Conclusión

Los explotados musulmanes deben comprender, pues, que su originaria forma de vida tradicional, consagrada por el precepto doctrinario y ritual islámico que la ha venido sobredeterminando políticamente más allá de las condiciones que, en su momento, le dieron sentido y justificación histórica, se ha vuelto hoy día por completo incompatible con la defensa de su base social políticamente dominante: el pequeño propietario capitalista explotador de trabajo ajeno, industrial y comerciante del “bazar”. Y esto por dos razones esencialmente vinculadas:

1)                   porque mientras se mantenga vigente la propiedad privada sobre los medios de producción, las leyes objetivas e inflexibles del capitalismo que se derivan de esa premisa mayor, exigen hoy cada vez con más fuerza, que la explotación del trabajo social se realice mediante la organización de la gran propiedad capitalista para la producción y el consumo masivos a escala creciente, lo cual supone una amenaza de muerte, no sólo para la cultura basada en el integrismo religioso musulmán libre, sino para la humanidad entera y la propia naturaleza del Planeta, como se está demostrando.

2)                   Porque la pequeñoburguesía del bazar será la última en aceptar suicidarse social y políticamente como clase capitalista intermedia, incapaz por naturaleza de cortar sus vínculos políticos estratégicos con sus superiores económicos jerárquicos: el capital imperialista.

Es perentorio, por tanto, que los militantes obreros musulmanes más inquietos, honestos y conscientes que no lo hayan hecho ya, se pongan a la tarea de complementar y enriquecer la indudable sabiduría humana que aporta el libro sagrado del Corán, incorporando la moderna ciencia social del Materialismo Histórico a la Yihad mayor, para que puedan confirmar por sí mismos todo cuanto sólo se puede saber con esta insustituible herramienta del conocimiento sobre la realidad del capitalismo entre los musulmanes, que no pudo ni hubiera podido estar comprendido en el Corán, porque no estaban dadas las condiciones históricas para ello. Sólo así será posible que su Yihad Menor o Guerra Santa contra todos los explotadores que se resistan, sean grandes medianos o pequeños, se lleve a cabo con plena eficacia revolucionaria. 

Una vez puestos de acuerdo en esto, a los revolucionarios musulmanes les será más fácil comprender que, con independencia, de la umma religiosa, hay una umma social, de clase, políticamente más preeminente y necesaria que la del propio Islam, en la que tendrán plena garantía de respeto al libre ejercicio de su religión. Y esto por dos razones:

1)            La unidad política de los oprimidos basada en la condición de clase asalariada, es universal, por tanto, trasciende e integra en la libertad de cultos a los distintos particularismos religiosos o confesionales.

2)            Cada burguesía nacional por separado, negocia y acuerda con el capital multinacional el reparto del plusvalor producto de la explotación del trabajo asalariado en su territorio, a cambio de garantías políticas y militares de la seguridad nacional. [16] Los países petroleros, como hemos visto, negocian las rentas territoriales donde subyace esa materia estratégica a través de los precios del crudo y, en su caso, de las concesiones para la extracción y/o el refino.

En virtud de las distintas y desiguales condiciones nacionales de sus relaciones económicas y políticas con el capital multinacional, los vínculos entre las partes serán más o menos fuertes, más o menos conflictivos, pero jamás llegarán a la ruptura definitiva, como se puede comprobar fehacientemente estudiando la historia de la Liga Árabe, o la política exterior de las burguesías nacionales de confesión islámica, donde todas las iniciativas de agresión contra esta cultura religiosa, provinieron invariablemente del bloque imperialista aliado, o directamente de los EE.UU.

Esta condición, por un lado, impide la unidad internacional de las burguesías nacionales islámicas, desde el punto de vista de la tan proclamada umma panislámica, como así se ha venido confirmando desde la desintegración del Imperio otomano. Por otro, la negociación por separado determina acuerdos, desacuerdos y conflictos puntuales entre las burguesías nacionales y las respectivas fracciones de la burguesía imperialista, lo cual determina que todas –cada una o en conjunto-- sean históricamente incapaces de romper sus vínculos políticos con la otra parte; a lo sumo, de ser necesario, se limitan a utilizar el movimiento nacional y/o religioso radical, como factor conflictivo táctico de renegociación en mejores condiciones de reparto. Nada más. Por tanto, la estrategia de la umma administrada por el clero al servicio de las distintas burguesías nacionales islámicas, no fue, es, ni será un factor de unidad política sino de división sistemática permanente. [17]

Por todo lo dicho hasta aquí, entendemos que están dadas todas las premisas económicas y sociales para construir una “umma", social y políticamente preeminente para los intereses de la paz, el progreso social, la democracia real y la verdadera solidaridad humana en el Mundo, sin explotadores ni explotados, como conditio sine qua non para la construcción de la Umma religiosa de los musulmanes, si es que, para entonces, su conciencia colectiva no les dicta otra cosa que hacer.

Estos son los únicos intereses y objetivos sobre los cuales podrá efectivamente construirse la tan ansiada umma islámica o unidad político-religiosa de los musulmanes. Nos referimos a los intereses sociales propios de la ummapolítica internacional pertenecientes a la clase social de los asalariados, sin distinción de nacionalidad, etnia, o religión; todos políticamente unidos y organizados a escala internacional planetaria, en torno a la moderna ciencia social como guía preeminente de la acción revolucionaria para la toma del poder, con vistas a la construcción de la futura sociedad socialista en tránsito al comunismo. Organizar la sociedad sin propiedad privada sobre los medios de producción para que cada pueblo pueda decidir, libremente, qué hacer con su vida colectiva e individual.

En un sistema auténticamente socialista, los medios de producción dejan de ser mercancías u objetos de compraventa privada para explotar trabajo ajeno a título igualmente privado, y pasan a ser bienes de uso social de propiedad colectiva para la producción de riqueza y no de plusvalor. Bajo semejantes condiciones revolucionarias, el capital se extingue automáticamente y, con él, la masa excedentaria de plusvalor acumulado o capital adicional ocioso en busca de aplicación productiva para la producción de más capital adicional, que, como el Materialismo Histórico permite demostrar, es lo que hoy emponzoña las relaciones internacionales, creando las condiciones de las guerras de reparto imperialistas y la opresión de los países capitalistas ricos sobre los más pobres.

Sin capital, pues, se abre sobre el horizonte de la vida social y la conciencia colectiva universal, la posibilidad real de la solidaridad efectiva entre los pueblos como productores libres asociados, inaugurando la tendencia a la desaparición del desarrollo internacional desigual en un clima económico y político cada vez más propicio a la paz permanente y al desarrollo humano en mejores condiciones de  prosperidad e igualdad, definitivamente superadoras del capitalismo decadente. 

Pero, para eso, es necesario antes comprender la necesidad de gestar la solidaridad política internacional de los asalariados sin distinción de razas, naciones o credos, para ganarle la guerra de liberación social a la burguesía internacional. Hacia allí empujan --día que pasa con más fuerza-- las desgracias colectivas provocadas por la cada vez más insoportable irracionalidad de este sistema de vida, cuyos extremos más monstruosos están hoy a la vista en el Cercano y Medio Oriente

Está probado históricamente que, una vez dadas las premisas para los grandes cambios revolucionarios de la humanidad, siempre discurre un tiempo más o menos largo en que las clases llamadas por esas premisas objetivas a construir una nueva sociedad, son impulsadas una y otra vez a la tarea, pero su espíritu colectivo cede sin embargo a la inercia de los valores sociales, políticos y culturales ya caducos pero aún vigentes.

Una vez dadas las condiciones para el cambio necesario, se ha probado históricamente que, en los albores de un nuevo avance de la humanidad, hasta cierto punto del proceso la conciencia de las clases encargadas de ejecutar ese impulso hacia delante, marcha con retraso respecto de la realidad que, en trazos históricos cada vez más acentuados de irracionalidad y sufrimientos inútiles, le indica dónde está la salida hacia una nueva forma de vida. Hasta que se plantea una situación en que la conciencia negativa de lo caduco aun existente pero sin razón de ser, se convierte en razón revolucionaria práctica o, lo que es lo mismo, conciencia política transformadora en acción 

En estas estamos ahora mismo esa mayoría absoluta de la sociedad a escala planetaria que somos los asalariados: una vez más indecisos ante la necesidad objetiva de superar una  forma de vida que sólo parece real porque sigue existiendo; pero al haber perdido toda esencia humana racional, ha dejado de ser efectivamente real para convertirse en un simple existente, un obstáculo en el que ya se puede ver --y a la vez se oculta-- la esencia humana de una nueva realidad social efectiva.

La tarea de los revolucionarios en semejantes circunstancias, consiste en aplicar la ciencia y mostrar paciente y tenazmente la verdad que el capitalismo oculta, para que allí brille lo que en él ya se puede prever con destellos de futuro superador, usando al mismo tiempo la memoria histórica del movimiento revolucionario que nos indica la dirección y el sentido político de lo que hay que hacer y cómo (con qué formas de lucha y medios de acción) para crear con más perfección y firmeza que en el pasado, esos trazos históricos de la sociedad por venir, porque todo obstáculo que se reconoce como tal, ya marca el camino. Se trata, entonces, de contribuir entre nosotros, a esgrimir la razón revolucionaria luchando con todas nuestras fuerzas contra las “furias ideológicas del interés privado” para conseguir que, entre todos, hagamos más corto el tiempo que media entre el persistir en la conciencia negativa de la irracionalidad esencial recurrente del capitalismo, y el trascenderla mediante la conciencia revolucionaria positiva en acción organizada, “para abreviar y mitigar los dolores del parto” socialista. 

 

¡FUERA EL IMPERIALISMO DEL CERCANO Y MEDIO ORIENTE.!

Huelga general indefinida de los asalariados en los países imperialistas implicados en el conflicto.

 

¡CONVIRTAMOS TODO CONFLICTO INTERBURGUÉS EN GUERRA REVOLUCIONARIA CONTRA EL CAPITALISMO ALLÍ DONDE SE PRODUZCA!

¡NO! a cualquier juicio tipo “tribunal Russell” contra los “causantes” del 11S

(personas y/o gobiernos) para encubrir sus causas.

 

SOLIDARIDAD INTERNACIONALISTA COMBATIVA ENTRE LOS ASALARIADOS Y CAMPESINOS POBRES ISLÁMICOS EN LUCHA SIMULTÁNEA CONTRA EL IMPERIALISMO Y SUS PROPIAS BURGUESÍAS AUTÓCTONAS.

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[16] Estados Unidos ha jugado un papel significativo en los asuntos del golfo Pérsico durante mucho tiempo. En la Segunda Guerra Mundial, el presidente Franklin D. Roosevelt forjó un acuerdo con Abdul-Aziz ib Saud, fundador de la moderna dinastía saudita, para proteger a la familia real contra sus enemigos internos y externos a cambio del acceso privilegiado al petróleo saudita. En los años subsecuentes, Estados Unidos acordó también proporcionar apoyo en la seguridad del Sha de Irán y de los líderes de Kuwait, Bahrain y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Estos acuerdos condujeron a la entrega de vastas cantidades de armas estadounidenses y, en algunos casos, al despliegue de fuerzas de combate en los países mencionados. (El vínculo de seguridad estadounidense con Irán se vio cercenado en febrero de 1979, cuando el Sha fuera derrocado por las fuerzas militantes islamistas.)

[17] Habría una sola causa que gestaría la automática e inmediata unidad de estas burguesías islámicas gobernantes aliadas del imperialismo: La amenaza política y militar en toda línea, del proletariado internacionalmente organizado en la región.