Presentación de
LA TEORÍA CONSPIRATORIA PRESENTADA COMO VERSIÓN OFICIAL DE LOS ATENTADOS DEL 11 DE SEPTIEMBRE CRECIENTEMENTE CUESTIONADA EN USA. Alfredo Embid.

Esta vez nos dirigimos a nuestros lectores, para presentarles un trabajo publicado por la organización “Resistencia Digital”. Lo hacemos atendiendo a los numerosos e importantes testimonios que aporta para esclarecer los hechos ocurridos el 11 de setiembre de 2001 en Washington, New York y Pensilvania.

 Nuestra intención es sumarnos al esfuerzo común de dar la más amplia difusión posible a las verdaderas causas que movieron a quienes, desde la sombra del poder fáctico que actualmente ostentan en los EE.UU., han provocado semejante barbarie, poniendo una vez más en evidencia la caducidad del sistema de vida basado en el capitalismo.

En tal sentido, al tiempo que felicitamos a los compañeros de “Resistencia Digital” por su meritorio aporte informativo, queremos señalar brevemente una discrepancia con los motivos que parecen animarles a denunciar ésta y otras vesánicas iniciativas por parte de cierta fracción de la burguesía internacional. 

Nos referimos concretamente a la introducción que aparece suscripta por Alfredo Embid —suponemos que en nombre de esa organización— donde los hechos del 11S se atribuyen a quienes, en los EE.UU., aparecen suscribiendo la “Declaración de Principios” del "Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense" ("Proyect for de New American Century" PNAC):

<<El grupo que lo redactó presentado paradójicamente como una organización sin ánimo de lucro que tiene el objetivo de promocionar el liderazgo mundial, la dominación suprema, militar y económica, de la Tierra, el espacio y el ciberespacio por parte de Estados Unidos, así como el establecimiento de su intervención en todos los problemas mundiales con la coartada de hacernos disfrutar de la Pax Americana. Los miembros de la PNAC son "filántropos" que conocemos ligados al poder financiero: Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Jeb Bush, Richard Perle, Richard Armitage, Dick Cheney, Lewis Libby, William J. Bennett, Zalmay Khalilzad, y Ellen Bork, etc.>> (Op. Cit.)

Nosotros no ponemos en duda que el PNAC exista, ni negamos el ya proverbial genocida chovinismo imperialista norteamericano, expresado en su declaración de intenciones efectivamente suscripta el 3 de junio de 1997 por esos popes que los compañeros mencionan. Y, por supuesto, compartimos la idea de que todos ellos —en mayor o menor medida— han estado al frente —aunque subrepticiamente— de lo sucedido aquel día.

Pero no estamos de acuerdo en limitarse a atribuir las más trascendentes iniciativas de la burguesía internacional a reconocidos representantes de la fracción que aparece más directamente comprometida en cada una de ellas. Esta es una persistente y contumaz propensión de las clases subalternas, y mientras persistan estas condiciones en su conciencia colectiva, nunca será suficiente insistir sobre semejante error. A este tema ya nos hemos referido en: http://www.nodo50.org/gpm/11s/03.htm, y por eso mismo nos pareció necesario volver sobre ello más extensamente y con mayor precisión aquí.

 

Una de las aportaciones de la filosofía de Aristóteles a la ciencia, fue la noción de causalidad. El punto de partida para el análisis de la noción general de causa, está en el concepto de fuerza que, según Hegel, surge de toda relación esencial, esto es de dos cosas distintas que comparten la misma esencia orgánica.

 

Según Aristóteles, una relación esencial es la que, en sí misma, contiene el principio activo de su propio movimiento, de modo que, para ser una realidad efectiva, no necesita de ninguna fuerza extrínseca o externa a la suya propia.

<<La fuerza es, de esta manera, una relación (la fuerza nace de la relación, no nace de un sujeto, nace de una relación) en la que cada término es (aunque distinto, esencialmente) el mismo que el otro Hay una fuerza que solicita y otra que es solicitada, pero si no hay relación no hay fuerza. Hay fuerzas que están en relación y precisamente se refieren de manera esencial una a la otra. Además, ellas son, ante todo, sólo diferentes en general; la unidad de su relación es sólo la unidad interior, que está en sí>> (G.W.F. Hegel: "Ciencia de la lógica" Libro II sección 2 cap. 3. Lo entre paréntesis es nuestro)

Un macho de león se distingue o es diferente de una hembra por el sexo respectivo, pero comparten una misma esencia orgánica, específica o biológica. Por tanto, su relación es esencial a su especie. De ella surge la fuerza orgánica específica de su propia subsistencia y descendencia en términos de determinados genes para la preservación de la jerarquía en la familia o manada y, por tanto, de su misma especie natural. Otro ejemplo: el  planeta sol es un ser distinto o diferente respecto de la sustancia llamada clorofila contenida en las hojas de las plantas verdes; pero, puestos en relación, la energía lumínica deviene en fuerza química capaz de convertir el agua, las sales minerales, y el bióxido de carbono que aportan las raíces y hojas de los vegetales, en azúcares, lípidos y las proteínas que nutren sus cuerpos, demostrando así que ambos distintos componentes de la relación fotosintética, comparten la misma esencia orgánica que contiene, en sí misma, el principio activo de sus cambios vitales como individuos y como especie.

Del mismo modo, desde el punto de vista histórico-social, aun cuando la burguesía se esfuerce en ocultarlo tras la pantalla de la abstracta categoría de  “individuo” presuntamente hacedor de sí mismo —el “himself made man” de los filósofos pragmáticos sajones— el asalariado y la patronal capitalista existen como dos seres sociales distintos; pero, puestos en relación a instancias del doble carácter contenido en la mercancía fuerza de trabajo, y mientras esta relación se mantiene mediante el contrato laboral, ambas clases comparten la misma esencia capitalista y generan, por sí mismas, la fuerza creadora bajo la forma de plusvalor y salario, que nutre el todo orgánico de la sociedad burguesa como ser social vivo, igual que lo hace cualquier especie natural del Planeta.

 

Ahora bien, en toda relación orgánica esencial del mundo natural siempre hay un polo activo mientras el otro se limita a cumplir un papel pasivo. Lo mismo ha venido ocurriendo hasta ahora en la sociedad patriarcal clasista respecto de la relación amo-esclavo, señor-siervo, burgués-asalariado y varón-mujer, según el lugar social que han venido ocupando en la relación. La economía política nos ofrece el ejemplo que verifica este aserto en la relación de valor o valor de cambio, entre dos mercancías, digamos A = B, donde la relación esencial entre ellas confirma que ambas comparten la misma esencia social, el valor; e incluso representan la misma magnitud de esa esencia social, lo cual hace posible el intercambio.

 

Pero, según cual sea el lugar que ocupen tales mercancías en esa relación entre equivalentes, una de ellas, en este caso A, cumple el papel activo, dado que es la que expresa su propio valor en la segunda, mientras esta última (B) se limita simplemente a prestar su cuerpo material o valor de uso, como expresión de valor de la primera, cumpliendo así un papel pasivo. En el caso de la relación entre capital y trabajo, ni qué decir tiene que, desde el punto de vista social, el papel activo corre en todo momento por cuenta del capitalista.

 

Dicho esto, volvamos a Aristóteles para definir la noción  de  CAUSA como acción capaz de producir algo, que llamamos efecto o resultado, o aquello que es la razón de que algo ocurra.

 

Los primeros pensadores griegos habían tendido a asumir que sólo un único tipo de causa podía ser explicatorio de cualquier cosa, hecho o acto. Para Aristóteles hay cuatro tipos de causa.

1.        Causa Eficiente  o productora:
La que está en el origen inmediato del movimiento que provoca el cambio en las cosas.
Esta causa puede encontrarse en el dominio de la conducta al interior de toda relación.
ejemplos:

a.        la energía del Sol es la causa eficiente de que —a instancias de la clorofila— su luz se convierta en fuerza química transformadora

b.       en la sociedad actual el mando de la patronal a instancias del asalariado, determina el qué y el cómo de la producción, es decir, la transformación de la fuerza de trabajo en plusvalor. 

2.        Causa Final:
aquello para lo cual se produce esa cosa o en virtud de lo cual se la produce.
ejemplos:

a.        En el caso de los vegetales, la transformación de ciertas sustancias inorgánicas en orgánicas esenciales a la vida vegetal.

b.       En el caso de la sociedad capitalista, la conversión de la fuerza de trabajo del asalariado en plusvalor para los fines de la acumulación de capital. 

3.        Causa Material:
Aquello de lo que —y sobre lo que— algo se hace o está hecho.
ejemplos:

a.        La causa material en el metabolismo vegetal es el agua, las sales minerales y el bióxido de carbono.

b.       En el metabolismo propio de la sociedad capitalista, la materia a transformar es la fuerza de trabajo o capacidad para trabajar del obrero, empleado para la finalidad orgánica de ese ser social tan vivo como cualquier especie de la naturaleza, que es el capitalismo, de crear trabajo excedente bajo la forma de valor para los fines de la acumulación.

4.        Causa Formal:
es la que constituye lo producido según la orgánica relación de producción específica.

Por último, Aristóteles señala que la causa material es intrínseca o interna a toda relación esencial entre sus términos, porque actúa desde dentro de ella, de esa unidad de distintos que constituye el ser de su especie.

 

En el caso de la relación esencial de producción capitalista, la materia sobre la que el sujeto productor (capitalista) actúa, es la fuerza de trabajo (del asalariado), para conformarla o darle su ser social específico en la forma del plusvalor. [1]

 

Las causas eficiente y final del movimiento, en cambio, pueden ser extrínsecas (externas) a la relación esencial o intrínsecas (internas) a ella, según operen desde dentro o desde fuera.

 

Por ejemplo, cuando el poeta Machado en “El viajero” dice: “Azota el viento las ramas de los álamos”, este movimiento mecánico del aire es extrínseco a la fuerza orgánica resultante de la relación esencial entre la energía lumínica y la clorofila de los vegetales, porque no incide en la causa eficiente ni final de la fotosíntesis. Sin embargo, aun cuando no cambien su lógica, según su magnitud ese tipo de movimiento atmosférico —u otros de carácter telúrico o espacial— pueden interferir o afectar significativamente la relación esencial hasta el extremo de impedirla.

 

Así lo señala Aristóteles en su “Metafísica”, Libro VII Capítulo VII al tratar sobre la posibilidad de que la potencia o capacidad de actuar de los elementos de una relación, se convierta en acto. Así, de una casa dice que existirá también en potencia, “si no hay nada en la materia que se oponga a que sea construida”. Y agrega:

<<Lo mismo sucederá con todos los seres (como la casa) que tienen fuera de sí mismos el principio de su producción; y lo mismo con los que, teniendo en sí este principio, existirán por sí mismos si nada exterior (al principio activo contenido en la relación esencial) se opone a ello.>> (Op. Cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

 Según la visión teleológica aristotélica, por una parte las causas eficiente y final están presentes como potencia, tanto en las relaciones que tienden por sí mismas a producir su propio movimiento para el cambio, como en las que no; pero esto será así mientras no haya causas eficientes extrínsecas que lo impidan. Por esta razón Aristóteles dice que, al mismo tiempo que intrínsecas, determinadas causas eficiente y final pueden ser extrínsecas o externas a una relación esencial dada, sea para impedirla, obstaculizarla o estimularla. [2]

Dentro de tales causas externas se inscribe, sin duda, el 11S. La causa política eficiente originariamente concebida por los terroristas islamistas en curso de concretar sus efectos, fue conocida con antelación suficiente por la fracción burguesa terrorista norteamericana a instancias del aparato de inteligencia de la CIA, que así pudo saber de sus planes y movimientos interfiriendo las comunicaciones entre ellos, lo cual permitió remplazarles a último momento por los medios tecnológicos más sofisticados de la industria militar disponibles en EE.UU, con el fin de magnificar los efectos políticos de los atentados, cuya terrorífica espectacularidad sirvió para justificar ante la opinión pública norteamericana y mundial la intervención militar en Afganistán, no menos vesánica e infernal. Es decir, que la operación consistió en invertir el signo político de la misma causa terrorista eficiente, poniéndola al servicio de la causa final o estrategia imperialista de lucha contra el islam en el mundo, pretextando la lucha contra su fracción terrorista minoritaria. [3]

Aquí, el interés subjetivo, individual y de grupo, de la camarilla política republicano-burguesa norteamericana que decidió acabar con el dominio talibán en Afganistán, coincidió con la fuerza del principio activo contenido en la relación esencial capitalista, tendente a superar los límites extrínsecos que, para la propia expansión del capital internacional, supone la religión islámica, tendencia objetiva de la relación esencial capitalista, de la que es perfectamente consciente el resto de la burguesía internacional, lo cual explica su solidaridad, encubrimiento y connivencia con la causa eficiente extrínseca encarnada en la camarilla gobernante norteamericana, cuya cara visible es el presidente Bush, según las razones expuestas en nuestro trabajo sobre este asunto: http://www.nodo50.org/gpm/11s/05.htm.

 

Esto explica que la diplomacia burguesa mundial haya cerrado filas en torno a la superchería genocida montada por la banda terrorista agrupada en el PNAC respecto de los atentados del 11S. Estamos, en este caso, ante unas causas eficiente y final de carácter extrínseco, externas a la  intrínseca o interna relación esencial de producción capitalista, conscientemente orientada a superar los límites subjetivos a la expansión del capital internacional sobre el actual mundo Islámico que, como hemos dicho, supone esa ideología religiosa. [4]

 

Otra cosa fue lo sucedido en Irak. Allí, desde el punto de vista de las causas eficiente y final, de carácter subjetivo particular, la gran burguesía internacional se dividió —y todavía sigue dividida— entre el bloque angloamericano y el eje franco-alemán.  Y cada fracción actuó  según sus propios intereses, de acuerdo con lo que cada cual entendió que debía ser capaz de hacer y conseguir. En  esto tuvo mucho que ver la causa eficiente —“táctica divisionista”— del burgués Sadam Hussein: http://www.nodo50.org/gpm/guerra2003/02.htm.

 

Según el razonamiento anterior, y dado que cada fracción burguesa ha actuado, una vez más, en función de sus intereses particulares, se demuestra que todas estas capacidades de maniobra política, motivaciones y finalidades, (para rapiñar una parte alícuota mayor en el reparto de las ganancias entre las diversas fracciones burguesas con intereses en Irak), son por completo extrínsecas o externas a las causas eficiente y final propias de la relación esencial capitalista, esto es, a su principio activo y finalidad objetiva como capital social global. 

 

¿Por qué estas causas eficientes o “movidas” de las distintas fracciones de la burguesía internacional son extrínsecas (externas) a su compartida relación esencial, (en este caso a la relación de producción capitalista), por más violentamente contrarios que resulten sus diferentes intereses particulares o de fracción en Irak? Insistimos: porque, lógicamente, no atañen a su causa formal o sistémica: la explotación de trabajo asalariado para los fines de la acumulación. Porque todos ellos comparten y usufructúan el mismo negocio, la misma gallina de los huevos de oro, que es la relación esencial o causa formal del capitalismo. En tal sentido, la única consecuencia previsible de este enfrentamiento de intereses e iniciativas particulares, es que, en el curso del proceso, ciertos grupos o fracciones y hasta países y Estados burgueses, desaparezcan en tanto que categorías económicas y/o políticas, dando lugar a otros, como en la historia reciente sucedió en Yugoslavia  y es probable que en el próximo futuro suceda en Irak. E incluso puede que —como está sucediendo— algunos individuos económica y/o políticamente relevantes, dejen físicamente de existir corriendo la misma suerte de buena parte de la “carne de cañón” utilizada en el conflicto. Pero nada más.

Esta realidad desmiente categórica y terminantemente la superchería oportunista de toda la izquierda burguesa,  que insiste en la farsa de autoproclamarse “comunista” o “socialista” y aparenta estar posicionada contra los personeros y grupos del gran capital y sus gobiernos. Tras la enorme cantidad de evidencias empíricas que ratifican el despropósito político del reformismo como estrategia de poder anticapitalista —acumuladas desde la revolución europea de 1848 hasta hoy— el hecho de que honestos militantes del movimiento permanezcan en semejante órbita contrarrevolucionaria tras caer el velo de la URSS, sólo se explica por la ausencia de firmes convicciones científicas que alumbren en la conciencia colectiva la necesidad de luchar directamente por la causa formal del socialismo, rompiendo de una vez las cadenas que someten el proceso de trabajo al proceso de valorización.

¿Fueron extrínsecas a la causa formal del capitalismo las “movidas políticas,” o causas eficiente y final, que motivaron y dieron por resultado el “Estado empresario del bienestar” durante la década de los cincuenta y sesenta? [5]

 

Según la teoría de la causalidad aristotélica sí lo fueron, porque esas causas no constituyen parte esencial de la relación capitalista de producción. Pero en tanto no constituyen un límite objetivo de la causa formal capitalista, sino al contrario, esas causas eficiente y final del Estado empresario, al mismo tiempo que lógicamente extrínsecas o externas a esa causa, fueron políticamente intrínsecas o internas a la relación esencial o causa formal del capitalismo. En el mismo sentido se ha pronunciado, con no menos contundencia, el veredicto de la historia. El Estado empresario contribuyó al aceleramiento del proceso esencial —de explotación y acumulación capitalista— en diversas partes del Mundo, el cual llegó a sus límites objetivos en la década de los ochenta, cuando la ingente masa de capital acumulado a instancias suya llegó a un punto en que presionó hacia la baja de la tasa de ganancia, expulsando así del proceso productor de plusvalor a una, cada vez mayor, masa de capital disponible, que pasó de capital productivo a  capital excedente, ocioso o supernumerario, cuya contrapartida en el factor subjetivo de la producción se expresa en el paro masivo, en el trabajo precario, en el recorte de los salarios y en el aumento insoportable de los ritmos de trabajo. Esto es así, dado que, ante sus cada vez más bajos réditos crecientes en relación a su cada vez mayor masa de capital disponible, la burguesía unifica su comportamiento a escala universal en dar más vueltas de tuerca sobre las condiciones de vida y de trabajo del conjunto de los asalariados. [6]

 

Bajo estas nuevas condiciones, la causa formal del capitalismo activó en los grupos de poder económica y políticamente más poderosos de la Tierra, las causas eficiente y final que permiten explicar el proceso privatizador, todavía en curso, de las empresas públicas y la consecuente desaparición, cada vez más acelerada, del “Estado empresario del bienestar”.   

   

Como puede advertirse, desde el punto de vista de la causa formal o sistémica, lo que determina la tendencia a la preservación o al derrumbe del sistema capitalista, es la evolución de la tasa media general de ganancia, que para la izquierda burguesa suena como hablar de la soga en casa del ahorcado:

P

=

Pl

Cc+Cv

 Y para nosotros, está claro que, a fin de salir de la onda larga de crecimiento apocado del capital global empleado que persiste —ante tasas generales de ganancia que se mantienen a la baja presionadas por la enorme masa de capital excedentario se hizo objetivamente necesario abandonar la teoría del “Estado empresario”, una vez desparecidas las condiciones históricas de post guerra que hicieron posible el proceso acelerado de acumulación del capital entre 1950 y 1971. [7]

Ante tales condiciones, la burguesía internacional abandonó a Keynes para abrazarse nuevamente a discípulos aventajados de teóricos liberales decimonónicos, como Karl Poper y Friedrich August Von Hayek. Así, según aumenta su masa, estos capitales supernumerarios producidos en las grandes metrópolis capitalistas presionan más y más, hasta que vencen la resistencia de los diversos Estados empresarios que el desarrollo de las fuerzas productivas en la etapa tardía del capitalismo ha vuelto completamente anacrónicos, como hoy es el caso de Irak.

Esta dinámica objetiva, determinada por la ley general de la acumulación capitalista, explica el generalizado fenómeno de las privatizaciones en numerosos países imperialistas, como Francia o España, y en otros de desarrollo capitalista dependiente como Guatemala (1954), República Dominicana (1963), Brasil (1964), Indonesia (1965), Egipto, Argelia, Chile (1973), Argentina (1976), Uruguay (1978), Venezuela, Méjico, Alemania del Este (1989) URSS (1990) y demás países del bloque "comunista", Yugoslavia (1996), Afganistán (2002), ahora Irak, y todavía Venezuela, Siria, Korea del norte, Libia e Irán y Cuba. En todos ellos, esta adecuación de los Estados burgueses a las exigencias de la ley del valor,  estuvo y está asociada a procesos más o menos genocidas, más o menos encubiertos, protagonizados por el gran capital internacional en su conjunto.

 

Se trata de la apropiación privada de medios productivos de propiedad estatal (como es el caso hoy día en litigio de las rentas petroleras en Irak), para convertir a los asalariados estatales empleados por esos medios de trabajo, en fuente directa de producción de plusvalor privado (sin intermediarios estatales) para los fines de la acumulación. Al margen y por encima de la disputa inter imperialista por este nuevo coto de caza, dado que Irak es un país dependiente, dentro de la OPEP, su burguesía, dirigida por Sadam Hussein, pugnó por resarcirse de las pérdidas emergentes de haber actuado como agente del imperialismo en la zona desangrando la revolución iraní (1980-1988), exigiendo, como premio por los servicios prestados, subir los precios del crudo de 18 a 26 dólares el barril. [8]

 

Especialmente la burguesía norteamericana, después de haber intentado infructuosamente, una y otra vez, derrocar al “dictador” apoyando a una oposición interna socialmente débil y políticamente dividida, decidió apresurada y atropelladamente crear las condiciones internacionales para hacerlo, si fuera preciso, en solitario. Más aun cuando, entre 1998-99, a través de su servicio de inteligencia, USA supo que Sadam Hussein había decidido romper la coalición internacional que lo acababa de derrotar en 1991, concediendo jugosas licencias de exploración-explotación en diversas zonas de Irak y por períodos de entre veinte y treinta años, a empresas de tres países miembros permanentes del Consejo de seguridad de la ONU: Rusia (Lukoil), China (National Oil Company y Francia (TotalfinaElf.) Todo lo relativo a estos "contratos-marco" salió a la luz en el “Informe del Foro de Política Global de las Naciones” presentado el año pasado. [9] http://www.nodo50.org/gpm/guerra2003/02.htm

 

Qué nos indica esta realidad que precedió a la intervención militar de la coalición norteamericano-británica en Irak? Que desde el punto de vista de la causa eficiente, aquel país era un exquisito bocado para los intereses petroleros de sujetos como Bush, Cheney y la Condoleza Rice. Pero desde el punto de vista de la causa formal capitalista, ese régimen constituía un anacronismo económico-social y, en perspectiva, un peligro político para la burguesía mundial, incluidos los países dependientes no productores de petróleo de la periferia capitalista. Es que, si bien el Estado irakí era laico, no por eso su régimen dejaba de alentar la religión islámica:

<<…un mundo que no niega los vínculos monetarios y mercantiles entre las personas ni la explotación de unos por otros, pero pretende hacer pasar este modo de vida burgués por los férreos límites de la frugalidad y la moderación que prescribe el Corán. Esto quiere decir que el Islam no sólo pregona la vida sencilla —como ha hecho farisaicamente el cristianismo para adaptarse al capitalismo— sino que hace cumplir este valor moral, lo impone políticamente, de modo que los límites entre religión, política y vida cotidiana no existen. A diferencia de Jesús de Nazaret que predicaba separar los asuntos de Dios de los asuntos del César, al mismo tiempo que un pope religioso, Mahoma fue un líder político y militar. El concepto que encierra el término "integrismo islámico", se explica por esta unidad orgánica del poder, al mismo tiempo religioso, político y militar, vigente en sociedades islámicas radicales como Afganistán, poder que concentran en sus personas  —y ejercen sobre las masas— dirigentes como Jomeini o el Mullhá Omar; religión que también de algún modo "asumen" formalmente, alientan y utilizan demagógicamente, gobernantes vitalicios en sociedades islámicas "degeneradas", como Sadam Hussein en Irak, Josni Moubarak en Egipto o Muamar al Gaddafi en Libia.>>http://www.nodo50.org/gpm/guerra2001/06.htm

¿Por qué el capitalismo de hoy día no tolera la causa eficiente externa del islam que prescribe dedicar el tiempo libre de los explotados a la introspección de la plegaria en detrimento de la extroversión en demanda solvente de objetos y sensaciones? En primer lugar, porque, a diferencia de las sociedades de precapitalistas de clases, donde la esfera de la circulación de valores o mercado era de una magnitud dada, bajo el capitalismo deviene en una magnitud variable, que se expande mediante la producción por la propia dinámica de la acumulación, esto es, que a mayor masa de capital acumulado disponible, mayor producción y, por tanto, más mercado:

<<Consiguiente­mente la circulación se presenta como un momento de la producción. De la misma forma que el capital tiene por un lado la tendencia a crear continuamente más plustrabajo, también tiene por otro la tendencia complementaria, de crear más puntos de cambio (en el mercado de trabajo y de mercancías en general>> (K. Marx: "Grundrisse": "El proceso de circulación del capital". Lo entre paréntesis es nuestro)

Pero,en la etapa actual del capitalismo, la causa formal de este modo de vida —su proceso de acumulación— está dominado por la producción de plusvalor relativo, basado en la explotación intensiva del trabajo social, esto es, no en el factor subjetivo de la producción (mayor empleo asalariado) sino al contrario, en el mayor empleo relativo del factor objetivo (máquinas y materias primas), es decir, en el aumento incesante y acelerado en la composición técnica y orgánica del capital, esto es, de su fuerza productiva (mayor producción por unidad de tiempo empleado en ella). Siendo esto así, en tanto y cuanto la circulación o intercambio de valores económicos está determinada por la producción, [10] su incremento presiona en dirección a un aumento del consumo global y no sólo desemboca directamen­te en un ensanchamiento de la esfera del intercambio, sino que también provoca un cambio cualitativo del consumo con la creación de nuevas necesidades. El fundamento de lo que Marx dio en llamar "salario histórico", se encuentra en este pasaje de la etapa infantil a la madura del capitalismo:  

<<...la producción de plusvalía relativa, es decir, la producción de plusvalía basada en el aumento y desarrollo de las fuerzas productivas, requiere la producción de nuevo consumo; exige, por lo tanto, que se amplíe el círculo de consumo dentro de la circulación, de la misma forma que antes exigía la ampliación del círculo productivo. Primero la ampliación cuantitativa del consumo existente; segundo la creación de nuevas necesidades, mediante la propagación de las necesidades ya existentes en un círculo más am­plio; tercero: producción de nuevas necesida­des y creación de nuevos valores de uso..>> (K. Marx: ibid.)

Tal es el fundamento de la llamada “sociedad de consumo”, y de que el capitalismo predique lo contrario a la moderación de los sentidos y de las prácticas mundanas que exige el Islam. A nuestro juicio, esto significa que, desde en punto de vista de la causa formal que hace a la sociedad capitalista en su conjunto, es la tendencia objetiva intrínseca o interna del capital, la que ha actuado como determinante de última instancia en la causa eficiente del 11S, encarnada en la subjetividad de la camarilla que menciona Alfredo Embid, de forma que, entre las distintas motivaciones y finalidades contradictorias de todos los actos (políticos) ejecutados por los individuos de una especie, (natural o social), en última instancia, prevalecen aquellos que tienden a cumplir su finalidad como tales individuos, en tanto que no contradigan los fines de la causa formal que hace a la especie o relación orgánica esencial de producción, (natural o social) que determinados sujetos personifican o encarnan. Por ejemplo, cuando una manada de leones dan caza a una cebra, su causa eficiente no va más allá de preservar la vida de su propia manada.  Y cuando un león errabundo vence al jefe de una familia de leones e inmediatamente mata a todos sus cachorros, las causas eficiente y final que prevalecen en su instinto como individuo, y como miembro de una familia o manada, no son inmediatamente la de perpetuar la especie —aunque de hecho lo hace— sino la de su propia descendencia. Pero en el caso que aquí nos ocupa, la causa eficiente inspirada en el proyecto pacato de acumulación capitalista personificado por Sadam Husseim en Irak, Asad en Siria o el Mullah Omar en Afganistán, atentan contra la causa formal del capitalismo en su etapa actual. Y esto es lo que, en última instancia, explica la intervención militar en ese país, no las motivaciones o los intereses particulares de la camarilla política actualmente gobernante en EE.UU.

Pues bien, por todo lo dicho hasta aquí, el error teórico de consecuencias políticas contrarrevolucionarias al analizar hechos como el 11S, consiste en la visión estrecha, puramente jurídica e individualista burguesa, de despreciar la causa formal aristotélica, centrando exclusivamente la atención del intelecto en las causas eficiente y final de los actos políticos burgueses —individuales o de grupo— lo cual induce a entender la sociedad actual como un conjunto inorgánico de subjetividades personales, donde las  causas de sus actos sólo están en sus respectivas individualidades, según motivaciones de distinto carácter (económicas ideológico-políticas, psicológicas, etc.). Por ejemplo, ese lugar común de explicar la causa eficiente de la Segunda Guerra Mundial, por la “locura” de Hitler y Mussolini.

Es el tremendo error de no concebir esta sociedad como un todo orgánico con leyes objetivas de funcionamiento propias de esta especie social “histórico-natural” que constituye la formación social capitalista, leyes que hacen al comportamiento predominante de una específica CLASE SOCIAL de individuos —como los que se mencionan en el párrafo citado— quienes, en realidad, personifican o encarnan esas leyes objetivas, respecto de las cuales ellos no son más que instrumentos, muy poco que ver con las personas que estos agentes del capital se imaginan ser o se les atribuye, como anunciara Marx hace ya casi 140 años y nosotros ahora traemos a colación:

<<Dos palabras para evitar posibles equívocos. No pinto del color de rosa, por cierto, las figuras del capitalista y el terrateniente. Pero aquí sólo se trata de personas en la medida en que son la personificación de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de clase. Mi punto de vista, con arreglo al cual concibo como proceso de historia natural el desarrollo de la relación económico-social, menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él sigue siendo socialmente una criatura, por más que subjetivamente pueda elevarse sobre las mismas.>> (K. Marx: “El Capital” Prólogo a la primera adición.)

Los burgueses sólo actúan como personas que se imaginan ser, cuando se equivocan ejerciendo su función de causa eficiente, sea porque contradicen sus propios intereses particulares y la competencia les degrada socialmente a la condición proletaria, o porque, persiguiendo sus intereses particulares, contradicen la causa formal del capitalismo que hace a la propia existencia del conjunto de la burguesía, en tanto clase burguesa orgánica, tal como procedió la burguesía serbia y su homóloga suní liderada por Sadam, en Irak. Cuando esto último ocurre, —si es que en tales circunstancias el proletariado no acaba con toda esta basura histórica del sistema de vida burgués,— la propia causa formal del capitalismo es la que acaba por poner a cada cual en su sitio. [11]

Finalmente, como señala Marx al final del pasaje de su obra monumental citado, algunos burgueses tienen la capacidad subjetiva de saberse posicionar por encima de sus propias condiciones de clase burguesa, como fue el caso de Engels, pero no pasan de ser excepciones que confirman la regla general. En esta sociedad, pues, la supuesta “libertad del individuo” y supercherías por el estilo de los llamados “derechos humanos”, en realidad son la “libertad” y los “derechos” de la ley general de la acumulación capitalista, nada que ver ni con algo parecido a la libertad humana colectiva como condición de la libertad individual, basada en la racionalidad histórica de la ciencia social.

Esta es la única libertad auténticamente humana. La exigencia de esta libertad brilla cada vez con más fuerza ante los ojos velados por prejuicios inducidos, como éste que señalamos aquí. Estos prejuicios constituyen la negación más radicalmente fundamentalista de esa genuina libertad. La burguesía  vincula la libertad al fundamentalismo de la propiedad privada capitalista, fundamentalismo burgués que demuestra toda su podredumbre y caducidad histórica perpetrando genocidios como el 11S, el 11M y el 7J. Con esta tergiversación busca desesperadamente que el fundamento racional de la libertad permanezca soterrado en el rincón más oscuro de la conciencia colectiva . Razón de más para mostrar la verdadera causa de estos genocidios, la formal o sistémica, para que prevalezca en la conciencia de los explotados por encima de cualquier otra de carácter individual o de fracción política.

Pero para cumplir con la causa final, o estratégica, revolucionaria colectiva, es necesario conseguir que caiga la máscara de falsa dignidad humana con que la sofistería del discurso venal burgués encubre el verdadero rostro explotador y genocida del capitalismo postrero; combatir el discurso de esos intelectuales y políticos inorgánicos a sueldo del capital, tan atentos y diligentes como son para hacer saltar los fusibles del sistema antes de que se queme la instalación entera en la conciencia de los explotados, que es cuando suelen “hacer tronar el escarmiento”. [12]

 Para esta tarea, invitamos también  a los compañeros de “Resistencia Digital”, de cuya  honestidad intelectual a la hora de comprometerse con la verdad sobre la naturaleza de la sociedad en que vivimos no dudamos, dado su compromiso para denunciar a quienes sin duda han sido la causa eficiente de los bárbaros crímenes perpetrados el 11S. Tal ha sido el motivo de volver sobre este asunto que estimamos de primer orden teórico para los fines la lucha política revolucionaria.

GPM: Noviembre de 2005  

 

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[1] Einstein decía que las cosas son lo que son y se comportan según el específico sistema de referencia que determina su comportamiento, esto es, según la relación esencial que conforman con sus condiciones de existencia. En este mismo sentido, Marx hace la distinción entre el sistema de referencia social humano genérico, y el sistema social de referencia específicamente capitalista. Y al respecto dice que, desde el punto de vista humano genérico, todo proceso productivo es una relación esencial entre el sujeto productor directo —individual o colectivo— y los objetos sobre los que recae su actividad transformadora. Aquí, la causa material intrínseca a esa relación genéricamente humana —que forma parte de ella y no se la puede obviar sin anular la misma relación— está constituida, obviamente, por los instrumentos y las materias primas sobre los que su actividad o fuerza transformadora recae o actúa. A esta relación Marx le llama “proceso de trabajo”.

En la sociedad capitalista, esta relación se trastoca. El sujeto productor pasa a ser el capitalista y el obrero —su fuerza de trabajo— se convierte en el objeto a transformar. De este modo, además de presuponer un proceso de trabajo como en cualquier otro tipo de sociedad, la relación capitalista es esencial y específicamente un proceso de valorización. En efecto, bajo el capitalismo no se trata de producir riqueza o valores de uso —como en las sociedades que le precedieron hasta la sociedad de clases— sino valores; y no sólo valores —como en el esclavismo y el feudalismo— sino plusvalor. De ahí que la causa material, del específico proceso de producción capitalista, dejen de ser los instrumentos y las materias primas para pasar a ser la fuerza de trabajo. Porque en el doble carácter de este componente del proceso de valorización está contenido el plusvalor como posibilidad material. En efecto, la fuerza de trabajo es la única mercancía reproducible, cuyo uso tiene la virtud de crear valor. Las demás, con su uso simplemente se desgastan y/o destruyen. De aquí se desprende que el objeto a transformar en la específica relación esencial capitalista no es un objeto puramente material, sino un objeto social: la fuerza de trabajo o capacidad para trabajar del asalariado. Y bajo semejantes condiciones, el nuevo productor (de plusvalor) deja de ser el productor directo en la relación de producción genéricamente humana, para pasar a ser el empleador de mano de obra asalariada, el capitalista, típica categoría de la específica relación de producción capitalista. Esto es así, porque, en el proceso de valorización, —a diferencia del proceso de trabajo, quien emplea los medios de producción propiedad del capitalista no es el obrero, sino que son los medios de producción quienes, en realidad, le emplean a él. La prelación entre sujeto y medios de la producción se invierte. Esta verdad histórica se revela en el fenómeno del paro, donde se demuestra que el obrero existe como tal, en tanto exista para él un capital bajo el soporte material de instrumentos y materias primas con qué trabajar para ganarse la vida creando plusvalor. Cfr: K.Marx: “El Capital” Libro I Cap. V, en: http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital1/5.htm 

[2] Causas eficientes externas a la relación esencial que hace a los vegetales son, además de los fenómenos telúricos y meteorológicos naturales, los abonos químicos y pesticidas que aumentan la productividad del trabajo agrícola, la tala masiva de árboles inducida por los poderes fácticos vinculados a la industria de la madera, los vertidos tóxicos en las vías de agua, las pruebas nucleares subterráneas que provocan terremotos, el cambio climático, etc. Entre las causas eficientes extrínsecas a la relación esencial del capitalismo, se encuentran las empresas públicas del llamado “Estado empresario”, las medidas de política económica, monetaria,  fiscal y presupuestaria anticrisis, de subsidio a los parados, las subvenciones estatales al empleo en las empresas de capital más voluminoso y centralizado, etc., liberación de los fondos de pensiones mediante su privatización, para fines de oferta crediticia que permiten expandir la producción y capitalización de plusvalor más allá de los límites determinados por la economía real del sistema, etc., etc. Cfr: http://www.nodo50.org/gpm/bipr/04.htm

[3] Según numerosos indicios y hasta pruebas fílmicas y fotográficas publicadas, la operación consistió en suplantar a sus originarios ejecutores, reemplazando también los aviones de línea por aeronaves teledirigidas especialmente preparadas para garantizar el mayor destrozo en la Torres —diseñadas y construidas para soportar el impacto de aeronaves más pesadas y veloces que las utilizadas en esa ocasión— a fin de poder encubrir su derrumbe controlado. Respecto del “ataque terrorista” sobre el edificio del Pentágono, el presunto avión del tipo correspondiente ese día al vuelo número 77, fue sustituido directamente por un misil. Cfr.: http://www.nodo50.org/gpm/11s/03.htm

[4] Aquí se enmarca el reciente trasiego clandestino de presos islamistas desde los centros de detención en EE.UU. y Guantánamo a terceros países, donde la tortura no es hipócritamente contestada por los organismos de DD.HH.. Haciendo una lectura atenta y desprejuiciada de lo que está hoy ocupando la primera plana de los mass-media en todo el mundo, salta a la vista que estas operaciones de la CIA han sido de posible realización con la anuencia o el consentimiento político de las autoridades aeroportuarias y de los aparatos de inteligencia de los países donde los aviones han debido repostar para llegar en cada caso a su destino. 

[5] Durante este período de la segunda post guerra, como consecuencia del genocidio y destrucción material de riqueza bajo la forma de capital provocada por el conflicto, la burguesía vio necesario apelar a los recursos del capitalista colectivo que es el Estado, para que supliera esa penuria de capital privado, apelando a las inversiones y gastos públicos como auxiliar multiplicador de la inversión privada, proceso del cual nació el Estado como patronal pública al servicio de la patronal privada. Tal fue la filosofía, de origen fascista, que alentó todos los proyectos políticos nacionalistas burgueses de izquierda en el Mundo, basados en el Estado Nacional como mecenas impulsor de los procesos autosostenidos de explotación y acumulación de los pequeños y medianos capitales privados nacionales, que los populistas de izquierda en el llamado “tercer mundo,” —apoyados por el stalinismo triunfante en la URSS tras la muerte de Lenin, curiosamente con el mismo proyecto apoyado en los Koljoses,— dieron en llamar eufemísticamente socialismo nacional.    

[6] La aparentemente contradictoria expresión “bajos réditos crecientes”, se explica en que, según la lógica del capital, salvo raras excepciones muy puntuales, aun en condiciones depresivas  el plusvalor nunca deja de aumentar, sólo que, para los fines productivos (producción de plusvalor) crece menos que el capital global ya acumulado, dado que la deprimida tasa de ganancia  impide reinvertir la mayor parte del plusvalor producido en cada rotación.

[7] Esta teoría de inspiración keynesiana —basada en el gasto público—, que comenzó a imponerse en EE.UU. desde mediados de los años treinta para salir de su crisis particular, preparó a este país como principal proveedor de medios bélicos a los países beligerantes durante la Segunda Guerra Mundial. Se consolidó como “Estado empresario” a escala europea occidental a partir de la década de los cincuenta, ante la carencia de capital privado suficiente para reiniciar el proceso de acumulación una vez recuperada la tasa de ganancia como consecuencia de la destrucción masiva de capital material y humano en Europa. Esta motivación o causa eficiente inducida por la causa formal del capitalismo, se trasladó a la periferia capitalista, donde la paralización del comercio internacional a raíz del conflicto, contradictoriamente había facilitado el proceso se acumulación incipiente e insuficiente de capital en no pocos países de la periferia capitalista, a instancias de lo que se dio en llamar “industrialización sustitutiva de importaciones”. Así, tal como en Europa, las burguesías de estos países de desarrollo medio acabaron sometiéndose a esta exigencia o esta necesidad histórica de la causa formal capitalista disfrazada de “teoría”, según la cual el “Estado empresario” pasó a actuar transitoriamente como sustituto y complemento de la inversión privada, “teoría” que fue consagrada por la izquierda burguesa como una realidad “per omni secula seculorum”  que sus ideólogos le llamaron “Estado del bienestar”.    

[8] Tal es la esencia del antiimperialismo pequeñoburgués, que así tiende a mantener deprimida la tasa general de ganancia impidiendo superar la actual fase de lento crecimiento de la economía mundial, cosa que el sistema en su conjunto ya no puede soportar por más tiempo.

[9]  Según este informe, la ira de las transnacionales americanas Exxon-Mobil, Chevron-Texaco, la inglesa British Petroleum y la holandesa-inglesa Shell, proviene de que perdieron liderazgo mundial al haber sido deliberadamente excluidas por Irak frente a las empresas francesas Totalfina-Elf Aquitaine, la rusa Lukoil y la china National Oil Company. Éstas tienen contratos firmados en 1997-98 con Irak por veinte y treinta años, transando participaciones al 50%-50% con ese Estado nacional dependiente; contratos que, además, han sido suscritos con la firma de Saddam Hussein. De aquí que EE.UU. y el Reino Unido apoyen la guerra contra Irak, mientras que Francia, Rusia y China se opongan.

[10] <<Por ejemplo, si mediante la duplicación de la fuerza productiva (que hace descender el valor unitario de los productos y, por tanto, también el valor del salario) sólo es necesario utili­zar un capital de 50 donde antes era necesario uno de 100, entonces un capital de 50 y el trabajo necesario correspondiente a él es libe­rado; en consecuencia tiene que ser creado para el capital y el trabajo liberado una rama de la producción nueva, cualitativamente diferente, que satisfaga y produzca una nueva necesidad.>> (K. Marx: "Grundrisse": "El proceso de circula­ción del capital" Lo entre paréntesis es nuestro.)

Hablamos de basura histórica refiriéndonos a la burguesía, no como seres humanos que siguen siendo a pesar de todo, sino como categoría social, atendiendo precisamente a la causa formal que simplemente personifican.

[12] Volvemos a Gramsci para señalar que intelectual orgánico de una clase, es aquél que, cumpliendo esa función de intelectual político, pertenece básicamente él mismo a esa clase, como sucede con los que Alfredo Embid menciona en el párrafo citado. Estos personajes no son víctimas de prejuicios, sino victimarios de quienes adoptan esos prejuicios. Aunque bien es cierto que —como sucede con el periodismo venal— no son pocos los intelectuales de origen no burgués concientemente dedicados a mitificar y mistificar la realidad del capitalismo a cambio del “chocolate del loro”, con tanto mayor celo profesional cuanto más evidente se torna esa realidad por sí misma. Para quienes no viven en España,  la expresión “chocolate del loro se utiliza refiriéndose a quienes ahorran en sus gastos pequeños sin entrar a considerar los grandes, diciendo que quiere arreglar las cosas a costa del chocolate del loro. Esta expresión viene del siglo XVIII, donde no se concebía agasajo que no supusiera ofrecer una taza de chocolate, a pesar de su precio. Normalmente, las familias de indianos (españoles que habían regresado después de enriquecerse “haciéndose las Américas”) solían tener un loro como recuerdo de su paso por aquellas tierras. Y cuando esas familias iban a menos, guardaban las apariencias sin dejar el consumo del chocolate, que seguían ofreciendo a sus invitados; pero para compensar esos gastos suprimían al loro.