Otro canalla que muere sin ser juzgado

Ayer murió el "Laucha" Corres, teniente coronel retirado del ejército, implicado en graves delitos como ejecutor de acciones represivas durante la dictadura militar. Julián Oscar Corres estaba internado en el Hospital Militar de la Capital Federal -padecía cáncer de estómago- y pasado mañana un médico forense debía pronunciarse para resolver su vínculo con el juicio oral que se desarrolla en la Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca.
Detenido en el 2008 por los cargos que pesaban en su contra, obtuvo luego prisión domiciliaria por enfermedad.
Como subteniente se desempeñó en en el Departamento II "Inteligencia" del Comando del Quinto Cuerpo, con sede en Bahía Blanca.
Actuó en el CCD de "La Escuelita", habiendo participado en operativos, vigilancia y torturas de detenidos, según los testimonios de sus víctimas.
Allí solo era conocido como "El Laucha" o "El Jefe", pero durante las indagatorias, el propio Corres admitió que él era "El Laucha".

 

… la muerte
no borra nada
quedan
siempre las cicatrices
hurra
murió el cretino
vamos a festejarlo
a no llorar de vicio
que lloren sus iguales
y se traguen sus lágrimas
se acabó el monstruo prócer
se acabó para siempre
vamos a festejarlo
a no ponernos tibios
a no creer que éste
es un muerto cualquiera
vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto de mierda
Mario Benedetti – “A  la muerte de un canalla”    ( Cuando la muerte de Pinochet)

LAUCHA: En Chile y Argentina, ratoncito muy común, campestre y casero.
Su apodo, Laucha, nada tenía que ver con la definición de ese ser vivo e indefenso. Su apodo era la manera de escudarse en un anonimato que el mismo, quizá por lo impune que se sentía durante los Juicios por el Derechos a la Verdad reconoció, y eso fue lapidario. Su apodo solo servía para esconder su saña, su perversidad, su cobardía. Porque ese fue el rasgo central de su condición de usurpador de los cuerpos inermes de otros a los que torturaba.
 
Laucha, aquel joven casi débil que en la universidad se hacía el enamorado de estudiantas para recolectar información y poder después secuestrar, torturar, desaparecer o asesinar. Laucha, pido perdón hoy a las lauchas por la ofensa.
 
Su mano disparó, junto a otros, a los cuerpos de mi hermano, mi cuñada y el bebé que habitaba su pancita, en un enfrentamiento fraguado, asesinándolos. El seguramente, y aunque no lo ví a la cara, fue de los que me torturaron a los gritos como fieras. Seguramente fue el quien me decía te vamos a traer a tu hijo para darle maquina como a vos. Fue el seguramente quien con el resto, fingieron mi fusilamiento para luego reírse e insultarme hasta el hartazgo. El seguramente, fue quien con un cuchillo antes de subirme al Unimog del Ejército para llevarme a la Unidad 4 de Villa Floresta, me dijo “cuando salgas no importa cuanto tiempo pase vamos a estar acá esperándote”.
 
La impunidad instalada institucionalmente durante 20 años por el gobierno radical de Raúl Alfonsín y el gobierno justicialista de Carlos Menem, permitió que hoy a pesar de la llegada de Néstor Kirchner que la quebró también institucionalmente habilitando nuevamente los juicios, el Laucha haya muerto impune.
 
Antes Adel Vilas, luego El Tío Cruciani, Emilio Ibarra, Guillermo Federico Madueño y ahora el Laucha Corres lograron evadir la justicia. Pero claro que además de los veinte años de impunidad institucional, contaron con aportes de algunos jueces que generaron atrasos y obstáculos para poder hacer justicia mucho antes que los primeros pasos que damos hoy desde el 2005.


Murió el Laucha. Cáncer en el estómago la razón de su muerte. Quizá esa enfermedad tan brutal sea la mejor síntesis de su propia brutalidad ideológica y criminal. Lamento no haberlo podido mirar a la cara sentado mientras los juzgamos. Haberle podido decir cuanto desprecio y repugnancia me causó su existencia impune. No tengo remordimientos por pensar o decir esto, porque dediqué la mitad de mis 64 años para que fuera juzgado con el resto. Juicio y oportunidades que hoy exigen sin pudor ni escrúpulos. Aquello que nunca le dieron a ninguno de nuestros compañeros, familiares y a nosotros mismos.
 
Eduardo A. Hidalgo
Ex Detenido Desaparecido
Familiar de Asesinados por la Dictadura
Secretario General de la ASAMBLEA PERMANENTE POR LOS DERECHOS HUMANOS DE BAHIA BLANCA