HEMOS RECIBIDO UN EMAIL ENVIADO POR EL COMPAÑERO CARLOS,
reproduce un episodio ocurrido en La Rioja en época de la
dictadura de Onganía, forma parte de la memoria de unos
compañeros que sufrieron el episodio en carne propia y como
parte de esa memoria lo reproducimos
CEAM
CLÍO, UN LUGAR PARA
LA HISTORIA -
ARGENTINA
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Artículos de León Guinsburg
editados en Rebanadas:
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08/08/11 |
Un régimen
nazi se instala en La Rioja |
Por León
Guinsburg |
Rebanadas de Realidad -
Buenos Aires, 07/08/11.- Aunque
suene fantasioso, el 8 de agosto de 1966 se instaló en la
provincia de La Rioja un régimen nazi. Durante varios meses
protagonizó desatinos de todo orden, generándose una tensa
atmosfera que culminó con una rebelión popular y la
destitución del comodoro Julio César Krause, el designado
interventor con el título impropio de “gobernador” por el
gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía, cabecilla
del golpe militar que destituyó el 28 de junio de ese mismo
año al presidente radical Arturo Umberto Illia.
Krause, comodoro
retirado que en la “Revolución Libertadora” actuó como
vicecanciller y ministro de Aeronáutica, respectivamente,
durante las presidencias provisionales de Eduardo Lonardi y
Pedro Eugenio Aramburu, llegaba precedido por un historial
que lo calificaba de antiperonista acérrimo y nacionalista
católico, lo que despertó recelo en dirigentes de los ya
(por decreto-ley disueltos) partidos políticos y la pequeña
colectividad judía riojana.
En el reparto de
provincias entre las Fuerzas Armadas, a La Rioja tocó en
suerte la regencia de los aeronautas, y tras el provisorio
mando del comodoro Costa Martínez la dictadura ungió al ex
jerarca del golpe de 1955 como sátrapa de la tierra de
Facundo Quiroga y el “Chacho” Peñaloza.
El primer episodio
inquietante ocurrió en el mismo acto de inicio de la
gestión. Tras ponerse en funciones a Krause, éste procedió a
tomar juramento a los miembros de su gabinete. Cuando le
llegó el turno al ministro de Hacienda, el bice comodoro
(retirado) Teodoro Adán Goette –tal su nombre-, exhibiendo
una figura atlética y el cabello cortado en cepillo como los
militares alemanes de los '40, con solemnidad y voz tronante
-ampliada por altoparlantes- del balcón principal de la Casa
de Gobierno, pronunció la frase que arrancó murmullos en el
centenar de personas reunidas en la Plaza 25 de Mayo. Ese
inesperado ”¡Juro
por Dios, la Patria, Nuestro Señor Jesucristo, la Santísima
Virgen María, el Espíritu Santo, San Nicolás, todos los
santos y los proto mártires de la argentinidad, cumplir y
hacer cumplir…!” quedó impreso como texto insólito en
los anales de la riojanidad. El habitual y clásico “ si,
juro” fue para el resto.
Pocos días
bastaron para que corriera como reguero de pólvora la
andanada de dislates protagonizada por Krause y su
camarilla. Implacablemente reflejada en consecutivas
ediciones por el único diario riojano, “El Independiente”,
cuyo director, el joven Alipio “Tito” Paoletti, vigorosa y
filosa pluma de 30 años de edad, recibió citación al
despacho del “gobernador” para ser increpado y hasta
veladamente amenazado. Paoletti, que respondió sin altivez
pero con firmeza defendiendo la libertad de expresión, ya en
la redacción escribió un editorial memorable, persistiendo
los días subsiguientes en la crítica fundada en hechos
reales. El matutino fue leído en toda la provincia y fuera
de ella.
El autor de esta
nota, a la sazón cronista del diario a cargo de
“’policiales”, fue increpado por el subjefe de policía, un
ex oficial de gendarmería apellidado Di Cesare, a raíz de un
artículo suyo referido a una absurda “campaña de moralidad”
por la que a parejas de novios se les impedía caminar
abrazados y de la mano, y si se los sorprendía en besos y
arrumacos terminaban detenidos, prontuariados y pagando
multa. Comisiones policiales irrumpían en bares y
confiterías exigiendo documentos en una ciudad de 55.000
habitantes donde todos se conocían, y si alguno portaba pelo
largo o barba, era detenido, rapado y afeitado. Humillado.El
miedo, en esos días, campeó muy temprano
Concluyendo su
“reto”, Di Cérare preguntó si yo era judío, Al responder
afirmativamente, manifestó “le
tengo asco a los judíos”. Esperando
mi detención y gozando de antemano del escándalo que armaría
el diario, le dije que sufría una grave enfermedad y debía
atenderme de urgencia. Me despidió con un “váyase” no sin
antes aclarar que “estoy muy conforme con mi sentimiento”.
Quise publicar el episodio pero Paoletti prefirió reservarlo
“para protegerte de alguna contingencia”, ya que no hubo
testigos.
Entre el personal
de Casa de gobierno cundió el terror. Un tal Corres, ex
gendarme y secretario de Obras Públicas, obligaba a los
empleados de ambos sexos a ponerse de pie y cuadrarse en su
presencia, y a saludarlo a coro como en el cuartel. Además,
se vedó para las mujeres el uso de pantalones y blusas y
los hombres debían trabajar con corbata y sacos puestos, sin
aire acondicionado... en los casi 40 grados del torrido
clima riojano.
Goette, por su
parte, recibió a una delegación de productores vitícolas del
Oeste que le solicitaron la construcción de canales de
riego: Poseído por un acceso místico, tras decir que no se
debe molestar al gobierno y si eran verdaderos creyentes que
le rezaran a San Nicolás –patrono de La Rioja-, para que
haga llover y convierta en un vergen a la tierra castigada
por la sequía, los despidió sin dar solución y mascullando
sobre su poca fe.
Por otra parte un
juez del Superior Tribunal de Justicia traído de Córdoba por
Krause, se apropió de enseres provenientes de áreas
oficiales para la vivienda que alquiló, por lo que bastante
más tarde, en otro gobierno de la misma dictadura, fue
destituído.
La
cruza nazi, el burro y el muñeco
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Vecinos de La
Quebrada, a una decena de kilómetros de la capital, se alarmaron
al oír diariamente numerosos disparos cerca de sus viviendas.
Descubrieron en un descampado a Goette y un grupo de individuos
jóvenes practicando tiro al blanco con armas de guerra. No se
tardó en averiguar que se trataba de un grupo de extrema derecha
–afirman que de la Guardia Restauradora Nacionalista que tenía
por mentor al célebre cura Julio Menvieille-, que tomaría a La
Rioja como base de su revolución fascista con el padrinazgo de
la camarilla krausista.
Entretanto, sucedieron
dos hechos emblemáticos. Una noche apareció un burro en una
calle céntrica con la leyenda “Krause” pintada en su cuerpo, lo
provocando la hilaridad de quienes lo vieron y el desparramo de
la novedad a toda la población, Hubo dos sospechosos detenidos,
el periodista deportivo, Roque Asís, y el otro el químico y
docente Pedro Hernández. Se los liberó a los pocos días por
falta de pruebas.
Colgado de una verja,
a la semana, apareció un muñeco de trapo portando un carel.
“Fuera Krause”, decía. Se apresó al periodista radial y
secretario general del gremio de los telegrafistas Tito de la
Fuente. Antes fue encarcelado don José Deleonardi, impresor y
persona muy apreciada por sus vecinos, secretario general del
minúsculo Partido Comunista.
El anciano presidente
de la Sociedad Sirio Libanesa, don César Saadi, fue abordado por
un sujeto que le ofreció armas para expulsar a todos los judíos
de La Rioja- Fue rechazado.Lo mismo ocurrió con Manuel de la
Fuente, delegado regional de la CGT, quien tras rechazar la
oferta y sacar 'disparando' al oferente reunió al secretariado
de la central obrera para gestar una movilización. Concurrieron
también los abogados asesores Ricardo Mercado Luna y Carlos
Saúl Menem, a efectos de prever medidas legales.
El presidente de la
Sociedad Israelita Riojana, Alejandro Jassan, impuesto por el
alarmado Saadi, reunió a los miembros de su colectividad e
informó a su íntimo amigo Oscar Quiroga Galíndez, prestigioso
docente, quien ofreció su caserón para celebrar las
deliberaciones del caso. El director de “El Independiente”
también fue puesto al tanto, y lo fue el teniente coronel
Alberto Pérez Arzeno, jefe de la guarnición militar, quien
telefoneó al vicecomodoro Julio Raúl Lucchessi, su par de la
base aérea de Chamical. Los jefes castrenses elevaron sus
impresiones a sus respectivos mandos y siguiendo instrucciones
entrevistaron a Krause, siendo el diálogo extremadamente áspero.
Entre tanto, Paoletti
logró conversar en Buenos Aires con Héctor Blas González,
secretario de Prensa y Difusión de Onganía, quien incidió sobre
el ministro del Interior, Enrique Martínez Paz.
Los “centros
conspirativos” se multiplicaban y la indignación popular crecía
día a día, tanto en la capital como en el interior de la
provincia, Se sucedieron repudios a “colaboracionistas” y
algunos intendentes se vieron en figurillas para mantener la
calma en sus jurisdicciones. Las paredes de la ciudad se
inundaron con leyendas antikrause y la población comenzó a no
pagar impuestos provinciales, haciendo caso omiso a las
intimaciones.
Urgido por el gobierno
nacional, el “gobernador” destituyó a Goette y los
ultaderechistas foráneos desaparecieron como por encanto. Pero
ya era tarde; menudeaban actos y manifestaciones pidiendo la
renuncia de Krause y su gabinete. Si bien algunos gases se
arrojaron, los policías provinciales mostraron poca vocación
para reprimir amigos, parientes y vecinos.
Atento a la marcha de
la rebelión, la dictadura optó por obligar a “renunciar” a
Krause. Este leyo el texto de la dimisión en un último acto
transmitido por radio y parlantes en Casa de Gobierno, con un
patético discurso reprobatorio a los “conspiradores” y haciendo
cargo de “incomprensión” al conjunto de los riojanos. Por
último, incurrió en el ridículo leyendo un decreto por el él
mismo que designaba “gobernador” al coronel Julio Sócrates
Fernández, reemplazante de Pérez Arzeno, sin tener facultades
para hacerlo. Sócrates Fernández, perplejo, exclamo “¡Un
momento, no puedo aceptar eso!”
Krause, su gabinete y
sus funcionarios huyeron fuertemente custodiados entre abucheos
y burlas de miles de manifestantes congregados en la Plaza San
Martín, mientras desde la vereda del Club Social, algunos
apellidos de prosapia conservadora se ilusionaban –y no en vano-
con ocupar algunos cargos el el gobierno provincial que
sucediera al depuesto por el pueblo.
Los frustrados
protagonistas del “putsch” nazi se refugiaron en un hotel
céntrico rodeados de policías, continuando los repudios desde la
vereda de enfrente. Al día siguiente, asumió como “gobernador”
(interventor federal, en realidad) Guillermo Iribarren,
empresario vitivinícola, fundador con José Ber Gelbard de la CGE
y con antecedentes frondicistas. Pero esa fue otra historia
El “gauleiter” Julio
César Krause y sus “comaradas” partieron, algunos en automóvil y
de noche, por supuesto, Otros escaparon en avión. Jamás
regresaron. El sueño de una satrapía desde donde parir una
“revolución” más totalitaria aún que el totalitarismo onganista
que sufría el resto de la Argentina se frustró por la
“incomprensión” de un pueblo con historia de ancestral coraje,
indómito por propensión y principios.
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