1. Introducción
  2. ¿Qué ha tenido que ver el 11S y sus consecuencias con todo esto?
  3. 11S: ¿Terrorismo islamista o Terror de Estado encubierto?
  4. La religión musulmana y el internacionalismo proletario
  5. Islam, Estados islámicos, capitalismo y socialismo
  6. Conclusión

 

 

El 11S y la tarea de los revolucionarios en los países islámicos

 

“En verdad, la Guía de Allah es estar guiado por Él!’. Y si siguieras sus pasiones después de haber recibido la Ciencia [al-Ilm], no tendrías tú de Allah ni Dirigente ni Salvador!”

(Corán: 2, 120, etapa de Medina)

 

Es una tendencia natural del sistema capitalista a padecer grandes crisis económicas periódicas, buena parte de ellas resueltas, hasta ahora, mediante guerras. La coyuntura actual se explica, en primer lugar, porque la masa de capital acumulado en el mundo ha llegado a cifrarse en magnitudes de valor hasta hace bien poco inimaginables, proceso al cual han contribuido sensiblemente los asalariados del antiguo “bloque” de países “socialistas” reconvertidos al capitalismo. Sabido es que, el crédito –bancario y bursátil--, es la más formidable palanca para la acumulación de capital más allá de sus propios límites naturales, lo cual permite alejar el horizonte de las grandes crisis de superproducción, aunque no hace más que retardar, agravadas, las contradicciones que las provocan, trasladando su necesario e inevitable crack a un futuro de consecuencias políticas y humanas catastróficas, sin duda de proporciones gigantescas; tanto más, cuanto mayor sea el tiempo en que la burguesía consiga prolongar la acumulación y mayor sea, por tanto la magnitud de los capitales disponibles comprometidos en el momento inevitable del estallido. Esto es lo que está pasando ahora mismo, situación que combina la enorme masa de capital  sobrante --a una tasa de ganancia vigente que no compensa su reinversión productiva-- con los efectos políticos del lógico agravamiento de la competencia intercapitalista, todo ello en el marco de la clara tendencia del capitalismo norteamericano a perder su condición de primera potencia económica mundial, hasta hace pocos años indiscutida.

Esta situación explica los hechos que han venido predominando en el terreno de las relaciones internacionales desde el 11-S hasta hoy, es decir, la “lucha contra el terrorismo”. Empecemos por los síntomas. En 1995, año en que comenzó realmente la revolución de la alta tecnología en Internet y el comercio electrónico, el índice “Nasdaq” estaba por debajo de los mil puntos. En marzo de 2000 había superado los 5.100 puntos.. Pero cuando la bolsa cerró el 29 de diciembre de 2000, el Nasdaq había caído por debajo de los 2.500 puntos, la caída más grande en los dieciocho años de historia del índice. Pero esto no sólo ha ocurrido en los sectores de la llamada nueva economía, grandes empresas de Internet como Yahoo, American Online o fabricantes de equipos cibernéticos como Cisco, o gigantes del software como Microsoft. También cayeron no menos estrepitosamente el “Dow” Industrial, donde se negocian los valores bursátiles de empresas automovilísticas, de autopartes, grandes empresas metalúrgicas, químicas y energéticas. En marzo de 2000, el “Dow” alcanzó los 11.700 puntos, dos años antes estaba por debajo de los 8.000. Pero al cierre del año 2000, había bajado hasta los 10.800 puntos. Estas caídas fueron el reflejo bursátil –los indicadores financieros más sensibles-- de la profunda desaceleración inversora en la economía real de los EE.UU. El total de despidos masivos en este país, subió en agosto de 2001 un 68% respecto al mismo mes del año 2.000, y los analistas esperaban, por entonces, que las cifras de despidos se elevaran ese año a niveles récord.

El paro masivo es la contrapartida en el mercado de trabajo, de la desinversión de capital productivo, esto es, productor de plusvalor. ¿Por qué? Pues, porque el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo aplicado a la producción bajo el capitalismo, determina con carácter de ley que, por cada unidad monetaria de capital comprometido en cada x procesos de rotación, la proporción invertida en medios de producción (edificios, máquinas-herramientas, materias primas y materias auxiliares) aumente progresivamente respecto de la parte empleada en salarios. Dado que el plusvalor surge del trabajo vivo no pagado, según desciende el empleo por unidad de capital invertido en medios de producción, el plusvalor aumenta, pero menos que el capital total invertido. Por lo tanto, la tasa de ganancia, como promedio entre el plusvalor obtenido y el capital empleado para producirlo, tiende necesariamente a descender según progresa la acumulación. Así hasta que el proceso llega a un punto en que la masa de plusvalor obtenido no compensa toda la masa de capital acumulado, y una parte de ella es expulsada de la producción. Permanece como capital dinero en los bancos o fluye a los mercados especulativos. Este exceso de capital dinero en los bancos o en los mercados bursátiles, aumenta la oferta de crédito, al tiempo que la demanda de préstamos para ampliar la escala de la producción desciende, dado que los capitalistas productivos ni siquiera pueden invertir el capital adicional acumulado disponible.      

Esta crítica situación no sólo afectaba a los EE.UU. En Europa las bolsas también se habían devaluado. El Euro cayó, y el índice bursátil japonés, el “Nikkei”, sufrió también una seria devaluación, al igual que los mercados asiáticos, que siguieron al “Nasdaq” como el perro a su amo. ¿Qué estaba diciendo esto? Que el auténtico problema actual no es el ciclo de inventarios, una simple superproducción coyuntural de mercancías cuyo ajuste al nivel adecuado llega a su fin con el aumento de la demanda que se puede incentivar por medio de instrumentos de política económica. Estamos ante un intenso proceso de desinversión de capital, especialmente de capital tecnológico, que no se circunscribe a un país sino que es mundial. Este carácter "globalizado" es lo novedoso del actual proceso de empeoramiento económico, al parecer, no previsto por los más destacados burócratas políticos a cargo de la macroeconomía, quienes atribuyeron el fenómeno a un deficiente comportamiento de la demanda para consumo improductivo o final.

El carácter de la desaceleración en el crecimiento de Europa, EE.UU. y Japón, desautorizan categóricamente estas afirmaciones. No estamos ante un problema de descenso en la demanda ni de más o menos sintonía cíclica entre países, sino ante una crisis de superproducción de capital de carácter global por primera vez desde la segunda guerra mundial.

El capitalismo no está en función de la demanda efectiva para consumo sino de la producción de plusvalor. Tal es la razón de ser de la burguesía como clase. Según esta esencia económica y social del capitalismo como sistema de vida, los asalariados no pueden hacer efectiva demanda alguna para consumo si antes no han pasado por servir a sus patrones produciendo plusvalor o capital adicional para los fines de la reproducción ampliada. Por su parte, los patrones no están dispuestos a invertir en nuevos medios para el empleo de los asalariados, si el plusvalor que éstos producen no permite ampliar la producción luego de deducido el fondo de consuno de los capitalistas. La demanda efectiva es una variable dependiente de esta situación, no de la variación en los tipos de interés. Como hemos visto, es al contrario, los tipos de interés bajan dado que la demanda de fondos líquidos para inversión y consumo se pone por debajo de la oferta, porque los patrones desinvierten y mandan a parte de sus obreros al paro.

Keynes fue mucho más sincero e inteligente que sus discípulos de hoy, quienes más que la función de técnicos económicos, ejercen de ideólogos del sistema. Él, que conocía muy bien está lógica del capitalismo, decía que los incentivos a la demanda por vía de un descenso en la tasa de interés o del llamado "déficit spending" de los gastos Estatales, sólo es efectivamente expansiva en el punto de inflexión que inicia la fase de recuperación determinada por la tendencia al alza en la tasa de beneficios empresariales. Por el contrario, cuando la masa de plusvalor que crean los asalariados no compensa al capital global acumulado (que se ha visto incrementado en exceso), los capitalistas dejan de demandar medios de producción y empleo asalariado, con lo que la demanda de bienes de capital y de consumo final comienza a descender al ritmo en que aumenta el paro, y los fondos prestables de los bancos exceden a la demanda de préstamos, haciendo bajar la tasa de interés. En semejantes condiciones, no hay medida de política monetaria, fiscal o de cualquier otra naturaleza que pueda corregir esta situación.

Y el caso es precisamente éste: que EE.UU., Japón y Europa, habían iniciado conjuntamente en 2000 una fase cíclica descendente, sin tener que esperar a que la contracción de la demanda de un país se contagie a otro por vía de exportaciones e importaciones. Dada la globalización del capital financiero en tanto fusión del capital bancario con el capital industrial, las transmisiones cíclicas ya no se canalizan lentamente a través de los flujos comerciales, sino casi instantáneamente a través, sobre todo, de los canales financieros, potenciados por el desarrollo de las comunicaciones. Estamos, por tanto, ante un ciclo negativo de inversión en bienes de capital y salarios de carácter global, cuya duración dependerá del tiempo que el capital en exceso tarde en desvalorizarse o destruirse físicamente, incluyendo naturalmente el capital variable o salario de los empleados. A pesar de que los asalariados estadounidenses trabajan un 20% de más horas al año que sus homólogos europeos de la OCDE, el patriotismo que despertaron los atentados en Nueva York y Washington --que inmediatamente no sirvió para estabilizar una mejora de los valores en los mercados bursátiles, porque el dinero no sabe de esas cosas-- sí sirvió de algo para que, a partir de entonces, los trabajadores norteamericanos trabajaran más por menos, y la industria de guerra y la confrontación misma cumplieran el propósito de emplear --para destruir— una parte del capital acumulado sobrante en armamentos, que hoy deprime la tasa de ganancia.

 

¿Qué ha tenido que ver el 11S y sus consecuencias con todo esto?

Pocos días después de los atentados a las TWC´s, el "prestigioso profesor" Paul Anthony Samuelson, catedrático de "la más alta categoría profesional" en la Facultad de Económicas del Instituto de Tecnología de Massachussets y premio Nóbel de economía en 1970, cuyas obras son textos obligados de estudio en casi todas las universidades del Planeta, publicó un artículo en "Los Angeles Times Syndicate internacional", que el diario español "El País" reprodujo en la sección económica de su edición correspondiente al domingo 23 de ese mismo mes de septiembre, alusivo a esos acontecimientos.

Samuelson estimó las consecuencias de este atentado en los mercados financieros, con las que se derivaron del ataque japonés el 7 de diciembre de 1941 contra Pearl Harbor, sin olvidar de insistir --como es doctrina histórica oficial en su país y en las películas-- en que aquello fue "por sorpresa" y “a traición”, recordando que "el índice Dow Jones de acciones comunes bajó durante cinco meses":

<<Pero después de abril de 1942 –añadió--, cuando quedó claro que el poder de EE.UU. seguía intacto, el precio de las acciones subió durante los siguientes 25 años>> (Op. Cit.)

Este "insigne" teórico omite señalar que las condiciones económicas de EE.UU. en 1942 no eran las mismas de hoy día. En 1939, la tasa de ganancia en EE.UU. se estaba recuperando a instancias del paro, los bajos salarios, y el refuerzo de la economía de guerra para proveer a los ejércitos europeos, emprendido por EE.UU. durante los dos años que precedieron al ataque a Perarl Harbor. A finales de 1939, el Congreso levantó en cierta parte el embargo de armas impuesto por las leyes de neutralidad, y Francia, Gran Bretaña y la propia Alemania, pudieron, desde ese momento, adquirir material bélico estadounidense. Los éxitos militares alemanes de la primavera de 1940 llevaron a Estados Unidos a adoptar medidas inmediatas para reforzar sus defensas. Ese año, además, el Congreso autorizó préstamos a los países sudamericanos para fines defensivos. El presupuesto de defensa aumentó de forma notable para construir una enorme y poderosa flota capaz de enfrentarse con éxito a cualquier posible alianza de flotas enemigas. La aprobación en septiembre de 1940 de la primera llamada al servicio militar en tiempo de paz, permitió que 1,2 millones de soldados se incorporaran a las Fuerzas Armadas y se tomaron medidas para movilizar los recursos industriales del país para una posible guerra. El desastre material y humano de Pearl Harbor favoreció económica y políticamente esta tendencia a la recuperación inducida por las condiciones objetivas de la crisis iniciada en 1929.

La diferencia entre principios de la década de los cuarenta y la etapa actual del proceso histórico de la acumulación, está no sólo en que la coyuntura de entonces era de recuperación, en tanto que la de hoy todavía no está en su punto de inflexión para el cambio de tendencia cíclica, sino en que el capital excedentario de entonces se contaba por miles de millones de dólares, mientras que hoy se mide por centenas de billones. Por tanto, las dificultades para salir de la crisis son naturalmente mayores hoy que durante la segunda preguerra mundial. Sin embargo, Samuelson mostró ser optimista y le echó "un cable" ideológico al sistema con un toque de patriotismo dirigido a los asalariados norteamericanos:

<<Planteándonos el largo plazo, hasta el 2010, podemos apostar que la actividad económica mundial no se verá erosionada. No se ha desplomado el cielo. Y no se desplomará en el futuro. Esa es la revelación básica que nos enseña la historia económica, y es importante recordarla en los primeros momentos de histeria nacional>> (Ibid.) El subrayado es nuestro)

Ciertamente que si el proletariado internacional sigue dividido entre las distintas fracciones de la burguesía internacional, como dijo Lenin, "desde el punto de vista puramente económico no puede haber una situación sin salida para el capitalismo"; o sea, que el sistema capitalista no caerá por el propio peso de sus cada vez más decadentes contradicciones materiales como una pera madura. Pero, inmediatamente, Samuelson volvió a pisar firme en la realidad reconociendo que el “esfuerzo” de guerra de la burguesía norteamericana podría hoy atenuar la recesión, aun cuando no superarla:

<<Puede que los gastos estatales se multipliquen en los países de la OTAN, cuando se pongan en marcha las actividades de represalia [entonces ya previstas y planificadas contra Afganistán, Irak, Irán y Siria]. A corto plazo, las oportunidades de empleo podrían incrementarse debido al aumento del gasto de consumo y de inversión [armamentista]. Siempre que las conmociones adversas provocadas por el aumento en el precio del petróleo sean limitadas, la posibilidad de recesión que amenazaba a Estados Unidos antes del 11 de setiembre podría acabar siendo menor debido al aumento del gasto militar. (Recordemos que el programa de rearme militar de Adolf Hitler en 1933-39 hizo desaparecer el desempleo masivo legado por la República de Weimar que le precedió). >> (Ibíd. Lo entre corchetes y el subrayado es nuestro)

Si, tal como da a entender Samuelson, "la revelación que nos enseña la historia" es que las crisis económicas capitalistas globales constituyen un fuerte condicionante de las guerras; y si, en este momento crítico del capitalismo, "la posibilidad de recesión que amenazaba a Estados Unidos antes del 11 de septiembre podría acabar siendo menor debido al aumento del gasto militar", este mundialmente distinguido ideólogo de la burguesía internacional está reconociendo la verdad de que la reciente catástrofe material y humana en territorio norteamericano, ha sido inducida por la política exterior de los EE.UU. en Medio Oriente, a la vez que abona la idea acerca de la posibilidad real de haber sido planeada y mandada a ejecutar directa y deliberadamente por la CIA. Y no sería éste el primer caso, como muy bien sabemos los millones de "durmientes" que, en política, no solemos chuparnos el dedo.

Si –como parece evidente-- la burguesía internacional ha decidido colocar el epicentro de su guerra de expansión del capital productivo internacional sobrante sobre Afganistán, no es porque en ese país --eminentemente agrario, casi carente de infraestructura industrial-- se refugie el chivo expiatorio de todo este tinglado; tampoco sólo para apropiarse de los ricos yacimientos de gas natural o de la producción de opio en su territorio --que también-- sino fundamentalmente porque su gobierno taliban marchaba a la cabeza del fundamentalismo islámico en la región, expresión extrema de un modo de entender la vida en sociedad incompatible con el moderno proceso de acumulación del capital en su etapa tardía.

Para poner en su sitio las cosas de la “guerra” actual, liderada por la mafia instalada en el gobierno de los EE.UU., hay que decir que, en este conflicto, no hay un solo fundamentalismo sino dos. Uno, como todo el mundo sabe, es el fundamentalismo espiritualista islámico de la vida en sociedad donde todo lo que le pasa y hace de su vida el musulmán pertenece a lo sagrado y está regido por el derecho divino que, a la vez, es jurídico, político y militar; es un mundo hecho a una moral en la que toda separación entre vida sagrada y vida profana carece por completo de sentido; un mundo que no niega los vínculos monetarios y mercantiles entre las personas ni la explotación de unos seres humanos por otros, pero pretende hacer pasar este modo de vida burgués, por los férreos límites de la frugalidad y la moderación que prescribe el Corán, escrito para regimentar la vida en condiciones de atraso técnico económico extremos y en sociedades todavía autosuficientes de un remoto pasado. Esto quiere decir que el Islam no sólo pregona la vida sencilla --como ha hecho farisaicamente el cristianismo para adaptarse al capitalismo-- sino que hace cumplir este valor moral, lo impone política y, si es preciso, militarmente, de modo que los límites entre religión, política y vida cotidiana no existen. A diferencia de Jesús de Nazaret, que preconizaba separar los asuntos de Dios de los asuntos del César, Mahoma fue un pope religioso, al mismo tiempo que un líder político y militar. El concepto que encierra el término "integrismo islámico", se explica por esta unidad orgánica inseparable del poder religioso, político y militar, vigente en sociedades islámicas radicales como Afganistán, poder que concentran en sus personas --y ejercen sobre las masas-- dirigentes como Jomeini o el Mullhá Omar; religión que también, de algún modo, "asumen" formalmente, alientan y utilizan demagógicamente, gobernantes vitalicios en sociedades islámicas no radicales, "degeneradas", como Sadam Hussein en Irak, Josni Moubarak en Egipto o Muamar al Gaddafi en Libia etc.

El otro fundamentalismo es económico, el de la sacrosanta propiedad privada capitalista, basada en la –hace ya mucho decadente-- explotación de trabajo ajeno como medio del mayor enriquecimiento individual posible, y del goce sin más límite que la demanda solvente, de los bienes terrenales, donde la observancia de cualquier religión es algo que pertenece a la discrecional conciencia y decisión de cada individuo. De ahí que la moral judeo-cristiana dominante sea una mera formalidad ritual, donde la solidaridad humana pasa por la limosna, y el incienso que se respira en los templos demuestra que los únicos atributos del espíritu humano que despiden olor especialmente asociado al rito católico, son la hipocresía, la simulación y el engaño al servicio del pillaje mutuo. Y en este pillaje cuentan los actos de guerra que siempre encuentran una justificación ad hoc más o menos verosímil. 

En países de desarrollo industrial medio, como Irak, Irán, Siria o Libia, el fundamentalismo islámico también es la ideología sobre la que sus burguesías nacionales sostienen políticamente anacrónicos proyectos dominantes de producción de plusvalor limitado a la pequeña y mediana escala. De ahí que, tal como hasta hace poco sucedió con la República Yugoslava, estos países del Medio oriente constituyan hoy el verdadero objetivo inmediato del fundamentalismo capitalista, con su religión basada en el culto a la explotación irrestricta y sin límites del trabajo asalariado. Hacia allí, pues, se dirige toda la estrategia de la burguesía imperialista, toda la labor de su diplomacia y el poderío de sus ejércitos. Porque la dramática situación que amenaza con el colapso económico del sistema, no les da margen para esperar más tiempo. Y el caso es que, el radicalismo islámico de Afganistán, por ejemplo, contrarrestaba el proceso de desideologización religiosa en países de desarrollo medio como Egipto, Argelia, Irak y, sobre todo, Irán, donde el gran capital privado multinacional encuentra los límites a su penetración para apoderarse de la mano de obra musulmana disponible, precisamente en los intereses de los pequeños y medianos capitales nacionales de esos países, para los que la moderación consumista de la religión islámica, es el pretexto que les viene como anillo al dedo para rechazar, por razones culturales, a los grandes conglomerados capitalistas, cuya ingente masa de capital disponible y sus altos rendimientos productivos a gran escala, exigen los más amplios mercados en sociedades sin límites “artificiales” –religiosos o políticos— al consumo masivo.

En semejante situación, si los capitales internacionales excedentarios a la búsqueda de inversión productiva en esos países, no encuentra dificultades, como es el caso de los antiguos países del área soviética, el horizonte de la crisis se aleja, como así ha ocurrido. Pero los débiles índices de crecimiento de los principales países capitalistas ha demostrado no ser suficiente. De ahí que la resistencia de las distintas burguesías nacionales que se parapetan tras el escudo del Islam, haya pasado al primer plano en las relaciones internacionales conflictivas del mundo actual. Estamos asistiendo a los prolegómenos de una guerra de civilizaciones, pero no como describe Huntington, entre la civilización cristiana y musulmana, sino entre los restos de la pequeña y mediana burguesía dependiente –incapaz de toda organización internacional orgánica-- y la burguesía imperialista que se la disputa. Nuevamente, el capitalismo nos coloca ante la perspectiva de que la humanidad sea nuevamente arrastrada al abismo de un genocidio de proporciones gigantescas.

 

11S: ¿Terrorismo islamista o Terror de Estado encubierto?

Hasta ahora, ninguna guerra se ha iniciado sin el apoyo de la mayoría de la población en torno a los respectivos estados beligerantes, de ahí que a la burguesía internacional le sea necesario agitar el fantasma de la agresión exterior, y todas sus fracciones internacionales han hecho suya la operación política de la actual fracción política dominante en EE.UU. consistente en haberse inventado unos enemigos intangibles como son los terroristas de una organización no menos espectral, creada “ad hoc”, tal como se puede fabricar una avalancha de nieve haciendo el mismo ruido que los aviones convertidos en misiles al chocar sobre las Twin Tower’s y el Pentágono el 11S.

Cuando las organizaciones terroristas existen en países donde no son, en realidad, el problema político potencialmente más explosivo para el sistema, como en España, el Estado burgués permite que esas organizaciones se mantengan lo suficientemente operativas, tanto como para que, en colaboración informal objetiva con los sindicatos, los mass media y los fabricantes de encuestas, el terror que esas organizaciones infunden en la población pueda ser científicamente magnificado para elevarlo artificialmente a la categoría de principal problema político del país, mientras los patronos practican habitualmente el terrorismo legal impune con el 70% de la masa salarial contratada en precario, forzada a trabajar por menos de 500 dólares mensuales bajo la amenaza permanente del despido libre en cualquier momento, y el acoso sistemático (llamado moving) de los jefes, que se difunde entre el personal subalterno convertido por instinto de conservación, en acoso de unos empleados sobre otros. Finalmente, cuando las organizaciones terroristas no existen –como hoy en EE.UU.— simplemente se las inventa haciendo terrorismo de Estado encubierto contra su propia población.

Con los atentados masivos se consiguen dos objetivos bien definidos: por un lado, mediante esas terribles y espectaculares acciones de extermino contra centenares o miles de ciudadanos, la facción mafiosa del poder gubernamental paralelo que induce a terceras personas o directamente planea y ordena a sus propios servicios especiales que difundan el terror entre la población, obtiene el espontáneo respaldo incondicional de la gran masa de los explotados carentes de  otro referente político. Bajo semejantes condiciones, los asalariados se tornan dispuestos a realizar los sacrificios que sean necesarios para hacer frente al supuesto “enemigo exterior”, desde trabajar más por menos, hasta servir de carne de cañón en los frentes de intervención armada del Estado imperialista; por otro lado, la inseguridad general que provoca el pánico residual posterior a los atentados, garantiza el éxito de cualquier encuesta de opinión a favor de que el Estado adopte las medidas más extremas de control policial --y hasta militar-- de la vida civil, en detrimento de las libertades públicas e individuales constitucionalmente garantizadas, para obtener la mayor eficacia en la tarea disuasoria o directamente represiva, de todo movimiento de contestación al sistema, que, en perspectiva, pueda poner en peligro el “común negocio de la explotación de trabajo ajeno”, como tú bien has dicho.  

Como se comprenderá, semejante ofensiva de la burguesía al interior de la conciencia colectiva de los explotados, abre a los revolucionarios un frente de intervención de primera línea de combate en el terreno ideológico y político de la lucha de clases, el de la educación política de los explotados, lo cual exige darle la vuelta a los argumentos del sistema, dejar al descubierto el revés de su trama política respecto del llamado “terrorismo islamista”; una tarea, hoy por hoy la más valiosa y trascendente de solidaridad internacional con nuestros hermanos musulmanes de clase, que son quienes más directa y hondamente sufren las consecuencias de la catástrofe humana que está en la lógica de toda esta confabulación contra una cultura, la musulmana, que, según parece, los capitalistas ya no están en condiciones de soportar por más tiempo.

Conscientes de estos planes –producto de una determinación histórico-económica independiente de toda voluntad humana-- y de la realidad que nos espera a todos de no ser capaces de detener esta dinámica, desde el 11-S estamos en la labor de recopilación de datos para hacer una crítica desde el materialismo histórico al fenómeno que tenemos delante, de la cual hemos expuesto aquí las líneas fundamentales que, a nuestro modo de ver, explican su esencia de clase.

Un primer esbozo de esta crítica, se encuentra en el documento sobre la intervención bélica en Afganistán, publicado por el GPM en octubre de 2001: http://www.nodo50.org/gpm/guerra2001/00.htm parte de cuyos pasajes reproducimos aquí. En el apartado 5 de este mismo texto, en un primer análisis de lo sucedido aquél fatídico 11S con los elementos de juicio político disponibles inmediatamente después de los hechos, sacamos la conclusión de que, esta operación --como la de Pearl Harbor en diciembre de 1941-- había sido posible gracias a la pesquisa de los servicios de inteligencia norteamericanos, que, una vez sabido cómo, dónde y cuando iban a actuar los supuestos “comandos islamistas”, les dejaron consumar los hechos porque les vino como anillo al dedo para cambiar la opinión pública norteamericana, en ese momento abrumadoramente contraria a cualquier aventura belicista, como así lo revelaban todas las encuestas. Y aunque no descartamos la posibilidad de que el “ataque” hubiera sido obra directa de los servicios secretos del Ejército USA, nos inclinamos por la primera de estas hipótesis.

Un año después, buscando incidentalmente en “google” por “11-S” para otros fines informativos, dimos con varias fuentes que confirmaron nuestra sospecha sobre la causa eficiente de los atentados, cuyos múltiples y fundados indicios apuntan a que todo ha sido obra del terrorismo de Estado norteamericano. Nuestra fuente originaria de conocimiento es el llamado “Foro del Pla de Ponent, Gava”, que, en junio del año pasado hizo referencia a un número del periódico catalán “La Vanguardia”, que en su edición del 22 de ese mismo mes dice que: “Todo empezó cuando un lector se presentó a la redacción con un video bajo el brazo, aludiendo a unas extrañas sombras que observó en algunas imágenes que la CNN había tomado de los aviones que el 11S impactaron sobre las Torres Gemelas del TWC”. Lo primero que hizo la dirección del diario fue nombrar una comisión investigadora a cargo de los periodistas Eduardo Martín de Pozuelo y Xavier Mas de Xaxàs, quienes inmediatamente consultaron el asunto con varios ingenieros aeronáuticos de centros oficiales, y luego se dirigieron a la “Escola Universitària Politècnica de Mataró”, en Barcelona, cuyos especialistas se ofrecieron a  realizar un proceso digital de imagen para explicar los “cambios de luminiscencia que se aprecian a simple vista en los fuselajes de los aviones, y que, en principio, no tienen sentido, dado que el fuselaje de los aviones comerciales es cilíndrico y liso”. 

En su informe, tras aclarar que “las imágenes estudiadas tienen distintos ángulos de observación”, la autora del estudio llegó a la conclusión de que: “los objetos detectados presentan a su alrededor distinta luminancia por tener relieve”, añadiendo que: “esta es la única explicación posible”, es decir, que no se trata de sombras ni reflejos, sino de formas, de objetos físicos que, además, “se distinguen perfectamente del tren de aterrizaje”. En su reporte ante el “Foro del Pla de Ponent, Gavá” --que es la fuente originaria de nuestro conocimiento sobre el asunto-- el periodista Martín de Pozuelo, del periódico catalán “La Vanguardia”, incluyó un enlace con el sitio: http://serendipity.ptpi.net./wtc.htm, donde se ofrece profusa y enjundiosa información de ingenieros, arquitectos, físicos y demás científicos especialistas en las disciplinas comprometidas para el estudio y esclarecimiento de esos bárbaros atentados genocidas. La dificultad es que hay que traducir sus textos, porque todos han sido redactados en idioma inglés, con traducciones sólo al francés, alemán y ruso.

Ahora hemos sabido que“La Vanguardia” ha creado un sitio especialmente para este caso: http://www.11-s.net/archivos/index.php. Navegando por esta página, hay un link: http://www.amics21.com/911/conspiracion.pdf, donde no hay ya referencia al lector que llegó con el video a la redacción del diario, pero da cuenta del resultado de las investigaciones con abundante información e ilustraciones de las imágenes en cuestión, así como del análisis realizado en la escuela politécnica de Mataró.

Nosotros, más que a los indicios que se observan en las tomas de video de los impactos sobre las TWC’s --tan reveladoras como espectaculares-- hemos puesto el énfasis en los estudios que se han hecho sobre los desplomes en sí mismos de las Torres 1, 2 y 7— cuya denuncia política --a nuestro juicio— ha sido el resultado de un trabajo tanto o más laborioso e indiciario que el del tratamiento de las imágenes durante el ataque, porque demuestra que sus autores planificaron y ejecutaron esas acciones, para que pareciera que los edificios colapsaron como consecuencia del impacto, cuando todo parece indicar que se procedió a su derrumbe controlado. 

Los documentos que --con demasiado esfuerzo y tiempo-- hemos traducido son los siguientes:

1)                          “The Incredible 9-11 Evidence. We've All been Overlooking”. By Leonard Spencer. En su momento no advertimos que Martín de Pozuelo ya lo había traducido y publicado en “Serendipity”.

2)                           “The TWC´s demolition”. By anonymous.

3)                          “Did the Twin Towers Collapse on Demand?”. By anonymous.

4)                          “FEMA - The Secret Government” By Harry V. Martin with research assistance from David Caul.

5)                           “The Strange Collapse of the Spire” By anonymous.

Es muy probable que estos anónimos correspondan a una o varias personas vinculadas a los intereses de las compañías aseguradoras del TWC.

Hay otra fuente a la que se accede buscando por “9-11Review” o directamente por http://911review.org/Wiki/FrontPage.es.shtml donde se ofrece una sección de artículos traducidos al castellano.

Finalmente, por otra procedencia, accedimos a la transcripción en inglés (que también tradujimos al castellano) del reportaje correspondiente a la entrevista radiofónica que el periodista americano, Alan Jones, le hizo al ex ministro alemán de defensa, Andreas von Bulow. Este periodista emite sus opiniones en su sitio web: http://www.Prisionplanet.com/

Todos estos análisis coinciden en que, ese día y a la hora elegida por los pilotos suicidas para la ejecución de los atentados, lo que sucedió fue que:

1)       Los supuestos secuestradores de los aviones fueron secuestrados una vez traspasado el control de seguridad para el acceso a las distintas salas de embarque.

2)       La tripulación y los pasajeros de los vuelos 11, 77, 175 y 93, embarcaron con toda confianza y normalidad en los aviones de línea contratados, partiendo a la hora prevista desde sus distintos aeropuertos de origen, ignorando que iban con rumbo predeterminado hacia la muerte en alta mar, porque la mafia estatal que planificó y ejecutó estas operaciones, manipuló en secreto los mecanismos de conducción de esas aeronaves, para que, en determinado momento, el sistema de pilotaje manual pudiera ser sustituido por la técnica “global Hawk” de orientación por control remoto --ya suficientemente probada— a fin de que esos vuelos tuvieran el destino fatal decidido por los verdaderos terroristas: http://www.amics21.com/911/vuelo175/second.html

3)       Los aviones que debieran haber cumplido el servicio correspondiente a los vuelos 11, 77, 175 y 93, fueron sustituidos por otros que, a cierta distancia  y velocidad, parecieron serlo, pero en realidad eran verdaderos artefactos bélicos teledirigidos, cada uno provisto del armamento adecuado a las condiciones y finalidad de las distintas operaciones para las cuales fueron convenientemente adaptados. http://www.thewebfairy.com/911/index.htm y http://thewebfairy.com/911/2hit/missileout.htm

4)        El impacto contra las Torres 1 y 2 no fue la causa de su colapso, sino la pantalla para ocultar el hecho de que fueron deliberadamente derruidas por demolición controlada. Tal como se procedió con la Torre 7, que no sufrió impacto de avión alguno ni daños colaterales, ya que estaba a dos manzanas de las TWC’s 1 y 2. 

5)       El ataque contra el Pentágono tampoco se perpetró mediante una acción suicida haciendo impactar el avión correspondiente al vuelo 77 sobre una de las paredes exteriores del edificio. Todas las evidencias indiciarias demuestran que la operación se ejecutó utilizando un misil de carga explosiva hueca. http://911review.org/Wiki/PentagonAttack.es.shtml

Con estas conclusiones preliminares, producto de serias investigaciones de diversa procedencia, sobre indicios materiales que los causantes directos  de esta barbarie no han podido ocultar y la ciencia permite convertir en prueba de su autoría, los editores de “11-S Review”: http://iitc.911review.org/index.es.shtml están promoviendo la creación de una “Comisión Internacional Independiente de la Verdad sobre los hechos del 11 de septiembre de 2001”, para que, a instancias de los testimonios e investigaciones que se presenten, “delibere sobre dicho material, y emita sus conclusiones al espectro más amplio posible de la opinión pública mundial”, tomando como “modelo aproximado al Tribunal de crímenes de guerra propuesto por Bertran Russell constituido en Suecia y Dinamarca en 1967”.

Nosotros estamos plenamente de acuerdo con la iniciativa de que se forme la comisión independiente de investigación, a los fines de evitar que, en el futuro, puedan repetirse genocidios como éste. En tal sentido queremos señalar el despropósito a que conduce limitarse a juzgar la causa jurídica eficiente o antecedente inmediato generador del acto que consagra un derecho, o del que lo viola, vulnera o conculca; es decir: quien decide hacer algo es el causante de lo que, en consecuencia, hace, sea legislador o delincuente. Porque esto es lo que se limita a hacer un tribunal de justicia como el creado por Bertrand Russell, omitiendo que, a la causa jurídica eficiente de un individuo, colectivo de individuos, gobierno e incluso Estado, le precede en orden lógico e histórico la causa formal, que hace a la esencia o naturaleza de la sociedad, de este ser vivo que es la forma social del capitalismo, y que, en determinadas condiciones históricas de su movimiento, genera o crea la causa eficiente del delito estatal y su necesaria encarnación en determinados personajes históricos, para la realización de los fines necesarios a esa naturaleza social, como explicamos un poco más arriba refiriéndonos a los dos fundamentalismos ahora mismo enfrentados.

Se dice que la camarilla de Bush, casi todos ellos vinculados directamente a intereses petroleros, hicieron la guerra en Afganistán e Irak para apropiarse de los yacimientos de gas y petróleo en esos territorios, y que ésta ha sido la causa eficiente del 11S. Cierto. Pero es que, esta causa eficiente viene determinada por la causa formal del capitalismo, que no consiste primordialmente en el afán de enriquecimiento de esa mafia ni de cualquier otra en particular, sino que engloba a esos intereses, condicionándolos a la existencia del sistema mismo que los garantiza. Y el caso es que, dadas las condiciones a las que ha llegado el sistema en su esencial proceso de acumulación de capital, se ha hecho objetivamente necesario que el precio del petróleo baje lo suficiente como para propiciar un aumento en la tasa general de ganancia que haga salir al sistema de la actual situación de bajo crecimiento, alejando así, en el tiempo, el estallido de la próxima gran crisis (que se viene postergando desde hace ya décadas), permitiendo cierto relanzamiento económico que permita ganar más con el mayor consumo productivo consecuente de petróleo. 

Y para eso, para que en este momento los precios de esta materia estratégica desciendan, es necesario debilitar y, si es preciso, eliminar, los eslabones más débiles de la cadena de capitalistas que lucran con la explotación del trabajo ajeno en esta rama de la producción, por las buenas o por las malas, tal como ha venido sucediendo con las relaciones internacionales respecto del petróleo y sucede respecto todas las demás ramas de la producción de plusvalor, desde que la burguesía se hizo cargo de la historia: http://www.nodo50.org/gpm/guerra2003\04.htm y http://www.nodo50.org/gpm/guerra2003\05.htm

En: http://911review.org/Wiki/WhatsNext.es.shtml, se dice que “no hay motivos para creer que se vayan a detener masacres como las del 11-S ni las invasiones de Afganistán e Irak”. Cierto. Y  parafraseando a Jennifer Van Bergen, de “South Florida And Justice Network”, los compañeros de “9/11 Review” agregan:

<<Si el 11-S fue el “Incendio del Reichstag” de Bush (1936/2001), ahora nos encontramos en la época que Churchill bautizó como “El presagio de la tormenta” (The Gathering Storm). Jennifer van Bergen concluye que con [WWW]El Plan de Bush para América hemos recorrido tres cuartas partes del camino hacia el fascismo>> (Op. Cit)

Aun cuando no en cuanto al trecho recorrido, acordamos también en que, tras el 11S estamos sobre ese camino. Al menos la sociedad norteamericana no da muestras de salir de él. En cuanto a los capitalistas europeos, más allá de aparentar distanciarse del capitalismo norteamericano agarrados al clavo ardiendo de la legalidad internacional actualmente inexistente, con esa pacata actitud no sólo muestran carecer de alternativa, sino que, implícitamente, de hecho se dejan arrastrar por la táctica norteamericana de la lucha contra el terrorismo, para justificar su común estrategia inconfesada respecto de los países de confesión islámica integrista: 

¿De qué carácter debe ser, pues, el juicio al que debemos someter los hechos del 11S y sus consecuencias humanitarias en Afganistán e Irak, el que atienda a la causa jurídica eficiente, que juzga la relación inmediata entre causa y efecto circunscripta a las conductas individuales o a la de determinados gobiernos, o el carácter que ponga énfasis en la causa formal o naturaleza social del sistema de vida que engendra monstruos como Hitler o Bush y sus respectivos planes de gobierno?

Si es que de verdad se quiere acabar definitivamente con actos de barbarie como los del incendio del Reichstag en 1936 --que puso a la humanidad sobre el camino del genocidio nazifascista y la Segunda Guerra Mundial— o como el 11S de 2001 --que tiende a provocar un nuevo holocausto de proporciones mucho más gigantescas a juzgar por el “progreso” en la capacidad técnica de exterminio alcanzada entre un episodio histórico y otro—, desde luego que la alternativa no debe ser  atacar el problema según la causa jurídica y/o política eficiente.

Marx decía:

<<Dos palabras para evitar posible equívocos. No pinto de color de rosa, por cierto, las figuras del capitalista y el terrateniente. Pero aquí (en esta obra) sólo se trata de personas en la medida en que son la personificación de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones (sociales capitalistas) e intereses de clase. Mi punto de vista con arreglo al cual concibo como proceso de historia natural el desarrollo de la formación histórico-social (capitalista), menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo (sean Bush, Hitler o cualquiera otros), por relaciones (y consecuentes actos) de las cuales él sigue siendo socialmente una creatura (de esas relaciones sociales que, en este caso, el señor Bush representa de manera prominente y preeminente) por más que subjetivamente pueda elevarse sobre las mismas>>[1] (K. Marx: “El Capital” Prólogo a la primera edición alemana. Lo entre paréntesis y el subrayado son nuestros)

  Esto fue escrito el 25 de julio de 1867. Desde entonces, la historia del pensamiento social no ha registrado un solo ejemplo capaz de recusar científicamente este aserto MATERIALISTA DIALÉCTICO Sobre todo, porque la historia efectiva y real no ha hecho más que confirmarlo. En efecto, el error de plantearse un juicio limitado a la causa jurídica y/o política eficiente de los culpables  o responsables del genocidio cometido el 11S, es todavía más grueso si se tiene en cuenta el antecedente del famoso “juicio de Nürenberg” que hizo una muy particular “justicia” con los crímenes de guerra nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Fue precisamente durante aquél juicio que se acuñó el “Nunca más” asociado a la inducida creencia popular en que la culpa de aquella guerra la tuvieron exclusivamente los cuidadosamente elegidos para ocupar el banquillo de los acusados, y que el oprobio el y aislamiento carcelario que cayó sobre ellos habría de ser suficiente disuasivo para futuras tentaciones totalitarias.

Con esto no queremos decir que hubiera sido necesario juzgar a todos los “culpables”. Queremos decir que aquél juicio basado en la causa jurídica eficiente, fue la pantalla que permitió ocultar las verdaderas causas de aquella barbarie, su causa formal, impidiendo que la conciencia universal accediera a la verdad histórica de que el genocidio del nazifascismo y la guerra, fue una consecuencia necesaria de la forma de vida capitalista. ¿Es necesario reseñar todas las circunstancias en que esa pantalla de la legalidad burguesa saltó hecha añicos por la cruda realidad de este sistema esencialmente explotador y opresivo? ¿No resulta suficientemente revelador, todavía a estas alturas, que la causa jurídica eficiente --cuando apareció-- siempre lo hizo sistemáticamente “post festum”, después de que las “necesidades” del sistema encuentren plena satisfacción en determinados ejecutores providenciales, desde Luis Napoleón, Hitler y Mussolini, hasta Suharto (Indonesia), Pinochet (Chile) y Videla (Argentina), pasando por Franco (España), Castillo Armas (Guatemala), Rojas Pinilla (Colombia) Trujillo (Rep. Dominicana), Carías Andino (Honduras), Batista (Cuba), Somoza (Nicaragua), Stroessner (Paraguay), Pérez Jiménez (Venezuela), Duvalier (Haití), Bokassa (Rep. Centroafricana), etc., etc., todos ellos convenientemente metamorfoseados “post factum” en propicios chivos expiatorios tras realizar su tarea?. ¿No es ésta la más categórica demostración por la práctica histórica, de que la causa jurídica y/o política eficiente se ha confirmado como la más fiel servidora de la causa formal burguesa  o, lo que es lo mismo, de la naturaleza social  capitalista?[2]  

Aquí es necesario remachar el clavo de estos argumentos históricos, insistiendo en las últimas palabras de la cita de Marx, en cuanto a que, si bien personas que constituyen el colectivo de “11-S Review” y otros, como Jeff King: http://911review.org/Wiki/King,Jeff.shtml, los ya citados Leonard Spencer, Alan Jones o Andrea von Bullow y demás minorías sociales denunciantes que están dando la cara en todo este asunto, tienen ganado el mérito de haberse asumido como vanguardia intelectual y política del movimiento social “No en nuestro nombre”. Pero también les cabe la responsabilidad histórica de saber hasta dónde es necesario “elevarse subjetivamente” por encima de las relaciones sociales que –en este caso-- tienden a condicionar su denuncia y su acción. Pero esa es la primera parte de su responsabilidad histórica. Porque, en la medida en que se sabe hasta dónde es necesario elevarse subjetivamente por encima de las propias condiciones objetivas de clase para que el “nunca más” al que ahora se aspira, no sea la oportunidad para el montaje de un nuevo tinglado político farisaico al servicio de una nueva alternancia formalmente distinta del mismo contenido social, con su correspondiente catarsis colectiva y sus chivos expiatorios; para que todo ese esfuerzo no resulte en un nuevo engaño colectivo que sólo sirva para postergar el necesario equilibrio catastrófico que el sistema capitalista necesita, una vez más, para saltar sobre sus propios límites naturales, sobre sus propias contradicciones, para eso, hay que convertir esa certeza en acción, en compromiso personal para contribuir a que la comprensión de lo necesario se haga realmente posible. De lo contrario, el “nunca más” seguirá siendo una hipócrita locución vacía de contenido político. 

Y el caso es que, para “elevarse subjetivamente” de hecho, por encima de las relaciones sociales dominantes --tanto las de Bush tanto como la de sus ocasionales adversarios burgueses dentro y fuera de los EE.UU--, que condicionan nuestra vida y crean inevitablemente las circunstancias y los personajes históricos propiciatorios de las más extremas y maquiavélicas manifestaciones de irracionalidad humana, para eso no basta con apuntar con el arma de la crítica científica y política hacia el blanco de las causas jurídicas y/o políticas eficientes; es decir, no basta con quedarse a medio camino entre la ausencia de toda crítica y la crítica de la causa formal o de la naturaleza social de esas causas eficientes individuales o particulares. En fin, que no basta con proponer el juicio a los culpables. Hay que comprender el vano esfuerzo histórico y el contrasentido lógico e histórico que supone ese tipo de juicios que encubren las causas formales, sistémicas de barbaries como la del 11S, dejando intangibles las mismas condiciones económicas, sociales y políticas que las reproducen. En síntesis, que no se trata de emplear las investigaciones para castigar electoralmente al Partido Republicano en las próximas elecciones norteamericanas, promoviendo un juicio “independiente” a los causantes directos e indirectos de semejante genocidio. Se trata de erradicar sus verdaderas causas, que sólo están en la naturaleza social de este sistema de vida, esencialmente explotador y genocida, como lo ha venido demostrando desde que el espíritu de la mercancía se apoderó de la simple fuerza de trabajo de la humanidad, creando el asalariado. 

Estamos convencidos de que sólo desde el conocimiento de la realidad económica, social, política, jurídica y cultural GLOBAL del capitalismo, y su consecuente compromiso con ese conocimiento (conciencia crítica o revolucionaria de las condiciones de vida dominantes), sólo así es realmente posible desarrollar una acción objetivamente progresista, necesariamente revolucionaria, responsable y eficaz no sólo en los EE.UU; tratando de que trascienda al resto del mundo vinculada a los elementos de juicio teóricos previamente aplicados a la realidad concreta de la lucha internacional de clases. Sin olvidar la obligada referencia permanente a la memoria histórica del movimiento, legada por la obra de los líderes intelectuales científicamente más sólidos y políticamente más lucidos y creadores, coherentes y consecuentes con el futuro de la humanidad larvado en las contradicciones del presente.

 

La religión musulmana y el internacionalismo proletario

Fue Engels quien --debiendo responder a coetáneos suyos como José Bloch, Franz Mehring o A. W. Bogius— se dio cuenta de que, si bien él y Marx habían podido explicar los hechos históricos por esta interrelación dialéctica entre estructura y superestructura, donde la estructura económica es el determinante de última instancia, no habían insistido lo suficiente en explicarla conceptualmente al mismo tiempo que la verificaban históricamente, sobre todo, la importancia relativa o táctica que, en la lucha por el poder y después de él, a menudo, tiene la incidencia de la superestructura sobre la estructura, cosa que es necesario tener muy en cuenta[3]:

<<El que los discípulos hagan más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo. Frente a los adversarios, temíamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión, para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones. (...) Desgraciadamente ocurre con harta frecuencia que se cree haber entendido totalmente y que se puede manejar sin más una nueva teoría por el mero hecho de haberse asimilado, y no siempre exactamente, sus tesis fundamentales. De este reproche no se hallan exentos muchos de los nuevos “marxistas”, y así se explican muchas de las cosas peregrinas que han aportado. >> (F. Engels: “Carta a José Bloch”22/09/1890) 

Habiendo alcanzado cierto desarrollo en la división del trabajo, aun antes de la aparición de las clases –por ejemplo, ya en el llamado “modo de producción asiático”— la sociedad humana creó ciertas funciones comunes o públicas esenciales para la vida de las familias y los individuos, de las que, por tanto, no pueden prescindir. De este modo, las personas designadas para realizarlas, conformaron una nueva rama de la división del trabajo dentro de la sociedad. Consiguientemente, estos agentes públicos adquirieron intereses materiales o económicos específicos vinculados a sus funciones de mando político general como mandatarios en representación de sus mandantes, a cambio de las cuales exigen y obtienen una parte del producto del trabajo colectivo.

Desde ese momento, los intereses de los mandatarios en funciones, devienen y se manifiestan opuestos o contrarios a los de sus mandantes. Entre los mandatarios que ejercen el poder político y sus mandantes que detentan el poder económico, se crean relaciones al mismo tiempo complementarias y contradictorias. El germen del Estado ya está contenido en esta relación de carácter contradictorio entre el poder económico de los que producen riqueza, y el poder político de quienes sólo la disfrutan.

 La dinámica de estas relaciones llega a un punto en que, a fuerza de ejercer el poder público o general como mandatarios o representantes políticos del poder económico que les manda o mandata cumplir tales funciones, los mandatarios a cargo del Estado, los gobiernos, contraen cierta tendencia a independizarse en el ejercicio del mando respecto de sus mandantes, de los cuales, en última instancia, dependen sus intereses materiales y el ejercicio mismo del poder político.

Esto quiere decir que, para progresar en sus intereses y continuar en el ejercicio de sus funciones, el poder político de los mandatarios, de tal modo “independizado” de los mandantes o representados, debe ejercerse, en general, es decir regularmente, de acuerdo con el movimiento económico que es su condición de existencia en todo sentido (económico y político). Se trata, pues, de una independencia relativa del poder político, en un juego dialéctico de intereses vectoriales desiguales[4] en términos de fuerza, dirección y sentido donde, en última instancia, la fuerza histórica del vector económico prevalece sobre la fuerza del vector político, marca la pauta de su comportamiento general y de él (del movimiento económico) depende la continuidad de los mandatarios políticos a cargo del Estado. Así:

<<La reacción del poder del Estado sobre el desarrollo económico puede efectuarse de tres maneras: puede proyectarse en la misma dirección (actuando en el sentido y la dirección del movimiento económico), en cuyo caso éste discurre más deprisa; puede ir en contra de él, y entonces, en nuestros días, y si se trata de un pueblo grande, acaba siempre, a la larga, sucumbiendo (el movimiento político dentro del Estado); o puede, finalmente, cerrar al desarrollo económico ciertos derroteros y trazarle imperativamente otros, caso este que se reduce, en última instancia, a uno de los dos anteriores. Pero es evidente que en el segundo o en el tercer caso, el poder político puede causar grandes daños al desarrollo económico, y originar un derroche en masa de fuerza y de materia.>> (F. Engels: Carta a Conrad Schmidt. Londres 27/10/1890)

Ahora bien, desde el punto de vista materialista histórico, es decir, científico-social, la resistencia al capitalismo del movimiento político presidido por el factor religioso, superestructural del integrismo islámico, en términos históricos o estratégicos, hoy día supone, para la humanidad –muy especialmente para los asalariados de los dos bandos que, en este sistema de vida, siempre llevan la peor parte-- un derroche inútil de tiempo histórico, trabajo social, riqueza y vidas humanas, representado por la superficie del triángulo O–A–B. ¿Por qué?

En primer lugar, porque el actual conflicto político entre los musulmanes en general, es decir, entre el conjunto de países capitalistas de confesión musulmana y el capitalismo imperialista, no existe. Y no existe, puesto que el Islam no pudo jamás ni podrá expresarse como una fuerza espiritual consensualmente unida y organizada a escala internacional, mientras esos países permanezcan dominados por el espíritu objetivo del capital. Bien es cierto que el espíritu del Islam, encarnado en los súbditos asalariados y campesinos –hasta cierto punto los pequeñoburgueses del “bazar”-- es un obstáculo político absoluto a la libre penetración del capital imperialista “infiel” en sus respectivos países.

Pero ocurre que este espiritualismo islámico que prevalece en las masas más explotadas y oprimidas de esos países, pasa políticamente a un segundo plano, cuando, a instancias de la diplomacia secreta, las respectivas burguesías nacionales políticamente dominantes en esos países islámicos, cada una de ellas por su lado, convierten ese obstáculo absoluto en algo relativo, en una simple resistencia negociable con determinadas fracciones nacionales del gran capital internacional. De este modo, el conflicto global entre el Islam y el gran capital internacional, deja de serlo, se divide. El obstáculo absoluto de la religión islámica deja de ser un solo bloque internacional políticamente homogéneo que el Islam ofrece a los “infieles”; se relativiza y debilita –o fortalece— según la mayor o menor resistencia que los explotados –también inevitablemente divididos en países— son capaces de ejercer sobre sus respectivas clases dominantes nacionales.

¿En qué se relativiza aquél obstáculo absoluto originariamente religioso? En que, el Islam, a instancias de las clases dominantes nacionales, adquiere un precio –tanto mayor cuanto más fuerte es la resistencia a vencer, no ya por el capital extranjero, sino por los distintos burgueses y popes religiosos nacionales-- a cambio de un equivalente material en diversos servicios (económicos, sociales, políticos, militares) a cargo de la contraparte capitalista internacional.

Así, el conflicto –que en principio es de carácter espiritualista religioso— a instancias de la relación intercapitalista entre el capital multinacional y las clases capitalistas dominantes de los países dependientes supuestamente islamistas, se convierte en un simple negocio entre intereses económicos concretos de sectores capitalistas bien definidos en un lado y otro de la negociación. Por un lado, los intereses encarnados en el bloque histórico de poder nacional conformado por los pequeños y medianos propietarios capitalistas aliados con la alta burocracia política y clerical de sus respectivos Estados integristas islámicos “insumisos”, por una parte, y, por otra, el bloque histórico de poder capitalista internacional dirigido por su coalición imperialista en alianza con los pequeños y medianos capitales de distintos países, que aspiran a beneficiarse del botín en esta “cruzada”.

Ambos bloques burgueses de poder político y militar, inducen a sus respectivas masas de explotados para que se comprometan en esta lucha con todas sus consecuencias, sirviendo, si es preciso, como carne de cañón matándose entre sí, unos con el pretexto religioso de la “Yihad” en defensa del Islam, los otros con el pretexto de la “lucha contra el terrorismo” y en defensa de las “libertades”.  Mientras tanto, en función de los resultados de esta lucha, las clases dominantes de ambos bandos negocian la sangre derramada. Así es como se ha montado este tinglado burgués para encontrar salida a su actual crisis de superproducción de capital. No sólo para que la destrucción bélica en recursos materiales y humanos (capital constante y capital variable)[5] eleve la tasa de ganancia que permita al sistema salir momentáneamente del actual período de crecimiento lento, sino, fundamentalmente, para incorporar las masas musulmanas al fundamentalismo burgués, a la cultura de la acumulación de capital sin restricciones de ninguna índole. Esto supone convertir el tiempo sagrado que los fieles musulmanes dedican a cultivar su relación directa con el espíritu del dios Allah, en tiempo profano que los “infieles” asalariados del Occidente judeo-cristiano dedican a cultivar su relación material con el dios Capital, a instancias del plusvalor que le ofrecen como tributo a cambio del tiempo de trabajo necesario o salario, con el que se completa el ritual pagano que permite recrear la relación a escala ampliada, aumentando el empleo, los intercambios mercantiles y el consecuente consumo de los medios de vida, no sólo en términos de un aumento de productos por unidad de tiempo de trabajo empleado (mayor productividad) para satisfacer las necesidades preexistentes de una creciente cantidad de obreros empleados, sino de nuevos productos para nuevos que suscitan nuevas necesidades:

<<...la producción de plusvalía relativa, es decir, la producción de plusvalía basada en el aumento y desarrollo de las fuerzas productivas (lo cual supone que en un mismo tiempo de trabajo y con una misma magnitud de valor creado, se produzcan más cosas) , requiere la producción de nuevo consumo, exige, por lo tanto, que se amplíe el círculo del consumo (que haya más asalariados y, por tanto, más puntos de intercambio y más consumidores) dentro de la circulación (esto es, en el mercado), de la misma forma que antes exigía la ampliación del círculo productivo (fabricación de más cosas por unidad de tiempo y cantidad de obreros empleados en la producción). Primero la ampliación cuantitativa del consumo existente, segundo la creación de nuevas necesidades, mediante la propagación de las necesidades ya existentes en un círculo más amplio (de asalariados-consumidores); tercero: producción de nuevas necesidades y creación de nuevos valores de uso (para un mayor consumo final)>>. (K. Marx: “Grundrisse”. El proceso de circulación del capital. Lo entre paréntesis es nuestro)

Aquí, la ampliación del consumo –en cantidad y variedad-- es un simple medio para los fines de la acumulación de capital. Dicho de otro modo, no es el consumo el que determina la producción sino al revés. La sociedad capitalista no consiste en producir o crear riqueza sino valor; y no sólo valor sino plusvalor. Y debe hacerlo en determinado porcentaje respecto del capital disponible, que permita o justifique su reinversión para seguir produciendo y acumulando. Tal es el principio activo y la condición de existencia del fundamentalismo capitalista. A esta lógica objetiva irresistible están sujetos por igual tanto los capitalistas de los Estados islámicos, como los del Occidente judeocristiano, budista, o hindú. Sólo que en distinto grado, es decir, que esta lógica presiona tanto más en el sentido de su cumplimiento, cuanto mayor es la masa de capital que sus distintos propietarios disponen. Y, como sucede en la física celeste, la mayor masa relativa del capital altamente centralizado a escala internacional, gravita decisivamente sobre los pequeños y medianos capitales nacionales dispersos, determinando, en última instancia, que las leyes de esta lógica objetiva dominante de la acumulación, les someta a su inevitable cumplimiento, dado que al compartir una misma naturaleza económico-social, de clase explotadora, ambas fracciones no pueden dejar de actuar según el mismo principio activo, independientemente o a despecho de las distintas religiones que profesen, o de las diversas naciones y razas a las que pertenezcan.

Los asalariados más sensibles, inquietos y honestos, en países islámicos de desarrollo económico medio, como Irán, Irak, Siria, Arabia Saudí, Kuwait, Egipto o Argelia, deben, pues, comprender estas cosas, saber observar la realidad desde esta otra perspectiva social y política, la suya propia, tratando de que sus hermanos de clase, hasta ahora identificados sólo por su común adhesión al Islam, hagan lo mismo. Deben saber que si las cosas siguen así, esto es, si el conflicto por la parte musulmana sigue en manos de los descendientes del califato en sus distintas fracciones (suníes, chiíes, wahabitas, etc.), en la medida en que todos ellos son burgueses que viven del trabajo ajeno, no podrán sobreponerse a las leyes inflexibles del capitalismo, y el espíritu del Islam se ahogará entre los intereses comunes creados de unos propietarios del capital y otros. Por lo tanto, estos compañeros islámicos asalariados deben comprender que la suya, la de su clase, es la única fuerza social, económica y política concentrada, capaz de conseguir la tan ansiada umma, la patria común, libre de asechanzas de los intolerantes imperialistas y sus aliados estratégicos: la mediana burguesía; también los pequeños capitalistas que en el curso de la lucha decidan permanecer en el bando imperialista necesariamente perdedor. Y, para eso, insistimos en que es preciso que el aglutinante de esa ummapolítica para la lucha del proletariado universal contra el capitalismo imperialista,  no deba ser el particularismo religioso, tampoco el de la nacionalidad o la raza. Todo eso divide políticamente a los explotados. La burguesía multinacional lo sabe y han venido haciendo de ello una práctica política y diplomática recurrente, tanto para dirimir sus diferencias, como para conservar el poder como clase universal ante el conjunto de los asalariados, de tal modo divididos en países, religiones y razas. Así es como los imperialistas y sus respectivas burguesías dependientes, han llegado a ser maestros en el arte geopolítico de azuzar nacionalidades, razas y religiones unas contra otras a lo largo de la historia moderna. 

La religión islámica jamás ha servido como aglutinante político de los fieles en ninguna época ni en ningún sitio. Sin ir más lejos, desde la primera postguerra mundial, el comportamiento de las clases propietarias dominantes en los distintos países de confesión islámica así lo ha venido demostrando. A pesar de profesar la misma fe en Allah, jamás han podido ponerse de acuerdo en la que debiera ser su lucha unida contra el ”enemigo común” judeocristiano. 

Ya hemos explicado por qué, hoy día, el enemigo estratégico del capital imperialista en países como Afganistán, Irak o Irán, es la religión islámica, mientras que para la burguesía del “bazar” en esos países es un baluarte nacional; así se presenta el conflicto. En realidad, no es por razones religiosas, sino por intereses económicos concretos tácticamente enfrentados a uno y otro lado del frente de combate. Para el capital multinacional, porque el Islam constituye un obstáculo intolerable a la expansión del capital ocioso sobrante en el mundo occidental; para las burguesías nacionales islámicas, por el contrario, esa religión se ajusta al crecimiento moderado de los pequeños y medianos capitales.

En efecto, los líderes políticos de las burguesías nacionales de confesión islámica en el poder, pretextan que, a caballo del espíritu de la mercancía, “occidente” quiere convertir el tiempo y el espacio vital –íntegramente sagrado para los fieles al Islam que habitan sus territorios--, en tiempo y espacio profanos; quieren imponer el capitalismo salvaje, reemplazar el fundamentalismo espiritualista de la doctrina coránica por el fundamentalismo económico materialista, esgrimiendo la pluralidad de las puras preferencias personales (sin limitación externa de cualquier índole, sea religiosa o política), inducidas por una oferta de productos y servicios preexistente a la demanda efectiva, que incitan a los más variados excesos del cuerpo y del espíritu, inclinaciones “impías” derivadas del culto a la compra y posesión de toda clase de productos que proporcionan las más excéntricas experiencias sensoriales. En el extremo de estas “necesidades” se ubica la prostitución, la pederastia, la drogadicción y los juegos de azar, en gran parte bajo dominio del crimen organizado.

Cuando los pequeños y medianos burgueses nacionales de los países islamistas petroleros --súbditos de las realezas que los gobiernan, dueñas absolutas de esas inmensas riquezas-- adoptan esta posición moral sustentada en preceptos religiosos del Corán, es porque ellos –los pequeñoburgueses-- no están en las condiciones que soporta en estos momentos la gran burguesía internacional, con ingentes masas de capital sobrante que permanece ocioso. Las pequeños y medianos capitalistas islámicos, en cambio, carentes de capital sobrante como para ser urgidos a apoderarse del tiempo de trabajo disponible en esos países, permiten que todo el tiempo de vida de la masa de explotados que excede a las posibilidades reales de su menguado capital, se dedique exclusivamente a la oración, a vivir de la relación espiritual con Allah en vez de dedicarlo a vivir en relación con las cosas que se fabrican, venden y compran. Esto supondría reemplazar el fundamentalismo espiritualista islámico por el fundamentalismo materialista del capitalismo, con arreglo a la acumulación de capital sin más límites que los que el propio capital se pone a sí mismo.

Tal es el fundamento económico de la alianza o bloque histórico de poder entre el clero musulmán y la burguesía, donde el Islam, en realidad, no es más que un oportuno comodín. En efecto, ese tiempo “sagrado” es el pretexto por el que las burguesías nacionales islámicas, preservan su sacrosanto espacio territorial para la explotación apocada o controlada de trabajo ajeno en condiciones de monopolio político-religioso, impidiendo así que los grandes capitales internacionales irrumpan libremente en él para arruinarles el negocio.

 

Islam, Estados islámicos, capitalismo y socialismo

Cuando la doctrina religiosa oficial musulmana –apoyada por su burguesía autóctona-- sostiene que los magnates capitalistas de Occidente son amorales porque producen objetos y servicios que promueven prácticas impías, en realidad ocultan que la causa que mueve a estos magnates del capital judeo-cristiano, su principio activo y su lógica finalidad, son las mismas por y para las cuales un capitalista de confesión musulmana produce, promueve y vende cualquiera de los productos y servicios que se ofrecen legalmente en un “bazar” islámico. La causa consiste en que todo capital disponible, tiende prioritariamente a emplear trabajo asalariado disponible; el principio activo, de esta tendencia natural, radica en obtener un producto portador de plusvalor o trabajo no pagado a instancias del salario o trabajo pagado. Por último, la lógica finalidad que induce y dirige la práctica de todo capitalista, es vender el producto para recuperar su capital invertido, más la parte de valor añadido correspondiente al tiempo de trabajo no pagado: el plusvalor, que pasa así a engrosar su capital inicial, lo cual le permite medrar socialmente a expensas del trabajo de los demás. Finalmente, la premisa mayor de todo este modo fundamental de vida, es la propiedad privada sobre los medios de producción. Sin este requisito jurídico, el capitalismo se disuelve históricamente, tanto más rápido cuanto mayor sea el desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de la sociedad antes del cambio de sistema de vida.

Pero aun hay más por dilucidar. Según lo dicho anteriormente, el capitalismo en su etapa tardía o postrera, tiende objetivamente a crear, promover y satisfacer, necesidades decadentes. Lo hace porque necesita invertir el capital disponible que sobra[6] –cuya contrapartida es la proporción de paro obrero que corresponde a esa magnitud de capital excedente-- en las ramas tradicionales de la producción donde no hay ya cabida para el capital adicional que se produce en ellas, porque, en todas, se ha producido en exceso. De ahí su necesidad de promocionar, producir y vender cada vez más nuevos productos y servicios en estas ramas tradicionales de la producción, a la vez que, crean nuevas necesidades fabricando nuevos productos y servicios que corresponden a nuevas ramas de la producción, lo cual supone emplear y explotar trabajo ajeno en paro, para capitalizar el plusvalor adicional incorporado a la producción y oferta de esos productos y servicios decadentes, todos moral y socialmente degradantes, muchos de ellos nocivos para la salud y/o contrarios a la esencia natural y social del ser humano.

Desde este punto de vista, ¿qué diferencia hay entre estos infieles burgueses de Occidente que trafican con la degradación social y moral que produce el paro por exceso de capital, y los fieles del “bazar” islámico que se ganan el Cielo disciplinándose individualmente al Corán, al tiempo que explotan a otros produciendo cualquier producto moral y políticamente correcto según la religión musulmana?

Veamos: en primer lugar, el principio activo del comportamiento capitalista individual y colectivo es el mismo en los dos casos. La diferencia está en que el piadoso pequeñoburgués del “bazar” --que cumple religiosamente con la “Yihad Mayor”-- quiere el monopolio de la propiedad privada capitalista individual, que le permite a él y a muchos otros como él explotar trabajo ajeno, pero rechaza las necesarias consecuencias de esa lógica objetiva contenida en el monopolio individual de la propiedad privada sobre los medios de producción, esto es, el monopolio social del capital, su propiedad en cada vez menos manos, el monopolio de la propiedad capitalista correspondiente a la etapa tardía de su movimiento histórico.[7]

A esto se nos podrá objetar: ¿es que producir y promocionar prostitución o droga, es lo mismo que producir cualquier bien de consumo tradicional? Cierto, en países petroleros, como Arabia Saudí las drogas alucinógenas, además del alcohol, están prohibidas; pero en el misérrimo Afganistán reciente de los talibán, no, ¿por qué?: 

<<Los talibán han dado una aprobación islámica a los campesinos como Wali Jan para que incluso cultiven mas opio, aun cuando el Corán prohíbe a los musulmanes producir y tomar sustancias tóxicas. Abdul Rashid, el jefe de la fuerza de control antinarcótico de los talibán en Kandahar, explicó claramente la naturaleza de su singular tarea. Está autorizado a prohibir de manera estricta el cultivo del hachís «porque lo consumen los afganos y musulmanes». Pero, con un dejo de sarcasmo, me dijo: «El opio es permisible porque lo consumen los kafirs [no creyentes] de Occidente y no los afganos y musulmanes». Existen otros imperativos políticos para permitir que florezca el cultivo de adormidera. «Dejamos que la gente cultive adormidera porque los campesinos consiguen buenos precios. No podemos obligarles a cultivar trigo, porque si les obligáramos a interrumpir el cultivo de adormidera habría un levantamiento contra los talibán. Por eso cultivamos opio obtenemos el trigo de Pakistán». Cfr.: http://www.webislam.com/numeros/2001/07_01/Articulos%2007_01/Riqueza_Heroína.htm

¿Dónde ha quedado allí la fidelidad al Islam, el apostolado musulmán necesario de la Yihad Menor? Se nos dirá que es éste un caso excepcional que confirma la regla general. A esto cabe responder con otra pregunta: ¿qué sería de los pequeños y medianos explotadores de trabajo ajeno de la ciudad y el campo –todos ellos personalmente fieles a las observancias del Islam— pero que sobreviven gracias a los subsidios que reciben de sus clases dirigentes, por el equivalente a la mínima parte de las rentas que países de confesión islámica --como Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos o Kuwait-- perciben en concepto de exportaciones de petróleo? El derivado del crudo llamado “queroseno”, es el precursor más barato para obtener la pasta base de la cocaína, droga que hace estragos entre la población mundial, especialmente en los países importadores de petróleo, los de mayor poder adquisitivo. Marx decía que “la Alta Iglesia de Inglaterra perdonaría antes el ataque a treinta y ocho de sus treinta y nueve artículos de fe que a un treinta y nueve habo de sus ingresos”.[8] De no ser por su participación en esas rentas del petróleo con que los actuales magnates --descendientes de los antiguos califatos-- siguen comprando el “Din” de sus fieles súbditos pequeñoburgueses del “bazar”, cabe preguntarse cuanto tiempo tardarían hoy día estos buenos musulmanes en expulsar a sus jerarcas del poder, tal como Abdul Rashid ha confesado que pasaría con los gobernantes afganos si prohibieran el cultivo de la adormidera. [9]

Como se ve, la compleja realidad de nuestro tiempo determina que, la consecuente observancia de la Yihad Mayor no pasa solamente por lo que hace o deja de hacer cada musulmán ante sus semejantes en el entorno inmediato de sus relaciones interpersonales, sino por lo que indirectamente induce a que otros hagan o dejen de hacer con el “Din” y su “Yihad”, más allá de ese acotado entorno personal suyo. Esta es la verdad que subyace bajo la hipócrita censura que millones de asalariados y campesinos islámicos hacen desde su rígida observancia del Corán allí donde viven, al modo de vida por completo alejado del “Din” en las grandes urbes del Occidente cristiano, según la interpretación que de ese libro sagrado hace la jerarquía religiosa hereditaria en numerosos Estados islámicos. Porque al mismo tiempo que se llenan la boca censurando a los infieles judeocristianos ante sus propios súbditos –a quienes explotan y oprimen— las jerarquías religiosas y políticas “islámicas” actúan en bloque histórico de poder mundano con los pequeños y medianos explotadores de trabajo ajeno, bajo íntimo contubernio económico, político y militar, con los mismos “infieles” a quienes censuran hipócritamente extramuros de sus palacios, donde estos parásitos experimentan todos los lujos y placeres inimaginables, que después copian de ellos los propios magnates capitalistas en sus fiestas privadas. La diplomacia secreta sirve también para este tipo de intercambios.

El Corán condena los préstamos a interés. Pero los líderes religiosos y políticos integristas que, en nombre de Alá, gobiernan países como Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Irán o Irak --donde subyace el 90% de las reservas petrolíferas del mundo— han venido dirimiendo tácticamente sus conflictos políticos con el Occidente capitalista (cristiano y judío), financiando movimientos y organizaciones terroristas a un costo insignificante, cuyo principal medio material de acción es el cuerpo de sus propios militantes, con quienes acuerdan el negocio, supuestamente trascendente, de infiltrarse en las “filas enemigas” para detonar la carga de explosivos y metralla que  llevan adosada, a cambio de un lugar en el Cielo. Mientras tanto, sus mandatarios, los burócratas políticos y religiosos, unos más que otros participan en la capitalización de las billonarias rentas petroleras en los mercados internacionales de capital según la variable cotización de las divisas, de las acciones en bolsa, de la tasa de interés bancario o del precio de los inmuebles[10], al tiempo que los bancos y empresas propietarias de las grandes industrias de pertrechos bélicos que cotizan en bolsa, convierten esos fondos prestables en mayores magnitudes de plusvalor contenidas en el armamento que mandan fabricar y venden a ambas partes directamente enfrentadas en el escenario de la lucha: el Medio Oriente, consiguiendo así mantener la jugosa estrategia de la tensión política y militar, a expensas del continuo genocidio y sufrimiento indescriptible de los creyentes que allí sobreviven a la explotación económica --sostenida por la opresión política y el engaño de sus propios dirigentes-- especialmente los palestinos y, en estos momentos, también los iraquíes. Pero la verdadera tragedia no es la barbarie porque atraviesa la humanidad en esa parte del Globo, sino el hecho de que la inmensa mayoría de los que más sufren ese infierno, siguen creyendo que luchan y mueren por motivaciones religiosas. He aquí la secreta superchería sobre la que se sustenta el bloque histórico de poder terrenal, entre la burguesía nacional, el clero y la burocracia política vitalicia que gobierna esos países en el nombre de Allah, en alianza estratégica con el capital imperialista. 

Si estos mártires están demostrando que son capaces de llegar al sacrificio de sus propias vidas por el Islam, debieran antes mirar atentamente hacia dentro de su propio movimiento y proceder de acuerdo con lo que la evidencia de las circunstancias exigen: organizarse para el combate contra sus castas religiosas y políticas que abandonaron irremisiblemente la “Yihad Menor”, porque el capitalismo les ha hecho cambiar el poder del “din” (la verdad revelada de Allah) por el poder del din-ero, cortando por completo las raíces culturales y morales con sus antepasados religiosos; porque demuestran haber decidido que sus vínculos con el enemigo exterior del Islam, prevalezcan sobre su “Yihad Mayor”, la que cada musulmán debe poder y saber librar siempre triunfalmente con esos enemigos dentro de sí mismo, como condición de virtud y eficacia de su otra Yihad Menor, la de su comportamiento frente a esos enemigos, de la que han renegado hace ya mucho.

En febrero de 1979, el escritor y ensayista de origen paquistaní residente en Gran Bretaña, Tarik Ali, relataba que, dos meses antes, a la salida de un mitin organizado por “Socialist Challenge”, en Birmingham, donde participó como orador, le fue entregado un panfleto firmado por “Los defensores de la Revolución Islámica”, en el que se afirmaba que:

“1) La revolución iraní se nutre del amor del pueblo iraní por el Islam.

  2) Las enseñanzas de Lenin y Trotsky se basan en el odio de clases y en la concepción materialista, por lo que son ajenas al pueblo iraní.

  3) Sólo en las enseñanzas de los ayatolas y mullas se cumplirán las aspiraciones del pueblo iraní a una revolución islámica y a un Estado islámico.”

En ese momento, Irán estaba en plena efervescencia revolucionaria. Una república donde sus masas explotadas y oprimidas intentaban restaurar un sueño vivido más de mil años atrás, cuando Mahoma gobernó Medina en el siglo VII. Desde entonces, los chiítas, seguidores de Alí, yerno de Mahoma y padre de sus dos únicos nietos habrían de vivir un destino trágico. Alí, el primer imán, fue apuñalado. Su hijo Hussein y segundo líder del pueblo chiíta, murió de sed en el desierto de Kerbalá, cercado por 30 mil jinetes de Yazid el Cruel. El último de los imanes, Mohammed, desapareció en una gruta de la gran mezquita de Samarra en Irak en el año 878. Por eso le llamaron “el Imán Oculto”, el Esperado que habrá de volver al final de los tiempos para liberarlos de la tiranía. Para los chiíes, en contra de la doctrina coránica, en la sangre de los imanes vive la sangre del profeta.[11] El imán es el nieto de Hassan, príncipe de los mártires, descendiente de Mahoma y de Allah. Esta creencia en que la sagrada verdad revelada se encarna y trasmite por la línea consanguínea del califato, consagra la interposición de la burocracia clerical de raíz social pequeñoburguesa, entre el sagrado libro y las masas explotadas. Tal es la filosofía política burocrática y reaccionaria de estos presuntos “Defensores de la revolución islámica”autores del panfleto contra el marxista Tarik Alí. Ellos vinculan el “amor del pueblo iraní por el Islam”, no con el espíritu revolucionario del Corán adaptado a los tiempos que corren, sino con la tópica y anacrónica interpretación que de su letra  hacen los teólogos chiítas, defensores de la pequeña propiedad y profundamente anticomunistas, lo cual explica el fracaso político del proceso revolucionario iniciado con la caída de la dinastía Phalevi en noviembre de 1978.[12]

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que, desde sus orígenes, bajo el “modo de producción asiático”, el clero chiíta en Irán --que por entonces era Persia-- dispuso de cuantiosos bienes raíces en escuelas religiosas (ha sido el único propietario, aparte del Rey, cuando aún no existía la propiedad privada de la tierra)[13], y todavía hoy, en Irán, regenta la enseñanza y la justicia. Es un Estado dentro del Estado, que, incluso, dispone de recursos propios --cuya fuente es el impuesto religioso prescrito por el Corán— que recauda y administra autónomamente. Pero por ese mismo hecho de ser un Estado dentro del Estado burgués, no puede romper con él, no le interesa. En todo caso declama que se propone reformarlo, aunque nunca pudo demostrarlo. No hay que olvidar, además, que otro de los elementos que distingue a los ices de los cunees, radica en que, junto a  los tres principios del Islam sunnita –unicidad de Dios, revelación y juicio final– el chiísmo añade el principio de la justicia en la Tierra.

En semejantes condiciones, los chiítas pudieron difundir su influencia y tutela política sobre las clases explotadas y oprimidas del país, hasta el punto de constituirse en doble poder político --democrático y descentralizador-- frente al centralismo Estatal opresor de la monarquía Persa. Esta condición se explica por el hecho de que los chiítas se han venido distinguiendo del resto de las sectas musulmanas –especialmente de los sunitas— en que confieren al ser humano el “libre arbitrio”, desvinculando, por tanto, a Dios, de toda responsabilidad del mal en el Mundo, una concepción políticamente explosiva ante la corrupción y el desorden económico y social propiciado por las clases dominantes desde el siglo XVIII.[14]

De esta forma, los chiítas pudieron imponer al Rey una constitución democrática que limitaba sus poderes. Pero, dado que el poder real dominante seguía residiendo en el poder económico, el ejército y la burocracia política central del Estado, con el que él “Estado” chiíta llegó a participar de su esencia social moderna: la propiedad privada, en última instancia la autoridad central se impuso definitivamente cuando, en 1923, el coronel Reza Khan (1897-1942. Padre del Sha Reza Phalevi) al frente de la brigada de cosacos destinada allí por Rusia, asumió el gobierno cortando de raíz cualquier fuerza descentralizadora para forzar la acelerada modernización capitalista del país, implantando un modelo de sociedad laico que adoptó todo tipo de símbolos externos occidentales.

Este proceso empezó hacia fines del siglo IXX, cuando Gran Bretaña y Rusia se disputaban la hegemonía del país, rivalizando en la concesión de préstamos para la construcción de infraestructuras, como la construcción de puertos o la prospección de pozos petrolíferos. A cambio de eso, Rusia se embolsó los ingresos de todas las aduanas del país en concepto de garantía, en tanto que Inglaterra obtuvo la concesión de los pozos petrolíferos de Irán durante 60 años, al mismo tiempo que ambos países consiguieron introducir sus mercancías libres de impuestos. Para compensar esta merma en sus ingresos y pagar sus deudas crediticias, el Estado iraní, bajo el reinado de Nasir  al  Din (1848–1896), aumentó los impuestos que, sumados a las pérdidas por la competencia de las mercancías importadas sin protección aduanera, recayeron sobre las espaldas de la burguesía urbana y el campesinado de ese país. Como punta de lanza ideológica de los intereses económicos de Gran Bretaña y Rusia, arribaron al país los primeros misioneros cristianos, cuyos derechos como minoría religiosa fueron también contemplados, con lo que pudieron empezar a extender sus escuelas y hospitales, dando comienzo a la disputa por la hegemonía confesional en el país, esto es, por los intereses económicos contrapuestos de sus dos referentes religiosos: cristianismo e Islam. 

Ese fue el momento en que se gestó el bloque histórico de poder alternativo, entre el clero chiíta y la incipiente burguesía urbana y rural de Irán, de tal modo perjudicados por la dinastía Kadjar, en el poder, demostrando que el antagonismo por la hegemonía religiosa y política del país, era sólo la forma superestructural en que se presentaba el contenido estructural de los antagonismos económicos entre clases sociales concretas, en este caso, entre los intereses de la dinastía feudal de los Kadjar, y los del frente popular de la pequeña y mediana burguesía urbana y rural iraní liderada por el clero chií. Las primeras manifestaciones concretas del movimiento nacional iraní aparecieron con la lucha contra los proyectos de concesión al capital extranjero, de sectores enteros de la economía del país: el caso de la concesión Reuter en 1872‑73, así como la «rebelión del tabaco» en 1891‑92, antes de que la revuelta se expresara plenamente en 1950 con la exigencia de nacionalización de la Anglo‑Iranian Oil Company y de las riquezas petroleras, con el «Movimiento Nacional» (Nabzat‑e Melli) y el «Frente Micional» (Yabba‑Ye Melli) de Mohammad Mosaddaq.[15]

El detonante que hizo estallar el conflicto entre el clero chiíta y la monarquía persa, se activó cuando el régimen del Sha Reza Phalevi profundizó las medidas para la constitución de un Estado bajo dominio del gran capital industrial, lo cual supuso, en primer lugar, desposeer a los dignatarios religiosos de sus prerrogativas políticas en enseñanza y justicia, para reemplazar el fundamentalismo islámico por el fundamentalismo capitalista de la mercancía, y para garantizar jurídicamente la inversión de los capitales extranjeros en el país. 

Si bien transformó la composición social de las clases subalternas aumentando sensiblemente el proletariado, la estrategia industrialista de la llamada “revolución blanca” por parte de la dinastía Phalevi en el poder, apenas si pudo reducir la importancia social de los sectores tradicionales pequeñoburgueses del artesanado, del comercio y de la pequeña industria, que se agrupan bajo la designación común de “bazar”. No hizo sino alimentar sus rencores al quitarles las cuotas de participación en el producto de valor del maná petrolero. De ahí que, al principio, el “bazar” se convirtiera en el corazón de la resistencia organizada al Sha, bajo la dirección moral y política del clero chiíta, desde la primera huelga del “bazar” en diciembre de 1977, hasta septiembre de 1978, cuando el proletariado industrial y los asalariados del sector terciario, tomaron el relevo decisivo que dio finalmente al traste con el régimen, en febrero de 1979. 

Pero a partir del momento en que el clero chií pasó de la lucha por el poder a su ejercicio efectivo, el componente social del Islam basado en la pequeña propiedad privada capitalista, puso de manifiesto la resultante contrarrevolucionaria objetiva de su política, donde el carácter democrático y revolucionario de su doctrina del “libre arbitrio de la razón” en el momento de la resistencia, se trocó en carácter  despótico y contrarrevolucionario a la hora del ejercicio efectivo del poder. ¿Por qué? Pues, porque su originario principio superestructural, de frugalidad y moderación --en la propiedad, la posesión y el consumo-- que sobrevivió a los remotos tiempos de atraso económico y penuria relativa que dieron sentido al Islam en ausencia de propiedad privada, pudo asimilarse después al pequeño y mediano explotador de trabajo ajeno en la etapa temprana del capitalismo, hasta que devino naturalmente insostenible en su etapa tardía, por incompatible con la doble tendencia objetiva irresistible del gran capital multinacional –en tanto se mantenga vigente la propiedad privada sobre los medios de producción-- a promover el consumo compulsivo, y a revolucionar constantemente los medios de trabajo para la producción en gran escala; todo ello determinado por la necesidad objetiva de valorizar la enorme masa del capital acumulado sobrante disponible, organizado en grandes conglomerados empresariales.

Nos hemos referido aquí, con brevedad, especialmente al proceso político en curso de disolución del Islam en Irán, porque nos ha parecido el más rico y aleccionador, aunque, en esencia, los ataques del capitalismo en la misma dirección y sentido a la cultura musulmana en Egipto, Sudán, Argelia, Irak y Libia --o a cualquier otro país hegemonizado por el integrismo islámico--, demostraron que la orientación estratégica del capital internacional desde la desintegración del Imperio Otomano hasta hoy, en general ha estado presidida por la tendencia fundamental que hemos descrito aquí.

 

Conclusión

Los explotados musulmanes deben comprender, pues, que su originaria forma de vida tradicional, consagrada por el precepto doctrinario y ritual islámico que la ha venido sobredeterminando políticamente más allá de las condiciones que, en su momento, le dieron sentido y justificación histórica, se ha vuelto hoy día por completo incompatible con la defensa de su base social políticamente dominante: el pequeño propietario capitalista explotador de trabajo ajeno, industrial y comerciante del “bazar”. Y esto por dos razones esencialmente vinculadas:

1)                   porque mientras se mantenga vigente la propiedad privada sobre los medios de producción, las leyes objetivas e inflexibles del capitalismo que se derivan de esa premisa mayor, exigen hoy cada vez con más fuerza, que la explotación del trabajo social se realice mediante la organización de la gran propiedad capitalista para la producción y el consumo masivos a escala creciente, lo cual supone una amenaza de muerte, no sólo para la cultura basada en el integrismo religioso musulmán libre, sino para la humanidad entera y la propia naturaleza del Planeta, como se está demostrando.

2)                   Porque la pequeñoburguesía del bazar será la última en aceptar suicidarse social y políticamente como clase capitalista intermedia, incapaz por naturaleza de cortar sus vínculos políticos estratégicos con sus superiores económicos jerárquicos: el capital imperialista.

Es perentorio, por tanto, que los militantes obreros musulmanes más inquietos, honestos y conscientes que no lo hayan hecho ya, se pongan a la tarea de complementar y enriquecer la indudable sabiduría humana que aporta el libro sagrado del Corán, incorporando la moderna ciencia social del Materialismo Histórico a la Yihad mayor, para que puedan confirmar por sí mismos todo cuanto sólo se puede saber con esta insustituible herramienta del conocimiento sobre la realidad del capitalismo entre los musulmanes, que no pudo ni hubiera podido estar comprendido en el Corán, porque no estaban dadas las condiciones históricas para ello. Sólo así será posible que su Yihad Menor o Guerra Santa contra todos los explotadores que se resistan, sean grandes medianos o pequeños, se lleve a cabo con plena eficacia revolucionaria. 

Una vez puestos de acuerdo en esto, a los revolucionarios musulmanes les será más fácil comprender que, con independencia, de la umma religiosa, hay una umma social, de clase, políticamente más preeminente y necesaria que la del propio Islam, en la que tendrán plena garantía de respeto al libre ejercicio de su religión. Y esto por dos razones:

1)            La unidad política de los oprimidos basada en la condición de clase asalariada, es universal, por tanto, trasciende e integra en la libertad de cultos a los distintos particularismos religiosos o confesionales.

2)            Cada burguesía nacional por separado, negocia y acuerda con el capital multinacional el reparto del plusvalor producto de la explotación del trabajo asalariado en su territorio, a cambio de garantías políticas y militares de la seguridad nacional.[16] Los países petroleros, como hemos visto, negocian las rentas territoriales donde subyace esa materia estratégica a través de los precios del crudo y, en su caso, de las concesiones para la extracción y/o el refino.

En virtud de las distintas y desiguales condiciones nacionales de sus relaciones económicas y políticas con el capital multinacional, los vínculos entre las partes serán más o menos fuertes, más o menos conflictivos, pero jamás llegarán a la ruptura definitiva, como se puede comprobar fehacientemente estudiando la historia de la Liga Árabe, o la política exterior de las burguesías nacionales de confesión islámica, donde todas las iniciativas de agresión contra esta cultura religiosa, provinieron invariablemente del bloque imperialista aliado, o directamente de los EE.UU.

Esta condición, por un lado, impide la unidad internacional de las burguesías nacionales islámicas, desde el punto de vista de la tan proclamada umma panislámica, como así se ha venido confirmando desde la desintegración del Imperio otomano. Por otro, la negociación por separado determina acuerdos, desacuerdos y conflictos puntuales entre las burguesías nacionales y las respectivas fracciones de la burguesía imperialista, lo cual determina que todas –cada una o en conjunto-- sean históricamente incapaces de romper sus vínculos políticos con la otra parte; a lo sumo, de ser necesario, se limitan a utilizar el movimiento nacional y/o religioso radical, como factor conflictivo táctico de renegociación en mejores condiciones de reparto. Nada más. Por tanto, la estrategia de la umma administrada por el clero al servicio de las distintas burguesías nacionales islámicas, no fue, es, ni será un factor de unidad política sino de división sistemática permanente.[17]

Por todo lo dicho hasta aquí, entendemos que están dadas todas las premisas económicas y sociales para construir una “umma", social y políticamente preeminente para los intereses de la paz, el progreso social, la democracia real y la verdadera solidaridad humana en el Mundo, sin explotadores ni explotados, como conditio sine qua non para la construcción de la Umma religiosa de los musulmanes, si es que, para entonces, su conciencia colectiva no les dicta otra cosa que hacer.

Estos son los únicos intereses y objetivos sobre los cuales podrá efectivamente construirse la tan ansiada umma islámica o unidad político-religiosa de los musulmanes. Nos referimos a los intereses sociales propios de la ummapolítica internacional pertenecientes a la clase social de los asalariados, sin distinción de nacionalidad, etnia, o religión; todos políticamente unidos y organizados a escala internacional planetaria, en torno a la moderna ciencia social como guía preeminente de la acción revolucionaria para la toma del poder, con vistas a la construcción de la futura sociedad socialista en tránsito al comunismo. Organizar la sociedad sin propiedad privada sobre los medios de producción para que cada pueblo pueda decidir, libremente, qué hacer con su vida colectiva e individual.

En un sistema auténticamente socialista, los medios de producción dejan de ser mercancías u objetos de compraventa privada para explotar trabajo ajeno a título igualmente privado, y pasan a ser bienes de uso social de propiedad colectiva para la producción de riqueza y no de plusvalor. Bajo semejantes condiciones revolucionarias, el capital se extingue automáticamente y, con él, la masa excedentaria de plusvalor acumulado o capital adicional ocioso en busca de aplicación productiva para la producción de más capital adicional, que, como el Materialismo Histórico permite demostrar, es lo que hoy emponzoña las relaciones internacionales, creando las condiciones de las guerras de reparto imperialistas y la opresión de los países capitalistas ricos sobre los más pobres.

Sin capital, pues, se abre sobre el horizonte de la vida social y la conciencia colectiva universal, la posibilidad real de la solidaridad efectiva entre los pueblos como productores libres asociados, inaugurando la tendencia a la desaparición del desarrollo internacional desigual en un clima económico y político cada vez más propicio a la paz permanente y al desarrollo humano en mejores condiciones de  prosperidad e igualdad, definitivamente superadoras del capitalismo decadente. 

Pero, para eso, es necesario antes comprender la necesidad de gestar la solidaridad política internacional de los asalariados sin distinción de razas, naciones o credos, para ganarle la guerra de liberación social a la burguesía internacional. Hacia allí empujan --día que pasa con más fuerza-- las desgracias colectivas provocadas por la cada vez más insoportable irracionalidad de este sistema de vida, cuyos extremos más monstruosos están hoy a la vista en el Cercano y Medio Oriente

Está probado históricamente que, una vez dadas las premisas para los grandes cambios revolucionarios de la humanidad, siempre discurre un tiempo más o menos largo en que las clases llamadas por esas premisas objetivas a construir una nueva sociedad, son impulsadas una y otra vez a la tarea, pero su espíritu colectivo cede sin embargo a la inercia de los valores sociales, políticos y culturales ya caducos pero aún vigentes.

Una vez dadas las condiciones para el cambio necesario, se ha probado históricamente que, en los albores de un nuevo avance de la humanidad, hasta cierto punto del proceso la conciencia de las clases encargadas de ejecutar ese impulso hacia delante, marcha con retraso respecto de la realidad que, en trazos históricos cada vez más acentuados de irracionalidad y sufrimientos inútiles, le indica dónde está la salida hacia una nueva forma de vida. Hasta que se plantea una situación en que la conciencia negativa de lo caduco aun existente pero sin razón de ser, se convierte en razón revolucionaria práctica o, lo que es lo mismo, conciencia política transformadora en acción 

En estas estamos ahora mismo esa mayoría absoluta de la sociedad a escala planetaria que somos los asalariados: una vez más indecisos ante la necesidad objetiva de superar una  forma de vida que sólo parece real porque sigue existiendo; pero al haber perdido toda esencia humana racional, ha dejado de ser efectivamente real para convertirse en un simple existente, un obstáculo en el que ya se puede ver --y a la vez se oculta-- la esencia humana de una nueva realidad social efectiva.

La tarea de los revolucionarios en semejantes circunstancias, consiste en aplicar la ciencia y mostrar paciente y tenazmente la verdad que el capitalismo oculta, para que allí brille lo que en él ya se puede prever con destellos de futuro superador, usando al mismo tiempo la memoria histórica del movimiento revolucionario que nos indica la dirección y el sentido político de lo que hay que hacer y cómo (con qué formas de lucha y medios de acción) para crear con más perfección y firmeza que en el pasado, esos trazos históricos de la sociedad por venir, porque todo obstáculo que se reconoce como tal, ya marca el camino. Se trata, entonces, de contribuir entre nosotros, a esgrimir la razón revolucionaria luchando con todas nuestras fuerzas contra las “furias ideológicas del interés privado” para conseguir que, entre todos, hagamos más corto el tiempo que media entre el persistir en la conciencia negativa de la irracionalidad esencial recurrente del capitalismo, y el trascenderla mediante la conciencia revolucionaria positiva en acción organizada, “para abreviar y mitigar los dolores del parto” socialista. 

 

¡FUERA EL IMPERIALISMO DEL CERCANO Y MEDIO ORIENTE.!

Huelga general indefinida de los asalariados en los países imperialistas implicados en el conflicto.

 

¡CONVIRTAMOS TODO CONFLICTO INTERBURGUÉS EN GUERRA REVOLUCIONARIA CONTRA EL CAPITALISMO ALLÍ DONDE SE PRODUZCA!

¡NO! a cualquier juicio tipo “tribunal Russell” contra los “causantes” del 11S

(personas y/o gobiernos) para encubrir sus causas.

 

SOLIDARIDAD INTERNACIONALISTA COMBATIVA ENTRE LOS ASALARIADOS Y CAMPESINOS POBRES ISLÁMICOS EN LUCHA SIMULTÁNEA CONTRA EL IMPERIALISMO Y SUS PROPIAS BURGUESÍAS AUTÓCTONAS.



[1] Cuando dijo esto, Marx estaba seguramente pensando en en sí mismo y en gentes como sus amigos, Engels y Weidemeyer, o en los editores Julio Meyer y Rempel, todos ellos de convicción comunista --aunque con distinto grado de compromiso-- a pesar de su más rancia condición social burguesa.

[2] En cuanto a la galería de regímenes pseudocomunistas, desde La URSS de Stalin a la Rumania de Ceaucesco y la Camboya de Pol Pot, pasando por la Yugoslavia de Josep Broz Tito, la China desde Mao Tse Tung, la Korea de Norte desde King Il Sung a Kin Jong Il, la Polonia de Gierek, la Hungría de Janos Kadar  o la Albania de Enver  Hoxa, todos estos regímenes se homologan a las “democracias” capitalistas en el hecho de que la causa formal o naturaleza social de sus sistemas de vida, jamás aparece ni directa ni indirectamente relacionada o implicada con las noxas o daños humanos sistemáticos que provocan y producen.  Tanto unos como otros regímenes jurídico-políticos atribuyen estos daños a conductas individuales, a “la acción del hombre”, apelando a la maldición bíblica. Ambos coinciden en atribuir estas noxas a causas jurídicas y/o políticas eficientes, esto es, a puras y simples acciones más o menos ilícitas hasta cierto punto toleradas, producto del “libre albedrío” personal o de determinados colectivos sociales, poderes fácticos, burocracias, etc., etc.

Pero, a diferencia de lo que sucede con la mayoría de los regímenes pseudocomunistas “antidemocráticos” de partido único, en los regímenes capitalistas puros la oligarquía de partidos institucionalizados permite que, cuando a uno de ellos le toca ser gobierno, asume disciplinadamente la ética de las resopnsabilidades, cuyo cometido es ejecutar las políticas de Estado determinadas por las leyes económicas inflexibles del sistema, que hacen a las necesidades de los explotadores en su conjunto cumpliéndolas y haciéndolas cumplir a cualquier coste; aunque invariablemente privilegian a unos explotadores –su clientela política-- más que a otros, dando paso a la corrupción política, que para eso está la discrecionalidad burocrática del funcionario estatal, que permite hacer de los cargos públicios cosa privada, tanto más cuanto mayor sea su nivel jerárquico. Tal es la causa formal del cohecho, consustancial a la democracia representativa, al tiempo que, de cara a los explotados, tratan de inculcar eso de que “la política es el arte de lo posible”, dando por imposible lo que no sea vivir del trabajo ajeno como sistema de vida. Por su parte, a los partidos de la oposición les está reservado actuar desde la ética de las ideas, cuya función es criticar al partido o partidos gobernantes, proclamando como posibles todas las necesidades de los explotados que el gobierno desatiende y de las que ellos prometen ocuparse, tanto como para mantener a las masas cautivas de la ilusión en el sistema, y de paso ganarse su favor político en los próximos comicios. De este modo, la causa formal esencial al sistema capitalista de que, por ejemplo, los asalariados participen cada vez menos en el producto de su trabajo, es transformada por los partidos burgueses de la oposición en causa política eficiente de la que responsabilizan al partido o partidos burgueses en el gobierno. Lo mismo sucede respecto de la causa formal de la corrupción gubernamental, convertida por los partidos que acceden al gobierno en causa jurídica eficiente de lo actuado por el gobierno saliente. Este jueguito “democrático” que se traen los grandes partidos políticos burgueses en torno a su alternancia como partidos de oposición y de gobierno a instancias de los comicios y de las causas políticas y/o jurídicas eficientes, permiten que los partidos de cada gobierno saliente, funjan como fusibles del sistema, como chivos expiatorios de la corrupción, el paro y demás noxas sociales sistémicas, producto de las causas formales esenciales de la sociedad capitalista, que así quedan veladas a la conciencia de los explotados. Mientras tanto, las necesidades de las mayorías absolutas quedan postergadas sine die, y el sistema se mantiene intangible. La “democracia” representativa jamás ha impedido las fechorías del poder político estatal. Ni las menores vinculadas a intereses particulares afines a determinado partido en función de gobierno, ni las mayores, que hacen a las necesidades del sistema en su conjunto, como es el caso del 11S. Sólo sirve a los fines de la conservación del sistema, a instancias de la alternancia de los partidos políticos en recurrente periplo de ida y vuelta entre su descenso al purgatorio de la oposición y su ascenso a las más “altas esferas” del Estado.

En tal sentido, el margen para la prestidigitación política de que disponen nuestros ilusionistas --los políticos profesionales dentro de las instituciones capitalistas de Estado-- es amplio. Bajo los regímenes “antidemocráticos” pseudocomunistas (stalinistas), en cambio, ese margen se reduce al máximo. En efecto, dado que sus estructuras políticas de partido único aparecen fusionadas con el Estado, que, a su vez, subsume bajo la forma subjetiva de “planificación burocráticamente centralizada” a buena parte de lo que bajo el capitalismo se integra objetivamente en la sociedad civil,  este totalitarismo burocrático igualmente corrupto de los regímenes stalinistas, paradójicamente hace que la causa formal (objetiva) se diluya en la causa eficiente (subjetiva) de sus contradicciones intrínsecamente insolubles, lo cual hace que su forma social entera, desde su base económica a su superestructura, se torne transparente y, por tanto, vulnerable a la crítica política, tanto desde su derecha (burguesa) como desde su izquierda (proletaria). 

[3] Un ejemplo de aplicación del Materialismo Histórico a la realidad, lo dio Marx en “La lucha de clases en Francia” y en “El 18 brumario de Luis Bonaparte”, o en sus escritos de 1854 sobre la revolución española desde 1808, para el “New York Daily Tribune”, así como Engels en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, o “El problema de la vivienda en Inglaterra”.

[4] En matemáticas, vector es la cantidad que tiene magnitud, dirección y sentido al mismo tiempo. Por ejemplo, si una cantidad ordinaria, o escalar, puede ser una distancia de 6 Km representada por el segmento OA, una cantidad vectorial sería decir 6 km norte. Los vectores se representan normalmente como segmentos rectilíneos orientados, como OA en el diagrama que se muestra a continuación; el punto O es el origen o punto de aplicación del vector, y A su extremo norte. La longitud del segmento es la medida o módulo de la cantidad vectorial, y su dirección es la misma que la del vector.

                                                   

El uso sencillo de los vectores así como los cálculos utilizando vectores quedan ilustrados en este diagrama, que muestra el movimiento de una barca para atravesar una corriente de agua. El vector OA, indica el movimiento de la barca durante un determinado periodo de tiempo si estuviera navegando en aguas tranquilas; el vector OB, representa la deriva o resultante de los vectores OA y AB, que es la dirección y el sentido del empuje de la corriente durante el mismo periodo de tiempo. El recorrido real de la barca, bajo la influencia de su propia propulsión resistida por la corriente AB, se representa con el vector OB. Utilizando vectores, se puede resolver gráficamente cualquier problema relacionado con el movimiento de un objeto bajo la influencia de una o varias fuerzas.

 

 

[5] En todas las guerras, como las ocurridas durante los últimos años en Irak-Irán (1988), Irak-Kuwait (1991), ExYugoslavia (1997), Afganistán 2001, Irak (2002), además de un número indeterminado de vidas humanas –que nunca bajan de decenas de miles-- en su mayoría de extracción proletaria, se destruyen armamentos y viviendas, fábricas y campos. Como consecuencia, en el mediano plazo tiende a elevarse la tasa general de ganancia. Cfr: http://www.nodo50.org/gpm/crisis\06.htm

 

 

[6] La masa de capital en funciones, viene fijada por su composición orgánica media, o promedio de la relación entre el valor invertido en medios de producción, por un lado, y salarios, por otro; relación que, a su vez, está en función  del coeficiente tecnológico incorporado a los medios de producción utilizados [maquinas, edificios o tierra, materias primas y auxiliares]. Este coeficiente técnico mide la productividad del trabajo, definida genéricamente como la capacidad de un asalariado para poner en movimiento un mayor número de más costosos y eficaces instrumentos de trabajo, lo cual permite producir más y mejores productos por unidad de tiempo empleado. Dado que la competencia intercapitalista determina que la composición orgánica media del capital global de la sociedad aumente históricamente, esto implica que, por cada unidad monetaria del capital global invertido en medios de producción, disminuya progresivamente la parte correspondiente a los salarios y a los obreros empleados. Pero, dado que la ganancia surge de la parte de la jornada colectiva de labor correspondiente al trabajo no pagado, resulta que de la disminución histórica relativa invertida en salarios respecto de la parte invertida en medios de producción, resulta una masa de plusvalor global que aumenta históricamente menos que el capital global invertido. Así, hasta que el proceso alcanza un punto en que el plusvalor obtenido en las ramas de más alta centralización del capital y, por tanto de mayor composición orgánica, el plusvalor obtenido no compensa el capital invertido. A partir de este momento, gran parte del capital adicional producido sobra y no se reinvierte productivamente. Es expulsado de la producción y gravita hacia los mercados especulativos, donde ya no es que todos los capitalistas ganan aunque unos más que otros, sino que, lo que unos ganan, otros lo pierden. La gran burguesía en su conjunto pugna por salir de semejante situación anómala.  

[7] Mahoma hablaba de los dos combates que debe emprender cada musulmán: a uno lo llamaba Yihad Menor, que consiste en luchar contra los ídolos, contra los falsos dioses, contra las mentiras y tiranos exteriores que reducen el ser humano a la miseria; al otro combate lo llamaba Yihad Mayor, consistente en el afán por superarse y conquistar la libertad en su interior, en lo más íntimo de su propia personalidad. Y también enseñaba que esas luchas no tenían nunca límite, porque siempre habría alguna mentira más que denunciar, algún ídolo más que derribar, algún yugo más del que desuncirse y liberarse tanto fuera como dentro de uno mismo.

[8] “Crítica de la Economía Política”. Introducción.

[9] El din es la “Verdad” supuestamente revelada por Allah al ser humano a través del Corán. Para los musulmanes, a diferencia de otras religiones, como la cristiana, esta verdad no es insondable, mística, mágica ni misteriosa, por tanto no es un dogma que se trasmite y recibe a través de la fe ciega sino de la razón humana. Según Abdullah Bartoll Ríus:, “El Dogma y el Misterio se caracterizan por su rechazo de la razón. Son fórmulas teológicas de poder que aspiran a destruir cualquier disidencia, el libre pensamiento y el progreso individual y colectivo. Es sabido que un ser humano que utiliza la razón plantea serios prob1emas a las construcciones dogmáticas y a la supuesta intelectualidad teológica demasiado complicada para ser entendida por todos. Cuando alguien quiere comprender el Dogma y el Misterio, el especialista dice que se recurra a la fe y así se zanja la cuestión. El Dogma y el Misterio son una imposición de las jerarquías sacerdotales, por lo que su aceptación es, en realidad, el sometimiento a esas jerarquías, jamás a la Divinidad. El núcleo del Misterio tiene su raíz en las religiones arcaicas y está relacionado con el tabú. El Misterio tiene su formulación y su origen en la Mitología y en la Magia”. Cfr.: http://www.verdeislam.com/vi_12/islam_religion.htm.  Nosotros, que no somos musulmanes, apelamos a este concepto del “Din” islamista, por considerarlo social y políticamente revolucionario.    

[10] Según un estudio del Banco de Inglaterra, en 1979 seis países de la OPEP (Arabia Saudí, Irak, Nigeria, Libia, los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait) marchaban a la cabeza de la lista entre los veinte países exportadores más grandes del Mundo. La mayor parte de los petrodólares obtenidos de la exportación de crudo ese año, fue colocado en el mercado de las eurodivisas; una parte menor se destinó a inversiones directas en otros países. Los 240.000 millones de petrodólares estaban invertidos en los países imperialistas, aunque el destino de estas inversiones se ha modificado mucho; en 1974, el 40% de los petrodólares estaban invertidos en Gran Bretaña; en 1979, este porcentaje había descendido al 32%. En 1981, la proporción de los petrodólares que se encontraba en los EE.UU. también disminuyó, mientras que la invertida en Japón, en la ex RFA, en Francia, en los Países Bajos y en Italia, había aumentado. En Japón pasaron de 3.200 millones en 1978, a 15.600 millones en septiembre de 1980. En cambio, la proporción invertida en dólares (incluidos los eurodólares) seguía siendo la misma, acentuándose la tendencia a la inversión especulativa, es decir, a corto plazo. (W. Wolf: “La coyuntura económica Internacional” En Revista “Inprecor” marzo de 1981 Nº 20)

[11] Los chiíes, aunque respetan la Sunna (colección de hechos y dichos de Mahoma según testigos directos de los acontecimientos), no aceptan que sea de carácter sagrado, tal como hacen los demás musulmanes (denominados sunníes). Por el contrario, los chiíes atribuyen mucha importancia a las enseñanzas transmitidas por los doce imanes sucesores de Alí. El duodécimo y último de tales sucesores –el Mahdi- no habría muerto, esperando su retorno. Entre el clero chiíta –conocido bajo el término de mullah- destacan algunos expertos en la interpretación de la sharia (ley islámica), denominados ayatolás.

[12] En este fracaso estuvo, sin duda, el anticomunismo visceral de la pequeñoburguesía iraní. Pero su causa fundamental fue la política del stalinismo (soviético y chino) en todo este período de lucha contra la dinastía Phalevi. No hay que olvidar que el partido “Tudeh” –correa de trasmisión de la política exterior del Kremlin en Irán-- llegó a ser la segunda fuerza política tras la Segunda Guerra Mundial. Pero al centrar su política en el intento de quitarle las concesiones petroleras a los ingleses de la “Anglo Irán Oil Company” apoyando incondicionalmente al Sha desde 1945, (con quién mantuvo fuertes vínculos comerciales, incluso en el terreno de la provisión de equipos militares) este partido pasó a compartir con el monarca el odio de las masas, que vieron en él la negación más completa de sus profundas y genuinas aspiraciones de liberación nacional. Respecto de la burocracia china, por los mismos intereses inmediatos apoyó el despotismo del Sha, aprobando la instauración del Estado de sitio en 1978, tras la masacre de la plaza  Jaleh. Hace 95 años, en 1909, una de las organizaciones obreras clandestinas de combatientes iraníes, partidarios de la revolución constitucional: el “Modhahid”, se reclamaba a la vez del Islam y de la socialdemocracia revolucionaria. Si por entonces esto era así, se debió, en buena parte, a la acción resuelta de los militantes comunistas rusos del POSDR (bolchevique), que había destacado comandos en Trabriz para ayudar a la joven revolución persa. (Ver: “Histoire du movument ouvrier en Irán” Ed. Mazdak. Citado por Michel Rovere en: “Inprecor nov/1979 Nº 9).    

[13] En carta a Engels del 2 de junio de 1853, Marx abordó por primera vez la cuestión del “modo de producción asiático”. Citando extensos párrafos del Libro de Francois Bernier sobre el Indostán y Persia, Marx concluyó que el hecho distintivo del modo de producción en estos países respecto de la línea típica de desarrollo de Occidente, es el hecho de haber dejado atrás el “comunismo primitivo”, aunque todavía persiste la inexistencia de toda propiedad privada o individual sobre la tierra: “Esta es la verdadera clave, incluso del cielo oriental”, termina diciendo, es decir, de religiones como el zoroastrismo, el hinduísmo, el budismo y el islamismo. 

[14] La doctrina chiíta de que, hasta el retorno del “imán oculto”, cualquier gobierno es, por naturaleza, “ilegítimo”, constituye un principio teológico que, sin duda, inspira en la conciencia de los explotados y oprimidos una política de revolución permanente. Tal es el elemento de superioridad del chiísmo respecto de las demás sectas musulmanas, especialmente de la sunní, verdadera contrapartida revolucionaria del elemento burocrático contrarrevolucionario que supone hacer descansar la verdad revelada del Islam en los ayatolás, supuestamente representantes del dios Allah en la Tierra.

[15] En su trabajo: “Islam y nación”, es interesante comprobar la conclusión a la que llega Xavier de Planhol, donde se observa  cómo, en la tradición islámica, el concepto religioso designado originariamente por la palabra “milla”, acaba subsumiéndose históricamente en el concepto político populista laico de nación hasta llegar a significar ambas cosas a la vez en una: Los términos que hoy designan la nación en las tres lenguas de cultura del área musulmana están tomados del léxico religioso. El más antiguo es el árabe milla, que en el Corán tiene el sentido de «palabra» y en arameo traducía el griego logos. En el siglo XIX la palabra adquirió un sentido político, y se empleó para traducir la francesa nation. En 1839 se habla de una millet servia. Surgen las ambigüedades. (...) En 1839 el gran edicto de reforma habla de millet otomana, que reúne a todos los ciudadanos del imperio sin distinción de religión, pero al mismo tiempo contrapone el Islam a las otras millet. Hacia 1860 el concepto de millet otomana sigue estando poco claro, y muchas veces es difícil saber si se aplica solamente a los súbditos minoritarios o a todos los ciudadanos otomanos. Pero a partir esta época ya no se discute el equivalente lingüístico francés de la palabra y sus derivados (milli: national;  mílliyet: nationalíté) (...) En árabe, lengua en la que milla y milli habían caído en desuso, en la época contemporánea se ha adoptado otra palabra del vocabulario religioso, muy significativa: umma, que en el Corán y el Islam designa la comunidad de los creyentes. Es la que se emplea hoy para hablar de la «nación» árabe, como por ejemplo en el discurso político de Nasser. Así pues, en el mundo árabe la nación ha tenido desde el principio una fuerte connotación religiosa.”. Cfr: http://www.webislam.com/numeros/2001/05_01/Articulos%2005_01/Islam_naci%C3%B3n.htm

 

[16] Estados Unidos ha jugado un papel significativo en los asuntos del golfo Pérsico durante mucho tiempo. En la Segunda Guerra Mundial, el presidente Franklin D. Roosevelt forjó un acuerdo con Abdul-Aziz ib Saud, fundador de la moderna dinastía saudita, para proteger a la familia real contra sus enemigos internos y externos a cambio del acceso privilegiado al petróleo saudita. En los años subsecuentes, Estados Unidos acordó también proporcionar apoyo en la seguridad del Sha de Irán y de los líderes de Kuwait, Bahrain y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Estos acuerdos condujeron a la entrega de vastas cantidades de armas estadounidenses y, en algunos casos, al despliegue de fuerzas de combate en los países mencionados. (El vínculo de seguridad estadounidense con Irán se vio cercenado en febrero de 1979, cuando el Sha fuera derrocado por las fuerzas militantes islamistas.)

[17] Habría una sola causa que gestaría la automática e inmediata unidad de estas burguesías islámicas gobernantes aliadas del imperialismo: La amenaza política y militar en toda línea, del proletariado internacionalmente organizado en la región.