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Sociolinguismo y clasificación social

Víctor Montoya. Escriptor bolivià

por filosofem,



La escuela es una suerte de cernidor que, desde un principio, clasifica a los alumnos según su capacidad de comprensión de los libros de texto. En tal sentido, los niños inmigrantes, que tienen otra lengua materna diferente a la que se usa oficialmente en la escuela, son los más perjudicados.

Leyendo
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La escuela es una suerte de cernidor que, desde un principio, clasifica a los alumnos según su capacidad de comprensión de los libros de texto. En tal sentido, los niños inmigrantes, que tienen otra lengua materna diferente a la que se usa oficialmente en la escuela, son los más perjudicados. No comprenden el código lingüístico "elaborado" de los profesores ni el contenido de los libros de texto; más aún, si consideramos que los profesores están supeditados mecánicamente al ritmo que les marca el programa escolar a través de los libros de texto, convertidos en un síndrome que limita tanto al alumno como al profesor. Es decir, el profesor imparte un mensaje y el alumno no le entiende, puesto que el lenguaje, en lugar de ser un vaso comunicante entre ambos, se convierte en una barrera que obstaculiza la comunicación. .
Asimismo, la escuela no va hacia el encuentro de los niños; por el contrario, son los niños quienes van al encuentro de la escuela, donde se enfrentan a las normas y sistemas pedagógicos establecidos por los "tecnócratas de la educación". Los niños sólo deben de adaptarse a las condiciones que les presenta la institución educacional, cuya única función es la de impartir los conocimientos estipulados por los programas educativos. Por cuanto la escuela es una suerte de máquina clasificadora que exime a los alumnos provenientes de los "hogares normales", en tanto sucumbe a los alumnos provenientes de los "hogares problemáticos". No es casual que la escuela haga más hincapié en los resultados de las pruebas -clasificando a los alumnos en "excelentes" o en "deficientes"-, que en los programas de prevención de los problemas lingüísticos o psicosociales.

La deficiencia idiomática suele ser motivo de fracasos en exámenes importantes, tales como los de admisión a los cursos de formación profesional o el acceso a las escuelas de educación superior. Los niños de la clase media alta, de acuerdo a las estadísticas, tienen más facilidad para proseguir estudios académicos y preservar el "status quo" de una sociedad competitiva, donde la jerarquía social está compuesta por una escasa minoría, como si los conocimientos fuesen un privilegio reservado sólo para los hijos de las clases pudientes.

La escuela no tiene el mismo significado para un niño de la clase trabajadora que para un niño de clase media alta. Esto implica que la elección de las profesiones también difiere según la escala de valores que manejan los niños. Por ejemplo, los niños de clase media eligen profesiones relacionadas con el estatus social y económico de su clase, en tanto los niños de la clase trabajadora eligen las mismas profesiones ejercidas por sus padres, entre otras, las profesiones medias que los convierte en obreros calificados; más todavía, los menos privilegiados de la sociedad, entre los que se encuentran la mayoría de los inmigrantes, tienen también menos posibilidades de desarrollo intelectual.

En el marco de la Unión Europea, donde existen millones de inmigrantes afectados por la escolaridad obligatoria, el porcentaje de alumnos extranjeros en el ciclo secundario es muy inferior al que se observa en el ciclo primario. Varias encuestas indican que el índice de fracasos escolares es especialmente elevado entre los hijos de los inmigrantes, quienes, además de no dominar su idioma materno, tienen serias dificultades en comprender un libro de texto escrito en su segundo idioma que, en este caso, es el sueco.

Aunque todos saben qué quiere decir poseer un idioma (capacidad para usarla en todas las situaciones posibles y en todos los medios posibles), tropezamos con las interferencias idiomáticas que se producen en el habla coloquial de nuestros niños, quienes viven en un medio diglósico, donde el idioma sueco es la lengua mayoritaria y la que se usa oficialmente en la escuela. Por eso mismo, la desventaja lingüística que sufren los hijos de los inmigrantes, en comparación con sus condiscípulos nativos, se reflejan en el fracaso y la deserción escolar.

Clases sociales y códigos lingüísticos

Una de las peculiaridades, cuando nos referimos a las influencias del medio social sobre el idioma, es el hecho de que los niños tienen dificultades en la escuela, debido a que ellos, y sus familiares, no hablan el mismo idioma que los profesores. En caso de que esta consideración sea correcta, se puede plantear la siguiente pregunta: ¿A qué se deben estás diferencias? Si se parte del criterio de que el desarrollo lingüístico es producto de factores sociales, entonces es lógico suponer que las diferencias idiomáticas se deben al lugar específico que los individuos ocupan dentro de la escala social. Pero algo más, el idioma influye -y es influido- en la interrelación entre individuos, y entre individuo y sociedad.

En la escuela se usa el código lingüístico "elaborado", y este lenguaje está sólo al alcance de los hijos de la clase media académica. Ellos pueden abstraer el lenguaje de los libros de texto y, consiguientemente, asimilar los conocimientos. Basil Berstein, reconocido catedrático de Sociología de la Educación en la Universidad de Londres, explicó que las diferentes clases sociales usan diferentes códigos lingüísticos. El código lingüístico "elaborado" corresponde al hogar de clase media, un grupo social al que pertenecen tanto los profesores como los "tecnócratas de la educación".

Para Basil Berstein, el sistema educativo regula "quién" debe adquirir "qué" y "cuándo". Lo que se adquiere a partir del sistema educativo depende, casi exclusivamente, de la extracción social del alumno, pues un niño, desde el día en que asiste a la escuela, no sólo refleja su personalidad, las normas y actitudes de la clase social a la cual pertenece, sino también el sociolecto (idioma funcional) usado en su medio. La teoría sociolingüística de Berstein trata de explicar cómo la distribución del poder en la sociedad y sus principios en el control social crean principios de comunicación "dominantes" y "dominados", que se adquiere inicialmente en la familia y se desarrollan y sistematizan en la escuela. En otras palabras, las diferencias de privilegios son canalizadas por y a través del lenguaje.

En la escuela se habla generalmente en términos abstractos, lo que implica que los niños de las clases privilegiadas tienen mayores ventajas en el proceso de aprendizaje de los conocimientos impartidos en la escuela; una institución donde rara vez se considera la experiencia y el lenguaje de los niños de la clase trabajadora. Además, se debe considerar que la escuela es el reflejo de la sociedad; en sus aulas se concentran las diferencias sociales y se imparten los conocimientos establecidos por el mercado de trabajo y la escala de valores impuesta por las clases privilegiadas.

En la sociedad actual, donde el idioma constituye un instrumento indispensable de trabajo, es necesario que un individuo, que desea escalar la pirámide social, maneje un código lingüístico "elaborado", que le permita tener las llaves para abrir las puertas de una sociedad en pleno desarrollo tecnológico.

La tesis doctoral de Gunilla Dahlberg, lingüista sueca, demuestra que las diferencias idiomáticas de los niños dependen, sobre todo, del contexto social del cual provienen; una diferencia sociolectal que marca las diferencias de clases sociales. Según Dahlberg, los niños de la clase trabajadora no tienen la misma capacidad de pensar, hablar y asociar las ideas en términos abstractos o simbólicos, que los niños de la clase media alta, quienes dominan el "instrumento idiomático" empleado en la escuela, cuyo lenguaje "elaborado", tanto en los libros de texto como en el habla del profesor, es ajeno al lenguaje "restringido" que manejan los niños de la clase trabajadora.

En el seno de la clase trabajadora, según las investigaciones de Gunilla Dahlberg, no se cultiva el lenguaje abstracto; por el contrario, se habla a partir de lo qué es y sucede "aquí" y "ahora"; en el seno de la clase media, en cambio, se cultiva un lenguaje más abstracto, rico en adjetivos y sustantivos. Incluso el manejo del lenguaje moderno, el de la cibernética, es más común entre las familias pudientes que entre las familias de escasos recursos económicos, donde se sigue usando un código lingüístico "restringido", lejos de los academicismos y los "slogans" de moda. En consecuencia, los "tecnócratas de la educación" parecen olvidar esta realidad escolar, en cuyas aulas se reflejan las diferencias sociales y los distintos sociolectos (idiomas funcionales usados por las distintas clases sociales).

La mayoría de los alumnos, que tienen un bagaje lingüístico limitado, no comprenden la lectura de los libros de texto. De modo que la actual crisis escolar, de la que se habla sonoramente en algunos medios de comunicación, no sólo obedece a la incompetencia profesional y pedagógica de algunos profesores, sino también a un problema sociolinguístico que, en el caso de los niños inmigrantes, se traduce en un factor que conduce al fracaso escolar.

Las incoherencias del “semilingüismo”

El concepto de "semilingüismo", que en sueco se traduce como "halvspråkighet", ha sido acuñado por Nils-Erik Hansegård, quien, desde 1968, popularizó este concepto, aplicándose exclusivamente a los hijos de los inmigrantes y usándose como argumento para justificar el fracaso escolar de los mismos; cuando en realidad, como ya señalamos líneas arriba, el fracaso escolar no se debe sólo al "semilingüismo" de los alumnos, sino también al idioma normativo que imponen los "tecnócratas de la educación" por medio de los libros de texto. Hansegård parece negar la existencia de sociolectos y olvida que el idioma que se usa en la escuela corresponde al código lingüístico de quienes controlan las superestructuras políticas, económicas y culturales de una sociedad. Por lo tanto, sería más correcto aplicar el término "semilingüismo" a "la incapacidad de comprender y dominar la lengua de la clase dominante". Sabemos por experiencia que los alumnos fracasan en la escuela no tanto por su incapacidad intelectual, sino por no entender el lenguaje simbólico y abstracto que presentan los libros de texto.

Nils-Erik Hansegård, autor del libro "Två språkighet eller halvspråkighet?" (¿Bilingüismo o "semilingüismo"?), confunde el lenguaje normativo, que se usa en la escuela, con la variante sociolectal (idioma funcional) usado por los hijos de la clase trabajadora, quienes aprenden un idioma que no es suficiente para las exigencias lexicales y gramaticales planteadas por la educación programada por la clase dominante. Así, el concepto de "semilingüismo" (halvspråkighet) debería de erradicarse por completo, ya que las dificultades de los niños no dependen de su incapacidad intelectual, sino del hecho de que las técnicas de enseñanza, valoración y medida, están construidas sobre la "lógica" y la "gramática" de los libros de texto. Es decir, la "lógica" y la "gramática" del lenguaje de la clase trabajadora no son una "sublógica" ni una "subgramática", sino, simple y llanamente, otra "lógica" y otra "gramática".

Estas consideraciones, que nos obligan a criticar el sistema educativo y los libros de texto, demuestran que el fracaso escolar se debe, entre otros factores, a las diferencias sociolectales que se presentan en una sociedad divida en clases, donde los hijos de la clase trabajadora (a la cual pertenecen la mayoría de los inmigrantes) usan un código lingüístico "restringido", mientras los hijos de la clase media (a la cual pertenecen los profesores) usan un código lingüístico "elaborado", que les permite comprender el contenido de los libros de texto y acceder a profesiones que les conceda privilegios económicos, ya que algunas de las profesiones, acéptese o no, están distribuidas de acuerdo a la clase social a la cual pertenece el individuo.

Víctor Montoya

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