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La Policía entra a golpes y se lleva a un centenar de euskaldunes
Enviado el Viernes, 26 abril a las 13:08:22 por gaztekari webmaster

Gertuko berriak / Noticias cercanas LOS ESTUDIANTES, PROFESORES Y TRABAJADORES FUERON SACADOS A EMPUJONES, PORRAZOS Y PATADAS, Y LA MAYOR PARTE DE LOS 170 ENCERRADOS TERMINARON LA NOCHE EN COMISARIA


A mediodía de ayer quedaron en libertad los últimos detenidos tras la irrupción de la Policía española, a golpes, en el edificio central de la UPNA. El encierro en favor del euskara y en contra de la prohibición del equipo rectoral fue abortado a porrazos: el balance provisional asciende a 99 detenidos, según datos de los abogados, dos heridos y decenas de contusionados. Fuera de las estadísticas quedan las huellas de una noche de pánico para muchos jóvenes.

Ramón SOLA


IRUÑEA Los más optimistas aseguraron que esta vez no se atreverían. Los más pesimistas, por contra, previeron que la Policía llegaría nada más cerrarse las puertas de la UPNA. Pero ni los más catastrofistas pudieron sospechar que la zona de bedeles del Aulario se asemejaría a una auténtica película de terror en la madrugada del jueves.


Apenas hubo tiempo de accionar los móviles. «Que venga gente, que están entrando a saco», se escuchó pasadas las 00.30, mientras empezaban a caer golpes. Diez minutos después, los primeros familiares que se acercaron descubrieron desde lo alto de la explanada de entrada al edificio central un espectáculo fantasmagórico de sombras alumbradas por la linterna de un uniformado. Era la silueta de una treintena de jóvenes puestos contra la pared.


Lo que no se veía, pero se oía, era a quienes estaban tumbados en el suelo, con una bota de cuero sobre la cabeza. A la «zona cero» de la enésima redada en la UPNA, de la más brutal, de la menos recatada, era imposible acceder. La Policía no admitió testigos, ni siquiera a 300 metros de distancia. Toda la explanada del gigantesco aparcamiento era territorio acotado, territorio comanche. Los encapuchados barrieron incluso la zona de arriba, desde donde apenas se podía adivinar algo. Los únicos dos fotógrafos que llegaron hasta allí se tuvieron que marchar deprisa para salvar las únicas pruebas gráficas y la integridad física, sobre todo después de ver cómo los tenebrosos encapuchados agre- dían a una joven de la que sospechan, sin fundamento, que escondía una cámara de fotos.


A casi 500 metros de la zona, junto a la «bolera» de Arrosadia, se escuchaban los primeros testimonios todavía temblorosos. «Esto ha sido muy fuerte, no lo había visto nunca. Bueno sí, en las películas: nos han pegado patadas, porrazos, nos han amenazado, nos han lanzado al suelo como sacos de patatas, nos han tirado de la oreja...» En muy pocos minutos, sacaron a rastras y empujones a más de centenar y medio de personas.


«Ha sido como un encierro, nos han amontonado en el suelo como si fuéramos bolsas de basura», explicaba Miren Zabaleta, una de las estudiantes. Y tanto o más que los golpes, dolía la impotencia: «Hemos empezado a cantar lemas en euskara, y uno de ellos se ha pues- to a bailar riéndose de nosotros. Y otro me decía 'Sé buena chica, que te irá mejor'», narraba otra joven con los ojos teñidos de lágrimas por la rabia.


Los estudiantes ya lo habían previsto en la asamblea con que se inició la noche: «Si cuando se llevaron a 80 no cabíamos en comisaría, no se podrán llevar a 160 de golpe». La Policía, al parecer, también manejaba esa clave, y decidió reventar por lo sano las tentaciones de no identificarse. Sin embargo, no le salieron los cálculos, aunque alguno de los que se libró de la detención explicaba con cierta vergüenza que «yo no pensaba dar el carné, pero me he acojonado con tantos golpes». Finalmente, los menos lograron salir del «agujero negro» del aparcamiento, y los más, hasta 99 según el cálculo de los abogados, fueron camino de comisaría.


Mientras los furgones subían hasta la calle General Chinchilla, los estudiantes, los amigos, los padres y madres buscaban información por Arrosadia. Una joven estalló en llanto recordando la ensalada de golpes. Alguien llamó a la DYA, porque se corría el rumor de que una de las madres había sufrido un desvanecimiento. Y otro padre llegó a toda velocidad, aparcó el coche y salió con noticias frescas, y malas: «A un chaval le han partido los dientes. Y a una chica la han metido debajo de un coche y le están pegando todo lo que pueden», relató.


Eran ya más de las dos de la mañana, pero nadie se quería ir hasta tener constancia de que el cerco había sido levantado, y de que los compañeros estaban a salvo. La segunda parte de la película se rodaba a partir de entonces en comisaría, donde los alumnos, estudiantes y trabajadores, con la excepción de unos pocos que saturaron los calabozos, se veían obligados a mirar a la pared, de pie, durante tres horas en algunos casos.


A partir de las 6.30, cuando lograron comenzar a salir de comisaría, se pudo conocer lo ocurrido dentro. Los alumnos, ovacionados al salir a la calle en un lento goteo, relataron las «chapadas en la cara y la cabeza», las amenazas («¡qué contento se va a poner Rajoy cuando le diga que tengo cuatro pa- ra una redada, ya verás qué titulares tan bonitos te sacan en la prensa»!), las humillaciones («no sé qué hacéis aquí tantas mujeres, ¿por qué no estáis en la cocina?»).


Ni los cuatro abogados que tuvieron que repartirse el trabajo se libraron. A las 7.40 de la mañana, presentaron una denuncia después de que uno de los agentes tratara de expulsarles de comisaría «con muy malas formas», agarrando y tirando de los brazos incluso a uno de ellos, Jokin Elarre, que antes ya había tenido un encontronazo con los uniformados al reprocharles que empujaran a uno de los jóvenes. Otros letrados relataron que una joven fue arrastrada por el suelo con una porra presionando su cuello, y que a varios de los detenidos les cortaron un mechón de pelo, quién sabe para qué.


Al mediodía acababa una noche de espanto que no debió quitar el sueño a Antonio Pérez Prados, el rector que ha batido el récord mundial de detenciones en su universidad, el que usa policías contra tiendas de campaña, el que ­paradojas­ no da entrevistas a GARA porque «provocaría más crispación».


DOS JÓVENES AL HOSPITAL Y DECENAS DE CONTUSIONADOS


R.S.


IRUÑEA


Un estudiante de la UPNA perdió tres dientes por los golpes propinados por la Policía y otro fue llevado también al hospital con una fuerte contusión en el ojo. Ambos fueron, a falta de otros datos, los más afectados por la intervención policial, si bien los contusionados por porrazos y patadas se cuentan por decenas. Otros, como el profesor Manuel Aguilar, tenían marcas en el cuello que reflejaban la violencia del desalojo, pese a que los encerrados adoptaron en todo momento una actitud de «resistencia pasiva».


La Policía ya ha indicado que imputará a todos los detenidos «desobediencia» y «resistencia». Además, a uno de ellos se le acusa de «atentado a la autoridad». Se trata, según confirmó a GARA este estudiante de Ingeniería Técnica Agrícola, del mismo joven que fue trasladado al hospital desde comisaría con un gran hematoma en el ojo. Según relató, fue abordado por encapuchados pese a haberse identificado previamente y quedar libre inicialmente. «Me dieron un montón de golpes y me metieron en un coche policial», narró. «'Jendea nola botatzen dugun leihotik esango dizuegu'»


Lepotik arrastaka eraman zuteneko zauriak bistan ziren atzo Manuel Aguilar irakaslearen lepoan. Berehala atera zuten kalera eta, itxialdiaren bukaerakoaz ezer gutxi zekien, bai ordea komisarian pasatutako ordu luzez. «Nik ez dut hor jipoirik ikusi, kolperen bat edo beste bai, baina izugarrizko txapa eman digute hiru orduz. 'Nola torturatzen dugun esango dizuegu, jendea leihotik nola botatzen dugun', esaten ziguten», azaldu zuen Gizarte Lan saileko irakasle euskaldun honek. «Gero etorkizunari buruz aritu dira luze: 'Ikusiko duzue hemendik sei hilabetera nola egongo zareten guztiak. Bibotedun hori ergeltzat hartzen duzue, baina horrekin eta gure lagun mina den Garzonekin jai duzue. Hemendik sei hilabetera denok Kuban egon beharko duzue', mehatxu egiten ziguten behin eta berriro», esan zuen Aguilarrek. - Reacciones

 
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