo, generan un creciente desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social, es decir, más y más productos de valor generados por unidad de tiempo empleado en su fabricación. Una creciente eficacia productiva contenida en los cada vez más eficaces adelantos científico-técnicos incorporados a los medios de producción, lo cual ha permitido producir sucesivamente cada vez más unidades de producto en menos tiempo y con un cada vez menor empleo relativo en mano de obra. O sea, que un cada vez menor número de asalariados pongan en movimiento un mayor número de máquinas por unidad de tiempo empleado.

          Y en el apartado 02 de esa misma publicación, también de modo abreviado explicamos la vinculación entre el capital industrial y el capital comercial financiero, este último dedicado por los bancos a capitalizar la tasa de interés prestando dinero a crédito por un tiempo determinado, cuyo principal y más difundido instrumento es la llamada “letra de cambio”. Una promesa de pago que, a instancias de los prestamistas, permite a las empresas industriales deudoras disponer al instante del dinero líquido necesario para una nueva inversión ampliada, equivalente a las mercancías ya producidas que han llevado al mercado, sin esperar a que la venta se realice para recuperarlo. Así es cómo merced al capital dinerario a préstamo concedido por los bancos a través de las letras de cambio, los sucesivos procesos de producción de ganancias pueden sucederse unos a otros  sin solución de continuidad acelerando su capitalización, es decir, obviando el tiempo muerto que media entre una rotación (del capital industrial invertido) y la siguiente, que hace a la ampliación de la escala productiva, es decir, entre la compra de más factores de la producción (máquinas, materias primas, auxiliares y mano de obra) y la venta de un mayor número de productos terminados.

 

          Pero dado el principio de la productividad laboral —que exige una progresiva y creciente inversión en medios materiales técnicos cada vez más eficaces, en reemplazo de los recursos humanos—, de esta relación creciente cuya finalidad consiste en transformar salario en plusvalor, resulta que las ganancias del capital no dejan de aumentar en términos absolutos, pero naturalmente cada vez menos, según se reduce relativamente la masa salarial explotada respecto de los medios técnicos que ponen en movimiento; teniendo en cuenta, además, que  cada jornada de labor no puede exceder las 24 horas diarias. Tal es el irrefutable fundamento económico-matemático de las crisis económicas periódicas típicas del capitalismo, que Marx para vergüenza de los teóricos apologetas del capitalismo, puso negro sobre blanco en sus manuscritos de 1857-1858 bajo el título: “Plusvalor y fuerza productiva” (Ver: Cuaderno III en sus “Grundrisse” (Fundamentos) Pp. 276). Una verdad científica de a puño sobre la cual nosotros no dejaremos de incidir a modo de palanca revolucionaria, todas las veces que sea necesario. Para combatir en la conciencia manipulada de los explotados el despreciable boicot de silencio, al que los secuaces políticos de la burguesía siguen apelando hoy por sucias motivaciones de poder y riqueza. Tal como lo hicieran todos sus antecesores, sin excepción, a cargo de los aparatos ideológicos en las instituciones estatales del capitalismo.

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