LA PAZ NO SE HACE, SE CONSTRUYE

Por Carlos A. Lozano Guillén
Director del semanario VOZ y dirigente del Partido Comunista Colombiano

La paz no se hace, se construye. Es un proceso dialéctico, difícil,
escabroso y asimétrico. No exento de dificultades y contradicciones, que de
tiempo en tiempo pueden encauzarse hacia etapas de crisis, superables, como
lo demostró la más reciente, con paciencia, iniciativa, voluntad y hasta con
audacia. Precisamente de lo que ha adolecido el Gobierno Nacional, que,
quizás con algo de paciencia que se le abona, revela improvisación y
ausencia de coherencia en sus distintos niveles y en su relación con el
conjunto del Estado.
El presidente Pastrana dice que él maneja el proceso de paz y lo orienta con
pulso firme. Pero tal afirmación está en contradicción con los hechos
concretos y tozudos. Ni siquiera dentro del Gobierno se observa la
coherencia de todos los funcionarios y autoridades con la línea de paz del
Mandatario. Se ve una enorme presión de los "enemigos agazapados de la paz"
, a los cuales no son ajenos los altos mandos militares y el gobierno de los
Estados Unidos, su tutor en la empresa del "Plan Colombia" . El lenguaje
agresivo de los militares, la acción siempre belicista del Ministro de
Defensa de turno y el protagonismo verbal contrainsurgente de funcionarios
del Estado, como algunos magistrados, el Fiscal y ciertos parlamentarios, le
restan liderazgo al Presidente.
El Establecimiento no tiene una orientación precisa de cómo adelantar los
diálogos de paz con la insurgencia. No le reconoce al proceso el carácter
estrictamente bilateral y de negociación, sino de gestos unilaterales de la
guerrilla. Lo fundamental para sus representantes no es la discusión de la
"Agenda Común" y que la tregua conduzca a un acuerdo de paz sobre la base de
reformas políticas y sociales democráticas, sino el compromiso exclusivo de
los alzados en armas en temas como el cese de fuegos y reconocimiento del
Derecho Internacional Humanitario. Mientras aspectos fundamentales como el
combate al paramilitarismo, el fin de las fumigaciones, el entorno social
favorable y, sobre todo, la apertura hacia un nuevo país, son ignorados de
forma peyorativa. En realidad, unos y otros hacen parte de la agenda de
negociación, aunque los últimos son los trascendentales.
Los voceros del régimen, incluyendo a los representantes del Estado y a los
empresarios que se lucran del sistema dominante, le sacan el cuerpo al
problema crucial de las reformas de fondo. Cada vez que se les emplaza para
que digan qué es lo negociable, insisten en que nada lo es y no señalan
siquiera algo susceptible de modificar del statu quo. Es el contraproceso de
paz. La negativa abierta a una negociación que no sea la entrega y la
claudicación de la insurgencia.
El Establecimiento debe superar su mezquindad en materia de paz. No puede
soslayar la responsabilidad que tienen sus anquilosadas instituciones en las
causas políticas, sociales, económicas e históricas del conflicto. Y la
superación del mismo no está en convocar a la guerra, a la "mano dura"
contra la insurgencia, sino en abrir todas las puertas para la negociación
de paz. Sin temas vedados. Se equivocan los que creen, como el ex presidente
López, que es necesario escalar la guerra para llevar derrotada a la
guerrilla a la mesa de negociación. Esa absurda estrategia fracasó en los
últimos cuarenta años y al contrario escaló el conflicto y, por cierto,
fortaleció a la insurgencia desde el punto de vista político y militar.
Desde el poder debe entenderse que los compromisos son mutuos. El Estado
debe mostrar, por ejemplo, decisión en el combate al fenómeno del
paramilitarismo, que es la peor forma de degradación del conflicto. Igual,
mostrar un espíritu abierto a la concertación de los problemas sociales que
siempre se dirimen con autoritarismo en favor del capital. La paz debe
hacerse sin trampas, bajo una política de Estado altruista para erradicar la
confrontación armada. Que incluya los cambios necesarios para una nueva
Colombia, en las condiciones de un nuevo orden político y social más justo y
equitativo.