TESTIMONIO DE JUAN YAHDJIAN, Víctima de la represión de la Dictadura Militar

APORTE A LA SEMANA DE LA MEMORIA, Eldorado-Misiones, marzo de 2011.

Soy médico jubilado, de setentaicinco años, en 1976 vivía en Posadas, con mi esposa también médica y tres hijos. Y a mí me metieron preso.

Los años 60 y 70 se caracterizaron por un crecimiento en la conciencia, de la solidaridad y de participación en la vida social y política de gran parte de argentinos y latinoamericanos. Los cristianos tratábamos de acompañar al Espíritu de Vaticano II, de Medellín y luego de Puebla, la Teología de Liberación, la Opción por los Pobres, el Movimiento de Curas del Tercer Mundo etc. Por fin, el AMOR de Jesús se hacía presente!!!

Muchos queríamos opinar, formar parte, integrarnos a las tantas corrientes y tendencias florecientes, queríamos cambiar por una sociedad solidaria, igualitaria, justa y pacífica. Una mística, una fuerza interior nos aglutinaba y guiaba nuestros actos. En mi caso  primero creando un cine club con algunos amigos con quienes conseguíamos películas con mensajes acordes al momento y las pasábamos en la Dirección de Cultura de Posadas y en varios sindicatos; luego atendiendo gratis a la gente humilde y también llegando a los barrios periféricos a asistirlos, llevarles remedios y organizando comisiones de salud, de madres etc.

Con otros católicos y protestantes me integré a APE, Acción Popular Ecuménica y uno de las tareas principales fue organizar y acompañar una Cooperativa de Trabajo y Consumo en Garupá, donde funcionaba la Estación de carga y descarga del ferrocarril.

Los militantes muy activos en los barrios de Posadas pertenecían a la Juventud Peronista. Ellos me ayudaron en mis tareas médicas y fueron escuela en mi formación política. Y terminé siendo candidato a diputado por el Partido Peronista Auténtico, en las elecciones del año 1975.

En la Clínica donde trabajaba, junto con otros colegas, practicábamos el sistema de fondo común, ganábamos todos lo mismo, los sueldos del hospital y los honorarios privados y de mutuales conformaban un pozo común de dónde se sacaban los gastos y el resto se repartía por partes iguales. O sea que la participación en lo social y político, la asistencia a congresos y cursos, así como las vacaciones  no influenciaban en las ganancias respectivas.

La segunda mitad del año 75 se caracterizó, entre otras cosas, en el desarrollo de la represión a los militantes populares, La triple A es el ejemplo paradigmático de dicha etapa. Ya en los comienzos del 76 se hacía evidente el golpe militar, pero nunca imaginamos la evolución sanguinaria y las atrocidades que todos conocemos hoy.

Personalmente me consideraba no merecedor de ninguna represión. La “cosa” no era conmigo, Ellos buscaban guerrilleros, gente comprometida y yo era un idealista más, uno del montón, un inofensivo, uno de los tantos que emergieron en esos años. Después vimos que la preocupación no era de reprimir a militantes solamente, lo principal era sembrar el terror, el miedo, en toda la sociedad y vaya si lo consiguieron. Muchos miedos todavía persisten.

Hasta no descubrir esto último, me extrañó que me llevaran preso, a los pocos días del golpe y me extrañó que no saliera en libertad, como otros a mi lado. Porque luego de pasar seis meses en la cárcel de Candelaria, en Misiones, me trasladaron a Resisitencia, Chaco, donde completé tres años de reclusión. Pero luego no me liberaron, me enviaron al exilio donde pasé hasta la terminación de la dictadura.

El encierro sin causa que lo justifique, sin explicación, sin acusaciones formales, sin interrogatorios ni declaraciones es el verdadero infierno.

El exilio es un destierro no elegido, es otra forma de represión, uno no puede cambiar de país y además de los choques culturales se deben tolerar rechazos de la población local, por cuestiones de racismos e intolerancias varias. Me tocó Bélgica, un país frío, en todos los sentidos, del Norte de Europa.

En los comienzos no entendíamos por qué tanta gente presa, incomunicada, sin visitas, sin noticias, sin saber lo que sucedía “afuera”. Éramos un muestrario de la sociedad, trabajadores, comerciantes, profesionales, religiosos, estudiantes campesinos etc. etc. El Terrorismo de Estado cumplía en hacer callar las voces de los que estaban “en libertad”.

Con el pasar del tiempo nos fuimos enterando de asesinatos, desapariciones, torturas y vejaciones y también el porqué de tanta violencia e irrespeto por la vida. Que el verdadero objetivo era imponer un nuevo modelo económico y de producción cuyas consecuencias aún pagamos y muchos de sus aspectos aún vivimos.

La dictadura impuso el desmantelamiento de la industria, la dependencia en energía y comunicaciones, el saqueo de nuestros bienes naturales, la deuda externa (o mejor eterna), la dependencia, la pobreza, la desocupación, el deterioro de los precios de los productos del agro, la violencia y la inequidad. La concentración de tierras y riquezas tuvo su impulso importante y sigue hasta hoy. Lo estamos viviendo en Misiones también.

Y para terminar les cuento una anécdota de las tantas: En la cárcel de Resistencia alojaron a un chico tucumano de 16 años, acusado de haber vendido una gallina a la guerrilla. Le decíamos Pollo en alusión a la causa de su encarcelamiento.

“Señores NUNCA MÁS”