Capital especulativo
y democracia representativa
<<Tanto en las ciencias como
en las artes, falso es afirmar que la inspiración y el genio creador sean
valores intrínsecos, propios y exclusivos de ciertos individuos. Ambas virtudes
son hijas predilectas de la constancia
en el trabajo para un determinado fin social superior de la humanidad>>
Eduardo Arranz-Bravo.
01.
Introducción
¿Qué es el dinero? La representación del
valor económico en los mercados, donde la riqueza creada se intercambia y circula pasando de
unas manos a otras. ¿Qué es el valor
económico? Un producto útil creado
por el trabajo social asalariado, bajo condiciones normales medido en términos
de dinero fiduciario.
En todos los billetes de banco emitidos por la Reserva Federal de los EE.UU.,
por ejemplo, reza lo siguiente: “This
note is legal tender for all debts. Public and private”. Lo cual traducido
al castellano significa: “Este billete
es moneda de curso legal para todas las deudas. Públicas y privadas”. Pero cuando estallan las crisis económicas
periódicas el valor que esos papeles dicen representar se devalúa y envilece.
La fórmula del intercambio mercantil simple es:
M-D-M, donde una mercancía M se trueca por dinero D, con cuyo equivalente se compra otra u otras para el consumo final. Por el contrario,
la fórmula típica del intercambio
mercantil propiamente capitalista es: D-M-(D+Δd), donde con una masa de dinero D se compran mercancías para su consumo productivo [trabajo humano, maquinas, herramientas,
materias primas y materias auxiliares (combustibles y lubricantes)] con la
finalidad de fabricar un producto mercantil
de valor incrementado (M+Δm),
cuya venta permite recuperar el dinero D
invertido más un plus Δd o sea:
(D+Δd).
Repetimos: En el intercambio mercantil
simple el dinero D funge como mediador o representante
temporal equivalente, entre
una cantidad X de determinadas mercancías
M ya producidas, que se venden y con su equivalente dinerario obtenido
a cambio, se compran otras de diversa
utilidad necesarias para vivir. Por el contrario, el intercambio mercantil capitalista
definido por la forma D-M-D’, consiste en invertir una determinada masa de dinero D en la compra de ciertas mercancías M empleadas como factores
de la producción, con la finalidad de ser consumidas productivamente para crear otras M’ de valor incrementado (M+Δm)
—obviamente explotando trabajo ajeno— que al ser vendidas se convierten en D’ = (D+Δd), lo cual
significa que el valor resultante
del proceso en forma de dinero aumenta
y se acumula, trasmutado en una nueva categoría económica D’ llamada capital, dando pábulo así a un nuevo tipo de sociedad
superior, para todos los efectos llamada capitalismo,
cuya fórmula es: {D-M [MP,
FT]...P...M'-D’}, que viene a representar la inversión de X cantidad de dinero D en la compra de mercancías bajo la
forma de medios de producción (MP) y
fuerza de trabajo (FT). Seguidamente,
[...P...] representa el proceso de producción y,
finalmente, [M’-D’] el acto de la venta o conversión de
lo producido M’ en dinero D’ = [D+Δd], donde Δd representa un plus de valor contenido en forma de
dinero adicional que se suma al invertido para producirlo, convertido así en
capital.
02. Capital
industrial y capital financiero
Pero el sistema capitalista no solo
consiste en esto. También se vale del capitalismo
financiero o bancario, cuyo negocio consiste en ofrecer dinero a
préstamo por determinado lapso de tiempo,
bajo la condición de devolverlo a su vencimiento más una tasa de interés, de la cual medran los bancos y sus gestores
bajo condiciones normales. Pero si como es cierto que el crédito en dinero está
sujeto a la interacción de la oferta y la demanda, estamos en presencia de una
mercancía más: el dinero
prestable o a crédito. Y ya sabemos que toda mercancía es una unidad
contradictoria de valor de uso y valor de cambio. Por tanto, la compraventa de
mercancías implica que el ofertante reclama para sí su precio —o valor de
cambio— y el demandante su uso. Dada esta dinámica cabe preguntarse: ¿Cuál es
el precio del crédito en dinero prestable? La tasa de interés que lo
incrementa. ¿Qué se propone hacer el burgués demandante de dinero? Usarlo productivamente ¿En qué consiste
el uso productivo del dinero en la sociedad
capitalista? En el proceso que convierte esa masa de dinero prestado, en más dinero bajo la forma de
plusvalor. ¿Cómo? explotando trabajo
ajeno. ¿Y qué pretenden los banqueros que ofrecen dinero a crédito? Acumular
más dinero capitalizando la tasa de interés.
Esto significa que la tasa de interés
bancario funge como una detracción de la ganancia generada por el capital industrial. Por lo
tanto, el caldo de cultivo en el que se acumula capital-dinero por mediación de
los bancos, es el crédito dinerario donde opera la dialéctica entre dos
categorías económico-sociales encarnadas en el prestamista y el prestatario, donde
ambos interactúan ofreciendo y demandando dinero. De esto se desprende que, en
la dialéctica financiera del mercado de dinero, el ofertante o prestamista de
fondos líquidos y el demandante o prestatario, se enfrentan realmente como
personas jurídicamente iguales ante la Ley, cada cual propietario de un
patrimonio disponible para inversión, donde ambos desempeñan papeles económicos
diferentes en el proceso de reproducción de la vida social bajo el capitalismo:
el banquero presta dinero capitalizando la tasa de interés a término, mientras
que el capitalista industrial lo emplea de forma productiva explotando trabajo
ajeno, para convertirlo en más capital a instancias de la producción de
plusvalor en la esfera de la industria.
Así las cosas, para el capitalista
productivo —que opera a instancias del dinero prestado por los bancos—, la ganancia bruta que obtiene explotando
trabajo ajeno se descompone en dos partes: el interés que debe pagarle al
prestamista y el excedente por encima de ese importe que constituye su propia
participación en la ganancia global
a instancias de la Tasa de Ganancia Media, según la masa de capital con que
participa en el común negocio de explotar trabajo ajeno. Dicho con más
precisión, el producto específico real del capital es el plusvalor. Pero para
el capitalista industrial o productivo que opera con capital-dinero ajeno prestado, su ganancia no resulta solo
de restar el precio de costo industrial al precio de producción de sus
mercancías vendidas, sino que, además, debe deducir la tasa de interés o precio
de costo adicional por el uso del dinero ajeno tomado a préstamo, si hacemos
abstracción del pago de impuestos al Estado. Esta sería, pues su ganancia neta.
De aquí
se infiere que, aun cuando el interés
del dinero prestado por los bancos es una categoría económica históricamente
anterior a la aparición del capitalismo, la ganancia industrial capitalista es
el presupuesto lógico del interés para los fines de acumular capital bancario. Es
decir, para que el interés de los préstamos bancarios sume más dinero del que se
prestó, es imprescindible que
ese dinero prestado en manos del prestatario
capitalista productivo, se convierta en capital real incrementado a
instancias del trabajo explotado de sus asalariados. De lo contrario el interés
bancario no se concreta:
<<El capital (bancario) que devenga interés (a consecuencia de un crédito concedido a quién lo peticiona convertido en deudor), sólo se consolida como tal en la medida en que el dinero prestado realmente se transforma en capital (productivo) que genera un excedente (bajo la forma de plusvalor) del cual el interés constituye una parte (que el capitalista industrial deudor debe deducir de ese excedente y entregarlo al banquero)>>. (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XXIII Ed. Siglo XXI/1977 Pp. 487. El subrayado y lo entre paréntesis nuestros: GPM).
Ahora bien, bajo condiciones normales de expansión
económica, la más habitual forma de crédito concedido por los bancos a sus
clientes, consiste en adelantarles el importe de las deudas pendientes
contraídas a plazo fijo con ellos por terceras personas, antes de su vencimiento, mediante la llamada “letra de cambio”, un
documento en el que normalmente intervienen
tres personas jurídicas: 1) el llamado “girador” que lo redacta y firma, 2) el
“girado” que al firmarlo reconoce adeudar al girador un determinado importe, dejando
escrito su domicilio de pago y 3) el “beneficiario” de primera instancia, quien
tendrá la facultad de ejecutar su cobro al día del vencimiento de la letra, o bien
antes lanzarla a la circulación endosándola a favor de una cuarta persona. Supongamos
que un carpintero vende unas puertas a un constructor y ambos pactan que el
pago se haga efectivo a los 90 días desde la entrega de la mercancía. Para
formalizar el pacto, el carpintero
acude a un estanco, compra una letra de cambio y la rellena indicando allí que
el constructor debe pagarle esa cantidad a un plazo de 90 días.
Firma la letra y se la lleva al constructor para que la acepte con su firma
reconociendo la deuda. Y si el carpintero necesita el dinero inmediatamente
para la compra de madera, puede acudir a su banco para que le anticipe el
dinero antes del vencimiento —descontándole la tasa de interés y el servicio de
gestionar el cobro al deudor—, o bien endosar la letra y entregarla al vendedor
de madera, que así se convertirá en el beneficiario último de la promesa de
pago, salvo que vuelva a endosarla en favor de otra persona:
:<<Las letras de cambio son, indiscutiblemente, medios de circulación [currency] independientes del dinero (fiduciario) puesto que su propiedad puede transferirse de unos a otros por medio del endoso” (p. 92 [93]). “Puede suponerse por término medio que cada letra de cambio circulante lleva dos endosos y salda, por tanto, antes de su vencimiento, dos pagos. Por donde puede concluirse que, solamente mediante el endoso, las letras de cambio operaron en 1839 una transferencia de propiedad por valor de dos veces 528 millones, o sea, 1.056 millones de libras esterlinas, más de tres millones de libras diariamente. Es evidente, pues, que las letras de cambio y los depósitos bancarios, mediante la transferencia de propiedad de mano en mano y sin recurrir para nada al dinero, realizan funciones de dinero por un volumen diario de 18 millones de libras esterlinas, por lo menos” (p. 93.)>>. (K. Marx: Op. Cit. Pp. 513, citando a James Whatman Bosanquet en: “Metaliic, Paper, and Credit Currency”. Londres, 1842. Lo entre paréntesis nuestro).
¿Qué significa esto? Que la
suplantación del dinero por las letras de cambio —al permitir los bancos a sus
clientes disponer de lo que se les adeuda antes de su vencimiento—, aceleran los intercambios que preceden y
suceden a cada rotación completa de los capitales, acortando el tiempo muerto que
media entre una rotación y la siguiente —que hace a la ampliación de la escala
de la producción—, es decir, entre la compra de más medios de producción y
fuerza de trabajo contratado, y la venta del nuevo producto terminado:
<<Apenas existe ninguna forma bajo la que pueda
desenvolverse el crédito, en que no cumpla las veces de una función de pago: lo
mismo da que esta forma sea la de un billete de banco, una letra de cambio o un
cheque, el proceso es siempre esencialmente el mismo y el resultado
sustancialmente idéntico. John Fullarton: “On the Regulation of
Currencies”, 2° ed., Londres 1845, Pp. 38: “Los billetes de banco son el dinero menudo del
crédito”>> (Citado por K.
Marx en “El Capital”. Libro III Cap. Pp. 51).
Pero tal como ya hemos venido insistiendo en explicar
desde 1998 siguiendo a Marx, según se suceden las rotaciones del capital
industrial invertido y la competencia intercapitalista tiende al desarrollo de la fuerza productiva del
trabajo asalariado contenida en los medios técnicos de producción —cada vez más eficaces—, de todo este proceso resulta que el capital
global acumulado aumenta según se reinvierten las ganancias periódicamente,
para la obtención de más ganancias a expensas del trabajo asalariado. Y el caso
es que ese desarrollo exige, que la masa social asalariada empleada aumente en términos absolutos, aunque
naturalmente cada vez menos
respecto de dichos medios técnicos. Teniendo en cuenta, además, que cada
jornada de labor no puede exceder las 24 hs. diarias.
De todo este proceso resulta
inevitable, que las ganancias también aumentan pero cada vez menos, según se reduce relativamente la masa salarial explotada. Hasta llegar a un
punto en que las posibilidades de seguir transformando salario en ganancias dejan
de ser rentables, porque no justifican el cada vez mayor gasto imprescindible en medios técnicos para producirlas. Tal es el fundamento económico-matemático de las crisis económicas periódicas típicas del capitalismo.
03. Capital productivo y capital
especulativo
Pues bien, éste es el momento preciso
en que hace su aparición el llamado capital
ficticio, esa parte del capital industrial que por llegar a ser sobrante
o supernumerario, es decir, no rentable productivamente, se retira de la esfera
de la producción para incursionar en el mundo de la pura especulación financiera. Y es ficticio porque al
independizarse de la economía real productiva —donde bajo condiciones normales todos
ganan aunque unos más que otros según la masa de capital con que cada cual
participa en el común negocio de explotar trabajo ajeno—, el movimiento del
dinero en los mercados especulativos
determina que las ganancias de unos especuladores equivalga exactamente a lo
que otros pierden. Tal es la dinámica que, según se suceden las crisis y consecuentes
recesiones económicas periódicas de superproducción de capital —una tras otra
cada vez más largas y difíciles de superar, según crece la masa de capital supernumerario convertido en
capital ficticio—, el proceso conduce con la misma fatalidad a la
centralización del capital social global incrementado,
en cada vez menos manos a expensas de los perdedores arruinados en ese proceso
especulativo.
Así las cosas en este punto se impone
hacer una aclaración: En el ámbito de la producción el capitalismo se
caracteriza, por el hecho de que cada empresario produce sin saber cuánto, cómo,
ni con qué tipo de organización del trabajo, calidad o eficacia de medios técnicos
y materias primas producen sus competidores. Por tanto, ninguno de ellos puede
tener la certeza acerca de la calidad y el precio al cual los demás ofrecerán sus productos. Y todos ni siquiera saben
si podrán vender los suyos hasta que no los pongan en el mercado donde se
confrontan con otros de su misma especie. Es allí donde los productores “toman
conciencia” sobre la realidad de sus productos, esto es, de sus respectivos
precios que el mercado ha fijado para su venta. Esos precios, determinados por
la ley de la oferta y la demanda,
serán los llamados precios de producción que, por lo
general, diferirán unos de otros en más o en menos, respecto de sus
correspondientes valores individuales
o empresariales: el de su coste más el plusvalor producido por sus
respectivos asalariados que los han fabricado. Y habrá productos fabricados con
una determinada masa y composición
orgánica del capital (COC), cuyos valores individuales coincidan con
el precio de producción determinado por la Tasa de Ganancia Media, por eso
llamado promedio[1].
Aquellos
productos cuyo valor de su producción exceda ese precio promedio —porque su
capital es menor y su COC más baja—, para poder vender sus
productos deberán hacerlo al precio de producción promedio,
es decir, por debajo de su valor individual. Por
tanto, ceden plusvalor en beneficio de otros. Y los que hayan producido con una
masa y COC mayores respecto del capital promedio
fijado por la tasa Media de Ganancia, podrán vender su producto por encima de sus valores
individuales, apropiándose así de parte del plusvalor producido por capitales
de menor masa y COC. De esta forma el mercado opera una
transferencia de plusvalor producido, desde los sectores de menor masa y COC
invertido,
hacia los de mayor masa y COC. En esta órbita de los negocios
—consistente en explotar trabajo ajeno para los fines de la acumulación— pues,
todos los burgueses ganan, solo que unos más que otros según la distinta masa
del capital con que participan en la producción del plusvalor global. Este
mecanismo de la nivelación de la ganancia no fue inventado por nadie en
particular; es una Ley de la economía política como resultado espontáneo de la
concurrencia en el mercado de los distintos capitales, los cuales pasan de una
rama de la producción a otra buscando realizar o vender su producción a su
valor individual con la mayor ganancia posible:
<<Pero si las mercancías se venden a sus valores, se originan, tal como ya se ha expuesto, tasas de ganancia (empresariales) muy diversas (y distintas) en las diferentes esferas de la producción (y en sus respectivas empresas), según la diversa composición orgánica de las cantidades de capital invertidas en ellas. Pero el capital se retira de una esfera de baja tasa de ganancia y se lanza a otra que arroja mayores ganancias. En virtud de esta constante emigración e inmigración, en una palabra, mediante su distribución entre las diversas esferas, según que en una disminuya la tasa de ganancia y que en otra aumente (en virtud de la competencia de los productos ofrecidos a diversos valore en el mercado), el capital origina una relación entre oferta y demanda, de naturaleza tal que la ganancia media se torna la misma en las diversas esferas de la producción (se ponen todos los productores al mismo nivel) y, en consecuencia los valores se transforman en precios de producción. El capital logra esta nivelación en mayor o menor grado, cuanto más elevado sea el desarrollo capitalista en una sociedad nacional dada, vale decir, cuanto más adecuadas al modo capitalista de producción sean las condiciones del país en cuestión>> (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. X Lo entre paréntesis nuestro).
La formación de la Tasa Media de
Ganancia obedece a una Ley de la economía política, del mismo modo que la
nivelación de los líquidos en unos vasos comunicantes es una ley de la
hidrodinámica, según la cual los líquidos tienden al nivel superior del
recipiente donde se encuentren almacenados, de modo que si se comunican dos o
más envases, el líquido tenderá a su nivel máximo en ambos, quedando, por tanto
al mismo nivel, independientemente de la capacidad —mayor o menor— de tales
recipientes comunicados según su diámetro. Para una comprensión más profunda y
precisa del proceso de formación de la Tasa de Ganancia Media y la
determinación de los precios de producción, remitimos al apartado 03
de nuestro trabajo del año 2000: “La teoría del valor y el método en la ciencia
social”: http://www.nodo50.org/gpm/plusvalia/00.htm
Por eso Marx dice que en la esfera de
la producción y bajo condiciones normales, la burguesía se presenta como una
“cofradía práctica”, en castellano definida como “hermandad piadosa” o unión de
personas congregadas entre sí para participar de ciertos privilegios, repartiéndose
las ganancias en proporción al capital con que cada empresa participa en ese común negocio de
explotar trabajo ajeno, y que en Alemania por esta expresión se entiende a “una
junta o liga de ladrones y rufianes”:
<<Pero
cuando (estalla la
crisis) ya no se trata de repartir ganancias (según el promedio determinado por el mercado a instancias de la Tasa
General de Ganancia promedio), sino de dividir pérdidas, (circunstancia
en la que) cada cual trata de reducir en lo posible su participación en las
mismas y de endosárselas a los demás. La pérdida es inevitable para la clase (burguesa
en su conjunto). Pero la cantidad que de ella ha de corresponderle a cada
cual, en qué medida ha de participar en ella, se torna, entonces, en cuestión
de poder y de astucia, y la competencia se convierte, a partir de ahí en una
lucha entre hermanos enemigos. Se hace sentir, entonces, el antagonismo entre
el interés de cada capitalista individual y el de la clase de los capitalistas,
del mismo modo que antes se imponía prácticamente la identidad de esos
intereses (generales) a través de la competencia>>. [K. Marx:
“El Capital” Libro III Cap. XV- II) Lo entre paréntesis nuestro].
Tal es el espíritu de la pura especulación que vino a quedarse y predomina
en los mercados. Porque lo que se disputan hoy los explotadores en este mundo,
no es ya el plusvalor producido por cada una de sus
fracciones empresariales contenido en los productos que fabrican, sino el capital
global de todos ellos Y no es éste precisamente un juego de
azar como el de la ruleta, porque aquí también impera una ley: la del más fuerte. Y es que, en
el mercado del capital productivo en
condiciones normales todos los capitalistas ganan, aunque unos más que
otros en proporción al capital con el que participan. Pero en los mercados
especulativos, la ganancia de unos equivales a la pérdida de otros. En el
mercado de productos, los que participan con mayor masa de capital ganan más
que otros. Pero en el mercado especulativo, los que participan en ese juego con
capitales de mayor magnitud, por lo general acaban quitándole todo
a los que arriesgan apostando capitales menores.
Y bajo tales circunstancias críticas, es
el capital dinerario especulativo o
ficticio en distintas manos, completamente
independizado de la producción de riqueza, el que entra a jugar sus
bazas en distintos mercados y prolonga sus efectos, incluso durante todo el
tiempo en que el sistema desemboca en la tan consecuente como inevitable recesión prolongada por sobresaturación de capital, que
amenaza con desbaratar por completo al sistema. Del mismo modo y tal como ya
sucediera en los años treinta del
siglo pasado y es el caso que se ha vuelto a repetir en este momento. Lo
cual no supone que la generación de ganancias en el sector productivo de la
economía se paralice, sino que dejan de aumentar. En vez de crecer a expensas
del salario mediante la productividad
técnica —que llegó casi ya a su límite absoluto insuperable—, a partir
de ese momento sólo se pueden obtener atacando
las condiciones de vida y de trabajo
de los asalariados activos.
¿Cómo? Bajo la presión competencial del ejército de parados en busca de empleo:
<<Cuando manyés que a tu lado se prueban la ropa que vas a dejar…>>. (Enrique Santos Discepolo: “Yira…yira”. Tango).
Así es cómo los asalariados con empleo,
para conservarlo en épocas de crisis se ven forzados a trabajar durante más tiempo y con mayor
intensidad, a cambio de menos
salario. De lo cual se derivan todo tipo de noxas sociales, como
enfermedades y accidentes mortales de todo tipo, conflictos familiares, robos,
crímenes y suicidios, etc., etc. Semejante realidad día que pasa más y más insoportable,
es lo que explica hoy día el fenómeno de la escandalosa distribución desigual
de la riqueza en el Planeta. Todo ello a raíz del paro masivo crónico y el hundimiento
de los salarios percibidos por las mayorías sociales empleadas en los distintos
países, bajo condiciones de recesión crónica. Una miseria relativa convertida
en absoluta y creciente, que desploma los ingresos de sus respectivos Estados
nacionales en concepto de impuestos, mientras las grandes empresas que pagan salarios
de hambre, evaden al fisco impunemente poniendo su inmensa fortuna —que no deja
de crecer—, a salvo en paraísos fiscales.
Como lógica consecuencia, se dispara
la deuda pública que, en los países de mayor desarrollo relativo,
alcanza hoy extremos inauditos. Una escandalosa realidad que impide a los distintos
Estados nacionales financiar sus servicios públicos en materia de salud,
educación, dependencia y sistema de pensiones. Ante lo cual nuestros políticos
profesionales a cargo de los gobiernos, sólo atinan a descargar todo el peso de
la deuda sobre los más desfavorecidos, con sus consabidos programas de
austeridad presupuestaria que desbaratan los servicios sociales del llamado
“Estado del Bienestar”, tan cacareado desde los tiempos de la segunda post
guerra mundial y que, al día de hoy, es un antepasado sin perspectivas ciertas
de resucitar.
04. Capital
especulativo, desregulación financiera y democracia representativa
Así es como la competencia
intercapitalista en la industria, está dejando al sistema sin posibilidades de
generar ganancias crecientes, a instancias de la productividad del trabajo
contenida en los medios de producción. Y para compensar esas ganancias cesantes del gran capital
industrial, la misma tecnología extendida a escala global en las finanzas, ha conseguido con
las llamadas TIC (tecnologías de la comunicación y la información), que esos
mismos capitales puedan eludir impunemente sus obligaciones fiscales, lo cual impide
sostener a los distintos Estados nacionales llamados “del bienestar”. Es esta
una de las consecuencias derivadas del fenómeno de la globalización, consagrado
por la democracia representativa
liberal del capitalismo imperialista predominante
tras la Segunda Guerra Mundial.
Un
concepto sinónimo de opacidad financiera, que garantiza impunemente a los
grandes consorcios privados internacionales la irrestricta y libérrima
circulación de sus capitales anónimos por todo el Mundo, sin límites de
fronteras nacionales. Una total y absoluta falta de transparencia y control en
su movimiento, cuyos intrincados y complejos mecanismos impiden conocer el
origen y destino final de sus operaciones. Una opacidad íntimamente vinculada a
flujos de dinero ilícito, que
la ingeniería informática transforma en legítimo, como producto del contubernio
de intereses entre los representantes políticos
corruptos —eventualmente a cargo del poder Estatal en distintos países—,
y los corruptores propietarios
privados actuantes en la sociedad civil. Una relación sistémica perversa —que tuvo su
origen en la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio—, de
la cual en la más moderna sociedad capitalista se deriva el lavado de flujos dinerarios
ilícitos convertidos en legales, incorporados a los cauces normales de la producción,
el comercio y las finanzas, para el enriquecimiento mutuo.
Puestos ante semejante situación, los
políticos de medio pelo que tanto se llenan la boca con eso de prometer “políticas de cambio y de progreso”,
a ver cómo explican que se pueda conseguir de otro modo que no sea dejando
fuera de la ley la propiedad privada sobre los medios de producción y de
cambio. Porque lo cierto es que los paganos de este movimiento especulativo, esotérico
e impenetrable del “capitalismo
digital”, seguimos siendo los
asalariados. Víctimas propicias del contubernio entre los grandes empresarios y
sus gobiernos corruptos de turno,
dirigidos por popes al estilo de Obama, Putin, Merkel, Draghi o Lagarde. Así es
cómo se nos confisca la condición de seres humanos, pasando a ser una mercancía
más de su propiedad con fines discrecionales especulativos, como es el caso de
la muy atractiva venta de inmuebles a cómodos y accesibles plazos, engañando a los
ingenuos compradores en la cresta de la burbuja
especulativa, para que cuando al poco tiempo estalla se les niegue todo,
desde el derecho al trabajo para luego poder desahuciarles por impago de la
hipoteca, hasta la atención médica gratuita o las ayudas públicas a sus
familiares dependientes, que los Estados nacionales en práctica bancarrota no
están en condiciones de prestar, endeudados hasta las cejas.
Y en cuanto a quienes emigran de sus
países de origen huyendo de las guerras tras la destrucción bélica de sus
hogares —que esos mismos dirigentes políticos en contubernio con los grandes
capitales propician secretamente—, se les niega hasta el derecho humano a
escoger dónde deciden refugiarse, dejando en papel mojado el artículo 13
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos suscrito por ese otro timo institucional llamado “Naciones
Unidas” en 1948.
Así es cómo estos sujetos, lo más
parecido a seres humanos, supuestamente “representantes del pueblo”, de tal
modo transformados en inescrupulosas bestias pardas por el sistema corrupto capitalista, han llegado incluso al extremo
de convertir sin rubor alguno el consagrado
derecho a la libertad humana de movimiento por decisión personal, en un
negocio propio de truhanes. Como
es el caso de ese otro delincuente y criminal político de guerra llamado Recep Tayipp
Erdogán. Un genuino producto de la democracia representativa, que estos
últimos años estuvo comprando “bajo cuerda” petróleo irakí a los sátrapas dirigentes
terroristas del Estado Islámico, quienes a cambio de ese dinero se hicieron con
armas para provocar la destrucción, la muerte y el éxodo masivo de familias sirias, que entre ellas más de 8
millones son niños.
Y ahora resulta que este despreciable sujeto,
es el mismo que acaba de suscribir un acuerdo con sus colegas políticos, los
máximos dirigentes de la Unión Económica Europea —tan política y humanamente degenerados como él— para que a
cambio de 6.000 millones de Euros se haga cargo de hacinar en territorio turco bajo
su mandato presidencial, a las sobrevivientes víctimas propicias de sus propios
crímenes.
Ante toda esta inmundicia material y
moral que hoy exuda el sistema capitalista en
fase terminal por todos sus poros, es normal que la minoría de empresarios,
políticos profesionales y demás caterva social que se beneficia sintiéndose muy
a gusto chapoteando en ella, a esa porquería le sigan llamando “Estado democrático del bienestar”.
Pero lo injustificable es que una buena parte de las mayorías sociales
subalternas, sobre las cuales recaen las más dolorosas consecuencias del
tinglado, a estas alturas del proceso todavía se lo crean y le sigan bailando el
agua.
Lo que se ignora por carencia personal
de vocación y firme constancia
en la búsqueda de la verdad, se acaba sabiendo a la fuerza por el reiterado sufrimiento
de la mentira predominante.
[1] Marx ha llamado Composición Orgánica del Capital, a la relación de valor económico entre los medios técnicos, materias primas y auxiliares empleados en la producción, respecto del costo en salarios. Una relación de valor necesariamente creciente como condición ineludible, para que progrese la fuerza productiva del trabajo social empleado.