04. Capital
especulativo, desregulación financiera y democracia representativa
Así es como la competencia intercapitalista
en la industria, está dejando al sistema sin posibilidades de generar ganancias
crecientes, a instancias de la productividad del trabajo contenida en los
medios de producción. Y para compensar esas ganancias cesantes del gran capital industrial,
la misma tecnología extendida a escala global en las finanzas, ha conseguido con
las llamadas TIC (tecnologías de la comunicación y la información), que esos
mismos capitales puedan eludir impunemente sus obligaciones fiscales, lo cual
impide sostener a los distintos Estados nacionales llamados “del bienestar”.
Es esta una de las consecuencias derivadas del fenómeno de la globalización, consagrado
por la democracia representativa
liberal del capitalismo imperialista predominante
tras la Segunda Guerra Mundial.
Un
concepto sinónimo de opacidad financiera, que garantiza impunemente a los
grandes consorcios privados internacionales la irrestricta y libérrima
circulación de sus capitales anónimos por todo el Mundo, sin límites de
fronteras nacionales. Una total y absoluta falta de transparencia y control en
su movimiento, cuyos intrincados y complejos mecanismos impiden conocer el
origen y destino final de sus operaciones. Una opacidad íntimamente vinculada a
flujos de dinero ilícito, que
la ingeniería informática transforma en legítimo, como producto del contubernio
de intereses entre los representantes políticos
corruptos —eventualmente a cargo del poder Estatal en distintos países—,
y los corruptores propietarios
privados actuantes en la sociedad civil. Una relación sistémica perversa —que tuvo su
origen en la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio—, de
la cual en la más moderna sociedad capitalista se deriva el lavado de flujos dinerarios
ilícitos convertidos en legales, incorporados a los cauces normales de la producción,
el comercio y las finanzas, para el enriquecimiento mutuo.
Puestos ante semejante situación, los
políticos de medio pelo que tanto se llenan la boca con eso de prometer “políticas de cambio y de progreso”,
a ver cómo explican que se pueda conseguir de otro modo que no sea dejando
fuera de la ley la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio.
Porque lo cierto es que los paganos de este movimiento especulativo, esotérico
e impenetrable del “capitalismo
digital”, seguimos siendo los asalariados. Víctimas propicias del
contubernio entre los grandes empresarios y sus gobiernos corruptos de turno, dirigidos por popes al estilo
de Obama, Putin, Merkel, Draghi o Lagarde. Así es cómo se nos confisca la
condición de seres humanos, pasando a ser una mercancía más de su propiedad
con fines discrecionales especulativos, como es el caso de la muy atractiva
venta de inmuebles a cómodos y accesibles plazos, engañando a los ingenuos
compradores en la cresta de la burbuja
especulativa, para que cuando al poco tiempo estalla se les niegue
todo, desde el derecho al trabajo para luego poder desahuciarles por impago
de la hipoteca, hasta la atención médica gratuita o las ayudas públicas a
sus familiares dependientes, que los Estados nacionales en práctica bancarrota
no están en condiciones de prestar, endeudados hasta las cejas.
Y en cuanto a quienes emigran de sus
países de origen huyendo de las guerras tras la destrucción bélica de sus
hogares —que esos mismos dirigentes políticos en contubernio con los grandes
capitales propician secretamente—, se les niega hasta el derecho humano a
escoger dónde deciden refugiarse, dejando en papel mojado el artículo 13
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos suscrito por ese otro timo institucional llamado “Naciones
Unidas” en 1948.
Así es cómo estos sujetos, lo más
parecido a seres humanos, supuestamente “representantes del pueblo”, de tal
modo transformados en inescrupulosas bestias pardas por el sistema corrupto capitalista, han llegado incluso al extremo
de convertir sin rubor alguno el consagrado
derecho a la libertad humana de movimiento por decisión personal, en un
negocio propio de truhanes. Como
es el caso de ese otro delincuente y criminal político de guerra llamado Recep Tayipp
Erdogán. Un genuino producto de la democracia representativa, que estos
últimos años estuvo comprando “bajo cuerda” petróleo irakí a los sátrapas dirigentes
terroristas del Estado Islámico, quienes a cambio de ese dinero se hicieron con
armas para provocar la destrucción, la muerte y el éxodo masivo de familias sirias, que entre ellas más de 8
millones son niños.
Y ahora resulta que este despreciable sujeto,
es el mismo que acaba de suscribir un acuerdo con sus colegas políticos, los
máximos dirigentes de la Unión Económica Europea —tan política y humanamente degenerados como él— para que a
cambio de 6.000 millones de Euros se haga cargo de hacinar en territorio turco bajo
su mandato presidencial, a las sobrevivientes víctimas propicias de sus propios
crímenes.
Ante toda esta inmundicia material y
moral que hoy exuda el sistema capitalista en
fase terminal por todos sus poros, es normal que la minoría de empresarios,
políticos profesionales y demás caterva social que se beneficia sintiéndose muy
a gusto chapoteando en ella, a esa porquería le sigan llamando “Estado democrático del bienestar”.
Pero lo injustificable es que una buena parte de las mayorías sociales
subalternas, sobre las cuales recaen las más dolorosas consecuencias del
tinglado, a estas alturas del proceso todavía se lo crean y le sigan bailando el
agua.
Lo que se ignora por carencia personal de vocación y firme constancia en la búsqueda de la verdad, se acaba sabiendo a la fuerza por el reiterado sufrimiento de la mentira predominante.
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