02. La
productividad capitalista y sus consecuencias
Los intelectuales amancebados al sistema
capitalista, sin excepción, hablan hasta por los codos de
“productividad”. Pero “explican” ese fenómeno limitándose a decir que es el
resultado del progreso científico-técnico aplicado a la producción de riqueza,
virtud que atribuyen a la competencia intercapitalista. Como si desde sus
orígenes, la humanidad hubiera venido involucionando en medio del más absoluto retraso
de sus fuerzas sociales productivas, hasta que apareció el capitalismo como el
non plus ultra de los sistemas sociales de vida.
Pero estos
señores callan escrupulosamente, no solo acerca del modo en que opera la productividad en este sistema de vida, sino que con el
mismo celo profesional, también omiten referirse a sus implicancias y consecuencias económicas y sociales. Porque
hablar de eso sería tanto como mentar la soga en casa del ahorcado. ¿Qué
implica, pues, el “modus operandi”
de la productividad bajo el capitalismo? Que un cada vez menor número de
asalariados, pongan en movimiento un
mayor número de máquinas-herramientas más y más eficaces simultáneamente. Y en lo que respecta a sus
consecuencias económico-sociales,
se manifiestan en que la tendencia
histórica objetiva del capital y de los capitalistas, no puede ser otra
que la de convertir todo el trabajo
remunerado existente posible, en ganancia para los fines de la acumulación de capital. Este es
el valor moral supremo que los
burgueses han venido anteponiendo a cualquier otro en todo momento y en
cualquier parte desde el siglo XVIII.
Supongamos
un proceso de producción donde el tiempo
de cada jornada de labor colectiva sea de magnitud constante = 1500
horas de trabajo y que la productividad vigente exija que la burguesía pague el
equivalente al 40% de lo producido en concepto de salarios = 600 horas. Bajo
tales condiciones de productividad, la
relación entre el tiempo de la jornada de labor diaria que los obreros
emplean en producir el valor de su
salario y el tiempo de la jornada
de labor entera, será de 600/1500
= 0,4. Es decir, el 40% de 1500 que es = 600. Supongamos ahora que, sobre esta
base salarial, la productividad del trabajo aumenta un 20% más, convirtiendo en
plusvalor 120 horas más de las 600 que antes correspondían a salarios, o sea el
20% (20% de 600 = 120). Por tanto, el
salario de esos obreros se verá reducido de 600 a 480, de modo que la relación
entre el tiempo de trabajo durante el cual los obreros producen el equivalente
a su salario, respecto de la jornada laboral entera, se queda en 480/1500 =
32%. (0,32). Porque 120 horas de trabajo en forma de salarios, han sido metabolizadas en plusvalor. Todo
este movimiento, para obtener un aumento del plusvalor a expensas del salario
del 8% sobre 1500 = 120.
De aquí se infiere que, para convertir 8 puntos porcentuales más de trabajo necesario (salario) en excedente o plusvalor (en el ejemplo 8% de 1500 = 120), los capitalistas han debido aumentar la productividad —es decir, la composición orgánica del capital—, en 20 puntos porcentuales; exactamente el 250% más: lo que 20 es respecto de 8 = 2,5 veces. O sea, que, en términos económicos, la productividad del trabajo se traduce en un progresivo aumento más que proporcional del coste respecto de su rendimiento. Un lucro relativo cesante para los patronos capitalistas.