La guerra sucia de guante blanco en el proceso de fusión entre el capital bancario y el Estado.

La influencia política del Estado español en esa época sobre el sistema monetario, sólo se explica por la relativa debilidad del capital financiero, por el retraso histórico de la fusión entre el capital bancario y el capital industrial. Este proceso de transición del viejo capitalismo al nuevo, a su fase superior o capitalismo tardío —observa Lenin— se produce por la paulatina superioridad del capital bancario sobre el capital industrial, cuando los bancos van dejando de ser meros intermediarios financieros o crediticios al servicio del capital industrial. Al final, en virtud del propio progreso de la burguesía industrial que confía su capital dinero a los bancos y estos permiten ampliar la acumulación en la industria a instancias del crédito, el capital industrial pasa a ser un apéndice dependiente del capital bancario, en la medida en que la industria necesita cada vez más del crédito bancario, y los bancos pueden conocer en todo momento las condiciones económicas en que operan sus respectivos clientes:

<<Si un banco descuenta las letras de un empresario, le abre una cuenta corriente, etc., esas operaciones, consideradas aisladamente, no disminuyen en lo más mínimo la independencia de dicho empresario y el banco no pasa de ser un modesto intermediario. Pero si estas operaciones son cada vez más frecuentes e importantes (por el progreso en la acumulación del capital industrial y), si el banco "reúne" en sus manos inmensos capitales, si las cuentas corrientes de una empresa permiten al banco —y es así como sucede— enterarse, de un modo cada vez más detallado y completo, de la situación económica de su cliente, el resultado es una dependencia cada día más completa del capitalista industrial con respecto al banco.>> V.I. Lenin: “El imperialismo fase superior del capitalismo” Cap. II Los bancos y su nuevo papel)

Desde el punto de vista  funcional, el crédito bancario permite a la burguesía industrial ir con la acumulación de capital —en base a la explotación del trabajo ajeno— más allá de los límites de sus propios recursos y por tanto del capital global, mientras que el capital bancario aumenta de volumen mediante la tasa de interés que retribuye sus fondos prestables. De esta forma el capital bancario se convierte en capital industrial y el capital industrial en bancario, dando pábulo a la nueva figura del capital financiero típica del capitalismo tardío:

<<Una parte cada día mayor del capital industrial —escribe Hilferding— no pertenece a los industriales que lo utilizan. Pueden disponer del capital únicamente por mediación del banco, que representa, con respecto a ellos, al propietario de dicho capital. Por otra parte, el banco también se ve obligado a colocar en la industria una parte cada vez más grande de su capital. Gracias a esto, se convierte, en proporciones crecientes, en capitalista industrial. Este capital bancario, por consiguiente, capital en forma de dinero, que por este procedimiento se trueca de hecho en capital industrial, es lo que llamo capital financiero". (…) El capital financiero es el capital que se halla a disposición de los bancos y que es utilizado por los industriales.>> (Hilferding, "El capital Financiero", citado por Lenin en Op.cit. Cap. III El capital financiero y la oligarquía financiera.    

Pero a la par que estas dos formas originariamente separadas e independientes del capital global se entrelazan, por efecto de la competencia intercapitalista se opera un proceso de lucha por la propiedad de cada parcela del capital global, dando pábulo a la centralización de los capitales, detalle fundamental desapercibido por Hilferdin y señalado por Lenin. Este fenómeno es lo que Lenin ha calificado con total certidumbre y verdad, con el nombre de “oligarquía financiera”.  

Pero todas estas metamorfosis en la superficie del sistema económico, esto es, en la organización del “nuevo capitalismo” o capitalismo tardío, no se opera de forma lineal y tranquila sino traumática y cuasi bélica, cuando no directamente cruenta, muy a menudo al margen de la propia ley burguesa, esto es, del llamado Estado de derecho, comprometiendo en esa lucha a personajes no menos tétricos que ocupan la superestructura política; nos referimos a los dirigentes de los partidos políticos institucionalizados, como según hemos adelantado más arriba, sea actuando por interpósitas personas como agentes del capital en la sociedad civil, ya sea directamente a instancias del ente político regulador del mercado, como es el caso del Banco de España en mercado financiero.

Y estas personas interpuestas, son gentes de cuya existencia el grueso de la población explotada sólo se entera, cuando algunos de ellos “democratizan” parte del dinero que engrosa sus abultados patrimonios personales, gastándoselo en relaciones con el mundillo del que se ocupa la “prensa del corazón”, o cuando fotos comprometedoras de esos mismos u otros personajes de la misma calaña, aparecen ocupando la primera plana de los periódicos y las pantallas de TV ante las puertas de una cárcel. En tales circunstancias, son los medios de difusión, la prensa gráfica y escrita la que se encarga de convertirles en leprosos sociales, haciendo saber a la opinión pública que uno u otro de estos individuos están implicados en “presuntos” delitos, cuando en realidad han llegado a ese extremo, no porque hayan delinquido, sino porque, a estas alturas, la ley jurídica sólo recae sobre los perdedores en una lucha donde quien cumple con la legalidad vigente no existe, porque ahí sólo rige la ley de la selva, la ley del más fuerte, del delincuente que, por la fuerza de su poder económico concentrado, logra poner a la ley de su parte.

Tanto en lo que atañe al mundo económico-financiero como al político, el proponerse explicar sus vicisitudes reemplazando el contenido de los acuerdos entre contrincantes y las consecuentes luchas entre ellos, por una determinada forma (moral, legal o democrática) de esas luchas, supone descender al papel de sofista. Esto es lo que hace el periodismo venal de masas y buena parte del periodismo “libre”: hacer creer que los conflictos se resuelven aplicando la ley supuestamente igual para todos. Los primeros cumplen con su papel por sometimiento a sus superiores jerárquicos cómplices con el poder fáctico dominante que les paga la nómina, y los segundos por supeditación a prejuicios burgueses gratuitamente asumidos. Por eso es que una mayoría casi absoluta de los explotados, jamás nos enteramos del contenido de las luchas interburguesas, sea las que tienen por objeto la propiedad del capital en el seno de la sociedad civil, como las que se libran por el poder político real saltando al interior del aparato de Estado. Esta “omertá” o ley mafiosa del silencio para estos asuntos históricamente trascendentales, es norma en los “mass media” de todo el Planeta. [12]

¿Por qué? Sencillamente porque el revelar explicando al gran público el contenido de esas luchas, significaría, nada más ni nada menos, que dar al traste con todos los mitos burgueses, desde la creencia en el imperio de “la ley igual para todos”, hasta la filosofía de los DD.HH., pasando por la superchería de la “democracia”. Por eso es que gran parte de los explotados no quieren saber nada con la política, que confiesan “no entender”. [13]

Porque es en el medio de comunicación de masas por excelencia, la televisión, donde la “omertá” se cumple en toda la línea informativa, hasta el extremo de que todo aquello de lo cual estos medios televisivos no trasmiten, para las masas no han ocurrido y así pasan desapercibidos. La clave de la hegemonía que la burguesía sigue ejerciendo sobre sus explotados, sólo reside en esto: en que sustituye el contenido de los conflictos sociales, por las formas morales y jurídicas políticamente correctas que la burguesía tiene consagradas y exige su cumplimiento. Los perdedores en el vale todo de esa lucha por el poder que aparecen de vez en cuando ante la opinión por violar la ley,  son los que sirven para reforzar en la conciencia colectiva, la idea de que las formas morales, jurídicas y políticas vigentes son el patrón del comportamiento general, no la ley del más fuerte como sucede entre los burgueses. Así es como la burguesía en su conjunto consigue mantener colonizada la conciencia colectiva de las clases subalternas.  

Para eso montan el tinglado periodístico cuando meten en la cárcel a los perdedores de esa sucia y soterrada lucha por el poder. ¿Para qué? Para reforzar políticamente esas formas morales y jurídicas consagradas  —sobre todo las jurídicas, cuyo fundamento es la moral vigente— que mantienen la conciencia de los explotados alejada del contenido real de la lucha de clases, cautiva de ese embeleco que es la justicia burguesa, puestos en cada momento ante la apariencia de que la ley vale por igual para todos incluso para poderosos acaudalados, como puede verse sólo de vez en cuando y de ahí el jaleo periodístico ante semejante rareza.

Las sentencias dictadas en estos casos nunca son justas, porque tienen muy poco que ver con la justicia, pero sin duda ninguna son “ejemplares”, no precisamente para escarmiento y límite a la avidez de los ricachones aforados, que lo siguen sobrepasando como la evidencia empírica en todo el Mundo no hace más que confirmarlo. La ejemplaridad del “castigo” en estos casos, sólo surte efecto en las clases subalternas, donde el veredicto judicial —que se magnifica y difunde— cuando se dicta pena de cárcel contra un poderoso personaje de la vida social o política, brinda la apariencia de que el slogan de la “Justicia igual para todos” se cumple; con tal fuerza fiduciaria como el dinero papel, que sólo vale lo que dice valer mientras circula. Tal es el principio de la publicidad burguesa. Una fe que, introyectada de tal forma en la conciencia colectiva, descompone de un solo golpe la evidencia empírica diaria por la que la llamada opinión pública percibe que las cosas no son como el poder las cuenta por televisión, desactivando así gran parte de la energía revolucionaria contenida en el espíritu de los explotados, día que pasa violentados por actos de criminal prepotencia patronal contemplados por leyes que no se cumplen y no pasa nada. Estos ilícitos sólo saltan al conocimiento de la opinión pública por su espectacularidad el día en que ocurren. Pero desde el otro día, ante el apagón periodístico ya no se sabe lo que pasa y ahí empieza el baile de la impunidad entre el dinero de la patronal, los sindicatos y la judicatura, para que muchas veces todo se quede en agua de borrajas.

Este acto cotidiano de ocultar o tergiversar sistemáticamente la verdad histórica por parte del periodismo, aunque por sí mismo no mate a nadie es uno de los mayores crímenes políticos que el cuarto poder burgués comete día que pasa contra cientos de millones de asalariados en el mundo. A esto debe la burguesía el hecho de que todavía hoy conserva el poder. Nada más que a esto.

Somos conscientes de que, ante discursos como éste, sólo pueden estar hoy atentos porque ven reforzado su espíritu clasista, una ínfima minoría de entre ese 60% de empleados con contrato indefinido, que junto con su fuerza de trabajo se niegan a vender su alma sobreponiéndose al chantaje patronal que supone trabajar en condiciones de paro masivo, al igual que ocurre con una minoría todavía más minoritaria, capaz de superar el miedo al despido que aterroriza al 40% restante trabajando en precario. Si tenemos en cuenta que en la sociedad capitalista actual, los asalariados constituyen la mayoría absoluta de la población, y que en todos los países del mundo, sin excepción la violencia patronal y la corrupción política están a la orden del día, ¿puede caber alguna duda de que el sistema de gobierno que la burguesía internacional vende a sus clases subalternas como el non plus ultra de la democracia, tiene por fundamento al terror patronal, el silencio cómplice del periodismo venal —cuando no la mentira más deliberada— y la podredumbre moral de las relaciones entre la gran burguesía y la llamada clase política? Y conste que no estamos hablando aquí de otra moral que no sea la que los propios burgueses han venido consagrando desde la Revolución Francesa.        

Bien,  habíamos quedado en que la fusión del Estado con el capital financiero nacional e internacional, opera en el capitalismo tardío a través de vínculos secretos u ocultos entre distintos agentes económico-sociales con significativos intereses particulares actuantes en la sociedad civil —incluyendo la fracción burguesa propietaria de los mass-media— y altos funcionarios políticos partidarios en función de gobierno eventualmente a cargo del aparato estatal, como representantes de los intereses políticos generales de la burguesía.

Dado el carácter monárquico-parlamentario del Estado español y la consecuente función bonapartista de la casa real —constitucionalmente prevista y reforzada tras el 23F precisamente por los mass-media— en estos vínculos entre los distintos intereses particulares interactuantes en la sociedad civil y los intereses particulares político-partidarios actuantes al interior del Estado, es necesario incluir el vínculo de los intereses particulares de la Casa real o familia del Monarca.  

En el momento político que nosotros estamos analizando aquí, el gobierno PSOE se encontraba en la faena de vincular sus intereses particulares de partido o familia política al interior del aparato estatal, con los tres bancos más importantes del país: el Banesto, el Central y el Hispano, para fines inconfesados e inconfesables de control o dominio político. No es que con esta iniciativa política o subjetiva los burócratas “socialistas” se propusieran la fusión del Estado con los oligopolios prevista por la lógica objetiva del capitalismo en su etapa tardía (lo hacían y siguen haciéndolo por motivos familiares, de familia política o de partido, para perpetuarse como individuos en el gobierno, proporcionándose una base económico-financiera sólida). Pero aun sin proponérselo deliberadamente, contribuyeron a ello. El secreto para comprender esta adecuación de la familia a la especie, o de lo particular a lo universal a través de lo individual en todo organismo natural —y la sociedad burguesa en su conjunto lo es dada su especificidad histórica—, ese secreto se encuentra en el vínculo entre determinadas causas eficientes y su correspondiente causa formal históricamente determinante, descubierto por Aristóteles. Ver: http://www.nodo50.org/gpm/11s/07.htm

   Siguiendo este principio ético de la conveniencia personal y de partido —por este orden— como propensión dominante de todo acto político en la sociedad burguesa, uno de los que más hizo por disputarse la amistad de Don Juan Carlos entre sus allegados —después del inefable Ruiz Mateos—,  fue naturalmente Mario Conde.  Pero lo que le animó a subir ese peldaño en la escala social y marcó el signo político de su destino, fue un hecho ocurrido en pleno auge de los negocios fáciles durante la llamada “cultura del pelotazo” —allá por el año 1987 bajo el segundo gobierno del PSOE— cuando este personaje fue aupado a la presidencia del por entonces Banco Nacional de Crédito (Banesto), cuyos accionistas le eligieron como el más apto para lidiar con sus competidores del Bilbao y del Vizcaya, que por entonces intentaban absorberlo.

Si hay algo que el rey Juan Carlos tiene en común con Mario Conde, es que ambos comparten la misma desventajosa posición económica relativa de origen y la ambición personal desmedida  propia de los pocos individuos que, desde allí abajo consiguen trepar a la opulencia y la notoriedad pública como paradigma del ya famoso “himself made man”:

<<Oficialmente, Juan Carlos llegó a España literalmente con lo que llevaba puesto. Para viajar a Atenas a visitar a su novia tenía que pedir dinero a su padre, que a su vez vivía de lo que le daban sus amigos nobles leales a la monarquía. Esos mismos nobles tuvieron que sufragar el viaje de novios. Se cuenta, como si hubiese sido una gran tragedia, que cuando hicieron escala en Tailandia, la entonces princesa Sofía se enamoró de un zafiro que vio en un escaparate de Bangkok, y que Juan Carlos estaba avergonzado porque no se lo podía regalar. Por este y otros detalles, nadie se rasgó las vestiduras cuando se descubrieron los primeros movimientos del príncipe para empezar a consolidar un pequeño patrimonio propio. Su ambición, como la de cualquier españolito medio, era ser económicamente independiente.>> (Patricia Sverlo: Op. Cit. Cap. 14).

<<Siempre se ha dicho que la Casa Real es pobre... Juan Carlos llegó al trono de España literalmente con lo puesto... pero aquel monarca pobre que en 1975 se hizo cargo de la Corona de España jurando la Constitución, es hoy un hombre rico.

Una de las primeras formas conocidas fue el petróleo, las comisiones del crudo que importaba España para cubrir sus necesidades de energía. Todo parecía normal... Nada más ocupar Juan Carlos I el trono a la muerte del dictador, Manuel Prado se dedicó a remitir varias misivas reales a otros tantos monarcas reinantes, especialmente del mundo árabe, para pedirles dinero en nombre del rey de España.

Los pagos se justificaron en Kuwait por la necesidad de que, durante la llamada “Tormenta del Desierto”, la aviación estadounidense pudiera disponer a su antojo de las bases aéreas españolas de Rota y Torrejón, para lo que era preciso “untar” a los políticos.

Según el autor del libro, el ex presidente Felipe González sabe mucho sobre las finanzas del rey y “los escandalosos negocios” de Manuel Prado y Colón de Carvajal.>> (Jesús Cacho: “El Negocio de la Libertad”)

En cuanto a Conde, en la década de los noventa muchas madres soñaban con que sus hijos fueran como aquél ambicioso joven oriundo de Tuy, formado en los claustros de la Universidad de Deusto, quien haciéndose a sí mismo desde el medio pelo de su condición como abogado del Estado, había llegado a codearse con la flor y nata del capital financiero español tras ocupar la presidencia del Banesto. El individualismo arribista e inescrupuloso de Conde, fue todo un paradigma sociológico para los hijos de esas madres —buena parte de ellos jóvenes universitarios en esa época— ganados por el mismo espíritu de raíz pragmática que todavía perdura. Eso, o el voluntariado en las ONG’s, para que los más idealistas o socialmente más sensibles al “dolor ajeno” que no tienen necesidad de trabajar para ganarse la vida,  tengan donde ir a rascarse su particular urticaria política “solidaria” que las trapacerías del sistema provoca en la conciencia política sensiblera, superficial, epidérmica, pequeñoburguesa de la sociedad.

También este sujeto buscó la “amistad” del Monarca. Quien se esconde tras el seudónimo de “Patricia Sverlo”, dice de él que:

<<Sus ansias de aproximarse al monarca formaban parte de una estrategia general para convertirse en el hombre más poderoso de España. Y durante el breve período que estuvo en las alturas casi lo consiguió.>> (Op. cit.  

Conde comenzó su carrera junto al mayor terrateniente de España, su “amigo”, el empresario Juan Abelló, gran cazador y mecenas de arte. De Abelló no puede decirse que sea un hombre hecho a sí mismo, porque no empezó atendiendo al público en un banco, sino como hijo del farmacéutico y empresario de su mismo nombre, del que heredó los Laboratorios Abelló y el amor por los negocios, las tierras y las obras de arte, es decir, cualidades que se miden o cuantifican en términos de mucho dinero. Todo empezó para Conde en marzo de 1976, cuando este hombre le fichó como director general adjunto de su empresa, los Laboratorios Abelló, con un sueldo de 4,5 millones de pesetas al año. Conde tenía sólo 28 años y Abelló 34. Apenas siete años después el empleado se había convertido en socio y ambos se embarcaban en su primera operación: la venta de los laboratorios familiares por 4.300 millones de pesetas. Conde percibió el 7% en concepto de comisión, unos 300 millones de pesetas.

             En ese momento, la formación social capitalista española heredera del franquismo, iniciaba el necesario proceso de formación del capital financiero, entendido como fusión entre el capital industrial y el capital bancario. El proceso de centralización de los capitales industriales en España, no se llevó a cabo partiendo de un capital nacional autónomo. Parte de él había venido operando en clara dependencia del capital extranjero; la otra parte, fungiendo como capital público o capitalista de Estado al estilo del nacional socialismo en Italia y Alemania e Italia en los años veinte y treinta respectivamente.

Tampoco había grandes conglomerados industriales privados, lo cual determinó que, en la necesaria fusión posterior con el capital bancario, este último primara sobre el capital industrial. A la salida del franquismo, se dieron, pues, todas las condiciones para que se desatara una lucha feroz por el control privado del sistema financiero español. Esta lucha estuvo necesariamente precedida, pues, por la centralización de los capitales del sistema bancario, que comenzó en la década de los sesenta operando en base al desarrollo desigual de la acumulación del capital en ese sector, donde entidades de mayor volumen de capital en funciones compraban entidades más pequeñas o bancos en dificultades.

Pero lo que se entiende por fusiones, corresponde a una etapa superior del proceso de formación del capital financiero en España; es la etapa de la “soldadura” de dos bancos grandes y eso recién comenzó en 1987, cuando José Ángel Sánchez Asiaín y Pedro de Toledo decidieron unir los patrimonios del Banco de Bilbao con el Banco de Vizcaya. Pero un año antes, Sánchez Asiaín había diseñado un plan para iniciar el crecimiento del Bilbao mediante la fusión con otro banco de importancia, el Banco Español de Crédito (Banesto), que había perdido el primer puesto del ranking bancario español en favor del Banco Central, aunque seguía siendo un gigante nacional.

Este proceso de fusiones bancarias se aceleró según el ritmo que el PSOE imprimió a la política de privatización de la Industrias del Estado en los años 80, haciendo posible que, ­con inversiones relativamente bajas­, algunos de los incipientes grupos financieros del país, pudieran convertirse en accionistas importantes, o muy importantes, de sociedades como Telefónica, Endesa, Repsol, Argentaria Tabacalera, etc..

En un primer momento de esta confrontación, salieron beneficiados los que se quedaron inicialmente en un segundo plano: el Banco de Bilbao y el Banco Santander, que presentaban un núcleo de propietarios claramente jerarquizado en torno a una familia (Ybarra y Botín) y con una dirección centralizada en muy pocas manos ostentando la propiedad de un paquete de acciones suficiente para garantizarse el control de la entidad rival. Además, son bancos acostumbrados a crecer sin haber sido los más favorecidos por las grandes concesiones de las obras públicas del franquismo.

El proceso de las fusiones de empresas en la España “democrática”, ha adoptado cuatro formas distintas: dos de carácter económico, una exclusivamente política y la última una mezcla de las anteriores. [14] La primera y más común forma de concreción económica pura, fue mediante la negociación amistosa entre sus accionistas mayoritarios; la otra por el recurso al mercado de una de las partes, lanzando una oferta de acciones a cambio de las de la otra a precios por encima de los vigentes; es lo que se conoce por “Oferta Publica de Acciones” (OPA) inamistosa o “salvaje”, para la adquisición mayoritaria del patrimonio accionarial de la empresa a controlar para los fines de su absorción, en este caso del Banesto por parte del Banco de Bilbao.

A finales de 1987, la ofensiva de José Ángel Sánchez Asiaín sobre el Banesto en contubernio político con el PSOE —maniobra en la que participó De la Concha (Ibercorp) favorecida desde dentro del banco por López de Letona— ocasionó un gran escándalo. [15] En aquellos momentos, tal proceder fue repudiado en los medios bancarios, más que nada por inaudito o inusual, ya que, hasta entonces, todas las fusiones entre los bancos se acostumbraban a formalizar mediante “pactos de caballeros”, rodeados del también consensuado ocultismo y discreción. Tan es así, que hasta el Banco Central de Alfonso Escámez se sumó a la defensa de Banesto lanzando una “contraopa” que agotó las posibilidades del Bilbao. Este fracaso de Asiaín le hizo dar media vuelta volviendo, de momento su voluntad política, hacía la fusión todavía no consumada en su tierra vasca con  el Banco de Vizcaya.

Mientras tanto, al capital industrial en manos del tandem Albelló-Conde con la adquisición de “Laboratorios Abelló”, le siguió a finales de 1985 la compra de otra farmacéutica, la empresa Antibióticos, en la que Abelló ocupó la presidencia y Conde la vicepresidencia y el cargo de consejero delegado. El primer gran negocio se produjo dos años después, al vender esta empresa a la compañía italiana Montedison por 58.000 millones de pesetas. Una operación brillante que se ha considerado digna de estudio por las escuelas de negocios. Tras esta operación, ambos amigos emprendieron el asalto a la más grande de las entidades financieras de la península ibérica: el “Banco Nacional Español de Crédito” (Banesto).

Con la aprobación y apoyo de una parte del consejo y el 5% del capital social, Abelló y Conde forzaron su entrada en el órgano de poder de este banco, al amparo de un cambio en la opinión pública que resultó determinante para el éxito. El artífice de ese cambio fue Mario Conde, en aquel momento imagen viva de un triunfador sin cuna o apellido que demostró haber sido capaz de subir hasta lo más alto de la jerarquía empresarial. Tal vez sea por eso que, pese a disponer de un paquete de acciones mucho mayor que el de su socio, Abelló cedió el puesto de honor del banco a Conde, y él se quedó con la vicepresidencia, que simultaneó con la presidencia de la compañía de seguros La Unión y El Fénix.

Sobre la base de este patrimonio económico-financiero, Abelló y Conde se propusieron llegar a un acuerdo con el Banco Central de Alfonso Escámez para fusionar ambos grupos. Pero irían a topar con los primos Alberto Cortina y Alberto Alcocer, como punta de lanza del Estado a cargo de los sucesivos gobiernos de Felipe González.

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[12] La “omertá” es una ley oficiosa del honor y del silencio acuñado por la mafia siciliana, que extiende socialmente su vigencia política por medio de la violencia, a caballo de favores y recompensas mutuas por lo hecho generalmente al margen de la ley oficial, y que hunde su raíz significante en el “hoy por ti, mañana por mí”.  

[13] El contenido de las luchas económicas que se dirimen en la sociedad civil por la propiedad del capital, tanto como el de las luchas políticas que se disputan el gobierno al interior del aparato estatal, sólo es materia de análisis para medios de difusión con una capacidad de alcance social restringido, donde tampoco abandona la fe y la esperanza en que el referente de las formas morales, jurídicas y políticas teóricamente vigentes, imponga su espíritu al contenido material de esas luchas. Tal es la razón de existencia de este periodismo venal  comprometido con “la verdad” para consumo de una minoría intelectual de medio pelo, aquerenciados entre lo que determina la realidad de la lucha de clases y lo que ordena el espíritu de la moral, el sentido común y la ley civil, siempre desde esta última y esperanzadora perspectiva política. Por eso es que su función social se inscribe en la gran noria política que sólo sirve para “castigar” electoralmente a quienes violan impunemente la ley. Con tal finalidad, estos medios se recrean en su crítica de lo existente moral y políticamente incorrecto, a la cual se abraza esa intelectualidad pequeñoburguesa desaforada, que luego proyecta hacia las masas creando una opinión pública suficiente para que ese existente moral y políticamente corruptor legalmente impune, se quede sin el sostén del gobierno corrupto de turno, mediante comicios periódicos “ad hoc” supuestamente escarmentadores. Y vuelta a empezar en tanto que las relaciones sociales de producción —que hacen a la sustancia de la corrupción política del Estado y la consecuente impunidad jurídica para quienes desde la sociedad civil inducen a ella— permanecen intangibles.  

     

[14] En la modalidad política pura se inscribe la expropiación del conglomerado de empresas “Rumasa” al burgués jerezano Ruiz Mateos, a la que no hemos de referirnos por escapar al objeto de este trabajo. En la última modalidad entra el proceso que marginó de la lucha económica y política por el poder, a otro incordio empresario, el gallego Mario Conde, proceso del que hemos de seguir todos sus pasos, por razones que nuestros lectores comprenderán que se justifica plenamente dado que reúne todos los elementos que hacen al carácter del Estado “democrático” circunscriptos a las relaciones de poder interburguesas en la etapa tardía del capitalismo.  

[15] López de Letona fue impuesto al Banesto por el Banco de España como consejero delegado, a raíz del agujero de 100.000 millones de pesetas que Javier De la Rosa dejó en la Banca Garriga-Nogués, la sucursal que Banesto tenía en Catalunya. En los primeros años 80, De la Rosa había logrado convencer a los miembros de la desconfiada familia Garnica —en aquel tiempo dueños de Banesto— para que le dieran todos los poderes de gestión en esa filial catalana. Cuando De la Rosa abandonó la entidad, a mediados de esa década, había generado un agujero de 100.000 millones de pesetas, situación que condujo el banco a la quiebra. Manuel De La Concha, ex síndico de la Bolsa de Madrid, fue presidente de la firma Ibercorp, un entramado de empresas sociedades instrumentales e inexistentes creado en sociedad con Mariano Rubio y otros, a través de las cuales, entre 1985 y 1993 realizaron actividades especulativas de Bolsa que les permitieron redituar importantes plusvalías generadas a raíz de la oportuna compraventa de acciones orientada según la información privilegiada de que disponía De la Concha en virtud de su cargo en esa institución.