Fuimos hijos suyos, es cierto.
En todos los sentidos: hijos de
su ejemplo y voluntad puesta al
servicio del pueblo; hijos en el
amor y respeto que se siente por
un padre querido; hijos que por
la magia de una palabra:
“compañeros”, se transformaron
en “hermanos”. Crecimos de golpe en medio de bombazos y persecuciones: los padres de nuestros compañeros eran las víctimas de la “libertad recuperada”: Vergara Russo, moría el 16 de junio en Plaza de Mayo; Cogorno fusilado un año después. Ahí nos hirvió la sangre rebelde que Evita nos inculcara: empezamos la lucha por el retorno de nuestro Padrecito con lo que teníamos y podíamos. ¿Acaso no se habían usado piedras y aceite hirviendo para contener las invasiones inglesas?¿Por qué no podríamos hacerle la pata ancha a estos nuevos invasores disfrazados de “libertadores”? Espontaneísmo, voluntarismo, desconocimiento de las condiciones objetivas y subjetivas; amén de las climáticas y estratosféricas; de todo pueden ser acusados estos tozudos hijos de Perón que se jugaron por su retorno, que dieron su vida por él y soñaron con una patria liberada. De todo, menos hijos de puta. Qué fácil resulta tener razón a posteriori, pero que lindo fue equivocarse defendiendo “lo que Perón nos legó: una Argentina “libre, justa y soberana”, como decía una canción de la época. Qué lindo fue tener un padre como Perón, con perdón de los psicólogos, los sabios y los que se las saben todas. Y
qué lindo fue tener hermanos
como aquel Tito Bevilacqua con
el que vendíamos “Palabra
Argentina” y luego nos metíamos
en los cines para silbar al
almirante Tessaire cuando desde
la pantalla denigraba a Perón y
el peronismo; ó aquel otro,
Felipe Vallese,
“Misterix” por su impermeable
blanco abotonado en doble
hilera, parecido al del
personaje de historieta, con el
que nos escapábamos juntos
después de haber recuperado
“armas para el pueblo” y,
sentados en el fondo del 406,
decirnos mutuamente una gran
mentira: “esto no es para mí, yo
no me meto más en nada”;
Qué lindo fue entreverarse en
todos esos entreveros con tantos
hermanos que sí los puedo y debo
nombrar por ser ó haber sido
hijos de Perón: el Vasquito
Unamuno, que se nos fue apagando
por esas putas enfermedades que
te matan lo que el plomo de una
45 respetó; aquellos que como
José Luis Nell venían del
nacionalismo fierrero y se
fueron entregando en cuerpo y
alma en este peronismo montaraz
que trataba de pegar fuerte y
duro para destruir “la
oligarquía y los imperialismos
en simulada pugna”, porque
sobraba tanto coraje y amor por
el Viejo que no a uno, a una
tribu entera de imperialismos
nos atrevíamos los hijos de
Perón. [Extraído de “Envar El Kadri. Historias del Peronismo Revolucionario”] Mas información sobre "Cacho" El Kadri http://www.elortiba.org/fap.html |